Enciclica Quadragésimo Anno

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Encíclica hecha por el Papa PIO XI

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1857-1939) Pontífice romano, de

nombre originario Achille Ratti, n.

en Desio (It.), hijo de un tejedor de

seda, y m. en Ciudad del Vaticano.

Ordenado sacerdote en 1879, se doc-

toró más tarde en derecho canónico y

filosofía y logró gran reputación co-

mo historiador y teólogo. Había pa-

sado su vida en una atmósfera acadé-

mica como profesor, bibliotecario de

la Biblioteca Ambrosiana y prefecto

de la del Vaticano. En estos cargos se

había familiarizado con la historia

política y acontecimientos del día, de

suerte que se hallaba bien equipado

teóricamente para realizar la visita

apostólica a una Polonia hastiada de

la guerra (1918), que le encomenda-

ra el papa Benedicto XV.

En tal coyuntura demostró que

estaba excepcionalmente dotado

para las tareas diplomáticas.

Su habilidad y celo le valieron el

nombramiento de nuncio de Su

Santidad en este país (1919). En

1921 recibía el arzobispado de

Milán y el capelo cardenalicio,y

en 1922 era elegido papa.

En su excelente pontifi-cado, llevó a cabo nu-merosos acuerdos di-plomáticos. Mientras 35 estados mantenían rela-ciones diplomáticas con la Santa Sede, el gobierno ita-liano la ignoraba política-mente. Por último, en 1929 se

firmó entre Pío XI y Mussoli-

ni el Tratado de Letrán, en

virtud del cual recobraba el pa-

pa la libertad, se convertía en

señor de un pequeño estado, la

Ciudad del Vaticano, y se resta-

blecía el catolicismo como religión

oficial de Italia. También firmó Pío

XI concordatos con Polonia, Litua-

nia, Austria, Letonia, Rumania y

Alemania. Contempló con gran in-

quietud el ascendiente del nacionalis-

mo extremo y trabajó sin tregua por el

mantenimiento de la paz, instituyendo

la nueva fiesta de Cristo Rey como

símbolo de la misma.

Publicó numerosas encíclicas, entre

ellas las relativas a la unificación de

la cristiandad, la educación de la

juventud, el matrimonio, el divor-

cio, la justicia social y la Acción

Católica. Una de las más significati-

vas y más difusamente leídas fue

Quadragesimo Anno, en que conde-

naba al capitalismo como se practi-

ca ordinariamente. Manteniéndose

a la altura de los progresos científi-

cos del siglo, alentó el estudio,

adoptó el empleo de inventos mo-

dernos e instaló una estación com-

pleta de radio en el Vaticano.

Mostró especial interés por la ex-

pansión de la Iglesia en Estados

Unidos e hizo sentir su influencia en

todo el mundo.

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PRIMERA GUERRA

MUNDIAL

Fecha: 28 de julio de 1914 -

11 de noviembre de 1918

Lugar: Europa, África y Asia

Resultado: Victoria aliada.

Motivo de Guerra: Asesi-

nato del archiduque Fran-

cisco Fernando de Austria

(28 de junio) seguido por

una declaración de guerra

austríaca a Serbia (28 de

julio) y la movilización rusa contra

Austria-Hungría (29 de julio).

Cambios territoriales:

Disolución de los Imperios

Alemán, Austrohúngaro, Otomano y

Ruso

DEPRESIÓN DE LOS AÑOS 30 Los años 20 fueron en Esta-dos Unidos de crecimiento económico y aumento de la productividad. Lo más signifi-cativo es que las ganancias de la productividad fueron a parar al beneficio empresarial (dividendos). Los salarios habían comenzado en el primer semestre de 1929. El desplome del precio de las acciones fue extraordinaria-mente intenso, alcanzando tintes dramáticos. Gran número de inversionistas vieron cómo su dinero, en

muchos casos tomado a crédito, se volatilizaba en

cuestión de días. El 'crash' bursátil motivó una reacción

en cadena en el sistema financiero, con numerosos

bancos que empezaron a tener problemas de solvencia

y de liquidez al acentuarse la desconfianza en su ca-

pacidad de rembolsar a los depositantes

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INTRODUCCIÓN

Cuadragésimo Anno es una carta encíclica

del Papa Pío XI, promulgada el 15 de mayo

de 1931, con ocasión de los 40 años de la En-

cíclica Rerum Novarum, de la que es comple-

mento, de allí su nombre en latín, Quadrage-

simo Anno (en el cuadragésimo año). Trata

sobre la restauración del orden social y su

perfeccionamiento en conformidad con la ley

evangelizadora y está dirigida a los Obispos,

sacerdotes y fieles católicos.

Cuando se publicó esta encíclica ya se había

producido un notable cambio en las circunstan-

cias sociales y económicas respecto a las que

regían cuando se publicó la Rerum Novarum. El

mal social de 1891 era la lucha de clases; en

1931 el mal social se centra en la progresiva

desintegración de la sociedad, mal mucho más

vasto que el que representaba aquella lucha. El

régimen económico de 1891 estaba presidido

por un capitalismo liberal de pequeñas unidades

económicas; en 1931 era el capitalismo de los

grandes monopolios. El socialismo de 1891 era

materialista y antirreligioso; en 1931 muchos

socialistas sólo predican un conjunto de medidas

económicas contra las que no tiene nada que

oponer la Iglesia.

Esta diferenciación de circunstancias preside el

desarrollo de esta segunda encíclica. A estas di-

ferencias se une un cambio en el horizonte con-

templado. La Quadragesimo Anno considera ya

la complejidad de la vida económica nacional,

que condiciona más o menos severamente, las

libres decisiones de los patronos y obreros; y

por tanto, las posibles soluciones que apunta la

encíclica están dentro de una visión orgánica del

orden económico-social. En resumen, trata sobre

la restauración del orden social y su perfeccio-

namiento de conformidad con la ley evangélica.

RESUMEN DE LOS CAPÍTULOS

La Encíclica Quadragesimo Anno tiene tres partes que claramente revelan su contenido y objeto: 1- Recordar, dada la oportunidad del cuadragésimo aniversario, los grandes bienes que brotaron de la Rerum Nova-rum ;

2- “ Defender la doctrina social y econó-mica de León XII contra algunas dudas y desarrollarla en algunos puntos”, 3 -“ Descubrir , tras un diligente examen del moderno régimen económico y del socialismo, la raíz de la presente perturba-ción social” ( es decir, la raíz de la tremen-da crisis económica que padecía por en-tonces el mundo), “ y mostrar al mismo tiempo el único camino de salvadora res-tauración, o sea la reforma cristiana de las costumbres”

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A la primera parte de la en-cíclica ya nos referimos sufi-cientemente al tratar de la Re-rum Novarum. Ahora tocare-mos con brevedad la segunda y la tercera parte. En cuanto a la segunda, recor-demos que con posterioridad a la publicación de la Re-rum Novarum surgieron grupos que pretendían ser los únicos herederos espiri-tuales del pensamiento del León XIII, y no era conve-niente que malgastaran sus esfuerzos luchando entre si, en lugar de realizar de reali-zar una tarea constructiva. Por consiguiente, el Papa establece en forma clara y definida cual de los grupos tiene la razón y cual se encuentra en el error. Al mismo tiempo, tiene pre-sente el pontífice que es nece-sario adaptar y complementar la doctrina de León XIII a las nuevas circunstancias y a las novedades y cambios radicales que se habían operado en el transcurso de estos cuarenta años.

Esta parte segunda, con las dos primeras secciones de la tercera, constituyen la parte doctrinal de la encíclica, densa de ideas, en la que “cada frase implica un pensamiento nuevo y profundo”, difícil de com-prender “para aquellos que no están familiarizados con el tema”, y difícil aun “para el experto que no puede sentirse satisfecho con una rápida lec-tura”.

Esta integrada por una intro-

ducción acerca de la autoridad

de la Iglesia en materia social

y económica y cinco seccio-

nes, que son las siguientes: 1)

el dominio o derecho de pro-

piedad: derecho personal que

atiende al interés particular,

mas también función social

que mira al bien común. Este

problema se había planteado

inmediatamente después de la

Rerum Novarum . 2) relacio-

nes entre capital y el trabajo:

colaboración estrecha, funda-

da en su misma naturaleza, y

con derecho de cada uno a

exigir la parte de los benefi-

cios que le corresponden en

justicia, sin perjudicarse mu-

tuamente; 3) la redención del

proletariado: que resultara del

acceso de los obreros a la pro-

piedad --desproletarización-- ,

es uno de los grandes fines de

la política social actual; 4) el

justo salario: para cuya fija-

ción habrán de tenerse que la

situación en cuenta el mante-

nimiento del obrero y de su

familia, no menos que la

situación de la empresa y

las exigencias del bien

común;

5) la restauración del orden social: a la que se halla consa-grada la gran idea constructiva de la encíclica, basada en la reestructuración de las organi-zaciones profesionales. La tercera trata, en primer lu-gar, en dos capítulos, de los grandes cambios producidos desde 1891, tanto en el sistema económico capitalista como el socialismo, capítulos que per-tenecen la parte doctrinal de la afirmación de principios de la encíclica Por una parte, el ca-pitalismo industrial ha evolu-cionado hacia el capitalismo financiero, en el que se quie-bra todo lazo entre capital y el trabajo, y se muestran con fre-cuencia tendencias dictatoria-les. Por otra parte, el socialis-mo se ha dividido en dos ten-dencias principales : el comu-nismo radical, al que dedicara el Papa su encíclica Divini Rdemptoris, y el socialismo moderado, que, aun cuando adopta un actitud mas razona-ble con respecto a la lucha de clases y a la abolición del de-recho de propiedad, sigue des-conociendo la verdadera natu-raleza y el verdadero destino del hombre y de la sociedad humana, y, por tanto, continua en incompatibilidad con la concepción de la vida.

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Por fin, en el ultimo capitu-

lo, acerca de la renovación

moral, se contienen direc-

trices pastorales que ani-

man, estimulan, amonestan

y ruegan no tanto a la razón

cuanto al corazón y a la vo-

luntad. Con la idea funda-

mental de que esta renova-

ción y principio del resta-

blecimiento del orden so-

cial termina la tercera parte

de la encíclica.

El mundo, dice el Papa, “en

gran parte se ha recaído en

el paganismo”: la tarea con-

siste en “en volver a Cristo

esas clases de hombres que

le han negado”

Y el Papa concluye: “Es, por lo tanto, completa-mente necesario que se reduzca y sujete de la economía a un ver-dadero y eficaz principio directi-vo.” Pero de inmediato precisa que esa ley no debe ser la dictadura de los poderes económicos privados. “La dictadura económica, que ha sustituido recientemente a la libre competencia, y mucho menos puede

servir para ese fin directivo, ya que,

inmoderada y violenta por naturale-

za, para ser útil a los hombres nece-

sita un freno enérgico y una direc-ción sabia -freno y dirección, que no

puede darse a si misma. Así que se

ha de buscar algo superior y mas noble para regir con severa integri-

dad aquel poder económico [por lo

tanto se trata realmente de los pode-

res económicos privados], a saber:

la justicia y la caridad social.” El Papa explica entonces la naturale-

za de esa justicia y de esa caridad. “Por lo tanto, las instituciones pu-blicas y toda la vida social de los pueblos deben estar informadas por

esa justicia; es conveniente y muy necesario que esta sea verdadera-mente eficaz, o sea, que de vida a todo el orden jurídico y social y la

economía quede como imbuida por

ella. La caridad social debe ser co-

mo el alma de ese orden.”

En seguida, Pío XI vuelve al

papel del Estado: “La autoridad

publica no deberá desmayar en

la tutela y defensa eficaz (de

ese orden) “. La célebre página

termina entonces recordando el

principio de subsidiaridad. “No

le será difícil lograrlo si arroja

de si las cargas que, como dec-

íamos antes, no le competen”.

Anteriormente, Pío XI había

escrito (AAS, 1931, 203 - Col.

Enc., 642, 35):

“Conviene que la autoridad

publica suprema deje a las aso-

ciaciones inferiores tratar por

si mismas los cuidados y nego-

cios de menor importancia, que

de otro modo le serian de

grandísimo impedimento para

cumplir con mayor libertad,

firmeza y eficacia cuanto a ella

sola corresponde, ya que solo

ella puede realizarlo, a saber:

dirigir, vigilar, estimular, re-

primir, según los casos y la ne-

cesidad lo exijan.”

La doctrina de Quadragesimo

Anno acerca del papel del Esta-

do en la economía esta, como

se ve, llena de equilibrio y de

matices. Lo que debe gobernar

la economía, no es el Estado, es

mas bien un principio social y

moral de justicia, gracias a un

orden que el Estado tiene la mi-

sión de proteger y de defender.

Cierto es que debe

“dirigir” (pág. 642). Sin embar-

go, preocupado en evitar que el

Estado no suprima los centros

de decisión privados y las ins-

tancias intermediarias, y te-

miendo una “supergestión” de

la economía por parte de el,

Quadragesimo Anno piensa

mas bien en la instauración de

un orden que en la de un plan.

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Vida del Santo Cura de Ars

Nacido el 8 de mayo de 1786 en Dardilly,

cerca de Lyon, en una familia de agricultores,

Juan María Vianney conoce una infancia marca-

da por el fervor y el amor de sus padres. El con-

texto de la Revolución francesa ejercerá una

fuerte influencia en su juventud: hará su primera

confesión a los pies del gran reloj, en el salón de

la casa natal, y no en la iglesia del pueblo, y reci-

birá la absolución por un sacerdote clandestino.

Dos años más tarde, hace su primera comunión

en un henil, durante una Misa clandestina cele-

brada por un sacerdote rebelde. A 17 años, deci-

de responder a la llamada de Dios: “Quisiera

ganar almas al Buen Dios”, le dirá a su madre,

Marie Béluze. Su padre, en cambio, se opone por

dos años a este proyecto, porque hacen falta bra-

zos en la casa paterna.

A 20 años empieza a prepararse para el sacerdo-

cio con el abad Balley, Párroco de Ecully. Las

dificultades lo harán crecer: pasa rápidamente

del desaliento a la esperanza, va en peregrina-

ción a Louvesc, al sepulcro de San Francisco

Regis. Es obligado a desertar cuando es llamado

para entrar en el ejército e ir a combatir durante

la guerra en España. El abad Balley, en cambio,

sabrá ayudarlo durante estos años caracterizados

por muchas pruebas. Ordenado sacerdote en

1815, en un primer tiempo es vicario en Ecully.

En el 1818, es enviado a Ars. Allí, despierta la fe

de sus parroquianos con sus sermones, pero so-

bre todo con su oración y su estilo de vida. Se

siente pobre delante de la misión que debe cum-

plir, pero se abandona a la misericordia de Dios.

Restaura y adorna la iglesia, funda un orfanato

que le da el nombre de “Providencia” y se ocupa

Muy rápidamente, su reputación de confesor atrae

numerosos peregrinos que a través de él buscan el

perdón de Dios y la paz en el corazón. Atacado por muchas pruebas y luchas interiores, mantiene

su corazón bien arraigado en el amor de Dios y a

los hermanos; su única preocupación es la salva-ción de las almas. Sus lecciones de catecismo y sus homilías hablan sobre todo de la bondad y de

la misericordia de Dios. Sacerdote que se consu-ma de amor delante del Santo Sacramento, todo donado a Dios, a sus parroquianos y a los peregri-

nos, muere el 4 de agosto de 1859, luego de haberse entregado hasta el extremo al Amor. Su pobreza no era fingida. Sabía que un día habría muerto como “prisionero del confesionario”. Tres

veces intenta huir de su parroquia, creyéndose indigno de la misión de Párroco, y creyendo ser

más bien una pantalla a la bondad de Dios que un

vector de su Amor. La última vez, fue unos seis años antes de su muerte. Fue recuperado por sus

parroquianos, que habían hecho sonar en plena noche la campana a martillo. Enseguida fue a su iglesia y se puso a confesar hasta la una de la ma-

ñana. Dirá el día siguiente: “Me he comportado como un niño” En ocasión de sus exequias, la muchedumbre contaba con más de mil personas,

entre ellos el obispo y todos los sacerdotes de la diócesis, que vinieron a abrazar a quien ya era su

modelo. Beatificado el 8 de enero de 1905, el mismo año ha sido declarado “patrón de los sacerdotes de Francia.” Canonizado en el 1925 por Pío XI, el mismo año de Santa Teresa del Niño Jesús, será proclamado en el 1929 “patrón de todos los párro-

cos del universo.” El Papa Juan Pablo II ha veni-

do a Ars en el 1986. Hoy, Ars acoge cada año a 450.000 peregrinos y el Santuario propone diferentes actividades. En el

1986 ha sido abierto un seminario para formar los

futuros sacerdotes según la escuela de “Monsieur

Vianney.” ¡En efecto, dónde pasan los santos, Dios pasa con ellos!.

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