… En la esencia de todas las cosas… está la...

23
… En la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso de creación continuo y así es desde tiempos inmemorables. Hoy sofisticada o transversalizada por las nuevas tecnologías fluye por diversos formatos y caminos a los más amplios sectores de la comunidad. El devenir de toda una sociedad que puede certificar 238 años de rica e intensa historia, está impreso en las creaciones de sus ciudadanos y se materializa en esta oportunidad en un objeto sagrado: un libro. La palabra escrita… trabajada… enriquecida. Letra a letra moldeada artesanalmente, se entrecruza dando vida a precisos relatos que se mueven en el filo extremo entre lo real y lo irreal. Las pasiones, el desamor, historias debidas y el misterioso pasado. Entre sofisticados dispositivos que son claves para que la universalización de la cultura en su sentido más amplio, sea algo más sólido que un concepto en un desapasionado discurso; un grupo de Montenses eligió volver a un ancestral mecanismo. El libro ese compendio de conocimientos procesados por medio del cual los hombres y mujeres de todos los tiempos, han dejado huellas y sobre las cuales, hoy nosotros construimos el mejor de los futuros. El Espacio Cultural “Taller Literario” es desde hace mucho tiempo un referente de las expresiones literarias. Son todos ellos, los de ayer y los de hoy “Orgullo Montense” y nosotros somos solo los facilitadores para que todo ese potencial, que nos distingue en el amplio universo provincial, llegue a las manos de cada uno de los habitantes de este típico pueblo de frontera. Prof. Alejandro Cortés Director de Cultura, Educación y Patrimonio Dra. Sandra Mayol Intendente Municipal

Transcript of … En la esencia de todas las cosas… está la...

Page 1: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

… En la esencia de todas las cosas…está la cultura.

La Cultura es un proceso de creación continuo y así es desde tiempos inmemorables. Hoy sofisticada o transversalizada por las nuevas tecnologías fluye por diversos formatos y caminos a los más amplios sectores de la comunidad. El devenir de toda una sociedad que puede certificar 238 años de rica e intensa historia, está impreso en las creaciones de sus ciudadanos y se materializa en esta oportunidad en un objeto sagrado: un libro.La palabra escrita… trabajada… enriquecida. Letra a letra moldeada artesanalmente, se entrecruza dando vida a precisos relatos que se mueven en el filo extremo entre lo real y lo irreal. Las pasiones, el desamor, historias debidas y el misterioso pasado. Entre sofisticados dispositivos que son claves para que la universalización de la cultura en su sentido más amplio, sea algo más sólido que un concepto en un desapasionado discurso; un grupo de Montenses eligió volver a un ancestral mecanismo. El libro ese compendio de conocimientos procesados por medio del cual los hombres y mujeres de todos los tiempos, han dejado huellas y sobre las cuales, hoy nosotros construimos el mejor de los futuros.El Espacio Cultural “Taller Literario” es desde hace mucho tiempo un referente de las expresiones literarias. Son todos ellos, los de ayer y los de hoy “Orgullo Montense” y nosotros somos solo los facilitadores para que todo ese potencial, que nos distingue en el amplio universo provincial, llegue a las manos de cada uno de los habitantes de este típico pueblo de frontera.

Prof. Alejandro CortésDirector de Cultura, Educación y Patrimonio

Dra. Sandra MayolIntendente Municipal

Page 2: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

PrólogoMargot Radici - Coordinadora 1

El HálitoAlberto Penna 2

La leyenda del BiguáCristina Vasconcellos Andrade 4

Los CisnesIrma Andrade 6

Incatún. Secretos de campañaIleana Falconnat 7

Florinda y DionisioMarta Palavecino 9

Los ElegidosMarta Vitón 10

Las golondrinasMónica Andrade 11

Leyenda de las ratonasNoemí Derosa 12

El bote de los pecadosRodolfo Balsamello 14

Leyenda del JunqueroSilvia Frontera 16

R.I.P.Susana Andrade 17

LágrimasSusana Cavallero 19

ÍNDICE

Page 3: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

Todo aquello que no tiene explicación fehaciente, comprobación científica, o alguna base sustentable, esas cosas en definitiva que no podemos explicar, han asombrado e interesado a la humanidad, que de una u otra manera se ha hecho eco de tales cuestiones. Acontecimientos inverosímiles, sucesos maravillosos, tradicionales, religiosos, se pierden en los remotos caminos del tiempo, y el hombre los fue transmitiendo a sus semejantes desde que fue capaz de comuni-carse. Así, estos aconteceres se han mantenido a través de los siglos y de las muchas culturas que han engrosado y diversificado hechos que hasta nuestros días continúan vigentes y nos siguen cautivando, legado que aún reciben las distintas generaciones.Los integrantes del Taller Literario Municipal de Monte dependiente de la Dirección de Cultura, Educación y Patrimonio, desean compartir sus produc-ciones que, por esa magia de la ficción, se desarrollan o se afincan en estas tierras. Monte, en su largo devenir que se entrelaza intensamente con la histo-ria grande de nuestro país, es un lugar más que propicio para la gestación de estos cuentos, mitos y leyendas. Dicen y Cuentan, pero ¿acaecieron?, en usted estará la respuesta.

Margot RadiciCoordinadora

Prólogo

1

Page 4: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

Más que de una aparición visual o una imagen espectral o un fantasma, se trataría de una aparición auditiva, como un hálito, una brisa muy tenue, un susurro que no llega a ser una voz que si bien se percibe con claridad, no puede ser repetida o siquiera reproducida al menos fonéticamente aunque más no sea de un modo vago e impreciso. Desde luego es un mito, una especie totalmente apócrifa, y nadie en Monte podría responder a ciencia cierta acerca del origen de este asunto, o dar datos precisos con respecto a su mecánica, y en general es negado de plano. Pero lo cierto es que, así y todo, se dice que de tanto en tanto ocurre que alguien siente esa como vibración en el oído, esas palabras que tienen un dejo de la típica musicalidad de la lengua guaraní. También se dice que les ha ocurrido a pocos, pero que cuando alguien recibe, o también se dice “le sobreviene”, el llamado “hálito”, está recibiendo un mensaje que nunca podrá descifrar, pero que sin duda incidirá de algún modo determinante, o más bien fundante, en el resto de sus días. De ahí que haya quienes a este suceso lo llamen también “el repeluzno”, y otros incluso “el chucho”, por lo que produce generalmente en las víctimas o beneficiarios según el caso, porque también se dice que tanto puede tratarse de una buena nueva, una noticia portadora del mejor presagio, como de un pronósti-co del peor agüero, cosa que por supuesto no se puede saber en el momento.En cuanto a su origen, tan impreciso y hasta improbable como cualquier otro aspecto de esta cuestión, pero que en tal caso vendría a justificar estas dos posibi-lidades, la de la noticia buena o mala, la tradición oral, que suele ser tan oscura en su génesis como altamente creativa al momento de ser transmitidas, daría cuenta de un suceso ocurrido en estos mismos pagos en las postrimerías del siglo dieciocho, época en la que la actual ciudad no era más que un embrión de pueblo con algunas chacras, algún escaso caserío, un fortín o algo así, y según parece no mucho más, en el que estaría involucrada una joven esclava, o criada, de origen guaraní y su pequeña hija.Parece ser que la gente de este pueblo solía tener una actitud más bien benévola con los esclavos, que por esos años todavía abundaban, tanto negros como aborígenes. Por tal motivo no era infrecuente que entre los que escapaban de sus amos más despiadados, algunos se dirigiesen hacia esta zona, y que si bien no la mayoría, algunos lograran alcanzar su objetivo y terminaran afincándose en este lugar. Ese sería el caso de esta joven nativa de las tierras del Alto Paraná. Si bien no existen indicios que lo comprueben, se habla de que habría escapado junto con un esclavo negro, padre de la niña, obviamente mesti-za, porque les habían advertido que su amo, que antes había abusado de ella, al enterarse del nacimiento de un bebé con tales rasgos y por lo tanto de esa relación, había enfurecido y salido a buscarlos para acabar con ellos. También se

dice que por algún motivo, probablemente por haberse quedado atrás para cubrir el escape de la mujer y su hija, el muchacho jamás llegó al pueblo y que ellas nunca lo volvieron a ver.En estas circunstancias, la muchacha habría sido adoptada como criada en una hacienda mediana del lugar. Pero no tuvo tanta suerte, era demasiado bonita como para pasar desapercibida. El nuevo amo no tardó en ceder a sus impulsos y si bien con mejores modos que el otro, no tardó en obligarla, y ella, pensando en la niña, se resignó a esas condiciones, porque después de todo, fuera de eso, estaban bien tratadas, la pequeña recibía incluso cierta educación.Pero la chica creció conjugando los mejores rasgos de ambas razas, era tanto o más bonita que su madre y tampoco pasaba desapercibida, de hecho, a medida que crecía, llamaba cada vez más la atención, sobre todo de los hombres de la casa, en particular del amo y de su único hijo.Y ese fue el problema. Se cuenta que el hecho habría ocurrido una tarde en la que la mujer, extrañada por la demora de la muchacha, salió a buscarla, y no tardó en encontrarla, estaba forcejeando con el amo que, borracho y loco de lujuria le había desgarrado el vestido. Al mismo tiempo pudo ver que el hijo corría hacia el lugar e intentaba apartarlo, y también el momento el que el padre le daba un golpe al muchacho que caía con la nariz chorreando sangre y volvía sobre la niña. Todo eso dicen que vio, y dicen también que fue tal la bravura con la que se lanzó a defender a su hija, que el hombre, sin poder controlarla de otro modo, la tomó del cuello y con los ojos enrojecidos por la locura comenzó a estrangularla. Dicen que desde el suelo el hijo le gritó al padre, dicen que entonces el padre pareció reaccionar y separó las manos del cuello de la mujer. Y dicen que ya era tarde, pero que la india, con el último hálito de vida que le quedaba llegó a susurrarle algo que el agresor apenas pudo percibir, algo en su lengua natal, y que murió así, con sus bellos ojos ahora secos fijos en los del hombre, dejando esa terrible mirada y las aún más inquietantes e ininteligibles palabras clavadas en lo más hondo del abominable espíritu del amo.Finalmente, según asegura esta inverosímil leyenda, a partir de ese momento la vida del hombre se convirtió en un verdadero calvario, y al mismo tiempo la del hijo, aún padeciendo las desdichas de su padre, transcurrió mansamente junto a la joven, con toda felicidad y sin mayores sobresaltos. Es por eso que si a alguien le sobreviene el hálito, siempre le produce un chucho, un repeluzno, cierto terror, porque no sabe qué tipo de futuro le depara, o en tal caso deberá pensar qué tipo de futuro merece. Pero más allá de toda duda, de acuerdo a los pocos datos recogidos y teniendo en cuenta la opinión más generalizada, esto no puede ser más que un mito apócrifo, sin el menor asidero en la realidad. O eso es lo que se cree. O lo que se prefiere creer. Quién sabe.

Alberto Penna

El Hálito

2

Page 5: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

Más que de una aparición visual o una imagen espectral o un fantasma, se trataría de una aparición auditiva, como un hálito, una brisa muy tenue, un susurro que no llega a ser una voz que si bien se percibe con claridad, no puede ser repetida o siquiera reproducida al menos fonéticamente aunque más no sea de un modo vago e impreciso. Desde luego es un mito, una especie totalmente apócrifa, y nadie en Monte podría responder a ciencia cierta acerca del origen de este asunto, o dar datos precisos con respecto a su mecánica, y en general es negado de plano. Pero lo cierto es que, así y todo, se dice que de tanto en tanto ocurre que alguien siente esa como vibración en el oído, esas palabras que tienen un dejo de la típica musicalidad de la lengua guaraní. También se dice que les ha ocurrido a pocos, pero que cuando alguien recibe, o también se dice “le sobreviene”, el llamado “hálito”, está recibiendo un mensaje que nunca podrá descifrar, pero que sin duda incidirá de algún modo determinante, o más bien fundante, en el resto de sus días. De ahí que haya quienes a este suceso lo llamen también “el repeluzno”, y otros incluso “el chucho”, por lo que produce generalmente en las víctimas o beneficiarios según el caso, porque también se dice que tanto puede tratarse de una buena nueva, una noticia portadora del mejor presagio, como de un pronósti-co del peor agüero, cosa que por supuesto no se puede saber en el momento.En cuanto a su origen, tan impreciso y hasta improbable como cualquier otro aspecto de esta cuestión, pero que en tal caso vendría a justificar estas dos posibi-lidades, la de la noticia buena o mala, la tradición oral, que suele ser tan oscura en su génesis como altamente creativa al momento de ser transmitidas, daría cuenta de un suceso ocurrido en estos mismos pagos en las postrimerías del siglo dieciocho, época en la que la actual ciudad no era más que un embrión de pueblo con algunas chacras, algún escaso caserío, un fortín o algo así, y según parece no mucho más, en el que estaría involucrada una joven esclava, o criada, de origen guaraní y su pequeña hija.Parece ser que la gente de este pueblo solía tener una actitud más bien benévola con los esclavos, que por esos años todavía abundaban, tanto negros como aborígenes. Por tal motivo no era infrecuente que entre los que escapaban de sus amos más despiadados, algunos se dirigiesen hacia esta zona, y que si bien no la mayoría, algunos lograran alcanzar su objetivo y terminaran afincándose en este lugar. Ese sería el caso de esta joven nativa de las tierras del Alto Paraná. Si bien no existen indicios que lo comprueben, se habla de que habría escapado junto con un esclavo negro, padre de la niña, obviamente mesti-za, porque les habían advertido que su amo, que antes había abusado de ella, al enterarse del nacimiento de un bebé con tales rasgos y por lo tanto de esa relación, había enfurecido y salido a buscarlos para acabar con ellos. También se

dice que por algún motivo, probablemente por haberse quedado atrás para cubrir el escape de la mujer y su hija, el muchacho jamás llegó al pueblo y que ellas nunca lo volvieron a ver.En estas circunstancias, la muchacha habría sido adoptada como criada en una hacienda mediana del lugar. Pero no tuvo tanta suerte, era demasiado bonita como para pasar desapercibida. El nuevo amo no tardó en ceder a sus impulsos y si bien con mejores modos que el otro, no tardó en obligarla, y ella, pensando en la niña, se resignó a esas condiciones, porque después de todo, fuera de eso, estaban bien tratadas, la pequeña recibía incluso cierta educación.Pero la chica creció conjugando los mejores rasgos de ambas razas, era tanto o más bonita que su madre y tampoco pasaba desapercibida, de hecho, a medida que crecía, llamaba cada vez más la atención, sobre todo de los hombres de la casa, en particular del amo y de su único hijo.Y ese fue el problema. Se cuenta que el hecho habría ocurrido una tarde en la que la mujer, extrañada por la demora de la muchacha, salió a buscarla, y no tardó en encontrarla, estaba forcejeando con el amo que, borracho y loco de lujuria le había desgarrado el vestido. Al mismo tiempo pudo ver que el hijo corría hacia el lugar e intentaba apartarlo, y también el momento el que el padre le daba un golpe al muchacho que caía con la nariz chorreando sangre y volvía sobre la niña. Todo eso dicen que vio, y dicen también que fue tal la bravura con la que se lanzó a defender a su hija, que el hombre, sin poder controlarla de otro modo, la tomó del cuello y con los ojos enrojecidos por la locura comenzó a estrangularla. Dicen que desde el suelo el hijo le gritó al padre, dicen que entonces el padre pareció reaccionar y separó las manos del cuello de la mujer. Y dicen que ya era tarde, pero que la india, con el último hálito de vida que le quedaba llegó a susurrarle algo que el agresor apenas pudo percibir, algo en su lengua natal, y que murió así, con sus bellos ojos ahora secos fijos en los del hombre, dejando esa terrible mirada y las aún más inquietantes e ininteligibles palabras clavadas en lo más hondo del abominable espíritu del amo.Finalmente, según asegura esta inverosímil leyenda, a partir de ese momento la vida del hombre se convirtió en un verdadero calvario, y al mismo tiempo la del hijo, aún padeciendo las desdichas de su padre, transcurrió mansamente junto a la joven, con toda felicidad y sin mayores sobresaltos. Es por eso que si a alguien le sobreviene el hálito, siempre le produce un chucho, un repeluzno, cierto terror, porque no sabe qué tipo de futuro le depara, o en tal caso deberá pensar qué tipo de futuro merece. Pero más allá de toda duda, de acuerdo a los pocos datos recogidos y teniendo en cuenta la opinión más generalizada, esto no puede ser más que un mito apócrifo, sin el menor asidero en la realidad. O eso es lo que se cree. O lo que se prefiere creer. Quién sabe.

Alberto Penna

3

Page 6: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

Hace muchos, muchos años, unos cuantos miles, antes de que Colón descu-briera América, por estas pampas bravías habitaba un Dios llamado Phalacrocorax, que creó un príncipe, al que dio luego una compañera. Y se llamaron Amuqom y Amuyá.Y Amuqom y Amuyá fueron desde entonces para todos los pueblos originarios que los seguirían, lo que Adán y Eva para la humanidad toda.Como todavía no existía la escritura y menos en estos lados del mundo, la historia fue contada infinidad de veces, pasando de boca en boca. Porque un día un indio se la contó a otro indio que se la contó a otro más, y así hasta nuestros días. Lo que pasa es que casi nadie la conoce…Amuyá era hermosa y su reluciente cabello azabache le llegaba a la cintura. Amuqom era fuerte y moreno, no tenía pelo. Sus numerosos hijos por lo tanto eran también negros y solían engalanarse el cuello con una especie de seda amarilla que los gusanos tejían para ellos y que, en las cálidas épocas de las cópulas, adornaban con un borde blanco. Sus hijos predilectos eran Biguá y Cormorán. Ellos eran bondadosos con las otras especies que, a medida que avanzaba el tiempo, iban poblando la Madre Tierra. Pero un día (siempre hay un día), Biguá y Cormorán comenzaron a sentirse dueños de la naturaleza que los rodeaba. Haciendo oídos sordos ante las recomendaciones de sus hermanos comenzaron a molestar a insectos, peces y otras especies rastreras y voladoras que ya pululaban por la zona.El Dios Phalacrocorax les llamó la atención.¬¬ —Ustedes son mi imagen y semejanza— bramó —pero deben respetar a sus hermanos. Y los peces sólo podrán ser sacados del agua para alimentarse, no por el gusto de matar. Si desobedecen, toda su raza será castigada y les recuerdo que la insolencia no estaba entre los valores que les inculqué cuando les insuflé la vida…—Perdón— dijeron falsamente, mirándose con picardía…Pero Phalacrocorax les leyó la intención y los dejó avanzar, para ver qué hacían. De nada sirvieron los consejos de Amuqom y la hermosa Amuyá… quienes veían con dolor y desagrado cómo un grupo de sus propios descen-dientes se empeñaban en desobedecer a su creador. Ya no se interesaban por las faenas de la Madre Tierra, aún sabiendo que de ello dependía el futuro de su raza; dificultando a su vez, el trabajo de sus hermanos. Ellos, vanidosos, hermosos, negros y resplandecientes salían por las noches a divertirse y a hacer notar su superioridad.

La leyenda del BiguáPhalacrocorax sufría mucho. Mas no permitiría esa situación, y, una lujuriosa noche de verano, hizo caer sobre la tierra la tormenta más portentosa jamás imaginada. Y llovió durante muchos días. Y llovió durante muchas noches. Durante ese verano y hasta que llegó el áspero invierno por esas llanuras. Amuqom y Amuyá, ya viejos, murieron en el fragor de la tempestad. Varios de sus hijos también y sólo sobrevivieron los rebeldes. Aún así, no escarmentaron y, pasado el diluvio que formó una gran laguna, en cuyos alrededores comenzaron a crecer unos arbustos autóctonos que, algunos siglos después se conocerían con el nombre de talas, en los alrededores de la pampa húmeda.Biguá y Cormorán siguieron entonces hostigando a quienes suponían inferiores y malgastando las pocas riquezas que empezaban a brotar de la Madre Tierra. Entonces Phalacrocorax, muy enojado, los desterró de su reino y los convirtió en pájaros. En horrorosos pájaros. Ya no eran bellos príncipes y lo único que les quedó de su antigua existencia fue entonces el lustroso plumaje negro y el collar amarillento con una orla blanca.La subsistencia, a la sazón, se les hizo muy dura y comenzaron a vivir en grupos con sus descendientes (también pájaros, también feos) rodeando la ancestral laguna y desconfiando de todos. En recuerdo de aquel período en que todo era tan seco y como un castigo hereditario, las zonas y árboles sobre los cuales se posan, se transfiguran en inviernos cenicientos y huraños de toda vida posible. Ello se debe a la acidez de sus fecas que, por punición a su soberbia, los haría desagradables por toda la eternidad.Hasta el día de hoy y por temporadas aparecen en bandadas por la Laguna de Monte, dejando oir sus chirridos: biguá-biguá-biguá. Sus ojos son rojos de tanto llorar por no haber obedecido a su dios. Ellos quisieran contar que eran príncipes, pero ¿quién les creería?

Cristina Vasconcellos Andrade

4

Page 7: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

Hace muchos, muchos años, unos cuantos miles, antes de que Colón descu-briera América, por estas pampas bravías habitaba un Dios llamado Phalacrocorax, que creó un príncipe, al que dio luego una compañera. Y se llamaron Amuqom y Amuyá.Y Amuqom y Amuyá fueron desde entonces para todos los pueblos originarios que los seguirían, lo que Adán y Eva para la humanidad toda.Como todavía no existía la escritura y menos en estos lados del mundo, la historia fue contada infinidad de veces, pasando de boca en boca. Porque un día un indio se la contó a otro indio que se la contó a otro más, y así hasta nuestros días. Lo que pasa es que casi nadie la conoce…Amuyá era hermosa y su reluciente cabello azabache le llegaba a la cintura. Amuqom era fuerte y moreno, no tenía pelo. Sus numerosos hijos por lo tanto eran también negros y solían engalanarse el cuello con una especie de seda amarilla que los gusanos tejían para ellos y que, en las cálidas épocas de las cópulas, adornaban con un borde blanco. Sus hijos predilectos eran Biguá y Cormorán. Ellos eran bondadosos con las otras especies que, a medida que avanzaba el tiempo, iban poblando la Madre Tierra. Pero un día (siempre hay un día), Biguá y Cormorán comenzaron a sentirse dueños de la naturaleza que los rodeaba. Haciendo oídos sordos ante las recomendaciones de sus hermanos comenzaron a molestar a insectos, peces y otras especies rastreras y voladoras que ya pululaban por la zona.El Dios Phalacrocorax les llamó la atención.¬¬ —Ustedes son mi imagen y semejanza— bramó —pero deben respetar a sus hermanos. Y los peces sólo podrán ser sacados del agua para alimentarse, no por el gusto de matar. Si desobedecen, toda su raza será castigada y les recuerdo que la insolencia no estaba entre los valores que les inculqué cuando les insuflé la vida…—Perdón— dijeron falsamente, mirándose con picardía…Pero Phalacrocorax les leyó la intención y los dejó avanzar, para ver qué hacían. De nada sirvieron los consejos de Amuqom y la hermosa Amuyá… quienes veían con dolor y desagrado cómo un grupo de sus propios descen-dientes se empeñaban en desobedecer a su creador. Ya no se interesaban por las faenas de la Madre Tierra, aún sabiendo que de ello dependía el futuro de su raza; dificultando a su vez, el trabajo de sus hermanos. Ellos, vanidosos, hermosos, negros y resplandecientes salían por las noches a divertirse y a hacer notar su superioridad.

Phalacrocorax sufría mucho. Mas no permitiría esa situación, y, una lujuriosa noche de verano, hizo caer sobre la tierra la tormenta más portentosa jamás imaginada. Y llovió durante muchos días. Y llovió durante muchas noches. Durante ese verano y hasta que llegó el áspero invierno por esas llanuras. Amuqom y Amuyá, ya viejos, murieron en el fragor de la tempestad. Varios de sus hijos también y sólo sobrevivieron los rebeldes. Aún así, no escarmentaron y, pasado el diluvio que formó una gran laguna, en cuyos alrededores comenzaron a crecer unos arbustos autóctonos que, algunos siglos después se conocerían con el nombre de talas, en los alrededores de la pampa húmeda.Biguá y Cormorán siguieron entonces hostigando a quienes suponían inferiores y malgastando las pocas riquezas que empezaban a brotar de la Madre Tierra. Entonces Phalacrocorax, muy enojado, los desterró de su reino y los convirtió en pájaros. En horrorosos pájaros. Ya no eran bellos príncipes y lo único que les quedó de su antigua existencia fue entonces el lustroso plumaje negro y el collar amarillento con una orla blanca.La subsistencia, a la sazón, se les hizo muy dura y comenzaron a vivir en grupos con sus descendientes (también pájaros, también feos) rodeando la ancestral laguna y desconfiando de todos. En recuerdo de aquel período en que todo era tan seco y como un castigo hereditario, las zonas y árboles sobre los cuales se posan, se transfiguran en inviernos cenicientos y huraños de toda vida posible. Ello se debe a la acidez de sus fecas que, por punición a su soberbia, los haría desagradables por toda la eternidad.Hasta el día de hoy y por temporadas aparecen en bandadas por la Laguna de Monte, dejando oir sus chirridos: biguá-biguá-biguá. Sus ojos son rojos de tanto llorar por no haber obedecido a su dios. Ellos quisieran contar que eran príncipes, pero ¿quién les creería?

Cristina Vasconcellos Andrade

5

Page 8: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

Hace muchos años, cuando nuestra tierra era habitada por sus verdaderos dueños dos jóvenes querandíes vivían su amor sin ataduras bajo la bendición del dios Soychu. Amaru, que así se llamaba la hermosa joven, se ocupaba de los quehaceres de la toldería y ayudaba a las demás mujeres de la tribu con el cuidado de los niños, mientras Yacu cazaba y pescaba. Así pasaban los días, trabajando y amándose. Cuando la noche era apacible, los jóvenes enamorados caminaban tomados de la mano hasta la orilla del río para ver la luna reflejada en las cristalinas y plateadas aguas. Al verlos llegar a la toldería las mujeres más viejas sonreían con beneplácito y picardía.El que no estaba muy contento era Gualichu, el dios del mal y la envidia. Un día de viento en que el río estaba agitado, Gaualichu sopló y sopló sobre unas enormes embarcaciones para que encallaran en las costas cercanas a la toldería. Cientos de hombres extraños tocaron tierra y proclamaron ante Dios y los Reyes de España que esas tierras eran suyas.Al enterarse, Yacu y los hombres de la toldería decidieron agruparse y salir a defender a sus familias y sus tierras, pero Gualichu ya tenía sus propios planes y la tragedia rondaba sobre los querandíes. Amaru lloraba desconsolada cuando Yacu se despidió de ella, pero él le prometió que nada ni nadie podría romper los lazos de amor que los unían. La batalla resultó ser desigual en cantidad de hombres y armas. Luego de la contienda y cuando regresó la calma, los cuerpos de los valien-tes indígenas se contaban por cientos, y no contentos con el resultado los invasores asaltaron la toldería matando a los niños y los ancianos y llevando prisioneras a las mujeres más jóvenes para tomarlas y esclavizarlas. Amaru decidió quitarse la vida antes que servir a los que le arrebataron a su amado.Soychu, al ver tanto dolor y desolación, decide castigar a Gualichu encerrándolo en una jaula, luego sopla sobre los cuerpos de Amaru y Yacu dándoles vida, pero transformados en dos majestuosas aves de plumaje blanco radiante como el amor puro que se profesaban y en sus cuellos un collar de renegridas y aterciopeladas plumas en recuerdo a su valiente pueblo extinguido.La hermosa pareja decide volar para alejarse de tan amargo dolor y buscar un lugar alejado y tranquilo.Es así que desde aquellos tiempos los jóvenes enamorados visitan cada año nuestra laguna convertidos en bellísimos cisnes de cuello negro para recordarnos que el amor no tiene barreras y que si es genuino y puro, ni la muerte podrá con él.

Irma Andrade

Los Cisnes

6

Page 9: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

El grito de los teros resuena en la apacible Laguna de Monte. En el aire se percibe un aroma a eucaliptus mezclado con humo de la fogata encendida por los bravíos soldados. Es el almuerzo, los Colorados descansan, unos mates acompañan sus charlas. Están ansiosos por la marcha que deben iniciar al despuntar el alba.Los caballos del regimiento se muestran inquietos, algunos corcovean con violencia aparentemente sin motivo. Un oficial intenta detener a su potro y es atacado por una serpiente escondida entre los pastos, tirado en el suelo aferra su pierna sangrante. Los milicianos corren a socorrerlo, sus miradas denotan angustia, como hombres de campo saben interpretar las señales de mal augurio. Atardece, el cielo celeste comienza a teñirse de rojo. El sol se oculta y la luna resplandeciente ilumina el campamento. Los soldados duermen, pero su comandante no. Juan Manuel camina fuera de su tienda mirando el cielo, por sus pensamientos se cruzan los rostros de indios amigos que refugió en Los Cerrillos. Dentro de pocas horas será quien dirija la campaña que llevará la muerte a los dueños de las pampas.El silencio de la noche se interrumpe con el aullido de los perros. A lo lejos, el inquietante sonido de los cantos rituales despierta a los Colorados que se levantan armados y se ponen en guardia.Se escuchan voces de mujeres de la tribu a modo de clamor.Los primeros rayos del sol alumbran la mañana del 22 de mayo de 1833. Ha llegado el día tan esperado por el comandante. Rosas imparte órdenes a los milicianos vestidos de carmín, con sus botas de potro y espuelas de plata. Atan las boleadoras a su cintura y toman la lanza tacuara con borla roja.Los jinetes emprenden la marcha hacia el desierto, territorio dominado por el indio. A medida que avanzan, descubren restos de fogatas que los pampas prendieron para alumbrar la noche y espantar espíritus malignos.De pronto el cielo se cubre de nubes como preparándose para llorar la muerte que acecha sobre los hijos de la tierra. Azota los campos el viento pampero anunciando la fuerte tormenta que en pocos minutos se desata.La laguna se manifiesta embravecida, las olas estallan contra los talas que no las detienen, los caballos desbocados no atienden a los tironeos de sus jinetes.La tempestad se acrecienta y los soldados observan un gran remolino que en el centro de la laguna gira violentamente sobre sí mismo. El tornado nace en el cielo y descarga su furia en la tierra.Los milicianos gritan en su desesperación, muchos son alcanzados por la tragedia y sus cuerpos, levantados por los aires, se pierden en el embudo de viento. El apacible paisaje se transforma en un campo mortal.

Incatún. Secretos de campaña

7

Page 10: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

La tormenta pasa y los sobrevivientes vuelven a sus tiendas. Treinta y dos hombres deciden desertar de la misión encomendada. Huyen con la certeza de no poder vencer al poder sobrenatural invocado por los aborígenes.El comandante Rosas ordena no dejar registro de lo sucedido, se transformaría en una deshonra para su ejército.Un secreto muy bien guardado por los milicianos.Pasaron los años, y aún hoy, los pocos descendientes de los pampas o querandíes que se cuentan entre la población de Monte recuerdan el ruego “Incatún” cuando se aproxima una tormenta. El tiempo no pudo borrar la victoria que los hijos de la tierra obtuvieron en esa batalla sin boleadoras ni lanzas, sin derramar sangre ni sacrificar a ninguno de sus hermanos, sólo con sus plegarias.

Incatún: Vocablo de la lengua pampa que significa “pedir auxilio”, “socorro”.

Ileana Falconnat

8

Page 11: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

Tarde gris, lluviosa. No estaba para salir, pero debía hacerlo, había heredado una casa de campo en San Miguel del Monte.Tomé la ruta 3, en el kilómetro 115 doblé hacia la izquierda, según las instrucciones que me habían llegado por mail. Abstraída pensaba en qué condiciones se encontra-ría la casona, la cual pertenecía a la familia desde la época de la colonia, y según tenía entendido estaba abandonada desde hacía ya tiempo, hasta que encontraron al último descendiente, o sea yo. Buscaba entre la bruma de los recuerdos algún indicio que me ubicara en ella, y vi a mi abuelo con gesto adusto sentado en la galería, su tez oscura y sus ojos celeste cielo, la mirada perdida y fumando su inseparable pipa, me vi corriendo por el campo, y ningún otro recuerdo se hizo presente en mi mente.Distraída, como es habitual en mí, tomé por una callecita angosta, cuando en medio del camino, cerrando el paso, me pareció ver dos personas abrazadas tendidas en el camino. Toqué bocina pero no se movieron, al acercarme pude ver que en realidad se trataba de dos árboles de diferentes especies. Pensé que se habían caído hacía poco debido al fuerte viento que imperaba. Sin saber qué hacer, al no contar con alguien que pudiera ayudarme, y dado que la lluvia arreciaba, opté por quedarme en el auto. No recuerdo cuánto tiempo transcurrió, ya que parte de él lo pasé dormida.Al despertar la tormenta se había disipado, los árboles habían desaparecido, por lo que calculé que mientras dormía algún vecino los habría sacado del camino. Ya era de noche y emprendí la marcha hacia el pueblo. Mientras me registraba en el Hotel El Jardín, le comenté al conserje la experiencia que había vivido. El hombre me escuchaba con mirada entre burlona e incrédula y esbozando una sonrisa me contó que según la leyenda, en ese lugar, al descubrir los amores de su hija con Dionisio, un esclavo negro, en un ataque de furia el patrón de la estancia lo mató de tres tiros, y que Florinda, al ver muerto a su amado se disparó ella cayendo sobre el cuerpo inerte del moreno. Dice la leyenda, que cada 27 de noviembre aparecen dos árboles entrelazados en medio del camino, que desaparecen al anochecer dejando en el lugar cuatro flores rojas como gotas de sangre. La tragedia se había producido en la Estancia La Florinda, “pero señora” me dijo “eso es una leyenda, no vaya a creerlo, porque hasta ahora nadie lo pudo comprobar, y lo que le pasó es raro, pero no puede haber sido más que un sueño”.Me dirigí a la habitación temblando, me desplomé en la cama, no sólo por la experiencia vivida, sino porque lo que yo había heredado era La Florinda, y Florinda había sido la hermana de mi tatarabuela, de quien había escuchado de niña que estaba prohibido hablar debido a que con su conducta había deshonrado el honor de la familia.

Marta Palavecino

Florinda y Dionisio

Hace mucho, muchos años, este pueblo, no era pueblo, sólo una toldería de indios pampas que vivían cazando animales salvajes, ñandúes y roedores pequeños para sobrevivir, y de lo poco que daba la tierra. Tenían que defenderse de las pestes y de los indios de otras tribus que venían de atrás de la cordillera que querían quedarse con sus tierras.Quilpán era el hijo del cacique de la comunidad, un joven valeroso y fuerte que peleaba y cazaba con el mismo ímpetu con que velaba por los intereses de la tribu y por mantener unida a su gente.Quilpán estaba enamorado de Ahuna, una jovencita morena de largos cabellos cobrizos. Ella le correspondía de igual manera y ya habían realizado los acuerdos con sus respectivos padres para el casamiento, pero era época de guerras entre distintas tribus con los indios de la cordillera, y Quilpán, una aciaga tarde muere en la batalla. Lavan sus heridas, lo acuestan en la tierra con sus mejores vestimentas y su novia camina días y noches a su alrededor llorando desconsolada.Ahuna lo lloró como si fuese su viuda, así era el amor que sentía por él. Tal era el dolor que le desgarraba el alma, que no comía ni bebía, y lloraba y lloraba de tal manera que fue formando un charco grande en el suelo. Las demás mujeres solteras de la tribu comenzaron a acompañarla en su dolor y a llorar con ella, la abrazaban y fueron formando un círculo estrechando sus brazos. A las mujeres jóvenes se suma-ron las indias casadas, luego las ancianas, todas lloraron sin parar durante mucho tiempo. Lloraron lágrimas cristalinas y amargas y la rueda cada vez se hacía más y más grande, y llegó a formar un círculo inmenso en esas llanuras sin fin. Como en un cortejo fúnebre, lloraron miles y miles de días y noches, y cantaron su dolor, y sus lamentos se perdían a lo lejos.Las lágrimas caídas comenzaron a formar un charco que no se secaba, el viento las estremecía levantando oleajes y la época de las lluvias contribuyó a agrandar cada día el círculo de agua.Todas esas mujeres, unidas por un dolor extremo, sin comer ni beber, se fueron secando hasta morir bajo el ardiente sol y el frío de las noches, sus brazos morenos entrelazados formaron el contorno de la laguna, y los cabellos gruesos y largos se enredaron y enterraron en la ribera, transformándose en raíces fuertes que dieron paso al crecimiento de los montes de talas espinosos.Los lamentos de las indias resonaban en toda esa inmensa llanura ¡Ahuna, Ahuna, Ahuna! Y con el paso tiempo, los hombres y niños de la tribu, solos, veían con desesperación y temor en lo que se estaba convirtiendo la tierra, y en las noches, dentro de sus toldos no podían dormir al escuchar la letanía de las mujeres nombran-do a la novia doliente. Cansados y temerosos comenzaron a señalar con sus manos el lugar, reverenciando el gran charco de lágrimas y confundían el sonido de ¡ Ahuna, Ahuna!, con ¡laguna, laguna, laguna!, nombre con que quedó el charco.

Crecía y crecía la laguna y el monte de talas ya era muy frondoso, por lo cual quedó en la mente de los indígenas que esa era la Laguna del Monte como se la conoce en la actualidad.Dicen algunos que en las noches heladas y oscuras del invierno, emergen de las aguas plateadas los espíritus de Quilpán y Ahuna, vagan tomados de la mano por las riberas convertidos en figuras humanas, siempre morenos, siempre hermosos, profiriendo un lamento doloroso que dura hasta que la luna ilumina las aguas. Luego en silencio desaparecen en la profundidad de la laguna.

Susana Cavallero

9

Page 12: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

PrólogoMargot Radici - Coordinadora 1

El HálitoAlberto Penna 2

La leyenda del BiguáCristina Vasconcellos Andrade 4

Los CisnesIrma Andrade 6

Incatún. Secretos de campañaIleana Falconnat 7

Florinda y DionisioMarta Palavecino 9

Los ElegidosMarta Vitón 10

Las golondrinasMónica Andrade 11

Leyenda de las ratonasNoemí Derosa 12

El bote de los pecadosRodolfo Balsamello 14

Leyenda del JunqueroSilvia Frontera 16

R.I.P.Susana Andrade 17

LágrimasSusana Cavallero 19

Hace mucho, muchos años, este pueblo, no era pueblo, sólo una toldería de indios pampas que vivían cazando animales salvajes, ñandúes y roedores pequeños para sobrevivir, y de lo poco que daba la tierra. Tenían que defenderse de las pestes y de los indios de otras tribus que venían de atrás de la cordillera que querían quedarse con sus tierras.Quilpán era el hijo del cacique de la comunidad, un joven valeroso y fuerte que peleaba y cazaba con el mismo ímpetu con que velaba por los intereses de la tribu y por mantener unida a su gente.Quilpán estaba enamorado de Ahuna, una jovencita morena de largos cabellos cobrizos. Ella le correspondía de igual manera y ya habían realizado los acuerdos con sus respectivos padres para el casamiento, pero era época de guerras entre distintas tribus con los indios de la cordillera, y Quilpán, una aciaga tarde muere en la batalla. Lavan sus heridas, lo acuestan en la tierra con sus mejores vestimentas y su novia camina días y noches a su alrededor llorando desconsolada.Ahuna lo lloró como si fuese su viuda, así era el amor que sentía por él. Tal era el dolor que le desgarraba el alma, que no comía ni bebía, y lloraba y lloraba de tal manera que fue formando un charco grande en el suelo. Las demás mujeres solteras de la tribu comenzaron a acompañarla en su dolor y a llorar con ella, la abrazaban y fueron formando un círculo estrechando sus brazos. A las mujeres jóvenes se suma-ron las indias casadas, luego las ancianas, todas lloraron sin parar durante mucho tiempo. Lloraron lágrimas cristalinas y amargas y la rueda cada vez se hacía más y más grande, y llegó a formar un círculo inmenso en esas llanuras sin fin. Como en un cortejo fúnebre, lloraron miles y miles de días y noches, y cantaron su dolor, y sus lamentos se perdían a lo lejos.Las lágrimas caídas comenzaron a formar un charco que no se secaba, el viento las estremecía levantando oleajes y la época de las lluvias contribuyó a agrandar cada día el círculo de agua.Todas esas mujeres, unidas por un dolor extremo, sin comer ni beber, se fueron secando hasta morir bajo el ardiente sol y el frío de las noches, sus brazos morenos entrelazados formaron el contorno de la laguna, y los cabellos gruesos y largos se enredaron y enterraron en la ribera, transformándose en raíces fuertes que dieron paso al crecimiento de los montes de talas espinosos.Los lamentos de las indias resonaban en toda esa inmensa llanura ¡Ahuna, Ahuna, Ahuna! Y con el paso tiempo, los hombres y niños de la tribu, solos, veían con desesperación y temor en lo que se estaba convirtiendo la tierra, y en las noches, dentro de sus toldos no podían dormir al escuchar la letanía de las mujeres nombran-do a la novia doliente. Cansados y temerosos comenzaron a señalar con sus manos el lugar, reverenciando el gran charco de lágrimas y confundían el sonido de ¡ Ahuna, Ahuna!, con ¡laguna, laguna, laguna!, nombre con que quedó el charco.

Esa noche nubarrones oscuros cubrían el cielo y una luna amarillenta asomaba lentamente en la pequeña ciudad confiriéndole un aspecto amenazante. Marisa recordaba que había sido un lugar tranquilo, donde todos se conocían y compartían una vida agradable, pero había cambiado, nadie se sentía seguro y desconfiaban los unos de los otros, el origen había sido un rumor, primero incipiente pero que luego fue creciendo velozmente. No se hablaba del tema en los hogares especulando que se iría diluyendo con el correr del tiempo, pero no había sido así, había prosperado desmesurada y desordenadamente. Cuando oscurecía las calles quedaban solitarias, los negocios cerraban y el silencio se volvía pesado y absoluto.Marisa se había radicado en Europa poco antes de la primera Gran Guerra, y la segunda la trajo de vuelta, ya viuda y con una marcada dificultad para caminar debido a una herida producida al quedar en medio de un enfrentamiento. A poco de llegar, percibió que algo extraño estaba pasando en la ciudad, incluso notó que su madre la observaba con preocupación. Finalmente, ante las preguntas de su hija, la mujer se decidió a hablar. De ese modo Marisa se enteró de algunos hechos oscuros que habían empezado a ocurrir desde hacía un tiempo, muertes inexplica-bles y desapariciones misteriosas. Si bien los investigadores no habían logrado desentrañar el misterio, el denominador común era que en todos los casos las víctimas presentaban algún defecto físico, que era el caso de Marisa, o alguna deficiencia mental. De ahí la particular preocupación de su madre. Había quienes afirmaban haber visto fugazmente en las noches en que ocurrieron los hechos, figuras fantasmagóricas, extrañas sombras, rondando por el pueblo. Pero ella no había dado crédito a la historia pensando que debía existir otra explicación.Eso recordaba Marisa esa noche unos meses después de su llegada. Noche de nubarrones oscuros, mientras sola en la casa, porque su madre se encontraba en la ciudad visitando a su hermana, daba vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. El calor era agobiante. En un momento le llegaron del exterior sonidos sordos, como murmullos apagados y pasos sigilosos. A través de la ventana alcanzaba a ver la luna amarillenta tras el espeso celaje, también los sonidos de la noche eran diferentes, más densos, amenazantes, y todo su ser se puso en alerta. Con extrema cautela se asomó. No había creído que fuera posible, pero por algún motivo no le sorprendió lo que vio. Las sombras, inciertos contornos espectrales, se acercaban lentamente. Tampoco le sorprendió ver entre esas sombras rasgos vagamente conocidos, pero desorientada, su mente perseguía la idea de que todo fuera un sueño, sólo su espíritu lanzado fue capaz de vislumbrar la irrevocable realidad.

Marta Vitón

Los Elegidos

Crecía y crecía la laguna y el monte de talas ya era muy frondoso, por lo cual quedó en la mente de los indígenas que esa era la Laguna del Monte como se la conoce en la actualidad.Dicen algunos que en las noches heladas y oscuras del invierno, emergen de las aguas plateadas los espíritus de Quilpán y Ahuna, vagan tomados de la mano por las riberas convertidos en figuras humanas, siempre morenos, siempre hermosos, profiriendo un lamento doloroso que dura hasta que la luna ilumina las aguas. Luego en silencio desaparecen en la profundidad de la laguna.

Susana Cavallero

10

Page 13: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

Hace mucho, muchos años, este pueblo, no era pueblo, sólo una toldería de indios pampas que vivían cazando animales salvajes, ñandúes y roedores pequeños para sobrevivir, y de lo poco que daba la tierra. Tenían que defenderse de las pestes y de los indios de otras tribus que venían de atrás de la cordillera que querían quedarse con sus tierras.Quilpán era el hijo del cacique de la comunidad, un joven valeroso y fuerte que peleaba y cazaba con el mismo ímpetu con que velaba por los intereses de la tribu y por mantener unida a su gente.Quilpán estaba enamorado de Ahuna, una jovencita morena de largos cabellos cobrizos. Ella le correspondía de igual manera y ya habían realizado los acuerdos con sus respectivos padres para el casamiento, pero era época de guerras entre distintas tribus con los indios de la cordillera, y Quilpán, una aciaga tarde muere en la batalla. Lavan sus heridas, lo acuestan en la tierra con sus mejores vestimentas y su novia camina días y noches a su alrededor llorando desconsolada.Ahuna lo lloró como si fuese su viuda, así era el amor que sentía por él. Tal era el dolor que le desgarraba el alma, que no comía ni bebía, y lloraba y lloraba de tal manera que fue formando un charco grande en el suelo. Las demás mujeres solteras de la tribu comenzaron a acompañarla en su dolor y a llorar con ella, la abrazaban y fueron formando un círculo estrechando sus brazos. A las mujeres jóvenes se suma-ron las indias casadas, luego las ancianas, todas lloraron sin parar durante mucho tiempo. Lloraron lágrimas cristalinas y amargas y la rueda cada vez se hacía más y más grande, y llegó a formar un círculo inmenso en esas llanuras sin fin. Como en un cortejo fúnebre, lloraron miles y miles de días y noches, y cantaron su dolor, y sus lamentos se perdían a lo lejos.Las lágrimas caídas comenzaron a formar un charco que no se secaba, el viento las estremecía levantando oleajes y la época de las lluvias contribuyó a agrandar cada día el círculo de agua.Todas esas mujeres, unidas por un dolor extremo, sin comer ni beber, se fueron secando hasta morir bajo el ardiente sol y el frío de las noches, sus brazos morenos entrelazados formaron el contorno de la laguna, y los cabellos gruesos y largos se enredaron y enterraron en la ribera, transformándose en raíces fuertes que dieron paso al crecimiento de los montes de talas espinosos.Los lamentos de las indias resonaban en toda esa inmensa llanura ¡Ahuna, Ahuna, Ahuna! Y con el paso tiempo, los hombres y niños de la tribu, solos, veían con desesperación y temor en lo que se estaba convirtiendo la tierra, y en las noches, dentro de sus toldos no podían dormir al escuchar la letanía de las mujeres nombran-do a la novia doliente. Cansados y temerosos comenzaron a señalar con sus manos el lugar, reverenciando el gran charco de lágrimas y confundían el sonido de ¡ Ahuna, Ahuna!, con ¡laguna, laguna, laguna!, nombre con que quedó el charco.

Cuando Monte era fortín, allá por el año 1780, llegaron de otras partes de la provincia las primeras familias, para comenzar a poblar las grandes extensiones de tierra. Se instalaron con el sueño de progresar y criar a sus hijos en estos aires nuevos. Había sólo un temor rondando, los indios, que tenían sus tolderías a unas leguas de distancia y se sabía de sus ataques y saqueos.Ese temor se hizo realidad un día brillante de primavera, mientras los hombres realizaban sus tareas en el campo, las mujeres aseaban sus ranchos y miraban con ternura a sus niños jugar alegres, sus caritas sonrientes, sus cuerpitos pequeños, corriendo libremente. Apareció de repente, como de la nada, la indiada, los hombres alcanzaron a gritar -¡malón!- pero el asombro, la confu-sión, el miedo, no les permitió atajar semejante bravura. Los salvajes hirieron a algunos colonos, rompieron sembrados, quemaron ranchos, todo era caos.Cuando la calma volvió al lugar, las madres desesperadas comenzaron a buscar a sus hijos y allí descubrieron que los indios se habían llevado al grupo de niños más pequeños. Se organizaron cuadrillas para buscar y rescatar a las criaturas, pasaron así mucho tiempo, mas los nativos eran hábiles y no permitieron que los encontraran.Al comprender que no volverían a ver a sus niños, decidieron entonces plantar cada familia un árbol en el lugar que luego fue la plaza principal para en ellos ver crecer a sus hijos. En la primavera siguiente, una tarde, cuando el sol comenzaba a caer, les pareció volver a escuchar la risa de sus pequeños, al acercarse a la plaza descubrieron un grupo de golondrinas revoloteando alegres, casi como jugando alrededor de los árboles, luego de un rato se fueron cobijando en las tiernas ramas como si fuesen brazos de madre.Desde ese día las familias esperaron con ansias cada primavera para reencontrarse con el alma de sus niños escondida en el cuerpo de esas pequeñas aves. Las que aún siguen regresando, buscando el cobijo de su hogar en nuestra plaza.

Mónica Andrade

Las golondrinas

Crecía y crecía la laguna y el monte de talas ya era muy frondoso, por lo cual quedó en la mente de los indígenas que esa era la Laguna del Monte como se la conoce en la actualidad.Dicen algunos que en las noches heladas y oscuras del invierno, emergen de las aguas plateadas los espíritus de Quilpán y Ahuna, vagan tomados de la mano por las riberas convertidos en figuras humanas, siempre morenos, siempre hermosos, profiriendo un lamento doloroso que dura hasta que la luna ilumina las aguas. Luego en silencio desaparecen en la profundidad de la laguna.

Susana Cavallero

11

Page 14: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

Hace mucho, muchos años, este pueblo, no era pueblo, sólo una toldería de indios pampas que vivían cazando animales salvajes, ñandúes y roedores pequeños para sobrevivir, y de lo poco que daba la tierra. Tenían que defenderse de las pestes y de los indios de otras tribus que venían de atrás de la cordillera que querían quedarse con sus tierras.Quilpán era el hijo del cacique de la comunidad, un joven valeroso y fuerte que peleaba y cazaba con el mismo ímpetu con que velaba por los intereses de la tribu y por mantener unida a su gente.Quilpán estaba enamorado de Ahuna, una jovencita morena de largos cabellos cobrizos. Ella le correspondía de igual manera y ya habían realizado los acuerdos con sus respectivos padres para el casamiento, pero era época de guerras entre distintas tribus con los indios de la cordillera, y Quilpán, una aciaga tarde muere en la batalla. Lavan sus heridas, lo acuestan en la tierra con sus mejores vestimentas y su novia camina días y noches a su alrededor llorando desconsolada.Ahuna lo lloró como si fuese su viuda, así era el amor que sentía por él. Tal era el dolor que le desgarraba el alma, que no comía ni bebía, y lloraba y lloraba de tal manera que fue formando un charco grande en el suelo. Las demás mujeres solteras de la tribu comenzaron a acompañarla en su dolor y a llorar con ella, la abrazaban y fueron formando un círculo estrechando sus brazos. A las mujeres jóvenes se suma-ron las indias casadas, luego las ancianas, todas lloraron sin parar durante mucho tiempo. Lloraron lágrimas cristalinas y amargas y la rueda cada vez se hacía más y más grande, y llegó a formar un círculo inmenso en esas llanuras sin fin. Como en un cortejo fúnebre, lloraron miles y miles de días y noches, y cantaron su dolor, y sus lamentos se perdían a lo lejos.Las lágrimas caídas comenzaron a formar un charco que no se secaba, el viento las estremecía levantando oleajes y la época de las lluvias contribuyó a agrandar cada día el círculo de agua.Todas esas mujeres, unidas por un dolor extremo, sin comer ni beber, se fueron secando hasta morir bajo el ardiente sol y el frío de las noches, sus brazos morenos entrelazados formaron el contorno de la laguna, y los cabellos gruesos y largos se enredaron y enterraron en la ribera, transformándose en raíces fuertes que dieron paso al crecimiento de los montes de talas espinosos.Los lamentos de las indias resonaban en toda esa inmensa llanura ¡Ahuna, Ahuna, Ahuna! Y con el paso tiempo, los hombres y niños de la tribu, solos, veían con desesperación y temor en lo que se estaba convirtiendo la tierra, y en las noches, dentro de sus toldos no podían dormir al escuchar la letanía de las mujeres nombran-do a la novia doliente. Cansados y temerosos comenzaron a señalar con sus manos el lugar, reverenciando el gran charco de lágrimas y confundían el sonido de ¡ Ahuna, Ahuna!, con ¡laguna, laguna, laguna!, nombre con que quedó el charco.

Un día, cuando éramos chicas, fuimos con mi amiga Angélica a visitar a su abuelo, que se llamaba don Desiderio. Don Desiderio vivía en el paraje Las Tortas Fritas, que hace años era muy famoso porque allí se realizaban carreras de caballos, donde se daba cita toda la paisanada. Me acuerdo que cerca de allí había un zoológico que tenía muchos animales, más que nada pájaros, hasta cóndores había dentro de un gran jaulón. En aquel entonces nos conocíamos casi todos, nos reuníamos una y otra vez con los vecinos, íbamos de una chacra a la otra, y se armaban fogones, guitarreadas y se contaban cuentos. El abuelo de Angélica solía contarnos cuentos, anécdotas, leyendas, costumbres de otra época, o cosas que ocurrían en otros tiempos.Ese día, una tarde como tantas, don Desiderio nos contó una historia tan linda, tan especial, que todavía la recuerdo y la quiero compartir. –Chicas– nos dijo –les voy a contar algo que ocurrió en estas tierras hace mucho, mucho tiempo, algo que fueron contando los más viejos y que ahora se los cuento yo–Pensó un ratito, respiró hondo y comenzó –El otro día, revolviendo unos cachivaches que tengo en una valija vieja, de cartón, encontré las botas de potro que tantas veces me acompañaron, ustedes ni deben saber de lo que hablo–Nosotras nos miramos y negamos con la cabeza.–Claro, ya casi no se usan, pero hace mucho eran bastante comunes entre los gauchos y los indios, dicen que en estos pagos las hacían de cuero de gato montés o de puma o de yaguareté, pero después se hicieron de las patas de caballos como las que yo tengo, ¿se entiende? –Nos volvimos a mirar y dijimos que sí.–Entonces– siguió el abuelo –me acordé de esto que les digo que me contaron. Pasó hace mucho tiempo que un día anidó una pareja de ratones en una bota que alguien habría perdido o dejado a la vera de la laguna, y un tiempo después nacieron ocho ratoncitos, uno más lindo que el otro. Un día que los papás salieron a buscar comida, se largó una lluvia tan fuerte que la laguna comenzó a crecer y crecer y crecer, y la bota empezó a llenarse de agua. Los ratoncitos estaban tan, pero tan asustados, que no podían parar de temblar, porque no sabían nadar y no podían salir, y tanto movían sus patitas para no ahogarse, que ocurrió una cosa verdaderamente extraordinaria, increíble, asombrosa– dijo, y se quedó mirando lejos, como si lo estuviese viendo –¡les crecieron alitas!– exclamó de pronto sobresaltándonos. –Eso pasó, les crecieron alas, y así volando pudieron salir de la bota y se

Leyenda de las ratonasconvirtieron en esos pajaritos que se llaman ratonas, si, esos que aquí les decimos ratuchas–Nosotras miramos al abuelo riéndonos, la historia nos causó mucha gracia, pero don Desiderio nos miró muy serio.–No se rían tanto, las cosas que se cuentan no se cuentan porque sí– nos dijo con voz grave –Ahora andan por todos lados, si prestan atención van a escuchar su canto, eso sí, no las asusten, déjenlas volar –.

Noemí Derosa

Crecía y crecía la laguna y el monte de talas ya era muy frondoso, por lo cual quedó en la mente de los indígenas que esa era la Laguna del Monte como se la conoce en la actualidad.Dicen algunos que en las noches heladas y oscuras del invierno, emergen de las aguas plateadas los espíritus de Quilpán y Ahuna, vagan tomados de la mano por las riberas convertidos en figuras humanas, siempre morenos, siempre hermosos, profiriendo un lamento doloroso que dura hasta que la luna ilumina las aguas. Luego en silencio desaparecen en la profundidad de la laguna.

Susana Cavallero

12

Page 15: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

Hace mucho, muchos años, este pueblo, no era pueblo, sólo una toldería de indios pampas que vivían cazando animales salvajes, ñandúes y roedores pequeños para sobrevivir, y de lo poco que daba la tierra. Tenían que defenderse de las pestes y de los indios de otras tribus que venían de atrás de la cordillera que querían quedarse con sus tierras.Quilpán era el hijo del cacique de la comunidad, un joven valeroso y fuerte que peleaba y cazaba con el mismo ímpetu con que velaba por los intereses de la tribu y por mantener unida a su gente.Quilpán estaba enamorado de Ahuna, una jovencita morena de largos cabellos cobrizos. Ella le correspondía de igual manera y ya habían realizado los acuerdos con sus respectivos padres para el casamiento, pero era época de guerras entre distintas tribus con los indios de la cordillera, y Quilpán, una aciaga tarde muere en la batalla. Lavan sus heridas, lo acuestan en la tierra con sus mejores vestimentas y su novia camina días y noches a su alrededor llorando desconsolada.Ahuna lo lloró como si fuese su viuda, así era el amor que sentía por él. Tal era el dolor que le desgarraba el alma, que no comía ni bebía, y lloraba y lloraba de tal manera que fue formando un charco grande en el suelo. Las demás mujeres solteras de la tribu comenzaron a acompañarla en su dolor y a llorar con ella, la abrazaban y fueron formando un círculo estrechando sus brazos. A las mujeres jóvenes se suma-ron las indias casadas, luego las ancianas, todas lloraron sin parar durante mucho tiempo. Lloraron lágrimas cristalinas y amargas y la rueda cada vez se hacía más y más grande, y llegó a formar un círculo inmenso en esas llanuras sin fin. Como en un cortejo fúnebre, lloraron miles y miles de días y noches, y cantaron su dolor, y sus lamentos se perdían a lo lejos.Las lágrimas caídas comenzaron a formar un charco que no se secaba, el viento las estremecía levantando oleajes y la época de las lluvias contribuyó a agrandar cada día el círculo de agua.Todas esas mujeres, unidas por un dolor extremo, sin comer ni beber, se fueron secando hasta morir bajo el ardiente sol y el frío de las noches, sus brazos morenos entrelazados formaron el contorno de la laguna, y los cabellos gruesos y largos se enredaron y enterraron en la ribera, transformándose en raíces fuertes que dieron paso al crecimiento de los montes de talas espinosos.Los lamentos de las indias resonaban en toda esa inmensa llanura ¡Ahuna, Ahuna, Ahuna! Y con el paso tiempo, los hombres y niños de la tribu, solos, veían con desesperación y temor en lo que se estaba convirtiendo la tierra, y en las noches, dentro de sus toldos no podían dormir al escuchar la letanía de las mujeres nombran-do a la novia doliente. Cansados y temerosos comenzaron a señalar con sus manos el lugar, reverenciando el gran charco de lágrimas y confundían el sonido de ¡ Ahuna, Ahuna!, con ¡laguna, laguna, laguna!, nombre con que quedó el charco.

Un día, cuando éramos chicas, fuimos con mi amiga Angélica a visitar a su abuelo, que se llamaba don Desiderio. Don Desiderio vivía en el paraje Las Tortas Fritas, que hace años era muy famoso porque allí se realizaban carreras de caballos, donde se daba cita toda la paisanada. Me acuerdo que cerca de allí había un zoológico que tenía muchos animales, más que nada pájaros, hasta cóndores había dentro de un gran jaulón. En aquel entonces nos conocíamos casi todos, nos reuníamos una y otra vez con los vecinos, íbamos de una chacra a la otra, y se armaban fogones, guitarreadas y se contaban cuentos. El abuelo de Angélica solía contarnos cuentos, anécdotas, leyendas, costumbres de otra época, o cosas que ocurrían en otros tiempos.Ese día, una tarde como tantas, don Desiderio nos contó una historia tan linda, tan especial, que todavía la recuerdo y la quiero compartir. –Chicas– nos dijo –les voy a contar algo que ocurrió en estas tierras hace mucho, mucho tiempo, algo que fueron contando los más viejos y que ahora se los cuento yo–Pensó un ratito, respiró hondo y comenzó –El otro día, revolviendo unos cachivaches que tengo en una valija vieja, de cartón, encontré las botas de potro que tantas veces me acompañaron, ustedes ni deben saber de lo que hablo–Nosotras nos miramos y negamos con la cabeza.–Claro, ya casi no se usan, pero hace mucho eran bastante comunes entre los gauchos y los indios, dicen que en estos pagos las hacían de cuero de gato montés o de puma o de yaguareté, pero después se hicieron de las patas de caballos como las que yo tengo, ¿se entiende? –Nos volvimos a mirar y dijimos que sí.–Entonces– siguió el abuelo –me acordé de esto que les digo que me contaron. Pasó hace mucho tiempo que un día anidó una pareja de ratones en una bota que alguien habría perdido o dejado a la vera de la laguna, y un tiempo después nacieron ocho ratoncitos, uno más lindo que el otro. Un día que los papás salieron a buscar comida, se largó una lluvia tan fuerte que la laguna comenzó a crecer y crecer y crecer, y la bota empezó a llenarse de agua. Los ratoncitos estaban tan, pero tan asustados, que no podían parar de temblar, porque no sabían nadar y no podían salir, y tanto movían sus patitas para no ahogarse, que ocurrió una cosa verdaderamente extraordinaria, increíble, asombrosa– dijo, y se quedó mirando lejos, como si lo estuviese viendo –¡les crecieron alitas!– exclamó de pronto sobresaltándonos. –Eso pasó, les crecieron alas, y así volando pudieron salir de la bota y se

convirtieron en esos pajaritos que se llaman ratonas, si, esos que aquí les decimos ratuchas–Nosotras miramos al abuelo riéndonos, la historia nos causó mucha gracia, pero don Desiderio nos miró muy serio.–No se rían tanto, las cosas que se cuentan no se cuentan porque sí– nos dijo con voz grave –Ahora andan por todos lados, si prestan atención van a escuchar su canto, eso sí, no las asusten, déjenlas volar –.

Noemí Derosa

Crecía y crecía la laguna y el monte de talas ya era muy frondoso, por lo cual quedó en la mente de los indígenas que esa era la Laguna del Monte como se la conoce en la actualidad.Dicen algunos que en las noches heladas y oscuras del invierno, emergen de las aguas plateadas los espíritus de Quilpán y Ahuna, vagan tomados de la mano por las riberas convertidos en figuras humanas, siempre morenos, siempre hermosos, profiriendo un lamento doloroso que dura hasta que la luna ilumina las aguas. Luego en silencio desaparecen en la profundidad de la laguna.

Susana Cavallero

13

Page 16: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

Hace mucho, muchos años, este pueblo, no era pueblo, sólo una toldería de indios pampas que vivían cazando animales salvajes, ñandúes y roedores pequeños para sobrevivir, y de lo poco que daba la tierra. Tenían que defenderse de las pestes y de los indios de otras tribus que venían de atrás de la cordillera que querían quedarse con sus tierras.Quilpán era el hijo del cacique de la comunidad, un joven valeroso y fuerte que peleaba y cazaba con el mismo ímpetu con que velaba por los intereses de la tribu y por mantener unida a su gente.Quilpán estaba enamorado de Ahuna, una jovencita morena de largos cabellos cobrizos. Ella le correspondía de igual manera y ya habían realizado los acuerdos con sus respectivos padres para el casamiento, pero era época de guerras entre distintas tribus con los indios de la cordillera, y Quilpán, una aciaga tarde muere en la batalla. Lavan sus heridas, lo acuestan en la tierra con sus mejores vestimentas y su novia camina días y noches a su alrededor llorando desconsolada.Ahuna lo lloró como si fuese su viuda, así era el amor que sentía por él. Tal era el dolor que le desgarraba el alma, que no comía ni bebía, y lloraba y lloraba de tal manera que fue formando un charco grande en el suelo. Las demás mujeres solteras de la tribu comenzaron a acompañarla en su dolor y a llorar con ella, la abrazaban y fueron formando un círculo estrechando sus brazos. A las mujeres jóvenes se suma-ron las indias casadas, luego las ancianas, todas lloraron sin parar durante mucho tiempo. Lloraron lágrimas cristalinas y amargas y la rueda cada vez se hacía más y más grande, y llegó a formar un círculo inmenso en esas llanuras sin fin. Como en un cortejo fúnebre, lloraron miles y miles de días y noches, y cantaron su dolor, y sus lamentos se perdían a lo lejos.Las lágrimas caídas comenzaron a formar un charco que no se secaba, el viento las estremecía levantando oleajes y la época de las lluvias contribuyó a agrandar cada día el círculo de agua.Todas esas mujeres, unidas por un dolor extremo, sin comer ni beber, se fueron secando hasta morir bajo el ardiente sol y el frío de las noches, sus brazos morenos entrelazados formaron el contorno de la laguna, y los cabellos gruesos y largos se enredaron y enterraron en la ribera, transformándose en raíces fuertes que dieron paso al crecimiento de los montes de talas espinosos.Los lamentos de las indias resonaban en toda esa inmensa llanura ¡Ahuna, Ahuna, Ahuna! Y con el paso tiempo, los hombres y niños de la tribu, solos, veían con desesperación y temor en lo que se estaba convirtiendo la tierra, y en las noches, dentro de sus toldos no podían dormir al escuchar la letanía de las mujeres nombran-do a la novia doliente. Cansados y temerosos comenzaron a señalar con sus manos el lugar, reverenciando el gran charco de lágrimas y confundían el sonido de ¡ Ahuna, Ahuna!, con ¡laguna, laguna, laguna!, nombre con que quedó el charco.

Ya antes de radicarse en San Miguel del Monte, cuando vivía en Buenos Aires, el hombre había escuchado acerca de una leyenda de la Laguna de Monte, algo referido al bote de los pecados.Al atardecer solía andar en bicicleta por la costanera, y observó que cada tanto se reunía un grupo bastante numeroso de personas cerca de “La Aguada”, que en forma ordenada arrojaba al agua uno o varios papeles. Al oscurecer se retiraban rápidamente y la ribera quedaba desierta, dejando como un cierto temor flotando en el ambiente. No tardó mucho en acercarse y averiguar de qué se trataba. Una mujer le respondió que era la noche del bote. ¿Qué bote?, le preguntó intrigado. El de los pecados, le respondió ella. ¿Y esos papeles?. Allí escribimos nuestros pecados para que luego los recoja el pescador, y mejor que no lo encuentre por acá, afirmó mientras el grupo comenzaba a retirarse con premura. Como el hombre no era supersticioso decidió quedarse. Lo único que pudo observar fue un bote blanco que parecía fondeado en el medio de la laguna, y era, eso sí, extremadamente brillante.Una tarde, hablando del asunto café por medio en “El Quijote” con su amigo Felipe, supo que esto ocurría todos los días dieciocho de los meses pares. Su amigo le comentó que no habían podido captarlo, que aún con cámaras de alta definición, en las fotos no salía nada, sólo el paisaje natural, y que hubo quien había intentado acercarse, pero que era como si se desvaneciera.Decidido a ir más allá, se propuso terminar el dieciocho de agosto con lo que para él no podía ser más que un mito. Primero se puso a observar detenidamente la fisonomía de las personas que arrojaban sus pecados al agua, luego, escondido entre los juncos con su kayak y un buen par de prismáticos, esperó la aparición del bote y, en sus planes más ambiciosos, también la obser-vación del misterioso pescador. Casi oscureciendo, pero por suerte con luna llena, pudo divisar el bote. Se había ubicado en una lengua de juncos que se adentraba en la laguna, lo cual le permitía tener una visión aproximada de la escena. Hasta las diez de la noche parecía sólo un bote fondeado, tratando de mantenerse despierto llegó a pensar que sólo estaba acumulando sueño y frío, pero de pronto vio que el bote comenzaba a moverse en círculos concéntricos, tripulado por alguien que bien podría haber parecido un anciano o un ciruja. Aumentando la definición de los binoculares, le impresionó su extrema palidez, casi fantasmal, barba y pelo blanco, muy blanco, y además lo extraño de sus vestiduras, parecía un chaleco de oveja y una especie de polainas atadas con tientos, lo cual parecía confirmar la suposición de que era un ciruja, pues descartaba que pudiera tratarse de un leñador de la edad media. Los círculos se

El bote de los pecadosiban agrandando, mientras recogía una red con esfuerzo, el bote brillaba cada vez más. La curiosidad pudo más que el temor y se acercó, y aumentando al máximo el poder de los binoculares, vio espantado que las redes contenían las mismas personas que había arrojado los papeles, pero de tamaño no mayor a una mojarra, que emitían una especie de chillidos o gritos, mientras se debatían infructuosamente en la red. En el bote había siete cajas de hierro donde el pescador iba clasificando y echando las diminutas personas. A la medianoche, luego de cerrarlas prolijamente las fue lanzando al agua en diferentes puntos de los círculos cada vez más amplios. Con cada caja que arrojaba, el pescador sufría una horrible transformación que no podía ser otra cosa que demoníaca. Cómo pudo volver a la orilla mientras los chillidos retumbaban en su cabeza sin naufragar ni perder la razón, nunca lo supo.Se fue, o mejor dicho escapó de Monte y su dichosa laguna. Jamás pudo borrar esa escena de su mente, y ahora, por si a alguien se le ocurre investigar el tema del bote de los pecados, se encuentra escribiendo esta historia en Ecuador, donde consiguió trabajo como ingeniero y además, por suerte, no tiene ningu-na pintoresca laguna cerca.

Rodolfo Balsamello

Crecía y crecía la laguna y el monte de talas ya era muy frondoso, por lo cual quedó en la mente de los indígenas que esa era la Laguna del Monte como se la conoce en la actualidad.Dicen algunos que en las noches heladas y oscuras del invierno, emergen de las aguas plateadas los espíritus de Quilpán y Ahuna, vagan tomados de la mano por las riberas convertidos en figuras humanas, siempre morenos, siempre hermosos, profiriendo un lamento doloroso que dura hasta que la luna ilumina las aguas. Luego en silencio desaparecen en la profundidad de la laguna.

Susana Cavallero

14

Page 17: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

Hace mucho, muchos años, este pueblo, no era pueblo, sólo una toldería de indios pampas que vivían cazando animales salvajes, ñandúes y roedores pequeños para sobrevivir, y de lo poco que daba la tierra. Tenían que defenderse de las pestes y de los indios de otras tribus que venían de atrás de la cordillera que querían quedarse con sus tierras.Quilpán era el hijo del cacique de la comunidad, un joven valeroso y fuerte que peleaba y cazaba con el mismo ímpetu con que velaba por los intereses de la tribu y por mantener unida a su gente.Quilpán estaba enamorado de Ahuna, una jovencita morena de largos cabellos cobrizos. Ella le correspondía de igual manera y ya habían realizado los acuerdos con sus respectivos padres para el casamiento, pero era época de guerras entre distintas tribus con los indios de la cordillera, y Quilpán, una aciaga tarde muere en la batalla. Lavan sus heridas, lo acuestan en la tierra con sus mejores vestimentas y su novia camina días y noches a su alrededor llorando desconsolada.Ahuna lo lloró como si fuese su viuda, así era el amor que sentía por él. Tal era el dolor que le desgarraba el alma, que no comía ni bebía, y lloraba y lloraba de tal manera que fue formando un charco grande en el suelo. Las demás mujeres solteras de la tribu comenzaron a acompañarla en su dolor y a llorar con ella, la abrazaban y fueron formando un círculo estrechando sus brazos. A las mujeres jóvenes se suma-ron las indias casadas, luego las ancianas, todas lloraron sin parar durante mucho tiempo. Lloraron lágrimas cristalinas y amargas y la rueda cada vez se hacía más y más grande, y llegó a formar un círculo inmenso en esas llanuras sin fin. Como en un cortejo fúnebre, lloraron miles y miles de días y noches, y cantaron su dolor, y sus lamentos se perdían a lo lejos.Las lágrimas caídas comenzaron a formar un charco que no se secaba, el viento las estremecía levantando oleajes y la época de las lluvias contribuyó a agrandar cada día el círculo de agua.Todas esas mujeres, unidas por un dolor extremo, sin comer ni beber, se fueron secando hasta morir bajo el ardiente sol y el frío de las noches, sus brazos morenos entrelazados formaron el contorno de la laguna, y los cabellos gruesos y largos se enredaron y enterraron en la ribera, transformándose en raíces fuertes que dieron paso al crecimiento de los montes de talas espinosos.Los lamentos de las indias resonaban en toda esa inmensa llanura ¡Ahuna, Ahuna, Ahuna! Y con el paso tiempo, los hombres y niños de la tribu, solos, veían con desesperación y temor en lo que se estaba convirtiendo la tierra, y en las noches, dentro de sus toldos no podían dormir al escuchar la letanía de las mujeres nombran-do a la novia doliente. Cansados y temerosos comenzaron a señalar con sus manos el lugar, reverenciando el gran charco de lágrimas y confundían el sonido de ¡ Ahuna, Ahuna!, con ¡laguna, laguna, laguna!, nombre con que quedó el charco.

Ya antes de radicarse en San Miguel del Monte, cuando vivía en Buenos Aires, el hombre había escuchado acerca de una leyenda de la Laguna de Monte, algo referido al bote de los pecados.Al atardecer solía andar en bicicleta por la costanera, y observó que cada tanto se reunía un grupo bastante numeroso de personas cerca de “La Aguada”, que en forma ordenada arrojaba al agua uno o varios papeles. Al oscurecer se retiraban rápidamente y la ribera quedaba desierta, dejando como un cierto temor flotando en el ambiente. No tardó mucho en acercarse y averiguar de qué se trataba. Una mujer le respondió que era la noche del bote. ¿Qué bote?, le preguntó intrigado. El de los pecados, le respondió ella. ¿Y esos papeles?. Allí escribimos nuestros pecados para que luego los recoja el pescador, y mejor que no lo encuentre por acá, afirmó mientras el grupo comenzaba a retirarse con premura. Como el hombre no era supersticioso decidió quedarse. Lo único que pudo observar fue un bote blanco que parecía fondeado en el medio de la laguna, y era, eso sí, extremadamente brillante.Una tarde, hablando del asunto café por medio en “El Quijote” con su amigo Felipe, supo que esto ocurría todos los días dieciocho de los meses pares. Su amigo le comentó que no habían podido captarlo, que aún con cámaras de alta definición, en las fotos no salía nada, sólo el paisaje natural, y que hubo quien había intentado acercarse, pero que era como si se desvaneciera.Decidido a ir más allá, se propuso terminar el dieciocho de agosto con lo que para él no podía ser más que un mito. Primero se puso a observar detenidamente la fisonomía de las personas que arrojaban sus pecados al agua, luego, escondido entre los juncos con su kayak y un buen par de prismáticos, esperó la aparición del bote y, en sus planes más ambiciosos, también la obser-vación del misterioso pescador. Casi oscureciendo, pero por suerte con luna llena, pudo divisar el bote. Se había ubicado en una lengua de juncos que se adentraba en la laguna, lo cual le permitía tener una visión aproximada de la escena. Hasta las diez de la noche parecía sólo un bote fondeado, tratando de mantenerse despierto llegó a pensar que sólo estaba acumulando sueño y frío, pero de pronto vio que el bote comenzaba a moverse en círculos concéntricos, tripulado por alguien que bien podría haber parecido un anciano o un ciruja. Aumentando la definición de los binoculares, le impresionó su extrema palidez, casi fantasmal, barba y pelo blanco, muy blanco, y además lo extraño de sus vestiduras, parecía un chaleco de oveja y una especie de polainas atadas con tientos, lo cual parecía confirmar la suposición de que era un ciruja, pues descartaba que pudiera tratarse de un leñador de la edad media. Los círculos se

iban agrandando, mientras recogía una red con esfuerzo, el bote brillaba cada vez más. La curiosidad pudo más que el temor y se acercó, y aumentando al máximo el poder de los binoculares, vio espantado que las redes contenían las mismas personas que había arrojado los papeles, pero de tamaño no mayor a una mojarra, que emitían una especie de chillidos o gritos, mientras se debatían infructuosamente en la red. En el bote había siete cajas de hierro donde el pescador iba clasificando y echando las diminutas personas. A la medianoche, luego de cerrarlas prolijamente las fue lanzando al agua en diferentes puntos de los círculos cada vez más amplios. Con cada caja que arrojaba, el pescador sufría una horrible transformación que no podía ser otra cosa que demoníaca. Cómo pudo volver a la orilla mientras los chillidos retumbaban en su cabeza sin naufragar ni perder la razón, nunca lo supo.Se fue, o mejor dicho escapó de Monte y su dichosa laguna. Jamás pudo borrar esa escena de su mente, y ahora, por si a alguien se le ocurre investigar el tema del bote de los pecados, se encuentra escribiendo esta historia en Ecuador, donde consiguió trabajo como ingeniero y además, por suerte, no tiene ningu-na pintoresca laguna cerca.

Rodolfo Balsamello

Crecía y crecía la laguna y el monte de talas ya era muy frondoso, por lo cual quedó en la mente de los indígenas que esa era la Laguna del Monte como se la conoce en la actualidad.Dicen algunos que en las noches heladas y oscuras del invierno, emergen de las aguas plateadas los espíritus de Quilpán y Ahuna, vagan tomados de la mano por las riberas convertidos en figuras humanas, siempre morenos, siempre hermosos, profiriendo un lamento doloroso que dura hasta que la luna ilumina las aguas. Luego en silencio desaparecen en la profundidad de la laguna.

Susana Cavallero

15

Page 18: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

Hace mucho, muchos años, este pueblo, no era pueblo, sólo una toldería de indios pampas que vivían cazando animales salvajes, ñandúes y roedores pequeños para sobrevivir, y de lo poco que daba la tierra. Tenían que defenderse de las pestes y de los indios de otras tribus que venían de atrás de la cordillera que querían quedarse con sus tierras.Quilpán era el hijo del cacique de la comunidad, un joven valeroso y fuerte que peleaba y cazaba con el mismo ímpetu con que velaba por los intereses de la tribu y por mantener unida a su gente.Quilpán estaba enamorado de Ahuna, una jovencita morena de largos cabellos cobrizos. Ella le correspondía de igual manera y ya habían realizado los acuerdos con sus respectivos padres para el casamiento, pero era época de guerras entre distintas tribus con los indios de la cordillera, y Quilpán, una aciaga tarde muere en la batalla. Lavan sus heridas, lo acuestan en la tierra con sus mejores vestimentas y su novia camina días y noches a su alrededor llorando desconsolada.Ahuna lo lloró como si fuese su viuda, así era el amor que sentía por él. Tal era el dolor que le desgarraba el alma, que no comía ni bebía, y lloraba y lloraba de tal manera que fue formando un charco grande en el suelo. Las demás mujeres solteras de la tribu comenzaron a acompañarla en su dolor y a llorar con ella, la abrazaban y fueron formando un círculo estrechando sus brazos. A las mujeres jóvenes se suma-ron las indias casadas, luego las ancianas, todas lloraron sin parar durante mucho tiempo. Lloraron lágrimas cristalinas y amargas y la rueda cada vez se hacía más y más grande, y llegó a formar un círculo inmenso en esas llanuras sin fin. Como en un cortejo fúnebre, lloraron miles y miles de días y noches, y cantaron su dolor, y sus lamentos se perdían a lo lejos.Las lágrimas caídas comenzaron a formar un charco que no se secaba, el viento las estremecía levantando oleajes y la época de las lluvias contribuyó a agrandar cada día el círculo de agua.Todas esas mujeres, unidas por un dolor extremo, sin comer ni beber, se fueron secando hasta morir bajo el ardiente sol y el frío de las noches, sus brazos morenos entrelazados formaron el contorno de la laguna, y los cabellos gruesos y largos se enredaron y enterraron en la ribera, transformándose en raíces fuertes que dieron paso al crecimiento de los montes de talas espinosos.Los lamentos de las indias resonaban en toda esa inmensa llanura ¡Ahuna, Ahuna, Ahuna! Y con el paso tiempo, los hombres y niños de la tribu, solos, veían con desesperación y temor en lo que se estaba convirtiendo la tierra, y en las noches, dentro de sus toldos no podían dormir al escuchar la letanía de las mujeres nombran-do a la novia doliente. Cansados y temerosos comenzaron a señalar con sus manos el lugar, reverenciando el gran charco de lágrimas y confundían el sonido de ¡ Ahuna, Ahuna!, con ¡laguna, laguna, laguna!, nombre con que quedó el charco.

Corría el año 1800, era un día de mucho calor y la mujer, hija de un aborigen y una española había salido a caminar. Tenía los ojos más claros que el cielo y la cara surcada de arrugas, iba descalza y llevaba de la mano a su único hijo, que no hablaba, solo silbaba. Se fueron bordeando la gran laguna, por la zona de los pastizales, donde las aguas cercanas son más bajas y se ve caminar las garzas blancas entre los juncos que emergen del agua y se oye a los patos solfear. Pastos y juncos se volvían bosque para la diversidad de pájaros y de insectos. En la caminata, los pies se confundían con la tierra pardo clara y el aire tan caliente les hacía arder las mejillas. Los dos iban silbando.No era todavía el mediodía cuando notaron que los pájaros se alborotaban, que las abundantes perdices de los campos linderos se alzaban con estrépito, que gritaban las cotorras y aturdía el silbato de las calandrias. Una nube de polvo fino empezó a levantarse del suelo y la tierra nubló todo. El aire fue cambiando bruscamente, se volvió sucio y más caliente aún. Los ojos de la mujer enrojecieron y miraron azorados al pequeño que silbaba todavía. Asustada lo envolvió con sus ropas y emprendieron el regreso al rancho con el fuerte viento que los azotaba. Fue entonces que perdió de vista la laguna, se acurrucó junto a su hijo, y ya no supo hacia dónde ir.Dicen y cuentan que el niño había abierto la madriguera del viento con su silbido. La mañana se volvió helada y oscura. Como entre malos entendidos el soberbio viento sopló sin piedad, los juncos se inclinaron ante su poder y voló tanta tierra que acumulándose en la parte baja dividió en dos a la gran laguna. Una mitad quedó rodeada por los montes de talas, y la otra mitad terminó cercada por tantas perdices que tiempo después fue bautizada con ese nombre, hasta hoy se la conoce como “ Laguna de las Perdices”. Más tarde se hizo necesario construir un puente y una compuerta para mantenerlas unidas.Un viento así desatado solo puede ser controlado por otro tanto o más decidido que él. El otro viento, el pampero, al que no le gustan los aires que parecen fuego y es capaz de cambiar el paisaje con su determinación, alivió el calor trayendo una lluvia clara y una brisa fresca.La mujer de ojos claros, piel enrojecida y surcada de arrugas, no encontró el camino a su casa. Dicen y cuentan que en aquel choque de vientos, el niño se convirtió en pájaro, dicen que ya no silba, que juega incansable a que lo busques entre los juncos, y que con su firme chasquido ahora ahuyenta y aplaca las peores tormentas y los vientos más fuertes. Cuentan por estas tierras, que desde entonces se lo conoce como “El Junquero”.

Silvia Frontera

Leyenda del Junquero

Crecía y crecía la laguna y el monte de talas ya era muy frondoso, por lo cual quedó en la mente de los indígenas que esa era la Laguna del Monte como se la conoce en la actualidad.Dicen algunos que en las noches heladas y oscuras del invierno, emergen de las aguas plateadas los espíritus de Quilpán y Ahuna, vagan tomados de la mano por las riberas convertidos en figuras humanas, siempre morenos, siempre hermosos, profiriendo un lamento doloroso que dura hasta que la luna ilumina las aguas. Luego en silencio desaparecen en la profundidad de la laguna.

Susana Cavallero

16

Page 19: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

Hace mucho, muchos años, este pueblo, no era pueblo, sólo una toldería de indios pampas que vivían cazando animales salvajes, ñandúes y roedores pequeños para sobrevivir, y de lo poco que daba la tierra. Tenían que defenderse de las pestes y de los indios de otras tribus que venían de atrás de la cordillera que querían quedarse con sus tierras.Quilpán era el hijo del cacique de la comunidad, un joven valeroso y fuerte que peleaba y cazaba con el mismo ímpetu con que velaba por los intereses de la tribu y por mantener unida a su gente.Quilpán estaba enamorado de Ahuna, una jovencita morena de largos cabellos cobrizos. Ella le correspondía de igual manera y ya habían realizado los acuerdos con sus respectivos padres para el casamiento, pero era época de guerras entre distintas tribus con los indios de la cordillera, y Quilpán, una aciaga tarde muere en la batalla. Lavan sus heridas, lo acuestan en la tierra con sus mejores vestimentas y su novia camina días y noches a su alrededor llorando desconsolada.Ahuna lo lloró como si fuese su viuda, así era el amor que sentía por él. Tal era el dolor que le desgarraba el alma, que no comía ni bebía, y lloraba y lloraba de tal manera que fue formando un charco grande en el suelo. Las demás mujeres solteras de la tribu comenzaron a acompañarla en su dolor y a llorar con ella, la abrazaban y fueron formando un círculo estrechando sus brazos. A las mujeres jóvenes se suma-ron las indias casadas, luego las ancianas, todas lloraron sin parar durante mucho tiempo. Lloraron lágrimas cristalinas y amargas y la rueda cada vez se hacía más y más grande, y llegó a formar un círculo inmenso en esas llanuras sin fin. Como en un cortejo fúnebre, lloraron miles y miles de días y noches, y cantaron su dolor, y sus lamentos se perdían a lo lejos.Las lágrimas caídas comenzaron a formar un charco que no se secaba, el viento las estremecía levantando oleajes y la época de las lluvias contribuyó a agrandar cada día el círculo de agua.Todas esas mujeres, unidas por un dolor extremo, sin comer ni beber, se fueron secando hasta morir bajo el ardiente sol y el frío de las noches, sus brazos morenos entrelazados formaron el contorno de la laguna, y los cabellos gruesos y largos se enredaron y enterraron en la ribera, transformándose en raíces fuertes que dieron paso al crecimiento de los montes de talas espinosos.Los lamentos de las indias resonaban en toda esa inmensa llanura ¡Ahuna, Ahuna, Ahuna! Y con el paso tiempo, los hombres y niños de la tribu, solos, veían con desesperación y temor en lo que se estaba convirtiendo la tierra, y en las noches, dentro de sus toldos no podían dormir al escuchar la letanía de las mujeres nombran-do a la novia doliente. Cansados y temerosos comenzaron a señalar con sus manos el lugar, reverenciando el gran charco de lágrimas y confundían el sonido de ¡ Ahuna, Ahuna!, con ¡laguna, laguna, laguna!, nombre con que quedó el charco.

Cualquier ciudad que se precie de ser tiene sus propios mitos, leyendas y fantasmas y Monte también tiene los suyos. Desde hace años se cuenta una historia que se echó a rodar en reuniones de jóvenes y tertulias familiares. Todos dicen conocer a alguien que conoce a otro que cierta madrugada, al pasar frente a la actual Plaza Virrey Vértiz, vio a un hombre deambulando entre una espesa niebla que parecía cubrir solamente la senda por donde andaba. Los testimonios varían de uno a otro testigo, algunos lo vieron vestidos con chiripá y botas de potro, otros dicen que vestía un viejo uniforme azul. Hay un punto en el que todos coinciden, el hombre llevaba su cabeza debajo del brazo mientras que con el otro miembro, terminado en un muñón, tanteaba el aire. Demás está decir que quienes tuvieron el curioso privilegio de presenciar esta visión temen pasar de noche y sin compañía por las cuadras que rodean el viejo foro.Los que conocen algo de la historia de Monte aventuran una posible explicación de quién o quiénes son los aparecidos de la plaza. El 2 de septiembre de 1842 fue asesinado el cura vicario de la parroquia que se encontraba donde actualmente funciona la Escuela N° 16. Un grupo de hombres planeó el robo de un dinero que el padre Pedro Rodríguez tenía en la casa parroquial. Después de una ardua investigación se detuvo a los autores del terrible homicidio, y como era común en esos tiempos la justicia del Restaurador no se hizo esperar y los asesinos, siete hombres de entre veinte y treinta años, fueron fusilados en la plaza frente a la iglesia y por varios días las siete cabezas y las manos estuvieron expuestas en picas en la actual Plaza Vértiz.Si es de madrugada y al pasar por la vieja plaza ve brotar una densa niebla desde el suelo, apure el paso, no mire atrás. Algunos viejos habitantes de estos lares vienen a reclamar lo que han perdido y mientras no lo encuentren no podrán partir al más allá.

Susana Andrade

R.I.P.

Crecía y crecía la laguna y el monte de talas ya era muy frondoso, por lo cual quedó en la mente de los indígenas que esa era la Laguna del Monte como se la conoce en la actualidad.Dicen algunos que en las noches heladas y oscuras del invierno, emergen de las aguas plateadas los espíritus de Quilpán y Ahuna, vagan tomados de la mano por las riberas convertidos en figuras humanas, siempre morenos, siempre hermosos, profiriendo un lamento doloroso que dura hasta que la luna ilumina las aguas. Luego en silencio desaparecen en la profundidad de la laguna.

Susana Cavallero

17

Page 20: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

Hace mucho, muchos años, este pueblo, no era pueblo, sólo una toldería de indios pampas que vivían cazando animales salvajes, ñandúes y roedores pequeños para sobrevivir, y de lo poco que daba la tierra. Tenían que defenderse de las pestes y de los indios de otras tribus que venían de atrás de la cordillera que querían quedarse con sus tierras.Quilpán era el hijo del cacique de la comunidad, un joven valeroso y fuerte que peleaba y cazaba con el mismo ímpetu con que velaba por los intereses de la tribu y por mantener unida a su gente.Quilpán estaba enamorado de Ahuna, una jovencita morena de largos cabellos cobrizos. Ella le correspondía de igual manera y ya habían realizado los acuerdos con sus respectivos padres para el casamiento, pero era época de guerras entre distintas tribus con los indios de la cordillera, y Quilpán, una aciaga tarde muere en la batalla. Lavan sus heridas, lo acuestan en la tierra con sus mejores vestimentas y su novia camina días y noches a su alrededor llorando desconsolada.Ahuna lo lloró como si fuese su viuda, así era el amor que sentía por él. Tal era el dolor que le desgarraba el alma, que no comía ni bebía, y lloraba y lloraba de tal manera que fue formando un charco grande en el suelo. Las demás mujeres solteras de la tribu comenzaron a acompañarla en su dolor y a llorar con ella, la abrazaban y fueron formando un círculo estrechando sus brazos. A las mujeres jóvenes se suma-ron las indias casadas, luego las ancianas, todas lloraron sin parar durante mucho tiempo. Lloraron lágrimas cristalinas y amargas y la rueda cada vez se hacía más y más grande, y llegó a formar un círculo inmenso en esas llanuras sin fin. Como en un cortejo fúnebre, lloraron miles y miles de días y noches, y cantaron su dolor, y sus lamentos se perdían a lo lejos.Las lágrimas caídas comenzaron a formar un charco que no se secaba, el viento las estremecía levantando oleajes y la época de las lluvias contribuyó a agrandar cada día el círculo de agua.Todas esas mujeres, unidas por un dolor extremo, sin comer ni beber, se fueron secando hasta morir bajo el ardiente sol y el frío de las noches, sus brazos morenos entrelazados formaron el contorno de la laguna, y los cabellos gruesos y largos se enredaron y enterraron en la ribera, transformándose en raíces fuertes que dieron paso al crecimiento de los montes de talas espinosos.Los lamentos de las indias resonaban en toda esa inmensa llanura ¡Ahuna, Ahuna, Ahuna! Y con el paso tiempo, los hombres y niños de la tribu, solos, veían con desesperación y temor en lo que se estaba convirtiendo la tierra, y en las noches, dentro de sus toldos no podían dormir al escuchar la letanía de las mujeres nombran-do a la novia doliente. Cansados y temerosos comenzaron a señalar con sus manos el lugar, reverenciando el gran charco de lágrimas y confundían el sonido de ¡ Ahuna, Ahuna!, con ¡laguna, laguna, laguna!, nombre con que quedó el charco.

Lágrimas

Crecía y crecía la laguna y el monte de talas ya era muy frondoso, por lo cual quedó en la mente de los indígenas que esa era la Laguna del Monte como se la conoce en la actualidad.Dicen algunos que en las noches heladas y oscuras del invierno, emergen de las aguas plateadas los espíritus de Quilpán y Ahuna, vagan tomados de la mano por las riberas convertidos en figuras humanas, siempre morenos, siempre hermosos, profiriendo un lamento doloroso que dura hasta que la luna ilumina las aguas. Luego en silencio desaparecen en la profundidad de la laguna.

Susana Cavallero

18

Page 21: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

Tarde gris, lluviosa. No estaba para salir, pero debía hacerlo, había heredado una casa de campo en San Miguel del Monte.Tomé la ruta 3, en el kilómetro 115 doblé hacia la izquierda, según las instrucciones que me habían llegado por mail. Abstraída pensaba en qué condiciones se encontra-ría la casona, la cual pertenecía a la familia desde la época de la colonia, y según tenía entendido estaba abandonada desde hacía ya tiempo, hasta que encontraron al último descendiente, o sea yo. Buscaba entre la bruma de los recuerdos algún indicio que me ubicara en ella, y vi a mi abuelo con gesto adusto sentado en la galería, su tez oscura y sus ojos celeste cielo, la mirada perdida y fumando su inseparable pipa, me vi corriendo por el campo, y ningún otro recuerdo se hizo presente en mi mente.Distraída, como es habitual en mí, tomé por una callecita angosta, cuando en medio del camino, cerrando el paso, me pareció ver dos personas abrazadas tendidas en el camino. Toqué bocina pero no se movieron, al acercarme pude ver que en realidad se trataba de dos árboles de diferentes especies. Pensé que se habían caído hacía poco debido al fuerte viento que imperaba. Sin saber qué hacer, al no contar con alguien que pudiera ayudarme, y dado que la lluvia arreciaba, opté por quedarme en el auto. No recuerdo cuánto tiempo transcurrió, ya que parte de él lo pasé dormida.Al despertar la tormenta se había disipado, los árboles habían desaparecido, por lo que calculé que mientras dormía algún vecino los habría sacado del camino. Ya era de noche y emprendí la marcha hacia el pueblo. Mientras me registraba en el Hotel El Jardín, le comenté al conserje la experiencia que había vivido. El hombre me escuchaba con mirada entre burlona e incrédula y esbozando una sonrisa me contó que según la leyenda, en ese lugar, al descubrir los amores de su hija con Dionisio, un esclavo negro, en un ataque de furia el patrón de la estancia lo mató de tres tiros, y que Florinda, al ver muerto a su amado se disparó ella cayendo sobre el cuerpo inerte del moreno. Dice la leyenda, que cada 27 de noviembre aparecen dos árboles entrelazados en medio del camino, que desaparecen al anochecer dejando en el lugar cuatro flores rojas como gotas de sangre. La tragedia se había producido en la Estancia La Florinda, “pero señora” me dijo “eso es una leyenda, no vaya a creerlo, porque hasta ahora nadie lo pudo comprobar, y lo que le pasó es raro, pero no puede haber sido más que un sueño”.Me dirigí a la habitación temblando, me desplomé en la cama, no sólo por la experiencia vivida, sino porque lo que yo había heredado era La Florinda, y Florinda había sido la hermana de mi tatarabuela, de quien había escuchado de niña que estaba prohibido hablar debido a que con su conducta había deshonrado el honor de la familia.

Marta Palavecino

Hace mucho, muchos años, este pueblo, no era pueblo, sólo una toldería de indios pampas que vivían cazando animales salvajes, ñandúes y roedores pequeños para sobrevivir, y de lo poco que daba la tierra. Tenían que defenderse de las pestes y de los indios de otras tribus que venían de atrás de la cordillera que querían quedarse con sus tierras.Quilpán era el hijo del cacique de la comunidad, un joven valeroso y fuerte que peleaba y cazaba con el mismo ímpetu con que velaba por los intereses de la tribu y por mantener unida a su gente.Quilpán estaba enamorado de Ahuna, una jovencita morena de largos cabellos cobrizos. Ella le correspondía de igual manera y ya habían realizado los acuerdos con sus respectivos padres para el casamiento, pero era época de guerras entre distintas tribus con los indios de la cordillera, y Quilpán, una aciaga tarde muere en la batalla. Lavan sus heridas, lo acuestan en la tierra con sus mejores vestimentas y su novia camina días y noches a su alrededor llorando desconsolada.Ahuna lo lloró como si fuese su viuda, así era el amor que sentía por él. Tal era el dolor que le desgarraba el alma, que no comía ni bebía, y lloraba y lloraba de tal manera que fue formando un charco grande en el suelo. Las demás mujeres solteras de la tribu comenzaron a acompañarla en su dolor y a llorar con ella, la abrazaban y fueron formando un círculo estrechando sus brazos. A las mujeres jóvenes se suma-ron las indias casadas, luego las ancianas, todas lloraron sin parar durante mucho tiempo. Lloraron lágrimas cristalinas y amargas y la rueda cada vez se hacía más y más grande, y llegó a formar un círculo inmenso en esas llanuras sin fin. Como en un cortejo fúnebre, lloraron miles y miles de días y noches, y cantaron su dolor, y sus lamentos se perdían a lo lejos.Las lágrimas caídas comenzaron a formar un charco que no se secaba, el viento las estremecía levantando oleajes y la época de las lluvias contribuyó a agrandar cada día el círculo de agua.Todas esas mujeres, unidas por un dolor extremo, sin comer ni beber, se fueron secando hasta morir bajo el ardiente sol y el frío de las noches, sus brazos morenos entrelazados formaron el contorno de la laguna, y los cabellos gruesos y largos se enredaron y enterraron en la ribera, transformándose en raíces fuertes que dieron paso al crecimiento de los montes de talas espinosos.Los lamentos de las indias resonaban en toda esa inmensa llanura ¡Ahuna, Ahuna, Ahuna! Y con el paso tiempo, los hombres y niños de la tribu, solos, veían con desesperación y temor en lo que se estaba convirtiendo la tierra, y en las noches, dentro de sus toldos no podían dormir al escuchar la letanía de las mujeres nombran-do a la novia doliente. Cansados y temerosos comenzaron a señalar con sus manos el lugar, reverenciando el gran charco de lágrimas y confundían el sonido de ¡ Ahuna, Ahuna!, con ¡laguna, laguna, laguna!, nombre con que quedó el charco.

Crecía y crecía la laguna y el monte de talas ya era muy frondoso, por lo cual quedó en la mente de los indígenas que esa era la Laguna del Monte como se la conoce en la actualidad.Dicen algunos que en las noches heladas y oscuras del invierno, emergen de las aguas plateadas los espíritus de Quilpán y Ahuna, vagan tomados de la mano por las riberas convertidos en figuras humanas, siempre morenos, siempre hermosos, profiriendo un lamento doloroso que dura hasta que la luna ilumina las aguas. Luego en silencio desaparecen en la profundidad de la laguna.

Susana Cavallero

19

Page 22: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

Hace mucho, muchos años, este pueblo, no era pueblo, sólo una toldería de indios pampas que vivían cazando animales salvajes, ñandúes y roedores pequeños para sobrevivir, y de lo poco que daba la tierra. Tenían que defenderse de las pestes y de los indios de otras tribus que venían de atrás de la cordillera que querían quedarse con sus tierras.Quilpán era el hijo del cacique de la comunidad, un joven valeroso y fuerte que peleaba y cazaba con el mismo ímpetu con que velaba por los intereses de la tribu y por mantener unida a su gente.Quilpán estaba enamorado de Ahuna, una jovencita morena de largos cabellos cobrizos. Ella le correspondía de igual manera y ya habían realizado los acuerdos con sus respectivos padres para el casamiento, pero era época de guerras entre distintas tribus con los indios de la cordillera, y Quilpán, una aciaga tarde muere en la batalla. Lavan sus heridas, lo acuestan en la tierra con sus mejores vestimentas y su novia camina días y noches a su alrededor llorando desconsolada.Ahuna lo lloró como si fuese su viuda, así era el amor que sentía por él. Tal era el dolor que le desgarraba el alma, que no comía ni bebía, y lloraba y lloraba de tal manera que fue formando un charco grande en el suelo. Las demás mujeres solteras de la tribu comenzaron a acompañarla en su dolor y a llorar con ella, la abrazaban y fueron formando un círculo estrechando sus brazos. A las mujeres jóvenes se suma-ron las indias casadas, luego las ancianas, todas lloraron sin parar durante mucho tiempo. Lloraron lágrimas cristalinas y amargas y la rueda cada vez se hacía más y más grande, y llegó a formar un círculo inmenso en esas llanuras sin fin. Como en un cortejo fúnebre, lloraron miles y miles de días y noches, y cantaron su dolor, y sus lamentos se perdían a lo lejos.Las lágrimas caídas comenzaron a formar un charco que no se secaba, el viento las estremecía levantando oleajes y la época de las lluvias contribuyó a agrandar cada día el círculo de agua.Todas esas mujeres, unidas por un dolor extremo, sin comer ni beber, se fueron secando hasta morir bajo el ardiente sol y el frío de las noches, sus brazos morenos entrelazados formaron el contorno de la laguna, y los cabellos gruesos y largos se enredaron y enterraron en la ribera, transformándose en raíces fuertes que dieron paso al crecimiento de los montes de talas espinosos.Los lamentos de las indias resonaban en toda esa inmensa llanura ¡Ahuna, Ahuna, Ahuna! Y con el paso tiempo, los hombres y niños de la tribu, solos, veían con desesperación y temor en lo que se estaba convirtiendo la tierra, y en las noches, dentro de sus toldos no podían dormir al escuchar la letanía de las mujeres nombran-do a la novia doliente. Cansados y temerosos comenzaron a señalar con sus manos el lugar, reverenciando el gran charco de lágrimas y confundían el sonido de ¡ Ahuna, Ahuna!, con ¡laguna, laguna, laguna!, nombre con que quedó el charco.

Esa noche nubarrones oscuros cubrían el cielo y una luna amarillenta asomaba lentamente en la pequeña ciudad confiriéndole un aspecto amenazante. Marisa recordaba que había sido un lugar tranquilo, donde todos se conocían y compartían una vida agradable, pero había cambiado, nadie se sentía seguro y desconfiaban los unos de los otros, el origen había sido un rumor, primero incipiente pero que luego fue creciendo velozmente. No se hablaba del tema en los hogares especulando que se iría diluyendo con el correr del tiempo, pero no había sido así, había prosperado desmesurada y desordenadamente. Cuando oscurecía las calles quedaban solitarias, los negocios cerraban y el silencio se volvía pesado y absoluto.Marisa se había radicado en Europa poco antes de la primera Gran Guerra, y la segunda la trajo de vuelta, ya viuda y con una marcada dificultad para caminar debido a una herida producida al quedar en medio de un enfrentamiento. A poco de llegar, percibió que algo extraño estaba pasando en la ciudad, incluso notó que su madre la observaba con preocupación. Finalmente, ante las preguntas de su hija, la mujer se decidió a hablar. De ese modo Marisa se enteró de algunos hechos oscuros que habían empezado a ocurrir desde hacía un tiempo, muertes inexplica-bles y desapariciones misteriosas. Si bien los investigadores no habían logrado desentrañar el misterio, el denominador común era que en todos los casos las víctimas presentaban algún defecto físico, que era el caso de Marisa, o alguna deficiencia mental. De ahí la particular preocupación de su madre. Había quienes afirmaban haber visto fugazmente en las noches en que ocurrieron los hechos, figuras fantasmagóricas, extrañas sombras, rondando por el pueblo. Pero ella no había dado crédito a la historia pensando que debía existir otra explicación.Eso recordaba Marisa esa noche unos meses después de su llegada. Noche de nubarrones oscuros, mientras sola en la casa, porque su madre se encontraba en la ciudad visitando a su hermana, daba vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. El calor era agobiante. En un momento le llegaron del exterior sonidos sordos, como murmullos apagados y pasos sigilosos. A través de la ventana alcanzaba a ver la luna amarillenta tras el espeso celaje, también los sonidos de la noche eran diferentes, más densos, amenazantes, y todo su ser se puso en alerta. Con extrema cautela se asomó. No había creído que fuera posible, pero por algún motivo no le sorprendió lo que vio. Las sombras, inciertos contornos espectrales, se acercaban lentamente. Tampoco le sorprendió ver entre esas sombras rasgos vagamente conocidos, pero desorientada, su mente perseguía la idea de que todo fuera un sueño, sólo su espíritu lanzado fue capaz de vislumbrar la irrevocable realidad.

Marta Vitón

Crecía y crecía la laguna y el monte de talas ya era muy frondoso, por lo cual quedó en la mente de los indígenas que esa era la Laguna del Monte como se la conoce en la actualidad.Dicen algunos que en las noches heladas y oscuras del invierno, emergen de las aguas plateadas los espíritus de Quilpán y Ahuna, vagan tomados de la mano por las riberas convertidos en figuras humanas, siempre morenos, siempre hermosos, profiriendo un lamento doloroso que dura hasta que la luna ilumina las aguas. Luego en silencio desaparecen en la profundidad de la laguna.

Susana Cavallero

INTENDENTE MUNICIPALDra. Sandra Mayol

DIRECTOR DE CULTURA, EDUCACIÓN y PATRIMONIOProf. Alejandro Cortés

SECRETARIO GENERAL DE GABINETESr. Hugo Medus

COORDINADORA DEL TALLER LITERARIO MUNICIPALSra. Margot Radici

Page 23: … En la esencia de todas las cosas… está la cultura.monte.gov.ar/cultura-files/dicen-cuentan.pdfEn la esencia de todas las cosas… está la cultura. La Cultura es un proceso

Hace mucho, muchos años, este pueblo, no era pueblo, sólo una toldería de indios pampas que vivían cazando animales salvajes, ñandúes y roedores pequeños para sobrevivir, y de lo poco que daba la tierra. Tenían que defenderse de las pestes y de los indios de otras tribus que venían de atrás de la cordillera que querían quedarse con sus tierras.Quilpán era el hijo del cacique de la comunidad, un joven valeroso y fuerte que peleaba y cazaba con el mismo ímpetu con que velaba por los intereses de la tribu y por mantener unida a su gente.Quilpán estaba enamorado de Ahuna, una jovencita morena de largos cabellos cobrizos. Ella le correspondía de igual manera y ya habían realizado los acuerdos con sus respectivos padres para el casamiento, pero era época de guerras entre distintas tribus con los indios de la cordillera, y Quilpán, una aciaga tarde muere en la batalla. Lavan sus heridas, lo acuestan en la tierra con sus mejores vestimentas y su novia camina días y noches a su alrededor llorando desconsolada.Ahuna lo lloró como si fuese su viuda, así era el amor que sentía por él. Tal era el dolor que le desgarraba el alma, que no comía ni bebía, y lloraba y lloraba de tal manera que fue formando un charco grande en el suelo. Las demás mujeres solteras de la tribu comenzaron a acompañarla en su dolor y a llorar con ella, la abrazaban y fueron formando un círculo estrechando sus brazos. A las mujeres jóvenes se suma-ron las indias casadas, luego las ancianas, todas lloraron sin parar durante mucho tiempo. Lloraron lágrimas cristalinas y amargas y la rueda cada vez se hacía más y más grande, y llegó a formar un círculo inmenso en esas llanuras sin fin. Como en un cortejo fúnebre, lloraron miles y miles de días y noches, y cantaron su dolor, y sus lamentos se perdían a lo lejos.Las lágrimas caídas comenzaron a formar un charco que no se secaba, el viento las estremecía levantando oleajes y la época de las lluvias contribuyó a agrandar cada día el círculo de agua.Todas esas mujeres, unidas por un dolor extremo, sin comer ni beber, se fueron secando hasta morir bajo el ardiente sol y el frío de las noches, sus brazos morenos entrelazados formaron el contorno de la laguna, y los cabellos gruesos y largos se enredaron y enterraron en la ribera, transformándose en raíces fuertes que dieron paso al crecimiento de los montes de talas espinosos.Los lamentos de las indias resonaban en toda esa inmensa llanura ¡Ahuna, Ahuna, Ahuna! Y con el paso tiempo, los hombres y niños de la tribu, solos, veían con desesperación y temor en lo que se estaba convirtiendo la tierra, y en las noches, dentro de sus toldos no podían dormir al escuchar la letanía de las mujeres nombran-do a la novia doliente. Cansados y temerosos comenzaron a señalar con sus manos el lugar, reverenciando el gran charco de lágrimas y confundían el sonido de ¡ Ahuna, Ahuna!, con ¡laguna, laguna, laguna!, nombre con que quedó el charco.

Cuando Monte era fortín, allá por el año 1780, llegaron de otras partes de la provincia las primeras familias, para comenzar a poblar las grandes extensiones de tierra. Se instalaron con el sueño de progresar y criar a sus hijos en estos aires nuevos. Había sólo un temor rondando, los indios, que tenían sus tolderías a unas leguas de distancia y se sabía de sus ataques y saqueos.Ese temor se hizo realidad un día brillante de primavera, mientras los hombres realizaban sus tareas en el campo, las mujeres aseaban sus ranchos y miraban con ternura a sus niños jugar alegres, sus caritas sonrientes, sus cuerpitos pequeños, corriendo libremente. Apareció de repente, como de la nada, la indiada, los hombres alcanzaron a gritar -¡malón!- pero el asombro, la confu-sión, el miedo, no les permitió atajar semejante bravura. Los salvajes hirieron a algunos colonos, rompieron sembrados, quemaron ranchos, todo era caos.Cuando la calma volvió al lugar, las madres desesperadas comenzaron a buscar a sus hijos y allí descubrieron que los indios se habían llevado al grupo de niños más pequeños. Se organizaron cuadrillas para buscar y rescatar a las criaturas, pasaron así mucho tiempo, mas los nativos eran hábiles y no permitieron que los encontraran.Al comprender que no volverían a ver a sus niños, decidieron entonces plantar cada familia un árbol en el lugar que luego fue la plaza principal para en ellos ver crecer a sus hijos. En la primavera siguiente, una tarde, cuando el sol comenzaba a caer, les pareció volver a escuchar la risa de sus pequeños, al acercarse a la plaza descubrieron un grupo de golondrinas revoloteando alegres, casi como jugando alrededor de los árboles, luego de un rato se fueron cobijando en las tiernas ramas como si fuesen brazos de madre.Desde ese día las familias esperaron con ansias cada primavera para reencontrarse con el alma de sus niños escondida en el cuerpo de esas pequeñas aves. Las que aún siguen regresando, buscando el cobijo de su hogar en nuestra plaza.

Mónica Andrade

Crecía y crecía la laguna y el monte de talas ya era muy frondoso, por lo cual quedó en la mente de los indígenas que esa era la Laguna del Monte como se la conoce en la actualidad.Dicen algunos que en las noches heladas y oscuras del invierno, emergen de las aguas plateadas los espíritus de Quilpán y Ahuna, vagan tomados de la mano por las riberas convertidos en figuras humanas, siempre morenos, siempre hermosos, profiriendo un lamento doloroso que dura hasta que la luna ilumina las aguas. Luego en silencio desaparecen en la profundidad de la laguna.

Susana Cavallero