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    D E

    M OL E S, PULQ UE S, (DULCES Y BISTECES:

    EA

    COMIDA

    EN EA

    ClUDAD

    DE

    MXICO DURANTE

    EE

    SIGEO

    XIX

    ROXANA

    E I VKI DCI -T I

    K

    )M

    c

    ocinar y comer son prtcticis IXHu-

    rrentes en la vicia cotidiana. Cuando lle^

    vamosac:al)c)elactocleal imentam()>, tam-

    bin nos estamos scMisibilizando ante los

    fenc')menc)s y prc)c:esos involucradcjs aire-

    decior de la mesa. Comer no sc')loc ss,ic iar

    necesidades fisiolgicas, tambicMi entran

    en juego las nec:esidades |)sic:ol(')gicas,

    de scifas, d(> pertenc>ncia, de identidad.

    Estamos todos de acuerdo en c|ue la

    mos, pues, qu e

    al comer hallamos uniciacl e identidad en

    torno a una mesa, conformndonos como

    seres h um an os . Para ser m s (>spec i'ficos,

    nosotros, en Mclxicx), nos sentimos ms

    ligados emocionalmente a nuestro |)as al

    degustar un taco o comer unas cjuesadi-

    ll

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    pertenencia,

    de

    colectividad. Respecto

    a

    (>sto Osear Sauri escribe:

    La comida que

    (la

    sustento

    a

    los orga-

    nismos individuales i s, al m ismo t iem-

    p o

    basedecon torm .K i( )n de los

    pue^

    l)los, pLies constituye uno de los

    elementos mntre toJo:--

    los que son por tadores de las ident id.e

    des col(Hl ivas, esas estr i i turas dinmi-

    (

    ,is (|Lie nos

    (Dngregan

    en

    torno a

    pro-

    v(>nte.

    La c:()micla, con sustexturas, saborc'S y

    apariMK ias, lleva

    una

    carga simblica

    (|ue

    proporciona

    un

    retrato fidedigno

    de un

    cuerpo, unacultura, un lenguaje. Es as

    qu(>

    el

    comcT, algo

    tan

    bsic:c), describe

    cosniovisiones

    de

    tocia

    una

    nacin.

    Co-

    mer yc:omi(la sonac entos fecundosque

    han permanecido

    a

    travs

    ele la

    her(>n-

    ci en determinado tiempo y espacio

    c>s

    un

    r(4lc>jc)

    y a la

    vez una c:ausa ci cc')mc)

    funciona una scx ieclacl.

    La manera

    en la

    c]ue

    los

    seres humanos

    compartimos alrededor ele la mesa es

    tambin altamente signitic:ativa

    en las re-

    laciones humanas,en laconformt ion ele

    parejas, familias, amistades, cofradas,

    Ira-

    ternidaeles, nacieies.

    El alimento esv\ inicio denuestralu-

    tina, nos

    organizamos

    en

    torno

    a l, se

    puede cerrar unnege)ci()en unace)miela,

    se formalizan matrimonios

    c:on

    cenas,

    se

    da

    un

    (x' same acomiiciaclo

    ele un

    c:ate

    y unrefrigerio en un t'une ral (quizs[)or

    eso popularrTiente se (Jiga: "Las pemas ce)n

    pan

    son

    menos").

    En la

    me>sa

    es

    c1onel(>

    el

    ser humano secJesnuda frente le)s ele-

    ms

    y

    muestra

    su

    naturaleva: comp.irtiela

    o reservada, extrovertieia o intre)verti(la,

    alegre e) meditante.

    Matas Bruera atirma que>:

    ( j ) m e r e>s

    un

    e jercicio dep red. i t ivo ,

    un

    acto animaly sucio, yas todo s losin ten-

    tosdere f inamiento desde el

    uso ms

    elemcMita del fuego ()ar,i cocin.ir hasta

    la utilizacic indeuten silios lara lleval im enta rno s Cjuepo-

    seemos entan to seres vivos . .Sul)limar

    c^se acto

    y

    convert i r lo

    en

    algo social,

    cul to, l impio y es|)iritual. c|ue nos per-

    mita trasc:encler nuestra naturaleza

    ani-

    m l sc )lc)hasido po sible mc>dianteun

    im ag inar io estc >tic:o

    o

    mediante tormas

    reguladasdecom f i o rt amien t o .

    El in te lec to y su e;apaciek iel eTe afiva ne)s

    h a n p u e s t o pe)r ene: ima cJelo a n i m a l . Ll

    gus t o nos da po sib i l ida ei elc> iet in arn e)s ;

    es unodelos sen t i dos que nos ayuel no

    s lo asob rev i v i r en t i empe)s arca icos s ino

    a crear

    una

    ser ie

    ele

    va l o res :

    las

    reglas

    ci

    e ) s (

    c o n j c / i

    ^ c n e / o ^ ; C o n g r e g o

    InKrihU lonaf i)nv Li

    y

    l.ito-

    Matas Bruera, Mei(ta(/o/ic. soircel

    ,t;(/s . vi/io,

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    D E MOLES, PULQUES, DULCESYBISTECES:LACOMIDA ENLAC I U D A D D E MXICO DURANTE ELSIGLOXIX

    etique ta. Alreded or del gusto se construye

    una sociedad, una sociedad

    que

    medi ta.

    Es

    de

    esta manera

    que

    vemos

    con-

    formarse

    a la

    sociedad mexicana

    del

    siglo

    XIX

    en

    to rno

    a la

    comida, sentada alrede-

    dor

    de una

    mesa.

    Jos Juan T ablada,

    enLa feriade lavida

    est

    muy

    consciente

    del

    papel funda me n-

    ta l

    que

    juegan

    la

    comida

    y sus

    ritos

    den-

    t ro

    de la

    conformacin tanto

    de la

    propia

    ident idad como

    de la

    nacional. Dice:

    Perdonen

    los

    lectores esta digresin

    de

    goloso, perdnenla, porque

    lo que un

    pueblo come,

    sus

    viandas

    y sus

    frutos

    nacionales

    no son

    cosa trivial, sino

    im-

    portantsima... Lacocinade un pueblo

    es

    uno de los

    factores

    ms

    poderosos

    del patriotismo.

    En el

    destierro

    o en la

    simple ausencia

    de la

    tierra natal, recor-

    dar los sabrosos manjares del terruo,

    es

    uno

    de los

    mayores torm entos ... C ran-

    melo, lanostalgiadel paladar, hacesu-

    frir tanto comola de lanaturaleza.''

    Es

    la

    anterior,

    la

    confesin

    de un

    hijo

    de

    este siglo convulso, catico

    y

    p leno,

    en

    el cual nuestro pas pas

    por

    invasiones,

    guerras, reestructuraciones,

    y

    sus habitan-

    tes vivieron apasionadamente estos

    cam-

    bios,

    adaptndose asombrosamente

    a

    todos ellos.

    As como

    la

    gente

    se

    adecu

    a los

    constantes vaivenesa los que le arrojaba

    la historia, tambin lo hizo su coc ina, la

    cual, por una

    parte, reforz

    su

    identidad

    en torno

    a

    plat i l los emblemticos como

    el mole

    y por

    otra, asimil

    y

    adapt

    a

    sus propios gustos

    las

    tradiciones gastro-

    nmicas

    de

    quienes invadieron suce-

    sivamente nuestro pas, as co m o

    de

    qu ie-

    Tenemos como ejemplo

    los

    pastes

    de

    Hidalgo,

    los

    quesos

    de

    Chip i lo

    y la b ien-

    venida gustosa

    que se dio a la

    cocina

    francesa

    y a los

    bisteces

    y

    rosbifes

    trados

    por los

    norteamericanos.

    Pero acerqumonos

    a los

    fogones

    del

    siglo XIX

    y

    sentmonos

    a las

    mesas

    de

    esos

    hombres

    y

    mujeres

    que nos

    precedieron

    enel tiempo. Para ello,nosvaldremosde

    algunas obras literarias

    que

    describen

    con

    fruicin estos actos.

    Comencemos

    con las

    rutinas diarias

    y

    preguntndonos, cuntas veces

    se co-

    ma,a quhoray qual imentos se con-

    suman? Una respuesta la ofrece Cui l ler-

    mo Prieto, quien

    en Memorias

    de mis

    tiempos 1828-1853), ofrece

    un

    retablo

    de

    las viandas

    y sus

    mom entos. Clement ina

    Daz

    y de

    Ovando sintet iza

    el

    sentir

    de

    Prieto

    de la

    siguiente manera:

    Los mexicanos que tenan la fortuna

    de comer tres vecesal da aldespertar

    tomaban chocolate en agua

    o

    en leche,=

    atole engalanado

    con

    tostadas

    y

    m olle-

    tes,bizcochos, tamalitos cernidos.

    A

    las

    diez

    de la

    maana almorzaban

    asado

    de

    carnero,

    o de

    pollo, rabo

    de

    mestiza, manchamanteles, adobo o es-

    tofado, alguno

    de los

    muchos moles

    o de las tortas del amplio saber

    y

    enten-

    derde lacocinera

    y

    desde luego, frijoles.^

    La comida

    era a la una o dos de la tar-

    de.Se

    com pona de caldo, sopas de arroz

    o de fideos, tortilla, puchero.Oguisados

    como pollo en almendrado, tortacua-

    jada, patas

    en

    cuete,

    o

    guajolotes

    re-

    llenos

    y

    deshuesados, obras

    de

    arte

    de

    las cocineras de la alta escuela.

    Prietoserefierealchocolate detres

    tantos:

    uno de

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    ROXANA ELVRIDGE-THOMAS

    Como tentempi, entre las cuatro y

    cinco de la tarde, no estaba por de-

    ms un chocolate. A las diez de la no-

    che la cena: asado con ensalada o mole

    de pecho.

    Para un da de santo, se en que se

    echa la casa por la ventana, en que no

    se repara en gastos, el plato favorito era

    la olla podrida con su abundancia de

    diferentes carnes y verduras, a las que

    Prieto ponderaba como el fandango, el

    cataclismo gastronmico.

    Si la olla podrida era un plato excep-

    cional,

    lo maravilloso, las exquisiteces

    venan a ser los postres: ensolerados,

    cocada, cubiletes, huevos reales, zoco-

    nostles rellenos de coco; zapote batido

    con canela y vino tirito, la garapia.

    Para tranquilizar el estmago despus de

    tan oppara comida acompaada de vino

    cascarrn (bronco) o sangra, se beba t

    de salvia, mu itle, cedrn o yerbabuena.'

    Por su parte, Manuel Payno en Los bandi-

    dos de Ro Fro nos habla detalladamente

    de las comidas que haca un hacendado

    que viva en la ciudad de Mxico:

    Don Pedro Martn eOate no bien abra

    los ojos a las cinco de la maana iniciaba

    su ejercicio gastronmico: un chocolate

    bien espeso con un es tribo o rosca. A las

    diez en punto el almuerzo: arroz

    blan-

    co, lomito de carnero asado, un molito,

    frijoles bien refritos y un vaso de pu lque.

    A las tres y media de la tarde la comi-

    da:

    caldo con limn y chvtos verdes,

    sopas de fideo o de pan que mezclaba

    en un plato, puchero con su calabacete

    de castilla, albndigas, torta de zanaho-

    ria u otro guisado, y fruta comprada en

    el mercado de El Vo lador : naranjas,

    limas, pltanos, manzanas. A las seis,

    chocolate y a las once la cena.

    En das especiales no faltaba el puchero

    con gallinas enteras, jamn, trozos de

    ternera, garbanzos y todas las verdu-

    ras posibles.*

    Payno tambin nos deleita con los guisos

    de la clase baja, aqullos que cocina-

    ba con maestra la frutera Cecil ia: hue-

    vos con longaniza fresca de Toluca, ade-

    rezados con rajas de chile verd e, chcharos

    tiernos, rebanadas de aguacate y tomate.

    Huevos que se saboreaban con torti l las

    recin salidas del comal y con e] rico

    neutle, mejor, si era curado.

    Y as, Payno nos sita en el centro de

    creacin de estos manjares: las mujeres.

    Ellas eran las que preparaban o manda-

    ban preparar a la servidumbre -siempre

    bajo sus vigilantes ojos y exigentes pa-

    ladares- estos atracones diarios. Y s, ellas

    tambin tenan su propia rutina diaria, que

    giraba en torno a la com ida.

    Despus del almuerzo, las seoras par-

    tan a hacer sus visitas a familiares y ami-

    gas.

    Eran recibidas con licores dulces co-

    m o el jerez, as co m o c on algunas pastas y

    panecil los como las puchas, los rodeos

    y los mostachones.

    Mientras tanto, haban dejado instruc-

    ciones precisas para llevar a cabo las ac-

    tividades de cocina en su ausencia. Al

    respecto, nos habla Mara Cristina Su-

    rez y Farias:

    Y como en la cocina la actividad nun-

    ca cesaba, [despus del almuerzo] se

    iniciaba la preparacin de la comida

    principal. Ya desde temprana hora, la

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    D E MOLES, PULQUES, DULCES Y BISTECES: LA COMIDA EN LA CIUDAD DE MXICO DURANTE EL SIGLO XIX

    cocinera y alguna de sus ayudantes

    haban regresado de l mercado. En enor-

    mes canastas se cargaba todo lo nece-

    sario:

    jitoma tes, cebollas, verduras y con-

    dimentos, la carne y los pollos frescos,

    chiles de todos colores y granos como

    el maz. La mayor parte de las verduras

    se producan en el sur del Valle de M-

    xico,

    en las chinampas de Xochimilco;

    los nahuas cultivaban toda clase de hor-

    talizas que se traan de la ciudad en

    trajineras surcando alguno de los cana-

    les principales, como el de la Viga o el de

    Santa A nita. Para la dulcera se compra-

    ba harina, azcar,

    miel,

    piloncillo, hue-

    vos, nueces, pione.s, pasitas y almen-

    dras.Los mercados eran tambin lugares

    de encuentro de comadres y amistades

    y de intercambio de informacin.^

    Regresaban las damas a sus domicilios

    para regir la comida familiar y supervisar

    los trabajos de cocina para la merienda

    y la cena. Les daba tambin t iempo de

    arreglarse para, como toda buena ama

    de casa decimonnica, dirigir el rosario,

    al que algunas veces acuda slo la familia

    y en otras ocasiones, llegaban otros pa-

    rientes y amigos para disfrutar despus de

    su compaa.

    Por supuesto, para gozar mejor de la

    pltica en compaa famil iar o amistosa,

    nada mejor que el delicioso chocolate,

    acompaado de pan dulce recin hecho,

    se enviaba a comprarlo a alguna de las

    ms jvenes asistentes de cocina (de ah

    aquel famoso dicho: "A qu hora vas por

    el pan?") pues muchas veces los jvenes

    pretendientes de la poca aprovechaban

    para acom paa r a las enviadas.

    Mara Cristina Surez y Farias, "El siglo xix en la

    gastronoma mexicana", en

    Mxico en el Tiempo

    pp. 23-24 .

    Pero se preguntarn ustedes conmigo,

    queridos lectores, lo mismo que pregunta

    y responde Rafael Gastellano en su

    del i -

    cioso l ibro-recetario La cocina romntica:

    Lo que sigue siendo un enigma es el

    porqu de sus siluetas esbeltas, sus

    grciles abdmenes, su soma eva-

    nescente dentro de la moda joven. En-

    tonces no se haca jogging se hacan

    visitas. A pie se iba una -con nios o

    sin e llos- [a la calle] (...) Llevaba la bisa-

    buela traje de faya verde botella y raso

    color marfil con dibujos Pompadour,

    adornos de encaje bretn, fleco de los

    mismos colores del traje y botones de

    acero fino con dibujos esmaltados. El

    corpino largo, abierto sobre un chaleco

    de faya, mangas largas adornadas de

    encaje y de una triple cartera de seda

    lisa. La falda era de cola, guarneci-

    da en la parte inferior con volante ri-

    zado.

    Y la sobrefalda de raso, recogida

    muy ligeramente por detrs y guarneci-

    da por delante con un fleco puesto en

    el borde inferior del delantal, y dos fal-

    das plegadas de faya adornadas tambin

    con un fleco. asdos bandassecruzaban

    al sesgo, de derecha a izquierda, yendo

    a terminarse por debajo del pao de

    detrs, el cual iba adornado por un la-

    do de cocas con cintas flotantes, y por

    el otro con solapas de seda lisa. Caminar

    porlascalles con todo aque llo, sin contar

    el sombrero y la complicada corsetera

    infraestructura , era toda una sauna. Uno

    se lo explica todo.^"

    Por supuesto que con toda aquella ar-

    quitectura de tela encima, nuestras ado-

    rables antepasadas que iban "desde las

    puertas de la Sorpresa hasta la esquina del

    Rafael Castellano,

    La cocina romntica

    1985, pp.

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    R O X A N A

    ELVRIDGE-THOMAS

    Jockey Club", como tan bien nos lo cuenta

    Manuel Gut irrez Njera en su "Duquesa

    Job",

    adelgazaban en un solo paseo la

    enorme ingesta de ese da.

    Y hablando del del ic ioso poema, me

    permitir citar algunos fragmentos en

    donde podemos observar esos paseos por

    la ciudad de Mxico, alguna alusin a la

    moda de ese t iempo (el poema fue escri to

    en 1884), y algunos datos en torno a la

    comida, la bebida y sus rituales:

    En dulce charla de sobremesa,

    mientras devoro fresa tras fresa,

    y abajo ronca tu perro Bob,

    te har el retrato de la duquesa

    que adora a veces al duque Job.

    (...)

    Mi duquesita, la que me adora,

    no tiene humos de gran seora:

    es la griseta de Paul de Kock.

    No baila Boston, y desconoce

    de las carreras el alto goce

    y los placeres del five o'clock.

    (...)

    Si pisa alfombras, no es en su casa;

    si por Plateros alegre pasa

    y la saluda madam M arnt,

    no es,sin disputa, porque la vista,

    s porque a casa de otra modista

    desde tem prano rpida va.

    (...)

    Desde las puertas de la Sorpresa

    hasta la esquina del Jockey Club,

    no hay espaola, yanqui o francesa,

    ni ms bonita ni ms traviesa

    que la duquesa d el du que Job.

    Cmo resuena su taconeo

    en las baldosas iCon qu m eneo

    luce su talle de tentacin

    Con qu airecito de aristocracia

    mira a los hombres, y con qu gracia

    frunce los labio s M im Pinson

    Si alguien la alcanza, si la requ iebra,

    ella, ligera como una cebra,

    sigue camino del almacn;

    pero,iay del tuno si alarga el brazo

    Nadie se salva del sombrillazo

    que le descarga sobre la

    sien

    No hay en el mundo mujer ms linda

    Pie de andaluza, boca de guinda,

    sprint rociado de Veuve Clicquot,

    talle de avispa, cutis de ala,

    ojos traviesos de colegiala

    como los ojos de Louise Theo.

    gil,

    nerviosa, blanca, delgada,

    media de seda bien restirada,

    gola de encaje, cors de crac,

    nariz pequea, garbosa, cuca,

    y palpitantes sobre la nuca

    rizos tan rubios como el coac.

    (...)

    Ah T no has visto cuando se peina,

    sobre sus hombros de rosa reina

    caer los rizos en profusin.

    T no has odo qu alegre canta,

    mientras sus brazos y

    su

    garganta

    de fresca espuma cubre el jabn.

    Y los domingos, con qu alegra ,

    oye en su lecho bullir el da

    y hasta las nueve quieta se est

    Cul se acurruca la perezosa

    bajo la colcha color de rosa,

    mientras a misa la criada va

    (...)

    Toco;se viste; m e abre; almorzamos;

    con apetito los dos tomamos

    un par de huevos y un buen beefsteak,

    media botella de rico vino,

    y en coche, juntos, vamos camino

    del pintoresco Chapultepec."

    " M anue l Gutirrez N jera, Poes/'a

    Completa

    pp.

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    D E

    MOLES,

    PULQUES, DULCESYBISTECES:LACOMIDA ENLAC IU D A D D EMXICO DURANTE ELSIGLOXIX

    Gutirrez Njera

    nos

    presenta

    un

    vivo

    retrato

    de

    costumbres decimonnicas

    en este poema. Comienza plat icndonos

    justamente

    en una

    dulce charla

    de so-

    bremesa , l legadoya el f inal de los pos-

    tres,

    sobre

    la

    mujer

    que

    adora

    a

    veces .

    Vemos

    ya la

    costumbre

    de

    alargar

    la

    comida p ican do f rutas, bebiendo caf

    o

    algn licor

    y

    sazonando

    el

    m om en to

    con

    animadas conversaciones. Observamos

    tamb in ,

    en la

    segunda estancia,

    la

    nueva

    costumbre, introducida desde Inglaterra,

    de tomar

    el t a las

    cinco. Muchas seo-

    ras

    de

    alta sociedad

    la

    haban adoptado

    alegremente

    y en

    estas reuniones

    se de-

    gustaba,

    por

    supuesto,

    t

    acompaado

    de otras infusiones, caf

    y

    chocolate

    co-

    mo bebidas;

    y de

    pastelillos varios,

    los

    muy britnicos sandwiches de pepino

    -menc ionados juguetonamente por Wil -

    d e - ,y

    bizcochera nacional. Desde luego,

    este hbito

    es

    conocido

    por la

    duquesi -

    ta ,

    al

    igual

    que

    asistir

    a las

    carreras (otra

    act iv idad extranjera).

    Nos informa tambin

    de

    su pase o

    por la

    calle

    de

    Plateros

    y del

    alegre tacon eo

    con

    que lo hace,de la manera de coquetear

    de las mujeres de la poca y del doble

    uso

    de la

    sombri l la: cubre

    los

    albos

    ros-

    tros

    del sol y

    tambin propina golpes

    a

    los impert inentes.

    Es

    muy

    interesante

    la

    manera

    en que

    Gutirrez Njera hablade labellezade su

    duquesa,

    ya que la

    compara

    con

    comida

    o bebida

    de su

    entero agrado: guindas,

    champaa, cognac.

    Y por

    supuesto,

    con-

    tina nuestra lista

    de

    vest imenta femeni-

    na

    y el

    elaborado peinado pleno

    de bu-

    cles

    con que las

    mujeres decimonnicas

    salana lacalle.

    Y

    por

    l t imo, nuevo guio

    a la

    gastro-

    noma:

    el

    almuerzo

    de

    huevos

    y

    beef-

    ste k

    del que

    hablaremos

    ms

    adelante

    y

    que

    tuv o am plia resonancia entre o tros

    escritores tanto

    a su

    favor como

    en con-

    tra. Slo

    les

    resta

    el

    paseo

    de

    dom i ngo :

    a Chapul tepec.

    Vemos entonces cmo se refleja en

    la poesade don M anuel la plcida vida

    cotidiana

    de la

    clase media porfiriana.

    Al

    respecto, podemos completar

    las

    refe-

    rencias

    que

    combinan recreo

    y

    gastrono-

    ma

    con lo

    escrito

    por

    Mara Cristina

    Surez

    y

    Farias:

    Al amparo

    de

    do n Po rf ir io, se viva igual-

    mente una intensa v ida nocturna,as

    en esta poca empiezan

    a

    prol i ferar

    los cafs:

    el de la

    Concord ia ,

    el del

    Cazador, s i tuado

    en la

    esquina

    de Pla-

    teros y Portal deM ercaderes , el C o l n ,

    el Verolyen lascallesdel Coliseo Viejo

    y Col iseo Nuevo, el Caf del Sur en

    d o n d e

    se

    reunan actores

    y

    bailarinas

    o

    el del

    guila

    de

    Oro, s i t io elegido

    por

    los

    que

    preferan

    los

    temas pol t icos

    y

    en

    el que

    eran famosos

    los

    fsforos

    o

    fosfori tos , hechosdecafyaguardien-

    te en partes iguales.Aestos lugares acu-

    da lagente, anteso despusde la

    sali-

    da

    de la

    O p e r a

    o del

    Teatro Principal

    y

    a

    los

    mismos

    los

    seores inv itaban

    a las

    t iples. Por las

    tardes,

    los

    cafs estaban

    llenos de seoras, de seoritas y jve-

    nes laga rtijosqueechaban novio bajo

    la mirada vigi lante de las mamas o de

    las chaperonas.

    Por

    ellos

    se

    paseaba

    to-

    da

    la

    soc iedad

    y

    eran

    los

    lugares

    ade-

    cuados para

    ver y

    dejarse

    ver ah se

    tejan historias y se hacan y deshacan

    honras. En los cafs se tomaba, desde

    luego,

    caf, que apenas empezaba a

    acostumbrarse, se beban l icores, as

    como nieves

    de

    frutas

    y

    sorbetes

    de

    sabores. Como

    la

    pastelera francesa

    ya haba sentado

    sus

    reales,

    no

    poda

    faltar un platn pletr ico de cclaires

  • 7/21/2019 en gustos se comen gneros.pdf

    8/13

    R OXAN A ELVRIDGE-THOMAS

    y croissants o los deliciosos bocados

    de dama."

    Por supuesto que estaban tambin los

    otros cafs, donde dejaban pasar las

    horas vespertinas los varones, charlando

    sobre los l t imos acontecimientos po-

    lt icos, la belleza de la tiple de moda

    o el l t imo poema de algn amigo. O

    tal vez enfrascados en algn debate de

    ajedrez. En esos recintos, los caballeros

    eran acompaados por cafs, en efecto,

    pero principalmente por diversos l icores,

    de entre los que destacaba el ajenjo, con

    su amargura y voluptuosidad muy a tono

    con el siglo. Y aqu nos l leva nuevamente

    Cutirrez Njera a la vida cotidiana, mas-

    culina, de los cafs, con el bello poema al

    ajenjo t i tulado "El hada verde";

    i ntus abismos, negros y rojos,

    fiebre implacable mi alma se pierde,

    y en tus abismos m iro los ojos,

    los verdes ojos de l hada verde

    Es nuestra musa glauca y sombra,

    la copa rompe, la lira quiebra,

    y a nuestro cuello se enrosca impa

    como culebra

    Llega y nos dice: Soy el olvido,

    yo tus dolores aliviar

    Y entre sus brazos, siempre dormido,

    yace M usset.

    Oh, musa verde T la que flotas

    en nuestras vidas enardecidas,

    t la que absorbes, t la que agotas

    almas y vidas.

    En las pupilas concupiscencia;

    juego en la mesa donde se pierde

    con el dinero, vida y conciencia,

    en nuestras copas, eres demencia

    oh,

    musa verde

    Son ojos verdes los que buscamos,

    verde el tapete donde jugu,

    verdes absintios los que apuramos,

    y verde el sauce que colocamos

    en tu sepulcro, pobre Musset.'^

    Estamos ante la dulce y desmayada de-

    caden cia h eredada de Erancia, ante la si-

    ma en la que sumerge a sus devotos el

    ajenjo, la otra cara de los cafs decimo-

    nnicos de la ciudad de M xico .

    Y ya que estamos en compaa de es-

    critores e intelectuales, adentrmonos con

    ellos en

    sus

    tertul ias,

    las

    cuales estaban ta m -

    bin rociadas con muy diversas bebidas y

    robustecidas con todo t ipo de manjares.

    Alejandro Rivas Velasquez nos habla

    de las Veladas Literarias que se celebraron

    en la dudad de Mxico entre noviem-

    bre de 1867 y abri l de 1868,'" y nos da

    cuenta de las comilonas en que resulta-

    ba aquello, por ms que buscaran la aus-

    te r idad.

    Apunta Rivas Velasquez;

    Estas Veladas fueron el primer intento

    de Ignacio Manuel Altamirano por lo-

    grar la concordia entre los escritores

    nacionales. Aunque en realidad, aparte

    de divergencias poticas y polticas, en

    ellas pronto comenzaron a manifestar-

    se otro tipo de diferencias; por ejem-

    plo,

    se fue haciendo importante el tema

    de los banquetes que se daban al trmi-

    no de las reuniones, los cuales llegaron

    a ser motivo de constante preocupa-

    cin por parte de algunos de sus miem-

    " Cutirrez N jera,op. cit. pp. 262-263.

    " A lejandro Rivas Velasquez, "La frugalidad en las

    veladas literarias", en

    En

    ustos

    se comen gne-

    ros: Con greso Intern acional Com ida y Literatura

  • 7/21/2019 en gustos se comen gneros.pdf

    9/13

    D E

    MOLES, PULQUES, DULCESYBISTECES:LACOMIDA ENLAC I U D A D D E MXICO DURANTEa SIGLOXIX

    bros pues,

    al

    parecer, amenazaban

    el

    sent imiento de austeridad e igualdad

    que

    era

    necesario conservar entre

    los

    escr i tores.

    La primera

    de

    estas Veladas

    fue

    cele-

    brada

    en

    casa

    del

    poeta Luis

    G.

    Or t i z

    a

    fines de 1867. Enella se ley

    Los misio-

    neros

    de amor comedia de Enrique

    Olavarra

    y

    Ferrari. Asistieron

    a la

    misma,

    entre otros, Jos Toms

    de

    Cullar, Igna-

    c io Manuel Al tamirano

    y

    Manuel Pere-

    do.

    Posteriormente,

    los

    asistentes pudie-

    ron degustar diversos dulces

    y

    pasteles,

    acompaados

    de

    vino

    y

    ponche.

    La segunda

    de

    estas V eladas

    fue en ca-

    sa

    de

    Al tamirano.

    En

    eila

    fue ms

    intensa

    la actividad l i teraria,

    con

    poemas

    de

    Prie-

    to

    y

    Riva Palacio

    y la

    lectura

    del

    Atoyac

    de Al tamirano,

    y de

    osrboles

    de

    Cullar.

    En el mbito culinario, nuestros escrito-

    res sevolvieron a solazar con tod o t ipo

    de vinos

    y

    l icores - incluida

    la

    c h a m p a a -

    y deliciosos pasteles

    y

    dulces.

    La tercera Velada ray

    en el

    exceso.

    Se llev

    a

    cabo

    en

    casa

    de

    Agustn

    Lo-

    zano,

    quien

    no era

    escritor, pero

    s muy

    acaudalado

    y

    ofreci

    a sus

    invitados tod o

    t ipo

    de

    manjares, postres

    y

    v inos, acom-

    paados

    de una

    orquesta

    que

    an im

    el

    evento. Tanta abundancia propici las

    crticas

    de

    muchos

    de los

    asistentes, per o

    an

    as las

    siguientes Veladas continua-

    ro n

    con el

    tono

    de

    derroche gastron-

    mico

    que, en

    verdad, contrastaba

    se-

    veramente

    con la

    condic in econm ica

    de muchos

    de los

    participantes.

    A

    todo

    esto,se sumlamo lestiadesoportara los

    asistentesquecomenzaronasumarsepor

    el slo hecho

    de

    degustar

    las

    viandas

    ofrecidas

    sin

    tener

    el ms

    mnimo inte-

    rs literario.

    Fue hasta varias reuniones despus

    que

    se enmend esta situacin.

    La

    Velada

    fue

    organizada por Ignacio RamrezyAgustn

    Silicio,en una casa prestadaen lacallede

    Gante. Alejandro Rivas Velasquez apunta

    sobre este encuentro:

    En otra piecesita contigua

    se

    poda

    ver

    una mesa pequea

    y

    limpia, pero

    no

    llevaba sobre s ms que algunas grandes

    tortas

    de pan

    blanco, algunas botellas

    de manzanilla

    y

    de cognac,

    y

    una tetera,

    limones, azcar

    y

    Despus

    de un par de

    Veladas ms, Alta-

    mirano, quien

    las

    haba convocado

    en

    un principio, puso

    fin a

    esta prctica.

    El

    resultado

    que

    persegua

    con

    ellas

    se

    haba cumplido

    y los

    l i teratos mexicanos

    se conocan

    y

    haban reactivado

    sus ac-

    t iv idades

    en

    cuanto

    a la

    escritura.

    En re-

    lacina las jvenes voces,se habanda-

    do

    a

    conocer varias

    de

    ellas, como

    la de

    Justo Sierra

    o

    Juan

    de

    Dios Peza.

    Al tamirano decid i cambiarel lugarde

    reunin

    de las

    mesas

    a una

    publ icacin

    y

    as naci

    la

    revista ElRenacimiento

    pu-

    blicada

    en

    1869),

    la

    cual lleg

    a ser un

    manjar para

    el

    intelecto.

    Vemos

    de

    qu manera

    la

    comida, com o

    partede la vida cot idiana, const i tuyun

    tema importante para la literatura y los

    escritores mexicanos

    del

    siglo

    xix.

    Algu-

    nos alimentos causaron entre ellos pol-

    mica,

    c o m o

    los

    rosbifes

    y los

    bisteces ,

    llegados

    de la

    mano

    de los

    norteameri -

    canos. Algunos escritores

    e

    intelectuales

    se lamentaban

    de la

    asimilacin

    de ali-

    mentos tan brbaros, como Payno; otros.

  • 7/21/2019 en gustos se comen gneros.pdf

    10/13

    RoxANA ELVRIDGE-THOMAS

    como ya lo vimos con Gutirrez Njera,

    acogieron con alegra estas novedades

    culinarias, e incluso estas extranjeras hi-

    cieron su aparicin en diversos recetarios

    personales de la poca. ^

    Otro e lemento fundamental dentro de

    los cambios gastronmicos sufridos por

    la sociedad mexicana decimonnica fue

    el auge de la cocina francesa. Ya se men-

    cionaron los cafs afrancesados y sus go-

    losinas. Fueron abiertos tambin varios

    restaurantes atendidos por autnticos

    chefs franceses que ofrecan una gran va-

    riedad de plati l los cuyos sabores y nom-

    bres seducan a las clases altas mexicanas,

    cuyos miembros acudan a degustar y,

    sobre todo, a ser vistos en estos nuevos

    recintos que simbolizaban para ellos el

    lujo, la modernidad y el cosmopol i t ismo.

    Hubo incluso quienes prescindieron de las

    cocineras nacionales para contratar un ch ef

    galo para preparar los alimentos diarios.

    Por supuesto que tambin prol i feraron

    las fondas,'^ donde tanto la clase me-

    dia como la baja gozaban de la cocina

    mexicana de enorme tradicin y sincre-

    t ismo; as como las pulqueras donde,

    adems de la espesa bebida, se poda

    degustar la comida t pica. No debemos

    olvidar a los siempre presentes vende-

    dores cal lejeros de comida, como la ta-

    malera, los dulceros o la hoy extinta chie-

    ra que tanto placer causaba a la vista y al

    paladar con su refrescante mercanca. De

    todas estas comidas nos dan cuenta en

    ' ' Ver

    Rafael

    Castellano,

    La

    cocina

    romntica,

    Clementina Daz

    y de

    Ovando

    y

    Luis Mario

    Schneider,Arte Culinario Mexicano, Siglo

    xix.

    Re-

    cetario; Formulario

    de la

    cocina mexicana.

    Pue-

    bla

    sigloXIX;entre

    otros.

    SUS deliciosas crnicas Jos Juan Tablada^'

    y Gui l lermo Prieto.^

    Pero,

    sin duda, el plati l lo ante quien

    todos los habitantes de M xico se ren-

    dan era el mole, smbolo de identidad

    nacional y liga entre los distintos estratos

    sociales. Sabemos que el mole, en su mo-

    dal idad ampl ia de salsa que combinaba

    distintos chiles y especias para baar con

    ella carnes o vegetales, data de la poca

    prehispnica; que sor Andrea de la Cruz,

    mon ja poblana, fue la inventora of ic ia l

    del guiso para dar la bienvenida al virrey

    conde de Mancera. Pero tom la forma

    defini t iva con chocolate, guajolote y

    a jon-

    jol tostado hasta los diversos recetarios

    del siglo

    XIX

    y tam bin su auge com o la co-

    mida festiva en todos los niveles sociales.

    Esto se dem uestra con la deliciosa G har-

    la dom ingu era de Prieto-Fidel, publ icada

    en la

    Revista Universal

    el 18 de jul io de

    1875,

    donde nos describe, precisamen-

    te ,

    una f iesta famil iar con el mole como

    centro gravi tacional en el que confluyen

    todos los apetitos:

    En el comedor arda el entusiasmo; en

    grandes vasos de cristal que descolla-

    ban en el centro de la mesa, brindaba

    sus dulzuras el pulque de pina, la Isabel

    dormida, la chicha color de palo, y el

    alabastrino pulque de almendra, sin que

    faltasen las botellas de vino cascarrn,

    cataln y licores.

    Sirviese en aquella mesa riqusimo ja-

    mn en vino del gusto de la concurren-

    cia toda; disputbanle la primaca, en

    orondas tajadas, la vaca aprensada,

    fresca, con su roco de aceite y vina-

    En

    La

    feria

    de la vida.

    En

    Memorias

    de mis

    tiempos 1828-1853)

    yen su

    Charlas domingueras , publicadas,

    en E l

    Univer-

  • 7/21/2019 en gustos se comen gneros.pdf

    11/13

    D E MOLES, PULQUES, DULCES

    Y

    BISTECES:

    LA

    COMIDA

    EN LA

    C I U D A D

    DE

    MXIC O DURANTE EL SIGLO

    XIX

    gre, su despolvoreo de organo que

    trascenda, y sus puntitas de perejil

    quelaalegraban.

    Y

    en

    medio

    del

    jbilo hizo

    su

    aparicin

    el MOLE. Vino en su cazuela inmensa

    ya su tiempo el mole deguajolotey,

    desde su colocacin en la mesa fue

    un acontecimiento.

    Era un

    tanque,

    un

    aerolito,

    un

    baluarte, una ciudade la,

    una

    plazadetoros aquella cazuela.

    Al ponerse en manos del consumidor

    cada plato, caa sobre l en lluviade

    oro,unmantodeajonjol,que lehaca

    el firmam ento

    de la

    gula.

    [...] La

    sensacin

    que

    produjo

    el

    mole

    fue inexplicable; personas huboque se

    echaron a pie, esto es que comieron

    con los dedos, y personas que pidie-

    ron tortilla caliente, porque no se pu-

    dieron contener de honrar con todos

    sus adminculos

    al

    plato mexicano.^'

    Vemos de qu manera la ident idad na-

    cional

    del

    mexicano

    del

    siglo

    xix

    estaba

    nt imamente l igadaal mo le ;y que la co-

    mida en general serva no slo como

    aglut inante social , s ino como verdadera

    generadora

    de

    relaciones sentimenta-

    les

    y

    famil iares, proyectos culturales

    y

    obras literarias.

    Br indemos, quer idos lectores,con pul-

    que, v ino, cognac, ajenjo, champn o un

    vaso

    de

    cha

    y

    degustemos, como nues-

    tros antepasados,

    de un da de

    copiosa

    comida y, si salimos bien l ibrados, vaya-

    mos a caminar al bosque de Chapul te-

    pec, a la calle de Plateros, o a hacer el

    recorr ido desde las puertas de la Sorpresa

    hastalaesquinadelJockey Club. i S a l u d "

    2

    Cit. por Clementina Daz y de Ovando,op. cit.

    BIBLIOGRAFA

    Bruera, Matas.

    Meditaciones sobre

    el

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