Emmanuel Malynski La Guerra Oculta

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  • Emma

  • LA GUERRA OCULTA Emmanuel Malynski

  • El autor del cuadro que se expone en la portada de este libro es Guariento di Arpo, pintor italiano nacido en Padua, quien ejerci su oficio en dicha ciudad y en Venecia entre los aos 1338 y 1370.

    La pintura que en la actualidad se encuentra expuesta en el Museo Cvico de Padua (Museo Civico di Padova), lleva por nombre Las Milicias Celestes. Corresponde a una tempera sobre madera de 1,10 m x 1,07 m y se estima que fue hecha por el autor alrededor del ao 1350, en Padua.

    Este cuadro representa el ejrcito de la luz formado como legin para el combate contra las fuerzas de la oscuridad, y en donde se ilustra que esta lucha no es slo individual, como es la de San Jorge contra el dragn, o la de Mitra con el toro, sino como lo expresa la propia pintura: una guerra entre las fuerzas del cosmos en contra las fuerzas del caos, en la que todos los seres, aunque sin saberlo conscientemente, pertenecen a ima u otra milicia.

  • INTRODUCCIN^

    Es, en realidad, agradable leer un libro como este, que ha sido recientemente publicado por Emmanuel Malynski y Len de Poncins, La Guerra Oculta (Gabriel Beauchesne, Pars, 1936). En efecto, ella es una de las pocas publicaciones contemporneas que ha tenido el coraje de ser incondicional, de adoptar una idea y de estudiarla a fondo, sin retroceder. Actitudes de este tipo tienen una justificacin pragmtica indiscutible. Ellas someten la solidez de una idea a aquella acrobacia de la que hablaba Wilde al decir que, para comprobar la solidez de una verdad, es necesario ponerla sobre la cuerda floja. Y, actualmente, es eso lo que debe hacerse, por lo menos en el terreno ideolgico, no solamente en vista de aclarar la doctrina, sino tambin con un fin ms concreto, que nosotros explicaremos al referirnos a ciertas consideraciones desarrolladas, en un orden de ideas cercano al que se refiere el libro mencionado, por Gunon en un artculo publicado recientemente en Regime Fascista. Gunon, all ha subrayado con perspicacia que uno de los medios ms eficaces, utilizados por las fuerzas oscuras operantes en nuestra poca, para paraUzar o hmitar la reaccin de aquellos que reconocen el carcter anormal y el desorden de una determinada poca, consiste en dirigir esas reacciones hacia algunos estadios anteriores, menos avanzados, de la desviacin, estadios en los que el desorden no haba llegado a ser tan perceptible y parecer, por as decirlo, ms aceptable. Actualmente, existen muchas personas que no captan el encadenamiento implacable de causas y efectos en la historia, de modo que sus esfuerzos, que se limitan a un dominio acotado en particular y que llevan

    ' Introduccin de Julius Evola a la traduccin por l hecha al italiano de La Guerra Oculta y pubhcada en 1939 por Ulrico Hoeph en Miln.

  • principalmente a simples consecuencias, se encuentran limitados y neutralizados. Atrados por formas que parecen positivas, puesto que ellas presentan los mismos virus, por as decirlo, en dosis ms dbiles, ellos estn lejos de alcanzar el verdadero propsito de la reconstruccin.

    Estas consideraciones generales no significan, luego, que nosotros aprobemos completamente el libro de Malynski y de de Poncins. Su contenido es susceptible de provocar reacciones, vivas reacciones y no slo entre los lectores socialistas o franc-masones. Por tanto, lo ms interesante y lo ms til es justamente analizar la reaccin que l ha despertado; este anhsis nos obligar a profundizar numerosas ideas y a proponer alternativas de importancia capital. Esta es la razn por la que pensamos que lo mejor es presentar las ideas esenciales del libro lo ms objetivamente posible, sin dejar de lado las reservas necesarias.

    Se trata entonces de una exposicin histrica o, mejor dicho, de una interpretacin de la historia, con miras a captar la inteligencia secreta que se disimula detrs de los eventos ms significativos del ltimo siglo, su lgica, que, inaccesible al observador superficial, se verifica en cambio, precisa e inexorablemente desde un punto de vista rigurosamente tradicional catlico y aristocrtico. El perodo estudiado va de la Santa Alianza a la revolucin bolchevique; luego, un siglo de histora, repleto de guerras, revoluciones, enfrentamientos sin precedentes entre fuerzas econmicas y sociales, de devastaciones de todo tipo, de las que es falso pensar, como se hace a menudo, que ellas son "espontneas", o que ellas se pueden expHcar por los factores historeos aparentes solamente, cuando, para Malynski y de Poncins ellas se pueden reducir a un verdadero "plan" y se revelan como episodios de una verdadera lucha a muerte contra la vieja Europa jerrquica.

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  • A quin se debe la iniciativa y la organizacin de este plan? Para los autores del libro en cuestin, la respuesta no presenta dudas: al judaismo y a la franc-masonera, cuya accin se ejerce primero sobre dos frentes aparentemente opuestos, pero, en realidad, complementarios, a juzgar por sus fines ltimos: el frente de la Internacional revolucionaria (liberal, social-demcrata, marxista, comunista) y el frente de la Internacional financiera o capitalista; a continuacin, por medios an ms ocultos, sobre los jefes de estado y gobernantes, que no se han dado ni siquiera cuenta a qu verdaderos objetivos deben servir sus acciones y sus decisiones.

    El libro, que lleva el subttulo de Judos y Franc-masones a la Conquista del Mundo, ofrece, por as decir, una suerte de contraparte documentada o descriptiva a quienes querrn ver en qu medida, y en virtud de cules sucesos la historia reciente tiene una pavorosa semejanza con los famosos Protocolos de los Sabios de Sin, sean dichos documentos autnticos o no. Al respecto, nosotros pensamos que una reserva se impone sin embargo, reserva que, por lo dems, hemos manifestado en varias veces^ y que coincide con aquello que ha escrito una personaKdad conocida, que el sentido del hecho de dirigir la atencin general nicamente sobre los judos y los franc-masones y hacer de ello casi una idea fija, y de presentarlos como los nicos responsables de toda suerte de cosas, podra esconder una trampa y no ser sino una tctica para desviar las miradas de una visin ms completa y disimular la verdadera naturaleza de las influencias destructivas en cuestin. Entendmoslos bien: nosofros estamos muy

    ^ Nuestro opsculo Tre Aspetti del problema ebraico, Roma, 1936 y en nuestro ensayo Sulle Ragioni dell'antisemitismo en Vita Nova, mayo, junio, agosto, 1833; y en ese mismo diario (noviembre de 1932), nuestro ensayo sobre L'Intemazionale ebraica.

  • lejos de negar los hechos precisos y bien conocidos por los lectores de esta revista y as mismo de rechazar el rol que han jugado los judos en la subversin moderna y en todas las revoluciones, hasta apoderarse del aparato dirigente del estado sovitico y de los centros vitales de la Sociedad de las Naciones. Pero, para nosotros, la cuestin no se encuentra alh: la cuestin es saber en qu medida los judos, su instinto, su resentimiento contra el cristianismo, su organizacin internacional secreta, han obedecido ellas mismas a influencias an ms profundas y que nosotros Uamariamos de buen grado "demonacas". Este sentimiento, que se refuerza si nosotros no nos detenemos en los efectos, sino que nos remontamos, aunque parcialmente, al encadenamiento de causas, como lo hace la exposicin socio-histrica de Malynski y de Poncins, aumenta an ms si vamos ms lejos y nos acercamos a esos fenmenos culturales sin los cuales la accin anti-tradicional que se ejerci a partir del comienzo del siglo XIX no seran concebibles, fenmenos que entran ms rigurosamente en el "plan", pero que es poco probable que puedan ser exphcados mediante influencias judas y masnicas, porque, es necesario reconocerlo, los ms determinantes de estos fenmenos fueron la Reforma, el Renacimiento y el Humanismo.3

    3 Es conveniente sealar que Lutero estuvo durante largo tiempo bajo la influencia de ambientes judos y que, cuando l finalmente se dio cuenta de ello y escribi Los Judos y sus Mentiras, era demasiado tarde y el mal ya estaba hecho; que Calvino, conocido en Francia como Cauvin (Cohn), era de origen judo, como, por lo dems, deba alardear la B'nai B'rith durante su convencin de Pars en 1936; que el calvinismo influy ampliamente en el anglicanismo y, por ese medio, la historia y las instituciones de los Estados Unidos (el americanismo es "espritu judo destilado" - Wemer Sombart); que cuando se trat de encontrar, para Enrique VIII, argumentos bblicos para la peticin de anulacin de su matrimonio al Papa, ser al telogo cabahsta Georgi y a los rabinos venecianos a los que l se dirigir, por intermedio de su agente, Richard Croke; que el humanista Reuchlin (1455-1522), principal precursor de la Reforma,

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  • Pero, veamos la exposicin del libro, que explica en primer lugar, los dos resultados de la lucha subterrnea y silenciosa que ha comenzado con la Revolucin Francesa y se ha transformado en una especie de asedio a Europa, en la que los asediantes saban perfectamente lo que hacan, mientras que los asediados no se daban cuenta de lo que pasaba.

    "El primer resultado fue la conversin de la sexta parte del globo habitado en un foco revolucionario, impregnado de franc-masonera y de judaismo, donde la infeccin, bajo el disfraz de ideas liberales, nobles y generosas, madura y toma conciencia de las fuerzas que ella organiza con toda seguridad, en vista de la segunda parte de su programa. El resultado de la segunda parte ha sido la transformacin del resto del planeta en un medio flojo, desarticulado y dividido interiormente -como la casa de la que habla Cristo-, por rivalidades irascibles y odios regionalistas. El lo ha vuelto incapaz de toda iniciativa de orden ofensivo e incluso defensivo contra un enemigo cuyas fuerzas y audacia se han incrementado considerablemente...".

    La Santa Alianza fue la ltima gran tentativa de defensa europea. "La superioridad de Metternich sobre todos los hombres de estado de su siglo, por no hablar del nuestro, consiste precisamente en que l perciba la unidad, la sntesis del mal futuro". l trata de agrupar todas las fuerzas opuestas a la revolucin en un solo y nico fi-ente de resistencia transeuropeo, sin distincin de nacionalidades. Era sa una idea novedosa y creativa, que podemos resumir con estas pocas palabras: "desde ahora, en Europa, ningn enemigo a la

    estudi hebreo y la cabala bajo la tuicin del mdico judio de Federico III, Jehiel Loans, y despus con el rabmo Obadia Ben Jacob Sfomo. De modo general, la Reforma puede ser considerada como el objetivo del humanismo, el que debe bastante a las doctrinas gnsticas y cabalsticas.

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  • derecha" y, aquello que es su corolario: "todo lo que est a la izquierda, o solamente fuera de la derecha integral, es el enemigo". Era el "uno para todos, todos para uno" de los reyes, que deban considerarse padres respecto de sus pueblos y como hermanos los unos de los otros; era la Sociedad de Naciones de la Derecha, la verdadera Internacional Blanca, la contraparte imperial y real anticipada del sueo democrtico de Wilson; y, como los autores subrayan con razn, la visin supranacional de Metternich no ha encontrado su contraparte, invertida por su puesto, sino en aquella de Lenin y no en aquella de ciertos conservadores contemporneos. En lo que a nosotros concierne, pensamos que es fundamentalmente oportuno hacer hincapi sobre el aspecto interno de la defensa europea de la Santa Alianza, rechazada demasiado a menudo por razones histricas contingentes y por esa cmoda palabra que infunde miedo: Reaccin.

    La Santa Alianza fracasa por dos razones. Primero, por causa de la ausencia de un punto de referencia espiritual absoluto. "Despus del final del siglo XV, no existe ya una unidad espiritual en Europa, sino un conjunto de diversidades con base confesional o ideolgica". La Santa Alianza reafirma con justa razn el principio de autoridad. "Para que la autoridad repose sobre alguna cosa slida, es necesario que ella se apoye sobre el derecho divino. Que es lo nico slido y permanente, como Dios mismo". "Decir que la autoridad es necesaria para el orden, es tener razn slo a medias. Es necesario que la autoridad repose sobre algo inmutable y universal, no sobre aquello que es verdad hoy, error maana Oa democracia), verdad aqu, error all (Los nacionalismos)^. De otro modo, habr necesariamente conflicto entre la

    4 En el original: "sobre aquello que es verdad hoy, error maana Qos nacionalismos)".

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  • verdad de hoy y la de maana, entre la verdad de aqu y la de all. En este caso, por paradojal que parezca, ms fuertes sean las autoridades locales y temporales, ms convencidas ellas estn de sus verdades respectivas, la ms grande ser la anarqua universal". Para hacer de la Santa Alianza una cosa viva, lo que se necesita, es volver, no a la mentalidad del siglo XVIII, ni tampoco a la de los siglos XVII o XVI, sino ms bien al espritu de las Cruzadas: "Un slo frente de la Cristiandad, presidido por su jefe, un solo bloque, tapizado de lanzas, formadas en cuadrado y enfrentadas al infiel, que es uno, aunque se encuentre en todas partes y que, como algunos insectos tropicales, sabe tomar el color especfico de las hojas que mordisquea y del ambiente en que se encuentra". La debihdad de la Restauracin fue la de no ser sino una contrarrevolucin^; no la restauracin de la idea viviente del Sacro Imperio Romano, sino algo que estaba respecto de ste como aquello que la Sociedad de Naciones, "una demagogia de las demagogias, una incoherencia de las incoherencias", ser a la Santa Alianza.

    La segunda causa del fracaso de la reaccin es que el frente nico europeo, contra el retorno de la revolucin, existi slo en el papel. En 1830 ya no se toma en cuenta el derecho, el deber de intervencin. "Si la solidaridad de los reyes, cuando ellos eran an los dueos de la situacin, hubiese sido semejante a la solidaridad de los judos que deban derrocarlos (...) es muy probable

    5 En conformidad a lo que anuncia al comienzo de este artculo, Julius Evola presenta "las ideas esenciales del libro lo ms objetivamente posible, expresando s las reservas necesarias". All donde para de Poncins, respecto de "la Restauracin, all reside su debilidad, reside en no haber sido, hablando con total propiedad, una contrarrevolucin (...)", Juhus Evola, haciendo el contrapunto al autor francs, traduce as: "la debilidad de la Restauracin consiste en no haber sido sino una contrarrevolucin (La debolezza della restaurazionefu di esser solo una contro-rivoluzione)".

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  • que, para ellos, despus del 1789, liquidado por 1815, no habra habido 1848 y, consecuentemente, puesto que todo est encadenado, 1866, luego 1870, y finalmente 1914 y 1917, seguidos por el marasmo mortal en el que agonizamos, para mayor gloria del tringulo masnico y del mismo Israel^".

    Es aqu donde aparece claramente el carcter radical del punto de vista del libro, que es confirmado por la acusacin neta y vahente contra el nuevo principio de 1830: cuando el "por la gracia de Dios" es reemplazado "por la voluntad nacional", ya no hay monarqua, "sino la repblica disfi:azada de monarqua". "Una vez admitida la tesis de la voluntad del pueblo como origen del poder, no existe ningn abismo que vencer para llegar tericamente al bolchevismo; sino tan slo un desarrollo lgico y progresivo de la doctrina. Es entre el "por la gracia de Dios" y el "por la voluntad de la nacin" que se encuentra el abismo y es a partir de ah que comienza el plano inclinado: toda la historia del siglo XIX ser su demostracin. Este abismo, Francia ie la primera en el continente, si dejamos de lado Suiza, a saltarlo, por segunda vez, en 1830". Entretanto, los autores tienen la precaucin de agregar, que, para ellos, el gobierno de derecho divino no es de ningn modo sinnimo de arbitrariedad absolutista, puesto que l es guiado y limitado por las leyes supranacionales de la moral cristiana, mientras que la as llamada voluntad nacional, es decir, democrtica, no debe rendir cuentas a nadie y no se subordina a ningn verdadero principio, slo a los principios contingentes de la materia. Nos parece que hay aqu un punto sobre el que es conveniente reflexionar, puesto que esto no se hace generalmente por causa de prejuicios.

    ' En el original: "y de la estrella de Israel"

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  • La revolucin francesa de 1830 propina un golpe fatal al frente de la reaccin y es con los movimientos de 1848 que comienza el gran ascenso poltico, social y econmico del pueblo judo y de la francmasonera. La pretendida emancipacin de los pueblos y los hombres no hizo sino despejar el camino a la dominacin oculta de una finanza que (...) su poder incrementado por las guerras y las revueltas. Un solo estado, segn los autores, no est an contaminado en esa poca: Rusia; la Rusia irreductiblemente antisemita, antiliberal, teocrtica. Fue all donde se cumpli la primera accin tctica del complot internacional. La revolucin mundial democrtica se sirve de Napolen III, quien se pone como el defensor de los "inmortales principios" y se entiende con Inglaterra, ya minada por la franc-masonera y medios liberales y radicales que estn en connivencia con los movimientos del '48, para atacar Rusia. "No habra ningn motivo de conflicto serio entre Francia y Rusia, pero s lo haba, y bastante, entre la Revolucin Francesa y el Zarismo, y la Guerra de Crimea fue la liquidacin definitiva del pacto europeo de la Santa Alianza y la humillacin de Rusia". "Evento y sntoma hasta entonces indito en la historia, esta guerra fue una guerra por la democracia, (...) en la que dos monarquas aparecen por primera vez sobre en la escena de la historia, en calidad de defensores mercenarios de la revolucin general que desbordaba los ideales aparentemente nacionales de la Revolucin Francesa".

    Rusia momentneamente abatida, se concentran todos los esfuerzos sobre la nacin que est en las antpodas de la idea revolucionaria, el Antiguo Rgimen de naturaleza feudal, el ideal de una unidad catlica en la diversidad nacional y tnica, y, luego, el reflejo del Sacro Imperio Romano: Austria. Se trata aqu de un punto muy dehcado, puesto que est indirectamente ligado a la cuestin de la unificacin de Italia y se impone una distincin neta entre las condiciones indispensables de

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  • esta unificacin y las ideologas, a menudo sospechosas, de origen no italiano, sino principalmente jacobino o fi:anc-masn, que la han indirectamente favorecido. Son esas ideologas, el liberalismo, la democracia y el parlamentarismo, las que precisamente habran entregado, durante estos ltimos aos, Itaha al socialismo, si la contrarrevolucin fascista no hubiera irrumpido. Pero Malynski y de Poncins hablan apenas acerca de esto; ellos se interesan sobre todo en las influencias de las que Napolen III fue juguete por segunda vez, y, por fin, al nuevo episodio de la lucha subterrnea contra los vestigios de la tradicin aristocrtico-cathca europea. Este nuevo episodio es el conflicto austro-alemn. Ya no es Francia la que sirve de instrumento, sino Prusia.

    Las distintas consideraciones expuestas en esta parte del libro tienen como objeto demostrar que la transformacin del capitalismo, indirectamente favorecido por la idea nacionahsta y militarista, deba permitir la extensin progresiva de la influencia oculta juda en Prusia, y luego en Alemania. Bismarck es descrito como "un gran prusiano, pero un pequeo europeo". "Era (...) un monrquico ferviente. Pero su monarquismo era estrictamente prusiano y debi haber sido alemn cuando Prusia misma se volvi Alemania; l no fue jams europeo como, antes que l, lo haba sido Metternich". Al contrario que l, "Bismarck no vio (...) dos frentes internacionales (...)". "l no discerna sino el provecho inmediato de Prusia, aunque fuera a expensas de todos, de Austria y del mismo catohcismo"7. Aquello de lo que l no se daba cuenta es que, debilitar en otros el sistema que se defiende, significa condenarse a verlo

    ' En el original: "l no discerna sino el provecho inmediato que poda obtener la Prusia monrquica, deviniendo el instrumento de la ubicuidad capitalista aunque ello fuera a expensas de la idea monrquica en general".

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  • atacado en la casa propia tambin. Es con l que se afirma un mtodo peligroso, que consiste en "no remontar la corriente impresa a la historia por las ftierzas subversivas, sino a seguirlas, en el intento de utilizarlas para servir las ambiciones inmediatas del pas y de las propias". Por otra parte, la burocracia del estado alemn pondra, poco a poco, en peligro las tradiciones aristocrticas e imperiales que l haba conservado y creara un mecanismo virtualmente abierto a la ascensin de las fierzas que se agitaban detrs del capitalismo.

    No solamente Prusia ftie el artfice de un nuevo debilitamiento de Austria, sino que tambin, al atacar a Napolen III, instrumento abandonado despus de haber sido utilizado, ella deba contribuir a la aparicin de la primera revolucin proletaria europea, la Commune de Pars. Con ella, el Cuarto Estado celebra por primera vez su advenimiento. Hecho significativo, Marx y Lenin, repudiando con ostentacin toda relacin con las revoluciones burguesas, republicanas y democrticas del tipo 1789 y 1848, proclaman su filiacin directa de la Commune parsenne. "Ella ha sido el primer toqu de campana de aquello que seria la revolucin bolchevique". Tambin aqu, solamente los nafs pueden pensar que ella ftie un movimiento espontneo; se trat al contrario, del primer finto de un suelo minado oportunamente, que marca el comienzo de una nueva fase: "La revolucin mundial (...), muy estratgicamente, se ha dividido en dos ejrcitos, teniendo cada uno un objetivo diferente. La misin de uno, aquel que se proclama estentreamente continuador de la Revolucin Francesa y de 1848 y pretende descaradamente hacer de barrera de contencin al otro, con sus inmortales principios, es la de dispersarse entre las naciones cristianas, para excitar hasta la histeria sus antagonismos nacionalistas. Al mismo tiempo, deber envenenar, en nombre de la

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  • democracia, las viejas animosidades entre grupos e individuos de la misma nacin. La misin del otra, aquel que comulga con el Manifiesto Comunista, es la de unificar y concentrar en un solo bloque homogneo y compacto, alrededor del ncleo judo, todas las fierzas militantes de la subversin. Estas fierzas unirn los batallones de asalto destinadas a fi-acturar el fi-ente enemigo, previamente dividido, tanto horizontalmente por los nacionalismos, como verticalmente, no solamente por el mito marxista de la lucha de clases, sino que tambin por la democracia de todos los colores". Despus de la Commune, la llama revolucionaria vuelve al subsuelo, donde ella incubar durante cuarenta aos, con bruscas y violentas llamaradas locales, aqu y all. Ella se despierta y se expande en el mundo entero con el drama de 1914, preludio de los trastornos irreversibles.

    Nosotros no podemos resumir an ms las anotaciones de los autores acerca de la preparacin de la guerra mundial por el capitahsmo y la industria, manipulada por la finanza internacional, en mayor o menor grado hebraizada. Nosotros nos limitaremos a indicar su interpretacin de la significacin general de la conflagracin europea, de sus fines secretos y de sus resultados.

    Malynski y de Poncins afirman que "la guerra mundial ha sido el duelo de la revolucin contra la contrarrevolucin". La revolucin no se preocupaba en absoluto devolver Alsacia-Lorena a Francia, ni el Trentino a Italia o de gratificar a Inglaterra con el aumento de un cierto nmero de negros. Los cambios de las fi-onteras polticas no le aportarian nada. "Su gran preocupacin, objetivo de cinco aos^ de destruccin sin precedentes, era el de hacer desaparecer las ltimas

    ' En el original: "cuatro aos".

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  • fortalezas que constituan una amenaza para la seguridad del progreso democrtico, como ms tarde lo declarar el presidente Wilson"; "la causa de la guerra fue el deseo de cambiar la estructura interna de la sociedad en general y hacer avanzar de un gran salto el progreso de la revolucin mundial". Esta idea los autores la comprueban por los detalles del conflicto. Por ejemplo, hay una desproporcin notoria entre las causas y los efectos de la intervencin americana. Wilson, "criatura del capitalismo judo", tolera justo hasta la mitad de abril de 1917 el aprovisionamiento de los dos beligerantes por la industria americana, y no es sino a partir de dicha fecha que toda la prensa americana se desencadena contra Alemania. Los entretelones ocultos de este asunto, segn los autores, son los siguientes: justo hasta esa fecha, era necesario ayudar a la monarqua de derecho divino alemana para aplastar la rusa. A partir de abril de 1917, habiendo sido alcanzado el objetivo por la revolucin secretamente sostenida por la democracia inglesa y el oro judo americano, era sobre todo a las grandes democracias occidentales que haba que ayudar, para derrumbar los imperios centrales de derecho divino. Tambin la misma lgica ser impedimento en 1917 para la paz propuesta por el emperador de Austria, el rey catlico Alfonso III y el papa Benedicto XV, una paz que, segn los autores, habria sido ventajosa para todos, pero habra preservado los imperios y habra permitido a Rusia, que an no era bolchevique, ponerse de pie. A todas las consideraciones dictadas por el realismo se opondr un radicaHsmo irracional^, que quera llevar la guerra hasta su objetivo, es decir, hasta la realizacin de sus verdaderos objetivos:

    9 Por radicalismo Evola entiende aqu la doctrina de los Iluminados y de las ideas de la Revolucin de 1789, segn la cual la poltica es la prolongacin de la moral, siendo el individuo capaz, tanto en la \ida pblica como en la vida privada, de dominar su destino, si hace buen uso de su Ubertad.

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  • la revolucin y la transformacin de Alemania en un repblica judaizada; "la demolicin del imperio feudal de los Habsburgo y su reemplazo por un hormiguero de repblicas radicales y econmicamente inviables, que el comunismo inmediatamente tratar de dominarlo; la putrefaccin judaica del imperio medieval asitico de los zares y su transformacin en una fbrica de microbios de la futura revolucin mundial juda"; la creacin del "mayor nmero posible de nacionahdades soberanas", con fronteras trazadas de manera que "sus intereses y, en muchos casos, sus necesidades vitales, fueran totalmente irreconcihables"; la institucin de una asamblea platnica, sin poder ejecutivo, que no correspondiere a ningn inters verdadero, guardiana celosa de un orden y de una paz que no seran ms que "verdaderos concentrados de guerras futuras"; el incremento prodigioso del endeudamiento universal para el ms grande provecho de la judera internacional y de la ubicuidad capitahsta.

    Todo ello se reahz con la Conferencia de Pars. Obra de ingenuos e irresponsables, de espritus irreflexivos, impulsivos, incompetentes, visto del exterior; obra fuertemente inteUgente, estudiada justamente hasta sus mnimos detalles, si nosotros la miramos desde la perspectiva de un plan de destruccin de la tradicin europea; "obra de arquitectos que saban perfectamente lo que construan y que trabajaban bajo la inspiracin del Gran Arquitecto del Universo, el ms alto personaje de las logias masnicas". Paradjicamente justo despus de estos ltimos aos, nosotros podemos percibir, al da de hoy, todo lo que estos juicios contenan de verdad, a pesar de su extremismo.

    1 En el original: "lo que deba ponerlas fatalmente a merced de los judos".

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  • De Poncins es el autor de una reciente monografa titulada La Sociedad de Naciones, Sper Estado Masnico. Las influencias judas que han sustentado al bolchevismo, el apoderamiento del judaismo sobre los puestos claves del estado sovitico actual son cosas tan conocidas por todos los lectores de La Vita Italiana, que ha revelado hechos al respecto y estadsticas irrefutables, que no es necesario referirse a aquello que el libro ha vuelto a traer al respecto. Ms interesante es el hincapi hecho por los autores, que dos elementos muy diferentes estn en marcha en el bolchevismo. El primero, plenamente consciente de los fines verdaderos, sera el elemento judo o agente del capitalismo judo (del tipo de Trotzky). El fin de estas fuerzas es el de transformar la humanidad en una suerte de sociedad annima por acciones, en la que el trabajo es un deber universal e Israel, puede que con algunos testaferros, sea el dirigente y el beneficiario, el consejo de administracin dictatorial. El lector puede constatar que este punto de vista coincide con el de Mussolini quien, en un reciente discurso en Miln, ha descrito el bolchevismo como la exacerbacin del capitalismo y no como su anttesis. El segundo elemento son los "puros", los ascetas de la idea, del tipo de Lenin, quien no era judo". Estos son los soadores, los ingenuos, aquellos que realmente creyeron y creen trabajar para el bien del proletariado y el comunismo, que se ha transformado en un capitalismo de estado exacerbado. Para ellos, el comunismo fue una creencia y un fin, mientras que, para los otros, era, por el contrario, un medio. "De todos los renovadores de la humanidad, en el bien como en el mal, Lenin ha sido probablemente el menos iniciado al fin de aquello que l cumpla". Su error, especficamente materiaUsta y darwinista, ha sido el de ver en la humanidad dos especies en conflicto: los ricos

    " Su abuelo era judo.

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  • explotadores y los pobres explotados. El nico motivo de esta separacin y de esta lucha reside luego en el vientre y no hay lugar para el espritu, menos an para una inspiracin divina o satnica. Ahora, es justamente sobre este terreno que se desarrolla la "guerra oculta": se trata de un combate de espritu contra espritu.

    Los autores abordan un punto que nos parece fundamental, cuando hablan de la fe, de algn modo religiosa, de los ambientes dirigentes subversivos, que no es "como muchos de nuestros contemporneos imaginan ingenuamente, el accesorio de la poltica o de la economa. Fue y es precisamente lo esencial de la subversin mundial, y es la poltica, la economa o el inters nacional^ ,^ segn las oportunidades variables, que son lo accesorio". El hecho es que hay hombres capaces de inmolarse por un amor desinteresado por el mal, sin esperar nada, con el sentimiento de un deber impersonal y siniestro, de una misin. "Hay una corriente de satanismo en la historia, paralela a la del cristianismo, y, de manera desinteresada como l, en lucha perpetua con l". Para nosotros, esta consideracin no es una fantasa teolgica, sino algo muy real. Nosotros diramos que est ah el verdadero punto de referencia, mucho ms elevado y profundo que el del antisemitismo ordinario y unilateral; y nosotros no sabriamos cual de los dos elementos, separados, con toda la razn, en el bolchevismo, est ms directamente relacionado con la verdadera intehgencia de la revolucin mundial y al plan de la destruccin anti-tradicional; si es el asceta comunista o el judo enmascarado. Quien quiera que sea, y sobre esto tambin, estamos de acuerdo con los autores, los bolcheviques pasan y cambian, pero el plan inicial permanece, inmutable en su ejecucin, impecable, progresivo, e independiente de su existencia efmera.

    -2 En el original: "tnico".

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  • En el presente, slo Rusia ha llegado a ese cero absoluto bajo el cual no queda ya nada. As, es ella el nico pas en la historia donde la revolucin permanece estacionaria y ya no se extiende en profundidad, sino que slo en amplitud. El pueblo cree que es el sujeto, cuando no es sino el objeto. En realidad, cuando el bolchevismo sea perfecto el "no se preocupar ms de lo que piense la gente, de lo que nosotros nos preocupamos de lo que puedan tener en la cabeza nuestros corderos o nuestros bueyes, puesto que sabemos que algunas piezas de artillera seran suficientes para exterminarlos sin el menor peligro para nosotros"i3.

    Es as que una nueva poca de la historia del mundo comienza. "Se tiene an toda la jerarqua humana, cuando comenzamos a separarnos del Cristo: Renacimiento. Tenemos an los prncipes y los reyes cuando nos alejamos del Papa y del emperador: Reforma. Sigue estando la burguesa cuando nos retiramos de la nobleza, de los reyes y prncipes que constituyen su cima: Revolucin Francesa. An tenemos a la vista al pueblo cuando sobrepasamos el plano de la burguesa: 1848-1917. No nos queda ms que la escoria guiada por los judos, cuando se sobrepasan las masas: 1917". Es all donde "comienza la era del fin apocalptico".

    Estas son las ltimas palabras del libro. Palabras que hacen pensar un poco a "la continuacin en el prximo nmero", que en las novelas por captulos, interrumpen la narracin en el momento ms emocionante. Pero los autores podran replicar que aquellos que estaran verdaderamente interesados en conocer su continuacin, no tendran sino que "esperar el prximo nmero", si son finales absolutos los que ellos quieren. Sea como sea,

    '3 En el original: "para exterminar, sin el menor peligro para nosotros, todas las bestias del monte reunidas".

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  • es evidente que el libro est, por as decirlo, trunco. Si bien l fue publicado en 1936, l termina como si hubiese sido terminado en 1918 o 1919. El estudio de toda la agitacin contrarrevolucionaria posterior y de los distintos movimientos reconstructores, a menudo netamente opuestos a la Sociedad de Naciones y al bolchevismo, que tienen naturalmente el fascismo a la cabeza de la fila, no est ni siquiera esbozado. Ser as por qu los autores han considerado que este estudio era muy dehcado o por qu ellos no vean claramente en qu direccin los numerosos movimientos en marcha se engancharan definitivamente; si se orientaran, no hacia simples sistemas de organizacin y de disciphna social, econmica o nacional, o hacia un orden verdaderamente aristocrtico y tradicional?

    De todos modos, nosotros pensamos que no estamos equivocados al decir que se trata de un libro extremista, que vale la pena leer, puesto que presenta la historia bajo un punto de vista inslito y abre vastos horizontes a una meditacin provechosa, a pesar de un cierto carcter unilateral y simplificacin excesiva. Es necesario no olvidarnos que l surgi en Francia, es decir, en un medio donde, quien quisiera defender hasta el fondo y sin atenuaciones la herencia espiritual de la antigua Europa aristocrtica y cathca, no se mostraria ni optimista ni concihante. Pero si este libro hubiese terminado con un estudio de la contrarrevolucin contempornea, los autores habran tenido un rol an ms til y estaran de acuerdo con aquellos que no se hmitan a constatar la decadencia moderna, sino que estn dispuestos a consagrar todos sus fuerzas para ponerle remedio.

    Julius Evola

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  • CAPTULO I

    EL SIGLO XIX: LA REVOLUCIN SE DESPIERTA

    La clave de la entera historia del siglo XIX es la evolucin del movimiento revolucionario de 1789 hasta el bolchevismo ruso.

    Esta lucha subterrnea se inici con la Revolucin Francesa, propiciada por los Illuminati reunidos en el Congreso de Wilhelmsbad bajo la presidencia del profesor bvaro Weishaupt. Un sector de la ciudad, ya asediado desde una decenas de aos atrs (ya que ella lo estuvo desde los tiempos de Rousseau, del Enciclopedismo y de la difusin de las logias), uno de los sectores ms bellos, fue tomado por asalto y sus habitantes fueron enrolados para atacar los sectores cercanos. Como sucede en los asedios verdaderos, esta parte de la cindadela fue recuperada por los otros asediados, despus de combates encarnizados que sucedieron en la era napolenica. Los asediantes, entonces, se retiraron y se recogieron en sus posiciones de seguridad. Pero ellos dejaron en la plaza asediada un germen infeccioso que aU fructific, deviniendo Francia en el siglo XIX en renfant terrible de Europa entera.

    Es en Francia que tuvieron nacimiento aquellas revoluciones que, bajo el disfraz de ideas liberales, nobles y generosas, con su gradual reahzacin, modificaron insensiblemente el rostro del mundo cristiano y la estructura interna de la sociedad europea, en beneficio de elementos revolucionarios, entre los cuales los hebreos estaban en primera fila. Toda la historia profunda del siglo XIX, hasta la Primera Guerra Mundial, es la historia de esta lucha muda y sorda en la

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  • mayor parte de los casos; lucha entre los asediantes, que saban muy bien lo que hacan y los asediados, que no se daban cuenta de lo que suceda.

    Dicho proceso ha durado exactamente un siglo y dos aos (1815-1917) y l ha conducido a dos resultados.

    El primero es la transformacin de las sexta parte del mundo habitado en un foco revolucionario, impregnado de masonera y de judaismo, en la que la infeccin ya madura se vuelve consciente de las fuerzas que la organizaban, con la seguridad total en vista de la segunda parte del programa.

    El segundo es la transformacin del resto del planeta en un ambiente blando, desarticulado y dividido interiormente por rivahdades irascibles y odios regionahstas. Ella lo ha vuelto incapaz de toda iniciativa de carcter ofensivo e incluso defensivo, contra un enemigo cuya fuerza y cuya audacia haban aumentado considerablemente y que, seguro de su inmunidad, crea poder atacar siempre, sin correr el riesgo de tener que defenderse nunca.

    Definitivamente, esto se debi a un ambiente mundial tan dominado por el capitahsmo, tan anemizado por la democracia, tan sacudido por el socialismo y dividido por nacionahsmos mal entendidos, que ya no fue capaz de oponer firme resistencia a un similar ataque.

    En el ao 1813 la Europa tradicional por fin se haba decidido a reaccionar solidariamente contra la revolucin, personificada por Napolen. Se trataba propiamente de la revolucin, y no de Francia, del mismo modo que se combate contra la enfermedad que aqueja a una persona y no contra la persona misma. La mejor prueba de ello es que el Congreso de Viena no abus en absoluto de su victoria respecto de la Francia vencida, la que no perdi nada de su territorio, en

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  • cuanto voM a ser una monarqua honorable y honrada. Los monarcas de derecho dhino en Europa no hicieron sino reparar su culpa capital, por causa de la cual haban corrido el riesgo de perder la corona y que habra empujado a sus pueblos a las convulsiones democrticas ya un siglo antes del momento fijado por el destino.

    Esta culpa se refera al hecho que todos los monarcas, en cuanto a miopa, haban superado incluso a Luis XVI. ste se haba obstinado en no ver nada ms que movimientos accidentales de revueltas debido a descontentos ocasionales, all donde en cambio comenzaba la era revolucionara. Del mismo modo, estos monarcas slo pensaron en rivalidades de nacionalismos regionalistas, en lugar de ponerse de acuerdo como un solo hombre, olvidando sus divergencias crnicas que, en comparacin, eran solamente discordias de familia, para aplastar el germen, antes que pudiera manifestarse y difundirse, el peligro que amenazaba el mundo.

    Como demasiados de nuestros contemporneos, ellos tampoco parecieron darse cuenta que se iniciaba un nuevo captulo de la historia. La guerra por excelencia del siglo XIX deba ser aquella de los estratos sociales superpuestos: la guerra de la democracia universal contra la lite universal; la guerra de lo de abajo contra lo de arriba; y la guerra del mundo infero contra el mundo divino ser en general la consecuencia lgica. Donde la democracia triunfar, all lo bajo se transformar en lo alto y deber defenderse contra algo ms abajo an, que a su vez, se encontrar en la misma situacin apenas llegado al poder y al vrtice. En Hnea de mxima, ha sido siempre la guerra de la democracia contra una aristocracia relativa, y as deban sucederse las cosas fatalmente, hasta el da en que se toc fondo.

    El da de hoy, slo Rusia ha alcanzado ese cero absoluto, debajo del cual ya no queda ms nada; as, ella es el nico pas en la historia, en el que la revolucin est

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  • estacionaria, y no aumenta ya en profundidad: ella tiende slo a la expansin y no podra ser de otra manera. Contra nuestros argumentos, que la revolucin bolchevique ha alcanzado el ltimo grado de profundidad, se podra objetar que las cosas no son as, puesto que ella todava no ha ganado la mayor parte del pueblo ruso, en sus estratos realmente profundos. Quien postulara dicho argumento y fuese tambin sincero, puesto que muchos lo utilizan solamente para no dejar entrever la verdad, ste demostrara de haberse quedado en el punto de considerar la revolucin moderna o la democracia, que es su continuacin, como una manifestacin "del pueblo, hecha por el pueblo, para el pueblo". La verdad es, en cambio, que la revolucin y la democracia son slo medios empleados en el conjunto de un plano de conspiracin general, para arrancar el poder sobre el pueblo de las manos de aqul grupo y de aquella idea positivamente aristocrtica, que siempre ha estado por sobre y ms all de la mayora del gnero humano.

    Revolucin burguesa, democracia, revolucin "social", comunismo, no son sino varios episodios del duelo gigantesco entre dos grandes principios, personificados uno por la tradicin y el otro por la anti-tradicin. Y si Satans se rebel, en nombre de la libertad y de la igualdad respecto a Dios, ello no ha acaecido slo para no seruir^^^ sino para someter, sustituyndose a la autoridad del Altsimo.

    -4 El texto original en el italiano dice: E se Satana si ribellato in nome della liberta e dell'uguagliama rispetto a Dio, cid non accaduto solo per "non servir", ma per asservire, sostituendosi a'autorit legittima deU'Altissimo. Debe comprenderse, en consecuencia, la disposicin del ngel rebelde, no slo a no servir (non servam), sino para hacerse servir.

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  • El pueblo no es luego el sujeto sino el objeto de esta revolucin del pretendido progreso democrtico, constelado de revoluciones violentas que aceleran su marcha.

    Queda an toda la jerarqua humana cuando nos comenzamos a separar de la tradicin: el Renacimiento. Quedan los prncipes y los reyes, cuando nos separamos de la jerarqua religiosa y del emperador: la Reforma. Queda la burguesa cuando nos separamos de la nobleza de los prncipes y reyes que son los pices de sta: Revolucin Francesa. Queda an el pueblo, cuando se sobrepasa el plano de la burguesa: 1848 - 1917. No queda sino la escoria y un mundo subhumano cuando se va ms all de las masas: 1917, bolchevismo. Cuando la revolucin se complete en profundidad como lo es ya en Rusia, y en extensin, como podr serlo slo cuando el mundo se parezca al decado imperio de los zares, ella no se preocupar de lo que piense el pueblo, ms de lo que a nosotros nos preocupa aquello que nuestros corderos o nuestros bueyes podrn tener en la cabeza, puesto que sabe que bastan unas pocas bacterias para exterminar sin peligro alguno para nuestras personas, la totalidad de todas las bestias del rebao.

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  • CAPTULO II

    LA SANTA ALIANZA - EL LTIMO EUROPEO

    Si bien pocos entre nuestros contemporneos, despus de un siglo de experiencias crueles y desilusiones conclusivas, han llegado a comprender el verdadero sentido de la revolucin y de la democracia, no debemos asombrarnos que los Aliados de 1815, para quienes el fenmeno era an nuevo, tuvieran, al respecto, ideas ms bien confusas.

    Sin embargo, el ms inteligente entre sus estadistas, el menos miope del siglo XIX, el principe Metternich, pareca darse cuenta de la pesadilla espantosa que se cerna sobre el porvenir. Y l no dej nunca de hacer todo lo que estuvo a su alcance para que el Congreso de Viena no fuera nicamente un "hermoso ocaso" para los reyes. nico en aquella asamblea, constituida exclusivamente por aristcratas, l supo elevarse ms all de los intereses inmediatos de su pas, tratando de constituir un frente nico y permanente dirigido, no tanto contra el pehgro externo propiamente tal, sino contra el peligro interno amenazante en todas las naciones europeas. Las medidas tomadas contra la posibihdad del retorno de Napolen no tenan por objetivo al gran general, sino al hombre que, desde los roqueos de Santa Elena, se haba proclamado "el mesas de la revolucin" y cuya leyenda haba sido usurpada por la democracia, que haba confiscado los laureles napolenicos para esconder sus srdidos harapos bajo un manto de epopeya.

    Metternich no tena nada contra Francia, contra la vieja Francia tradicional de los Borbones, pero

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  • desconfiaba del pas, en el que la "mentalidad nueva" pareca haber establecido su cuartel general.

    El porvenir deba encargarse de demostrar cuanta razn l tuvo. El drama de la Revolucin no se haba desarrollado en vano ante sus ojos. Aquella leccin, intil para muchos, l no la haba ohidado. l haba visto la constitucin "liberal e iluminada" aplanar el camino que la Gironda y el Terror deban recorrer, comenzar con los abrazos y terminar con las decapitaciones. l haba visto al liberalismo ser el preludio del jacobinismo, y l no se haca ilusiones sobre las bellas fi-ases rimbombantes que fascinaban a las mentes dbiles y sugestionables. Debido a esta clarividencia suya, l nunca dej de ser "la bestia negra" por antonomasia de los "corazones nobles, sensibles y generosos" que reciban devotamente la comunin bajo el signo de los "inmortales principios", de los gigantes sin fe y sin ley de la Revolucin Francesa. Y aquellos osan reprocharle an hoy, despus de tantas pruebas nuevas a su haber a favor de sus ideas, haber metido en el mismo saco jacobinismo y liberaKsmo, libre pensamiento y principio de las nacionalidades, estigmatizando el conjunto con los eptetos de secta, peste y hecatombe. l no fue ciego como tantos conservadores y aristcratas contemporneos. Ellos, despus de haber tenido tantas ocasiones de estudiar dichos sntomas en su aparente diversidad, tan sabiamente graduada, con el fin de no alarmar sino progresivamente y en pequeas dosis, desconocieron su ntima unidad y no se dieron cuenta de la conexin entre causa y efecto existente, desde ms de un siglo, entre cosas que se trata de diferenciar slo para engaar y confundir a los miopes, con la diversidad del nombres: liberalismo, humanitarismo, tolerancia, libre pensamiento, modernismo, constitucionalismo, parlamentarismo, preludios idhcos del jacobinismo.

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  • radicalismo, comunismo. Comit de la Salud Pblica y la Ceka.

    La superioridad de Metternich respecto de todos los hombres de estado de su siglo, para no hablar de aquellos de tiempos sucesivos, consiste precisamente en haber visto como unidad, como sntesis, el mal futuro. Habiendo constatado aquel frente nico de distintas denominaciones, l trato de reunir a todos los suyos, todos aquellos que la revolucin consideraba como futuros obstculos, en otro frente nico sin distinciones de nacionalidad, para oponerse al primero en toda la extensin de Europa. Era, sta, una innovacin indita y creativa en el dominio poltico, que se puede resumir as: "Desde ahora, en Europa, ningn enemigo a la derecha", con el corolario: "Todo lo que est a la izquierda, o solamente fuera de la derecha, es nuestro enemigo". En este terreno, Metternich concuerda con Lenin, pero no concuerda con ninguno de los conservadores contemporneos. Otros hombres de estado de aquel perodo, que los manuales de historia suelen poner a su mismo nivel, aparecen esencialmente como grandes exponentes de su nacin. Metternich en cambio, embebido de las tradiciones del Sacro Imperio, del que los antepasados de su soberano haban sido titulares durante muchos siglos, tuvo en cuenta no tanto su nacin austraca, sino ms bien Europa y fue ciertamente, despus de Carlomagno, uno de los ms grandes "europeos".

    l no perteneca a la raza de aquellos insensatos que consideraban el colmo de la sabiduria diplomtica el contemplar con agrado el incendio que estalla en la casa de un vecino incmodo, y que no se daban cuenta de vivir en una poca en la que todas las casas de la ciudad europea escondan en su subsuelo materias explosivas, sin que su misma casa pudiera ser la excepcin. l no habra estrechado una alianza con carbonarios y franc-

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  • masones, como hizo Cavour. Precisas razones tctica?, bien es verdad, llevaron a Cavour a este pacto con la subversin, en nombre de la unidad de la patria italiana. Pero, habindolo aceptado, la Italia as reconstituida qued colocada en la direccin de un descenso fatal, que estuvo, por conducirla, por grados, hasta el comunismo. Ella ya habra sido hundida si la contra revolucin fascista no la hubiera salvado, contra toda esperanza, en el momento en el cual a muchos, todo pareca perdido.

    Metternich no habra alentado un rgimen republicano y democrtico en una nacin vecina, por ser sta un rival que deba ser debilitado y desmoralizado. Es aquello que Bismarck, en cambio, a pesar de ser monrquico y conservador, hizo con Francia: siendo instrumento inconsciente de la subversin, no encontr nada mejor que agredir a la Iglesia Catlica y estrechar relaciones con el hebreo Lasalle. El socialismo de estado de este ltimo, pretenda no ser internacional y reforzar la centralizacin administrativa y econmica del imperio alemn. Esto, hasta el momento en el cual dicha centralizacin hubiese estado completa. Entonces, un simple cambio de personal habra bastado para transformar este imperio, gobernado por una oligarqua aristocrtica aparentemente ms poderosa que nunca, en una repblica gobernada, harto ms despticamente, por una oligarqua hebrea o pro-hebreos.

    Este proceso Lenin lo ha descrito en sus obras y el mismo Lasalle lo deja entrever en las lneas de su correspondencia con su correligionario, el hebreo Karl Marx. El nacionalismo se mata a s mismo, cuando llega a este grado de violencia y obtusidad.

    Metternich vea el peligro supremo: pero era el nico. Por tanto, l desconfiaba ms o menos de todos, comenzando por Francia y terminando por Rusia. Poda ser de otro modo, dndose cuenta de ser el nico en ver los puntos de interseccin de todas las fuerzas que

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  • agitaban la sociedad de su tiempo? Por cul causa, entonces, un plan en conjunto, una obra de previsin tan excepcional y una valoracin tan exacta del carcter completo de su poca, no ha dado los resultados que era legtimo esperar?

    Antes de responder a esta pregunta, apresurmonos en decir que sera injusto no considerar como un resultado y como un gran beneficio para los pueblos, la paz ininterrumpida de la que la Europa cristiana ha disfi-utado desde el 1815 a 1853. Durante este perodo no hubo ni guerras, ni alarmas serias, ni aquella tensin nerviosa entre las naciones, que a la larga ha terminado por agotar los nervios de nuestros contemporneos. Una completa pacificacin durante cuarenta aos consecutivos es un buen record y nuestros abuelos la debieron a la concepcin de Metternich, a una concepcin antidemocrtica de las relaciones internacionales. Es cierto que es mucho; pero podra haber sido ms. La razn del fracaso final de la obra elaborada en Viena est en el hecho que un programa puede dar sus frutos solamente si es ntegramente seguido y ejecutado; nunca cuando ste entra, aunque sea parcialmente, en una especie de compromiso.

    Ahora, si bien mucho ms coherente y completa de todos los dems congresos y todas las conferencias sucesivas, la obra del Congreso de Viena fue, sin embargo, un compromiso entre la concepcin del canciller austraco y las idiosincrasias de los otros participantes. La tesis de Metternich era una alianza defensiva y ofensiva de todos los monarcas cristianos y autoritarios de Europa. Ellos deban considerarse como padres respecto de sus pueblos y como hermanos los unos de los otros. Deban garantizarse recprocamente las fronteras definidas en el tratado, para evitar toda discordia y concentrar el esfuerzo comn contra todo tentativo subversivo que pudiese amenazar, o siquiera

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  • slo poner en discusin, la dignidad de soberanos absolutos de derecho di\nno, propia a cada uno de ellos. Eso era el "cada uno para todos, todos para cada uno" de los reyes; en una palabra, una internacional blanca, la Sociedad de las Naciones de la derecha, la contraparte imperial y real anticipada del sueo masnico y democrtico del presidente Wilson.

    Desde su origen, la Santa Alianza fue condenada al fracaso por dos razones, que, en el fondo, se reducen a una. Sin embargo, nosotros las consideraremos pori separado. La primera contiene en potencia la segunda. Tiene un carcter sinttico y es con ella que comenzaremos.

    Quien se hubiere transportado con el pensamiento sobre aquellas orillas del Danubio Azul en el ao 1815, donde naci la Santa Alianza, habria constatado, estupefacto, que entre tantos y tan distinguidos padrinos, alguno faltaba. Era precisamente aquel, que lgicamente, debera haber sido la llave maestra del nuevo edificio poltico y social. Era la "piedra angular" sin la cual no es posible construir aquella unidad de la diversidad, a la que la Santa Alianza aspiraba. Era la piedra, por ejemplo, que fue la unidad en la diversidad de las naciones cristianas, desde Constantino el Grande, hasta la aparicin de Lutero, Calvino y sus discpulos.

    A partir del final del siglo XV en Europa no ha habido ya una unidad espiritual, sino slo un conjunto de diversidades de base confesional o ideolgica. La Reforma fue la primera ofensiva revolucionaria, el primer atentado contra el orden que, en el vrtice, tiene la fe, no la mera fuerza, sin otro criterio que s misma. Nosotros queremos decir la fe que, siendo necesario, se sirve de la fuerza, cosa bien diferente de la fuerza que trata de crearse artificialmente una fe, para servirse de eUa.

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  • Entre ambas concepciones hay un abismo. Si la Reforma, como revolucin rehgiosa, no ha matado el derecho divino en la letra, lo ha matado en el espritu, dejando la segunda fase del desarrollo subversivo a la revolucin social y poltica. Ella lo ha matado en aquello que constituye la garanta constitucional de los regmenes absolutos: la reahdad de una ley derivada de la tradicin. Esta ley, que es el recurso supremo del hombre, de la personahdad autnoma, contra la fuerza o, lo que es lo mismo, contra el nmero, tiene un valor universal. Ella es, en todo lugar, siempre la misma, en el espacio y en el tiempo, por sobre los pretendidos caprichos de las masas como tambin aquellos de los prncipes y de las lites. Decir que la autoridad es necesaria al orden es decir, de hecho, slo la mitad. Es necesario, adems, que la autoridad se apoye sobre algo inmutable y universal, no sobre aquello que es verdad hoy, error maana (democracia), verdad aqu, error all (nacionahsmo mal entendido). De otro modo habr forzosamente un conflicto entre la verdad de hoy y la de maana, entre la verdad de aqu y la verdad de all. En dicho caso, y por paradojal que esto aparezca, en la medida que las autoridades locales estn ms fuertemente convencidas de su verdad, tanto ms grande ser la anarqua universal. Y lo puede constatar quin hoy contemple el mundo a vuelo de pjaro, en lugar de limitarse a analizar con el monculo lo que acontece en unos cuantos kilmetros cuadrados durante una estacin.

    Con el objeto de que la autoridad se apoye sobre una base firme, es necesario que ella se remita al derecho divino. Slo este es firme y permanente como Dios mismo. El derecho divino, lo dice el mismo nombre, no es el derecho de los reyes y tampoco es el del Papa. Es el derecho de Dios, como se manifiesta en la tradicin. Los jefes de estado y el pontfice, no son sino sus vicarios. Joseph De Maistre, contemporneo del Congreso de

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  • Viena, no tuvo l mismo, sino razn a medias, cuando dijo que el Papa debe ser el moderador de los reyes. El Papa y los reyes no son sino los intrpretes de la ley, cada quin en su propio dominio y en este sentido ellos representan soberanamente los ejecutores. Pero, no por ello, el Papa representa en menor grado el nico punto posible y visible de referencia para una unidad en la diversidad, es decir, para un reflejo de lo que es verdadero e inmutable en el espacio y en el tiempo.

    En esto consiste la esencia del derecho divino. Se replicar que las monarquas de derecho divino han tenido en su origen, actos de fuerza. Ciertamente, pero si estas afirmaciones han devenido en derechos divinos, o mejor, en derecho divino, quiere decir que ellas se han subordinado a dicho derecho, implicante al mismo tiempo un deber. Con ello, stas han entrado en el orden universal e inmutable de la tradicin, del mismo credo y del catecismo uniforme, que es el credo en accin. Se necesita alguna cosa ms, en la prctica?

    En las antpodas del derecho divino, se encuentra la voluntad de las naciones desacralizadas y materiahzadas, que es precisamente verdad aqu, error all, verdad hoy, error maana.

    Los reyes que han optado por la Reforma han votado por aquello que, despus, debera eliminar el principio en virtud del cual ellos reinan, por gracia de Dios. Queriendo liberarse del yugo constituido por la palabra de Dios, ellos han cado bajo el yugo de las palabras incoherentes de los hombres. Sin darse cuenta, ellos han cedido sus derechos de progenitura por un plato de lentejas, al cambiar el derecho divino por la voluntad nacional.

    La obra de demohcin iniciada por el protestantismo ser continuada por el filosofismo, el atesmo, el democratismo, el civismo, el nacionahsmo colectivista y

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  • el capitalismo. Con el adviento de la Reforma, en una parte del Occidente el derecho divino deja de vivir. An durante un cierto lapso de tiempo, subsistir como una virtuahdad, como aquellos astros apagados cuya luz sigue llegando hasta nosotros; pero ellos no sern ya una reahdad.

    La revolucin estaba ya contenida en la Reforma, una estando respecto de la otra en relacin directa de causa y efecto. En los pases donde la Reforma ha triunfado, no ha habido ni siquiera una revolucin visible, sino una evolucin lenta y progresiva que ha conducido al mismo resultado, a la adoracin de abstracciones y de ideas que sustituyen a Dios en una especie de derecho divino mitolgico.

    El vrtice de este nuevo derecho, no siendo lo superior sino que aquello que es inferior, ha producido exactamente y textualmente la inversin del edificio tradicional.

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  • CAPTULO m

    LA SANTA ALL\NZA, NACIONALISMO Y UNIVERSALISMO

    Nuestros contemporneos, incluidos aquellos que estn personal y directamente amenazados por la subversin, entienden an menos que nuestros antepasados que, para reaccionar eficazmente contra el peligro mundial, es necesario remontarse, no a la mentalidad del siglo XVIII, ni a la del siglo XVII o a la del siglo XVI, sino al espritu de las Cruzadas.

    Es apenas necesario aadir que no se trata de volver a las velas de sebo, a la diligencia, a la servidumbre de la gleba y a la persecucin de las brujas, sino a aquel espritu que supo hacer para el bien aquello que hoy la subversin sabe hacer para el mal: un fi*ente nico, un solo bloque, tapizado de lanzas, dirigido en formacin cuadrada contra el "infiel", que es uno aunque est en todas partes, y que, similar a ciertos insectos tropicales, sabe asumir el color especfico de las hojas que l mordisquea y del ambiente en el que se encuentra.

    La Restauracin, propiamente hablando, no ha sido una contra revolucin que hizo tabula rasa de todo lo que haba acontecido: en esto est su debihdad. Olvidada la advertencia evanglica, esta realizacin plida y prudente, en cambio se ingeni en verter el vino aejo de la regahdad tradicional en las barricas nuevas y ensangrentadas dejadas por los regicidas. El resultado, como se sabe, fue aquel predicho por el Evangelio. Se limit a aquel programa meramente defensivo, que no recogi triunfos, sino slo desastres; al programa de aquellos "moderados" que fi-enan y reprimen, pero

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  • nunca se dan la media vuelta y hacen marcha atrs, de manera que aquellos que le siguen terminan siendo atropellados, pasando stos sobre sus cuerpos. En 1815, solamente Austria se enfrentaba a la verdad prctica y reahsta de la historia. Ella sola reconoca, a travs de la mirada aguda de su canciller, que contra un plan de conspiracin histrica, remontable bastante ms all de 1789, y de conspiracin total, ya que era religioso y civil al mismo tiempo, era necesaria una reaccin total y no parcial, una reaccin dirigida a la esencia y no slo al sntoma inmediato: puesto que no se sana ciertamente de un veneno, administrndolo diluido en agua azucarada.

    Las xenofobias agudas de los nacionalismos modernos, con sus miopes egosmos que slo van en provecho del enemigo comn, volvieron a Europa inorganizable. Ella no puede devenir una unidad en la diversidad, por cuantos cuidados pueda tenerse para respetar estas diversidades en s mismas legtimas. Los imbciles pueden ya gritar desde los techos que la rehgin es nada: la religin es todo y lo dems es su consecuencia. He aqu por qu la Santa Alianza no pudo ser la continuacin del Sacro Imperio.

    La Santa Alianza es al Sacro Imperio, como la Sociedad de las Naciones es a la Santa Alianza. La Sociedad de las Naciones ser una demagogia de las demagogias, una incoherencia de las incoherencias. Ella ser luego una incoherencia y una demagogia, elevada a la segunda potencia, en otros trminos un parlamento de los parlamentos, una nacin de las naciones, una multitud de las multitudes^s. Por lo dems, la Santa Alianza estuvo ya ms que a la mitad del camino que

    15 En la edicin que corresponde a la traduccin de este libro al italiano a partir del idioma francs, el traductor incluy una nota que seala lo siguiente: "Es obvio que esto vale en forma idntica para la ONU actual".

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  • separaba el Sacro Imperio de la Sociedad de las Naciones. Ella estuvo ms cerca de esta ltima puesto que, no lo olvidemos, dos de sus componentes, Francia e Inglaterra, tenan ya un rgimen constitucional de los parlamentos, con los cuales los dirigentes tenan que vrselas.

    Resumiendo, el mal, a causa del cual la Santa Alianza deba perecer, era un mal originario, inherente a una fecha de la historia y contra el cual ya nada se poda hacer en 1815, ya que no se podan suprimir retroactivamente Lutero y Voltaire, Calvino y Rosseau. Son los manes de estos muertos, como aquellos de Cromwell y Robespierre, reunidos contra el enemigo comn, que deban matar a la Santa Alianza, puesto que ella no supo matarlos por una segunda vez en sus tumbas.

    Uno de los signos exteriores de este defecto de origen era la ausencia del Papa que, por lo menos para las naciones catHcas, habra constituido una conexin a una superior unidad. Ms en general, faltaba un jefe que, como representante de la pura autoridad espiritual, en la plenitud de su universalidad e independencia, pudiese afirmar su derecho por sobre todos y emerger como una comn oriflama, sin que ninguno de los grandes de aqu abajo pudiera sentirse humillado o menoscabado, debido a la trascendencia y a la forma supra-poltica misma de su funcin. Y si este supremo, intangible punto de referencia falta, si esta pura autoridad espiritual calla, es evidente que ser el turno del que cante ms fuerte, hasta callar la voz del vecino, uno con el Rule Britannia, otro con el France D'Abord y otro con Deutschland ber Alies.

    A pesar de su nombre, como coalicin, sobre todo poltica, al nacer la Santa Alianza llevaba en su pecho una enfermedad mortal. Como se ver en esta obra a continuacin, los dos estados surgidos de la Reforma y

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  • aquel que conservaba el recuerdo de la Revolucin, fueron los elementos desleales por los cuales al final fue destrozada.

    Este proceso dur un cierto tiempo, casi cuarenta aos, durante los cuales el vaco se hizo an ms grande; insensiblemente, la Santa Alianza, o lo que de ella an subsista en el papel, devino en un mito, cuya nica reahdad palpable era Austria.

    Con sus reinos, sus principados y sus condados, con sus pueblos, lenguas y razas, pacficamente agrupados bajo el mismo cetro, esta supervivencia del Sacro Imperio realizaba ya en s misma, en proporciones reducidas, el tipo y el carcter de una Santa Alianza, donde el catohcismo tena la primaca sobre cada particularismo.

    Tanto poltica como religiosamente ella era catlica por excelencia, y por esto ella fue el blanco del odio de todos los protestantismos, liberahsmos y democratismos. Slo Austria poda seguir siendo el exponente de la Santa Alianza, que en ella se confunda con el Sacro Imperio, sin haber podido hacer participar al Papa, puesto que qu habra podido ella contra tres, e incluso contra cuatro?

    As fue Austria hasta el da en que sus antiguos asociados se le arrojaron encima. La voz de las afinidades histricas, liberadas de las contingencias y del accidente representado por la Santa Alianza y reforzadas por la accin incansable de la subversin moderna, finalmente se haba hecho sentir: ella haba sido sofocada, por el miedo, durante 40 aos; pero la inchnacin natural, prohibida, volva ahora a la carga.

    La revolucin de 1830 seala el fracaso histrico de la Santa Alianza.

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  • Examinemos ahora, anahticamente, tomando en cuenta lo dicho hasta ahora, la razn por la cual la concepcin de Metternich, finalmente, despus de haber dado a los pueblos cuarenta aos de calma profimda, ha fracasado. La causa principal est en el hecho que, a pesar de los acuerdos firmados, el fi*ente nico contra todo retorno de la revolucin, existi slo en el papel. Si la clusula ms importante de dichos acuerdos, el derecho, o mejor dicho el deber de intervencin, hubiese fincionado, es muy probable que, despus de 1789, liquidado por el 1815, no habra existido un 1848 y, consecuentemente, debido a que todo est encadenado, tampoco el 1866 y luego el 1879 y finalmente el 1914-1917, seguidos por el marasmo mortal en el que gran parte de Europa fie inmersa, para mayor gloria del tringulo masnico y de la estrella de Israel. Si la solidaridad de los reyes, cuando ellos eran an dueos de la situacin, se hubiera asemejado a la de los hebreos, nunca la subversin habra prevalecido contra ellos. Pero, a pesar de las lecciones de la Revolucin Francesa, los monarcas, una vez conjurado el peligro inmediato, volvieron a pensar y a actuar como en el siglo XVIII, es decir, segn la oportunidad inmediata y particular.

    Dejando de lado los casos de Blgica y de las colonias espaolas de ultramar, puesto que ellos, en vista del presente fin, son menos interesantes, fie Francia la que dio el primer golpe al pacto de Viena. La revolucin de 1830 era un caso previsto por el principio de intervencin. Los monarcas legtimos por "gracia de Dios" se haban garantizado mutuamente su legitimidad.

    Ahora he aqu que la insurreccin depona un rey legtimo "por la gracia de Dios", es decir, un soberano que Dios solamente poda llamar de vuelta a l y, eventualmente, slo su sucesor legtimo sustituir. El sucesor legtimo exista; sin embargo fie otro el elegido. Este otro realizaba el tipo de mentahdad del "justo

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  • medio", mentalidad burguesa y mediocre por excelencia. En su persona, l representaba simultneamente la tradicin real y la revolucionaria. Fue elegido l, porque as le haba gustado al pueblo: rey de los franceses por tanto y no rey de Francia, es decir, no propietario por herencia de Francia, sino ms bien primer funcionario del pas. Como todo funcionario, l era, por tanto, revocable.

    Incluso oficialmente, l no era ya rey por la "gracia de Dios" sino por "voluntad de la nacin", frmula nueva sobre la que basta un momento de reflexin para darse cuenta cuan poco tiene ella que ver con la monarqua tradicional. Es una realeza privada del principio que constituye su razn de ser.

    Aqu no se trata de un simple matiz, de una frmula sin importancia, sino del abismo existente entre dos mundos, el de la lgica y el del absurdo. Lgicamente, aquel que est en lo alto no puede estar subordinado a aquel que est en lo bajo, sin que l deje automticamente de estar en lo alto. La afirmacin que el pueblo no est constituido por los hombres del pueblo, sino que represente una entidad casi metafsica, es una sutileza sofista o una mala broma. Dicha afirmacin es, adems, infinitamente peligrosa, a pesar de su moderacin aparente, calculada para no espantar los ambientes moderados.

    Los sociahstas y los mismos bolcheviques, no hay que olvidarlo, dicen ms o menos la misma cosa: los obreros de pases industriales como Inglaterra, los obreros y campesinos de pases rurales como Rusia, constituyen la mayora del pueblo, luego, segn la virtud democrtica del nmero, son el pueblo con letra mayscula.

    Una vez admitida la tesis de la voluntad de la nacin como origen del poder, ya no hay ninguna

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  • necesidad de llegar tericamente al bolchevismo: slo hay un desarrollo lgico y progresivo de la doctrina. Es entre el "gracia de Dios" y la "voluntad de la nacin" que se encuentra el abismo y es aqu donde comienza el descenso: toda la historia del siglo XIX es su demostracin.

    Sin contar Suiza, Francia ha sido la primera en saltar sobre este abismo, por la segunda vez en 1830. Fue, de hecho, una recada en la revolucin, pero llevada a cabo tan discretamente que no se vieron las consecuencias y no se sospech que, en vas de principios, Francia haba dejado de ser una monarqua. Con la vuelta de la bandera tricolor en lugar de aquella con la. fleur de lys, Francia volva a la tradicin revolucionaria y napolenica. Ella persigui la difusin de la democracia y la emancipacin de las nacionalidades, es decir, el testamento de la revolucin, del que Napolen en Santa Elena se haba declarado el ejecutor. Ahora, precisamente contra este principio la Santa Alianza se haba levantado.

    De hecho, no puede existir sino una sola internacional de derecha, aquella de derecho divino, del principio de la autoridad de lo alto. En virtud de dicho principio no slo el rey, sino tambin cada padre y cada superior legal representa a Dios si obedece sus mandamientos. Y no puede haber sino una internacional de izquierda, aquella de la voluntad popular o del principio de autoridad desde abajo, es decir, emanantes de aquellos que deben obedecer. Si ellos no obedecen no puede haber orden en un modesto taller o en la ms humilde famiha, con mayor razn en el Estado. Cmo se puede simultneamente mandar como principio y obedecer en la prctica? Los soviet bolcheviques no deban ser otra cosa: en un regimiento, por ejemplo, el coronel y los oficiales habran debido mandar solamente siguiendo la voluntad de quin deba obedecerles, es

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  • decir, de los delegados de los soldados, reunidos en un consejo o soviet. Es el principio mismo de la voluntad de la nacin lgicamente aplicado en todos sus grados, en lugar de ser ilgicamente restringido a un solo aspecto. Es el principio opuesto al del derecho divino, en virtud del cual el coronel manda en nombre del rey que, a su vez, manda en nombre de Dios.

    La diferencia ms esencial entre estos dos principios est en un punto de suprema importancia: es decir, que el gobierno de derecho divino no es arbitrario ni absoluto, sino guiado y hmitado por la tica tradicional.

    Ni podra ser de otro modo. Basta la lgica para entender que, "el lugarteniente visible de Dios", rey, padre o jefe, no puede, sin minar su autoridad, actuar contrastando las instrucciones precisas fijadas por su capitn invisible. Dios. En cambio, la voluntad llamada nacional, en sentido de mayora plebeya, inconsecuente e incoherente, no tiene que rendir cuentas a nadie. Ella es legtima, legal y suprema, cualquier cosa que ella haga, cualquiera que sean las tribulaciones que impone, los delitos, las impiedades, las extravagancias y las abominaciones por ella cometidas. Y no es tanto al rey que ella se sustituye, sino ms bien a aquel que hace reinar los reyes, a Dios. No nos damos cuenta de ello: que dicha senda queda abierta legalmente, apenas el principio de la voluntad nacional se sustituye al principio del derecho divino.

    Por esto, tantas naciones europeas se encuentran hoy sobre dicha senda. De aqu nace su desconcertante repugnancia a combatir el bolchevismo, el que no hace sino precederla derivando, en resumen, del mismo principio ideolgico, de aquel de la pretendida voluntad de las masas, identificada con los campesinos y los obreros: "pretendida" voluntad, puesto que dichas masas no tienen ninguna ingerencia en lo que es verdadera voluntad pblica.

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  • Es el annimo, el inaferrable, el imTilnerable que se encarga de querer por ellas, aqu y all. O, por lo menos, se le puede tocar a este annimo, solamente cuando ha tomado forma de "comisario del pueblo", mientras en otras partes, ms prudentemente, ha tenido el cuidado de disimularse. Es su voluntad que ha sustituido la de los reyes e incluso la de Dios.

    Pero si ya tantas naciones europeas se encuentran sobre esta senda, las cosas no estaban an as en 1830. Entonces fue slo Francia la que, sin dar un portazo y como si nada pasara, abandon el frente de las naciones destinado a hacer de barricada contra la revolucin, para pasar al otro lado de la barricada. Muchos franceses estuvieron muy orgullosos por ello y siguen estndolo Por mucho ms an? Es lo que el futuro se encargar de demostrar.

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  • CAPTULO IV

    1848 INICIO DE LA REVOLUCIN MUNDIAL

    Con la Revolucin Francesa de 1830, el frente nico de la contra revolucin fue desfondado. Francia ya deba devenir el foco de las ideas revolucionarias, conduciendo a la Revolucin de 1848, en espera del da en el cual ella habra asumido netamente posicin como exponente titular de nacionahsmos plebeyos y del igualitarismo poltico. Las causas que han provocado la Revolucin de 1848 fueron tan ftiles, tan irrelevantes, que es mejor no preocuparse en absoluto de ellas y limitarse a decir que dicha revolucin estall porque deba estallar.

    Qu quera, en el fondo, el pueblo parisin? Sera en verdad embarazoso responder de otra manera que con el refrn: "no saba lo que quera, pero lo que quera lo quera a fondo". Pareca querer la felicidad universal sobre esta tierra. Pero, hay alguien que no la quiera?

    La variante especifica de 1848 era, sin embargo, la felicidad de los dems y al mismo tiempo la propia, y este fue el significado del nacionalismo para aquellos que "geman bajo el yugo extranjero", y luego de la democracia, una vez satisfechas las exigencias del nacionalismo. Las palabras yugo, gemir y extranjero estaban estrechamente asociadas. Del mismo modo felicidad era sinnimo de democracia, de repbhca, de nacionalismo jacobino.

    Se puede ser tan ingenuo como para suponer por un solo momento que el sentido comn popular, tan refi-actario por naturaleza a toda abstraccin, haya extrado esta ideologa nebulosa desde su propio seno? El pueblo es el mismo en todo lugar. A veces

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  • aparentemente generoso al punto de no entender ms nada, otras veces aparentemente feroz sin que se sepa por qu; a veces sensible hasta la ingenuidad an cuando no hay la menor razn para conmoverse; otras impasible hasta el cinismo, cuando en cambio habra debido reaccionar e incluso rugir para no tener motivos de avergonzarse. l es aquello que ciertos elementos quieren que sea. He aqu porque estos elementos le confieren dignidad de rey, bien sabiendo que su soberana ser sencillamente la de eUos. Este es el verdadero resorte de la propaganda democrtica. Y as fue en Pars en 1848. El pueblo francs, en ese entonces "quera" la repbhca. Pero despus l querr el imperio al interior, y al exterior la guerra en nombre de los nacionalismos. En ello no hizo sino obedecer al plano de la conspiracin mundial.

    Se deca que Francia no era un pas como los dems, que su patriotismo no era suficiente para su gran corazn, que ella deba, por tanto, abrazar la causa de todos los nacionalismos de la tierra, sin siquiera examinar si dichos nacionalismos existieran fuera de la imaginacin. Francia tena este deber para consigo misma, habiendo heredado dicha misin de la Revolucin Francesa; y un honor como este compensa todo sacrificio.

    La felicidad de los hombres, se deca a continuacin, no consiste en la salud, en el bienestar, en la seguridad, materiahsmo indigno para aquellos que en nombre de la evolucin declaraban sin embargo ser la progenie de los simios! Ella tampoco consiste en la alegra del corazn y de la mente, sentimentalismo indigno para todo espritu fuerte. EUa consiste en dos cosas: ante todo, tener diputados elegidos por sufi-agio universal; luego, el tener diputados y ministros que hablen el mismo idioma, an no teniendo el mismo origen tnico, ya que pueden ser de sangre semita sin que ello

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  • constituya el menor inconveniente. Slo respecto de esto, el dogma nacionalista tena la manga ancha y encontraba de psimo gusto ver en ello algo como una adaptacin.

    Y he aqu que junto al paso de las revoluciones de 1848, comienza tambin el gran ascenso poltico, social y econmico del pueblo hebreo. Los hebreos devinieron en toda Europa aquello que ellos ya eran en Francia despus de la Revolucin Francesa: ciudadanos de las naciones en las que ellos haban instalado sus carpas de beduinos del oro, ciudadanos en todo y por todo iguales a los verdaderos, luego alemanes en Alemania, prusianos en Prusia, austracos en Austria, hngaros en Hungra, italianos en Italia: esto devinieron poco a poco, en la medida que las revoluciones se sucedan y que las ideas "nuevas" devenan en estatutos para las naciones europeas.

    La pretendida emancipacin de los pueblos y de los hombres fue el camino de su propia emancipacin. Todos los desarrollos anrquicos de las sucesivas democracias fueron, para ellos, otras tantas fuentes de influencia y de poder. Todos los armamentos impuestos por la exasperacin de los nacionalismos fueron para ellos instrumentos de ganancias. Los impuestos que arruinaban las naciones y los hombres enriquecan a los hebreos, puesto que eran ellos que los reciban, a travs del intermediario de los estados. Los hebreos se infiltraban por todas partes, y el aumento de las contribuciones serva slo para amortizar deudas que se creaban incesantemente, aumentado automticamente la riqueza, el poder y la presa de IsraeU^ y de la

    , internacional capitalista, evidentemente a expensas de

    En este contexto Israel alude al ncleo racial judo y no al Estado de Israel an inexistente.

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  • todo el gnero humano que, sin sospecharlo, se estaba volviendo su deudor directo o indirecto.

    Las guerras y revoluciones que deban multiplicarse a partir de 1848 y que cada vez ms representarn calamidades para cada nacin, para sus proveedores de oro israelitas sern en cambio las operaciones financieras ms esplendidas. Los hebreos no tendrn fimdos o bosques, castillos o fbricas, pero poseen las acciones, las comanditas, los crditos que controlan todo ello, y aquellos que ofendern su mirada de envidiosos, con un despliegue exterior de riqueza, no sern, de un modo u otro, sino sus tributarios. Estos ltimos sern, al mismo tiempo, los pararrayos que atraern sobre sus cabezas y sobre sus propiedades tangibles pero efmeras los rayos de la clera popular, desviadas, en ese modo, de la direccin justa, del hebreo siempre inaferrable e irresponsable. Y cuando la desproporcin entre la grandeza de las empresas y la miseria de las masas se vuelva sensible y demasiado escandalosa, con apoyo de argumentos cientficos se explicar que se trata de una crisis econmica general, debida a causas impersonales, no de la simple transferencia de valores hquidos a los bolsillos judaicos y en general de la internacional capitalista.

    Dicho proceso ha sido relativamente lento en la primera mitad del siglo XIX; pero, a partir de 1848, todo proceder con pasos gigantescos en esta direccin. Y se asistir de verdad, entonces, "a un progreso ininterrumpido". La emancipacin jurdica y la igualdad civil de los hebreos respecto de los otros ciudadanos de las mismas naciones, luego deban ir en inmediato perjuicio de todos los otros ciudadanos. Acontecer algo parecido a aquel cuento de Las Mil y Una Noches, donde se habla de un imprudente que, atolondradamente, haba abierto una botella en la que estaba encerrado un genio malfico. Liberado de esta compresin, el genio se

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  • dilat en tal proporcin, que termin por abrazar el mundo entero y dominar la existencia de todos los hombres. En la segunda mitad del siglo XIX todas las funciones, las profesiones, las carreras y esferas de accin, con excepcin de cargos honorficos sin importancia social, se entreabrieron a los hebreos que alh se precipitaron en masa. Ellos hicieron a la grey^^ no semita una terrible competencia, quitndole todo puesto mejor.

    Solamente Rusia haba quedado cerrada frente a Israel. He ah el por qu del escndalo de la Rusia "oscurantista", que ser el tema favorito de la lectura y el pensamiento europeo de confeccin judaica.

    Hoy naturalmente, no se habla ya al respecto, como se habl entre 1848 y 1914: circunstancia que, por eUa sola, podra hacernos reflexionar y ensearnos acerca de la terminologa moderna, en virtud de la cual un estado es liberal, tolerante e iluminado cuando honra al hebreo, aunque oprima este Estado a todos los otros ciudadanos y aunque tenga, a la cabeza, a un feln reconocido. Pero l es en cambio, desptico, opresor y retrgrado, y es materia de escndalo, apenas trate de defenderse contra el hebreo, an cuando los dems ciudadanos no tengan el menor motivo para quejarse. Israel no perdonar a Rusia y apenas alcanzados sus objetivos en el Occidente y el centro deba dirigir sus esfuerzos contra el enemigo an en pie.

    Si el ao 1848 represent el equinoccio del hebreo, l fue seguido por innumerables temporales, con correspondientes cambios de temperatura; pero las relaciones europeas no deberan orientarse segn el nuevo orden de cosas sino alrededor de veinte aos despus.

    7^ Agrupacin de personas que tienen en comn ciertas caractersticas o ciertas afinidades.

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  • Prescindiendo de Francia, donde la monarqua de los Orlens haba sido la vctima, el primer tentativo de la revolucin pan-europea de la historia, de buenas a primera, pareci fracasar; y todo pareci volver al orden antiguo. Pero el plan general haba sido bien preparado: ningn estado conservador deba intervenir en la revolucin de su vecino, que era dejado solo para lidiar con ella. Slo Rusia tena las manos libres. Pero sus ojos estaban vidamente fijos sobre Constantinopla, donde el "enfermo" empeoraba continuamente y el zar concentraba todos sus esfuerzos diplomticos para adjudicarse la sucesin y devenir, de este modo, en el ejecutor del testamento de Pedro el Grande. En esos lados montaba guardia Inglaterra. Si bien la situacin era tensa, ambas partes no queran la guerra.

    Sobre dicha tensin contaban los partidos de la subversin mundial, esperando que ella neutralizara las posibilidades de intervencin de Nicols I en las revoluciones de los pases centro-europeos. Por lo dems, por su lado, el zar no haba optado por intervenir en dichos pases, ni siquiera en Prusia, cuyo soberano, su cuado, se encontraba, sin embargo, en una situacin difcil: ni hablar de las otras naciones que, como Italia, estaban demasiado lejos. Nicols I no tena el genio de un Metternich, ni tampoco la visin sinttica de la concatenacin de causa y efecto en la historia. Ms bien soldado que estadista, y autoritario hasta el punto de no escuchar consejo alguno, el vea slo las cosas cercanas, y estaba mil millas lejos de pensar que el incendio que ganaba terreno en Europa poda transmitirse a su imperio. l crea en la naturaleza de bronce de su imperio y no poda admitir, ni siquiera como hiptesis, que los liberales hebraizados de Occidente, por l tan profundamente despreciados, haba comenzado a cavar la tumba de sus descendientes: l, delante de quin todos temblaban, desde el Mar Blanco al Mar Negro y desde los Crpatos al Pacfco. Y l se comport como se

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  • prncipe Schwarzenberg^s, nuevo canciller del imperio, menos inspirado que su genial predecesor, enfil la peligrosa senda de los compromisos y las concesiones. Dicho modo de actuar nunca puede satisfacer a un enemigo insaciable por definicin; slo puede hacerle comprender que se le teme al punto de volverlo an ms exigente y arrogante. Ahora, quien no conoce la arrogancia democrtica, quien no ha escuchado el gritero de los energmenos descamisados, que pretender personificar al pueblo mudo e indiferente, no saben an lo que es la impertinencia. El rgimen de las medidas a medias dur varios aos. Al final se Ueg a una constitucin parlamentaria. El sistema austraco estaba resbalando sobre un plano inclinado. Los hebreos reciban todos los derechos civiles. Todos los caminos, con excepcin de los portones de la Corte Imperial, estaban abiertos para ellos. El partido de la Revolucin Francesa, que es necesario no confundir con Francia como nacin y pas, festejaba, luego, esta nueva victoria y la festejaba precisamente en Viena, en esta Kaiserstadt que era considerada el sagrario del feudahsmo y que haba sido la cuna de la Santa Alianza. Sin embargo, en Austria, a pesar de los cambios polticos, la estructura econmica y social an estaba impregnada del espritu feudal. Los seores eran econmicamente independientes del capitalismo y conservaban, frente a las masas, un prestigio infinitamente ms grande que el de los burcratas y diputados. Por otro lado, a ambos lados del Leitha, los jefes de las grandes familias de pura sangre eran miembros de la Cmara Alta, Uamada de los

    ^ El prncipe Flix de Schwarzenberg fue un aristcrata, militar y estadista austraco. Particip de las guerras napolenicas, fue diplomtico en varias embajadas austracas y gobernador de Miln. Luego de la cada de Metternich a raz de la Revolucin de 1848 y la abdicacin del emperador Fernando I de Austria-Lorena a favor de su sobrno Francisco Jos I de Austria, se hizo cargo del gobierno hasta 1852, desempendose como canciller de ste.

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  • Seores. Y las cosas deban seguir as hasta la Primera Guerra Mundial, con gran escndalo de los "espritus generosos e iluminados".

    Austria y Hungra, como Prusia y el resto de Alemania, deban demostrarse ms refractarias a la democracia de lo que fue Francia y de aquello que Rusia sera. Ningn Luis XIV y ningn Richelieu, as como ningn Ivn el Terrible y ningn Pedro el Grande habran desechado prehminarmente el sistema de la feudahdad patriarcal o domesticado la nobleza terrateniente. Esta ltima, casi en todos lados, haba sido atrada por las Cortes y haba perdido contacto con las tierras donde ella haba reinado y donde ella haba sido sustituida, en Francia y en Rusia en mucho mayor medida que en Austria y en Alemania, por funcionarios pagados, sin races en los lugares y listos para servir a la mejor oferta.

    La victoria celebrada en Viena por la subversin aunque brillante, no haba sido sino parcial. Decidido a proceder en orden, segn su costumbre, el frente secreto, por el momento, se mostr contento y dej hacer el resto a su aliado: el tiempo.

    La dificultad habra sido infinitamente menor si, en aquella poca, regmenes republicanos y parlamentarios hubieren estado ya en auge en Europa. Habra sido suficiente entonces, fabricar con la prensa y la propaganda, la opinin pblica deseada e inculcarla a ese "pueblo soberano" del cual se podra servir para demoler otro estado. Luego seran designados en los sillones ministeriales demagogos debidamente devotos a la causa. stos, con ayuda de la finanza, habran alimentado ciertas disposiciones colectivas, que se creen elementales y espontneas. Es de este modo que el capitalismo internacional se dispone hoy a provocar todas las guerras que desea e impedir aquellas que l no quiere. Para que dicho procedimiento sea factible se

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  • necesitan, sin embargo, dos cosas: ante todo, la pretendida libertad absoluta de la prensa, que ninguna autoridad tiene el derecho de amordazar, incluso cuando la salvacin de la nacin lo exige; y luego el rgimen republicano democrtico, en el que los hombres efmeros en el poder, no teniendo sino una relacin accidental con sus cargos ministeriales y fmciones que comienzan y terminan con sus billeteras, pueden decir: despus de mi, el diluvio^'^, siempre que pueda salvar en el Arca de No bastante dinero para mi y mi familia. En cambio, dicho punto de vista es ms que excepcional en un monarca, sobre todo si es absoluto, por la simple razn que el estado constituye su fortuna personal, su potencia, su riqueza, su gloria y la herencia para su posteridad. Es ya muy raro en el aristcrata propietario del antiguo sistema econmico, cuyas tradiciones no son nmades, como el Arca de la Alianza del Antiguo Testamento: su fortuna forma parte de la realidad del territorio nacional, ella no es movible y no se apoya sobre el crdito, es decir sobre deudas que lo sometan a los acreedores. En cambio, es lgico y natural un semejante punto de vista, en el oscuro "poltico" privado de ligmenes con el suelo y con la historia, sahdo de no se sabe dnde, para desaparecer con los bolsillos bien repletos despus de haber cumplido la tarea a la que fue propuesto por no se sabe quin. Par