Elogio de la Presas y embalses, un vida imperfecta ...

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Fin de semana 25 y 26 de mayo de 2019 I El Día de Valladolid OPINIÓN i 35 TRIBUNA LIBRE | MARÍA GONZÁLEZ CORRAL {Decana del Colegio de Ingenieros de Caminos} Presas y embalses, un patrimonio de todos El agua no la dan los ríos, sino las presas. Aunque solo fuera por esto, son del todo imprescindibles N o cabe duda de que la construcción de presas ha tenido y sigue tenien do mala prensa en nues tro país, acaso más que en otros países de nuestro entorno, princi palmente por motivaciones socia les y medioambientales. Sin em bargo, conviene destacar que des de hace muchos años ninguna otra obra pública se somete a unas exi gencias medioambientales tan es trictas, y que los procesos de infor mación y participación pública promueven activamente un prota gonismo plural y efectivo de la so ciedad civil. Sea como fuere, lo cierto es que las presas que embal san las aguas de nuestros ríos re sultan obras hidráulicas impres cindibles, siquiera fuera porque garantizan el 70 por ciento del agua potable que consumimos y porque constituyen, además, una fuente de energía limpia de que no deberíamos, de que no podemos prescindir. En primer lugar se quieren im prescindibles porque en un país como el nuestro, con regímenes de estiaje ya de por muy acusados, el cambio climático provocará -así lo prevén los planes hidrológicos- que las aportaciones hídricas acu sen una minoración notable y una mayor irregularidad temporal, de ahí que para conseguir una transi ción hidrológica exitosa los embal ses deberían de jugar un papel más determinante que el actual, ya sea para asegurar el abastecimiento humano y de uso industrial con una garantía suficiente, ya sea pa ra preservar -o incrementar- los actuales caudales ecológicos, ya sea para mitigar episodios de se quía o de inundaciones, o ya sea para hacer más resilientes y me dioambientalmente sostenibles nuestras ciudades y pueblos. Es por ello que no debería des deñarse la construcción de nuevas balsas y presas de regulación -o el recrecimiento de algunas de las existentes- como herramienta lida de política hidráulica y espe cialmente indicada para la nueva gobernanza del agua. En este punto conviene aclarar que la capacidad de regulación so bre aportaciones en la cuenca del Duero es tan sólo del 60 por cien to; que no existe ningún embalse con capacidad de regulación hipe- ranual; y que la mitad de la capa cidad de almacenamiento se con centra en la parte baja de la cuen ca, en la frontera con Portugal, estando así pues limitado el apro vechamiento -tanto espacial como de usos- de buena parte del agua embalsada en la cuenca. Por otra parte, y con mayor ra zón en una región como la nues tra, el agua no sólo ha de contem plarse como un bien público y me dioambiental irremplazable, sino también como elemento definito- rio de cualquier estrategia territo rial: la fijación de población en el mundo rural pasa necesariamente por potenciar la agricultura de re gadío y las industrias agroalimen- tarias vinculadas. Asimismo hay que subrayar que, a diferencia de lo que ocurre en regiones del cen tro y del norte de Europa, los culti vos en Castilla y León se muestran más sensibles a las variaciones meteorológicas anuales, pudién dose dar en las cosechas unas des viaciones medias del 25 por ciento de un año a otro, muy especial mente por causa del desigual régi men de lluvias. Para mitigar estas fluctuaciones debe asegurarse un capacidad nima y suficiente de almacena miento en embalses, si bien ello no está reñido, claro es, con la obli gada, sustancial y prioritaria re ducción del consumo de agua en los usos agrícolas, una reducción que se debe principalmente a la modernización de regadíos, que propicia notables disminuciones en el consumo por hectárea y que asegura así un uso más racional de un recurso regulado y escaso co mo es el agua. Por lo demás, acaso los tradicionales cultivos de seca no serán al cabo los más perjudi cados por el cambio climático en nuestra región, por lo que en bue na lógica debería de apostarse por incrementar la superficie dedica da al regadío. Por último, apenas si se tiene conciencia del valor patrimonial y estético de las presas, ni por parte de las Administraciones públicas ni por parte de la propia sociedad -las agencias de viajes no incluyen aún en sus «paquetes turísticos» visitas a las presas-. Vale con con templar cualquiera de las presas de los Saltos del Duero: Aldeadá- vila, Almendra, Ricobayo... para comprobar que este tipo de obras también merecen un juicio valo- rativo. El intenso extatismo de es tas esculturas ciclópeas, la inteli gencia geométrica de sus formas y su condición de objet trouvé en medio de la naturaleza deberían ser razones más que suficientes para su disfrute y reconocimiento estético. A ello habría de sumarse la divulgación de las historias que hay detrás de la construcción de estas obras hidráulicas, unas his torias que, sin asomo de exagera ción, merecen el calificativo de épicas. En fin, a modo de conclusión no está de más señalar nuevamente lo evidente: el agua no la dan los ríos, sino las presas. Aunque solo fuera por esto, son del todo im prescindibles. Elogio de la vida imperfecta EL BLOC DEL GACETILLERO JESÚS FONSECA Entender la imperfección de la vida y saber lidiar con ella es una de las mayores pruebas de sensatez humana C uando David se dispone a dar la batalla contra Goliat, Saúl lo protege con una armadura de aquí te espero. Pero el mu chacho, con esos arreos encima, ape nas logra moverse, por lo que se libra inmediata mente de aquellos capisayos y avanza desnudo, como vino al mundo, contra el enemigo. Y así, provisto de una honda con cinco cantos roda dos, vence al gigante. Triunfa el que parecía más frágil. Entender la imperfección de la vida y saber lidiar con ella es, tal vez, una de las mayores pruebas de sensatez humana. ¿Quién no está sujeto a irritantes im perfecciones? Por eso es más razonable asumir las propias limitaciones, que ir sobrado por la vi da. Como es más inteligente, también, sobrelle var con paciencia a los demás, en lugar de espe rar que cambien para adaptarse a nosotros. A estas y otras vainas, que tienen que ver con lo quebradizo del ser humano, dedica su Elogio de la vida imperfecta Paolo Scquizzato, un escri tor al que sigo de cerca, por su hondura y genia lidad. Saber reconciliarse con los límites y caren cias que nos singularizan, nos humaniza a no sotros y a nuestras relaciones con los demás. La perfección no existe en esta tierra. Todo está marcado por la fragilidad y las sombras. Descu brir que precisamente allí está nuestra riqueza, es el mejor negocio que podemos hacer. Para Scquizzato, nada de lo que llevamos dentro merece ser despreciado, por más ende ble que parezca. Nada. En realidad, es bien larga la lista de personas imperfectas que aúpan la vi da, día tras día. Tal vez porque fueron conscien tes de su verdad. Esa obstinación en que debe ríamos ser de otra manera, para ser aceptados por los otros y hasta por Dios, no es una buena idea. No hay nada, dentro de nosotros, por más imperfecto que sea, por más limitados que sea mos, que no nos ayude a crecer. Lo que importa es conocernos, aprender a hacer buen uso de nuestros límites, para acoger y compartir. El resto es paisaje. Ganas de marear la perdiz e hinchar el perro. Nuestra flaqueza puede ser la fuerza más grande. ¿Quién lo diña? Cuando le tomamos el pulso a nuestros límites, es cuando comenzamos a andar en la verdad y experimentamos la humildad que no es otra que cosa que «andar en la verdad», al decir de la San ta abulense. Sí, nuestra endeblez, es una fuerza más grande que cualquier otra. «Cuando soy bil, entonces soy fuerte», advierte Pablo de Tar so. Los perfectos no son gente de fiar.

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Fin de semana 25 y 26 de mayo de 2019 I El Día de Valladolid OPINIÓN i 35

TRIBUNA LIBRE | MARÍA GONZÁLEZ CORRAL {Decana del Colegio de Ingenieros de Caminos}

Presas y embalses, un patrimonio de todos

El agua no la dan los ríos, sino las presas. Aunque solo fuera por esto, son del todo imprescindibles

No cabe duda de que la construcción de presas ha tenido y sigue tenien­do mala prensa en nues­tro país, acaso más que en otros

países de nuestro entorno, princi­palmente por motivaciones socia­les y medioambientales. Sin em­bargo, conviene destacar que des­de hace muchos años ninguna otra obra pública se somete a unas exi­gencias medioambientales tan es­trictas, y que los procesos de infor­mación y participación pública promueven activamente un prota­gonismo plural y efectivo de la so­ciedad civil. Sea como fuere, lo cierto es que las presas que embal­san las aguas de nuestros ríos re­sultan obras hidráulicas impres­cindibles, siquiera fuera porque garantizan el 70 por ciento del agua potable que consumimos y porque constituyen, además, una fuente de energía limpia de que no deberíamos, de que no podemos prescindir.

En primer lugar se quieren im­prescindibles porque en un país como el nuestro, con regímenes de estiaje ya de por sí muy acusados, el cambio climático provocará -así lo prevén los planes hidrológicos- que las aportaciones hídricas acu­sen una minoración notable y una mayor irregularidad temporal, de ahí que para conseguir una transi­ción hidrológica exitosa los embal­ses deberían de jugar un papel más determinante que el actual, ya sea para asegurar el abastecimiento humano y de uso industrial con una garantía suficiente, ya sea pa­ra preservar -o incrementar- los actuales caudales ecológicos, ya sea para mitigar episodios de se­quía o de inundaciones, o ya sea para hacer más resilientes y me­dioambientalmente sostenibles nuestras ciudades y pueblos.

Es por ello que no debería des­deñarse la construcción de nuevas balsas y presas de regulación -o el recrecimiento de algunas de las existentes- como herramienta vá­lida de política hidráulica y espe­cialmente indicada para la nueva gobernanza del agua.

En este punto conviene aclarar que la capacidad de regulación so­bre aportaciones en la cuenca del Duero es tan sólo del 60 por cien­to; que no existe ningún embalse con capacidad de regulación hipe- ranual; y que la mitad de la capa­cidad de almacenamiento se con­centra en la parte baja de la cuen­ca, en la frontera con Portugal, estando así pues limitado el apro­vechamiento -tanto espacial como de usos- de buena parte del agua embalsada en la cuenca.

Por otra parte, y con mayor ra­zón en una región como la nues­tra, el agua no sólo ha de contem­

plarse como un bien público y me­dioambiental irremplazable, sino también como elemento definito- rio de cualquier estrategia territo­rial: la fijación de población en el mundo rural pasa necesariamente por potenciar la agricultura de re­gadío y las industrias agroalimen- tarias vinculadas. Asimismo hay que subrayar que, a diferencia de lo que ocurre en regiones del cen­tro y del norte de Europa, los culti­vos en Castilla y León se muestran más sensibles a las variaciones meteorológicas anuales, pudién­dose dar en las cosechas unas des­viaciones medias del 25 por ciento de un año a otro, muy especial­mente por causa del desigual régi­men de lluvias.

Para mitigar estas fluctuaciones debe asegurarse un capacidad mí­nima y suficiente de almacena­miento en embalses, si bien ello no está reñido, claro es, con la obli­gada, sustancial y prioritaria re­ducción del consumo de agua en los usos agrícolas, una reducción que se debe principalmente a la modernización de regadíos, que propicia notables disminuciones en el consumo por hectárea y que asegura así un uso más racional de un recurso regulado y escaso co­mo es el agua. Por lo demás, acaso los tradicionales cultivos de seca­no serán al cabo los más perjudi­cados por el cambio climático en nuestra región, por lo que en bue­na lógica debería de apostarse por incrementar la superficie dedica­da al regadío.

Por último, apenas si se tiene conciencia del valor patrimonial y estético de las presas, ni por parte de las Administraciones públicas ni por parte de la propia sociedad -las agencias de viajes no incluyen aún en sus «paquetes turísticos» visitas a las presas-. Vale con con­templar cualquiera de las presas de los Saltos del Duero: Aldeadá- vila, Almendra, Ricobayo... para comprobar que este tipo de obras también merecen un juicio valo- rativo. El intenso extatismo de es­tas esculturas ciclópeas, la inteli­gencia geométrica de sus formas y su condición de objet trouvé en medio de la naturaleza deberían ser razones más que suficientes para su disfrute y reconocimiento estético. A ello habría de sumarse la divulgación de las historias que hay detrás de la construcción de estas obras hidráulicas, unas his­torias que, sin asomo de exagera­ción, merecen el calificativo de épicas.

En fin, a modo de conclusión no está de más señalar nuevamente lo evidente: el agua no la dan los ríos, sino las presas. Aunque solo fuera por esto, son del todo im­prescindibles.

Elogio de la vida imperfecta

EL BLOC DEL GACETILLEROJESÚS FONSECA

Entender la imperfección de la vida y saber lidiar con ella es una de las mayores pruebas de sensatez humana

Cuando David se dispone a dar la batalla contra Goliat, Saúl lo protege con una armadura de aquí te espero. Pero el mu­chacho, con esos arreos encima, ape­nas logra moverse, por lo que se libra inmediata­

mente de aquellos capisayos y avanza desnudo, como vino al mundo, contra el enemigo. Y así, provisto de una honda con cinco cantos roda­dos, vence al gigante.

Triunfa el que parecía más frágil. Entender la imperfección de la vida y saber lidiar con ella es, tal vez, una de las mayores pruebas de sensatez humana. ¿Quién no está sujeto a irritantes im­perfecciones? Por eso es más razonable asumir las propias limitaciones, que ir sobrado por la vi­da. Como es más inteligente, también, sobrelle­var con paciencia a los demás, en lugar de espe­rar que cambien para adaptarse a nosotros.

A estas y otras vainas, que tienen que ver con lo quebradizo del ser humano, dedica su Elogio de la vida imperfecta Paolo Scquizzato, un escri­tor al que sigo de cerca, por su hondura y genia­lidad. Saber reconciliarse con los límites y caren­cias que nos singularizan, nos humaniza a no­sotros y a nuestras relaciones con los demás. La perfección no existe en esta tierra. Todo está marcado por la fragilidad y las sombras. Descu­brir que precisamente allí está nuestra riqueza, es el mejor negocio que podemos hacer.

Para Scquizzato, nada de lo que llevamos dentro merece ser despreciado, por más ende­ble que parezca. Nada. En realidad, es bien larga la lista de personas imperfectas que aúpan la vi­da, día tras día. Tal vez porque fueron conscien­tes de su verdad. Esa obstinación en que debe­ríamos ser de otra manera, para ser aceptados por los otros y hasta por Dios, no es una buena idea. No hay nada, dentro de nosotros, por más imperfecto que sea, por más limitados que sea­mos, que no nos ayude a crecer.

Lo que importa es conocernos, aprender a hacer buen uso de nuestros límites, para acoger y compartir. El resto es paisaje. Ganas de marear la perdiz e hinchar el perro. Nuestra flaqueza puede ser la fuerza más grande. ¿Quién lo diña? Cuando le tomamos el pulso a nuestros límites, es cuando comenzamos a andar en la verdad y experimentamos la humildad que no es otra que cosa que «andar en la verdad», al decir de la San­ta abulense. Sí, nuestra endeblez, es una fuerza más grande que cualquier otra. «Cuando soy dé­bil, entonces soy fuerte», advierte Pablo de Tar­so. Los perfectos no son gente de fiar.