ELOGIO DE LA CULPA T - El Siglo de Torreón...que irrumpió en la casa de Marcelo también se llevó...

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oficial y no permitir que en el futuro se negaran los crímenes, las matan- zas; cada persona desenterrada, cada cráneo con un agujero de bala en la nuca era un nuevo argumento para exigir justicia y memoria. Otro trabajo célebre en el currí- culum del EAAF fue la identifica- ción, en 1989, de Marcelo Ariel Gel- man. Luis Fondebrider comenta que para el equipo todos los casos son iguales, ¿el “Che” o Juan Pérez?, da i- gual, los dos merecen el mismo tra- to. Sin embargo, hay familiares que se quedan muy marcados. Fonde- brider y otros dos de los forenses argentinos habían viajado a Nueva York a recibir un premio de una fun- dación. Luego, fueron a la casa del poeta, que residía en la Gran Man- zana por aquellos días. Los forenses se quedaron a dormir allí. El poeta se pasó la noche despierto, examinado el expediente que le habían entrega- do. Hizo muchas preguntas, todas las que necesitaba hacer y más. Los restos de Marcelo fueron ve- lados el 6 de enero de 1990. Antes de recibir a los que acudieron a darle el adiós, su madre, Berta Schubaroff, pidió estar a solas con el hijo perdido y hallado bajo tierra. A puertas cerradas, en las oficinas del equipo, trece años después de haber- lo visto por última vez, al fruto de su vientre lo besó en los huesos, dice la crónica de Guerriero. El hijo de Juan Gelman fue secues- trado el 24 de agosto de 1976. Tenía 20 años de edad. El comando militar que irrumpió en la casa de Marcelo también se llevó a Claudia, su esposa, quien tenía siete meses de embarazo. ELOGIO DE LA CULPA T al es el título de un texto del poe- ta que comienza así: ¿Hubo que ser “inocente’” para tener acceso a la categoría de “víctima de la dic- tadura militar”? Mi hijo no lo fue. No fue “inocente”, sí víctima. Ese docu- mento contiene, además, un gran e- logio hacia el Equipo Argentino de Antropología Forense que es al mis- mo tiempo una buena síntesis del trabajo que realizan sus integrantes. Dice el poeta sobre Marcelo: Fue asesinado de un tiro en la nuca dispara- do a medio metro de distancia. Ahora tiene sepultura y es éste un hecho suma- mente importante para un padre huér- fano de hijo, como soy, porque el rescate de sus restos fue el rescate de su historia. No es fácil hablar de historias truncas, pero es peor intentar hablar de historias que se desvanecieron sin dejar rastro. El EAAF, con su la- bor sobre terreno, con sus técnicas de laboratorio, ayuda a despejar una incógnita en muchos casos mortal. Pocas cosas se comparan con la pér- dida de un ser querido, pero gritar- le ¿Dónde estás?, a un hijo secuestra- do, a la hermana desaparecida, a los padres que fueron atrapados y nun- ca devueltos, ¿qué será?, ¿será lanzar al inclemente mar de los días una car- ta embotellada con desesperación?, ¿será despertar una y otra vez den- tro de la misma pesadilla?, ¿será como romperse a cada paso y zozo- brar con cada idea? Para lidiar con la muerte hace falta suturar su certe- za, por esa vía, un fragmento óseo puede convertirse en consuelo y en- tregar a los vivos una herencia de calma y de reposo. Correo-e: [email protected] Siglo nuevo Sn 39 Muestra los restos óseos quemados de al menos 15 personas, hallados por el Equipo Argentino de Antropología Forense en una fosa común de inhumación en la Compañía de Arsenales Miguel de Azcuénaga, la segunda cárcel clandestina más grande del país, montada por la última dictadura argentina (1976-1983). (Foto: EFE)

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ofi cial y no permitir que en el futuro se negaran los crímenes, las matan-zas; cada persona desenterrada, cada cráneo con un agujero de bala en la nuca era un nuevo argumento para exigir justicia y memoria.

Otro trabajo célebre en el currí-culum del EAAF fue la identifica-ción, en 1989, de Marcelo Ariel Gel-man. Luis Fondebrider comenta que para el equipo todos los casos son iguales, ¿el “Che” o Juan Pérez?, da i-gual, los dos merecen el mismo tra-to. Sin embargo, hay familiares que se quedan muy marcados. Fonde-brider y otros dos de los forenses argentinos habían viajado a Nueva York a recibir un premio de una fun-dación. Luego, fueron a la casa del poeta, que residía en la Gran Man-zana por aquellos días. Los forenses se quedaron a dormir allí. El poeta se pasó la noche despierto, examinado el expediente que le habían entrega-do. Hizo muchas preguntas, todas las que necesitaba hacer y más.

Los restos de Marcelo fueron ve-lados el 6 de enero de 1990. Antes de recibir a los que acudieron a darle el adiós, su madre, Berta Schubaroff,

pidió estar a solas con el hijo perdido y hallado bajo tierra.

A puertas cerradas, en las ofi cinas del equipo, trece años después de haber-lo visto por última vez, al fruto de su vientre lo besó en los huesos, dice la crónica de Guerriero.

El hijo de Juan Gelman fue secues-trado el 24 de agosto de 1976. Tenía 20 años de edad. El comando militar que irrumpió en la casa de Marcelo también se llevó a Claudia, su esposa, quien tenía siete meses de embarazo.

ELOGIO DE LA CULPA

Tal es el título de un texto del poe-ta que comienza así: ¿Hubo que ser “inocente’” para tener acceso ala categoría de “víctima de la dic-

tadura militar”? Mi hijo no lo fue. No fue “inocente”, sí víctima. Ese docu-mento contiene, además, un gran e-logio hacia el Equipo Argentino de Antropología Forense que es al mis-mo tiempo una buena síntesis del trabajo que realizan sus integrantes.

Dice el poeta sobre Marcelo: Fue asesinado de un tiro en la nuca dispara-

do a medio metro de distancia. Ahora tiene sepultura y es éste un hecho suma-mente importante para un padre huér-fano de hijo, como soy, porque el rescate de sus restos fue el rescate de su historia.

No es fácil hablar de historias truncas, pero es peor intentar hablar de historias que se desvanecieron sin dejar rastro. El EAAF, con su la-bor sobre terreno, con sus técnicas de laboratorio, ayuda a despejar una incógnita en muchos casos mortal. Pocas cosas se comparan con la pér-dida de un ser querido, pero gritar-le ¿Dónde estás?, a un hijo secuestra-do, a la hermana desaparecida, a los padres que fueron atrapados y nun-ca devueltos, ¿qué será?, ¿será lanzar al inclemente mar de los días una car-ta embotellada con desesperación?, ¿será despertar una y otra vez den-tro de la misma pesadilla?, ¿será como romperse a cada paso y zozo-brar con cada idea? Para lidiar con la muerte hace falta suturar su certe-za, por esa vía, un fragmento óseo puede convertirse en consuelo y en-tregar a los vivos una herencia de calma y de reposo.Correo-e: [email protected]

Siglo nuevo

Sn • 39

Muestra los restos óseos quemados de al menos 15 personas, hallados por el Equipo Argentino de Antropología Forense en una fosa común de inhumación en la Compañía de Arsenales Miguel de Azcuénaga, la segunda

cárcel clandestina más grande del país, montada por la última dictadura argentina (1976-1983). (Foto: EFE)