Elaine Vilar Madruga · 2019-10-31 · Tuve que tragarlo todo Elaine Vilar Madruga Agradecimientos...

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Tuve que tragarlo todo Elaine Vilar Madruga ítaca-3

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Tuve que tragarlo todoElaine Vilar Madruga

ítaca-3

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Tuve que tragarlo todo Elaine Vilar Madruga

Tuve que tragarlo todo(Frida´s close up)

“Espejo de la noche:Tus ojos, verdes dentro mi carne…”

Del diario de Frida Kahlo.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 1

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Tuve que tragarlo todo Elaine Vilar Madruga

A mamá, siempre: to the end of timeA Frida Kahlo, sin otras palabras

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 2

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Agradecimientos

A Norma Mederos, cuya generosa contribución me acercó al Universo Frida.

A J. Taymor y Salma Hayek, que dieron cuerpo y voz a F.K.

A Yerandy Fleites, impulso en contra del tiempo. Por la amistad y el espacio de dramaturgia a

las 9 de la mañana de cada viernes.

A Tania, que recreó para mí aquella exposición en la Casa Azul de Coyoacán desde los ojos de

una artista.

A los amigos que (dramática y post-dramáticamente) escucharon con paciencia sobre Frida:

Leo, Claudia, Cindy (los primeros lectores), y al resto de las personas que supieron estar.

A Hayden Herrera, por su libro Frida: una biografía de Frida Kahlo. Su sensibilidad abrió mis

ojos mucho más que mil artículos de teoría.

A Heiner Müller, por la textualidad manchada de vida.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 3

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Estructura

I. A.E: Mantente firme

II. And I say no no no

III. Mi corazón: la máquina

IV. Mi pelvis. POF. Mi pelvis

V. Cría pandas y te sacarán los ojos

VI. Tuve que tragarlo todo

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 4

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Personajes

PACIENTES DEL HOSPITAL PSIQUIÁTRICO: MUJER 1, MUJER 2 Y MUJER 3

LA PINTORA

F.K., O ELLA, O SIMPLEMENTE FRIDA

D.R., O SIMPLEMENTE DIEGO

DOCTOR

FRIDA DE AZUL

FRIDA DE BLANCO

LA ENTREVISTADORA

EL MONO

LOS CAZADORES

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 5

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I. A.E.: Mantente firme

Habitación de una clínica psiquiátrica. Las paredes están pintadas de blanco sucio, muy viejo.

Se ven manchas de humedad en cada rincón. El cuarto huele a cloroformo. Sobre el suelo,

cubetas de yeso y cal. Cinco o seis brochas están desperdigadas por el espacio.

Constantemente entran hombres y mujeres vestidos de blanco. Pulcrísimos. Con las manos

enguantadas y máscaras sobre el rostro. Fluir de doctores en la habitación.

Tres mujeres: pacientes del hospital. Las tres de pelo negro, de cejas heridas/alas de pájaro

roto. Están amarradas a la pared. Diagnóstico: pacientes violentas. De alta peligrosidad.

Tienen los brazos abiertos en cruz. A la izquierda, la primera se encuentra inmovilizada por

raíces que salen de su cuerpo como manos enormes de dios. Se ríe constantemente. Está

vestida con un traje anaranjado. Las raíces parecen salir del mismo centro de su vientre:

confluyen en el axis mundi. A la derecha, la segunda paciente –desnuda hasta la cintura– lleva

amarrado un corsé que se engancha a sus hombros. Toda su piel está cubierta de clavos.

Encima de su cabeza aparece una proyección: accidente de autobús contra tranvía, apenas

diez segundos de colisión que se repiten una y otra vez. Sonido estereofónico del colapso y los

gritos. En cada una de las manos de la paciente hay un manojo de placas de cráneo, tórax,

pelvis y columna: se perciben varias fracturas.

En el centro de la habitación, la tercera mujer está vestida con desechos de papel y celofán. Se

encuentra a mayor distancia del piso que las otras dos. Sus pies no tocan el suelo. Lleva una

corona desechable, tan llena de color como una piñata. Alrededor de ella vuelan serpentinas,

confetis, lunas y estrellas hechas de papel brillante. Está inmovilizada por una máquina de

hierro que comprime contra la pared sus hombros, parte del tórax y la pelvis. Bajo su cuerpo,

en el piso de la habitación, una muñeca de trapo de cejas muy unidas. Atravesada por una

aguja desde el hombro. La aguja sale por la vagina de la muñeca, como en un ritual de vudú.

La muñeca sonríe: parece encantada de la vida. Está también desnuda, y cubierta de un polvito

dorado. La cabeza de la mujer cae sobre su pecho como Cristo crucificado entre ladrones.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 6

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Se oye la música de Amy Winhouse, Rehab.

MUJER 2. (Canta junto a Amy Winhouse, en un tono muy desafinado.) And I say no no no…

MUJER 1. Las enfermeras son todas unas putas.

MUJER 2. Viejas y putísimas.

MUJER 1. Hijas de perra.

MUJER 2. Ojalá se mueran de cáncer.

MUJER 1. ¿Las enfermeras?

MUJER 2. Las enfermeras y los doctores, las cabronas del pantry y las tías de limpieza, los

cirujanos, los neurólogos, los psicoanalistas, los psicometristas: todos. (Cada vez más rápido.)

Los pediatras, los especialistas en rayos X, los residentes. Ojalá les salga un cáncer en el hígado.

Los obstetras, los radiólogos, los internos. Un cáncer con sabor a caramelo de fresa. La gente

del hospitalito de día, los traficantes de pastillas, las vendedoras de pastelitos en las puertas

del hospital. Para que lo chupen.

MUJER 1. (Bostezando.) ¿Tú nunca duermes?

MUJER 2. Cada vez queda menos tiempo. (Señala a la paciente número 3.) Que duerma esa.

MUJER 1. ¿Cuántos días?

MUJER 2. (Estruja las placas entre las manos.) Un choque entre tranvía y camión. Una pelea

entre león y mono. Fracturas, fracturas, fracturas. Casi incontables.

MUJER 1. ¿Cuántos?

MUJER 2. El polvito de oro, tan bello, como una nube sobre mi cabeza. Y luego el polvo y la

sangre bien mezclados. El sabor a hierro en la boca. El hierro contra los dientes. Una estaca

que atravesaba mi cabeza, mis sueños, qué sé yo, carajo. (La proyección sobre la cabeza de la

paciente alterna con la coda del pas de deux de El cisne negro, bailado por una mujer sin

rostro. A medida que evoluciona la proyección, la voz de la paciente comenzará a convertirse

en un gemido histérico. Se alternan la primera proyección del choque y la del pas de deux.) En

el medio de tanta gente. Todos ellos gritaban se rompió la bailarina, ay la bailarina, pobrecita

la bailarina, la niña vestida con polvo de oro, el trajecito hecho de sangre. Ay la bailarina la

estaca el tranvía que alguien llame a alguien ay papá dios por qué dejas que estas

cosas pasen tiene solo dieciocho años ya no va a poder bailar nunca más ¿sabes papá

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 7

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Dios? ¿sabes que es nunca más? ¿sabes que significa nunca? Ay, la bailarina el tutú

la zapatilla con punta de cera está desnuda sin ropa, pobrecita que alguien llame a una

cabrona ambulancia hay que quitarle la estaca pero cuidado que se muere. Menos mal

que está desmayada y no se da cuenta de lo que sucede, decían, pero yo escuchaba tenía los

ojos cerrados pero escuchaba todo yo era la bailarina empalada por polvo de oro carajo

cómo dolía el polvo y nadie se dada cuenta. ¿Alguien vio mi zapatilla, mi zapatilla, mi zapatilla?

Pero el sonido de los cláxones no me dejaba decir ni carajo la gente gritaba ay la bailarina

pobre muchachita de dieciocho mi pie estaba hecho una piltrafa pero dolía más el polvo de

oro que las ocho fracturas ya nunca más el punteado, el fouetté, el jeté, el entrechat

todas esas pequeñas cosas nunca más.

MUJER 1. ¿Pero cuántos?

MUJER 2. (A gritos.) ¿Te importa? Diez días, diez meses, diez años. (Sus manos asumen

diferentes posiciones de ballet.) Diez segundos.

MUJER 1. Yo tampoco quiero morirme. (Las raíces enterradas en su vientre se mueven de

forma convulsa.)

MUJER 2. Entonces no duermas. Yo nunca lo hago. Dormir es como estar muerto por menos

tiempo. La nada, ¿entiendes?, la nada. El vacío. No duermas.

MUJER 1. (Arranca una de las raíces y se la pasa por el pelo como si fuera un peine.) Mi marido

es un pintor famoso.

MUJER 2. (Tras una pausa, sin demasiado interés.) ¿Ah, sí?

MUJER 1. Famoso no. Famosísimo. D.R es el mejor pintor del mundo. El que mejor tiempla. El

más bello. Mi príncipe sapo. Con esa boca gorda de tanto chupar la vida. D.R. es una mosca. D.

R. es una telaraña. D.R mi amor mi niño mi esposo mi feto mi aborto mi sapo mi araña mi

araña. Cómo me quiere. Me inmortaliza en los murales. Siempre estoy vestida de rojo. (Risas.)

Parezco una vieja comunista. (Entona por unos segundos La Marsellesa.) Soy el progreso el

plan la vida soy su mujer en los murales su telaraña su única manera de respirar me

pinta siempre con tetas enormes nunca desnuda pero con tetas enormes parezco un

muchachito un muchachito de cejas espesas y me dice chicuita y nena y puta y perra y mi

amor. D.R me ama en el cuerpo de todas las otras. D.R me ama en el color. Su musa su

máquina de arte su cosa su loca el muchachito de cejas de pájaro. (Pausa. Respira

entrecortadamente.) No hay otra manera.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 8

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MUJER 2. Siempre hay otra manera.

MUJER 1. Me gustan los monos.

MUJER 2. (Su gestualidad es ridícula. Códigos del ballet. Movimientos del rostro y las manos

muy exagerados.) Siempre hay otra manera. Cáele a cuchilladas. Unos cuantos piquetitos.

Nada más.

MUJER 1. También me gustan los papagayos, esas piñatas con plumas que me dan alergia.

MUJER 2. Siempre, ¿eh?, siempre.

MUJER 1. Y los venados. Mi casa es un zoológico.

MUJER 2. ¿Nunca has pensado en matarlo?

MUJER 1. Un día voy a criar un elefante en el jardín.

MUJER 2. Te pega los tarros. Se burla. Te cubre de mierda. (A gritos.) Llena. Llenita hasta el

cuello.

MUJER 1. (Le arroja una raíz a la otra, pero no acierta.) ¡Cállate, perra!

MUJER 2. (Vuelve a cantar Rehab.) And I say no no no.

MUJER 1. ¡Cállate te digo! (A gritos.) Llamaré a una ambulancia. Voy a llamar a D.R…

MUJER 2. (Interrumpiéndola.) Seguro me querrá clavar contra la pared. (Canta.) And I say no

no no.

MUJER 1. Estás loca. (Continúa arrancando raíces, las tira contra la otra mujer pero sin

demasiada fuerza.) Y nunca más vas a bailar, ¿oíste? Nunca. Las inválidas no hacen fuettés.

Silencio. Las proyecciones se congelan. Por espacio de varios minutos, solo se escucha –a sotto

voce– la canción de Amy Winhouse, muy distorsionada. Como sacada de una licuadora.

Las dos mujeres se miran. Muy lentamente, intentan liberarse de sus ataduras. En vano.

MUJER 3. (Alza la cabeza del pecho, con la boca congelada en una mueca de dolor. Un solo

grito.) DIEGO.

Deja caer, de nuevo, la cabeza.

MUJER 1. (Señala hacia la paciente número 3.) Se está muriendo. Ayer lo dijo el doctor. En voz

muy baja. Para que nadie escuchara nada. Pero yo escuché, ¿sabes? Tengo un oído de

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 9

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tuberculosa. (Pausa.) Pobrecita. (Pausa.) No pasa de las 72 horas. Muy mal. (Divide la frase en

sílabas.) Muyyyy-maaaaaaaaal. (Pausa.) Jodidísima.

MUJER 2. A nadie le importa.

MUJER 1. No tiene hijos, ni marido, ni carrera, ni sueños. Una infeliz. Y más loca que una cabra.

MUJER 2. A nadie le importa. (Pausa.) Pero si se muere, nos darán gelatina en el desayuno.

Siempre nos dan gelatina cuando alguien se muere. De limón o de fresa. O de naranja piña.

El confeti sobre el cuerpo de la Mujer 3 cae con mayor fuerza. Se escucha el rechinar de los

hierros de la máquina cada vez que esta se mueve.

MUJER 2. ¿Sabes cómo se llama?

MUJER 1. (Se encoge de hombros.) No, ¿para qué?

Pausa larga.

MUJER 2. Cómo me gusta la gelatina. Casi más que el ballet. (Pausa.) Pero no tanto. (Pausa.)

Pero casi.

MUJER 1. ¿No da lo mismo? La gelatina. ¿El ballet? Los murales. ¿El color?

Ambas bostezan.

MUJER 1. Pobrecita, ¿eh? No tener ni siquiera un nombre.

La habitación queda súbitamente a oscuras. En las paredes comienzan a correr diferentes

proyecciones incoherentes: choques de aviones y trenes, ensayos de ballet, un parto. Las

proyecciones se alternan. Nunca se repite la misma imagen. Se escuchan fragmentos de La

Marsellesa, de Amy y de Tchaikovski. Psicodelia acústica y visual.

MUJER 3. (Susurrando, con la cabeza enterrada en el pecho.) Elí, Elí, ¿lema sabactani?

Un mono corre de un lado a otro de la habitación. Escala la máquina de hierro y se engancha

del pelo de la Mujer 3. Se balancea, como en un columpio, y da pequeños chillidos de felicidad.

Luego, le quita a la paciente la corona.

MUJER 3. (Sus ojos son dos motas de polvo negro.) Ay, Diego.

Oscuridad total.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 10

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II. And I say no no no

LA PINTORA. (Susurra.) Pero péguense más.

Habitación de paredes verdes, sin decorado. El piso es de madera. F.K y D.R están de pie, uno

muy cerca del otro. D.R le aguanta los dedos. Casi la mira con desprecio. Lleva una paleta con

pintura en la mano. Ella viste un traje verde y un chal rojo. También tiene cara de asco. Es el

día de su boda, y se siente más fea que una perra. Frente a los esposos se encuentra una mujer

oculta por un caballete: es la Pintora. Tiene el pelo negro, suelto sobre los hombros, y una

pierna enyesada. Viste de rojo. Dibuja a la pareja sobre un lienzo. El rostro de la Pintora es

parecido al de la novia, pero unos veinte años más vieja.

El diálogo siempre se produce de frente. Los esposos nunca se miran para hablar.

ELLA. ¿Eres feliz, D.R?

D.R. Claro que soy feliz.

ELLA. ¿Más feliz que ayer?

D.R. Más feliz que nunca.

ELLA. Eres muy exagerado.

D.R. Los genios somos exagerados. (Pausa.) Y tú; ¿feliz?

ELLA. ¿No se nota? Se me ve en el rostro.

D.R. No me hables con metáforas: ¿feliz o no?

ELLA. ¿Para qué quieres que lo diga? Se me nota en el rostro. Como si acabara de nacer.

D.R. Nacer es doloroso. (Pausa.) El rojo se te ve bonito. Cuando te pones algo rojo, me dan

ganas de comerte.

ELLA. Me siento vieja, D.R. (Tose.) Tan cansada.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 11

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D.R. Te voy a hacer la mujer más feliz del mundo.

ELLA. Me duele la pierna, D.R.

D.R. Pero aguanta.

LA PINTORA. (A la mujer.) Cuando te vistes de rojo, me dan ganas de comerte. (Levanta la vista

del lienzo, y vuelve a bajarla.)

ELLA. Quisiera vivir para siempre. Como las plantas, ¿sabes? Llena de moho. Llena de savia.

Llena de tierra y de hormigas. (Pausa.) Y no morir nunca.

D.R. Se te ocurre cada cosa…

LA PINTORA. (Sin dejar de trabajar sobre el lienzo.) Cuando vistes de rojo, me dan ganas de

comerte. (La pierna de la Pintora está hinchada. Cada vez que limpia el pincel, lo hace sobre la

escayola. Los colores se mezclan sobre el yeso, poco a poco.) Estoy muy vieja.

D.R. (A su mujer.) Siempre me han gustado las viejas, ¿sabes? Dicen que la experiencia hace

maravillas en la cama.

ELLA. (Señala hacia la Pintora.) ¿Te gusta?

D.R. Las mujeres son como los árboles: o te gustan todos, o los quemas a todos. (Se ríe.) O los

comes.

ELLA. Siempre tan prosaico.

LA PINTORA. (A la mujer.) Carajo, no te muevas.

D.R. Me encantaría templármelas a ambas.

La Pintora alza la cabeza y se ríe.

ELLA. ¿Cuándo terminamos?

D.R. Un día, voy a hacer un cuadro de ti tan grande que llene el cielo.

ELLA. (Mirando hacia otro sitio, un poco entretenida.) Qué bonito.

D.R. En todos lados tú. Mi mujercita en los árboles. Mi chicuita en las nubes. Mi amor sobre los

ojos de dios. Cubriendo al mundo de punta a cabo.

ELLA. Y todos los hombres, ¿tendrán mi rostro?

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 12

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LA PINTORA. Comemierda.

ELLA. ¿Todos, D.R? (Le aprieta la mano con fuerza.) ¿Todos?

D.R. Te haré la mujer más feliz del mundo.

LA PINTORA. Comemierda.

D.R. A veces, también la más infeliz.

LA PINTORA. Tan comemierda.

ELLA. Ay, D.R, ¿siempre eres tan exagerado?

LA PINTORA. Siempre.

D.R. Claro, ¿no se nota?

ELLA. ¿Y me vas a dar un bebé?

D.R. Sí.

ELLA. ¿Y un mono?

D.R. Diez monos.

ELLA. ¿Y un venadito? ¿Un venadito salvaje?

D.R. Llenito de flechas. Sangrando.

ELLA. ¿Y un papagayo?

D.R. Una piñata de plumas. Que hable creol, chino, español, alemán y un poquito de ruso. Un

papagayo que cante ópera.

ELLA. ¿Me darás todo todito todo lo que yo te pida?

D.R. ¿No me crees?

Una pausa larga. La pintora dibuja frenéticamente, mezcla los colores con total arbitrariedad.

A veces, escupe sobre el cuadro, y luego esparce la saliva con el pincel.

ELLA. Que los niños tengan tu rostro y mis cejas. Que todos nazcan pintados. (Pausa. Se ríe,

juguetona.) ¿Te imaginas? Niños de todos los colores. Uno para cada día de la semana.

(Enumerando.) Lunes, azul; martes, rojo; miércoles… ¡miércoles, rosa! Jueves, negro. Viernes,

anaranjado. Sábado, un niño de verde, y el domingo… ¿el domingo…?

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 13

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LA PINTORA. Niños color de yeso para el domingo.

ELLA. Todos mis hijos tendrán tu rostro, D.R. Y tu nombre.

LA PINTORA. ¿Y si nace una niña?

ELLA. Serán varones.

LA PINTORA. ¿Y si es niña?

ELLA. No.

LA PINTORA. ¿Una hembrita preciosa?

D.R. (A la Pintora.) ¿Ya terminamos?

LA PINTORA. Comemierda. (Pausa. A Diego.) Casi. Ya casi.

D.R. Diez monos, diez papagayos, diez venados y diez niños. (A su mujer.) Qué número tan

bonito, ¿no te parece?

D.R le sonríe a la Pintora.

ELLA. (Trata de zafarse de la mano de D.R. Forcejea, pero él la agarra cada vez más fuerte.) ¿Te

gusta esa puta, eh?

D.R. Pinta muy bien.

ELLA. ¿Pero te gusta?

D.R. Siempre estás buscando una tragedia. Siempre quieres ahogarte en la misma taza de

agua. Siempre la misma porquería. (Aprieta la mano cada vez más.) Lo sabías, ¿eh? Te lo dije

desde antes. Fui honesto un buen marido un buen hombre te dije la mujer es mi pan no

puedo vivir sin pan tengo que comérmelas a todas es una compulsión una droga cocaína

mariguana LSD las pruebo y tengo que seguir no es mi culpa no es la adicción la que me

obliga a hacer cosas a comérmelas sobre todo si están vestidas de rojo se parecen a

pulpa de fruta no me digas que se rechaza una buena pulpa no me jodas uno se come la

fruta aunque se atragante yo siempre he querido masticar al mundo tengo el estómago

más grande de este siglo trago trago trago qué bestia trago qué bestia y vuelvo a

tragar no me acuses tú sabías tienes el anillo en el dedo.

LA PINTORA. (Con un trazo rápido, dibuja una línea verde de esquina a esquina del lienzo,

encima de las dos figuras.) No tienen que pagar. Me encanta el trabajo comunitario.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 14

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D.R. (A su esposa.) Te haré la mujer más feliz de este mundo. (Pausa.) ¿Me crees?

ELLA. Necesito sentarme. Ya me duele la pierna. Y la columna. (Suspira ruidosamente. Todavía

intenta soltarse de la mano-garra de D.R, pero al final se rinde.) Me duelen los ojos.

D.R. Has mirado demasiado.

La Pintora se ríe. Da brochazos sobre el cuadro. Difumina las figuras. Arruina la composición.

Marca, con la pierna enyesada, un compás.

LA PINTORA. Demasiado tiempo.

Moja sus cabellos en óleo y comienza a pintar con ellos.

LA PINTORA. (Con una risa.) No se muevan. (Pausa.) El cuadro se jodió. (Pausa.) Inservible.

Roto. (Pausa.) Un cuadro inválido. (Pausa. Muy lentamente.) Habrá que comenzar de nuevo.

ELLA. Pero me duele.

LA PINTORA. Claro.

Destruye el lienzo con las manos. Las figuras se congelan por al menos diez segundos.

El lienzo vuelve a componerse. Muestra su superficie blanca.

La Pintora comienza a dibujar a los esposos otra vez, desde el principio. Con su pelo negro, que

pronto se cubre de colores.

LA PINTORA. Pero péguense más.

Pausa larga.

Los esposos esbozan una media sonrisa, que puede parecer –también– una mueca.

LA PINTORA. Pero péguense más, carajo.

Pausa.

ELLA. ¿Eres feliz, D.R?

D.R. Claro que soy feliz.

ELLA. ¿Más feliz que ayer?

D.R. Más feliz que nunca.

ELLA. Si no dijeras siempre lo mismo.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 15

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III. Mi corazón: la máquina

Patio de la Casa Azul de Coyoacán. El tiempo corre, escondido tras un manojo de nubes que

auguran diluvios. Frida está sentada junto a Frida, en un banco de madera. Tienen cogidas las

manos. Una viste con saya amarilla verdosa, blusa azul con ribetes de oro; la otra

completamente de blanco: lleva una pinza entre los dedos que, a duras penas, sutura una

arteria. Ambas están unidas por un hilo rojo. Sobre el vestido de la Frida blanca caen algunas

gotas de sangre.

Mascullan. Sin despegar los labios. Imitan sonidos de animales: el de una perra pariendo, el de

un venado herido, el del mono, el guacamayo, la serpiente, el pájaro. De vez en cuando, se ríen

como dos chiquillas y se aprietan las manos.

A lo lejos, se escucha el murmullo de la lluvia que se acerca.

FRIDA DE BLANCO. Ya viene.

FRIDA DE AZUL. La lluvia.

FRIDA DE BLANCO. Borrando todo a su paso.

FRIDA DE AZUL. Tengo miedo.

FRIDA DE BLANCO. (Después de una pausa.) ¿Lo has visto? ¿De veras?

FRIDA DE AZUL. No me dejes sola. (En voz muy baja.) Eres lo único que me queda.

FRIDA DE BLANCO. Tienes ojos de mujer enferma. Y de perra. Y de amante. (Pausa.) Yo amaría

hasta tus ojos.

FRIDA DE AZUL. Me falta el aire.

FRIDA DE BLANCO. ¿Eso crees? ¿Te falta?

Con la pinza, la Frida de blanco aprieta la arteria. La sangre se agolpa. La arteria comienza a

inflarse como un globo de cumpleaños.

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FRIDA DE AZUL. ¿Por qué nunca te acuerdas de tu nombre? (Pausa.) ¿Por qué?

Silencio. El tiempo parece una mordida de niebla.

FRIDA DE BLANCO. Mi nombre. Mi nombre. Mi nombre. De verdad, ¿crees que dios me mira?

FRIDA DE AZUL. Yo soy.

El ruido de la lluvia se acerca cada vez más. La Frida de Azul comienza a seducir a la Frida de

Blanco.

FRIDA DE AZUL. Yo soy dios. Debajo de mi vientre duerme el mundo. Yo ordeno la lluvia y la

muerte. Yo me trago todo. Soy como una enorme piñata, cubierta de colores tan inútiles.

FRIDA DE BLANCO. ¿Y mi corazón? (Pausa.) ¿Dónde?

FRIDA DE AZUL. (Mientras aprieta el seno de la Frida de Blanco, y lo estruja como una pelota

sin ojos.) Algunos días, me despierto sin ganas de ser dios. (Besa en la boca a la Frida de

Blanco.) Yo no quería. Quería muy pocas cosas. Pero ahora ya viene la lluvia. Que borra todo a

su paso como una máquina roja. El sonido de la máquina sodomizando mi cabeza dentro de

mí como algo demasiado teñido, como una ropa vieja colgada de una tendera en Nueva

York y el sudor asqueroso entre mis piernas y a veces también tu lengua . (Pausa).

Siempre en el espejo me vi linda los ojos las manos la manera absurda de mirar yo era una

princesa muerta entre la mierda de las calles pero antes tenía su lengua un dos tres su

lengua tres veces en mí como una máquina de hierro entre mis óleos. Yo soy dios mi

corazón hecho tiritas una canción entre los labios y el sudor asqueroso de las calles.

FRIDA DE BLANCO. ¿Sí? (Besa a la Frida de Azul.)

FRIDA DE AZUL. Quién sabe. (Acaricia a la Frida de Blanco como si fuera una niña pequeña.)

Anoche, ¿sabes?, anoche soñé con Liev. Estaba desnudo. El pecho abierto de un tajo. La

cabeza cortada en dos. Los trozos de cerebro encima de sus papeles. La sangre dulce como un

caramelo de fresa. La sangre roja como una bandera del comunismo. La hoz en su cabeza. La

herida. Y en el centro de la llaga estaba yo, también desnuda, y Natalia me gritaba y tú me

gritabas, todos querían saber mi nombre.

Pausa larga.

FRIDA DE AZUL. Todos querían saber mi nombre. Todos querían saber mi nombre. Todos

querían saber mi nombre.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 17

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Tuve que tragarlo todo Elaine Vilar Madruga

Las palabras se repiten una y otra vez, en decrescendo.

Cuando llega el silencio, la Frida de blanco deja caer la pinza. Un charquito de sangre se

extiende sobre el vestido, y luego por el suelo. Las manchitas parecen globos de fiesta.

Que crecen.

Y se extienden.

Cada vez más.

Se escucha el sonido rojo de una máquina de hierro.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 18

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IV. Mi pelvis. POF. Mi pelvis.

Cuarto de ginecología. Camilla en el centro de la habitación. Metálica. Cubierta por una

sábana de limpieza un poco sospechosa. Hacia el fondo, una ventana abierta que permite ver

un paisaje urbano: fábricas y humo. Se escucha, interminablemente, el sonido de los cláxones.

F.K está acostada sobre la camilla. Desnuda. Todavía sangra un poco, pero tiene una expresión

de profunda calma, como si estuviera drogada. Sostiene varios globos de colores, cada uno con

una forma distinta: un globo-panza, un globo-feto, un globo-caracol, un globo-pelvis, un globo-

orquídea, un globo-prensa. F.K entona Like a virgin de Madonna; alterna con algunas

rancheras. Canta siempre en tono desafinado.

Entra un doctor.

F.K. ¿Ya me puedo ir a casa?

DOCTOR. 24 horas de observación.

F.K. He contado el tiempo, no me mienta. Soy un reloj biológico.

DOCTOR. 24 horas de observación. Y eso, si no hay complicaciones.

F.K. Un aborto siempre es una complicación. Peor si es espontáneo.

DOCTOR. Todavía faltan varios minutos.

F.K. Unos minutos más, unos minutos menos, ¿cuál es la diferencia?

DOCTOR. (Se ríe.) Si supieras cuántas complicaciones: placenta retenida, septicemia,

hemorragia, embarazo ectópico, émbolo fetal, meconio tres cruces, doble circular al cuello.

Peligra la madre. Peligra el niño. Muere la madre. Muere el niño. (Pausa.) Todo eso solo en 24

horas.

F.K. Vivir es peligroso.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 19

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DOCTOR. (Acerca una lupa a la vagina de la mujer, y la observa atentamente. De vez en

cuanto, chasquea la lengua, como si no aprobara lo que ve.) Se ha cuidado usted muy mal,

señora. Es lógico que el feto muriera.

F.K. Eso. Pero también ha sido culpa de la pelvis.

DOCTOR. (Sin levantar la lupa.) ¿La pelvis?

F.K. Hizo crash. POF.

DOCTOR. Parecía un pastelito aplastado.

F.K. ¿No leyó la noticia en los periódicos?

DOCTOR. Tengo una vida muy ocupada en el quirófano.

F.K. La culpa es de mi pelvis. (Mueve la cintura.) Estoy segura. SE-GU-RÍ-SI-MA.

El doctor acerca más el rostro a la vagina de F.K.

DOCTOR. El niño, ¿tendría un nombre? Quiero decir… si hubiera nacido…

F.K. Todos mis niños se llamarían Diego.

Una pausa larga. El doctor deja la lupa en el suelo, y da vueltas corriendo alrededor de la

camilla. A la tercera vuelta, saca una jeringuilla del bolsillo de la bata.

DOCTOR. Sea honesta. Conmigo tiene que serlo. Recuerde que seré su doctor por las próximas

24 horas, quién sabe si no de toda la vida. Si me miente, allá usted. Puede morirse de

hemorragia, ¿eh? Piénselo.

F.K. No me quiero morir de hemorragia.

DOCTOR. Un hecho que puede ser fácilmente evitado con solo contestarme varias preguntas.

F.K. Pero estoy muy débil.

DOCTOR. No sea comemierda, F.K. El sangramiento casi se ha detenido. El feto está dentro del

pomo de formol. Precioso. Como una momia inca. Se conservará por el resto de la eternidad.

¿Se imagina, señora? Su hijo será eterno. Cuando usted y yo estemos muertos, muertitos y

enterrados, ese niño en el pomo de formol permanecerá todavía vivo, en una vitrina preciosa,

junto a renacuajos y cerditos, y fetos sin ojos y sin piernas, con malformaciones incompatibles

para la vida, y bebitos con dobles circulares al cuello, y… y… y…

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 20

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F.K. Pero estoy muy débil. De verdad.

DOCTOR. No sea comemierda, F.K. ¿Se quiere morir desangrada?

F.K. Claro que no.

DOCTOR. Entonces, responda. (Comienza a dar vueltas con mayor rapidez. Cada vez que hace

una pregunta, revienta un globo.) ¿Le gustan las mujeres, es lesbiana? POF. (Pausa.) ¿Ha

pensado en el suicidio, en el asesinato, en tirarse de cabeza de un edificio y escribir un poema

de amor? POF. (Pausa.) ¿Lee usted a Chéjov o a Lenin? POF. (Pausa.) ¿Le gustaría templarse a

Oscar Wilde, hacer un trío con Naomi Campbell o Natalie Portman, y luego parir un monito

precioso? POF. (Pausa.) ¿Le excitan Trostki, Stalin, el Che, Mao? ¿De verdad? ¿De verdad le

excitan? POF. (Pausa. Mucho más larga que las anteriores. El doctor se queda parado, con la

aguja en la mano, frente al último globo.) ¿Usted se provocó el aborto? (Pausa.) POF. (Casi con

tristeza.) ¿Y luego? ¿Y luego qué?

F.K. Fue mi pelvis.

DOCTOR. Claro, la pelvis. Científicamente probado.

Silencio.

F.K. ¿Y luego?

Más silencio.

F.K. ¿Y luego?

Más.

DOCTOR. Sería mejor llamar a psiquiatría.

Sale. F.K canta Like a virgin a gritos.

Recoge los cordones, los trozos de globos que cuelgan a los lados de la cama. Trata de inflarlos.

Inútilmente. Se toca muy suavemente la vagina.

F.K. Quién sabe.

Una flecha de punta negra entra por la ventana.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 21

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V. Cría pandas y te sacarán los ojos

Set de televisión. Show en vivo. Producción de tercera categoría. La Entrevistadora está vestida

de colores chillones, preferiblemente fucsia. Muy mal pintada. El creyón de labios está corrido.

Usa una peluca roja y tacones a juego. Es delgada, casi anoréxica.

En el centro del set, una mesa pequeña y dos sofás desvencijados. Encima de la mesita, una

lámpara de mano: el bombillo chispea, parece a punto de fundirse. Las cámaras enfocan a la

Entrevistadora. La Pintora está a su lado, muy quieta, vestida de negro y rojo. Con las manos

encima de la saya. Mueve los dedos convulsamente: es la única parte de su cuerpo que tiene

alguna vida. El pelo muy revuelto, anudado alrededor de su cuello. Tiene, sobre la frente, un

tatuaje con el rostro de Diego; y, sobre el rostro de Diego, un tatuaje de un tercer ojo.

Las cámaras funcionan solas. Nadie las maneja. Hacia un costado del set, hay varios

cortocircuitos. La Entrevistadora mira nerviosa hacia las chispas, y luego sonríe a cámara.

Murmura alguna jerga inteligible: comentarios sobre el clima, el transporte y lo importante de

la cría sostenida del oso panda. A cada rato, suelta un risita. Su gesticulación es siempre

exagerada. Siempre cliché.

LA ENTREVISTADORA. Pero qué honor. Qué honor. Qué honor. Hoy, en nuestro estudio,

contamos con la presencia de un hito del arte contemporáneo, una de esas mujeres que no

nacen dos veces. (A las cámaras, sin dejar de estar en el aire.) Toma plano general, coño.

(Pausa.) Como les decía, qué honor, qué placer, maravilloso tener aquí a la Pintora. (A la

Pintora.) Hola, querida. ¿Estás bien? ¿Feliz? ¿Hace mucho que no crees en Dios? ¿Tienes

miedo de la muerte? Ay, cuántas preguntas. (Vuelve a reírse.) POF. POF. POF. (Pausa larga.)

¿Qué crees de la caza sostenida del panda?

LA PINTORA. (Sin mirar nunca a la cámara, con la cabeza hundida en el pecho. El pelo le cae

sobre la cara.) Mis animales preferidos son los monos. Siempre han sido los monos.

LA ENTREVISTADORA. ¿Ecológica?

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 22

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LA PINTORA. (Siempre en voz muy baja.) Supongo.

LA ENTREVISTADORA. (Se arregla el pelo.) ¿Feminista?

LA PINTORA. No creo. Mi esposo…

LA ENTREVISTADORA. (La interrumpe.) ¿Lesbiana? ¿Bi? (Se ríe.) Por dios, qué pregunta más

incómoda, ¿no? (La Pintora hunde más la cabeza.) ¡Y en vivo! (A la cámara.) Coge la reacción,

carajo. (Las cámaras se acercan a la Pintora y tratan de meterse dentro de su pelo.) ¿Te casaste

entonces?

LA PINTORA. Una vez.

LA ENTREVISTADORA. ¿Y el divorcio?

LA PINTORA. ¿Podemos hablar del clima?

LA ENTREVISTADORA. Seguramente. (Pausa.) Dicen que te pegaba los tarros: primero con cada

una de las modelos, después con tu hermana. ¿Crees que Diego es un mierda?

LA PINTORA. Solo un niño grande.

LA ENTREVISTADORA. Tan sapo. ¿Y tu hermana? ¿Una puta?

LA PINTORA. ¿Podemos hablar de política?

LA ENTREVISTADORA. (Con un sonrisa triunfal.) ¡SEGURO! (A cámaras.) Coge la reacción,

carajo. (A la Pintora.) Política, política, política. Dime, querida, ¿es verdad lo tuyo con Trostki?

LA PINTORA. ¿Podemos hablar de arte?

LA ENTREVISTADORA. (Sin abandonar la sonrisa.) Arte entonces, ¿tu vida?

LA PINTORA. Me da lo mismo.

LA ENTREVISTADORA. Entonces, naciste…

LA PINTORA. (El tic en su mano se acelera.) Como todo el mundo. Con dos piernas, con dos

ojos, con dos brazos.

LA ENTREVISTADORA. Qué lástima que no con dos úteros.

LA PINTORA. ¿Podemos hablar de otra cosa?

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 23

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LA ENTREVISTADORA. Por ejemplo, tu salud. (Las cámaras hacen close up sobre el rostro de la

Pintora.) ¿Confías en el trasplante de pelvis?

LA PINTORA. Hizo POF.

LA ENTREVISTADORA. Adorablemente dicho. (Tose. Tose. Tose.) ¿Cuántos fetos has abortado?

LA PINTORA. No llevo la cuenta.

LA ENTREVISTADORA. ¿Cuándo perdiste el pie? (A cámara.) Carajo, enfoca el muñón.

La Pintora sube ambas piernas sobre el butacón casi destruido.

LA PINTORA. ¿Podemos hablar de arte?

LA ENTREVISTADORA. ¿Pintas siempre antes o después de templar?

LA PINTORA. No me quiero morir.

LA ENTREVISTADORA. ¿Alguna vez te han caído a golpes?

LA PINTORA. Mi mamá me soñaba virgen.

LA ENTREVISTADORA. ¿La querías?

LA PINTORA. Me duele la pelvis.

LA ENTREVISTADORA. ¿Te han roto el corazón? ¿También te duele? ¿Diego o tu hermana?

¿Quién fue el más hijo de perra?

LA PINTORA. ¿Podemos hablar de cualquier otra cosa?

LA ENTREVISTADORA. (A cámara.) No pierdas el close up, carajo. (Pausa.) ¿Le has pegado los

tarros? ¿Tú también?

LA PINTORA. (Alzando un poco la voz, pero no demasiado.) Me cortaron la pierna por gusto. Yo

lo sé. No fue la gangrena.

LA ENTREVISTADORA. ¿Era tu corazón el que se pudría entonces? No jodas. (A gritos.) JEJEJEJE.

(Pausa.) Los doctores saben.

LA PINTORA. Claro que saben.

LA ENTREVISTADORA. No seas malagradecida, niña. Te dieron cuchilla porque hacía falta cuchilla.

(Pausa.) ¿Crees en Dios? ¿En la muerte? ¿En la vida? ¿Por qué tienes los ojos tan lindos?

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 24

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LA PINTORA. (Alza la cabeza por primera vez, y sonríe.) Diego me decía igual.

LA ENTREVISTADORA. (A cámara.) Carajo, el close up. (Pausa.) ¿Quisieras decirle algo a Diego?

Las cámaras están a tu disposición. No sé… ¿No quieres? Decirle vuelve suplicarle ponerte

de rodillas arrastrarte por el suelo eres de verdad una perra gritar te amo gritar Eureka

cagarte en la madre de todos los cirujanos maldecir a la gangrena al tranvía a la varilla de

metal en tu vagina a la pelvis POF segura estoy de que luego te vas a sentir mejor y libre

pedirle disculpas dile Diego lo siento he sido una mala mujer no pude darte hijos tú

tampoco los querías pero yo igual me siento culpable porque se supone que debí ser madre y

darte cientos de Dieguitos miles de Dieguitos con boca de sapo y ojos de moscas yo los

aborté a todos y los metí en pomos de formol tú sabes por qué quería que fueran eternos

todos mis Diegos en pomos de colores como una pintura surrealista vuelve a mi te

necesito estoy sola amputada alcohólica me duele la vida coño me duele todo me

falta el dinero y no tengo a nadie tú te llevaste mi alma te la comiste carajo no tenías

ningún derecho mi amor pero yo te lo di entero fue mi error no el tuyo tú eres mi peor

paso pero también lo mejor que me ha pasado un accidente primero el tranvía y luego tú

Diego pero del tranvía me recuperé después de ti no.

LA PINTORA. Parecería un melodrama.

LA ENTREVISTADORA. ¿No te sientes cursi?

LA PINTORA. A veces.

En el centro del set, las chispas del cortocircuito crecen cada vez más. La Entrevistadora da un

grito y sube las piernas.

LA ENTREVISTADORA. Rapidito, rapidito, ¿has pensado en matarte? ¿Alguna vez? ¿Ahora?

¿Siempre?

LA PINTORA. ¿Otro tema?

LA ENTREVISTADORA. Seguro. ¿Cuánto crees que te queda de vida?

LA PINTORA. ¿Podríamos hablar de Dios?

LA ENTREVISTADORA. ¿Diego confundía tu nombre? ¿No te llamaba a veces por el nombre de

otra? ¿No te llamó nunca como tu hermana?

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 25

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LA PINTORA. (Coloca la cabeza en el centro de las piernas, y luego las cierra.) ¿Podríamos

hablar de otro tema?

LA ENTREVISTADORA. ¿Te das cuenta de que estas sola, más sola que una perra sarnosa?

LA PINTORA. Tengo a mis monos.

LA ENTREVISTADORA. Los monos no son niños. (A cámara.) Close up, carajo. (Pausa.) ¿Te

excitas cuando miras tu muñón?

LA PINTORA. ¿Podríamos? ¿Podríamos? ¿Podríamos?

El tic de su mano crece cada vez más. Golpea contra los brazos del butacón hasta levantar una

nube de polvo. Ocho o nueve golpes. Las chispas de electricidad, en un costado del set,

iluminan la habitación. La Entrevistadora se encoge.

LA ENTREVISTADORA. ¿Jodida? POF. ¿Aplastada, muerta, inválida, comemierda? POF. ¿Mala

madre, mala mujer, frígida? POF. ¿Cómo te gustaría que te recordara la eternidad?

LA PINTORA. ¿Un tema nuevo?

LA ENTREVISTADORA. Por supuesto, querida. (A la cámara.) Close up. Close up. Close up.

(Pausa. Con alegría.) Mira, ¡te traje una sorpresa! Nuestro equipo de cámaras en la calle tomó

estas imágenes.

Oscuridad. En una de las paredes del set comienza a proyectarse un video. Aparecen Diego y

María Félix, muy cogidos de las manos. Mueven los labios como muñecones de carnaval. La

Pintora saca la cabeza de entre las piernas y observa atentamente la proyección, con la boca

muy abierta. Diego y María Félix comienzan a desnudarse, a tocarse. Hacen el amor. Se alterna

con una película porno, con los genitales en primer plano.

Finaliza la proyección.

LA ENTREVISTADORA. Diego está cada día más gordo. (Pausa.) ¿Te gustó, querida?

LA PINTORA. Ya.

LA ENTREVISTADORA. ¿Crees que a Diego le haya gustado?

LA PINTORA. Hablemos de otra cosa.

LA ENTREVISTADORA. ¿Y a Mari?

LA PINTORA. Un tema distinto. ¿Salud, belleza, política, muerte?

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 26

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LA ENTREVISTADORA. ¿Crees que se hayan venido RIQUÍSIMO?

La Pintora sufre un ataque de histeria. Golpea contra los muebles, contra la mesa. Se golpea a

sí misma. La Entrevistadora se aleja a una distancia prudencial, sin dejar de murmurar “close

up” a la cámara. Luego de dos minutos, la Pintora se calma. Hunde otra vez la cabeza en el

pecho.

La Entrevistadora se arregla la peluca, y vuelve a sentarse en el butacón.

LA ENTREVISTADORA. Cosas que pasan en vivo.

Una pausa larga. La Entrevistadora sonríe indulgentemente a cámara.

LA ENTREVISTADORA. (A la Pintora.) Entonces, ¿te gustan los pandas?

Música de los créditos.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 27

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VI. Tuve que tragarlo todo

Día de caza. El bosque. Hacia el horizonte, se ve la sombra tenue del mar. Los árboles lo cubren

todo. Una rama rota, de hojas todavía verdes, se encuentra sobre la tierra. El cielo está gris:

amenaza la lluvia.

Comienzan a caer flechas. Se escuchan gritos. Gemidos. Dolor. Pero las flechas siguen cayendo.

Trazan una parábola infinita y chocan contra el suelo, se clavan en los troncos de los árboles.

Tras los arbustos se ven sombras. Todas indefinidas.

Se escuchan gritos de hombres: ¡Cógela, coño! ¡Dale! ¡Se ve que no tienes puntería! ¡Tira!

¡Dispara! ¿Hasta cuándo? La venadita corre entre los árboles. Cuando aparece en escena,

comienzan a caerle las flechas encima: en el lomo, en el cuello y las ancas. Su rostro es el de

Frida.

Las flechas. Las flechas. Las flechas. Que caen.

La venadita tropieza. Su lomo se mancha de sangre.

FRIDA. Árbol de la esperanza. (Pausa.) La estocada el puñal la mesa que habla en el

centro de todo yo siempre yo me había anudado la muerte en una trenza y me reía de ella

con toda la boca con todos los dientes con la encía completa. (Pausa.) En el centro de la

mesa mastiqué al tiempo. Lo hice una bola de grasa y carne, lo molí con los cordales, lo molí

con los incisivos, lo molí tantas veces. (Pausa. Comienza a enumerar.) Viva la vida. Vivan las

frutas. Vivan los fetos. Vivan los monos. (Pausa.) En el centro de la mesa encontré un

esqueleto de azúcar delicioso esqueleto que tenía mis ojos quién sabe tal vez se

llamaba Frida también como yo incapaz de morder al mundo. (Risa.) Que alguien grabe esto.

Algo necesita la posteridad. El dibujo de la trenza la mano temblorosa la pastilla quiero

morirme hoy pero mañana será otro día mañana tendré los ojos llenos y no importará la

pastilla ni la mano ni la paleta de pinturas vacía el tiempo se diluye pero yo lo busco. Soy la

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 28

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Desestructuración. Que alguien grabe. Una cámara de video, de fotos, una caricatura. (Pausa.)

Quién sabe. Mañana quizás vuelva a ser otra vez Frida.

Una flecha encuentra el cuello de la venadita. Otra se encaja en el lomo.

FRIDA. ¿Dónde? ¿Dónde me escondieron, dónde?

Flechazo.

FRIDA. (Mientras cae.) ¿Dónde escondieron mi cabeza?

Los cazadores entran en silencio. Algunas caras son conocidas: el mono, la Entrevistadora, D.R,

los doctores, las enfermeras, las tías del pantry, los pacientes del ala de Psiquiatría, una

bailarina coja, María Félix, y tantas otras personas sin nombre. Una comitiva fúnebre.

Observan, siempre de espaldas, a aquel venado muerto. Después, solemnemente, lo cargan

sobre los hombros.

Solo entonces comienza a caer la lluvia.

La venadita se convierte en una mancha de pintura que se diluye sobre los cazadores como una

calavera de azúcar.

15 y 16 de abril de 2012

Con el favor de Dios.

ítaca (revista de teatre eòlia i+D) 29