el vigia Nº 7

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DICIEMBRE 2011 Nº 7

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revista de la iglesia del mes de diciembre

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Todo el año estuvimos trabajado con los niños en las tareas de la escuela dominical

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Elecciones 2011

Este fue el resultado de las elecciones de comisión directiva de la iglesia :

Presidente : Osvaldo Abalos Vicepresidente : Juan Lujan Secretario : Dardo Márquez Prosecretario : Walter Rieger Tesorero : Luciana Román Pro tesorero : Verónica Vega

Comisión fiscal : titulares 1)Martita Mazzantti 2)Antonio Sainz 3)Darío Umpierrez Suplentes1)Cono Aragonez 2)Mirian Pereyra 3)Mary Borgarain

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En junio comenzamos a impri-mir la revista de la iglesia el vigÍa y algunos folletos

nuestros .

TambiÉn pudimos empezar a trabajar en Internet por

medio del sitio de la iglesia:

http://iglesiademaldonado.blogspot.com/

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Ante la multiplicación de afirma-ciones y comentarios en relación a la festividad de la navidad, en los cuales se desvir-túan los valores de esta fecha y se resaltan aspectos degenerati-vos y paganos de la misma, es necesario hacer una reflexión del tema, que procure demostrar lo verdadero y lo falso. ¿Se debe celebrar o proclamar el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo? ¿Es pecado ce-lebrar el nacimiento del Señor? ¿Qué mal hace celebrarlo? ¿Qué bien hace cele-brarlo? Lo bíblico acerca del naci-miento. Primeramente es necesario des-lindar y separar los hechos reales de la historia del nacimiento del Señor Jesús, de los mitos y tradiciones paganas. Según las Escrituras del Nuevo Testamento, Jesús nació en el pueblito de Belén de Judea, en la Palestina romana gobernada por el rey Herodes el Grande y bajo el im-perio de Augusto César. Su nacimiento ocurrió en el seno de una familia judía pobre que descendían del rey Da-vid. María su madre y José su es-poso estaban alojados temporalmente en un establo a causa de carecer de otro hospedaje debido al censo de población. Al nacer Jesús fue envuelto en paña-les y acostado en un pesebre, lugar de comida

de los animales. Esa misma noche ángeles de Dios aparecieron a un grupo de pastores que velaban en las colinas cerca-nas por sus

ovejas. Los ángeles dieron el anuncio del nacimiento de un Sal-vador y dónde lo encontrarían. Los pastores se diri-gieron al lugar, vieron al niño, a su madre y a José y adoraron al recién naci-do. Meses más tarde, Dios guió desde el oriente (Babilonia o Persia) a un número indeterminado de magos (estudiosos de los astros) hacia la tierra de Palestina (Israel) por medio de la aparición de una estrella inusual. Los ma-gos llegaron a Jerusalén buscando al rey que había nacido, pero se les señaló que debían dirigirse al pueblito de Belén en Judea, pues así lo indicaba la pro-fecía. La estrella nuevamente les guió y los llevó a una casa donde encontra-ron al niño y a su madre María. Ellos se postra-ron ante el niño, lo adoraron y le ofrecieron valiosos regalos: oro, incienso y mirra. Después regresaron a su tierra. Esta es en resumen la historia como está en la Biblia, en los primeros capítulos de Mateo y Lucas. Existen evidencias extra bíblicas de documentos de historiadores como el judío Josefo y el romano Plinio, que hablan acerca del nacimiento de Jesús. Por lo tanto el nacimiento del Señor Jesucristo es un

hecho real, enmarcado en un tiempo de la historia y en un lu-gar geográfico. No es posible negar la historicidad de su nacimiento. Lo que no es histórico de este na-cimiento: Primeramente los ma-gos del oriente no visitaron al niño Jesús en el establo, sino en una casa, meses más tarde de su nacimiento. No se conoce el tiempo exacto entre el nacimiento y la visita de los magos. Puede haber transcurrido un año o año y meses. Por tanto la esce-na de los magos adorando en el pesebre junto a los pastores es falsa. En segundo lugar, la Biblia no nos dice fecha del naci-miento, día, mes o año. Ni siquie-ra en cuál época del año nació. Algunos creen que no ocurrió en invierno, pues en invierno las ovejas estaban guardadas y no eran veladas en las colinas. Por lo tanto es poco probable que Jesús naciera en el mes de diciembre y un día 25. La fecha de la noche del 24-25 es una tradi-ción antigua que no tiene funda-mento histórico. ¿Debemos cambiar la fecha? Si aparecieran manuscritos antiguos que testificaran exactamente la fecha correcta, pues sí sería lógico cambiar la ce-lebración. Mientras tanto no tiene sentido mover esta celebración. El paganismo en la navidad mo-derna. La mayor parte de las naciones o algunos sectores en ellas, cele-bran la fecha de la navidad. Realmente no tie-nen por qué cele-

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brarlo, pues en todo caso sola-mente tiene sentido y valor la celebra-ción para aquellos que han reco-nocido al Cristo como Salvador. Todos los perdo-nados y salvados por la obra con-sumada en una cruz, de aquél memorable niño 33 años más tarde, sí tienen razones sobradas para exaltar este hecho. Ante todo la celebración mundana de la navidad se ha comercializado enormemente. Los comerciantes ávidos de ganar di-nero han explotado todo lo posible esta fe-cha, llenándola de elementos que no tienen que ver con el verdadero nacimiento de Jesús. Hoy Santa Claus o Papá Noel, sustituyen al Hijo de Dios que na-ció en el pesebre de Belén. Nada tienen que ver estos personajes de leyenda con Jesús. Por otro lado al árbol de navidad ha venido a sustituir en la mayoría de los lugares, el centro de la ce-lebración. No es que sea pecaminoso u ofensivo un árbol adornado en navidad, pero el árbol no tiene relación estrecha con la historia bíblica y no debe de nin-gún modo sustituir el evento del pesebre y el establo en la noche santa. Las comidas, cenas, platos tradi-cionales y música secular llamada de navidad, des-vían la atención del gran aconte-cimiento de la encarnación del Hijo de Dios. Esa no es la manera honrosa de re-cordar aquel evento lleno de la presencia del

Dios Santo, Creador y Susten-tador del Universo. La

celebración de nacimientos. Algunos creyentes argumentan que no se debe celebrar el naci-miento del Señor, pues no se ordena en el Nuevo Testamento y no hay evidencia que los primeros cristianos lo celebraran. Otros seudo cristianos se oponen a toda celebración de cumpleaños pues afirman que en el cumpleaños de Herodes, es-te rey mandó a matar a Juan el Bautista. No tenemos en las Escrituras nin-gún indició que se nos oriente celebrar el nacimiento de nuestro Salvador, como tampoco tenemos ningún indicio que prohíba celebrarlo. Tampoco vemos algún argumen-to sólido basado en la Biblia, que prohíba o esté en co-ntra de la celebración del cum-pleaños o nacimiento de nuestros hijos, nie-tos o demás familiares. Por tanto no hay base bíblica para combatir la celebra-ción correcta y proclamación glo-riosa de la verdadera navidad o natividad. La himnología grandiosa que pro-clama al Salvador. La recordación de la navidad ha sido a través de muchos siglos de ins-piración a gran número de hombres y muje-res de Dios para componer una vasta himnología y cancionero que proclama el glo-rioso acontecimiento y que exalta al Rey de reyes y Señor de señores. Cantos tales como “Venid Fieles Todos”, “Santa la Noche”, “Suenen Dulces Himnos”, “Noche de Paz” y cientos más, han sido

de bendición a millones de cristianos a través del mundo por muchas generaciones. Innumerables poemas y dramas navideños exal-tan la persona del Hijo de Dios y han servido pa-ra traer a pecadores a los pies de Cristo. ¿Por qué negar este hecho? ¿Por qué combatir algo que sí ha traído bendición sobre el pueblo de Dios y los verdaderos cristianos? La oportunidad de un testimonio de vida y poder. Si alguien no desea celebrar la fecha de la na-vidad, que no la celebre; pero que se siente y medite antes de comba-tirla y acusar a sus hermanos cristianos que sí la ce-lebran, no como el mundo paga-no, sino en el Espíritu de Dios. Celebrar correctamente el naci-miento del Señor es proclamar ante el mundo que ha venido un Salvador, Cristo el Se-ñor. Es decirle a una humanidad desorientada y pecadora que Dios tiene un deseo de “paz y buena voluntad para todos los hom-bres”. Celebrar la navidad es con-tar esta bella historia y llamar a los hombres al arrepentimiento. Es renovar en los cristianos y las iglesias el amor los unos por los otros y mostrar compasión por los necesitados y pobres de nuestras comunidades. Es expre-sarle a nuestro Padre celestial toda nuestra grati-tud por el gran regalo de su Hijo.

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Durante la primer parte del año gracias a las donaciones y las ofrendas de los her-manos y amigos pudimos continuar con las obras de la misión .

La unión femenil comenzó con el estudio de el libro la mente de Cristo y luego con los en-sayos con el coro .

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Durante el año los niños es-tuvieron realizando manuali-dades que obsequiaron a sus padres y familiares.

Compartir los alimentos con los demás como hizo Jesús

Compartir el evangelio con los demás como hizo Jesús

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FESTEJAMOS EL 25 DE AGOSTO

TRABAJANDO Y COMPARTIEN-

DO EL MENSAJE EN LA MISIÓN

EL PINAR

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La unión varonil tuvo varios días de trabajo en la misión estas son las fotos de

uno de esos días faltan varios hermanos que no salieron en las fotos pero a todos

ellos va el recuerdo de tan hermosos días de servicio al Señor .

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Tuvimos muchas Santas Cenas durante el año pero esta fue algo diferente en la forma en que se llevo a cabo y la tomamos como referencia para recor-dar todas las demás incluso las que tuvimos también en el pinar .

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Apenas ha comenzado noviembre y ya muchos nos aprestamos a celebrar la Navidad. Algunos se compran el árbol plástico más grande, que puedan pagar, para exhibirlo orgullosos delante de todos, y se aprestan a festejar por todo lo alto, para lo cual, sur-ten sus despensas con antelación e invitan a numerosas personas. Es la fiesta por el ani-versario del nacimiento del Niño Jesús, ocasión en la que muchos se olvidan del homenajea-do, e incluso, a veces seden su lugar a otros personajes de la tradi-ción. Ya para los primeros días de diciembre, la ciudad se va llenando de los famosos arboli-tos, con sus lucecitas, sus bolas de colores y los regalos de papeles brillantes; de piñatas, que hacen la delicia de los niños y las niñas; y de Santa Claus, el más popular de los personajes que suelen sustituir al Señor Je-

sucristo, en las actividades por su aniversario. Y aunque desafortunadamente, no todos experimentan gozo en estos días -por la tristeza, la amargura, la soledad o el dolor; generalmente asociadas a caren-cias materiales o afectivas, que se agudizan en este tiempo-

, esta, por lo general, es época de fiestas, de aguinaldos, y mu-chas tradiciones. Tan así resulta, que ya nuestras mentes se han

acostumbrado a la idea de que la navidad es solo eso: comer, be-ber, hacer fiestas y, por supues-to, repartir muchos regalos, y buenos deseos, entre nuestros familiares y amigos. Sin embargo, lo que celebramos el 25 de Diciembre, es mucho más que eso. La Navidad (del la-tín: nativitas,‘nacimiento’) es una de las fiestas más importantes del Cristianismo, que conmemora el nacimiento de Jesús de Naza-ret, el Niño Rey o Mesías, ocurri-do en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes. Fue su madre una Virgen, tal y como se había anunciado en las Sagradas Escri-turas, y su padre adoptivo; José, perteneciente al linaje de David, el más famoso de los reyes de Israel. El hecho tiene lugar a partir de que el ángel Gabriel le anunció a la Virgen María que ella iba a concebir al Mesías; ella alegó en-tonces, que necesitaría un espo-so, pues a pesar de estar com-prometida con José, aún «no había conocido marido». La res-puesta del ángel en esencia fue, no necesitarás un esposo, porque el Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con Su sombra. ¿Qué haría usted si de pronto su

novia o su esposa le dice que está embarazada por obra del Espíritu Santo? Pues este, ni más ni me-nos, fue el dilema al que tuvo que enfrentarse José, antes de que el ángel del Señor se le apareciera en sueños y le dijera que no temiera recibir a María su mujer, porque lo que en ella había sido engendrado, era del Espíritu Santo. El nombre Jesús significa Salvador, ya en Hechos 4:12 el apóstol declara: “Porque no hay otro nom-bre bajo el cielo, dado a los hombres en que podamos ser salvos” y

la noche de su nacimiento, los ángeles declararon a los pasto-res: “que os ha nacido hoy, en la ciudad de David,

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un Salvador, que es Cristo el Señor”. Adán y Eva, expulsados del Paraíso por su desobediencia, cayeron y arrastraron consigo a la raza humana. “Por cuan-to todos pecaron y están des-tituidos de la gloria de Dios” (Ro. 3:23). De manera que un Dios de Justicia, como el nuestro, no podía, así sin más, condonar esa deuda, sin desdecir su propia justicia. Demás está decir, que ningu-no de los corderos, que fre-cuentemente le inmolaban los israelitas, en holocausto por el perdón, podía pagar el pre-cio de un pecado tan gran-de. Se necesitaba una ofren-da muy especial, para que le resultara agradable al Señor; una, cuya perfección debería ser tal, que necesariamente quedaría fuera de lo que humanamente puede ofrecer el hombre. ¿Quién que no sea Dios mis-mo, puede proveer este tipo de ofrenda? Jesucristo, el hijo de Dios; ¡Dios mismo hecho Carne!, fue la ofrenda perfecta, desti-nada a cubrir la deuda por el pecado del género humano. Porque: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vi-da eterna” [Jn. 3.16]. De manera que Jesús, na-ció y vino al mundo pa-ra otorgarnos nuestra ver-dadera libertad, la libertad que nace de haber pagado, con su sangre en la Cruz, nuestra deuda ancestral con el Creador. Al respecto, el propio Señor declara en Lc. 4:17-20: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para

dar buenas nuevas a los po-bres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de cora-zón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en li-bertad a los oprimidos” Ese grandioso acontecimiento, el más importante en la historia de la humanidad, es el que honramos, y en muchos ca-sos deshonramos, durante la celebración de la Navidad. Hoy Jesús, nuestro Señor, se encuentra sentado junto al Padre, hecho Dios él mismo, por el bendito misterio de la Trinidad, tal y como lo vio el mártir Esteban: “Veo los cie-los abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios” ¿Qué pensaría usted si al-guien pretendiera celebrar su cumpleaños, el de usted, cla-ro, y ni siquiera se tomara el trabajo de invitarlo; o peor aún: si resultara invitado cualquier otro en su nombre? ¡Con toda razón, se sentiría ofendido! Pues entonces, co-mo que el objetivo declarado de la Navidad, es glorificar a nuestro Señor Jesucristo, hagamos que en verdad sea una fiesta de Él. Además, aprovechemos la magnifica oportunidad que nos brinda esta fecha, para permitir que Cristo entre a nuestra vida para ministrarla, trayéndonos paz en la Tierra y gloria para siempre. Porque -cómo dijo el profeta Pablo- teniéndolo a Él, “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que ade-más está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.”

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El evangelio según San Juan empieza con una declaración asombrosa que describe el origen del universo y nos da una des-cripción de Jesucristo: ‘En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho’ (Juan 1:1-3). En la eternidad pasada, antes que nada fuera creado, el Verbo ya existía. El apóstol Juan utiliza una palabra conocida para sus lectores (logos) para describir la personalidad de Dios y su habili-dad para comunicarse con su creación a través de su palabra. Este Verbo es Dios mismo; el eterno Creador

del universo. Para los judíos, la expresión ‘la palabra de Dios’ denotaba la per-sonalidad divina y para los grie-gos implicaba la mente racional que gobernaba el universo. Por lo tanto, Juan deja en claro que el verbo es la fuente de todo el mundo material. Así como Génesis 1:1 empieza con la declaración ‘En el principio Dios creó los cielos y la tierra’, Juan inicia con la declaración que en el principio el Verbo de Dios creó todo lo que existe. La Biblia también afirma que el Espíritu Santo participó en la creación (Gen. 1:2; Sal. 104:30), por lo que el eterno Dios trino es el creador del mundo. Sin embargo, Juan hace una ase-veración aún más sorprendente que la primera; una declaración

que cambiaría totalmente el rumbo de la humanidad. El versí-culo 14 afirma que ‘Y aquel Ver-bo fue hecho carne, y habitó en-tre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.’ El Dios crea-dor se hizo hombre y habitó en-tre nosotros. ¿Puede imaginarse la magnitud de esta afirmación? El Hijo de Dios decidió vivir con nosotros. La celebración de la navidad es el milagro de la encarnación. El niño que nació en Belén hace dos mil años es Dios hecho hombre. El Verbo de Dios, lleno de gracia y verdad, nació para darnos a conocer plenamente al Padre (v. 18). El nacimiento de Jesús son las buenas nuevas que Dios está con nosotros. El Verbo de Dios, el Mesías o Cristo prometido vino para dar-nos la posibilidad de ser sus hijos (v. 12). Todos tenemos el dere-cho de ser hijos de Dios sola-mente por creer en su nombre. La navidad celebra el nacimiento de Jesús pero también nos recuerda que a tra-vés de su nacimiento nosotros podemos ser llamados hijos de Dios. ¡Tan grande es este mila-gro que el nacimiento de Jesús ha cambiado al mundo para siempre! Ante la magnitud de la encarna-ción del Verbo de Dios, es la-mentable que en muchas ocasio-nes la navidad se centre en tan-tas cuestiones secundarias. El verdadero ‘espíritu navideño’ no se consigue con árboles, tradicio-nes familiares, decoraciones o regalos sino con la profunda ver-dad que el Dios del universo está cercano a nosotros. Dios se hizo hombre para darnos la posibili-dad de ser sus hijos. Esta reali-dad es para celebrarse todos los días, a cada instante, en todas las circunstancias. ¡Feliz Navi-dad!

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