El Tiempo Entre Los Ingas de Bogotá-guava

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El tiempo entre los inga de Bogotá una experiencia etnográfica

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  • El tiempo entre los inga de Bogotuna experiencia etnogrfica

  • El tiempo entre los inga de Bogotuna experiencia etnogrfica

    coleccin mejores trabajos de gradoFacultad de Ciencias Humanas

    Luis Alberto Surez Guava

  • El tiempo entre los Inga de Bogot. Una experiencia etnogrfica.Serie Encuentros. Tesis laureadas, Facultad de Ciencias Humanas. La presente edicin, 2003 Luis Alberto Surez Guava. [email protected]

    Universidad Nacional de Colombia. Sede Bogot, D.C.Facultad de Ciencias HumanasCiudad Universitaria, Bogot, D.C., ColombiaCoordinacin de Publicaciones F.C.H.Tels: 316 5149 - 3165000 Ext. 16208www.humanas.unal.edu.co

    Carlos Miguel Ortz SarmientoDecanoDecanoDecanoDecanoDecanoFacultad de Ciencias Humanas

    Ovidio Delgado MahechaVicedecano AcadmicoVicedecano AcadmicoVicedecano AcadmicoVicedecano AcadmicoVicedecano AcadmicoFacultad de Ciencias Humanas

    Coordinacin editorialCoordinacin editorialCoordinacin editorialCoordinacin editorialCoordinacin editorialNadeyda Surez Morales

    Diseo y diagramacin:Diseo y diagramacin:Diseo y diagramacin:Diseo y diagramacin:Diseo y diagramacin:Julin R. Hernndez([email protected])

    Imagen contracartula:Imagen contracartula:Imagen contracartula:Imagen contracartula:Imagen contracartula:Collage. Miguel Moreno Lancheros. [email protected]

    Impreso en Colombia-Printed in Colombia

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  • Contenido

    Agradecimientos 7

    Captulo cero 9

    Historia con nombres inventados 13

    Historia de fuentes cruzadas o el problema de la diferencia o mis consecutivas voces 29

    Una colcha es una cobija de restos de ropas 53

    De vidas y de mares, de ros y de muertes, del tiempo entre los inga de Bogot 67

    Anexo 97

    Bibliografa 103

  • Agradecimientos

    Por su apoyo a mi mam, a Daniela, a mi familia. Al Cabildo IndgenaInga de Bogot en cabeza de Don Isidoro Jajoy. A la familia QuinchoaTisoy. A Don Benito a Doa Conchita a Alejo a Jos, por su amabilidad.Por su generosidad a Gloria Garay, Carlos Pinzn, Francois Correa. A Mi-guel Moreno Lancheros por la diagramacin del primer texto, las fotogra-fas y su tiempo. Por su atenta lectura a Roberto Pineda a Luis GuillermoVasco a Kenny Javier Caldern a Diana Gmez a David Pinilla a JazmnRoco Pabn. Por sus estimulantes visitas a Gilberto a Luca a Omar aPedro a Miguel. Por su disposicin a Don Jos Chasoy a Vctor Jacanamijoyy a Rosa, su esposa. A quienes permitieron las fotografas.

    A nosotros por darme razones ajenas a la razn.

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    Yo doy fe de que l se puso y reley esas hojas con el afn de liberarlasde cualquier cursilera en la que, por su natural inclinacin, pudiese ha-ber incurrido. Yo s que por las noches anduvo apenndose y sobrepo-nindose a la vergenza. Yo s que ley sus palabras hasta que se leperdi el sentido: ya no entendi lo que escriba y ya no sinti lo quequera hacer sentir. Estuvo dndole vueltas a las palabras y tratando deconciliar (lo curioso es que justo ahora me est pasando a mi lo mismo)las sensaciones con las palabras. Es cierto que no lo consigui.

    Quizs por eso acudi a m, que tampoco soy reconocido en esemundo de intelectuales en el que le dio por meterse, para que prologarasus divagaciones. Su esperanza, intuyo, fue que le expusiera a los notantos lectores, con un erudito gesto, las fuentes escritas, los objetivosy las conclusiones de un texto que naci devolvindose; y que lleghasta donde las fuentes eran de momentos sin escritura. S que renegde muchas debilidades debidas a las frmulas que sus desfavorablesmaneras le dictaban cuando la rigidez etnogrfica lo abandonaba. Sque reneg de una introduccin que pretende estar siendo reemplazadaahora, con un prlogo. S un nmero grande de circunstancias que noatino a discriminar para ilustrar justamente.

    Creo descubrir que una de las intenciones del permiso de mi escritu-ra en este texto acadmico, fue la de facilitar una lectura acadmica delmismo. Pero exigiendo algo ms del lector. Baste recordar la confusindel ttulo del Libro del Desasosiego de Bernardo Soares, que es un librode Fernando Pessoa; baste recordar que Pessoa es persona.

    Debo decir que como no saba cmo empezar, empez escribiendoque empezaba. Ese le pareci un acto de honestidad, pero en muchas,

    Prlogo de Arturo Balbuena

  • demasiadas lneas, lo atrap. Era la veracidad etnogrfica exacerbada;era la reflexividad vuelta un ovillo. Era, tambin, la libertad de escribir des con descaro (eso lo admiti); pero, y ah est la gracia, quiso escribirde otra manera.

    La intuicin le lleg en una buseta. Pens que un instante es la reve-lacin de la eternidad; se dio cuenta de que lo que escribira ya lo habaledo o lo leera. La intuicin, l escribi que el delirio, se refera a lasospechosa posible relacin de un smbolo con muchas vidas. l fue delas vidas al smbolo y despus al teclado y le sali ese texto. Es particu-lar que se llame El Tiempo Entre los Inga... si se lleva muchas letrasdiscurriendo sobre la escritura y otras circunstancias como la vida y larabia de un proyecto de etngrafo. La pretensin que est en el subttu-lo que acompaa a esta edicin, deber ser medida por los lectores. Yoslo puedo desearle suerte.

    En principio le pareci que no haba orden en el hablado de los inga.Al cabo de un tiempo no muy largo, le pareci que haba demasiadasreiteraciones. Sin ponerse cuidado pens que hablaban como si estu-vieran devolvindose. La veracidad etnogrfica, o la veracidad de la et-nografa (el texto), debera dar cuenta de eso. Por ello, tambin fue vul-gar; sobre todo, quiso ser vulgar. No le fue caro descubrir que lo era.

    Aprovech, entonces, su mediocre condicin, la vulgaridad de suspalabras, lo medio medio de su vida, incluso su calidad de hombreacadmico medio, que medianamente despotrica de la academia. Lue-go encontr ms razones en las sinrazones del cuerpo, pero esa fueuna sentencia terica que debi heredar de algn idealismo. Al cabocomprendi que no era lo juicioso como para buscar todas las citas,as que se resign a ser montono y a darle la vuelta a algunas pala-bras.

    Imperdonable fue omitir la lectura de Gombrich, aunque no dej delado las clases de Pramo. Imperdonable fue no desarrollar la crticaantiposmoderna de Vasco. Pero Vasco comprender. Como todos losque amaron y odiaron a Borges, l am y odi a Borges. Slo que inclu-so Borges era ms juicioso con las citas, debe ser porque comprendims justamente eso de que en algn momento de su vida un hombrees todos los hombres. Tambin estuvo Saramago, para intentar el rever-so de las palabras. Vallejo, para escribir con rabia. Su mam, para escri-

  • bir con el corazn en la garganta. Y su mueca de manos descuidadas,para escribir con culpa y esperanza.

    Al tiempo que ley, baj y subi la loma de Los Laches todos los das.Y empez a escribir all, como para desvirtuar a Geertz. Y en contra desus deseos, aunque en concordancia con sus principios, se emborrachms de una vez. Tambin se purg. Y todo eso cuenta. Pero lo que mscuenta, lo que cont desde el principio, desde cuando un esencialismopernicioso para algunos gustos le dict la idea de un tiempo inga en Bo-got, es que las cosas no pasan por fuera de la vida, porque de vidas setrata. Una etnografa debera hacernos comprender esas cosas.

    Comprender en un sentido muy sentido. Esa es la primera excusapara tan experimental puesta en escena. Pero no a lo post, que explorasensibilidades post (no sobra recordar que algo de esa sensibilidad hapermitido esta publicacin), sino ms bien con una alta fe en las posibi-lidades de la etnografa. Creyendo en la posibilidad de la veracidadetnogrfica. Creyendo en que es posible aprender cosas de la gente. Yacudiendo a recursos cercanos: l escribi que las maneras son las cos-tumbres de las manos, yo dir que sus palabras fueron los frutos delempecinamiento de su pensamiento en una manera; mejor, en la mate-rializacin escrita de la manera: hacer de una manera un escrito o hacerun escrito con la disposicin de las manos que tejen chumbes.

    Este libro fue escrito en medio de cmulos de olores, sonidos, im-genes y deudas que se precipitaban sobre la blanca hoja del monitor,pasando por tres o cuatro dedos, segn dictaba la ocasin. Este libroquiso ser un ro, como el ro de los chumbes, con la intencin de comu-nicar orillas, como una experiencia etnogrfica, con esa intencin fueescrito. Por eso empieza en la muy probable infancia del etngrafo ytermina en un meandro cualquiera, como los ros que conocemos porpedazos, mientras los remontamos o nos dejamos llevar por su caucehasta un lugar del que no pasamos, no porque el ro no siga, sino por-que nosotros somos otro ro. Slo que nos llevamos el rumor de esasaguas, las voces de esas piedras que ruedan y ruedan y se vuelven re-dondas, el embotamiento de las aguas que remolinean y emborrachan.Este es el rumor de un otro ro, de un otro tiempo, posiblemente menosdevorador, menos fugaz, un tiempo que siempre tiene presente, un roque est hecho de devulvase, como la vida.

  • Este libro fue escrito con cierta incertidumbre, con muchas oscila-ciones de los estados de nimo, valga decir, oscilaciones de tempera-mento; fue escrito en medio de tempestades, en medio de soleadasmaanas y tardes, en medio de noches oscuras y noches iluminadas,valga decir, en medio de muchos estados del tiempo, todos igualmentedeterminantes en la eleccin de las palabras, pero ms an, en la efer-vescencia de los sentidos que se cruzaron dejando seas, como el quese esconde.

    Arturo Balbuena

  • Aqu podra contar las ancdotas (no todas, ni muy pocas de ellashan sido consignadas con fidelidad) que me han sobrevenido y cuyadistancia del tiempo desde que acontecieron hasta el momento no bienmedido en que fueron escritas, me hacen volver sobre los temas queme llevaron a plantear la cuestin del tiempo inga y de la narrativa que losostiene. Deber escribir con otras, y ms largas frases, algo de lo queen esa sentencia oscura, por su propia timidez, he escrito. Razones desimple gusto por la literatura fueron causa de un marcado inters por laforma muy propia en que los inga que viven en Bogot (y con quieneshe hablado o a quienes he escuchado) cuentan las cosas que les hanpasado; no tan triviales han sido las consideraciones tericas que deese gusto inicial extraje. No es que me haya dedicado a aprender ingaporque de lo mucho que en ese idioma he escuchado slo he aprendidoa decir pai mamita pai seor, pero s he aprendido a responder paracontinuar una conversacin y a entrever una forma posiblementezigzagueante de narracin (cosa que no es ni mnimamente precisa por-que lo que ellos hacen es devolverse todo el tiempo sin que el relato sevea atrapado); que es una manera de relatar que capta el inters dequienes comparten esa manera de contar y a quienes esa manera pare-ce adecuada y respetuosa. Es una elaboracin de lo acontecido que,segn creo, obedece a una forma especial de vivir una serie de hechos(que son acontecimientos culturalmente significativos) y que por esotiene una forma narrativa propia, rica y compleja. Ms preciso: ademsde ser una manera propia de organizar acontecimientos en la narracin,es una manera de comunicacin que tambin relaciona juicios, sitios,nombres, aspectos, personas, descripciones, etc., de acuerdo a la ma-

    CAPTULO CERO

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    nera que, en principio, fue apreciada en las narrativas. El devolverse noes slo entre acontecimientos, tambin es entre los dems aspectosque la comunicacin exige.

    Tambin debera incluir las meditaciones que sobre la escritura yahe tenido, los enamoramientos y las desilusiones y los abandonos. Hevivido mgicamente por instantes, royndome en el delirio del esferoque escribe la observacin ltima que me dir todo, y escribiendo enlargas y repensadas letras la ms grande de las trivialidades; en amboscasos encerrndome. Tambin he dejado el lpiz para comer carne demarrano en caldo con huevos a las ocho de la maana y para ir a launiversidad a buscar el dinero para el arriendo y para ir a cine y paranada porque han pasado semanas sin escribir diario de campo; slodisfrutando los momentos de comunin y de risa con don Jos y doaRosita, su esposa, con quienes viv durante tres meses; y tambin repi-tindome que aqu no hay nada que decir porque esta es la ms falazde las interpretaciones de simbolismo alguno. Lo ms importante yaest escrito porque la escritura no es decir sino escribir; y lo escrito esla ilusin del pensamiento que se fij en una fijacin del escritor. Y loms honesto para el que quiere mostrar una forma narrativa alternati-va, ser empaparse de ella y dejarla empapar el texto en sorprenden-tes digitaciones de oralidad (de una especial oralidad o de la manera dela oralidad) de cuyo xito no estoy seguro.

    Las actividades que relatara se remiten a encuentros no bien apro-vechados con el conocimiento de la oculta verdad sobre la forma enque los inga de Bogot asumen la organizacin de los acontecimientoscentrndome en la manera especial que ellos tienen de organizarlos ensu narrativa. Eso sera un punto de llegada para volver sobre la conside-racin de la identidad cultural y de la relevancia de un estudio etnogrficopara, en el acadmico mbito que es el de estas lneas, discutirla. Noes una crtica de autores, es ms bien un hallazgo en mi vida, porquecosas como estas se han escrito y se han dicho antes, pero han ocurri-do en otras vidas; y es tambin una bsqueda (frmula potica) de ladimensin de las cosas implcitas en los comportamientos. No sern,pues, relatadas aqu las ancdotas, tampoco durante los cuatro captu-los que siguen y que usted ley. El intento narrativo ha empezado. Y noes circular.

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    Esto se escribi despus de pensarse. La verdad ha sido hija deltiempo y ha sido el relato de la vida. El primer captulo se llama Historiacon Nombres Inventados. Es una historia con los nombres inventados,como todas las otras. El segundo tiene por ttulo Historia de FuentesCruzadas o el Problema de la Diferencia o Mis Consecutivas Voces; puedeleerse a la manera de una historia con fuentes de diversos y cruzadosorgenes; aborda, en alguno de sus prrafos, la cuestin de la diferenciaen la discusin en torno a la identidad, tambin discute el trminoperformativo. Intenta voces de los que hemos sido. El tercer captuloes una colcha de palabras. El cuarto es una alucinacin que desvela loalucinantes que han venido siendo todas las palabras. Todos los captu-los hacen parte de un viaje mstico por el que el presente es eterno. Eltercer captulo aborda la cuestin de la identidad cultural. El primer cap-tulo discurre con descaro sobre una casa con nombre propio. El cuartocaptulo vuelve sobre la muerte. La muerte se disfraza en todos los cap-tulos con una guadaa y un velo que le cubre el rostro. El tiempo discu-rre y se transforma y se prende de sus no pocas ocasiones. El ro es rocuando es y cuando es ro, ro es. Todas las veces kutey significa devul-vase. Muerte es muerte a veces y a veces, tambin, es tiempo. La men-tira se viste a la moda. La apariencia. En ningn presente aprend inga.El conocimiento es, casi siempre, engredo. Las palabras sufren, siem-pre, de su profundidad y mi hasto. El segundo captulo muestra algunascondiciones que desde el primero son condiciones. Todas estas pala-bras guardan lo que decir no quieren. La violencia simblica tambin am me violenta. El captulo cero se leer al final porque al cabo las cosasse aclaran o se disuelven. El primer captulo explica la importancia delos tintos y de las aguas por las que los tintos ocurren. El trabajo empe-z buscando ritmos. El tercer captulo habla de unos talados rboles. Eltercer captulo aborda la naturaleza del tiempo. En todos los captulosson esquivas las naturalezas. En algn captulo son las maneras, cos-tumbres de las manos. En todos los captulos habl con los inga enespaol. Quevedo tiene cuatro versos. En todos los captulos las mane-ras son las costumbres del cuerpo. En el tercer captulo hago de lasmaneras un concepto. En todos los captulos hay referencia a los otros.En todos los captulos nos veremos. En el primer captulo ha sido navi-dad. En el segundo captulo me acuerdo del perro. El acadmico modo

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    no deja de serlo. En el segundo captulo hay mucho ero. En el primercaptulo la casa es de inquilinos y la escuela es de nios. El tiempo ingaen Bogot est fragmentado. En el cuarto captulo hay mucho chumbe.En el captulo cuarto hay diarias ventas y cinematogrficas escenas. Entodos los captulos estn las huellas de la amistad con algunos inga. Eltiempo de los relojes termin siendo una excusa. En todos los captuloshay buenas intenciones. La escritura es la condicin de la relacin con ellector. En todos los captulos est quien ms entender. Todos los cap-tulos son etnogrficos intentos. En el captulo que se llama De Vidas yde Mares, de Ros y de Muertes, del Tiempo Entre los Inga de Bogot,intento abordar esos temas. Las conclusiones no tienen un lugar reser-vado. En el segundo captulo me qued dormido. El trabajo pretendeproveer elementos de juicio en torno a la discusin de la identidad en elmbito acadmico mediante la descripcin de la manera en que un gru-po de personas inga en Bogot asume el tiempo. En el tercer captulodescarto el ritmo y rescato a Rosaldo. Fcil ser para quien hable inga,confirmarme. En el cuarto captulo se callaron algunas voces, debi serpor lo ciegas y sordas de las alturas de la abstraccin. En base cuatrocuatro es uno con cero a la derecha. En todos los captulos se sobreen-tiende que s existe identidad cultural no atada al ro de Herclito. Eltercer captulo se llama Una Colcha es Una Cobija de Restos de Ropas.En algunos captulos est Saramago y en otros Borges. El tiempo de losinga est relacionado con los chumbes desde el primer captulo. La in-tencin es la de hablar de identidad indgena; de ella escribo en los cap-tulos dos tres y cuatro y en el primero tambin. Las conclusiones estnpor todos lados, aqu tambin.

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    Ahora que estoy trabado con tinto negro de nescaf, que es del queyo hago porque ellos (los inga), como mi mam, hacen tinto de guilaroja, ahora que estoy trabado con mi tinto de nescaf (o colcaf ser), yque estoy solo en esta casa ruda y fuerte, voy a empezar a escribir uncaptulo de tesis que tendr por tema el sur oriente de Bogot, sitio demi infancia, si eso es decir de mis cinco aos a mis 22 aos. Mi infanciay mi adolescencia en calles peligrosas y oscuras y fras en las noches,pocas noches, de fiestas. Y tambin en las otras noches.

    Bien, eran las navidades un acontecimiento decembrino, como siem-pre han sido, y el barrio San Cristbal sur parte alta se incendiaba convoladores pitos totes mechas mosquitos y otros artificios de fuego ver-dadero que pasaban silbando y gritando y soplando por todos los alre-dedores de nuestros cuerpos de personas comunes que en estos ba-rrios viven. Los nios tombamos vino con galletas en las piezas de LaPajarera, los grandes tambin pero sin galletas y con cerveza y aguar-diente, tombamos vino Z con galletas Caravana y salamos a comprarplvora. Comprbamos plvora en los puestos improvisados que se in-ventaba la gente para satisfacer nuestro afn de fuego, o nuestros ojosendemoniados y pirmanos. Comprbamos plvoras menores, que losvoladores eran para los grandes, y yo ya no ser grande porque a los 27no he echado el primer volador de gente grande, me qued en los pitosy ya ni eso porque la ltima vez me tocaron las chispitas, qu vaina nocrecer! o crecer para comprobar que es prohibido lo que era un anhelo.Echbamos, pues, los pitos y los totes y las mechas y uno que otroosado dejaba que los mosquitos nacieran zumbaran y se murieran mien-tras ellos (alguna vez fui uno) sostenan el bicho entre sus dedos ndice y

    HISTORIA CON NOMBRES INVENTADOS

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    pulgar, o corazn y pulgar, en un acto de valenta que en principio fueapreciado, pero que como todas las valentas que se repiten con muchafrecuencia, dej de ser un espectculo. Y no era mucha la plvora quese poda comprar con los escasos recursos que obtenamos de nues-tros progenitores; o progenitoras, porque los padres a veces resultanescasos por no estar o por nunca haber estado. As que no deba durarmucho, pero duraba; en esos aos eran largas las navidades y losaonuevos, eran largos das en que la fiesta y el regocijo se sentan en elaire y en el color de las cosas. Huele a navidad! Este verde de los rbo-les de espinas es un verde de rbol de navidad, es un verde precioso. Yel olor de esa plvora... huele a puro aonuevo... s o qu!. Esas cosasno se decan pero hubieran podido haberse dicho.

    Prrafo largo para mi nuevo trabajo nocturno de escritor deetnografas, prrafo largo y sensiblero que no se diga que no me acuer-do y que no me dan saudades, o no me vienen o no las sufro. Ah estnmis saudades, ms para m si vuelvo a leerlo que para usted seor(a)lector(a) de documentos acadmicos. Alguna razn habr que dar paraexplicar este permisivo acto de literaria licencia en tan serio escrito ypara tan seria institucin1 ; debo decir que son muchas y que son to-das. Ser que estamos embarcados en un viaje mstico o que inevita-blemente a donde vayamos iremos siempre con nosotros, esa es larazn. Debo decir tambin que lo que aqu se queda es lo que recuer-do que no es lo que pas pero que si lo miramos con detenimiento yconsideramos la naturaleza de lo recordado y de sus consecuenciassobre el esquivo presente, lo recordado, no solamente lo aqu escritosino lo recordado en todos los presentes en que puede ser recordadoy de todas las formas en que puede ser recordado, eso es lo quepas. Frmula que no considera lo que propone considerar porque lasnaturalezas son esquivas y la reflexin o el embotamiento del pensa-miento pensando no pueden ser escritos. Ms de esto ser dicho cuan-do dicho sea. Por ahora volvamos (los dos, o vuelva usted que yo yavolv) al prrafo extenso de la descripcin aoradora del mundo queme recibi; de la Bogot que conoc.

    1 Porque siempre hay que dar explicaciones, este es nuestro afn de conocimiento, un afn de conoci-miento endemoniado, el que nos trae a casas de gente que de otra manera no existira y el que nos hace leercosas que de otra manera no leeramos, este es nuestro afn de explicacin y es la razn de las explicaciones.Esta, como todas, es la religin del conocimiento. El conocimiento que nos llevar a donde no antes hemosestado. Esta es la fe en las palabras.

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    Largo corredor, pasillo o carretera peatonal divida La Pajarera. Ca-rretera de madera vieja, con listones de madera rotos, con huecos don-de deba haber madera. Por ah caan pequeos tesoros que aguarda-ban en el, cmo se llamar eso?, que sera el zarzo si la casa estuvierapatas arriba, pero que no estando as la casa, no lo es, y que por ahoraser el espacio entre el suelo de tierra, que as son todos, y el suelo demadera, este s es un artificio, sitio donde aguardaban juguetes varia-dos y envejecidos y rotos y vejados por el mugre, juguetes que ateso-raba el subsuelo de la casa, a la espera del valiente que se atreviera adesafiar la oscuridad, ese nunca fui yo. Ah quedaron muchas bolas decristal de las de jugar al toco o al cuadrito o a tres huecos; ah queda-ron muecas de plstico, no Barbies, de esas con ojos que se cierran yse abren como en una pelcula de terror, pero con las cuencas vacas ocon un solo ojo y sin brazos o calvas o con los cabellos quemados; ahquedaron carros de plstico tambin (qu coincidencia!) carros irre-conocibles por lo vetustos y sucios; pero todos tesoros apreciados yguardados as fuera para que volvieran al lugar del que fueron rescata-dos porque los accidentes en estos huecos donde deba haber un pisode madera, eran comunes. Los huecos del suelo, donde deba haberun piso de madera. Estos huecos, donde deban haber pisos de made-ra en buen estado para que los quince o veinte nios de la casa noextraviaran los juguetes que sus padres, o sus madres, con muchoesfuerzo y poco dinero, les compraban.

    As nombrada por mi madre, La Pajarera tuvo muchos inquilinos a lolargo de sus innumerables aos como casa de inquilinato, nunca fueotra cosa, no lo fue al menos para m. Casa terrible con delincuentes yempleadas del servicio y prostitutas y desempleados y miserables y ru-sos, no de Rusia, y celadores y zapateros y vendedores de pomadasverdes y de perfumes para la felicidad y borrachos y lavadoras de ropasy trapeadoras de pisos y barrenderos y ni un solo gerente, todos consus hijos, y nosotros ah porque del campo siempre se llega a esos si-tios. Porque ramos de los mismos, y lo somos. Nosotros: mi mam yyo y mis tos que tambin all vivieron, vivieron con mis primos y primasy con sus mujeres intercambiables, y todos los que fueron mis amigosde ms inocente infancia; mis amigos y yo, los que nos asustbamosen las noches y llevbamos piojos en la cabeza.

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    All viva doa Gloria, una mujer bonita con el pelo largo y la pielblanca, con la nariz delgada y con los ojos negros. Viva con sus hijos,con Vctor, con Jhon y con los otros, tambin con el marido. Jhon enunas vacaciones fue conmigo a la Aguadita, a la que era la finca de miabuelita, a donde mi querida ta Adela. Jhon, nio moreno con oscurosojos saltones; pelo negro y malas palabras. Jhon amigo de lo ajeno;Jhon 17 aos bala en la espalda. Vctor, el pequeo esquivo y llorn, fueun soldado cado en combate; seis millones para la madre que los pres-t, a sus hijos y al dinero. A ninguno le han devuelto.

    Escribo acerca de una casa que hace ms de veinte aos no piso,acerca de una casa que ya no podr pisar. Porque estos no son mis piesde entonces, cinco aos con pantaln largo (porque a mi mam no legustaba comprarme pantalones cortos y yo no usaba pantalonetas, nioserio) y con barriga inflada por innumerables llenuras de no adecuadaalimentacin, golosinas y pan, un caf con cien de pan (la astronmicacifra de diez panes por cien pesos, y yo me los coma todos y me sobra-ba caf en el pocillo); y tambin porque la casa fue derribada, demolidao se cay de tantas conciencias que carg y de tantas hambres quevio. Entonces mis pies ya no podrn volver a pisar los pisos de maderade las piezas, ni los pisos de cemento de la gran cocina compartida ydel pequeo bao, ni el piso de tierra de la tierra que rodeaba la casa.Una casa alta con palomas grises viviendo en el zarzo, una casa rosadacon grandes ventanas de madera a los lados y al frente, una rosadacasa alta con las tejas de una forma y un color que no recuerdo. Unacasa con su propio panal de abejas y con sus propios chamizos de rbo-les que nunca crecieron lo suficiente como para cargar nios; con unlavadero gigante en la parte trasera, donde tambin haba un patio en elque a veces nos babamos.

    Como usted ya se ley la Antropologa de la Pobreza no le voy a con-tar la historia de los televisores, slo aclaro que all no cobraban, perotambin eran televisores comprados a crdito, y los programas eran losque ac daban: el chavo, el hombre nuclear, la mujer binica, la maravilla,Tarzn de los monos y otros, que no tengo que acordarme de todos.

    Pasando la calle polvorienta y empinada, como deben ser las callesen el sur oriente, empinadas a ms no poder para que los carros destar-talados hagan el mayor ruido posible, estaba el tierrero. Luego llamado

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    cancha del Maracan, all aprendimos a decir vulgaridades2 (chinomalparido) y a jugar bolas y tarrito y trompo y dems juegos arrebatadores(porque nos arrebataban) de los que volvamos no limpios. El tierreroera parte de la misma loma en que quedaba la casa y otras casas, queno eran todas de inquilinato, era un lote alargado despoblado de arbus-tos, flanqueado por una quebradita, por la carretera y por la fbrica deladrillos, prspera en ese tiempo, abandonada hoy. Al otro lado de laquebradita de cuyo nombre no puedo acordarme haba un matorral quese agarraba con furia a una ms pronunciada loma. Arriba de ella, lacarretera nuevamente, la carretera que va para la Ye y luego paraVillavicencio, antigua va, y luego para ms all; y arriba de la carretera,la Escuela Distrital Pantalen Gaitn Prez.

    (Escribo que se agarraba el matorral con furia, porque los pirmanosojos y manos de los nios y jvenes que por ah jugbamos nunca evita-ron acercar la candela a las matas de espinas; ellas se dejaban quemar ydespus volvan a su verde color y nosotros a los fsforos; estas matasde espinas son resistentes, no quieren soltar esa loma. Y el pasto tam-poco.)

    En ese lote del tierrero hacan de vez en vez, quin sabe en qu fechas,bazares. En esos das bamos al bazar, no al tierrero; bamos a ver al manque tocaba el himno nacional con los sobacos, que era el mismo que insta-laba una ruleta de madera en la que apostbamos irrisorias sumas, y queera el mismo al que le decan El Cura, hombre flaco, peinado y de trajesucio, hombre plido. Charlatn tambin debi ser pero a m no me charl.bamos a ver el espectculo de la vara de premios, palo flaco y altsimo,engrasado y con un canasto amarrado al extremo ms lejano del suelo, alque nadie pareca poder ganarle hasta que un valiente se sobrepona a lagrasa de motor y al vrtigo y al balanceo amenazador del palo, y en un actoheroico desamarraba el canasto para disfrutar del vino, del aguardiente, delas galletas y de los enlatados que contena el canasto, el premio era unaancheta! bamos a buscar la manera de jugar entre toda esa gente.

    Aparte de los juegos (la ruleta, la rana, el tejo, el pin ball de maderaque llevaba otro tipo, el juego de las argollas que deben caer alrededor

    2 Que siendo delicados los espritus que esto leen no ser menester aqu escribir en su prolongadatotalidad. No obstante, por ser consideradas palabras de mal gusto, estando aqu escritas (porque el tono es loque ofende), podrn leerse (y esa debe ser su disposicin de lector) con la antropolgica mirada que le ha sidoconcedida, as lo del gusto no debe ser considerado. Chino malparido es de lo ms barato si atendemos a locostosas que pueden llegar a ser otras ofensas. Sola responderse, Malparido su maro.

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    de cuadros de madera con billetes pegados) tambin estaban los pues-tos de comida, los campeonatos de minitejo, las chicheras trasladadasa carpas de plstico, el parlante de los organizadores a todo el volumenque la cosa daba y la msica estridente. Los bazares eran bien, dira yohoy, y en ese tiempo tambin. Los bazares se prolongaban en las no-ches y el ruido, que entonces no me era molesto, acompaaba misltimos minutos despierto, cuando me acostaba cansado, con los pieshormigueando, an con el impulso de las carreras de un da de fiesta.

    Esta noche3 no hay tinto porque no hay fsforos, unas cosas de-penden de otras4 , como esas cosas que escrib hoy, quizs por habersido domingo, da de bazares, y por haber estado donde estoy; escu-chando a la gente que grita al son de las jugadas de quienes compitenen las canchas de ftbol de este barrio Santa Rosa de Lima, a las once ycuarto de un domingo, muy tarde, mucho fro. O porque como siempreestoy conmigo termino relacionando todo, o empiezo relacionando todo,esa es la causa de que estemos embarcados en un viaje mstico, cosaque parece lo mismo que antes haba escrito, y puede que lo sea; sinembargo nada se pierde con darle la vuelta5 .

    A treinta minutos de pasos moderados est el barrio en que vivo delbarrio en que escribo. Aqu tambin ladran los perros en las noches yborrachos perdidos y ladrones eufricos y ansiosos sufren el fro de lascalles igualmente empinadas y, ahora, igualmente pavimentadas. Aqutambin se escuchan historias de robos de electrodomsticos y demuertes violentas publicadas en El Espacio, porque ya no est El Bogo-tano. Aqu tambin se compran los regalos en San Victorino y se ponencitas en Sancho Panza, aqu tambin estamos cerca del centro; y esonos enorgullece. Sin embargo, no es este aqu el que ahora me ocupa,me ocupa el pasado o el presente que de l se ocupa que es otro aqu;un aqu en un da cualquiera en el barrio San Cristbal sur parte alta,hace tantos das como los que veinte aos tienen.

    3 Usted comprender que esta noche no es la misma que era esta noche, eso es parte del delirio de laspalabras o de las circunstancias del conocimiento, que sufre la avera que significa reducir la realidad para quenos quepa en la cabeza. Tambin comprender que habr otras noches y otros ahoras.

    4 Esa relacin no es tan simple aunque me sirva de pretexto para lo que sigue. El pretexto va antes deltexto. No siendo esto ltimo lo que segua, no hay pretexto para la frase anterior, puntada sin dedal.

    5 Habr quienes sentencien que esta es una cuestin de matices; pero esta frmula ya no me complaceporque es demasiado frmula. Pensamiento rebelde que se revela contra los rebeldes, como para no quedar-se atrs. Concordemos en que las palabras se gastan, y que por eso los refranes ya no se entienden, aunque loltimo no venga al caso, pero ya vino.

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    Segundo grado de primaria en la ya nombrada escuela, clase por latarde, levantarse a las once y media para baarse la cara y a estudiar,clase de doce a cinco con la profesora Lourdes, profesora de todas lasmaterias, licenciada en matemticas, profesora fea con el pelo corto y am no me gustaba ver mujeres con el pelo corto. Tampoco pareca queyo le gustase porque un da tuve que aguantarme el reglazo en la manoderecha, ese que haba visto en otras manos derechas, y por el quenunca me preocup hasta cuando me toc. Qu piedra! As que nuncafui su alumno consentido, siendo hijo nico consentido, el hijo de mimam, tuve que no ser el principal por primera vez.

    La escuela no tena los linderos claramente establecidos: jugba-mos desde las tres en un potrero grande que estaba a la izquierda de laentrada, jugbamos atrs, en unos matorrales rebosantes de las ya co-nocidas matas de espinas (esas pocas veces las quemamos, debe serporque all, tan escondidas, nadie poda apreciar la obra del fuego), y allado derecho en otro potrero, ms pequeo pero con mejor pasto pararodarse, potrero que lindaba con la quebradita de cuyo nombre an nohe podido acordarme. Esos sitios eran un gran patio sin cercas, sin mu-ros; a veces podamos, los que vivamos cerca de la escuela, ir a nues-tras casas a tomar onces. Yo no iba porque mi mam me llevaba cremade naranja con ponqu gala, todo un manjar. Eso no pasaba siempre, aveces ya no me gustaba.

    Haba quienes vivan lejos de all, ms arriba, casi en el campo, msall de La Gran Colombia, en donde tambin haba escuela, pero entodo caso iban a estudiar a la Pantalen nios de por all. Y esos eran losms desjuiciados, no aprendan, pero en general pocos aprendamosporque los otros parecan estar ocupados en cosas, que no en las ta-reas. Tenan que cuidar vacas y terneros o tenan que llevar lea o ma-drugar a hacer oficios o tenan pereza, como Gleydis, que cuando yo ibaen quinto continuaba en primero; ella cada ao y medio tena un nuevohermanito para cuidar; luego se fue a vivir con alguien y no empez atener sus propios hijos.

    Tambin estaba Rafael, que era el nico que me poda ganar en lasnotas (en segundo grado) a quien yo respetaba porque era grande (tresaos ms que yo tendra) y porque ya trabajaba y tena plata y porquedescubri mis habilidades como arquero; Rafael era tan avispado que

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    haca sus propios carros esferados para tirarse loma abajo y para traba-jar en yo no s qu. Rafael no termin quinto grado para ser un rusonotable y un borracho famoso.

    Richard, mi primer mejor amigo, un da empez a no crecer, al con-trario de su hermano, Jairo. Y tampoco sigui estudiando despus decuarto grado. l hablaba como un vaquero, y despus como un vaqueroenano; l ley mi primer cuento, antes de que la profesora Lourdes lodesechara. Tambin se volvi ruso, y tampoco me hablara si me lo en-contrara. Ahora todos ellos son grandes y yo sigo haciendo tareas. Hom-bre de la academia, frase no ma6 , como ninguna; hombre encerrado enlas razones de la razn.

    Antes de seguir dir, con estos labios de hueso y carne que no dicensino escriben, que un nuevo ahora en una nueva noche (y el que quieraque saque sus cuentas) me acontece. Nuevo tinto nuevas manos nuevaboca porque nadie hace dos tintos con las mismas aguas. O s porquelas aguas aguas son; o no porque las aguas no son las aguas. O noimporta, porque un tinto siempre pasa cuando el tinto ocurre, es decirque no importa el pasado ni las aguas sino que el tinto exista. Diez de lanoche entre el tinto y los perros callejeros y los perros caseros.

    Fuimos al centro con Glaydis, con William y con doa Rosa, la madrede ellos; haba otro nio, el chitn, as le decan, que despus llamaronOscar (o Carlos?). Fuimos a conocer la plaza de Bolvar, y conocimosotras palomas y olvidamos la estatua y tenemos fotos de telescopioguardadas en un carriel de paisa que no s por qu razn lleg a nuestracaneca de hacer masato, en donde guardamos vejeces varias. Esa pla-za era una inmensidad, en las fotos se ve; slo que yo no recuerdo ha-ber estado sin dientes, y mi mam no se parece a ella. Para llegar a laplaza haba que subir por la calle once (porque arriba es siempre hacialos cerros, o sea que nuestro norte es el oriente porque all volvemos),calle con tiendas de ropa de primera comunin, de matrimonio o debautizo; calle con tiendas de sombreros, donde mi to compraba sussombreros cuando joven, despus compr cachuchas y ahora no com-pra, o sea que no ha vuelto a comprar cosas para la cabeza aunque noes improbable que haya vuelto por los billares San Miguel. Tambin sepoda subir por la dcima y el panorama no cambiaba mucho.

    6 Homo academicus, dice Bourdieu.

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    Mi mam era devota de San Judas Tadeo, santo que inaugur suiglesia en la dcima con doce, al lado del Ta, frente a San Victorino,pasando la dcima. All bamos cada vez que bamos al centro, a la igle-sia, a rezarle al santo mi mam y yo a prender las velas que se apaga-ban, a mirar temeroso las figuras doloridas, a escuchar, asustado ysomnoliento la misa, a mirar a los lisiados que pedan limosna en la en-trada, a aburrirme. All iba yo, colgado de la mano de mi mam, salien-do de la iglesia a comprar el sahumerio (yo le deca desaumerio), iba conlas narices hinchadas por el olor de esas cosas, olor que era slo de esesitio y que disfrutaba, no sin las complicaciones inherentes, mientrasduraba la compra que haca mi mam. Otras veces compraba ella ellinimento chino (yo le deca nilimento), para aspirar cuando dolores decabeza, dolores que entonces yo no padeca pero ella s, o para aplicar-se en las muelas huecas, a manera de calza, tambin para el dolor. Tam-bin para friccionarse en la frente pero ah si no me acuerdo qu cosacuraba el remedio. Ah, a la salida de la iglesia de San Judas, me comprmi mam mi primer anillo, una calavera plateada que pas de mi dedoanular al meique y de ah al carriel de paisa, despus se perdi, pero mimam reemplaz el viejo anillo de nio con otro que se encontr y ase-gura que es el mismo. Igual hace con otras reliquias, como con misprimeros patines, zapatos de lana que nunca se apoyan con firmeza enel piso dado el precario estado de las piernas de su dueo, un nen.Sobre la carrera dcima, al costado de la iglesia, contra la pared de laiglesia y contra el lmite occidental del andn, numerosas casetas so-brecargadas de productos casi todos desconocidos para m, eran aten-didas por las personas de los olores de ese sitio, personas extraas deraro hablar y entre quienes los hombres usaban como faldas o vestidoslargos y coloridos, y las mujeres unos chales grandes y todas eran gor-das; ellos, me deca mi mam, son los indios.

    Lo deca con cierto respeto, como encendiendo una alarma, con eltono que pona en la voz cuando quera que yo no fuera necio, porque aveces lo era. Prtese bien, que estos son los indios, pareca decirme. Yyo me asustaba y trataba de no mirarlos muy fijamente, me quedabamuy cerca de mi mam, apurando el trago lo mejor posible y queriendoque se acabara rpido, a pesar de que disfrutaba el olor, en todo casopara eso compraban el desaumerio. Porque estos indios pueden ser

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    malos. No era lo mismo que cuando mi abuelita, en Fusa, hablaba delindio de mi to, o del indio ese del Didacio, un primo que como casi todoslos de su generacin, dej la casa a los doce o trece aos para irse arecorrer el pequeo mundo de los pueblos de la zona del Sumapaz, arecorrer campos, a coger caf o lo que fuera, que tambin eran malospor lo poco ajuiciados, pero no eran malos de malos sino de malos. Aestos indios se les trataba con respeto, al menos mientras se les com-praba. Cosa rara, porque a nadie de mi familia le gustaba ser llamadoindio; si as se le llamaba, no era en su presencia o no era en serio, por-que en serio era una ofensa. Pero es que estos si eran raros, con esosojos con ese hablado y con esa pinta; hasta borrachos parecan. Doblenaturaleza de sensaciones o de pensamientos impulsaba a mi mam acomprarles cosas a esos indios malos, que con las cosas que vendanpodan traer el bien. El sahumerio es para sacar los malos espritus y paraque huela bueno, eso deca mi mam.

    No siempre que bamos a la iglesia nos quedbamos a comprarle alos indios, pero para ir al Ta tocaba pasar por entre ese poco de casetas,yo le apretaba la mano a mi mam. Duro. En el Ta, nombre de almacnque yo asociaba con mi ta Adela, la ms querida, mi mam me comprabagelatina, antes tocaba preguntar si le alcanzaba la plata; coma -o beba?-gelatina verde o roja sentado frente a una mesa larga y angosta, comaencaramado en una silla flaca mientras mi mam daba vueltas por el al-macn y el celador me miraba cada nada porque mi mam lo haba deja-do encargado de mirarme. Ella volva con bolsas plsticas y nos bamos ala seccin de juguetes a mirar, yo siempre quera un baln. Varias vecesnos tomamos fotos a la salida del Ta, contra los vidrios de las vitrinas,cortando por un momento el flujo de gente que pasaba de sur a norte y denorte a sur. Eran las veces en que ms bravo me pona porque no mecompraba el baln; en realidad casi siempre eran fotos slo mas. Ahorano tengo baln pero s un montn de fotos perdidas otras regaladas otrasentre el carriel y otras que deben estar refundidas en los archivos del locala donde haba que ir a cobrarlas tres das despus.

    Cuando haba que comprar ropa o zapatos, siempre para m, nospegbamos la patoniada. Empezbamos por el Golpe, en la calle 12 condcima, seguan el Caravana, y los otros ah para arriba que no recuerdocmo se llamaban. Ah no comprbamos. Tocaba pasar la dcima, me-

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    ternos a San Victorino, a dar vueltas preguntando y volviendo a pregun-tar, a pedir rebajas, a obtenerlas y a no comprar. As le gusta a mi mam,dar vueltas para volver al primer sitio en que pregunt. Ya volvi ma-dre?, deca el vendedor con una sonrisa que an me fastidia.

    Sbado, con el agua a punto de hervir, agua para tinto del que yopreparo, que es ms rpido, porque el tiempo se va volando, se gastacomo el agua entre las manos, o porque yo estoy de afn, el afn desentarme a no dejarme escapar el momento de la escritura; en fin, elagua a punto de hervir, el agua para el tinto que preparo para m y paraellos que ya casi llegan, cinco y 48 en mi reloj que se adelanta. Yo sigoen la casa fuerte, casi amurallada y sin una planta viva.

    La Pajarera, casa rosada con nios estremeciendo las viejas tablasdel corredor, a las seis y media de la tarde. Mujeres en la cocina sirvien-do platos con maz pira, en el que nunca pude vislumbrar paloma algu-na, pero s caras deformes y papas blancas, con pltano frito y con arroz.La comida, mi abuelita le deca la cena, eso era en Fusa, aqu era lacomida, de los nios. Sentados en el piso con las piernas abiertas, conla espalda contra la pared y las manos recin mojadas en el lavadero,esperbamos a que nos fueran repartidos los platos. Y despus el aguade panela (la agepanela). Y despus a esperarlas a ellas, las mams,que se quedaban lamentndose y sacando cuentas y monedas de susbolsillos descosidos. Esperarlas jugando un ltimo juego, no muy brus-co para no rebotarse, del estmago.

    Dormir con los ms pequeos o los ms grandes, pero no solos,que las camas no sobran. Yo dorma con mi mam; Glaydis con sushermanos; Jhon con Vctor; doa Gloria con el marido y los hijos peque-os; doa Rosa con el hijo ms pequeo y con don Manuel; y as todos.Hacinados pero tibios. Esas piezas nunca durmieron vacas, nadie sufrade insomnio, los que trabajaban porque trabajaban, los que jugbamosporque jugbamos, los que dorman plcidamente porque as lo hacan.En las maanas haba quienes revisaban las trampas para ratones, quie-nes encontraban evidencia de sus fechoras, quienes madrugaban tan-to que nunca se les vea, quienes no haban llegado. Ms no s porquepocas veces madrugaba; entre ms dorma mejor me iba en la escuela.

    Cuando alguien no llegaba, ese era un marido o un hijo mayorcito(de ms de 14) que se haba quedado tomando por ah. Borrachos hay

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    en todos lados, tambin en La Pajarera haba, ahora se sentarn en elandn de lo que fue la casa, y quien pasase dir que ese borracho sesent en el andn del parqueadero, y tendr toda la razn porque eso esun parqueadero. Eran comunes los que seguan despus del fin de se-mana, dele a la tomata, que eran violentamente reclamados por lasmujeres (que as se le dice a las esposas) y que por eso o por otrasrazones que nunca estn claras, las golpeaban. Eso era un espectculopara los nios, si no eran los hijos de los protagonistas, Vamos que donManuel le est pegando a doa Rosa, y all bamos, a ver a don Manuel7

    con la cara rasguada y a doa Rosa tapndose el rostro, cada uno enuna esquina del cuadriltero, que despus sera la pieza, esperando laofensa prxima que desencadenara un nuevo round. Nosotros esper-bamos. A veces llegaba el nuevo a veces no; l se iba con la furia en losojos, empujando nios indiscretos a su paso, rebuscndose el ltimopeso en los bolsillos del sucio pantaln, con la borrachera pasmada, ajustificarse con los amigos que siguieran en la tienda o a dormir quinsabe dnde; ella lloraba y maldeca su suerte, levantaba las sillas ca-das, cuadraba la cama, se aplicaba algo en el rostro para la hinchazn yreciba las caricias de alguno de sus hijos, que tambin lloraba.

    Haba largos ratos de silencio en la casa cuando eso pasaba. Habavergenza ajena y propia. Haba comentarios a media voz. Despus, unda o dos, venan las disculpas y los perdones. Tambin ocurra que nose decan nada el don Manuel y la doa Rosa, l llegaba del trabajo y sesentaba en la cama y ella le llevaba el tinto y despus la comida y nohablaban ms que lo necesario hasta que el rasguo empezaba a seruno ms, y el negro de los ojos8 poda ocultarse con un poco de base.

    Cuando invariablemente no tomaban o lo hacan en cantidades meno-res, Una pa la s, era en Semana Santa. Cuando las mujeres de la casaseguidas por algunos nios y sus poco religiosos maridos visitaban losmonumentos, iban a misas, a procesiones y dems. La Semana Santa,cuando estaba prohibido jugar, brincar, baarse, lavar o barrer. El fin desemana ms largo del ao, segn dicen los periodistas. Tambin en Se-

    7 l haba ido a jugar tejo o a jugar rana, haba bebido muchas cervezas, ola a cigarrillo, a plvora y tenalas manos sucias de greda o ennegrecidas. Bebi desde las diez del domingo, cuando lo llegaron a invitar, esoestaba casado, despus se fueron para otra tienda porque all ya iban a cerrar. Amanecieron en otro sitio, delque despus tuve conciencia, a donde las nias, no sus hijas, y continuaron despus para desenguayabar, Estelunes toc no trabajar, algo diremos maana.

    8 El negro de la piel que los ojos rodea, que no el de los ojos negros de esas mujeres de ojos negros (lasque oscuros los tienen) y manos maltratadas.

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    mana Santa bamos a la iglesia de San Judas, ella era uno de los monu-mentos. Mam con tenis y pantaln caminando en busca de iglesias.

    Aqu bajan los vientos furiosos, vienen corriendo a hacer rugir losrboles del otro lado del ro Fucha, el mismo que baja crecido; es denoche y hasta aqu, hasta la casa con tejas imprecisas, se oye el rodarprofundo de las piedras que de tanto rodar se redondean. Pero lo quenos da miedo es el viento helado y esos rboles que al otro lado del roparecen irse a partir. Y las tejas de las casas de ms arriba que pasangritando estrepitosas. Un da, o una noche, mejor, de tormenta. Tormen-ta que baja imponente del pramo. Viene a causar estragos en las casasa medio construir, que son casi todas; aunque a favor de los dueospodr aducir que nada est terminado.

    Eso es tambin una excusa para escribir lneas acerca del rumbo (delnorte o del oriente, nuestro norte) de tantas palabras, las que antes deestas han sido escritas. A qu horas pondr fin a este captulo, no largo,acerca de lo que ha venido discurriendo, porque estamos condenados adiscurrir, como aguas de un ro de meandro en meandro, de piedra enpiedra, a qu horas dejarn de discurrir las palabras para dejar a otraspalabras mostrarse en la fila que las palabras forman y que deben formarpara ser ledas. La pregunta formalmente dirigida no se pregunta por lashoras, pero es que la costumbre es lo ms difcil de evitar, ni siquiera lapregunta se pregunta cundo, talvez se pregunta hasta dnde, tras qutema sern medianamente mostrados los temas que quieren ser mostra-dos. Prrafo que explica el chiste o que introduce la discusin que sercuando ella sea. No aqu. Porque estas palabras no dicen ms de lo queescrito est, que es todo lo que escrito est; lo escrito es la ilusin delpensamiento que se fij en la fijacin del que se fij en la escritura que lmismo tendr que releer para recordar. Eso por una parte; por otra (o porla misma?), tendr que resignarme a no escribir ms de lo que escriba.

    Un da domingo es un da de fritanga, de cerveza, de ftbol en eltierrero (campeonato de banquitas), de sol, de peleas de borrachos, dehijos extraviados en un pastal aledao a la tienda. Un da domingo hacetantos minutos como los que tienen tantas horas, estuve perdido de lacasa en el extenso pantano de ms all del tierrero, cogiendo ranas yfabricando represas de barro en la quebradita, mientras lejos, en la can-cha, los futuros ebrios de las seis de la tarde competan en el campeo-

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    nato. Recuerdo que slo pone de presente la existencia de amplias zo-nas ajenas a la acelerada colonizacin de los terrenos de ms arriba, ensectores an ms marginales de la ciudad. A donde seguamos llegandodel campo y de los pueblos. Ms nios para ms inquilinatos y para nuevascasas a medio construir en lomas resecas cuando sol y resbalosas cuandolluvia.

    Barrio popular. Popular es escribir todo lo que est escrito y lo queno. Har falta lo que se le ocurra. La basura acumulada en las esquinas ocongelndose en las orillas del ro, o de la quebrada, o rodando fcil-mente por las cuestas en las que an no hay casas de cartn o de made-ra o de ladrillos o de barro, porque de todo se ve en la villa del seor. Oen la via? Perros de penltima moda porque siempre ocurre que cuan-do llegamos a la moda, la cambian. Camiones destartalados encarama-dos en un andn mientras hombres mujeres y nios lo llenan de ladrillosde segunda o de un trasteo de ltima hora (porque todo lo que estocurriendo es de ltima hora); la ventana abierta por donde sale la msi-ca de Diomedes, Luis Alberto Posada, Vicente, El Charrito Negro, Olim-po, Oscar Agudelo, Cuco Snchez, Jos Alfredo y todos los otros, quehay para todos los gustos que hay; la mujer asomada a la ventana enuna corta interrupcin de sus oficios. Ya no tendrn que ocurrrsele es-tas cosas, puede agregar las otras.

    Aqu estamos, no todos ni muchos de nosotros, vamos de mi mano,de mis dedos. Nosotros, los que tenemos amigos esperndonos en laesquina; los lisiados; los que tomamos de ms los fines de semana; losque usamos ruana para salir al centro; los que espiamos desde la venta-na a los recin llegados; los que no leemos; los que escupimos des-pus de gargajear; los que miramos con rabia; los que nos ganamos lapata; los que queremos irnos; los que tenemos un hijo atracador; losque trabajamos en la rusa; los que lavamos pisos en un hotel del centro;los que llevamos bozo y patillas y cachuchas; los que cuidamos a laabuelita; los que nos acostamos con las mujeres de ac; los que si; losque hacemos tareas; los que de vez en cuando fumamos marihuana;los malparidos; los que los saludamos; los que usamos piedras y tablasen los tejados para que los ventarrones que bajan del pramo no nosdejen con las estrellas sobre la cabeza; nosotros, los que regalamossancocho; los agripados; los que evitamos el callejn; los vendedores

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    de lotera; los gonorreas; los que tenemos dos hijos muertos; los quetenemos un hermano asesino; los que nos fuimos; los apostadores; losque tenemos una nia de ojos azules; los que tenemos un dedo dems; los hijueputas; los que preparamos masato; los que nos asusta-mos cuando los vemos en la esquina; los emprendedores vendedoresde lchigo; los que en un callejn atracamos; los que vemos amanecercon los ojos soolientos; los que nos acostamos con las mujeres delcentro; los que leemos Condorito; los que metemos perica; los queasoleamos las cobijas para quitar el olor a orines; los que buscamos lasuerte en el pocillo; los que hacemos el chance; los que tenemos apo-do; los que tenemos una abuelita en el campo; los que organizamosfiestas en la casa de un vecino; los que cocinamos con gasolina; los quesorprendimos a la mujer con otro; los que no; los embaucadores; losque tomamos chicha; los del apodo en la invitacin al entierro; los quebailamos; los que tenemos cinco hijos que alimentar; los que no; losque vimos el Dai Apoln; los que tenemos los segundos pisos inacabadosy los primeros inundados; nosotros, los que no escribimos ni hablamosde la manera en que estoy escribiendo; nosotros los que no tendremosvoz en la escritura que me est ubicando en el rito del desprendimiento.No ms para no caer en la confesin que debi ser lo primero, Pirobohablamierda pirobo hijueputa, yo lo atiendo gonorrea9 .

    Estas son las condiciones del conocimiento, esta es la ilusin de laspalabras.

    9 Ser que tanta vulgaridad hace parte de las razones del cuerpo que la razn ignora? Debe ser porqueparece ofendido el que habl. Este universalismo que me es permitido por empezar a ser investigador social,voluntariamente autoinvestigado, destructor de un pedazo de mi pasado, condenndolo a esas lneas..., esteuniversalismo tiene algo de cnico. Si escribo que confrontar Bourdieu y usted va, es posible que encuentreque no haya dicho eso cuando dijo del universalismo de los etnlogos; a m me qued esa sensacin, msahora que releo y corrijo y cambio notas de pie de pgina y me siento... pero no debera sentirme porque hedecidido esconderme tras esta desnudez.

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    Nueva pgina nuevas palabras nueva excusa para su flagrante desfi-le. Las palabras que dirn lo que escrito quede sobre el mundo en el quelos indgenas inga de esta ciudad sobreviven. No porque haya quienesmal viven, que los hay, sino porque este mundo tiene la brecha de la quese aprovechan, es cuestin de estrategia. No la estrategia en el sentidode la jugada razonablemente planeada, no es un negocio ni es un juego,sino en el sentido de la acomodacin dentro de un espacio y un tiempoque nos constrien dejndonos un marco de posibilidades para la ac-

    HISTORIA DE FUENTES CRUZADASO EL PROBLEMA DE LA DIFERENCIA

    O MIS CONSECUTIVAS VOCES

    Foto 1: La Brecha, Junto a la droguera, Tronco viejo y guila negra, mdicos tradicionales.

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    cin y de las que escogemos (o sern ellas las que escogen por noso-tros) las ms rentables10 .

    Las palabras que escritas dejarn en el papel lo que escrito quedesobre las condiciones en las que ha sido posible hablar con los inga enesta Bogot suroriental, sitio de la ya mencionada infancia del preparadorde tintos y escritor nocturno que he sido. Las palabras.

    Trabajo para la clase de Vasco, identidad indgena, el tema del fin desiglo, el tema del principio de siglo, el tema de las condiciones de lapoca que transitamos, el tema de los pases que reconocen los dere-chos de las etnias que los habitan. Indios en la ciudad que se escondande nuestros antropolgicos ojos que slo se los imaginaban, en el senti-do estricto de imaginar, hacer de una idea una imagen, en las selvas y enlas montaas, conviviendo armnicamente con el paisaje. Identidad in-dgena en la ciudad, en Bogot, latifundio epistemolgico de socilo-gos y antroplogos urbanos que de indios no quieren saber. Esos noson indios. El indio no es sin la tierra. Pensamiento telrico; que hastano hace mucho relacionaba con telas de araa en un rincn, telas dearaa colonizando altos techos. Encontrar indios en la ciudad y hablarde identidad, eso fue sin esas palabras.

    En fila india por el largo pasadizo que es la entrada -el largo pasadizopoblado de plantas que ese da miraba con la curiosidad de quien va aljardn del curandero-; blancos de roja sangre en fila india buscando in-dios. As, despus de saludar a gritos y ser invitados a seguir, entramosa la casa del cabildo; personajes vestidos como los parceros de mi anti-guo barrio estaban tomando el sol blanco amarillo de esa maanasoleada, cuando todo era claridad, en un principio. Chicha en pocillo deplstico, de los mismos que eran usados en La Pajarera, chicha con olorextrao y poco agradable; casa vieja transitando sus meses ltimos11 .Chicha para todos en un pocillo de plstico y bebedores indgenas im-pacientes. Que no est el gobernador, pero que vengan a la posesin all

    10 Ahora, cuando se ha escrito algo que me inspir la lectura de Bourdieu, pero que no podra asegurar que lohaya escrito l, aunque ciertamente de la nocin de estrategia habla, debern ser reconocidos legtimamente lososcuros derechos del autor, decir que en la pgina 88 de la edicin espaola de las Meditaciones Pascalianas,Bourdieu discurre acerca del malentedimiento de la palabreja, que sin embargo no dice esto pero lo que dice y lo quepienso del tema que me atae que no es la nocin aunque la use, ha ocasionado una serie de choques elctricoscerebrales que me llevaron a escribir lo que fue, no tan largo como la explicacin, y que en todo caso no me hacenautor de tan elemental organizacin de palabras. En lo sucesivo, la cita ser dispuesta de la manera acordada, comopara que un lector riguroso no me saque del juego. No evitar, sin embargo, pensar lo que se me ocurra.

    11 La casa, de tipo colonial, muy vieja, se derrumb un sbado, a finales de marzo del ao 2000. Los dossalones en que funcionaba la escuela quedaron inutilizados. Los servicios con los que contaban seguridad,aseo, equipos- les fueron retirados.

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    en la plaza de Bolvar, en la alcalda. A las seis. Bueno, deb decir yo. Norecuerdo y no tengo una apreciacin justa de lo que debieron decir Fabioy Juliana. Este es mi egosmo o mi ausencia de odos.

    Trabajo bases socioeconmicas de la identidad indgena, ajenacindel mundo, lejos de nuestros sentidos los sentidos, terica discusin yobservaciones obvias. Trabajo escrito en dos escritorios al menos, el deVasco y el de Vctor Jacanamijoy, gobernador de esos meses. Frasescortas, cortantes sentencias, poema ausente de artculos, comas y mscomas. Enumeracin. Enumeremos el mundo a ver si se organiza. Delorden ms fue escrito, no aqu sino adelante.

    Ahora, cuando la permanencia en la plaza de San Victorino, en don-de un monumento, o ser una escultura, de metal, ocupa el viejo sitiode las ventas de calzado, trajo a mi mente otras permanencias, de lasque fueron palabras escritas, las no todas palabras que han sido escri-tas y las no todas que se puedan escribir, tomo asiento e intntome.Ahora resulta ms cmodo escribir un texto que, como ese, el texto delas bases socioeconmicas de la identidad, pretenda abordar las condi-ciones en las que un indio de la ciudad es indio en la ciudad. Tengo msespacio y ms lengua, si lenguas son las partes gordas de los dedosque estn debajo paralelas o encima de las uas, eso depende.

    Quisiera pensar que esa es la condicin primera de mi cuaderno denotas aguardando en la maleta mientras miro Monserrate y Guadalupedesde la silla de cemento en la que nos sentamos los que all vamos.Que la condicin primera es mi condicin de condiscpulo de vivencia, ode lejano hermano que para vernos ha vuelto. Que la condicin primeraes la de haber sido nio colgando del brazo de su madre que haba sali-do al centro. Pero la certeza de que la escritura reflexiva no va ms alldel papel el esfero y la mano, y, ahora, del teclado y el monitor, me alejade ese querer que es ms artificial teniendo que estar aqu tan lejos,para organizar con palabras mi haber estado all. La condicin primeraes la del requisito que estas lneas cumplen. Otras habr que son adicio-nales. El cuaderno mismo, lo que me ubica por fuera para anotar el des-cubrimiento, que es la prueba material y simblica de mi condicin deinvestigador a la cacera de evidencias de indicios de pistas. El dinero demi madre y el que he recibido en calidad de prstamo para cuando lainversin rinda, el dinero que me permite transportarme y gastar almuerzo

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    en restaurante barato. Y el tiempo que por el dinero mismo puedo noocupar en el trabajo de todero que tambin tuve. Y las dems, las queno atino. Tambin est la condicin que es mi conviccin de no dejarmeperder de usted, la de estar presente en los prrafos que voy escribien-do con estos dedos de gordos nudillos. Yo tan yo como puedo serlo,enfilando palabras para sus ojos.

    Ahora son las cuatro y cuarenta, como cuatro 40, y no eran las cuatroela maana, sino las 4:40 de la tarde, esta misma tarde, y otro fallidointento de socializacin: Yo soy Luis Alberto Surez, estudiante de antro-pologa de la Universidad Nacional y estoy empezando (an no) un trabajocon el cabildo; ya tengo el permiso pero me falta el papel que me lo van adar maana, y quiero hablar con usted un rato, saber quin es y qu hacepor aqu; y me responderan si todo eso hubiera dicho, Qu qu?, perono dije todo eso; slo dije, Buen da, y me dijo, Cmo? qu quiere?,Nada, que buen da. Y segu caminando, casi no haba parado, y fui a darotra vez al puesto nmero 9 y all, que como no lo estaba buscando sestaba, estaba el gobernador (don Isidoro) con esposa y todo, los dosmayores de la familia del nio que siempre me deca que el gobernadorno estaba y que no saba cundo iba a estar. Pero ah estaba. Me salud ynot en su habitual poco entusiasmo un dejo de reconocimiento y since-ro pequeo gusto de verme. Sera porque despus de cuatro meses dehaberlo conocido y haberle solicitado el permiso para trabajar con ellosen mi proyecto de tesis, finalmente tena el papel que deca que yo estabaautorizado a hablar con los inga de Bogot. As que me mostr el papelcon su firma y me dijo que me lo entregara maana y que el vierneshaba-habr asamblea general en la sede de la ONIC y que fuera que iba apresentarme formalmente con la comunidad y, All voy a estar, dije yo.Entusiasmado porque este no ha sido un mal da adems ver a quien voya ver, sal del Caravana, y entre el ruido los olores y el sol de las dos y 30 dela tarde en la cra 10 con 12, camin. A lo largo de la iglesia, callados unoso hablando entre ellos, otros, los inga exhiban sus collares y sus capisayosy sus chaquetas de cuero y sus anillos bebedizos y riegos de los que anno s y no s si llegue a saber.12

    Ese da, el viernes, reunin prolongada en la sede de la ONIC, elprimer sitio que haca tantos meses, ms de doce, pngale quince o

    12 Diario de campo, mircoles cuatro de abril de 2001.

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    veinte, habamos visitado para encontrar unos indios en Bogot con loscuales hacer el trabajo para presentar el papel. Un hombre que por nom-bre tena Edilberto nos revel la existencia de un grupo de indgenasque estaban organizados en cabildo que vivan aqu en Bogot y con lasede en el centro a unas cuatro cuadras del sitio en que nos encontrba-mos. Eso, tanto tiempo atrs. Muchas vueltas al reloj de arena, tantasque casi olvidamos cuntas, tantas que ya no importan. A las seis ymedia empezaba la asamblea en la que me daran la firmada carta, laque no me entregaron al otro da del da del diario trascrito, la que conte-na la autorizacin, yo llegu casi a las siete y la reunin empez des-pus de las siete y media; tercer piso, suelo de tablas, pequeo cuartocon ventanas que a la calle daban. Ventanas altas, de madera, comootras a las que me asom, tambin para ver la calle, en una noche igual-mente iluminada por altos bombillos amarillos de alumbrado pblico.

    En un gil oprimimiento de las teclas indicadas fueron de aqu borra-das las lneas que faltan o que sobran; como todo, eso depende. Por-que como ya escrib, ms adelante, en este escrito debe quedar escritolo que me parece y esas lneas no me parecieron. As que de la maneraen que escrito qued, fueron sacadas del universo. Punto final para laslneas que se murieron. Otras se escriben mientras usted las lee.

    Eso no es tema de este captulo, lo del arrepentimiento del escritor olo de la insatisfaccin literaria, porque de lo que este captulo debe ha-blar es de cmo hice para hablar con ellos y de cmo llegu a la casaverde con terrazas paralelas pero no dispuestas en el mismo plano, a lacasa con un perro al que le pesa la cabeza. No ha sido fcil estar en lacasa en que estoy. Punto. Eso decan ms largamente las muertas le-tras. Y conoc a personas entraables. Punto. Qu hijueputas, si el dia-blo me sigue regalando insomnios. Y los insomnios como todos sabe-mos, estn repletos de palabras. Otras sern, pues, las que queden.Estas. Y las que siguen, incluyendo por supuesto las anteriores. Este esel juego: cuando acabe, es decir cuando llegue a la reflexin final de loque este captulo habla, aunque como dicta la reflexin, este captulo nohabla (dejmonos de gevonadas, porque los que hablan tienen boca yeste captulo tiene tinta de fotocopiadora y papel blanco), si quiere des-cubrir el orden cronolgico de las letras venga a leer desde En un giloprimimiento.... Eso es slo un juego. La cosa es que como usted ya

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    sabe que todo esto es ms artificio ahora que se enter de que metumb unas lneas por no imaginarlas dignas, debemos asumir la rude-za del juego del conocimiento. Aqu hay tantas lneas en blanco comolneas con palabras como lneas mutiladas y bla. Todas hacen parte delviaje mstico; por eso no me preocupo tanto por el orden, porque elorden soy yo. Y no soy tan novedoso como para escribir durante un meso un poco ms sin caer y recaer en los temas que me ataen. Sabr quemgicamente como suele ocurrir todo en esta clase de escritos, al ter-minar el prrafo del futuro, usted se ver transportado(a) al pasado.

    Da martes, porque no hay que olvidar que el tiempo transcurre, queeste, como ya qued escrito, es un trabajo nocturno, que el tinto pasacuando el tinto ocurre, que las naturalezas son esquivas, que la experien-cia es las maneras de registrarla o que lo que pas son todas sus memo-rias, que la escritura reflexiva, en rigor, es una trampa, que busco un nue-vo sentido para el transcurrir del tiempo o que quiero ocuparme del tiempo(de la relacin entre los acontecimientos), que las maneras son las cos-tumbres de las manos, que las palabras tienen que ponerse unas antesque otras (lo que es lo mismo que escribir que tienen que ponerse unasdespus de otras) y que la violencia simblica13 es una boleta. Hoy, notinto. En los martes ni te cases ni te embarques. As que no me embarco,sigo navegando con el planeta pero no dentro de l14 . Pura inercia paracontinuar el tratado de los bajos mundos. Bueno, no tan bajos porquems profundos s hay; bajos para estas acadmicas alturas.

    Los inga habitan este mundo de lisiados y condenados de pobresharapientos de sucios de desarreglados de crueles cruces de la socie-dad que sobreviven de hambre en hambre de enfermedad en enferme-dad de falsa esperanza en falsa esperanza, que las nicas esperanzasson las hijas as nombradas y que por eso dejan de serlo, no hijas sinoesperanzas. Porque las condenas de su destino as son y as sern. Esun mundo de pesados rosarios avemaras y padres nuestros, de pesa-das culpas sobrellevadas por las circunstancias de traiciones, puala-das, gritos rencorosos y hambres, sobre todo hambres. Hambres delcuerpo que se ven burladas, pero no aqu, que aqu todos necesitamosy pedimos y nos untamos perfumes baratos con costosas dosis de fe.

    13 Ver Bourdieu, 1999 [1997] pgina 111.14 En Saramago, La Balsa de Piedra, alguna pgina. Debi decirlo Jos Anaico.

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    Hambres aplazadas hasta la muerte y ni all saciadas, hambres que ter-minan en entierros de quinta categora y arreglos florales y sufragios (silos hay) sin categora o con la nica e inconfundible categora de la po-breza y el desamparo, Ampranos seor que no queremos morir parasiempre, ampranos del abandono de las tumbas y de las lgrimas lasti-mosas de la frustracin.15

    Que si algn dejo de resentimiento es posible leer en esas lneas,enhorabuena. Porque la rabia rabia es; porque en nombre de la cienciano se debe ocultar. Porque si discutimos conceptos acaloradamente yacusamos estrechez de frente, estamos ocupndonos de cosas por lasque nadie muere. Lneas escritas durante una misa en la iglesia de SanJudas Tadeo, el santo para los casos ms berracos. El santo para loscasos desesperados, note que no est mal ubicada su iglesia.

    Es preciso, no exacto, escribir que los hay tambin en todos estosbarrios, en todo ese centro, que s tienen. Casa, carro, todo!, dira donJos. La rabia no est ciega, slo brava. La rabia es babosa y por esobabosea lo que cerca de ella est. Cosa por la que no hay que censurar-la. Que tenga rabia, qu le hacemos. As es la rabia. Y no olvidar queentre los que no piden tanto estn los que cansados de pedir en grandeempezaron a robar en grande, funcionarios, apartamenteros, funciona-rios; y los que se volvieron mulas y llegaron un da soleado con una viejade lo ms boleta, pero hasta buena s estaba, con pinta de cuero blancoapretado, y todos embambados, en severa burbuja. Tambin de esoshay, esos ya no piden, o s piden, ms trabajo. Y los que tras veintipicode aos de arduos trabajos y costosas privaciones tienen su casita bienarmada finalmente, una casa terminada y con el estuco y las paredesintactas, con el bao limpio y espacioso y con las matas en sus materassobre un iluminado corredor; pero por ya no tener el trabajo que lesexprimi la vida tienen que arrendar el primer piso y vivir cuidando de lasparedes que con tanto esmero se empean los nios en rayar y los adul-tos en llenar de puntillas.

    Ser que pescamos en los ros revueltos de todas las que son fe?Estos mismos viejos achacosos y estas mismas mujeres de nio debrazos en los brazos y estos mismos desempleados con carpeta dehojas de vida en el regazo, todos en la misa del lunes santo, saldrn al

    15 Diario de campo, lunes 9 de abril de 2001.

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    amparo del olor del incienso a comprarse la contra, el riego, el azabachepara el nio, que no le d mal de ojo, el anillo con la calavera o la prome-sa del bienestar en el chocolate o el caf.16

    A don Jos lo buscan aqu, en su casa verde con terraza de dos pisosy perro parecido a una foca, y en su local, que queda frente a la plaza deSan Victorino, en el centro comercial SHIRLEY. Lo buscan sus clientes dehace mucho tiempo y los nuevos, como mi mam y mi primo, que tam-bin puso restaurante y necesita remedios para las ventas. Don Jos esuna persona respetada por quienes en l confan, Si tiene fe... le vendo,dice l. A muchos, como queda insinuado, les funciona; as que tienen fey don Jos, satisfecho, Yo soy indio, yo soy Jos... a m me conocen enVenezuela Mjico Panam todo esos partes porque yo soy profesor.

    16 Diario de campo, lunes cinco de marzo de 2001.

    Foto 2: Los hijos de Saturno, Aqu estamos, no todos ni muchos de nosotros, quietos en lafoto, congelados.

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    Don Jos, cual Buda, en su banquito, chiquito y bajito como a ellosles gusta, sentado, que dirase que est acurrucado, espalda contra lapared de al lado de su puesto, re ruidoso. As como l re. Buda sabelo-todo que escucha con sincera atencin las quejas los dolores y los re-querimientos de sus clientes, don Jos muchas veces no entiende. Hayque repetirle, intentar con gestos y con palabras; finalmente la comuni-cacin se establece, queda uno a veces con la duda de si estuvo hablan-do de lo mismo. l se viste con pantalones de dril, de los que usaba mito Cristbal, de quien supe a corta edad que no era el mismo CristbalAmrico Rivera y que tampoco fue Cristbal Coln, slo era mi to; pan-talones de esos usa don Jos, con camisas ajustadas a su protuberantebarriga y tenis Reebok negros, bien embolados, con medias de rombosde las que yo uso y que por eso doa Rosita a veces entra las mas ytengo que ir a buscarlas en el cuarto de las ropas, en donde se secan lasyerbas para poderlas cocinar el dmingo. No le gusta usar el sayo aun-que recientemente compr dos hermosas ruanas de esas con rayasnegras y blancas, ser la proximidad del antroplogo que le preguntapor pocas que recuerdos le traen, o ser que con el sayo se parecemucho a esos sinchis del bajo Putumayo. Yo soy mdico tradicional,dice l. Y muestra el carn del cabildo, l es medico tradicional.

    Saqu el papel para escribir de la tristeza de los habitantes de losespejos. Pero se han sentado junto a m a discutir, Que no ponen unhijueputa ladrillo, y que no ayudan para la luz, Toca pagar el impuesto,que pa eso de tener casa es mejor pagar arriendo. Son hijueputas queno les gusta sino que le tenga desayuno posada..., Que se emborrachay se la pone de ruana a pegarle a los hijos, Dejee ser chismoso llave,parlas comun hijueputa, Si se pone a pedir pues pague, Cuntas cer-vezas?... borracho hijueputa, Y entoes las cervezas que yo pagu no esplata, Pero qu hijueputa, qusa chimbada.

    Hablan de la cerveza y de la plata y de las peleas sin darse cuentade los olores puercos que despiden y que me ofenden, pero que mitica antropolgica soporta. Tienen unas lonas con qu s yo. Hay qubelleza... desde las dos de la tarde unoaaqu teniendo paredes. Son lacinco y cinco. Hablan de peleas conyugales, de destrozados mueblesaporriados, ...Una parla y no la suelta es nadie... Unos esposos de 50-60aos con un hijo 28-32 aos y otro que no s qu ser, 30-35 aos. ...Un

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    carro viejito y compra chatarra... la pelea fue quel man le dijo que seacostara... pumpumpum... la encendi, Quieren hacer y que no les ha-gan, ...Le dan en esa mala le dije... as le dije. El otro es hijo.17 Blancos,no indios, en la plaza de la Mariposa hablando sus vainas. Etngrafo singrabadora pescando boronas del mundo bajo. El sitio es la plaza de SanVictorino, no tan limpia como en la foto del directorio telefnico, s msgrande y sin agua alrededor de la mariposa y con menos gente de fiestay con ms gamines y con uno que otro capisayo coloreando el paisajemientras su portador se pasea con la tabla de los anillos y azabaches ycadenas; lo que vera es todo lo que pudiera ver, es decir la enumera-cin que me ahorro; esto, como qued escrito, es una borona; acptelocomo si fuera la apa, la misma que dadas las circunstancias est po-nindose de moda otra vez. Esos personajes, de los que anotadas fue-ron algunas frases, de ropa vieja y sucia, de zapatos embarrados y cabe-llos despeinados, esos personajes sin dientes y con risas escandalosas,se marcharon como a las cinco y veinte.

    De nuevo en la iglesia. Sin ladrones a la espalda. Danos la paz; anosotros los de cabezas gachas y altas jorobas dedos huesudos flacasesperanzas. A nosotros, los que pedimos limosna con todas las maasde las que a bien tuviste rodearnos. Danos la paz que nosotros nos da-mos las manos manchadas de mugre. Y nos decimos, La Paz. Y en estade San Judas podemos encender veladoras verdaderas que en su agonaestallan en llamaradas alegres y humos plsticos, veladoras ciertas y no elengao elctrico, y cirios ciertos con dbil flama agonizante y malnacidao llamarada vivaz orgullosa y pecadora que con insolencia lanza su tiznehacia la cpula, hacia el tiznado crucificado que domina la iglesia...

    No siempre es ruido en esta iglesia. A veces milagrosamente se apa-ga la casetera enorme del vendedor de msica pirata y el vaso ruidoso dellimosnero deja en paz a las cuatro monedas que venan golpendose confuria en la condena de los claustrofbicos y los buses no pitan y los moto-res rugen bajito y tan pronto alguien se da cuenta del hechizo la primermoneda brinca hambrienta en el vaso, el play ansioso suena la voz deRafael Orozco y un viejito tose y otro lo acompaa y el cura desafinadoestrella su canto contra el micrfono y olvidamos el momento sosegadopara continuar en la montaa rusa que nos ha tenido de cabeza en la feria

    17 Diario de campo, lunes 15 de abril de 2001

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    de San Victorino. Y nos ha tenido de cabeza no slo porque los que fue-ron ambulantes hoy son centro comercial y se salen a la calle con sustenis escandalosos y mal pegados o con sus remedios sospechosamen-te indios, sino tambin porque el antroplogo ateo se arrastra hasta laiglesia para leer o para escribir una observacin de ltimo minuto y termi-na dando la paz y haciendo gestos por los gases de la nia que reemplazal ladrn que en la misa anterior estuvo a sus espaldas.18

    Como este aparato se ha comido un prrafo de lo que haba escrito,tengo una fuerza poco comn en los dedos que escriben lo que ustedest leyendo y no est quedando de la forma en que usted lo lee porqueescribo rpido y con rabia; habr que intentar otra vez la escritura.

    Foto 3: Se arriendan piezas, Esta es una casa que debera ser porque aqu no estn las cosascomo son sino como deberan, as exigen las maneras.

    18 Diario de campo martes 23 de abril de 2001.

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    El prrafo deca ms o menos que Vctor, el hijo mayor del matrimo-nio de don Jos y la seora Rosita, que as los llamaron, vive en una casade inquilinato similar a La Pajarera, casa de la que ya debi leer algo, yque como La Pajarera, en esta casa en donde Vctor vive con la esposa ylos cinco hijos, hay un administrador que en La Pajarera era mi to Saturno,y que en esta es un seor que hecha candado a las once y que hacefiestas que duran tanto que no le es posible reclamar a los inga que allviven cuando llegan a las dos de la maana a armar peleas y a no dejardormir. Casa en donde viven tres familias de paisanos de estas perso-nas con las que hoy me he tomado cinco cervezas y de cuya conversa-cin tengo una grabacin de la que usted leer apartes cuando el escri-tor, que transcriptor ser, lo considere necesario.

    El accidente del prrafo perdido y de la consecuente rabia y congojareflejadas en el prrafo que qued ocurrieron en la noche del jueves,transicin a viernes. La casa de la que no bien he hablado entre otrascosas porque no la conozco, est ubicada o est simplemente en elcentro, en el sur-centro, calle cuarta con cra once en el sector que al-guien llam de San Bernardo y las letras estn esquivas lo que puedeconducir a una paulatina merma de palabras escritas y a un repentinodetenimiento de los dedos sobre la superficie del teclado.

    No se preocupe si no le ve orden a la cosa que una gua didctica yelaborada, es decir con las relaciones de antecedencia y consecuenciaperfectamente encajadas o al menos justificadas, ser dispuesta al ini-cio o al final del presente escrito, una gua que explicar incluso lasreferencias a la misma o los prrafos sueltos.

    Ocurre que, segn le coment a Fabio (hoy que me lo encontr en labiblioteca y me pregunt, como hacemos todos, por la tesis porqueeste escrito ha sido una tesis-, que si ya que si qu que de qu), compa-ero del primer trabajo, el que hicimos para Vasco, el tiempo slo existeen relacin con la existencia de compromisos sociales, o contingenciassociales o acontecimientos sociales que permiten que uno est tardepara algo o temprano o no tenga qu hacer y en consecuencia, tengatiempo. El tiempo no existe por fuera de miramientos exclusivamentesociales, es decir que depende de la forma en que han sido estableci-das las relaciones sociales que lo exigen. Elaboracin ma que si en-cuentro en el texto de alguno de los innumerables escritores que me

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    antecedieron, porque, y Cortzar ya lo advirti, el mundo se est llenan-do de escritores, tantos que ya no habr quin los lea, que si encuentrola sentencia, escriba, pues habr de poner la cita, Fulanito de tal ao talpgina tal, y mi riguroso lector no tendr ocasin de sacarme del juego,que despus con qu le salgo a mi mam.

    Eso no es el tema de este captulo, lo del tiempo. Pero no queda malah en donde naci. El tema de este captulo, es el de la identidad tnica,de la que habl Barth. El mismo que hablaba en lo que escriba acercade los grupos tnicos y sus fronteras, sentencia nada brillante porquecomo usted recuerda, ese es el nombre de su texto. La cuestin funda-mental, como para ahorrar el tiempo, el que sigue transcurriendo sinsentido, es que la identidad tnica slo es posible apreciar, o slo sale ala superficie (se vuelve incontrovertible) en las relaciones sociales esta-blecidas entre grupos tnicos que slo a travs de la diferencia notarnque son tnicos. Y esa diferencia es notoria no porque sea evidentesino porque al enfrentarse, para distinguirse, se marca. La identidad semuestra mediante los marcadores culturales fundamentales: la lenguay el vestido. Fundamentales porque son los ms notorios, los que dan laposibilidad de identificar a primera vista, o a primer odo; los que po-dran ser performativos19 porque ellos mismos son el testimonio de ladiferencia, ellos son su significado intrnseco, lo que no significa quesignifiquen solamente la adscripcin a un grupo tnico sino que por sersmbolos, significan para quienes significan, y significan lo que signifi-can. Ocurre tambin que los que los usan no sepan a qu se refieren lossmbolos que usan, pero lo que no ocurre es que los que los usan nosepan establecer las relaciones sociales de la forma en que las relacio-nes sociales se establecen entre los que son parte del grupo. Los sm-bolos no son la cultura, sirven para adentrarse en lo implcito y entenderlos comportamientos. Yo soy esta lengua podra ser un enunciadoperformativo que no se enuncia, porque el que habla la lengua lo dicesin decirlo. Ser performativo para el que as lo ve, que debe ser quienno est compartiendo lo que la lengua dice en su forma de decir. Poreso el que no entiende piensa que lo que se dice no importa, lo impor-tante es que si es extrao, dice que extrao es. Ese entender las for-mas culturales como una manera de aislamiento voluntario, aislamiento

    19 Del ingls performative: Enunciado que constituye simultneamente el acto al que se refiere.

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    estratgico (de la manera futbolstica de la estrategia) y no como unsistema de relaciones que funciona20 o que mientras l se extraa, sig-nifica.

    Escribiose as el anterior prrafo: acordndose de las cosas que elescritor, y en ese momento pensador raudo, se acordaba de lo que otrosdecan. O inventndose el mundo a partir de los retazos de que dispo-na; de la misma manera en que las mams de La Pajarera, con ropas endesuso, armaban colchas multicolores, multitelas. No olvido que ladisquisicin terica que trat de tratarse en poco se parece al mundo,que ms parecido tiene con otras imgenes que fueron pintadas conpalabras en lneas que no son esta. Y no por no olvidar esto, resto impor-tancia a lo que escrito fue; eso se refiere a cosas que en el mundo de lateora justifican una ignorancia costosa (Vasco, 1999). El mundo de lascambiantes naturalezas, el mundo en el que la esencia se reduce al dis-curso que la postula, el mundo necio de la moda, es el que olvida loslmites de su fuga, es el mundo que intenta ignorar que la condena espara todos y que nada nuevo, nada definitivamente nuevo, se cuece alcalor del sol o al fro de la coleccin de invierno. Porque todos los quenadie se baa dos veces en las mismas aguas se baan nuevamente enlas aguas del primero que repiti21 . No olvide, sin embargo, que losperos van y vienen.

    Son cuestiones de elevado vuelo que no siempre estoy dispuesto asobrevolar. Hay que dejarlas madurando para volver sobre ellas o paradescubrir (no crear) un nuevo ngulo desde el que se pueden llegar aestablecer nuevas relaciones. O no hay que volar tan alto dado que nues-tras alas son de imprenta.

    Por lo pronto, apunto mi decisin de distinguir entre la identidad tnicay la cultural. La tnica, entendida como la autoadscripcin de un grupo depersonas que se distinguen ya sea por rasgos culturales o por confor-marse como organizacin de personas que se reclaman pertenecientesal grupo que conforman (cfr. Barth, 1976). La identidad cultural, comoevidencia del sistema de relaciones con sentido que son compartidaspor un grupo de personas est o no organizado para reclamar derechostnicos, sistema de relaciones que permanecen a lo largo de procesos

    20 Que un hecho social (a la manera de Durkheim) funcione, quiere decir que es pertinente en la vidasocial, en el desenvolvimiento de las relaciones que los grupos y los individuos establecen.

    21 Diario de campo abril 26 de 2001

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    de duracin, y que suponen elaboraciones de lo que en Durkheim son lascategoras fundamentales del entendimiento; en otro sentido, ms pro-pio, la identidad cultural es identidad de maneras. Los elementos de laidentidad cultural corresponderan a las formas en que establecen lasrelaciones entre ellos y el medio que los rodea, sus condiciones de exis-tencia; relaciones que, dotadas de sentido, estn vinculadas con el uni-verso simblico de quienes as se comportan. As, el mbito de la identi-dad tnica es el de las estrategias de un grupo de personas organizadaspara alcanzar ciertos fines, es el mbito de la autoidentificacin y portanto no se corresponde, forzosamente, con las formas culturales y eluniverso simblico que sustenta sus comportamientos en la cotidianidad.Un anlisis enfocado en la descripcin de la manera en que los grupostnicos marcan su particularidad para distinguirse como tnicos, es unanlisis sociolgico que deber centrar su atencin en las condicionessociales que permiten u obligan las formas de organizacin yautoidentificacin que se presentan. El anlisis antropolgico busca for-mas de captacin de la realidad, busca poder entender un punto de vistapara explicar comportamientos. Por otra parte, hablar de identidadperformativa es reducir el anlisis de los discursos a lo que ellos enun-cian o a los intereses que involucran, los discursos deben ser ademsvistos como una evidencia antropolgica de formas alternas de comuni-cacin. Las palabras en un solo sentido no existen as como no existenlos enunciados que constituyen simultneamente el acto al que se refie-ren22. Como esta es la profundidad de las palabras, esta es, pues, unaconfesin.

    En los lmites del evidente vnculo entre lo indgena y lo popular, opara restringir las palabras, entre lo inga y lo popular, siendo lo populartodo {lo que en San Victorino} no es inga {otavaleo tampoco} y sien-do lo inga {tambin ecuatoriano} lo que no s reconocer sinovisualmente, est la supersticin. No mal entendida o entendida en ma-los trminos o trminos peyorativos. La fe, la esperanza, la magia, lasuerte. Ellos venden lo que la gente cree que funciona para atraer saluddinero y amor. Y el que tenga esas tres cosas que le d gracias a Dios.

    22 Eso en el mundo de la realidad que el mundo es. Es posible, frase que la reflexin me dicta, la reflexines un hombre mirndose el ombligo por ms de una vez, es posible, digo, que la frase hablar mierda sea unaenunciacin performativa. Un pero es que el que habla mierda no caga (el computador no conoce esa palabra,como si no existiera!).

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    Que agradezca porque ese seguramente pidi; y el que no llora no mama,as que toca pedir. Pero tambin ayudarse y para eso estn los amuletos,las contras, los riegos, los imanes, las patas de conejo y, quien sabe,tambin hasta las cabezas de mico o de perezoso.

    ... el chumbe. Tejidos con un significado o varios, quin sabe. Elchumbe, faja tejida tradicionalmente usada por las mujeres, pero que yano usan, tiene unas figur