El Tesoro Del Presidente Del Pa - Emilio Salgari

7/24/2019 El Tesoro Del Presidente Del Pa - Emilio Salgari

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Diego y Cardoso son dos marinero

enrolados en el Pilcomayo, ubuque de la armada paraguaya a

que se le encomienda una peligros

misin. El buque debe viajar desde

Boston hasta Asuncin, la capital de

Paraguay, donde debe romper e

bloqueo al que la someten las tropa

de Argentina y Brasil con el objetivode llevar un cargamento de armas

municiones a las tropas leales a

presidente del Paraguay.

Lo que la tripulacin no sabe es que

el Pilcomayo lleva tambin u

cargamento mucho ms valioso e


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mportante: una gran cantidad d

diamantes que le permitirn a

Presidente del Paraguay mantene

a lucha. Para custodiar dicho

cargamento embarca en la nave e

misterioso seor Calderon.


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Emilio Salgari

El tesoro delpresidente del

ParaguayLos dos marineros - 1


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ePub r1.0

Webfish 17.09.14


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Ttulo original:Il tesoro del presidentedel ParaguayEmilio Salgari, 1894

Traduccin: Gonzalo Calvo

Editor digital: WebfishePub base r1.1


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CAPTULO

PRIMERO

UNA NAVE MISTERIOSA

La noche del da 22 de enero de 1869 ubuque de vapor de un porte de 450 a 50oneladas, con arboladura de goleta

que pareca haber surgidrepentinamente del mar, ejecutabextraas maniobras cambiando de rumb

cada doscientos o trescientos metros, distancia de cerca de cuarentkilmetros de la amplia desembocadur

del Ro de la Plata en Amrica del Sur.


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Su esbelta silueta, su proa provistde espoln, sus numerosas troneras quparecan destinadas a bocas de can por lo menos a caones d

ametralladoras, su velocidad musuperior a la de los buques mercantes, ysobre todo, sus ochenta hombres quo e

aquel momento ocupaban la toldilla


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odos armados con fusiles, y su cagrueso, montado en una torreta blindadque se levantaba delante del rbol drinquete, le daban a conocer a primer

vista, como uno de aquellos barcolamados cruceros poderosos auxiliare

de los buques acorazados.Ni en el mastelero del mayor, ni e

a verga de la randa, ni en el asta d

popa, llevaba bandera alguna qupudiese indicar a qu nacin pertenecaaunque la noche fuese oscura como l

recmara de un can y navegase poparajes bastante frecuentados, donde uncolisin poda de un momento a otrecharlo a pique, no llevaba ninguna d


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as luces prescritas por los reglamentomartimos.

Extraas conversaciones se cruzabaen lengua espaola entre los marinerosespecialmente entre aquellos quvigilaban a proa, bastante lejos de lo

oficiales que estaban de pie en el puentde mando, ocupados en escudriar emar con poderosos anteojos.

Dime, Pedro deca umozalbete que masticaba con visiblsatisfaccin un gran pedazo de cigarra

volvindose hacia un contramaestre questaba apoyado en una pequeametralladora tapada con una funda dela embreada, se atraca o seguimo


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navegando?No s ms que t, Alfonso

respondi el interrogado. El capites quien manda, y l sabe lo que hace.

Buena manera de navegar! Hacdos das que al ponerse el sol no

acercamos a la costa y al salir el sovolvemos a salir mar afuera. Tendr ecapitn miedo de la fiebre amarilla?

Nada de fiebre amarilla! Temalgo peor.

Qu otra cosa?

A los brasileos y a sus aliados.Bah! Nuestro valeroso presidentSolano Lpez los tiene muy ocupadopara que les quede tiempo para ocupars


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de nosotros.Y yo te digo que a ellos le

nteresa ms ocuparse de nosotros quno del ejrcito del Paraguay. Sabes tqu cosa llevamos en la bodega?

Trescientas cajas llenas d

vestuario para nuestros soldados, hdicho el capitn.

Me parece que te equivocas.

Llevamos, pues, un cargamentsospechoso?

Ochocientos mil cartuchos

reinta mil fusiles, amigo.Para nuestros valientesoldados?

T lo has dicho, Alfonso.


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Y el capitn no nos lo ha dicho?La discrecin no est nunca d

ms en tiempos de guerra.Pero croes que los brasileo

saben lo que transporta el PilcomayoCuando salimos de Boston par

ransbordar en alta mar las cajas denavo ingls, nos segua una lancha dvapor, y cuando emprendimos el rumb

al Sur, ya la he visto volver al puerto oda velocidad. Aquella lancha, si no l

sabes, te dir que era del cnsul de

Brasil.Entonces, t crees?Digo que en el Ro de la Plata no

esperan los barcos aliados y que apena


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nos descubran se nos echarn todoencima.

Uf! Qu asunto ms feo! Pero, endudable que habremos de atracar e

alguna parte.Atracar! Primero hay que entra

en el Ro de la Plata y remontarlo hastAsuncin, si esta ciudad resiste todava los ataques de las tropas del Brasil, d

a Confederacin argentina y deUruguay.

Si nos echaran, a pique sera u

golpe terrible para nuestro presidente.Su ruina, porque adems de laarmas y municiones llevarnos

Qu cosa?


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Chist! Habla bajo, para que nadie oiga. Llevamos nada menos que eesoro del presidente: siete u och

millones en diamantes.Quin te lo ha dicho?Lo ha dicho el capitn una noche

mientras hablaba con el agente degobierno.

Con ese seor Caldern, tan feo?

Cllate, si no quieres ir a la barraMe es antiptico ese agente.Pst! Oh! Oh! Qu

novedad es sta? murmur econtramaestre.Mquina atrs! haba mandad

el capitn. Todo el mundo a su puest


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de combate!Los marineros se precipitaron a su

puestos, los unos a la amurada pasandos fusiles entre los petates arrollado

encima de la batayola[1], los otros detrdel can grueso, de la torreta, o detr

de la ametralladora que el contramaestrPedro haba desenfundado en seguidaTodos los ojos se clavaron con ansieda

en la vasta extensin de agua que sabra ante el espoln del Pilcomayopero en medio de las profundas tiniebla

no se distingua cosa alguna que tuviesapariencia de nave.Sin embargo, el capitn, deba habe

descubierto alguna cosa para dar aquell


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orden.Pasaron algunos minutos, durante lo

cuales el crucero permanecicompletamente inmvil, y en medio dun absoluto silencio; despus volvi orse la voz del capitn:

Hola, Cardoso! Lo ves?Desde lo alto del palo mayo

cayeron con lentitud estas palabras qu

parecan lanzadas por una voz dmuchacho.

S, a tres o cuatro millas

sotavento, capitn.Y las luces?No lleva.Navega?


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Hacia nosotros.Barco o vapor de vela?De vapor, capitn.No es l! Muerte y condenacin

Habr sido echado a pique? Siembargo, deba navegar en esta

aguas Maese Diego!Un hombre de cuarenta aos, de alt

estatura de musculatur

extraordinariamente desarrollada, dpiel curtida y recocida por el sol y lovientos del mar, de facciones enrgicas

se acerc por debajo de la pasarela[2]

, esper con la mano en la gorra.El Paran deba cruzar? l

pregunt el capitn.


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Por estos parajes, comandante respondi el maestro.

Ests seguro?El agente del gobierno lo h

dicho.Y la seal deba ser

Un cohete azul.Habr sido, capturado?Eso es lo que yo ignoro

comandante. Pero cuando no aparece eseal de que le ha pasado algundesgracia o los aliados le han impedid

salir a alta mar.Ponte a la rueda del timn, preparado a todo.

En cuanto mi capitn me orden


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reventar al brasileo de un espolonazoo har.

Est bien; a tu puesto.En aquel mismo momento de lo alt

de la arboladura lleg la misma voz dantes:

Capitn! Tenemos otro barco popa!

Oh! exclam el capitn

mordindose el bigote. Se trata dpillarnos en medio! No esperaba que lobrasileos nos espiasen de ese modo

pero si esperan quedarse con mcargamento, buen chasco se llevan.Y volvindose hacia los do

oficiales que estaban a su lado, dijo:


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Acaso esos barcos, quseguramente pertenecen a los aliados, nnos hayan visto, pero nunca sodemasiadas las precauciones. Que lofusiles y las municiones vayan a parar afondo del mar en lugar de servir par

nuestros amigos, puede pasar; pero eesoro lo debemos salvar. Hagan ustederaer la caja al puente.

Y luego?Adapten ustedes el tubo al prime

cilindro y esperen mis rdenes. Antes d

que los barcos de los aliados noalcancen, todo estar dispuesto.Los dos oficiales hicieron abrir l

escotilla, y por medio de una de la


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gras de a bordo subieron a cubierta unenorme caja que fue colocada en loldilla con grandes precauciones.

Los marineros quitaron la tapa y antsus ojos asombrados apareci un tejidcomo de seda, recubierto de una mall

de slido torzal que terminaba en ugran anillo de metal al cual venan anudarse todas las cuerdas.

A una orden de los oficiales sarriaron desde los palos mayor rinquete sendas relingas[3], que fuero

atadas al anillo.Ya est dijeron los oficiales acapitn.

Y el tubo?


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Ya est acoplado y no hay mque introducirlo por el orificio.

Que llamen al agente degobierno.

Un marinero baj a la cmara dpopa y poco despus volv

acompaado de un hombre, vestido dnegro completamente y que parecacabado de despertar.

Era un hombre de treinta y cinco reinta y seis aos, alto de estatura

bastante delgado, de color plido y l

faz cuidadosamente afeitada. Sus ojosms bien pequeos y que tenan alguncosa de falsos, las angulosidades de srostro, la sarcstica sonrisa, que errab


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continuamente sobre sus labios sutilesno le hacan simptico, y desde eprimer momento en que puso el pie en ecrucero habla despertado entre lomarineros un sentimiento de vivantipata.

Seor le dijo el capitsalindole al encuentro, somoperseguidos, y el bergantn del capit

Avellaneda no ha comparecido.El rostro del seor Calder

continu perfectamente impasible, y su

abios no se abrieron para contestar.No me ha entendido usted? nterrog el capitn.

El agente del gobierno hizo un


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seal afirmativa con la cabeza.Usted tiene plenos poderes de

gobierno, qu me aconseja?Cumpla usted con su deber

respondi el agente con voz pausada seca.

Le prevengo a usted que si me veacosado de cerca por los barcos de loaliados, dar fuego a la santabrbar

antes de que los cartuchos caigan en sumanos.

Y el tesoro del presidente?

pregunt.Tengo todo lo necesario parsalvarlo.

Si todos nosotros volamos


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ambin volarn los millones.No seor.Explquese usted.Eso es cosa ma.Tengo derecho a saberlo

comandante dijo Caldern con ton

mperioso. Yo soy el agente degobierno.

A usted, seor, no le compete m

que decirme si debo forzar el paso omar el largo, y nada ms respondi

el capitn con altivez.

Pero el tesoroYa le he dicho a usted que poseos medios necesarios para hacerllegar a su destino, aunque mi nav


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saltase o fuese echada a pique, y esdebe bastarle. Espero sus rdenesseor.

No ha aparecido la goleta dAvellaneda?

No, y creo que no comparecer

para facilitarnos el alijo. Espero lardenes de usted.

Fuerce usted la entrada.

Le advierto que si entramos en ero ya no volveremos a salir, porque ecasi seguro que dejemos all todos l

piel.No importa.Y aado que, si nos vamos

pique en el ro, los aliados podr


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extraer las armas y las municiones.Basta; entonces siga uste

adelante. Esas son las rdenes degobierno dijo secamente el agente.

As se har. Siempre tendr un pade horas de tiempo para poner a salvo e

esoro.No le entiendo a usted, seor.Mejor es as.

Tenga usted cuidado porque epresidente cuenta con esos millones.

Ya le sern entregados.

Pero de qu modo?Maquinista! grit el capitn eugar de contestar al agente. AvanteY, vosotros, muchachos, preparad lo


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fusiles y armaos de valor! Dentro dpoco har aqu mucho calor.

Seor! dijo el agente, que shaba puesto plido.

Qu desea usted? preguntrnicamente el capitn.

Yo soy el agente del gobierno.Y yo soy el capitn de

Pilcomayo, y en este momento,

bordo de mi barco mando yo, despude Dios. Me ha entendido usted, seorQuiere usted que le d un consejo

Mtase usted en su camarote y no salgusted hasta que concluya el combateporque dentro de poco hablar el canAqu no nos queda ms que forzar l


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desembocadura del Ro de la Plata correr. Las balas caern como granizo os agentes del gobierna no entienden d

estas cosas y no las pueden evitarVyase, seor, si le parece bien.

Y dicho esto volvi la espalda a

seor Caldern que se morda los labiohasta hacerse sangre y volvi a subir apuente de mando con el portavoz en l

mano.Casi al mismo tiempo una cinta d

fuego se levant en medio del mar, a do

kilmetros por la popa del Pilcomayo subi a trescientos metros de alturesparciendo a su alrededor miradas dchispas de colores.


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Poco despus otra cinta, pero apenavisible, henda las tinieblas hacia eOeste para apagarse en seguida.

Est bien dijo framente ecapitn que haba observado con vivatencin aquellas seales que nad

bueno pronosticaban. Los buqueresponden desde la costa y se comunicamutuamente la alarma. Se me esperaba

se preparan a recibirme. Ya lveremos!

Sac el reloj y mir: eran las dos d

a madrugada.Ingeniero! grit. Avante oda mquina y que Dios nos proteja!


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CAPTULO

II

UNA PGINA HISTRICA

El ao 1865 el telgrafo anunciaba amundo que una guerra sangrienta habestallado entre los inquietos estados d

Amrica del Sur; la Repblica deParaguay por una parte, y el Imperio deBrasil, el Uruguay y la Confederaci

Argentina por el otro.El gran impulso dado por e

presidente Francisco Solano Lpez

elegido para este cargo el da 16 d


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octubre de 1862, al Paraguay, suproyectos, que acaso eran ambiciososhaban desencadenado la guerra. EBrasil, el Uruguay y la ConfederaciArgentina, celosos de la influencia ques poda ser fatal y que poco a poc

ejerca el Paraguay en el corazn dAmrica meridional, alindose, habadecidido aplastar a la joven repblica

Lpez, hbil presidente y valerosguerrillero, haba en seguida recogido eguante del desafo y a despecho de l

enorme desproporcin de sus fuerzafrente a las numerosas de los aliados os grandes obstculos que tendran qu

vencer en pases casi vrgenes y cas


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privados de comunicaciones, reuniendcon prisa tropas, se haba puesto ecampaa, confiando en su buena estrell en su propia habilidad en materi

estratgica.A mediados de 1865, la

hostilidades comenzaron por ambapartes con encarnizamiento sin igual.

Lpez no tena consigo ms que u

ejrcito muy dbil, mal armado, lleno dbuena voluntad y resuelto a todoFortific la orilla septentrional del r

Paran, acumul provisiones en variositios, hizo base de su defensa a Stapira de Asuncin y de la, fortaleza d

Humana sus parques de reserva


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Despus corri a disputar el paso ageneral brasileo porto Alegre, quavanzaba por territorio paraguayo coas fuerzas aliadas.

Durante un ao entero el valerospresidente sostuvo la campaa co

fortuna varia, hasta que exhausto dfuerzas y de municiones, a punto de serodeado por las preponderantes fuerza

de los aliados, se vio obligado abandonar aquellos lugares despus dhaber incendiado su campamento d

Stapira.Pero el da 23 de abril el len dAmrica del Sur volva, gallardodava, a la revancha y se fortificab


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nuevamente en Humaita, erigiendnumerosas bateras en la parte superiodel ro. Atacado por el general argentinMitre, le derrotan completamente junto Humaita, rechaza las proposiciones dpaz y reanuda las comunicaciones co

Asuncin.A fines de 1867 la fiebre amarill

hace estragos entre sus tropas, per

odava no cede; y a principios de 186echa a pique a algunos buquebrasileos que haban intentad

acercarse al campo atrincherado dHumaita.Pero estos esfuerzos gigantesco

deban al fin quebrantar su valiente per


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escaso ejrcito. En efecto, hacia lmitad del mismo ao, acosado por loaliados, que reciban constantementnuevos y siempre frescos refuerzosLpez se vea obligado a retirarse. Ldivisin naval de acorazados y lo

brasileos se aprovecharon de ello parromper las barreras y remontar el ropero las bateras paraguayas, asentada

al norte de Humaita, conseguan todavenerlos en jaque, mientras la seor

Lynch, una valerosa inglesa, a la cabez

de sus batallones de amazonas, causaba los aliados daos de consideracin.El 25 de julio, Lpez se encontrab

de nuevo comprometido. Su ejrcito


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diezmado por la larga campaa rodeado por los aliados, ya no resiste abandona Humaita, no sin sostenedurante seis das sangrientos combatesLa mitad haba quedado sobre el campde batalla.

El audaz dirigente se refugia con loescasos restos en Tebicuary, despus eTimbo, que fortifica, de aqu va

Villarrica, ciudad a diez leguas dAsuncin, y por fin a Villeta.

Los aliados, que le persegua

encarnizadamente, le atacaron en estltima ciudad y le obligaron a retirarse Angostura despus de un combate dseis das. El da 27 de diciembre l


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ntiman la rendicin.Pero Lpez no se considera todav

vencido y fieramente la rechaza. Loaliados dan el asalto, se apoderan dereducto central y la escuadra entra en epuerto de Asuncin donde l se hab

refugiado.Impotente ya para resistir, so v

obligado de nuevo a huir, dejando e

manos del enemigo la capital, tres mihombres y diecisis caones, esto es, lque quedaba de su ejrcito, que durant

res aos le haba seguido a todos locampos de batalla.Diez das despus de que e

elgrafo llevase a las naciones d


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Europa la noticia de la cada de lcapital del Paraguay, con la completderrota de las tropas y la fuga depresidente Lpez y cuando ya por todel mundo se consideraba la guerra comdefinitivamente terminada, un despach

cifrado, expedido desde Valparasolegaba a Boston al agente consular de

Paraguay.

Su traduccin era la siguiente:

Preprese a recibir al agentegubernamental seor Caldern,que ha salido el 29 de diciembrede Ro Janeiro. Lleva lasinstrucciones necesarias para el


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comandante del cruceroPilcomayo, suponiendo que estanave est an en puerto.

Solano Lpez.

El da 10 de enero, al ponerse el sol

un hombre en traje de viaje, y llevanden banderola una maletita, se presentabal agente consular que estaba ocupad

en su gabinete.Yo soy la persona anunciada en edespacho que ha recibido usted dValparaso dijo con voz lenta mesurada.

El seor Caldern? preguntel agente consular, saliend


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precipitadamente a su encuentro estrechndole efusivamente ambamanos.

En persona.Entonces el presidente?Todava vive y se prepara a l

revancha.Luego han mentido los despacho

aqu llegados que le suponen fugitivo e

un bosque de los Estados Unidos, escondido en Bolivia?

Han mentido.

Dnde se encuentra ahora?Lo ignoro, porque embarc dodas despus de la cada de AsuncinUn telegrama que tengo aqu me dice qu


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est reorganizando sus dispersas tropanada ms.

Y usted creeBasta con esto, seor dijo e

agente del gobierno con acento secoLos minutos son preciosos.

Qu desea usted, seoCaldern?

El Pilcomayo est en e

puerto?S.Vigilado?

Una coleta brasilea cruza podelante del puerto y espera a que salgpara capturarlo.

Mande usted llamar al capitn.


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El agente consular llam a un criadle dio las instrucciones necesarias.

Un cuarto de hora despus, uhombre de estatura gigantesca, comiembros poderosos, y negrsimobigotes, espesa cabellera rizada y d

reflejos metlicos entraba en el gabinetdel agente consular. Sus ojos, que tenaextraos fulgores y en los que se lea u

ndmito valor y una fiereza ms biecnica que rara, se fijaron en seguidcon profunda atencin en el seo

Caldern como si quisieran penetrahasta el fondo de su corazn.El hombre del telegrama acaso

pregunt con acento que tena algo d


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metlico.S, seor respondi el agent

consular. Despus, volvindose hacia eagente del gobierno y sealndole agigante: El seor Candel, comandantdel crucero.

Los dos hombres se inclinaron.Espero sus rdenes dij

despus el capitn.

Seor Candel, el presidente Lpeespera de usted uno de esos favores qupueden costar la vida.

Un marino no mira atrs cuando siene que jugar la existencia. Hablusted, seor.

Se trata de salir a la mar.


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Se saldr.Le advierto que un buqu

brasileo vigila la salida del puerto.Lo echar a pique o l me echar

a m.Es preciso vivir, seor, y n

morir. Nuestro gobierno no tiene mbarcos que el que usted manda y ste eabsolutamente necesario para l

salvacin de nuestra patria.Pero voy a salir a la mar com

un ladrn? pregunt el capit

arrugando la frente. No temo a esbrasileo que me espa.Es necesario.Sea; pero si ese perro se atravies


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en mi camino le har probar un poco dhierro.

Luego har usted lo que le parezcoportuno. Ahora esccheme.

Hable usted, seor.Usted se har a la mar esta noch

e ir a cruzar a la interseccin demeridiano 310 con el 40 paralelo. Allun barco proveniente de Inglaterra l

entregar trescientas cajas que contieneochocientos mil cartuchos y treinta mifusiles, destinados a las tropas qu

nuestro presidente est reuniendo bajsu bandera.Y cmo liaremos para hacerlo

legar a nuestro presidente?


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Un buque mercante, mandado poel capitn Avellaneda, le esperar usted en la desembocadura del Ro de lPlata, y transbordar el cargamento.

Y cmo le haremos saber que lesperamos?

Todas las noches Avellanedanzar un cohete azul, lo que significar

que ustedes pueden embocar el ro si

emor a los aliados. En el momentoportuno yo le dir a usted dndencontrar al bergantn.

Y si el bergantn, por casualidadfuese capturado antes de nuestrlegada?

Entonces forzar usted la entrad


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de la ra.Y me he de medir con toda l

escuadra aliada?Tiene usted miedo? Entonces l

dar a otro el mando dijo el agentdel gobierno con sequedad.

El capitn le mir con ojos quechaban llamas.

Seor Caldern, es usted quie

se permite decirme semejante cosa? pregunt rechinando los dientesEntonces usted ignora quin es e

comandante del Pilcomayo. Tengdiecisis cicatrices en mi pecho y ncreo que tenga usted tardas, seor agentdel gobierno. Ah! usted quiere que y


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fuerce el bloqueo del Ro de la PlataEst bien; lo forzar; pero dudo que epresidente llegue a ver los fusiles que yembarque.

As lo quiere el gobierno.As sea.

Y le advierto a usted que tengamplios moderes y puedo destituir aque no me obedezca, seor Candel.

Basta ya, seor!Otra cosa debo decirle: del barc

ngls recibir usted una cajita qu

contiene siete millones, regalados poalgunos seores al presidente Lpepara que contine la guerra.

Estarn seguros.


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Le aviso que estn en diamantespara que puedan ser fcilmentocultables en el caso de que lobrasileos o los argentinos capturen ebarco de usted.

Los tendr siempre conmigo.

Tenga usted en cuenta que esomillones le son indispensables apresidente que se encuentra limpio d

dinero.El presidente los tendr, palabr

de Candel, suceda lo que quiera a m

nave.Aunque los brasileos odiasen pique al Pilcomayo?

S.


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Est usted bien seguro?Segursimo; con tal que se me d

un plazo de seis o siete horas.Qu quiere usted decir?Lo s yo y basta, seor Caldern.Hasta la vista, a meda noche

bordo del Pilcomayo.Vendr usted tambin al Ro d

a Plata? pregunt el capitn

sorprendido.Tengo que acompaar el tesor

del presidente Lpez.

Es decir, que va usted a vigilarmdijo el capitn con irona. Hagusted lo que guste; pero tenga en cuentque su preciosa piel correr riesgo mu


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desagradable. Adis, seor.A media noche, el valeroso capit

embarcaba en su buque, cuyas mquinaestaban va bajo presin, y hacembarcar tres grandes cajashermticamente cerradas, que alguno

hombres haban llevado con carros a lplaya. Qu contenan? A nadie lo dijopero cuando estuvieron en el fondo de l

bodega se le vio restregarse las manocon visible satisfaccin y se le oymurmurar varias veces:

Ahora desafo a los aliados a qume quiten el tesoro del presidente.A las 21,20 horas el seor Calder

suba al Pilcomayo.


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Cuando usted quiera estamodispuestos le dijo el capitnrecibindole en la escala.

Partamos contest framente eagente del gobierno.

Diez minutos despus, el crucer

dejaba silenciosamente el quai, pasabpor entre las numerosas naves quobstruan el puerto y sala atrevidament

a la mar. El capitn estaba en el puentde mando, rodeado de sus oficiales, toda tripulacin sobre las armas, el ca

de la torreta cargado y la ametralladorde proa dispuesta.El buque de guerra brasile

cruzaba por delante del puerto, per


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estaba bastante lejos en aquellomomentos y no se dio cuenta de la saliddel Pilcomayo que navegaba sin lucemantenindose arrimado a la costa.

Cuando se vio fuera de alcance, ecapitn Candel lanz su nave a tod

mquina hacia el Sur, y tres das despucruzaba en la interseccin del meridian310 con el paralelo 40. El barco ingls

que llevaba las armas, las municiones el tesoro del presidente Lpez, estaball ya haca varios das. El transbord

de la carga fue cosa de poco tiempo y eseguida los dos barcos se separaron, undirectamente para Inglaterra y el otrhacia el Sur.


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El da 20 de enero el Pilcomayose detena a solamente cuarenta milladel Ro de la Plata.

Cules son sus instruccionesseor? pregunt el capitn Candel aagente del gobierno.

Esperar la noche y acercarse a ldesembocadura respondi el seoCaldern. Cuando vea usted el cohet

azul, embocar el ro a todo vapor remontar la corriente hasta que yo ldiga alto.

Y si no vemos la seal?Volver usted a salir mar afuera ornar a la noche siguiente.

Y si soy atacado?


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Les dar usted la batalla, si estusted dentro del ro, y escapar si shalla en alta mar.

Pero si me echan a pique en el roos aliados se apoderarn de las amas.

Pero salvar usted, el tesoro.

No llego a entender a usted.No importa; esas son las rdene

del gobierno: obedezca usted.

Por ahora, obedecer, seoCaldern.

Cmo, por ahora?

Yo me entiendo.Explquese.Cuando llegue el moment

oportuno.


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Ahora.Seor Caldern, a bordo de m

barco mando yo dijo el capitn coacento amenazador. Cuando estemoen tierra mandar usted.

Es que usted se rebelara?

Tambin, si la salvacin deesoro o de las armas lo exigieran

Djeme usted a m pensar lo que deb

hacer y luego ya dir usted al presidento que le parezca mejor.

Y viendo que el agente del gobiern

ba a replicarle:Ni una slaba ms aadi me ver obligado a encerrar a usted esu camarote. Me entiende usted? Aqu


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el comandante soy yo!Y he aqu por qu motivo e

Pilcomayo, como hemos visto en ecaptulo precedente, cruzaba por delantde la embocadura del Ro de la Plataque las naves de los aliados, sin duda

puestas en guardia por la inesperadpartida de Boston, del crucero, avisadpor sus cnsules, guardaban

rigurosamente dispuestos a rechazarlo caonazos y, si era posible, capturarlo.


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CAPTULO

III

LA CAJA DEL CAPITN

CANDEL

A la voz de mando de avante a tod

mquina dada por el intrpido capitCandel, el Pilcomayo habredoblado su carrera, poniendo la proa

a embocadura del Ro de la PlataFilaba con una velocidad de catorcnudos, cosa no comn a todas las naves

en aquellos tiempos, y que deb


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reportarle una inmensa ventaja sobre lobarcos de los aliados, de los cuales lvelocidad no superaba los doce nudos.

Su tripulacin, preparada para ecombate desde haca tres noches y qua haba dado pruebas de indudabl

valor, estaba en sus puestos de combateos fusileros detrs de la amurada coas carabinas en la mano y el sable d

abordaje al costado y los artilleros eomo de la pieza gruesa, puesta e

batera en la torreta acorazada y detr

de la ametralladora.El capitn en el puente de mandocon el portavoz en una mano y urevlver en la otra, tena a su lado a lo


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oficiales, mientras el maestro Diegestaba en pie tras la rueda del timnpronto a virar de bordo o a dirigir acrucero dentro de la boca del ro.

En el barco reinaba profundsilencio, interrumpido solamente por lo

golpes precipitados de los mbolos da mquina y por los mugidos del vapor

Despus de las seales hechas

ningn otro cohete haba surcado lainieblas ni en el mar, ni en la costa

pero todos tenan la sensacin de que e

enemigo estaba prximo. Las navesealadas parecan haberse evaporadopero ya se deban haber lanzado tras lestela del fugitivo, prontas a cortarle e


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camino por el Sur o por el Norte, en ecaso en que vrase de bordo para ganaa alta mar.

Media hora haca que corra ePilcomayo sin desviarse en una lnedel rumbo establecido, cuando

rescientos metros de su proa aparecimprevistamente y casi a flor de agua u

punto luminoso que se mova con gra

velocidad.Oh! Oh! exclam maes

Diego, que en el acto dio media vuelta

a rueda. Quin quiere dejarse cortapor nuestro espoln? Ten cuidadoquerido, que es muy slido y har de tuna tortilla.


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Hola! Lancha de vapor a proagrit un viga colocado en la crucetmayor.

Que nadie haga fuego! grit ecomandante.

La lancha sealada, apenas se di

cuenta de la presencia del buque, habvirado rpidamente de bordo, corriendhacia el Sur y en pocos instante

desapareci entre las tinieblas.Diego, qu crees que habr

venido a hacer aqu? pregunt un

voz.El marinero que as hablaba ora umuchacho de diecisis a diecisiete aosdelgado y nervioso, que pareca dotad


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de la extraordinaria agilidad de lomonos, moreno como un indio, pero dfacciones bellas y con ciertos ojos eos que se lea ya un valor ms qu

extraordinario.Ah! Eres t, muchacho? dij

el maestro. Aquella lancha es un avde rapia que ha venido a espiarnos.

Entonces, es que nos ha

descubierto.Ahora te enteras?Lo haba sospechado, Diego. Y

cmo saldremos de sta?Si no supiese que tienes buensangre en las venas y que a pesar de tupocos aos has dado ya pruebas d


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ndudable valor, me guardara bien ddecirte la verdad.

T quieres decir, entonces, qunuestra piel corre peligro.

Temo que dentro de un par dhoras todo se haya ido a pique

muchacho.No tengo miedo, Diego dijo e

hombrecillo con soberbia. Me has d

ver combatir como viejo marinero morir como valiente.

Lo s; t eres de buena raza. T

padre muri como un hroe sobre epuente de su barco con la banderparaguaya en la mano, y tu hermano hmostrado a los brasileos cmo sabe


67/905

morir los hijos de nuestra patria Qudolor para tu madre si t tambilegaras a faltarle?

Diego dijo el muchacho coviva emocin, no es ste el momentde recordar a la familia, ni que un

madre adorada me aguarda con Diosabe cunta ansiedad.

Tienes razn, Cardoso; cierta

cosas hacen ms dao que bien, cuandse tiene necesidad de conservar toda laudacia. Pero yo velar sobre ti como s

fueses mi hijo, y sea lo que quiera lo que ocurra me encontrars siempre a tado.

Gracias, Diego dijo e


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muchacho sonriendo. Con tal que unbala no te mande a dormir antes que mi. No te gusta, viejo lobo?

Todo lo contrario, hijo moporque eso indica que no tienes miedo.

Maestro Diego! grit en aque

momento el comandante.A sus rdenes, seor!

respondi el timonel.

Apoya al Sur para evitar eencuentro con los aliados. Los divisas?

Perfectamente.

Est bien! Marinerospreparados para hacer hablar el can posiblemente responded en seguida pegad fuerte!


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Entonces, adis, buena noche; yhabr alguien que cuida de ti. Ecomandante te quiere bien y no folvidar Ah! Ya estamos!

Qu ves?Veo luces delante de nosotros.

La escuadra enemiga?Sin duda y vigila precisament

ante La desembocadura del Ro de l

Plata.Preparemos los odos a la msica

porque dentro de poco va a celebrars

aqu un concierto.Todava tienes ganas de bromas?Las luces de la escuadra estaba

alejadas seis o siete millas, pero s


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distinguan perfectamente sobre loscura lnea del horizonte. Por snmero era fcil deducir que los barcoeran muchos y dispuestos en forma qucerraban gran parte de la grandsimdesembocadura del ro gigante.

El Pilcomayo, que devoraba sruta con creciente velocidad, doblhacia el Sur, donde no se vea brilla

ninguna luz, y en menos de media horlegaba a las aguas del ro.

Se ve algo? pregunt e

capitn a los vigas de la cruceta.Buque a babor! grit una voz.Todos los anteojos y todos los ojo

se volvieron hacia la direcci


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sealada. Una masa negra, de enormedimensiones, haba aparecido a pococables de distancia y corra sobre ecrucero con la intencin de echarlo fondo de un espolonazo.

A toda mquina! grit e

capitn Candel. Diego, toda la caaa la orza!

Un instante despus y a slo poca

brazas de la popa del Pilcomayopasaba la nave enemiga, la cual, llevadpor su propio impulso, pas al otr

ado, desapareciendo en las tinieblas.Uf! exclam el maestroenjugndose la frente con el dorso de lmano. Un momento de retraso


72/905

estbamos perdidos!Lo has visto bien, viejo lobo?

pregunt Cardoso, que no se habapartado de su lado.

S, hijo mo, y puedo decirte quera una fragata de las mayores. Si lleg

a tocarnos nos despanzurra.Volver a la carga?Maese Diego no respondi. U

relmpago haba brillado lejos, seguidde una fuerte detonacin. Una bala passilbando por encima del puente de

crucero, perdindose en el mar.Maldicin! exclam el capitCan del. Hemos perdido la partida!

Por qu, seor? pregunt un


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voz.Ah! Es usted, seor Caldern

pregunt el comandante con ironaLe supona a usted en su camarote aabrigo de las balas de los aliados.

Le he hecho a usted una pregunta

no he venido a que bromee usted a mcosta dijo el agente del gobierno covoz pacata pero casi amenazadora.

Entonces le dir a usted que escaonazo har acudir aqu a toda lescuadra enemiga, para cerrarnos e

paso. Mire usted si tengo razn.En efecto, las luces de los barcospoco antes inmviles, se haban puesten movimiento y se acercaba


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rpidamente. Por aadidura en la costse elevaron unos cohetes, surcando lainieblas en todas direcciones.

Pasar usted? pregunt eagente del gobierno despus de unomomentos de silencio.

Es imposible despus de habesido descubiertos.

Entonces, qu va usted a hace

ahora? No podramos encallar en lcosta?

No habramos entrado una mill

en la tierra cuando tendramos encimropas argentinas y del Uruguay. Lo quhar ser salir mar afuera, salvar esoro del presidente, y despus volve


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aqu a hacerme matar, para que no ssuponga que tengo miedo d los aliadorespondi el capitn con gallarda.

No comprendo con qu mediocuenta usted para salvar el tesoro deseor Lpez.

Ese es asunto mo nicamente.Est usted equivocado y yo l

ordeno que fuerce el paso aunque todo

engamos que irnos a pique.Eso ser lo ltimo.Capitn Candel! O me obedec

usted o dar yo la orden de que se sigadelante!Hgalo usted, seor, y veremos s

mis leales marineros le obedecen


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usted o a m.El agente del gobierno

comprendiendo que sera una pruebntil, se mordi los labios pero hizo u

mohn de despecho.Dar cuenta al presidente dij

con voz sorda.Hgalo, pues, seor; pero par

entonces difcilmente me contar yo e

el nmero de los vivos.Emboc el portavoz y enderezand

su alta estatura grit:

Timonel, vira de bord y avantafuera!Un instante despus, el crucer

viraba de bordo y volviendo la popa


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a costa americana se lanzaba a todvapor sobre las ondas del OcanAtlntico.

La fragata encontrada poco antevolva a aparecer ahora a brevdistancia, presentando su afilad

espoln. Tres fogonazos seguidos: dres detonaciones relampaguearon sobr

el puente de la fragata y tres grueso

proyectiles silbaron entre la arboladurdel crucero.

Demasiado alto, queridos dij

el capitn Candel, riendo. EhMaestro Alonso, manda un confite acuerpo de ese bribn!

El maestro artillero, que sl


78/905

esperaba aquella orden, se encorvsobre el can grueso, apunt unonstantes y despus tir violentament

del tirafrictor.De la boca de la pieza sali una gra

lamarada que ilumin la cubierta

seguida de una tremenda detonacin quhizo retemblar hasta la arboladuraPocos segundos despus, se oa a l

ejos un estampido y se vio a la fragatacortar su carrera y luego pararse casnstantneamente.

Muy bien! exclam el capitCandel.Por el puente de la fragata se viero

uces que corran de un lado para otro


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despus una clara voz grit:Han destrozado la hlice!Otros dos fogonazos brillaron en la

bordes d la fragata y despus una seride detonaciones, que parecan procedede una ametralladora, crepitaron a popa

Eses caballeros se equivocan dijo el joven Cardoso, que no scuidaba de resguardarse de aquell

granizada de balas. Somos muy duronosotros, no es verdad, viejo lobo?

S, hasta ahora respondi e

maestro, pero ya veremos despus, snuestra piel resiste a los caones de lescuadra entera.

Crees que nos persiguen?


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Sin duda, hijo mo. Mira cmcorren aquellas luces.

Pero nosotros corremos msmaestro.

Eso, mientras dure el carbn, peremo que nos quede poco en el vientre

Oh! Otra vez aquellos malditos danoche!

Dos cohetes se haban elevado haci

el Norte y otro hacia el EsteSeguramente partan de los barcosealados algunas horas antes y qu

odava deban estar cruzando a lo largoAl ver aquellas seales la frente decapitn Candel se arrug.

Temo que acabemos mal si no m


81/905

doy prisa a salvar el tesoro murmur. Tengo, por lo menos, tres horas dventaja y creo que sern suficientes.

Baj del puente de mando, haciendsea a los oficiales para que lsiguiesen, y se acerc a la misterios

caja que haba sido subida a cubierta.Est todo dispuesto? preguntTodo le respondieron.

Entonces, dmonos prisa.Qu va usted a hacer?

pregunt una voz.

Ah! Todava usted, seoCaldern? dijo el capitn. Ahora lver usted.

Pero qu contiene esa caja?


82/905

Un globo, seor.Un globo! Y qu va usted

hacer con l?Caray! Pues salvar los millone

del presidente.No le entiendo a usted.

Ya lo entender despus. Ahordjeme tranquilo porque tengo lominutos con lados.

Despus mand lentamente y con voperfectamente tranquila:

Maquinista, que apaguen todo

os fuegos!Pero, seor! exclam el agentdel gobierno. No ve usted que lescuadra aliada nos da caza?


83/905

Lo veo.Si apagan los fuegos, n

endremos escape.Lo s; pero me interesa que la

chispas que salen de la chimenea nhagan estallar mi globo.

Eso es una locura; es querershacer matar.

El valeroso comandante se encogi

de hombros.Hizo una sea a un grupo d

marineros que estaban al pie del pal

mayor. Pronto las dos relingas atadas aanillo que asomaba por la misterioscaja llevada poco antes a cubiertafueron izadas, y se vio levantarse u


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globo an desinflado, pero que deba sede grandes dimensiones a juzgar por songitud.

Cuando el extremo lleg casi a laltura de las puntas de los mstilesntrodujeron en la abertura inferior

sujetndole a ella fuertemente un tubo dona impermeable que sala de l

bodega.

Abra usted la vlvula mand ecapitn a un oficial.

Se oy un silbido agudo que parec

producido por una violenta fuga de gas se vio al globo inflarse poco a poco coun cabeceo marcadsimo y tendiendo elevarse.


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Pero de dnde ha sacado usteese gas? pregunt el seor Calderque pareca grandemente extraado dcuanto vea.

Est almacenado a gran presin eel interior de solidsimos cilindros d

acero, que he trado conmigo desdBoston respondi el capitn. Bastadaptar el tubo y abrir la llave de paso

una cosa facilsima, como usted ve.Y cuando el globo est

preparado, qu va usted a hacer?

Har entrar en la barquilla dos res hombres de confianza y de los mvalerosos, les entregar el tesoro cortar la amarra respondi


86/905

suavemente el capitn. Le aseguro usted que los aliados no se llevarn lomillones.

Pero tampoco el presidente.Y por qu no, seor Caldern

El viento en esta regin y en est

estacin sopla casi constantemente deEste, el globo ser empujado haciierra, pasar por encima de las cabeza

de los aliados e ir a descender lejosDespus no les ser difcil a lohombres que lo tripulen ir a parar a

Paraguay.Pero y si el viento por cualquiecircunstancia cambiase y los fuesalejando de la costa sacndolos a alt


87/905

mar?Mejor ser que los millone

caigan en el mar que no en las manos dnuestros enemigos. Ahora ruego a usteque me deje tranquilo para dirigir cocuidado la operacin de la inflacin.

El aerstato se inflaba rpidamenteabsorbiendo hidrgeno comprimido eos cilindros de acero. Ya se cerna en e

aire estirando de las amarras qualgunos marineros sujetaban. Todavunos pocos cilindros ms y el glob

estara dispuesto a lanzarse a latmsfera.De repente se oy en lontananza un

detonacin y una bala vino a dar a poca


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brazas de la popa del crucero haciendsalpicar el agua.

Ah! Ya estn aqu! dijo ecapitn con tono completamentranquilo. Pronto, otro cilindro y e

seguida poned la barquilla!

Mir hacia el sitio de donde habpartido el disparo y divis a unos seikilmetros un buque de gran porte que s

acercaba rpidamente. Un poco mejos se velan otros buques, los cuale

se disponan a rodear al pobre crucero.

Cuando estn al alcance de suiros el globo ya estar libre dijaqul.

Lanz una mirada a su tripulaci


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que esperaba intrpidamente el ataqude la flota enemiga, y despus grit:

Maese Diego!El timonel dio dos pasos al frente

saludando.Mi viejo amigo dijo e

comandante, te voy a confiar umportante encargo.

Ordene usted, mi comandante.

T vas a subir en este globo entar la suerte.

Subir, mi comandante

respondi el maestro sin titubear.Te confo los millones depresidente.

Est bien, mi comandante.


90/905

Jrame que si llegas a la costa, sos llevars a cualquier parte donde s

halle.Lo juro por mi honor y sobre l

bandera de nuestra patria.Gracias, valiente. Escoge u

compaero de tu confianza.Helo aqu, comandante dijo e

maestro, apuntando con el dedo al jove

Cardoso. No tendrs t miedo, hijmo?

No, Diego respondi e

muchacho. Antes te agradezco el que hayas acordado de m.Seor Caldern dijo el capit

volvindose hacia el agente de


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gobierno, prefiere usted vivir morir?

Por qu es esa pregunta? dijel agente.

Porque si se queda usted conmigodentro de ma hora habr muerto

mientras si monta en el globo quizpodr salvarse.

Mi puesto es junto al tesoro de

presidente.Est bien, seor.Retumb otro caonazo sobre el ma

el segundo proyectil cay a pocometros del Pilcomayo.El capitn dirigi una mirada a

aerstato, el cual estaba ya cas


92/905

completamente inflado.Quitad el tubo mand el jef

, y sujetad la barquilla!Ambas rdenes fueron en el act

ejecutadas.Falta algo? pregunt

volvindose a los oficiales.Nada, seor respondieron

armas, vveres, arena; todo est en s

sitio.Otra bala, salida de la fragata

atraves el puente del crucero rozand

esta vez el globo.Embarcad! mand el capitcon voz emocionada.

El agente del gobierno, el maestr


93/905

Diego y el joven Carnoso subieron copresteza a la barquilla.

Entonces el capitn, sacando debolsillo dos grandes estuches, loentreg en las manos del maestro.

Estos son los brillantes de

presidente le dijo. Yo los confo u lealtad y a tu honor.

Estarn seguros, mi comandant

respondi el marinero con vivemocin.

Adis, valiente.

Que Dios salve a ustedesseores.El capitn hizo una seal. Lo

marineros soltaron los cables y e


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aerstato libre, se elevmajestuosamente por los aires, mientraa, tripulacin del crucero gritaba:

Viva el Paraguay! Viva epresidente!


95/905

CAPTULO

IV

EL COMBATE

Ya era tiempo!La escuadra aliada se echaba a tod

velocidad encima del valiente crucer

que se encontraba completamentnmvil con los fuegos apagados, en l

absoluta imposibilidad de maniobrar n

escaparse con una rpida fuga.Estaba la escuadra compuesta d

res fragatas y cuatro corbetas, armad

de treinta y nueve piezas de artillera


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casi todas de grueso calibre, y de variaametralladoras, y montada por tres midoscientos hombres; una fuerzmponente, invencible para el pobr

Pilcomayo, que tena un armamentmuy escaso, una tripulacin poc

numerosa aunque valerossima dispuesta a todo, basta a saltar por eaire antes que entregar las armas y la

municiones que constituan scargamento. Al divisar el globo que sanzaba rpidamente a la atmsfera

suba con una velocidad extraordinariauna explosin de furor estall a bordde las naves enemigas. Sin duda locontrarios sospechaban la partida qu


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es jugaba el capitn Candel, ya que ngnoraban que el Pilcomayo llevab

adems de las armas los milloneregalados al presidente Lpez.

Sobre cada puente de mando se oygual grito:

Fuego sobre aquel globo!A aquella orden varias descarga

partieron de las naves. Los marineros

encaramndose rpidamente a las cofasa las crucetas y basta sobre las vergasdescargaban sus carabinas mientras la

ametralladoras con los caones haciarriba vomitaban sin interrupcin sumensajeros de muerte. Dos navelegaron a parar su marcha adelante


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volvieron a salir mar afuera; tiraron aaire algunos caonazos, pero ya erdemasiado tarde.

El globo estaba ya muy alto continuaba subiendo con crecientrapidez. En pocos instantes desapareci

entre las tinieblas.Haba llegado a los dos mi

quinientos metros de altura

encontrando una corriente favorablcorra por encima del Ocano con unvelocidad no inferior a cincuenta

sesenta kilmetros por hora.Maestro Diego, Cardoso y el mismagente del gobierno, salidos los tresanos y salvos de entre aquel huracn d


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hierro y plomo, presas an de vivemocin, se haban curvado sobre eborde de la costilla, concentrando todsu atencin sobre los puntos luminosoque surcaban el Ocano. En aquemomento ninguno se ocupaba de

aerstato, que los llevaba quin sabhacia qu tierras o hacia qu mares; npensaban ms que en el pobr

Pilcomayo, al que haban abandonaden tan terribles circunstancias, acosadpor todas partes por la escuadra de lo

aliados y con los fuegos apagados.A las violentas descargas dfusilera dirigidas al aerstato, habsucedido profundo silencio. Ning


100/905

ruido llegaba a los odos de loaerstatas, ni siquiera los mugidos das mquinas que, sin embargo, deba

funcionar, ni las voces de mando de locapitanes que, no obstante, debaresonar a bordo de todos los barcos.

De pronto, empero, un relmpagresplandeci sobre el mar y una fuertdetonacin se difundi por los aires

Despus otro, luego un tercero y por fiotros muchos, seguidos de violentaexplosiones y de largo tableteo qu

pareca producido por fusiles ametralladoras. Lneas de fuego scruzaban por doquier, lanzando al airnubes de humo que de vez en cuando s


101/905

ean de rojo; despus en medio daquel violento caoneo se oyeron gritoque iban siendo cada vez ms flojos medida que el aerstato se alejaba deeatro de la refriega.

De improviso un gran relmpag

hendi las tinieblas subiendo alto anzando por dondequiera puntouminosos, seguido a breve distancia d

un profundo tableteo que dur algunominutos; despus todo call y todqued sumido en la oscuridad.

Maese Diego y Cardoso, que habaseguido las diversas fases de la batallcon el corazn oprimido y la frenthumedecida de fro sudor, s


102/905

reincorporaron mirndose fijamente as caras respectivas.

Han saltado dijo el maestro coviva emocin.

Lo crees as? preguntCardoso en cuyos ojos brillaban sendo

agrimones.Lo temo.Tambin puede haber saltad

algn barco enemigo.Ay! Quin pudiera saberlo?El viento nos aleja rpidamente,

cuando aparezca el alba, quin sabe qu distancia estaremos de lembocadura del Ro de la Plata.

Pero un da sabremos la suert


103/905

cabida a nuestros desgraciadocompaeros.

Lo espero, con tal que no seamoms desgraciados que ellos.

Quiere usted decir, Diego?No quiero dejar que te haga

lusiones, mi buen Cardoso. No quierocultarte que nosotros nos encontramosacaso, en peores condiciones qu

nuestros compaeros.Por qu?Sabes t cmo terminaremo

nosotros?, Debajo tenemos el mar quacaso nos tragar.Pero no corremos hacia la cost

americana?


104/905

Hace una hora que el viento noarrastra hacia el Sur.

Pero podremos encontrar mbuque y descender. T no hamaniobrado nunca barcos de esta clase?

Y el seor Caldern?

Creo que no sepa de esto ms quo.

Para esto no se requieren grande

conocimientos; basta con dar mi tirn esta cuerda que llega de arriba y sabrir la vlvula.

Ya que conoces la maniobrnecesaria para descender, no te preguntms, Diego.

Ya veremos si es bastante


105/905

Cardoso.A qu altura nos encontraremos?A tres mil metros respondi e

maestro, pero tendremos que subiodava porque veo que el barmetr

baja.

Bueno! No me disgustara llegaal cielo.

Eso no ocurrir, puedes esta

seguro, hijo mo. Antes, ya vers comno tardamos en descender. El gas sescapa constantemente por muy buen

que sea el tejido que le retienprisionero.Di, no te parece que el globo est

poco-lleno? Veo que tiene mucha


106/905

arrugas.Si lo hubieran llenad

completamente, a estas lloras habrreventado, porque, aunque no entiendmucho de estos navos del aire, s que egas se va dilatando a medida que e

globo sube, y disminuye la presiatmosfrica, en virtud de su fuerzexpansiva, y s que bastantes aerstato

han estallado por haberlos llenaddemasiado.

Esperemos que no nos quepa un

suerte semejante Demonio! Vaya unvoltereta que daramos, viejo lobo dmar!

Un saltito de tres mil metros.


107/905

Menos mal que tenemos el madebajo.

Pero ninguno de nosotros llegarcon vida a tocarlo; te lo aseguroCardoso.

Andamos mucho? Es extrao

porque me parece que estamos paradocompletamente.

En cambio, yo creo que corremo

con grandsima velocidad. Al amaneceveremos a cunto nos hemos alejado da costa americana. Oh! Si pudisemo

cruzar la Repblica Argentina y caer emedio del Paraguay entre las valienteropas de nuestro bravo presidente

Aqul sera el da ms hermoso


108/905

Una risita seca e irnica le cort lfrase. El viejo marinero se volvi coojos llameantes y la frente arrugada, y sencontr frente al agente del gobierno, ecual, apoyado en el borde de lbarquilla, con los brazos cruzados sobr

el pecho, le miraba de extraa manera.Qu le pasa a usted, para rers

de este modo? le pregunt con rudeza

Me ro porque hablan ustedes ddescender en el Paraguay, cuando eviento nos empuja sobre el Ocan

Atlntico respondi el agente con voenta y mesurada.Es imposible, seor! exclam

el maestro. Hace poco el vient


109/905

soplaba del Este y nos echaba a la costaEl agente se encogi de hombros

es seal la brjula sin decir palabra.Los dos marineros se precipitaron a

nstrumento y volvieron a incorporarsemurmurando:

Marchamos mar adentro!Por algunos instantes rein en l

barquilla un profundo silencio

nterrumpido nicamente por el aletede los pliegues del aerstato, que eviento agitaba.

No obstante su valenta poco comnos dos marineros del Pilcomayo ssentan dominados por un vago temorpor saber bien cun desastrosa


110/905

consecuencias poda atraerles aquellcarrera sobre el Ocano Atlntico.

No podramos hacer nada parretroceder? pregunt Diego al agente

Nada contest ste sidemostrar la menor emocin.

Cunto tardar el globo edescender?

El agente baj la cabeza y despu

se volvi de espaldas, apoyndose en eborde de la barquilla y; mirando afuera.

Uf! exclam el maestr

enjugndose algunas gotas de fro sudo. Empiezo a ver muy negra muestrsituacin que hace poco me pareca dcolor de rosa. Bah! Despus de tod


111/905

estbamos destinados a morir comnuestros compaeros del Pilcomayo.

Quiz el viento cambie, Diegodijo Cardoso.

Espermoslo, pequeo moDime, tienes miedo?

No; te lo juro. He pasado un pocde emocin, pero nada ms.

Eso me gusta, Cardoso. Ahor

acustate, que debes estar cansado, djame a m el cuidado de velar. Suviese necesidad de tus brazos ya t

despertar, no te preocupes.Te obedezco; pero en cuantamanezca, trame de las piernas.

Te lo prometo, hijo mo. Echat


112/905

sobre esos sacos de arena y duermranquilo, que, por ahora, no hay peligro

Cardoso, al que costaba trabajmantener los ojos abiertos, se envolvien una manta para resguardarse del frque se agudizaba mucho en aquella

alturas, y no tard en dormirse. Diegodespus de dar un nuevo vistazo a lbrjula y otro al barmetro que sealab

una altitud de tres mil metros, se metien la boca un pedazo de tabaco y sapoy en el borde de la barquilla

mirando las espesas tinieblas que sextendan sobre el Ocano.Un silencio casi absoluto reinaba e

omo de1 globo, el cual continuaba s


113/905

rpida carrera con mi balanceo apenasensible. No se oa ni el mugido de laolas, que acaso el viento que reinaba eaquellas altas regiones dejabranquilas, ni una detonacin qu

denunciase la vecindad de la escuadr

aliada, ni algn rumor que sealase epaso de algn buque de vapor, ni unvoz humana, ni un grito de cualquier ave

Y si el silencio era profundo, loscuridad no lo era menos. Espesainieblas envolvan la superficie de l

ierra, que ahora pareca completamentdesaparecida, ni se divisaba por mque el maestro aguzase la vista, algunuz en ninguna direccin, que indicase l


114/905

presencia de una costa o por lo menode algn ser humano. Slo por encimdel globo chispeaban soberbiamente loastros a millones y millones entre locuales se destacaba vivamente ladmirable cruz del Sur que en e

hemisferio meridional seala el polantrtico.

Pero, poco a poco, hacia el Este

comenz a manifestarse una vagclaridad, que bien pronto hizo palidecea los astros y huir a las tinieblas. Abajo

en el fondo, hacia la tierra, comenz aparecer una superficie grisceprimero, azul despus, que se perda cociertos reflejos de acero hacia el Norte


115/905

el Sur y el Poniente.A la luz blanquecina sucedi una lu

rosacea que ti esplndidamente lsuperficie del globo y que hizo brillaaqu y all la azul superficie del marsalpicndola de pajitas encendidas

despus una ola de luz brillante apuntpor el horizonte y el sol apareci emedio de dos nubes brillantes.

El maestro, que estaba adormiladcon la cabeza apoyada en el borde de lbarquilla, se incorpor, se restreg lo

ojos y mir durante un rato por debajde s. Nada, absolutamente nada; lsuperficie del mar estaba completamentdesierta, y sobre el horizonte occidenta


116/905

donde se deba encontrar la tierramericana, ninguna tierra apareca.

Caray! Dnde estamos? murmur, masticando enrgicamente scigarro. Se dira que el mar, en estapocas horas se ha tragado la flota de lo

aliados y que ha cubierto la Amricentera.

Se volvi y mir al interior de l

barquilla; el agente del gobierno estabodava apoyado en el borde con lo

brazos cruzados sobre el pecho y l

mirada fija delante de s, siemprcalmado, siempre fro. Su cara plida nada simptica no manifestaba nsorpresa ni reprensin.


117/905

Tendido sobre los saquetes de lastreel joven Cardoso dorma tranquilamentcon los puos cerrados, pero con lsonrisa en los labios.

El pequeo suea, sin duda murmur el marinero, mirndol

amorosamente. Qu lstima que yo lhaya metido en este feo viaje, que puedmandarnos a beber agua al fondo de

Ocano!Mir la brjula y lanz una sord

mprecacin:

Todava hacia el Este! exclamcon ira. Dnde iremos a parar?Mir al barmetro y vio qu

sealaba dos mil ochocientos metros


118/905

Este descubrimiento, todava ms gravque el otro, le desconcert.

Ya descendemos! Y en vez dacercarnos a la costa nos alejamos man! Dnde estaremos dentro dcuarenta y ocho horas?

Se acerc al agente del gobierno y ldio una ligera palmada sobre la espalda

Qu quiere usted? le pregunt

Caldern sin volverse.Sabe usted, seor, que estamo

descendiendo?

Lo s respondi el otrosiempre con calma.Y no le espanta a usted esto?Acaso tengo yo algn medio par


119/905

elevarnos?No peroEn cuanto el sol comience

calentar, el gas se dilatar superaremos los tres mil metros.

Es eso verdad, seor?

El agente se encogi de hombros no contest.

Hum! Este hombre es un

especie de oso! gru el maestroEl capitn ya le quera como humo eos ojos y tena sus motivos para ello

Pero bah!, ya se domesticar.Se acerc a Cardoso y le despertEl muchacho se frot los ojos, estir lomiembros y se puso gilmente en pie.


120/905

Ah! Eres t, mi buen Diego? exclam. Yo soaba que estaba ecasa en lugar de estar en el globo. AhYa ha salido el sol! Entonces, dnd

estamos? Se ve la costa?No te podr decir dnde estamo

porque no creo que aqu haya un sextantpara tomar la altura, pero creo que lcosta debe estar tan lejos que es mejo

no pensar en ello, al menas por ahora.De modo que la escuadra de lo

aliados

Ha desaparecido.Si, al menos, se la hubiera tragadel mar.

En cambio, yo digo que naveg


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alegremente, llevando consigo lareliquias del pobre Pilcomayo. Perdejemos irse a aquellos bribones busquemos, por el pronto, alguna cortezde pan en que clavar el diente, porquo creo que el capitn no se habr

olvidado de nuestro estmago.Busquemos, Diego. Aqu veo u

montn de sacos y saquitos y cajas qu

deben contener alguna cosa til.Haremos el inventario.El previsor capitn haba pensado e

odo. Los dos marineros encontraron ea barquilla una cantidad de objetos ques haban de llegar a ser de gra

utilidad, as en el mar como en la tierra.


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Un centenar de kilogramos dgalleta, suficiente para ms de cuatrsemanas, una abundante provisin dcarne en conserva y de pescado saladoalgunos paquetes de chocolate, ropas drecambio, mantas de lana, dos carabina

de precisin y dos pistolas, as comabundantes municiones, un hacha, un pade cuchillos, tres cinturones d

salvamento que deban rendirles grandeservicios en el caso de que el globfuese a caer en el mar; despus, do

barmetros, dos termmetros y dobrjulas. Por ltimo, una pequecocina porttil con una discreta cantidade alcohol.


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Ya deca yo que el pobre capitera una gran persona dijo Diegdespus de haber examinado todaaquellas cosas. Aunque fusemos parar a una isla desierta, podramovivir un discreto nmero de das

endramos con qu procurarnos alguncaza.

Di, marinero, podramos, por e

pronto, meter el diente a alguna cosa?Iba a proponrtelo, hijo mo.En aquel mismo momento el seo

Caldern, que no haba abandonado sobservatorio, exclam:Un punto en el Ocano!


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CAPTULO

V

EL CACHALOTE

A aquel anuncio que para los tres tengrandsima importancia por la condicien que se encontraban, tan lejos de tierr

en aquel globo que de un momento otro poda caer al mar para no volversa levantar, el maestro y Cardoso s

pusieron en pi e de un brincoprecipitndose al parapeto de lbarquilla.

El agente del gobierno no se hab


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Equivocado. Hacia el Sur, sobre lmpida y azul superficie del Ocan

apareca distintamente un gran puntnegro que pareca dirigirse al Este, estes, en el mismo rumbo que segua eaerstato. No se distingua sobre

ningn penacho de humo, ni blanqueabnada que sealase una vela, pero sforma alargada semejaba a la de un

nave y, cosa importante, a pesar de lejana, aquel extrao barco parec

adelantar con no comn velocidad.

Qu ser aquello? se preguntel maestro que aguzaba la vista. Nhumo, ni velas, ni mstiles. Es un nuevgnero de buque!


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Ser acaso un despojo? pregunt Cardoso.

No avanzara, y en cambio, corrcon notable velocidad.

Ser acaso algn acorazado? Tsabes que algunos no tienen ms rbo

que el mstil de seales.Pudiera ser un acorazado. Oh! S

o tuviera un catalejo!

A qu distancia calculas que estese barco?

A ocho o diez millas.

Y si le hicisemos seales?No es mala idea, Cardoso; dama carabina y disparar un tiro.

El muchacho tom el arma, la carg


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con cuidado y la pas al maestro, el cuadispar al aire.

Las detonaciones se propagaron gran distancia, pero no tuvierorespuesta. Antes a los dos marineros lepareci que la misteriosa nav

redoblaba su marcha.Esos caballeros no estn muy bie

educados dijo Cardoso sonriendo

Cuando se saluda es costumbre qurespondan.

A m me parece extrao que n

nos hayan visto. Por Baco! Sestuvisemos rodeados de nubes o dmontaas lo comprendera, pernavegamos en medio de una atmsfer


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pursima. Qu opina usted, seoCaldern?

Nada respondi el agente.Me parece que a, usted no le hac

ninguna impresin la presencia de esbarco. Sin embargo, seor, se trata d

nuestro pellejo.El agente no se molest e

responder.

Como usted quiera, seor dijel maestro un poco picado. No eusted un compaero de viaje mu

amable, le aseguroY qu resuelves hacer ahoramarinero? pregunt Cardoso. Enecesario emplear todos nuestro


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medios para acercarnos a esa condenadnave.

Lo s, pero no se me ocurrningn medio respondi el maestrque se rascaba furiosamente la cabezacomo si de aquel modo fuese a extrae

de ella cualquier idea.Ya lo he encontrado! exclam

de pronto el muchacho. N

podramos descender un poco?Muy bien dicho, hijo mo!A pocos centenares de metros de

Ocano, esos navegantes nos verseguramente, tanto ms cuanto que eviento nos empuja siempre sobre su ruta

Tienes razn.


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Bajemos, pues.Eso en seguida est hecho

Cardoso.El maestro, sin calcular la

desastrosas consecuencias que podracarrear aquel descenso en el caso d

que no fuesen recogidos, aferr siitubear la, cuerda de la vlvula y dio uirn. Pronto hacia la cima del aerstat

se oy un ligero silbido, seguido eseguida de una serie de pequeadetonaciones. El gas, que no deseab

ms que una salida para librarse de lenvoltura de seda, escapabrpidamente.

El globo comenz en seguida


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espumeantes que se alzaban hacia eglobo como si estuvieran deseosas datraerlo y tragarlo.

El barco continuaba navegando unos seis o siete kilmetros, pero, cosextraa, sobre l no se divisaba ni l

blanca superficie de la toldilla, ni umstil cualquiera, ni una chimenea, nuna maniobra.

El maestro y Cardoso se miraromutuamente a la cara, interrogndoscon las miradas.

Comprendes t algo de esto? pregunt por fin el muchacho.Temo haber cometido una gra

animalada, hijo mo respondi e


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maestro.Por qu, mi buen Diego?Porque aquello no debe ser u

barco.Pues qu quieres que sea?El maestro no respondi. Curvad

sobre el borde de la barquilla, con lamanos formando visera ante los ojopara defenderse de los rayos del sol

miraba fijamente, con la frente arrugadaa la supuesta nave. De pronto se lescap un grito de rabia.

Maldicin!Qu ha pasado? preguntCardoso con inquietud.

Mira!


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El muchacho mir en la direccindicada e hizo una mueca de estupor. L

pretendida nave, que pocos momentoantes navegaba, haba desaparecido.

Hundida? pregunt aqul.Lo ves?

Entonces, era un despojo?No; una ballena, un cachalote, u

monstruo marino en suma.

Es imposible!He visto yo, con estos ojos qu

odava estn buenos cmo se levantab

su cola y bajaba despus.Y hemos sangrada a nuestrglobo por una ballena!

Y qu sangra, Cardoso! N


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estamos ms que a ciento cincuentmetros sobre la superficie del mar!

Pero tenemos lastre, Diego.Lo s, pero nuestra situacin h

empeorado y el viento soplobstinadamente del Oeste.

Y las nubes se levantan dijo eagente del gobierno, saliendo de smutismo.

En efecto, hacia el Oeste, all dondel Ocano se confunda con el cielo, unmasa cine se iba haciendo cada vez ma

negra, haba aparecido y suba cocierta velocidad, agrandando a ojovistas. Poda traer solamente un buenaguacero, pero tambin pod


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El valiente muchacho se sent sobros saquetes de arena y se puso

deshacer algunas galletas mientras emaestro, vuelto a su buen humor, abruna caja de carne en conserva y hacsaltar el cuello a una botella de viej

vino de Espaa, sacada del fondo de uncaja, donde haca compaa a un barride whisky, de capacidad de unos veint

itros, y que deba ser de no pocutilidad en aquellos momentos.

Concluida la comida, no demasiad

suculenta pero bastante substanciosa abundante, los dos marineroencendieron las pipas y se volvieron poner en observacin. El agente de


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gobierno, que se haba vuelto a quedamudo e impasible, se tendi a su vesobre los sacos, sumergindose eprofunda meditacin.

El globo, a pesar de la sangrasufrida, como deca Cardos

bromeando, se comportaba siemprbien, volando rpidamente sobre laondas del Ocano a ciento cincuenta

ciento sesenta metros do altura. Nobstante, sea por la prdida; de gas por algn defecto de construccin

alguna vez haca bruscos descensohasta llegar a pocos metros de lsuperficie lquida, para luego volver, dpronto, a la altura anterior.


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El viento desgraciadamente no daliseal de cambiar, alejndolos cada vems de la costa americana, que ahordeba estar nicamente a algunocentenares de millas y por aadidura lnube sealada no cesaba de levantars

adquiriendo tintes amenazadores.Hacia el medioda, cuando mayo

era el calor, un extrao fenmeno vino

romper la monotona del viaje. Mientraos dos marineros aguzaban la vist

hacia el Norte con la esperanza d

descubrir algn velero o algn vapoque los recogiese, divisaron, con lsorpresa que puede imaginarse, un globun poco ms pequeo que el suyo, per


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exactamente igual en la forma, y quambin llevaba en la barquilla do

hombres que parecan ocupados eobservar la misma direccin.

Cmo? exclam el maestro, nqueriendo creer a sus ojos. Otr

globo! Estoy soando o el vino dEspaa me ha emborrachado?

No, no sueas, porque yo lo ve

ambin dijo Cardoso con viva emocinPero qu hace aquel globo? D

dnde viene, que antes no lo hemo

visto? Seor Caldern! SeoCaldern!El agente del gobierno se incorpor

entamente, mir por algunos instantes a


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globo que corra en la misma direccique el tripulado por ellos.

Calla! exclam el maestro, quba de sorpresa en sorpresa. Lo

hombres se han convertido en tres!Y se convertiran en cuatro si e

nuestro tuviese otros tantos dijo eagente del gobierno.

Y por qu, seor? pregunt

Cardoso.Porque aqul es nuestro mism

globo.

He aqu una cosa que me resisto creer dijo el maestro. Le digo usted que se es otro globo y no mgustara que esos hombres fuese


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brasileos o argentinos, lanzados tranuestro rastro para quitarnos el tesordel presidente.

Levanten ustedes los brazas.El maestro obedeci y vio que un

de aquellos hombres haca exactament

o mismo. Pero poco convencidorenov los movimientos, agit esombrero, hizo, ondear el propi

pauelo, despus despleg una pequebandera con los colores paraguayos es vio hacer otro tanto con escrupulos

precisin.Es un fenmeno muy extrao dijo.

Pero bastante comn respondi


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el seor Caldern, que se haba puestocuaz, cosa verdaderamente inslita.

Y cmo se llama?El espejismo.Y cmo ocurre?Basta que las capas atmosfrica

engan, desiguales densidades. Entonceos rayos solares, refractndose, dan un

segunda imagen de los objetos que a l

vista aparecen como reflejadas en uespejo. En nuestro caso las capas daire que tienen densidades desiguale

estn prximas al mar, pero ocurre veces que son las capas superiores entonces los objetos se reflejan cabezabajo.


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He odo tambin hablar de esfenmeno, seor Caldern. Un amigmo que form parte de la expedicin Egipto con el gran Napolen, me narrmuchas veces, las grandes desilusionesufridas en aquellos arenales a causa de

espejismo.En las llanuras arenosas e

fenmeno es comunsimo a causa de

gran calor.De pronto el globo desapareci.Buen viaje dijo Cardoso.

El fenmeno ha terminado dijel agente. Las capas de aire harecuperado su equilibrio.

Despus abandon el observatorio


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se volvi a tumbar en sus sacos y nhabl ms.

El maestro y el muchachcontinuaron en observacin escrutandsiempre el horizonte que se mantenobstinadamente desierto y siguiendo co

alguna ansiedad el negro nubarrn quno cesaba de elevarse, amenazandnvadir todo el cielo.

Hacia las tres de la tarde el vientque hasta ahora se haba manteniddbil, aument casi repentinamente. Un

racha sali del seno del nubarrn barri el Ocano, levantando gran oleaj zarandeando vivamente el aerstato

que redobl su marcha ora levantndolo


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ora dejndolo caer.Poco a poco el agua adquiri un tint

ms oscuro y comenz a rebullir comagitado por fuerzas submarinasnmediatamente se formaron olas qu

corran de Oeste a Este, chocando entr

s y deshacindose con grandes mugidosAlgunos rociones llegaron hasta l

barquilla, que algunas veces descend

varios metros, como si al globo lfaltaran las fuerzas de vez en cuando.

Vamos empeorando dij

Cardoso, que observaba atentamente eaerstato; el pobrecillo siguperdiendo sangre poco a poco.

Demasiado, hijo mo respondi


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el maestro, que se haba puestpensativo. El gas escapa a travs deejido y no se me ocurre ningn, mod

de evitarlo.Y la tempestad a la espalda!No te apures, Cardoso. Mientra

engamos lastre que arrojar no corremopeligro.

Pero el huracn, puede llevarno

muy lejos y vaya usted a saber cundvolveremos a ver la costa americana.

Cuento con el encuentro de alg

barco.Pero estos parajes son muy pocsurcados por los buques.

Lo s, pero podremos encontra


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algn ballenero en ruta para las regioneantrticas. Oh!

Qu pasa?Mira all abajo! Todava aque

maldito monstruo que nos oblig sangrar al globo.

En efecto, a cuatro o cinco millahacia el Este se vea sobresalir de laolas una enorme masa negruzca, la cua

anzaba al aire chorros de vapor dagua, emitiendo al mismo tiempo fuertesonidos metlicos que pareca

producidos por una impetuosa corrientde aire dentro de un tubo de bronce.Es una ballena, sin duda dijo e

muchacho.


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No; debe ser un cachalote porquveo una columna de vapores. Un femonstruo, hijo mo, especialmentcuando est encolerizado.

Se acerca rpidamente a nosotrosDentro de pocos minutos l

endremos aqu, porque se dice que laballenas y los cachalotes corren lfriolera de 660 metros por minuto.

Entonces, emplearn muy pociempo para dar la vuelta al mundo.

El capitn de un ballenero,

cuyas rdenes hice una campaa, mdijo que les bastaran 47 das, siguiendel ecuador, suponiendo que doce horaal da les son suficientes para descansar


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solamente veinticuatro das para ir dun polo al otro.

Has pescado ballenas algunvez?

He arponeado junto al Cabo dHornos a una que tena veintids metro

de longitud.Se me ocurre una idea, marinero.T dirs, hijo mo.

No podramos hacernos remolcapor ese monstruo, que me parece sdirige a la costa americana? Tenemos u

ancla que nos puede servir paraT ests loco, caray! No tengganas de dar un paseo al fondo del mar.

Tienes razn, marinero. No hab


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Era enorme, y solamente el verloaun desde lo alto del globo, produc

cierto escalofro. Medira unos diecisimetros, con un dimetro de tres y medio acaso cuatro, y su cabeza era tagrande como el tercio de su longitud.


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Su boca desmesurada, capaz dcontener varios barriles y de tragarse un tiburn de los ms grandes, mostrabciertos dientes cnicos que no pesaramenos de cuatro kilogramos cada uno.

Al llegar cerca del globo, que s

encontraba a cincuenta o sesenta metrode la superficie del mar, el monstruo spar como asombrado, acechndole co

sus feos ojillos de amarillos reflejosdespus comenz a dar seales dviolenta clera, emitiendo largo

bramidos y rociando agua hasta muchaltura, con su poderosa cola hendida.No obstante su mole, comenz

moverse con extraordinaria velocidad


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siguiendo al globo; despussumergindose hasta ms de la mitadcon un vigoroso coletazo sac fuera deagua ms de un tercio, con la enormboca abierta, intentando, sin eludalegar hasta la barquilla.

Oh, querido amigo, no somogente que se deje tragar comboquerones! dijo el maestro

Espera un poco que te voy a dar alguncosa que masticar que nos pondr cubierto de tus ataques.

Cogi un saquete de arena y lo lanza las fauces del gigante, que en el actas cerr con un golpe seco. El globo as

aligerado, dio un salto brusco


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elevndose a unos seiscientos metros eel aire, tal es la sensibilidad de estovehculos areos, a los cuales basta ldisminucin de unos cuantos gramopara elevarse.

El cachalote, no satisfecho con aque

cebo inslito, y acaso asustado por lmprevista elevacin del globo, s

revolvi bruscamente sobre un costado

azotando con furor el agua y despus ssumergi, formando un ancho remolino.

Buen provecho! grit Cardoso

En aquel momento el sol apareci eel horizonte y la negra masa de vaporeque ya haba invadido casi por completel cielo, se ilumin bajo la vivida lu


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del primer relmpago.


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CAPTULO

VI

UNA NOCHE TERRIBLE

La noche llegaba con extremada rapidezLos ltimos fulgores del ocas

hablan al momento desaparecido com

ahogados por la brusca invasin de lanubes, que ahora se amontonaban haciel horizonte occidental. El mar hab

perdido sus reflejos sanguneos nacarados, y se haba puesto negro coma tinta.

Una calma absoluta haba sucedid


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al primer relmpago. El viento, como squisiera reconcentrar su fuerza para lgran lucha que iba a empearse, habcesado, y las nubes haban detenido scarrera.

El globo, no empujado ya

permaneca ahora perfectamente inmvia unos quinientos metros de la superficidel mar como si un ancla le retuviese

Sus pliegues, que poco antes se inflaba se deshinchaban, caan ahora inertes

sin producir rumor alguno.

El maestro, Cardoso y el agente degobierno, presas de vaga inquietud, shablan quedado silenciosos y mirabacon ansiedad aquel cielo, calmado s


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pero que pareca que de un momento otro debiera transtornarse todo y peleacon el Ocano que estaba a punto ddespertarse.

Pasaron dos horas durante las cualeningn rumor vino a turbar el silenci

que reinaba en la atmsfera, que ssenta todava cargada de electricidaddespus, un relmpago cegador hendi

el cielo de Oriente a Occidente comuna inmensa cimitarra, y en lprofundidad de las nubes retumb e

rueno.Aquello pareci una seal. Umpetuoso golpe de viento que pareci

salido por el desgarrn producido por l


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primera descarga, elctrica, se precipitsobre el Ocano, arrugando la tranquilsuperficie, y sacudi rudamente aaerstato, arrastrndolo delante de scon extrema rapidez.

Ya est aqu dijo Cardoso, qu

rataba de aparecer tranquilo; el seoEolo quiere divertirse un poco y nohar bailar un rato bruscamente.

Con. t

El Tesoro Del Presidente Del Pa - Emilio Salgari

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