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EL SENTIDO DE COHERENCIA EN LOS
ADOLESCENTES: UNA REVISIÓN SISTEMÁTICA
Francisco Rivera, Carmen Moreno, Irene García, Pilar Ramos, et al.
CONCEPTOS FUNDAMENTALES: SENTIDO DE COHERENCIA Y RECURSOS GENERALES DE
RESISTENCIA
A partir de entrevistas con las víctimas de la discriminación, la pobreza, e incluso los
campos de concentración nazi, Antonovsky (1979) decidió dedicar su carrera investigadora a
estudiar el origen de la salud. En su enfoque “salutogénico”, Antonovsky se centra en dos
aspectos esenciales para el estudio de la salud. En primer lugar, identifica los Recursos
Generales de Resistencia (GRRs) que ayudan a las personas a enfocar su vida hacia la salud
positiva. En segundo lugar, Antonovsky aisló un denominador común para explicar la
capacidad de algunas personas para hacer frente a terribles experiencias; a este mecanismo o
disposición lo denominó Sentido de Coherencia (SOC), siendo la combinación entre ambos el
elemento principal de estudio de la Salutogénesis (Lindström and Eriksson 2005).
Los Recursos Generales de Resistencia (GRRs)
La teoría salutogénica ha identificado los GRRs como elementos cruciales en el desarrollo
del SOC. Los GRRs se definen como cualquier característica de la persona, grupo, o contexto
que pueden facilitar la gestión eficaz de la tensión o estrés. Es decir, son los recursos
personales, interpersonales o contextuales a los que pueden recurrir los individuos en caso de
necesidad. Antonovsky (1987) propone una clasificación de los GRRs en seis grandes campos:
1. Físicos y bioquímicos. Se incluye en este apartado las condiciones físicas de la persona
que le ayudaría a hacer frente a los estímulos ambientales; tales como una adecuada
salud física, un buen tono muscular, ausencia de enfermedades crónicas o limitaciones
físicas.
2. Materiales. En este apartado tendría cabida todos los bienes materiales, entre lo0s que
se encontrarían alimentos, ropa, alojamiento, dinero…
3. Cognitivos y emocionales. Entrarían en este aparatado los conocimiento teóricos, la
inteligencia y la identidad propia. La teoría salutogénica hace hincapié en la identidad
como un recurso fundamental de supervivencia y en el conocimiento como facilitador de
una visión más amplia de la realidad, diversificando así las opciones de respuesta.
4. Valorativas o de actitudes. Se incluyen las estrategias de afrontamiento positivas
(caracterizadas por la racionalidad, la flexibilidad y la previsión), la participación activa del
individuo en la resolución de sus problemas y la gestión eficaz de las emociones.
5. Interpersonal-relacional, siendo el apoyo social uno de los recursos principales de
supervivencia. Las personas que tienen estrechos vínculos interpersonales tienden a
resolver la tensión con mayor facilidad que aquellos que carecen de esa calidad en sus
relaciones. La simple certeza de que, en caso de necesidad, dispondríamos del apoyo
social es a menudo suficiente para que esto ya sea considerado un componente eficaz de
GRR.
6. Aspectos Macro-socioculturales. Aquí se contemplaría el componente cultural y social
que rodea a la persona, dándole un lugar en el mundo y pudiendo actuar como
promotores de salud. Estos GRRs se enlazan con el aspecto macrosistémico de la teoría
ecológica de Bronfenbrenner.
De acuerdo con la definición antes mencionada, un GRR puede ser parte del sistema
inmune, dinero, conocimiento o inteligencia, identidad del yo, racionalidad,
flexibilidad… incluyendo además conceptos más generales como el apoyo social, la cultura y la
religión. Sin embargo, la identidad propia y el apoyo social aparecen como los recursos más
directos y usados (Antonovsky, 1979), resaltando precisamente la importancia del apoyo social
como un recurso crucial para el afrontamiento de sucesos adversos. Antonovsky declara que la
percepción de falta de GRRs para poder hacer frente a sucesos estresantes futuros, es ya
considerado por si mismo un factor estresante para la propia persona. (Antonovsky, 1979)
“El grado en el que nuestras vidas nos proporcionan GRRs es un determinante
importante para el desarrollo de un sentimiento u orientación generalizada, penetrante y
duradera de ver y responder a las situaciones que nos presenta el mundo, denominado Sentido
de Coherencia". (Antonovsky 1979, p. 122) Antonovsky explica que las experiencias durante la
infancia, la clase social, la complejidad del puesto de trabajo desempeñado, las condiciones
sociales, etc. proporcionan la estabilidad y previsibilidad necesarias para establecer los GRRs
que, en un segundo paso, constituye la base de un adecuado desarrollo del SOC.
El Sentido de Coherencia (SOC)
Ampliando lo referido en el primer apartado, Antonovsky definió formalmente el
Sentido de Coherencia (SOC) como:
“Una orientación global que expresa el grado en que la persona tiene una
penetrante y duradera, aunque dinámica, sensación de confianza en que, a lo
largo de la vida, los estímulos derivados de los entornos internos y externos están
estructurados, pudiendo ser predecibles y explicables, existiendo recursos que
están disponibles para compensar las demandas planteadas por estos estímulos,
siendo estas demandas desafíos, digno de esfuerzo y compromiso para ser
superados (Antonovsky, 1987 , p. 19)”.
A la luz de su investigación, Antonovsky afirma que el sentido de coherencia es un
patrón cognitivo-motivacional, en el que podría identificarse tres subdimensiones:
comprensibilidad, manejabilidad y significatividad. A partir de estas subdimensiones, se podría
definir de forma más completa al SOC como una orientación global que expresa (1)
comprensibilidad, o la medida en que la persona tiene la capacidad de percibir los estímulos
internos o externos como información ordenada, consistente, estructurada y clara, y no como
algo caótico, desordenado o inexplicable, (2) manejabilidad, o el grado en que la persona cree
tener a su disposición los recursos adecuados para hacer frente a las demandas planteadas por
la vida, y (3) significatividad, o medida en que la persona siente que la vida tiene sentido
emocionalmente y de que, a pesar de los problemas y dificultades, merece la pena invertir
energía y esfuerzo en ella (Antonovsky, 1987). Antonovsky hace hincapié en que este
componente es la parte más importante, ampliando el concepto de significatividad como la
percepción de la persona de que las experiencias adversas que le presenta la vida son retos en
los que merece la pena implicarse, en vez de cargas de las que quisiera librarse. Cuando los
participantes perciben que al menos algunos de los problemas o demandas de sus vidas
merecen ser objeto de compromiso y participación, tienen un mayor sentido de significado, y
por lo general un mayor grado en los otros dos componentes (comprensión y control).
El desarrollo de cada uno de los componentes del SOC está influenciado por distintos
tipos de experiencias vitales relacionadas con los GRRs. En primer lugar, un alto sentido de
compresibilidad se encuentra estimulado por la experiencia de percibir la vida como
consistencia y estable. En segundo lugar, un alto sentido de la manejabilidad está
particularmente reforzado por el equilibrio entre las experiencias vitales de alto y bajo estrés.
Por último, el papel activo en la toma de decisiones relevantes (socialmente valoradas)
permite a la persona atribuir significado a las propias experiencias vitales.
Las experiencias vitales son consideradas principalmente una función y combinación
de factores tales como estructura familiar y social, cultura, ocupación, género, origen étnico y
componentes genéticos entre otros. Aunque estos factores determinan en cierto modo el
desarrollo del SOC y las respuestas a situaciones adversas, los individuos son capaces de
elegir y determinar sus propias opciones de respuesta, asumiendo un papel proactivo en su
propia vida (Antonovsky, 1987, 1996).
CONCEPTOS SIMILARES EN SU VISION DE LA SALUD
El enfoque para abordar el problema de la relación estrés-enfermedad desde una
dirección diferente a la tradición biomédica no puede ser atribuida exclusivamente a
Antonovsky. Otros enfoques, coetáneos con el desarrollo del concepto de Sentido de
Coherencia, también han tratando de abordar esta cuestión, reforzando la verosimilitud y
potencial de esta línea de investigación. Se tratarán con detalles cuatro teorías por su
relevancia y similitudes con el concepto de Sentido de Coherencia: el concepto de la
“personalidad resistente” formulada por Kobasa (1979, 1982), la teoría de "autoeficacia" por
Bandura (1977), el “sentido de la vida” de Frankl (1967, 1978, 1985) y la teoría de la resiliencia
(Rutter, 1985).
Aunque Antonovsky subrayó en repetidas ocasiones que el SOC y la orientación
salutogénica fueron una perspectiva completamente nueva, una mirada más intensa a la
literatura revela que esta perspectiva no es totalmente innovadora. Sin embargo, Antonovsky
tiene el crédito de haber cohesionado y dado nombre a un completo paradigma de salud
(salutogénesis), y haber generado una gran cantidad de investigación en torno a su teoría.
La teoría con mayor solapamiento conceptual con el SOC es la personalidad resistente
de Kobasa (Kobasa, 1979, 1982). El problema que la llevó a formular el concepto era el mismo
que para Antonovsky, es decir, la pregunta de por qué algunas personas se enferman de estrés
y por qué otros no. Fueron identificadas tres dimensiones de la personalidad resistente
(Kobasa, 1979, p. 3): (1) la creencia de que los individuos pueden influir de forma activa y
controlar su entorno, que en el SOC está incluido en las dimensiones de “manejabilidad” y
“comprensibilidad; (2) la capacidad de marcarse compromisos y considerar el comportamiento
individual como camino para la consecución de esos objetivos propuestos, lo que estaría
comprendido en la dimensión del SOC denominada “significatividad”; y (3) la evaluación del
cambio como un reto y un estímulo para el desarrollo individual, que en el SOC estaría
comprendido en los componentes de “comprensión "y" significatividad”.
Las diferencias entre ellos afectan a su puesta en marcha: mientras que una desarrolló
una escala específica para medir el SOC, los componentes de resistencia fueron evaluados a
través de varios instrumentos que fueron diseñados originalmente para otros fines (Kobasa,
1979). En su libro de 1987, Antonovsky discutió la relación del SOC con el enfoque de Kobasa,
pero este acentuando sus diferencias a pesar de su claro solapamiento.
La teoría de Bandura sobre la autoeficacia tiene sus orígenes en la tradición del
aprendizaje social y su formulación es más genérica que los conceptos desarrollados por
Antonovsky, Kobasa y Frankl. La Autoeficacia tiene por objeto explicar la convicción de que
uno es capaz de realizar ciertas conductas a fin de alcanzar metas, o bien para hacer frente a
un factor de estrés (Bandura, 1977).
Según Bandura, las expectativas de dominio determinan el inicio y la duración de la
conducta de afrontamiento. Esto también conlleva la tendencia a acercarse a determinadas
situaciones y evitar otras que puedan sobrepasar las capacidades personales (Bandura, 1977).
Las condiciones del desarrollo de la autoeficacia son la experiencia directa, la observación del
comportamiento de los demás, la persuasión verbal por parte de los otros, y la propia
activación emocional en situaciones exigentes. La fuerza de la autoeficacia, en lugar de
abordarse como una disposición generalizada, se considera que depende de la percepción
diferencial de las diferentes situaciones y las evaluaciones correspondientes de las habilidades
de afrontamiento ante esos restos. Si los individuos con experiencias de éxito en un gran
número de situaciones han adquirido las habilidades para dominar otras situaciones similares,
la autoeficacia se acerca en gran medida al concepto de un alto SOC, aunque deberían
considerarse conceptos diferentes. En efecto, si se analiza personas con bajo SOC y personas
con poca o ninguna experiencia de éxito, se encontraría ante casi la misma tipología de
individuo. Sin embargo, en la misma definición se encuentra una gran diferencia: la
autoeficacia debe ser confirmada en repetidas ocasiones y con la misma experiencia va
moldeándose y creciendo, mientras que el SOC se supone que es relativamente constante.
Antonovsky no tiene en cuenta estas diferencias, viendo a los dos conceptos muy similares
entre sí, aunque con orígenes conceptuales diferentes (Antonovsky, 1979).
El concepto de sentido de la vida es una construcción básica de la psicología
existencial y fue desarrollado por Viktor Frankl (1967, 1978, 1985). El concepto de “sentido en
la vida” se ha definido como "el conocimiento del orden, coherencia, y propósito en la propia
existencia, la búsqueda y el logro de los objetivos que vale la pena, y un sentido de
acompañamiento de la realización" (Reker y Wong, 1988). La idea central en esta definición de
sentido de la vida, es el propósito de su existencia, es una sensación de que la vida tiene
significado.
Al observar a los elementos de la definición mencionada, queda patente la importancia
del componente emocional y un cognitivo. El componente emocional alude a la “calidad de la
existencia”, como una sensación de plenitud de que hay un sentido en el presente y el pasado
la vida; mientras que el componente cognitivo se relaciona con el propósito de la existencia,
relacionado con el hecho de tener metas en la vida, un sentido de direccionalidad, una
creencia que da propósito a la vida(Shek, 1992).
El primer dato a explorar entre las similitudes entre los constructos de “sentido en la
vida” y el “sentido de la coherencia” es que ambas construcciones surgió del estudio de las
experiencias de personas que sobrevivieron a los sucesos traumáticos. Sin embargo, el
principal parecido entre ambos conceptos es el componente de significado. Mientras que en
Frankl (1967) toda su teoría gira en torno a este concepto, Antonovsky confiere una dimensión
al significado, aunque adscribe otras dimensiones perceptivas y conductuales a su concepto de
Sentido de Coherencia. Antonovsky (1987) hace referencia a Frankl varías veces en su apartado
sobre significatividad, afirmando que el nombre de esta subdimensión se debe a un
reconocimiento a los trabajos de Frankl en ese sentido.
Por último, la resiliencia (Rutter, 1985) se ha descrito como una característica personal
que influye en la capacidad de recuperarse de las experiencias adversas, actuando igualmente
como una fuerza protectora ante circunstancias potencialmente dañinas (Werner & Smith,
1982). En adultos, la definición con mayor aceptación describiría la resiliencia como la
capacidad de adaptación ante circunstancias vitales desfavorables que podría activar y
contribuir al mantenimiento de la independencia y el bienestar (Rowe y Kahn, 2000;
Staudinger, Marsiske & Baltes, 1993).
En relación con la promoción de la resiliencia, Rutter (1985) afirma que esta no reside
en la evitación de la tensión, sino más bien en el encuentro con el estrés en un momento y
forma tal que permita el desarrollo de la autoconfianza y competencia social, incrementando
así la capacidad y la propia responsabilidad en el cambio de las circunstancias desfavorables.
Un examen detallado del constructo resiliencia muestra ciertas similitudes y
diferencias con el SOC. Ambos constructos comparten el énfasis en los recursos de
afrontamiento, aunque en el caso de la resiliencia éstos son denominados factores de
protección y en el SOC son designados como Recursos Generales de Resistencia. Ambos
consideran el mantenimiento y desarrollo de la salud como un proceso en un continuo y son
aplicables tanto a nivel individual, grupal y social. Sin embargo, los dos constructos difieren
cuando se trata el proceso a través del cual se desarrolla la capacidad para ajustarse a las
situaciones difíciles. Para que se desarrolle la resiliencia es necesaria la presencia de factores
de riesgo, mientras que para conseguir el desarrollo del SOC no es necesaria la presencia de
dichos factores. Este énfasis en los factores de riesgo llevó a Rutter (1985) a considerar el
concepto de resiliencia dentro del modelo patogénico y, por tanto, sustancialmente diferente
al SOC y al modelo salutogénico del que surge.
Con el objetivo de clarificar la cercanía entre conceptos tan parejos como los aquí
descritos, Nygren et al. (2005) estudiaron la unión entre distintos conceptos como SOC,
resiliencia y sentido de la vida. Estos autores encontraron una correlación de 0.35 entre SOC y
resiliencia, medida esta última con la Resilience Scale (Wagnild & Young, 1993), y una
correlación de 0.57 entre el SOC y el Sentido de la Vida, medido con el The Purpose in Life Test
(Crumbaugh, 1968). Por tanto, el estudio concluyó que estos tres conceptos compartían una
importante explicación común.
ESTABILIDAD DEL SOC
Según los primeros trabajos de Antonovsky (1987), el SOC se desarrolla durante la
infancia y la adolescencia, y se mantiene relativamente estable durante la edad adulta. En
teoría, el proceso dinámico a través del cual las experiencias vitales dan forma al SOC cesa en
gran medida en la adultez temprana, aunque ya en la adolescencia el SOC adquiere una cierta
estabilidad (Geyer, 1997). Después de esta etapa de la vida, el SOC se supone que debe
convertirse en un rasgo relativamente estable que puede fluctuar ligeramente en reacción a la
experiencia vital.
Sin embargo, algunos investigadores han sugerido con datos de investigaciones
longitudinales que el nivel de SOC puede estar notablemente influido por los acontecimientos
vitales normativos desarrollados durante la adolescencia y adultez (Flensborg-Madsen,
Ventegodt, y Merrick, 2005; Smith, Breslin, y Beaton, 2003) En esta línea, cabe destacar la
investigación de Nilsson et al. (2003), que con una muestra de 1.254 personas, y edades
comprendidas entre los 45 y los 74 años, encontró que el SOC permanecía estable sólo para
aquellos sujetos que presentaron inicialmente altos niveles de SOC. Para personas de nivel
bajo o medio de SOC, las condiciones individuales y los cambios sociales influyeron en su nivel
de SOC.
En una línea similar, otro estudio longitudinal de 5 años de duración puso a prueba la
estabilidad del SOC (Feldt et al., 2003) comparando dos grupos de referencia: los menores de
30 años de edad en comparación con los mayores de 30. Dicho estudio se llevó a cabo para
contrastar la hipótesis de Antonovsky sobre la mayor estabilidad del SOC por encima de esa
edad. Los resultados no estaban en consonancia con la teoría de Antonovsky, no
encontrándose una mayor estabilidad en el sentido de la coherencia en el grupo de mayor
edad en comparación con el grupo más joven. De hecho, este estudio muestra que la edad no
juega ningún papel en la estabilidad del sentido de la coherencia.
Todas estas investigaciones hacen necesario replantearse la teoría de Antonovsky
sobre la estabilidad del SOC. En líneas generales, los resultados muestran variaciones del SOC a
lo largo de todo el ciclo vital, no encontrándose mayor estabilidad en la fase adulta. Por otro
lado, la investigación empírica ofrecido por estos estudios sí confirman la opinión de
Antonovsky de que un fuerte SOC presenta una mayor estabilidad en comparación con niveles
más bajos, que sufren mayores variaciones.
EL SOC EN LA ADOLESCENCIA
Si bien la investigación en adultos relacionada con el efecto del SOC en la salud y el
estrés está ampliamente documentada, el papel del SOC en la salud infantil y adolescente está
en gran parte inexplorado. En la formulación teórica original, Antonovsky (1987) hace hincapié
en que el SOC es un constructo de desarrollo que se cristaliza a la edad de 30, sugiriendo una
mayor fluctuación y un papel menos relevante del SOC en la salud del adolescente: " El
adolescente, en el mejor de los casos, solo ha conseguido provisionalmente un nivel alto de
SOC, que puede ser útil para predecir a corto plazo cómo va a afrontar los factores estresantes
y su estado de salud". (Antonovsky, 1987, p. 107).
La hipótesis de la limitación del rol del SOC en la salud de los adolescentes, ha ido
acompañado de una investigación muy escasa sobre estos grupos. Algunos autores conciben
las experiencias de los adolescentes como un factor muy importante en el desarrollo del SOC
en la edad adulta (por ejemplo, Lundberg, 1997; Cederblad, Dahlin, Hagnell, y Hansson, 1994),
pero pocas contribuciones se han ocupado de los efectos potenciales para la salud que el SOC
pueda tener durante la adolescencia. Una parte importante de los estudios sobre el SOC en los
adolescentes se centraron en grupos de riesgo, tales como adolescentes evacuados de sus
países o afectados por conflictos bélicos (Antonovsky y Sagy, 1986, Braun-Lewensohn, O. 2011
y Sagy, 2002), adolescentes con TDAH (Margalit 1985; Edbom et al.,2010), o con trastornos
psicológicos (Blom, 2010; Hansson, 2004) entre otros. Sin embargo, un número creciente de
investigaciones están tratando a grupos normativos donde se abordan las consecuencias y el
desarrollo del SOC durante esta fase evolitiva, replicando en muchos casos hallazgos ya
encontrados en la fase adulta, para comprobar el paralelismo del papel del SOC en la salud
entre ambas etapas.
Contrariamente a la idea de un fluctuante y débil papel del SOC en los adolescentes,
los estudios en esta etapa muestran, en líneas generales, que un “joven” SOC puede contribuir
a un adecuado manejo del estrés y del afrontamiento, en la misma línea que se desarrolla en la
población adulta, relacionándose con buenos indicadores de salud y bienestar.
MÉTODO
En este trabajo se revisan 51 artículos de un total de 574 publicados en lengua inglesa
sobre salutogénesis y sentido de coherencia desde 1985 a la actualidad. Éstos han sido
localizados por medio de una búsqueda sistemática empleando las bases de datos
Proquest,PubMed, Ovid SP, Wiley Online Library e ISI Web of Knowledge, en la que se
emplearon como palabras claves sense of coherence, salutogenesis, salutogenic, Antonovsky,
SOC y OLQ.
Para la selección de aquellos artículos que estudian sentido de coherencia en la
adolescencia se usó como referencia la aparición en el título, abstract o palabras claves del
artículo de las palabras adolescents, adolescence, children, youth, students y school-aged.
Mediante este procedimiento se identificaron 81 trabajos.
A continuación se hizo una criba entre los trabajos preliminarmente clasificados como
de muestra adolescente, utilizando como criterio la edad de la muestra estudiada. Para el
objeto de esta revisión se consideró muestra adolecente a aquélla que estaba integrada por
participantes de entre 11 y 18 años de edad. En los casos en que el rango de edad era más
amplio que el anteriormente indicado, se tomó como referencia la edad media de los
participantes, incluyéndose aquellos trabajos en los que la edad media se encontraba dentro
del rango teórico establecido y excluyéndose los trabajos en los que ésta estaba por encima o
por debajo de dicho rango. En el caso de los trabajos que estudiaban población general y como
parte de ella muestra adolescente se consideró un criterio de exclusión la no diferenciación
entre grupos de edad en la presentación de los resultados. Cuando existía dicha diferenciación,
el trabajo se incluía en la revisión pero restringiéndose su análisis a la información referente a
la parte de la muestra con edades objeto de estudio. Los trabajos que estudian el sentido de
coherencia únicamente en población universitaria fueron también excluidos.
Finalmente, se obtuvieron 55 artículos que cumplían los criterios anteriores y de los
que en este trabajo se han utilizado 51, ya que en el caso de cuatro de los artículos no ha sido
posible obtener una copia del original hasta el momento.
RESULTADOS
Áreas de Publicación de los trabajos sobre el sentido de coherencia
El análisis de las áreas de publicación muestra que la investigación sobre sentido de
coherencia en la adolescencia tiene un carácter multidisciplinar. De los 46 trabajos en revistas
incluidas en ISI, el 39% se incluirían dentro de la categoría de ciencias médicas, el 33% en la de
psicología y el 20% en revistas adscritas al área de salud pública.
Por otro lado, cuando se lleva a cabo un análisis similar pero teniendo en cuenta los
574 trabajos sobre sentido de coherencia identificados, independientemente de si tratan o no
la temática adolescente, la publicación en revistas médicas supone hasta el 45% del total de
investigaciones, disminuyendo la proporción de trabajos publicados en revistas adscritas a
psicología (24%) o salud pública (14%). Igualmente, la cantidad de trabajos publicados en
revistas incluidas en otras temáticas es mayor cuando se analizan la totalidad de los trabajos
general (17%) que cuando el análisis se centra únicamente en las investigaciones enfocadas en
la adolescencia (9%).
Con todo ello, y a pesar de la heterogeneidad de enfoques desde los que se aborda el
sentido de coherencia, parece observarse una mayor presencia del campo de la psicología
cuando se trata la temática adolescente, como puede observarse en la Tabla 1.
Tabla 1. Comparación del número de publicaciones sobre sentido de coherencia por área
temática diferenciando entre trabajos centrados en la adolescencia y en población general.
Adolescencia Total
Medicine 18 385
Psychiatry 9 82
Dentistry, Oral Surgery & Medicine 4 16
Nursing 3 62
Pediatrics 2 4
Psychology 15 210
Psychology, Social 5 33
Psychology, Developmental 4 11
Psychology, Clinical 2 47
Psychology, Multidisciplinary 2 86
Psychology, Applied 1 16
Psychology, Educational 1 5
Public Health 9 119
Public, Environmental & Occupational Health 7 99
Health Policy & Services 2 7
Others 4 146
Social Work 2 15
Education, Special 1 4
Social Issues 1 12
Not Included In Isi 9
0
10
20
30
40
50
60
70
1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010
Adolescentes
General
Evolución a lo largo del tiempo de las publicaciones sobre sentido de coherencia
Como se observa en la Figura 1, Los primeros artículos sobre sentido de coherencia se
remontan a los trabajos de Antonovsky en 1985. Teniendo en cuenta el total de publicaciones
sobre sentido de coherencia, en el intervalo desde 1985 hasta 1995 se habían publicado
únicamente el 11.5% del total de las publicaciones sobre esa temática. Sin embargo, a partir de
esa fecha, la producción científica sobre la materia experimentó un auge, publicándose en los
cinco siguientes años (1996-2000) una mayor cantidad trabajos que en toda la década anterior
(un 19% de las publicaciones provienen de esa fecha). De esta forma, en años posteriores
continuó el aumento del material científico publicado sobre esta temática, hasta el punto de
que un 27% del total de publicaciones sobre sentido de coherencia se publica entre 2001-2005
y el porcentaje es aún mayor, un 42%, en los cinco últimos años. Estos datos muestran el
creciente interés de la comunidad científica en la temática del sentido de coherencia.
Si analizamos la evolución de las publicaciones sobre el sentido de coherencia en la
adolescencia, comprobamos que su progresión ha sido bastante más tardía. De esta forma,
casi el 50% de las publicaciones centradas en la etapa adolescente provienen de los últimos
cinco años (2006-10), y un 32% fueron presentadas entre el 2001 y el 2005. En conclusión,
teniendo en cuenta que sólo un 10% de las publicaciones sobre sentido de coherencia en la
adolescencia son anteriores al 2000, se puede afirmar que el interés por el estudio de la
salutogénesis en jóvenes es relativamente reciente y, por ello, aún quedan por explorar gran
parte de las relaciones y efectos del SOC en los adolescentes.
Figura 1. Evolución del número de publicaciones en sentido de coherencia y salutogénesis en población global y adolescente
Tipo de muestras adolescentes estudiadas
1. Total de muestra estudiada
Entre los 51 estudios revisados que abordan el SOC en la adolescencia, se han recogido
datos de aproximadamente 63.500 adolescentes. Esta elevada cifra se debe a que gran parte
de los estudios (más del 58%) superan los 500 sujetos y hasta el 36% del total de los estudios
utilizaron muestras de más de 1000 sujetos.
En cuanto a las características de la muestra, 36 de los 51 estudios analizados están
compuestos por muestras normalizadas, con un tamaño muestral en torno a 49.000 sujetos
(un 77% de la muestra total estudiada). Las investigaciones restantes abordan muestras muy
diversas, donde se incluirían muestras clínicas, como adolescentes con TDAH (Edbom,
Malmberg, Lichtenstein, Granlund, & Larsson, 2010; Margalit, 1985), con trastornos de
ansiedad o depresión(Henje Blom, Serlachius, Larsson, Theorell, & Ingvar, 2010), de
conducta (Hansson, Olsson, & Cederblad, 2004), pacientes con epilepsia (Räty,
Larsson, & Söderfeldt, 2003), con pérdida auditiva severa(Most, 2007) y problemas
digestivos (Jellesma, Rieffe, Terwogt, & Kneepkens, 2006), así como otro tipos de
muestras, tales como adolescentes que han cometido delitos y se encuentran en
centros de reclusión (Koposov, Ruchkin, & Eisemann, 2003), jóvenes expuestos a
ataques con misiles (Braun-Lewensohn, Sagy, & Roth, 2011), evacuados de
asentamientos judíos (Antonovsky & Sagy, 1986; Sagy, 2002), víctimas de maltrato
(Gustafsson, Nelson, & Gustafsson, 2010), beduinos del desierto expuestos a
quemaduras solares (Shani, Ayalon, Hammad, & Sikron, 2003) o adolescentes en
situaciones de riesgo de fracaso escolar(Bowen, Richman, Brewster, & Bowen, 1998;
Nash, 2002).
2. Países de procedencia
El estudio del sentido de coherencia se ha abordado en población procedente de 40 países
diferentes ubicados en los cinco continentes no siendo, sin embargo, la distribución de
estudios homogénea entre los distintos países.
Un análisis de las publicaciones según el país del que proceden los participantes de la
muestra, indica que en la mayor parte de estudios sobre sentido de coherencia los
participantes proceden de Suecia, EEUU y Finlandia, estando sobrerrepresentados los países
del norte de Europa, como puede observarse en la Tabla 2.
Sin embargo, en el estudio de la población adolescente, los países que han publicado una
mayor cantidad de trabajos son Suecia, Israel y Finlandia.
Es de destacar que, en España, únicamente se han publicado cuatro estudios sobre sentido
de coherencia y salutogénesis, ninguno de ellos en población adolecente.
Tabla 2. Número de estudios con muestra procedente de cada país.
GLOBAL ADOLESCENTS
SUECIA 117 19,53% 15 29,41%
EEUU 79 13,19% 5 9,80%
FINLANDIA 73 12,19% 8 15,69%
ISRAEL 43 7,18% 9 17,65%
INGLATERRA 40 6,68% 0 0,00%
ALEMANIA 36 6,01% 0 0,00%
NORUEGA 33 5,51% 3 5,88%
CANADA 19 3,17% 0 0,00%
POLONIA 18 3,01% 1 1,96%
DINAMARCA 17 2,84% 2 3,92%
SUDAFRICA 17 2,84% 2 3,92%
JAPON 16 2,67% 0 0,00%
OTROS 91 15,19% 6 11,76%
Versión del test utilizada
En el análisis de las versiones utilizadas para abordar el estudio del sentido de coherencia
en la adolescencia, cuyos resultados se presentan en la Tabla 3, se observa que la versión más
utilizada ha sido el SOC-13, siendo ésta la versión elegida en un 54% de los estudios y
mostrando en esta población buenos índices de fiabilidad (0.83 como promedio).
El segundo cuestionario más usado es el SOC-29, empleado en un 15% de estudios, y que
presentan igualmente buenos indicadores de fiabilidad (0.88).
Entre las versiones no oficiales, destaca el SOC-HBSC por sus indicadores de fiabilidad a la
altura de los originales (0.85). Sin embargo, otras versiones utilizadas (como el Children-SOC, el
Family-SOC y el School-SOC) presentan índices de fiabilidad más modestos (0.71, 0.75 y 0.65
respectivamente). Por último, hay otras versiones que se basan en una selección de ítems, o
en modificaciones del número de alternativas de respuestas, que en general muestran niveles
cuestionables de fiabilidad y cuyo uso, en su mayoría, no ha tenido continuidad.
Tabla 3. Versiones del cuestionario utilizadas y fiabilidad en estudios con población
adolescente
Fiabilidad
Estudios Media Rango Nivel
SOC-29 8 0,88 0,94-0,81 Buena
SOC-13 28 0,83 0,60-0,87 Buena
SOC-13 HBSC 2 0,85 0,85 Buena
CSOC 2 0,71 0,71-0,72 Aceptable
FSOC 3 0,75 0,73-0,76 Aceptable
SCHOOL SOC 3 0,65 0,64-0,66 Cuestionable
OTHERS 6 0,68 0,61-0,83 Cuestionable
Temáticas abordadas junto al sentido de coherencia
1. Variables sociodemográficas
Sexo
En 21 de los trabajos analizados se presentaron análisis, o bien información que permitía
realizar dichos análisis, de la influencia de la variable sexo en las puntuaciones de sentido de
coherencia. De ellos, un 72 %(n=15) encontraron diferencias significativas entre chicos y
chicas, observándose mayores niveles de sentido de coherencia en los primeros que en las
segundas. De estos 15 trabajos en los que se encontraron efectos significativos, en un
56%(n=9) aproximadamente el tamaño de efecto asociado a dichas diferencias fue pequeño,
un 6,66% (n=1) encontraron efectos moderados y en un 40% no fue posible obtener un valor
de tamaño de efecto.
Si nos centramos en las diferencias de tamaño pequeño o moderado encontradas entre
chicos y chicas de población normativa éstas se encuentran mayoritariamente en estudios en
los que las muestras proceden de países nórdicos: adolescentes suecos de entre 13 y 20 años
de edad(Axelsson, Andersson, Hakansson, & Ejlertsson, 2005; Kristensson & Öhlund, 2005;
Myrin & Lagerström, 2008; Nilsson, Starrin, Simonsson, & Leppert, 2007), noruegos entre 11 y
18 años(Moksnes, Rannestad, Byrne, & Espnes, 2010; Torsheim, Aaroe, & Wold, 2001) y
finlandeses de entre 15 y 18 años(P.-L. Honkinen et al., 2009). También se encontraron
diferencias del mismo tipo en adolescentes suizos entre 16 y 19 años(Buddeberg-Fischer,
Klaghofer, & Schnyder, 2001) y en daneses de 15 años de edad(Nielsen & Hansson, 2007). El
sentido de coherencia en todos ellos había sido evaluado utilizando el SOC-13.
En cuanto al 28% de trabajos(n=6) en que no se encontraron diferencias significativas, el
panorama es más diverso. Centrándonos de nuevo en poblaciones normativas, encontramos
estudios que evaluaron sentido de coherencia utilizando instrumentos más variados: el SOC-
29, SOC-13 y versiones modificadas del la escala de sentido de coherencia, así como
adolescentes procedentes, con la excepción del trabajo de (Sollerhed, Ejlertsson, & Apitzsch,
2005), de países diferentes a los mencionados con anterioridad: Israel(Magen, Birenbaum, &
Ilovich, 1992; Margalit & Eysenck, 1990), Hawaii (Glanz, Maskarinec, & Carlin, 2005) y
EEUU(Marsh, Clinkinbeard, Thomas, & Evans, 2007; Nash, 2002).
Edad
En 15 de los 51 trabajos analizados se estudió la influencia de la edad en las puntuaciones
de sentido de coherencia. Entre ellos se encontró únicamente un trabajo longitudinal(P.-L.
Honkinen et al., 2008), en el que se encontró que no existían diferencias significativas(d =0,02)
en el sentido de coherencia de adolescentes finlandeses entre los 15 y los 18 años.
En el caso del resto de trabajos, de carácter transversal, los resultados son dispares. Así, se
encuentran trabajos que informan de la ausencia de diferencias significativas asociadas a la
edad de los adolescentes estudiados(Jellesma, et al., 2006; Koushede & Holstein, 2009;
Kristensson & Öhlund, 2005; Margalit & Eysenck, 1990; Moksnes, et al., 2010; Simonsson,
Nilsson, Leppert, & Diwan, 2008).
Por otra parte, entre los trabajos que apuntan a la existencia de diferencias significativas
asociadas a la edad, se encuentran tanto estudios que en los que menor edad se asocia con
mayores puntuaciones de sentido de coherencia(Natvig, Hanestad, & Samdal, 2006; Nilsson, et
al., 2007; Räty, et al., 2003) como trabajos en los que los adolescentes mayores muestran
niveles de sentido de coherencia más elevados que los más jóvenes(Magen, et al., 1992;
Zimprich, Allemand, & Hornung, 2006).
Tanto en unos como en otros trabajos las diferencias entre los grupos de edad
comparados o bien la amplitud del rango de edades en los trabajos que calculan la correlación
oscila entre 2 y 5 años, no existiendo hasta el momento ningún trabajo que haya abordado la
influencia de la edad abarcando la etapa adolescente completa. Este hecho podría tener que
ver con la disparidad de resultados obtenidos.
Nivel socioeconómico
Un primer dato a tener en cuenta es que de los 51 trabajos estudiados sólo en 5 se
estudió el papel del nivel socioeconómico en los niveles de sentido de coherencia de los
adolescentes, no aportándose además los datos necesarios para el cálculo de pruebas de
tamaño de efecto.
De los anteriores, en cuatro trabajos se concluyó que no había diferencias significativas en
el sentido de coherencia asociadas al nivel socioeconómico, si bien sólo dos de ellos fueron
realizados con muestra normativa (Koushede & Holstein, 2009; Marsh, et al., 2007) y tanto en
éstos como en el resto(Myrin & Lagerstrom, 2006; Nash, 2002) no se proporcionaron los datos
concretos a partir de los cuales se extrajo dicha conclusión. En cuanto al trabajo que encontró
diferencias significativas asociadas al nivel socioeconómico(Bowen, et al., 1998) pero este
estudio, además de utilizar una muestra no normativa, de adolescentes en riesgo de fracaso
escolar, empleó una medida para la evaluación del nivel socioeconómico de validez dudosa.
Por tanto, el dato más destacado respecto al estudio de la relación entre nivel
socioeconómico y sentido de coherencia en la adolescencia es la escasez de trabajos que
hayan abordado esta cuestión y la ausencia total de estudios que lo hayan hecho de una
manera profunda y rigurosa en población adolescente normativa. En este sentido esta revisión
identifica un vacío en la investigación sobre el papel de las desigualdades socioeconómicas en
el desarrollo del sentido de coherencia, que futuras investigaciones deberían contribuir a
eliminar.
2. Variables personales
Del total de trabajos revisados, 22 incluyeron un análisis de la relación entre sentido de
coherencia y variables personales. De ellos 17 abordaron su estudio en adolescentes
normativos, mientras que 5 centraron en poblaciones clínicas.
Un análisis de los trabajos realizados con muestra adolescente normativa nos muestra que
el sentido de coherencia ha sido estudiado en relación con una amplia variedad de variables
personales.
Así, un total de 15 trabajos, aproximadamente un 30% del total de los examinados,
incluyeron en sus análisis el estudio de la relación entre sentido de coherencia y alguna
variable personal, siendo una mayoría abrumadora los trabajos que se interesaron por la
asociación entre sentido de coherencia y variables relacionadas con la salud, especialmente
malestares y quejas psicosomáticas y salud percibida. Un total de 9 trabajos se interesaron por
esta temática, lo que supone que un 60% de los trabajos que incluyeron en sus análisis del
sentido de coherencia variables personales utilizaron alguna de las anteriores. La relación
comentada entre sentido de coherencia y malestar y quejas psicosomáticas fue
negativa(Buddeberg-Fischer, et al., 2001; Jellesma, et al., 2006; Modin, Östberg, Toivanen, &
Sundell, 2011; Moksnes, et al., 2010; Myrin & Lagerström, 2008; Nielsen & Hansson, 2007;
Simonsson, et al., 2008; Torsheim, et al., 2001), es decir, aquellos adolescentes con mayores
niveles de sentido de coherencia tendían a experimentar menos malestares de ese tipo. En
cuanto al papel del sentido de coherencia en la salud percibida de los adolescentes, se observó
una asociación positiva, de manera que un fuerte sentido de coherencia se asociaba con una
percepción más positiva de la propia salud(P. Honkinen, Suominen, Valimaa, Helenius, &
Rautava, 2005).
Otras variables personales con las que el sentido de coherencia ha mostrado tener
asociaciones positivas son extraversión y habilidades sociales (Margalit & Eysenck, 1990),
habilidades de afrontamiento (Kristensson & Öhlund, 2005), la conciencia medioambiental
(Anttila, Poikolainen, Uutela, & Lonnqvist, 2000) y la ética laboral y la actitud positiva hacia el
trabajo(Axelsson, et al., 2005).
Por el contrario, los trabajos revisados informan de relaciones negativas entre sentido e
coherencia y problemas comportamentales (P.-L. Honkinen, et al., 2009), tendencia agresiva
(Kristensson & Öhlund, 2005), neuroticismo y psicoticismo (Margalit & Eysenck, 1990),
sentimientos depresivos y preocupaciones relacionadas con la familia (Myrin & Lagerström,
2008).
En cuanto a la inclusión de variables clínicas en el estudio de muestra normativa está fue
llevada a cabo únicamente por 3 de los trabajos revisados. En ellos se encontraron
asociaciones negativas entre sentido de coherencia y depresión(Buddeberg-Fischer, et al.,
2001), psicopatología en la infancia(Olsson, Hansson, Lundblad, & Cederblad, 2006; Ristkari,
Sourander, Ronning, & Helenius, 2006) y problemas de salud mental(Ristkari et al., 2005).
Por otra parte, los trabajos que abordaron variables personales en muestra clínica se
centraron en adolescentes con trastornos psicológicos (trastorno depresivo o de ansiedad y
trastorno de déficit de atención por hiperactividad), con discapacidad auditiva severa,
diagnosticados de epilepsia, adolescentes víctimas de maltrato y delincuentes retenidos en
centros de detención.
El sentido de coherencia en adolescentes con trastorno de déficit de atención con
hiperactividad ha sido abordado en un total de 2 trabajos (Edbom, et al., 2010; Margalit,
1985), aunque con un enfoque diferente. Así, Margalit (1985) estudió las diferencias en el
sentido de coherencia entre adolescentes hiperactivos y control de entre 10 y 13 años,
encontrando que los adolescentes hiperactivos mostraban niveles significativamente menores
de sentido de coherencia, siendo el tamaño de efecto asociado a las diferencias grande (d
=0,91). Edbom et al. (2010), en cambio, estudiaron la sintomatología asociada al trastorno de
manera longitudinal en adolescentes a los 16 y 21 años y observaron si había diferencias en la
evolución de la misma entre aquellos adolescentes que a los 16 habían mostrado niveles altos
de sentido de coherencia y los que mostraron niveles bajo. Los resultados de este trabajo
mostraron que quienes a los 16 años contaban con niveles más altos de sentido de coherencia
tendían a mostrar menor sintomatología a los 21 años, con lo que el sentido de coherencia
parecía actuar como un factor moderador en la evolución de la sintomatología propia del
TDAH.
En el caso de adolescentes con trastornos depresivos y de ansiedad, contamos con un
único trabajo, que examinó a chicas adolescentes de entre 15 y 18 años que padecían dichas
patologías(Henje Blom, et al., 2010). Tanto en éstas como en la muestra control se observaron
fuertes asociaciones negativas entre las puntuaciones de sentido de coherencia y las obtenidas
de la evaluación de síntomas ansiosos y depresivos mediante el Inventario de Depresión y
Ansiedad de Beck (BDI y BAI).
Las aportaciones sobre el resto de muestras clínicas también corresponden a un único
trabajo. Así, Most (2007) examinó el sentido de coherencia y los sentimientos de soledad en 19
adolescentes con discapacidad auditiva severa de entre 12 y 14 años, tanto en aulas especiales
como integrados dentro de aulas ordinarias, observando que no existían diferencias
significativas en el sentido de coherencia de estos adolescentes dependiendo del tipo de aula
en que se encontraban. Otro resultado relevante de este trabajo es que encontró una fuerte
correlación negativa entre sentido de coherencia y sentimientos de soledad. Unido a lo
anterior se encontró que los adolescentes que estaban integrados en aulas ordinaria el grado
en que su lenguaje era comprensible por el resto de compañeros era un factor crucial para su
adaptación, ya que los que fueron evaluados con una mayor inteligibilidad en el habla
mostraron mayores niveles de sentido de coherencia así como menores sentimientos de
soledad.
Por otra parte, no se observaron diferencias significativas en las puntuaciones de sentido
de coherencia en adolescentes suecos de entre 13 y 22 años de edad diagnosticados de
epilepsia en comparación con un grupo control(Räty, et al., 2003).
Finalmente, se identificaron otros dos trabajos que estudiaron variables clínicas en
muestras con características especiales: adolescentes víctimas de maltrato (Gustafsson, et al.,
2010) y jóvenes delincuentes retenidos en centros de detención(Koposov, et al., 2003).
3. Contextos de desarrollo (en proceso de redacción)
Familia
En los primeros trabajos teóricos de Antonovsky (1987), el contexto familiar es definido como
uno de los pilares básicos del desarrollo del sentido de coherencia durante la infancia y
adolescencia. Por otro lado, el mismo autor reconocía un papel importante a las condiciones
económicas y sociales de la familia en la formación del sentido de coherencia de los individuos,
ya que estas condiciones favorecían que el niño y adolescente se enfrentara a una mayor gama
de situaciones en las que las demandas contextuales podían ayudar a la conformación de un
sólido SOC. Unido a lo anterior, el papel del contexto familiar en la construcción de modelos
explicativos del mundo recogido en los planteamientos de Reiss (1981), a los que se hizo
referencia en el apartado anterior, fue también destacado por Antonovsky (1987), que
reconoció esta aportación como fundamental.
El modelo salutogénico plantea, por tanto, que las experiencias vitales de consistencia,
equilibrio en las demandas y sentirse partícipe de los resultados son fundamentales para el
desarrollo del sentido de coherencia (Antonovsky, 1987). La consistencia en las experiencias
vitales, esto es, la percepción durante el crecimiento de que los eventos ambientales y el
propio ambiente son ordenados y estructurados más que caóticos, promueve el sentido de
comprensibilidad. Un balance adecuado entre las demandas planteadas y los recursos a la
disposición del sujeto refuerza la percepción de que los estresores y demandas pueden ser
resueltos razonablemente bien, es decir, fortalecen el componente de manejabilidad. Por
último, la participación en resultados proporciona una percepción de que uno tiene un papel
activo en su vida y su destino, dotándolo de motivación para hacer frente a los retos e
implicarse en los distintos dominios de la vida (sentido de significatividad).
Sin embargo, a pesar del papel tan relevante otorgado por Antonovsky, la
investigación del desarrollo del SOC en el contexto familiar es un campo aún bastante
inexplorado, ya que de los 51 trabajos analizados, únicamente en 11 de ellos se aborda, al
menos en parte, el contexto familiar.
Como se ha mencionado anteriormente, el estudio del SOC en el ámbito familiar es
comparativamente el contexto más estudiado en los jóvenes. Sin embargo, la periodicidad de
las publicaciones en este ámbito no ha sido estable. Las primeras investigaciones basadas en el
contexto familiar fueron encabezadas por Margalit (1985, 1990) y el propio Antonovsky (1986),
y hasta una década después no se volvió a retomar el estudio de la familia en el trabajo de
Sagy (2000). El resto de investigaciones, más del 50% de ellas, se situarían ya en los últimos 5
años.
Se pueden distinguir diversos enfoques en el estudio de las relaciones familiares en el
desarrollo del SOC. De esta forma, ciertos trabajos han estudiado qué factores familiares
pueden influir en un bajo desarrollo del SOC. En esta línea, las investigaciones se centran en la
presencia de sucesos familiares estresantes, como enfermedad o muerte de un familiar
(Ristkari, 2008), en el contexto familiar como fuente de estrés (Moksnes, 2010), en los
conflictos familiares (Marsh, 2007) o la presencia de maltrato (Sagy, 2001); presentando todos
estos aspectos relación negativa con el SOC en los adolescentes.
Por otro lado, otros autores abordan aspectos positivos del contexto familiar, como las
conductas de apoyo (Margalit, 1985), estimulación de la familia para el crecimiento personal
(Marsh, 2007) y el clima y las relaciones familiares (Olsson, 2006), comprobándose en todas
estas investigaciones el papel relevante de la familia en el desarrollo de una percepción
ordenada, coherente y estructurada del mundo, lo que conlleva una mayor solidez del SOC en
esta etapa evolutiva.
Por último, otros autores destacan la influencia de la capacidad adquisitiva familiar en
el desarrollo del SOC, centrando el estudio del contexto familiar en las desigualdades
socioeconómicas durante la infancia y adolescencia. Diversos autores han resaltado la
importancia de las condiciones de vida durante la infancia en el desarrollo correcto del SOC
durante la adultez (Antonovsky, 1984, 1987; Sagy & Antonovsky, 2000), postulando que un
adecuado nivel socioeconómico en las primeras décadas de la vida puede proporcionar
experiencias que favorezcan el desarrollo de un fuerte SOC, mientras que la situación
contraria, en la que se presente un bajo nivel socioeconómico durante la infancia puede
proporcionar un ambiente pobre en experiencias y oportunidades de desarrollo (Geyer, 1997).
De hecho, investigaciones posteriores que han explorado estas relaciones confirman que un
alto nivel socioeconómico familiar durante la infancia se asocia positivamente con un SOC
fuerte en la adulta (Lundberg, 1997; Sagy & Antonovsky, 2000; Volanen et al., 2004; Volanen et
al., 2006). Centrándonos en estudios con población adolescentes, estudios como los de Myrin
(2008) y Ristkari (2008) confirman estos datos encontrados anteriormente. Por todo ello, dado
que el nivel socioeconómico familiar en la infancia y adolescencia puede afectar al desarrollo
del SOC y este se encuentra positivamente relacionado con el comportamiento de salud en la
fase adulta, es razonable postular que el SOC juega un papel importante de mediación en la
relación entre el nivel socioeconómico y el posterior desarrollo de comportamientos de salud
(Bernabé et al., 2009). Este papel mediador del SOC está siendo una de las líneas actuales de
investigación del modelo salutogénico en las desigualdades socioeconómicas en salud.
Escuela
Si bien otros estudios antes mencionados ofrecen evidencias preliminares de que el
SOC puede ayudar a grupos de adolescentes de riesgo para hacer frente a las condiciones
particulares de vida difícil, el impacto en la salud por parte del SOC puede ser incluso mayor
impacto en las exigencias normativas durante el desarrollo normal adolescente. Con la visión
de que la adaptación escolar tiene una influencia esencial sobre una amplia gama de
resultados sociales, psicológicos y comportamentales, la evidencia empírica sobre el papel del
SOC como moderador el estrés durante la adolescencia puede ofrecer, sobre todo,
posibilidades de desarrollo de políticas de prevención (Torsheim, Aaore & Wold, 2001). De este
modo, las demandas relacionadas con la escuela son consideradas, por un buen numero de
autores, una fuente potente de estrés en los adolescentes normalizados (Eme, Maisak, y
Goodale, 1979; Greene, 1988; Henker, Whalen, y O'Neil, 1995), demostrándose que los niveles
elevados de estrés, son asociados a trastornos psicológicos (Wagner & Compas, 1990;
Ystgaard, 1997) y quejas somáticas (Aaro et al., 1987; Garralda, 1996; Hurrelmann et al., 1988).
Como la educación es obligatoria en la mayoría de los países, la exposición a las demandas de
la escuela es un fenómeno normativo en la adolescencia. Por ello, la identificación de los
recursos que pueden ayudar a prevenir los sucesos de estrés escolar, o moderar su impacto
adverso sobre la salud, puede servir como un primer paso importante en el desarrollo de
estrategias de prevención dentro de la población adolescente.
Por otro lado, autores como Sagy (2001), apuntan que los sentimientos de pertenencia en
la escuela, el sentirse aceptado y respetado por otros así como la posibilidad de participar y
recibir apoyo en las relaciones escolares puede favorecer el desarrollo de un adecuado SOC,
permitiendo que la escuela, en el caso de existir experiencias adversas en otros contextos
fundamentales, como la familia, pueda tener un potencial amortiguador o compensados de
éstas.
En el ánalisis de las publicaciones relacionadas con la influencia de la escuela en el
desarrollo y la interacción con el SOC en adolescentes, la escuela es el segundo contexto más
estudiado, con un total de 9 publicaciones y la mayoría posteriores al año 2000.
La forma de abordar el SOC en este contexto es diversa, dependiendo de si enfoca a la
escuela como un agente estresor, una fuente de experiencia o un recurso para el adolescente.
Igualmente, se diferencia las demadas escolares, los compañeros o los profesores como
objetos de estudio. Sin embargo, los resultados generales muestran a este contexto como un
agente muy importante en el desarrollo del SOC y en el efecto mediador que puede adoptar el
SOC ante dificultades en la escuela.
Iguales
Antonovsky(1987) consideró que el poseer redes extensas de apoyo informal, como el que
proporcionan los iguales especialmente durante la adolescencia, podría tener una influencia
positiva en el desarrollo del sentido de coherencia proporcionando por una parte acceso a una
mayor variedad de experiencias vitales y por otra facilitando la percepción de las demandas de
la vida como comprensibles manejables y significativas.
Sin embargo, el papel de las relaciones con iguales en el desarrollo del sentido de
coherencia es un aspecto relativamente inexplorado hasta el momento, siendo claramente el
contexto menos abordado en relación con el sentido de coherencia en la adolescencia, ya que
sólo 2 trabajos de los 51 revisados incluyen en sus análisis alguna variable relacionada con este
contexto (Evans, Marsh, & Weigel, 2010; Moksnes, et al., 2010).
Estos trabajos hacen un abordaje, además, poco profundo del contexto de iguales. Así,
Moksnes et al. abordan el contexto de iguales únicamente como una posible fuente de estrés,
encontrando que la presión del grupo de iguales, al igual que el estrés procedente del resto de
contextos examinados, tiene un efecto negativo en el sentido de coherencia de los
adolescentes. El trabajo de Evans et al. en un análisis de factores de riesgo y protección para el
desarrollo del sentido de coherencia en adolescentes, analiza el apoyo de los amigos como
posible factor protector o promotor del SOC y las influencias negativas de los amigos, el uso de
armas por parte de éstos y el que mantengan actitudes positivas hacia el consumo de
sustancia como elementos de riesgo.
4. Estilos de vida
Tal y como se ha explicado en la introducción, Antonovsky (1987) afirmó que el SOC se
desarrolla durante la infancia y adolescencia, estabilizándose en el período de la adultez
temprana. Las condiciones presentes antes de la adultez, tanto en términos de la posición
social de la familia, de las condiciones económicas y de las relaciones sociales en la familia, de
las experiencias de vida y la cultura, son algunos factores que pueden influir en el SOC. Según
Antonovsky, el adolescente puede ganar un SOC fuerte de manera provisional, sin embargo,
esto le puede ser útil a corto plazo para predecir cómo va a hacer frente a los factores de
estrés y cómo va ser su estado de salud.
Existen algunas investigaciones que han tratado de relacionar la consecución de
diferentes conductas de salud o estilos de vida con el nivel de SOC de la persona,
argumentando que un individuo con un fuerte SOC tiene menos probabilidad de percibir
muchas situaciones de estrés como una amenaza (Antonovsky & Sagy, 1986). De hecho,
algunos estudios han demostrado que el SOC presenta una fuerte covarianza con bajos niveles
de ansiedad y con la capacidad de hacer frente al estrés(Bowman, 1996; Flannery, Perry, Penk,
& Flannery, 1994; Gilbar, 1998) . A pesar de que el estudio de la relación entre estilos de vida y
SOC ha sido estudiado con algo de extensión en la etapa adulta, no sucede lo mismo en el caso
de la adolescencia. Así, de los 51 artículos que han analizado el SOC en la etapa adolescente,
tan solo 10 de ellos incluyen alguna variable relacionada con las conductas de salud con la
intención de conocer su relación con el SOC. A continuación se va a mostrar los principales
resultados de esos 10 artículos, agrupados en función del componente de estilo de vida que
tratan de estudiar.
Al hilo de lo que se encuentra en la literatura general relacionada con los estilos de
vida en la adolescencia, en el caso de los trabajos relacionados con el SOC de nuevo se
encuentra que las conductas relacionadas con el consumo de sustancias son las que más se
estudian en comparación al resto de estilos de vida. En primer lugar, existen dos
investigaciones que tratan de conocer si los estudiantes que fuman tabaco se diferencian en su
nivel de SOC de sus iguales no fumadores (Myrin & Lagerstrom, 2006; Ristkari, et al., 2005).
Mientras que en el estudio de Myrin y Lagerstrom los resultados no muestran diferencias
significativas, en el caso del trabajo realizado por Ristkari y colaboradores los datos
manifiestan que el nivel de SOC disminuye a medida que aumenta la frecuencia en consumo
de tabaco. Ahora bien, es necesario advertir que la muestra de sujetos de este último estudio
estaba compuesta únicamente por jóvenes varones de 18 años, por lo que los resultados no
son fácilmente generalizables.
En lo que respecta al consumo de alcohol, de las tres investigaciones que abordan su
relación con el SOC (Myrin & Lagerstrom, 2006; Nilsson, et al., 2007; Ristkari, et al., 2005),
todas ellas muestran una relación negativa entre ambas variables. Sin embargo, estos estudios
aportan información al respecto interesante de analizar. En primer lugar, Myrin y Lagerstrom
apuntan que la relación negativa entre la puntuación de SOC y el consumo de alcohol solo se
muestra realmente clara en el caso de los jóvenes pertenecientes a zonas de nivel
socioeconómico alto. En segundo lugar, Nilsson et al. señalan que tanto el SOC como la
frecuencia de borracheras se asociaron de manera independiente con el desarrollo de
diferentes problemas de conducta relacionados con el alcohol (peleas, accidentes, deterioro
de las relaciones con familia/amigos/profesores, disminución del rendimiento escolar,
relaciones sexuales de riesgo, problemas con la policía, etc.). En concreto, el modelo que
proponen estos autores muestra que la combinación de estos dos factores amplifica su fuerza
considerablemente, de modo que los adolescentes con una fuerte SOC, a pesar de
emborracharse con frecuencia, estaban protegidos en gran medida de dichos problemas
relacionados con el alcohol. Por tanto, a pesar de que las diferentes investigaciones han
demostrado la relación entre SOC y consumo de alcohol, es preciso realizar más
investigaciones que profundicen en el tipo concreto de relación que se establece.
Por último, en lo que se refiere al consumo de hachís y otras drogas ilegales, tanto el
estudio realizado por Ristkari et al. (2005) como el de Myrin y Lagerstrom (2006) encuentran
que los jóvenes que consumían este tipo de drogas presentaban una puntuación más baja de
SOC. Sin embargo, Myrin y Lagerstrom señalaban que dicha relación es especialmente
significativa en el caso de los chicos varones y de los estudiantes pertenecientes a zonas de
nivel socioeconómico alto.
Detrás de los estudios que tratan de conocer la relación entre consumo de sustancias y
SOC en la adolescencia, los componentes de estilos de vida que las investigaciones tratan de
relacionar con el SOC con más frecuencia en esta etapa evolutiva son la actividad física y la
higiene dental.
En lo que respecta a la actividad física, las investigaciones demuestran que existe
relación entre las puntuaciones de SOC y las actitudes positivas hacia la actividad física
(Sollerhed, et al., 2005). En concreto, según los resultados encontrados por Myrin y Lagerstrom
(2006), el valor medio de SOC es más alto en aquellos estudiantes que asisten a clases de
actividad física o actividades deportivas, encontrando estas diferencias sobre todo en el caso
de las chicas y de los jóvenes pertenecientes a zonas de nivel socioeconómico bajo. Para
Bronikowski y Bronikowska (2009) una mejora en la actitud hacia la actividad física y una
mayor frecuencia de Actividad Física Moderada-Vigorosa correlacionan con niveles más altos
en SOC en una muestra de adolescentes de 13 años.
Con relación a la higiene dental, tres importantes investigaciones se centran el estudio
de su relación con el SOC y demuestran, en general, mejores indicadores de higiene dental en
aquellos jóvenes con un nivel de SOC más alto (Ayo-Yusuf, Reddy, & Van Den Borne, 2008;
Dorri, Sheiham, Hardy, & Watt, 2010; Freire, Sheiham, & Hardy, 2001). Ahora bien, es
importante precisar los detalles de cada estudio, ya que cada uno de ellos aporta información
interesante. En primer lugar, Ayo-Yusuf et al. demuestran que la conducta de fumar y un nivel
bajo de SOC son factores de riesgo independientes para la pobre salud gingival en una
población rural de adolescentes con acceso limitado a la atención dental profesional. Por otro
lado, según Dorri et al., puntuaciones más altas de SOC se asocian con mayor frecuencia de
cepillado dental, pero esto solo sucede en el caso de las chicas. Por último, para Freire et al.,
los adolescentes con alto SOC visitan al dentista cuando tenían un problema con mayor
frecuencia que aquellos con bajo SOC. Sin embargo, para estos autores otras medidas
relacionadas con la higiene dental no tenían una relación estadísticamente significativa con el
nivel de SOC.
Para terminar, tan solo algunas investigaciones han relacionado de manera
excepcional el SOC en la adolescencia con variables como hábitos de alimentación, de sueño y
frecuencia de actividades de voluntariado.
Han sido Myrin y Lagerstrom (2006) quienes se han centrado en el estudio de la
relación entre el nivel de SOC y los hábitos de alimentación, por un lado, y la hora de irse a la
cama, por otro (además de las relaciones con actividad física y el consumo de sustancias). En
concreto, estos autores encontraron que el valor promedio del SOC era menor entre los
estudiantes que rara vez o nunca desayunaba, especialmente en el caso de las chicas. Además,
este estudio también ha mostrado que el valor promedio del SOC era más bajo entre las chicas
que rara vez o nunca cenaban, lo que no ocurría en sus iguales varones. Asimismo, esta
investigación demuestra que aquellos jóvenes que se van a la cama después de las 11 de la
noche presentan valores de SOC más bajos, especialmente en el caso de los jóvenes
pertenecientes a zonas de nivel socioeconómico alto. Hay que indicar que este estudio se
realizó en Suecia, lo que ayuda a contextualizar la razón por la que los investigadores usaron
como límite las 11 de la noche para diferenciar a los dos grupos, los que se acuestan tarde y los
que se acuestan temprano.
Por último, Magen, Birenbaum & Ilovich (1992) mostraron que los adolescentes
involucrados, de forma continuada, en actividades de voluntariado presentaban un SOC más
alto que el resto de la muestra, acentuando el potencial de este tipo de actividades para el
desarrollo adolescente.
REFERENCIAS
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