El segundo avión

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Reseña cr í t i ca de El segundo avión de Mart in Amis Jesús Nieto Rueda Módulo: Literatura y otras artes Profesor: Cesc Esteve Master en Literatura Comparada: estudios literarios y culturales, UAB. Presentación El segundo avión (The Second Plane), publicado en Barcelona por editorial Anagrama en 2009, recopila catorce textos: dos relatos, y doce ensayos y reseñas escritos entre 2001 y 2007 por Martin Amis (Oxford, 1949), reconocido narrador inglés, en la traducción al castellano de Eliseo Munroe. El libro presenta los textos en el orden cronológico de su escritura, de manera que compila una evolución de las opiniones y reflexiones de Amis durante seis años en torno a las distintas temáticas que se desprenden de los atentados terroristas del mes de septiembre de 2011 en Estados Unidos de América y las consecuencias bélicas que les siguieron. En esta reseña se expone primero un resumen general del libro y después se vierten los comentarios críticos de los textos, destacando elementos de discusión que finalmente se recuperarán en las conclusiones generales de la lectura. Resumen El libro es una gran exposición de la prosa ágil de Amis, desde lo que deja ver la traducción. Signo distintivo de su manera particular de ejercer el oficio de la escritura son la capacidad para jugar en un mismo texto con la digresión y la narrativa, a menudo con una influencia de las técnicas cinematográficas. Me refiero a la descripción de situaciones en un esquema de planos visuales, dado que el propio Amis señala la referencia visual del segundo avión estrellándose en una torre del World Trade Center como la “apoteosis de la era posmoderna, la era de las imágenes y de la percepción” (Amis, 2009: 15). La opinión deliberada y la constante glosa de información, filtrada por el análisis de Amis son vertidas en el texto mediante una ironía que cede en ocasiones al humor. Se trata, por supuesto, de un humor corrosivo, que parte de un concepto de la humanidad poco alentador. En ese sentido, “El segundo avión”, el texto que da nombre al libro, concluye con una afirmación contundente: “Al pensar en las víctimas, y en los perpetradores, y en el futuro inminente, siento aflicción por la especie, y luego vergüenza por la especie, y luego miedo por la especie” (Amis, 2009: 20). Los primeros textos del volumen dan más una impresión de terror, precisamente, de miedo provocado por los agentes externos incontrolables que llevan a menudo al autor a hacer juicios extremos, aunque siempre mediante una construcción argumental notable. Conforme se avanza en la lectura del libro, se perciben los cambios en la opinión de Amis acerca, no de los atentados en sí mismos, sino del despliegue ofensivo de “Occidente” en contra del enemigo islamista. No es que el miedo desaparezca, sino quizás, como propone David Roas al referir la respuesta de Woody Allen sobre la posibilidad de reírse de los

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acontecimientos del 11 de septiembre, es necesaria la distancia temporal, para que emerja el humor acerca de hechos dolorosos (Roas, 2003: 53). Pero, como ya hemos sugerido, el de Amis no es un humor común, sino lúcido. Para matizarlo, recojo la siguiente aseveración de Pere Ballart:

Si por un lado el humor declara y descubre lo cómico en la condición humana –la limitación de nuestro conocimiento, lo ilusorio de toda esperanza, nuestra infundada suficiencia– la ironía en cambio lo denuncia prestando a la espontánea hilaridad un componente crítico mucho más cerebral (Ballart en Roas, 2003: 13).

La implacable ironía de Amis, como veremos, no tardó en salir a flote apenas pasados unos meses del 11-S. A lo largo del libro se percibe una tensión entre la Razón y la Creencia, cabe destacar que Amis mantiene en todo momento la idea de convencer al lector de la racionalidad de su discurso. Queda muy clara su postura como portavoz de la Razón occidental, y desde ese lugar elabora sus muy inteligentes frases. Los textos compilados en El segundo avión son los siguientes: 1. El segundo avión. 2. La voz de la muchedumbre solitaria. 3. La guerra equivocada. 4. «En el palacio del fin». 5. Terror y aburrimiento: la mente dependiente. 6. «Los últimos días de Mohamed Atta». 7. Irán y el Señor del Tiempo. 8. Lo que quedará de nosotros. 9. Teorías de la conspiración y «Tákfir». 10. Busch en la tierra del «Sí, señor». 11. Demografía. 12. De viaje con Tony Blair. 13. El viaje de un islamista. 14. El 11 de Septiembre. Los títulos entrecomillados son escritos de ficción y los otros tienen un carácter ensayístico. No obstante esta diferenciación planteada por Amis, es importante decir que a fin de cuentas ficción y periodismo tienen muchos puntos de contacto en su escritura, según iremos viendo en los comentarios críticos. En una nota preliminar firmada en agosto de 2007, el autor advierte que los textos han sido aumentados, pero que en ninguno suprimió palabra ninguna, aunque “he revisado mis comentarios sobre Israel en el trabajo titulado «La guerra equivocada»” (Amis, 2009: 10).

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Comentarios críticos Crónica ficticia, en el sentido que quien narra no estuvo realmente presente en el sitio de los hechos, aunque gracias a los videos en canales de noticias “todos estuvimos ahí”, “El segundo avión” relata el choque del segundo avión a una de las torres gemelas del World Trade Center en Manhattan el fatídico 11-S. A lo largo del texto, Amis realiza una serie de afirmaciones que dejan ver sus impresiones primeras de esa mañana de septiembre. Es importante tomar en cuenta que el texto se publicó en el diario The Guardian sólo siete días después de los atentados. De entre las opiniones vertidas por Amis, me interesa destacar la siguiente, dado que muestra la impregnación del “afecto («emoción y deseo como conducta que ejerce una influencia»)” (Amis, 2009: 13):

El terror siempre tiene sus raíces en la histeria y la inseguridad psicótica; sin embargo, deberíamos conocer al enemigo. Los bomberos no tenían miedo a morir por una idea. Pero los asesinos suicidas pertenecen a una categoría psíquica diferente, y su eficacia en la batalla no tiene equivalente en nuestras filas. Es obvio su desprecio de la vida. E igualmente obvio su desprecio de la muerte (Amis, 2009: 17).

Además de estos juicios sobre los terroristas anónimos, Amis señala una importante necesidad de toma de conciencia entre los estadounidense, que habría de desarrollarse a partir de los violentos atentados:

¿Cuántos de ellos saben, por ejemplo, que su gobierno ha destruido como mínimo el 5% de la población iraquí? ¿Cuántos de ellos han hecho de la traslación de ese porcentaje a la población total de los Estados Unidos (y han obtenido la cifra de catorce millones de personas)? (Amis, 2009: 19).

Vale la pena destacar también de este texto la dirección a la que apuntan las reflexiones de Amis en lo que respecta al orden de las relaciones internacionales a partir de los atentados. Su juicio es grandilocuente y vale la pena detenerse a analizarlo.

Extrañamente, el mundo, de súbito, se siente bipolar. De nuevo Occidente se ve enfrentado a un sistema irracionalista, agonal, teocrático-ideológico que esencial e implacablemente se opone a su existencia. El viejo enemigo era una superpotencia; el enemigo de hoy no es ni siquiera un Estado. […] el socialismo era un experimento moderno, ciertamente futurista, mientras el fundamentalismo militante se halla inmerso en una tardía fase medieval de su evolución. Tendríamos que esperar primero un Renacimiento y una Reforma, y luego una Ilustración. Y no vamos a aguardar el advenimiento de tales cosas (Amis, 2009: 19).

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Insisto en que este artículo debe mirarse en perspectiva, como escrito a unos días de los atentados en los que el autor claramente se sintió vulnerable y asume un papel como portavoz de la sociedad occidental en su totalidad. Lo que no deja de sorprender es la visión unívoca y evolucionista de la historia. ¿De verdad el fundamentalismo tendría que pasar por los mismos estadios históricos, clasificados así por los propios historiadores occidentales, para después llegar a un plano civilizatorio equiparable? En “La voz de la muchedumbre solitaria”, Amis hace una afirmación contundente que deja muy clara su perspectiva respecto a la cuestión de las creencias, a las que considera el verdadero orgullo de Occidente (Amis, 2009: 21):

Dicho sin ambages: una ideología es un sistema de creencias con una base inadecuada en la realidad; una religión es un sistema de creencias sin ninguna base en la realidad. La creencia religiosa carece de razón y de dignidad, y su balance es casi universalmente pavoroso. Está claro (y poco importan, de momento, las pestes y hambrunas): si existiera Dios, y si le importara algo la humanidad, jamás nos habría dado la religión (Amis, 2009: 24).

Desde esa posición del ateísmo que razona, Amis también cuestiona la religiosidad del discurso de Bush en “La guerra equivocada”:

¿Por qué, en nuestro delirio actual de fe y miedo, tendría que querer Bush que las cosas se volvieran más teológicas en lugar de menos teológicas? [y más adelante responde] Quiere que la geopolítica verse menos sobre el intelecto y más sobre los instintos viscerales y las creencias, porque sabe que eso no le falta (Amis, 2009: 33).

El humor ácido de Amis no se detiene ante Occidente, se trate de los gobernantes o de la sociedad en general, sino que incluso da paso al abierto sarcasmo: “¿Y no tenemos a veces la sensación de que Texas se parece a un estado como Arabia Saudí, con su elevada temperatura, su riqueza petrolera, sus templos a rebosar y sus ejecuciones semanales?” (Amis, 2009: 36). De los relatos de ficción, «Los últimos días de Mohamed Atta» y «En el palacio del fin» es importante destacar una cierta tendencia a lo escatológico, lo cual no es extraño dado que Amis centra su visión de “Oriente” en la religión y ésta ejerce un importante poder sobre el cuerpo. Así, en ambos textos aparecen referencias explícitas a detalles del funcionamiento corporal, en el aspecto sexual o en la enfermedad, por ejemplo, pues tanto el personaje Mohamed Atta como los dobles de Nadir, el hijo del dictador, en un punto de la historia sufren algún tipo de afección física (degradación de la salud o mutilaciones). Lo cual, por otra parte, no deja de llamar la atención si se piensa que entonces es como si dichos personajes, que representan aquella mentalidad medieval precitada, manifestaran enfermedad física en correspondencia con una mentalidad menguada o mutilada. Según esta interpretación, la retrasada civilización islámica y particularmente aquella inmersa en la lógica

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islamista, mentalidad a la que Amis directamente descalifica, estaría en necesidad de ser “curada” por “Occidente”. Más allá de esto, “Los últimos días de Mohamed Atta” es un relato muy logrado que mantiene la tensión narrativa y que sin presentar un final sorpresivo, no decepciona. Me detengo en la diferenciación ente islam e islamismo, pues es importante en el análisis de Amis. Dice en “Terror y aburrimiento: la mente dependiente”:

Respetamos al islam, que nos ha donado incontables beneficios a la humanidad, y que posee una historia fascinante. Pero ¿el islamismo? No, no se nos puede pedir que respetemos la gran ola de un credo que aboga por nuestra aniquilación. Más aún: consideramos el Gran Salto Atrás como un desarrollo trágico en la historia del islam, y ahora en la nuestra. Naturalmente, respetamos al islam. Pero no respetamos el islamismo, lo mismo que respetamos a Mahoma, pero no respetamos a Mohamed Atta (Amis, 2009: 63).

De esta manera Amis asume su papel como formador de opiniones, y es importante notar el uso de la primera persona del plural. Que no por nada publica este texto en The Observer, un diario dominical, quiero decir, que se consume particularmente en el tiempo libre y que nutre la mentalidad de una determinada población. En este mismo texto, el más largo del libro, Amis deja clara su posición abanderando la libertad. “Escribir es libertad; y tan pronto como esa libertad resulta ensombrecida, el escritor no puede continuar” (Amis, 2009: 64), dice al referir un supuesto proyecto de novela en la que retrataría las incoherencias de Donald Rumsfeld. Es importante decir que Amis critica las acciones del gobierno de Bush una y otra vez, pero lo hace desde el interior; es decir, se trata de una crítica a las estrategias, más no un cuestionamiento de los objetivos. Así, asumiendo ese plural de la primera persona, afirma: “Nuestra ventaja moral, aún vasta y obvia, no es en modo alguno un lastre, y deberíamos fortalecerla y ampliarla. Al igual que nuestra dependencia de la razón, se trata de una fuerza estratégica, y apuntala nuestra legitimidad” (Amis, 2009: 88). Desde ese lugar, desde la confianza de hallarse del lado correcto, Amis apunta: “lo contrario de la fe religiosa no es el ateísmo o el laicismo o el humanismo. No es nada terminado en ismo: es la independencia mental, no otra cosa” (Amis, 2009: 91). Como se decía más arriba, Amis critica, pero asume la responsabilidad que le corresponde cuando ha optado la decisión equivocada:

En 2003, la invasión a Irak se presentó como una guerra preventiva «autofinanciada» para hacer cumplir el desarme y el cambio de régimen. Tres años más tarde se ha convertido en una aventura errada para la que hay que encontrar una estrategia de salida (Amis, 2009: 97).

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En este mismo texto, Amis anota un importante matiz a su constante defensa de la razón occidental, dice que todas las ideologías son violentas, incluido el “impecablemente blando” occidentalismo, puesto que los sistemas de creencias entrañan un grado de ilusión que no puede defenderse únicamente con la razón. “Cuando se le desafía, o se ofende, la respuesta de los creyentes es hormonal; y la confrontación subsiguiente será entre un cerebro y un intrincado inextricable de glándulas” (Amis, 2009: 104). El concepto de la era del terror como era del aburrimiento, apuntada por Amis desde el texto recién referido, queda mejor explicado en la narración que recrea desde la ficción los días antes de la muerte del terrorista Mohamed Atta.

Fueran cuales fueren los logros del terrorismo en las décadas pasadas, lo que ciertamente ha traído éste al mundo es un claro incremento del aburrimiento. La formulación de aquellas tres preguntas y sus consiguientes respuestas [se refiere al protocolo para volar] apenas llevaba tiempo: unos quince segundos. Pero aquellas preguntas y respuestas que hacían perder el tiempo se repetían, sin variación alguna, centenares de miles de veces al día. Si la Operación de los Aviones seguía adelante según lo planeado, Mohamed Atta nos legaría más –quizá muchísimo más– tiempo perdido a escala planetaria. Tal vez fuera correcto –y no paradójico– afirmar que el terror habría potenciado drásticamente su opuesto más obvio: el aburrimiento (Amis, 2009: 122).

Como puede apreciarse, el autor da una continuidad a sus reflexiones políticas en esta narración en la que, por cierto, hace pasar al personaje dos veces por un protocolo de seguridad, enfatizando así el cambio que se generaría en esos procedimientos ordinarios, justamente a partir del atentado que el personaje y sus compañeros estarían a punto de ejecutar. La serie de encuentros con el ex primer ministro británico agrupados bajo el título “De viaje con Tony Blair”, hace un interesante contrapunto a la criticada y menospreciada figura de Bush. Si bien, como buen irónico y hasta satírico en ocasiones, Amis hace juicios agudos sobre Blair que de menos hacen esbozar una sonrisa al lector, el mandatario inglés queda mejor parado. Podríamos decir que mediante los comentarios, sí burlones, sarcásticos, plasmados en ese conjunto de experiencias con Tony, como él lo llama, vemos la figura del escritor que se congracia con el régimen. Cuando el escritor le cuestiona al premier su decisión de entrar en la guerra contra Irak de forma inmediata, Blair responde, como es de esperarse, por otra parte en ese mismo plural de la primera persona: “Es muy difícil decir no a los Estados Unidos. Habría significado quedarnos fuera de los resultados. Habría significado no implicarnos” (Amis, 2009: 197). Y unas páginas antes, cuando hablan de las relaciones entre política y religión, Blair le dice que cuando estas se mezclan: “Empiezas a decir cosas como ésta: «Dios me hizo hacerlo»” (Amis, 2009: 191). De modo que las decisiones de Blair respecto a la guerra en Irak quedan prácticamente legitimadas, o al menos justificadas, en esa relación entre el político y el intelectual de la que da cuenta el escritor.

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Amis recurre también en este texto a lo cinematográfico, pero más al imaginario propio del cine hollywoodense para así burlarse de la parafernalia del gobierno estadounidense, incluido su excesivo despliegue de seguridad (como si fuera un crew de película). De hecho, Amis narra como un general británico en la Zona Verde de Bagdad le describe lo que viven como “una mezcla de Apocalypse Now y Disneylandia” (Amis, 2009: 201). Cuando el autor coquetea con esa mitología de origen estadounidense, incorporada ya al inconsciente colectivo de las distintas culturas influidas por las industrias del entretenimiento de ese país, se antoja también jugar con el estereotipo del escritor inglés que habla sobre “Oriente” (Conrad, Kipling). Y lo digo, por supuesto, teniendo en mente a Edward W. Said y su Orientalismo. Cuando Amis recuerda que Clinton dijo de su país que era “la única nación indispensable del planeta” (Amis, 2009: 193), me cuesta trabajo no leer entre (o detrás de) líneas una nostalgia imperialista. En “El 11 de Septiembre”, luego de una divertida crítica al uso de la abreviatura 9/11 y con ello –once again– a los estadounidenses (con su tendencia a abreviarlo todo), Amis plantea una línea de reflexión interesante que le da un giro a su insistencia sobre la razón:

Gran parte de nuestro análisis ha sido quizá poco pertinente, porque seguimos tratando de interpretar el islamismo desde el punto de vista del raciocinio. ¿Y qué apariencia nos muestra cuando lo interpretamos desde el punto de vista de las emociones? Estados emocionales habituales (dolor, odio, furia, vergüenza, deshonra y, sobre todo, humillación), pero con intensidades desconocidas… Intensidades que una democracia laica, el imperio de la ley y la sociedad civil tenderán siempre a neutralizar. También encontramos –cómo no– la pasión religiosa, pero hasta el pregonado y fragoroso fanatismo parece carecer del nervio necesario. Podría ser incluso que, más que ante la certeza espiritual, nos encontráramos ante la inseguridad y la duda espirituales (Amis, 2009: 223).

Lo cual lleva a que finalmente, por mucho que la Razón quiera triunfar, el otro lado del ser humano, la sombra de esa Razón (para emplear una metáfora jungiana) permanece ahí, indisociable de nuestra esencia, como lo expresa poéticamente Antonio Machado en su Juan de Mairena:

De lo uno a lo otro es el gran tema de la metafísica. Todo el trabajo de la razón humana tiende a la eliminación del segundo término. Lo otro no existe, tal es la fe racional, la incurable creencia de la razón humana. Identidad = realidad, como si, a fin de cuentas, todo hubiera de ser, absoluta y necesariamente, uno y lo mismo. Pero lo otro no se deja eliminar: subsiste, persiste; es el hueso duro de roer en que la razón se deja los dientes (citado en Paz, 1993: 9).

Esa presencia evidente de lo otro y, peor aún, la imposibilidad de controlarlo, sin duda causa estremecimiento. Amis concluye así en este texto: “El 11 de Septiembre causó un derrumbe moral planetario; y redujo la distancia entre la realidad y el delirio […] El 11 de Septiembre

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sigue, continúa aún, con todo su misterio, su inestabilidad y su terrible dinamismo” (Amis, 2009: 225). Y esa incertidumbre sembrada en aquella mañana de otoño de 2001 hace vacilar el liberalismo individualista que el autor defiende abiertamente. Hay que decirlo, ahí se instala su propia ideología. Conclusiones En El segundo avión con una prosa ágil y lúcida, Martin Amis cede constantemente a la ironía, cuando no al sarcasmo o a un humor corrosivo al tiempo que invita a distintas vías de reflexión en torno a esta era que nació el 11 de septiembre de 2011. El mayor compromiso de Amis es con su pluma, dotada de una inteligencia y un oficio de crítico incansable. Leerlo ilumina, pero hace falta distanciarse de sus textos para no dejarse deslumbrar. La lectura de este libro genera una sensación paradójica, uno puede estar constantemente en desacuerdo con las tajantes afirmaciones del autor, pero dan muchas ganas de seguir leyendo, porque no se puede dejar de reconocer lo bien que está escrito. Más atrás he mencionado que Amis asume su papel como formador de opiniones, se coloca en el lugar del intelectual comprometido. ¿Pero con quién establece su compromiso? Entrar en esa discusión es pisar precisamente el terreno de las ideologías, ese que Amis insiste en descalificar de un plumazo, pero ¿no está acaso él mismo ocultando de esa manera su propia visión del mundo, o pretendiendo hacerlo al menos, mediante el despliegue de su talento retórico? Me hace pensar en un verso de Borges (otro escritor con cuyas opiniones políticas es difícil estar de acuerdo): “el lenguaje, que puede simular la sabiduría”. Ese es el truco que un gran prestidigitador de la palabra, como Amis, puede jugarnos. El segundo avión, en global, se lee de forma ligera y hace al lector sonreírse, cuando no irrumpir en una carcajada aún cuando se trata de temas sensibles o, mejor dicho para el caso de Amis y su lector cómplice, precisamente por eso. Si esta es la era del aburrimiento, la risa a fin de cuentas sea quizás un buen remedio para relajarse después de darle vueltas a los problemas que aquejan a la humanidad, o a buena parte de ella, en estos días post-11-S. Bibliografía: Amis, Martin, El segundo avión, Barcelona, Anagrama, 2009. Paz, Octavio, El laberinto de la soledad, México, Fondo de Cultura Económica, 1993. Roas, David, coord., Humor y literatura, monográfico de la revista Quimera, núm. 232-­‐233, julio-­‐agosto, 2003.