EL SANTO ABANDONO- DOM VITAL LEHODY

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  • 1. Dom Vital Lehodey El Santo Abandono1. Naturaleza del Santo Abandono1. LA VOLUNTAD DE DIOS, REGLA SUPREMAQueremos salvar nuestra alma y tender a la perfeccin de la vida espiritual, es decir,purificarnos de veras, progresar en todas las virtudes, llegar a la unin de amor con Dios, y poreste medio transformarnos cada vez ms en El; he aqu la nica obra a la que hemosconsagrado nuestra vida: obra de una grandeza incomparable y de un trabajo casi sin lmites;que nos proporciona la libertad, la paz, el gozo, la uncin del Espritu Santo, y exige a su vezsacrificios sin nmero, una paciente labor de toda la vida. Esta obra gigantesca no seria tanslo difcil, sino absolutamente imposible si contsemos slo con nuestras fuerzas, pues es deorden absolutamente sobrenatural.Todo lo puedo en Aquel que me conforta; sin Dios slo queda la absoluta impotencia, pornosotros nada podemos hacer: ni pensar en el bien, ni desearlo, ni cumplirlo. Y no hablemosde la enmienda de nuestros vicios, de la perfecta adquisicin de las virtudes, de la vida deintimidad con Dios que representan un cmulo enorme de impotencias humanas y deintervenciones divinas. El hombre es, pues, un organismo maravilloso, por cuanto es capazcon la ayuda de Dios de llevar a cabo las obras ms santas; pero es a la vez lo ms pobre ynecesitado que hay, ya que sin e! auxilio divino no puede concebir siquiera el pensamiento delo bueno. Por dicha nuestra, Dios ha querido salir fiador de nuestra salvacin, por lo que jamspodremos bendecirle como se merece, pero no quiere salvarnos sin nosotros y, porconsiguiente, debemos unir nuestra accin a la suya con celo tanto mayor cuanto sin El nadapodemos.Nuestra santificacin, nuestra salvacin misma es, pues, obra de entrambos: para ella seprecisan necesariamente la accin de Dios y nuestra cooperacin, el acuerdo incesante de lavoluntad divina y de la nuestra. El que trabaja con Dios aprovecha a cada instante; quienprescinde de El cae, o se fatiga en estril agitacin. Es, pues, de importancia suma no obrarsino unidos con Dios y esto todos los das y a cada momento, as en nuestras menores accionescomo en cualquier circunstancia. porque sin esta ntima colaboracin se pierde trabajo ytiempo. Cuntas obras, llenas en apariencia, quedarn vacas por slo este motivo! Por nohaberlas hecho en unin con Dios, a pesar del trabajo que nos costaron, se desvanecern antela luz de la eternidad como sueo que se nos va as que despertamos.Ahora bien, si Dios trabaja con nosotros en nuestra santificacin, justo es que El lleve ladireccin de la obra: nada se deber hacer que no sea conforme a sus planes, bajo sus rdenesy a impulsos de su gracia. El es el primer principio y ltimo fin; nosotros hemos nacido paraobedecer a sus determinaciones. Nos llama a la escuela del servicio divino, para ser Elnuestro maestro; nos coloca en el taller del Monasterio, para dirigir all nuestro trabajo; nos 1

2. alista bajo su bandera para conducirnos El mismo al combate. Al Soberano Dueo pertenecemandar, a la suma sabidura combinar todas las cosas; la criatura no puede colaborar sino ensegundo trmino con su Creador.Esta continua dependencia de Dios nos impondr innumerables actos de abnegacin, y nopocas veces tendremos que sacrificar nuestras miras limitadas y nuestros caprichosos deseoscon las consiguientes quejas de la naturaleza; mas guardmonos bien de escucharla. Podrcabemos mayor fortuna que tener por gua la divina sabidura de Dios, y por ayuda la divinaomnipotencia, y ser los socios de Dios en la obra de nuestra salvacin; sobre todo si se tiene encuenta que la empresa realizada en comn slo tiende a nuestro personal provecho? Dios noreclama para s sino su gloria y hacernos bien, dejndonos todo el beneficio. El perfecciona lanaturaleza, nos eleva a una vida superior, nos procura la verdadera dicha de este mundo y labienaventuranza en germen. Ah, si comprendiramos los designios de Dios y nuestrosverdaderos intereses! Seguro que no tendramos otro deseo que obedecerle con todo esmero,ni otro temor que no obedecerle lo bastante; le suplicaramos e insistiramos para que hiciera suvoluntad y no la nuestra. Porque abandonar su sabia y poderosa mano para seguir nuestraspobres luces y vivir a merced de nuestra fantasa, es verdadera locura y supremo infortunio.Una consideracin ms nos mostrar que en temer a Dios y hacer lo que El quiere consistetodo el hombre; y es que la voluntad divina, tomada en general, constituye la regla supremadel bien, la nica regla de lo justo y lo perfecto; y que la medida de su cumplimiento estambin la medida de nuestro progreso.Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. No basta pues, decir: Seor, Seor!,para ser admitido en el reino de los cielos; es necesario hacer la voluntad de nuestro Padre queest en los cielos. El que mantiene unida su voluntad a la de Dios, vive y se salva: el que deella se aparta muere y se pierde. Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, ven ysgueme. Es decir, haz mejor la voluntad de Dios, aade a la observancia de los preceptos lade los consejos.Si quieres subir hasta la cumbre de la perfeccin, cumple la voluntad de Dios cada da ms ymejor. Te irs elevando a medida que tu obediencia venga la ser ms universal en su objetivo,ms exacta en su ejecucin, ms sobrenatural en sus motivos, ms perfecta en las disposicionesde tu voluntad. Consulta los libros santos, pregunta a la vida y a la doctrina de nuestro Seor yvers que no se pide sino la fe que se afirma con las obras, el amor que guarda fielmente lapalabra de Dios. Seremos perfectos en la medida que hagamos la voluntad de Dios.Este punto es de tal importancia que nos ha parecido conveniente apoyarlo con algunas citasautorizadas.Toda la pretensin de quien comienza oracin-y no se olvide esto, que importa mucho-, ha deser trabajar y determinarse y disponerse con cuantas diligencias puedan hacer que su voluntadse conforme con la de Dios; y, como dir despus, en esto consiste toda la mayor perfeccinque se puede alcanzar en el camino espiritual. No pensis que hay aqu ms algarabas, ni cosasno sabidas y entendidas, que en esto consiste todo nuestro bien. La conformidad ha deentenderse aqu en su ms alto sentido.Cada cual -explica San Francisco de Sales- se forja la perfeccin a su modo: unos la ponen enla austeridad de los vestidos: otros, en la de los manjares, en la limosna, en la frecuencia de los2 3. Sacramentos, en la oracin, en una no s qu contemplacin pasiva y supereminente: otros, enaqullas gracias que se llaman dones gratuitos: y se engaan tomando los efectos por la causa,lo accesorio por lo principal. y con frecuencia la sombra por el cuerpo... En cuanto a mi yo nose ni conozco otra perfeccin sino amar a Dios de todo corazn y al prjimo como a nosotrosmismos. Y completa el pensamiento en otra parte, cuando dice que la devocin (o laperfeccin) slo aade al fuego de la caridad la llama que la hace pronta, activa y diligente, noslo en la guarda de los mandamientos de Dios, sino tambin en la prctica de los consejos einspiraciones celestiales . As como el amor de Dios es la forma ms elevada y ms perfecta dela virtud, una sumisin perfecta a la voluntad divina es la expresin ms sublime y ms pura, laflor ms exquisita de este amor... Por otra parte, no es evidente que, no existiendo nada tanbueno y tan perfecto como la voluntad de Dios, se llegar a ser ms santo y ms virtuoso,cuanto ms perfectamente nos conformemos con esta voluntad?Un discpulo de San Alfonso ha resumido su doctrina diciendo que personas que hacenconsistir su santidad en practicar muchas penitencias, comuniones, oraciones vocales, vivenevidentemente en la ilusin. Todas estas cosas no son buenas sino en cuanto Dios las quiere,de otra suerte, en vez de aceptarlas las detesta, pues tan slo sirven de medios para unirnos a lavoluntad divina.Tenemos verdadera satisfaccin en repetirlo: toda la perfeccin, toda la santidad consiste enejecutar lo que Dios quiere de nosotros; en una palabra, la voluntad divina es regla de todabondad y de toda virtud; por ser santa lo santifica todo. aun las acciones indiferentes, cuandose ejecutan con el fin de agradar a Dios... Si queremos santificacin, debemos aplicarnosnicamente a no seguir jams nuestra propia voluntad, sino siempre la de Dios porque todoslos preceptos y todos los consejos divinos se reducen en sustancia a hacer y a sufrir cuantoDios quiere y como Dios lo quiere. De ah que toda la perfeccin se puede resumir y expresaren estos trminos: Hacer lo que Dios quiere, querer lo que Dios hace.Toda nuestra perfeccin -dice San Alfonso- consiste en el amor de nuestro Dios infinitamenteamable; y toda la perfeccin del amor divino consiste a su vez en la unin de nuestra voluntadcon la suya... Si deseamos, pues, agradar y complacer al corazn de Dios, tratemos no slo deconformarnos en todo a su santa voluntad, sino de unificarnos con ella (si as puedo expresarme),de suerte que de dos voluntades no vengamos a formar sino una sola... Los santos jams se hanpropuesto otro objeto sino hacer la voluntad de Dios, persuadidos de que en esto consiste todala perfeccin de un alma. El Seor llama a David hombre segn su corazn, porque este granrey estaba siempre dispuesto a seguir la voluntad divina; y Maria, la divina Madre, no ha sido lams perfecta entre todos los santos, sino por haber estado de continuo ms perfectamenteunida a la voluntad de Dios. Y el Dios de sus amores, Jess, el Santo por excelencia, elmodelo de toda perfeccin, ha sido jams otra cosa que el amor y la obedienciapersonificados?... Por la abnegacin que profesa a su Padre y a las almas, sustituye a losholocaustos estriles y se hace la Vctima universal. La voluntad de su Padre le conducir portoda suerte de sufrimientos y humillaciones, hasta la muerte y muerte de cruz. Jess lo sabe;pero precisamente para esto baj del cielo, para cumplir esa voluntad, que a trueque decrucificarle, se convertira en fuente de vida. Desde su entrada en el mundo declara al Padreque ha puesto su voluntad en medio de su corazn para amarla, y en sus manos para ejecutarlafielmente. Esta amorosa obediencia ser su alimento, resumir su vida oculta, inspirar su vidapblica hasta el punto de poder decir: Yo hago siempre lo que agrada a mi Padre; y en elmomento de la muerte lanzar bien alto su triunfante Consummatum est: Padre mo, os he 3 4. amado hasta el ltimo lmite, he terminado mi obra de la Redencin, porque he hecho vuestravoluntad, sin omitir un solo pice.Uniformar nuestra voluntad con la de Dios, he ah la cumbre de la perfeccin -dice SanAlfonso-, a eso debemos aspirar de continuo, se debe ser el fin de nuestras obras, de todosnuestros deseos, de todas nuestras meditaciones, de nuestros ruegos. A ejemplo de nuestroamado Jess, no veamos sino la voluntad de su Padre en todas las cosas; que nuestra nicaocupacin sea cumplirla con fidelidad siempre creciente e infatigable generosidad y pormotivos totalmente sobrenaturales. Este es el medio de seguir a Nuestro Seor a grandes pasosy subir junto a El en la gloria. Un da fue conducida al cielo en visin la Beata EstefanaSoncino, dominica, donde vio cmo muchos que ella haba conocido en vida estabanlevantados a la misma jerarqua de los Serafines; y tuvo revelacin de que haban sidosublimados a tan alto grado de gloria por la perfecta unin de voluntad con que anduvieronunidos a la de Dios ac en la tierra.2. LA VOLUNTAD DIVINA SIGNIFICADA Y LAVOLUNTAD DE BENEPLACITOLa voluntad divina se muestra para nosotros reguladora y operadora. Como reguladora, es laregla suprema del bien, significada de diversas maneras; y que debemos seguir por la razn deque todo lo que ella quiere es bueno, y porque nada puede ser bueno sino lo que ella quiere.Como operadora, es el principio universal del ser, de la vida, de la accin; todo se hace comoquiere, y no sucede cosa que no quiera, ni hay efecto que no venga de esta primera causa, nimovimiento que no se remonte a este primer motor, ni por tanto hay acontecimiento, pequeoo grande, que no nos revele una voluntad del divino beneplcito. A esta voluntad es debernuestro someternos, ya que Dios tiene absoluto derecho de disponer de nosotros como leparece. Dios nos hace, pues, conocer su voluntad por las reglas que nos ha sealado, o por losacontecimientos que nos enva. He ah la voluntad de Dios significada y su voluntad debeneplcito.La primera, nos propone previa y claramente las verdades que Dios quiere que creamos, losbienes que esperemos, las penas que temamos, las cosas que amemos, los mandamientos queobservemos y los consejos que sigamos. A esto llamamos voluntad significada, porque nos hasignificado y manifestado cuanto Dios quiere y se propone que creamos, esperemos, temamos,amemos y practiquemos. La conformidad de nuestro corazn con la voluntad significadaconsiste en que queramos todo cuanto la divina Bondad nos manifiesta ser de su intencin;creyendo segn su doctrina, esperando segn sus promesas, temiendo segn sus amenazas,amando y viviendo segn sus mandatos y advertenciasLa voluntad significada abraza cuatro partes, que son: los mandamientos de la ley de Dios y dela Iglesia, los consejos, las inspiraciones, las Reglas y las Constituciones.Es necesario que cada cual obedezca a los mandamientos de Dios y de la Iglesia, porque es lavoluntad de Dios absoluta que quiere que los obedezcamos, si deseamos salvarnos.Es tambin voluntad suya, no imperativa y absoluta, sino de slo deseo, que guardemos susconsejos; por lo cual, aun cuando sin menosprecio los dejamos de cumplir por no creernos convalor para emprender la obediencia a los mismos, no por eso perdemos la caridad ni nos 4 5. separamos de Dios; adems de que ni siquiera debemos acometer la prctica de todos ellos,habindolos como los hay entre s opuestos, sino tan slo los que fueren ms conformes anuestra vocacin... Hay que seguir, pues, concluye el santo, los consejos que Dios quieresigamos. No a todos conviene la observancia de todos los consejos. Dados como estn parafavorecer la caridad, sta es la que ha de regular y medir su ejecucin... Los que tenemos quepracticar los religiosos, son los comprendidos en nuestras Reglas. Y a la verdad, nuestrosvotos, nuestras leyes monsticas, las rdenes y consejos de nuestros Superiores constituyenpara nosotros la expresin de la voluntad divina y el cdigo de nuestros deberes de estado.Poderosa razn tenemos para bendecir al divino Maestro, pues ha tenido la amorosa solicitudde trazarnos hasta en los ms minuciosos detalles su voluntad acerca de la Comunidad y susmiembros.En las inspiraciones nos indica sus voluntades sobre cada uno de nosotros ms personalmente. Santa Mara Egipciaca se sinti inspirada al contemplar una imagen de nuestra Seora; SanAntonio, al or el evangelio de la Misa; San Agustn, al escuchar la vida de San Antonio; elduque de Ganda, ante el cadver de la emperatriz; San Pacomio, viendo un ejemplo decaridad; San Ignacio de Loyola, leyendo la vida de los santos; en una palabra, las inspiracionesnos vienen por los ms diversos medios. Unas slo son ordinarias en cuanto nos conducen alos ejercicios acostumbrados con fervor no comn; otras se llaman extraordinarias porqueincitan a acciones contrarias a las leyes, reglas y costumbres de la Santa Iglesia, por lo que sonms admirables que imitables. El piadoso Obispo de Ginebra indica con qu seales sepueden discernir las inspiraciones divinas y la manera de entenderlas, terminando con estaspalabras: Dios nos significa su voluntad por sus inspiraciones. No quiere, sin embargo, quedistingamos por nosotros mismos s lo que nos ha inspirado es o no voluntad suya, menos anque sigamos sus inspiraciones sin discernimiento. No esperemos que El nos manifieste por Smismo sus voluntades, o que enve ngeles para que nos las enseen, sino que quiere que en lascosas dudosas y de importancia recurramos a los que ha puesto sobre nosotros para guiamos .Aadamos, por ltimo, que los ejemplos de Nuestro Seor y de los santos, la doctrina y laprctica de las virtudes pertenecen a la voluntad de Dios significada; si bien es fcil referirlas auna u otra de las cuatro seales que acabamos de indicar.He ah, pues, cmo nos manifiesta Dios sus voluntades que nosotros llamamos voluntadsignificada. Hay adems la voluntad de beneplcito de Dios, la que hemos de considerar entodos los acontecimientos, quiero decir, en todo lo que nos sucede; en la enfermedad y en lamuerte, en la afliccin y en la consolacin, en la adversidad y en la prosperidad, en una palabra,en todas las cosas que no son previstas. La voluntad de Dios se ve sin dificultad en losacontecimientos que tienen a Dios directamente por autor; y lo mismo en los que vienen de lascriaturas no libres, porque si obran es por la accin que reciben de Dios a quien sin resistenciaobedecen. Donde hay que ver la voluntad de Dios es principalmente en las tribulaciones, quepor ms que El no las ame por s mismas, las quiere emplear, y efectivamente las emplea, comoexcelente recurso para satisfacer el orden, reparar nuestras faltas, curar y santificar las almas.Ms an, hay que verla incluso en nuestros pecados y en los del prjimo: voluntad permisiva,pero incontestable. Dios no concurre a la forma del pecado que es lo que constituye su malicia:lo aborrece infinitamente y hace cuanto est de su parte para apartarnos de l; lo reprueba y locastigar. Mas, para no privarnos prcticamente de la libertad que nos ha concedido, comonosotros nada podemos hacer sin su concurso, lo da en cuanto a lo material del acto, que porlo dems no es sino el ejercicio natural de nuestras facultades. Por otra parte, El quiere sacar 5 6. bien del mal, y para ello hace que nuestras faltas y las del prjimo sirvan a la santificacin de lasalmas por la penitencia, la paciencia, la humildad, la mutua tolerancia, etc. Quiere tambin que,aun cumpliendo el deber de la correccin fraterna, soportemos al prjimo, que le obedezcamosconforme a nuestras Reglas, viendo hasta en sus exigencias y en sus sinrazones losinstrumentos de que Dios se sirve para ejercitamos en la virtud. Por esta razn, no tema decirSan Francisco de Sales que por medio de nuestro prjimo es como especialmente Dios nosmanifiesta lo que desea de nosotros.Existen profundas diferencias entre la voluntad de Dios significada y la de beneplcito.1 La voluntad significada nos es conocida de antemano, y por lo general, de manera clarsimamediante los signos del pensamiento, a saber: la palabra y la escritura. De esta maneraconocemos el Evangelio, las leyes de la Iglesia, nuestras santas Reglas; donde sin esfuerzo y anuestro gusto podemos leer la voluntad de Dios, confiara a nuestra memoria y meditarla. Lasinspiraciones divinas y las rdenes de nuestros Superiores slo en apariencia son excepciones,pues ellas tienen por objeto la ley escrita, cristiana o monstica. Al contrario, casi no seconoce el beneplcito divino ms que por los acontecimientos. Decimos casi, porque hayexcepciones; lo que Dios har ms tarde, podemos conocerlo de antemano, si a El le placedecirlo; tambin se puede presentir, conjeturar, adivinar, ya por el rumbo actual de los hechos,ya por las sabias disposiciones tomadas y las imprudencias cometidas. Mas, en general, elbeneplcito divino se descubre a medida que los acontecimientos se van desarrollando, loscuales estn ordinariamente por encima de nuestra previsin. Aun en el propio momento enque se verifican, la voluntad de Dios permanece muy oscura: nos enva, por ejemplo, laenfermedad, las sequedades interiores u otras pruebas; en verdad que ste es actualmente subeneplcito, mas ser durable? Cul ser su desenlace? Lo ignoramos.2 De nosotros depende siempre o el conformarnos por la obediencia a la voluntad de Diossignificada o el sustraernos a ella por la desobediencia. Y es que Dios, queriendo poner ennuestras manos la vida o la muerte, nos deja la eleccin de obedecer a su ley o de quebrantarlahasta el da de su justicia. Por su voluntad de beneplcito, al contrario, dispone de nosotroscomo Soberano; sin consultarnos, y a las veces aun contra nuestros deseos, nos coloca en lasituacin que nos ha preparado, y nos propone en ella el cumplimiento de los deberes. Quedaen nuestro poder cumplir o no estos deberes, someternos al beneplcito o portarnos comorebeldes; mas es preciso aguantar los acontecimientos, queramos o no, no habiendo poder enel mundo que pueda detener su curso. Por ese camino, como gobernador y juez supremo, Diosrestablece el orden y castiga el pecado; como Padre y Salvador, nos recuerda nuestradependencia y trata de hacernos entrar en los senderos del deber, cuando nos hemosemancipado y extraviado.3 Esto supuesto, Dios nos pide la obediencia a su voluntad significada como un efecto denuestra eleccin y de nuestra propia determinacin. Para seguir un precepto o un punto deregla, para producir los actos de las virtudes teologales o morales, nos es preciso sin duda unagracia secreta que nos previene y nos ayuda, gracia que nosotros podemos alcanzar siemprepor medio de la oracin y de la fidelidad. Pero aun cuando la voluntad de Dios nos seaclaramente significada, puestos en trance de cumplirla, lo hacemos por nuestra propiadeterminacin; no necesitamos esperar un movimiento sensible de la gracia, una mocinespecial del Espritu Santo, digan lo que quieran los semiquietistas antiguos y modernos. Por elcontrario, si se trata de la voluntad del beneplcito divino, es necesario esperar a que Dios ladeclare mediante los acontecimientos: sin esa declaracin no sabemos lo que El espera de 6 7. nosotros; con ella, conocemos lo que desea de nosotros, primero, la sumisin a su voluntad,despus, el cumplimiento de los deberes peculiares a tal o cual situacin que El nos hadeparado.San Francisco de Sales hace, a este propsito, una observacin muy atinada: Hay cosas en quees preciso juntar la voluntad de Dios significada a la de beneplcito . Y cita como ejemplo elcaso de enfermedad. Adems de la sumisin a la Providencia divina ser preciso llenar losdeberes de un buen enfermo, como la paciencia y abnegacin, y permanecer mantenindosefiel a todas las prescripciones de la voluntad significada, salvo las excepciones y dispensas quepuede legitimar la enfermedad. Insiste mucho el santo Doctor sobre que en esta concurrenciade voluntades mientras el beneplcito divino nos sea desconocido, es necesario adherirnos loms fuertemente posible a la voluntad de Dios que nos es significada, cumpliendocuidadosamente cuando a ella se refiere; mas tan pronto como el beneplcito de su divinaMajestad se manifieste, es preciso rendirse amorosamente a su obediencia, dispuestos siemprea someternos as en las cosas desagradables como agradables, en la muerte como en la vida, enfin, en todo cuanto no sea manifiestamente contra la voluntad de Dios significada, pues sta esante todo. Estas nociones son algo ridas, pero importa entenderlas bien y no olvidarlas, porla mucha luz que derraman sobre las cuestiones siguientes.3. OBEDIENCIA A LA VOLUNTAD DE DIOSSIGNIFICADADejamos ya establecido que la voluntad de Dios, tomada en general, es la sola regla suprema, yque se avanzar en perfeccin a medida que el alma se conforme con ella. Bajo cualquier formaen que llegue hasta nosotros, sea como voluntad significada o de beneplcito, es siempre lavoluntad de Dios, igualmente santa y adorable. La obra, pues, de nuestra santificacin implicala fidelidad a una y a otra. Sin embargo, dejando por el momento a un lado el beneplcitodivino, querramos hacer resaltar la importancia y necesidad de adherirnos de todo corazn ydurante toda nuestra existencia a la voluntad significada, haciendo de ella el fondo mismo denuestro trabajo. Al fin de este captulo daremos la razn de nuestra insistencia sobre unaverdad que parece evidente.La voluntad de Dios significada entraa, en primer lugar, los mandamientos de Dios y de laIglesia, y nuestros deberes de estado. Estos deben ser, ante todo, el objeto de nuestra continuay vigilante fidelidad, pues son la base de la vida espiritual; quitadla y veris desplomarse todo eledificio. Teme a Dios -dice el Sabio-, y guarda sus mandamientos, porque esto es el todo delhombre. Podr alguien figurarse que las obras que sobrepasan el deber santifican ms que lasde obligacin, pero nada ms falso. Santo Toms ensea que la perfeccin consiste, ante todo,en el fiel cumplimiento de la ley. Por otra parte, Dios no podra aceptar favorablementenuestras obras supererogatorias, ejecutadas con detrimento del deber, es decir, sustituyendo suvoluntad por la nuestra.La voluntad significada abraza, en segundo lugar, los consejos. Cuando ms los sigamos enconformidad con nuestra vocacin y nuestra condicin, ms semejantes nos harn a nuestrodivino Maestro, que es ahora nuestro amigo y el Esposo de nuestras almas y que ha de ser unda nuestro Soberano Juez. Ellos nos harn practicar las virtudes ms agradables a su divinocorazn, tales como la dulzura, y la humildad, la obediencia de espritu y de voluntad, la 7 8. castidad virginal, la pobreza voluntaria, el perfecto desasimiento, la abnegacin llevada hasta elsacrificio y olvido de nosotros mismos; en ellos tambin encontraremos el consiguiente tesorode mritos y santidad. Observndolos con fidelidad apartaremos los principales obstculos alfervor de la caridad, los peligros que amenazan su existencia; en una palabra, los consejos sonel antemural de los preceptos. Segn la expresin original de Jos de Maistre: Lo que basta nobasta. El que quiere hacer todo lo permitido, har bien pronto lo que no lo est; el que no hacesino lo estrictamente obligatorio, bien pronto no lo har completamente.La voluntad significada abraza por ltimo las inspiraciones de la gracia. Estas inspiracionesson rayos divinos que proyectan en las almas luz y calor para mostrarles el bien y animarlas apracticarlo; son prendas de la divina predileccin con infinita variedad de formas; sonsucesivamente y segn las circunstancias, atractivos, impulsos, reprensiones, remordimientos,temores saludables, suavidades celestiales, arranques del corazn, dulces y fuertes invitacionesal ejercicio de alguna virtud. Las almas puras e interiores reciben con frecuencia estas divinasinspiraciones, y conviene mucho que las sigan con reconocimiento y fidelidad. Es tan valiosoel apoyo que nos prestan! Con cunta razn deca el Apstol: No extingis el espritu , esdecir, no rechacis los piadosos movimientos que la gracia imprime a vuestro corazn!Necesitaremos aadir que la voluntad significada nos mandar, nos aconsejar, nos inspirardurante todo el curso de nuestra vida? Siempre tendremos que respetar la autoridad de Dios,pues nunca seremos tan ricos que podamos creernos con derecho a desechar los tesoros quesu voluntad nos haya de proporcionar. Guardar con fidelidad la voluntad significada es nuestromedio ordinario de reprimir la naturaleza y cultivar las virtudes; por que la naturaleza nuncamuere, y nuestras virtudes pueden acrecentarse sin cesar. Aunque mil aos viviramos y todosellos los pasramos en una labor asidua, nunca llegaramos a parecernos en todo a NuestroSeor y ser perfectos como nuestro Padre celestial.No debemos omitir que para un religioso sus votos, sus Reglas y la accin de los Superioresconstituyen la principal expresin de la voluntad significada, el deber de toda la vida y elcamino de la santidad.Nuestras Reglas son gua absolutamente segura. La vida religiosa es una escuela del serviciodivino, escuela incomparable en la que Dios mismo, hacindose nuestro Maestro, nosinstruye, nos modela, nos manifiesta su voluntad para cada instante, nos explica hasta losmenores detalles de su servicio. El es quien nos asigna nuestras obras de penitencia, nuestrosejercicios de contemplacin, las mil observancias con que quiere practiquemos la religin, lahumildad, la caridad fraterna y dems virtudes; nos indica hasta las disposiciones ntimas queharn nuestra obediencia dulce a Dios, fructuosa para nosotros. Esto supuesto, qu necesidadtenemos -dice San Francisco de Sales- que Dios nos revele su voluntad por secretasinspiraciones, por visiones y xtasis? Tenemos una luz mucho ms segura, el amable y comncamino de una santa sumisin a la direccin as de las Reglas como de los Superiores. Enverdad que sois dichosas, hijas mas -dice en otra parte-, en comparacin con los que estamosen el mundo. Cuando nosotros preguntamos por el camino, quin nos dice: a la derecha; quin,a la izquierda; y, en definitiva, muchas veces nos engaan. En cambio vosotras no tenis sinodejaros conducir, permaneciendo tranquilamente en la barca. Vais por buen derrotero; nohayis miedo. La divina brjula es Nuestro Seor; la barca son vuestras Reglas; los que laconducen son los Superiores que, casi siempre, os dicen: Caminad por la perpetua observanciade vuestras Reglas y llegaris felizmente a Dios. Bueno es, me diris, caminar por las Reglas;pero es camino general y Dios nos llama mediante atractivos particulares; que no todas somos 8 9. conducidas por el mismo camino. -Tenis razn al explicaros as; pero tambin es cierto que, sieste atractivo viene de Dios, os ha de conducir a la obediencia .Nuestras Reglas son el medio principal y ordinario de nuestra purificacin. La obediencia, enefecto, nos despega y purifica por las mil renuncias que impone y ms an por la abnegacindel juicio y de la voluntad propia que, segn San Alfonso, son la ruina de las virtudes, la fuentede todos los males, la nica puerta del pecado y de la imperfeccin, un demonio de la peorralea, el arma favorita del tentador contra los religiosos, el verdugo de sus esclavos, un infiernoanticipado. Toda la perfeccin del religioso consiste, segn San Buenaventura, en la renunciade la propia voluntad; que es de tal valor y mrito, que se equipara al martirio; pues si el hachadel verdugo hace rodar por tierra la cabeza de la vctima, la espada de la obediencia inmola aDios la voluntad que es la cabeza del alma.Nuestras Reglas son mina inagotable para el cielo, y verdadera riqueza de la vida religiosa.Contra la obediencia, en efecto, no hay sino pecado e imperfeccin; sin ella, los actos msexcelentes desmerecen; con ella lo que no est prohibido llega a ser virtud, lo bueno se hacemejor. Introduce en el alma todas las virtudes, y una vez introducidas las conserva, multiplicalos actos del espritu, santificando todos los momentos de nuestra vida; nada deja a lanaturaleza, sino todo lo da a Dios. El divino Maestro, segn la bella expresin de SanBernardo, ha hecho tan gran estima de esta virtud, que se hizo obediente hasta la muerte,queriendo antes perder la vida que la obediencia. Por eso todos los santos la han ensalzado aporfa y han cultivado con ardiente celo esta preciosa virtud tan amada de Nuestro Seor. ElAbad Juan poda decir, momentos antes de presentarse a Dios, que l jams haba hecho lavoluntad propia. San Dositeo, que no poda practicar las duras abstinencias del desierto, fuecon todo elevado a un muy alto grado de gloria despus de solos cinco aos de perfectaobediencia. San Jos de Calasanz llamaba a la religiosa obediente, piedra preciosa delMonasterio. La obediencia regular era para Santa Mara Magdalena de Pazzis el camino msrecto de la salvacin eterna y de la santidad. San Alfonso aade: Es el nico camino que existeen la religin para llegar a la salvacin y a la santidad, y tan nico, que no hay otro que puedaconducir a ese trmino... Lo que diferencia a las religiosas perfectas de las imperfectas, es sobretodo la obediencia. Y segn San Doroteo, cuando viereis un solitario que se aparta de suestado y cae en faltas considerables, persuados de que semejante desgracia le acontece porhaberse constituido gua de s mismo. Nada, en efecto, hay tan perjudicial y peligroso comoseguir el propio parecer y conducirse por propias luces .La suma perfeccin -dice Santa Teresa- claro es que no est en regalos interiores, ni engrandes arrobamientos, ni en visiones, ni en espritu de profeca, sino en estar nuestra voluntadtan conforme con la de Dios, que ninguna cosa entendamos que quiere, que no la queramoscon toda nuestra voluntad y tan alegremente tomemos lo amargo como lo sabroso,entendiendo que lo quiere su Majestad. De ello ofrece la santa diversas razones; despusaade: Yo creo que, como el demonio ve que no hay camino que ms presto llegue a la sumaperfeccin que el de la obediencia, pone tantos disgustos y dificultades debajo de color debien. La santa conoci personas sobrecargadas por la obediencia de multitud de ocupacionesy asuntos, y, volvindolas a ver despus de muchos aos, las hallaba tan adelantadas en loscaminos de Dios que quedaba maravillada. Oh dichosa obediencia y distraccin por ella, quetanto pudo alcanzar! .San Francisco de Sales abunda en el mismo sentir: En cuanto a las almas que, ardientementeganosas de su adelantamiento, quisieran aventajar a todas las dems en la virtud, haran mucho9 10. mejor con slo seguir a la comunidad y observar bien sus Reglas; pues no hay otro caminopara llegar a Dios. Era Santa Gertrudis de complexin dbil y enfermiza, por lo que susuperiora la trataba con mayor suavidad que a las dems, no permitindole las austeridadesregulares. Qu diris que haca la pobrecita para llegar a ser santa? Someterse humildemente asu Madre, nada ms; y por ms que su fervor la impulsase a desear todo cuanto las otrashacan, ninguna muestra daba, sin embargo, de tener tales deseos. Cuando le mandabanretirarse a descansar, hacalo sencillamente y sin replicar; bien segura de que tan bien gozara dela presencia de su Esposo en la celda como si se encontrara en el coro con sus compaeras.Jesucristo revel a Santa Matilde que si le queran hallar en esta vida le buscasen primero en elAugusto Sacramento del Altar, despus en el corazn de Gertrudis. Cita el piadoso doctorotros ejemplos y luego aade: Necesario es imitar a estos santos religiosos, aplicndonoshumilde y fervorosamente a lo que Dios pide de nosotros y conforme a nuestra vocacin, y nojuzgando poder encontrar otro medio de perfeccin mejor que ste .Y a la verdad, siendo Dios mismo quien nos ha escogido nuestro estado de vida y los mediosde santificarnos, nada puede ser mejor ni aun bueno para nosotros, fuera de esta eleccin suya.Santa fue por cierto la ocupacin de Marta, dice un ilustre Fundador; santa tambin lacontemplacin de Magdalena, no menos que la penitencia y las lgrimas con que lav los piesdel Salvador; empero todas estas acciones, para ser meritorias, hubieron de ejecutarse enBetania, es decir, en la casa de la obediencia, segn la etimologa de esta palabra; como siNuestro Seor, segn observa San Bernardo, hubiera querido ensearnos con esto que, ni elcelo de las buenas obras, ni la dulzura en la contemplacin de las cosas divinas, ni las lgrimasde la penitencia le hubiesen podido ser agradables fuera de Betania .La obediencia a la voluntad de Dios significada es, por consiguiente, el medio normal parallegar a la perfeccin. Y no es que queramos desestimar, ni mucho menos, la sumisin a lavoluntad de beneplcito, antes proclamamos su alta importancia y su influencia decisiva. PuesDios con esa su voluntad nos depara y escoge los acontecimientos en vista de nuestrasparticulares necesidades, prestando de esta manera a la accin benfica de nuestras reglas unapoyo siempre utilsimo y a veces un complemento necesario; apoyo y complemento tanto msprecioso cuanto nos es ms personal, al contrario de las prescripciones de nuestras reglas, quepor fuerza han de ser generales. Sin embargo, no es menos cierto que la obediencia a lavoluntad significada sigue siendo, en medio de los sucesos accidentales y variables, el mediofijo y regular, la tarea de todos los das y de cada instante. Por ella es preciso comenzar, por ellacontinuar y por ella concluir.Hemos juzgado conveniente recordar esta verdad capital al principio de nuestro estudio, a finde que los justos elogios que han de tributarse al Santo Abandono no exciten a nadie a seguirlecon celo exclusivo, como si l fuera la va nica y completa. Forma, a no dudarlo, una parteimportante del camino, pero jams podr constituir la totalidad. De otra suerte, para quguardamos la obediencia? Al descuidara nos perjudicaramos enormemente, sobre todo si seatiende a que durante todo el da, desde que el religioso se levanta hasta que se acuesta, casi nohay momento en que le deje de la mano y en que no lo dirija con alguna prescripcin de regla;adems, que la voluntad de Dios sea significada de antemano o declarada en el curso de losacontecimientos, siempre tiene la obediencia los mismos derechos e impone los mismosdeberes y no nos es dado escoger entre ella y el abandono; ambos deben ir de acuerdo y enunin estrechsima.Ofrcese la oportunidad de sealar aqu ciertas expresiones peligrosas. Decir, por ejemplo, que 10 11. Dios nos lleva en brazos o que nos hace adelantar a largos pasos en el abandono, y al revsque nosotros damos nuestros cortos pasos en la obediencia, no es acaso rebajar el precio desta y encarecer con exceso el valor del primero?Si slo se considera su objeto, la obediencia, es cierto, nos invita por lo regular a dar pasoscortitos; mas, pudindose contar stos por cientos y por miles al da, su misma multiplicidad ycontinuidad nos hacen ya adelantar muchsimo. La constante fidelidad en las cosas pequeasest muy lejos de ser una virtud mediocre; antes bien, es un poderoso medio de morir a smismo y de entregarse todo a Dios; es, llammosle con su verdadero nombre, el herosmooculto. Por lo dems, qu impide que nuestros pasos sean siempre largos y aun ms largos?Para ello no es necesario que el objeto de la obediencia sea difcil o elevado, basta que lasintenciones sean puras y las disposiciones santas. La Santsima Virgen ejecutaba acciones enapariencia vulgarsimas, mas pona en ellas toda su alma, comunicndoles as un valorincomparable. No podramos, en la debida proporcin, hacer nosotros otro tanto?El abandono a su vez se ejercitar ms frecuentemente en cosas menudas que en pruebasfuertes. Adems, no es cierto que Dios por su voluntad de beneplcito nos lleve en brazos ynos haga avanzar sin trabajo alguno de nuestra parte. Ordinariamente al menos, pide activacooperacin y personal esfuerzo del alma, cuyo espiritual aprovechamiento guarda relacin conesa su buena voluntad. Y al revs, ocasiones habr en que por desgracia contrariemos la accinde Dios, enorgullecindonos en 1a prosperidad, rebelndonos en la adversidad; en cuyo casotambin caminaremos a largos pasos, pero hacia atrs.Dos cosas dejamos, pues, asentadas: primera, que debemos respetar ambas voluntades divinas,esto es, obedecer generosamente a la voluntad significada y abandonarnos con confianza a lade beneplcito; y segunda, que as en la obediencia como en el abandono Dios no quiere engeneral santificarnos sin nosotros; siendo, por tanto, necesario que nuestra accin concurracon la divina, y ello en tal forma que la buena voluntad venga a ser la indicadora de nuestromayor o menor progreso.4. CONFORMIDAD CON LA VOLUNTAD DEBENEPLCITOAl reservar el nombre de obediencia para indicar el cumplimiento de la voluntad significada, yel de la conformidad para indicar la sumisin al beneplcito divino, hemos credo seguir el usoms generalizado; con todo, preciso es reconocer que reina una gran divergencia sobre estepunto. San Alfonso en particular expresa frecuentemente las dos cosas bajo el nombre deconformidad. Ser, pues, necesario atender al contexto para ver en qu sentido toman losautores estos trminos.Como todas las dems virtudes, la conformidad con la Providencia, o la sumisin albeneplcito de Dios, abarca muchos grados de perfeccin, ora se mire la accin ms o menosgenerosa de la voluntad, ora se considere el motivo ms o menos elevado de esta adhesin.1 Tomando por base de esta clasificacin la generosidad con que adaptamos nuestro querer alde Dios, el P. Rodrguez reduce estos grados a tres:El primero es cuando las cosas de pena que suceden, el hombre no las desea ni las ama, anteslas huye, pero quiere sufriras antes que hacer cosa alguna de pecado por huiras. Este es el11 12. grado ms nfimo y de precepto; de manera que aunque un hombre sienta pena, dolor y tristezacon los males que le suceden, y aunque gima cuando est enfermo y d gritos con lavehemencia de los dolores, y aunque llore por la muerte de los parientes, puede con todo esotener esta conformidad con la voluntad de Dios.El segundo grado es cuando el hombre, aunque no desea los males que le suceden, ni loselige, pero despus de venidos los acepta de buena gana por ser aqulla la voluntad y elbeneplcito de Dios: de manera que aade este grado al primero, tener alguna buena voluntady algn amor a la pena por Dios, y el quererla sufrir no solamente mientras est de preceptoobligado a sufrirla, sino tambin mientras el sufrirla fuera ms agradable a Dios. El primergrado lleva las cosas con paciencia; este segundo aade el llevarlas con prontitud y facilidad.El tercero es cuando el siervo de Dios, por el grande amor que tiene al Seor, no solamentesufre y acepta de buena gana las penas y trabajos que le enva, sino los desea y se alegra muchocon ellos, por ser aqulla la voluntad de Dios. As es como los Apstoles se regocijaban dehaber sido juzgados dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jess, y San Pablo rebosabade gozo en medio de sus tribulaciones.Nos ser permitido observar que el amor de donde procede el segundo grado puede muy bienser el amor de esperanza, y que la diferencia entre este segundo grado y el tercero tal vezestuviera declarada mejor de otro modo?Esta clasificacin es comnmente admitida, de suerte que aun variando los detalles, segn losautores, el fondo es el mismo. La encontramos ya en nuestro Padre San Bernardo, y hasta nosparece que nadie ha estado tan acertado como l, ni en precisar los grados ni en sealar losmotivos. Recuerda las tres vas clsicas de los principiantes, de los proficientes y de losperfectos, asignndoles por mviles respectivos, el temor, la esperanza y el amor; y luegoaade: El principiante, impulsado por el temor, sufre la cruz de Cristo con paciencia; elproficiente, impulsado por la esperanza, la lleva con gusto; el que est consumado en la caridadla abraza ya con amor.2 Atendiendo al motivo de nuestra conformidad con el beneplcito de Dios, distinguiremos laque proviene de puro amor, y la que procede de cualquier otra causa sobrenatural.En opinin de San Bernardo, a los principiantes que no poseen por lo general sino la simpleresignacin, esta conformidad les viene del temor; los proficientes, en cambio, llevan la cruzcon gusto, y su conformidad es ms elevada que la anterior y tiene por causante la esperanza;los perfectos abrazan la cruz con ardor, y esta perfecta conformidad es el fruto del amordivino.Entindese fcilmente que el temor basta para producir la simple resignacin; mas para que lasumisin crezca en generosidad, para que suba hasta el gozo menester es suponer undesasimiento ms completo, una fe ms viva, una confianza en Dios ms firme. Con todo noes necesariamente hija del puro amor, ya que a tales alturas puede muy bien elevarnos el deseode los bienes eternos. Un alma ansiosa del cielo tendr por gran dicha las pequeas pruebas yaun las grandes tribulaciones, segn se hallare de penetrada por las seductoras promesas delApstol. No son de comparar los sufrimientos de la vida presente con la futura gloria que seha de manifestar en nosotros. Nuestras tribulaciones tan breves y ligeras nos producen eleterno peso de una sublime e incomparable gloria. 12 13. Hay, en fin, la conformidad por puro amor, que es en s la ms perfecta, porque nada hay tanelevado, delicado, generoso y perseverante como el amor sobrenatural. Ahora bien, puesto quela caridad es para todos un mandamiento, no hay al parecer, un solo fiel que no pueda emitir, almenos de cuando en cuando, actos de conformidad por amor, actos que l producir mejor ycon ms gusto, conforme fuere creciendo en caridad. Y aun da vendr cuando, viviendoprincipalmente por puro amor, tambin por puro amor se conforme con las disposiciones de laProvidencia, por lo menos de una manera habitual. Mas tambin, as como el alma adelantadapuede elevarse de continuo en el amor santo, as igualmente podr crecer sin cesar en laconformidad que nace del amor.Esto supuesto, qu lugar ocupa el Santo Abandono entre los mencionados grados deespiritual conformidad? Indudablemente, el ms encumbrado, y eso ya se mire a la generosidadde la sumisin, ya al mvil de la misma.Si se atiende a la generosidad, el Santo Abandono slo parece hallarse satisfecho en el gradosuperior; no as el primer grado, es decir, en resignacin, que no sube tan alto, y que basta parala simple vida cristiana, pero no para la vida perfecta, eso fuera de que no implica el totaldesasimiento y la total entrega de la voluntad que es inherente al abandono; y lo mismo se digade lo que hemos llamado segundo grado, que con ser ms generoso que el anterior an carecedel completo desapego, sin el cual no podra el alma mostrarse indiferente a todo y ponerenteramente su voluntad en manos de la Providencia.Si se considera el motivo determinante, el abandono es una conformidad por amor, conparticulares matices que le dan un carcter acentuado de confianza filial y de total donacin.En una palabra, y como se ver mejor ms adelante, es la cumbre del amor y de laconformidad.No slo no quisiramos restar mritos a la simple resignacin, como tampoco a laconformidad que no nace del puro amor; al contrario, nos felicitaramos de hacer resaltar suvalor e importancia. Pero nuestro designio es tratar explcitamente tan slo del SantoAbandono, y as comenzaremos a describirle de manera clara y minuciosa segn la doctrina deSan Francisco de Sales; esperando, sin embargo, que las almas menos adelantadas en laconformidad podrn seguir con provecho el desarrollo de nuestro trabajo, y, habida laconveniente proporcin, aplicarse muchas cosas.5. NOCIN DEL ABANDONOAnte todo, por qu la palabra abandono? Monseor Gay va a darnos la respuesta en pginaluminosa harto conocida: Hablamos de abandono -dice-, no hablamos de obediencia... Laobediencia se refiere a la virtud cardinal de la justicia, en tanto que el abandono entronca en lavirtud teologal de la caridad. Tampoco decimos resignacin; pues aunque la resignacin miranaturalmente a la voluntad divina, y no la mira sino para someterse a ella, pero slo entrega,por decirlo as, a Dios una voluntad vencida, una voluntad, por consiguiente, que no se harendido al instante y que no cede sino sobreponindose a s misma. El abandono va muchoms lejos. El trmino aceptacin tampoco sera adecuado; porque la voluntad del hombre queacepta la de Dios... parece no subordinrsele sino despus de haber comprobado sus derechos.De manera que no nos conduce a donde queremos ir. La aquiescencia casi, casi, nosconducira... pero, quin no ve que semejante acto implica todava una ligera discusin 13 14. interior, y que la voluntad asustada primero ante el poder divino slo se aquieta y se dejamanejar despus de tal discusin y desconfianza? Hubiramos podido emplear la palabraconformidad, que es convenientsima y, si cabe, la consagrada para la materia, como lo hicierael P. Rodrguez, que con este ttulo compuso un excelente tratado en su libro tanrecomendable: De la Perfeccin y Virtudes cristianas. Sin embargo, este vocablo refleja mejorun estado que un acto; estado que por lo dems parece presuponer una especie de ajuste asazlaborioso y paciente. Al pronunciarla surge la idea de un modelo que un artista se hubieseesforzado por imitar despus de contemplarlo y admirarlo. Y aun cuando la conformidad selograra sin trabajo, siempre quedara algo, un no pequeo resabio de frialdad... Noshubiramos expresado con ms acierto de habernos servido de la palabra indiferencia (palabramgica en los ejercicios de San Ignacio), la cual es muy usual y tambin muy exacta por cuantoexpresa el estado de un alma que rinde a la voluntad de Dios el perfecto homenaje de quepretendemos hablar...? Es palabra negativa, pero el amor se sirve de ella tan slo como deescabel, siendo cierto que nada hay en definitiva tan real como el amor. La palabra msindicada en nuestro caso era, por tanto, abandono.Y en verdad, no hay otra que as describa el movimiento amoroso y confiado con que nosechamos en manos de la Providencia, al igual que un nio en los brazos de su madre. Es ciertoque esta expresin estuvo arrinconada largo tiempo en atencin al abuso que de ella hicieronlos quietistas, pero recobr ya el derecho de ciudadana y hoy la emplean todos de un modocorriente; nosotros haremos lo mismo, despus de precisar su sentido.Abandonar nuestra alma y dejarnos a nosotros mismos -dice el piadoso Obispo de Ginebra-,no es otra cosa que despojarnos de nuestra propia voluntad para drsela a Dios. En estemovimiento de amor, que es el acto mismo del abandono, hay, por consiguiente, un punto departida y otro de trmino; porque es preciso que la voluntad salga de s misma para entregarsetoda a Dios. Sguese, pues, que el abandono contiene dos elementos que hemos de estudiar: lasanta indiferencia y el entregamiento completo de nuestra voluntad en manos de laProvidencia; el primero es condicin necesaria, y elemento constitutivo el segundo.1 La santa indiferenciaSin la santa indiferencia el abandono resultar imposible. Nada es en s tan amable como lavoluntad de Dios. Significada de antemano o manifestada por los acontecimientos, a nadatiende si no es a conducirnos a la vida eterna, a enriquecernos desde ahora con un aumento defe, de caridad y de buenas obras. Dios mismo es quien viene a nosotros como Padre ySalvador, con el corazn rebosante de ternura y las manos llenas de beneficios. Mas con ser tanamable y todo, sta su voluntad halla en nosotros no pocos obstculos. En efecto, la ley divina,nuestras Reglas, las inspiraciones de la gracia, la prctica esmerada de las virtudes, todo cuantopertenece a la voluntad significada, nos impone mil sacrificios diarios; eso sin contar otraporcin de dificultades imprevistas y aadidas con frecuencia por el divino beneplcito a lascruces de antemano conocidas. La mayor dificultad, sin embargo, viene del pecado original,que nos deja llenos de orgullo y sensualidad e infestados de la triple concupiscencia: lahumillacin, la privacin, el dolor, aun los ms imprescindibles, nos repugnan; el placer lcito oilcito, la gloria y los falsos bienes nos fascinan; el demonio, el mundo, los objetos creados, losacontecimientos, todo conspira a despertar en nosotros estos gustos y estas repugnancias. Sonharto numerosos los motivos por los cuales corremos frecuentes riesgos de rechazar la14 15. voluntad divina, e incluso de no verla.Quin nos abrir los ojos del espritu? Quin desembarazar nuestra voluntad de tantosestorbos si no es la mortificacin cristiana en todas sus formas? De ella hemos menester nopequea dosis para asegurar la simple resignacin; y el no tenerla as es causa de que hayatantos rebeldes, quejumbrosos, descontentos, tan pocos enteramente sumisos y por lo mismotantsimos desgraciados, y tan poquitas almas de verdad felices. Y, sin embargo, an se precisamucho ms para hacer posible el abandono, por lo menos el abandono habitual. Podrelevarse hacia Dios la voluntad ligada a la tierra por el cable del pecado, o por los lazos de milaficioncillas? Se pondr en manos de Dios, como un nio en los brazos de su madre,dispuesta a todas sus determinaciones, aun las ms mortificantes, si no ha adquirido la firmezaque da el espritu de sacrificio, si no ha disciplinado las pasiones, si no se ha vuelto indiferentea todo lo que no es Dios y su voluntad santsima? La voluntad humana debe, pues, ante todoacostumbrarse y disponerse (cosa que generalmente no conseguir sin paciencia y prolongadotrabajo) a sentir privaciones y soportar quebrantos, a no hacer caso del placer ni del dolor; enuna palabra, debe aprender lo que los santos llamaban perfecto desasimiento y santaindiferencia.Por lo menos necesitar la indiferencia de apreciacin y de voluntad. Una vez as dispuesta yhondamente convencida de que Dios lo es todo, y que las criaturas nada son o nada significan,ya nada querr ver ni desear en las cosas temporales, sino slo a Dios, a quien ama y por quienanhela, y a su santsima voluntad, gua nico que la podr conducir a su propio fin. Ojal hayaadquirido tambin en gran cantidad la indiferencia de gusto, de suerte que el mundo y suspasatiempos, los bienes y honores de ac abajo, todo cuanto pueda alejarla de Dios le inspiredisgusto, todo cuanto la lleve a Dios, aunque sea el padecimiento, le agrade, cual acontece a lasalmas que tienen hambre y sed de Dios! Cun facilitada encontrara as el alma la prctica delSanto Abandono!Esta indiferencia no es insensibilidad enfermiza, ni cobarde y perezosa apata, ni mucho menosel orgulloso desdn estoico que deca al dolor: T no eres sino una yana palabra. Es laenerga singular de una voluntad que, vivamente esclarecida por la razn y la fe desprendida detodas las cosas, duea por completo de s misma, en la plenitud de su libre albedro, ana todassus fuerzas para concentraras en Dios, y en su santsima voluntad: merceda esta apreciacin, ya de ninguna criatura se deja mover por atractiva o repulsiva que se lasuponga, fija siempre en conservarse pronta a cualquier acontecimiento, lo mismo a obrar quea estar parada, esperando que la Providencia declare su beneplcito.Un alma santamente indiferente se parece a una balanza en equilibrio, dispuesta a ladearse a laparte que quiera la voluntad divina; a una materia prima igualmente preparada para recibircualquiera forma o a una hoja de papel en blanco sobre la cual Dios puede escribir a su gusto.La comparan tambin a un licor que, no teniendo por si propio forma, adopta la del vaso quelo contiene. Ponedlo en diez vasos diferentes y lo veris tomar diez formas diferentes, ytomarlas as que es vertido en ellos. Esta alma es flexible y tratable, como una bola de cera enlas manos de Dios, para recibir igualmente todas las impresiones del eterno beneplcito ocomo un nio que an no dispone de voluntad, para querer ni amar cosa alguna, o, en fin,permanece en la presencia de Dios como una bestia de carga. Una bestia de carga jamsanda con preferencias ni distingos en el servicio de su dueo: 15 16. ni en cuanto al tiempo, ni en cuanto al lugar, ni en cuanto a la persona, ni en cuanto a la carga;os prestar servicio en la ciudad y en el campo, en las montaas y en los valles; la podisconducir a derecha e izquierda, e ir a donde quisiereis; a todas horas estar aparejada, por lamaana, a la tarde, de da, de noche; con la misma facilidad se dejar guiar de un nio que deun adulto, y tan holgada y contenta se mostrar acarreando estircol como tises, diamantes yrubes.Por lo mismo que el alma se halla as dispuesta, toda manifestacin de la voluntad divina,cualquiera que fuere, la encuentra libre y se la apropia como terreno que a nadie pertenece.Todo le parece igualmente bueno: ser mucho, ser poco, no ser nada; mandar, obedecer a ste yal de ms all; ser humillada, ser tenida en olvido; padecer necesidad o estar bien provista;disponer de mucho tiempo o estar abrumada de trabajo; estar sola o acompaada y en aquellacompaa que uno desea; contemplar extenso camino ante s o no ver sino lo preciso del suelopara poner el pie; sentir consuelos o sequedades y en tales sequedades ser tentada; disfrutar desalud o llevar una vida enfermiza, arrastrada y lnguida por tiempo indeterminado; estarimposibilitada y convertirse en carga molesta para la Comunidad a la que se haba venido aservir; vivir largo tiempo, morir pronto, morir ahora mismo; todo le agrada. Lo quiere todo porlo mismo que no quiere nada, y no quiere nada por lo mismo que lo quiere todo.2 El entregamiento completoLa santa indiferencia ha hecho posible el entregamiento completo de nosotros mismos en lasmanos de Dios. Aadamos ahora que esta entrega amorosa, confiada y filial es elementopositivo del abandono y su principio constitutivo. Para precisar bien su significado y extensin,se han de considerar dos momentos psicolgicos, segn que los hechos estn an por sucedero hayan sucedido.Antes de suceder, con previsin o sin ella, esa entrega es, segn la doctrina de San Francisco deSales, una simple y general espera, una disposicin filial para recibir cuanto quiera Diosenviar, con la dulce tranquilidad de un nio en los brazos de su madre. En tal estado,tendremos obligacin de adoptar prudentes providencias y el derecho a querer y elegir? Escosa que hemos de averiguar en los captulos siguientes. En todo caso, la actitud preferida deun alma indiferente a las cosas de aqu abajo, plenamente desconfiada de su propio parecer yamorosamente confiada en Dios solo, es, segn la doctrina del mismo santo Doctor, noentretenerse en desear y querer las cosas (cuya decisin se ha reservado Dios para s), sinodejarle que las quiera y las haga por nosotros conforme le agradare.Despus de suceder los hechos y cuando ya han declarado el beneplcito divino, esta simpleespera se convierte en consentimiento o aquiescencia. Desde el momento en que una cosa sele presenta as divinamente esclarecida y consagrada, el alma se entrega con celo y con pasinse adhiere a ella; porque el amor es el fondo de su estado y el secreto de su aparenteindiferencia, siendo su vida tan intensa precisamente porque abstrada de todo lo dems, en lse halla reconcentrada por completo. Por donde, siempre que la voluntad divina pide algo quea esta alma se refiera, y cuando todos la notaran de insensible y fra, la vemos conmoverse ensus mismas entraas. A semejanza de un nio dormido a quien no pudiera despertar su madresin que la tendiese sus bracitos, as sonre ella a todas las muestras del querer divino, que abrazacon piadosa ternura. Su docilidad es activa y su indiferencia amorosa. No es para Dios ms que 16 17. un si viviente. Cada suspiro que exhala y cada paso que da es un amn ardiente que va ajuntarse con aquel otro amn del cielo con el cual concuerda.San Francisco de Sales llama a este abandono el trnsito o muerte de la voluntad, en elsentido de que nuestra voluntad traspasa los lmites de su vida ordinaria para vivir toda en lavoluntad divina; cosa que ocurre cuando no sabe ni desea ya querer nada, si no es abandonarsesin reservas a la Providencia, mezclndose y anegndose de tal suerte en el beneplcito divinoque no aparezca ms por ninguna parte. Venturosa muerte, por la cual se eleva uno a superiorvida, como se eleva todas las maanas la claridad de las estrellas y se cambia con la luzesplendorosa del sol, al aparecer ste trayendo el da.Dos grados hay, segn el piadoso Doctor, en este traspaso de nuestra voluntad a la de Dios: enel primero el alma an presta atencin a los acontecimientos, pero bendice en ellos a laProvidencia. El autor de la Imitacin hcelo en estos trminos: Seor: est mi voluntad firmey recta contigo, y haz de m lo que te agradare... Si quieres que est en tinieblas, bendito seas, ysi quieres que est en luz, tambin seas bendito; si te dignares consolarme, bendito seas; y si mequieres atribular, tambin seas bendito para siempre. En el segundo grado, el alma ni siquierapresta atencin a los acontecimientos; y por ms que los sienta, aparta de ellos su coraznaplicndole a la dulzura y Bondad divinas, que bendice no ya en sus efectos ni en los sucesosque ordena, sino en s misma y en su propia excelencia... lo que sin duda constituye un ejerciciomucho ms eminente.Para mejor dar a entender y gustar la santa indiferencia o el amoroso abandono de nuestroquerer en las manos de Dios, el piadoso Obispo de Ginebra nos propone magnficos ejemplosy deliciossimas comparaciones. En la imposibilidad de citarlos aqu, rogamos a nuestroslectores que consulten el texto mismo. Propone como modelos a Santa Mara Magdalena, a lasuegra de San Pedro, a Margarita de Provenza, esposa de San Luis. Quin no conoce losaplogos tan ingeniosos y tan suaves de la estatua en su nicho, del msico que se queda sordoy de la hija del cirujano? Se leern y releern veinte veces con tanto gusto como edificacin. Elpiadoso autor muestra marcada preferencia por determinados smiles y comparaciones; y asdice: un criado en seguimiento de su seor no se dirige a ninguna parte por propia voluntad,sino por la de su amo; un viajero, embarcado en la nave de la divina Providencia, se deja moversegn el movimiento del barco, y no debe tener otro querer sino el de dejarse llevar por elquerer de Dios; el nio que an no dispone de su voluntad, deja a su madre el cuidado de ir,hacer y querer lo que creyere mejor para l. Ved sobre todo al dulcsimo Nio Jess en losbrazos de la Santsima Virgen, cmo su buena Madre anda por El y quiere por El; Jess la dejael cuidado de querer y andar por El, sin inquirir adonde va, ni si camina de prisa o despacio;bstale permanecer en los brazos de su dulcsima Madre.Una vez descrito el abandono en sus lneas ms generales, vamos a ver ahora en sendoscaptulos cmo no excluye ni la prudencia ni la oracin, ni los deseos, ni los esfuerzospersonales ni el sentimiento de las penas.6. ABANDONO Y PRUDENCIAPor perfectas que sean nuestra confianza en Dios y nuestra total entrega en manos de laProvidencia para cuanto sea de su agrado, jams quedaremos dispensados de seguir las reglasde la prudencia. La prctica de esta virtud, natural y sobrenatural, pertenece a la voluntad 17 18. significada: es ley estable y de todos los das. Dios quiere ayudarnos, pero a condicin de quehagamos lo que de nosotros depende: A Dios rogando y con el mazo dando, dice el refrn,obrar de otra manera es tentar a Dios y perturbar el orden por El establecido. A todos predicaNuestro Seor la confianza, pero a nadie autoriza la imprevisin y la pereza. No exige que loslirios hilen, ni que las aves cosechen; mas a los hombres nos ha dotado de inteligencia,previsin y libertad, y de ellas quiere que nos valgamos. Abandonarse a Dios sin reserva y sinponer cuanto estuviere de nuestra parte sera descuido y negligencia culpables. Mejorcalificacin merece la piedad de David, el cual, aunque espera resignado cuanto Dios tuviere abien disponer respecto de su reino y de su persona durante el levantamiento de Absaln, nopor eso deja de dar inmediatamente a las tropas y a sus consejeros y principales confidentes lasrdenes necesarias para procurarse un lugar retirado y seguro, y para restablecer su posicinpoltica. Dios lo quiere..., as hablaba Bossuet a los quietistas de su tiempo, que so pretextode dejar obrar a Dios, echaban a un lado la previsin y solicitud moderadas. Y aade: Ved ahen qu consiste, segn la doctrina apostlica, el abandono del cristiano, el cual bien a las clarasse ve que presupone dos fundamentos: primero, creer que Dios cuida de nosotros; y segundo,convencerse de que no son menos necesarias la accin y la previsin personales; lo dems seriatentar a Dios.Porque si hay sucesos que escapan a nuestra previsin y que dependen nicamente delbeneplcito divino, como lo son respecto a nosotros las calamidades pblicas o los casos defuerza mayor, hay otros en que la prudencia tiene que desempear un papel importante, yapara prevenir eventualidades molestas, ya para atenuar sus consecuencias, ya tambin parasacar siempre de ellos nuestro provecho espiritual. Citemos slo algunos ejemplos. Conabsoluta confianza debemos creer que Dios no ha de permitir seamos tentados por encima denuestras fuerzas, fiel como es a sus promesas; mas esto a condicin de que quien piensa queest firme, mire no caiga, y de que cada uno vele y ore para no caer en la tentacin. En lasconsolaciones y sequedades, en las luces y oscuridades, en la calma y tempestad, en medio deestas u otras vicisitudes que agitan la vida espiritual, habremos de comenzar por suprimir, si deello hubiere necesidad, la negligencia, la disipacin, los apegos, cuantas causas voluntarias seopongan a la gracia; procurando al mismo tiempo permanecer constantes en nuestro deber encontra de tantas variaciones. Slo as tendremos derecho de abandonarnos con amor yconfianza al beneplcito divino.Lo propio debern hacer las personas que desempeen cargos cuando pasen por alternativasde acierto y de fracaso; las cuales, ora se les ponga el cielo claro y sereno, ora encapotado,siempre tendrn el deber y habrn de sentir la necesidad de confiarse a la divina Providencia;empero no conviene que el superior, so pretexto de vivir abandonado a Dios y de reposar ensu seno, descuide las enseanzas propias de su cargo, y deje de cumplir sus obligaciones. Y lomismo en lo concerniente a lo temporal; sea cual fuere el abandono en Dios, es de necesidadque uno siembre y coseche y que otro confeccione los vestidos, que ste prepare la comida yas en todo lo dems. Otro tanto ha de decirse en cuanto a la salud y la enfermedad. Nadietiene derecho a comprometer su vida por culpables imprudencias, debiendo cada cual tener uncuidado razonable de su salud; y si es del agrado de Dios que uno caiga enfermo, quiere Elpor voluntad declarada que se empleen los remedios convenientes para la curacin; un seglarllamar al mdico y adoptar los remedios comunes y ordinarios; un religioso hablar con lossuperiores y se atendr a lo que stos dispusieren. As han obrado siempre los santos, y si aveces los vemos abandonar las vas de la prudencia ordinaria, hacanlo para conducirse porprincipios de una prudencia superior.18 19. El abandono no dispensa, pues, de la prudencia, pero destierra la inquietud. Nuestro Seorcondena con insistencia la solicitud exagerada, en lo que se refiere al alimento, a la bebida, alvestido, porque, cmo podr el Padre celestial desamparar a sus hijos de la tierra, cuandoproporciona la racin ordinaria a las avecillas del cielo que no siembran, ni siegan, ni tienengraneros, y cuando a los lirios del campo, que no tejen ni hilan, los viste con galas queenvidiara el rey Salomn? San Pedro nos invita tambin a depositar en Dios todos nuestroscuidados, todas nuestras preocupaciones porque el Seor vela por nosotros. Habalo ya dichoel Salmista: Arroja en el seno de Dios todas tus necesidades y El te sostendr: no dejar aljusto en agitacin perpetua.En parecidos trminos se expresa San Francisco de Sales hablando de la prudencia unida alabandono; quiere el santo que ante todo cumplamos la voluntad significada; que guardemosnuestros votos, nuestras Reglas, la obediencia a los superiores, pues no hay camino ms seguropara nosotros; que asimismo hagamos la voluntad de Dios declarada en la enfermedad, en lasconsolaciones, en las sequedades y en otros sucesos semejantes; en una palabra, que pongamostodo el cuidado que Dios quiere en nuestra perfeccin. Hecho esto, el santo pide quedesechemos todo cuidado superfluo e inquieto que de ordinario tenemos acerca de nosotrosmismos y de nuestra perfeccin aplicndonos sencillamente a nuestra labor y abandonndonossin reserva en manos de la divina Bondad, por lo que mira a las cosas temporales, pero sobretodo en lo que se refiere a nuestra vida espiritual y a nuestra perfeccin. Porque estasinquietudes provienen de deseos que el amor propio nos sugiere y del cario que en nosotros ypara nosotros nos tenemos.Esta unin moderada de la prudencia con el abandono es doctrina constante en el SantoDoctor. Cierto que en alguna parte al alma de veras confiada la invita a embarcarse en el marde la divina Providencia sin provisiones, ni remos, ni virador, sin velas, sin ninguna suerte deprovisiones no cuidndose de cosa alguna, ni aun del propio cuerpo o de la propia alma..,pues Nuestro Seor mirar suficientemente por quien se entreg del todo en sus manos. Masel piadoso Doctor estaba hablando de la huida a Egipto, es decir, de uno de esos trances enque siendo imposible al hombre prever ni proveerse, no le queda ms remedio que entregarse yconfiarse de todo en todo a la divina Providencia.7. LOS DESEOS Y PETICIONES EN EL ABANDONONo hablamos aqu de los gustos y repugnancias comoquiera, sino de los deseosvoluntariamente formados y adrede proseguidos, de esos deseos que se convierten enresoluciones, en peticiones y esfuerzos. Son compatibles o no con el Santo Abandono?Que lo sean con la simple resignacin, nadie lo duda, pues aunque la resignacin -dice SanFrancisco de Sales- prefiere la voluntad de Dios a todas las cosas, mas no por eso deja de amarotras muchas adems de la voluntad de Dios; y aduciendo el ejemplo de un moribundo,aade: Preferira vivir en lugar de morir, pero en vista de que el beneplcito de Dios es quemuera..., acepta de buena gana la muerte por ms que continuara viviendo an con mayorgusto. Sucede lo propio con la perfecta indiferencia y el santo abandono? Es ir contra laperfeccin del abandono desear y pedir que tal o cual acontecimiento feliz se realice y perdure,que tal prueba espiritual o temporal no se presente o acabe?En general, y salvo posibles excepciones, se pueden formar deseos y peticiones de este gnero,pero no hay obligacin.19 20. Hay derecho de hacerlo. Pues Molinos fue condenado por haber sostenido la proposicinsiguiente: No conviene que quien se ha resignado a la voluntad de Dios le haga ningunasplica; porque, siendo sta un acto de voluntad y eleccin propias, y pretendindose con ellasque la voluntad divina se amolde a la nuestra, vendra a resultar una verdadera imperfeccin.Las palabras evanglicas "pedid y recibiris no las dijo Jesucristo para las almas interiores queno quieren poseer voluntad propia. Es ms, estas almas llegan a no poder dirigir a Dios unapeticin.No temis, pues -dice el Padre Baltasar lvarez-, desear y pedir la salud, si estis decididos aemplearla puramente en servicio de Dios: tal deseo, en vez de ofenderle, le agradar. En apoyode mi aserto puedo citar su propio testimonio: Mi amor a las almas es tan grande, deca El aSanta Gertrudis, que me fuerza a secundar los deseos de los justos, siempre que estninspirados en un celo puro y humanamente desinteresado. Hay enfermos que desean de verasla salud para servirme mejor?, que me la pidan con toda confianza. Ms an: si la desean paramerecer mayor galardn, me dejar doblegar, pues les amo hasta el extremo de asemejar susintereses a los mos.En idntico sentido se expresa San Alfonso: Cuando las enfermedades nos aflijan con toda suagudeza, no ser falta darlas a conocer a nuestros amigos, ni aun pedir al Seor que nos librede ellas. No hablo sino de los grandes padecimientos. La misma doctrina ensea a propsitode las arideces y de las tentaciones, apoyndola en dos ejemplos entre todos memorables; elprimero es el del Apstol, el cual, abofeteado por Satans, no crea faltar al perfecto abandono,rogando por tres veces al Seor que apartase de l el espritu impuro; mas en habindole Diosrespondido Bstate mi gracia, San Pablo acepta humildemente la necesidad de combatir, yyendo ms lejos, se complace en su debilidad, porque en la afliccin es cuando se siente fuerte,merced a la virtud de Cristo.El segundo ejemplo es an ms augusto, y ofrece una prueba sin rplica. El mismo Jesucristoen el momento de su Pasin, descubri a sus apstoles la extrema afliccin de su alma, y roghasta tres veces a su Padre le librase de ella. Mas este divino Salvador nos ense al propiotiempo con su ejemplo lo que hemos de hacer despus de semejantes peticiones: resignarnosinmediatamente a la voluntad de Dios, aadiendo con El: Pero no se haga lo que yo quiero,sino lo que Vos queris.Intil es aadir nada para dar a entender lo que no es permitido en parecidas circunstancias.San Francisco de Sales seala, sin embargo, una excepcin: Si el beneplcito divino nos fueradeclarado antes de su realizacin como lo fue a San Pedro el gnero de su muerte, a San Pablolas cadenas y la crcel, a Jeremas la destruccin de su amada Jerusaln, a David la muerte de suhijo; en tal caso deberamos unir al instante nuestra voluntad a la de Dios. Esto en lasuposicin de que el beneplcito divino aparezca absoluto e irrevocable; de no ser as,conservamos el derecho de formular deseos y peticiones.Pero, por lo general, no estamos obligados a ello, pues los sucesos de que se trata dependen delbeneplcito de Dios, a quien toca decidir, no a nosotros. Y una vez que se haya hecho cuantola prudencia exige, por qu no nos ser permitido decir a nuestro Padre celestial: Vos sabiscunto anso crecer en virtud y amaros cada vez ms? Qu me conviene para conseguirlo? Lasalud o la enfermedad, las consolaciones o la aridez, la paz o la guerra, los empleos o la totalcarencia de ellos? Yo no lo s, pero Vos lo sabis perfectamente. Ya que permits que expongamis deseos, yo prefiero confiarme a Vos, que sois la misma Sabidura y Bondad; haced de m lo20 21. que os plazca. Otorgadme tan slo la gracia de someterme con entera voluntad a cuantodecidiereis. Parcenos que ningn deseo, ninguna peticin puede testimoniar mayor confianzaen Dios que esta actitud, ni mostrar ms abnegacin, obediencia y generosidad de nuestraparte.Tal es el sentir de San Alfonso. Establece el santo tres grados en la buena intencin: 1Pudese proponer la consecucin de bienes temporales, por ejemplo, mandando celebrar unamisa o ayunando para que cese tal enfermedad, tal calumnia, tal contrariedad temporal. Estaintencin es buena, supuesta la resignacin, pero es la menos perfecta de las tres, porque suobjeto no se levanta de lo terreno. 2 Pudese proponer la satisfaccin a la justicia divina oconseguir bienes espirituales: como virtudes, mritos, aumento de gloria en el cielo. Estasegunda intencin vale ms que la primera. 3 Pudese no desear sino el beneplcito de Dios,el cumplimiento de la divina voluntad. He aqu la ms perfecta de las tres intenciones y la msmeritoria. Cuando estamos enfermos, dice en otra parte, lo mejor es no pedir enfermedad nisalud, sino abandonarnos a la voluntad de Dios, para que El disponga de nosotros como leplazca. San Francisco de Sales es an ms claro y explcito. Nos ensea a inclinarnos siemprehacia donde ms se distinga la voluntad de Dios y a no tener ms deseos que ste. Aunque elSalvador de nuestras almas y el glorioso San Juan, su Precursor, gozasen de propia voluntadpara querer y no querer las cosas, sin embargo, en lo exterior dejaron a sus madres al cuidadode querer hacer por ellos lo que era de necesidad. Nos exhorta a hacernos plegables ymanejables al beneplcito divino como si furamos de cera, no entretenindonos en querer yen desear las cosas; antes dejando que Dios las quiera y haga como le agradare. Proponedespus por modelo a la hija de un cirujano que deca a su amiga: Estoy padeciendomuchsimo y, sin embargo, ningn remedio se me ocurre, pues no s cul sea el ms acertado,y pudiera suceder que deseando una cosa me fuera necesaria otra. No ser mejor descargartodo este cuidado en mi padre que sabe, puede y quiere por mi cuanto requiere la cura?Esperar a que l quiera lo que juzgare conveniente y no me aplicar sino a mirarle, a darle aconocer mi amor filial e ilimitada confianza. No testimoni esta hija un amor ms firme haciasu padre que si hubiera andado pidindole remedios para su dolencia o que se hubieraentretenido en mirar cmo le abra las venas y corra la sangre?Quin no conoce la clebre mxima: Nada desear, nada pedir, nada rehusar? San Franciscode Sales, cuya es la frmula, declara expresamente que ella no se refiere a la prctica de lasvirtudes; y personalmente la aplica con especial insistencia a los cargos y empleos de laComunidad, sin dejar de proponerla tambin para el tiempo de enfermedad, de consolacin, deafliccin, de contrariedad, en una palabra, para todas las cosas de la tierra y todas lasdisposiciones de la Providencia, sea por lo que mira al exterior, sea por lo que respecta alinterior. Siente un extremado deseo de grabarla en las almas, por considerarla de excepcionalimportancia.Preguntaron al Santo Doctor si no poda uno desear los empleos humildes movidos por lagenerosidad. No, respondi el Santo; por causa de humildad. Hijas mas, este deseo noimplica nada de malo, sin embargo, es muy sospechoso y pudiera ser un pensamientopuramente humano. En efecto, qu sabis vosotras si habiendo anhelado estos empleos bajos,tendris el valor de aceptar las humillaciones, las abyecciones y las amarguras con que habis detopar en ellos y si lo tendris siempre? Hay que considerar, por tanto, el deseo de cualquiergnero de cargos, bajos u honrosos, como una verdadera tentacin; y lo mejor ser no desearnunca nada, sino vivir siempre dispuesto a hacer cuanto de nosotros exigiere la obediencia.21 22. En resumen, para cuanto se refiere al beneplcito de Dios, en tanto su voluntad no parezcaabsoluta e irrevocable, podemos formular deseos y peticiones, por ms que a ello no estemosobligados, y an es ms perfecto entregarse en todo esto a la Providencia. Existen, sinembargo, casos en que sera obligatorio solicitar el fin de una prueba, por ejemplo, si para ellose recibe la orden del superior. Si viera uno que desmaya por falta de fuerzas y de nimos,bastarale orar en esta forma: Dios mo, dignaos de aliviar la carga o aumentar mis fuerzas;alejad la tentacin o concededme la gracia de vencerla.En cuanto al tenor de estas oraciones, se pedirn de un modo absoluto los bienes espiritualesabsolutamente necesarios; los que no constituyen sino un medio de tantos hanse de pedir acondicin de que tal sea el divino beneplcito, haciendo con mayor razn la misma salvedadcon respecto a los bienes temporales. Lo que es preciso desear sobre todo es santificar laprosperidad y la adversidad, buscando el reino de Dios y su justicia: lo restante nos ser dadopor aadidura. A los que invierten este orden y buscan principalmente el fin de las pruebas, elPadre de la Colombire dirige el siguiente prrafo eminentemente sobrenatural: Mucho metemo que estis orando y haciendo orar en vano. Lo mejor hubiera sido mandar decir esasmisas y hacer voto de estos ayunos en orden a alcanzar de Dios una radical enmienda, lapaciencia, el desprecio del mundo, el desasimiento de las criaturas. Cumplido esto, hubieraispodido hacer peticiones para la recuperacin de vuestra salud y prosperidad de vuestrosnegocios; Dios las hubiera odo con gusto o ms bien las hubiera prevenido, bastndoleconocer vuestros deseos para satisfacerlos.Esta doctrina es conforme a la prctica de las almas santas, pues si a veces piden el fin de unaprueba, ms frecuentemente es verlas inclinadas hacia el deseo del padecimiento al cual seofrecen cuando slo escuchan la voz de su generosidad; mas cuando la humildad les habla conmayor elocuencia que el espritu de sacrificio, entonces ya no piden nada y se remiten a loscuidados de la Providencia. Finalmente, lo que domina y prevalece en estas almas es el amor deDios junto con la obediencia y el abandono a todas sus determinaciones.As vemos que Santa Teresa del Nio Jess, despus de haber estado llamando largo tiempo aldolor y a la muerte como mensajeros de gozo, llega un da en que, a pesar de apreciarlos, ya nolos desea; porque slo necesita amor, y nicamente se aficiona a la vida de la infanciaespiritual, al camino de la confianza y del total abandono. Mi Esposo, dice, me concede a cadainstante lo que puedo soportar, nada ms; y si al poco rato aumenta mi padecer, tambinacrecienta mis fuerzas. Sin embargo, jams pedira yo sufrimientos mayores; que soy hartopequeita. No deseo ms vivir que morir; de manera que si el Seor me diese a escoger, nadaescogera; slo quiero lo que El quiere; slo me gusta lo que El hace.Otra alma generosa tampoco peda a Dios la librara de sus penas; pedale, s, la gracia de noofenderle, de crecer en su amor, de llegar a ser ms pura. Dios mo, queris que yo sufra? Seaenhorabuena, yo quiero sufrir. Queris que sufra mucho?, quiero sufrir mucho. Queris quesufra sin consuelo?, pues quiero sufrir sin consuelo. Todas las cruces de vuestra eleccin losern de la ma. Empero, si yo os he de ofender, os lo suplico, sacadme de este estado; si yo oshe de glorificar, dejadme sufrir todo el tiempo que os plaza.Gemma Galgani tena una sed asombrosa de inmolacin. Y a pesar de todo, aunque en mediode un diluvio de males y persecuciones, se port con tanto herosmo, implora una pequeatregua, quejndose amorosamente en medio de sus penas interiores: Decidme, Madre ma,adnde se ha ido Jess; Dios mo, no tengo sino a Vos y Vos os escondis. Pero llega a decir22 23. con un perfecto abandono: Si os agrada martirizarme con la privacin de vuestra amablepresencia, me es igual siempre que os tenga contento.8. LOS ESFUERZOS EN EL ABANDONOFuera craso error prctico considerar el abandono como una virtud puramente pasiva y creerque el alma no ha de hacer otra cosa que echarse a dormir en los brazos divinos que la llevan.Sera olvidar este principio de Len XIII, no existe ni puede existir virtud puramente pasiva.Adems de que implicara un falso concepto del divino beneplcito.Como toma una madre a su pequeito y despus de colocarlo donde quiere, ste se ve puestoall sin haber hecho de su parte ms que dejarse manejar; as pudiera seguramente haberse Dioscon nosotros; podra levantarnos al grado de virtud que le agradase, enmendar sbitamente unvicio obstinado y rebelde, preservarnos para siempre de ciertas tentaciones, etc.; y a las veces lohace; pues al fin esas elevaciones sbitas y esas transformaciones repentinas no son cosas queexcedan su poder. Sin embargo, continuarn siendo la excepcin, por cuanto desordenaran sussabios planes si fueran demasiado frecuentes. Bien est que a un nio haya que traerle enbrazos, porque no puede andar; empero Dios nos ha dotado del libre albedro y no quieresantificarnos sin nosotros. Por lo que de tal suerte templar su accin que nuestros progresossean justamente obra de su gracia y de nuestra libre cooperacin. Segn esto, en los sucesosque declaran el divino beneplcito, la intervencin de Dios se limitar de ordinario a tomarnosde su mano soberana y a colocarnos en la situacin que El mismo nos haya deparado, sinconsultar para nada nuestras pretensiones y gustos y aun contrarindolos no pocas veces; nospondr en la salud o en la enfermedad, en consuelos o en penas interiores, en la paz o en elcombate, en la calma o en la agitacin, etc. Veces habr en que para dicha o desdicha nuestranosotros mismos nos hemos ido preparando estos estados, y muchsimas otras ninguna partetendremos en ello; mas como quiera que fuere, lo cierto es que Dios es quien dispone denosotros y que por lo mismo, una vez puestos en tales situaciones, habr que cumplir connuestro deber contando con la gracia de Dios; deber, por cierto, bien complejo.Para hacer posible el abandono, ha debido el alma establecerse con antelacin en la santaindiferencia; le queda persistir en ella mediante la prctica ardua de la mortificacin cristiana,que es trabajo de toda la vida.Antes de los sucesos el alma se pone en manos de Dios por una simple y general expectacin,sin que excluya la prudencia; por esta causa, cunto hay que hacer, por ejemplo, en la direccinde una casa; en el desempeo de un cargo para evitar sorpresas y desengaos; en el gobiernode nuestra alma para prevenir las faltas, la tentacin, las arideces! Todas estas providenciaspertenecen a la voluntad de Dios significada y no se deben omitir so pretexto de abandono,pues no podemos dejar a Dios el cuidado de hacer lo que nos ha ordenado cumplir pornosotros mismos.Durante los sucesos es necesario ante todo someterse. En el Santo Abandono llmase estaadhesin confiada y filial y amorosa al beneplcito de Dios. Quiz haya que luchar un tantopara elevarse a esta altura y mantenerse en ella; mas, aun cuando la sumisin fuese tan pronta yfcil como plena y afectuosa, y por sencillamente que nuestra voluntad se someta a la de Dios,siempre hay en esto un acto o disposicin voluntaria. En el Santo Abandono la caridad es la23 24. que est en ejercicio y la que pone en juego otras virtudes. Y as dice Bossuet: Es una mezcla yun compuesto de actos de fe perfectsima, de esperanza entera y confiada, de amor pursimo yfidelsimo. Si aun despus de someterse a la decisin final, se juzga oportuno pedir a Diosdesde el principio que aleje este cliz, como hay derecho a hacerlo, esto constituye de la mismamanera un acto o una serie de actos.Despus de los sucesos se pueden temer consecuencias desagradables para los dems o paranosotros mismos en lo temporal o en lo espiritual, como sucede en las calamidades pblicas,en la persecucin, en la ruina de la fortuna, en las calumnias, etc. Si est en nuestra manoapartar estas eventualidades o atenuaras, haremos lo que de nosotros dependa, sin aguardaruna accin directa de la Providencia, porque Dios habitualmente se reserva obrar por estascausas segundas, y puede ser que precisamente cuente con nosotros en esta circunstancia, loque con frecuencia nos impondr deberes que cumplir.Despus de los sucesos, por ser manifestaciones del beneplcito divino, hay que hacer brotartambin de ellos los frutos que Dios mismo espera para su gloria y para bien nuestro: siacontecimientos felices, el agradecimiento, la confianza, el amor; si desgraciados, la penitencia,la paciencia, la abnegacin, la humildad, etc.; cualquiera que sea el resultado, unacrecentamiento en la vida de la gracia, y por consiguiente un aumento de la gloria eterna.La voluntad de Dios significada no pierde por esto sus derechos, y salvo las excepciones ylegtimas dispensas, es necesario continuar guardndola; los deberes que ella nos imponeforman la trama de nuestra vida espiritual, el fondo sobre el que el santo abandono viene aaplicar la riqueza y variedad de sus bordados. Adems esta amorosa y filial conformidad noimpide la iniciativa para la prctica de las virtudes: las Reglas y la Providencia le ofrecen desuyo cada da mil ocasiones; y, quin nos impide provocar otras muchas, sobre todo ennuestro trato ntimo con Dios? A la verdad que no somos sobradamente ricos para desdeareste medio de subir de virtud en virtud: el salario de nuestra tarea ordinaria, por opulento quese le suponga, no debe hacernos despreciar el magnfico acrecentamiento de beneficios quepuede merecernos dicha actitud.Henos as bien lejos de una pura pasividad, en que Dios lo hara todo y el alma se limitara arecibir. En otra parte diremos que esta pasividad se encuentra en diverso grado en las vasmsticas, en cuyo caso es preciso secundar la accin divina y guardarse de ir en contra. Peroaun en estos caminos msticos la mera pasividad es excepcin muy rara. Por poco que se hayaentendido la economa del plan divino y por poca experiencia que se tenga de las almas, se hade convenir en que el abandono no es una espera ociosa, ni un olvido de la prudencia, ni unaperezosa inercia. El alma conserva en l plena actividad para cuanto se refiere a la voluntad deDios significada; y en cuanto a los acontecimientos que dependen del divino beneplcito, prevtodo cuanto puede prever, hace cuanto de ella depende. Mas, en los cuidados que ella toma,confrmase con la voluntad de Dios, se adapta a los movimientos de la gracia, obra bajo ladependencia y sumisin a la Providencia. Siendo Dios dueo de conceder el xito o derehusarlo, el alma acepta previa y amorosamente cuanto El decida, y por lo mismo se mantienegozosa y tranquila antes y despus del suceso. Fuera, pues, la indolente pasividad de losquietistas, que desdea los esfuerzos metdicos, aminora el espritu de iniciativa y debilita lasanta energa del alma.Los quietistas pretenden apoyarse en San Francisco de Sales, pero falsamente. Preciso fuerapara eso, entrecortar ac y all en los escritos del piadoso Doctor palabras y frases, aislarlas del 24 25. contexto y alterar su sentido.No podemos citarlo ntegramente. Nos compara a la Santsima Virgen, dirigindose al templounas veces en los brazos de sus padres, otras andando por sus propios pies: As -dice-, ladivina bondad quiere conducirnos por nuestro camino, pero quiere que tambin nosotrosdemos nuestros pasos, es decir, que hagamos de nuestra parte lo que podamos con su gracia.Como rompe a andar un nio cuando su madre le pone en el suelo para que camine, y se dejallevar cuando lo quiere traer en sus brazos, no de otra manera el alma que ama el divinobeneplcito se deja llevar y, sin embargo, camina haciendo con mucho cuidado cuanto serefiere a la voluntad de Dios significada. Este hombre tan lleno del santo abandono escriba aSanta Juana de Chantal, que no lo estaba menos: Nuestra Seora no ama sino los lugaresahondados por la humildad, ennoblecidos por la simplicidad, dilatados por la caridad; estsemuy a gusto al pie del pesebre y de la cruz... Caminemos por estos hondos valles de lashumildes y pequeas virtudes; all veremos la caridad que brilla entre los afectos, entre los liriosde la pureza y entre las violetas de la mortificacin. De m s decir que amo sobre manera estastres virtudes: la dulzura de corazn, la pobreza del espritu, la sencillez de la vida... No estamosen este mundo sino para recibir y llevar al dulce Jess, en la lengua, anuncindolo al mundo; enlos brazos, practicando buenas obras; sobre las espaldas, soportando su yugo, sus sequedades,sus esterilidades. Es ste el lenguaje de una indolente pasividad? No es ms bien la plenaactividad espiritual?Yo -deca Santa Teresa del Nio Jess- deseara un ascensor que me elevase hasta Jess; puessoy muy pequeita para trepar por la ruda escalera de la perfeccin. El ascensor que ha delevantarme hasta el cielo son vuestros brazos, oh Jess! Mas no se apresuren los quietistas a celebrar su triunfo. Expresin es sta de amor, deconfianza y sobre todo de humildad, pues la santa no se propone en manera algunapermanecer en una indolente pasividad, hasta que el Seor venga a tomarla y conducirla en susbrazos; antes bien, trabaja con una grande actividad. Por eso -aade- no tengo yo necesidadde crecer, es necesario que permanezca y me haga cada vez ms pequea. Y de hecho ella selabrar con la gracia una humildad que se desconoce en medio de los dones, una obediencia denio, un abandono maravilloso en medio de las pruebas, la caridad de un ngel de paz y comoremate de todo, un amor incomparable para Dios, pero un amor que sabe sacar partido detodo, un amor que, creyendo por su humildad no poder hacer nada grande, no quiere dejarescapar ningn sacrificio, ninguna mirada, ninguna palabra, y quiere aprovecharse de lasmenores acciones y hacerlas por amor padecer por amor y hasta alegrarse por amor.Habr necesidad de aadir que todas las almas verdaderamente santas, en vez de esperar queDios las lleve y cargue con ellas y con su tarea, se dan mil maas para aumentar su actividadespiritual y sacar de todos los acontecimientos su propia ganancia? Ejemplo palpable yevidente de esto lo tenemos en la vida de Sor Isabel de la Trinidad.9. LA SENSACIN DEL SUFRIMIEN