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1 EL ROL DE LAS REDES SOCIALES EN LA PARTICIPACION POLITICA DE LOS JOVENES EN URUGUAY IV Congreso Uruguayo de Ciencia Política Montevideo, 14 al 16 de noviembre de 2012

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1

EL ROL DE LAS REDES SOCIALES

EN LA PARTICIPACION POLITICA

DE LOS JOVENES EN URUGUAY

IV Congreso Uruguayo de Ciencia Política

Montevideo, 14 al 16 de noviembre de 2012

2

INDICE

I. ABSTRACT 3

II. CONTEXTO DEL PROBLEMA 3

III. METODOLOGIA 9

IV. RESULTADOS 11

A. Involucramiento político 11

B. Valores políticos 14

C. Actitudes y opiniones hacia los partidos 17

D. Participación política 21

V. CONCLUSIONES 24

VI. BIBLIOGRAFIA 28

3

I. ABSTRACT

Este artículo tiene como objetivo describir algunas de las principales actitudes

políticas de los jóvenes uruguayos, y reflexionar sobre las principales

implicancias que estas características pueden tener en la comunicación política

y en la construcción de campañas electorales, con un énfasis particular en el

rol que juegan las redes sociales en este proceso.

El trabajo se nutre de resultados preliminares de una investigación en proceso

sobre “Participación política de los jóvenes en el Uruguay”1, que incluye

relevamiento de información primaria a través de encuestas de opinión y

entrevistas en profundidad. El avance que se presenta aquí tiene un carácter

exploratorio y básicamente descriptivo.

II. CONTEXTO DEL PROBLEMA

En América Latina la política, y las formas de hacer política, están cambiando

profundamente.

Una de las dimensiones de este cambio tiene que ver con el proceso de

consolidación democrática en la región, que ya lleva un cuarto de siglo

ininterrumpido (mucho para una región fuertemente convulsionada y con

grandes oscilaciones democrático-autoritarias durante la mayor parte del Siglo

XX).

El arraigo de la democracia en la región tiene que ver con construcciones

institucionales que lucen razonablemente sólidas (o en proceso de

solidificación) en la mayoría de los países del continente. Pero

fundamentalmente tiene que ver con rasgos culturales. Sin la expansión y

consolidación de una cultura política democrática, la construcción institucional

resultaría obviamente débil.

En este punto los países latinoamericanos presentan una gran heterogeneidad

de punto de partida. Las “historias democráticas” del continente han sido muy

1 La investigación se desarrolla en en el ámbito del Departamento de Ciencia Política y Opinión Pública

de la Universidad Católica del Uruguay con el apoyo de la Fundación Konrad Adenauer

4

diversas. Hay países, como Uruguay, Chile o Costa Rica, que tienen una

trayectoria que ha permitido que los valores democráticos estén fuertemente

extendidos en el entramado social. Hay otros en los cuales la democracia tiene

una construcción formal, pero la mayor parte de los ciudadanos han vivido

buena parte del tiempo bajo regímenes autoritarios, y para los cuales este

“juego de la democracia” es una aventura relativamente reciente.

Sin embargo, más allá de la heterogeneidad de las historias y trayectorias del

Siglo XX, hay un punto de partida que puede considerarse común mirando

hacia el futuro. En todos los países del continente existe hoy una generación

que ha sido socializada en democracia, en un contexto de mayores libertades

políticas, y en general en contextos de crecimiento económico. Esta es una

homogeneidad actual que no se había registrado durante todo el Siglo XX.

La interrogante que está por detrás de este asunto es cuáles son los efectos de

la socialización política “en democracia” sobre la construcción de valores

políticos. ¿En qué medida esta nueva generación está desarrollando valores y

rasgos de cultura política que puedan considerarse reforzadores de los

avances democráticos? ¿Y cuáles son las principales amenazas?

De acuerdo a una de las teorías más extendidas sobre socialización política

(Inglehart, 1997), el proceso de formación de valores se explica por dos

hipótesis básicas: la hipótesis de la escasez (la tendencia a desarrollar valores

orientados a las cosas que son escasas en el entorno), y la hipótesis de

socialización (la tendencia a que los valores desarrollados en un contexto

determinado, tiendan a permanecer a lo largo del tiempo, incluso un buen

tiempo después de que operen cambios en el contexto original).

Estas hipótesis son las que explican el proceso de cambio intergeneracional de

valores. Si efectivamente los valores tienden a permanecer en el tiempo,

entonces analizando las estructuras de valores de las nuevas generaciones se

podrá tener un proxy razonablemente bueno del sentido en el que se puede

mover la estructura de valores del conjunto de la sociedad en el futuro (o al

menos del sentido y la intensidad en el que contribuye el cambio

intergeneracional al conjunto).

5

De aquí se deriva la relevancia que tiene para América Latina comenzar a

interpretar cuáles son los valores y las actitudes hacia la política desarrollados

por esta nueva generación de jóvenes. Y desde el punto de vista de las

prácticas políticas, es relevante comprender estos procesos para poder

intervenir adecuadamente en ellos desde la comunicación, tanto en campañas

electorales como de gobierno.

Algunos trabajos recientes han estudiado el efecto del contexto de socialización

en algunos de los valores democráticos y han encontrado efectos positivos al

menos en la dimensión de tolerancia social (Catterberg y Zuasnabar, 2009).

Pero, desde una perspectiva más amplia, los resultados parecen ser más

ambiguos.

Este proceso de consolidación democrática de los últimos 25 años también ha

incluido un conjunto importante de contradicciones. En varios países se han

detectado proceso de “desilusión democrática”, no sólo con la democracia

como forma de gobierno sino fundamentalmente con sus resultados

económicos.

Y también, estos años de vida democrática han registrado fuertes amenazas

para algunos de los principales agentes políticos como los propios partidos. En

algunos países del continente (Venezuela, Argentina) los sistemas de partidos

prácticamente implosionaron. En otros, se han enfrentado a problemas

importantes para representar intereses de electorados cambiantes.

Es que en el contexto del Siglo XXI, además de los cambios institucionales y

culturales ya mencionados, también han existido otras transformaciones que

afectan directamente las formas de hacer política, y que tienen que ver

fundamentalmente con el rol de los medios de comunicación y los cambios en

la comunicación política que se derivan de este fenómeno..

Uruguay ha mostrado en los últimos 25 años algunos rasgos distintivos en el

contexto latinoamericano en cuanto a la fortaleza de su cultura política y

valores democráticos. Los estudios comparados de opinión pública como el

Latinobarómetro o el LAPOP así lo han confirmado en todos sus estudios.

6

Sin embargo, el tema de la participación política de los jóvenes y, más

globalmente, las actitudes políticas de los jóvenes, está en el tapete. Por un

lado, se encuentra en Uruguay una actividad política “envejecida”, con espacios

relativamente limitados para los jóvenes. Esto no es un problema exclusivo de

la actividad política sino del conjunto de la sociedad (también se da por ejemplo

en el mundo empresarial), pero quizá en la actividad política la situación es

más notoria.

Por otro lado, existe una creciente desmovilización de la población joven, que

es visible en todos los partidos pero quizá mayormente en el Frente Amplio.

Este partido, el de mayor crecimiento en el Uruguay en los últimos 25 años y

actualmente en el gobierno, tiene una estructura de participación basada entre

otras cosas en centros barriales llamados “Comités de Base”, que en la

recuperación democrática (1984 en adelante) fueron núcleos centrales de la

movilización política, en buena medida juvenil. Actualmente sin embargo la

participación global en los Comités de Base ha disminuido significativamente, y

con la casi inexistencia de participación de jóvenes.

Paralelamente, a través de los nuevos medios de comunicación (SMS y redes

sociales), se han generado nuevas formas de comunicación y participación

política, mayoritariamente impulsada por jóvenes.

No es claro si existe una disminución global en la aproximación de los jóvenes

a la política, o si más bien se trata de un cambio de mecanismos de

participación e involucramiento, que se traslada desde los mecanismos

tradicionales de participación con mucha actividad presencial hacia nuevos

formatos que incluyen modalidades “a distancia” soportadas por los nuevos

medios de comunicación.

Todos los partidos políticos uruguayos, más allá del propio Frente Amplio, se

han mostrado particularmente preocupados en los últimos tiempos por buscar

formas de contemplar estas nuevas formas de participación de las nuevas

generaciones. Algunos han desarrollado mecanismos institucionales que

incluyen competencia electoral (elección de jóvenes del Partido Nacional); otros

lo hacen desde elementos más simbólicos que sustantivos. Pero en todos los

casos la preocupación por la participación juvenil está presente.

7

Es que el problema puede llegar a no ser menor. En países que también son

considerados democracias estables, como Chile, se ha registrado en los

últimos años un fuerte distanciamiento del electorado joven respecto a la

política. Solo por citar un ejemplo, una proporción muy importante de los

jóvenes chilenos directamente no está inscripto en el padrón electoral, por lo

que la participación electoral del segmento es inferior a la del resto de la

sociedad.

Tampoco está claro, en el caso chileno, en qué medida esto representa un

alejamiento de la política en el sentido amplio, o se trata de un distanciamiento

sólo respecto a los partidos políticos o incluso, todavía más específicamente,

del propio mecanismo de competencia a través de elecciones. Es que,

paralelamente a la baja inscripción en el padrón electoral, se han producido en

Chile mecanismos de participación política no partidizados cuando se trata de

movimientos en torno a temas puntuales (por ejemplo, el conflicto por la

reforma educativa). Es posible que estas movilizaciones sean minoritarias y

sólo abarquen a un perfil muy específico de la juventud chilena (más educada y

más urbanizada). Pero, aún así, puede ser un indicador de que no

necesariamente los jóvenes están fuera de la “política” como fenómeno amplio

sino más bien de algunos de sus canales tradicionales.

Esta situación conlleva, naturalmente, consecuencias directas sobre las formas

de hacer política y la dinámica de las campañas electorales. Desde el punto de

vista de los partidos, entender bien el fenómeno es central para poder evaluar

la situación y tomar medidas adecuadas. Si se trata de un problema de vínculo

con la política en un sentido amplio, o más bien de desconfianza en los

partidos, o más bien de cambio en las modalidades de participación, son

situaciones diferentes que llevan a estrategias diferentes.

Este artículo, en suma, analiza algunas dimensiones básicas del vínculo entre

jóvenes y política2. Por un lado se abordan los niveles de involucramiento

político (interés con la política) de los jóvenes, en segundo lugar se abordan

los valores políticos como las actitudes hacia la democracia y las

2 En la medida en que se trata de una investigación en curso se presentan resultados descriptivos

preliminares, que serán profundizados en versiones sucesivas.

8

orientaciones ideológicas. En tercer lugar se describen las opiniones y

actitudes hacia los partidos políticos , y por último los niveles de

participación política . En este último punto además se incluye particularmente

la dimensión del uso de las redes sociales como mecanismos de

comunicación política.

La idea general ese evaluar en qué medida la edad genera diferencias

significativas en las orientaciones del público en estas distintas dimensiones.

Para el análisis de esta información se consideran cuatro segmentos de edad.

La cohorte joven está determinada por las personas entre 18 y 29 años, la

cohorte de adultos jóvenes es la que tiene entre 30 y 39 años, la generación

intermedia es la que tiene entre 40 y 59 años, y los adultos mayores los que

tienen 60 años y más.

La primera cohorte (18 a 29 años en 2012) está integrada por jóvenes nacidos

de 1983 en adelante, por lo que es socializada políticamente ya en plena

democracia. La recuperación democrática en Uruguay se produjo en 1984 con

las elecciones presidenciales de octubre de ese año, y el primer gobierno de la

nueva democracia asumió el 1° de marzo de 1985. Est o significa que, en

términos de socialización política, el grueso de esta cohorte atravesó este

proceso durante la década del ’90.

9

III. METODOLOGIA

El proyecto de investigación sobre participación política de los jóvenes que

nutre este proyecto implica la utilización de dos componentes metodológicos.

Por un lado, la realización de encuestas de opinión a población general, y por

otro la realización de entrevistas en profundidad a jóvenes militantes.

El módulo de encuestas de opinión, sobre el que se basa este artículo, incluye

la realización de 2.800 encuestas de nivel nacional a población general mayor

de 18 años, dentro de las cuales se espera tener un mínimo de 600 jóvenes

entre 18 y 29 años.

El diseño de investigación estableció la realización de encuestas de opinión no

en un único momento de tiempo sino en cuatro momentos espaciados entre sí,

como forma de aislar potenciales impactos de la coyuntura. Por ejemplo, en

mayo de 2012 el Partido Nacional realizaba una elección de autoridades

jóvenes, y pocas semanas después el Frente Amplio llevaba adelante una

elección interna para elegir nuevas autoridades (Presidente del Frente Amplio y

representantes del Plenario Nacional y la Mes Política), elecciones en la que

podían votar personas de 14 años y más. La realización de encuestas en un

único momento de tiempo podía estar cargada de efectos coyunturales.

Por tanto, se resolvió fragmentar el relevamiento en cuatro períodos durante el

año: abril, junio, agosto y octubre de 2012. Al momento de realizar este artículo

los únicos resultados disponibles son los de abril de 2012, a partir de una

muestra nacional cuyas características se describen a continuación.

El universo de estudio está constituido por todas las personas de 18 años y

más, residentes en ciudades de 10.000 habitantes y más de todo el país. Se

utilizó una muestra probabilística poli-etápica de 700 casos, con control de

cuotas de sexo y edad3 en la selección final del entrevistado4. La encuesta fue

realizada cara a cara en el propio domicilio de los entrevistados. Se aplicó un

cuestionario constituido básicamente por preguntas cerradas que incluía, 3 La utilización de cuotas permite que la estructura de la muestra esté ajustada en términos etarios al

parámetro poblacional y asegura que no se produzca una sub-representación de la población joven.

4 El margen de error máximo esperado para una muestra de estas características es de 3,7% en más y en

menos dentro de un intervalo de confianza de 95% para un escenario de p=q= 50%.

10

además de las variables centrales del estudio, otras variables de

caracterización social política. Las preguntas utilizadas se trascriben en los

cuadros correspondientes en el análisis de los resultados.

Una vez completada la muestra de 2.800 casos la población joven se podrá

subdividir en categorías más específicas. En el presente artículo, con una

submuestra de 700 casos, se analizará el segmento jóvenes (18 a 29 años)

como un todo. Esta estrategia es consistente con el enfoque exploratorio y

descriptivo de este artículo.

11

IV. RESULTADOS

A continuación se presentan los principales resultados de la investigación, en

las cuatro dimensiones mencionadas.

Cada indicador se presenta analizado según cohorte de edad en función de las

categorías descritas anteriormente: involucramiento político, valores políticos,

actitudes y opiniones hacia los partidos, y participación política.

A. Involucramiento político

El involucramiento político es evaluado básicamente a través del interés en la

política. Poco más de un quinto de los jóvenes uruguayos (22%) manifiestan

“mucho” o “bastante” interés en la política, mientras que la mayoría relativa

asume que el interés que siente es “poco” (46%) y casi un tercio (30%)

directamente afirma que es “nada”.

Cuando se compara el nivel de interés con el del resto de las generaciones se

aprecia una diferencia significativa. En la generación de 30 a 39, como en la

intermedia (40 a 59), como en la de adultos mayores (60 y más), los niveles de

interés son mayores. Si se suman el “mucho” y el “bastante” el interés llega al

34%, 33% y 30% respectivamente, muy por encima del 22% que se registra

entre los jóvenes.

Dos apreciaciones sobre esta situación. En primer lugar, que la relación del

interés con la política y la edad no parece lineal. Sí se constata la brecha entre

la generación más joven y el resto, pero no así en el resto de las generaciones

entre sí. En segundo lugar, que los niveles globales de interés en la política no

parecen excesivamente elevados. Por más que la diferencia con los jóvenes

exista, la sociedad uruguaya en su conjunto no parece masivamente interesada

en política mientras hay una juventud ausente. Los datos más bien sugieren

una distancia relativamente importante respecto al fenómeno político, algo más

agudizada en los jóvenes5.

5 Es posible que esta distancia sea meramente “declarativa”. Históricamente la sociedad uruguaya es

vista como una sociedad “politizada”. Fútbol y política son las dos principales pasiones nacionales. La

12

Cuadro 1: Interés en la política, según edad.

Pregunta: “Personalmente, ¿la política le interesa mucho, bastante, poco o nada?”

18 a 29 años 30 a 39 años 40 a 59 años 60 años y más Total

Mucho 10 9 10 12 11

Bastante 12 25 23 18 19

Poco 46 36 34 37 38

Nada 30 26 29 30 29

Ns/Nc 2 4 4 3 3

Total 100 100 100 100 100

Fuente: Universidad Católica / Fundación Konrad Adenauer

Los medios a través de los que los jóvenes se informan tienen similitudes pero

también diferencias con los del resto de la sociedad. En el conjunto de la

población uruguaya la televisión es la principal fuente de información política,

siendo mencionada por tres de cada cuatro uruguayos (74%). En un segundo

lugar aparece la radio con 44%, significativamente más abajo pero igualmente

ocupando un lugar de preeminencia, mostrando que los medios tradicionales

están lejos de haber sido sustituidos como principales mecanismos de

información política en la sociedad actual. Reafirmando lo anterior en un tercer

lugar aparecen (junto con la familia), los diarios y revistas, mencionados por un

25% de los ciudadanos.

Por debajo de estos surge internet (19%), y aparecen algunos grupos

secundarios: los amigos (18%), los compañeros de trabajo (10%), los

compañeros de estudio (5%), y en esta misma dimensión las redes sociales

(5%). Esto pone en dimensión la contracara de lo anteriormente señalado para

los medios tradicionales. Las redes sociales, que tienen un gran impacto en la

agenda política, tienen un efecto por el momento marginal como mecanismo de

información política. Apenas uno de cada veinte uruguayos lo utiliza

actualmente como recurso de información en la materia.

política es parte de la identidad de los uruguayos. Estudios de opinión muestran que en general los

niveles de información política de los uruguayos son relativamente altos, cosa que contrasta con la

declaración de niveles relativamente bajos de interés en el tema. Sin embargo, los eventuales motivos

por los cuales los uruguayos sub-declararían sus verdaderos niveles de interés en política no están

claros.

13

Entre los jóvenes la situación presenta algunos matices. La televisión es, con

igual intensidad que en el conjunto de la población, el medio más utilizado

(74%). Pero no es claro que la radio ocupe el segundo lugar. Al menos no lo

hace con nitidez sino con peso similar a otros elementos como la familia, los

diarios y revistas e incluso internet. De hecho, una de las diferencias más

fuertes entre los jóvenes y el resto de la población está dada precisamente por

el uso de la radio como fuente de información política. Aquí sí se encuentra una

relación lineal: a medida que aumenta la edad aumenta la importancia de la

radio en esta materia. La relación es tan intensa que en la generación mayor

(60 y más) el porcentaje de uso (57%) casi duplica al de los jóvenes (30%).

Enfatizando lo anterior: no se trata de que la radio no sea un componente

importante en la información política de los jóvenes (de hecho se encuentra

compartiendo el segundo lugar). Pero no tiene un lugar tan fuerte como el que

tenía algunas generaciones atrás.

La otra diferencia significativa de los jóvenes tiene que ver con el uso de

internet. Entre los jóvenes uno de cada cuatro (25%) utiliza internet como

mecanismo de información política, mientras el porcentaje cae a menos de la

mitad (12%) entre los adultos mayores.

El contraste entre el peso de la radio e internet entre los dos segmentos etarios

extremos es notorio. Entre los mayores, el peso de la radio es casi cinco veces

mayor al de internet (57% ante 12% respectivamente), mientras que entre los

jóvenes ambos medios se presentan casi al mismo nivel (30% radio, 25%

internet). En la misma línea, uno de cada diez jóvenes (9%) afirma informarse

políticamente a través de las redes sociales Twitter o Facebook, proporción que

desciende prácticamente a 0 entre los de 60 años y más6.

6 También descienden, entre los de mayor edad, la proporción que se informa políticamente a través de

compañeros de estudio o de trabajo, pero esto tiene que ver básicamente con que en este segmento

hay una proporción mucho menor de personas que estudian o que trabajan (jubilados).

14

Cuadro 2: Fuentes de información sobre política, según edad (% que menciona).

Pregunta: “¿Cómo se informa Ud. de los asuntos políticos?”

18 a 29 años 30 a 39 años 40 a 59 años 60 años y más Total

Por la televisión 74 75 71 76 74

Por la radio 30 39 44 57 44

Con la familia 30 27 23 21 25

Por los diarios/revistas 27 22 25 26 25

Por Internet 25 26 17 12 19

Los amigos 18 21 19 14 18

A través de

compañeros de trabajo 9 17 15 1 10

A través de

compañeros de estudio 8 8 5 2 5

Por las redes sociales

(twitter, facebook) 9 5 5 0 5

Otros 1 0 1 0 1

Fuente: Equipos MORI / Universidad Católica / Fundación Konrad Adenauer

B. Valores políticos

Para la evaluación de los valores políticos se considera, en primer lugar, la

clásica pregunta de apoyo a la democracia de Juan Linz. Consistentemente

con lo que muestran los estudios comparados de opinión pública, la

democracia alcanza un fuerte consenso entre los uruguayos. Tres de cada

cuatro (75%) afirma que “la democracia es preferible a cualquier otra forma de

gobierno”. Casi uno de cada siete (15%), por el contrario, apoyaría un gobierno

autoritario “en algunas circunstancias”. Y una minoría (6%) asume la posición

escéptica “a la gente como yo nos da lo mismo un régimen democrático o no

democrático”.

Entre los jóvenes las posiciones son similares en la magnitud de los distintos

grupos: siete de cada diez (71%) apoya la democracia, uno de cada seis (17%)

podría preferir un régimen autoritario y uno de cada diez (9%) es indiferente.

Es cierto que existen algunos matices que, en una primera lectura, podrían

sugerir un nivel de apoyo menos fuerte entre los jóvenes. Pero las diferencias

no son significativas. Por el contrario, son más bien moderadas, y a partir de

ellas no se puede concluir nada en esta dirección. Quizá es en la posición

15

escéptica donde se encuentran mayores diferencias (9% entre los jóvenes

contra 4% en la generación de adultos mayores) pero aún así, con los

márgenes de error intrínsecos a la medición estas diferencias pueden no ser

concluyentes7.

Cuadro 3: Actitudes hacia la democracia, según edad.

“Pregunta: ¿Con cuál de las siguientes frases está Ud. más de acuerdo?”

18 a 29 años 30 a 39 años 40 a 59 años 60 años y más Total

La democracia es

preferible a cualquier

forma de gobierno

71 78 75 76 75

En algunas

circunstancias, un

gobierno autoritario

puede ser mejor que

uno democrático

17 12 15 16 15

A la gente como yo nos

da lo mismo un régimen

democrático o no

democrático

9 6 4 4 6

Ns/Nc 2 4 5 3 4

Total 100 100 100 100 100

Fuente: Equipos MORI / Universidad Católica / Fundación Konrad Adenauer

El otro componente de valores políticos evaluado en la investigación es el de la

auto-identificación ideológica, utilizando la clásica pregunta con la escala de 1 a

10.

Una primera lectura de la información tiene que ver con las distribuciones

ideológicas en sí mismas. Como se puede apreciar, las generaciones más

jóvenes (tanto la joven como la de adultos jóvenes) tiene una orientación más

izquierdista que el resto de la población. Estos cambios ideológicos son el

trasfondo de los cambios en el sistema de partidos uruguayo de las últimas

7 Una vez esté completa la muestra de 2.800 casos podrá evaluarse con mayor nivel de precisión si estas

diferencias son significativas o no.

16

décadas, han sido frecuentemente analizados por la academia y no constituyen

en este punto un hallazgo sobre el que valga la pena profundizar8.

Pero, a los objetos de esta investigación, la hipótesis preexistente no tenía que

ver con la dirección de las orientaciones ideológicas sino fundamentalmente

con su existencia o no. Si la idea del distanciamiento de los jóvenes con la

política es correcta, una de las dimensiones donde este distanciamiento podría

expresarse es la ideología.

¿Son los jóvenes uruguayos menos “ideologizados” que el resto de la

sociedad? A la luz de la información aquí presentada, no aparece evidencia

que parezca apoyar esta idea. Menos de uno de cada diez jóvenes (9%) no se

identifica en la escala izquierda/derecha o, dicho por la contraria, más del 90%

de los jóvenes manifiesta algún tipo de orientación ideológica, proporción que

es muy similar a la de la población total y a la del resto de las generaciones.

Ocasionalmente se asume como hipótesis que una parte de los electores que

se ubican en el “centro” de la escala en realidad son electores más bien

desideologizados que resisten las ubicaciones extremas y que encuentran en el

centro de la escala una respuesta socialmente más aceptable que la

desideologización. Pero nuevamente, cuando se compara la proporción de

jóvenes que se autodefinen de “centro” con el promedio de la población del

país, los resultados son muy similares (27% en ambos casos).

8 Una de las teorías más difundidas sobre el crecimiento del Frente Amplio en Uruguay tenía que ver con

el reemplazo intergeneracional: en la medida en que las generaciones más jóvenes eran más “frentistas”

que las anteriores y, por contrapartida, las generaciones mayores (que gradualmente iban

desapareciendo) eran fundamentalmente votantes de partidos tradicionales, el simple reemplazo

generacional significaba un impulso fuerte al crecimiento de la izquierda.

17

Cuadro 4: Auto-identificación ideológica, según edad.

Pregunta: “A continuación le voy a mostrar una tarjeta con una escala de izquierda a derecha

donde 1 es izquierda y 10 es derecha. Ud. puede utilizar cualquier casillero en función de dónde se

ubique políticamente. ¿Dónde se ubicaría en esta escala?”

18 a 29 años 30 a 39 años 40 a 59 años 60 años y más Total

Izquierda 15 14 12 11 13

Centro-izquierda 29 33 26 15 25

Centro 27 32 28 25 27

Centro-derecha 11 13 17 17 15

Derecha 9 5 11 20 12

Ns/Nc 9 4 6 12 8

Total 100 100 100 100 100

Fuente: Equipos MORI / Universidad Católica / Fundación Konrad Adenauer

Por lo que, tanto considerando la no identificación plena como la porción de

electorado “centrista”, los jóvenes uruguayos no parecen diferenciarse del resto

de la población en sus niveles de ideologización (aunque sí en la dirección de

la misma).

C. Actitudes hacia los partidos políticos

En la dimensión de actitudes y opiniones hacia los partidos políticos se

utilizaron tres indicadores básicos. Por un lado, un indicador de fortaleza de las

identidades partidarias, en segundo lugar una tipología de identificación

partidaria construida a partir de escalas de cercanía a los distintos partidos y,

finalmente, un indicador de confianza en organizaciones políticas y sociales.

Consultados los uruguayos sobre el grado en que se identifican con algún

partido político el escenario parece dividirse en tres tercios algo desiguales. El

menor de los tercios (29%) está compuesto por aquel que se siente

“simpatizante fuerte” de algún partido, el tercio intermedio (32%) por el que se

manifiesta simpatizante “a secas”, y el tercio mayor (37%) manifiesta que no

tiene simpatías definidas por ningún partido político en particular.

Cuando se analizan estos datos en función de la edad de los entrevistados, las

diferencias son importantes. Entre los jóvenes es una minoría de 17% (uno de

cada seis) los que tienen identificación fuerte con algún partido político. La

18

proporción de identificados fuertes aumenta linealmente con la edad, y más

que se duplica entre la generación mayor (38%). De hecho entre los mayores

constituyen el tercio más grande, mientras que entre los más jóvenes con

nitidez son el tercio más pequeño. Por el contrario, entre los jóvenes la

proporción de ciudadanos sin identificación (44%) supera ampliamente la que

se registra entre los mayores de edad.

La conclusión es clara. Los niveles de partidismo de los jóvenes son

significativamente menores que los del promedio del electorado, y

particularmente de la generación más adulta.

Cuadro 5: Fortaleza de las identidades partidarias, según edad.

Pregunta: “Sin importar del partido que se trate ¿Ud. se considera simpatizante fuerte de

algún partido, simpatizante a secas o no tiene simpatías definidas por ningún partido?”

18 a 29 años 30 a 39 años 40 a 59 años 60 años y más Total

Simpatizante

fuerte 17 24 30 38 29

Simpatizante

a secas 37 35 28 31 32

No tiene

simpatías

definidas

44 37 42 28 37

Ns/Nc 2 4 1 4 3

Total 100 100 100 100 100

Fuente: Equipos MORI / Universidad Católica / Fundación Konrad Adenauer

A una conclusión similar permite arribar el análisis de las simpatías partidarias.

Una tipología construida a partir de escalas de cercanía independientes para

los distintos partidos políticos permite evaluar que la proporción de jóvenes “no

cercanos” a ningún partido político es de 29%, bastante superior a la

proporción que se encuentra en la generación de 60 años y más (17%)9.

¿En qué medida estos resultados pueden estar afectados por un efecto de ciclo

de vida? Esta interpretación sería consistente con las teorías sobre

9 El análisis de los resultados por partido es consistente con los cambios en el electorado ya

mencionados cuando se analizaron las orientaciones ideológicas: mayor cercanía a la izquierda (Frente

Amplio) a medida entre los jóvenes que entre las generaciones mayores.

19

identificación partidaria, que sostienen que esta es una actitud que se reafirma

a lo largo de la vida con el ejercicio continuado del voto por un mismo partido

político. Mayores análisis son necesarios para confirmar o descartar la

existencia, y el peso específico, de un posible efecto de ciclo de vida.

Cuadro 6: Tipología de cercanías partidarias, según edad.

Pregunta: ¿Ud. se siente muy cercano, cercano, ni cercano ni lejano, lejano o muy lejano del Partido

Colorado? ¿Y del Partido Nacional? ¿Y del Frente Amplio?

18 a 29 años 30 a 39 años 40 a 59 años 60 años y más Total

Cercano solo al PC 6 8 10 15 10

Cercano solo al PN 12 16 12 20 15

Cercano solo al FA 44 46 36 29 37

Cercanías múltiples

(más de un partido) 9 8 10 19 13

No cercanos 29 22 32 17 25

Total 100 100 100 100 100

Fuente: Equipos MORI / Universidad Católica / Fundación Konrad Adenauer

Por último, el estudio también interrogó a los ciudadanos el nivel de confianza

que depositan en los partidos políticos y en otras organizaciones.

Los partidos políticos no parecen ser actores principales en el espacio

simbólico de la confianza institucional de los uruguayos. Aunque estudios

comparados muestran que esto es así en buena parte del planeta (y

particularmente en América Latina, incluso con mayor intensidad que en

Uruguay), lo cierto es que cuando uno mira la realidad uruguaya en sí misma

hay otros actores que son depositarios de más confianza que los partidos

políticos.

Los medios de comunicación (43%) y las organizaciones sociales (41%) son

los dos tipos de actores que reciben mayores niveles de confianza, seguidos en

un segundo plano por la Iglesia (31%), los partidos políticos (27%) e internet

(24%).

Entre los jóvenes la situación presenta algunas similitudes básicas pero

también algunas diferencias marcadas. Por ejemplo, la confianza en los medios

de comunicación entre los jóvenes alcanza también al 43%, proporción similar

20

a la del conjunto de la sociedad. Pero entre los jóvenes las organizaciones

sociales reciben una confianza menor al conjunto (31% contra 41%), y además

tiene una preeminencia mucho mayor internet, que también alcanza al 31%.

Otra diferencia significativa de la generación más joven es la escasa confianza

depositada en la Iglesia (19%), particularmente baja comparada con la

generación más adulta (41%). Entre los de 60 y más la Iglesia es uno de los

principales depositarios de confianza mientras que internet ocupa el último

lugar con apenas 18%, mientras que entre los jóvenes la situación es

exactamente inversa10.

Particularmente con relación a los partidos políticos, objeto de esta

investigación, aunque no se detecta una relación lineal, los niveles de

confianza en los mismos disminuye conjuntamente con la edad. La confianza

en los partidos entre los jóvenes es de 21%, 15 puntos por debajo de la que se

registra en la generación de adultos mayores (36%).

Cuadro 7: Confianza en partidos políticos y otras organizaciones (% de “mucho” +

“bastante”), según edad.

Pregunta: “¿Ud. diría que confía mucho, bastante, poco o nada en…”

18 a 29 años 30 a 39 años 40 a 59 años 60 años y más Total

Medios de

comunicación 43 46 38 46 43

Organizaciones sociales 31 43 41 44 41

La Iglesia 19 29 30 41 31

Partidos políticos 21 22 23 36 27

Internet 31 31 23 18 24

PROMEDIO 29 34 31 37 33

Fuente: Equipos MORI / Universidad Católica / Fundación Konrad Adenauer

Por último, más allá de las diferencias específicas de confianza en cada uno de

estos actores, hay variaciones importantes en la confianza promedio. Salvo en

el caso de internet, la generación mayor es más confiada que la más joven en

todas las instituciones y actores mencionados. Por lo tanto, la confianza

10

Se podría ilustrar el contraste diciendo que los adultos mayores pasan mucho tiempo en la Iglesia y

rara vez entran a internet, y que los jóvenes pasan mucho tiempo en internet y rara vez entran en la

Iglesia.

21

agregada (señalada en el cuadro como el promedio e las confianzas

individuales) es significativamente mayor en la generación más adulta con

relación a los jóvenes, que parecen más descreídos y lejanos al conjunto que

las generaciones anteriores.

D. Participación política

Los niveles de participación política se han evaluado utilizando una batería

sobre tipos de actividades que implican niveles de involucramiento político.

El hablar de política con los amigos es una actividad que el 35% de los

uruguayos realiza frecuentemente (“muy” + “bastante”). Por su parte casi uno

de cada cinco (19%) dice que con frecuencia trabaja por un tema que lo afecta

personalmente o a la comunidad , o que trata de convencer a alguien de lo que

Ud. piensa políticamente (19%). Una proporción menor (7%) trabaja para algún

partido o candidato.

Cuando se comparan los jóvenes con el resto de la población, hay diferencias

importantes en cuanto a la frecuencia con que se habla de política con los

amigos. La proporción entre los jóvenes es de 25%, es decir diez puntos más

baja que en el promedio de la población. Pero, en cambio, no hay diferencias

apreciables cuando se comparan las otras tres actividades evaluadas. La

proporción de jóvenes que trabaja por temas de preocupación comunitarios o

individuales, que trata de convencer políticamente al otro, o que trabaja para un

partido, es prácticamente igual entre los jóvenes que en el conjunto de la

población.

Por lo que, salvo en el aspecto puntual del diálogo político intergeneracional, en

los indicadores más “duros” de involucramiento no parece haber diferencias

fuertes, lo que cuestiona en alguna medida algunos de los supuestos básicos

del trabajo en cuanto a la desafección política11.

11

Si bien esta es una investigación en proceso y buena parte del trabajo de campo aún no está

culminada, la información parcial es suficientemente clara en mostrar que los niveles de participación

de los jóvenes no necesariamente son inferiores –al menos en estos indicadores- a los de las

generaciones mayores.

22

Cuadro 8: Distintas modalidades de participación política (% de “muy frecuentemente” + “frecuentemente”),

según edad.

Pregunta: “¿Con qué frecuencia hace Ud. cada una de las siguientes cosas?”

18 a 29 años 30 a 39 años 40 a 59 años

60 años y

más Total

Habla de política con los amigos 25 36 39 36 35

Trabaja por un tema que lo afecta a Ud. o

a su comunidad 19 21 25 14 19

Trata de convencer a alguien de lo que

Ud. piensa políticamente 19 17 17 18 18

Trabaja para un partido o candidato 9 7 9 4 7

Fuente: Equipos MORI / Universidad Católica / Fundación Konrad Adenauer

Por último, el trabajo también evaluó la importancia que tienen las redes

sociales para información y comunicación política. Esta información

complementa la analizada en el primer segmento del trabajo, con preguntas

más específicas sobre el uso de Twitter y Facebook en dos dimensiones: como

herramienta para informarse sobre política, y como herramienta para

expresarse políticamente. En esta primera etapa se procuró básicamente

cuantificar la cantidad de jóvenes que usaban las redes sociales para estos

fines.

En primera instancia los hallazgos confirman lo manifestado anteriormente: el

uso de estas herramientas para finalidades políticas es aún minoritario. Un 10%

de la población ha utilizado Facebook para “informarse” políticamente, y un 2%

ha utilizado Twitter para lo mismo. Los porcentajes son inferiores cuando se

trata de “expresarse” políticamente: 6% lo ha hecho a través de Facebook y 1%

a través de Twitter.

Sin embargo, el uso crece a medida que disminuye la edad. En el caso de

Facebook por ejemplo, casi uno de cada cinco jóvenes (19%) lo ha utilizado

para informarse sobre política y un 9% para expresarse políticamente,

proporciones mucho más altas que en el promedio de la población. Y en el

caso de Twitter, 4% declara haber utilizado la herramienta para las dos

finalidades, también por encima que en el promedio poblacional.

23

Pero, a pesar de este aumento de uso en las edades más bajas, se trata aún

de fenómenos minoritarios, y seguramente altamente vinculados a algunos

segmentos sociales. En la medida que la tenencia de conexión, y la frecuencia

de uso de internet sigue estando asociada a segmentos socio-económicos y

educativos más elevados (aunque nivelándose rápidamente) es razonable

esperar que el uso de estas herramientas para finalidades políticas muestre la

misma segmentación12.

Cuadro 9: Frecuencia de uso de redes sociales para información y comunicación política, según edad.

Pregunta: “¿Alguna vez ha usado (Facebook / Twitter) para informarse sobre política? ¿Y para compartir ideas

políticas?”

18 a 29 años 30 a 39 años 40 a 59 años 60 años y más Total

Para informarse sobre política

Facebook 19 12 8 5 10

Twitter 4 4 1 1 2

Para compartir ideas políticas

Facebook 9 10 7 1 6

Twitter 4 1 0 0 1

Fuente: Equipos MORI / Universidad Católica / Fundación Konrad Adenauer

12

Las hipótesis de segmentación podrán ser chequeadas con la información muestral completa de los

2.800 casos.

24

V. CONCLUSIONES

El trabajo explora algunas de las principales actitudes y valores políticos de los

jóvenes uruguayos, evalúa la forma en que inciden en la comunicación política

y en las estrategias de campaña, y focaliza sobre el uso de las redes sociales

en esta generación.

En la práctica, es frecuente que los partidos políticos uruguayos, y las

instituciones del Estado, se interroguen sobre este asunto: ¿cómo lograr

conectar con una juventud aparentemente desinteresada y desmovilizada

políticamente? ¿cómo lograr representación política (del lado de los partidos) o

construir los consensos necesarios para la implementación de las políticas

públicas (del lado de los gobiernos)? ¿cómo diseñar estos procesos (desde el

plano de la comunicación) de tal forma que resulten inclusivos para los

jóvenes?

Las consecuencias de este asunto también van más allá. Como se mencionó

en la introducción del presente trabajo, desde una perspectiva más amplia es

un desafío para la democracia en su conjunto desarrollar o mantener en los

jóvenes una cultura política y sistemas de valores que estimulen y consoliden la

estabilidad democrática.

Buena parte de las tareas pendientes de América Latina en las próximas

décadas serán más abordables si se logra profundizar el proceso democrático

y esto tiene que ver, entre otras cosas, con el grado en que los valores

democráticos se hayan afianzado en las nuevas generaciones.

Los resultados para Uruguay muestran que efectivamente los jóvenes parecen

menos interesados en política que los mayores, y su nivel de identificación,

cercanía y confianza con los partidos políticos es menor que las generaciones

más adultas.

Sin embargo, paralelamente los jóvenes mantienen niveles de orientaciones

ideológicas y de participación política que, por lo menos a la luz de esta

evidencia preliminar, no parecen sustantivamente diferentes de los del

25

conjunto, y sus convicciones democráticas parecen casi tan amplias como las

de todos los uruguayos.

Si esta conclusión es correcta, permitiría cuestionar algunas creencias básicas

sobre los niveles de distanciamiento de la juventud uruguaya respecto a la

política, que sí parecen extendidas en otra parte del continente13.

Por otra parte, esta evidencia debe ser discutida a la luz de un posible efecto

de ciclo de vida. En los indicadores en los que la edad aparece relacionada de

forma más o menos lineal con las actitudes políticas, una explicación

alternativa es la existencia de diferencias intergeneracionales no perdurables

sino explicables por el simple paso del tiempo. Esta es también una tarea

pendiente de la investigación.

En este contexto la investigación arroja información relevante para el diseño de

campañas electorales y de comunicación gubernamental. En primer lugar, si el

alejamiento de los jóvenes en política existe pero quizá no es tan fuerte como

se presumía, es un dato relevante para evitar sobredimensionar un problema.

En segundo lugar, sí es notorio a la luz de la evidencia que algunas formas de

involucramiento político (formas de informarse políticamente y de expresarse

políticamente) efectivamente han cambiado. Y estas no se pueden interpretar

por un efecto de ciclo de vida (asumir esto significaría que esperamos que los

jóvenes que hoy utilizan internet y redes sociales para comunicarse

políticamente dejen de hacerlo por un efecto de ciclo de vida hasta asemejarse

a las generaciones adultas, cosa que parece una hipótesis absurda). Hay

algunos cambios tecnológico-sociales que están siendo asimilados por esta

generación, y que tienen impactos en esta generación y eventualmente en las

futuras. Pero el paso del tiempo no hará que estas generaciones se parezcan a

las anteriores en estos aspectos sino que se trata de cambios perdurables.

13

El diseño de la investigación cuantitativa previó realizar encuestas en distintos momentos de tiempo

como forma de controlar posibles efectos coyunturales. Precisamente, en el mes de abril (cuando se

realizó el trabajo de campo que nutre esta primera etapa de la investigación) los dos principales partidos

políticos del país estaban realizando elecciones internas (la del Partido Nacional además

específicamente entre los jóvenes) que pueden haber incidido en algunos de los resultados. Las fases

posteriores de la investigación permitirán evaluar en qué medida algunos de estos resultados son

coyunturales y cuáles no. De cualquier forma, no parece razonable que el efecto coyuntural pudiera

haber operado sobre algunas variables (por ejemplo, proporción que trabaja por un partido) y no sobre

otras (por ejemplo, nivel de interés en la política). Pero, aún así, es razonable realizar la advertencia.

26

En este sentido, las fuentes que los jóvenes utilizan para informarse

políticamente tienen que ver todavía fuertemente con los medios tradicionales

(radio, TV y prensa escrita), pero mucho menos que para las generaciones

anteriores. La radio, por ejemplo, es el medio que en términos relativos muestra

entre los jóvenes un peso mucho menor que entre los más adultos. Por

contrapartida, internet ha cobrado una fuerza interesante en este segmento, y

en menor medida también las redes sociales.

El acceso y uso a redes sociales para fines políticos (informarse o expresarse)

es todavía minoritario, y posiblemente segmentado socialmente. Sin embargo,

los cambios en los niveles de acceso de otras tecnologías recientemente

incorporadas por la ciudadanía en América Latina (por ejemplo la telefonía

celular y el SMS) han sido vertiginosos, y la universalización del uso se alcanzó

en un tiempo muy reducido, salvo en algunos núcleos minoritarios con

resistencias culturales o carencias educacionales muy importantes. En la

medida en que internet en su conjunto, y las redes sociales como un capítulo

más específico, puedan seguir trayectorias similares, no se puede descartar

que el incremento en la extensión del uso sea también relativamente rápida.

La existencia en Uruguay del “Plan Ceibal” (un laptop por niño) en la educación

pública funcionando desde 2007 ya ha ampliado la cobertura de internet, y

disminuido la brecha digital de manera extraordinaria. En la medida en que las

“generaciones Ceibal” ingresen a la arena política, probablemente la extensión

de estas herramientas será cada vez mayor y esto contribuirá a potenciar el

proceso.

Pero, si se piensa en períodos de tiempo más cortos, por ejemplo, en la

campaña presidencial de las elecciones de 2014, el impacto real de estas

nuevas herramientas de comunicación política sobre el escenario electoral será

probablemente todavía limitado como medio de efecto masivo. La red Twitter

tiene hoy un impacto muy fuerte –y creciente- en las élites políticas,

periodísticas y parcialmente también empresariales. Y a través de ellas (sobre

todo las periodísticas) repica al conjunto de la sociedad a través de los medios

masivos, pero su efecto directo es aún moderado por las limitaciones de

alcance que muestra este estudio. Facebook tiene una lógica diferente,

27

funciona más como red social propiamente dicha, llega a segmentos más

amplios y más heterogéneos que Twitter (aunque también minoritarios en el

conjunto), pero en ella una parte del público se resiste a canalizar contenidos

políticos.

Ambas plataformas tendrán un desarrollo importante en la próxima elección

con relación al pasado, y jugarán en la campaña un rol más protagónico que en

la elección de 2009 pero probablemente sin ser decisivos en forma directa

(aunque, como se dijo, puedan impactar indirectamente vía otros medios).

También es posible que una demanda acelerada de parte de la ciudadanía de

que los candidatos participen en las redes sociales puede derivar en ciertas

limitaciones estructurales de los mismos para satisfacer adecuadamente las

expectativas del público. Hoy los principales líderes políticos uruguayos maneja

directamente sus propios contenidos en Twitter (algo menos en Facebook). En

un contexto de fuerte expansión del público de las redes (y por tanto de la

demanda), este modelo resulta claramente inviable, particularmente en un

contexto de campaña electoral cuando el tiempo del candidato tiene que

aplicarse a muchas tareas. El efecto de una no atención por “desborde” puede

incluso resultar contraproducente.

Por tanto, rápidamente puede pasarse de una situación donde se sobre-

dimensiona el verdadero potencial de las redes sociales y se intenta –y logra-

tener una presencia importante muy vinculada al tiempo personal del

candidato, a una situación de debilidad por incapacidad estructural de

responder a una masa creciente de demandas.

Como en tantas otras cosas, si los partidos y candidatos no profesionalizan la

gestión de estos nuevos contextos, oportunidades de comunicación pueden

transformarse en amenazas.

28

VI. BIBLIOGRAFIA

Catterberg y Zuasnabar (2010). “Youth, Values and Democracy: Exploring

Tolerance toward Diversity among Third Wave Generations” en Inglehart et al.

Changing Human Beliefs and Values. Mexico: Siglo XXI.

Fullerton and Dixon (2010). “Generational Conflict or Methodological Artifact?

Reconsidering the Relationship Between Age and Policy Attitudes in the U.S.,

1984-2008”. En Public Opinion Quarterly Vol. 74, Pág.643-673. Oxford

University Press, USA.

Inglehart (1997). Modernization and Post-Modernization. Princeton: Princeton

University Press.

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Cambridge University Press.

Norris, ed (1999). Critical Citizens: Global Support for Democratic Governance.

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Siemienska, Basañez y Moreno (2010). “Generational Differences in Support

for Democracy and Free Market Economics: Evidence from New and

Established Democracies” en Basañez et al. Changing Human Values and

Beliefs. Mexico: Siglo XXI.