El Río Culpable

download El Río Culpable

If you can't read please download the document

description

Autor: Collins, Wilkie

Transcript of El Río Culpable

El ro culpable

Wilkie CollinsEl ro culpable2

Wilkie CollinsEl ro culpableNDICEHYPERLINK \l "_Toc77689860" CAPTULO I CAMINO DEL RO3HYPERLINK \l "_Toc77689861" CAPTULO II EL RO NOS PRESENTA7HYPERLINK \l "_Toc77689862" CAPTULO III L SE MUESTRA11HYPERLINK \l "_Toc77689863" CAPTULO IV L SE EXPLICA14HYPERLINK \l "_Toc77689864" CAPTULO V L SE TRAICIONA18HYPERLINK \l "_Toc77689865" CAPITULO VI DEVOLUCIN DE LA CARPETA25HYPERLINK \l "_Toc77689866" CAPTULO VII LA MEJOR SOCIEDAD32HYPERLINK \l "_Toc77689867" CAPTULO VIII EL INQUILINO SORDO36HYPERLINK \l "_Toc77689868" CAPTULO IX EL JUEGO DE LA SEORA ROYLAKE: PRIMER MOVIMIENTO42HYPERLINK \l "_Toc77689869" CAPTULO X LA ADVERTENCIA46HYPERLINK \l "_Toc77689870" CAPTULO XI OTRA ADVERTENCIA MS!50HYPERLINK \l "_Toc77689871" CAPTULO XII LTIMA ADVERTENCIA!54HYPERLINK \l "_Toc77689872" CAPTULO XIII LA JARRA DE VINO61HYPERLINK \l "_Toc77689873" CAPTULO XIV GLOODY PASA CUENTAS68HYPERLINK \l "_Toc77689874" CAPTULO XV LA HOSPITALIDAD DEL MOLINERO72HYPERLINK \l "_Toc77689875" CAPTULO XVI SOBORNO Y CORRUPCIN80HYPERLINK \l "_Toc77689876" CAPTULO XVII EL LTIMO DESLIZ84HYPERLINK \l "_Toc77689877" CAPTULO XVIII LA DUEA DE TRIMLEY DEEN87

CAPTULO I CAMINO DEL ROPor motivos personales no quise acompaar a mi madrastra a una cena que se ofreca aquella noche en nuestro vecindario. Dado mi estado de nimo, prefera estar solo; y para pasar el rato, pens que lo mejor sera ir a cazar insectos.Provisto de un pincel y una mezcla de ron y melaza, tom el camino del bosque de Fordwitch con la intencin de disponer la trampa, bien conocida por los cazadores de polillas, que llamamos endulzar los rboles.El atardecer de verano era clido y tranquilo; era esa hora entre el crepsculo y la oscuridad. Despus de haber pasado diez aos en tierras extranjeras advert ciertos cambios en los alrededores del bosque que me alertaron para no entrar demasiado confiado, ya que poda tener alguna dificultad para encontrar el camino.Me detuve ante los primeros rboles y pint los troncos con la traicionera mezcla, que atrae a los insectos nocturnos y los deja atontados en cuanto se instalan en su insalubre superficie. Colocada la trampa, esper a que las polillas se intoxicasen.Pero nada hay, ms cansado y aburrido que esperar. La arboleda era muy tupida, ms oscura an que el firmamento. No se mova ni una sola hoja de los rboles. Ech de menos el murmullo del viento. Aquel bosque no quera regalarme su dulce cancin de verano.El primer enemigo areo no tard mucho en aparecer. El cielo estaba algo tapado, pero los conozco bien por experiencia. No pocas han sido las veces que he perdido un valioso ejemplar de polilla por culpa de un murcilago en busca de su cena.Esta vez no fue diferente a las otras. La primera polilla que qued atrapada en el mejunje era un ejemplar considerable, as que me apresur a ponerla a salvo antes de que los murcilagos se hicieran con ella. Cuando alargaba la mano para cogerla, pas una sombra rauda y silenciosa. El murcilago se llev mi polilla cuando mis dedos estaban a punto de apresarla. El Hombre y sus mejunjes acaban de servirle a ese murcilago el primer plato de su cena, pens.De cada cinco polillas que cazaba, tres me las arrebataban los murcilagos. Las otras dos, que me apresuraba a poner a salvo, resultaban ser ejemplares de escaso valor. En otras circunstancias, mi paciencia de coleccionista habra desafiado la destreza de los murcilagos. Sin embargo, aquella tarde (luego, con el paso de los aos, habra de recordarla como una tarde memorable) me senta alicado y me cost muy poco firmar mi rendicin: el mundo de los insectos perda de repente todo su valor. En el silencio y la oscuridad me tumb bajo un rbol y pens en m y en la nueva vida que me esperaba.

Me llamo Gerard Roylake, y soy hijo nico del difunto Gerard Roylake, natural de Trimley Deen. Mi padre falleci cuando yo tena veintids aos, dejndome en herencia todo su latifundio. Apenas unas pocas horas despus de mi regreso de Alemania los criados me hirieron sin proponrselo. Al acercarme a la puerta o que decan: "Aqu est el joven hacendado". Solan llamar a mi padre "el viejo hacendado". Me estremec ante el recuerdo de mi padre, no por el hecho de sentir el dolor de su muerte, como podra haberles pasado a otros hijos en mi situacin. En m no haba dolor que experimentar. Me resulta difcil confesarlo, pero su muerte, lejos de producirme pena, me dej indiferente.El amor que un hijo siente por su madre, se s es sagrado. Ella es quien nos alimenta con su propia sangre y, si fuese necesario, sacrificara su propia vida para traernos al mundo. En nuestra infancia, cuando ms desamparados estamos, es ella quien nos cuida y nos orienta con una paciencia y un amor divinos. Qu lazos establece un padre con su vstago que puedan compararse en fuerza y amor con los de la madre? Qu motivo hay para que los hijos prefieran a su padre antes que a cualquier otra persona que les sea familiar en la vida cotidiana? Ninguno, y a pesar de ello, los hijos, por instinto, siempre prefieren al padre, porque lo ven (si ha sido un hombre bueno), como a su mejor y ms querido amigo.Mi padre fue un mal hombre. Fue el peor enemigo de mi madre, y nunca fue amigo mo.Si bien es cierto que es mucho lo que la vida habr de ensearme todava, una cosa s: que una mujer no se casa nunca con su primer amor. El sentido del deber impuls a mi madre a romper con el hombre que haba conquistado su corazn en los primeros aos de su adolescencia, y mi padre lo descubri despus de casarse con ella. Los celos comenzaron a devorarlo por dentro, y fue mi madre quien pag por ellos, cuando no ha habido sobre la faz de la tierra esposa ms honesta y sufrida que ella. No tengo, en verdad, la paciencia necesaria para describir todo lo que sufri. Baste decir que su martirio dur diez aos. Alma en penitencia vivi suvida con santa resignacin Y s que lo hizo por m.Mi padre no se quit nunca de la cabeza la posibilidad de que yo fuera hijo de otro. Cuando mi madre muri, ya nada poda detenerlo. Y con el pretexto de que prefera las ventajas del sistema educativo extranjero, me envi a un colegio francs, y seguidamente a una universidad alemana. Nunca volv a las tierras donde nac, jams recib una carta de casa, hasta que el procurador de la familia me escribi desde Trimley Deen pidindome que tomara posesin de la casa y de las tierras por derecho de sucesin.De no haber sido por un amigo (o enemigo, porque no supe nunca quin me haba enviado a Alemania el recorte del peridico que se haba hecho eco de la noticia), yo ni siquiera me habra enterado de que mi padre se haba vuelto a casar.Cuando llegu a Trimley Deen, conoc a mi madrastra. Yo no saba nada de ella, ni ella de m, pero los dos nos esforzamos visiblemente en aparentar una mutua simpata. Ella tard poco en darse cuenta de que el nuevo dueo de la hacienda pareca ms un extranjero que un ingls. Debi parecerle raro que un joven terrateniente, a poco de iniciarse la temporada de caza, y al ser felicitado por el admirable estado de conservacin de sus perdices y faisanes, no slo demostrase un absoluto desinters, sino que reconociera sin rubor que sus dos nicas aficiones eran el coleccionismo de insectos y la lectura. Menuda decepcin debi llevarse la seora Roylake! Y con cuanta consideracin me ocult el efecto que le haba causado!Mi madrastra era una mujer elegante, de cabello rubio y ojos claros; pulcra, resplandeciente y sonriente. Tena buen gusto en el vestir, era una mujer inteligente y saba muy bien cmo hacerse querer. Pues bien, a pesar de poseer todas esas fascinantes e incuestionables virtudes, no hubo forma de que nos entendiramos. Tal vez porque haba permanecido tanto tiempo en el extranjero, me resultaba completamente imposible entender por qu mi madrastra otorgaba tanta importancia al linaje y a la opulencia. Quiso ponerme al corriente de los que seran mis nuevos vecinos, sin olvidarse de uno solo, de un extremo al otro del condado, refirindose nicamente a sus ttulos y posesiones, dando por sentado que eso era lo que deba interesarme. A m me puso por las nubes, como una especie de dolo, siendo el nico mrito por mi parte haber heredado diecisis mil libras. Cuando le dije que no quera acompaarla a la cena, por la sencilla razn de que nadie me haba invitado, la seora Roylake se tap la boca con sus pequeas y delicadas manos mostrando su sorpresa:Mi querido Gerard, con tu posicin!Pareca convencida de que la cuestin estaba resuelta. Me somet silenciosamente; la verdad es que ya comenzaba a desistir de mis planes. Teniendo en cuenta la bondad y amabilidad de mi madrastra, qu posibilidades haba de establecer una autntica simpata entre nosotros? Y si mis vecinos se le parecan en la manera de pensar, qu esperanza tena de encontrar nuevos amigos en Inglaterra para reemplazar los de Alemania? Me senta como un extrao entre mi propia gente, los hbitos y placeres de mi juventud haban quedado atrs y no tena planes ni esperanzas para el futuro. No es extrao que mi nimo estuviera por los suelos y fuese incluso incapaz de sentirme agradecido por la circunstancia afortunada de mi nacimiento.Quizs el viaje hasta Inglaterra me haba fatigado, o tal vez las influencias de la noche oscura y silenciosa resultaron irresistibles. Una cosa es cierta: las meditaciones solitarias bajo el rbol hicieron que me quedara dormido.Me despert una luz.Haba salido la luna. Como en aquel linde el bosque no era todava demasiado tupido, la luz de luna, pura y siempre bien recibida, pas fcilmente a travs de las copas de los rboles. Me levant y mir a mi alrededor. Ahora poda ver el sendero que se adentraba en el bosque, ms ancho y mejor conservado que cualquiera de los caminos que recordaba de mi infancia. La luna me lo mostraba claramente, y mi curiosidad se excit.Llegu hasta un claro del bosque, y enseguida reconoc el lugar. Solamente una cosa estaba cambiada. Haban quitado las piedras y zarzales de una fuente abandonada y la haban provisto de un vaso para beber, y haban colocado un banco rstico y una losa de mrmol con unos versos en latn. La fuente me trajo a la memoria un ro situado a corta distancia, que corra entre los rboles a un lado y el desolado campo abierto al otro. Ascendiendo desde el claro me encontr ante un estrecho sendero que me era familiar.Si no me fallaba la memoria, aqul era el camino del viejo molino. La imagen de su enorme rueda giratoria, que me asustaba y a la vez me fascinaba de pequeo, volvi a mi memoria por primera vez despus de muchos aos. En mi actual estado de nimo aquella antigua escena me atraa con la irresistible influencia de un viejo amigo. Me dije: "Contino caminando hasta encontrar el ro y el molino?" Aquella cuestin totalmente insignificante me supona tremendas dificultades, tan absurdas que se parecan a las que surgen en los sueos. Sorprendindome a m mismo titube, retroced, reconsider la decisin, sin saber por qu, y dando media vuelta me encamin de nuevo hacia el ro. Me pregunto qu habra sido de mi vida si hubiese ido en la direccin contraria.

CAPTULO II EL RO NOS PRESENTAEstaba solo a la orilla del ro ms feo de Inglaterra.Ni siquiera la luz de la luna, derramndose desde un cielo sereno sobre aquel claro del bosque, lograba aportar una pizca de belleza a aquellas indolentes aguas. No haba ni una sola roca en todo el curso del ro que hiciera saltar bellamente el agua, y sta bajaba irremediablemente lenta y silenciosa. Los descuidados rboles de la orilla donde yo me encontraba crecan los unos tan cerca de los otros que se robaban la vida y se envenenaban mutuamente. En la otra orilla, los gigantescos juncos ocultaban la tierra que se extenda a lo lejos, pero aun as poda entreverse la desrtica desnudez de su superficie, manchada aqu y all por matas de arbustos resecas.Un ro repelente en s mismo, un ro repelente en sus contornos, un ro repelente incluso en su nombre. Se llamaba Loke. Ni la tradicin popular ni los historiadores podan dar cuenta del significado o el origen de aquel nombre."Lo llamamos el Loke. Dicen que no hay pez que pueda sobrevivir en sus aguas, y que cuando llega a la desembocadura, ensucia el agua limpia y salada del mar." As describan al Loke las gentes que mejor lo conocan. Sin embargo, yo me senta feliz de regresar a aquel ro, que pareca esperarme con la expresin de un viejo amigo.A mi derecha se alzaba el venerable maderamen del molino. A esas horas de la noche, la rueda permaneca inmvil, y el molino entero me pareca ms pequeo que antes, algo que ocurre a menudo con los objetos que volvemos a ver despus de una larga temporada. Por lo dems, el molino estaba igual que siempre. Sin embargo, la cabaa de madera adosada a l haba sufrido los efectos devastadores del paso del tiempo. Una parte de la decrpita construccin an se tena en pie en su calamitosa vejez, sostenida en parte por vigas que iban del techo de paja hasta el suelo, y en parte por la pared de una nueva cabaa aadida, que con sus ladrillos amarillos ofreca un horrible contraste moderno con los restos de la vieja casa vecina.Habra muerto el molinero que yo recordaba y seran estos cambios obra de su sucesor? Pens que lo mejor sera preguntarlo. Intent abrir la puerta de la cabaa: estaba cerrada. Todas las ventanas estaban a oscuras, salvo una situada en el rincn ms alejado del piso de arriba de la nueva construccin. Fuera quien fuera, deba estar a punto de acostarse, as que pens que lo mejor sera no molestar. Me volv hacia el Loke con la intencin de alargar el paseo una milla o poco ms hasta el pueblo que, segn recordaba, estaba situado a la orilla del ro.No haba avanzado mucho cuando la quietud que me envolva fue alterada por el ruido intermitente de un chapoteo en el agua. Al detenerme a escuchar reconoc el sonido de unos remos. Al momento apareci una barca, girando hacia la orilla, conducida por una mujer que remaba sin parar a contracorriente.A medida que la barca se me acercaba iluminada por la luna pude corregir mi primera impresin, al comprobar que la persona que la conduca era una muchacha joven. Me pareci una desconocida. Quin deba ser aquella muchacha que iba sola por el ro a aquellas horas de la noche? Impulsado por la curiosidad, en lugar de continuar hacia el pueblo, segu la barca. Quera saber si la muchacha se detendra en el molino o por el contrario continuara remando ro arriba.Se detuvo ante el molino, amarr la barca y salt a tierra. Sac una llave del bolsillo y, en el momento en que se dispona a abrir la puerta de la cabaa vieja, me acerqu a ella. En un primer instante no supe reconocerla, pero lo cierto es que me vino a la memoria aquella nia estrafalaria y desvergonzada que fue una de las alumnas preferidas de mi pobre madre en la escuela del pueblo. Aun a riesgo de ofenderla con el equvoco, le solt:No ser usted Cristel Toller?Al parecer, mi pregunta le pareci de lo ms divertida.Y por qu no habra de ser yo Cristel Toller? me respondi con una sonrisa.Es que la ltima vez que la vi le expliqu, slo era una nia. La verdad es que la veo muy mejorada. De no haber sido porque la he visto abrir la puerta de la cabaa, no habra pensado nunca que fuera usted la hija de Giles Toller el del molino.Ella acogi el halago con una reverencia que volvi a recordarme la escuela del pueblo.Gracias, joven respondi con viveza. Me pregunto quin es usted.Veamos si se acuerda de m suger.Me permite que le mire detenidamente?Tanto como lo desee.Estudi mi rostro, su esfuerzo por recordarme la hizo juntar sus hermosas cejas frunciendo el ceo de una forma curiosa.Sus ojos. Tienen algo que... murmur Cristel para s dira que los he visto antes en alguna otra parte. Sin embargo, su voz no me resulta familiar, y no creo conocer a nadie con esa barba permaneci pensativa por un momento y volvi a dirigirse a m. Ahora que lo veo bien, yo dira que es usted un caballero. Estoy en lo cierto o no?Bueno, eso espero.Est usted burlndose de m?No se ofenda, seorita, solamente pretendo saber si se acuerda usted de Gerard Roylake.Mientras llevaba la barca, la hija del molinero haba estado remando con los brazos desnudos; unos brazos bellos y morenos, a la vez firmes y delicados. Hasta entonces se haba olvidado de cubrirlos. Tan pronto como dije mi nombre retrocedi asustada, se baj las mangas rpidamente y ocult el objeto de mi admiracin en un gesto de respeto hacia m. Luego me pidi disculpas.Es que de pequeo era usted un nio tan dulce y carioso dijo. Cmo quera que le reconociese con esa voz tan varonil, y esa cara tan peluda! de repente pareci darse cuenta de que haba usado un tono demasiado familiar. Ay, Dios mo, pero si es el dueo de medio condado! o que deca para s. Luego, volvi a intentar disculparse, esta vez usando las formas convencionales. Le ruego que me disculpe, seor. Permtame que le d la bienvenida a su propio condado, seor. Buenas noches, seor.Cristel sali huyendo hacia la cabaa. Yo la segu hasta el umbral de la puerta.Todava es muy temprano para irse a dormir me aventur a decir. Ella an se comportaba como una criada dirigindose a su amo.Lo que usted diga, seor respondi.Aquel reconocimiento de mi autoridad era irresistible. Estaba en deuda con Cristel por su buena influencia sobre m y me sent sinceramente agradecido: me haba hecho rer por primera vez desde mi regreso a Inglaterra.No es necesario que nos digamos buenas noches todava le suger. Quisiera saber ms cosas sobre usted Me permite que entre?Se alej de la puerta incluso con ms rapidez que antes al acercarse. Quizs me equivocaba, pero me pareci que Cristel estaba realmente alarmada por mi propuesta. Paseamos arriba y abajo por la orilla del ro. Cada vez que nos acercbamos a la cabaa, notaba que ella miraba de reojo la espantosa construccin moderna. Esta vez no me equivocaba: haba duda y ansiedad en su rostro. Qu estaba sucediendo en el molino? Hice algunas inquisiciones domsticas, empezando por su padre. Viva todava el molinero?Oh, s seor! Adelgaza con la edad, pero eso es todo.La ha hecho salir sola con la barca a estas horas de la noche?Tena que ir a llevar un saco de harina me dijo, sealando hacia el pueblo de la orilla. Padre ya no puede trabajar tan rpido como antes. A veces se le acumula el trabajo.No haba nadie que diese a Gilles Taller la ayuda que necesitaba a su edad?Quiere decir que usted y su padre viven solos en este lugar tan apartado? le pregunt.Se produjo un cambio en la expresin de sus brillantes ojos castaos que despert mi curiosidad. Observ tambin que evitaba dar una respuesta directa.Seor, qu le hace pensar que Padre y yo no estamos solos? me pregunt.Seal la nueva cabaa.Esa construccin tan fea respond parece indicar que disponen de ms espacio del que necesitan... a menos que haya alguien ms viviendo en el molino.No pretenda obligarla a decir lo que hasta entonces se reservaba, pero ella pareci interpretar lo contrario.Ya que quiere saberlo respondi hay, alguien ms viviendo con nosotros.Un hombre que ayuda a su padre?No, un hombre que paga el alquiler a mi padre.No esperaba esa respuesta: Cristel me sorprendi. Para empezar, yo saba que su padre estaba lo que en Inglaterra llamamos "bien relacionado". Su hermano menor era comerciante, y haba logrado reunir una gran fortuna. En ms de una ocasin les haba ofrecido los medios para retirarse del molino con una renta suficiente para vivir. Adems se saba que Gilles Toller tena ahorros. Sus gastos domsticos no afectaban mucho su bolsillo; su esposa alemana (cuyo nombre haba heredado su hija) haba muerto haca tiempo; sus hijos no eran una carga para l, nunca, que yo recuerde, haban vivido en el molino. A pesar de todas estas razones, que demostraban que no necesitaba meter a un extrao en casa, si haba entendido bien a Cristel, el hombre haba dejado sus habitaciones disponibles a un inquilino.El seor Toller no puede tener problemas de dinero le dije a Cristel.Pues cuanto ms tiene, ms quiere. Por eso aadi con amargura, hizo construir una cabaa nueva y grande y tenemos un inquilino.Ese inquilino es un caballero?No lo s. Es un hombre un caballero si tiene criado? No se moleste en considerarlo, seor! No vale la pena.Por fin hablaba claro.No parece que le guste demasiado el inquilino dije.Lo odio!Por qu?Se volvi hacia m con una mirada de sorpresa y rabia debo reconocer que la mereca que mostr todo el brillo y el poder de su enigmtica belleza. En aquel momento su encanto me pareci irresistible. Me atrevera a decir que era ciego a las imperfecciones de su rostro. El bueno de mi tutor alemn sola lamentar que an hubiese en mi carcter demasiados rasgos propios de un muchacho. Preso de una sincera admiracin me expres de una manera demasiado llana.Qu hermosa criatura es usted! le solt.Cristel se mostr ms sensata que yo, pasando por alto mis halagos y mi estpido comportamiento, y evitando hacer ningn comentario al respecto.Seorito Gerard pareci que quera decirme algo, pero se detuvo. Oh, le ruego que me disculpe, seor, por un momento me ha hecho recordar tiempos pasados. Quiero decir: no era tan preguntn aquel pequeo caballero de pantalones cortos. Por favor, comprtese como lo haca entonces y no diga nada ms sobre nuestro inquilino. Lo odio porque lo odio. Eso es!A pesar de mi ignorancia respecto al temperamento femenino por fin logr comprenderla. La opinin que Cristel tena del inquilino era exactamente la contraria de la que el inquilino tena de Cristel. Si aado que este descubrimiento contribuy de manera decisiva a aligerar mi espritu, la impresin que me produjo la hija del molinero ha sido expresada sin exageracin y sin reserva.Buenas noches repiti por ltima vez.Le tend la mano.Cree que es correcto, seor pregunt humildemente que una muchacha como yo estreche su mano?Sin embargo lo hizo, y al soltar mi mano dedic una mirada de despedida al misterioso objeto de su Inters: la cabaa nueva. Su inestable humor cambi repentinamente. No pudiendo contener la ira, dio una patada contra el suelo, exclamando para s:Justo lo que quera que pasase!

CAPTULO III L SE MUESTRAYo tambin mir hacia la cabaa y en una de las ventanas del piso de arriba, vi algo ciertamente asombroso.Si la luz de la luna no me engaaba, el rostro ms bello que haba visto jams nos estaba mirando... y era el rostro de un hombre! A pesar de que no haba buena luz, pude observar la perfeccin de sus facciones y la expresin enrgica que haca imposible confundirlo con una mujer, a pesar de que llevaba el pelo largo y no tena bigote ni barba.Nos observaba atentamente y cuando levantamos la vista no se inmut.Evidentemente es el inquilino susurr a Cristel. Qu hombre tan bien parecido!Ella movi la cabeza en un gesto de desprecio: mi expresin de admiracin pareci irritarla.No quera que l le viese dijo. El inquilino me persigue con sus atenciones. Es bastante descarado como para estar celoso.Hablaba sin bajar ni siquiera el tono de voz. Intent advertirla.Todava est en la ventana dije en un tono discretamente bajo. Puede or todo lo que dice.Ni una palabra, seor Gerard.Qu quiere decir?Es sordo. No vuelva a mirarlo. No me diga nada ms. Mrchese a casa, se lo ruego... mrchese!Sin ms explicacin, entr corriendo en la cabaa y cerr la puerta.Me di la vuelta, e iba a entrar en el sendero del bosque cuando o una voz detrs mo.Alto, seor.Me detuve al momento. Haba logrado llegar tan slo hasta los primeros rboles del bosque. A la luz de la luna volv a ver al hombre de la ventana. Su figura, alta y esbelta y sus movimientos elegantes y pausados armonizaban con su bello rostro. Levant las manos largas y finas y las uni en un angustioso gesto de splica.Por el amor de Dios! dijo. No quisiera haberlo ofendido, seor!Ms que sus palabras, lo que de verdad me sorprendi fue su voz. Nunca haba odo nada parecido a aquello. Hablaba con una voz montona, apagada y ahogada, se expresaba lentamente y con mucho cuidado, sin poner el ms ligero nfasis en ninguna de las palabras que usaba. Me qued tan asombrado que olvid lo que me haba dicho Cristel. Le respond como a cualquier otra persona que se hubiera dirigido a m.Qu desea usted?Dej caer las manos y hundi la cabeza sobre el pecho.Seor, est usted hablando con una miserable criatura que no puede orle. Soy sordo.Me acerqu a l e intent levantar la voz, sintiendo lstima por su defecto. Se estremeci y me hizo seas para que me alejara.No se acerque a mi odo. No grite haba un extrao brillo en sus ojos. Estaba muy nervioso, pero no not ningn cambio en su voz. A veces s que puedo or un poco continu diciendo cuando la gente me habla as. Pero es doloroso. Las voces me atraviesan los nervios como un cuchillo cuando penetra en la carne. Vivo en el molino y debo pedirle un gran favor, seor. Podra venir a hablar conmigo a mi habitacin, apenas cinco minutos?Dud. Imagino que cualquier hombre en mi lugar habra hecho lo mismo al recibir semejante invitacin por parte de un desconocido cuyo penoso defecto lo incapacita para las relaciones sociales.Supongo que l me adivin el pensamiento. Trat de ganarse mi simpata con palabras que probablemente hubieran resultado persuasivas pronunciadas con una entonacin normal.No puedo evitar ser un desconocido para usted, ni puedo evitar ser sordo. Usted es un hombre joven. Pero parece ms compasivo y paciente que la mayora de hombres. No quiere or lo que tengo que decirle? No quiere contarme lo que deseo saber?Cmo haramos para comunicarnos? Supona que yo haba aprendido el lenguaje de las manos? Me toqu los dedos y sacud la cabeza para disipar su ilusin, si es que exista.l entendi el significado de mis gestos enseguida.Aunque conociera usted el lenguaje de las manos me dijo, de nada servira. No quise aprenderlo. S, soy un miserable. Me qued sordo hace poco ms de un ao. Perdneme si le causo tantas molestias. Pido a las personas que se compadecen de m que escriban sus respuestas cuando hablan conmigo. Venga a mi habitacin, encontrar lo que necesite... una vela para escribir.Era su voluntad ms fuerte que la ma? Estaba ayudndose (sin que me diera cuenta) de las ventajas de su apariencia? Debo confesar que ver a un hombre disculpndose por su condicin de incapacitado me conmovi hasta el punto de hacerme reconsiderar mi decisin.l not mi debilidad y supo aprovecharla a su favor.Cinco minutos es todo cuanto le pido dijo. Es que no tiene usted compasin de un hombre que ve a sus semejantes conversar alegremente mientras l se siente muerto y enterrado entre ellos?La exageracin de su lenguaje tuvo su efecto en mi espritu. Me revel la terrible soledad del sordo en medio de la humanidad. Y como la prudencia no es uno de los puntos fuertes de mi carcter, comet una de las muchas tonteras de mi vida. Le hice una seal al desconocido, indicndole que me mostrara el camino de vuelta hacia el molino.

CAPTULO IV L SE EXPLICAEl miserable de Giles Toller no le haba ofrecido a su husped nada ms que proteccin contra el viento y la lluvia, y el mobiliario estrictamente imprescindible en una habitacin. No haba alfombra, ni papel en las paredes, ni techo para cubrir las vigas.La silla en la que me sent era la nica que haba en la habitacin; el hombre del cual imprudentemente haba consentido ser husped se sent en la cama. Sobre la mesa haba papel y tinta, y una pluma y un lpiz, adems de un candelero de latn, lleno de abolladuras, con una vulgar buja de sebo. Sobre la cama haba algunas mudas. La repisa de la chimenea, que estaba sin pintar, le serva para guardar el dinero. Al lado del dinero haba un espejo roto. Le haba dado la vuelta contra la pared. El hombre se dio cuenta enseguida de que aquella circunstancia me haba llamado especialmente la atencin.La vanidad y yo nos hemos separado me explic. No soporto mirarme al espejo. Hasta el hombre ms feo del mundo, si no es sordo, es ms agradable que yo. Le parece muy miserable este cuartucho?Me dio un lpiz y unas cuartillas. Le escrib la respuesta: "Me da pena por usted".l neg con la cabeza.No debera malgastar su compasin conmigo. Cuando uno deja de relacionarse con la gente, le tiene sin cuidado cmo pueda estar su casa. La nica compaa que necesita para pasar el resto de sus das, es la de su propia soledad. No le parece que deberamos presentarnos? Tendr que disculparme, pero no puedo ser yo quien tome la iniciativa.Volv a usar el lpiz: "Por qu no?"Porque es evidente que querr usted que le diga cmo me llamo. Pero no puedo decrselo, porque he dejado de llevar mi apellido; y estando al margen de la sociedad, qu necesidad tengo de adoptar otro? Por lo que respecta a mi nombre de pila, es tan detestablemente feo que odio cmo se escribe y cmo suena. Aqu me conocen como El Inquilino. Quiere usted llamarme as o prefiere un apodo ms apropiado? Provengo de una estirpe impura; y es probable que, despus de todo lo que me ha pasado, me convierta en un individuo despreciable. Puede usted llamarme El Abyecto Cur en el original. Significa perro en sentido despectivo y tambin tiene la acepcin de canalla, hombre vil. Creemos que el trmino que mejor se adecua al contexto es el de abyecto (N. de los T.).. Oh, no sienta usted reparos, caballero! No encontrar mejor palabra para definirme. Y dgame, cmo se llama usted?Anot mi nombre en el papel. Su expresin se entristeci cuando descubri quin era.Un terrateniente joven y encantador dijo. Antes he visto que hablaba usted con Cristel Toller como si la conociera de toda la vida. No me gusta que le d usted tanta confianza a esa muchacha. Y menos ahora que s quin es usted.Cog de nuevo el lpiz y, dejndome de ceremonias, le pregunt qu haba querido decir con eso.El me respondi inmediatamente:Muy sencillo, seor Roylake. Es usted el hombre ms rico del condado; y un galn debe guardarse sus confianzas para las damas de su alcurnia.Aquello me pareci una insolencia intolerable. Hasta entonces me haba abstenido de usar su amargo apodo. En la irritacin del momento resolv tomarme en serio su sugerencia. Si lo que quera era que me pusiera furioso, lo iba a conseguir. Cog una nueva cuartilla y escrib el que probablemente era el exabrupto ms ingenioso que mi embotado cerebro pudo concebir estimulado por la situacin.El Abyecto hara muy bien en guardarse sus consejos mientras no se los pidan.Por primera vez algo parecido a una sonrisa apareci en sus labios. se fue el nico resultado visible de mi seria advertencia. Por lo dems, pareca decidido a continuar con sus impertinencias y con el asunto que verdaderamente le interesaba.No les haba visto hablando juntos antes de esta noche. Ha estado vindose con Cristel a escondidas?Sent que haba llegado el momento de defender el honor de la muchacha. Cog de nuevo el lpiz y le expliqu que acababa de regresar a Inglaterra tras una larga estancia en varios pases extranjeros; que Cristel y yo nos conocamos desde que ramos unos chiquillos, y que si nos haba visto hablando juntos delante la cabaa era porque nos habamos encontrado por pura casualidad. Llegado a este punto de mi rplica, hice una pausa. l deba estar muy impaciente por leer mi respuesta, porque de golpe alarg la mano con la intencin de quitarme el papel. Le ped con un gesto que esperara, y aad la ltima frase:Sepa usted que ya no voy a responder a ninguna de sus preguntas. Y con esto doy el asunto por terminado.El ley mi mensaje poniendo toda su atencin. Aquello s que le hizo desconfiar de m definitivamente.Ha pensado usted en la posibilidad de no volver ms por aqu? me pregunt.Le mostr la ltima frase de la cuartilla, y me levant con la intencin de marcharme, pero me oblig a detenerme en la puerta. No necesit ni siquiera hacer un gesto con la mano, le bast con la autoridad de su mirada. La dbil luz de la vela no me permita distinguir el color de sus ojos. Oscuros, grandes y delicadamente situados en su rostro, en aquel momento haba en ellos una pasin siniestra que me retuvo a pesar mo.Elevando repentinamente el tono de su voz, aunque sta sonara tan montona como siempre, expres de algn modo el delirio que lo atormentaba.Seor Roylake, la amo. Y estoy decidido a casarme con ella. Le advierto que cualquier hombre que quiera interponerse entre esa cruel muchacha y yo... s, es tan dura como las piedras del molino de su padre! Amarla es mi felicidad y mi miseria. As que entienda esto, jovencito: el hombre que quiera robarme a Cristel Toller, ya puede irse preparando. No lo olvide.Bien sabe Dios que no fue mi deseo ofenderle, pero sus amenazas me parecieron tan absurdas que me re. l se acerc a m con una expresin de rabia y odio tan demonaca que su rostro se volvi absolutamente repugnante.Parece que le divierto dijo. Quizs va siendo hora de que se entere usted de quin soy yo.Se dio la vuelta y comenz a andar de un lado a otro del pequeo y desordenado cuarto, sumido en sus pensamientos.No quisiera que por culpa de un malentendido usted y yo terminramos mal dijo, interrumpiendo sus meditaciones. Luego volvi a sus cavilaciones, y de nuevo dirigindose a m, aadi: Es usted impulsivo como todos los jvenes. Pero no parece mala persona. Me pregunto si puedo confiar en usted. Ni un solo hombre entre mil lo hara. No importa. Yo soy el hombre entre diez mil capaz de hacerlo. Seor Gerard Roylake, confiar en usted.Tras esta expresin incoherente de una resolucin incomprensible para m, abri el cerrojo de un cofre desvencijado que haba en un rincn de su cuarto, y sac una pequea carpeta.A su edad prosigui, los hombres no saben ver el interior de las cosas. Aprenda esta valiosa costumbre, seor, y empiece por mirar bajo mi superficie.Me oblig a coger la carpeta. Una vez ms, sent la irresistible influencia de sus preciosos ojos. Su mirada era triste y solemne, y pareca como si quisiera advertirme de algo.Usted mismo podr comprobar que desde que padezco sordera, en el alma slo tengo demonios. Nadie, excepto usted, debe poner sus ojos sobre el horrible contenido de esta carpeta. Maana le espero aqu. Para entonces, creo que ya habr decidido usted si desea seguir siendo mi enemigo.Me abri la puerta, y me dijo adis con una elegante reverencia. Dirase que se crea un rey despidindose de su sbdito.Estaba loco? No saba si llegar a esta conclusin.De lo que s estaba seguro era de que aquel hombre sordo haba sabido servirse de extraos y hasta tortuosos mtodos para llevarme, muy a pesar de mi resistencia inicial, al terreno que ms le convena. Incluso dira que casi consigui que me hiciera su amigo. Pero yo no poda olvidar las palabras de Cristel y mucho menos el temor que haba expresado al referirse a aquel hombre. En ese momento yo no poda, ni mucho menos, prever la catstrofe que finalmente se nos vendra encima, pero sent que haba regresado a mi pas en un mal momento para la hija del molinero. Pens que deba hacer algo por Cristel, no ya slo por su tranquilidad sino porque empezaba a temer seriamente que su vida estuviera corriendo peligro.Impaciente por descubrir el contenido de la carpeta, regres rpidamente a Trimley Deen. Mi madrastra an no haba regresado de la cena. Como no haba estado en casa en los ltimos diez aos, tuve que pedirle al criado que me mostrara mi habitacin. La ventana tena vistas al bosque de Fordwitch. Mientras abra la carpeta que me revelara el alma secreta del hombre que de manera tan extraa haba conocido, la plida luz de la luna se desvaneca y los lejanos rboles se perdan en las tinieblas de una noche sin estrellas.

CAPTULO V L SE TRAICIONALa confesin se titulaba "Memorias de un Hombre Miserable". Comenzaba bruscamente, con estas palabras:

IPara empezar, reconozco que la desgracia ha causado en m un efecto que la mayor parte de la frgil humanidad se esfuerza por ocultar. Debido a mi propio sufrimiento, me he vuelto enormemente importante para m mismo. Siendo ste mi estado de nimo, es natural que disfrute hacindome este autorretrato por escrito. Djenme aadir que debo usar la palabra escrita, porque supone para m un doloroso esfuerzo (puesto que he perdido el odo) mantener con alguien una conversacin, por breve que sta sea.Tambin debo confesar que mi cerebro no me obedece tanto como quisiera.Por ejemplo, poseo una considerable habilidad (a pesar de que soy slo un aficionado) para pintar con acuarelas. Pero slo puedo realizar una obra de arte cuando me empuja un irresistible impulso de expresar mis pensamientos en formas y colores. Y eso mismo me ocurre cuando hago uso del lpiz. Slo puedo escribir cuando soy presa de un arrebato; unas veces eso sucede de noche, cuando debera estar durmiendo; otras, a la hora del almuerzo o de la cena, y tengo que soltar inmediatamente el cuchillo y el tenedor; tambin me ocurre cuando salgo de casa y algn desconocido me mira inquisitivamente. Para escribir me sirve perfectamente el primer pedazo de papel que encuentro tirado en el suelo; pero si tardo mucho en hacerme con uno, se me escapan las ideas.Ahora que ya les he explicado mi mtodo, proceder a la deliberada traicin de m mismo, porque eso es precisamente lo que me propongo hacer en este autorretrato.IIMi vida se divide en dos pocas, tituladas respectivamente: Antes de mi Sordera, y Despus de mi Sordera. O supongamos que defino el triste cambio de mi suerte de una manera ms tajante todava contrastando cada uno de Mis Das de Prosperidad con Mis Das de Penalidades. De estas alternativas, me sera difcil saber cul escoger. No importa; lo verdaderamente necesario es proseguir.En cualquier caso, debo reconocer que pas una infancia feliz gracias a mi madre. Nunca dej de ser generosa, y eso que fueron muchas las adversidades que hubo de padecer, y de ninguna de ellas fue merecedora. Nacida de padres esclavos, fue vendida en subasta pblica en los Estados sureos de Amrica cuando todava no haba cumplido los dieciocho aos. La persona que la compr (nunca quiso decirme quin haba sido), la liber en una memoria escrita que aadi a su testamento en el mismo lecho de su muerte. Mi padre la conoci unos aos ms tarde, en una asociacin americana, y segn tengo odo, se enamor perdidamente de ella y se cas desafiando la voluntad de su propia familia. Y no se equivoc al hacerlo, porque no ha habido mejor esposa y madre que ella. El nico vestigio de buenos sentimientos que todava poseo revive en mi corazn cuando me detengo en el recuerdo de mi madre.En la escuela, continu acompandome la buena suerte. El director era la persona ms cercana a la perfeccin que he conocido. Incluso los muchachos con peor carcter acabaron tenindole afecto. Animado por l, y, sobre todo por complacerle, gan todos y cada uno de aquellos concursos en los que se premiaban el trabajo, la inteligencia, y el buen comportamiento. Y me convert, a una edad inusualmente temprana, en el primero de la clase. Cuando tuve edad suficiente para ir a la Universidad, y lleg el temible da de la despedida, no poda soportar la agona de dejar al maestro, no, no era slo un maestro para m!, era un amigo al que quera con devocin. En aquella poca todava haba un poco de bondad en mi corazn. Me pregunto dnde habr ido a parar.Pasaron los aos, y yo segu siendo el nio mimado de la diosa Fortuna.Pero la Universidad era un lugar lleno de peligros para un muchacho vulnerable como yo. Por suerte, mi padre, despus de pedir consejo a un sabio amigo suyo, me envi a Cambridge. Entr en uno de los colegios menores. Tuve un buen comienzo, juntndome con el grupo adecuado de compaeros. Me daban todos muy buen ejemplo. Formamos un pequeo club de buenos estudiantes; nuestros placeres eran inocentes, y adems ramos demasiado orgullosos y demasiado pobres para contraer deudas. Cuando recuerdo aquellos das de Cambridge y, ms lejos, aquellos das de la escuela, me pregunto qu se ha hecho de mi lado bueno.IIIDurante mi ltimo ao en Cambridge falleci mi padre. A l le habra gustado que yo fuese abogado. Pero el Derecho requiere ciertas cualidades de las que yo saba que no era poseedor. En eso, mi madre estuvo de acuerdo conmigo. Cuando sal de la Universidad, haba elegido como profesin la del arte mdico, particularmente la rama denominada ciruga. Despus de estudiar tres aos sin descanso en uno de los hospitales ms importantes de Londres, comenc a ejercer por mi cuenta. La suerte, que siempre haba sido mi fiel aliada, me sonri una vez ms en el comienzo de mi carrera.El invierno de aquel ao se caracteriz por la alternancia de extremas nevadas y deshielos. Fueron numerosos los casos de transentes que se accidentaron en las calles de la ciudad. Uno de esos percances sucedi frente a la puerta de mi casa. Un caballero resbal en el suelo helado, y se parti una pierna. Cuando le comuniqu a su familia lo ocurrido, me enter de que mi paciente circunstancial perteneca a la nobleza.Milord qued tan satisfecho con mis servicios que rehus ser atendido por ningn otro mdico, a pesar de que en la ciudad no faltaban galenos ms veteranos y mejores que yo. Poco poda imaginar yo entonces que aquel habra de ser el ltimo favor que me conceda la diosa Fortuna. Disfrut de la confianza y el apoyo de un hombre que posea una influencia social ilimitada, y fui recibido con una enorme cortesa por las damas de su familia. Pero, justo en la poca en que poda esperar todo de mi futura vida profesional, sin temor a que mis anhelos fueran exagerados, la muerte me priv de la amistad ms querida y ms sincera que yo posea. Sufr la nica y terrible prdida que es imposible reemplazar, la prdida de mi madre. La vi la noche anterior a su muerte. Pareca disfrutar de buena salud. A la maana siguiente, la encontraron muerta en la cama.IVLos buenos observadores habrn advertido que en lo que llevo escrito no he dicho nada acerca de los hombres de mi familia, y que incluso he pasado por alto a mi padre haciendo apenas alusin a su muerte.Esta extraa reticencia por mi parte debe ser atribuida nicamente a mi propia ignorancia. Hasta el da de la muerte de mi madre, momento en que mi vida se llen de dolor, mi padre, mi to y mi abuelo eran para m unos perfectos desconocidos. No saba de ellos ms de lo que uno puede saber de alguien que pasa por la calle. Ahora revelar cmo me las ingeni para conocer ms ntimamente a mis antepasados.Ante la falta de instrucciones sobre cmo proceder tras la muerte de mi madre, le los documentos que ella haba dejado a mi cuidado. Repas sus cartas atentamente y antes de decidir qu mereca la pena conservar y qu destruir, encontr un paquete, cerrado con un sello y acompaado de un texto que se diriga a mi madre en los siguientes trminos:

"Querida, ante el temor de que pueda suceder algo, no mencionar ningn nombre. Espero que cuando reconozcas mi letra te acuerdes de la devocin que siempre he sentido por ti, y te convenzas de que puedes confiar en m y en la ayuda que ahora te ofrezco, amiga y hermana ma. En pocas palabras te dir que ha llegado a mis odos la circunstancia en que ha tenido lugar tu matrimonio. Lamentablemente, la familia de tu marido se ha enterado de tus orgenes; su orgullo ha sido profundamente herido, y las mujeres especialmente han hecho crecer en torno tuyo un maligno sentimiento de odio. Tengo mis razones para temer que, con el fin de justificar el modo inhumano en que hablan de ti, hagan publica la calamidad de tu nacimiento como esclava. No quiero t pensar en el resultado que podra tener esta revelacin, sobre todo por lo que respecta a tu marido. Lo que quiero que sepas es que estoy en condiciones de ofrecerte un medio seguro de protegerte, a travs de cierta informacin que he obtenido inesperadamente, y cuya procedencia debo guardar en secreto. Si alguna vete ves amenazada por tus enemigos, abre este paquete que te envo cerrado y sellado, y sers duea del silencio de cualquier hombre o mujer que se proponga injuriarte. Puedo decirte que todas y cada una de las aseveraciones que contiene el paquete van acompaadas de pruebas irrefutables. Gurdalo con cuidado mientras vivas, y Dios quiera que nunca te veas obligada a romper el sello!"

ste era el texto, copiado literalmente, palabra por palabra. No tengo la menor idea de quin poda ser la persona que tanta devocin mostraba hacia mi madre, de lo que s estoy seguro es de que ella habra destruido el paquete de no ser por su muerte repentina.Al principio tuve mis dudas, y no alcanzo a comprender el motivo de las mismas, pero finalmente decid abrir el paquete. Nada dir acerca del horror que me caus la lectura de los documentos que contena. Quin comparte las penas y sufrimientos de un extrao? Djenme decirles que aquel da conoc por fin a mis antepasados y que ahora estoy en condiciones de presentarlos como realmente eran, de la manera siguiente:VMi abuelo fue juzgado por asesinato con premeditacin, lo declararon culpable basndose en pruebas evidentes y muri en el patbulo a manos del verdugo.Sus dos hijos renunciaron a su apellido, y abandonaron el hogar. Eran, sin embargo, dignos representantes de su atroz padre, tal como ahora se ver.A mi to, capitn de la Armada, lo cogieron en la mesa de juego utilizando unos dados trucados. El muy granuja muri en un duelo con uno de los oficiales a quien haba hecho trampas. Ni siquiera dio tiempo a que lo expulsaran del regimiento.Mi padre, siendo poco ms que un adolescente, abandon a una pobre muchacha que haba confiado en su promesa de matrimonio. Sin amigos y sin esperanza la joven se ahog con el hijo que llevaba en el vientre. De la larga lista de crmenes cometidos por mi familia, el de mi padre fue sin duda el ms infame. Sin embargo, ni tuvo que responder de sus actos ante un tribunal de justicia ni tuvo que enfrentarse tampoco ante un tribunal de honor.En esta vida se puede pertenecer a diferentes clases sociales. Este es el linaje del que yo provengo Qu piensan ahora de m?VIDecid revisar mi pasado, desde mis primeros recuerdos hasta el maldito da en que abr el paquete sellado.Qu influencias positivas me haban protegido hasta entonces de la sangre vil que corra por mis venas? Haba dos posibles respuestas a esta pregunta que, en cierta medida, me tranquilizaban. En primer lugar, ya que tena un gran parecido fsico a la buena de mi madre, esperaba parecerme a ella tambin en lo moral. En segundo lugar, las felices circunstancias de mi carrera me haban evitado caer en la tentacin, en ms de un periodo crtico de mi vida. Y por otro lado, si la naturaleza segua su curso ordinario, an me quedaba ms de media vida por vivir. Me pregunt entonces si mi lado bueno sera lo bastante poderoso para protegerme de las pruebas que me tuviera reservadas el futuro.Mientras todava me turbaban estas ideas la medida de mi desgracia se vio rebasada por una enfermedad que me llev al borde de la muerte. Los mdicos me salvaron la vida, pero no pudieron hacer nada para evitar que perdiera uno de mis sentidos.Un da, al comienzo de la convalecencia, los doctores me preguntaron cmo haba dormido y si me encontraba mejor. Me sorprendi que sus voces me sonaran apagadas y, lejanas, pero no le di importancia. Unas horas despus, not que cada vez que queran decirme algo importante se acercaban a m ms de lo normal. Esa misma tarde, mi enfermera de da y mi enfermera de noche coincidieron en mi habitacin a la hora del cambio de turno. Me sorprendi mucho que sus movimientos fuesen tan maravillosamente silenciosos. Abran la puerta, la cerraban, atizaban el fuego, y sin embargo no hacan el menor ruido. Iba a preguntarles qu significado poda tener aquella extraa circunstancia, cuando otro descubrimiento, esta vez relacionado conmigo mismo, vino a sobresaltarme. Yo tena la certeza absoluta de haber dicho algo, pero no haba odo mi voz! A pesar de mi debilidad, llam a las enfermeras en voz tan alta como pude.Le ha ocurrido algo a mi voz? les pregunt.Las dos mujeres se consultaron, y luego me dedicaron una mirada llena de compasin. Una de ellas pareci tomar la iniciativa. Vino hacia m y acerc sus labios a mi oreja. Al escuchar sus horribles palabras, sent una dolorossima punzada en todo el cuerpo:Su enfermedad ha tenido una triste consecuencia, seor. Se ha quedado usted sordo.VIITan pronto como me levant de la cama, fueron innumerables las personas, de dentro y de fuera de la profesin mdica, que, cargadas de buenas intenciones no hicieron ms que atormentarme.Los cirujanos ms famosos del pas entraban y salan de mi casa. Todos aseguraban tener la experiencia necesaria en estos casos y una larga lista de xitos. Acept la propuesta de la ciencia mdica. sta hizo por m todo lo que pudo, y fracas. Mi sordera fue en aumento. Los cirujanos dijeron que mi caso era incurable. Las grandes autoridades de la medicina se rindieron.Algunos amigos mos, los ms juiciosos, haban estado esperando su oportunidad para intervenir.Me aconsejaron que cultivara la alegra; que no dejara de asistir a los actos sociales; que no me preocupara, que la gente de buen corazn se hara cargo de explicarme lo que mis odos no podan captar; que permaneciera en guardia contra los achaques de la mrbida depresin, que no permitiera que la sensacin de aislamiento cayera horriblemente sobre m y me impulsara a encerrarme en mi habitacin, y por ltimo y no por ello menos importante, que la vanidad no me hiciera rechazar la posibilidad de utilizar una trompetilla.Yo intent seguir sus consejos lo mejor que pude, de veras que as fue. No porque creyera en la sabidura de mis amigos, sino porque tena miedo del efecto que la soledad pudiera tener en mi naturaleza. Desde el maldito da en que abr el paquete sellado, me puse en guardia para defenderme contra la maldad que, segn todos los indicios, permaneca latente en el hijo de mi padre. No tuve ms remedio que vivir a diario con ese horrible temor. Fue un martirio, y todava hoy me asombra la valenta que demostr en esos das.La crueldad con que un sordo puede llegar a torturarse a s mismo, solamente la puede comprender otro sordo. Cuando estaba ante una conversacin, y alguien deca algo inteligente o divertido, siempre haba quienes, de buena fe, se esforzaban en hacerme comprender el comentario. ntimamente los detestaba porque ponan en evidencia mi defecto y hacan que toda la atencin se centrase en m. Los amigos, confundidos por la expresin de mi rostro, pensaban que yo no les estaba agradecido, y se daban por vencidos. As fue creciendo en mi interior la sospecha de que esos amigos hablaban de m con desprecio y se divertan convirtiendo mi desgracia en objeto de bromas groseras.Haba ocasiones en que yo mismo me daba cuenta del mal comportamiento que haba tenido y, creyndome merecedor del perdn de mis amigos, trataba de rectificar mi actitud. Pero cometa errores torpes (los propios de un desvalido), y eso slo contribua a alimentar los prejuicios de la gente contra m. A veces, me diriga a alguna dama o a algn caballero, felices poseedores del sentido del odo, hacindoles preguntas tan triviales que me tomaban por imbcil, adems de sordo. Tambin sola ocurrir que mis acompaantes estuvieran disfrutando con una historia interesante o un buen chiste, y yo, en mi ignorancia, le pidiera al ms inepto de los presentes que me explicara lo que haba sucedido, con el resultado de que l, o ella, perda el hilo de la historia, y le echaba la culpa a mi desafortunada interrupcin.Soport con paciencia estas mortificaciones, y otras, hasta que, poco a poco, mi capacidad de resistencia fue menguando, y sucumb al fracaso. Mis amigos se dieron cuenta de que me haba cambiado el carcter, y se alarmaron. Me convencieron para que me marchara de Londres y probara los efectos renovadores del aire puro de la montaa.La tentativa no slo no tuvo el menor efecto curativo sobre mi estado mental, sino que fue un rotundo fracaso.Fue entonces cuando llegu a la conclusin de que mi sordera slo estaba empeorando, y que mis amigos lo saban y me lo estaban ocultando. Decid comprobar si eran ciertas mis sospechas. Me dediqu a dar largos paseos por los alrededores de la casa en la que me alojaba intentando escuchar los nuevos sonidos que me rodeaban. Era sordo a todo... con la nica excepcin del canto de los pjaros.No s durante cunto tiempo pude consolarme escuchando a los pjaros cantores; la memoria me falla.Slo s que cierto da vi una alondra en el cielo, y no pude or sus alegres notas. Al cabo de unas semanas, el ruiseor, e incluso el tordo, pjaro escandaloso donde los haya, fueron puro silencio para mis intiles odos. Mi ltima batalla contra la sordera tuvo lugar en la ventana de mi dormitorio. Desde ah, y durante algn tiempo segu escuchando, cada vez ms apagado, un penetrante gorjeo proveniente del alero de la casa. Cuando este ltimo y pobre placer toc su fin; cuando por ms que intentaba escuchar con ansia, desesperado, no oa ya nada (piensen en ello, nada!) ces en mi lucha. Los ruegos, argumentos y amenazas no lograron influirme. Sin medir las consecuencias, me retir al nico lugar adecuado para m: la soledad en la que me consumo desde entonces.VIIIMe cost trabajo encontrar el solitario refugio que buscaba. Cuando por fin estuve solo, sent un indescriptible placer celestial. La sordera, la muerte en vida: ahora podra disfrutarla lejos del mundo, de la gente que ya no era mi gente. Porque ellos podan or.Lejos tambin de esas vctimas de la histeria que me escriban cartas de amor, ofrecindose incluso a casarse con el "pobre y hermoso sordo", creyendo que con sus palabras podan consolarme. El sufrimiento, poderossimo distorsionador de la realidad, me haca ver a esos hombres y a esas mujeres, incluso las jvenes, como seres repelentes.Yo me mostraba desagradecido e intolerante con la admiracin que provocaba mi atractivo personal, y me irritaban las miradas tiernas y los halagos. As que la nica condicin que puse para alquilar una habitacin fue que en la casa no hubiera ninguna mujer joven. S que, al hacer esta confesin, habr quien piense que soy un vanidoso. Solamente puedo decir que las apariencias engaan. Escribo sumido en una sobria tristeza, decidido a exponerles mi personalidad con precisin fotogrfica, con verdadera exactitud.Cules eran mis costumbres en la soledad? Cmo pasaba las pesadas horas de vigilia?Al vivir solo, me convert (como ya he reconocido antes) en alguien muy importante para mi y, como consecuencia inevitable, disfrutaba registrando mi quehacer cotidiano. Permtanme que transcriba ciertos pasajes copiados de mi diario.IXEXTRACTOS DEL DIARIO DE UN HOMBRE SORDOLunes:Hace ya seis semanas que llegu a mi actual refugio.El casero y la casera son dos viejos detestables. Cada vez que nos encontramos me miran mal, y eso que nos vemos muy poco. Hacen lo posible por no cruzarse conmigo. Mejor, as no hablamos y no me acuerdo de que soy sordo. Esta maana, despus de desayunar, he cambiado de sitio los libros, y despus he intentado, por cuarta vez en los ltimos diez das, leer algunos de mis autores predilectos. Pero desde que me qued sordo, parece que tengo otros gustos. Cierro un libro detrs de otro. No, ya no me atrae nada de lo que antes encontraba profundamente interesante.Precipitadamente y enfurecido con la cabeza ardiendo y el corazn helado he salido a dar una vuelta. Tras dos horas caminando y pensando, me di cuenta de que haba llegado a la capital del condado. Justo cuando pasaba frente a una librera, ha comenzado a llover a cntaros. Me ha costado decidirme a entrar, porque no soporto que los desconocidos se den cuenta de que soy sordo, pero finalmente ped permiso para resguardarme de la lluvia, y me puse a mirar los libros.Encontr una recopilacin de juicios clebres y me acord de mi abuelo. Al consultar el ndice encontr su nombre y decid comprar el libro. El dueo de la librera (como era de prever por su actitud y sus miradas), me ha preguntado si quera que me enviaran el libro a casa. Yo he insistido en que poda llevrmelo yo mismo. El cielo ya estaba despejado, y yo estaba impaciente por conocer todos los detalles del crimen que cometi mi abuelo.

Martes:Anoche me qued leyendo hasta muy tarde. Los poetas, novelistas e historiadores que antes tanto me gustaban, han dejado de interesarme. He estado leyendo los juicios sin levantar la mirada del libro ni una sola vez, por supuesto he comenzado por el asesinato que me interesaba especialmente. Saba ya que mi abuelo era un rufin. Lo que no saba es que adems era tonto. No es por quitar mrito a los oficiales de la justicia que le siguieron la pista y lo atraparon, pero realmente slo un estpido se lo habra puesto tan fcil. He ledo dos veces las pruebas que haba en su contra, me he puesto en la piel de mi abuelo y he visto enseguida qu poda haber hecho para evitar que lo cazaran.En el prlogo de los juicios se hace una elogiosa referencia a una obra del mismo tema publicada en francs. He escrito inmediatamente una carta a Londres encargando el libro.

Mircoles:Hay, alguna influencia misteriosa, en la silenciosa soledad de mi vida, que endurece mi carcter? Existe algo perverso en la existencia de un hombre que nunca oye un sonido? Existe un sentido moral que sufre cuando se pierde un sentido corporal?Todas estas preguntas han sido sugeridas por un incidente ocurrido esta maana.Estaba mirando por la ventana cuando, de repente, en el camino que pasa por delante de mi casa, he visto que un carretero azotaba brutalmente a un caballo sobrecargado. Si eso mismo hubiese ocurrido hace un ao, no habra dudado un instante en bajar a defender al caballo. Y si el dueo, el muy miserable, se hubiese puesto insolente, habra cogido la fusta y le habra dado a probar su propia medicina. Los jueces ya me han multado en varias ocasiones (aunque en privado me han confesado que ellos habran hecho lo mismo) por haber agredido a dueos de animales que estaban siendo maltratados. Pero eso era antes. Esta maana, solamente he lamentado que la desagradable escena viniera a perturbar mi tranquilidad. Me he alejado arrepentido de haberme asomado a la ventana.No me ha gustado nada mi propia forma de pensar, y he querido hacer algo al respecto. Entonces he tenido el impulso de dibujar.He afilado los lpices y he abierto la caja de colores, decidido a realizar una gran obra de arte. Pero cul ha sido mi sorpresa al ver que no poda quitarme de la cabeza la monstruosa figura del carretero! He tenido la sensacin (sin saber por qu) de que la nica posibilidad de deshacerme de la pesadilla de aquel bestia era dibujar sobre un papel su persistente figura. He comenzado a hacerlo y, a pesar de que mi trazo era un poco mecnico, el resultado ha sido tan bueno que me he animado a aadir otros elementos al dibujo. He puesto al pobre caballo golpeado (tambin me ha salido muy bien!), y luego me he puesto yo mismo dndole al hombre su merecida paliza. Aunque parezca extrao, la sola representacin de aquella escena me ha tranquilizado igual que si la hubiera realizado en la vida real. He mirado mi propio retrato, y me he sentido en la gloria. He reledo los juicios, y me han complacido ms que nunca.

Jueves:El librero ha encontrado un ejemplar de segunda mano de la edicin de los juicios franceses, y se ha "tomado la libertad", como ha dicho l, de envirmelo.Ha hecho bien. Es una recopilacin de crmenes clebres, escrito con un enorme poder dramtico. He sentido envidia de la inteligente forma de narrar que tienen los franceses, y se me ha ocurrido que podra imitarles con un tema prometedor: ponerme en el lugar de mi abuelo, y contar los recursos que podra haber ido utilizando para evitar en cada momento que descubrieran su crimen.No recuerdo haber ledo nunca ninguna novela que tuviese ni una dcima parte del inters que me absorba al construir esa imaginaria concatenacin de circunstancias. Me impresion tanto el realismo con que recreaba aquellas situaciones, que llegu a sentir que era yo mismo quien haba cometido el crimen. Escond el cadver y borr las huellas de sangre. Cuando dieron por desaparecida a la vctima, y me preguntaron, como se pregunt a otras muchas personas respetables, si yo personalmente crea que estaba viva, o por el contrario muerta, supe dominarme tan bien que ni el ms perspicaz de los observadores habra dudado de mi inocencia.He pasado una semana muy ocupado con mi nueva aficin literaria.Mi imaginacin es inagotable, e inventa tramas y conspiraciones en las que soy el hroe feliz. Siempre atrapo a mis enemigos con las mejores artimaas; soy ms astuto que ellos. Me pongo a m mismo en situaciones que me son completamente nuevas. Ayer, sin ir ms lejos, en un momento de mi relato necesitaba describir el mejor mtodo para secuestrar a una persona joven, y he narrado un crimen perfecto. He logrado distraer sin problemas a los amigos de la muchacha, a su padre, y a la polica. No han podido encontrar ni una sola pista. Menudo criminal peligroso sera yo, si alguna vez tuviese ocasin de hacer en la realidad lo que ahora slo hago en estos ejercicios de ingenio!Esta maana me he levantado con la idea de empezar una nueva narracin, pero los srdidos asuntos de la vida real han querido alterar el mundo ideal en el que vivo.Hablando claro, he recibido un mensaje escrito de mi casero que me ha hecho enfurecer, y con razn. El muy fastidioso dice que, inesperadamente, se ve obligado a vender la casa. No vale la pena detallar las circunstancias. Lo importante es el resultado: no tengo ms remedio que buscar otro alojamiento. Dnde ir?Lo he dejado al azar. Es decir, he mirado el horario de trenes y he comprado un billete para el primer lugar que he visto. Al llegar a mi destino, me he encontrado con una sucia villa industrial, atravesada por un ro repugnante.Despus de pensarlo un poco, he dejado atrs la villa, y he empezado a caminar siguiendo el curso del ro, con la idea de encontrar cobijo y soledad en algn lugar de su orilla. He andado ms de una hora, hasta llegar a una extraa cabaa, mitad vieja, mitad nueva, adosada a un molino de agua. En una de sus ventanas haba un aviso ofreciendo habitaciones de alquiler. He echado un vistazo a los alrededores. En un lado haba un bosque frondoso, y en otro un terreno agreste de arena y matorrales. Todo pareca indicar que por fin haba encontrado el lugar perfecto para m.He llamado a la puerta, y me ha abierto un hombre viejo, flaco y con cara de pcaro. Me ha mostrado las dos habitaciones: la ma, y la de mi criado. A pesar de su mal estado, el hecho de que la cabaa estuviera en un lugar tan solitario me ha convencido para quedrmela. He aceptado pagar la renta que me ha pedido, sin poner ningn reparo. Pero para estar del todo tranquilo, quera asegurarme de que aparte del casero no viva nadie ms en la cabaa.El viejo me ha dado la respuesta por escrito: "Nadie, slo mi hija". Con gran temor he preguntado si su hija era joven. El hombre ha escrito dos cifras fatales: 18.Ese descubrimiento desbarataba todos mis planes. De ninguna manera poda soportar la idea de que por la casa anduviera una muchacha de esa edad, que yo asociaba a mi ltima y desagradable experiencia con el sexo dbil. Entonces he visto que el hombre iba hacia la ventana con la intencin de retirar el anuncio. Eso me ha puesto furioso, me he acercado a l y, cuando me dispona a detenerle, ha entrado una persona en la habitacin.Estaba ante el pavoroso obstculo que me haba impedido quedarme finalmente las habitaciones? S! La intuicin me deca que aquella muchacha era la hija del molinero.El delirio se ha apoderado de m; mis ojos la devoraban; el corazn me lata como si quisiera escaparse de mi pecho. El viejo se me ha acercado, ha asentido con la cabeza, esbozado una sonrisa burlona, y sealado con el dedo a su hija. Me ha parecido que quera dejar claro que como padre no iba a permitir que nadie se acercara su hija. Que le perteneca a l. Pero no!, ahora me perteneca a m. Poda ser su hija, pero era mi destino.No s qu tiene esta muchacha, pero nada ms verla me ha hecho enloquecer. No me parece que ella tenga ningn inters por m; lo s por su mirada, y su actitud. Mi famosa "belleza" que tantos estragos ha causado en el corazn de otras jvenes, pareca pasarle inadvertida. Cuando su padre se ha llevado la mano al odo y le ha dicho (lo supongo) que yo era sordo, sus esplndidos ojos castaos no han dado ninguna muestra de compasin; slo de una momentnea curiosidad, y nada ms. Tiene un corazn de piedra? O bien le he resultado antiptico a primera vista? Para m no hay diferencia. Estaba ante la criatura ms bella que haba visto jams? No, ni siquiera ese hecho poda excusarme. He conocido a otras morenas sin duda ms bellas que ella y no les he hecho ningn caso. Adems, yo soy de esos hombres que se ofenden si la mujer no cuida hasta el ltimo detalle de su vestimenta. La hija del molinero llevaba un vestido muy feo que estropeaba su magnfica figura. Le perdono esa profanacin. A pesar de las protestas de mi buen gusto slo dir que he alquilado las habitaciones de la cabaa, y eso demuestra crudamente el estado de mi mente, me he resignado a verla con aquel horrible vestido. No s cmo describir esta pasin que siento! Cmo terminar todo esto?CAPITULO VI DEVOLUCIN DE LA CARPETACon esta grave pregunta, el Inquilino finalizaba sus confesiones escritas. No creo que por haberlas hecho pblicas se me pueda acusar de haberlo traicionado. Ha pasado ya mucho tiempo desde la primera vez que las le, y se han producido muchos cambios que me autorizan para actuar segn mi criterio, dejar a la autobiografa que hable por s misma.Si alguien me preguntara qu impresin me llev del extraordinario contenido de aquellas pginas, no sabra qu contestar. No fue slo una impresin, sino muchas, las que me perturbaron y crearon confusin en mi mente. Ciertos pasajes de la confesin me indujeron a creer que el autor era simplemente un loco. Pero al pasar la pgina cambiaba de opinin y lo consideraba un individuo dotado de un cido sentido del humor, dispuesto a burlarse de sus propias malas inclinaciones. En ciertos momentos, su tono al escribir sobre los primeros aos de su vida y las alusiones a su madre se ganaron mi simpata y mi respeto. Pero cuando describa la ltima parte de su vida, y lo haca con ese tono desafiante, casi lament que no hubiese muerto de la enfermedad que le caus la sordera. A pesar de todas las dudas e incertidumbres, puedo decir que a una conclusin s que llegu: como extraos nos habamos conocido y yo estaba dispuesto a que siguiramos siendo extraos. Una vez tomada esta decisin, y viendo que el reloj del aparador acababa de dar la medianoche, pens que lo mejor sera irme a dormir.Pas una mala noche. Supongo que me haba alterado todo lo sucedido desde mi llegada a Inglaterra. Durante los ratos que permaneca despierto pensaba en Cristel con cierta ansiedad. Si daba crdito al exagerado lenguaje del Inquilino (como me tema que deba hacer) la pobre muchacha tena serias razones para lamentar que aquel hombre hubiese entrado en la cabaa de su padre.Mi madrastra y yo volvimos a vernos a la hora del desayuno. Vestida con un exquisito batn, y luciendo una sonrisa perfecta, la seora Roylake me hizo saber que senta una enorme curiosidad. Haba odo a los criados comentar que yo no haba vuelto a casa hasta pasadas las diez de la noche, y se senta absolutamente desconcertada por la noticia. Qu haba estado haciendo su querido Gerard todo ese tiempo, solo, y de noche?Durante un rato contest estuve cazando polillas en el bosque de Fordwitch.Vaya distraccin para un joven! Bueno, y qu hiciste despus?Camin un rato por el bosque, y desenterr mis viejos recuerdos del ro y del molino.La seora Roylake dej de sonrer en cuanto oy que mencionaba el molino. Adopt una expresin fra, dirase que incluso yerta.No puedo felicitarte por tu primera visita al vecindario dijo. Seguramente esa descarada ya se las ha ingeniado para atraer tu atencin, verdad?Yo dije que me haba encontrado con "esa descarada" por pura casualidad, y decid cambiar de tema:Fue una cena agradable la de anoche? pregunt, pretendiendo que el tema me interesaba. No haca ni veinticuatro horas de mi llegada a Inglaterra, y ya era todo un hipcrita.En cuanto oy la pregunta, mi madrastra recuper su habitual encanto. La vida social (siempre que no se refiriera al molino) era un tema de conversacin invariablemente agradable.Slo faltabas t, querido respondi ella. Pero ya les he pedido a las dos hijas de Milord que vengan hoy a almorzar, solas, ya que Milord tiene un compromiso. Estn en ascuas por conocerte. Gerard, querido, supongo que sabes de qu dos damas te estoy, hablando!No tuve ms remedio que reconocer mi ignorancia. La seora Roylake se mostr escandalizada.En cualquier caso prosigui, debes haber odo hablar de su padre, Lord Uppercliff.Tuve que hacer otra bochornosa confesin.O he olvidado quin es el tal Lord Uppercliff durante mi larga ausencia en el extranjero, o simplemente no he odo hablar nunca de l.La seora Roylake tuvo un enorme disgusto.A saber qu educacin te habrn dado en el extranjero! se lament. Gracias a Dios que ya ests de vuelta! Despus de almorzar subiremos al carruaje e iremos a hacer algunas visitas.Slo de pensar en esa posibilidad me vino a la memoria un libro en el que haba ledo que a ciertas personas muy sensibles se les hiela la sangre cuando reciben un disgusto muy fuerte. Por primera vez en mi vida, sent que a m me ocurra lo mismo.Mientras tanto continu diciendo la seora Roylake, djame explicarte que, oh, disclpame por rerme, pero es que me parece tan absurdo que no conozcas a las hijas de Lord Uppercliff! Pues bien, Lady Rachel es la mayor, y est casada con el seor Millbay, Honorable Capitn de la Armada, en estos momentos embarcado. Tiene una personalidad muy fuerte; Lady Rachel, me refiero. Admiro mucho su inteligencia, pero debo admitir que no veo con buenos ojos sus opiniones polticas. Y ahora voy a hablarte de su hermana pequea, Lady Lena. No est casada. Espero que no olvides eso, querido Gerard! Creme, esa muchacha es la joven ms encantadora de toda Inglaterra. Todos los hombres jvenes del condado estn perdidamente enamorados de ella. Al pobre Sir George le dio calabazas la semana pasada. Supongo que de Sir George s habrs odo hablar. Es nuestro representante en el Parlamento. Conservador, por supuesto. El pobre tiene el corazn roto por lo de Lady Lena; se ha ido a Amrica a cazar osos. Qu te ocurre, querido? Parece como si estuvieras nervioso Ah, ya s! Despus de desayunar tienes la costumbre de fumar. Bueno, no ser yo quien te lo impida. Sal a la terraza, Gerard, tu pobre padre siempre fumaba sus cigarros en la terraza. Dicen que fumar hace pensar; a ver si as meditas un poco sobre lo que te he dicho de Lady Lena. Ah, y no lo olvides, a la una es el almuerzo, y a las dos saldremos con el carruaje.Sonri, le bes la mano, y sali corriendo de la habitacin. Encantadora, la seora Roylake, realmente encantadora. Y qu desagradecido era yo, que deseaba regresar a Alemania.Encend mi cigarro, pero no fui a la terraza a fumrmelo. Sal de casa y cog el camino que conduca al bosque de Fordwitch. Pens en lo que dira la seora Roylake si supiera que volva al molino. Pero no tena otra alternativa. La carpeta me haba sido confiada en custodia; cuanto antes la devolviera al autor de la confesin, cuanto antes le dijese a qu conclusin haba llegado, ms tranquilo me quedara.A la luz del inclemente sol, el tranquilo ro pareca ms embarrado que nunca y la nueva cabaa ms horrible que nunca.El padre de Cristel (es preciso que confiese que habra preferido que fuera la propia Cristel?), abri la puerta. Yo lo recordaba vagamente como un hombre viejo, bajito y de tez arrugada. La edad lo haba desmejorado an ms. La ropa blanca de trabajo le quedaba ancha, y se le marcaban todos los huesos de la cara. De no ser por el inquieto brillo de sus diminutos y atentos ojos negros, su cara habra parecido la de una momia. Al principio me mir con perplejidad; luego, como volviendo en s, me pidi que entrara.Es usted el joven amo, seor? S, s, ya me lo haba figurado. Anoche, mi hija me dijo que haba hablado con usted. Le agradezco su inters, seor, me encuentro bien, gracias, teniendo en cuenta lo mucho que he adelgazado, tengo que decir que me encuentro bastante bien. No, no crea que he perdido el apetito, pero no s por qu estoy as de flaco. Disclpeme por recibirle en la cocina, seor, pero no disponemos de mejor lugar que ste. Le ha explicado ya Cristy que la casa necesita varias reparaciones urgentes? Ahora que es usted el nuevo amo, confiamos en que querr ayudarnos. Esta vieja cabaa se est cayendo a pedazos. Lo primero que habra que arreglar es la acequia, y...Pas su huesudo dedo pulgar por todos los dedos de su otra mano, enumerando las diversas reparaciones que consideraba necesario realizar, hasta que fue interrumpido por un ruido: primero fue un aullido, pero inmediatamente comenzaron a orse araazos en la puerta de la cabaa.Al cabo de un minuto, se abri la puerta. Era un sabueso marrn. Dicen que son los perros que mejor compaa hacen. El animal entr corriendo y se lanz encima del viejo Toller. Despus, por la puerta del jardn, apareci Cristel con un cesto de verduras. Si antes he reconocido que el ro y la cabaa perdan mucho con la luz del sol, debo igualmente confesar que Cristel estaba mucho ms bella; ms radiante el brillo de sus oscuros ojos, ms clida la tersura de su piel morena, ms maravillosa la felicidad que expresaba su rostro. Ella se detuvo en el umbral de la puerta, pareca confusa. Me ofrec a llevarle la cesta, pero no quiso que la ayudara.Seor Gerard se quej, usted est tratndome como si yo fuera una dama. Es qu no le preocupa el qu dirn?De haberle respondido algo, no cabe duda de que habra sido algn halago muy tonto. Por suerte, sin embargo, su padre la libr de ello, insistiendo una vez ms en la irrenunciable cuestin de las reparaciones.Ver usted, seor, de nada nos ha servido hablar con el capataz. En confianza, ese hombre es un avaro, y eso que el dinero no es suyo. Slo sabe decir, "se harn los arreglos, se harn los arreglos, no se preocupe", pero no hace nada. Como le iba diciendo, lo primero sera el canal de la acequia, se est cayendo a pedazos.Para hacerle callar de una vez por todas, le promet que hablara personalmente con el capataz. Ad or esto, el seor Toller me estuvo tan agradecido, y se puso tan contento, que volvi con al tema de las reparaciones con una renovada, descomunal e ingobernable elocuencia.El horno, seor, tambin hay que tener en cuenta el horno, no en vano al pan se le llama el consuelo de la vida, aunque del horno de esta casa, el consuelo, cuando no sale quemado sale gelatinoso, usted mismo puede comprobarlo, seor, vaya ah, al otro lado de la cocina, y vea con sus propios ojos cmo est ese horno, resulta escandaloso pensar que...Cuando el viejo Toller me ofreci su brazo para acompaarme hasta el horno, Cristel le tap la boca con su hermosa y bronceada mano, y le dijo:Padre, le ruego que se calle!En ese momento, se abri de golpe la otra puerta de la cocina, que, segn su orientacin, tena que comunicarse necesariamente con la cabaa nueva. Antes de que apareciera nadie, el perro se escondi debajo de la mesa medio aturdido. Al instante el Inquilino sordo entr en la habitacin. No caba la menor duda de que l era la causa de que el perro se hubiera asustado de ese modo. Su instinto le haba avisado de la inminente presencia de un peligro conocido.Siendo el caso que no haca ni un da que yo haba ledo, de su propio puo y letra, aquellas vergonzantes confesiones, esa maana, la primera en que pude ver al Inquilino a la luz del da, esperaba encontrar algo demonaco en su semblante. Pero aun siendo graves mis prejuicios, no lograba encontrarle a simple vista ningn defecto! Su atractivo triunfaba a la clara luz de la maana. Tena los ojos azul oscuro, color que la gente confunde habitualmente con el violceo. En mi opinin, aquellos ojos eran tan perfectamente hermosos que no merecan pertenecer a un hombre. Lo mismo poda decirse de los finos rasgos de su rostro; de su pelo, suave y abundante de un castao caoba, de sus labios, finos y delicados. Pero haba dos significativas peculiaridades que hacan imposible confundirle con una mujer: la sensacin de poder que emanaba, y el masculino arrojo que su barbilla y su boca expresaban.Al entrar en la habitacin, la primera y nica persona que llam su atencin fue Cristel. Le hizo una reverencia, sonri, le tom bruscamente la mano y se la bes. Ella intent que la soltase, pero se encontr con una obstinada resistencia. Se dirigi a ella con las dulces palabras de un galn, pero la espantosa monotona de su voz destruy el encanto.Hoy es un da maravilloso, Cristel, la Naturaleza aboga por m. Tu corazn recibe la luz del sol y se enternece ante este pobre sordo que te adora. Ah, querida, es intil que te niegues. Tus crueles palabras son mi dolor tanto como mi felicidad. Vivo en el paraso de los necios. No te puedo escuchar.En ese momento, intent abrazarla, mientras le deca:Acrcate, ngel mo, djame besarte.Ella hizo un segundo intento de soltarse y esta vez separ su mano con tanta fuerza que l no se lo esperaba.Cuando Cristel corri a refugiarse al lado de su padre, estaba furiosa, y hasta plida.Padre, me pidi que aguantara dijo la hija del molinero porque le paga una buena renta. Pero una cosa le digo, se me est acabando la paciencia. O se va l, o me voy yo. As que tendr que decidir usted entre el dinero o yo.Entonces el viejo Toller hizo algo que me dej atnito. Era como si se hubiera contagiado de la rabia de su hija. Teniendo que escoger entre Cristel y el dinero actu como si realmente prefiriera a Cristel. Se acerc hasta su inquilino y agit sus dbiles puos al tiempo que gritaba con toda la fuerza de su voz vieja y rota:Deje en paz a mi hija o no consentir que contine viviendo aqu! Djela en paz, culebra sorda!Los nervios sensibles del sordo se pusieron de punta perforados por esos tonos agudsimos.Si quiere decirme usted algo, escrbalo respondi, con la ira y el sufrimiento reflejados en cada uno de los rasgos de su rostro.Sac de su bolsillo un pequeo cuaderno lleno de hojas en blanco, y lo lanz contra la cabeza de Toller.Escriba! repiti el Sordo. Y si intenta matarme otra vez con sus chillidos, tenga cuidado con ese cuello esculido, porque lo estrangular.Cristel recogi el cuaderno del suelo. Le estaba muy agradecida a su padre por la forma en que la haba defendido, y dijo emocionada:Este hombre no se ir de aqu sin antes saber lo que le ha dicho usted, Padre. Yo misma lo escribir.Cogi el lpiz de la parte interior de la funda de piel del cuaderno. Dominndose, el enamorado que la muchacha odiaba avanz hacia ella con una sonrisa cautivadora.Me ha perdonado? pregunt Ha hablado amablemente de m? Creo que lo veo en su rostro. Hay sordos que saben leer los labios, pero yo no s hacerlo, soy demasiado estpido, o demasiado impaciente, o demasiado malvado para poder hacerlo. Querida, escrbame que s, que me ha perdonado y hgame feliz para el resto del da.Cristel, que no lo escuchaba, se dirigi a m:Seor, espero que no piense usted que Padre y yo tenemos la culpa de lo que ha pasado aqu esta maana.El inquilino sigui la mirada de la muchacha... y advirti, por primera vez, que yo estaba en la habitacin. Hace un momento he aludido a su maldad; cuando se volvi hacia m vi esa maldad reflejada en su rostro.Por qu no ha venido a verme usted a mi habitacin? A qu se debe su presencia aqu, caballero?Cristel dej el cuaderno sobre la mesa, y se acerc a m corriendo; apenas poda respirar.De qu conoce usted a este hombre, seor? dijo Cristel en un lamento. Qu significa todo esto?Simplemente lo conoc anoche le expliqu, despus de separarme de usted.Lo conoca antes?No, era un perfecto desconocido para m.Mientras Cristel y yo estbamos hablando, el Inquilino recogi su cuaderno de la mesa, y luego se acerc a Cristel y le quit el lpiz.Quiero mi respuesta me dijo, dndome el cuaderno y el lpiz. Yo le d su respuesta.Estoy aqu porque no deseo volver a entrar nunca en su habitacin.Esta impresin pregunt ha sido producida por lo que le dej leer?Yo le contest con un gesto afirmativo A continuacin quiso saber si haba trado la carpeta. Se la devolv en el acto. Pero al parecer, y por razones que me son del todo desconocidas, haba suscitado su desconfianza. Abri la carpeta, y cont con cuidado las hojas sueltas. Mientras tanto, el viejo Toller dio nuevas muestras de su excntrica personalidad. Con sus pequeos, incansables y negros ojos sigui el movimiento de los dedos de su inquilino, a medida que ste contaba las hojas. Yo no acababa de entender qu inters poda tener el viejo Toller en aquellos papeles. Al notar que haba llamado mi atencin, no mostr ninguna preocupacin, sino que incluso se atrevi a preguntar:Este caballero le ha dejado leer todo eso, seor? comenz diciendo.As es respond yo.Le pidi que lo leyera?As es.Y de qu se trata, seor?Como me pareci que el seor Toller estaba tomndose excesivas libertades conmigo, le record que la curiosidad tiene sus lmites, y le hice saber que no respondera a ninguna otra pregunta relacionada con el asunto de la carpeta. El seor Toller no se dio por vencido, y sigui preguntando.Se da usted cuenta, seor, de que muestra una gran reserva respecto a su escrito? Podra usted decirnos qu valor tiene?Negu con la cabeza:No lo har, seor Toller!l insisti y yo me negu en redondo, pero lo intent de Llevo.Disclpeme, seor. Yo no haba visto antes esta carpeta. Estoy en lo cierto pensando que usted sabe dnde la guarda?Ahorre su saliva, seor Toller. Le repito que no dir nada.Cristel se nos acerc, perpleja por la obstinacin de su padre.Padre, por qu est usted tan ansioso por saber lo que hay en esa carpeta? pregunt.El padre pareca tener sus propias razones para seguir mi ejemplo y no respondi. Ms educado que yo, sin embargo, dej que simplemente advirtisemos su determinacin. Contest a su hija con unas cuantas observaciones generales, remarcando la ventaja que supona tener un inquilino que haba perdido uno de sus sentidos.Vers, querida. Hay alguna ventaja en el hecho de que este caballero tan bien parecido sea sordo. Podemos hablar de l delante suyo tan tranquilamente como si estuviera vuelto de espaldas. Es as, verdad, seor Gerard? Lo ves, Cristy? Ahora mismo voy a hacerte una demostracin. Hay que ser muy tonto para andar manoseando unas cuartillas cuando uno las sabe ya casi de memoria; a menos, claro, que valgan un dinero, circunstancia que no creo que desconozca usted, seor Gerard. Disclpeme, seor, ha dicho usted algo? No? De veras que le pido disculpas. S, s, Cristy, lo estoy viendo. Ya ha guardado la carpeta. Y si le ayudara a encontrar un sitio donde esconderla? Vaya, pone buena cara, parece que no le falta ninguna hoja. Viene hacia aqu. Qu piensa hacer ahora?El se gan mi gratitud, al librarme de Giles Toller.Tengo que decirle algo al seor Roylake anunci con una mirada altiva al propietario. Y usted ndese con cuidado! No soporto que nadie me chille. Ya hablaremos de lo que ha pasado antes. Y ahora, lrguese de aqu!El viejo recibi la orden con una tmida reverencia y, antes de abandonar la estancia, mir al Inquilino de un modo que, o yo estaba muy equivocado, o era la mirada socarrona de un triunfador. Qu significaba eso?El sordo se dirigi a m con un tono fro y distante.Tenemos que llegar a un acuerdo me dijo. Sera usted tan amable de acompaarme a mi habitacin?Yo le hice un gesto con la cabeza diciendo que no.Pues muy bien aadi l, en ese caso, hablaremos aqu mismo. Anoche, cuando le dej mi confesin, le ped que cuando terminara de leerla decidiera usted si quera ser mi amigo o mi enemigo. Lo recuerda?Asent con la cabeza.Pues bien, ahora le pregunto, seor Roylake: quiere ser mi amigo o mi enemigo?Cog el lpiz, y escrib mi respuesta:Ni amigos ni enemigos. A partir de ahora, somos dos extraos.Una lucha interior produjo una transformacin en su rostro, visible apenas durante un momento.Creo que se arrepentir de haber tomado esta decisin.Dicho esto me salud con su caracterstica y elegante reverencia. Al volverse vio a Cristel al otro lado de la habitacin y se acerc a ella con ansiedad.Los nicos momentos felices de mi vida son cuando estoy a su lado le dijo. No voy a molestarla ms por hoy. Crame que cuando le he pedido permiso para besarla, no me haba dado cuenta de que no estbamos solos. Me perdona usted? Me hara usted ese favor, para que yo pudiera regresar a mi solitario retiro con al menos una pequea alegra.El Inquilino le ofreci la mano a Cristel, pero ella no la acept. l aguard un instante, creyendo en vano que ella cedera: la muchacha se alej de l.Una contraccin de dolor convulsion el bello rostro del Inquilino. Abri la puerta de su cuarto, se detuvo en el umbral, se dio la vuelta, y mir a Cristel. Ella no le prest atencin. Mientras se giraba de nuevo hacia la puerta y sala no pudo contener el estallido de su histrica pasin y rompi a llorar.El perro sali de su escondite moviendo la cola de felicidad. Cristel volva a respirar tranquila y se acerc a m.Debo reconocer nuevamente mi debilidad? Comenc a temer que todos (incluso el perro) hubisemos sido demasiado duros con el pobre sordo, que se haba sumido en tan amarga pena. Expres mi parecer a Cristel, pero ella no comparta mi opinin.El perro puso la cabeza sobre su falda para que lo acariciara. Ella lo hizo mientras me contestaba.Estoy de acuerdo con este fiel amigo, seor Gerard. Los dos tenemos miedo desde el primer da en que ese hombre del que usted se compadece vino a vivir con nosotros. Yo he tenido sobrados motivos para despreciarlo pero el perro no, y sin embargo siente que hay algo horrible en l. Cualquier da de estos tendremos que darle la razn al pobre Ponto. Puedo preguntarle una cosa, seor?Por supuesto!No quiero abusar de su amabilidad.Vamos, me conoce lo suficiente como para no pensar eso!La verdad, seor, es que estoy un poco asustada. Me da miedo la cara que he visto en nuestro inquilino cuando le ha preguntado si quera ser usted amigo o enemigo suyo. Seor Gerard, ya s que todos piensan que l es un hombre muy bien parecido, pero le digo que esos preciosos ojos nos engaan, y a veces he visto como su bello rostro mudaba de color hasta el punto de convertirse en un hombre feo. Podra decirme qu le ha respondido usted?Le confes a Cristel cul haba sido mi contestacin; ella no pareca estar muy satisfecha.Quizs usted haya herido su vanidad tratndolo como a un extrao despus de que l le dejara leer su escrito y le invitara a su habitacin dijo. Pero me ha parecido ver algo mucho peor que la mortificacin en su rostro. Me tomo demasiadas libertades si le pregunto cmo se conocieron anoche?Cristel haba adoptado una actitud muy seria. Pens que no deba responderle sin reservas, pero al mismo tiempo tem parecer un vanidoso si le confesaba que mi impresin era que el Inquilino pudiera haberse sentido amenazado por mi presencia en el molino. As que hice lo que un hombre joven hace habitualmente cuando hablar de cierto tema le causa pudor: hablar de un asunto serio como si se tratara de algo insignificante.Cristel, conoc a su inquilino sordo en unas circunstancias ciertamente ridculas. Anoche nos vio mientras hablbamos y me hizo el honor de sentir celos de m.Esperaba que Cristel se ruborizara. Pero en vez de eso, se puso plida y protest enrgicamente.No se ra usted de m, seor! No me hace ni una pizca de gracia lo que acaba de decir. No me diga que anoche entr usted en su habitacin! Por qu tuvo que hacer eso!Le expliqu que me haba convencido apelando a mi compasin. No me result fcil reconocerlo, porque yo saba que eso me hara parecer un hombre inseguro. Poco a poco le fui contando el resto: lo mal que le haba parecido que un hombre joven, especialmente de mi posicin social, hablase con ella; que me haba exigido que lo respetara y no la volviera a ver, y que cuando yo me negu l me dio a leer su confesin para que comprendiera que estaba desafiando a un hombre extraordinario, tratndolo (tal como Cristel acababa de or) como a un perfecto desconocido.Esta es la historia completa conclu. Fue como una obra de teatro, no le parece?Cristel volvi a quejarse de la ligereza con que yo me empeaba en tratar todo el asunto.Seor, una vez ms tengo que decirle que ste no es asunto para tomarse a guasa. Si ese hombre est celoso por culpa de usted, crame que ms le habra valido poner celosa a una bestia salvaje. Con todo lo que ahora sabe de l, por qu se ha quedado usted aqu cuando ha venido? Y yo, por qu le habr humillado delante de usted! Vyase, seor Gerard, le ruego que se marche y no vuelva hasta que mi padre haya echado de aqu a ese hombre.Pensaba que me asustara tan fcilmente? Mi amor propio se resinti con slo sospecharlo!Mi querida pequea le dije con grandilocuencia, de veras cree usted que ese miserable me asusta? Cree que voy a renunciar al placer de venir a verla, porque ese chiflado es lo bastante necio como para creer que algn da se casar con usted? Eso es absurdo, seorita Cristel!La pobre Cristel se retorca las manos con desesperacin.Oh, seor, no me angustie hablndome de esta manera! No olvide quin es usted y quin soy yo. Si yo fuera tan miserable como para hacerle dao... No quiero ni hablar de ello! Le ruego que no me tome por una descarada; no s cmo expresarme. Usted no debera haber venido nunca aqu; debe irse; vyase!Presa de un fuerte impulso corri a buscar mi sombrero, me lo trajo y me abri la puerta con una expresin tan suplicante que era imposible resistirse. Habra sido una crueldad por mi parte no hacer lo que me estaba pidiendo.No quiero angustiarla por nada del mundo le dije.Y dej que ella misma comprendiera que haba interpretado sus splicas correctamente. Intent agradecrmelo, con lgrimas en los ojos: me hizo un gesto para que la dejara sola, como si se avergonzara de s misma. Yo estaba conmovido, dolorido. Secretamente estaba ms resuelto que nunca a volver a verla. Al despedirnos me han dicho que hice mal, no era mi intencin la bes.

Cuando apenas haba dejado atrs el pequeo claro que hay entre la cabaa y el bosque, vi que haba olvidado mi bastn, y volv a buscarlo.Cristel sala de la cocina; la vi ante la puerta que comunicaba con la parte de la cabaa habitada por el Inquilino. Estaba de espaldas a m; la perplejidad me dej mudo. Abri la puerta, entr y volvi a cerrarla.Despus de haber rechazado sus proposiciones en mi presencia, iba a encontrarse con ese hombre! Iba a ver al enemigo contra el que me haba advertido, despus de haberme pedido que la dejara sola! Eran indignos de mi estos pensamientos furiosos? Tratndose de otro hombre habra dicho que estaba celoso. Celoso de la hija del molinero, en mi posicin? Absurdo! Inconcebible! Pero estaba tan enfurecido que decid hacer saber a Cristel que la haba descubierto. Cog una de mis tarjetas de visita y anot: "He vuelto a buscar mi bastn y la he v