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Revista de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A. C. Año III, núm. 8, abril-junio de 2010 Mexicali al inicio de la revolución mexicana De vuelta a la preparatoria. Historia de un movimiento estudiantil Teatro del Estado Historia de las aguas que le dan vida al valle de Mexicali La casa de piedra La historia sin pudores ni liviandades Eduardo Aranda Ávila: una vida de esfuerzos Leyes agrarias y su influecia en el movimiento campesino del valle de Mexicali

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Revista de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A. C.Año III, núm. 8, abril-junio de 2010

• Mexicali al inicio de la revolución

mexicana

• De vuelta a la preparatoria. Historia de un

movimiento estudiantil

• Teatro del Estado • Historia de las aguas que le dan vida

al valle de Mexicali

• La casa de piedra

• La historia sin pudores ni

liviandades

• Eduardo Aranda Ávila: una vida de

esfuerzos

• Leyes agrarias y su influecia en el

movimiento campesino del valle de Mexicali

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Mesa directiva 2009-2011Sergio Noriega Verdugo, PRESIDENTE

Yolanda Sánchez Ogás, VICEPRESIDENTA

Miguel Esteban Valenzuela Robles, SECRETARIO

Eduardo Andrade Cisneros, TESORERO

PRESIDENTA HONORARIA VITALICIA

Yolanda Sánchez Ogás

Revista El Río DIRECTOR Y DISEÑADOR: Rubén Castro BojórquezCOMITÉ EDITORIAL: Luz Mercedes López Barrera, Rubén Castro Bojórquez, Carlos Alberto Gutiérrez Aguilar, Sergio Noriega Verdugo, Benjamín Rentería CaminoCAPTURA: Catalina Rojas Monzón y Ana Isabel León GonzálezDIGITALIZACIÓN Y APOYO TIPOGRÁFICO: Lydia Coronel YáñezAPOYO LOGÍSTICO: María Teresa Ponce LeónElaborada en CESU-UABC

Las fotografías utilizadas en la elaboración de esta revista pertenecen a las colecciones de: Archivo Histórico del Estado de Baja California • Archivo Histórico del Municipio de Mexicali • Centro de Investigaciones Culturales (CIC) Museo UABC • Centro de Estudios Sobre la Universidad (CESU-UABC) • Biblioteca Pública Central Estatal • Instituto Municipal de Investigación Urbana de Mexicali • Particulares.

El Río

Revista de la Sociedad de Historia Centenario de Mexicali, A.C.

Año III, núm. 8, abril-junio de 2010Mexicali, Baja California, México

INVITACIÓNLa Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali”, A.C. invita a todas las

personas amantes de la historia, afi cionados o expertos, a asistir a sus reuniones y, de ser el caso, a formar parte de ella como socios activos.

Las sesiones se llevan a cabo todos los miércoles a las 18 horas en la Sala Junta de Gobierno del Centro de Estudios Sobre la Universidad de la UABC, ubicado en

la planta baja del edifi cio de Investigación y Posgrado en blvr. Benito Juárez.Teléfonos: (686) 566 9592 y (686) 841 2076

Se reciben colaboraciones de artículos de historia regional (extensión de 3 a 6 cuartillas, en Arial 12, a doble espacio), de preferencia con ilustraciones. Dirigirlas a: [email protected]

Esta revista se distribuye gratuitamente. Si desea obtener un ejemplar, puede solicitarlo en las ofi cinas del CESU-UABC.

ÍndiceEditorial 1

Sergio Noriega Verdugo

Mexicali al inicio de la revolución mexicana 2

Carlos Manuel Reyes Moreno

La casa de piedra 5

James Griffin

Eduardo Aranda Ávila: una vida de esfuerzos 8

Cecilia Aranda Miranda

De vuelta a la preparatoria. Historia

de un movimiento estudiantil 12

Antonio Tello Álvarez

La historia sin pudores ni liviandades 15

Jesús López Toledo

El Teatro del Estado 17

Rubén Castro Bojórquez

Leyes agrarias y su influencia en el

movimiento campesino del valle de Mexicali 25

Yolanda Sánchez Ogás

Historia de las aguas que le dan vida

al valle de Mexicali 29

Eduardo Andrade

Una foto. Una historia 32

Austreberto Silva Olivares

Historias de lo cotidiano. Centro Cívico:

la Brasilia cachanilla 34

Miguel Esteban Valenzuela Robles

Historias de vida. Dentista por profesión,

maestro por vocación 39

Yolanda Sánchez Ogás

Acontecer de la historia 40

Rubén Castro Bojórquez

Libros, reseñas, comentarios... 42

Sergio Noriega Verdugo

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En todo tiempo conviene conocer la historia, pero más ahora. La historia nos dice que no estamos solos, que formamos parte de la familia humana. Que tenemos un pasado y que nos encontramos forjando un futuro. Que nuestra familia lleva por nombre

México. Que los miembros de la familia mexicana cumplimos dos aniversarios este año: el de la Independencia y el de la Revolución.

Creemos, así como dijera el poeta y humanista británico Alexander Pope (1688-1744): “el estudio adecuado de la humanidad es el hombre”, y los hombres y las mujeres tenemos historia que contar, que platicar, y que comentar por todo aquello que buscamos darle sentido a nuestras vidas y a la de nuestros contemporáneos.

Somos parte de la humanidad y contamos con personalidad propia. Nuestra cultura es producto de una mezcla de sangre indígena y europea. Gozamos de un diverso y rico folclor. Nuestro idioma es el español y nuestra religión es cristiana. Somos un país de más de cien millones de habitantes, en menos de dos millones de kilómetros cuadrados. Contamos con desiertos y lugares tropicales, altiplano y cordilleras, y nuestras costas están bañadas por dos mares.

Y después de tres siglos de ser colonia de España, México se independizó. Quienes se sacrificaron para darnos patria merecen ser recordados, honorados y homenajeados; y nuestra conducta ciudadana debe constatar que somos merecedores de aquel triunfo. Es decir, no sólo debemos aplaudir sino trabajar en concierto para realizar las expectativas de un pueblo que valora su independencia.

No obstante, cien años después de iniciada la guerra de la independencia, los mexicanos iniciamos la revolución. Pero aun terminada la dictadura bajo el lema de “sufragio efectivo no reelección”, afloraron las diferencias y con ello continuó la violencia entre hermanos. Por eso tampoco debemos olvidar las heridas, las vidas perdidas o frustradas y los daños materiales que ella ocasionó.

Ante este marco de referencia, debemos reflexionar sobre el México que queremos construir. Debemos aprender del pasado. Debemos ser capaces de resolver nuestras diferencias ciudadanas y crear los derroteros que anhelamos alcanzar. Debemos crear una sociedad tolerante, capaz de combatir las desigualdades y, al mismo tiempo, aceptar nuestra pluralidad de nación, para que la historia diga de nosotros que fuimos mexicanos responsables y humanos.

Bondades y retos de nuestra historia

Sergio Noriega Verdugo

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Al inicio del conflicto armado de 1910, Mexicali era una población pequeña, comprendía del barranco del Río Nuevo en las inmediaciones del actual

callejón Zorrilla hasta la calle Azueta, y de la acera sur de la avenida Porfirio Díaz, hoy avenida Madero, hasta la avenida Ramón Corral, actual avenida Reforma. Fuera de esta zona se manifestaban asentamientos aislados en lo que hoy se conoce como manzana de La Chinesca. Al norte de ella, se erguían solitarios el edificio de la estación del ferrocarril Intercalifornia localizado en la actual confluencia del bulevar López Mateos y la calle Altamirano, y las oficinas de la propia empresa que se ubicaban en la acera sur de la hoy avenida Madero a la altura de la calle Ayuntamiento.

Del lado mexicano de la frontera, entre Mexicali y Caléxico había una franja de cien metros de ancho, que dividía estas

Mexicali al inicio de la revolución mexicana

Carlos Manuel Reyes Moreno*

1911. Vista de Mexicali, en el lado izquierdo de la imagen, y Caléxico, en el extremo derecho. Al centro se aprecia la línea de árboles que delimitaba físicamente la frontera entre México y Estados Unidos, así como el espacio de cien metros de ancho que separaba a estas poblaciones.

poblaciones y abarcaban la línea internacional y la acera sur de la avenida Porfirio Díaz.

Este territorio se conformó en 1904 para generar una zona de amortiguamiento entre la población mexicana y la estadounidense, como parte de las primeras acciones de urbanización de Mexicali. Y como parte de estas acciones el poblado fue reordenado de acuerdo con el trazo realizado por el ingeniero Charles Rockwood, de la California Development Company, empresa que desarrolló el Valle Imperial a partir de 1901 y que, con la oferta de trabajo generada por la apertura de canales, atrajo a los primeros pobladores de lo que hoy es Mexicali. El terreno donde se asentó inicialmente la actual capital del estado de Baja California fue adquirido por Antonio Heber, accionista de la empresa California Development Company, aprovechando la

*Miembro de la Sociedad de Historia Centenario de Mexicali, A. C. Correo electrónico: [email protected]

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oportunidad de negocio inmobiliario que se presentaba, ante la creciente demanda de lugares para construir vivienda. En el lado estadounidense no existía esta franja separadora; más bien, la cerca que delimitaba la línea divisoria entre ambos países marcaba el límite sur de las propiedades colindantes de Caléxico. No fue sino hasta la década de 1920 que se estableció una franja libre de construcciones en el lado estadounidense con un ancho de 35 pies y que actualmente se conserva.

Dentro de la franja del lado mexicano se encontraba en forma solitaria la garita internacional, conformada por un edificio pequeño de madera ubicado frente a la arboleda que protegía el canal de agua cercado que delineaba físicamente el límite internacional, a la altura de lo que sería tiempo después la calle Internacional, hoy calle Melgar. Anteriormente, este mismo edificio se localizaba aledaño a la vía del ferrocarril en su entrada a los Estados Unidos, en las inmediaciones del monumento 221 A. La garita estadounidense originalmente se emplazaba en la esquina noroeste de la calle Primera y avenida Rockwood; sin embargo, a partir de 1910, se reubicó en acera

oeste de la calle Heffernan, contigua a la cerca de la línea internacional y muy cercana a las instalaciones mexicanas.

El primer trazo de Mexicali se desarrolló como un simple negocio de lotificación, sin contemplar servicios de ninguna índole. En 1910 el poblado no contaba con pavimento ni servicio de agua potable en la mayor parte del entramado urbano. Las viviendas y negocios se abastecían de pozos y, los menos, de la red de agua potable de Caléxico. El líquido que provenía del poblado vecino era como apoyo a las instalaciones del ferrocarril Intercalifornia. En ese tiempo, Mexicali tampoco contaba con una red de drenaje sanitario ni pluvial, esto último generaba problemas de encharcamiento en las escasas temporadas de lluvia. El fluido eléctrico se abastecía directamente de Caléxico que contaba con la propia planta generadora, de Holtun Power Co., cerca de Holtille.

En esta época, Mexicali, pese a su pequeña población, presentaba una diferenciación clara de los usos de suelo que se conformaban dentro de ella.

La actividad comercial más importante del poblado se encontraba en la acera sur de la avenida Porfirio Díaz,

1911. Zona turístico-comercial de Mexicali en la época revolucionaria, ubicada en la avenida Madero (acera sur), entre los actuales callejón Zorrilla y calle Melgar.

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1910. Oficinas del ferrocarril Intercalifornia ubicadas en la hoy avenida Madero. Al fondo se aprecia la estación de pasajeros y carga, que estaba ubicada en la calle

Altamirano, con frente a las vías del ferrocarril.

con mayor énfasis en el tramo comprendido entre el barranco del Río Nuevo hasta poco después de la actual calle Melgar (que en ese tiempo no existía). Toda esta particularidad de uso de suelo se desarrollaba a unos pasos del cruce fronterizo, y, como consecuencia, conformaría la primera actividad turística de la población, compuesta principalmente por bares, billares, salones de baile y el único hotel de la región.

El conjunto de instalaciones del ferrocarril Intercalifornia, con sus patios de maniobras, estación y oficinas, estaba localizado en donde se encuentra actualmente el bulevar López Mateos, entre las calles Azueta y Altamirano.

El área restante de esa incipiente Mexicali la integraba el uso habitacional compuesto mayoritariamente por una agrupación de viviendas humildes dentro de las cuales se mimetizaban tiendas de abarrotes y carnicerías; instancias de servicio y de orden público y un sinnúmero de bares clandestinos en donde se surtía de licor a los habitantes del Valle Imperial, lo que constituía una actividad económica importante para el poblado, ya que en esa época la venta de licor estaba restringida en el lado estadounidense de la frontera.

La mayor parte de la actividad comercial de abasto se realizaba en Caléxico, en negocios localizados en la calle Segunda y en la avenida Imperial, principalmente.

De ese Mexicali de 1910 no se preservan vestigios. Los materiales de construcción utilizados en la época fueron el adobe así como la madera traída por ferrocarril. Gran parte de estos edificios desaparecieron a merced de los incendios, por la falta de infraestructura adecuada para lidiar con ellos y por los efectos de los temblores, principalmente el de junio de 1915. Algunas estructuras lograron sobrevivir hasta pasar la mitad del siglo XX, como las propias instalaciones del ferrocarril Intercalifornia, pero que al final de cuentas cedieron ante el olvido.

Durante el inicio de la revolución mexicana no se manifestó actividad armada. Las confrontaciones fueron escasas; la incursión

bélica del movimiento magonista pudiera considerarse como la más importante, acontecida de enero a junio de 1911. A partir de esa fecha se intensificó la presencia militar en ambos lados de la frontera, y dentro de Mexicali se construyó el primer cuartel militar en forma, en ese entonces en las afueras de la población en donde actualmente confluyen la calle Altamirano y la avenida Lerdo. Fuera de la justificación real que pudiera tener la presencia militar en la plaza, su acción de paz y desenvolvimiento facilitaron el crecimiento económico del poblado y su valle, como un importante polo de desarrollo a nivel nacional en tiempos históricos difíciles para México y que sentaron las bases para lo que actualmente es Mexicali.

Edificio de la garita internacional mexicana, que fue quemado por los insurrectos magonistas en 1911.

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En el centro-sur del valle de Mexicali-San Luis, en la colonia Venustiano Carranza, existe una casa construida de piedra, que por muchos años fue la

única de esta hechura en todo el valle. Fue edificada en 1942 por Sawnie Robertson, quien a principios de los años veinte había sido inspector de campo para la Colorado River Land Company y, al mismo tiempo, para la Compañía Industrial Jabonera del Pacífico. Parte de su trabajo consistía en acomodar colonos mexicanos en ranchos abandonados por los japoneses y por los chinos debido a la crisis económica de 1930-1931, cuando el precio del algodón bajó a lo mínimo.

En 1942, en momentos en que casi el mundo entero estaba atento a la segunda Guerra Mundial, Sawnie Robertson vivía en una pequeña ranchería, de unas cuantas casas rústicas, llamada El Caimán. Esta comunidad se situaba a la derecha del barranco Pescaderos, un viejo ramal del Río Colorado que en ese tiempo tenía agua dulce, si no potable, cuando menos bebedera y buena para la agricultura. Sawnie cultivaba un rancho de 80 hectáreas, e instaló en ese lugar una tienda y una farmacia como apoyo a los agricultores de la colonia. Fue así como erigió un edificio de piedra.

La roca adecuada para tal fin estaba cerca de lo que es la colonia La Puerta, en las faldas de la sierra Cucapá, de modo que para acarrear el material necesario, Sawnie requería de transporte pesado, por lo que hizo tratos con su vecino, el agricultor Mateo Trías. Lo llevó a Caléxico, a la agencia Ford –cuyos agentes de venta eran Armando Romandía y Alberto Bustamante– para comprar un camión nuevo. Sawnie extendió su aval ante la agencia y con esa

La casa de piedra James Griffin*

garantía ellos autorizaron el crédito a Mateo para la compra del camión adecuado.

En ese tiempo los únicos caminos que existían eran de tierra, pero ya con el nuevo vehículo Mateo pudo transportar la piedra necesaria para la construcción de la casa de piedra. Después usó su unidad para fletear algodón en hueso y otras mercancías, y pronto logró pagar su deuda a la agencia.

El edificio que construyeron es muy sólido, con paredes de 70 centímetros de grosor. Ignoramos quiénes fueron los albañiles, pero el tiempo ha comprobado la excelencia de su trabajo. La casa es de un solo piso, con techo muy alto. Cuenta con un sótano que se utilizaba para almacenar suministros. Las piezas principales son dos cuartos. En el menor estaba instalada la farmacia, y el otro era un almacén de provisiones.

El farmacéutico era Eduardo Gamboa, padre del ingeniero del mismo nombre que a principios de la década de los setenta fue el gerente general de La Jabonera. Eduardo hijo, su hermana y sus padres vivieron algunos años cerca de la casa de piedra.

En la sombra de unos pinos salados Sawnie instaló un taller para mantener su equipo agrícola y atender a los agricultores vecinos.

Alfredo Dipp Varela, quien vivió en El Caimán desde septiembre de 1941 hasta la primavera de 1944, cuando era inspector de campo de La Jabonera, fecha en que cambió su oficina al Kilómetro 43, ahora Guadalupe Victoria, nos cuenta que Sawnie era muy buen mecánico-soldador, en aquellos años en que había pocos capacitados en este oficio. Sawnie ayudaba a sus vecinos en trabajos de reparación y

*Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali”, A. C.

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soldadura a su equipo agrícola. Era muy apreciado en la comunidad porque les daba crédito y cobraba poco por sus servicios. Además, aun cuando el equipo que hubiera que reparar estuviera en pésimas condiciones se las ingeniaba para hacerlo funcional. Con esa ayuda el ranchero podía seguir trabajando sus siembras.

Actualmente, Pedro Palmerín –quien en ese tiempo vivía con sus padres en un rancho cercano– es el dueño de la casa de piedra y de las 80 hectáreas que trabajaba Sawnie. Nos cuenta que en una ocasión su papá, Cándido, llevó un

fresno1 con su amigo Swanie para ver si le hacía el favor de repararlo. Aparentemente, el fresno ya estaba en las últimas porque Swanie lo vio y dijo al papá de don Pedro: “¡Oye, Cándido! Esto es como si yo fuera sastre y me trajeras nada más un botón para que te arreglara tu traje”.

Debido a las frecuentes inundaciones en el área de El Caimán, Sawnie Robertson se cambió a vivir más al oeste, estableciéndose por el río Hardy, en la colonia que lleva todavía el nombre de este agricultor-mecánico-soldador y buen vecino.

1 Para la gente joven que nunca ha visto un fresno, éste es un artefacto agrícola que se utilizaba en la nivelación de terrenos y en la construcción de canales y bordos.

Generalmente medían 1.5 metros (cinco pies) de ancho y eran jalados por una yunta de cuatro caballos o mulas. Los fresnos podían transportar aproximadamente

un metro cúbico de tierra. En el valle de Mexicali-San Luis, en los primeros años e incluso hasta la década de los cuarenta, muchos de los bordos de defensa contra

las inundaciones del Río Colorado, los trabajos de nivelación y construcción de canales eran hechos con fresnos y otros instrumentos más pequeños llamados

escrepas. Estos últimos eran jalados, generalmente, por un par de caballos o mulas. Entre las personas conocidas de Mexicali que en su juventud hicieron el

duro trabajo de manejar fresnos estaban Cleofas y Eligio Chacón, agricultores pioneros del valle. Ellos, entonces jóvenes, trabajaron en la construcción del

bordo Rodríguez. Con el tiempo, los fabricantes hacían fresnos más grandes y los equipaban con ruedas, que aligeraban el trabajo para las yuntas y permitían

transportar más tierra en cada movimiento.

1942. La casa de piedra. Colonia Venustiano Carranza, valle de Mexicali, B.C.

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Años más tarde, con otro grupo de agricultores, Robertson se fue a abrir tierras en la región de San Quintín y ya no regresó al valle de Mexicali.

Con el tiempo, la casa de piedra se habilitó como templo de alguna religión protestante y luego sirvió como bodega para almacenar fertilizantes y otros materiales. Actualmente, el interior y el techo están semidestruidos y el sótano tiene unos treinta centímetros de agua, que se ha filtrado de los campos agrícolas y del mismo barranco Pescaderos. Pero las paredes masivas están intactas y tan atractivas como siempre fueron.

1956. Avenida Reforma entre calles Morelos y México. Al fondo, la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe (hoy catedral); a la derecha destaca el anuncio de restaurant Blanca Nieves, a la izquierda el del Café Legaspi, donde hoy se ubica la mueblería Salinas y Rocha. Sobresalen los automóviles de esa época: estacionados a la izquierda Chevrolet 42, Ford 41, Plymoth 53, Oldsmobile 53, y a la derecha, Ford 51, Mercury 55 y Chevrolet 50; circulando Chevrolet 49 y Mercury 54. Obsérvese el semáforo de “piñata”.

2002. Frente a la casa de piedra. De izquierda a derecha: Pedro Palmerín, James Griffin, persona no identificada y Alfredo Dipp.

R.C.B.

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Debido, principalmente, a las inundaciones de 1905 y 1906,1 muchas de las familias pioneras que arribaron a estas tierras y que contribuyeron al

poblamiento de Mexicali se trasladaron a radicar a la vecina ciudad de Caléxico, California, pues ésta última se encontraba protegida por bordos de defensa; en cambio, Mexicali, anegada completamente, tuvo que abandonarse casi en su totalidad. Más adelante, en 1911, nuestra ciudad, aún en ciernes, fue invadida por el ejército floresmagonista durante cinco meses,2 lo que causó pavor en la mayoría de la población, y como Caléxico resultaba un lugar más seguro, varias familias decidieron cambiar su residencia a ese poblado.

En aquellos años había libertad para cruzar la frontera y radicar al otro lado, lo que ocasionó que muchas familias del centro del país que emigraban a estos valles decidieran tener como residencia la ciudad de Caléxico. Ése fue el caso del matrimonio formado por Benjamín Aranda y Elena Rodríguez, originarios de Chihuahua, Chihuahua, abuelos paternos de nuestro personaje, don Eduardo Aranda Ávila.

Don Eduardo nació el 22 de octubre de 1924 en Caléxico. Sus abuelos maternos, Manuel Ávila y Rosario Camacho –también pioneros de la región– habían arribado a Mexicali en 1912, procedentes de la Baja California Sur en el barco La Pacita, como muchos otros fundadores de la ciudad.3

Eduardo residió 17 años en Caléxico, hasta principios de 1942, fecha en que sus padres, Eduardo Aranda Rodríguez y Ana Ávila de Aranda, decidieron trasladarse con su familia a radicar a Mexicali por los problemas que la guerra les ocasionaba.4 Eduardo recuerda que ellos le platicaban que entonces no había ni agua en este lugar. El abuelo había

establecido la primera línea de taxis, con solamente tres unidades marca Ford-T, y la única ruta era de la garita a Palacio de Gobierno (hoy Rectoría de la UABC).

Eduardo había cursado sus estudios de primaria en la Escuela Cuauhtémoc (actual Casa de la Cultura). Todos los días cruzaba la frontera hacia el lado mexicano. Comenta que con frecuencia los oficiales de inmigración lo cuestionaban sobre por qué estudiaba en México, siendo ciudadano estadounidense residente de Caléxico, y él no entendía las razones por las que le abrían y revisaban sus libros y cuadernos.

Poseedor de una memoria privilegiada, don Eduardo tiene presentes los nombres de sus profesores de primaria. Algunos de ellos fueron: Juanita Martínez, en primer año; Carmen Rivera, en segundo; el profesor Ruiz, en tercero (de él comenta que era muy deportista y le gustaba mucho el basquetbol); Roberto Cevallos, en cuarto; el profesor Núñez, en quinto, y Héctor Migoni, en sexto (este último, dice, era muy estricto en todos los aspectos).

En aquellos años, recuerda también, la Escuela Cuauhtémoc ofrecía sus clases en el horario matutino para las niñas, y en el vespertino para los niños.

Interesado por la radiotecnia, siendo muy joven Eduardo realizó estudios por correspondencia en la escuela National School de Los Ángeles, California, y los concluyó en diciembre de 1941.

Además se inclinó por la telegrafía (clave morse), pero no sólo como aficionado, sino que se capacitó en la estación inalámbrica que estaba por la avenida Obregón, entre las calles México y Bravo. Los cursos se los impartían Enrique Villegas Leyva, Ricardo Girón y el señor Acosta, quienes trabajaban en

* Catedrática del Instituto Tecnológico de Mexicali.1 Construido el sistema de canales y represas desde el Río Colorado a los valles de Imperial y Mexicali; en 1905, 1906 y 1907 se rompió la represa principal Rolkwood,

y todo el caudal del río corrió por el canal Álamo, en lugar de seguir su cauce normal hacia el Golfo de California, por lo que inundó los dos valles.2 Iniciada la revolución mexicana el 20 de noviembre de 1910, los hermanos Flores Magón armaron un ejercito en Los Ángeles California, que invadió Mexicali el

29 de enero de 1911, movimiento que perduró hasta junio de ese mismo año.3 Cuando se conoció en el resto de México el emporio agrícola que se estaba desarrollando en los valles Imperial y Mexicali, miles de connacionales se trasladaron a estas

tierras. Dos eran las rutas de traslado: una, partiendo de Nogales, Sonora, desde donde se cruzaban a los Estados Unidos y por ferrocarril llegaban a Mexicali; y otra, en

barcos que recorrían Topolobampo (Sonora), Santa Rosalía (Baja California Sur), Guaymas (Sonora) y La Bomba (Baja California), es decir, El Mayor, en el río Hardy,

desde donde los pasajeros eran transportados en camiones de redilas hasta Pascualitos para que abordaran el ferrocarril Intercalifornia hasta el poblado de Mexicali.4 En diciembre de 1941, Estados Unidos ingresó a la segunda Guerra Mundial y el ejército obligó a participar en ella a todos los jóvenes mayores de 18 años. Esto ocasionó

que muchas familias mexicano-estadounidenses tomaran la determinación de regresar a radicar a México para evitar que sus hijos de esas edades fueran reclutados.

Eduardo Aranda Ávila: una vida de esfuerzosCecilia Aranda Miranda*

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ese lugar, y como favor especial le daban clases a la hora en que ellos podían hacerlo. Fue ahí donde en 1948 inició su amistad con Augusto Hernández Bermúdez, el locutor más oído en los últimos cincuenta años en Mexicali. A la fecha, a sus 85 años, en su mente Eduardo aún tiene grabado el código que utilizaban.

Desde los 17 años ingresó a trabajar en el Garage Aranda, taller mecánico donde se reparaban y hacían piezas especiales para la industria y la agricultura. Era propiedad de su padre y estaba ubicado en la calle Morelos y la avenida Hidalgo. Más tarde, con la ayuda de su padre emprendió su primer negocio, que estaría dedicado a la venta y reparación de radios y tocadiscos; la mayoría de sus clientes eran agricultores del valle de Mexicali. A ése, su primer negocio, lo llamó Electrónica Aranda y lo situó contiguo al garage.

Las marcas que vendía de radiotocadiscos eran Telefunken, de nacionalidad alemana, y Phillips, holandesa, ya que, por motivos de la guerra, Estados Unidos fabricaba sólo para su mercado interno y por consiguiente no exportaba.

Eduardo hacía las compras en México, D.F., a través de su representante en esa zona, el ingeniero alemán Ernesto Koller. Los gabinetes de los radiotocadiscos llegaban muy lastimados, por las deficiencias en transportación y empaquetado que se tenían en esos tiempos. Dice que hasta

le daban ganas de llorar al ver lo dañada que recibía la mercancía. Por ello, se vio en la necesidad de contratar un ebanista, que se dedicaba a reparar lo necesario.

En el año de 1954, cuando Yuma, Arizona, tuvo su primer canal de televisión (canal 11, KIVA, en blanco y negro), Eduardo decidió darle un nuevo giro al negocio. Lo denominó Radio Electrónica Aranda, y agregó la venta y reparación de televisores marcas Olympic, General Electric y Sylvania, también comprados en el D.F., así la como instalación de equipos de sonido. Recuerda que el primer equipo que tuvo la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe (hoy catedral), así como el de la parroquia de San Antonio, en Pueblo Nuevo, fueron instalados por él.

Años de crecimientoTerminada la segunda Guerra Mundial, Estados Unidos empezó a surtir al extranjero y entonces se facilitaron los negocios, sobre todo por la ubicación geográfica; ya se podía comprar en lugares tan cercanos como Los Ángeles y San Diego. En esos años, el valle de Mexicali vivía su época de oro, y había mucho dinero. Para entonces ya Eduardo les vendía a los agricultores: televisiones, radios, tocadiscos, plantas de luz, y les instalaba antenas, pues era casi imposible captar señal

1915. Mexicali, Baja California. Familia Ávila Camacho. De izquierda a derecha, de pie, Ana (mamá de Eduardo Aranda Ávila), Trinidad e Isidro. Sentados: Rosario Camacho de Ávila y Manuel Ávila. Al frente, recargado, Diego (quien toda su vida trabajó en la Cervecería de Mexicali).Los abuelos maternos de Eduardo llegaron a Mexicali en 1912.

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sin ellas. Recuerda que tenía que irse al amanecer con dos de sus ayudantes para poder llegar al valle, pasando por caminos peligrosos y puentes provisionales hechos con tablones para atravesar los canales; y cruzaban el Río Colorado en panga. A él siempre le daba mucha preocupación que llegara a sufrir un accidente que lamentar. Siempre el regreso era entrada la noche, por lo que tuvo que instalar en el techo de las camionetas unos reflectores para poder iluminar los caminos. Muchas veces debían pasar por el bordo de los canales; pero, si no calculaban bien al manejar, corrían el peligro de caerse, por la poca visibilidad que había.

Eduardo vio levantarse las tolvaneras por las principales calles de Mexicali aún sin pavimento, durante las décadas de 1940 y 1950, mientras la ciudad iba convirtiéndose poco a poco en un emporio económico gracias a la agricultura de su valle y al crecimiento de su comercio.

Otro de sus gustos o aficiones fueron las clases de vuelo. Las impartía el piloto Gustavo Grijalva en el aeropuerto, ubicado entonces en lo que hoy es la Ciudad Deportiva, por la avenida Cuauhtémoc. Eran alrededor de treinta alumnos los que salían hacia La Rumorosa y San Felipe en avionetas de doble ala.

En el año de 1950 Eduardo contrajo nupcias con Conchita Miranda Otero, originaria de Magdalena, Sonora, quien había llegado en compañía de su familia a estas tierras en 1937. Tuvieron diez hijos, todos hoy son profesionistas: Eduardo, Ana Cecilia, Jorge Alberto, Mario Armando, Connie, Silvia, Leticia, Rubén, Rosela y Manuel Javier.

Don Eduardo fue miembro del grupo de señores de Acción Católica, en el tiempo en que se construía la parroquia de la Inmaculada Concepción en la colonia Industrial. Dicho grupo se llamaba Unión de Católicos Mexicanos (UCM), y en él tuvo compañeros como: Guillermo Aguilar, Miguel y Alonso Coria, Miguel Coronado, Ignacio Dávila, Guillermo Dávila Valdez, Leopoldo Díaz Huerta, Fidel Lozano y José Torres, entre otros.

Formó parte también de los Caballeros de Colón, con el honor de haber sido “Gran Caballero” (presidente) por dos periodos consecutivos. Entre otras cosas, se dedicaban a la labor social, auxiliándose de la ayuda católica que se recibía de Estados Unidos durante la década de 1960. Parte de esa actividad consistía en repartir ropa y provisión a las familias de escasos recursos. A este grupo pertenecían, entre muchos otros: Miguel Aguilar, Pedro Aladro, Jorge Alcántara, Agustín Arreguín, Armando Cantón, Rubén

1966. Eduardo en el interior de su taller.

1948. En el aeropuerto (hoy Ciudad Deportiva), Eduardo Aranda y Francisco Miranda Otero.

1959. Taller Aranda, ubicado en calle Morelos y avenida Hidalgo, en el centro de la ciudad.

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Celaya Gortari, Raúl Cenizo, Héctor Corral Parra, Manuel Chacón Pérez, Rubén Dávalos, Guillermo Dávila Valdez, Ricardo Díaz Ruiz Esparza, Ernesto Femat Romo, Pedro Fernández Torres, Guillermo Figueroa Velázquez, Alfonso Gaxiola, Leopoldo Güitrón, Pedro Guzmán, Eduardo Ibáñez, Agustín Lares Trujillo, Fidel Lozano, Carlos Maldonado, Eloy Moreno, José Moreno, Alfonso Posada, Luis Ramírez, Amado Robles, Efrén Romero Martínez, Enrique Sáenz del Val, Fidel Sánchez Moreno, Domingo Shutón, Serafín Sodi, Luis Solís, Marín y Gustavo Vázquez Gudiño, Ignacio Terán Robles, Alfonso Torres Madrazo y Jorge Walther.

El grupo ArandaA finales de la década de 1960, cuando Mexicali se industrializó, Eduardo decidió emprender, junto con su hijo mayor y por iniciativa de éste (ingeniero industrial, de su mismo nombre), un negocio dedicado al embobinado y la venta de motores eléctricos para la industria en general. Denominado Aranda Embobinados Industriales, se localizó primeramente en la avenida Colón y luego se cambió a la avenida Fundidores, de la colonia Industrial. Ahí embobinaban motores desde un cuarto hasta 250 caballos de fuerza.

Hacia mediados de 1980, con otro de sus hijos, Mario Armando (también ingeniero industrial, y que contaba ya con experiencia en el ramo hidráulico), formaron un solo

grupo, por medio del cual pudieron ofrecer al mercado mexicalense otros servicios, como la venta de equipo de bombeo para aguas claras y negras, tubería de PVC y hierro dúctil, motobombas, tanques hidroneumáticos, válvulas y accesorios, bajo la nueva denominación de Aranda Sistemas y Equipos Hidráulicos. Esta empresa actualmente se localiza en el bulevar Lázaro Cárdenas.

El grupo Aranda se ha desarrollado también en el campo industrial, con Fundidora del Desierto, dedicada a la producción de piezas de fundición de hierro gris, bronce y aluminio, a cargo del hijo menor, Manuel Javier, igualmente de profesión ingeniero industrial.

En el campo de la construcción, el grupo participa con su constructora Arca del Pacífico. Esta empresa –donde ya intervienen dos de los nietos de don Eduardo– se dedica a la infraestructura urbana, carretera, hidráulica y de tratamiento de aguas, destacándose la construcción de plantas de bombeo, puentes, acueductos, carreteras, plantas potabilizadoras y de tratamiento de aguas negras.

A principios del siglo XXI, don Eduardo Aranda Ávila se retiró de los negocios, cuando cumplió los 80 años de edad. Al lado de su esposa, doña Conchita, ha dejado a su familia la mejor de las herencias: sus profundos valores y comprobada solidez moral, y, sobre todo, la formación que da la buena educación...

1978. Familia Aranda Miranda. De izquierda a derecha, de pie, Eduardo hijo,

Eduardo papá, Rubén, Rosela, Jorge Alberto, Manuel Javier (niño), Mario Armando

y Conchita (mamá).Fila de enfrente: Silvia, Ana Cecilia, Conni

y Leticia.

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De vuelta a la preparatoria.

Historia de un movimiento estudiantilAntonio Tello Álvarez*

*Miembro de la Sociedad de Historia Centenario de Mexicali, A. C.1 La Universidad Autónoma de Baja California contaba ya con la Escuela Superior de Ciencias Sociales y Políticas, además de la Escuela de Ciencias Marinas, entre

otras.

En 1965 me inscribí en el segundo año de preparatoria, pues me había propuesto concluir mis estudios de bachillerato, iniciados en 1963, los cuales había

interrumpido por causa de un accidente automovilístico. Al incorporarme a mi escuela, el ambiente en general era el mismo; los compañeros con los que conviví por espacio de un año escolar habían terminado su preparatoria e iniciado sus estudios profesionales en diferentes universidades del país, mientras algunos los habían proseguido en nuestra todavía joven universidad.1 Me correspondió el segundo “B” matutino. El grupo lo integraba una mayoría de alumnos que no rebasaban los veinte años y varios que ya éramos veinteañeros.

Las clases iniciaron con normalidad y con ello el periodo de irse conociendo, tanto internamente como con los compañeros de los otros grupos de primero y segundo grados. Al mes de haber comenzado el periodo escolar, salió la convocatoria para la integración de la nueva mesa directiva de la sociedad de alumnos. De inmediato cundió el entusiasmo entre los estudiantes y a los pocos días ya existían dos planillas: la azul, encabezada por Eduardo G. Almeida Armenta (quien contaba con credenciales de haber sido dirigente en la afamada Secundaria 18), y la guinda, presidida por el joven estudiante y profesor normalista José Luis Alonso Vargas.

Acerca de este episodio, transcribo lo que relata éste último (apodado El Chelís):

De esa manera fuimos elaborando la planilla color guinda, para

disfrazar lo rojo, que realmente éramos, conmigo a la cabeza

como candidato a presidente… Mis rivales fueron Eduardo

Almeida, candidato a presidente por la planilla azul, y Antonio

Álvarez Tello, por la planilla naranja. Los seguidores de mi

planilla eran los chavos más bravos de la escuela, principalmente

del turno vespertino. Los de Eduardo eran principalmente las

mujeres fresas del turno matutino.

Según afirma El Chelís, hubo una tercera planilla, pero realmente no fue la naranja, ni la encabezó Antonio Álvarez, sino la dorada, encabezada por el hoy ingeniero Juárez Rodelo, y en la que yo fungía como organizador y candidato a ocupar la secretaría de Prensa y Propaganda.

Otros integrantes de la planilla dorada fueron los ya fallecidos Manuel Jiménez Gutiérrez (que se recibió de abogado por la Universidad de Sonora, habiendo sido condiscípulo del licenciado Milton Castellanos Gout), Guillermo Madrigal (fogoso orador y muy carismático), Ricardo González Reyes, Amado Sobampo Castañeda, Joel Ayala Almeida (este último ha sido diputado federal en dos ocasiones, senador y actualmente presidente de la Federación de Trabajadores al Servicio del Estado [Fetse]). Contábamos con muchos simpatizantes, entre ellos Sabino Rubio, que en ese año había organizado el conjunto de rock Los Concert´s.

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En fin, a pesar de haber entrado a la lucha electoral estudiantil un poco tarde, nuestro grupo estaba interesado en formar una nueva mesa directiva ya que la anterior estaba integrada por algunos fósiles, revoltosos y agitadores profesionales por el lado de los de izquierda. Y por el lado de los azulados de Almeida –aunque hay que reconocer que lo acompañaban muchachos como Manuel Ibarra y Guadalupe Sánchez León, que se recibirían de economistas; Aidé González Sevilla, que sería abogada, y otros muchachos entusiastas– nos dimos cuenta de que eran manejados abiertamente por el subdirector de la escuela, el químico Alejandro Aranda. Fue así que, ante esas reflexiones, nos lanzamos a la lid, iniciando la edición de un periodiquito mimeografiado al que le puse el nombre de El Tecolote Dorado, en homenaje y recuerdo de mi tío, el periodista Alfonso Tovar Álvarez, que allá por los años cincuenta sacaba a la luz su semanario noticioso-humorístico llamado El Tecolote, en el cual me tocó en suerte ayudar a elaborarlo y venderlo en calidad de voceador.

Las elecciones se llevaron a cabo, resultando triunfadora la planilla azul, del compañero Eduardo Almeida (él incluso llegaría a destacar en la política nacional). Mas sus rivales, tanto de la planilla guinda como de la dorada, no quedamos conformes; los primeros, por haber perdido el instrumento legal para realizar su agitación, y los segundos, ante la pasividad de los almeidistas para plantear ante la dirección los problemas que aquejaban a la escuela, en laboratorios, canchas y otras necesidades. La planilla guinda inventó un consejo estudiantil con la intención de controlar a la mayoría de los jefes de grupo; los dorados continuábamos con la impresión de El Tecolote Dorado, publicación en la que aprovechábamos para seguir exhortando a nuestros dirigentes a iniciar acciones más concretas sobre los problemas de la escuela.

Cabe mencionar un hecho político de suma relevancia en el estado: el primero de noviembre de ese año de 1965 había tomado posesión como nuevo gobernador el que había sido gerente del ferrocarril Sonora-Baja California, ingeniero Raúl

1970. Edificio de aulas de la Escuela Preparatoria de Mexicali (hoy Plantel Mexicali del Cobach), con frente a la avenida Zaragoza.

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Sánchez Díaz. Como es lógico, hubo relevo de funcionarios. En ese entonces la situación de la UABC –a la que estaba incorporada la preparatoria Mexicali– era precaria en lo económico: el apoyo mínimo que le había otorgado Braulio Maldonado no había variado significativamente durante el gobierno del ingeniero Eligio Esquivel Méndez, mucho menos en el de su efímero relevo (ante su sorpresiva muerte el último año de su gestión), el doctor Gustavo Aubanel Vallejo. Por ello, esta vez se esperaba un fuerte impulso por parte de Sánchez Díaz.

Mas, de pronto, en medio de aquella efervescencia estudiantil, el factor agitación hizo su aparición, además de la publicación de artículos en la prensa que cuestionaban la permanencia del doctor Santos Silva Cota, quien había asumido la rectoría a la muerte del primer conductor de la universidad en su etapa inicial, licenciado José González Cordero. La universidad que había recibido el doctor Santos Silva era un alud de problemas por falta de recursos; los años que había estado al frente habían sido verdaderamente duros, y ahora se le pagaba, pidiéndose su remoción, dizque en cumplimiento de la Ley Orgánica.

Transcribo unos párrafos del libro Miradas desde la frontera:

Los de la prepa Mexicali demandaban mi salida desde 1959,

comenta de buen humor Santos Silva. “La inconformidad

contra Santos Silva no era únicamente del sector estudiantil

universitario, sino de otros de la sociedad bajacaliforniana.

Castro Bojórquez menciona la denuncia hecha por Lorenzo

López González, quien fuera director de Acción Cívica y

Cultural del gobierno del estado de Baja California, por el

incumplimiento de la normatividad establecida en la Ley

Orgánica de la universidad estatal (Castro Bojórquez, 2006:71).

[…] “Estábamos convencidos de que teníamos que luchar por la

Universidad y que el malo era el rector”, acepta Sánchez León,

y añade: “Él era el tesorero, el secretario, el rector, todo, y se

decía que la UABC no prosperaba porque teníamos un cacique.2

Por la experiencia directa que tuvimos en esos acontecimientos, he de decir que Eduardo Almeida –ante la presión ejercida por los rojillos de la planilla guinda, del estudiante Alonso Vargas–, nos llamó a los de la perdedora planilla dorada y propuso una reestructuración de su mesa directiva, para lo cual ya había hablado con su equipo y lo apoyaban totalmente. Nos ofreció cuatro secretarías, a saber: la general, que pasó a poder de nuestro ex candidato, Juárez Rodelo; la de Organización, a Manuel Jiménez Gutiérrez; la de Conflictos, para Guillermo Madrigal, y la de Prensa y Propaganda, para Antonio Álvarez. Del lado de Almeida: Manuel Peña Ibarra, como vicepresidente; Guadalupe Sánchez León, como secretaria de actas, y Aidé González Sevilla, como tesorera.

De esa manera integramos la planilla azul y la dorada en un frente común, con el objeto de neutralizar las actividades de los guindistas, convertidos en un consejo estudiantil de dudosa representación. Por supuesto que no les quitábamos su derecho a participar en las legítimas luchas estudiantiles, que fueran apoyadas por la base, para lo cual se efectuaban continuas asambleas generales.

Con esta nueva integración recorrimos las preparatorias del estado, informando y solicitando el apoyo de las comunidades estudiantiles. Se nos invitó a platicar con el gobernador Sánchez Díaz, ante quien fuimos conducidos cordialmente y por nuestra propia voluntad. Asimismo, tuvimos una larga charla con el rector, en nuestras oficinas de la calle B, en la que recuerdo al doctor Santos –que se fumó no menos de tres cajetillas– narrándonos detalladamente la historia de la universidad, sus vicisitudes y carencias, y todo ello sin el mínimo asomo de reclamo o reproche para los estudiantes. El desenlace ya lo conocemos todos: el considerado verdadero primer rector entregó la rectoría a Pedro Mercado Sánchez, el 29 de junio de 1966.

De esta manera concluyo mi narración de estos recuerdos cuya intención es la de contribuir a enriquecer el acervo que se tiene de ellos, y para que investigadores con mayor preparación y mejores recursos coloquen a cada personaje en el lugar que le corresponda.

2 Grijalva y Mancilla (2006:62), citado en Aidé Grijalva y José Alfredo Gómez Estrada, “Estudiantes y compromiso social: la Federación Estatal de Estudiantes

Bajacalifornianos” en Miradas desde la frontera: Estudios sociales sobre Baja California, México, UABC, 2008, pp. 214-215.

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Hace algunos años, en un curso para maestros de Historia de México, que yo impartía, leímos un texto sobre Benito Juárez publicado en la

revista Nexos. El contenido versaba sobre el peregrinar de Juárez por el norte del país. En un momento de descanso, el Benemérito se pone sus pants, trota unos minutos, descansa, y en eso aparece una dama que se ofrece para mitigar su cansancio. Juárez, caballerosamente, agradece tal gesto, se retira; la mujer entiende la respuesta por la presión y cansancio de esos momentos álgidos.

La lectura de este pasaje sobre el patricio oaxaqueño, en el que su autor lo acercaba al ser de carne y hueso, el mortal, motivó el enojo de varios profesores, que me lanzaron toda clase de adjetivos desaprobando el haberles presentado ese texto. El hombre adusto, inexpresivo, no podía ser visto como un hombre con sentimientos iguales a los demás mortales, como lo concibió la imaginación de un escritor. Seguramente los detractores de Juárez, esa ultraderecha que no le da un momento de reposo a Benito, no se hubieran sentido ofendidos, por el contrario, hubieran aprovechado para echar más paladas de desprestigio sobre su tan odiado personaje.

En otro momento de mi vida profesional, en la clase de Historia de México con un grupo nocturno de preparatoria, mis alumnos propusieron alejarnos de la visión historiográfica, tan llena de datos pero tan ajena de reflexiones críticas y, en su lugar, investigar la vida de los personajes históricos más sobresalientes, pero destacando la vida personal, la vida en familia, sus aficiones, gustos y hasta excentricidades. Huelga decir que el resultado fue asombroso;

La historia sin pudores ni liviandadesJesús López Toledo*

desconozco de dónde sacaron tanta información novedosa para la mayoría del grupo, sobre todo porque este pasaje se ubica en los lejanos tiempos de la carencia de la internet. Un acto de desacralización se había llevado a cabo dentro de los más limpios límites de la curiosidad sistematizada. Amores prohibidos, hijos naturales, ferias regionales, peleas de gallos, carreras de caballos, encuentros amorosos, todo lo que hoy, en este año de los cien y los doscientos años de insurgencia, está resurgiendo con mucha fuerza. Nunca volví a repetir tan bonita e inolvidable experiencia.

Debo confesar que metí a mis hijos en varios problemas durante su vida escolar, pues comentaba con ellos episodios como el de la fundación de la gran Tenochtitlán basado en el libro de Justo Sierra, La evolución política de México. Ahí el Educador de América afirmaba que los aztecas no anduvieron buscando el águila devorando una serpiente, parada sobre un nopal en medio de una laguna. Su peregrinar tenía como finalidad, según Justo Sierra, encontrar el agave, la planta de la cual elaboraban “la bebida que hacía felices a los dioses”. La sorpresa de sus maestros terminó en castigos o represiones y llamados al respeto, pero no pudieron rebatir con argumentos serios la tesis de Justo Sierra.

Con el pasaje histórico de los “Niños Héroes” ocurrió lo mismo. Mis hijos les pedían a sus maestros un libro de historia no oficial, un libro imparcial, en el que no se escribieran las gestas de los cadetes del Colegio Militar en la forma poética, romántica, melodramática, fantasiosa como tradicionalmente se imparte en las escuelas públicas y en no pocas particulares.

* Profesor y sociólogo.

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Y así la lista de dudas históricas continuaba, pidiendo pruebas concretas del Niño Artillero, del Pípila, del celibato de Hidalgo o de Morelos, de la piedad y misericordia de la iglesia católica, de los efectos devastadores de la Inquisición, del odio de Juárez por la iglesia católica tradicional, y las dudas existenciales, son secuelas que mis hijos todavía reviven por ciertos momentos.

En la enseñanza de la Historia de México se ha dejado de lado, por incómoda, porque requiere de una cierta dosis de reflexión y pensamiento crítico encontrar el lenguaje simbólico de héroes y etapas históricas, en la conformación de nuestra identidad nacional. Bucear a profundidad para hallar el mensaje oculto en los afanes de Juárez para separar a la iglesia del Estado, descifrar el significado de los actos heroicos de los cadetes mexicanos ante la invasión

de los Estados Unidos, la mutilación de nuestro territorio nacional por el país vecino, interpretar objetivamente la noche de los tres siglos o los resultados de la política porfirista en el desarrollo de la sociedad mexicana, por mencionar solamente unos ejemplos en donde el trabajo crítico, mental, desapasionado, sin fundamentalismos, nos ofrece una lectura rica, variada, sabrosa, diferente y en momentos antagónica de la casi intocable historia oficial.

Hoy ha surgido con más fuerza una corriente histórica que pretende mostrarnos a nuestros héroes alejados de esa visión limitada, convenenciera que la historia oficial nos ha endilgado desde siempre, debida a la celebración del bicentenario y del centenario de la Independencia y la Revolución mexicanas. Para algunos serán actos sacrílegos, escandalosos, ofensivos y para otros vendrán a refrescar con la cristalina agua del respeto que surge de un mayor conocimiento. Bienvenida la historia alternativa a la historia oficial. Debe ser vista como un complemento a la historia de bronce, el faltante, la pieza pendiente para tener una visión holística y

una lectura integral de las raíces de nuestra identidad.Tratar a nuestros héroes y sus hechos como iguales,

guardando el mismo respeto que guardamos a nuestros semejantes, sin apoyarse en fanatismos, sin inyectar odios, con las vísceras en su lugar, es una tarea casi obligada, que no hemos hecho sobre todo por comodidad, porque no tenemos el hábito de la lectura por placer y porque apoltronados en nuestra zona de confort, queremos que se nos de todo digerible. Vicente Fox, junto a otros hermanos de fe y conciencia son una clara muestra de la falta de respeto, de la ausencia de argumentos críticos y racionales para leer desapasionadamente la Historia de México. La tarea no es simple, las inercias y los intereses son muchos; sin embargo, este 2010 nos promete muchas sorpresas agradables. Muchos velos se van a descorrer y muchas pasiones se van a despertar. Los mitos son de vigencia limitada.aaaaaaaaaaaaa llllllllllllllllllllimimimimimimmimimimimimimimimimmimim

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El primero de octubre de 1977 se inauguró el Teatro del Estado en Mexicali, considerado, en ese tiempo, como uno de los mejores del país en diseño

e instalaciones. Para tal acontecimiento sirvió de marco la celebración del Festival Octubre Internacional que consistió en la presentación de grupos artísticos de todo el mundo que durante quince días admiraron a los mexicalenses.

El gobernador del estado licenciado Milton Castellanos Everardo cumplía así con un anhelo que los amantes de la cultura y las artes le habían expresado durante su campaña política. Él encomendó la realización del proyecto al director de Difusión Cultural del Estado licenciado Jorge Esma Bazán y al ingeniero José Antonio Sánchez Hernández, titular de la Secretaría de Obras Públicas del Estado.

Jorge Esma Bazán, prestigiado promotor cultural y director de teatro, supervisó personalmente todo el desarrollo del proyecto y la construcción del inmueble, y por parte de la Secretaría de Obras Públicas se nombró como asesores a los arquitectos Daniel Gutiérrez Carrera y Roberto Gómez Delgado. El proyecto y supervisión de la obra estuvo a cargo de Eduardo Lomelín Velasco, María del Rosario Díaz Ochoa, Iker Allen Martínez y Norma Alicia Vélez Salomón, estudiantes del último año de la carrera de arquitectura de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), coordinados por el arquitecto Leopoldo Carrillo González, maestro de la escuela; este trabajo les sirvió como tema de tesis, y por medio de ésta en 1976 se titularon de arquitectos.

A partir de 1974, las primeras generaciones de egresados de la Facultad de Arquitectura (1969) realizaban proyectos que les encomendaban el gobierno del estado, el gobierno municipal, o el sector productivo. El proyecto del Teatro del Estado en Mexicali fue el ejemplo más exitoso del programa de titulación por ese conducto.

Durante más de seis meses el grupo de arquitectos, asesores y pasantes, visitó otras instalaciones del país, entrevistó

El Teatro del Estado

a escenógrafos, directores teatrales, actores y técnicos especializados, y estudió las necesidades requeridas en ese rubro para llegar a desarrollar un programa arquitectónico. El anteproyecto se modificaba constantemente ante la supervisión de Jorge Esma Bazán, hasta que se llegó a una solución final de la cual se realizó el proyecto ejecutivo. Norma Vélez, Iker Allen, Rosario Díaz y Eduardo Lomelín trabajaron como nunca lo habían hecho, contra reloj, bajo la supervisión y ayuda de los arquitectos Roberto Gómez Delgado, Daniel Gutiérrez Carrera y Leopoldo Carrillo González.

Algo de historiaLa ciudad de Mexicali, desde sus orígenes requirió los servicios de un local para la presentación de pequeñas obras de teatro, dada su calidad de frontera con California, que se convertía rápidamente en la meca del cine y la diversión.

El primer salón de ese tipo, del que se tenga memoria es el Teatro México, ubicado en la avenida Porfirio Díaz (hoy Madero), entre las calles Melgar y Azueta. Su presencia en el naciente poblado fue efímera, probablemente de 1915 a 1920.

El segundo local que sirvió como escenario para presentaciones teatrales y de música y danza, fue el auditorio de la Escuela Cuauhtémoc. Ésta fue construida entre 1915 y 1916, y su pequeño teatro ha dado servicio por más de noventa años. En más de cinco ocasiones se ha rehabilitado todo el edificio y, en forma muy especial, el auditorio.

En la década siguiente, al construirse las escuelas primarias Leona Vicario (1924) y Benito Juárez (1926) se les dotó de pequeños auditorios que servían entre muchas otras cosas para presentar obras de teatro infantiles.

En el año de 1927 se construyó el Teatro Municipal ,ubicado en avenida Reforma y la hoy calle Peritus. Desconozco cuántos años funcionó como teatro, pero si sé que para la década de los años de 1940 ya se había transformado en lo que fue el Cine Rex; ahí asistí con mi

Rubén Castro Bojórquez

* Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali”, A. C. Correo Electrónico: [email protected]

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1920. Teatro México (en el centro), ubicado en la avenida Porfirio Díaz (hoy Madero) entre las calles Melgar y Azueta.

1927. Construcción del Teatro Municipal, ubicado en la esquina suroeste de avenida Reforma y calle Oriente.

1930. Teatro Municipal y posteriormente Cine Rex. Frente al Palacio Municipal y la Escuela Leona Vicario.

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1943. Teatro de la Escuela Cuauhtémoc durante un festival escolar. Ubicado

en avenida Madero y calle Altamirano (actual Casa de la Cultura).

1978. Teatro de la Escuela Cuauhtémoc, regenerado en varias ocasiones.

1958. Teatro al aire libre. Al fondo el edificio anexo al Palacio de Gobierno

estatal. A partir de 1977, tanto el edificio como el teatro al Aire Libre pasaron a ser

propiedad de la UABC.

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1960. Tatro auditorio de la Escuela Presidente Alemán. Ubicado en la esquina de calles Panamá y Buenos Aires de la colonia Cuauhtémc sur. Hoy oficinas centrales del Cecyte.

1950. Cine Curto, en la avenida Reforma, entre las calles Morelos y México. Con frecuencia se presentaban en este recinto eventos teatrales y musicales.

1970. Teatro del Instituto Mexicano del Seguro Socail, ubicado en avenida Zaragoza y calle F.

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padre por primera ocasión a un cine a disfrutar de la película Juan Charrasqueado.

En los años de 1950, con la llegada de los grandes y majestuosos cines Curto, Cali, Bujazán, Variedades y Reforma, el Cine Rex fue demolido y el terreno vendido a la compañía Telefónica del Noroeste. Los cines mencionados se utilizaron como recintos para presentaciones de obras de teatro, variedades musicales, para informes de gobierno y tomas de protesta de los gobernantes.

En la década de 1930 destacó la construcción del Teatro al Aire Libre, anexo al Palacio de Gobierno, hoy sede de la Rectoría de la UABC, que fuera escenario de cientos de eventos: graduaciones, presentaciones teatrales de danza y musicales. Hay que recordar que el aire acondicionado llegó a la ciudad hasta los años de 1950, por lo que era insoportable realizar los eventos de fin de cursos, que se llevaban a cabo en junio en lugares cerrados. Muchos de nosotros nos “graduamos” de primaria en el Teatro al Aire Libre, que dio servicio por más de treinta años (1930-1960).

En 1958 la ciudad de Mexicali se engalanó con la construcción del Teatro del Seguro Social, excelente instalación que por poco más de cincuenta años ha dado servicio a la comunidad. Su limitante fue, y es, el cupo, sólo puede albergar a 300 espectadores.

En 1961 se construyó el auditorio de la Casa de la Juventud, que vino a dar servicio a la zona de Pueblo Nuevo, al oeste de la ciudad. Pero sus instalaciones adolecen de lo requerido para la presentación de obras teatrales.

En 1971, año en que inició su periodo de gobierno el licenciado Milton Castellanos Everardo, la ciudad de Mexicali contaba con una población cercana a los 500 000 habitantes, y la comunidad artística manifestaba la imperiosa necesidad de contar con una instalación para la realización de eventos culturales de gran relevancia.

En 1983, cuando la UABC lo recibió en propiedad, lo regeneró y lo ha conservado, pero solo esporádicamente se ha vuelto a usar.

La respuesta del gobernante fue la construcción del

1977. Durante la construcción del Teatro del Estado. De izquierda a derecha: Iker Allen, Roberto Gómez, Norma Vélez, Rosario Díaz,Rubén Castro Bojórquez y Daniel Gutiérrez Carrera.

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Vista del vestíbulo del teatro.

Vista de la sala de exposiciones.

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Vista del área de estar de los artistas.

Vista interior del café cantante.

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Teatro del Estado, con una capacidad máxima de 1 700 personas, con las mejores instalaciones para realizar las escenografías que requieren las presentaciones teatrales, operísticas, musicales así como para la realización de graduaciones, eventos políticos, informes, tomas de protesta de gobernantes, y muchas actividades más.

Localizado en una excelente área de la ciudad (donde anteriormente se ubicaba la compresora de la Compañía Jabonera del Pacífico), cuenta con estacionamiento suficiente, amplios accesos y jardines. Anexo al teatro se

localiza un café cantante, los vestidores y preparación de artistas no tienen igual; sus áreas de talleres son excelentes; en fin, a casi treinta y cinco años de su inauguración sigue siendo el mejor local para la realización de todo tipo de eventos culturales.

Años después, la UABC construyó su Teatro Universitario (1982), y en años recientes se levantaron las excelentes instalaciones del Centro Estatal de las Artes (Ceart). Pero el Teatro del Estado sigue siendo el preferido de los mexicalenses.

2010. El Teatro del Estado hoy.

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El gobierno de Porfirio Díaz tuvo como característica la desigualdad social, enfatizada en la injusta distribución de la tierra. El latifundismo concentró

en muy pocas manos nacionales y extranjeras la propiedad de la tierra. Con el fin de aparentar legalidad se crearon leyes y decretos que disimulaban el despojo de tierras que desde la época colonial pertenecían a comunidades indígenas y a pequeños propietarios.

Las leyes de colonización decretadas por gobiernos anteriores al de Porfirio Díaz también contribuyeron a la concentración de grandes extensiones de tierra en unas cuantas manos. Las compañías deslindadoras, integradas por extranjeros y algunos mexicanos para legalizar su existencia lograron que millones de hectáreas les pertenecieran. Así se conformaron, sobre todo en el norte del país, propiedades de millones de hectáreas.

Al iniciar la segunda mitad del siglo XIX, Baja California tenía una población de 2 872 habitantes. La mayoría eran antiguos soldados y otras personas que habían prestado servicios a las misiones o al gobierno, y casi todos vivían en localidades surgidas alrededor de las antiguas misiones. Existían además unos cuantos ranchos, algunos en terrenos misionales vendidos a particulares por los gobiernos locales.En general, el uso de la tierra en la península era irregular. La preocupación por la lejanía y abandono de la península, desde la presidencia de Benito Juárez generó la creación de proyectos de colonización que no llegaron a consolidarse.

La Ley de Colonización de 1883, decretada por el gobierno del presidente Manuel González, estableció que las concesiones de tierra se darían a mexicanos. Así se formaron compañías de extranjeros que se apoderaron de grandes propiedades. El estadounidense Jorge Sisson se asoció con tres capitalistas connacionales y con el alemán, nacionalizado mexicano, Luis Huller, y consiguieron una extensión de tierras que iba desde la línea fronteriza hasta el paralelo 29; y poco después se expandieron hasta el paralelo 28 y formaron en 1884 The International Company of México, conocida como Compañía Internacional.1

Como no pudo lograr su objetivo de colonizar, en 1889 la Internacional traspasó la concesión de sus terrenos a la Mexican Land and Colonization Company, conocida como la Compañía Inglesa. Ésta tampoco logró sus objetivos de colonización en los 28 años que detentó la concesión.

En 1916 el Jefe Político de Baja California Esteban Cantú canceló la concesión a la Compañía Inglesa, y un año después el presidente Venustiano Carranza hizo lo mismo.

En 1910 el valle de Mexicali se encontraba en manos de la Colorado River Land Company. La historia de este latifundio inició en 1873, cuando el sonorense Guillermo Andrade, radicado en San Francisco, California, adquirió 358 235 hectáreas, de las cuales 305 777 estaban en Baja California y el resto en Sonora. Andrade se unió a un grupo de estadunidenses con el fin de buscar la forma de explotar el delta del Río Colorado. Al iniciar la revolución mexicana,

* Cronista de la ciudad; integrante vitalicia de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali”, A. C.1 Panorama Histórico de Baja California. Coordinador David Piñera Ramírez, coord., Instituto de Investigaciones Históricas UNAM-UABC, 1983, p. 216-225.

Leyes agrarias y su influencia

en el movimiento campesino

del valle de MexicaliYolanda Sánchez Ogás*

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casi todo lo que actualmente es el estado de Baja California se encontraba en manos de estos latifundistas.

Guillermo Andrade no cumplió sus compromisos de colonizar el delta. Al iniciar el siglo XX sus proyectos sobre la fundación de Ciudad Lerdo y la construcción de caminos habían fracasado. Un agrimensor que conocía el delta trajo en 1900 a un personaje interesado en adquirir tierras, Harry Chandler, quien desde entonces estableció alianzas con varios colonos del Valle Imperial que se interesaban en el delta mexicano.

La Colorado River Land CompanyEn San Francisco, California, se formó la Colorado River Land Company, y mediante cinco compras a Andrade y otras compañías, entre 1904 y 1905 obtuvo casi todo el valle de Mexicali, formando un latifundio donde muy pocos mexicanos podían poseer un pedazo de tierra. El sistema que la Colorado estableció fue el de arrendamiento de terrenos a extranjeros: estadunidenses, chinos, japoneses y, en sus últimos años en el valle, a indostanos, que formaron la colonia Hindú.

Durante más de cuatro décadas, la Colorado mantuvo su poder en el valle de Mexicali. La revolución mexicana tuvo escasa acción en Baja California, donde sólo participaron los magonistas, una alternativa de lucha diferente a la revolución maderista pero con el mismo objetivo de derrocar al gobierno de Porfirio Díaz. En 1911, cuando los magonistas tomaron y permanecieron cinco meses en el valle de Mexicali, la Colorado todavía no iniciaba la agricultura en el delta, explotaba entonces la ganadería, y fue hasta 1912 que comenzó, a manera de experimentación, el cultivo del algodón y la renta de parcelas. Uno de los objetivos de los revolucionarios magonistas era acabar con el latifundio, pero nada pudieron hacer contra esta compañía extranjera.

La Colorado recibió el apoyo del gobierno porfirista, que le permitió formar un cuerpo de guardias armados para defender sus intereses: la “guardia blanca”, que permaneció en el valle de Mexicali hasta la salida de la Colorado. Después Francisco I. Madero ordenó el envío de tropas federales para proteger de posibles ataques magonistas las obras de irrigación, que servían principalmente a la Colorado, la hacienda Hechicera, otros ranchos de extranjeros y a los agricultores del Valle Imperial. Madero envió también un contingente militar bajo las órdenes del Mayor Esteban

Cantú para que desarmara a los pocos magonistas que permanecían en Mexicali (26 de junio de 1911.)

Las propuestas de leyes agrariasLa revolución mexicana tuvo entre sus objetivos uno muy importante: que los campesinos tuvieran una parcela y que el producto de su trabajo fuera para su propio beneficio. Muchos hombres lucharon por ese anhelo largamente esperado: Diversos líderes tomaron como bandera principal de sus programas de lucha la cuestión de la tierra. En 1906, Ricardo Flores Magón había fijado como punto fundamental el derecho a la tierra dentro del programa del Partido Liberal Mexicano. Entre otras cosas establecía:

34. Los dueños de tierra están obligados a hacer productivas

todas las que posean. Cualquier extensión de tierra que el

poseedor deje improductiva la recobrará el Estado y la empleará

conforme a los artículos siguientes:

35. A los mexicanos residentes en el extranjero que lo soliciten

los repatriará el gobierno pagándoles los gastos de viaje y les

proporcionará tierra para su cultivo.

36. El Estado dará tierra a quien lo solicite, sin más condición

que dedicarlas a la producción agrícola y no venderlas. Se fijará

la extensión máxima de terreno que el Estado pueda ceder a

una persona.

37. Para que este beneficio no solo aproveche a los pocos que

tengan elementos para el cultivo de las tierras sino también a

los pobres que carezcan de estos elementos, el Estado creará o

fomentará un banco Agrícola que hará a los agricultores pobres

préstamos con pocos réditos y redimibles a plazos.

Cuatro años después, en 1910, el Plan de San Luis, firmado por Madero, en su artículo tercero hablaba de restituir las tierras a quienes habían sido despojados de ellas, principalmente a los indígenas. Cientos de miles de campesinos se unieron a la revolución atraídos por la esperanza de recuperar sus tierras, pero cuando llegó a la presidencia, Madero no cumplió con ese punto del Plan. Muchos campesinos se resistieron a dejar las armas mientras no obtuvieran lo que pretendieron con su lucha. Emiliano Zapata, en Morelos, se levantó en armas contra Madero, y en su Plan de Ayala desconocía al presidente y establecía ampliamente los anhelos revolucionarios respecto a la tierra. En los artículos del 6 al 9 ordenaba la restitución, dotación

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y nacionalización de las tierras, montes y aguas. La lucha zapatista se prolongó de 1911 a 1919, año de su asesinato por órdenes de Venustiano Carranza. Su muerte acabó con el zapatismo, pero no con el ideal agrarista.

Con el fin de acabar con este movimiento, y su bandera agrarista, Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, intentó reivindicar a la clase campesina con el decreto expedido el 6 de enero de 1915. En los considerandos decía que una de las causas generales de malestar y descontento de la población agrícola era por el despojo que habían sufrido de la propiedad comunal que les había sido concedida por el gobierno colonial. Era, pues, necesario devolver a los pueblos indígenas los terrenos de que habían sido despojados, como un acto de elemental justicia y como única forma efectiva de asegurar la paz en el país.

Se declaraban nulas todas las enajenaciones de tierras, aguas y montes pertenecientes a los pueblos, rancherías y comunidades hechas por cualquier autoridad. Se anulaban todas las concesiones, composiciones o ventas de tierra hechas desde el primero de diciembre de 1876 hasta 1915. Proponía crear una Comisión Nacional Agraria y comisiones agrarias locales para resolver las solicitudes de restitución de tierras pertenecientes a los pueblos y que hubiesen sido invadidas u ocupadas ilegalmente.

Estas medidas no tuvieron efecto en el latifundio de la Colorado, que siguió manteniendo la renta de grandes predios a extranjeros y compañías subsidiarias. Contaba con la protección del gobierno de Estados Unidos y la aceptación del gobierno federal y el del Distrito Norte.

Primeras colonias de mexicanosEn 1916, Esteban Cantú, jefe político y después gobernador de Baja California entregó tierras en concesión a mexicanos. Con ellas se formaron colonias agrícolas como la Sonora, la Herradura y la Abasolo. Dos años después se crearon las colonias Ignacio Zaragoza y Benito Juárez. Con esas acciones se recuperaron 3 710 hectáreas para formar colonias de mexicanos, a los que se obligó a firmar contratos de arrendamiento o compraventa con los propietarios. A cada campesino se le entregaron aproximadamente diez hectáreas; solo en la Zaragoza se dieron en principio lotes de cuatro hectáreas que se incrementaron conforme se amplió la extensión de la colonia de 96 a 996 hectáreas.2

El artículo 27 de la Constitución de 1917 no modificó la propiedad de la tierra en Mexicali, donde los mexicanos eran pobladores de temporada de pizca de algodón y se interesaban poco por la tierra. Pero al iniciar la década de 1920 empezaron a llegar campesinos que sí tenían una fuerte conciencia del derecho de los campesinos a poseer una parcela. Marcelino Magaña Mejía, en 1922, al frente de cientos de mexicanos solicitó tierra al gobierno de Abelardo L. Rodríguez, amparado en la Ley de Tierras Ociosas de 1920. Al no obtener resultados positivos, Magaña y su gente se apoderaron de la Signal Mountain Company y de otros terrenos. En respuesta, el gobernador, que era partidario de la pequeña propiedad, planeó la manera de acabar con el movimiento magañista que cada día ganaba más adeptos.

Rodríguez compró el rancho del italiano Víctor Carusso y vendió 230 predios de 16 hectáreas a mexicanos, pero no a los seguidores de Magaña. Así finalizó el primer intento de obtener parcelas ejidales.

A lo largo de esa década se formaron sindicatos campesinos en todos los grandes ranchos donde había un número considerable de trabajadores. La lucha por obtener mejores condiciones de vida de los campesinos tuvo su momento más álgido en 1930, cuando varios de los que

2 Pablo Herrera Carrillo, Reconquista y colonización del valle de Mexicali. Colección Baja California, Nuestra Historia. UABC, XVII Ayuntamiento de Mexicali, ICBC,

2002, pp., 162- 163.

1938. Visita del presidente Lázaro Cárdenas del Río a Mexicali.

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en el país. Mújica se reunió cerca del rancho Lee con los campesinos.3 Allí le expresaron su proyecto de organizarse en comunidades agrarias para solicitar tierras, y obtuvieron su aceptación. Se formaron las comunidades agrarias y todas juntas crearon la Federación de Comunidades Agrarias, que tuvo como presidente a Hipólito Rentería y como tesorero a Filiberto Crespo.4

La Colorado no había cumplido con la venta de tierras programada para el primer año, que ya casi terminaba. Así que después de varias reuniones los campesinos decidieron tomar las tierras de los ranchos donde trabajaban, y presionar al gobierno para que aplicara el artículo 27

Constitucional. Este artículo señala que las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional corresponden a la nación, que debe fraccionar los latifundios para disponer la organización y explotación colectiva de los ejidos y comunidades para el desarrollo de la pequeña propiedad rural.

La reforma agraria en el valle de MexicaliLa reforma agraria se aplicó en el valle de Mexicali a partir de febrero, con la llegada de Gabino Vázquez, jefe del Departamento Agrario. Fue una tardía aplicación del artículo 27 constitucional, pero significó la recuperación de tierras para los mexicanos, y al finalizar el año ya se habían formado 44 ejidos. La reforma agraria se completó con la autorización del Presidente Cárdenas para crear colonias de pequeños propietarios el 24 de diciembre de 1937, formándose las primeras colonias: Venustiano Carranza, Coahuila, Baja California y Nuevo León. La nacionalización del latifundio quedó concluida en 1946, cuando la Colorado River Land Company vendió las tierras que le quedaban a Nacional Financiera y abandonó el valle de Mexicali.

3 Entrevista realizada a Jeremías Guillén por Yolanda Sánchez Ogás en 1988.4 Entrevista realizada a Filiberto Crespo por Yolanda Sánchez Ogás en 1988.

protestaban de ese modo fueron apresados y trasladados al penal de las Islas Marías. Entre ellos se encontraba la señora Felipa Velázquez viuda de Arellano. Tras varios meses en ese penal los campesinos regresaron, no así doña Felipa que permaneció en Mazatlán.

Después de esa represión, el movimiento agrarista se mantuvo en receso hasta 1936; ya era presidente el general Lázaro Cárdenas, quien desde el inicio de su gobierno tuvo como proyecto la nacionalización de las tierras del valle de Mexicali. En abril de ese año la Secretaría de Agricultura y Fomento firmó con el representante de la Colorado River Land Company un convenio de colonización, que pondría en manos de campesinos mexicanos todas las tierras del delta (más de 300 000 hectáreas) en 20 años. El primer año se venderían 5 000 hectáreas y en seis años todas las tierras abiertas al cultivo, casi 100 000 hectáreas.

Comunidades agrariasLos campesinos, por su parte, buscaban organizarse y el presidente Cárdenas envió a Baja California a Francisco J. Mújica, un revolucionario conocedor del problema agrario

1942. Reunión en Mexicali con el presidente Manuel Ávila Camacho.

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Los valles de Mexicali e Imperial se desarrollaron en diferentes condiciones. El Valle Imperial creció rápidamente, se tuvieron créditos, y lo más

importante fue la organización de sus colonos: se promovió que hombres y mujeres de otros estados de la unión americana se establecieran ahí, con todas las facilidades (tierras y aguas para riego y créditos para las siembras de granos y forrajes en pequeñas áreas; algodón, que no lo sembraban en mayor escala por la falta de mano de obra que se necesitaba).

En esas fechas de principios del siglo XX, el valle de Mexicali tenía muy pocos habitantes. Las pocas familias que empezaban a llegar se ocupaban en construir los canales; la dueña de las tierras era la Colorado River Land Company, o, mejor dicho, un latifundio, como lo estilaba el gobierno de Porfirio Díaz con sus científicos en el gabinete.

Según el San Diego Union, de la ciudad de San Diego, California

Ventajas de la irrigación. Cosecharon 14 000 furgones de grano,

pasto, y otros productos agrícolas en el Distrito de Imperial,

situados en el condado de San Diego, California, próximo a la

frontera de la Baja California. Hace pocos años que no existía la

ciudad de Imperial y los terrenos adyacentes estaban desiertos,

pero últimamente, debido a las obras de irrigación que se

han hecho para llevar las aguas del río Colorado, tomándolas

en territorio mexicano, esos terrenos antes desiertos se han

convertido en las más productivas regiones de California.1

Como ya lo escribimos, los valles no se desarrollaban en las

mismas condiciones. La agricultura en la zona de Mexicali era en pequeña escala, unos cuantos ranchos, y para 1909, a pesar de los bordos de defensa, el río se volvió a desbordar,

Historia de las aguas que le dan vida

al valle de MexicaliEduardo Andrade

tomando el cauce del río de las Abejas. Para que los lectores se enteren de cuántas personas vivían en el valle de Mexicali en 1910, en el mes de octubre el censo de población que el jefe político, coronel Celso Vega, dio a conocer hasta 1912, reportó 1 417 habitantes en el poblado y el valle.2

Hay que recordar que a la Colorado no le interesaba promover la colonización, y menos que fueran de mexicanos. Por lo tanto, en esta región de Baja California se gozaba de una paz porfiriana, incluso cuando el dictador ya no estaba en el poder.

El 26 de junio de 1911 llegó el mayor Esteban Cantú para hacerse cargo de la plaza militar, y el general Manuel Gordillo Escudero quedó al frente del gobierno del distrito, con asiento en la ciudad de Ensenada.

En el valle de Mexicali en 1912 se sembraron las primeras hectáreas de algodón. Rápidamente fueron creciendo las superficies, y para 1916 ya se sembraban 18 000 hectáreas y se cosechaban 27 000 pacas. Se promovieron las siembras porque la primera Guerra Mundial, que estalló en 1914, sirvió para el crecimiento de Mexicali; además, porque la Colorado River Land Company empezó a rentar grandes superficies de tierras a compañías de chinos con mucho capital en Estados Unidos. Se empezaron a traer grandes cantidades de chinos vía San Francisco, que arribaban en grandes barcos, y luego los subían a furgones de tren, que eran sellados y abiertos al llegar a Mexicali.

En el valle Imperial la agricultura rendía frutos de manera acelerada. Para el año de 1908 se sembraron más de 50 000 hectáreas, la mayoría de granos y forrajes, y más de 500 de algodón.

También hay que recordar que en el año de 1876, mediante un convenio celebrado por el gobierno de Sebastián Lerdo

* Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A.C.1 San Diego Union, domingo 26 de julio de 1903, Ensenada, Baja California.2 Según Celso Aguirre, Compendio histórico biográfico de Mexicali, el Censo de Población de 1910, sección municipal de Mexicali, 1417. Sección municipal de Los

Algodones 195, total: 1 612.

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de Tejada con la compañía que regenteaba don Guillermo Andrade, ésta se había comprometido a establecer en el valle 200 familias de colonos en un plazo de cinco años. Sin embargo, solo logró una colonia en las márgenes del Río Colorado, en territorio sonorense; en dicho poblado se sembró trigo, cebada, algodón, alfalfa y tabaco.

Queremos destacar que en la mayoría de las referencias se dice que la Colorado inició la siembra de algodón en el valle de Mexicali. Pero hay evidencias de que en la región mucho antes ya se había sembrado la planta. Lo que sí ocurrió es que empezaron los cultivos en gran escala cuando esta compañía comenzó a rentar grandes superficies de tierras. Fue a partir de 1908 cuando estableció contratos de producción en plazos de 10 años, para cultivar, bajo ciertas condiciones, extensiones de 40 000 mil hectáreas. Entre las compañías con las que firmó dichos contratos se encontraban la Alamo Mocho Plantation, la Compañía de Terrenos del Delta, la Baja California Canal Company, la Baja California Development Company, la Baja California Agricultural Company y la Canal Delta Company, abarcando una extensión de 240 000 mil hectáreas, las cuales eran proyectadas para incrementar la siembra de algodón. A partir de 1912, y con justicia para La Colorado, la firma de estos contratos sirvió para incrementar la superficie de riego en tierras mexicanas.

Por lo que hemos expuesto, es necesario recalcar que en 1908 la superficie regada en el valle de Mexicali solamente se componía de 2 500 hectáreas, mientras que en el valle de Imperial se tenía una superficie de 50 000, con riego. Con la renta de grandes superficies a varias compañías americanas rápidamente se empezó a incrementar la superficie; se construyeron varios canales en el valle (de Mexicali) con los sistemas de irrigación: • El canal Dieguinos, que podía regar 23 000 hectáreas, pero

regaba 13 216; • El canal Volcano, con capacidad para regar de 38 500 ha,

pero regaba 10 900; • El canal Álamo Mocho, 10 000. (¿para regar, o regadas?) • El canal Cerro Prieto, con capacidad para 14 500 hectáreas,

pero se sembraban 13 500; • El canal Wardlaw, con capacidad para 27 500 hectáreas,

pero con superficie de siembra de 18 200; y• El canal Packard, con capacidad para 3 500 hectáreas,

pero con superficie regada de 2 500.

Sí se incrementó la superficie de riego, pero no a la altura de lo logrado en el Valle Imperial.

En 1911, cuando se inició la revolución, Baja California no podía quedar atrás, y el 29 de enero se dio el levantamiento armado con el Partido Liberal Mexicano, con Ricardo Flores Magón al mando. Este grupo era más radical que los maderistas, que en toda la república se habían lanzado a la lucha armada.

Los agricultores del Valle Imperial dieron la voz de alerta al gobierno de los Estados Unidos, por temor de que los revolucionarios volaran los bordos de defensa del río. Y pronto se vio la respuesta, con tropas en la frontera.

Una vez que salió Porfirio Díaz de la presidencia de la república, de inmediato se movilizó la Colorado. Se dice que se entrevistaron con Madero en El Paso, en Juárez. Pronto hubo resultados, pues por tren, por territorio de Estados Unidos, llegaron los soldados federales y el mayor Esteban Cantú, con el fin de resguardar las obras de defensa del río.

Se tuvieron pláticas con la compañía para que ésta le vendiera al gobierno de Madero el latifundio y los derechos de agua, con el fin de que se colonizara el valle de Mexicali con pequeñas propiedades, y que el gobierno fuera el que administrara el agua y los canales. Se avanzó en las negociaciones; sin embargo, en1913 asesinaron al presidente y no se concretó nada.

Mientras tanto, en el Valle Imperial crecía el interés por construir un canal que fuera por completo estadounidense, para no depender de México en el suministro de agua. Inició así la lucha de los granjeros de California y de Arizona (los más reacios a reconocer que nuestro país tiene derecho al agua del río Colorado), y se realizaron unas pláticas entre los dos gobiernos a nivel diplomático, para llegar al Tratado sobre Aguas Internacionales de 1944.

Pero antes, la California Development Company (CDC) se había declarado en quiebra, tras la inundación de 1905 a 1907, y sus bienes en cada país pasaron a manos de mexicanos y americanos, por lo que se empezó a complicar el manejo del agua, con dos administraciones, debido a desacuerdos. El deterioro de las instalaciones y el servicio fue cada día más irritante para los rancheros del Valle Imperial; les asustaba la constante amenaza de una inundación como la de 1909 porque la mayor parte del canal principal corría por tierras mexicanas. Se apeló a Washington y el congreso asignó fondos y envío un destacamento de trabajadores. Aunque México permitió que entraran al país y negándose a compartir el

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costo de los diques, muchos agricultores empezaron a agitar para que la CDC pasara a los rancheros.

En 1911 se formó el Imperial Irrigation District (IID), que fue cuando realmente empezó de manera formal la petición del canal todo americano. Uno de los dirigentes de los agricultores pugnaba por el desarrollo de la región con apoyos federales, con maniobras agresivas, carentes de tacto. Eso disgustó a muchos, que vieron en sus acciones pretensiones de controlar la política hidráulica. Mark Rose había llegado al Valle Imperial en 1901, siendo un joven de 27 años, y trabajó en las cuadrillas de la CDC que se dedicaban a cavar zanjas.

Pronto ese ranchero fumador de puros, sucio y de mandíbula cuadrada les dio a los agricultores algunos ejemplos audaces de liderazgo. Rose, con algunos compañeros, organizó la Imperial Laguna Water Company, como primer paso para desarrollar 97 000 hectáreas de tierras áridas del gobierno, conocidas como la Mesa Este. Era ésta una idea asombrosa para su época, pues la meseta no tenía ningún suministro propio de agua.

Pero Rose esperaba construir un canal elevado, todo dentro de Estados Unidos, que saliera del Río Colorado. Y se lanzó a conseguir los apoyos necesarios del IID. Aunque éste rechazó su plan, sus ideas inquietaron a los miembros de la mesa directiva, quienes siguieron de cerca sus maniobras en Washington. Por lo tanto, el agua siguió corriendo por el lado mexicano y la mitad del líquido que corría por el canal Álamo era para México.

Cada día los agricultores del Valle Imperial se irritaban más por el agua que utilizaban en tierras mexicanas, porque alegaban que México no colaboraba con las obras de defensa, por lo que crecía el interés de un canal todo americano. Pero, además, no lo liberaría de la responsabilidad de mantener obras de defensa en México, ya que las tierras de nuestro país tienen un declive natural hacia Estados Unidos, y una inundación en el sur de la frontera amenazaba lo mismo a los agricultores estadounidenses que a los mexicanos. Sin embargo, un canal todo americano daría a los colonos del Valle Imperial los medios para obligar a los agricultores mexicanos a pagar su parte del control de las inundaciones.

También enojaba a los colonos del Valle Imperial que las tierras de Baja California eran estadounidenses, y uno de los mayores propietarios de tierra en México era Harry Chandler, editor de Los Ángeles Times y socio de la Colorado River

Land Company. Los colonos del Valle Imperial acusaban a Chandler de ir con frecuencia a la Ciudad de México y por las tentativas de hacerle pagar su parte de los costos por los diques levantados.

Las condiciones políticas de México, inciertas, que causaron a los colonos la revolución de Baja California en 1911, y de nuevo en 1914, cuando se vislumbraba una guerra entre Estados Unidos y nuestro país, el valle se hundió en el caos y se tenia miedo de que el canal Álamo fuera destruido, con lo que la pérdida para los agricultores sería de miles de dólares. Para entonces Phil Siwng fue electo fiscal adjunto del Distrito de Riego y consejero en jefe del IID. Él dio a un estudio completo del río Colorado, que lo convenció de la necesidad de un canal todo americano. Una vez en Washington, Swing consiguió el apoyo de importantes dirigentes, y para febrero de 1918 había logrado un acuerdo para hacer un deslinde de terrenos financiado por el gobierno federal, y consiguió recursos para la posibilidad de un canal todo americano

El presente artículo no tiene el fin de polemizar con nadie, sino busca que los mexicanos, principalmente los bajacalifornianos, se interesen en conocer la historia de las aguas que le dan vida al estado de Baja California, que busquen en los libros que hemos hojeado para escribir estas cuantas líneas.

Bibliografía Anguiano Téllez, María Eugenia, Agricultura y migración en el valle

de Mexicali. El Colegio de la Frontera Norte, 1995. Herrera Carrillo, Pablo, Reconquista y colonización del valle

de Mexicali y otros escritos paralelos. Universidad Autónoma de Baja California, 2002 (Colección Baja California; nuestra historia, vol. 18).

Hundley Jr., Norris, Las aguas divididas: un siglo de controversia entre México y Estados Unidos. Universidad Autónoma de Baja California, 2001 (Colección Baja California; nuestra historia, vol. 16).

Kerig, Dorothy Pierson, El valle de Mexicali y la Colorado River Land Company 1902-1946. Universidad Autónoma de Baja California, 2001 (Colección Baja California; nuestra historia, vol. 17).

Román Callaros, Jesús, Origen y desarrollo de dos áreas de riego. El Colegio de la Frontera Norte, 1990.

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El muy familiar y gran tinaco o bomba de Pueblo Nuevo, con forma de geoide, se encuentra

en la manzana que limitan las calles de Salina Cruz y Tuxtla Gutiérrez y entre las avenidas Querétaro y Tabasco. Construido en 1951, en la época del gobierno del licenciado Alfonso García González, fue inaugurado por el presidente licenciado Miguel Alemán Valdez en 1952.

Se cataloga como tanque regulador y de almacenamiento; originalmente se alimentaba del canal Wisteria y poco después, de la planta potabilizadora construida en la avenida Querétaro. Dejó de funcionar alrededor del año de 1977. Su gran capacidad (2,000 000 de litros) y su sólido sostén, así como la circundante escalinata, ha sido parte del paisaje urbano de Pueblo Nuevo por más de cinco décadas.

Actualmente está rodeado de un bien cuidado parque de recreo. El 22 de agosto de 1959, junto a la bomba, se instala la sub-Estación de Bomberos de Pueblo Nuevo. Este tinaco es un ejemplo del interés de pueblo y gobierno por preservar las evidencias históricas del desarrollo de nuestra ciudad y un constante recordatorio para evitar almacenar agua si la seguimos desperdiciando.

El tinaco de Pueblo Nuevo

Una foto.Una foto. Una historiaUna historiaAutreberto Silva Olivares*

.

* Integrante del Grupo Fotográfico Imágenes.

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Población por municipios en Baja California, 1900-1930

NÚMEROS DE LA HISTORIA

Sergio Noriega Verdugo*

Comentarios:1. Dado que sólo hubo un municipio hasta después de 1910, podría aparecer que la población de Ensenada creció de manera

significativa de 1900 a 1910, pero eso se debió en parte a que crecieron las localidades de Tijuana y Mexicali, que no se pueden apreciar en este cuadro.

2. La población del municipio de Ensenada se contrajo entre 1910 y 1921 por la creación del municipio de Mexicali, y la emigración de sus habitantes hacia el nuevo municipio. Cabe señalar que dentro de estos once años, la capital de la entidad se trasladó de Ensenada a Mexicali. Según el Censo de 1910, la población conjunta de la sección municipal de Mexicali y la de Los Algodones, ambas adscritas a Ensenada suman 1 612 habitantes.

3. De 1921 a 1930 la población del municipio de Ensenada se volvió a contraer. Es lógico suponer que dicha disminución estuvo relacionada con la creciente migración hacia los nuevos municipios de Mexicali y Tijuana.

4. La población del municipio de Mexicali creció a más del doble en menos de nueve años (entre 1921 y 1930), debido a la inmigración proveniente de otras partes de Baja California y del resto del país.

5. El crecimiento del municipio de Tijuana fue extraordinario de 1921 a 1930, debido a la inmigración, y a la afluencia turística, alentada por la prohibición o Ley Seca (Volstead Act).

6. La tasa anual de crecimiento de la población de Baja California, durante los 30 años que separan los censos de 1900 y 1930, fue de 6.47%, y se compara de manera muy superior al crecimiento poblacional del país entero que fue de solo 0.67 por ciento.

7. Lo anterior sugiere que durante este periodo, Baja California creció principalmente por concepto de migración y no por su crecimiento natural, es decir, la tasa de natalidad bruta, nacimientos por cada mil habitantes, debe haber sido baja, pues no había tanta población, y menos mujeres en edades fértiles.

Ensenada Mexicali Tecate Tijuana Baja California1900 7 583 0 0 0 7 5831910 9 760 0 0 0 9 7601921 7 922 14 599 1 016 0 23 5371930 7 071 29 985 0 11 271 48 327

Fuente: Censo de población. Notas: El municipio o delegación de Tecate desapareció para 1930 y sus habitantes quedaron incorporados al de Tijuana.

* Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A.C.

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A principio de los años de 1920 la consolidación de la llamada “locura de Cantú”, aquel enorme edificio de concreto reforzado que se convertiría

en el Palacio de Gobierno representó la primera gran transformación de lo urbano en Mexicali y con ello el cambio social que la naciente ciudad experimentaba. Los edificios gubernamentales, de alguna manera, como en las culturas ancestrales, son el nodo de desarrollo y convivencia de una comunidad, y así precisamente era el viejo Palacio de Gobierno. El tráfico de la calle F, las residencias de la colonia Nueva y los despachos y comercios de la avenida Obregón trazaban el eje del intercambio social, político y económico de la capital bajacaliforniana.

El Centro Cívico significó la segunda gran transformación urbana de Mexicali, ya que desde 1923 no se había experimentado un cambio tan drástico en su imagen y mucho menos con las múltiples consecuencias que se tuvieron. El traslado de los poderes políticos hacia el nuevo centro

Centro Cívico: la Brasilia cachanillaMiguel Esteban Valenzuela Robles*

*Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali”, A. C. correo electrónico: [email protected]

A partir de 1977 el bullicio citadino se alejó del palacio de Cantú, dejando una sensación de aislamiento en el vértice de la calle F y la

avenida Obregón. (Foto: Arturo Esquivias.)

cívico era inminente. Así, el Centro Cívico y Comercial de Mexicali (hoy conocido como Centro Cívico), fue inaugurado oficialmente en septiembre de 1977, y desde entonces ha sido el centro de la actividad política y económica de la ciudad. Como consecuencia de ello, el patrón de tráfico de mucha de nuestra dinámica social urbana se transformó obligando a los habitantes a una nueva manera de gestionar sus trámites relacionados con pagos de servicios públicos.

Originalmente, en estos terrenos se encontraba la Compañía Despepitadora Algodonera del Valle, que operó durante la época del auge algodonero de los años de 1940 y 1950; pero al finalizar esta última década, el procesamiento del algodón fue transformándose en el sitio para dar entrada a un extenso corral ganadero de la familia Corella. En esos mismos terrenos estaba ubicada la compañía ladrillera denominada Productos de Barro, propiedad del general Francisco Pérez Tejada. Actualmente, donde se hallaba esa empresa, se eleva la tienda comercial Soriana.

Aspecto de los terrenos del actual Centro Cívico y Comercial de Mexicali, donde estuvieron la Algodonera del Valle, la ladrillera

Productos de Barro y los corrales de Corella.(Foto: Colección Carlos Reyes Moreno.)

HISTORIAS DE LO COTIDIANO

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La extensión de la mancha urbana de Mexicali había quedado como un gran hueco, circundado ya por poblados y colonias populares, además de la colindancia que le demarcaba el cauce del Río Nuevo. Esta distribución obedecía a un corredor agroindustrial que se formaba a lo largo de toda la vía del ferrocarril y que trazaba un camino que posteriormente se transformó en el actual bulevar Adolfo López Mateos. Esta zona industrial era la receptora de las grandes cosechas de algodón del valle de Mexicali, y en cada temporada de pizca se hacían largas colas para la venta de la cosecha y la entrega del pago. Como es sabido, la principal compradora era La Jabonera; pero a todo lo largo del tramo que corría la vía del ferrocarril existían otras despepitadoras, además de harineras, almacenes y talleres de implementos agrícolas. Esta parte de gran actividad había quedado prácticamente en el centro, cortando por la mitad la ciudad y concentrando el bullicio agroindustrial en áreas ya cercanas a zonas habitacionales.

En el correr de los años de 1970, la invasión de zonas residenciales formaría crisis en Mexicali, pues la ciudad había empezado un crecimiento urbano moderado pero constante, y la mancha urbana se extendía hacia terrenos agrícolas, cada vez más cercanos a la ciudad. Un caso concreto fue la anexión del ejido Zacatecas al fundo legal de la ciudad, pues debido a ello la superficie que actualmente ocupa el Centro Cívico quedó bordeada por una serie de colonias y diversos asentamientos industriales de esa época.

Compañías como la Molinera del Valle, talleres de soldadura industrial, aceiteras y distribuidoras de combustibles rodeaban

la estación de ferrocarril y servían de “cerco” para el terreno que se iba delimitando como el corazón de la ciudad. Esta situación se consolidó en 1973, cuando el entonces gobernador Milton Castellanos extendió y pavimentó la calzada contigua a la estación de ferrocarril, hoy bulevar López Mateos.

Cuando este bulevar fue terminado, los terrenos del futuro centro cívico partían a la ciudad y ya determinaban la columna vertebral de la urbanística cachanilla. Terminado el nuevo bulevar se demarcaron 87 hectáreas de terreno susceptible de urbanizar y comercializar. El proyecto resultaba interesante, ya que le ofrecía a Mexicali la gran oportunidad de embellecer una sección central de su extensión, y con la posibilidad de manejar conceptos urbanísticos modernistas, como en las grandes ciudades. Así se empezó a ofrecer el potencial de una plaza financiera, una plaza comercial, un centro de espectáculos, una plaza de toros, hospitales y, por supuesto, su atractivo principal: un centro cívico.

La idea de un centro cívico se importa del concepto americano de servicios públicos, los civic center, y que existen

Publicidad del año 1975 en la que se promueve la venta de terrenos en el naciente Centro Cívico y Comercial, con las novedades del diseño

urbano de entonces. (Foto: Colección del autor.)

Así se apreciaba el terreno a inicios de los años de 1950. En este lugar hoy está situado el Tianguis del Caballito, en un tramo del actual bulevar López Mateos. El terreno central en la parte superior de la foto es donde

hoy se ubica el Museo Sol del Niño. (Foto: Colección del autor.)

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en las ciudades de los Estados Unidos, por lo que en aquel entonces el proyecto de Mexicali podría haber sido el primer centro cívico en el país, ex profeso para tal fin, logrando hacer de esta capital una ciudad moderna con un primer centro de gobierno, en su época, único en México.

Pero esta idea de crearlo nace porque el tamaño de la administración pública era cada vez mayor y en las instalaciones del antiguo Palacio de Gobierno ya no se daban abasto para cumplir cabalmente con el servicio a la ciudadanía; además, muchos de los trámites gubernamentales tenían que realizarse en varios edificios fuera de la esfera de la avenida Obregón y calle Julián Carrillo, lo que obligaba a que la gente tuviese que estar haciendo numerosos traslados a lo largo de la ciudad y así cumplir ante la autoridad. Debido a esta problemática, se veía interesante la propuesta de concentrar todos los servicios gubernamentales en un solo lugar, de manera tal que el trámite se lograra al menor costo para el ciudadano y en el menor tiempo posible.

Decidido a que se aplicara la concentración de servicios y trámites gubernamentales, el entonces gobernador Milton Castellanos Everardo dispuso el inicio de las negociaciones para utilizar los terrenos contiguos al recién terminado bulevar López Mateos e iniciar la construcción de una nueva “ciudad de gobierno”, nuestra pequeña Brasilia. De esta manera se lograría concentrar en un solo sitio las funciones y servicios administrativos de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, en los tres niveles de gobierno: federal, estatal y municipal. Fue así como se logró desarrollar una nueva zona urbana con el ánimo de generar en Mexicali una nueva visión de ciudad y modernidad.

Para 1977 ya se habían adecuado los edificios del Poder Ejecutivo del Estado, la Cámara de Diputados estatal, el edificio del Poder Judicial del Estado y el denominado Palacio Federal. Este último concentraba la mayoría de las oficinas delegacionales de la Federación, de manera que se le brindaba al ciudadano la oportunidad de gestionar los trámites que tuvieran que ver con el cumplimiento de sus obligaciones.

Si bien el levantamiento de los edificios estatales armonizaba con el concreto y con la piedra, exhibiendo una variabilidad cromática atractiva, el caso del llamado Palacio Federal vino a dar un rompimiento con el conjunto arquitectónico que se pretendía. El cronista Alejandro

Lomelí Cota lo señaló como “el monstruo”, y apuntó que las cosas diseñadas en (desde) México

resultan feas, faltas de gracia y al instante son rechazadas por

los provincianos que las aceptan a chaleco, como Mexicali,

que tuvo que soportar que en su maravilloso Centro Cívico se

levantara el adefesio del mal llamado Palacio Federal.1

Pero el cronista Lomelí se quedó corto. Hacia 1980 la bonanza lopezportillista llevaba a pensar en un México de progreso que se sustentaría en la eficiencia del Estado como rector de la economía, impulsando así la creación de numerosas empresas paraestatales que requerirían un edificio portentoso que mostraran su éxito. Bajo esta premisa desde el gobierno federal se envió la ocurrencia de colocar en el

Aspecto del trazo de vialidades y primeras construcciones en el área del Centro Cívico. Visiblemente están la Plaza de Toros Calafia, el Palacio Federal, el Hospital General y el edificio de la cadena Multicinemas.

(Foto: Colección Carlos Reyes Moreno.)

La zona comercial buscó armonizar sus fachadas, y un juego de pasajes al interior entre de los bloques de edificios permitiría un desplazamiento peatonal atractivo y novedoso. (Foto: Colección Carlos

Reyes Moreno.)

1 Alejandro Lomelí Cota, Ecos apagados del viejo Mexicali. Editorial Río Colorado, Mexicali, B. C., p. 249.

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centro del Centro Cívico un rascacielos de 16 pisos para alojar a toda la administración paraestatal existente, y la que vendría. El proyecto de edificio se inició con los trabajos de cimentación… y nada más. La crisis de 1982 y la de los años posteriores dieron fin al sueño empresarial paraestatal y, con ello, a la destrucción de la armonía en el Centro Cívico.

Así, con el nuevo edificio en construcción, la circulación del Paseo de los Héroes fue cortada; lo que ha sido, desde entonces, el embudo de tráfico para esta zona. Dejada la construcción original, hacia 1982 en el gobierno federal, ya en el régimen del presidente Miguel de la Madrid se acuerda la cesión de estos terrenos y se decidió aprovecharlos para la edificación de un nuevo Palacio Municipal; éste se inauguró el 31 de mayo de 1983. De esta manera se hacía cabal la oferta de servicios públicos, gestoría, pago de contribuciones y esas “delicias” que impone la burocracia. Completar los tres órdenes de gobierno en sus tres niveles de atención; eso era la modernidad.

Hoy en día, con cerca de 33 años de operación, el Centro Cívico y Comercial representa una etapa importante para la historia de Mexicali. Su cotidiana y rutinaria visita esconde al visitante muchos de los logros de los cachanillas contemporáneos. A decir de las nuevas generaciones, el Centro Cívico no es más que un conjunto de edificios feos y mal acomodados; pero para quienes vivieron esa etapa de transformación y traslado, no sólo de los edificios gubernamentales, sino de toda una rutina de vida para el ciudadano común, el Centro Cívico representó un cambio, una nueva vida para presumir “nuestra joven ciudad”. Mexicali

buscaba ser algo bonito y estas construcciones lo adornaban. En su diseño original el Centro Cívico y Comercial no

nada más atraía por la concentración de las actividades gubernamentales, sino por las actividades financieras, turísticas y comerciales. Así fue como se le anexaron los conceptos arquitectónicos de Plaza Financiera, Plaza Comercial, Zona de Hospitales y Zona Hotelera. En los locales comerciales que se promovían se construyeron fachadas armonizadas de manera que uniformaran un todo a la vista del visitante. Además de lo anterior, se trazó una serie de pasajes interiores para estimular el uso de los espacios peatonales. También se dio impulso a la primera plaza comercial bajo techo, en la llamada Plaza Fiesta. Estas innovaciones buscaban brindar al visitante una experiencia comercial poco conocida en el mexicalense de la época, todavía acostumbrado a la compra en el centro de la ciudad o en la visita a Caléxico.

De esta manera, el Centro Cívico se ha transformado en un emblema de Mexicali y en un referente obligado de la vida social, política y económica de la ciudad. Su más reciente “adquisición” fue la construcción del Palacio de Justicia Federal, en un bello edificio construido en el año 2006 y que acentúa la función de servicio que constituye la naturaleza del Centro Cívico.

Sin embargo, esta Brasilia cachanilla no estaría completa sin el adecuado diseño de sus vialidades y de sus espacios ornamentales. En la primera, destaca el Paseo de los Héroes, que se bordea con los bustos de los héroes de la Independencia todo lo largo de sus dos aceras y que, hoy en día, son los guardianes de la marcialidad en los desfiles de conmemoración

El conjunto urbano del Centro Cívico ha sido completado con nuevos edificios, como el del Poder Judicial de la Federación. (Foto tomada

de: http://www.skycrapercity.com)

Fachada del edificio del Poder Ejecutivo del Estado, franqueado por el Monumento a la Ciudad que capturó al Sol. (Foto: Luis Felipe Gaspar,

tomada de: http//:www.panoramio.com)

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debiera de considerarse que una nueva etapa histórica se inició con su construcción. A sus casi 33 años de servicio y con una demanda de usuarios exponencialmente superior a la pronosticada en 1977, sus vialidades y edificios nos recuerdan que la vida es un transcurrir, una evolución, y que la ciudad está en esa dinámica. El cronista Celso Aguirre Bernal lo plasma perfectamente:

El Centro Cívico y otras obras de infraestructura básica

construidas por el gobierno de Milton Castellanos dieron una

nueva fisonomía de Mexicali; pasó del pueblo grande a ser una

ciudad moderna; de allí partió la que con orgullo es la Metrópoli

del Colorado, como en alguna ocasión la llamó el historiador

Herrera Carrillo.4

Surgido casi de la nada y con un plan bien definido de uso y aplicación del suelo, el Centro Cívico tuvo un nacimiento similar al de Brasilia; incluso, en cuanto a su naturaleza funcional podríamos considerarlas gemelas: las dos han sido sedes de gobierno. Si bien Mexicali ya existía, a diferencia de Brasilia, el surgimiento del Centro Cívico condujo socialmente hacia la concepción de una nueva ciudad. Movió los patrones de tráfico y desplazamiento del ciudadano, pero de manera primordial, entregó a la comunidad cachanilla un nuevo y definitivo elemento de identidad local, el que ya en la cotidianeidad ha dejado asombrar y que en el mediano plazo pedirá auxilio para enfrentar la modernidad que viene.

Señalamiento sobre la intersección del bulevar Adolfo López Mateos y Paseo de los Héroes. (Foto: Colección del autor.)

cívica. En los espacios ornamentales se le dotó de camellones como el de la avenida de los Pioneros; también de jardines y plazas, entre las que resaltan la Plaza de los Pioneros y la Plaza de los Tres Poderes, cada una con su respectivo monumento: el Monumento a los Pioneros y el Monumento a la Ciudad que capturó al Sol,2 respectivamente.

El primero de ellos, diseñado por el escultor Julián Martínez, fue colocado en su lugar en el año de 1976 cuando en ese sitio no existían más que lotes baldíos, brindando escenografía a la esperanzadora expresión de los modelos en el monumento. Por su parte, el Monumento a la Ciudad que capturó al Sol está integrado por un cardón estilizado en cuyos cuatro brazos se sostiene el Sol. Sus 23 metros de altura y la sobriedad en su trazo son obra original del pintor Francisco Arias; mientras que su construcción y cálculo fue desarrollado por el arquitecto Roberto Gómez. Este monumento no tiene una denominación oficial y se ha creído que la placa conmemorativa en uno de sus brazos es alusiva al municipio de Mexicali y que, por conclusión, los tres restantes se asignan a los otros municipios que, hacia 1977, integraban el estado. Gabriel Trujillo (2008) señala que el propio Milton Castellanos le ha dicho que este monumento realmente representa a Mexicali en su captura del Sol,3 “es un monumento para celebrar a Mexicali como capital del estado de Baja California”, señaló.

De alguna manera la rutina de ir al Centro Cívico, lo cotidiano de su referencia, sus espacios físicos y hasta sus embotellamientos han perfilado al nuevo cachanilla y han logrado poner a Mexicali con imágenes nuevas. Realmente

“Para servir al pueblo y acatar su mandato”; reza el muro conmemorativo de edificación del Centro Cívico.

2 Gabriel Trujillo Muñoz, Mexicali: voces y testimonios, Ediciones ILCSA, Tijuana, Baja California, 2008, pp. 238. 3 Armando Rodríguez y María del Refugio Olazábal lo denominan como “Monumento a la ciudad que capturó al Sol”. Memoria histórica de Mexicali, publicado

por el XVIII Ayuntamiento de Mexicali, 2007.4 Aguirre Bernal Celso, Compendio histórico-biográfico de Mexicali, volumen II Mexicali, B.C: 1990.

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Austreberto Silva Olivares nació el 28 de noviembre de 1928 en Tijuana B. C. Sus padres fueron los profesores Pedro Silva Silva y Concepción Olivares Vite. La

familia se trasladó a la Ciudad de México, donde estudió en las escuelas primarias Juan Díaz Covarrubias y Melchor Ocampo, en la secundaria 13 de Portales, D. F. Bachillerato de Odontología en la Escuela Nacional Preparatoria. De 1947 a 1951 estudió en la Escuela Nacional de Odontología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Al egresar de la Universidad inició su servicio en la Secretaría de Salubridad y Asistencia, detectando problemas bucales en un dispensario. Como dice el doctor Silva, “soy dentista de profesión y maestro por vocación”. En 1951 trabajó como instructor de alfabetización en el Campo Militar No. 1. Regreso a Mexicali y prestó servicio social detectando problemas bucales a niños de las escuelas Netzahuacóyotl y Vicente Guerrero. Formó también la Cruz Roja Escolar.

El 15 de febrero de 1953 inició su trabajo en la Escuela Urbana Normal Fronteriza. Fue profesor fundador de la Escuela Preparatoria del Estado, e impartió esa materia en el Instituto Salvatierra. A partir de 1956 impartió Química en la Secundaria 18. Llenó de entusiasmo la hora de esa árida y difícil materia, no sólo por su paciencia y carisma,

Dentista por profesión, maestro por vocaciónYolanda Sánchez Ogás

sino porque muchas veces acompañaba la clase con música, mientras los alumnos realizaban algunos experimentos en el laboratorio. Fue profesor en la Escuela de Enfermería, y al fundarse la UABC fue catedrático, jefe del Departamento Escolar y secretario general por diez años. En el ámbito de su profesión, fue fundador del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) como primer odontólogo y fundador de la Sociedad Médica del IMSS en 1959.

Jugó volibol en el equipo Foto Venus, obteniendo el campeonato de primera fuerza 1954-1955 y formó parte del equipo Cofrades. Como miembro del club social 20-30. Su inquietud lo llevó a incursionar en el teatro con la obra de José Zorrilla “Don Juan Tenorio”. Es miembro fundador del Grupo Fotográfico Imágenes, donde ha permanecido más de 40 años.

Su gusto por la Historia lo ha llevado a relatar sus vivencias. En 2004 participó en el concurso “Mexicali en tu voz”, convocado por el CIC Museo UABC. Obtuvo el tercer lugar y su trabajo fue publicado por la misma Universidad. Escribió también el libro Historia del Grupo Imágenes.

Mucho más podría decirse de un personaje activo y carismático como el doctor Austreberto Silva Olivares, quien actualmente es miembro de la sociedad de Historia Centenario de Mexicali.

De derecha a izquierda: Profa. Gabriela Delgado de Talamantes, Ing. José G. Valenzuela, Profa. Georgina Álvarez Padilla, Profa. América Oropeza Meza, Profa. Virginia Navarro de Vargas, Dr. Austreberto Silva Olivares, Dr. Gamaliel Gutiérrez Sánchez, Prof. Federico Barrientos,

inspector escolar de escuelas normales de visita en Mexicali, Dr. Francisco Dueñas Montes y Profa. Consuelo Figueroa de Lamadrid.

HISTORIAS DE VIDA

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RCB

ABRIL. MAYO. JUNIORCB

ACONTECER DE LA HISTORIA 1

ABRIL 8 de abril de 1924. La Escuela Leona Vicario fue construida en lo que es hoy el pleno corazón de la ciudad de Mexicali, sobre la avenida Reforma, la calle Pedro F. Pérez y Ramírez, la calle A y el callejón Reforma.

Es un edificio sólidamente construido, con materiales de los mejores en su tiempo. Se le dotó de mobiliario nuevo y tuvo un costro de $205,224.87. En ese entonces el lugar en el que se ubicaba era casi el extremo oriente de la población. Esta obra la inició el gobernador Lugo y la terminó e inauguró el gobierno del general Abelardo L. Rodríguez.

Fue inaugurada el día 8 de abril de 1924, siendo su primera directora la profesora Concepción Núñez. Al principio fue una escuela solamente para niñas, pero enseguida se convirtió en escuela mixta. La Escuela Leona Vicario ha sido crisol de numerosas generaciones de alumnos que han destacado en diferentes actividades, y le cabe el honor de que en ella haya abrevado sus primeros conocimientos el doctor Ernesto Zedillo Ponce de León, quien de origen humilde se convirtió en un relevante personaje que ocupó puestos importantes como el de titular de la Secretaría de Educación Pública y posteriormente la presidencia de la república (1994-2000).

23 de abril de 1963. Nace la Casa de la Juventud. El licenciado Adolfo López Mateos fue un presidente joven que dio énfasis al problema de la juventud; fue así que instituyó Casas de la Juventud en todo el país. La de aquí en Mexicali se fundó en esta fecha, siendo su primer director el doctor Ernesto Sánchez Valenzuela y colaboradores cercanos el maestro Vicente Gastélum Martínez y el dramaturgo Emeterio Méndez. Hoy denominada CREA Centro Deportivo y Cultural Municipal.

26 de abril de 1989. Se inaugura la plaza comercial La Cachanilla, en los terrenos que ocupó por más de medio siglo la industria Jabonera del Pacífico, y en donde se encontraban las oficinas principales de la empresa Anderson and Clayton, predio ubicado en pleno corazón de la ciudad. Un grupo de empresarios, encabezados por el señor Juan Manuel Ley López, se organizó y construyó dicha plaza, uno de los centros comerciales más importantes de la república y de América Latina.

Independientemente de que es un negocio, es un medio que ha contribuido de manera eficaz a retener a numerosos compradores que antes hacían sus compras en el lado americano, y es un centro de reunión cotidiana de gran número de familias por su confort y los espectáculos que presenta con fines culturales y de esparcimiento.

Originalmente fue autor de esa iniciativa el señor Enrique Acuña Salcido, siendo consejero en el ramo de ropa de la Canaco de Mexicali; pero por la drástica devaluación del peso mexicano en el año de 1982, no fue posible realizarla.

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Del 27 de abril al 8 de mayo de 1976. Se llevaron a cabo las primeras Fiestas del Sol en Mexicali, siendo presidente municipal el señor Armando Gallego quien las bautizó con ese nombre a sugerencia del publicista Antonio Delgado Godínez. Correspondió al gobernador licenciado Milton Castellanos Everardo cortar el listón con el que fueron inauguradas, en la confluencia del Blvd. López Mateos y calle Camelias. La reina de las fiestas fue la señorita Patricia Monge, la parte artística estuvo a cargo de Sasha Montenegro, El Piporro, Jorge Rivero, Los Panchos y los artistas locales Manuel Inzunsa y Caín Corpus. Estas fiestas son ya una tradición en Mexicali.

30 de abril de 1976. Biblioteca Central del Estado. La primera biblioteca con que contó Mexicali fue la que en 1925 fundó el gobierno del general Abelardo Rodríguez. Luego funcionó otra biblioteca en la esquina de Lerdo y calle E; enseguida pasó a un local prestado por el IMSS, allá por la calle F y Zaragoza. Bajo el gobierno del licenciado Milton Castellanos Everardo este día se fundó la Biblioteca Central Pública del Estado, con un fondo bibliográfico de más de 30,000 volúmenes y, entre ellos, 250 sobre Baja California.

MAYO12 de mayo de 1912. El maestro Matías Gómez, un preclaro oaxaqueño, llegó este día a Ensenada, Baja California, entidad en la que ocupó varios puestos en el ramo educativo, incluyendo el de director general; en 1918 publicó Breves apuntes geográficos del Distrito Norte de la Baja California, con un amplio conocimiento de causa, pues como misionero del saber recorrió palmo a palmo el distrito. Nació en el año de 1875, y murió en Mexicali el 9 de enero de 1931, dejando una estela de luz y de sabiduría en el alma de muchos bajacalifornianos.

14 de mayo de 1901. Primera agua derivada del Río Colorado. Aunque el gobierno mexicano negó la autorización correspondiente, el proyecto de pasar el agua por territorio del valle de Mexicali para regar las tierras del Valle Imperial, del lado americano, se inició, y así fue como 13 meses después de que comenzaron los trabajos, este día se abrió la bocatoma de la compuerta Rockwood para derivar la primera agua del Río Colorado hacia el Valle Imperial, violando la soberanía de nuestro país. El permiso se otorgó tres años después.

31 de mayo de 1958. La Preparatoria del Estado creada en septiembre de 1954 pasa a la UABC. Con esta fecha, previo el decreto oficial correspondiente, la Escuela Preparatoria de Mexicali pasó a depender de la universidad, con lo que se convirtió en la primera escuela con que contó la naciente institución superior, creada por el gobernador Maldonado, sin más sustento que el decreto que la creó; una medida audaz, pero que ha fructificado a plenitud.

JUNIO3 de junio de 1928. Prolegómenos de la aviación. Terminada su construcción en Tijuana del avión llamado Baja California II, el teniente coronel Roberto Fierro Villalobos, de fama nacional, a las dos de la mañana de este día emprendió un vuelo sin escalas de Mexicali a México. Aterrizó con éxito a las 17:00 hrs. de ese mismo día en el aeródromo de Balbuena, tras quince horas de vuelo. Fue recibido por el presidente Calles, acompañado de altas personalidades, así como por una abigarrada muchedumbre jubilosa por la proeza realizada. Fue ésta una de las primicias de la aviación mexicana. Baja California, con motivo de la Ley Seca, vivía un auge desenfrenado.

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Libros, reseñas, comentarios...Sergio Noriega Verdugo*

Aunque impreso en 2002, este libro no es una obra reciente, apareció originalmente en mayo de 1958 con el nombre de Colonización del valle de Mexicali. La reedición del libro original se debe no sólo a que es considerada una obra indispensable de nuestra historia y debe haberse agotado la edición anterior, sino que Reconquista y colonización es un texto mucho más amplio y completo que el anterior. La obra versa sobre la enajenación y recuperación de tierras de Baja California, particularmente de la zona agrícola del municipio de Mexicali.

A la versión original de Colonización del valle de Mexicali escrito por el periodista e historiador Pablo Herrera Carrillo (1895-1957) se le agrega un nuevo prólogo por Max Calvillo y Leticia Landín, además de un informe sobre la actividad colonizadora en Mexicali por Alberto Celaya, así como varios anexos estadísticos y documentos contractuales, fotografías y un apartado intitulado “Escritos paralelos” de Herrera Carrillo, sobre nuestra historia regional. El tomo de 524 páginas forma parte de la colección Baja California: Nuestra Historia, publicación compartida por la UABC, el XVII Ayuntamiento de Mexicali y el Instituto de Cultura de Baja California.

Según el revelador prólogo de Calvillo y Landín, el libro inició dentro del seno del consejo de administración de la Compañía Mexicana de Terrenos del Río Colorado (CMTRC), empresa gubernamental que sustituyó a la Colorado River Land Company, antigua terrateniente del valle de Mexicali. Se trató de hacer un folleto que explicara “los verdaderos propósitos que tuvo el gobierno federal al adquirir las tierras de esta compañía y al mismo tiempo expusiera las realizaciones alcanzadas hasta ese momento en materia de colonización de las mismas”.1 Uno de los miembros del consejo, Ismael Pizarro Suárez, propuso a su viejo amigo de escuela Pablo Herrera Carrillo para que se hiciera cargo de la elaboración del documento, pues antes él había atacado a través de periódicos a propietarios y funcionarios de la Colorado River Land Company.2

Pablo Herrera Carrillo nació el 28 de enero de 1895, en Calvillo, dentro del municipio de Guanajuato; tuvo dos hermanos y dos hermanas. Provenía de una familia de ingresos modestos que le proveyó de una educación católica, tanto en la ciudad de Guanajuato como en Querétaro. Después estudió leyes en lo que ahora es la Universidad de Guanajuato. Desde sus años de

estudiante participó en el periodismo, militante y religioso. Terminada su carrera académica, Herrera Carrillo fue a trabajar a un juzgado en La Paz, Baja California Sur. Vivió por algún tiempo en California y después en Mexicali. En esta ciudad colaboró con su hermano José Guadalupe en el periódico La Frontera, alrededor de 1925.

A pesar de que se contemplaba la elaboración de un folleto, en julio de 1952 Pablo Herrera Carrillo propuso al consejo de administración de la CMTRC “una revisión histórica acerca del desarrollo del valle de Mexicali dividida en once capítulos...”.3 El

* Miembro de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A.C.1 Max Calvillo y Leticia Landín, p. 10.2 Ibid, p. 12.3 Ibid p. 11.

Reconquista y colonización del valle de Mexicali y otros escritos paralelos de Pablo Herrera Carrillo

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consejo aprobó la propuesta y el trabajo que entregó Herrera Carrillo, el año siguiente, se había ampliado a veinte capítulos.

Aparentemente, don Pablo se vio atraído por una historia más remota de Baja California y se ocupó de documentar la adquisición y manejo de tierras de la península por otras compañías extranjeras. De ahí que en lugar de escribir un solo capítulo: “El reparto de Baja California entre compañías deslindadoras”, como estuvo contemplado en su propuesta original, el tema vino a ocupar cinco capítulos (del I al V) del trabajo entregado. Esto puede haber divagado al autor de su propósito inmediato del estudio, pero además de constituir una manifestación del interés del autor por la historia de Baja California, también es congruente con su punto de vista.

Por otra parte, hay que apreciar algunas características de esta historia. Para comenzar el propósito no era escribir un relato objetivo del manejo de las tierras de cultivo en el valle de Mexicali por una compañía extranjera. Hay de por medio una tesis que maneja el autor a lo largo de todo el libro. Podríamos decir que el principal argumento es que: Baja California, incluyendo desde luego al valle de Mexicali, estuvo en peligro de perderse al extranjero durante aproximadamente cien años, entre los siglos XIX y XX, debido a las compañías extranjeras que operaron en la entidad. En el caso específico de Mexicali fue la Colorado River Land Company

(1902-1945), propiedad de varios estadounidenses, incluyendo Harrison Gray Otis, Harry Chandler, William H. Allen, y Moses H. Sherman.

El libro de Herrera Carrillo comienza con la siguiente oración: “Al finalizar el siglo XIX, la península de Baja California estaba prácticamente perdida para México”.4 Es dentro de este contexto amenazador y nacionalista que el autor enjuicia a las compañías extranjeras, particularmente a la Colorado River Land Company.

Sobre Mexicali inicia describiendo las condiciones prevalecientes:

Cuando llegó a despertarse el interés

en firme por estas tierras del hoy

llamado valle de Mexicali, después

de largo tiempo de ser desdeñadas, la

península entera vivía un periodo de

incertidumbre en cuanto a la posesión,

la propiedad y la titulación del suelo.

Con pocas excepciones nadie estaba

seguro de sus pertenencias. Lo que

una autoridad concedía, otra podía

revocarlo. Los litigios eran frecuentes y

agravados por las enormes distancias a

las que se encontraban las autoridades

que podían impartir justicia.5

Como dice el refrán: a río revuelto, ganancia de pescadores.

El siguiente capítulo (VIII) Herrera Carrillo lo titula: “Guillermo Andrade se adueña del valle de Mexicali.” En él describe al sonorense como un audaz hombre de negocios que, viviendo en San Francisco, California, y poseyendo una línea de barcos entre Guaymas y

Manzanillo, realiza una exploración por la desembocadura del Río Colorado y comienza su aventura como colonizador, a través de contratos con la Secretaría de Fomento en 1878. En otro apartado, tenemos que Guillermo Andrade se asocia con Charles R. Rockwood, un hombre al que el propio autor califica de “extraordinario”, para que junto con otros norteamericanos se haga llegar agua del Río Colorado al Valle Imperial, a través del Río Álamo, un afluente del primero, pero a través del valle de Mexicali, en territorio mexicano.

En un capítulo posterior el autor asevera que “Andrade no sirvió, en realidad sino de puente para que los enormes terrenos por él acumulados pasaran a manos extranjeras”.6 Una gran parte de los terrenos de Andrade pasan de hecho a la nueva empresa llamada Colorado River Land Company, de inversionistas norteamericanos. Para lograrlo, la empresa somete su acta constitutiva ante un notario en la Ciudad de México, el 18 de noviembre de 1902. Uno de sus propósitos es:

Adquirir por compra, permuta o

cualquier otro título, propiedad mueble

o inmueble, derechos y acciones sobre

ella, especialmente terrenos para la

agricultura, aguas y derechos de aguas,

haciendas, minas, minerales...;7

Herrera Carrillo no cuestiona la legalidad del procedimiento, ni tampoco critica la ausencia de un compromiso con los mexicanos por la colonización del valle de Mexicali.

4 Ibid p. 55.5 Ibid, p. 93.6 Ibid, p. 131.7 Ibid, p. 135.

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La impresión que nos queda es que por entonces la frontera no era considerada zona de exclusión para extranjeros, pues no tiene sentido que se apruebe una acta constitutiva que vaya en contra de la Constitución. Según nuestro autor, es la opinión pública la que no estuvo de acuerdo con la presencia de compañías extranjeras en Baja California, no las autoridades competentes.8

Posteriormente, en tiempos de la Gran Depresión aparecieron en Mexicali muchos mexicanos repatriados, y movidos por el líder villista Magaña Mejía, tomaron tierras de la Colorado, arrendadas por un Víctor Carusso.9

Aun y cuando Reconquista y colonización del valle de Mexicali es un

libro serio y formal, hay varias citas donde no se mencionan las fuentes, ni las fechas a que corresponden. Ello le resta a la lógica al argumento del autor. Según Herrera Carrillo, la ley de colonización del 15 de diciembre de 1883 dice: “Si abusivamente las empresas o los colonos en vez de ocupar los terrenos y emplearlos según los fines de la ley, disponen de ellos a favor de otras personas o empresas que impiden o eviten lo que la ley y el gobierno se propusieron, los actos o contratos que para obtener tales resultados se verifiquen, son nulos de pleno derecho.”10 Ello sugiere que la Colorado fue culpable por no promover activamente la colonización del valle con mexicanos.

8 Ibid, p. 141.9 Ibid, p. 144.10 Ibid, p. 151.

Aunque no haya sido su propósito, don Pablo escribió un libro tendencioso en contra de la empresa: Colorado River Land Company. Puede ser que el criterio nacionalista le haya privado de objetividad, pero no examinó el funcionamiento de la empresa, ni los logros que alcanzó para el desarrollo regional. También puede ser que no era del interés de la CMTRC hacerlo, pues hay que recordar que fue ella quien pagó por el estudio y se ocupó de difundirlo. Además, pudo haber analizado los posibles abusos y arbitrariedades de la empresa por la posición monopolista que ostentó, pero tampoco lo hizo.

1947. Residencia de don José María Rodríguez Luján, construida en los inicios de la década de 1940, ubicada en la esquina sureste de la avenida Madero y calle A, sección segunda de Mexicali. Don José María, su esposa María Mérida y sus hijos: Nicolás, Catalina, José María, Nepomuseno y Fernando, nietos y bisnietos tuvieron de centro familiar dicha casa habitación, la cual, después de poco más de

60 años de ser parte de la imagen urbana, fue demolida en 2009 para dar paso a la modernidad.

R.C.B.

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R.C.B

PÁGINAS DE HISTORIA

Grandes obras 2001-2007. Colectivo. Gobierno del Estado de Baja California. Secretaría de Infraestructura y Desarrollo Urbano. Octubre 2007. Mexicali, Baja California. 360 páginas. Formato 30 x 23 cm. Edición de lujo. Memoria de la obra pública en el estado de Baja California, realizada durante la gestión del gobernador licenciado Eugenio Elorduy Walther. Contiene planos, croquis, mapas, gráficas, cuadros y un número muy importante de fotografías de las obras en vivienda, garitas, vialidades, puentes, edificios para la educación, deporte, asistencia social, administración pública y seguridad pública. Sobresalen: bulevar 2000, El CAR, Nido de los Águilas, Auditorio del Estado, Hospital de Playas de Rosarito, Centro de Gobierno de Rosarito, Ceart, Plaza Centenario, edificio de la Procuraduría, Secretaría de Seguridad, Plantas de tratamiento de aguas residuales, líneas de alcantarillado, líneas de electrificación y planta de tratamiento de aguas residuales Las Arenitas, entre muchas obras más.

Panorama Histórico de Baja California. Colectivo. Coordinador David Piñera Ramírez. Universidad Autónoma de Baja California. Marzo de 1983. Tijuana, Baja California, 742 páginas. Formato 23 x 28 cm. Edición de lujo. La obra da una visión muy amplia de la historia de Baja California desde sus primeros pobladores hasta la época en que se editó el libro. Describe también su escenario natural. Incluye cuatro apéndices que tratan sobre: I) La Baja California Sur; II) Reseña histórica de California; III) Cronologías correlacionadas y IV) Dos enfoques distintos de los sucesos de 1911 (el magonismo). Participaron 39 autores, entre los que se distribuyeron los temas según sus respectivas especialidades. El documento contiene un número importante de fotografías, dibujos, mapas, cuadros y croquis que ilustran profusamente.

Diccionario enciclopédico de Baja California. Colectivo. Editora de Enciclopedias de México, S.A. de C.V., Instituto de Cultura de Baja California. Septiembre de 1989. México, D.F., 484 páginas. Formato 22 x 29 cm. Edición de lujo. Este diccionario se publicó con el fin de ofrecer a sus lectores un panorama de los diversos aspectos del estado. Contiene artículos y notas de geografía, flora, fauna, historia, economía, política, arte y abundantes semblanzas biográficas. Desafortunadamente, el poco tiempo que se tuvo para su elaboración dejó muchos aspectos importantes fuera y, por otro, se abusó de los aspectos de teatro, música, pintura y literatura y de las biografías de los personajes que en ese año se encontraban en el poder. La obra se realizó durante los once meses del gobierno estatal del ingeniero Óscar Baylón Chacón (1989). Es

importante destacar que a pesar de las omisiones, por un lado, y los abusos, por otro, la obra es de un valor incalculable para los bajacalifornianos estudiosos.

Apuntes de un viaje por los dos océanos, el interior de América y de una guerra civil en el norte de la Baja California. Henry J. A. Alric. Secretaría de Educación Pública (SEP) y Universidad Autónoma de Baja California (UABC). Colección, Baja California: Nuestra Historia. Volumen núm. 9. Julio de 1995. México, D. F. El libro describe algunas experiencias del autor en la frontera de Baja California, vividas entre 1850 y 1867, después de haber sido testigo de infinidad de hechos acontecidos por los pobladores de la región.

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RCB

De 1970 a 1977 la Rectoría de la Universidad Autónoma de Baja California se ubicó en un edificio de dos pisos que se encuentra en Paseo del Valle y calle Valle del Yaqui, del fraccionamiento Jardines del Valle.

Con anterioridad Rectoría se instaló en un salón de la planta alta de la Escuela Cuauhtémoc (durante el periodo del licenciado José González Cordero, de 1958 a 1959), sin realmente funcionar. Cuando el doctor Santos Silva Cota (periodo 1959-1966) asumió la Rectoría en abril de 1959, por buen tiempo despachó desde su consultorio, ubicado en la calle F y callejón Madero, o desde el edificio del Banco de Sangre, y a los pocos años se acondicionaron oficinas para Rectoría en la calle B número 355, donde también se adecuaron espacios para el arranque de la Escuela de Ciencias Sociales y Políticas. En 1966, cuando tomó posesión el doctor Pedro Mercado Sánchez (periodo 1966-1967) trasladó las oficinas de Rectoría al edificio ubicado en avenida Álvaro Obregón número 961, donde también despachó el rector licenciado Rafael Soto Gil (periodo 1966-1971), hasta el año de 1970 cuando cambió Rectoría al edificio de Jardines del Valle que se contempla en la foto. Además de Soto Gil, quien despachara un año y meses en este edificio, también lo hicieron el ingeniero Luis López Moctezuma (periodo 1971-1975) y el licenciado Rigoberto Cárdenas Valdez (periodo 1975-1979), tocándole a este último gestionar y obtener para la UABC, en mayo de 1977, el actual edificio de Rectoría en avenida Álvaro Obregón y Julián Carrillo, donde anteriormente funcionó el gobierno del Distrito (1922-1931), Territorio (1931-1953) y estado de Baja California (1953-1977).

En el edificio que se muestra en la foto funcionó también la Escuela de Arquitectura de 1970 a 1972, año en que se mudó a las instalaciones de la Unidad Universitaria Mexicali.

Hoy en este edificio se encuentra funcionando una escuela de desarrollo personal. Sus espacios que anteriormente fueron aulas y talleres de arquitectura, y principalmente oficinas de Rectoría podrían platicar innumerables anécdotas de la vida universitaria, sobre todo de aquellos movimientos estudiantiles que culminaron no pocas veces en tomas de Rectoría. Al respecto, el ingeniero Luis López Moctezuma (quien fue el único rector que durante todo su periodo despachó en ese edificio) comenta que al edificio de Rectoría le decían “la borracha”, porque siempre estaba tomada

de la historiade la hisEscenarios