El rescate de la agricultura familiar - LRA · raleza e inmunes al materialismo autodes- ... Muchos...

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8 LA REVISTA AGRARIA / 154 De manera creciente, en varios secto- res políticos y académicos, la agricultu- ra familiar está siendo considerada como «parte de la solución». ¿Solución de qué? De todo: de la inseguridad ali- mentaria (de la falta de soberanía alimen- taria); de la crisis energética; de la mala relación con la naturaleza; de la persis- tencia de la pobreza; de la falta de desa- rrollo descentralizado; del irrespeto a las culturas. No lo era así hace algunos años, cuan- do la agricultura familiar, o pequeña agri- cultura, era percibida como un problema social; como una de las razones del atra- so del mundo rural; como un factor de mantenimiento de la pobreza y de la ig- norancia, al que había que encontrar una salida. En contraste, cuando los agricul- tores familiares eran indígenas eran ad- mirados —hasta venerados— por algu- nos sectores de las clases medias, que los encontraban en armonía con la natu- raleza e inmunes al materialismo autodes- tructivo de la cultura occidental. En los países hoy desarrollados, la salida fue, históricamente, la industria- lización, que absorbió crecientes con- tingentes de mano de obra provenien- tes del campo, y el resto pasó a confor- mar el ejército de reserva, con el que jugaba el capital para mantener bajos los salarios. La nueva mirada a la agricultura familiar Pues bien, aun cuando muchos man- tienen la idea de que la agricultura fami- liar es un obstáculo para la moderniza- ción (¿cuál modernización?), hoy es ob- jeto de programas nacionales y regio- nales —por ejemplo, del Mercosur 1 para impulsarla, desarrollarla y fortale- cerla, pues con ello se estaría garanti- zando la seguridad alimentaria (la de los agricultores y la de toda la sociedad que consume lo que estos producen) y per- mitiendo, no solo la reconciliación del hombre con la naturaleza, sino también la recuperación de la dignidad de un sector social numeroso que ha sido se- El rescate de la agricultura familiar y el impacto en la bipolaridad del agro cularmente marginado, abandonado por el Estado, despreciado por las pobla- ciones urbanas y arrimado como ciuda- danos de segunda clase. Este «rescate estratégico de la agri- cultura familiar» es promovido por mu- chas organizaciones internacionales, entre ellas la FAO y el Banco Mundial, y muchos gobiernos de la región, agencias de cooperación internacional y ONG. El programa de apoyo a la agricultura fami- liar es un éxito entre los países del Mer- cosur, según lo señaló Francesco Pierri 2 en una reciente exposición. La REAF 3 ha definido con toda precisión qué es la agri- cultura familiar, requisi- to indispensable para la implementa- ción de políti- cas en su bene- ficio, sin que se «cuelen» otros sectores del mundo rural que no califican. Es lo que comúnmente se llama «focalización» o programas focalizados. Ahora bien, la denominación agricul- tura familiar no carece de problemas de definición, lo cual es una traba en el mo- mento de calificar quiénes pueden ser beneficiados y quiénes no pueden serlo. La idea de una familia dedicada exclusi- vamente a actividades agropecuarias y con escasa movilidad corresponde cada vez menos a la realidad. Con mayor fre- cuencia, ahora las familias de agriculto- res se desplazan y no solo viven en el campo. A veces, son pobladores urba- nos; a veces, rurales. A medida que los países se urbanizan, más familias de agri- cultores prefieren vivir en áreas urbanas, en donde pueden acceder a servicios de Fernando Eguren Muchos gobiernos latinoamericanos consideran que la agricultura familiar es la responsable de impacto de las grandes empresas y latifundios.

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8 LA REVISTA AGRARIA / 154

De manera creciente, en varios secto-

res políticos y académicos, la agricultu-

ra familiar está siendo considerada

como «parte de la solución». ¿Solución

de qué? De todo: de la inseguridad ali-

mentaria (de la falta de soberanía alimen-

taria); de la crisis energética; de la mala

relación con la naturaleza; de la persis-

tencia de la pobreza; de la falta de desa-

rrollo descentralizado; del irrespeto a las

culturas.

No lo era así hace algunos años, cuan-

do la agricultura familiar, o pequeña agri-

cultura, era percibida como un problema

social; como una de las razones del atra-

so del mundo rural; como un factor de

mantenimiento de la pobreza y de la ig-

norancia, al que había que encontrar una

salida. En contraste, cuando los agricul-

tores familiares eran indígenas eran ad-

mirados —hasta venerados— por algu-

nos sectores de las clases medias, que

los encontraban en armonía con la natu-

raleza e inmunes al materialismo autodes-

tructivo de la cultura occidental.

En los países hoy desarrollados, la

salida fue, históricamente, la industria-

lización, que absorbió crecientes con-

tingentes de mano de obra provenien-

tes del campo, y el resto pasó a confor-

mar el ejército de reserva, con el que

jugaba el capital para mantener bajos

los salarios.

La nueva mirada ala agricultura familiar

Pues bien, aun cuando muchos man-

tienen la idea de que la agricultura fami-

liar es un obstáculo para la moderniza-

ción (¿cuál modernización?), hoy es ob-

jeto de programas nacionales y regio-

nales —por ejemplo, del Mercosur1—

para impulsarla, desarrollarla y fortale-

cerla, pues con ello se estaría garanti-

zando la seguridad alimentaria (la de los

agricultores y la de toda la sociedad que

consume lo que estos producen) y per-

mitiendo, no solo la reconciliación del

hombre con la naturaleza, sino también

la recuperación de la dignidad de un

sector social numeroso que ha sido se-

El rescate de la agricultura familiary el impacto en la bipolaridad del agro

cularmente marginado, abandonado por

el Estado, despreciado por las pobla-

ciones urbanas y arrimado como ciuda-

danos de segunda clase.

Este «rescate estratégico de la agri-

cultura familiar» es promovido por mu-

chas organizaciones internacionales,

entre ellas la FAO y el Banco Mundial, y

muchos gobiernos de la región, agencias

de cooperación internacional y ONG. El

programa de apoyo a la agricultura fami-

liar es un éxito entre los países del Mer-

cosur, según lo señaló Francesco Pierri2

en una reciente exposición. La REAF3 ha

definido con toda precisión qué es la agri-

cultura familiar, requisi-

to indispensable para

la implementa-

ción de políti-

cas en su bene-

ficio, sin que se «cuelen» otros sectores

del mundo rural que no califican. Es lo

que comúnmente se llama «focalización»

o programas focalizados.

Ahora bien, la denominación agricul-

tura familiar no carece de problemas de

definición, lo cual es una traba en el mo-

mento de calificar quiénes pueden ser

beneficiados y quiénes no pueden serlo.

La idea de una familia dedicada exclusi-

vamente a actividades agropecuarias y

con escasa movilidad corresponde cada

vez menos a la realidad. Con mayor fre-

cuencia, ahora las familias de agriculto-

res se desplazan y no solo viven en el

campo. A veces, son pobladores urba-

nos; a veces, rurales. A medida que los

países se urbanizan, más familias de agri-

cultores prefieren vivir en áreas urbanas,

en donde pueden acceder a servicios de

Fernando Eguren

Muchos gobiernos latinoamericanos consideran que la agricultura familiar es la responsable de

impacto de las grandes empresas y latifundios.

AGOSTO de 2013 9

los gobiernos, corresponde a la agri-

cultura familiar.

Al desarrollarse programas en apoyo a

la agricultura familiar en el marco de una

política alimentaria (de la que se excluye,

como se ha visto, la gran agricultura), o

de una política ambiental, o cualquier otra

justificación, se contribuye a la consoli-

dación de un agro bipolar, en el que con-

viven latifundios y agricultura familiar.

Mientras que los primeros producen lo

que les es más rentable y, al mismo tiem-

po, concentran poder territorial, tanto eco-

nómico como político y social, a los se-

gundos se les exige «lo que la sociedad

requiere» —alimentos inocuos y de cali-

dad; orgánicos— y que mantengan la bio-

diversidad, sin que por ello reciban nin-

gún subsidio, no haciéndose nada para

que superen su muy escasa capacidad de

negociar su influencia en la sociedad.

Hay otras aproximaciones de apoyo

a la agricultura familiar, enmarcadas en

una perspectiva de desarrollo territorial,

que son superiores a los apoyos pun-

tuales y focalizados. El enfoque de de-

sarrollo territorial es multisectorial, pro-

mueve la diversificación de la economía

rural y crea oportunidades a los que no

pueden obtener ingresos suficientes de

la actividad agraria por ser deficitarios

en tierras. Hasta cierto punto, contribu-

ye a superar la antinomia rural-urbano.

Cual fuere el enfoque de apoyo a la

agricultura familiar, los gobiernos no de-

ben escamotear el problema de la con-

centración excesiva del control sobre la

tierra, inconveniente por razones eco-

nómicas, ambientales, sociales, políticas

y de justicia social.

Notas1 Mercado Común del Sur, bloque económi-

co y comercial que integran Argentina, Bra-

sil, Paraguay, Uruguay y Venezuela.2 «Experiencia de la REAF como red de ar-

ticulación intersectorial»: exposición pre-

sentada en el seminario: «Fortalecimiento

de los programas de alimentación esco-

lar» —en el marco de la iniciativa América

Latina y Caribe sin Hambre 2025—, el 21

de agosto del presente, en Brasilia.3 La Reunión Especializada sobre la Agri-

cultura Familiar (REAF) fue una iniciati-

va política del Gobierno brasileño, enfo-

cada hacia la integración regional y a una

mayor aproximación con los países en de-

sarrollo.4 El censo de población y vivienda de 2007

encontró que un tercio de los asalariados

rurales vivían en áreas urbanas. Esta pro-

porción, con seguridad, irá en aumento.

salud, educación, electricidad, transpor-

te, etc.4. Por otro lado, los ingresos fami-

liares no solo vienen de la agricultura,

sino de muchas otras fuentes de activi-

dades, fuera de la granja.

El impacto de la concentraciónde la tierra

Hay otro orden de dificultades en

este renovado interés por la agricultu-

ra familiar. Precisamente, en los países

que forman parte del Mercosur: Brasil,

Argentina, Uruguay y Paraguay —y,

como asociada, también Bolivia—, hay

una gran concentración de la propie-

dad de la tierra, dedicada a monoculti-

vos: Brasil destina 28 millones de hec-

táreas a la soya, y 12 millones más a

caña de azúcar, para la fabricación de

etanol; Argentina dedica 19 millones de

hectáreas al mismo cultivo; Uruguay

cubre con soya 1 millón 300 mil hectá-

reas; Bolivia hace lo propio con 1 mi-

llón 200 mil hectáreas: alrededor del

40% de sus tierras de cultivo; y Para-

guay tiene más de 3 millones de hectá-

reas con soya. Estas áreas se dedican,

pues, a cultivos que no están orienta-

dos a la alimentación humana, y princi-

palmente para la exportación.

La situación en el Perú es distinta,

pero, al mismo tiempo, similar: tiene, en

la costa, más de un cuarto de millón de

hectáreas de ricas tierras de cultivo bajo

riego, en grandes neolatifundios agro-

exportadores y de producción para agro-

combustibles, que coexisten con más de

dos millones de familias agricultoras re-

partidas en todo el país.

La consolidación de unaagricultura bipolar

Ninguno de los gobiernos de estos

países plantea la responsabilidad que

tienen estas grandes empresas con la

seguridad alimentaria, aunque compi-

tan en tierras y agua con la produc-

ción de alimentos; simplemente, «no

son parte del problema». Y varios de

estos gobiernos —quizá todos— las

subsidian abiertamente o de manera

oculta (beneficios tributarios, régimen

laboral favorable, etc.), sin necesidad

de ser calificadas, «focalizadas». La

responsabilidad de la seguridad ali-

mentaria, desde el punto de vista de

garantizar la seguridad alimentaria en nuestros países, olvidando, de manera adrede, el papel y el

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