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 16/06/2015 El reino de los réprobos Al mal tiempo Esta última edición de El Reino de los Réprobos confirma que toda empresa humanista está destinada al fracaso. Restario Restario Restario Restario Entrevista Cartas de un caballero. Requiéscat in pace. El parque de los réprobos.

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  • 16/06/2015

    El reino de los rprobos

    Al mal tiempo

    Esta ltima edicin de El Reino de los Rprobos confirma que toda empresa humanista est destinada al fracaso.

    RestarioRestarioRestarioRestario Entrevista Cartas de un caballero. Requiscat in pace. El parque de los rprobos.

  • Quiero devolverle la voz al pueblo El libro del mes

    Aunque conocido por sus novelas y sus colecciones de cuentos, el autor de Nazis en la luna acaba de publicar su primer volumen de poemas, Los cowboys mari-cones, editado por Alfaguara. En esta entrevista realizada en su casa, nos habla de su nuevo trabajo, que, segn voces especializadas, sacudir los cimientos de la literatura moderna, contribuyendo as a su tan ansiado derrumbe.

    Los cowboys maricones

    ALFAGUARA

    82 PGS. $310

    Usted siempre ha escrito prosa. Por qu se le ocurri escribir poemas? Todos estn escribiendo poemas. Hasta Paul Auster ha sacado un libro de poemas. Por qu no yo, entonces? La ma es una poesa que se nutre de la ms genuina cul-tura popular, de las representaciones artsticas callejeras. Formo parte de los escrito-res que queremos devolverle la voz al pueblo, volver a establecer ese vnculo miste-rioso entre el smbolo y las cosas, como deca Baudelaire ah, en El mal de las flo-res.

    Pero son poemas que ha escrito a lo largo de toda su vida o es un nuevo proyecto en el que trabaj du-rante los ltimos aos? Bueno, un poco de las dos cosas. Aunque decir aos es quiz excesivo. Comenc con el proyecto hace tres sema-nas. El libro hubiera salido antes de no ser por la buro-cracia editorial, que siempre lo retrasa. Las nuevas crti-cas y los nuevos escritores nos han demostrado que escri-bir poesa no puede ser difcil, que debera estar al alcan-ce de todos. Por lo tanto cre conveniente no esforzarme demasiado. Adems, las polmicas discusiones sobre la esencia de la literatura me han llevado a incluir en el li-bro textos que estn en la frontera entre lo literario y lo no literario: listas del supermercado, anotaciones que en-contr en el margen de las hojas en fin, todo aquello cuya forma fuera vertical, parecida a la de un poema. La espontaneidad y la vanguardia deben ser el hilo conduc-tor de la nueva literatura.

    Hablemos un poco de su libro. El ttulo es Los cow-boys maricones... por qu? Yo siempre quise ser un escritor sastreano. Mis libros palpitan el pulso de la sociedad, y al ttulo lo eleg para estar a tono con los planteos feministas que circulan. La

    Eloisa Cartonera the book of the year

  • No s si la gente lo sabr, pero es in-teresante comentar cmo fue su debut literario. Porque usted empez a pu-blicar en editoriales fuera del circuito comercial, en editoriales de cartn. Quisiera contar cmo fue eso?

    Alfaguara? Bueno, bueno, no hace falta dar tantos nombres En fin, nosotros mismos los encuadernbamos, y nos tombamos un buen tiempo para hacer dibujos sobre las tapas de cartn. La idea era que hubiera pocas dife-rencias entre una caja de pizza y alguno de nuestros libros. Y obtuvimos resulta-dos inmejorables. Mi despegue se produ-jo cuando un amigo editor se ofreci a publicar mi primera obra, Visitantes er-ticos del espacio exterior. Eso me fue haciendo conocido en mbitos acadmi-cos: la Escuela de Letras de la Facultad de Filosofa y Humanidades empez a invitarme para que diera charlas sobre lo que significaba ser escritor.

    nica manera de progresar es derribar prejuicios. Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.

    La idea era

    que hubiera

    pocas diferen-

    cias entre una

    caja de pizza y

    alguno de

    nuestros li-

    bros.

    S. Nuestro objetivo era apartarse de los cnones de las lites, y publicar cosas de autores marginales, sin que la calidad, que en ltima instancia es una imposi-cin del Imperialismo Occidental, jugara un papel relevante. Luchbamos contra las grandes maquinarias editoriales: Ana-grama, Planeta

    Sexo extraterrestres y

    poesa

    Ensayos experimentales

    Sexo extraterrestres y poesa Siete ensayos de tinte ucrnico, que revelan que la literatura no est encerrada en las Academias. La profunda ignorancia con la que estn escri-tos estos ensayos asombra por su valenta, y su

    espritu rebelde. Sublime obra maestra. Frankfurter Literaturmagazin

    La concha de la lora y otros cuentos

    La concha de la lora y otros cuentos Estos cuentos inauguran una nueva esttica en la literatura argentina. Su primer relato, Esbozo, una enumeracin de insultos que dura 3 pginas, abre una serie que muestra que en los pliegues

    del lenguaje an hay cosas por descubrir. Desopilante. Julin Dominguez, catedrtico de

    Literaturas marginales del litoral (UBA).

    Otros ttulos del autor

  • Hace un tiempo se arm un gran re-vuelo por una polmica nota que escri-bi el famoso crtico Leopoldo Conti en su columna dominical Dejen de escribir estupideces, en la que afir-maba que usted era un analfabeto, enemigo del gran arte y la cultura ele-vada. Qu opinin le mereci o le merece esto? Bueno, mi opinin es en realidad lo que todos ya sa-bemos: el seor Conti es un conservador de derechas, que lucha por imponernos una literatura que nos es ajena y que nadie entiende. Conti debera entender que los tiempos han cambiado, y que lo que l defiende no es ms que un fsil arruinado. Por suerte est solo en su tarea, y pocos se atreven ya a opinar como l. A pesar de todo, sus notas son muy ledas. Estamos buscndole alguna conexin con la dictadura, que seguro la tiene, para que la gente lo desprecie co-mo nosotros.

    Qu autores lee? Trato de no leer mucho, para evitar las influencias. Claro que me gusta mucho leer, y a veces no puedo evitarlo. Cuando alguien desea algo debe saber que corre riesgos, y por eso la vida vale la pena.

    Por Pablo Ivn Chichikov

    Opinin

    Los cowboys maricones: la poesa an tiene mucho por

    decir

    por Julin Domnguez

    An no he ledo el libro, pero cuando me lleg un ejemplar

    de Los cowboys maricones me di cuenta de que la poesa ar-gentina est atravesando una

    nueva etapa. El yo lrico plan-tea una desestructuracin des-de el mismo ttulo, que articu-

    la el folletn popular con la doxa del prejuicio. En estos

    tiempos de la fragmentacin y lo lquido, la poesa de Los cowboys surge como una

    fuerza renovadora, que rompe fronteras y abre en los mrge-

    nes un rumbo inexplorado. Ese rumbo nos ayudar a reen-contrarnos como latinoameri-

    canos.

    Me

    gusta

    mucho

    leer.

  • Querido amigo, tengo el desenfado de comenzar mi carta con una advertencia: nunca, pero nunca, te de-tengas a atarte los cordones en la Ciudad Universitaria, evtalo especialmente en el peligroso solar que va de la facultad de psicologa a Casa Verde. Yo lo hice, y pagu las consecuencias. Debo admitir (mi profunda consciencia moral me obli-ga) que solo la mitad de la culpa corre por cuenta de los descarados cordones, la otra mitad me corresponde. Es que cuando por fin los anud, y abandon la segu-ridad buclica del pasto para erguirme como otrora lo hiciera el perdido miem-bro de Osiris, unos bellsi-mos ojos de mujer me es-peraban impasibles. No es-taba preparado, y ensegui-da me encomend a sus servicios; no hay, le dije en tono ceremonial, hazaa que no emprenda por us-ted, my lady. Ella, absur-dos escrpulos femeninos, se limit a darme un pan-fleto en el cual se invitaba a participar de un taller de lectura. Ay de m, querido amigo, me enlist ensegui-da.

    La primera reunin tena lugar esa misma tarde, de hecho, apenas dos horas nos separaban de su co-

    mienzo. As las cosas, Ella me ofreci que la acompa-ara a su casa, lugar de en-cuentro, donde podramos conversar en confidente amenidad sobre las lectu-ras porvenir, e incluso, con

    ese gesto que le he visto a Venus, prometi ensear-me su opulenta biblioteca. Tuvo el atrevimiento, in-cluso, de aadir que me gustara. Puedes creerlo, amigo? Comprenders cunto me entristece que transentes del rea seala-da se avengan a intuir mis preferencias literarias. Pero me conoces, no es la pri-mera vez que ojos repenti-nos me pierden, no de otra manera se han condenado los santos ms implaca-bles. Acced, pues, a tan

    sugerente invitacin. No s si por el ruido de

    los motores, las bocinas y las construcciones, dialo-gamos en perfecta acuerdo sin escucharnos. En breve estuvimos en su departa-mento, y muy a pesar mo, ms interesado en conocer el juego de sbanas que la biblioteca, la promesa fue cumplida. Luego de ense-arme un sinfn de vol-menes, cuyos ttulos y au-tores me resultaban total-mente desconocidos, Ella hizo alarde de una colec-cin personal. Pens que aquella confesin poda ser el primer paso al estrecho mbito de la intimidad, y me mostr muy interesado en conocerla. As nos tien-den, querido amigo, las in-sidiosas redes del destino. Qu ser atroz, me pre-gunt entonces, habr sido en mis vidas pasadas? No menos que Nern, justifi-cara semejante tortura. Adivinas? Pues afrrate a la botella si no quieres ver tu espritu desangrado en el siguiente prrafo.

    Estos son, me explic Ella sealando un anaquel con no menos de cien li-bros, las obras completas de Cortzar. Sus cuentos y novelas, sus poesas y en-sayos, los artculos que pu-blic en espaol, francs y

    Cartas de un caballeroCartas de un caballeroCartas de un caballeroCartas de un caballero

  • esperanto, las conferencias que dict a lo largo de su vida y hasta queda incluida una muy poco clebre que versa sobre la influencia de las monocotiledneas en la literatura decadentista y que tuvo lugar en una con-vencin vanguardista en los fiordos de Kazajistn. De inmediato sac a relucir el epistolario total del hombre, que abarcaba el periodo desde que haba aprendido a escribir hasta (esto yo no lo entend bien) varios aos despus de su muerte: unas cien mil car-tas. Luego vino un libro de fotografas que Cortzar haba tomado, en su ma-yora cielos con nubes; y enseguida unos apcrifos en galico que la critica le atribua, lo que me llam mucho la atencin. Pasado un rato, cuando ya el suici-dio no me pareca una lo-cura (o la del homicidio), Ella extrajo de un mueble una enorme caja que co-menz a abrir con cuidado

    quirrgico. Mi curiosidad ya estaba muerta y apenas si atin a visualizar el balcn, posible solucin. Pero entonces Ella se me acerc con el libro ms grande que jams haba visto, con una tapa iridis-cente que me record el infinito escudo de Aquiles, el barroco kimono de Sa-muel Tesler, la toga eterna del monje Tripitaka, donde estn inscriptas las mil je-rarquas celeste y telricas del budismo. Esta es una edicin limitada de Rayue-la, me ilumin Ella, publi-cada por Alfaguara para los verdaderos lectores. Mien-tras en mi pecho se debat-an sus ojos y mi paciencia, le pregunt si era su obra preferida. Sin pudor, sin rubores, sin parpadear, me confes que todava no la haba ledo, pero que su frase favorita era esa que reza Andbamos sin bus-carnos pero sabiendo que andbamos para encontrar-nos. Sopes entonces las dos opciones que se le ofrecen a todo hombre re-signado, dos opciones que pueden salvarte, querido amigo, de aficionados al verso y otros degenerados de la misma calaa. Salir corriendo sin emitir expli-cacin alguna o fingir un desmayo. No niego que la primera me sedujo, des-pus de todo conservo mi apolnea figura apelando

    con frecuencia a este recur-so, pero all estaban los au-tores de mi condena, los malditos cordones se me haban vuelto a desatar. El desvanecimiento tambin se me da naturalmente, co-mo si natura hubiera queri-do que sobreviva a las ad-versidades del medio, puli-do por m en crculos odontolgicos, donde me vi arrastrado en numerosas ocasiones por el noble sen-timiento de la carnalidad. Inclinbame entonces, con moderacin y sin aspavien-tos, como la pantomima requiere, cuando el timbre zanj el aire. Comprend fatalmente que el primero de los lectores haba llega-do. Pero no hay prosa, a no ser la de Kafka, que sopor-te martirio semejante, por lo que continuar mi relato en la siguiente carta, des-pojado de la angustia que me oprime.

    Tu sincero servidor. El hombre que est solo y espera.

  • Escribir causa estreimiento, y si bien la mayora de los autores lo han pa-decido alguna vez (incluso hasta el des-caro de publicar sus memorias como si fuesen diarios corporales), no por ello la prfida acumulacin se transfiere en es-casez de calidad a propsito de lo sudado encima de la silla. Para los evasores, el truco estriba en los pequeos pases, vis-lumbres de rpido apuntalamiento que rara vez son corregidas y que proporcio-nan la ventaja de agotar trocitos y troci-tos de servilletas y volantes o bien cua-dernos de fina estampa, que se agrupan en torno al sello patrocinador desligando al maratonista entintado de cualquier vi-sita hospitalaria. Es ideal para alcohli-cos y para toda clase de adictos o facto-res de riesgo cuya capacidad motriz y/o cognitiva se vea reducida. En manos hbiles como las de Hctor, especialista del recorte heptico-escritural, el frag-mento puede reivindicarse; pero hoy no vinimos a hablar de l, ni de Osvaldo el positivo (por desgracia a la prensa no le interesan las autopsias de los escritores), pondremos el foco en un fiambre harto ms reciente, aunque no por ello en

    Requiscat in pace mejor estado. Y mientras escribo esto, se me ocurre que el siguiente Gentleman jams podra ingresar en los diagnsticos anteriores por la sencilla razn de su salu-bre prontuario, o bien por todo lo pulmo-narmente salubre que la opinin pblica tiende a aceptar. Esta es su historia, o ms bien el instante en que se defini la histo-ria de cmo se entreg al esparcimiento. Un genial coterrneo suyo fue quien le estimul a hacer carrera. Porque si hay

    algo que nuestro por aquel entonces joven periodista oriental termin siendo para nosotros los latinoamericanos, es el galgo

    de primera lnea, serio, oficioso, y com-prometido con llegar a la meta.

  • Por regla general, los autores tien-

    den al despojo entrados en aos; cuando el agotamiento enciclopdico llama a la puerta del toilet y encuentra ido en carnes al sujeto, pujando con el torso entornado hacia delante. Hay miles de ejemplos re-tratables en nuestra tierra y en el mundo, bstenos recordar al ya mencionado prncipe troyano con su involuntario tem-

    blor de la birome, o al propio Dahlmann que en sus ltimos volmenes de relatos aquejaba en demasa la consumada ce-guera. Tambin puede ocurrir lo contra-rio, que luego de una excesiva juventud de panfletos de odio y tajeado frenillo lingual, los seores y seoras tiendan a acomodarse en el almohadn y comenzar a producir la obra. Pero ste no parece ser ninguno de los casos; el muchacho ad-

    quiere su credencial y acepta el consejo manuscrtico del autor de Larsen, quien tambin por qu no, quizs percibiera la diarrea intelectual que se vena en el don-cel, y en su cizaa de sugerirle el paso de la mquina a la birome, nos libr sin sa-berlo de que todas esas formulitas aceito-sas se reprodujeran en las hojas a espacio completo. Porque si es como sostiene el

    ciego del laberinto, que un buen escritor tiene la capacidad de crear a sus precur-sores, arriesgo que tambin tendr la ca-pacidad de alejar de s a los futuros dege-nerados que puedan ensuciarle.

    El presidente de la novela buena. Montevideo. Abril de 2015.

    (Enviado especial)

    Taller de Lectura TodXs lXs gustXs.

    TodXs lXs opiniXnes sXn vlidXs.

    Ven a compartir tus propiXs textXs.

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    Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.

    Nada est perdido si se tiene el valor de proclamar que todo est perdido y hay que empezar de nue-vo.

    Cuando alguien desea algo debe saber que corre riesgos y por eso la vida vale la pena.

    El afn de querer olvidarte, es mi mayor mpetu para recordarte.

    Sum la mayor cantidad de puntos posibles. Cada acierto vale 5 puntos. Envianos tus respuestas a [email protected] y particip por el sorteo del libro del mes Los Cowboys Maricones.

    Lord Byron: 1. Era efectivamente Lord.

    2. Era Marqus. 3. Su nombre era

    Lord y su apellido Byron.

    La divina comedia:

    1. Es verdaderamente comedia.

    2. Es una tragedia. 3. Es una remake de

    Balzac.

    En el Martn Fierro:

    1. Martn Fierro es el bueno.

    2. Es el malo. 3. Es el feo alter ego

    de Jos Hernndez.

    Hamlet: 1. Es el prncipe de Di-namarca.

    2. Es el prncipe de Ma-quiavelo.

    3. Es un famoso empre-sario chocolatero.

    Demostr cuanto sabs uniendo la frase con su autor.

    En el Parque de los Rprobos queremos que te diviertas apren-diendo, por eso te proponemos los siguientes juegos. La difi-cultad se mide en Benedettis, cuidado, no te vayas a confiar!