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El Príncipe de Esquilache, poeta anticulterano por Ricardo del Arco C. de la Real Academia Española

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El Príncipe de Esquilache, poeta anticulterano

por Ricardo del Arco C. de la Real Academia Española

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Hubo en Játiva, entre las casas de caballeros y gente noble, que deducían su origen de la conquista de aquel reino de Valencia, una familia de los Borjas, de la cual sucedía un. caballero que se llamó Rodrigo Gil de Borja, que en tiempo del rey Pedro IV era en aquella ciudad muy principal1. En la pila de la Seo setabiense fueron bau­tizados los Papas Borjas: Calixto III, nacido en Torres de Canals, y Alejandro VI, nacido en Játiva. Se muestra aquí la casa de los Borjas, en la plaza de Aldomar, la natalicia probable de Alejan­dro VI2. Biznieto suyo, y sobrino de César y Lucrecia Borja, y por parte de su madre nieto de un bastardo del rey Fernando el Cató­lico, fue San Francisco de Borja, hijo del tercer duque de Gandía. Crióse en el palacio ducal de esta ciudad, que era, y es todavía, la mansión señorial más importante del reino de Valencia, y conserva edificaciones del tiempo de los duques reales (Aragones legítimos), y desde 1485 del de los Borjas, comenzando por los dos hijos mayores de Alejandro VI, Pedro Luis y Juan. El ducado se unió después, por derecho de hembra, con los Pimenteles de la casa de Benavente y con los Téllez Girón de la de Osuna, que ya vivieron ausentes de Gandía.

Juan de Borja, hijo segundo de San Francisco de Borja y de su mujer D.a Leonor de Castro, inició la rama de los condes de Mayalde y de Picallo y después príncipes de Esquilache. De su segundo ma­trimonio, en 1576, con D.a Francisca de Aragón y Barreto, dama de la reina de Portugal D.a Catalina de Austria, hermana de Carlos V, hubieron al primogénito Francisco de Borja y Aragón, segundo conde de Mayalde, quinto príncipe de Esquilache y conde de Simari en el reino de Nápoles, comendador mayor de Montesa, Trece de la Orden, virrey y capitán general del Perú y gentilhombre de cámara de Fe­lipe III y Felipe IV. Nació casualmente en Génova, en 1577, cuando su padre se dirigía a la embajada de Alemania, que Felipe II le había encomendado. Murió en Madrid, en su casa frente al Palacio Real, conocida por "Casa de Reveque", el 26 de octubre de 1658, a

1. Z U R I T A : "Anales", l ib . XVI, cap. XXXII. 2. Cf. ELÍAS TORMO: "Levante", p p . 205-207. Madr id , 1923.

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los ochenta y un años de edad. Había casado en 1602 con su prima D.a Ana de Borja y Pignatelli, hija mayor de Pedro de Borja y Ara­gón, quinto príncipe de Esquilache (Squillace en italiano), y de su primera mujer D.a Isabel de Pignatelli. De esta unión nacieron tres hijos, Juan, María Francisca y Francisca María3.

Nobilísima y gran familia española ésta de los Borjas, verdade­ramente extraordinaria, como afirma Béthencourt, fundada por dos Papas, ilustrada por un santo, con rango inmediato a las primeras Casas Reales de Europa. Sus caballeros llenan con sus actos la últi­ma parte de la edad media y casi toda la edad moderna.

Desde el 18 de diciembre de 1615 hasta el 31 de diciembre de 1621, D. Francisco de Borja y Aragón desempeñó el cargo de Virrey del Perú, que abandonó al fallecer Felipe III. Sustituyó al marqués de Montesclaros. Era joven aún. Apenas hubo tomado posesión, fortifi­có el Callao y formó una escuadra. En una relación que hizo al marqués de Guadalcázar sobre el estado en que dejaba las provin­cias del Perú, de que nos ha dado noticia Bartolomé José Gallardo4, decía al principió del escrito: "Aviendo de cumplir lo que su Mages­tad me manda por una Real Cedula, su fecha en San Lorenzo, a 22 de Agosto del año pasado de 20, y por escusar la confusión y pro­lixidad que semejantes relaciones suelen tener, reduciré a quatro ma­terias principales, que son: Gobierno general, Guerra, gobierno ecle­siastico y Hacienda, el estado en que dexo estas provincias, y las advertencias que sobre cada una he juzgado por conveniente propo­ner a V. E . . . . " Esto nos ilustra acerca de las miras en su gestión afortunada. Trató de fomentar la riqueza del país, dictando acerta­das disposiciones para el laboreo de las minas, puso orden en la Ha­cienda, y creó el tribunal del Consulado de Comercio. Como su ante­cesor, y como otros virreyes, dedicó atención preferente a mejorar la condición de los indios. "El Virrey —decía en la expresada Rela­ción— es el curador celoso y protector decidido". Prohibió la venta de las tierras, y que se diese mita de mujeres a los curas y a los corregidores solteros, reglamentando los salarios que se pagaban a los indios, para evitar que fuesen éstos explotados por la avaricia de los conquistadores; recomendando que no se autorizase la tras­lación de los indígenas de un punto a otro, por la funesta influencia que en la salud de éstos solían producir esos cambios, y procuran­do, en fin, atenuar los efectos de los abusos, que, no obstante todas las disposiciones adoptadas, seguían cometiéndose.

3. Cf. ALBERTO Y ARTURO GARCÍA CARRAFFA: "Enciclopedia heráldica y genealógica his­panoamericana", tomo XVIII, p . 141. Madrid, 1925, con datos de BÉTHENCOURT en "Historia genealógica y heráldica de la Monarquía española".

4. "Ensayo", II, 117, núm. 1.442.

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EL PRÍNCIPE DE ESQUILACHE, POETA ANTICULTERANO

Mientras casi todos sus antecesores en el virreinato habían teni­do disgustos con la Real Audiencia, Esquilache vivió en la mejor armonía con ella, porque cuidó de consultar en todos los casos gra­ves, y confió a su presidente las comisiones más arduas y delicadas. De este modo, en vez de la oposición con que otros virreyes habían tenido que luchar, halló en la Audiencia consejo y ayuda. Cuidó también mucho de mejorar el Ejército: "Algunos han juzgado —es­cribió en la Relación— que he favorecido demasiado a los soldados, y lo que puedo decir es que hallé este oficio tan despreciado y aba­tido en este reino, que ha sido menester todo cuanto he procurado alentarle para restituirle el crédito que el ocio y el disfavor le habían quitado; y puedo afirmar a V. E. que no tiene su Magestad mejor gente de mar y guerra en ninguna par te" .

Es lógico que, en medio de las preocupaciones del gobierno, un hombre como el príncipe de Esquilache, tan dado a las letras, y tan galante, no podía prescindir de las que habían sido hasta entonces sus ocupaciones favoritas; y así abrió las puertas de su casa a los sabios y los literatos de la colonia; y en aquella tertulia se cultivaron las bellas letras y se procuró el fomento de la ilustración. Con este mismo objeto Esquilache fundó el Colegio del Príncipe, en Lima, y otro en Cuzco, destinados a la educación de los hijos de los caciques y pa ra los descendientes de los conquistadores, y se reservó la cen­sura puramente literaria de las obras teatrales. Esta tertulia litera­ria fue la primera de aquellas famosas del palacio de nuestros virre­yes. En Lima se conserva aún el recuerdo de las instituciones fun­dadas durante el gobierno de Esquilache5.

De las tierras de las Maynas nombró gobernador a Diego de Vaca y Vega, que fundó la villa de San Francisco de Borja, en memoria del Virrey. Gobernando Esquilache se hizo célebre por sus virtudes Isabel de Oliva, Santa Rosa de Lima (1586-1617), primera criolla sudamericana elevada a los altares en España y América.

Menéndez Pelayo ha escrito: "Puede decirse que el último rayo de pura luz literaria que en el siglo xvii atravesó las tinieblas que comenzaban a espesarse sobre las escuelas de Lima, fue el virreinato del Príncipe de Esquilache D. Francisco de Borja, verdadero príncipe a la italiana y verdadero poeta, aunque distase bastante de ser prín­cipe de la poesía, como le llamó la adulación de sus contemporáneos. Pero de esto al injustificado olvido en que desde fines del siglo xviii yacen sus obras, hay mucha distancia. Es de los poetas de segundo orden que vienen inmediatamente después de los grandes; y entre

5. Cf. JERÓNIMO BECKER Y GONZÁLEZ: "América", cap. X : "E l Perú, I I " , en "Historia del mundo en la edad moderna", vol . XXV, p p . 504-505. l

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los líricos del siglo xvii pocos son los que merecen más que él una rehabilitación cumplida, que algún día ha de serle otorgada. No tuvo fuerzas ni nervio para el cultivo de los géneros superiores de la poe­sía. Su Nápoles recuperada es una insípida y amanerada imitación del Tasso, sin jugo, sin interés, sin grandeza, y hasta sin verso al­guno que se grabe en la memoria, porque todos son iguales en su fría y monótona corrección. Pero en las epístolas morales y en los sone­tos, como discípulo al fin de Bartolomé Leonardo de Argensola, con­servó una tradición de gusto maduro y severo, opuesta a los extravíos reinantes; y en los romances cortesanos y amorosos, en las letrillas y en todo género de versos cortos, que eran el legítimo campo de su númen, rivalizó a veces con Lope de Vega en gracia y frescura. Haría buen servicio quien del enorme tomo que forman sus obras poéticas en las dos ediciones de Amberes, entresacase en un pequeño volumen todo lo que merece vivir, condenando al olvido lo restante.

De 1615 a 1622 tuvo Esquilache el mando supremo de los reinos del Perú, con honra suya y provecho de la Nación. Bajo su gobierno fueron rechazados los piratas y filibusteros que infestaban aquellas costas, fortificando el puerto del Callao; erigido el Tribunal del Con­sulado recibieron sabias ordenanzas los establecimientos mineros de Potosí y Huancavelica; se fundó el Real Convictorio de San Bernardo para la educación de los hijos de los conquistadores, y el Colegio de San Francisco de Asís para los hijos de indios nobles; se hizo la con­quista de la comarca de los Maynas en el Marañón, y se fundó la ciudad de San Francisco de Borja, sintiéndose en ésta, como en todas las demás providencias del Virrey, el prepotente influjo que en su ánimo ejercían los jesuitas. Es maravilla que en ninguna de sus obras, con ser tantas, haga Esquilache la menor alusión (que yo re­cuerde) al Perú, ni a América, de tal modo, que por ellas nadie in­feriría que hubiera pisado siquiera las tierras antárticas. El picante y donosísimo cronista de la vida colonial de Lima le atribuye la fun­dación de una Academia literaria en su palacio y hasta da los nom­bres de los que a ella concurrían; pero como no encontramos rastro de tal academia en ninguna parte, nos inclinamos a pensar que ésta es una de tantas ingeniosas travesuras del autor de las Tradiciones peruanas, que ni pretenden ser libro de Historia, ni pierden nada por no serlo". En nota pone: "Tengo que rectificar esta especie y volver el crédito al Sr. Palma, que tomó sus noticias del Diccionario de Mendiburu (tomo II, página 59): "Como amante de las letras no era posible que Esquilache pasara sin frecuentarlas y sin rodearse de los ingenios más distinguidos que ofrecía Lima en tan remota época; y así se reunían semanalmente en Palacio diferentes personajes, a

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cuyos estudios se agregaba la ilustrada capacidad que enaltecía su mérito: el coronel D. Pedro de Yarpe y Montenegro, el Oidor D. Bal­tasar de Laso y Rebolledo, D. Luis de la Puente, juris ta de mucho nombre, el religioso Fr. Baldomero Illescas, de la Orden de San Fran­cisco; el poeta D. Baltasar Moreyra, y otros que no nombramos por falta de noticias, tenían con el Virrey discusiones sobre materias cien­tíficas, cultivando su saber literario con los ensanches que en sus debates académicos avivaban la más noble de las aspiraciones". To­do esto tiene trazas de ser verdad, pero mientras no pueda citarse más documento que el dicho de un escritor del siglo xix, por docto y bien informado que sea, hay que dejar en duda la existencia de la academia o tertulia literaria de Esquilache. Academia en el Pala­cio Virreinal no hallamos hasta el tiempo del marqués de Castell-dos-Rius, aunque hubiese virreyes muy cultos y estudiosos, como lo fue, además de Esquilache, el conde Santesteban del Puerto" 5 b i s .

Al cesar en su cometido se retiró a la vida privada, dedicándose a su afición dilecta: la poesía, residiendo en Valencia, Gandía, Va­lladolid y Madrid. Varón rico, y prócer de estirpe y modales, es el tipo del caballero español cultivador de las letras, amigo de los me­jores literatos de la primera mitad del siglo xvii, y de ahí las men­ciones que de él encontramos. En la ilustración al poema "Canta sola a Lisi", de Quevedo (1609-1631), por José Antonio González de Salas, dedicada a nuestro Príncipe de Esquilache, le diputa gloria y ornamento de la Patr ia; "y cuando en la sazón misma la suave melodía de sus números, repetidos allá de todas las Nueve Hermanas, acá se deriva para enseñanza y deleite de los vivientes, hoy, y des­pués de las posteridades, encomendándose a la luz pública de la es­tampa. Bien ansí ya quien escuchare el armonioso plectro de V. Ex­celencia y luego oyere con su aprobación acreditar el de Don Fran­cisco, no dudará de concederle aquella estima en que mi afecto ha pretendido colocarle, aunque la invidia se fatigue.. ." Reproduce un soneto de Esquilache6. Esto escribía el docto humanista Jusepe An­tonio González de Salas (1588-1654), el año 1648, en "Parnaso espa­ñol, monte en dos cumbres dividido", donde comentó las seis prime­ras "Musas" de Quevedo, su amigo íntimo, poco después del falle­cimiento de éste, como si se tratara de un escritor clásico de Grecia o de Roma, según había comentado a Petronio, Pomponio Mela y Plinio el Viejo. Como se ve, a la sazón estaban para salir de las prensas las obras en verso de Esquilache, que, en efecto, aparecieron

5. b is . "Historia de la poesía hispanoamericana", II (Madrid, 1913), pp . 182-185. 6. Obras completas de Quevedo, edic. critica por Luis Ast rana Marín , Obras en

verso, p . 911. Madrid , Agui lar , 1943.

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en este año, en Madrid, por Diego Díaz de la Carrera, si bien en 1639 ya tenía aprobada y censurada la primera edición. El privilegio para la impresión es de 1646. En el lapso de tiempo transcurrido hasta la publicación, el autor añadió nuevas poesías. La segunda edición es de Amberes, 1654, muy añadida, y la tercera también de Amberes, 1663, en la Imprenta Plantiniana. El impresor Baltasar Moreto ad­vierte al lector que van incluidos muchos versos, que después de la muerte del poeta se le entregaron, y los señala con asterisco. Por ejemplo, el romance de Leandro y Hero no está en las ediciones an­teriores7.

En la advertencia "El Príncipe a su libro" (reminiscencia de Mar­cial) reconoce que en sus versos hay desigualdades; pero

los que escribí en más edad les servirán de reboços: y serán pocos los troços en que puede aver excesso: que reconozco, y confieso, que entonces naturaleza obrava con agudeza, si después obró con seso.

Acaso no es Francisco de Borja y Aragón el poeta más próximo a los Argensolas en temperamento y en talento, como quiere Pfandl8, y este puesto hay que disputarlo entre Martín Miguel Navarro, el canónigo de Tarazona, y su amigo Fray Jerónimo de San José, el carmelita censor del poema "Nápoles recuperada", de nuestro Prín­cipe; pero su argensolismo es patente, como lo fue su amistad y devoción por los dos vates barbastrenses y con el grupo aragonés de poetas en torno al cronista Uztarroz. Los menciona repetidamente. La carta al conde de Valderreis, gobernador de Portugal, comienza:

Después de aver leído, señor Conde, del gran Leonardo aquella ilustre carta, que al suyo y vuestro ingenio corresponde, amor me lleva, y la razón me aparta...

La carta VIII de la tercera edición, de que me valgo, va dirigida a Bartolomé Leonardo, en respuesta a otra suya, y empieza:

Señor Retor, razón será que prueve con más alegre Musa a responderos, de lo que a vuestra carta se le deve...

7. Cf. M. MENÉNDEZ PELAYO: "Antología de poetas líricos castellanos", X, p. 328. Ma­dr id , 1945.

8. LUDVIG P F A N D L : "Historia de la literatura nacional española en la edad de oro", página 540. Barcelona, 1933.

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Y acaba d i c i endo :

A Lupercio direis que no le escrivo; y aunque su amor jamás de mi se aparta, que no corren tercetos donde vivo.

E n la edición de las " R i m a s de Luperc io i del dotor Bar to lome Leo­n a r d o de A r g e n s o l a " (Zaragoza, 1634), p á g i n a 290, este final d ice :

A Lupercio direys, que no le escrivo: que aunque de mí su amor jamás se aparta, no corren los tercetos donde vivo.

Más correc to y n a t u r a l . Lo m i s m o apa rece en la edición de las " R i m a s " p o r D. R a m ó n Fe rnández , t o m o II (Madrid, 1786), pági­n a 142.

El a r agonés respondió con o t ra epístola, que comienza :

Don Francisco, aunque llames carta en seso mi prosa familiar, y por severa la reprehendas como grave exceso8 bis.

E n la p á g i n a 489 de la m i s m a edición de las " R i m a s " de los Ar­gensolas f igura este bello soneto del p r ínc ipe de E s q u i l a c h e :

Si a Filis por qué llora le pregunto, que no es del alma su tristeza jura: mas yo, por la inquietud de su hermosura, que son de amor las lágrimas barrunto.

Llorando niega, y a sus penas junto lo que ella siempre desmentir procura, sin ver que encubre su infeliz cordura en cuerpo alegre corazón difunto.

¡Qué pasos da su engaño tan perdidos! ¡Qué mal es tuerce una costumbre larga, pues no la vencen máquinas ni ruegos!

¡Qué poco debe amor a los sentidos, si al tiempo que el secreto les encarga, juran los ojos contra el alma ciegos!

Ba r to lomé L e o n a r d o respondió con el q u e sigue, por los mi smos c o n s o n a n t e s :

Si lloró Fili, o si juró, pregunto: ¿Qué te mueve a inquirir si verdad jura? Que yo en ti, pues contemplas su hermosura, más que interior curiosidad barrunto.

8 b i s . Rimas, Zaragoza, 1634, p . 290. V. también en Biblioteca de Autores Espa­ñoles, tomo XLII, p . 290.

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Silvio, el más cuerdo, que llegó tan junto al daño, si evitarle no procura huyendo, cuando apela a su cordura, suele quedar en la ocasión difunto.

Y así, pues ves que sigue los perdidos el que a su afecto la licencia alarga, admite los ejemplos y los ruegos.

Huye de lo que aprecian los sentidos: que aunque al entendimiento amor lo encarga, el apremiado gime, y ellos ciegos.

E s q u i l a c h e insis t ió por los m i s m o s c o n s o n a n t e s :

Si a mi pasado engaño le pregunto si amar es bien, que es un infierno jura; ingrato amor, tirana la hermosura, y que anda corta su edad barrunto:

Si a breves glorias y pesares junto, que el miedo ahora eternizar procura, amando desmintiera mi cordura, o ya tuviera el corazón difunto.

Los años bastan, sin razón perdidos, si no es que sobra una prisión tan larga, que ya rompí con lágrimas y ruegos.

¡Qué poco estimas, Fabio, mis sentidos, si cuando amor mi vida los encarga, que estamos piensas, sin discurso ciegos!

E n t r a m b o s sonetos son bien concep tuosos 9 . E n la Biblioteca Nacional ( s igna tu ra M-251, pág ina 568) consta

o t ra ep ís to la a Bar to lomé, en t e rce tos 1 0 . Como los Argensolas , corrigió, l imó y pul ió sus versos. Si Bar to­

lomé L e o n a r d o a f i rmó que

es la lima el más noble requisito: y así, no peligrando la sustancia del verso deliciosamente escrito, refórmele su pródiga elegancia, como el gran Venusino lo dispuso11,

el P r í n c i p e de Esqui lache , en la a legada epístola al gobernador de P o r t u g a l d i c e :

Yo parto de borrones infinitos, mis versos, más que agenos los maltrato; ningún examen rígido desprecio, ni de ser borronista me recato.

9. Edic. cit., pp . 65 y 66. 10. GALLARDO: Ensayo, II , p . 16 del índice de manuscr i tos de la mi sma Biblioteca. 11. En la epístola Don Juan, ya se me ha puesto...

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Borrando siempre, de borrar me precio, y quiero más que encuentre diez enmiendas, que alguna falta un discursante necio.

No sólo por su argensolismo, sino por la amistad, el Príncipe puede y debe figurar en el núcleo literario de Aragón, junto a Gra­cián, Uztarroz, Fray Jerónimo de San José, Lastanosa y otros. Gra­cián fue amigo de la familia Borja. En su tratado "El Discreto" encomia al virrey de Aragón D. Fernando de Borja, en el "discurso académico" intitulado "Del señorío en el decir y en el hacer": "Quien las quisiere admirar todas juntas (las prendas), hallarlas ha en el excelentísimo señor D. Fernando de Borja, hijo del benjamín de aquel gran duque santo, heredado en los bienes de su diestra, digo en su prudencia, en su entereza y en su cristiandad, que todas ellas le hicieron amado, no Virrey, sino padre en Aragón, venerado en Valencia, favorecido del grande de los Filipos en lo más, que es con­fiarle a su prudente, majestuosa y cristiana disciplina un príncipe único, para que le enseñe a ser Rey y a ser héroe, a ser Fénix, émulo del celebrado Aquiles, en fe de su enseñanza". Poco después, en la crisis "No sea desigual", alaba al octavo duque de Gandía D. Francisco de Borja y Centellas: "Mudó sin duda la fama a Gan­día su non plus ultra de toda heroicidad, de toda cristiandad, dis­creción, cultura, agrado, plausibilidad y grandeza en aquellos dos héroes consortes: el excelentísimo señor duque don Francisco de Borja y la excelentísima duquesa doña Artemisa de Oria y Colona (Doria y Colonna, su prima hermana), gran señora mía. Participan­

do ínclitamente entrambos de sus esclarecidos timbres, el eterno bla­són de su firmeza en todo lo excelente, en todo lo lucido, en todo lo realzado, en todo lo plausible, en todo lo dichoso y en todo lo per­fecto; siempre los mismos y siempre heroicos".

Al final de la carta escrita en Lérida, a 24 de noviembre de 1646, en la que da noticia a un padre de la Compañía de Jesús residente en Madrid, del éxito de las armas de Felipe IV en aquella ciudad, ocupada por los franceses, le encarga que comunique la misiva con D. Fernando y D. Francisco de Borja, hermanos12. En fin, en "Agu­deza y arte de ingenio", discurso III ("Variedad de la Agudeza"), realza la agudeza de correspondencia y conformidad entre los extre­mos objetivos del concepto, que son los correlatos, que une para la artificiosa sutileza; agudeza que se contiene "en esta estancia de aquella agradable Egloga del Principe de Esquilache, y principe de la Poesia:

12. Publ icada por ADOLFO COSTER en Baltasar Gracián, traducción, prólogo y notas del que esto escribe, p . 327. Zaragoza, Inst i tución "Fe rnando el Católico", 1947.

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Oyd mis quexas tristes, lisonja destas mudas soledades, Ismerio soy, que vistes llorar agravios y cantar verdades: quando del monte al prado, baxaba sus tristezas y ganado.

"Haze deliciosissima armonia entre el cantar y llorar, baxar tris­tezas y ganado13 ."

En el discurso LIX ("De la ingeniosa aplicación y uso de la eru­dición noticiosa") alaba el arte y la propiedad con que Bartolomé Leonardo de Argensola emplea los adjuntos y epítetos que aliñan el estilo y son cifras de agudeza, y alega un fragmento de una carta del vate aragonés al citado D. Fernando de Borja, "nunca bastante blasonado heroe, por su gran numerosidad de prendas".

Hacia fin del mes de julio del año 1651 apareció en Zaragoza, impreso en el Hospital de nuestra Señora de Gracia, el poema he­roico del Príncipe de Esquilache intitulado "Nápoles recuperada por el rey Don Alonso", dedicado a Felipe IV. El autor se intitula Prín­cipe de Esquilache, conde de Mayalde, comendador de Azuaga de la Orden de Santiago y gentilhombre de la Cámara de S. M. En la declaración dice: "Lo que puedo asegurar es que ha pasado este poema por el juizio y censura de los hombres mas doctos deste siglo, y que todos, no solamente me animaron, sino que me compellieron a sacarle a luz, y no presumo que sus letras los engañaron a ellos, ni la modestia con que me sugeto a su parecer mereció que me enga­ñasen a mí.. . Y aunque se imprime aora, ha muchos años que está escrito, y visto por personas que se pudieron aprovechar de lo que yo primero tuve trabajado en él".

En efecto: estos doce cantos en octavas, imitando a Virgilio, se­gún declara el autor, tenemos testimonio de que fueron censurados por Fray Jerónimo de San José, el gran poeta y preceptista de la His­toria, antes de darlos a la estampa. En carta sin fecha, pero que es, sin duda, de Huesca, junio de 1651, le escribía a su amigo el cronista Juan Francisco Andrés de Uztarroz:

Al exemplar del Poema del Principe de Esquilache, por donde se imprime, falta una octava que hiço i añadio en el original que yo tuve y corregi en Ma­drid, la qual me enbió él mismo en ese papelico, que es de su letra, a la devo­cion de nuestra Señora del Pilar, para que yo tuviese ocasion de citar esta obra en la que escribo de nuestra Señora. Holgaria lo diese vm. al señor Duque (de Villahermosa) para que si gusta se añadiese al fin, diciendo avia de entrar en la invocación que hace a Dios en la tormenta, y avia de entrar tras la octava 39 del primer canto. Teníala el Príncipe añadida en su original con un papelico

13. Edic. de Huesca, 1649, p . 10.

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suelto, i se devio de caer i perder. Quisiera se añadiera, porque me diera ocasión de referirla yo, i si hubiera tienpo se lo escribiera yo al Principe, pero no dudo gustará dello, i lo aprobará, si el señor Duque lo executa. Tanbien digo que al fin se podrian añadir elogios en verso, como los hiziesen vm. y Salinas14. Que es justo celebremos los Aragoneses este Poema, que sera mui bien recebido y celebrado generalmente.

Las censuras del libro llevan fechas 17 de mayo y 12 de junio de 1649 y 1 de junio de 1651 (del padre Fray Jerónimo de San José); la licencia del Ordinario, 6 de junio; la aprobación, el 14, y la suma del privilegio de Aragón al autor, por diez años, 15 de junio de 1651; la suma del privilegio es de Madrid, 4 de julio.

En 6 de agosto ya había aparecido la obra, pues en carta de esta fecha, Fray Jerónimo decía a Uztarroz: "Recivi el otro libro de Es­quilache". Se publicó sin la octava y los elogios a que alude el car­melita en su carta anterior15.

Fray Jerónimo, en su censura diputa a Esquilache "Príncipe de la Elocuencia y Poesía Española, con emulación a los que han me­recido este nombre en edades y naciones diversas... Pero quien le deverá su mas crecida honra es la Poesia, viendose acreditada con averla, no solo professado un tan alto Ingenio, sino ostentado su profesión un tan gran Principe; que sin buscar ambiciosos disimulos de supuestos nombres, ni esperar a tardias glorias, despues de las cenizas, él mismo viviendo, y descubierta la cara, da en la publica luz el fruto de sus amenissimos estudios. Andava esta siempre dulze y honesta facultad con menos estimación de la que se devia a su nobleza; y como avergonçada entre alabanças y desprecios, a vista de otras ciencias y ocupaciones menos liberales, mirada con ceñudo desden de los mas graves juizios, especialmente en nuestra España, contra el exemplo de la docta antiguedad, en lo más sagrado y serio de sus varones eminentes; pero ya desde oi, viendose admitida, y en publico abraço, a luz del Austriaco sol acariciada y venerada del Principe, alça la cabeça, y con sereno y libre rostro, alegremente osa mostrarse en la presencia del mas severo juizio; sin que desdoren su lustre y excelencia la vil turba de los que vulgarmente pretenden professarla; como ni a otras altas facultades la groseria y baxeza de sus indignos professores..."

En esta transcrita parte de la censura de Fray Jerónimo veo una alusión dura a Baltasar Gracián, de quien no fue devoto el car-

Í4 . Manuel de Salinas y Lizana, canónigo de la catedral de Huesca, t raductor de Marcial en la segunda edición de Arte de Ingenio, de Gracián, con el nuevo título Agudeza y arte de Ingenio; del grupo l i terar io aragonés .

15. Biblioteca Nacional, m s . 8.389, f. 364 y 366. Publ . por JOSÉ M. BLECUA en Cartas de Fray Jerónimo de San José al cronista Juan Francisco Andrés de Ustarroz, en "Archivo de Filología Aragonesa", serie B-I, p p . 116 y 119. Zaragoza, 1945.

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melita: las palabras "que sin buscar ambiciosos disimulos de su­puestos nombres. . ." . En efecto: en Zaragoza, imprenta de Juan Nogués, después del 6 de junio de 1651, fecha de la censura del padre Antonio Liperi, en la misma ciudad, se publicó la primera parte de El Criticón, de Gracián, encubierto el autor con el ana­grama "García de Marlones". El Vicario general Sala había dado su licencia para la publicación el 18 de abril; y cuando Fray Je­rónimo escribió en 1 de junio la censura del Poema de Esquilache, seguramente conocía la primera parte de El Criticón, a punto de salir a luz, que pudo comunicarle en pliegos su gran amigo Uzta­rroz, no ajeno, ni mucho menos, como Lastanosa, a la publicación de la obra.

En la declaración del Autor, éste justifica su estilo, frente al cul­terano: "He procurado también huir de palabras asperas y de ruido... y porque lo cierto es, que son espanto de los ignorantes, y risa de los cuerdos, pues con ella se falta a la dulzura y al número, y mez­cladas después con obscuridad hazen intolerable la locución, y abo­rrecible la sentencia: y los que usan este modo de escrivir, dizen que son sus versos crespos, y engañanse, porque no son sino eriçados; y si en un jardín huviesse mucha variedad de flores, es sin duda que, faltandole la luz y claridad del dia, no se verian ni lograrian, aunque tuviessen en si la hermosura natural, que no se aparta dellas. Que será, pues, en los versos, donde faltando el lustre natural , y carecien­do de la perspicuidad, que los haze inteligibles y hermosos, y par­ticularmente saliendo a juizio de todos, y faltandoles la energia con que sus autores suelen representarlos diziendolos...; y esta diligencia no les vale después que sale de su mano y de su representacion: y como todos los estilos están viciados, reconoció esto un moderno en credito y abono de la claridad con que escrive, y dixo, usando del adagio y propiedad latina: Nec dedi opera, ut omnia quaestionum Meandris perinde, atque sorites chrisypaei essent intricata, aut re­conditorum verborum foetoribus suffarci nata; y de los que no en­tendieren el peso deste juizio, alcançaré lo que pretenden los que escriven con obscura novedad, queriendo ser admirados y no enten­didos. Este error ha lastimado a todas las edades, aviendo en el idio­ma legitimo muchas bastardias.. . Y la culpa de passar este engaño en nuestro siglo, nace de la presumpcion de la ignorancia, que juzga que lo que ella no alcança es de tan superior estimación, que es corta toda alabança que en su calificación se gastare... y al fin quieren que los ignorantes los alaben como si los entendiessen; y los que saben, como si ellos se declarassen y lo mereciessen.

"Tambien aborreci con particular cuidado los hiperboles impos­sibles, porque son de grave culpa en lo epico; y la razon, porque si

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consiste su ser en la imitacion de lo natural, no puede aver seme­jante error, como proponer a la imitacion un objeto que por su na­turaleza es increible, y por su disposicion ridiculo."

Interesa más el príncipe de Esquilache como poeta lírico. Su obra en la tercera edición se divide en dos par tes : versos humanos y versos divinos, o de tema religioso. Los primeros se subdividen en 183 so­netos, dos cantos, cinco octavas, cuatro elegías, once epístolas, dos epitalamios, dos silvas, una sextina, 22 canciones, siete madrigales, tres églogas, 12 décimas, 16 redondillas, 16 glosas, 22 vueltas, otras 25 décimas, siete epitafios a reyes y reinas de España, 23 epigramas y 271 romances, el último de los cuales trata de justificar su abun­dancia, expresando que algunos fueron recitados en fiestas regias.

Los versos a lo divino son: 21 sonetos, otros 13 a la pasión del Señor, tercetos sobre el mismo asunto y sobre David desterrado, dos octavas, cuatro canciones, versiones libres de once salmos de David, las nueve lamentaciones de Jeremías, dos redondillas, cinco villanci­cos, 15 romances, dos octavas, dos coplas y una décima.

Producción copiosa y varia, en la que van al frente, por su nú­mero, romances y sonetos. Juntóla —afirma el autor en la dedicatoria al rey— para resistir mejor "a la emulación de la envidia". Además —sin contar el Poema "Nápoles recuperada"—, en 1661, después de fallecido, se publicó en Bruselas la traducción que hizo de las "Ora­ciones y Meditaciones de la vida de Jesucristo", de Tomás de Kem­pis, con otros dos tratados del mismo autor sobre los "Tres Taber­náculos y el Soliloquio del alma de nuestra Señora".

Las censuras y aprobaciones preliminares resaltan la agudeza y el ingenio de las composiciones, la elegancia de la elocución y la eru­dición que demuestra el poeta. Y cierto que este juicio, en general, lo podemos suscribir hoy. Descuellan los sonetos, los epigramas y las epístolas. Entre los primeros hay algunos bien argensolistas, graves, de tesis moralizadora, sin que falte la ironía fina. Por ejemplo, el soneto LVIII:

Nacer, es comenzar una jornada, que no estando para otra prevenida, la muerte siempre es eco de la vida, que en cuanto vuelve, no acrecienta nada.

Vivir con esperanzas, engañada, con tantos desengaños, desmentida, o el miedo pierde a la común partida, o sin alma y sin fe vive animada.

La vida es sol que con su luz embiste la noche de la muerte, porque acierte a lucir con los rayos que la viste.

Y así como la luna se convierte en sombra, se verá en tiniebla triste, si la vida no da luz a la muerte.

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O el LXI:

En las postreras horas de mi vida, y en los postreros pasos de su aliento, cuando mirarla sin remedio siento tan mal llorada como mal perdida;

Quién le dijera cuando más vestido de engaños, esperanzas y contento, que al fin se trueca el vivo movimiento en tanta laxitud, flaca y dormida?

Con gran peligro la jornada esfuerzas; si ha tanto tiempo que en el mundo sobras, sin ser posible que el camino tuerzas,

De qué ilusiones esperanza cobras, cuando para vivir te faltan fuerzas, y para no vivir te faltan obras?

O el soneto LXII a u n a d a m a p r e s u m i d a :

¿Para qué miras, Lice, en el espejo esa color vecina a ser difunta? Pues cuando respondiere a tu pregunta, la que lisonja fué, será consejo:

Dirá que tu pintura es ya bosquejo, que el un extremo con el otro junta: que ya tu vista flechas no despunta; que el traje es nuevo, y el ultraje viejo:

Yo sé que ayer al tiempo de mirarte te dijo (aunque tus lágrimas le sienten), cansado su cristal de aconsejarte,

Tus industrias es fuerza que te afrenten; pues dicen, cuando más trabaja el arte, verdad los años, y las canas mienten.

O es to t ro soneto (el LXIII ) , p r i m o r o s o de t écn ica :

Cuánta riqueza atesoraba el Fúcar, cuando fué de los siglos maravilla? Y cuánta plata ofrecen a Sevilla dos Indias por los puertos de Sanlúcar?

Cuánta opulencia pródiga en azúcar cargó la Habana hasta la humilde quilla, con ella haciendo oposición Castilla al dulce reino donde muere el Júcar?

Ni de adquirirla el mal me sobresalta, ni de perderla siento la zozobra; pues cuando aspiro a posesión más alta,

(Ya que la muerte su tributo cobra) para llevar allá, todo me falta; para dejar acá, todo me sobra.

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E n estos dos (CVI y CVII) se ad iv ina al h o m b r e que h a n a v e g a d o :

Las velas prendo, de oponer cansado mi rota nave al ímpetu del viento; y aunque perder mis esperanzas siento, también con ellas pierdo mi cuidado.

Ni quiero ya del Norte deseado medir el no entendido movimiento; pues cuanto más seguro el mar frecuento, entiendo menos su furor airado.

Fatigue la ambición de los mortales el ancho reino, procurando el oro, fiada de una tabla en la defensa.

Que yo, pasando voluntarios males, no le codicio al rico su tesoro, por no pensar lo que temiendo piensa.

Soberbio mar, si tu erizada frente levantas, asaltando las estrellas, y no midiendo tu quietud por ellas, a su región te atreves insolente.

Las naves traga, que en el mar de Oriente le envidian cargan de sus luces bellas; o las que envuelto en míseras querellas, el fruto logran de la zona, ardiente.

Perdone tu furor una barquilla, en quien del Cielo la piedad invoco, buscando a remo y vela su descanso.

Mas no le alcanza quien a ti se humilla: que estás al débil leño altivo y loco; y a fuertes naves temeroso y manso.

E s p u n t u a l la def inic ión de u n cor tesano de su t i empo en el so­neto CLXIII :

Si quieres que te diga, Fabio amigo, en qué consiste el ser de cortesano, ¿quién podrá definir nombre tan vano? Porque hoy no es más de lo que aquí te digo:

Es relator de lo que no es testigo; es lego en el saber, y en nada llano; un presumir, que amaneció temprano, y tiene al mismo sol por enemigo.

Hablar de todos mal; descontentarse de todo lo que no es bachillería; querer leer el que a leer comienza.

Entre vanos aplausos graduarse; y es ahora en Madrid cortesanía, lo que en otras Provincias desvergüenza.

Pagó su t r i b u t o a la poes ía de las r u i n a s , t a n en boga, en el s iguiente soneto (el CI) a las de Car t ago :

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Deshechos muros, animadas piedras, que así callando amenazáis a Roma, y vuestra injuria coronada asoma con verdes lazos de ambiciosas yedras.

¡Oh sacro honor!, que en la fatiga medras, venciendo al oro y al precioso aroma, que el justo aprecio en el incendio toma, y tú en el ocio en crédito desmedras:

Admite tu piedad al caminante, tus prendas guarde el africano suelo, Cartago ilustre, ejemplo de mudanza.

Si fué vencer a Roma honor bastante, ¿por qué subiste a penetrar el cielo, y dar a sus estrellas la venganza?

Y en el CXIX, a las r u i n a s de S a g u n t o :

Vivos al tiempo, que acabó su mano, deshechas torres y asolados muros; de nueva injuria vivirán seguros los cielos y el poder del africano.

Tu nombre (¡oh gran Sagunto!) en este llano conserva la piedad, no en bronces duros, sino en ruinas y en ejemplos puros del honor propio y del amor romano.

Firmeza y cuerpo ofrezco a tu memoria, si la igualdad honrosa de fortunas de tenerme a su lado no se afrenta.

Y si pretende lágrimas tu gloria, tanto lastima quien su agravio cuenta, como teatros, arcos y colunas.

Más la canción III, " A u n a s r u i n a s " , y el soneto " A Sevilla la V i e j a " q u e c o m i e n z a :

Destos campos que visten rubias mieses, Itálica es aquél, éste sus muros...16

Tiene déc imas t a n r o t u n d a s como és tas a los celos, al a m o r y al d e s e n g a ñ o :

El que de celos no sabe, no se queje del amor, pues no ha probado el rigor, que ha sido al alma tan grave. Que si es posible que acabe lo que es de suyo inmortal,

16. GALLARDO: Ensayo, II, 114, núm, 1.440, entre las obras en verso no publicadas. Inserta un soneto a la crecida del Tajo; otros dos, uno publicado en la edición de las obras en verso, de Bruselas, 1663 (el 63, que he dado arriba), una letra ajena, con vueltas, otra y un romancillo.

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es tan activo su mal, y su daño tan sensible, que hiciera de lo imposible un efecto natural.

Qué es querer, amor ingrato? No es perder la libertad? No es desmentir la verdad? No es profanar el recato? No es mudar costumbre y trato? No es arrastrar la cadena? No es engaño de la pena? No es ignorar lo que pasa? No es dejar la propia casa, para mudarse a la ajena?

Mi confuso pensamiento me acongoja amor de suerte, que no aborrezco la muerte, ni perder la vida siento. Yo no la llamo tormento, porque si fuera pesar, bien me pudiera acabar: Ni tampoco es alegría, pues ve, cuando más porfía, que no me puede alegrar17.

C u a n t o a los ep ig ramas , en la epís tola al conde de Lemos , D. F r a n ­cisco de Cas t ro , dec lara que la sá t i ra de Pe r s io le a t r a e :

Y a Persio, por Jerónimo arrojado, a veces los secretos despabilo.

T r a d u j o e p i g r a m a s de Ausonio y Marcia l , como a este ú l t imo sus amigos M a n u e l de Sa l inas y L izana y F r a y J e r ó n i m o de San José. Véa­se este suyo , b i en ingen ioso : epitafio a u n m a l d i c i e n t e que se confesó p a r a m o r i r :

Muriendo quien yace aquí, de sí mismo murmuró, pues sólo se confesó para decir mal de sí.

O es te o t r o a u n a casada de m a l a v ida , m u y insolente en su c a s a :

Aquí yace una casada, que a todos obedeció, y solamente mandó a su marido, enojada.

17. Pags . 356, 357 y 364.

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El es quien goza el reposo; pues, lasciva, quiso ser de sus vecinos mujer, y marido de su esposo18.

E n la ep ís to la VIII , ded icada a Ba r to lomé L e o n a r d o de Argensola , e sc r i t a en Val ladol id cuando la cor te r ad i caba a l l í :

Aquí donde Pisuerga mansamente en sus floridas márgines se enfrena con dulce murmurar de su corriente,

Alguna gente vive, que por pena tiene sólo el temor de la partida de aquese dulce engaño, y su cadena,

a f i rma q u e su m u s a le e n c a m i n a a sá t i r a su esti lo f ami l i a r :

y casi reventar quiere en el pecho.

Punta de verso agudo mal encarna en ingenios de hierro y de madera; que si el diente le echais, rompe o descarna.

Piadoso pienso ser desta manera; que no faltan algunos que, con gusto, guardan la fe de aquella edad primera.

Anton io H u r t a d o de Mendoza, del Consejo de S. M., su secre tar io de C á m a r a y de la Inquis ic ión, en la aprobac ión de las poesías (Madrid, 6 j u n i o 1639) a f i rma " q u e a u n q u e a la l engua española , con inú t i l y v io len ta a m b i c i ó n de ade l an t a r l a o lucir la , se h a n buscado caminos nuevos , y a u n despeñados , so l amen te es el rea l el des ta p l u m a , que en galas , p u r e z a s , conceptos y p r i m o r e s , le deben n u e s t r o s oídos n o m e n o s el descanso que la a d m i r a c i ó n ; sabiendo j u n t a r lo que es t a n difícil un i r , como la du lzura , la p r o p i e d a d y la g randeza , pr ivi legia­das no m á s q u e en su es t i lo" . Alus ión c la ra al cu l t e r an i smo poét ico y a la ac t i t ud adversa al m i s m o del p r ínc ipe de Esqu i l ache .

La adve r t enc i a p r e l i m i n a r del poe t a a su l ibro, es como u n a p r o ­

Que un docto comentador (el más presumido digo) es el mayor enemigo que pudo tener autor.

Y es de su ingenio el primor, vender, lo que dice, caro, encarecer su reparo, ostentar gran variedad, huir la dificultad y hacer oscuro lo claro.

fesión de f e :

18. Pág. 405.

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Sigo un medio en la jornada, y de mis versos despido o palabras de ruïdo, o llaneza demasiada. Y oscuridad afectada es camino de atajar no saberse declarar: Y a quien se debe admitir, estudie para escribir, no escriba para estudiar

Que hay diferentes precios, como si fuesen vestidos, poetas para entendidos, y poetas para necios.

No es sentencia si es oscura; porque en darla lustre y ser, colocar, no trasponer, es verdadera cultura, y es noche sin la hermosura de la luz de la mañana. Y así no sigue profana mi Talía nueva seta; porque siempre fué poeta de la Iglesia Castellana.

Confieso que los latinos usaron trasposiciones, y partieron las dicciones con trastornos peregrinos, que son diversos caminos nacidos del propio idioma; mas ya quién licencia toma, para vestir como el Cid, o para usar en Madrid el traje que usaba Roma?

Con un poco de latín un gramático atrevido de sí presume que ha sido poco menos que Agustín; y que es su ignorancia el fin, donde toda ciencia acabe, y que el más docto le alabe por lo que razona, y muestra su latín llave maestra, para entrar donde no sabe.

E n las Epís to las se con t i enen a b u n d a n t e s referencias a los suce­sos pol í t icos y a la v ida de la cor te , q u e pe rmi t en en a lgunos casos f echa r l a s con ap rox imac ión ; p e r o m e concre ta ré a las man i fe s t ac io ­n e s del an t i cu l t e r an i smo del P r í n c i p e . E s t á n compues ta s en t e rce tos , a l m o d o clásico de la Epístola moral a Fabio, a las de los Argenso -

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l a s , etc., a qu ienes n o m b r a al final de la VII, d i r ig ida a D. P e d r o , conde de L e m o s :

Ser vuestro siempre con verdad profeso, y dejando negocios por escrito, que añadan de tercetos un proceso, al Retor y a Lupercio me remito.

L a epís tola I va ende rezada " a u n amigo que es tuvo en la cor te , y desde su casa le p r e g u n t a si volverá a sus p r e t e n s i o n e s " , y con­t i ene u n a a lus ión a los poe ta s de la nueva sec ta :

Todo es comedia ya, todo pesquisa de cual de los poetas fué el conceto, que al vulgo causa admiración, o risa.

Y el más plebeyo material objeto, que tuvo antiguamente la Poesía, es el más aplaudido y más perfecto.

También padece el arte tiranía, y de lo bien, o mal que el otro escribe, es el más aplaudido y más perfeto.

Así en la Corte la ignorancia vive: y en parte donde son poetas todos, Virgilio campos y árboles cultive.

L a epís tola II va d i r ig ida al conde de Valderre is , gobe rnado r de P o r t u g a l , y en ella p r i n c i p i a la exposición del idear io de E s q u i l a c h e en p u n t o al c u l t e r a n i s m o :

De pies en los linderos castellanos, esto que os digo aquí, borro y escribo con puros versos en cultura llanos.

A nadie en ellos de entenderme privo; y si es fácil o no llaneza tanta, pruebe la mano el culto más altivo.

No es mi Musa tan rígida, que espanta con voces erizadas, con horrores, ni sólo al son de la guitarra canta.

Que si en su verde edad cantaba amores, tal vez calza también coturnos de oro la que calzaba abarcas de pastores.

Que un grave estilo, fácil y sonoro, no es cosa que se imita, ni se aprende, ni está del pedantismo en el tesoro.

Con esto el vulgo en su ignorancia entiende, que es arte insigne desatar latines, que el cándido vulgar vicia y ofende.

Los versos de otros son de matachines, que asoman a decir lo que no dicen, y son los más plebeyos y ruínes.

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No del estilo familiar desdicen humildes consonantes y vulgares; y es bien que con Horacio se autoricen.

Ni sigue los antiguos ejemplares, quien de estrellas jurar hace las olas, entre otros barbarismos singulares.

Y armar los versos de palabras solas, es hacer la comida de minestras, y no de las vïandas españolas.

Plautinas son, señor, las Musas nuestras; Virgilio vive solo en sus cuadernos, las tablas han vencido a las palestras.

Hay nueva locución, tropos modernos; y llaman nuestros cómicos laureles al verso con muleta, afectos tiernos.

Fiestas de noche son con oropeles, que encubren y desmienten la vileza, correr, hachas, rumor y cascabeles.

¡Oh siglo! Bueno está, que es gran flaqueza hacer emulación de la ignorancia, y dar al zueco vil lustre y grandeza.

La presunción se atreve, a la distancia, que vistes ya de un español Terencio, licencias de poética arrogancia.

H a y en este final a lus ión l auda to r i a a Lope de Vega ("español Te­r enc io" ) , de qu ien fue amigo .

E l soneto CXXVI de la colección de Esqu i l ache es de Lope, dedi­cado a nues t ro poe ta . Dice a s í :

Príncipe de las Musas, si de alguna ardiendo tanto Sol teneis cuidado; pues nunca el perro, de la Aurora amado, ladró al León con voz tan importuna:

Si está temiendo el que pisó la Luna fácil declinación de un alto estado, y le parece a un hombre desdichado, que es fuerza que se mude su fortuna:

Si al que goza del bien su sombra altera, si la mudanza de su mal previene, quien siendo desdichado persevera:

¿Cuál de los dos a más cuidado viene, el que falto del bien, tenerle espera, o el que teme perder el bien que tiene?

El pr ínc ipe r e spond ió a Lope en el soneto CXXVII :

Honor de vuestra patria, si el estado, que menos agradece a la fortuna, espera, no mostrándose importuna, algún piadoso alivio a su cuidado:

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Si el que soberbio mira levantado su asiento en el distrito de la Luna, y alegre abraza sin mudanza alguna un bien de tantos males invidiado;

Con más recelos el dolor previene quien goza de su dicha la presencia, que el que perdió los bienes que no alcanza.

Si el uno espera lo que el otro tiene, de entrambos viene a ser la diferencia, perder la posesión o la esperanza.

No desmerece és te del de Lope . A la copla del P r í n c i p e :

Es mi daño el del infierno, en ser igual y forzoso, porque tiene de celoso lo que le falta de eterno.

le puso Lope es tas " v u e l t a s " :

Tiene mi amor igualdad con sus penas y desvelos, siendo el rigor de mis celos una breve eternidad.

En este amoroso infierno, ni aun en el fin soy dichoso, porque tiene de celoso lo que le falta de eterno.

Si en un instante que amor a sus celos me condena, padezco siglos de pena, ¿cuál de los dos es mayor? Igual parece al infierno este mi fuego amoroso, porque tiene de celoso lo que le falta de eterno.

En no tener que esperar, aun le quiere parecer, pues ya no puedo tener esperanza de olvidar.

¡Qué desdicha ser infierno cielo de amor tan hermoso! Porque tiene de celoso lo que le falta de eterno19

En 1598 publicó Lope su poema "La Dragontea", diez cantos en octava. Lleva un prólogo de nuestro Esquilache, en el cual se declara que la relación histórica del suceso de Drake está sacada de la ofi­cial que hizo la Audiencia de Panamá y autorizó con testigos fide­dignos. Dice así:

19. Pág. 392.

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"Son recebidas general y particularmente con tan justo título las obras, que con mediano estudio ha hecho el autor deste libro hasta aquí, que es impossible dejar de ser agravio querer mi corto dis­curso hacerle en abono, o admiración de obra tan trabajada, y que tan bien se echa de ver, como es esta relación de la jornada que Francisco Draque hizo con la armada Inglesa a la ciudad del Nombre de Dios. Cuanto a lo primero se ha de notar, que en la Poesía hay dos estilos, el uno se llama Lyrico. Escribieron los primeros en él Píndaro, Lino, Orpheo, Anacreonte y Horacio, que aunque en la or­den le doy el postrero lugar por deuda debida tiene el primero entre todos los desta professión. El otro estilo se llama Heroyco. Este nom­bre heroyco es nombre genérico, por respeto de tres estilos especí­ficos que abraza, es a saber: obra heroyca, como la de Homero y Virgilio y el Tasso, que tratando de gente célebre, ni en lo principal, ni en los episodios y digressiones no introducen personas que sean menos que las que son el assunto del libro. Otro se llama Epico, que en rigor es, cuando cosas muy humildes se t ratan heroycamente, co­mo el Batrachomiomachia de Homero. Y el otro se llama Mixto, y los italianos le llaman Romanzi. En él escribió Lucano, aunque tan ata­do a la verdad de lo que contó, que más es historiador en verso, que poeta, aunque entrambas cosas tuvo con extremo. Otros muchos tam­bién podría referir, pero el que más usó dél fué Ludovico Ariosto, pues aunque su obra fué entre personas heroycas, introduce en el discurso del libro personas desiguales; sobre esto hay tanto escrito en sus objeciones y defensas, que es largo de referir. Esta Poesía es la más licenciosa de todas, porque debajo de estilo heroyco no obliga a cosa particular. Según esto, si Virgilio escribió heroyco en todo r i g o r , y Homero parte heroyco y parte épico, y Lucano y el Ariosto lo mixto: el autor deste libro en mediano sugeto tomó el estilo de Virgilio, lo heroyco en su dulzura y agrado, lo épico de Homero en escribir verdad desnuda, el de Lucano en agradables episodios, lo mixto de Ariosto. Esto hay en lo que toca al libro: mas del sugeto dirá alguno que si los ingleses han tenido felices sucessos en nuestras Indias, y flotas, ¿por que se hace historia en España deste vencimien­to? A esto se responde, que nunca los ingleses, sino es por inclemen­cia del mar, o por grandes desigualdades en la gente, han tenido buen sucesso, o por haver venido estando las costas seguras, o vi­niendo las flotas desarmadas, y que esta vez que llegaron a las ma­nos, cien hombres desbarataron mil, y mataron trecientos, fuera de las honradas resistencias que les hicieron Canaria y Puerto-Rico, en que les mataron otros tantos. Y no es esta victoria tan pequeña, que no sea de mucha consideración, pues detuvo su furia con tan feli-

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císsima osadía española, y acabó sus dos Generales de mar y tierra, destruyendo su armada, de suerte que de cincuenta y quatro velas que salieron de Inglaterra volvieron cinco; todo lo qual resulta en honra de nuestra Nación, como se podrá ver en diez cantos, sacados de la relación que la Real Audiencia de Panamá hizo y autorizó con fidedignos testigos"20.

En 1602 imprimió otro poema suyo intitulado "La hermosura de Angélica", con otras Rimas. Uno de los panegiristas que figuran en los preliminares es "el Comendador mayor de Montesa", o sea Don Francisco de Borja, príncipe de Esquilache21.

La comedia La pobreza estimada se publicó en la Parte XVIII de las de Lope (Madrid, 1623). Va precedida de una dedicatoria al príncipe de Esquilache, en la cual el autor reitera su parecer sobre la "nueva poesía" y su jefe Góngora. Era admirador del estilo sincero y llano de Esquilache. El Fénix dice en esta dedicatoria: "Después que vuexcelencia se partió a esos reinos (Perú), dejando las musas de su patria en tanta soledad de su divino ingenio, pues ocupado en su gobierno era imposible honrarlas como solía, sobrevino en el Par­naso tan estupenda mudanza... que como tempestad violenta pre­tendió llevarse los consagrados templos.. . Acordábame yo en estos miserables sucesos de la autoridad y grandeza de vuexcelencia, tan verdadero asilo de nuestra lengua; y no hallando ramas tan seguras de que asirme, dejábame llevar de la corriente del vulgo, de quien la novedad es ídolo.. ." Recuerda los poetas de la corte de Juan II, y prosigue: "Ahora tratan de estos estudios con más arrogancia que ciencia: mayormente después que se dividieron en bandos, como los güelfos y gibelinos, pues a los unos llaman "culteranos", de este nombre "culto", y a los otros "l lanos", eco de "castellanos", cuya llaneza verdadera imitan. Vuexcelencia, que no lo ha visto, no podrá hacer discurso a este nuevo arte; pero le certifico, así las musas me sean favorables, que no tiene todo su diccionario catorce voces, con algunas figuras imposibles a la retórica, a quien niegan que sea el fundamento de la poética; digo en las locuciones, que en lo demás ya sé que lo es la filosofía. Es, finalmente, tan oscura, que tiene por jeroglífico a la puerta la cábala, y por letra "plus ultra". . . Esto hay en el mundo de acá, harto mejor para el que vuexcelencia gobierna, por la parte, digo, que hay indios bárbaros. Esta comedia de La po­breza estimada envío a vuexcelencia donde lo es tanto la riqueza,

20. V. en Obras sueltas, edic. Sancha, III, 169. 21. LA BARRERA af i rma en Nueva biografía de Lope de Vega, p . 163, que Esqu i ­

lache, como Lope y otros ingenios, perteneció a la h e r m a n d a d de Esclavos del Santís imo Sacramento, fundada en 28 de noviembre de 1608 en el convento de Tr in i ta r ios des ­calzos de la Corte.

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porque agrade por novedad; que hasta los defectos lo son: si bien no vale el argumento donde pasan para no lo ser; pero válgame a mi para que vuelva esta pobreza enriquecida del favor de vuexcelencia, en quien con la generosidad de la sangre compite la abundancia de divinas y humanas letras, lustre de nuestra nación y envidia de las extranjeras.. ."2 2

En la epístola a Francisco de Herrera Maldonado23, publicada en la edición de La Circe (Madrid, 1624), Lope escribió:

Allí nos acusó de barbarismo gente ciega vulgar, y que profana lo que llamó Patón culteranismo.

Yo voy con la doctrina castellana, que fray Angel Manrique me aconseja, por fácil senda, permitida y llana;

y tengo para mí que quien se aleja de la opinión de ingenio tan divino, la luz del sol por las tinieblas deja.

Por esta senda a la alta cumbre vino el Príncipe famoso de Esquilache, sin envidiar el griego, ni el latino.

No, que en diciendo sombras de azabache, se han de entender los negros, y las crestas llamándolas turbantes de Alarache.

Estancias tiene el Príncipe compuestas, fértiles de arte y de divino ingenio, a cuantas hizo Italia contrapuestas24.

Va también en este volumen la epístola A un señor destos reynos, relativa al arte poética y al culteranismo, que forma juego con las de igual asunto insertas en La Filomena.

Interesa particularmente lo que en la misma se refiere a nuestro poeta: "El ingenio del Excelentíssimo Señor Príncipe de Esquilache, Virrey ahora del Perú, filósofo y teólogo, ha escrito muchos versos en honra de la lengua castellana y erudición de los que la deseamos saber con perfección, y entre ellos essa Egloga con la pureza, que alabara yo aquí, si no se la enviara a V. Excelencia, para que la en­carezca y estime con su grande ingenio y letras, y luzca esta alaban­za de Señor a Señor; que el respeto de ser bienhechor mío, podrá ser que le diesse a quien lo sabe, algún aire de lisonja. Quéjase casi al fin de esse papel de los poetas, que se contradicen unos a otros; no

22. V. esta in teresante dedicator ia en Biblioteca de Autores Españoles , LII, p p . 129-140. Lope da a su amigo los t í tulos de Pr ínc ipe de Esquilache, conde de Mayalde, Comendador de Azuaga, gent i lhombre de Cámara del Rey y su Virrey en los reinos del Perú .

23. Obras sueltas, I, 318. 24. Obras sueltas, edic. Sancha, I, p . 318.

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debe de hablar conmigo en esta parte, porque yo tengo mis librillos, quales son, llenos de alabanzas de poetas y de los demás ingenios: si bien no está allí el suyo, por no le haver conocido; y quisiera sin esto, que hubiera leído a Aristóphanes en razón de las comedias, si bien trahe su discurso una palabra griega, donde hubiera visto in­troducido a Sócrates, que también le hay en la lengua latina, para los que no havemos passado a Grecia.

"Lea pues V. Excelencia essa Egloga con mucho gusto, y verá poner las manos en el instrumento de nuestra lengua al Príncipe con la mayor limpieza (excelencia suprema de los músicos) que hombre jamás las puso. ¿Qué dirá de essa claridad castellana? De essa hermosa exornación? De esse estilo tan levantado con la pro­priedad de nuestra lengua? Sin andar a buscar para cada verso tan­tas metáphoras de metáphoras, gastando en los afeytes lo que falta de facciones, y enflaqueciendo el alma con el peso de tan excessivo cuerpo: cosa, que ha destruydo gran parte de los ingenios de España con tan lastimoso exemplo, que Poeta insigne, que escribiendo en sus fuerzas naturales y lengua propria, nacida en ciudad, que por las leyes de la patria es juez árbitro, entre las porfías de la propriedad de las dicciones y vocablos, fué leyendo con general aplauso, y des­pués que se passó al culteranismo lo perdió todo."

Así termina la epístola, que va seguida de la Egloga de Esquila­che a la Serenísima Infanta Doña María, donde pone en boca del pastor Alcido estos versos, a los cuales acaso aludió Lope:

Engáñase mi pena, si humilde y ciega su remedio aguarda de voluntad ajena, y aunque la propria en aplicarle tarda, es ignorancia, o miedo, que aguarde de otro lo que darme puedo.

La epístola está en la página 342 y siguientes del tomo I de Obras sueltas, edición Sancha; y después de la Egloga, a la pági­na 364, consta el siguiente soneto laudatorio

AL PRINCIPE

Theócrito español, en quien se humana Apolo con blandura tan divina, que sin voz estranjera o peregrina eternizas la tuya soberana:

Honor de nuestra lengua siempre llana, como su proprio nombre deetermina, que sin perder la imitación latina, no excedes la pureza castellana.

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Pues con tan alto estilo se levanta, donde la envidia tus laureles mira, y de tu pluma la excelencia canta:

Escribe, inventa, mueve, enseña, admira, y las Arpías de su mesa espanta Alcides con el arco de la lira.

S igue ot ro soneto a Don Lu i s de Góngora, en el cual censu ra a sus secuaces , que escr iben

dando a tu inmenso mar viles espumas.

R e s a l t a r é dos detal les de la epís tola A un señor destos reynos. E s el u n o la af i rmación, t r a n s c r i t a , de Lope , de q u e el P r í nc ipe de E s q u i l a c h e e ra protec tor suyo. El otro, e n la pág ina 348, la menc ión del p i n t o r J e r ó n i m o Bosco como en igmát ico y oscuro, en re lac ión con el c u l t e r a n i s m o , cuando esc r ibe : " . . . d e s d i c h a d o de t i , Ovidio, ¿a qué h a s ven ido , pues ya p o n e n t u s F a s t o s , Elegías y Metamorphoseos en la l i s ta de los ciegos; y dos docenas de versos de Gerónimo Bosco, si b ien p i n t o r excelent ís imo y in imi tab le , q u e se p u e d e n l l a m a r Salios, de q u i e n dice A n t o n i o : Saliorum carmina vix suis Sacerdotibus in­tellecta, h a n sido el r emedio del a r t e y la ú l t i m a l ima de n u e s t r a l e n g u a ? " Luego h a b r é de volver sobre el Bosco con referencia a E s ­q u i l a c h e .

E n la espinela in se r t a al fin de las novelas , en el m i s m o vo lumen de " L a Circe", Lope levantó a F r a n c i s c o de Bor ja y a Góngora como dos soles de poes í a :

Los dioses, para su guarda, se han puesto apellidos nuevos: Borja y Góngora, dos Febos...

E n 1630 publicó en Madr id el p o e m a Laurel de Apolo, en ala­b a n z a de los poe tas con t emporáneos , en el cual ven ía t r a b a j a n d o desde h a c í a t i empo , po r lo m e n o s desde sep t iembre de 1623 2 5 . A E s ­q u i l a c h e dedica estos v e r s o s :

Si pena Prometeo en alto risco porque intrépido hurtó del sol la llama, ¿qué debe quien a Homero nombre y fama, oh claro don Francisco, Príncipe de Esquilache y del Parnaso, nuevo en España Tasso, ilustrísimo Borja, para quien ya laureles de oro forja, que los verdes admiten desengaños de que los pueden marchitar los años?

25. RENNERT-CASTROS Vida de Lope de Vega, Madr id , 1919, p . 294, y 322.

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¿Qué temes, si con él al premio aspiras, Manzanares dichoso? Que fuera injusta ofensa estar dudoso, si el grave honor que ha dado a España miras, y a la quejosa castellana lengua, que tantos ponen en afrenta y mengua, pensando que la adornan, pues a lo antiguo bárbaro la tornan. Mira qué bien acuerda la lira, cuando dice lastimado, poniendo al arco tan divina cerda, de aquella Catalina, que la lloró mortal, siendo divina, y el lazo de oro de dolor bañado: "Si lágrimas de amor, si dulces quejas"26.

Fa l lec ido el egregio d r a m a t u r g o , n u e s t r o F ranc i sco de Borja de­dicó a su m e m o r i a es te soneto ( n ú m e r o CXXXII ) :

Ninfas del Tajo, que en quietud serena, y en techos de cristal vivis ociosas, ciñendo las madejas de oro hermosas del oro mismo, que engendró su arena.

Así de Cuenca en agradable vena, la sierra por sus márgenes frondosas, os deje siempre habitación de rosas, y rompa de los hielos la cadena.

Que acompañéis los fúnebres altares del Apolo español, que venerado será del justo honor a que os provoco.

No remitais el llanto a Manzanares, porque el común dolor tendrá burlado de poco río, sentimiento poco.

Lo compuso para Fama póstuma a la vida y muerte del Doctor Fray Félix de Vega Carpio, de Montalbán (Madrid, 1636)27, en alabanza de su gran amigo.

El Fénix de los Ingenios consideró al príncipe de Esquilache como anticulterano, y esa es la fama que, por lo visto, tenía. En su comedia Las bizarrías de Belisa, fechada en 24 de mayo de 1634. Tello, comentando un soneto "culto", trae a colación a dos excelen­tes sonetistas:

¡Qué cultura! Dará envidias, aunque laurel les corona, al Príncipe de Esquilache y al Rector de Villahermosa.

26. Biblioteca de Autores Españoles , XXXVIII, p . 208-a. 27. Obras sueltas, edic. Sancha, XX, p. 62. Es la segunda composición; la p r imera ,

u n epigrama del duque de Sessa.

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o sea Franc i sco de Bor ja y Aragón y Bar to lomé L e o n a r d o de Ar­gensola 2 8 .

Lope se bur ló t a m b i é n de los h o m b r e s que se c re ían super io res p o r q u e sabían la t ín . E n la comed ia Los melindres de Belisa el la­cayo Carril lo se enca rga de la s á t i r a : h a leído a Pl in io y h a t r a d u c i d o a Horacio y a L u c a n o . Y e x c l a m a : " Y a mi a lazán l a t in iza" . Y añade Don J u a n :

Huélgome al fin: que éstos que el mundo eterniza, buscando a Horacio en latín, y está en la caballeriza. ¡Que un lacayo te ha leído, divino Horacio!...

Po r lo demás , Lope no se cansó de zaher i r y r id icul izar a los cul­t e ranos , que se exp re saban " e n j e r igonza" 2 9 .

Recordemos , a este p ropós i to de los neologismos la t inos — q u e ya emplea ra J u a n de Mena en El Laberinto—, la sá t i r a i n t i t u l a d a La culta latiniparla, escr i ta p o r Quevedo acaso en 1626.

Cervantes, en Viaje del Parnaso, a ludió t a m b i é n a la condición an t i cu l t e r ana de Esqu i l ache , d i c i endo :

Tú, el de Esquilache Príncipe, que cobras de día en día crédito tamaño, que te adelantas a ti mismo y sobras,

serás escudo fuerte al grave daño, que teme Apolo, con ventajas tantas, que no te espere el escuadrón tacaño20 b i s .

La car ta III del p r í nc ipe de Esqu i l ache la dirigió al m a r q u é s de Palac ios . E n u n pasa j e se refiere a los poe tas nuevos r o m a n c i s t a s :

Todo es cristales, perlas y diamantes, que son de mercaderes portugueses, más que de mercader de consonantes.

28. Academia Española , nueva edición de las comedias de Lope, XI, p . 446-b. Cf. m i ob ra La sociedad española en las obras dramáticas de Lope de Vega, p . 688. Ma­dr id , 1941.

29. V. el cap. XVIII de mi ci tada obra La sociedad española..., donde t ra to lar­gamente del tema. El pasaje, en la p . 662. Acerca del mismo en re lación con otro de Quevedo en El sueño del Infierno, t r ae Astrana Marín u n comentario en la nota 1 de la p . 176 de Obras en prosa de Quevedo, edic. Aguilar. Quevedo escr ibió: " . . .que ya has ta el lacayo la t iniza, y hal larán a Horacio en castellano en la cabal ler iza" , casi iguales pa l ab ra s que en Lope de Vega. Las melindres de Belisa, se publ icó en la Par te IX de sus comedias, Madr id , 1617, y figura mencionada en la l is ta de l a segunda edición de El Peregrino en su patria, de 1618. Por tanto, la comedia debió de escribir la antes del año 1608, pues de lo con t ra r io , el d ramaturgo tomó estas picantes pa l ab ra s de Quevedo, su amigo.

29 b i s . Edic. Aguilar, Madr id , 1946, p . 75-b.

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Todo es follaje, tajos y reveses; y en su lenguaje bárbaro perverso es lustro cierto número de meses.

Su estilo tienen por lucido y terso; y fundan su virtud en las palabras, que tienen más de ensalmo que de verso.

Ya no hay pastor de ovejas ni de cabras, que al Tormes baje, ni a beber al Tajo, Musa cruel, después que descalabras.

Pues cuesta defendernos más trabajo deste granizo inmenso de poetas, que del de arriba en entresuelo bajo.

De unos patronos, pues, de aquestas setas (aunque yo con los muchos me acomodo), no paso necedades tan discretas.

Sufrir a un necio que lo dice todo, y repica sin orden ni concierto, como pudiera un sacristán beodo,

Fuera mejor vivir en un desierto, que entre discretos tantos sepultado, pues no se escapa, el que lo está, de muerto.

E n u n soneto (el LXIV) fustigó a los g ramát i cos p r e s u m i d o s :

Gramático pedante, qué me quieres, vertiendo siempre griegos y latinos? Y cuando no te sufren tus vecinos, a mí, que callo, por matarme mueres?

Tendrás los sucios años que vivieres a Donato y Barrón por inquilinos, por uno te darán diez Calepinos, y más Antonios, cuando más quisieres30.

Para oir y sufirte me reportan algunos años que abrasé las cejas en cuatro pedantismos, que no importan.

Por qué con mi sordera no me dejas? Pues a mí los oídos se me acortan, cuando a ti se te alargan las orejas.

Es cur iosa y n u e v a la comparac ión del flamante estilo cu l te rano con el " h ó r r i d o b o s q u e j o " del Greco, con ten ida en la epís tola IV a D. F ranc i sco de Castro , conde de L e m o s :

Y alabo siempre en mi rincón oculto lo que nuestro Español famoso dijo: que el ruego presta majestad al bulto.

Mas ya la ociosa digresión corrijo, medroso de incurrir en discursante, si a buen librar escapo de prolijo.

30. Calepino de tres lenguas, y Elio Antonio de Nebrija.

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No escribo yo durillo relevante, ni sólo imitaciones de latinos, sin que a más el ingenio se levante.

Los versos han de ser tan cristalinos, que como el Sol se muestra en el espejo, en ellos se han de ver rayos divinos.

Que escriba a lo moderno le aconsejo al que aplausos inútiles pretende, y al Greco imite el hórrido bosquejo:

Que el uso ahora estas durezas vende; porque es tan presumida la ignorancia, que sólo estima aquello que no entiende.

Y la m e n c i ó n de Garcilaso, aca tado t a n t o p o r los cultos como por los t r a d i c i o n a l i s t a s :

No tan veloz pasara por la Francia correo prevenido y diligente, cargado con avisos de importancia,

Como yo por la crítica elocuente de ingenios cultos mis tercetos paso: y vuelto ya el discurso a su corriente,

Bendigo al venerable Garcilaso, sagrado de las Musas Castellanas, que llora España en su mortal ocaso.

P a r a F r a n c i s c o de Borja, la p i n t u r a b a r r o c a y apas ionada del Greco era u n h ó r r i d o bosquejo . So rp rende es ta f ranca menc ión del famoso p in to r cre tense , a u n q u e despect iva, acaso p o r q u e Góngora lo hab í a elogiado an tes , así como Hor tens io Fé l ix Pa rav ic ino en t r e s so­ne tos conceptuosos . Lope de Vega, que p u d o conocer al a r t i s t a en To­ledo, no lo n o m b r a en su copiosa p roducc ión , a u n q u e hay , segura­men te , a lguna a lus ión 3 1 .

E s t a c o m p a r a c i ó n por el p r ínc ipe de E s q u i l a c h e es t r iba en la m a ­n e r a nerviosa , firmemente est i l izada a lo esp i r i tua l , que m a r c ó la se­g u n d a época del p in to r , c ensu rada por m u c h o s con temporáneos , que l legaron a t i l da r l a de locura . De modo que , p a r a n u e s t r o poeta, el Grego es oscuro, in inte l igible , recóndi to , como la poes ía cu l te rana . Y sigue Esqu i l ache defendiendo su tesis , con a lus ión a la concisión de Táci to , a l abada en tonces (acaso pensaba en Ba l t a sa r Gracián , su amigo, t a n devoto del ana l i s t a r o m a n o ) :

Será quitarle a Hércules la clava, de Tácito imitar los aforismos, que el siglo nuestro sin modestia alaba.

_ 31. Cf. mi citada obra La sociedad española en las obras dramáticas de Lope de Vega, p . 735 y 736.

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Son los cristianos tropos barbarismos? Los nuestros solamente son contrarios de tantos afectados gentilismos.

¡Oh qué escribiera de los doctos varios, si como vió de Orígenes, hallara de Tácito, Agustino, los sectarios!

Y a segu ida a l aba la c lara sencillez de la Biblia y de los san tos P a d r e s de la Ig les ia :

¡Oh sagrada elocuencia, hermosa y rara! ¡Oh Padres de la Iglesia venerandos! ¡Oh luz divina en sus ingenios clara!

Si os busca el corazón dulces y blandos, si más sutiles la ingeniosa escuela, armando en ella religiosos bandos,

La sencillez piadosa se consuela, y aquella superior arte divina al más sutil espíritu desvela.

Y si a saber el ánimo se inclina los antiguos Anales de la Historia, la Griega deje, olvide la Latina,

Y entregue atentamente la memoria al fiel tesoro del sagrado Archivo, de eternos siglos generosa gloria.

Esqu i l ache sabía y t raducía el latín clásico, a juzgar por las men­ciones de Ovidio, Virgilio, Horacio , Séneca, Pe rs io y Marcial , m a s no por eso qu ie re "v iv i r empape lado con t a n t o s l a t i n i s m o s " :

No admito ya la crusca, ni la seta del griego Homero, ni a seguir me obligo al que dais sólo nombre de poeta.

No quiero siempre horror y valentía: grave, sonoro y elegante estilo es lo que aplaude la ignorancia mía.

No ignoro lo que es Déspotos, y Asylo y a Persio, por Jerónimo arrojado, a veces los secretos despabilo:

Mas no por eso vivo empapelado con tantos latinismos, escribiendo versos de versos a robar forzado.

Ser todo imitación, no lo defiendo; y acuérdome de Horacio la reglilla, que acusa tanto este engañoso estruendo.

Saber latín no es grande maravilla, porque es lo mismo que entender un griego nuestro vulgar romance de Castilla.

L a epís to la t e r m i n a —como en o t r a s ca r tas , a u n q u e en menor g r a d o — con a lus iones a sucesos y not ic ias de la cor te , v. g., el a n u n -

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EL PRÍNCIPE DE ESQUILACHE, POETA ANTICULTERANO

cio de u n a expedición inglesa c o n t r a las costas gallegas, la i d a de F e ­l ipe IV a Zaragoza , etc., m a n i f e s t a n d o que vive a jeno a negocios del gob ie rno de la Monarqu ía .

L a epístola V no lleva dirección, y pa rece escr i ta en Valencia , p o r la a lus ión a las m á r g e n e s del T u r i a y a la vecindad de Sagun to , y dec l a ra r se en ex t r año suelo. H a b l a de la a b u n d a n c i a de p o e t a s t r o s :

Y ya porque no falta quien lo abona, como todo mozuelo es ya poeta, es música vulgar toda fregona.

Porque lo dicen cuatro, los respeta el vulgo ciego, y aun el mismo Apolo le da los consonantes por receta.

Sufrirlo es fuerza, o retirarse solo a vivir un católico metrista a la parte más rígida del Polo.

L a s invect ivas con t r a estos poe ta s adocenados es u n tópico de n u e s ­t ra l i t e r a t u r a del siglo xvi i .

L a epís tola VII es p a r a el conde de Lemos , D. Ped ro . Dec la ra q u e h a p e r m a n e c i d o negl igente con los versos y se m u e s t r a n rebe ldes los consonan tes , pe ro vuelve a su ocupac ión favor i ta :

Será sin mendigar de los pedantes palabras entre necias y latinas, admiración de tantos ignorantes.

Ni pienso ver del monte las ruínas, si no es que con la sed de cuartanario me llaman sus corrientes cristalinas.

Si yo tratara en Musas de ordinario a costa de mis uñas la mañana32, rompiera los candados de su erario.

No es culpa de la vida cortesana; que en ella el sacro coro de las Nueve con mil soeces su deidad profana.

En medio de Madrid vivo remoto de cuanto engendra y pare su insolencia con popular y bárbaro alboroto.

L a c a r t a IX al d u q u e de Alba es cas i t oda u n a d ia t r iba con t r a l a pe rve r s ión de las c o s t u m b r e s en M a d r i d :

De mozos crespos y mozuelas vanas todo su lustre y galas se resume en medias de color, y en cariñanas.

32. Lugar común éste de morderse las uñas los poetas buscando inspi rac ión.

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RICARDO DEL ARCO

En esto cuanto heredan se consume; y a título que arrojan en la calle, no basta de dos Indias el perfume.

No sé quién más se paga de su talle, si es Ganimedes, que rizó la trenza, o procurando Lays imitalle.

Dirélo, si lo digo, y con vergüenza; que ya sentirse el miserable efeto en nuestros españoles se comienza.

Los pechos que vistió el luciente peto, cubren y adornan con tejidas bandas, que ni a lo interior guardan secreto.

Ya es humo todo, hasta las mismas randas, y en ellas muestran en los brazos pías entre jaulas de seda las holandas.

Sobre poesía so lamente h a y es tos t e r c e t o s :

No es ya posible que ninguno acierte a dar satisfacción a la ignorancia, que hasta el idioma natural pervierte.

Ni pueden (que es inmensa la distancia) hacer en versos cándidos y llanos, palabras desmedidas consonancia.

Las injurias, a rústicos villanos palabras sólo oí llamar mayores; mas no las de los versos castellanos.

Pues unos que se precian de pintores, y ponen sin discurso ni recelo, en Marzo frutos, y en Diciembre flores,

Ni el cierzo temen, ni el rigor del hielo; y dellos dijo Horacio que pintaban en las olas Ciprés, Nave en el suelo.

E n la ca r t a X a su ye rno el m a r q u é s de Lacono, h a b l a de sí y del e m p l e o del t i empo, con el consab ido tono mora l izador . L a XI es p a r a el P a d r e Cosme Z a p a t a . H a c e n u e v a profes ión de fidelidad a s u m a ­n e r a de compone r versos , q u e d i s t a del corr iente y m o l i e n t e :

Por más que achaques y años me fatigan, entre ellos sentiría que mis versos de sus antiguos números desdigan.

Y habiendo sido cándidos y tersos, por oscuros, o flojos, o erizados, al gusto sean y al juïcio aversos.

Alaba el estilo de p red icac ión del re l ig ioso:

Y lo que admiro en vos, quiero y alabo: que sin buscar matices, ni culturas, todo es sermón desde el principio al cabo.

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EL PRÍNCIPE DE ESQUILACHE, POETA ANTICULTERANO

Son estas locuciones travesuras, que dejan siempre la doctrina yerma, creyendo que la visten de pinturas.

Y aunque doliente la verdad se duerma, bien sabe vuestra lengua cortesana curar su mal en corte tan enferma;

pensar con seso en la doctrina sana, no librar en las voces el provecho, que ambiciosa Retórica profana.

Podeis estar de todo satisfecho: que no es lisonja, ni su medro infame buscó mi pluma y admitió mi pecho.

Se refiere a los o radores sag rados cu l te ranos , t odo verbos idad e i m á g e n e s y t ropos , pe ro sin p r eñez de conceptos , q u e di jo Bal tasar Grac ián . Y acaba la epís tola — q u e es la ú l t ima , escr i ta en edad avan­z a d a — con u n a magníf ica confesión de fidelidad a su m a n e r a y a sus p r inc ip ios es té t icos sobre P o e s í a :

Y si es lo escrito sin sazón, y errado, no estoy en tiempo ya de arrepentirme como pudiera de cualquier pecado.

No es bien que mi ignorancia se confirme, y si tienen mis rimas enemigos les dé nueva ocasión de corregirme.

Amigos doctos pongo por testigos, que consulté, si para errarlo tuve malo el ingenio, y malos los amigos.

De mi quietud los años entretuve estudiando, escribiendo el tiempo todo, que más buscado del aplauso estuve.

Por el camino medio me acomodo; no escribo culterismos elegantes, sí a buena luz, y con humilde modo.

Más letras tengo yo que consonantes, y en estudios profanos y mayores, maestros vuestros me aprobaron antes.

Del Tajo y Manzanares los pastores canté otro tiempo al son del instrumento, que me pidió ternuras, y verdores.

Y que me dejen ya tampoco siento, y el romance aliñado no decoren, y que por suyo pase les consiento.

No recelo que a voces le desdoren cantando mal: y tomo por partido, que no me canten, como no me lloren.

Pagando estas pensiones he vivido, y otras que callo de mayor ganancia, si como debo a Dios las he sufrido.

No hay para mí negocio de importancia, después que me enseñó la edad tan larga de lo humano a lo eterno la distancia.

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RICARDO DEL ARCO

Quien anda ya para arrojar la carga, no es bien que se le acuerden los agravios, si es dellos siempre la memoria amarga.

El alma siempre tiene sus resabios; y como el horno suele por la boca, ella también se enciende por los labios.

Algunos sonetos con t i enen d u r a s invect ivas c o n t r a los poe ta s cu l ­t i s tas . E n el CLXX descr ibe el ava ta r de u n o de los t a les , en fo rma de epitaf io:

Aquí reposa un singular poeta, por la gracia de algunos solamente, que hicieron más rumor entre la gente, que Mahoma en Arabia con su seta.

Fué comenzando, despreciada geta que nace de un arroyo en la corriente; después osada hiedra, que insolente desprecia el olmo, que enlazado aprieta.

Mudó de oficio y libros; y forzado de lo poco que el nuevo le valía, trocó por el de cómico su estado.

Ninguno al arte propio le admitía; que como de verano fué nublado, cada cual de su haza le desvía.

A Lisis , poe t i sa c u l t e r a n a , "bach i l l e r a " , a d e m á s , de las q u e no p o ­día sufrir Lope de V e g a :

Déjame Lisis, o daré más voces que da un enfermo con dolor de hijada; maldiga el Cielo Musa tan cansada, no me mates a versos, sino a coces.

Yo las quiero sufrir, pues más atroces serán los golpes de una silva airada, que la furia en tus corchos reiterada33.

¡Qué mal, oh Lisis, de mi arbitrio sientes! Como yo de tus versos ignorantes, juicios son del mundo diferentes.

No mendigues de hoy más entre pedantes; y es justo, pues te dejan ya los dientes, que te dejen también los consonantes.

E n el soneto s igu ien te h a y u n a menc ión despect iva de las " S o l e ­dades " , de Góngora :

No me canses de hoy más, doña Lucía, hila y no hables necio culterano, ni asientes en el rostro más la mano, sirviéndote de tez toda Turquía.

33. Los corchos de los chapines de las damas.

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EL PRÍNCIPE DE ESQUILACHE, POETA ANTICULTERANO

¿Quién te mete en si el Sol, padre del día, es primo de la Luna, o si es hermano? ¿Y si es nieto el amor del reino cano, naciendo el fuego de región tan fría?

¿A qué Sibila antigua correspondes, creyendo que te influyen las deidades aquestos disparates que respondes?

¿Quién te parló tan fieras necedades? Que tú no las entiendes, aunque rondes la noche de las cultas Soledades.

An tes se h a vis to q u e Esqu i l ache c o m p a r a el estilo cu l t e rano con el " h ó r r i d o b o s q u e j o " del Greco. E n el soneto CLXXIV apor t a o t r a comparac ión , t a m b i é n p ic tór ica —lo que acusa su conocimiento y afi­c ión por este a r te , y a u n da ré a con t inuac ión ot ro d a t o — : el estilo del Bosco. He aqu í la compos ic ión : '

Yace aquí un andaluz, poeta tosco; tosco vuelvo a decir, que no toscano; que escribió más espeso en castellano, que fué en las barbas sumiller del Bosco.

No digo que aquí yace Amaro Losco, de cuya pluma nadie salió sano; porque éste fué con más sangrienta mano, cerril en prosa, y en los versos hosco.

En paz reposen sátiras y prosa, y con ellas su autor, que con su muerte yo sé bien que Madrid en paz reposa.

Si aquí parares, caminante, advierte que trata nuestra Corte fabulosa a doctos y a ignorantes de una suerte.

S e g u r a m e n t e no h a y a lus ión pe r sona l a lguna en este epitafio, a u n ­q u e es de n o t a r la condic ión a n d a l u z a — c o m o Góngora y a lgunos se­c u a c e s — de este poe ta imag ina r io , h i r s u t o en sus poesías cu l t e r anas , c o m o el Bosco. Es ingeniosa la apor t ac ión del famoso p in to r h o l a n d é s J e r ó n i m o Van Aken, l l a m a d o el Bosco, fallecido en 1516. Sus con tem­p o r á n e o s los p in to res r ea l i s t a s b u s c a b a n la v e r d a d en la in t e rp re t ac ión i n t e g r a l del n a t u r a l , a m a b l e o r e p u g n a n t e , grosero o d is t inguido . El Bosco no se l imi tó a imi t a r , sino que inven tó . Su fan tas ía inagotable , a u d a z y desarreglada , r e h u s ó la v e r d a d b a n a l por detal les regoci jan tes d o n d e mezcló la ficción m á s d i s p a r a t a d a . E n sus evocaciones del in­fierno creó seres de pesad i l l a ; p a r a r e p r e s e n t a r el m a l y el pecado, ideó seres qu imér icos pe r son i f i cando debi l idades vergonzosas y gro­t e scas , todo ello en u n a v e r d a d e r a a l q u i m i a del color3 4 .

34. Cf. MAX ROOSES: Flandre, p . 133. P a r í s , 1913.

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RICARDO DEL ARCO

Lope de Vega, uno de los mayores adversarios de Góngora, había denominado "sueños de Jerónimo Bosco" los versos del insigne vate cordobés35. Aduje antes otra mención. Fray José de Sigüenza, en su Historia de la Orden de San Jerónimo (1600) había interpretado con perspicacia a Jerónimo Van Aken: "Sus pinturas no son dispara­tes, sino unos libros de gran prudencia y artificio... Una sátira pin­tada de los pecados y desvarios de los hombres. . . Una pintura como de burla y macarrónica, poniendo en medio de aquellas burlas mu­chos primores y extrañezas, así en la invención como en la execu­ción y pintura"3 6 . Quevedo, en el romance Pintura de la mujer de un abogado, abogada ella del demonio, escrito en 1608, había dicho:

barba, que con la nariz se junta a dar un pellizco; sueño de Bosco con tocas, rostro de impresión del grifo...37

Del año 1635 son las aprobaciones del libelo de Luis Pacheco de Narváez, el famoso esgrimidor, intitulado El Tribunal de la justa venganza, contra Quevedo; y en el auto del cargo nono, escribió: "Disimulando los jueces la indignación a que los provocó este cargo, dijeron que don Francisco de Quevedo parecía ser aprendiz o segunda parte del ateísta y pintor Jerónimo Bosque, porque todo lo que éste ejecutó con el pincel, haciendo irrisión de que dijesen que había de­monios, pintando muchos con varias formas y defectos, había copiado con la pluma el dicho don Francisco; y que si fué con el mismo in­tento que el otro en la dudativa acerca de la inmortalidad del alma, lo tenían por sospecha, aunque no lo afirmaban; pero que cuando llegase a tocar el desengaño, viéndose entre ellos, podría describir la fisono­mía de cada uno, pues los halla tan apacibles, risueños y burlones, y enviarlas a los necios, que, sin conocer el escándalo y peligro que pue­den causar estas vanidades, las celebran por gracias y las ríen por donaires"3 8 .

Fernández Guerra opinó que "las tablas fantásticas y caprichosas del Bosco" inflamaron la fantasía de Quevedo en los Sueños. Pudo admirar, y seguramente admiró, como el príncipe de Esquilache, las obras del pintor holandés en El Escorial y en las colecciones reales, hoy en el Museo del Prado.

35. Cf. E. CORREA CALDERÓN: Introducción a las obras de Gracián, edic. Aguilar , Madr id , 1944, p . LXXXVI.

36. Nueva Biblioteca de Autores españoles, t. XII , p . 635, edic. de J. Catalina García. 37. Obras completas. Verso, edic. Aguilar , Madr id , 1943. p . 261. 38. Obras, verso, edic. cit., p . 1.124.

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EL PRÍNCIPE DE ESQUILACHE, POETA ANTICULTERANO

E n fin: B a l t a s a r Grac ián t iene en la p r i m e r a p a r t e de El Criti­cón, crisi VI, u n a cabal exc lamación a d m i r a t i v a al re fer i r se a los sabios a b a t i d o s : " H a c e d cuenta , dijo Qui rón , que soña is despier tos . ¡Oh qué b ien p i n t a b a el Bosco! Ahora en t iendo su capr icho . Cosas vereis i nc r e íb l e s . . . " 3 9 . Si al p r ínc ipe de E s q u i l a c h e p u d i e r o n suger i r le la comparac ión de la poes ía cu l t e rana con las f a n t a s m a g o r í a s del Bosco los a legados t ex tos de Lope, P a d r e Sigüenza y Quevedo, lo mismo p u d o suceder con Gracián, con el a d i t a m e n t o de conocer éste las poesías de Esqu i l a che , su amigo ; y cier to q u e al m u n d o caótico y desorbi tado de El Criticón le conviene la vers ión p ic tó r ica del Bosco.

T a m b i é n es m u y ingeniosa la descr ipción de u n a " l o q u i c u l t a " , de cara poco m a y o r q u e la del bufón enano Sebas t i án de Morra , i n m o r ­talizado po r Velázquez en u n r e t r a to p i n t a d o poco an t e s de salir , en 1648, la p r i m e r a edición de las poesías del P r ínc ipe , do n d e se publ icó el soneto CLXXIX; desg reñada y algo vi rago. Dice a s í :

¿Preguntáis dónde está la loquiculta? Buscadla vos, que yo os daré las señas. Es una cara entre infinitas greñas, que poco más que la de Morra abulta.

Es una bachillera que resulta de leer comedias, y de hacer reseñas de muchas ignorancias no pequeñas, que con pretexto de discreta oculta.

Diréisme que las señas que os he dado, como a tan grande número le toca, muchas hallais, y no la habeis hallado.

A risa vuestra duda me provoca: porque con ella estais, Fabio, engañado, si no habéis conocido la más loca.

E n fin: t i ene este r o m a n c e bur lesco (el CCLXII ) :

Paseaba un Don Guedejas de éstos de poco comer, a Isabel, cierta señora del barrio de Lavapiés.

Hacía el tal ejercicio, desde amar a no tener, y. en su servicio gastaba poca plata y mucha fe.

Es el mozo de los lindos, que nadie iguala con él; de los de todo me enfada, y de nada digo bien.

39. Obras completas, edic. Aguilar, Madrid, 1944, p 464.

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Compúsole muchos versos, más escuros que en francés; y ella escucharlos no quiso, o no los supo entender.

De jazmín llamó su frente, y su boca de clavel; si lo dijo porque clava, no dice mal su merced.

Serenísimo en su calle, músicas le dió también, condenado a los azotes del más revoltoso mes.

Es recogida la moza: digo de buen recoger; y aunque no trata de dar, siempre espera que la den...

No obs ta al a n t i c u l t e r a n i s m o de F ranc i sco de Bor ja el hal lazgo re i t e rado de me tá fo ra s a t r ev idas y l u m i n o s a s de t ipo gongor ino en sus composic iones , lo cua l d e m u e s t r a — h a adver t ido sagazmen te P f a n d l 4 0 — que n u e s t r o poe t a e s t aba m u y lejos de cons ide ra r como " c u l t o " lo que noso t ros nos a p r e s u r a m o s demas iado p r o n t o a consi­de ra r como tal . El soneto XLV empieza a s í :

El atrevido leño que rompía del mar confuso el no violado seno, vecino al natural patrio terreno, las ambiciosas velas recogía.

Se refiere al regreso de la p r i m e r a nave que surcó el Océano . E n el Canto de Jacob y Raquel l e e m o s :

Ya se partía en la mitad del Cielo el blanco día en términos iguales; las sombras pierde el trabajado suelo, son rayos para herir los celestiales.

L a descr ipc ión de la esca la l u m i n o s a es bien b a r r o c a . E n las exube ran te s octavas del Canto de Marco Antonio y Cleopatra la br i l lantez es mayor , y m a y o r e s las concomi tanc ias g o n g o r i n a s :

Ya se mostraba en la estación del Toro del año alegre la primera risa: y peregrino el Sol por campos de oro, nuevo camino a cada vuelta pisa. La bien vestida tierra su tesoro ofrece al Cielo, y al verano avisa, que se detenga, y goce con las flores el vestido galán de sus colores.

40. Historia de la literatura nacional española en la edad de oro, p . 541 Bar­celona, 1933.

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EL PRÍNCIPE DE ESQUILACHE, POETA ANTICULTERANO

En esta de soberbios edificios máquina excelsa, altiva pesadumbre, con que ilustró Alejandro los egipcios, y el Sol los claros rayos de su lumbre: marciales y plebeyos ejercicios de aquella innumerable servidumbre, en fábricas, en letras y trofeos gozaron sus antiguos Ptolomeos.

Como suele en las manos del verano vestirse de hojas la desnuda rosa, de nácar y amarillo el verde llano, de azul y blanco la ribera umbrosa, y con este dibujo soberano lucir del año la morada hermosa, donde el tiempo juntó noches y auroras, viviendo en años, y naciendo en horas.

E n las octavas Desengaños de la vida:

¡Qué verde, qué florida la esperanza! ¡Qué seco, qué abrasado el escarmiento! ¡Qué engañosa y dormida la bonanza! ¡Qué prevenido, qué animoso el viento! No reparar del tiempo la mudanza, hacer en la inconstancia fundamento, es cierta perdición, mal advertida de la niñez incauta de la vida.

O t r a s oc tavas comienzan a s í :

Camina con el Sol el peregrino; reposa el Sol, y el mísero descansa; gime a los vientos el cobarde pino, las olas duermen, y el furor amansa...41

T r a t a n d o de t e m a s popu la re s , el p r í nc ipe de Esqu i l ache se aleja de Argenso la t an to cuan to se acerca a Lope de Vega. T iene l e t ras y vue l t a s y estr ibi l los y coplas de r o m a n c e s , m u y l indos. E n las vuel ­t as XX la le t ra d ice :

Fuentecillas que reís, y con la arena jugais, ¿dónde vais? Pues de las flores huís, y los peñascos buscais, si reposais donde risueñas dormís, ¿por qué correis y os cansais?

41 . Pág . 153.

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RICARDO DEL ARCO

Y las v u e l t a s :

Mejor es ser sin huir destas flores y arenillas, para vivir fuentecillas, que ríos para morir. Si agora alegres estais, ¿dónde vais? Pues de las flores huís, y los peñascos buscais.

Dejando flores y arena, si huís de donde naceis, a vuestra patria temeis, que es para muchos ajena. Si a trabajar os condena la jornada que empezais, si reposais, donde risueñas dormís, ¿por qué correis y os cansais?

El estr ibi l lo del r o m a n c e VII dice de es ta m a n e r a :

Mira cómo empiezas, bella aldeana, que al principio se pierden las más que bailan.

Y la cop l a :

El baile de amor, aldeana bella, es quien más le estudia, quien menos le acierta.

La que más se precia, tema, y no salga; Que al principio se pierden las más que bailan.

Y el es t r ibi l lo y copla del r o m a n c e L X I V :

Bella casadilla, padece y calla, que este mal de maridos por muchos pasa.

Si entre tantas penas, bella y triste niña, te cansa tu novio, los ajenos mira: la común desdicha es bien que te valga; que este mal de maridos por muchos pasa.

El r o m a n c e LXXX empieza así: . .

Las niñas al baile y a la fuente van, unas a ser vistas, y otras a mirar.

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EL PRÍNCIPE DE ESQUILACHE, POETA ANTICULTERANO

Y aunque van alegres, ellas volverán, quien ama, con celos, quien no, con amar.

Yo anoche les dije: ¿Niñas, dónde vais? Y ellas me responden: a herir y a matar.

Mirad, les replico: Que tanta crueldad, con olvido y celos

se suele pagar...

El estribillo y la copla del r o m a n c e C L X :

Más quiero yo mi aldea, que celos y amor, que me dejen penas y me abrase el Sol.

Para mis cuidados es la dicha cierta, más que guardar cabras, guardarme de penas.

Y pues no se queja quien bien se guardó, que me dejen penas y me abrase el Sol.

Agust ín D u r a n inc luyó en su Romancero general, t o m o II, nú­mero 1.797, u n romanc i l lo bel l í s imo del Pr ínc ipe , que c o m i e n z a :

De las playas, madre, donde rompe el mar, parten las galeras, con mi bien se van; cuanto más las llamo ellas huyen más; si las lleva el viento, ¿quién las detendrá?

Llamo con suspiros el bien que pierdo, y las galerillas baten los remos...

P a r a t e rmina r , u n a s b reves consideraciones acerca del P r ínc ipe como poe ta de a sun tos rel igiosos. Las vers iones l ibres de a lgunos sa lmos de David y de las L a m e n t a c i o n e s de J e r e m í a s son enérgicas y robus ta s . El re la to de la p a s i ó n de Je sús , en te rce tos , s iguiendo el texto de los Evange l i s t as , fácil y correcto a u n q u e algo conceptuoso . E n t r e los sonetos los h a y i n s p i r a d o s y fáciles, como éste al Sant í ­s imo S a c r a m e n t o :

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RICARDO BEL ARCO

Debajo destos blancos accidentes, de tu eterna Deidad custodia y velo, a la vista mortal cubres el Cielo, sin que a los ojos de la Fe le ausentes.

Pudieron de tus venas las corrientes bañar a un tiempo y redimir el suelo; y es bien que en ellas de tu amor y celo sin sangre la fineza representes.

Bien se ve que no es pena, sino gloria; pues mandas que la esposa agradecida de tu pasión renueve la memoria.

Por prenda te quedaste a la partida, queriendo en el blasón de tu victoria perderla allá, y aquí dejar la vida42.

E n a lgunos r o m a n c e s h a y le t r i l las m u y l indas , como é s t a :

A Dios vuelvo, madre, los mis cabellos, porque no haga el engaño prisiones dellos.

Si el amor procura lo que no deseo, es perdido empleo su vana hermosura.

Dejen su locura los mis cabellos, porque no haga el engaño prisiones dellos.

En resumen: un gran poeta anticulterano, de buena cepa, barro­co, pero mesurado y digno siempre, conceptuoso en ocasiones, pro­fundo en los pensamientos y de forma suelta y fácil. Si no fue pre­cisamente príncipe de las Musas, o de la Poesía, o de la Elocuencia y Poesía españolas, como le diputaron Lope de Vega, Baltasar Gra­cián y Fray Jerónimo de San José, al menos ocupa un puesto prefe­rente entre los mejores del Parnaso nacional del siglo xvii43.

42. Soneto IV, p . 581. 43. LÓPEZ DE SEDANO publicó las poesías de Esqui lache en los tomos 4, 8 y 9 de

Parnaso Español. Hay composiciones en Biblioteca de Autores Españoles, tomos XVI, XXIX, XLII y LXI. M. CRISTÓBAL ha dado una corta selección de poesías , con prólogo de A. Ureta, Madrid, 1941. J. GÓMEZ OCERÍN ha publicado en "Revista de Fi lología es ­p a ñ o l a " , año 1918, p . 297, Dos poesías inéditas y una carta de Esquilache. Las p r imera s son 24 redondi l l as ; un soneto a la entrega de la plaza de Lérida, a t r ibu ib le a Esquilache, y u n a carta autógrafa suya , en la que habla de su hermano y heredero D. Fe rnando de Borja y a lude a su hi ja , fechada en 20 de ju l io de 1632; los versos obran en el manusc r i to 3.945 y la carta en el 9.379 de la Biblioteca Nacional . La car ta es de escaso interés . SAMUEL GILI GAYA: Poesías del Príncipe de Esquilache referentes a Lérida, en revista " I l e rda" , del Inst i tu to de Estudios I lerdenses, n ú m . VIII, enero-junio de 1947, p . 29-39.

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