El poblamiento de la costa de Granada en el marco de la formación del Estado islámico.

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CT]ADERI\OS DE MADix¿r AL-zAHRlt voL. 3 cónooBA L99T

description

Antonio Malpica Cuello, Antonio Gómez Becerra. Actas de las II Jornadas de Madinat al-Zahra : Al-Andalus antes de Madinat al-Zahra. Cuadernos de Madinat al-Zahra, Año 1991, Número 3. Revista de difusión científica del Conjunto Arqueológico Madinat al-Zahra.

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CT]ADERI\OSDE

MADix¿r AL-zAHRlt

voL.

3

cónooBA L99T

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CIJADERNTOS DE MADINAT AL_ZAHRÁ'

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SUMARIO. ACTAS DE LAS II JORNADAS DE MADINAT AL-ZAHRA

AL-ANDALUS ANTES DE MADiNAT AL-ZAHRA

S. GUTIERREZ LLORETL;r fornuciín de Tucltnlr dade la pu'iferia del Estado Islámico Pág. 9

A. MALPICA CUELLO - A. GOMEZ BECERRA

"Donde n//n.¿/ dnÍe.t h¿bía entr¿da tn ejírcito...,E/ pob/arniento de la costa de Granac/a en el rnarco

de la fornución del Estado lslátnico Pá9. 23

V. SALVATIERRA CUENCA _J. C. CASTILLO ARMENTEROSE/ poblaniento ntral: ¿Histórico o internporal?

El caso del arrol,o del Salado, Jaín Pág. 47

M. ACIEN ALMANSA'Utnar lb¡t Haf:ttn. Un problema bistariográfico Pá9.71

E. MANZANO MORENOSeñore¡ 1 ernires: Fantilias ari¡locráticas 1, soberanía ltltejtl en Al-Andalu¡ Pág. 97

A. CANTO GARCIADe la Ceca Al-Andalu a la de A[adtnat al-Zabra' Pág. 111

CHRISTIAN E\)rERTPrecarsares de A'Iadlnat a/-Zahra'. Los Pa/acir¡¡ 0melas )t 'abbásie¡

de oriente 1' sa ceremonial attlico Pág. I23

PATRICE CRESSIEREl Renacin¡iento de la esutlttu'a de capiteles en la ípoca entiral:

entre occidente 1 oriente Pág. 161

ALFONSO JIMENEZLa Qibla extrauiada Pás.189

. CRONICA DEL CONJUNTO

A. VALLEJO TRIANOCrí¡uca, aña 1991 Pás.213

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ACTAS DE LAS II JORI{ADASDE MADIxar nr-znunÁ'

AL-ANDALIJS ANTESDE MADIXAT AL-ZAFIRA

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"DONDE NUNCA ANTES HABIA ENTRADO UN EJERCITO...,EL POBLAMIENTO DE LA COSTA DE GRANADA EN ELMARCO DE LA FORMACION DEL ESTADO ISLAMICO

A. MALPICA CUELLOA. GOMEZ BECERRA

INTRODUCCION

La adopción del rérmino i.rlatttización para defi-nir la consoiidación del también llamando E¡tado

i¡/ánico en territorios peninsulares y, conseclrente-

menre, el final cle una larga transición, por lodemás apenas conocida y estudiada, es, en últimotérmino, un mecanismo protector para cierta his-

toriografía que prefiere una cualificación de corte

cultural. Salvando 1as distancias oportunas, es

similar, qlre no igr-1al, zr 1o que sucede con el de

ronnnjzdcjín. En este caso se trata de la cultura o,

por mejor clecirlo, de la civilización romana; en

aquél de la religión islámica. Es explicable porque

clentro cle la categorización que se viene haciendo

por esa historio¡¡rafía, el Islam es comprehensivo y

adopta, bajo un manto religioso, una cultura secu-

lar. Sin embargo, salvo en este sentido religioso,que, por otra parte, no es único, se ha señalado con

un ahínco sospechoso la falta cle originalidad del

mundo islámico. Tal empeño, alejado de toda con-

sicleración científica, ticne una carga tremenda-

mente negativa. Pero, además, ¿acaso cabe utllizarel concepto de originalidad, que es claramente

representativo de una época en la que el individuoy, en consecuencia, la sociedad pueden ser creado-

res y, por tanto, originales, como plasmación de

unas libertadesl Y en caso de que no se admita tal

supuesto, ¿es qlre el mundo romano fue una crea-

ción ¿x nato a nivel.es culturales?

Por ese camino se va directamente hacia el

absurdo más total y sólo se consigue lo que real-

mente se pretende, que el proceso histórico no sea

desvelado.

Creemos qlre es preciso arricular de otraforma la discusión. Ante todo. teniendo en clrentaqLle nos encontfamos con un nivel eminentementepolítico, habrá que destacar las interacciones de

las diferentes clases sociales empeñadas en hege-

monizar el proceso político en su favor. Porqr-re

creemos que existe un acuerdo manifiesto en que

el Estado llamado islám.ico es una or¡¡anizaciónpolítica cle clase. Los diversos intereses de clase se

enfrentan necesariamente cuando no hay hegemo-nía por parte de una clase o de un bloque de cla-ses; pero siempre hay un antagonismo que obligaa permanentes reajustes. Sucede que el nivel poií-tico es ei que nos muestra tales aspectos de laactuación del Estado. En otro orden de cosas ape-

nas hay manifestaciones de cuestiones que pode-mos considerar, por 1o demás, básicas. La existen-cia de cualquier Estado perpetúa y reproduce la de

clases dominadas, explotadas y expoliadas. Confrecr-rencia estas relaciones suelen desaparecer en

los análisis al uso. Es más, normalmente, parece,

por ejemplo, más importante examinar la produc-ción agrícola obtenida que la vida misma de 1os

campesinos. Ni siquiera se ha estudiado la rela-ción entre el Estado y las clases dominadas, siendo

incluso excepcional e1 trabajo acerca de 1a expre-

sión más evidente de la acción del Estado sobre

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las clases sociales, que sirve para su desarrollo ypara el control de éstas y que es Iafi:calidad (l).

Por otra parte, cuando descendentos (empleamos

conscientemente el té¡mino en sentido peyorati-vo) del nivel político, en el que el Estado se revis-te de legitimidzrci y aírn de moralidad, y llegamosa 1a realiclad de la explotación, no siempre es posi-ble hacerlo con suficiente cl¿rridad como paraponer de manif:iesto la violencia que se genera. Se

suele aducir el problema de las fuentes. Se ha

diclro, con crerta razón, que las escritas represen-tan el nivel del Estado y de la acción política,mientras que se ha abogado por una utilización de

las que genéricamente podemos llamar arqueoló-gicas, a condición de que éstas no se reduzcan a

Lrn concepto tradicional y formalista. Pero tampo-co cabe duda de que en cuanto de¡cenderna¡ a veces

se pierde la capacidad de examinar la explotación.Con frecuencia, como ha puesto de relieve Chris\lickham (2), el arqueólogo está más atento a las

fuerzas productivas qr-re a las relaciones de produc-ción. Por cllierer llegar a un nivei más material, se

da el caso de que se conoce con más detalle ymejor el territorio que los hombres que lo ocupan.Y este extremo es imposible de mantener. Uncerritorio es la expresión po/ítica de una organiza-ción de poblamiento, que se basa en :una redlidadecanóttit'a. En él importa destacar tanto el nivel de

las fi-rerzas prodr-rctivas como las relaciones de pro-ducción.

Desde tales planteamientos es conveniente elanálisis de territorios más o menos homogéneos,que permitan el estudio de un proceso cle largaduración, pero asimismo en el que se expresen las

contradicciones más importantes. A este respecto,no cabe duda de que los planteamientos quevamos a hacer quieren ser una aportación al obli-¡¡ado examen de un período y, por ende, de unproceso de gran importancia, el final del mundoantiguo y el nacimiento de una nueva sociedad,basada no sólo en unas estructuras políticas dife-rentes ni tampoco en una cultura distinta, aunquese la haya catalogado de poco original, sino en

unas formas de explotación diferentes, porque, en

efecto, el Estado islámico implantado en al-Anda-lus se basaba en la explotación.

LA ZONA OBJETO DE ANALISIS:LA COSTA DE GRANADA

Aunque en reiteradas ocasiones hemos defini-do esta zona, parece obligado volver a hacerlo de

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nuevo. No debe entenderse como una reiteración.ni tampoco considerarse como un lugar común,sino como el deseo de establecer una relación dia-léctica entre el hombre. considerado como ser

social. y el medic, Físitt-,.

Como es sabido, la costa de Granada se abre

ai Mediterráneo qlre le sirve de vía de comunic;r-ción esencial. Pero al mismo tiempo se asientasobre ia montaña. Ambos elementos conforman el

conjunto y 1e dotan de una fuerte personalidad.Está separado de la alta montaña, de tierras en las

que las nieves permanecen buena parte de1 año, laSierra Nevada, por un profundo surco por donde

discurre el río Gu¿rdalfeo, el único curso de agua

que merece tal nombre, mientras que más al O, el

río Verde, el Seco y el Jate conducen agutr ocasio-

nalmente, procedente de las masas calizas de laAlmijara. E1 Guadalfeo tiene como fuentes deprovisión las aguas del deshielo de la Sierra Neva-da y cle 1as lluvias que recogen 1as cumbres menos

elevadas. Hasta pasar el denominado Tajo de los

Vados no se llega a la llanur¿r litoral que conoce-

mos actualmente como ve¡¡a de Salobreña-Motril.Es la más extensa de cuantas existen en la costa de

Granada. Más al E el medio calizo de Sier¡a de

Lijar y e1 esquistoso de 1a Contraviesa han forma-do diferentes llanuras, apenas extendidas, por las

que casi no cliscurren aguas superficiales.

La alternancia de relieves diferentes, como unmedio litológico muy distinto, han generadounos paisajes muy peculiares que han condiciona-do (y a su vez han consentido) los asentamientos

humanos. En los medios calizos, más abruptos ycon barrancos muy encajaclos, no hay apenas ocu-pación, mientras clue en los restantes es mayor, en

especial en torno a las llanuras costeras.

Así pues, en cuanto a su base física hemos de

destacar que se trata de un espacio inclinado al

mar, pero elevado. Dicho de otra forma, no se

puede hablar apenas de tierras llanas, salvo en

concadas áreas y siempre a las orillas del mar. Este

ha estzrdo, sin embargo, presente de manera cons-

tante. En cuanto elemento regulador de las tem-peraturas y generador de humedad ha sido esen-

cial, por no hablar de las posibilidades de comu-nicación con el exterior clue ha ofrecido a lo largodel tiempo. Asimismo la cadena montañosa coste-ra, mlry pegada a la línea marítima y orientada en

esa dirección, ha impuesto su ley. En pocos kiló-metros las eievaciones son importantes. La pen-

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cliente es una abrum¿rdora realiclad, hasta el puntoc1r-re la relación entre las áreas interiores y las pró-xim¿rs al nrar se han regiclo por el1a, organizrindosela vida humana a partir de sr-r existencia. Los cur-sos cle agua que bajnn muy encajados por los vallestransvers¿rles al e je montañoso, han ¡¡e ne radosr¿rncles aluvionamientos ¿r1 1legar ur la costa. Aeste respecto, sabemos que la deforest¿rción es unhecho inducl¿rble , con tiempo ace le r¿rdo en los últi-mos siglos, h¿rsta ei punto que desde el siglo XVIh¿rst¿r Ia actualidad hay nr-rmerosos tesrimonios que

lo ¿rv¿rlan. La introducción cle nuevos cultivos o sr-L

genertrlización, como e s e I caso de 1a vid, elempleo masivo cle 1eñ¿r para procesos cle tr¿rnsfor-

mación de tipo preindustrial, como ocur¡e con laobtención del azúcar, las práctic'.rs ganaderas abu-siv¿rs son sólo explicaciones causales, pero que no

nos hablan ni de la ampiitud ni de los ritmos delproceso. De esta forma, se h¿rn ido formanclo lla-nur¿1s costeras de ori¿¡en aluvinl, sin apenasinfltre ncia marina, clue gr7rl.r, nnc/a se han analizaclcr

¿r niveles geofísicos (i), clue no históricos ni trrque-

o1ógicos, salvo aleunos trabajos aírn incipientes(ri). En toclos los c¿1sos, por lo que sabemos hasta

ahora, las tierras bajas han crecido a partir delcleterioro de las altas, sol¡re toclo por 1as ya men-t ionit,l.r: Jrlor.st.rt ionrs.

El comportamiento cle los sr,relos ha sido clife-

rente . Dejanclo a Lrn lado los cietríticos, formados,

segúrn I'remos dicho a partir cle la destrucción de la

capa vegetal y el posterior ¿lrrastre cle tierra, nos

fijaremos en aquéllos de 1as ¿ireas cle montaña que

hirn permitido 1¿r vicla agrícola y ganadera. Losprocedentes cle un meclio c¿rlizo se fueron deterio-r¿rnclo hast¿r el extremo de quedar 1¿r roca desnuda,

mientras que las alte¡¿rciones de los esclr-ristos hansupuesto c1r-re la roca maclre se degrade, formandounos suelos con grancles pieclrtrs. Tenclríamos que

añadir las posibiliclades hídric¿rs de c¿rcla uno cle

ellos. Mientras que en 1os c¿rlizos apenas hzry esco-

rrentí¿r superficial y se forman capars subterráneas

de aguir, en los esquistos, al ser impermeables,existe. Ahora bien, no hay un úr"rico medio litoló-gico, trunque nos encontremos el predominio de

uno Ll otro. Sin embargo, existe una clara aclaptzr-

ciírn ¿r cacla uno de ellos en un medio físico exi-gr,ro. De este moclo, se observa como regla general

la ocupaci<in a{¡rícola de las tierras de esclr-ristos,

dejanclo las calizas pirra establecer los asentamien-

tos y extender los cr-rltivos de secano. En realiclacl,

1a mayorítr cle 1os núrcleos, clesde luego en época

medieval, se hallan en la zona de contacto entreias calizas y 1os escluistos. Este l-recl-ro hay quetenerlo en cuenta, porque no siempre fue así en

etapas anteriores. Asimismo, el comportamientode cada uno cle los suekrs es dife¡ente en cuanto a

la erosión, segírn ya hemos señalaclo. En cualquiercirso. lrs fue rlrct (lc rcsurlje ncil ,Lparcre n pret isa-

mente en el contacto de ambos medios litológicos

¡ además, los esquistosos producen renclimientosagrícolas aclecr-rados a condición cle que se les rie-gue de forma constante.

El establecimie nto de estos asentamientossignifica de manera inmediata 1a generación cle unsistema agrícola mr-ry peculiar. Se puecle decir clue

parte de un hecho importante: la tr¿rnsformación

del medio físico. Se basa en ia creación de un eco-

sistema propio, aunclLre ada¡':,tado. En él es fr-rnd¿r-

mental el agua, como quecla dicho. Es tanto como

h¿rblar cle 1¿r necesiclacl cle Lrna técnic¿r más o

menos clepuracla para conselalrirla, conducirla yalmacenarla.

.,Cómo y cuánclo se estableció este sistemalSeguramente en el proceso de consoliclación delEst¿rclo is1¿ímico, que acelera una tendencia y

moclifica otras en función clel interés cle clase.

Este proceso indudablemente cristaiizó luego de

una larga transición en la que diférentes moclos de

producción pugnan entre sí, en la que, por consi-gr-Liente, distintas clases sociales se enfrentan. La

plasmación política se realiza a través del Estado

y, en consecuencia, se verifica en la organizaciónespacial del poblamiento, en el territorio; pero no

sólo nos h¿rbla de esto. sino de los mecanismos cle

dominación social y económica.

UN PUNTO DE PARTIDA.LAS CAMPAÑAS DE AL-NÁSIR EN LACOSTA DE GRANADA

'Al¡cl al-Rahmán III tendrá que llevar ¿r cal¡cr

Jos expediciones contra la Costa de Granada para

someterla y clesligarla de 1a obecliencia cle 1os

Banr-r Hafshn.

En 913 realizó la primera, si bien como con-

secuencia cle las acciones emprencliclas en 1a vecin¿

Alpujarra. Tras 1a tom¿r de hisn Srh¡ljÍ, el impo-nente castillo de Jubiles, en pleno corazón de lacomarca alpujarreña, ei hijo de Umar ibn Hafsun,Ya'far, que se encontraba en Salobreña, huye de

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esta plaza. El texto que aparece^en Ibn Hayyándice textualmente: "El maldito Ya'far, l-iijo prefe-rido y heredero de su perverso padre, que esraba

en Salobreñ¿r, asustado con estos triunfos sucesi-vos, huyó de allí de nocl're, uniéndose a su padre

en su capital de Bobastro" (i).Más aclelante leemos: "Yia)ó enronces an-

Nasir a la ciuclacl de Salobreña, donde hizo comoen ic,s lugores mencionaclos, guarneciendo con sus

hombres tocla 1a fortaleza que conquistaba y cui-dando sus intereses, con lo que atajó el mal en 1a

cora cle Elvira, cuya población quedó unánime-menre sujeta" (6).

En Ia Crínica Anónilt¿ se mencion¿ esra cam-paña contra Jubiles, con variantes por 1o que res-

pecta a Salobreñ¿r, qr-re ahora no aparece citzrda,

sino un¿r n¡¿d,na YarTía en su lugar: .Por otrapor,", üfor, el hijo de Umar ibn Hafsún, que se

hallaba en la ciudad de Yarisa, asustado por esras

ininterrumpidas conquistas, l-rr-ryó por la noche de

esta ciudad a ¡eunirse con slr padre" (7).

Es evidente la confusión en este úlrimo caso,

ya que en otra ocasión farTía es mencionada en lamism¿r Crónicd, en otro contexto geográfico, el cle

.la co¡a de Jaén (8).

De cualquier forma, todo parece indiczrr quela acción conrra Salobreña y, en consecuencia, con-tra la Costa, que estaba bajo control, como vere-

mos, de los Banü Hafsün, fue una derivación de la('¿mprña tonrru l,r AlpLrjarra.

Diez años más tarde , en 923,la acción militares m/rs directa, es decir, tiene como objetivo únicola Costa. Es la denominada de Jate. Desde la zonade los Montes de Málaga el ejército de Abd al-Rahmán III avanza en dirección E, conrra Jate, e1

puerto cle Almuñécar y Moscaril. A1 igual que en

el caso anterior, e1 relato de esta campaña aparece

en varios autores árabes. El texto más completo es

el qr-re aparece en el Aluc1tabas-V: ,,Hafs b. 'Umar

b. Hafsün, hermano de Sulaymán, se le rindió en

Ia fonaleza de Cámara, una de e1las, y an-Nasir ledio el amán y lo estableció en una de aquéllas, porrazones de conveniencia política, relacionadas conél y su hermano, avanzando luego contrzr la forta-leza de Jete, el puerto de Almuñécar y Ia fortalezade Moscaril. Por el camino, sus troprs cruzaronescabrosidades donde nlrnca antes había entradoun ejército, pero Dios le a11anó su aspereza, ydesde allí cayó sobre Jete, fortaleza de las másinexpugnables, c1r-Le rodeó y sintió hasta apoderar-

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se cle sus arrabales y clominzrr sus contornos, sinque se 1e ¡esistiera más que su alcaz;rba, rindién-dosele los más enriscados castillos de la zona, yconciliándose sus pavorosos corazones" (!).

Como se verá, esta segunda inrervenciónadquiere una mayor relevancia que la anterior.Ahora nos encontramos ¿nte una cirmpaña quetendrá como objetivo fundamental la Cosra ¡¡ra-nadina, en concreto el triángulo formado por las

fortalezas de Jate y Moscaril, y el puerto cle

Almuñécar. No es, pues, casual que se le denomi-ne cantpaña de Jete, alrnque también se dirigierahacia otros puntos fuertes en 1os cercanos Montesde Málaga, clestacando la ocupación cle Cámara.Este mismo nombre aparece en otras fuentes,como 1a Crónic¿t Anónin¡t (10) y el Balln de lbn'Idári (11).

Hay, volviendo ¿1 texto de Ibn Hafsun. unpasaje que merece especial atención por nuesrraparte. Se trata del momento en qlre este autor se

refiere a1 recorrido por los Montes de Málaga queemprende Abd al-Ruhmán III, en es¡os té¡minos:

"Por e1 camino cruzaron escabrosidades dondenlrnca antes había entrado un e jército...". De j,rn-

do a un lado las dificultacles de la topo¡¡rtrfía clue

debieron de salvar las tropas y qlre es evidentepara cualquiera que conozca esra zona de SierraAlmijara, lo más significativo es la afirmación delcronista de que nos encontramos ¿1nre el hecl-ro de

que es la primera vez que un ejército penetra en laregión. El texto árabe clice: "Iam yaqtahimah¿r

iayS qablahu" (12), por lo que la traducción es

del todo punto correcta en el empleo del términoejército para el ár:,be f a1i.

No debe de tratarse de r-rn hecho toralmen¡ecierto, sino más bien de una im.rgen que nos ofre-ce Ibn Hayyán clel territorio hacia el cual enfila su

ejército al-Nasir. No se conforma con hacernos verque se traraba de una zona en estos momentosrebelde al poder del Estaclo cordobés, sino c1r-re

parece concel¡ir a éste como el primero en inten-tar doblegar a sus pobladores. Dicho de otromodo, parece tratarse de un "territorio al margendel Estado,.

Esta interpretación es válida si se roma comopunto de referencia general e1 momento de transi-ción hacia una sociedad islámica. Este proceso(13) adquiere en al-Andalus el carácter de unalucha entre diferentes modos de organizaciónsocial y económica, cuyo estallido final será la pri-

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mera fitnd. El resultado será el triunfo de una de

las partes en conflicto, 1a representada por el Esta-do omeya, o sea las poblaciones islamizadas, quese enfrentó a las restantes: los elementos que se

hall¿rban en evolución hacia una sociedad feudal yaquéllos que representaban a las comunidades quehabían escapado al control de 1os poderes del esta-

do y de los señores. Ni que decir tiene que res-

ponden a filiaciones étnicas o culturales determi-nadas. Se trata de un proceso mucho más comple-jo (14), en el que aparece parte de la población de

origen indígena que, encuadrada en comunidadesde aldea, ha ido evolucionando hacia una organi-zación diferente, 1o mismo que parte de los iinajespertenecientes a tribus árabes o bereberes fueronasim ilando características propiamen te feudales.

La expresión más clara de esta lucha, recogidaen las fuentes escritas, es la actuación militar de

los sucesivos emires omeyas y, en la última fase,

de1 que sería califa, a partir de 929,'Abd al-Rahmán III. Es así como aparece cla¡amente refle-ja<lo un territorio erizaclo de castillos (ba¡un).

Estas construcciones no son, sin e mbargo, laexpresión de la resistencia a un poder que intentadobiegar a una población indígena. Manuel Acién(1i) ha elaborado una primera distinción de estas

fortificaciones en atención a su funcionalidad, quedesde luego está ligada a una determinada socie-dad. De este modo, distingue entre los refugiosrurales levantados por comunidades que han esca-

pado a cualqr-rier control po1ítico, las edificacioneslevantadas por los elementos señorializados -losa¡/1ab- o mn¡tah¿t al-hu¡In,las construidas por los

grlrpos islámicos e incluso los del Estado. Precis¿-mente al segundo grupo se han adscrito 1os casti-llos que aparecen citados en las fi-rentes escritas en

1a Costa de Granada; en concreto los de Jate yMoscaril, que se hallan en el territorio en e1 queno había penetrado ningún ejército. Es posibleque dentro de esa última categoría entrase asimis-mo el castillo de Juliana, qlre se encuentra en las

proximidades de1 actual pueblo de Mecina-Tedel(término municipal de Murtas), en e1 otro extre-mo de la Costa. Es mencionado por Ibn Hafsun en

a/-Alac¡tabis 111, cuando es tomado por el emir'Abd Al1áh (16). Con anrerioridad, en el sigloVIII, hay una mención^en al-'Udn, geógrafo delsiglo XI, a Ltna qarl.z Yillana, pero no a tn hirn(17), aunque se menciona un hecho substancial, larebelión contra el poder estatal por parte de ungrupo árabe afincado enla zona.

Centremos, por ahora, nuestra atención en ios

castillos que aparecen en el área occidental. Ya

tuvimos ocasión de realizar una somera descrip-ción de los bavTn de Jate y de Moscaril en trabajos

anteriores (18). En el caso de la fortaleza de Jatees posible su identificación con los restos que se

han prospectado en el denominado Peñón de Los

Castillejos, en la línea divisoria de 1as provinciasde Granada y MáIaga, en la margen de¡echa delrío Jate, que desemboca en el núrcleo actual de La

Herradura (término municipal de Almuñécar).Además de unos elementos claramente defensivos,

de entre los que destacan las murallas y algunas

torres, se puede observar un despoblado a sus pies.

Su carácter de fortificación, apoyada en unas

características naturales que le hacen merecer el

calificativo de )nexpugnable qte le da Ibn Hayyán,no impide que se consiclere como un asentamien-

to más complejo. El propio texto del historiado¡árabe 1o señala con detalle: "... y desde allí cayó

sobre Jate , fortaleza de las más inexpugnables que

rodeó y sitió hasta apoderarse de sus arrabales ydominar sus contornos, sin que se le resistiera más

que su aIcazaba...r, Q9).La abundancia de cerámi-ca recuperada en superficie, amén de las estructu-ras visibles, posiblemente casas, son una pruebade que no estamos ante un hi¡n el.emental, sinoante un conjunto más complicado. La descripciónde 1os restos que hemos prospectado, necesaria-

mente somera para no ser reiterativos, puede ser

otra evidencia más de que nos hallamos ante unasentamiento estable y permanente.

En efecto, el yacimiento se halla en una eleva-

ción rocosa de formidable aspecto, desde su base

hasta su cumbre. En un primer escalón hay restos

de muros de mampostería, posiblemente de

viviendas. La cerámica y ios materiales de cons-

trucción encontrados nos permiten señalar unaocupación humana de cierta intensidad. En unextremo del mismo, cerca de la roca, se puedeidentificar un aljibe, que ha perdido, fruto de una

destrucción, la bóveda; se aprecia en é1, pese aestar casi totalmente enterrado, el enlucido de sus

paredes interiores, para darle estanqueidad.

En un segundo escalón, a media altura, hay

otro aljibe, que tiene como característica esencial

el que está encajado en una grieta de la roca, sien-

do por su base más estrecho que en 1a parte alta.

Además, se percibe en sus paredes interiores un

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hormigón de factura simila¡ aI rptrs tigninunt, gue

es utilizado por los romanos para impermeabiiizarconstrucciones hidráulicas. Su bóveda, práctica-mente intacta, está formada por lajas de piedraunidas con mortero. Es de una gran solidez y de

una factura bastante primitiva. No lejos de é1 hay

un hueco en lzr roca, posiblemente un peqLreño

silo.

En la cima del peñón, que alcanza 1os 982 m.,enconrramos otro gran allibe, con sus paredes

enlucidas y 1a bóveda destruida. Los escasos restos

visibles nos h¿rbl¿rn de una ocupación permanente.

Es, pues, eviclente que no se trata cle un asen-

tamiento eventual, sino que hay que hablar de un

lugar poblaclo de manera estable.

En cuanto zr Moscaril, hemos podido identifi-car algunas estrlrcturas en el denominado PicoMosca¡il. Es 1a principal de la margen derecha de

la cuenca del río Verde, dominando todo su entor-no, en el que destaca Almuñécar, y el acceso a laciuclacl descle el interior. Ar-rnque también ha sido

objeto de una breve descripción por nuestra parte(20), es conveniente abundar en ella.

Se encuentr¿r situado en una plataforma caliza

de forma más o menos alargada qlre corona el cita-do monte. En su extremo más oriental, e1 que da

al río Verde, y en una peqr-reña elevación, puede

observarse 1a existenci¿r de un recinto que, cerraclo

en 1a mayor parte de slr perímetro por e1 corte de

1a misma roca, conserva los restos de un muro de

piedra seca hacia el S. En 1a ladera que existe en

esta dirección debió de desarrollarse un poblado,según se desprende de los abundantes restos de

murosl también cle piedra sec¿r, y de fragmentosde tejas. Pero no se trata de las únicas construc-ciones en superficie. En el extremo oriental de laplataformzr, en un risco separado por un pequeña

vaguada del despobiado y sin relación directa con

é1, encontramos un nlrevo refr-rgio. Se aprecian 1os

restos de una torre de mampostería con un hormi-gón con abunclante cal. Completa este ¡ecinto las

bases de dos muros de piedra clue lo cierran.

Es posible qlre nos encontremos ante dos con-jr-rntos diferentes. Más clifícil resulta determinarsu relación temporal. En efecto, para el primercr

de los recintos defensivos podemos suÉlerir unacronología próxima a 1o tardorromano, según se

desprende de la cerámica recogida en slrperfic;e y

en la encontrada en el poblado qlre se 1e asocia.

Pero no es fácil hacer mayores precisiones, habida

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cuenta de su escasez y fragmentación. Sin embar-go, casi nada podemos clecir del segundo. La pros-pección apenas si nos ha proporcionado cerámic¿

y resulta muy aventurado adelantar una cronolo-gía sicluiera aproximada. De todas formas, parece

oportuno hacer algunas consideraciones al respec-

to. Ante todo este segundo recinto se halla, como

hemos dicho, en el extremo más oriental del yaci-miento, siendo posible incluso la visualización del

Peñón de los Castillejos o, 1o que es lo mismo, el

/cisn S¿t. Presenta similitudes evidentes la torremencionacla con éste, con Lrna técnica constfucti-va muy parecida. Ciertamente no son elementos

suficientes para confirmar la identificación de este

segundo recinto clefensivo de Moscaril con e1 cit¿-do hisn, pero plantear tai hipótesis parece obliga-da, teniendo en cuenta tanto 1as referencias escri-

tas, de las que se infiere una estrecha relaciónentre Jate y Moscaril, como las pocas probabilida-des de clue el primero de los recintos defensivos se

encontrara ocupaclo en estos momentos a tenor de

la cerámica aparecida en su slrperficie.Sea como fuere, de 1o que no cabe duda es de

que Jate, Moscaril, Almuñécar, y, tal vez, Salobre-ña, forman parte de un mismo complejo defensivo

en los momentos finales de la primera f)tna, que

vendría a cerrar todo el sector occidental de Iacosta granadina. Si hacemos caso al relato que nos

ofrece Ibn Hayyán y que, en este punto concreto,no varía substancialmente del ofrecido por otrasfuentes árabes, puede decirse que el hisn SAt ejer-ce, en cierto sentido, como cabeza de este territo-rio. Es el castillo mejor defendido de Ia zona,mencionándose incluso 1a existencia de una qasaba

y de uno o varios "arrabales" (21) dependientesde é1, llegando, por otra parte, a ser la úrnica forta-leza a la que se refiere la Crínic,z anínitta (22).

Volviendo al tema de los detendadores de

estos ttxtrtahit al-ha¡in, 1as fuentes sólo van a

mencionar, como ya hemos visto, a los BanüHafshn. Sin embargo, no es suficiente para resol-

ver la cuestión, pues, según es conocido, éstos,

fuera de su núrcleo original de Bobastro, van a

extender su poder mediante alranzas, a vecesreforzadas con vínculos matrimoniales (23). Es

muy probable que la fortificación del territorio en

torno a Jate tenga como protagonista a algúngrupo de señores (allabl opuesto a la política de

islamización impuesta desde el Estado omeya,finalmente aliado a los Banu Hafstrn.

Page 11: El poblamiento de la costa de Granada en el marco de la formación del Estado islámico.

Ahora bien, como tendremos ocasión de expo-

ner a continuación, este panof¿1ma que las fuentes

escritas y la arqueolo¡¡ía muestran para el sector

occidental de la Costa no engloba a todo el terri-torio.

LA COSTA ORIENTAL

Hay un hecho que no puede pasar por alto al

referirnos a las fuentes que nos relatan las campa-

ñas milirares ¿e ,tb¿ al-Rahmán III. Se trara de

la ausenci¿r de noticias sobre la zonr Lomprenclida

entte las desembocacluras de los ríos Guadalfeo y

Grande, es decir, la Sierra de Lújar y toda la fran j,r

costera de la Contraviesa.

Esra fálta cie reférencias escritas puede hacer

pensar en la inexistencia de r-rn conflicto abierto

entre slrs pobladores y el Estac'lo, pero en manera

algr,rntr ller'¿r a la conclusión cle que nos encontra-

mos ¿1nte un territorio ya islamizado y bajo su

cont¡ol. Como es sabiclo, e1 proceso de islamiza-ción de al-Andalus va a servirse cle los meclios

urbanos clue presttrrán a menr-rdo slr ¿tpoyo al Esta-

do y que a l¿r vez van a ser promoviclos por los

propios emires (2,i). Pocas posibilidacles se daban

en este sector cosrero, en el que hay Llna escasa

presencia nrbana, incluso para 1a época nazarí(25). Recordemos cllre los únicos pllntos de toda

1a Costa qr-re pr,reclen calificarse de ciudades, en

época romana y medieval, sor-r Almuñécar y Salo-

breña. Ambas, precisamente, ¿lparecen como focos

de resistenci¿r al Estado omeya. Una situación de

margir-ralicltrcl con respecto a este último que tam-

biér-r se desprende de los primeros datos arclueoló-

gicos que poseemos sobre la zona.

La prospección ha permiticlo hallar variosyacimientos medievales, ninguno de ellos recor¡i-

clo por las fuentes escritas. Sin embargo, queda

por realizar un an¿ílisis arqueológico, en verdad

difíci1, de las alque¡ías de los últimos tiemposnazaríes, recogidas en las fr-re ntes escritas de l¿r

primera época castellan¿r. Los testimonios docll-mentales. fundamentalmente de conteniclo fiscal,

sólo nos permiten una cat¿rcte¡ización elemental,pero en modo al¡¡r-rno poclemos l-racer precisiones

cronoló¡¡icas. Sólo un examen atento cle los actua-

les pueblos y cortijos, que son los directos herede-

rosj en la mayoría cle los c;rsos, de l¿rs anteriores

alqr,rerízrs, poclrti arrojar alguna luz. Como prr,reba

de ello, baste decir c1r,re hemos encontrado cerámi-

ca de primera época en e1 cortijo de Pinillos, sede

de la alquería nazarí de Pinos, y otra califal en

Gualchos, qlre era asimismo lugar habitado en las

mismas fechas que la antes cit¿rda. De todas for-mas) como ya hemos plresto cle relieve, es mucho

1o que queda por rcalizar en este sentido. No debe

de olvidarse que se tr¿rta de zonas en plena pro-

ducción en lzr mayoría de los casos y, por ende,

difíciles de prospectar.

Son los castillos localizados, amén del ya

mencionado cle Juliana. LlLre tlene unas c¿recterís-

ticas simil¿rres a las cle los bt¡in ciel área occiclen-

tal, pero que, rezrlmen,., .r,i'mis rrlacion.r.lo con

la zona alpujarreña propiamente dich¿r. Menciónaparte merece el conjunto territorial integraclo

por los restos hallados en los Picos del Castillejo,en plena Sierra de Lújar, y en Lagos, aldea c¿si

despoblada en 1a actualidad, que pertenece al tér-mino municipal de Vélez Benar,rdalla, y qlre apa-

rece en la documentación castell¿rna como t¡ti¡har,

según se ha estudiado en otra parte (26). Hal¡lare-

mos, plLes, clel castillo de Olías, también en Sie¡ra

de Lú jar (término municipal de Orgiva) y del

situado en la Raml¡la clel Valenci¿rno (térmir-ro de

Son'i1án).

Sobre ellos yzr f-iemos adelant¿rdo algunosaspectos en trabajos ¿rnteriores (27), señalando su

relación con el poblamiento rural de época medie-val, plrdiénclose ambos englobar dentro cle los

hu.¡tn destinados ¿r servir de refugio a comunida-

á., .u-p"ri.¿rs. En efecto, se trata cle recintos más

acordes con est¿l fur-rción que con la de albergar

tropas. No existen en ellos restos de construccio-nes qlre permitan otra su¡rosición. Se reducen a

algunos muros perimetrales, de mayor importan-cia en el caso de Olías, y a depósitos (cistern¿r en

éste; aljibe en el de la Rambla del Valenci¿rno).

Parece evidente su integración con la red cle

alclr-rerías, que se aÉf rupan en torno a ellos. Dejarán

de tener un papel importante y ocuparán otrosecundario ante el reforzamiento de la defensa cle

primera línea en la Costa en época nazarí.

Aunclr,re , según hemos advertido, Julianzr no

estír dentro clel conjr,rnto costero lrofi¿menteclicho y hay qr-re adscribirla sobre todo al mundo

alpujarreño, parece conveniente clescribir el casti-

llo a grandes r¿rsÉaos, con objeto de establecer r-rn

punto cle comparación con los estucliados.

Situado en la margen izquierda de la rambla

de Cojáyar, frente ai pueblo actual de Mecin,r

29

Page 12: El poblamiento de la costa de Granada en el marco de la formación del Estado islámico.

Tedel, antigua aiquería documentada en riemposnazaríes, sobre un espolón rocoso, forma unamplio recinto amurallado, del que só1o quedanalgunos paños de tapial montados sobre mampos-tería, y tres torres de igual factura. En su inte¡iorexisten dos grandes al¡ibes de hormigón, conbóvedas de lajas de piedra unidas por un sólidomampuesto y enlucidos en su interior. La cerámi-ca recogida en superficie muestra una ocupacióndesde fechas califales y en épocas posteriores, perolas referencias en las fuentes escriras no dejanlugar a dudas sobre la existencia de una qaDta a

finales del siglo VIII (28), si bien más tarde se

habla de una fortaleza o hitn, en concrero en época

dei emir'Abd Alláh, cuando los primeros enfren-tamientos tienen lugar en el proceso de formacióndel Esrado islámico (29).

Por su complejidad estructural, por su rela-ción con el poblamiento (recuérdese qr-re se hablaprecedentemente de :un^ qdt)d, que no cle un hisn)y por el desar¡ollo i'ristórico que puede seguirse a

través de las fuentes, se debe trarar de un casrillode ocupación permanente, probablemente relacio-nado con algún grupo árabe, inmerso quizás en

un proceso de señorialización.Por el momento, los yacimienros encontrados

en Lagos (término de Vélez Benaudalla) no hansido estudiados. El situado en los Picos del Casti-llejo no puede entenderse como una fortificación,sino más bien como un refugio temporal. No hayestructuras defensivas claramenre definidas nitampoco elementos para almacenamiento del agua(aljibes o cisternas), sólo se observan las bases de

muros de mampostería, que no completan un cir-cuito defensivo. Pero la cerámica allí enconcradanos habla de una presencia de primera época yuna fase final en el califato. El asentamiento de lazona baja, en la zona de cultivo de la aldea, mues-tra una contemporaneidad y continuidad pobla-cional con el Castillejo. Es más que probable queambos estuviesen en relación y habrá que profun-dizar en e1 estudio de ellos con respecro a lo quehemos prospectado en torno a La zona costera, en

concreto e1 de EI Maraute y la Herrería (términomunicipal de Motril), con una cronología biendiferente, porque mientras éste es romano, aquélal.canza su plenitud en tiempos califales. No cabe

desechar la idea cle que las explotaciones minerasde Sierra de Lú1ar contribuyesen a la formacióndel poblamiento en época romana y algunos de los

j0

elementos existentes posteriormente perviviesen.Pero parece que e1 asentamienro de Lagos estáunido a 1a existencia de una estructura agraria enla que el regadío es relevanre.

Como se habrá podido apreciar, junto a losbastTn han ido apareciendo orros yacimientos degran importancia. Todo ello nos ha permitidohace¡ una primera interpretación de la estrucrurade poblamienro y su evolución con anterioridad alperíodo nazarí, que es mejor conocido (30). Nosreferimos tanto a 1os de cronología califal, como a

los anteriores. Entre ambos momentos, como tra-taremos de demostrar, hay elementos suficientespara pensar que existió una transformación en ias

formas de ocupación del espacio.

La mayoría de los yacimientos encontrados enesta área oriental de la Cosra, muy especialmentelos situados en Sierra de Lú1ar y en los escalones

montañosos más inmediatos, fueron darados enun primer momento de forma genérica cr¡mo ,z/ta-

ntedieua/e¡. Es explicabie porque en los momentosiniciales de nuestro trabajo no había suficientesdatos para hacer mayores precisiones cronológicas,sobre todo cuando aún no se había trabajado a

fondo sobre la cerámica de primera época islámi-ca. Pero Lrna mayor atención a este período, gra-cias especialmente a 1a proliferación de estudiosde esta temática, nos ha permitido establecer unasprime ras distinciones cronológicas para esrosase ntamientos.

De este modo, mientras que unos presenranuna secuencia amplia que iría desde finales de1

mundo tardorromano hasta época califal, comoocurre en Pico Aguila (Gualchos-Casrell de Ferro)(31) y en e1 ya mencionado de los Picos de Casri-llejo (Vé1ez Benaudalla), para orros casos, sinembargo, las fechas son mucho más vagas, comosucede con el Peñón de Pedro Vélez, sobre la ram-bla de Alcázar (término de Orgiva), o rienen unaexistencia mucho más corta, como en el Castille-jo, próximo a la actual Vélez Benaudalla, o en elsituado en las proximidades del barranco de Polo-pos. Estos dos, pero especialmente el último, hande situa¡se en el período emiral, mientras que e1

Peñón de Pedro Vélez es el que plantea másdudas de los tres. Destaquemos, finalmente, quelas mayores precisiones cronológicas nos vienendadas por la aparición de la cerámica vidriada deépoca califal al marcar el fin de los de más exrensa

secuencia. En todo caso, seña1a el punto último de

Page 13: El poblamiento de la costa de Granada en el marco de la formación del Estado islámico.

L1n proceso no muy bien conociclo hasta el presen-

te, que procuraremos ir desvelando. De cualquierforma, cabe adelantar que hay caminos cl¿rros en

lu: moJrlos .lc .rrenr¡mirnto.Por lo general, 1os yacimientos señalados se

hallan en lugares elevados, incluso a veces a ¿rlti-

tucles consiclerables, como ocurre en los Picos del

Castillejo, y de difícil acceso. Siempre están en

r-rna posición mzrrginal con respecto a las dos prin-cipales vías de comunicación de la zona: la líneade costa y el río Guadalfeo. Además, se les añade

una predilección por reocupar xntigLros asenta-

mientos prehistóricos. Ar-rnque no hay un yaci-miento igual a otro, los hemos venido denomi-nancio .de altura', de acuerdo con 1tl que vienesiendo habitual en la historiografía actual. El tér-mino, si bien sólo se refiere a una situación topo-gráfica, en¡¡loba una realid¿rd más compleja. En

efecto, cu¿rndo hablamos de ellos lo hacemos en

comparación con los asent¿rmientos de épocas

¿rnteriores y posteriores, en doncle el estabieci-miento en áreas ll¿rn¿rs es una realidad, pero tam-bién en los que se aprecia una estrategia de ocupa-

ción bien diferente . Por cle pronto, mientras que

en aquél1os cabe hablar de un aprovechamiento de

los recursos naturales y una posible dedicacióneconómica no esencialmente agrícola (quizás el

pastoreo), en éstos la vida agraria, basada en Lrna

producción campesina que explota áreas de rega-

dío y clue permite un comercio mr-Ly intenso. Es

evidente que las rel¿rciones con el poder variaban

de uno a otro modelo. No se puede ex¡':,liczrr ia

situación primera sin tener en cuenta que los lazos

de1 Estado eran ciertamente flex:ibles con respecto

a las unidades territoriales, mientras que en laseglrnda hay una relación expresacla a través de la

fiscalidad.

Hay qr-re plante'.rr, llegados este pr-rnto, el ori-gen cle este poblamiento que hemos denominadocle altura. Sr-rrgió de las ruinas del poblamientoanterior. el romano. Pero este tema no nos es

conocido con detalle, carentes como estamos de

un estuclio sobre su formación y evolución. Sin

embargo, cont¿rmos con elementos para esbozar la

gran crisis qlre plrso fin al mismo. En síntesis, la

ordenaciór-r del territorio en época romana de laCosta de Granada parece justificarse en función de

la explotación de los principales recLrrsos econó-

micos, en base a las actividades comerciales: lariqueza pesqllera, con Lrna importante factoría de

salazones excavada en Almuñécar (32),la agricul-tura de 1os bordes aluviales cle los ríos Guadalfeo

y Verde, y, por último, la minería de 1as sierras

interiores, entre las que destaca especialmente la

de Lúrjar. E1 agotamiento cie esta organización eco-

nómica, comprensible a partir cle la generaliza-

ción del comercio y la existe ncia de un Estado que

impone unas cargas impositivas, se evidencia en

época bajoimperial. Así se deduce de algunosdatos de los que disponemos sr.rcixs ir v¿rias exca-

vaciones arqueológicas concretas llevadas a cabo y

por el trabajo de prospección realizado. De un

lado, se percibe una 7>aralización de las actividades

de la factoría de salazones de Almuñécar entre

fines del siglo IV o principios clel siglo V; de otro,la desaparición, en fechas aproximaclamente simi-lares, cle un importante nítmero de asentamientos

rurales ordenaclos en torno a la vega clel Guadal-

feo, presumiblemente dedicados a ia agricultura,y cle otros en el área de Sierra cle Lújar, seélura-

mente más relacionaclos con ia mine¡ía.Por lo que respecta a la consabicla crisis urba-

na en este período, poco es lo que podemos decir,

plres estamos faltos de actuaciones arqueológicas

en las dos ciudades coster¿1s. En todo caso, aun

suponiendo una importante regresión, lógica al

tratarse estos núcleos de verdaderos centros recto-

res del sistema en crisis. no tenemos dudas sobre

una cierta pervivencia en nlrestra zona, conservan-

do cuando menos su función portuaria. De no ser

así, no se explica la presencia de materiales cerá-

micos tardíos de importación en yacimientosromanos situ¿rdos junto a la 1ínea de costa. Se

constata, pues, la pervivencia de asentamientos

ligados a la navegación, como en e1 caso de Salo-

breña (el peñón exterior) y en el de La Rijana(Gualchos-Castell de Ferro), hasta bien entrado el

siglo VI e incluso posteriormente. Las actividadesmarítimas debieron prolongarse hasta época

árabe, como se desprende de la entrada de Abdal-Rahman I en Almuñécar, pero no podemosprecisar ni su entidad ni su radio. Lo que parece

evidente es que lzr comunicación mediterránea iríamás en sentido S-N clue en E-O. El hiato que se

ol¡serva en yacimientos como El Maraute y La

Rijana no significa la desaparición de una pobla-

ción, sino el cambio de modelo organizat.ivo. Es

decir, estos puntos de atraque debieron percler su

función, siendo ordenado el espacio a partir de

asentamientos más interiores, en los que Ia dedi-

l1

Page 14: El poblamiento de la costa de Granada en el marco de la formación del Estado islámico.

cación aÉlrícola y minern desapareció en beneficicrde una economí¿r de aprovechamie nto de losrecursos de.l monte y posiblemente ganaclera.

En este contexto, de1 que sólo hemos señaladcr

las líneas generales, es en el que debe enmarcarseel nuevo patrón cle asent¿rmiento. No es fírcilcleterminar e1 momento en que sucede, pero toclolleva a pensar que no ocilrrirá, al menos comol-iecho consolidado, anres del siglo VII. Posible-mente la fecha en la clue el proceso ya ha culmina-do está relacionada con la clesaparición de las

estructuras estatales que los bizantinos intentaronprolongar en esta parte cle la Península. A partirde ese momento, l-ray que pensar en que se desa-

rrollasen Élrllpos de rin carácter eminentemenreseñoritr1, principalmente en e1 secror occidental cle

la Costa, y que hubiese comunidades establecid¿rs

en asentamientos de altura, en el oriental.Planteada así la cuestión, habría qr-re detener-

se en las rel¿rciones cllre con anterio¡iclad a la pri-merafitna se establecieron entre ambos grupos. La

localiz¿rción de 1os asentamientos en elevzrcioncs,

en algunos casos de consideración, pone de mani-fiesto que sus ocupantes vivían, como hemospuesto ya de relieve, del :a/tas, sin que la agricul-tllra oclrpara un lugar preponclerante , al menos en

el sentido qr-re iuego poclrá verse para las alqueríasislámicas ya plenamente instaladas. Es posible,pues, pensar que estas comunidades no sólo vivenal margen del Estado, sino, ¿rclemás, de la presión

de los grupos señorializanres. Esta íilrima situa-ción no hay c1r-re descartar que se produjese en

¿rlsúrn momento, pero, de hecho, no significó unaprofunda alteración de 1as estructuras de base, porlo clue l-ray que sospechar que no fuese nada más

que cJe manera epidérmica y ocasional. Las formascle r.icla preclominantes vienen indicadas, al menos

en el ¿íre¿r cle Sierra cle Lújar y la verriente meri-clion¿rl de l¿r Contraviesa, por 1as modalidades de

los asentamientos. Así. los dos htniln más caracre-

rísticos, el cle Olías y el .le la R.rmbla .lel Valen-ciano, inciependientemente del momenro en quese edific¿rran, qlle no se puecle precisar, aunqLre

hay restos cer¿ímicos que podemos calificar gené-ricamente de altomedievales (zrnteriores, portanto, al siglo X), presenran unas caracterísricasfuncionales que nos obligan a fensJr qlrc sc rr¿tande refugios de comunidades campesinas.

Problema aparte es el de la exisrencia de ¿rsen-

tamientos en zonas llanas y parn las que hay c¡ue

32

suponer una dedicación fi-rndamenralmente agrí-cola. Su análisis arqueoló¡¡ico, sin embargo, es

extremad¿rmente difícil, habida cuenta de clue es

sobre estas áre¿rs sobre las que con mayor fuerzaha actuado un proceso de transformación del pai-saje en los últimos tiempos. Se clebe a la conjun-ción de un rápido desarrollo de los cultivos de

regaclío y de los comple jos urbanísticos (3 j).Afortunaclamente hemos podiclo resc¿rtar algunosdatos de indudable interés. Así, hemos localizadoun asentamiento que parece enlazar con el mundota¡dorromano en el escalón mont¿rñoso que rodea

la rambla cle Castell de Ferro, concreramenre en

las proximiclades del cortiio de 1os Pastores (3,i).TaI vez de parecidas car¿rcrerísticas sea el yaci-miento del cortijo clel Cura, en las elevacionesmontañosas que cierran por el N los Llanos de

C¿rrchuna (Motril). Pero no es menos cicrto quelos restos cerámicos hallados son de escasa rele-vancia, 1o que nos impide hacer muchas más pre-cisiones. Por lo demás, hay clue reseñar que las

vegas de la zona occidental, mucho más amplias ycon una continuada vida urbana, debieron de con-tar con asentamientos de tales características. Nose podría explicar sin ellos la pervivencia de las

ciuclades y el mantenimienro de los grupos seño-

rializados, que se e ncast illarán en la primera fitna .

LA ISLAMIZACION DE LA COSTADE GRANADA

De lo señalado hasta ahora se puede sacar laimpresión cle que en 1a Costa de Granada se asis-

te , durante el período alromedieval, a 1a confron-tación de dos realidades sociales cliferenres quehemos definiclo a muy grandes rasÉios. Como se

verzí, una de ellas represenra a 1os elementos quepodemos delinir como feudalizantes, que opon-drán una clara resistencia a la implantación de lasociedad y del Estado islámicos zr lo iargo de los

siglos IX y X.Aho¡a bien, nada impicle pensar en la existen-

cia de sectores favorables a la islamización en los

medios urbanos de nuestra zona. Es probable c¡uc

la debilidad de éstos llevaría a su sumisión final a

los a¡bAh aliados a los Banür Hafsun, pero, en todocaso, parece lógico pensar en al¡¡ún germen cle

población proclive a1 entendimienro con el Estack¡

islámico y 1o que él represenra. Téngase en cuenraque las ciudades existen y no son ajenas a la vida

Page 15: El poblamiento de la costa de Granada en el marco de la formación del Estado islámico.

comercial. En el anterior sentido pueclen interpre-tarse l¿rs notici¿1s clue ofrece Ibn al-Jatib y analiz.r-

ba Bencherifi recientemente (3i). Se reflere ¿r la

¿lctitucl de un secror de la poblnción de Bobastro

que , encabezado por su abisftr.', decide, mientr¿rs se

cles¿rrrolla la campaña clr 9l l. pactrr con Abd al-

Rahmán, kr que supondrá r-rna sangrienta inter-venciírn cle 1os contrarios al gobierno cordobés.

!,st:r postr-rra venclría a coinciclir con la adoptacla

por otros mlLchos sectores urbanos de al-Ancl¿rlus

(36). Pero en nllestro caso hay clue plarntear ciert¿rs

cuestiones, porque se conectan en el tiempo con lavictorios¿r camptrña cle Jate , de la que ya hemos

l'rtrbl'.rclo, y, por tanto, cabe pensar en que est¿r

acción milit¿r se llev¿rra ¿r efecto con objeto cle

merm¿rr l¿rs fi,re rzas cle krs ocupantes de Bobastro.

En suma, la implantación del est¿rdo omeya

en la zona parece que será posible un¿1 vez vencida

l¿r resistencia de sus pobladores, o, mejor clicho, de

los grr,rpos que contnrlan k¡s rnu¡uth¿t a/-basin delírrea occidental. Es evidente clue los homb¡es del

otfo sector costero no debieron ¿lceptar sin más su

encuadramiento por parte clel Estado corclobés,

pero, en todo caso, cle existir una o¡:rosición, no

ciebió cle revestir las c¿rracterísticas cle un conflictcr

¿rbierto. De cr-ralclr-rier modo, no htry clue poner e1

¿lcento en un proce so exclr-rsiv¿rmente político,sino que ctrbe penstrr c1r-re adquirier¿r diversas for-mas, siendo funcl¿rmental 1a captación cle 1os

pobladores de estos asentamientos elevaclos a par-

tir de un¿r mayor regr-rlarizactón de las actividades

comerci¿rles y agr:ícolas.

Ibn Hayyán nos informa algr.rnos años después

rlr l.r r.tnr¡.rit¡ tlr ()l i. qttc ticrt,rnrrntc no termi-nó con r,rn rriunfo pleno .le Abd el-Rahmán III,en concrero en 942, del rrcrmb¡¿micnro Je qober-

n¿rclores ( trlutta/; siny.. itt)/) entre los que se

enclieutril e1 de l¿rs fortalez¿rs de Jate, Salobr:eñ.r y

sus clepenclencias (17). Se trata, clesde luego, de

r-rna señ¿rl inecluívoca cle la asimil¿rción al Estaclo

islirmico cle la zona. Ya el pocJe r central se ha

hecho con Ia principal fc¡rtaleza ler'¿rntacla por los

dt:hih para aftan¿ar su dominio. Pero el c¿rlifa cor-

clobés cuenta asimismo con las ciuc'lacles de Salo-

breña y Almuñécar. Incluso el hecho de clue se

hable de rn gobottad,tr que control'¿ no sóIo /tt.v7u,

sino sus dependencias, es inclicativo del papel cle

organizaclor del espacio que tenían las estructur¿rs

castr¿rles y las urbanas.

Al mar¡¡en cle estos problemas que atañen al

ciesarrollo cle un nuevo modelo de organización

del poblamiento, qlle, como se verá, ve ndrá acom-

pañado de un¿r fortificación de la Costa, clebemos

asimismo destacar 1as modificaciones en los núcle-

os de pobltrción y en el registro cerámico clue las

P¿lrenriza.En efecro, la prospección arqr-reológica y, en

algunos casos, la excavación, har-r permiticlo cons-

t.rtar la reactivación, sobre unas bases nuevas y a

partir de re¿rlidades clistintas, clel poblamiento en

aquellas hre¿s en las que se había producido r-Lna

regresión ¿r finales del Mr,rndo Antiguo.Así, las intervenciones arqueológicas de

urgencitr llevadas a cabo en 1os yacimientos cle "ElMaraute, (Motril) (38) y cle La Rijtrna (Gualcl¡os-

Castell cle Ferro) (19) han puesto de manifiestocómo los asentamientos que habían sufriclo los

efectos de ln clespoblación parcial cle la vega baja

clel Guadalfeo, en el c¿rso clel primero, o cle la

línea de costur, lo clue es aplicable a los clos, son

reocupzrdos a p¿lrtir clel siglo X, aunque r-ro hay

nn¿1 superposición cle niveles ni, por t¿rnto, conti-nuiclad estrict¿rmente topoéjráfica. No ptrrece que

sean fenómenos aislados, sino que responcie a un

proceso que se puede aplica¡ al ílrea costera, al

menos en sll p¿1rte oriental. De hecho, a estos clos

asentamientos clebe cle añaclirse alguno más, como

ocurre con el hallado en las proximid¿rcles clel cor-

tijo de La Reala, por encima de Carchr-rna (Gual-

chos-Castell de Ferro), en cloncle hay r-rna fáse

romana y otra califal.Hav un hecho seguro y qr-re, de entrada, hace

pensar en 1a intensificación clel poblamiento en

las zonas más llanas: e1 abanclono clelinitivo cle los

asentamientos de altura en torno al siglo X. Esto

parece demostrado en los c¿rsos de Pico Aguila yde los Picos de El Castillejo. En ¿rmbos la aperi-

ción cle las cer¿ímicas viclriadas, algunas incluso

decoradas con la técnica del verde y manÉi¿neso,

nos sitúan en el límite final cle su ocupación. Pero

hay más, el volumen cle estas cerámicas claramen-

te califáles no es mLly importante. Algo similarparece que ocllrrió con otro yacimiento cie parcci-

das c¿rracterísticas a los anteriores, el cle Los C¿rsti-

llejos (Vélez Benar-rdalla). Aun sin contar con

cerámic¿r calif¿rl vidriacla, los ¡.:,aralelos con ia cerá-

mic¿r ¿r torno proceclente de El Maraute permiten

tal suposición.

t)

Page 16: El poblamiento de la costa de Granada en el marco de la formación del Estado islámico.

Llegados a este punto, cabe pre¡¡untarse si nos

encontramos, al referirnos al abandono de 1os esta-

blecimientos de altura, x Lrn proceso inici¿do a

raíz de la penetración cjel Estado califal o si ya

había indicios en ta1 senticlo con anterioridad.Descie luego, no podemos relacionar de formaautomática 1a fase final de estos asentamienros con

la actr,ración política del califato, que es elmomento írltimo del proceso. Como se ha señala-

do, la aparición de la cerámica califal no dejalugar a dudas sobre la existencia de tal fenómeno

en 1a primera mitad del siglo X. Pero ¿qué ocurre

con yacimientos como el de I Peñón de PedroVélez, en los que recogida de materiales de super-

ficie no nos lleva más tarde de la época emiral?.La respuesta no es fáci1. De aceptarse las cronolo-gías aportaclas por esta cerámica, habría que expli-car a continuación el porqlré del abandono. Pudo

obedecer a múrltiples factores, no teniendo que

interpretar forzosamente como Lln desalojo a las

zonas llanas. TaI vez se clebiera t¿rmbién a Lrn rea-

grupamiento de las poblaciones en los asenta-

mientos mejor defendidos con motivo de la pr.i-

mera fitna. AI respecto llama 1a atención que sean

los dos yacimientos situados en los lugares más

altos e inaccesibles los que con seguridad lleganhasta el siglo X.

La transformaciones de este siglo no sólo van

a afecrar a los modos de ocupación de1 territorio,sino también trl registro cerámico, como ya hemos

venido apuncando. En un análisis anterior (,10) se

l-ra puesto de m¿rnifiesto que, por encima de afini-dades evidentes, la cerámica califal cle la Costa

suponía una clara ruptura con 1a anterior. Esto no

se refiere sólo a 1a ya mencionada cerámica vidria-da y a las nuevas formas a torno zrparecidas, sino

que afecta a l¿r misma cerámica a torneta. Unhecho que, sin ducla, ha de conectarse con la gene-

ralización de las actividades comerciales, quedebió de permitir la presencia de nuevas form¿rs

cerámicas, en un mayor porcentaje procedentesdel medio urbano, independientemente de que se

f¿rbricaran o no en la propia Costa.

Por lo clue respecta a las ciud¿rcles costeras

poco o nada podemos decir desde un punto estric-tamente arqueológico. Pueden pensarse, a parrirde todo 1o anteriormente dicho, en un desarrollode 1as mismas a partir del siglo X. De todas for-mas, parece oportlrno reclam¿rr una mayor ¿rten-

i4

ción para estos momentos a la hora de realizarnuevas intervenciones, si fueran posibles, en los

medios urbanos.

Las fortificaciones también suf¡en un proceso

de cambio. EI hisn de Jate v¿r a mantenerse, alrn-

clue controlado directamente por el Estado. Nocor¡erá igual suerte el otro de los ununab¿t a/-hasln del área occic'lentzrl, el cle Moscaril, qlre va a

ser desalojado tras la campaña cle al-Nasir, hecho

que no se infiere tanto de las informaciones escri-tas (41) como de la prospección arqueológica. En

efecto, no se h¿r hallado cerámica alguna cle épocas

posteriores a la qr-re estudiamos. De todas formas,

al-Udrr (12), en el siglo XI, nos hablará de un

!uz' cle AIaíkarll. Por lo que respecta a los httln-refugio clel área oriental ya hemos señalado que

vzrn a seguir teniendo igual firnción en relacióncon las alquerías cle su entorno, sin que ello supu-siera que estuvie¡an libres cle todo conrrol esr¿rtal.

Conviene señ¿rl¿rr que este destino parece qlle va ¿1

ser comparticlo por el hisn de Juliana (Murtas),ocupando una posición central con respecto las

alquerías más septentrionales de la Costa, muycerca ya de la Alpu jarra.

Nos interesa destacar ahora que aparece unnuevo tipo de fortificación y que se asemeja bienpoco a los /ltsiln preexistentes o a los complejos de

carácter ciefensivo. De su existencia tenemospruebas gracias a la intervención arqueológica de

urgencia llevada a cabo en el yacimiento de La

Rijana (,13). Sin entrar en cletalles sobre 1a etapa

nazarí de esta fortificación, que, desde luego, es

su principal momento de ocr:pación, cenrraremos

nuestra atención en los vesrigios que se pr,reden

datar en época califal. Nos referimos a la platafor-ma rectangular de hormigón, construida con latécnica de la tabila, situada en el extremo SO de

la lengua rocosa en donde se enclrentra el asenta-

miento medieval. Serviría más tarde de base para

levantar una torre en época casteliana, segura-mente a mediados del sigio XVI, así como la uri-lización cle un¿r parte de la misma para un aljibeque se le adosó. Aunque l¿rs dif-erencias entre la

torre, hecha en mampostería y reforzada en sus

esqr-rinas con sillares, y la base de hormigón era

eviclente a simple vista, apenas habí¿r sido objerode análisis, aún contando con varios rrabajos ela-

borados anteriormente (44). Las actuaciones qlre

se llevaron a cabo. refiriéndonos únicamente a la

Page 17: El poblamiento de la costa de Granada en el marco de la formación del Estado islámico.

époctr califal, se concretaron en Lrn¿l limpieza en e1

interior clel aljibe y en un soncleo en lzr esquina SO

exterior. En éste se percibió Ia existencia de unestribo c1r-re reforzaba la cimentación. Se pudo asi-

mismo observar cómo entre éste y el muro N cle 1a

platafbrma de hormigón hal¡ía un reparación de

piedras, l¿r cu¿rl parece que había roto parte clel

pavimento cle cal grasa que ia rodeaba. El rellenojunto a esta reparación permitió identificar algu-nos materiales prehistóricos, procedentes del pró-ximo yacimie nto, y algunos dat¿bles en época

califal. Por su parte, la limpiezar clel relleno delaljibe, procedente en su mayor parte del derruml¡ede Ia torre, posibilitó observar cómo aquél era una

aclaptación posterior, probablemente contemporá-nea a la construcción de la torre, y que originarix-mente encerraba una construcción de planra mr-ry

distinta, qr-re contaba, a1 menos, con una divisióninterna. Así pr.res, parece kr más razonable pensar

en Lrn¿l cronología califal para la primera consrruc-ciírn cle La Rijana. Es posible qr-re también a este

período pertenezca la aclaptación del rerreno efec-

tuada para facilitar la subida a la meseta rocosa

clesde las c:rlas que 1¿r rodean y que debía re¿rliz¿rrse

descle el extremo SE. Los resultados de estas inter-venciones permiten corrobor¿rr que la ocupacióncalifál se Localizó sobre todo en el extremo S delyacimiento, e1 más cercano zrl mar, a diferencia c'le

Ia nazarí, qLle supuso una transformación más

amplia. Es en ese extremo en donde se edifica Ia

plataforma de hormigón, clominando las dos calas

que la rodean, La Rijana al O y La Rijanilla o Calade1 Pino al E.

Es, pues, una obra ciestin¿rda al control de lanavegación y en concreto de los dos magníficosfondeaderos qlre representan ambas calas, que nosólo permiten resguarclarse de los vientos, sean de

levante o de poniente, sino clue además se trara de

uno de los pocos puntos en los que es posibleabastecerse de agua clulce en 1¿r misma orilla. Unproblema disrinto es saber en beneficio de quiénse realizaba este control. Parece que 1o más razo-nable es que lo fr,rese del propio Esrado, en primerlugar por las características del edificio del sigloX, que parece aclaptadzr a aposentar a una pequeñaguarnición más c1r,Le a 1a de servir de defensa de

contingentes mayores, aunque esto no implicaque 1zr plataforma, por sus características topográ-ficas, sin,iera de refugio ocasional a la población

cle los ¿rlrededores, en especial a la relacionada conlas actividades marineras. Sirv¿r la comparación cle

estas estrlrcturas defensivas con 1os /:ttsttn-refugios

más cercanos, como los de Olías y el de la rambladel Valenciano. En ellos, como dijimos, no hayrestos de la solidez de los que existen en la Ri jana,

situada precisamente en una de las zonas menospobladas, los acantilados entre Calahonda y Cas-

tell de Ferro. En e11a sólo contamos con un asenta-

miento, el mencionado cle Pico Aguila, que,según ya hemos puesto de relieve, se abandona en

estos momentos, sin que pueda, por el momento,afirm¿rrse clue oriÉlinase un ase ntamiento en ellitoral. Sobre la línea cle cost¿1 no tenemos darosprecisos hasta época nazarí. En esas fechas, a tra-vés de 1a documentación castellana posterior a Iaconquista, encontramos referencias a 1a pesquería

de 1a Rijana, con la que quizás haya que relacio-nar la refortificación de1 lugzrr.

En suma, se trata de un nuevo tipo de estrllc-tura castral cle époczr califáI, distinta de las ante-riores que hemos visto en nllestra zona de estudio.Incluso es posible qlre no sea la única, sino queresponda a un modelo más o menos planificado de

todo el conjunto territorial. De hecho contamoscon un paralelo en Lln punto cercano. Nos referi-mos a1 edificio que preside el Castillejo de Orgiva(45). Aunque muy arrasado por la construcción de

un cortijo en este siglo, presenta similitudes evi-dentes con el de 1a Rijana, tanto por la técnic¿constfuctiva como por su planta rectangular. Es

incluso posible pensar en una cronología similarteniendo en cuenta que hemos recogido abundan-te ce¡ámica califál en superficie. Tén¡¡ase en cuen-ta además que esta estructura defensiva ocupa unazona de paso obligado de la Alpujarra a 1a Costa,tanto a través de1 río Guad¿rlfeo, como por losbarrancos interiores que llevan a los alrededores

de Castell del Ferro.

Hemos de anotar asimismo que se ha halladouna moneda de la época de al-Hakan II en la torredel Zabullón, entre la Rijana y Calahoncla, cons-trucción que se fecha, tal como la conocemos hoy,

en el siglo XVI con seguriclad. Aunque encontra-da luego de r-rn expolio y sin contexto arqueológi-co, nos hace pensar en una posible fortificación de

la Costa, claro está que en relación con los otroscltrtos ya expuestos, que tendría como fin¿rlidad elcontrol del tráfico comercial, la vida agrícola y lapesca en tiempos califales.

It

Page 18: El poblamiento de la costa de Granada en el marco de la formación del Estado islámico.

NOTAS

L l)e gran interés es el artículo de Barceló, Micluel, "Unestuclio sobre la estructura fiscal 1'proceclimicntos conta-

bles clel Emirato de Córdoba". A¡¡¿ Histu'irt et Archeo/ogi-

c¿t lIe¿/jeu / i¿, 1 -(r ( 1 9¡i1- L 9¡i 5), pp. I 5 -7 2.

2. \ülickham, Chrjs, "L Italia et I'AIto Meclioevo". Archnlo-

git llediu'a/t, XV (1988), pp. 105-l2.1, espec. p. 106.

3. Hoff-mann, Ccrc1, Ho/ozátttratigrdphie lr¿/ K¡iste¡tlit¡ients-

/tgttng .t D t/er dilr/¿///.t¡.¡cher,\l ittr/n¡urkiisÍt. Brernen,1 988.

.4. Arteaga Matute, Osrvalclo, "Las ¡ransfornaciones delmedio ambicnte costero cle Salobreña. Causas naturales e

histri¡icas". Clr:o ¿/e confarent)a.t lrouuniada.r cot ¡nalit.'o del

V Cuieuarin de la ircorpartciír de S¿llhrcñ¿ a la Carnu cle

Ca.¡tjlh (l:i89-l 9891. Salol¡reña, 1990, pp. 55-83.Nlalprca Cuello, Antonio y May, I'honas, "La prospec-

ción 1' los rccursos naturales. El paisaje vegetal de 1a zona

de S¿lobreña". II Enruntros sobrt Arqnuiogía 1 Pttrilturtu.La prosptúrht arqrulígiu. Salobreña, 1991 (en prens¿).

5. Ibn Hayyán, Críttird ful ca/iJa Abd¿rrabn¿n lll an-Na)rntrc /os ¿tíias 912 1 912 (a/-llnqubi: V). Traduc. Viguera,

M.'Jesúrs y Corriente, Federico, Ztrtgoz,a, I98i, p. 57.

ó. Ibn Hayyan , CríniL¿ t/e/ ulifa..., p. 62.

1. [] na Crínic¿t L/ilíiliilLt de/ caliJa AhJ ¡/-Ra/:a¿7t¡ lll a/-Nt-7ii-. Edic. y traduc. Levi-Provcngal, E. y García Gómez,

Emilio, N{adrid-Granada, 19)i), p. 101 cle la ¡¡aducción.

8. Jirrénez Mata, M." Carmen, L¿ Gr¿ttt¿/a it/,ín¡ica. Coutri-

l¡t¡itít t ¡r tstruilo geográ[io-po/ítita-adn¡iristr¿tittt a tr¿uí¡ ¿le

t)

LO

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t2

/a topotirttitr. Granacla, 1990,pp. 109y 1Ll.Ibn Havyán, Críniu c/e/ rtliJa..., pp. 1i2-1.13.

Liu Crítica L/il¡iliud..., pp. L1t0-1.11.

Ibn IdiirI, Hi.¡tojre rle /'Af iclrtt et dt /'8.;lagtn iuitttlie a/-

Bttlzrt / ila3rlú, tracluc. por Fagnan, E., Argel, L!01-190.1, 2 vols., rol. II, pp. 101-105.Ibn Hayyán, A/-llrqnbas V. Ed. Chalmet¿, P., N{aclricl,

19r9, p. l¡J.1.

1i. Acién Almansa, Manue l, "Poblamiento 1' fortificación en

el sur clc al-Andalus. L¿ formación de un país cle btsrn. IIICongreso t/e Arqrtulogít Meúu,a/ Española. Ovieilo, 1989,

t. I, pp. 137-150.

1!. Un examen clc csta problemática en Acién Almansa,Manuel, "La ibrmación y destrucción de al-Anclalus".Ilistorit dt /o: preh/o.r le E.tpaña, Tiarras Jronteriza.r (l).

Atcl¡/tcia, C¿lil¿ü'i¿ls. Barcelona, l!li.i, ¡rp. 21-l+5; y del

mismo autoL: "De la conquista musulmana a la época

nazarí,, en t\I'í/aga (tn/. Il). Historia. Granada, 198.i, pp.

16t)-i10.li. Acién Almansa, Manuel, .Poblamicnto y fbrtificacrón...",

pp. 1:12 y ss.

16. A/-Xtryttbi:,1,11, traduc. Guraieb, Joscr E., en Cta¿leruo: de

Hi.¡toria de E.rpaD;2, XXXI-XXXII (1960), p. 1lti.11. Sánchez N{a¡rínez, Manuel, .La cora cle Ilbira (Granada y

Almería) en los siglos X 1 XI. .cqun .tl- LIJ n (l 001-lOBi)". CildLlü'ros cle Histori¿ del L¡l¿nt, 7 (19,-5-1916),

pp. )-¡i1, espec. pp. t9-60.18. I'Ia\rica Cuello, Antonio, .Primeros elementos cle análisis

cle la cs¡ructura del poblamiento cle Almuñécar y su alfoz

a fines cle la Edad Media". Altttitícar. Arqleo/ugld t H)tt,tr)¿, ll, A|n¿ñécar, 198+. fp. 1-5-lr)(). cslÉc. l¡f ]8t-lliti y 397; y Ma$ica CuLello, Antonio y Gtímez Becerra,

Antonio, "La ibrm¿ción cle un tc¡ritorio fionterizo medie-

J6

val: la costa cle Gr¿nacla cle la época musulmanu a la con-

quista castellana,. Frorleras. Artltu/ogla E:pi,t/. 11.Terrrel, L9ti9, pp. 241 -255.

19. Ibn Hayyán, Cnínin del calif a..., p. f .i3.

20. Ma$ica Cuello, Antonio y Gómez Becerra, Antonio, "Laformación...", p.250.

21. Ibn Hayyán, Crín)ca Jel n/i.fu..., p. f .i3.

2¿. I ut ,r', ti..t ,tr''t t .r.... p. I ll .

21. Acién Almansa, ManLLel, "De la conquista musulnrana..,',

24. Acién Almansa, Manuel, "Madlnat al-Zthrá' en el urba-

nisno rrusulm án,. C¡t"t¡/eruo.¡ de lla¿l.uat a/ Z¿/:ri'. I(198u), pp. L 1-26.

25. Maipica Cuello, Antonio, .EstLuctuLa cle poblarmicnto cle

1a Costa de Gran¿da a flnes cle 1¿r Ecl¿cl Media".5¡z¿ll¿¡H j,,u,)..t. Vllr loSLrr. 1,1, l5s-1H6.

26. Malpica Cuello, Antonio, "El territo¡io de la costa o¡i.ntal de G¡anada en época nazarí a la luz cle un testimuniucasrellano cle mecliados del siglo XVI'. (En prensa).

21 . Malpica Cuello, Antonio, "Castrllos y sistemas dcfensjvos

cn las ta a,is alpujarreñas de Sáhil y Suhayl: Un análisis

histórico y arqueológico" . Acta.¡ c/e/ I Cngre.;o de Arqtteo/o-

gía l[edieua/ Española. (Huesca, 1!85). Zaragoza, 1986,

t. III, pp. li7-180, 1' Ma\rica Cuello, Antonio y Gómcz

Becerra, Antonio, "La lormación...', pp. l:i9-2i0.28. Sánchez Martínez, Manuel, "La cora clc Ilbr ra (Granada y

Almería) en los siglos X ¡ XI, scgun 11- Uciri r1OOi-I08))". Cr¿denns dt Histu'i¿ del lsl¿tt, I (I9,11 19,16),

pp. 5-81, espec. pp. 59-60.29. Ibn Hayyán, Al-ilIrc1tdha: III, ecltc. Antuña, M., París,

1937, p. l'15.

30. Gómez Bece¡ra, Antonio y Malpica Cuello, Antonio, "Elpoblamiento meclier'¿rl clc la Cos¡a oriental granadina".III Congre:o c/e Arqrto/ogítt ,\leditL,a/ Lspaño/t. C)r'redo,

1989 (en prensa).

.l i. Gómcz Becerra, Antonio, "Pol¡lamiento altomeclieval cle

la costa granadina: el yacimiento cle Pico Aguila (Gual-

chos-Casteil cle Femo)". Iloi.¡xt dl Ceúro cle E.¡trdiu.¡ H).¡-

tíricos de Gr¿ntd¿ 1' sr Rúnt, 3 (segunda época) (19¡i9),

pp 6c;-7c1.

32. Molina Fajardo, Iiederico y Jiménez Contrcras, Sacramen-

to. "Estado ¿rctu¿l de las excavaciones en la l¿rctoría clc

salazones de 'El Maluelo','. Ahurñícnr, Arqueología t ÍIistt-ria. II (.1981), pp. 18i-2Ori, espec. p. 202.

33. Malpica Cucllo, Antonio, "Historia, arqueología t'¡rris.L-je: la Costa cle Granacla". I Co/oqt)o Hisltcuo ltaliaua Je

Arqtuio,gLt llul)eu¡l. Granacla, 1990 (en prensa).

14 Gómez Bccerra, Antonio y Malpica Cuello, Antonio, "Elpoblamiento mediev¿I...", y Gómez Becerra, Antonro,

"Poblamiento altomedieval...", I¡. 7J.

i5. Bencherifa, Mohammecl, "ALr¡uñécar cn crpoca is1ámie¿

Ahurñíc¿r. Arqneu/ugía e Histoi¿t, IIL Almuñécar, 1986,

pp.2t6-2r1.l6 Acién Almansa, Manuel, "La fb¡mación...", pp. 35-37.i1 . lbn Hayy-rn, A/-,\Irqrabas (1./1. Edic. de Chalmeta, P.,

M¿drid, 1979, p. ,i88 ($ 129).

3ij. Gómcz Becerra, Antonio, "El yacimiento cle EI MararLte

(Torrenueva, Nlotril)". De P¿tern¿ a lTrtral/. NlotrrI,1!!0, pp. l1-17, v Grimez Becerra, Antonio, MalpireCucllo, Antonio y Marín Díaz, Nicolás, "El yacimientcr

meclier'¿L cle El Maraute (Torrenueva, municipio cie

Page 19: El poblamiento de la costa de Granada en el marco de la formación del Estado islámico.

Motril, provincra de Granada)". Attario Arqteoltígico de

Andalrcía, III (1987), pp. 139-146.

Malpica Cuello, Antonio y Gómez Becerra, Antonto, Una

cala qre llanan La Rijana. Arqreolagía 1 paisaje. Granada,

r99r.Gómez Becerra, Antonio, "Cerámica a torneta procedente

de El Maraute. Una primera aproximación ¿ la cerámica

altomedieval de Ia costa granadina. I Ercaeutro de Arqreolo-

gía 1 Patriruanio. La ceránic¿ a/¡onedieual del Sar de ¿l-

Andalu¡. Salobreña.

A comienzos del siglo XVI, en el Apeo de Tmillas, aparece

mencionado el castillo de MoxqueriL (Malpica Cuello,Antonio, Twi//as, alqrería de alfoz sexitana. Granada,

1984,$410y88,i.Sánchez Martínez, Manuel, .La cora de Ilbira...,, p. 57.

Malpica Cuello, Antonio y Gómez Becerra, Antonio, Urza

cala...

Martín García, Mariano, Caste// de Fero, sn castilla 1 torres

ahwn¿res. Ddtls pdra su l:i.rtoria. Granada, 1984, pp. 95-

!8, y Reyes Castañeda, José Luis de los y Rubio Prats,

Matilde, "Estudio arqueológico de las torres de costa en

Ia provincia de Granada". II Congreso de Arqrealagía fuIedie-

rul Espáñlld. Madrid, 1987, t. II, pp. 219-249.

Una primera aproximación a esta fo¡tificactón la reiltzó

Cressier, Patrice, .L'Alpujarra médiévale: une approche

archéologrque". Nlílanges de la Casa de Velázqaez. XIX(1983), pp. 89-124.

Recienremcnre el l\oblrmiento dr l¿ zon¿ ha sidu obiero

de investigación por Trillo San José, Carmen, La A/!uja-rra a fines de la Edad hledia. Granada, 1991.

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Page 20: El poblamiento de la costa de Granada en el marco de la formación del Estado islámico.

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