El perdón es ya no necesitar “contar la historia”.

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G1614 Canadà BN 13252 RT Impreso en EE.UU. El perdón es ya no necesitar “contar la historia”. Somos los autores de lo que pensamos y sentimos. 1901 NW Blue Parkway Unity Village, MO 64065-0001 www.unityenlinea.org

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G1614Canadà BN 13252 RTImpreso en EE.UU.

El perdón esya no necesitar

“contar la historia”.

Somos los autores delo que pensamos

y s e n t i m o s.

1901 NW Blue ParkwayUnity Village, MO 64065-0001 www.unityenlinea.org

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perdón

La

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INTRODUCCIÓN

Todos tenemos momentos en la vida cuando nos sentimos heridos, agraviados o maltratados. En tales momentos, podemos experimentar enojo, amargura o deseos de venganza. Podemos tener la tentación de devolverle el daño a la persona o, por lo menos, alejarnos de ella.

Mas no necesitamos responder de esa manera.

En vez de fomentar el rencor, podemos pedirle a Dios que nos ayude a ver las cosas de manera diferente. Podemos elegir conscientemente cambiar nuestra perspectiva; dejar entrar más luz. Desde otro punto de vista, la situación puede verse completamente diferente. Hasta podemos ver nuestro propio comportamiento de una nueva manera.

A menudo resistimos perdonar a alguien porque pensamos que al hacerlo “se saldrán con la suya”. Pero cuando

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perdonamos, la persona que se beneficia somos nosotros. Estamos aflojando y dejando ir los grilletes de la culpa, el resentimiento y la mala voluntad.

Como las historias de estas páginas lo sugieren, al perdonar a los demás nos liberamos. Abrimos nuestros corazones a Dios. Sentimos que damos y recibimos mayor amor. Sentimos paz.

Esperamos que encuentres útiles y edificantes las herramientas y relatos de este folleto a medida que buscas liberación de cualquier sentimiento negativo que tengas hacia alguien. Pide a Dios que te ayude a perdonar —que te muestre el camino. ¡Y sé libre!

Con amor y bendiciones,

Tus amigos en Unity

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El poder perdonador

del amorpor la Rev. Bárbara Hadley

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Mi esposo, Tom, y yo estábamos criando dos niños pequeños. Cuando el pediatra notó que estábamos bajo un gran estrés a causa de mi cruel madre, nos refirió a un terapeuta. Mamá era una mujer muy difícil quien apreciaba muy pocas cosas en su vida. Yo, como joven madre, estaba exacerbada con las exigencias de mi mamá y las necesidades de mi hogar. Ir a la terapia fue el comienzo de un largo viaje hacia la curación emocional.

Un año Tom y yo fuimos a la ceremonia de la vasija ardiendo en nuestra iglesia Unity. En este servicio sagrado, fuimos invitados a poner los sentimientos heridos y de rencor en las manos de Dios, con la fe de que el amor de Dios sana todas las heridas. Los miembros de la congregación fueron animados a tomar un micrófono y a hablar desde el corazón. Recuerdo una mujer que se puso de pie y contó cómo la relación con su mamá había sido sanada, el milagro que eso representaba y cómo la oración la había llevado al perdón.

Le di un suave codazo a Tom; ambos estábamos pensando en mi mamá. Él se inclinó y me susurró: “No creo que eso ocurra mientras vivamos”. Tanto como deseaba la curación que la otra mujer había experimentado, creía lo mismo que Tom. Mas continué orando de todos modos.

Lo que la mujer dijo resultó ser verdad —y nunca pude haber anticipado cómo sucedería. La Verdad y el amor comenzaron a surgir cuando mi papá falleció de un ataque cardíaco repentino hace ya 10 años. A pesar de lo dolorosa que fue la muerte de mi papá, pareció

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ser que cuando el corazón de papá se rompió, el Espíritu Santo se posó sobre mamá y liberó una mujer completamente diferente.

La mamá que nos había impartido órdenes y exigido atención se había ido. Se convirtió en una persona quien nos decía que se sentía feliz y comenzó a dar las gracias por haberla invitado a cenar o acompañado al médico. El año pasado, la llevamos con nosotros a unas vacaciones familiares a Carolina del Norte. Una mañana sugerí que camináramos por la playa.

“¡No puedo bajar allá!” dijo. “Mis tobillos no me soportarán en la arena”.

“Ven”, la animé, “yo te ayudaré”. La agarré del brazo a medida que daba un paso lentamente, descansaba, daba otro paso y descansaba. Llegamos a la arena y a una silla de lona que había puesto para ella.

Nos sentamos en la playa y mamá dijo: “No puedo creer cómo ha cambiado mi vida, solía estar tan deprimida, tan sola… Nunca pensé que me sentiría bien. Y tú, Tom y los niños —es mejor de lo que hubiera podido imaginar”.

“Sí”, dije, “yo nunca hubiera esperado esto tampoco”. Respiré profundamente y con un corazón abierto le dije: “Te quiero”.

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Perdónpor Gwen Meyer

¡Ah, el perdón! He perdonado tantas veces que puedo hablarte de cada piedra en el ascenso de esa montaña —y cómo se siente cuando ruedo hacia abajo.

Parece que siempre hay algo que perdonar. He pasado por tiempos difíciles, amenazas y abuso entre ellos. De manera extraña, esos fueron los más fáciles de perdonar; estaban tan lejos en mi pasado que el tiempo los silenció. Son los nuevos, los frescos los que causan el mayor dolor. Después de todo, una cosa es perdonar a alguien los que ya no está cerca, y otra totalmente diferente es perdonar una y otra vez a la persona quien se la pasa lastimando la herida. Jesús dijo que perdonáramos “hasta setenta veces siete”, y a menudo hasta ese número no es suficiente. Frecuentemente, por mucho que trate de ver el Cristo en la persona, me desvío considerando la réplica, o la salida perfecta.

Todo de lo que se trata el perdón es de domar lo que decimos. Somos los autores de lo que pensamos y sentimos. Controlamos nuestras mentes y las historias que nos contamos. Al tomar mayor conciencia de cómo estamos

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etiquetando o culpando a los demás, podemos elegir verlos de manera diferente. Podemos dejar ir, no sólo las heridas pasadas, sino las presentes también.

Suena fácil pero no lo es.

He encontrado que la parte de mí que estaba tan mal herida en el pasado se mantiene en guardia y vigilante. Busca cualquier evidencia de que lo que está sucediendo hoy es lo que sucedió antes. Espera los mismos resultados, aunque no estoy consciente de ello. Éste es mi viejo cerebro, el cerebro “reptil”, siempre alerta al peligro. El viejo cerebro reside en la parte más profunda de mi inconsciente, la parte más difícil de acceder que se la pasa comparando cada nuevo acontecimiento con la herida y reviviendo el dolor original.

Sin embargo, podemos sanar. Nuestro instinto primitivo de ver cada situación como una repetición inevitable de una herida previa, puede ser transformado en salud y bienestar. A veces, la transformación proviene de una circunstancia de la vida con un resultado diferente; pero a menudo sucede después que tomamos conciencia de nuestros pensamientos. Podemos reconocerlos, examinarlos y decidir si vemos las cosas de manera diferente conscientemente.

Gracias a la oración, la introspección, las negaciones y las afirmaciones, podemos despertar a la Verdad. Podemos vincularnos de nuevo con la presencia crística en nosotros y en todas las personas. Una vez que reconozcamos su bondad innata, podemos perdonar hasta a quienes nos han causado el mayor dolor. Podemos perdonarnos por habernos sentido heridos y vulnerables, y por haber sido incapaces, por un tiempo, de perdonar. La compasión surge —y la compasión es la gran sanadora.

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El lugar más sagrado de la Tierrapor Tom Baker

Tom Baker es un sacerdote católico quien ahora asiste a la iglesia Unity Renaissance of Chasapeake, en Virginia y a veces es orador invitado.

Mi papá y yo éramos muy diferentes, Él era un ateo y lo proclamaba. Yo era creyente y lo proclamaba. Él era pesimista. Yo era optimista. Él era realista. Yo era idealista. Existía tensión entre nosotros, pero cuando fui ordenado como sacerdote católico la tensión se convirtió en hielo y apenas nos hablábamos. Los amigos de mi papá bromeaban con él diciéndole que era un ateo que engendró un sacerdote. A mi papá eso no le causaba mucha gracia.

Luego, cuando yo tenía un año en el sacerdocio, mi papá comenzó a venir a la iglesia. No todos los domingos, sino de vez en cuando. Se sentaba al frente y movía la cabeza cuando yo decía algo positivo acerca de Dios y cantaba los himnos en voz muy alta y como un cantante de música “country”. Cuando yo celebraba bodas, se sentaba atrás, solo, y sonreía. Era un congregante, sentado entre mis otros congregantes.

Como sacerdote llegas a conocer a las personas como son. Las visitas cuando están enfermas, escuchas sus confesiones, oyes sus oraciones, sabes sus secretos. El

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efecto que esto tuvo en mí fue que abrió mi corazón a las luchas que todos tenemos como seres humanos —he ahí mi papá, otro ser humano con las mismas luchas. En mi mente, él comenzó a ser una persona, en vez de un desencanto.

Un día yo estaba en casa para la cena del domingo cuando mi mamá anunció que tanto ella como mi papá iban a convertirse al catolicismo. Yo me asombré y le pregunté a mi papá que si había comenzado a creer en Dios. Y él se rió y dijo: “¡Por supuesto que no, no he comenzado a creer en Dios! ¡Mas yo creo en usted, Padre! Vamos a ser miembros de la iglesia de Tom Baker”.

Mi ser teológico objetó: ¿¡Ser miembros de la iglesia de Tom Baker!? ¡Todos podríamos ir al infierno por eso!”

En ese momento mi papá y yo pudimos habernos distanciado aun más. Yo pude haberle dicho que desde que había sido ordenado él no me había llamado Padre ni una vez. Y él podía haberme contestado que yo no merecía ser llamado Padre, y que además yo no tenía hijos (hijos ingratos como yo). Y yo podría haber replicado que si él hubiera sido un verdadero padre yo no hubiera tenido que pasar tanto trabajo para llegar a ser el sacerdote que era hoy.

Pero mi ser espiritual notó que mi propio papá cínico me llamó “Padre” y oí su respeto, calidez y confianza en esa palabra maravillosa. En vez de extraños kármicos éramos dos padres que eligieron ser hermanos espirituales. En ese momento elegí que él fuera una persona para mí y él eligió que yo fuera una persona para él.

Martin Buber, el gran filósofo judío, pensaba que la razón de vivir es tener una relación “yo-tu” con las personas

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importantes en nuestras vidas y quizás con las personas no tan importantes también. La mayoría de mi vida he tenido una relación “yo-ese” con mi papá. Yo era una persona y él era un papel que estaba desempeñando de una manera que no me agradaba. Cuando él dijo que creía en mí y me llamó Padre, me abrió el corazón y le permití ser una persona, un “tú”, un misterio sagrado en vez de un papá desilusionante.

Jesús tenía una relación “yo-tu” con todo a quien conocía. El cobrador de impuestos era una persona, una persona en un disfraz furtivo, pero sin embargo, una persona. “Mateo”, dijo, “te conozco”. La prostituta era una persona disfrazada también; de una mujer sin límites y probablemente desesperada, pero Jesús vio a la persona —“María”, dijo, “te conozco”. El leproso era una persona en un disfraz horriblemente desfigurado, pero Jesús vio a la persona —“Te conozco, amigo”, y la lepra desapareció.

Cuando mi padre me dijo que creía en mí y deseaba pertenecer a la iglesia de Tom Baker, finalmente lo vi como persona. Y en lo profundo de mi corazón dije: “te conozco, Paul, amigo valioso”, y nuestro karma desapareció. Un Curso de Milagros tiene una frase que es mi preferida: “El lugar más sagrado de la Tierra es donde un odio antiguo se convierte en amor presente”. Hoy en día, eso es cierto para mi papá y para mí.

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El amor llena mi corazónpor Gwen Meyer

Casi puedo ver a Dios en ti,detrás de esa pared que ambos hemos construido.Yo creo que Dios está allí, porque tú eres Espíritu también.

No te salvas de lo que hiciste,mas yo quiero ser libre.Y no puedo serlo si me aferro a este dolor.

Te libero de cualquier reclamo.Rechazo tu intento de hacerme daño, y me libero de cualquier daño que causaste.

Te amo, te bendigo, te libero.Y me amo, me bendigo y me libero.

El amor llena mi corazón.

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Parada en el umbralpor la Rev. Robyn Plante

Estás cansado de repetir la escena en tu mente: pude haber hecho, si hubiera hecho, debería haber hecho, no debería haber sucedido. Mi esposa no ha debido irse, mi jefe no debería haberme despedido, ese desastre, accidente, esa enfermedad no debería haber acabado con la vida de mi ser querido. Estás cansado de la ira que te carcome por dentro, del resentimiento, la tristeza y la culpa. Los pensamientos negativos giran en tu mente como un hámster en una rueda. Deseas perdonar, pero no sabes cómo.

¿Adivina qué? Estás en el lugar correcto, en el umbral del perdón. En ese primer paso, generalmente pasado

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por alto, del proceso del perdón: reconocer y aceptar nuestros sentimientos.

Cuando nos sentimos traicionados, enojados o desilusionados por algo que alguien dijo o dejó de decir, es natural que las emociones se acumulen. Es parte de ser humano. Cuando recordamos que las emociones son energía en movimiento, podemos dar a esos sentimientos un lugar apropiado para descansar: en un diario personal, en una llamada de teléfono con un amigo en quien confías, con un ministro, un consejero. Cuando damos voz a los pensamientos y emociones que nos irritan, en vez de represarlas (recuerda que lo que resistimos persiste), hacemos lugar en nosotros para que el perdón comience.

El perdón es un proceso y no un acontecimiento que sucede una vez. Jesús sabía esto cuando respondió la pregunta de Pedro acerca de la frecuencia del perdón: “No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” (Mateo 18:22). En otras palabras, perdonamos tantas veces como se necesite para sentirnos en paz o neutrales acerca de la persona o situación. A menudo, esto es como pelar las capas de una cebolla, y con cada capa, dejamos ir un poco más de resentimiento y ganamos un poquito más de paz, hasta que la herida haya sanado completamente.

¿Cómo sabemos cuándo hemos perdonado completamente? Trato de llegar a un punto donde es como pensar en mi codo. Está allí, pero no pienso en él frecuentemente, y eso no tiene ninguna carga emocional.

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El segundo paso en el proceso del perdón es: Está dispuesto a perdonar, listo para dejar ir. Un proceso sencillo y sin embargo efectivo es traer a la persona o situación a la mente y luego orar: “Dejo ir, dejo ir, dejo ir. Perdono, perdono, perdono. Dejo ir y dejo a Dios actuar”. Cada vez que la persona o situación venga a tu mente, repite esta oración.

Si no estamos listos para perdonar, podemos orar para tener la voluntad de perdonar. Si ni siquiera estamos listos para eso, podemos orar por el deseo de tener la voluntad de perdonar. Y si hasta eso parece demasiado, porque el acontecimiento es tan crudo o doloroso, podemos decir una oración de entrega: “Dios, no puedo hacer esto ahora. Ama a esta persona por mí, y algún día, ayúdame a tener paz en mi corazón acerca de esto”. Podemos comenzar el proceso de curación del perdón dondequiera que estemos.

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El perdón tiene muchas formaspor Joyce Flowers

El cuento clásico del perdón es como una película de los años cincuenta. Todo el mundo se disculpa. Todos los personajes terminan sonriendo. Todo tiene un final feliz. “Fin”.

Pero la vida es mucho más rica, compleja e interesante que una película en donde “se vive feliz para siempre”. No podemos esperar siempre que el perdón surja de manera tan natural en otros, en nosotros o en nuestras vidas.

Mi hija se sintió profundamente herida cuando su padrastro y yo nos divorciamos. Cortó todo contacto con él. La herida era profunda. Me sentí terriblemente culpable, pensando que le había quitado a su padrastro. Me decía a mí misma que si yo hubiera podido mantener el matrimonio, ella no se habría sentido herida.

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Años después, a medida que se aproximaba la boda de mi hija, esperaba que ella hubiera sanado lo suficiente para permitir que su padrastro asistiera. Hasta lo contacté para avisarle de este acontecimiento sagrado.

Sin embargo, mi hija no estaba de acuerdo. “Él no es nada mío, mamá”, me dijo cuando le mencioné su asistencia. Cedí. Después de todo, era su boda.

Pero todavía me preocupaba profundamente su falta de deseo de perdonar a su padrastro. Ella lo había amado, hasta adorado la mayoría de su vida. Él era su héroe, su amigo, su confidente. Su partida le lastimó el alma. Ella cambió de ser gozosa a indecisa, de despreocupada a susceptible, de confiada a dudosa. Fue devastador ver eso.

Sin embargo… el tiempo pasa. Sietes años después del divorcio, mi hija rehízo su vida. Tenía éxito como gerente de contabilidad en su compañía, donde había ganado muchos galardones y honores. Había estado felizmente casada por varios años. Su niñita iba a cumplir un año cuando nos encontramos para almorzar.

“Estoy trabajando en un artículo acerca del perdón”, le dije cuando comíamos nuestras ensaladas un día cálido de noviembre con el resplandor del sol de Phoenix bendiciéndonos mientras comíamos “al aire libre”.

“Ay, mamá”, dijo mi hija. “No creo que esto te hiera. Quiero contarte una historia que pienso que ya estás lista para oír”.

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Me dijo que unos meses antes se había puesto en contacto con su padrastro, pidiéndole que se reunieran a almorzar. Primero parecía que el almuerzo nunca iba a tener lugar. Pero por fin se pusieron de acuerdo y los dos se encontraron en el restaurante preferido de mi hija. Ella trajo a su niñita para que él la conociera. Mi hija estaba tanto emocionada como nerviosa.

Me dijo que la reunión estuvo bien. Hablaron por largo tiempo. Ella se sorprendió de lo mucho que él había cambiado en siete años. Reconoció que ella también probablemente había cambiado mucho. Ella me dijo que la reunión le dio un sentimiento de calma y de cierre. Le recordó que ella era exitosa, feliz y decidida. Que ella se había convertido en todo lo que esperaba ser.

Al escucharla, me di cuenta de que yo era la que me sentía perdonada. Ella había sanado y había avanzado. Su padrastro ya no estaba en un pedestal. Y yo estaba aquí, ahora, disfrutando de su compañía y viendo la mujer sorprendente y fuerte en la que se había convertido. Tenía éxito, era feliz, estable; era una mamá y una esposa adorable.

Yo también había avanzado. Había perdonado. Mi ministro me dice que el perdón es ya no necesitar “contar la historia”.

Ese día me di cuenta de que ya no necesitaba contar la historia de mi divorcio. Punto final. Y todo el mundo había hecho lo mejor que pudo.

Mi hija me había perdonado hacía mucho tiempo por el fin del matrimonio. Yo era la que no dejaba ir. Ahora veía por medio de ojos más sabios; aceptándonos y perdonándonos a todos por nuestra humanidad perfectamente imperfecta.

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Llevar un diario para perdonarpor la Rev. Claudell Hefner County

Hace varios años, decidí comenzar una lista de gratitud diaria como práctica espiritual. Me comprometí a escribir cada noche cinco cosas por las cuales estaba agradecida, y luego leerlas de nuevo en la mañana. Comenzar y terminar cada día de esta manera elevaba mi espíritu y fortalecía mi resolución de enfocar mi atención en el bien en mi vida.

Mis primeras listas de gratitud incluían a mi familia, mis amigos, mascotas, mi trabajo, mi casa y la belleza magnífica de la naturaleza. Luego comencé a incluir las acciones de las personas a mi alrededor,

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tales como cuando alguien me brindaba un café; las sonrisas y palabras amables de extraños; conductores que me daban paso en la autopista y el vecino quien paleó la nieve de la entrada de mi casa. Anoté mi gratitud y amor por los muchos gozos en mi vida y por el privilegio de estar en un viaje espiritual hacia el despertar.

Temprano una mañana, me levanté con un pensamiento perturbador acerca de alguien que conozco. Durante casi 10 minutos, me disgusté cada vez más, pensando una y otra vez en las maneras que esa persona me había hecho mal. Mi adrenalina estaba rebosando y escalé a la ira completa.

Este enojo a la larga se disipó, pero fue seguido de otros recuerdos que salían a la superficie en mi subconsciente. Era como si las personas de mi pasado estuvieran haciendo fila para que las juzgara. Sentí un poco de vergüenza por esto, y luego me juzgué por haber hecho juicios.

En este remolino de juicios y sentimiento, finalmente reconocí la lección espiritual que debía aprender. Mi práctica de gratitud había traído a la superficie el dolor que todavía llevaba en mi corazón —temor, ira, culpa y tristeza. Al enfocar mi atención en lo bueno en todo y esforzarme por tener sólo pensamientos positivos, había reprimido mis experiencias y emociones menos que positivas, y las había enterrado vivas. Todavía estaban vivas porque yo aún no las había enfrentado, sentido ni aceptado.

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Una vez que mi corazón se abrió por medio del amor y la gratitud, las compuertas fueron abiertas para que este dolor saliera a la superficie —para sanar.

Comencé a hacer una lista de todas las personas y acontecimientos vinculados con mi dolor. Hice una hoja para anotar mis juicios, el nombre de la persona, el acontecimiento o comportamiento, los sentimientos que tuve, la lección que ofrecía, frases específicas de perdón y/o gratitud, y cualquier acción que fuera necesaria. Mi propósito al hacer esto fue identificar cualquier patrón, represión o negación, y qué podía hacer para lograr una liberación sanadora.

Dos comprensiones claves surgieron: Primera, cuando tomé tiempo para estar callada, pidiendo guía al Espíritu, vi a cada persona como mi maestro, y a menudo como un espejo de mí misma en el comportamiento que estaba juzgando. Estaba proyectando a otra persona algo de mí misma que no me gustaba. Así que mi juicio no era acerca de la otra persona, sino de mí.

Cuando vi a la persona como mi maestro espiritual, sentí perdón y amor casi inmediatamente. No tuve que forzarlo para que sucediera. Mi corazón simplemente liberó el dolor.

Al trabajar con mi hoja de perdón, mi nombre aparece más frecuentemente que los de los demás. Estoy aprendiendo a perdonarme y a aceptar mis errores. Me amo y vuelvo a sentir curación. Y todo está bien.

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Mantener una hoja de perdónpor la Rev. Claudell Hefner County

Somos seres espirituales teniendo una experiencia humana. En nuestra humanidad, somos absorbidos por el mundo e inventamos toda clase de creencias descabelladas acerca de nosotros y de los demás. Olvidamos nuestra verdadera naturaleza espiritual. Admitimos creencias profundas acerca de no ser suficientemente buenos, de ser indignos, de nunca hacer nada bien o, por el contrario, que somos

EJEMPLO DE UNA HOJA DE PERDÓN(No hay manera correcta ni incorrecta de hacerla)

Persona

Acontecimiento o comportamiento

Sentimientos que tuve

Juicios que emití

Lo que fui invitada a aprender Frases de perdón

Acción a tomar, si es necesario

Emilia Dijo que no tenía la cámara que se me había perdido, aunque sí la tenía. Ha tomado cosas mías en el pasado.

Ira, frustración, temor.

“Eres una mentirosa y una ladrona”. “No puedo confiar en ti. No puedo tenerte en mi casa”. Ella dice cosas que piensa que deseo oír, en vez de ser honesta.

Ha habido momentos en los que tomé lo que no era mío, y no dije la verdad acerca de ello. Finjo que soy feliz cuando no lo soy.

“Emilia, me enseñaste a verme y a perdonarme por no siempre ser honesta. Gracias por ser mi maestra. Te perdono y te amo”.

Si Emilia está dispuesta, me gustaría ayudarla a ver que la honestidad es esencial para un vínculo verdadero, y también lo es el perdón. Si ella no está dispuesta a hablar de ello, la mantendré en oración.

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EJEMPLO DE UNA HOJA DE PERDÓN(No hay manera correcta ni incorrecta de hacerla)

Persona

Acontecimiento o comportamiento

Sentimientos que tuve

Juicios que emití

Lo que fui invitada a aprender Frases de perdón

Acción a tomar, si es necesario

Emilia Dijo que no tenía la cámara que se me había perdido, aunque sí la tenía. Ha tomado cosas mías en el pasado.

Ira, frustración, temor.

“Eres una mentirosa y una ladrona”. “No puedo confiar en ti. No puedo tenerte en mi casa”. Ella dice cosas que piensa que deseo oír, en vez de ser honesta.

Ha habido momentos en los que tomé lo que no era mío, y no dije la verdad acerca de ello. Finjo que soy feliz cuando no lo soy.

“Emilia, me enseñaste a verme y a perdonarme por no siempre ser honesta. Gracias por ser mi maestra. Te perdono y te amo”.

Si Emilia está dispuesta, me gustaría ayudarla a ver que la honestidad es esencial para un vínculo verdadero, y también lo es el perdón. Si ella no está dispuesta a hablar de ello, la mantendré en oración.

mejores que los demás. Aprendemos toda clase de mentiras. Mas, al corregir nuestras percepciones, nos perdonamos por pensamientos mal guiados y avanzamos con amor y gratitud. Honramos y apreciamos a todo el mundo como nuestro maestro espiritual.

Mantener una hoja de perdón puede ser una manera poderosa de identificar y sanar recuerdos, sentimientos y juicios que hemos reprimido. A continuación un ejemplo de una hoja de perdón:

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Amanecerpor Joyce Flowers

Descansamos seguros de que el amanecer viene cada mañana.

Cada mañana, nuestro amigo sol renueva su promesa de ayudar a que todo prospere.

Mas son las nubes

las que añaden belleza al amanecer,

sus amargas lágrimas

magnifican el milagro matinal.

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Saber lo que hacemospor Jeanmarie Eck

Cuando los niños cometen errores, es fácil perdonarlos instantáneamente, porque no saben lo que hacen. Pero, ¿y qué de los adultos en nuestras vidas, de quienes esperamos que tomen decisiones amorosas y consideradas que honren nuestra relación personal?

Encuentro más fácil perdonar a las personas que han cometido errores que a las que me han herido intencionalmente —quienes “deberían saber lo que hacen”. Guardo falta de perdón cuando olvido que a las otras, al igual que yo, simplemente tratan de satisfacer sus necesidades, basadas en sus experiencias limitadas. Cuando tomo en consideración lo que sé acerca de ellas y trato de ver el mundo por medio de sus ojos y conocerlas mejor, mi compasión despierta de nuevo. También siento compasión por mí misma, por las veces en que he actuado con dureza en un

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esfuerzo de satisfacer mis necesidades. Al reconocer mi humanidad y la de los demás, perdono y dejo ir.

He aquí una oración para lograr perdonar profundamente:

Estoy envuelto en la paz y el amor divinos, seguro al cuidado de Dios. Siento gratitud por esta oportunidad de sanar dejando ir el pasado y experimentando la Verdad de mi perfección. Centro mi atención en mi corazón, pidiendo que toda herida, todo dolor y decepción sean transformados ahora por medio del poder del amor de Dios. Invoco a la guía divina para que guíe mi atención a cualquier sentimiento agobiante que tenga acerca de alguna persona o situación en particular. Me visualizo dejando ir físicamente cada una de esas cargas, eliminándolas de dentro de mí una a una para poder observarlas en lo externo, fuera de mis apegos emocionales y temores.

Al ver estas experiencias partiendo desde mi naturaleza crística, mi Ser más elevado, reconozco su fuente en el bien infinito. Perdono, y en oración, pido a las personas interesadas que me perdonen por cualquier momento en el que haya actuado desde una conciencia menor que el amor. Voluntariamente me perdono, y sé que en el futuro enfrentaré tales circunstancias desde un conocimiento más elevado.

Reconozco la Verdad de la conciencia crística dentro de cada uno de nosotros a medida que pongo toda circunstancia en manos de Dios. Comienzo de nuevo y siento gratitud.

“Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mt. 11:30).

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Una casa divididapor Thomas W. Shepherd, D. Min.

Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer.—Marcos 3:25

El mundo es una casa dividida. Cada ciudad y pueblo están llenos de personas quienes añoran desesperadamente una reconciliación —con otros y con Dios. Los grandes maestros de la humanidad han demostrado repetidamente cómo funciona la reconciliación, y ésta comienza con el perdón. El dejar ir la ira. Utilizar el poder de eliminación para dejar ir el dolor. Ver al Cristo en la otra persona, sin importar lo ofendido que te sientas, o cuán justificada sea tu indignación.

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El mundo es una casa dividida. Demasiados niños crecen en hogares donde las peleas familiares y el conflicto son cotidianos. Y reconozcámoslo —cuando vives con otras personas, a veces las vas a decepcionar y a veces te van a decepcionar. Ocasionalmente te sientes separado hasta de tus seres queridos más cercanos. Los pleitecitos diarios prueban que aunque tu casa pueda ser tu castillo, eso no te hace un monarca absoluto.

Las riñas no son por falta de amor; no son un fracaso moral. Es simplemente la naturaleza

del ser humano. Las personas tienen días malos, hasta se vuelven flojos en cuanto a las cosas que les interesan apasionadamente. Y los seres queridos no siempre saben lo que te apasiona, no importa por cuánto tiempo hayan estado

compartiendo el refrigerador. Nadie está dentro de tu cabeza, sólo tú. ¿No es mejor separar todo valor moral y ético de las circunstancias que te enloquecen? Probablemente. Cuando los hijos olvidan sacar la basura, no es con el propósito

expreso de enojarte.

Los conflictos familiares son comunes, pero los conflictos también suceden en el trabajo. Guerras de territorio, falta de lealtad y decepción, peleas internas y el comportamiento pasivo-agresivo desperdician tiempo y evitan que los negocios desarrollen su potencial. El lugar de trabajo es una casa dividida, pero la reconciliación es posible

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porque cada persona está hecha a la imagen de Dios, literalmente un templo terrenal del espíritu divino en ellas. Las personas pueden dejar ir la necesidad de vencer a sus compañeros de trabajo. Pueden aprender a trabajar juntos por el mayor bien, porque la unidad de propósito produce consistentemente mayores resultados que esforzarse solo.

La reconciliación es necesaria más allá del lugar de trabajo para sanar divisiones en nuestro mundo. En vez de permitir que nuestras diferencias enriquezcan el mundo, la familia humana permanece destrozada por el prejuicio y el temor, con manifestaciones como racismo, sexismo, homofobia, inequidad de ingreso, pobreza mundial que no se desvanece, puntos de vista religiosos conflictivos y guerras sin fin.

Más allá de la discordia humana, nuestra especie necesita desesperadamente una reconciliación con el ecosistema que nos sostiene. Si nos sentimos separados y superiores a la naturaleza, como si flotáramos en la cima del ecosistema —caminando por calles asfaltadas, paseando por carreteras asfaltadas, nunca tocando el suelo del planeta del cual evolucionamos— es más fácil chupar todo el petróleo y los combustibles de fósiles de las venas de la Tierra, como vampiros de energía, sin mirar atrás. Enajenados de nuestro vínculo orgánico con la Madre Tierra, ¿qué nos importa si el calentamiento global derrite los polos

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o los arrecifes de coral y las selvas tropicales desaparecen, o los océanos se agotan, o especie tras especie de animales terrestres, peces y aves son extinguidas?

Sin embargo hay esperanza.

Está el árbol de Nagasaki. Después de que Estados Unidos dejó caer dos bombas atómicas sobre Japón para terminar con la Segunda Guerra Mundial, los científicos predijeron que por décadas nada crecería en los desiertos nucleares frutos de las bombas. Sin embargo, las plantas resurgieron con bastante rapidez. Y lo más asombroso, un árbol joven y delgado sobrevivió la explosión en Nagasaki; hoy en día es un gran árbol de cuyas ramas retoñan nuevas hojas todos los años.

Al otro lado del mundo en las junglas de África, la naturalista Jane Goodall lleva con ella una hoja del árbol de Nagasaki a medida que lleva a cabo su trabajo con los chimpancés en Tanzania. Goodall encuentra esperanza en la capacidad de recuperación de la naturaleza, simbolizada por esa hoja de

Árbol de Nagasaki.

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Nagasaki. Es como que el Dios de la naturaleza ha dado a la humanidad el regalo del perdón, susurrando a un mundo herido: “Ten fe. Los milagros son posibles”.

El mundo es una casa dividida, pero sólo porque creemos que lo es. Hemos aceptado la creencia errada de separación de nuestro mundo, de nuestro medio ambiente, de nuestros compañeros de trabajo, nuestros vecinos, nuestras familias. Sin embargo, tenemos el poder de sanar la Tierra, nuestro lugar de trabajo y todas las relaciones humanas. Podemos sanar la mente, el cuerpo y los asuntos.

¿Cómo logramos este milagro? Orando por perdón, el cual emana del Cristo morador; afirmando el bien omnipotente a pesar de las apariencias de lo contrario; rehusando caer en la negatividad y aferrándonos a la Verdad aun en los momentos más oscuros de la vida. El perdón proporciona reconciliación a una casa dividida, transformando nuestro mundo fragmentado en un jardín de diversa unidad.

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Perdonarpor Toni Stephens-Coleman

Debo dar amor

para hacer lugar para más.

¡No cierres la puerta!

Tú dices: No te amo lo suficiente,

y me alejas.

Vacía.

¿No ves?

El amor son pequeñas cosas

como tomarse de las manos.

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Hablar acerca de sueños imposibles…

¿Cómo puedo quererte más

que confiar en ti?

¡Abre la puerta!

¡Háblame!

Intercambiemos amor

para que pueda crecer

en nosotros dos.

Permitamos que vaya más allá de nuestra piel.

¡Tómame de la mano!

Debemos regalar amor

para que se expanda.

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El perdón como práctica para el

despertarpor Evelyn Foreman

Jesús nos dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Mi oración ha sido conocer íntimamente a Dios. He pedido una caminata más cercana con el Espíritu y tener una experiencia que expanda tiernamente mi conciencia de pérdida, perdón y prosperidad. Un incidente reciente en mi vida me dio la oportunidad de comprender el amor profundo que es Dios y practicar el perdón radical.

Alguien en mi vida, quien pensé que era una amiga, celebró su cumpleaños y quise darle un deseo de cumpleaños. Estábamos reunidas, le toqué el hombro y le pregunté que si podía darle un abrazo. Ella me miró a los ojos y dijo, “No” y me dio la espalda y continuó hablando con otra persona sin reconocer mi presencia. Como necesitaba estar en mi cita siguiente en unos minutos, no tenía mucho tiempo. Sin embargo, esperé que ella terminara su conversación para preguntarle qué le pasaba. Ella nunca se volteó hacia mí y finalmente tuve que irme. Después la llamé, le envié un correo electrónico y un texto por

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teléfono con la esperanza de que me hablara. No hubo respuesta.

Podría haber sido más fácil para mí olvidar el incidente, recordar que no es mi problema y fingir que no me importaba. A veces me es fácil ignorar lo que no comprendo. En vez de eso, llevé a oración a mi amiga y a lo que había pasado.

La experiencia que había tenido me dejó sintiéndome rechazada, herida y enojada. Me senté experimentando todas las emociones dolorosas que surgieron; humillación, juicio, no sentirme digna ni apreciada. Alguien quien yo había pensado que era mi amiga me dejó sintiéndome ignorada. Me pregunté: ¿Por qué me duele tanto esto? ¿Qué en mí necesita sanar? Ella ni siquiera era una persona extremadamente importante en mi vida.

En el silencio, me di cuenta de que ¡ella era la respuesta misma a mis oraciones! Pedí al Espíritu saber lo que debía hacer. La respuesta fue perdonar. Y lo hice.

En esa instancia, así como en otras, he nacido de nuevo por medio de la práctica del perdón. La palabra “perdonar” proviene del latín per y donare (dar) y significa: Remitir la deuda, ofensa, falta, delito y otra cosa.

Al perdonar a mi amiga de todo corazón, la situación, y más importante todavía, yo, creé más espacio en mi vida. Cuando perdoné, liberé mis sentimientos de tristeza y traición. Liberé la energía estática que

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estaba conservando en mi cuerpo, mente y espíritu. Yo no malgastaba energía albergando rencor, enojo ni tristeza. Al perdonar no seguí acumulando emociones negativas (dolor, resentimiento, queja) e invité y recibí con gozo emociones positivas (paz, gratitud, maravilla).

Esta experiencia aparentemente dolorosa se convirtió en un regalo maravilloso que expandió mi conciencia. Me di cuenta de que mi tristeza estaba en el sentirme traicionada, lo cual había abierto de nuevo una herida de mi niñez acerca del sentirme que ni me veían ni me escuchaban. Mi necesidad de vínculo fue el conducto para el gran dolor que sentí. Al perdonar, me liberé.

En mi deseo de conocer a Dios, he transformado mi comprensión del perdón. La transformación, como la metamorfosis de un gusano a una mariposa, requiere el desprenderse de nuestro viejo ser, un proceso que puede ser doloroso. Sin embargo, el sufrimiento es opcional. Como la mariposa, valerosamente salí de la crisálida y expandí mis alas.

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Regresar al amorpor Jim Rosemergy

(Extracto de su libro Reunión sagrada)

He aquí un proceso de tres pasos para ayudarte a liberar el amor en ti.

Primero, escríbele una carta purificadora a la persona que no te gusta. Saca todos los sentimientos que guardas en ti de manera que puedas sentirlos. Suelta el veneno que te ha limitado e intoxicado tu vida, ¡pero ni se te ocurra enviar la carta! Escríbela, espera tres días, léela de nuevo y quémala ceremoniosamente. He sabido de personas que hasta han creado una especie de altar para quemarla.

Segundo, escribe una carta de bendición para un bebé recién nacido. Bendice a este nuevo ciudadano

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de nuestro planeta con toda la sabiduría, fortaleza, creatividad, bondad y gozo que puedas imaginar. Termina la carta y luego dedica el saludo de la carta a la persona que te reta. Lee la carta cada mañana y cada noche por 40 días. Esta práctica te prepara para el tercer paso.

Envíale un regalo anónimo a la persona que ha sido el objeto de tu consternación. La persona no deberá saber nunca que tú enviaste el regalo. Esta práctica te transformará. Cuando compartes un regalo anónimo, activas la ley de dar y recibir. La ley debe ser cumplida y, en esta instancia, nadie puede satisfacer la ley porque nadie sabe que fuiste tú quien dio el regalo; y el único regalo que Dios puede dar es el regalo de Sí Mismo. Como resultado, habrá un crecimiento en conciencia. Una conciencia de Dios como amor llenará tu ser. Por medio de la gracia has encontrado tu camino a casa; has regresado al amor.

Dar un regalo anónimo bendice al dador, mas también hace que quien lo recibe mire el mundo con nuevos ojos. De repente, la persona encuentra que el universo es amistoso. Ella mira a su alrededor tratando de adivinar quién pudo haber sido. ¿Habrá sido un compañero de trabajo o un familiar? Las posibilidades se multiplican y el misterio hace que sonría.

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Un camino hacia la libertadpor Elari Onawa

Cuando nos permitimos ver al perdón como un camino hacia la libertad, algo poderoso surge. Ese algo es un espacio claro desde el cual podemos vivir y crear. Cuando dejamos ir la culpa, bien sea dirigida a nosotros o a otros, conocemos la paz en el presente y tenemos fe en el futuro.

Mientras alberguemos culpa o historias de agravios en nuestros corazones, no podemos conocer la paz. Es imposible, porque vivir a través del lente de lo que está mal nos roba el gozo y nos ciega a la Verdad del bienestar.

Si nos aferramos a las percepciones de agravios pasados, y proyectamos la responsabilidad por nuestro dolor a los demás, no puede haber esperanza de libertad. Porque al culpar a los

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demás, creamos la ilusión de que la vida nos sucede, en vez de la Verdad de que sucede por medio de nosotros. Olvidamos quienes somos realmente.

Nacemos con un deseo innato de expresarnos desde el Espíritu morador. Nuestra luz resplandece más fuerte y brillante cuando aceptamos el poder de crear partiendo de la belleza de la vida, en vez de sufrir en la ilusión de lucha y dolor.

¿Cómo sabemos cuándo hemos perdonado completamente? Vi una cita atribuida a Oprah Winfrey que señala el camino: “El perdón verdadero es cuando puedes decir, ‘Gracias por la experiencia’”.

Porque perdonamos, recibimos lo que deseamos verdaderamente: los regalos de amor y una conciencia expandida. Evolucionamos como se supone que lo hagamos.

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Yo solía resistirme a la idea del perdón. Pensaba que si creía verdaderamente que yo creaba mi realidad, no había nada que perdonar. Pero entonces me permitía escuchar la conversación dentro de mí. La culpa que una vez cargué estaba apuntada hacia mí, por no ser lo suficientemente perfecta. Me siento feliz de poder decir que he dejado atrás esa historia. Y cuando lo hice, fue como si sintiera que el Gran Espíritu sonreía. Quizás cuando Jesús dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, nos estaba enseñando que cuando culpamos a los demás, nos crucificamos.

Todos somos almas en un viaje, aprendiendo y creciendo espiritualmente. ¡Y los principios de Unity son un maravilloso mapa que nos ayuda a evolucionar con gracia y facilidad!

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1 Dios es la fuente y creador de todo. No existe otro poder duradero. Dios es bueno y está presente en todas partes.

2 Somos seres espirituales, creados a la imagen de Dios. El espíritu de Dios vive en cada persona; por lo tanto, todas las personas son inherentemente buenas.

3 Creamos nuestras experiencias de vida por medio de nuestra manera de pensar.

4 Existe poder en la oración afirmativa, la cual creemos que aumenta nuestra conciencia de Dios.

5 El conocimiento de estos principios espirituales no es suficiente. Debemos vivirlos.

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La pizza de la pazpor Linda Berardi

“El perdón en el corazón se lleva a cabo cuando las paredes de separación en la mente se derrumban”.—Deepak Chopra

Hace tres años, fui forzada a renunciar a mi cargo debido a un escándalo político. Atrapados en una tormenta de

fuego que envolvía a mi jefe, a varios colegas y a mí, fuimos expulsados de los cargos que habíamos tenido por años. Hubo demandas legales; casos impugnados; y la situación escaló tanto dentro de la organización como en la prensa.

Impactada y destrozada, sentí que para lo que había trabajado y lo que había logrado estaban

hechos trizas. Mi mente daba vueltas por lo injustamente que mis colegas y nuestros equipos habían sido tratados.

Entonces un día, en medio de todo eso, algo interesante sucedió. Me preparaba para iniciar una demanda por difamación cuando sentí un tirón en mi siquis hacia la curación. Sucumbiendo al tirón, tomé tiempo bajo el pino enorme en mi patio trasero al lado de un estanque y una

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pequeña cascada para reflexionar. El agua tenía muchas piedras de estanques que habíamos tenido mientras crecíamos, los cuales mi papá construyó meticulosamente con su ojo artístico y oído atento. Este era mi lugar para buscar alivio y vincularme con él de nuevo —recordar las tazas de café y las conversaciones que habíamos compartido junto a sus creaciones acuáticas.

Al sentarme a la orilla del estanque, sus palabras burbujearon a través de los colores brillantes de las piedras mojadas: “Cuando alguien te desilusione o te derribe, ponte de pie y simplemente sé quién eres, y aquellos que tengan una manera de pensar y un corazón afines, estarán contigo”.

Instantáneamente, un campo sembrado de esperanza, curiosidad y una celebración de quien y lo que me importaba más en la vida se abrió vivamente ante mí. Las piedras en el agua se convirtieron en un mosaico duradero que ha enriquecido inmensurablemente mi crecimiento personal y profesional desde ese momento de iluminación.

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El año pasado, dimos testimonios en nuestro caso por difamación en la oficina del abogado defensor y por primera vez, nos encontramos cara a cara con la persona quien nos había despedido dos años antes. Mirándola, sentí que mi mirada se suavizaba, aunque permanecí con mi atención enfocada en lo que tenía que hacer durante la declaración.

Cuando tomamos un receso para almorzar, nos reunimos en la sala de descanso. Todos los abogados de ambos lados compartieron una pizza y conversación ligera a pesar de nuestro intercambio adverso durante el proceso de declaraciones. Fue una yuxtaposición singular de bromas a la hora del almuerzo después de un campo de batalla de estrategias.

Entonces noté que nuestra antigua jefa estaba sentada sola en la sala de conferencia con poca luz al otro lado del pasillo de donde estábamos reunidos. Caminando hacia la puerta, llamé su atención:

“¿Te gustaría unirte a nosotros en la sala de descanso y compartir un pedazo de pizza?” “No, gracias”, dijo al voltearse hacia mí, protegiendo sus ojos de la luz brillante detrás de mí en la puerta.

“Bueno”, dije. “Sólo quería que supieras que eres bienvenida”. Regresé a la reunión en la sala de descanso y me sonreí a mí misma: “Gracias, papá”.

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