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RESUMEN El presente trabajo ofrece una revisión crítica del Paleolítico superior en la Meseta a la luz de los nuevos hallazgos producidos en los últimos años con una síntesis de las evidencias disponibles y su marco cro- nológico. Se interpreta en detalle el asentamiento segoviano de la Peña de Estebanvela. La riqueza de su registro arqueológico, la amplia secuencia cronoestratigráfica que presenta, así como la aplicación en su estudio de una metodología pluridisciplinar, hacen de este yacimiento un referente para el estudio del Magdaleniense en la Meseta. Por último, se muestra una breve revisión de las estaciones con arte rupes- tre del interior peninsular. Palabras clave: Paleolítico superior, Meseta, poblamiento, dataciones, industria, arte, Peña de Estebanvela. ABSTRACT The present work is a critical review of the Upper Palaeolithic of the Iberian Meseta in light of findings made in recent years, including a synthesis of the evidence regarding the area’s settlement and its chrono- logy. A detailed interpretation of the Segovian site of Peña de Estebanvela is provided. The richness of its archaeological record, its ample chronostratigraphic sequences and the multidisciplinary approach to its study have made Peña de Estebanvela a reference for research into the Magdalenian of the Meseta. This work also provides a brief review of the sites of the Iberian interior where rock art is found. Key words: Upper Palaeolithic, Meseta, settlement, dating, industry, art, Peña de Estebanvela. Hace ya unos años, en el congreso de Bañolas, uno de los firmantes de este artículo presentaba una sín- tesis del Paleolítico superior de la Meseta (Cacho y Pérez 1997). El panorama expuesto en aquella oca- sión se ha visto enriquecido estos años por nuevos hallazgos y por la importante contribución del estu- dio interdisciplinar de la Peña de Estebanvela (Segovia), un asentamiento con un rico y variado registro arqueológico (fig. 1). El Paleolítico superior en el interior de la Península Ibérica. Revisión crítica y perspectivas de futuro The Upper Palaeolithic of the Iberian interior: a critical review and research perspectives C. Cacho *, J. A. Martos * , J. Jordá ** , J. Yravedra *** , B. Avezuela ** , J. Valdivia * y I. Martín ** EL PALEOLÍTICO SUPERIOR PENINSULAR. NOVEDADES DEL SIGLO XXI Barcelona 2010: 115-136 ISBN: 84-923961-7-2 * Museo Arqueológico Nacional. Departamento de Prehistoria. Correo-e: [email protected]; juanantonio.mar- [email protected]; [email protected] ** Universidad Nacional de Educación a Distancia. Departamento de Prehistoria y Arqueología. Correo-e: [email protected]; [email protected]; [email protected] *** Laboratoire Traces. CNRS Université Le Mirail. Correo-e: [email protected]

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RESUMEN

El presente trabajo ofrece una revisión crítica del Paleolítico superior en la Meseta a la luz de los nuevoshallazgos producidos en los últimos años con una síntesis de las evidencias disponibles y su marco cro-nológico. Se interpreta en detalle el asentamiento segoviano de la Peña de Estebanvela. La riqueza de suregistro arqueológico, la amplia secuencia cronoestratigráfica que presenta, así como la aplicación en suestudio de una metodología pluridisciplinar, hacen de este yacimiento un referente para el estudio delMagdaleniense en la Meseta. Por último, se muestra una breve revisión de las estaciones con arte rupes-tre del interior peninsular.

Palabras clave: Paleolítico superior, Meseta, poblamiento, dataciones, industria, arte, Peña de Estebanvela.

ABSTRACT

The present work is a critical review of the Upper Palaeolithic of the Iberian Meseta in light of findingsmade in recent years, including a synthesis of the evidence regarding the area’s settlement and its chrono -logy. A detailed interpretation of the Segovian site of Peña de Estebanvela is provided. The richness of itsarchaeological record, its ample chronostratigraphic sequences and the multidisciplinary approach to itsstudy have made Peña de Estebanvela a reference for research into the Magdalenian of the Meseta. Thiswork also provides a brief review of the sites of the Iberian interior where rock art is found.

Key words: Upper Palaeolithic, Meseta, settlement, dating, industry, art, Peña de Estebanvela.

Hace ya unos años, en el congreso de Bañolas, uno de los firmantes de este artículo presentaba una sín-tesis del Paleolítico superior de la Meseta (Cacho y Pérez 1997). El panorama expuesto en aquella oca-sión se ha visto enriquecido estos años por nuevos hallazgos y por la importante contribución del estu-dio interdisciplinar de la Peña de Estebanvela (Segovia), un asentamiento con un rico y variado registroarqueológico (fig. 1).

El Paleolítico superior en el interior de la Península Ibérica.Revisión crítica y perspectivas de futuro

The Upper Palaeolithic of the Iberian interior: a critical review and researchperspectives

C. Cacho*, J. A. Martos*, J. Jordá**, J. Yravedra***, B. Avezuela**,J. Valdivia* y I. Martín**

EL PALEOLÍTICO SUPERIOR PENINSULAR.NOVEDADES DEL SIGLO XXI

Barcelona 2010: 115-136ISBN: 84-923961-7-2

* Museo Arqueológico Nacional. Departamento de Prehistoria. Correo-e: [email protected]; [email protected]; [email protected]

** Universidad Nacional de Educación a Distancia. Departamento de Prehistoria y Arqueología. Correo-e: [email protected];[email protected]; [email protected]

*** Laboratoire Traces. CNRS Université Le Mirail. Correo-e: [email protected]

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1. EL PALEOLÍTICO SUPERIOR INICIALY EL SOLUTRENSE

El Paleolítico superior inicial es escaso por el mo-mento en la Meseta, y la mayor parte de las atri-buciones mencionadas en antiguas referencias bi-bliográficas están hoy desestimadas. Este es elcaso, por ejemplo, de la cueva de La Cantera, enAlcedo (León), donde se menciona la existencia deun nivel auriñaciense, aunque posteriores análisisde su industria le asignan una cronología del Tar-diglaciar. Estos mismos autores revisaron las in-dustrias de El Castro, en Ardón (León), dado a co-nocer por el Padre Morán y localizado en lasuperficie de una terraza del Esla, conjunto que hasido clasificado como Paleolítico superior indeter-minado (Neira y Mallo 1990; Neira et al. 2006).

Otro yacimiento adscrito en su momento al Pa-leolítico superior inicial es el abrigo de La Aceña,en Salas de los Infantes (Burgos), citado como Au-riñaciense superior por Obermaier (1916). Sin em-

bargo, la posterior dispersión de sus materiales im-pide contrastar esta asignación. El Valle de las Or-quídeas, localizado y excavado en la Sierra de Ata-puerca, es el primer lugar de ocupación al airelibre del Pleistoceno superior que ha aportado in-dustria lítica en unos depósitos de terra rossa fe-chados por TL en 27507 ±2295 BP y 29955±2319 BP. Aunque el registro industrial es bastan-te homogéneo y muestra ciertos rasgos del Paleo-lítico superior, como la presencia de piezas de re-toque abrupto, desde el punto de vista tecnológicose asemeja más a otros conjuntos del Paleolíticomedio (Mosquera et al. 2007). En el complejocárstico de Atapuerca, las recientes excavacionesde Cueva Mayor han proporcionado una fecha de30300 ±190 BP. La industria es todavía escasa y seencuentra en proceso de estudio (Ortega et al.2008).

Ya en la cuenca del Duero, sobre una terrazadel río Pisuerga, se sitúa el arenero del Palomar deMucientes, Valladolid, donde se documentaron

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Figura 1. Yacimientos del Paleolítico superior y Epipaleolítico/Mesolítico en el interior de la PenínsulaIbérica.

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tres niveles con una industria lítica abundante y,según los excavadores, homogénea. Una de estasunidades, interpretada como un suelo de cabañacon la presencia de dos hogares y un murete o ali-neamiento de piedras, fue atribuida al Chatelpe-rroniense por su paralelismo con el nivel 10 deCueva Morín, en Santander (Martín et al. 1986).Sin embargo, el carácter de este yacimiento, situa-do junto a un importante taller de sílex atribuidoal Musteriense, y la ausencia de una datación difi-cultan hoy en día su interpretación cronocultural.

En la vertiente sur del Sistema Central se en-cuentra el abrigo de Peña Capón (Muriel, Guadala-jara), cuyo nivel 3 —donde están presentes algunaspuntas de Chatelperrón atípicas— ha sido catalo-gado dentro de los momentos iniciales del Paleolí-tico superior. Esta adscripción ofrece pocas garan-tías si tenemos en cuenta la ausencia de datacionesy el hecho de que los materiales procedan de unsondeo arqueológico realizado a principios de losaños 70 bajo la dirección de Julio Martínez Santa-olalla (Alcolea et al. 1997a; García Valero 2002).

La única evidencia clara de ocupación de laMeseta durante el Paleolítico superior inicial se en-cuentra en El Palomar (Yeste, Albacete). Este abri-go, objeto de excavaciones sistemáticas desde1996, contiene una secuencia que abarca desde elMusteriense hasta el Magdaleniense final. Una desus unidades, nivel IV, con una datación en tornoa 26 ka BP, ha aportado un conjunto lítico carac-terizado por la elevada presencia de piezas écaillé-es y hojitas Dufour. Estas últimas, a partir de losdibujos, podrían tal vez clasificarse como hojitasde dorso (con fino retoque directo), útiles muyabundantes durante el Magdaleniense, pero tam-bién frecuentes en el Gravetiense. En cualquiercaso, resulta difícil precisar con mayor detalle laadscripción cronocultural para esta ocupación,dada la ausencia de datos para el Paleolítico supe-rior inicial en la región (Córdoba y Vega 1988;Vega y Martín 2006).

Con la llegada del Solutrense apenas se modifi-ca el panorama sobre el poblamiento de la Mese-ta, ya que los vestigios de esta etapa siguen siendomuy exiguos.

Si prescindimos de los materiales de Fuente delas Pocillas (Mucientes, Valladolid), relacionadosen su momento con los del Sotillo (Bengoechea etal. 1987), pero que posteriores excavaciones aso-ciaron al Calcolítico (Herrán et al. 1993), no seconoce por el momento ningún yacimiento solu-trense en la Meseta Norte.

Aunque el valle del Manzanares ofrecía la ma-yor concentración de asentamientos solutrenses,

desgraciadamente éstos fueron objeto de recogidassuperficiales o de excavaciones realizadas con lametodología de los años veinte. Por lo tanto, estosmateriales, dispersos hoy en varios museos, care-cen de contexto y, en ocasiones, incluso de proce-dencia fiable (Pérez de Barradas 1929). De ahí quesu estudio se haya limitado a la elaboración de al-gunos análisis tecnotipológicos y a la documenta-ción de la presencia de Solutrense en los arenerosde Valdivia, Martínez, Nicasio Poyato y El Cojo(Baena y Carrión 2002), así como en El Almendroy El Sotillo, entre otros (Martínez de Merlo 1984).

El nivel 2 de Peña Capón ha proporcionado unconjunto de elementos foliáceos bifaciales, entre losque destacan las hojas de laurel de base convexa,las hojas de sauce y las puntas asimétricas, adscri-to al Solutrense medio (Alcolea et al. 1997a; Gar-cía 2002). Se ha indicado, además, la existencia deSolutrense en El Palomar, donde se citan algunosútiles característicos («una punta de aletas y pe-dúnculo, raspadores con retoque plano y una hojade retoque cubriente») procedentes del nivel III. Noobstante, dada la ausencia de dataciones que co-rroboren esta ocupación y el hecho de que el yaci-miento esté aún en curso de estudio, habrá que es-perar a futuras investigaciones para confirmar estainterpretación (Córdoba y Vega 1988).

2. EL MAGDALENIENSE Y ELEPIPALEOLÍTICO/MESOLÍTICO

Al igual que ocurre en otras regiones peninsulares,las evidencias de poblamiento de la Meseta se hacen más frecuentes a partir del Magdaleniense, yen particular del Magdaleniense superior, debido alaumento demográfico que tiene lugar durante elTardiglaciar, lo que conlleva una mayor intensidadde ocupación del territorio (Cacho 1999).

El Magdaleniense inicial aparece bien docu-mentado en la Meseta Norte en la Peña de Este-banvela (Ayllón, Segovia) y en los abrigos de Ale-jandre y Vergara (Deza, Soria), cuyas datacionesradiocarbónicas lo sitúan entre el 15370 ±110 BPy el 14000 ±100 BP. Un sondeo realizado en elabrigo de Alejandre ha revelado la existencia de unúnico nivel fértil (nivel III). Esta unidad estratigrá-fica, que posee un registro arqueológico limitadodebido a la escasa superficie excavada, ha sidoasignada al Magdaleniense inicial y encuadrada enun momento frío del Dryas I (Utrilla et al. 2006).

A esta misma etapa fría del Dryas I parece co-rresponder la ocupación de Vergara. Este abrigo,excavado entre 1996 y 1997, conserva un depósito

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arqueológico con abundante material lítico concen-trado en los niveles c y d. Destacan las hojitas dedorso con fino retoque directo, los buriles y raspa-dores de tipo nucleiforme, así como los perforado-res dobles y «algunos tendentes a la estrella» (Utri-lla y Blasco 2000; Utrilla et al. 2006). En definitiva,una industria que recuerda mucho a la publicadadel abrigo de Buendía (Cacho y Pérez 1997).

Los primeros indicios del Magdaleniense en laMeseta Sur han quedado atestiguados en Jarama II(Valdesotos, Guadalajara). Esta pequeña cavidadsituada en la vertiente sur del Sistema Central pro-porcionó, junto a una escultura de bulto redondorealizada sobre marfil1 con la representación de unmustélido fuera de contexto estratigráfico (fig. 2),un lote de materiales que han sido atribuidos alMagdaleniense inferior a partir del análisis de la in-dustria ósea (Adán y Jordá 1989).

La mayor novedad del Paleolítico superior enla Meseta Sur la encontramos en el reciente ha-llazgo del Abrigo del Monte, la primera cavidadcon signos de ocupación en la comunidad de Ma-drid. Este abrigo, localizado en el Vellón, ha sidoobjeto de dos intervenciones sistemáticas dirigidaspor Gerardo Vega que han revelado la existenciade un nivel de ocupación magdaleniense cuyas fe-chas (14660 ±80 BP y 13570 ±70 BP) parecenapuntar a un Magdaleniense inicial. Éste presentajunto a una «industria lítica, de tecnología lami-nar, varios restos de industria ósea decorada» y al-gunos elementos de adorno sobre caninos de zo-rro (Vega et al. 2008).

Otro yacimiento que podemos encuadrar en es-tas primeras fases del Magdaleniense es el abrigoconquense de Buendía, según se desprende de dosde las dataciones radiocarbónicas publicadas has-ta la fecha. Buendía proporcionó en una recogidasuperficial una buena serie de industria lítica, conun amplio dominio de los buriles, sobre todo es-pesos y nucleiformes (Cacho y Pérez 1997). Noobstante, habrá que esperar a la publicación de lasexcavaciones sistemáticas que están actualmenteen curso bajo la dirección de I. de la Torre parapoder valorar con precisión las ocupaciones deeste asentamiento (De la Torre et al. 2007). Igualasignación cronocultural merecerían los niveles in-feriores (V y VI) de Verdelpino, también en Cuen-

ca, si atendiéramos a las fechas obtenidas por 14C.Sin embargo, los problemas estratigráficos y la re-visión de su secuencia en una excavación posteriorhan invalidado esta interpretación. Por consi-guiente, en la actualidad sólo podemos limitarnosa señalar la presencia de restos de una ocupaciónmagdaleniense (Moure y López 1979; Rasilla et al.1996).

Por lo que se refiere al Magdaleniense superior,se ha mencionado su existencia en las cuevas de LaBlanca y El Caballón, en el núcleo de Oña (Bur-gos), si bien poco más es lo que se puede decir deestos asentamientos debido a la escasez de su in-dustria y al hecho de que fueron objeto de anti-guas excavaciones (Ibero 1923; Corchón 2002).

Dentro ya del ámbito de la cuenca del Duerose encuentra la Dehesa del Tejado de Béjar (Sala-manca), el primer yacimiento de habitación delPaleolítico superior que se da a conocer en la Me-seta. Este asentamiento al aire libre presentaba unsolo nivel de ocupación con una industria líticamuy abundante, caracterizada por su microlitis-mo y de una clara adscripción al Magdaleniensefinal. Los útiles más frecuentes son las hojitas dedorso con un retoque abrupto marginal —muyposiblemente hojitas de fino retoque directo—,aunque también los buriles ofrecen porcentajeselevados en relación a los raspadores. En la De-hesa del Tejado se ha señalado, además, la pre-sencia de un lote de materiales problemáticos:unos nódulos o prismas de cristal de roca conhuellas de uso que indican su utilización comoraspadores o buriles, lo que dificulta su interpre-tación. Asociada a esta industria apareció unaplaqueta en esquisto grabada con un posible an-tropomorfo (Fabián 1986, 1997).

La Peña de Estebanvela ofrece un importanteregistro arqueológico del Magdaleniense superior-final en sus unidades medias e inferiores. No muylejos de este abrigo segoviano, y próximo a los ya-cimientos sorianos de Deza, se sitúa la Peña delDiablo 1, en Cetina (Zaragoza). Este asentamien-

Figura 2. Escultura de bulto redondo en marfil deJarama II.

1. El marfil de esta esculturilla de bulto redondo parece pro-ceder de un colmillo de cachalote, según nos comunicó elProf. François Poplin (Museo de Historia Natural de Pa-rís), quien estudió esta obra de arte mueble en octubrede 2005 durante su estancia en el Museo ArqueológicoNacional y a quien agradecemos toda la información.

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to, con una fecha radiocarbónica bastante recien-te (10760 BP), pero con una industria del Magda-leniense final, ha sido encuadrado en el Dryas re-ciente a partir de los estudios polínicos. A unmomento avanzado del Magdaleniense podría vin-cularse la cueva Bolichera, en Calcena (Zaragoza),de la que por el momento sólo se conoce un arpónde sección circular con una hilera de dientes (Utri-lla et al. 2006).

Los testimonios que, hoy por hoy, tenemos deestas últimas ocupaciones del Tardiglaciar en laMeseta Sur son realmente escasos y se limitan alos abrigos de El Palomar y el Molino del Vadico,en el valle del Segura, Yeste (Albacete). El Palo-mar ha aportado «una rica industria del Magda-leniense final procedente del nivel superior de lasecuencia (nivel I)», que está en proceso de estu-dio. Por su parte, el Molino del Vadico presentaen la base del relleno unos niveles (D1-6) que hansido vinculados al Magdaleniense, aunque la au-sencia de industria ósea y, sobre todo, de datacio-nes impiden una mayor precisión (Vega 1993;Vega y Martín 2006).

Los inicios del Holoceno han quedado bienatestiguados en La Uña, Acebedo, y en El Esper-tín, Burón. Ambas cavidades del noreste de Leónse sitúan en torno a los 1.200 m de altitud, cerca-nas a los pasos naturales de comunicación con lacornisa cantábrica, con la que parecen tener estre-chas relaciones. En La Uña se han diferenciadocuatro niveles. Los dos inferiores se adscriben alAziliense, mientras que los superiores presentantrapecios, algunos de doble bisel, junto a frag-mentos de cerámica neolítica (nivel II) e incluso deEdad Moderna (nivel I). En la industria de los ni-veles azilienses son frecuentes los raspadores cortos, las hojitas de dorso y las puntas, junto anumerosos buriles y varios arpones planos carac-terísticos de esta etapa. Especialmente significati-vo es el hallazgo de varios fragmentos óseos deco-rados con motivos geométricos. También se hadescrito la presencia de un pequeño hogar en cu-beta rodeado de piedras en el nivel III. Sus exca-vadores destacan la ubicación del mismo en el lu-gar más favorable para evitar la acumulación dehumos dentro de la cavidad (Neira et al. 2006).

El Espertín ofrece un único nivel de ocupaciónque fue atribuido en su momento al Magdalenien-se final, pero la posterior aparición de trapecios yla obtención de una fecha radiocarbónica de 7790±120 BP confirmaron su adscripción al Mesolíti-co con geométricos. A las evidencias líticas hayque añadir la presencia de un anzuelo en hueso yuna Trivia perforada (Neira et al. 2006).

Recientemente se ha dado a conocer el impor-tante descubrimiento de La Braña (Valdelugueros,León), cavidad cárstica cercana a La Uña y El Es-pertín, donde han aparecido dos enterramientosmesolíticos que han sido datados en 6980 ±50 BPy 7030 ±50 BP. No existe ninguna industria vin-culada a estos restos humanos situados en posi-ción de decúbito lateral flexionado y en excelenteestado de conservación, pero uno de ellos, La Bra-ña 2, estaba asociado a un conjunto de 24 caninosatrofiados de ciervo. Este yacimiento ha sido in-terpretado como una cueva de uso exclusivamentesepulcral (Vidal et al. 2008).

En el norte del valle del Ebro, en la vertientesur de la Cordillera Cantábrica, se localiza la cue-va de El Níspero (Orbaneja del Castillo, Burgos).En esta cavidad se ha documentado un Epipaleo-lítico medio en las unidades estratigráficas IV y Vque, según los análisis polínicos, corresponderíana un momento templado en el que la fauna con-sumida muestra un dominio mayoritario de lago-morfos, junto a algunos restos de cápridos y caballos. La industria lítica no es demasiado sig-nificativa y sólo destaca una mayor presencia deútiles sobre hojita. La unidad inferior, nivel VI, serelaciona con unas condiciones ambientales rigu-rosas que podrían apuntar a una ocupación du-rante el Paleolítico final o Epipaleolítico antiguo.Los restos de fauna parecen confirmar esta cro-nología, pues se observa un incremento de los cá-pridos y un importante descenso de los lagomor-fos. La industria lítica de este nivel es realmenteescasa y no permite confirmar esta adscripción(Corchón 1988-1989).

Las evidencias de poblamiento durante el Ho-loceno inicial en la Meseta Sur son realmente es-casas, limitándose por ahora a Parque Darwin y alMolino del Vadico, donde se ha mencionado lapresencia de Epipaleolítico en sus niveles inferio-res (Vega 1993).

Parque Darwin está situado al sureste de la ciu-dad de Madrid, en la confluencia de la carreteranacional III y la M30, junto al Puente de la SierraToledana que comunica Moratalaz y Vallecas. Esteyacimiento al aire libre, excavado desde 2005, haproporcionado una fecha radiocarbónica de 8470±70 BP para un nivel arqueológico con una indus-tria lítica caracterizada por las muescas y denticu-lados, que encaja bien en un Mesolítico. No obs-tante, habrá que esperar a la finalización de lainvestigación para obtener una mejor caracteriza-ción. Se ha documentado, además, la existencia dealgunas estructuras de combustión (Pérez et al.2007).

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3. LA PEÑA DE ESTEBANVELA.UN REFERENTE PARA LA INVESTIGACIÓNDEL MAGDALENIENSE EN LA MESETA

El abrigo rocoso de La Peña de Estebanvela se en-cuentra a 1085 m snm. Su altitud y su localizaciónen la vertiente norte del Sistema Central remiten aun entorno de montaña. Situado en las estribacio-nes de la Sierra de Ayllón, en el escarpe ladera dela margen derecha del río Aguisejo, posee una po-sición estratégica privilegiada como lugar de pasohacia las llanuras de Aranda de Duero y hacia laCuenca de Almazán que, a través del Jalón, enla-za con la cuenca del Ebro.

Los estudios zooarqueológicos apuntan que laocupación humana habría tenido lugar durante elfinal del verano, la estación otoñal y su transiciónal invierno; y confirman la variedad de hábitats enel entorno del yacimiento, con ambientes de ro-quedo, boscosos y otros más abiertos, aptos parala actividad cinegética. La presencia del Aguisejohabría proporcionado pesca y el bosque de riberaque lo flanquea variedad de recursos vegetales. Elacceso a fuentes de aprovisionamiento de materiaslíticas es también próximo, con un buen númerode afloramientos de sílex en el arco que recorre elAguisejo-Riaza entre las localidades de Alconadade Maderuelo, Fuentemizarra, Valdevarnés y Ma-deruelo.

Hasta la fecha se han cubierto dos fases de in-vestigación que han permitido realizar diez cam-pañas de excavación sistemática en las que se hanremovido aproximadamente 18 m3 y abierto unos26 m2 de superficie. Los resultados obtenidos enla primera, bajo el programa El poblamiento de laCuenca Alta del Duero durante el Paleolítico su-perior y el Epipaleolítico desarrollado entre losaños 1999 y 2004, han sido objeto de una ampliadifusión científica (Cacho et al. 2001, 2003, 2004,2006b) y publicados de manera detallada en unamonografía (Cacho et al. 2006a). De la segundafase, desarrollada entre los años 2006 y 2009 bajoel proyecto de investigación Grupos magdalenien-ses en el sur del Duero2, se han dado a conocer al-gunos avances (Cacho et al. 2008)3. En la actuali-dad el yacimiento ha pasado a convertirse en el

principal referente de la investigación del Magda-leniense en la Meseta. Esta condición le viene dadafundamentalmente por:

i) la variedad de su registro arqueológico, queincorpora un abundante repertorio faunístico y lí-tico junto a industria ósea, elementos de adorno,arte mueble y estructuras de habitación.

ii) una amplia secuencia que ha sido sometidaa un intenso control cronoestratigráfico y que pro-porciona la serie de dataciones radiocarbónicasmás completa de la Meseta para el Pleistoceno su-perior final.

iii) la aplicación de una metodología pluridis-ciplinar con aproximaciones geoarqueológicas,cronoestratigráficas, zooarqueológicas, tafonómi-cas y tecnológicas (que han sido el principal obje-to de interés del primero de los proyectos) y deanálisis espacial, traceología y reconstrucción am-biental (que se han añadido al segundo de los pro-yectos).

3.1. Interpretación geoarqueológica

No creemos necesario reiterar una detallada des-cripción de la estratigrafía del yacimiento que pue-de consultarse en publicaciones recientes (Cachoet al. 2006a: 53-64), pero sí consideramos conve-niente señalar mínimamente algunos aspectos dela interpretación geoarqueológica de la secuencia.En la excavación de los depósitos pleistocénicos derelleno del abrigo se han diferenciado seis nivelesarqueológicos que de muro a techo son: VI y V(Magdaleniense medio); IV y III (Magdaleniensesuperior); y II y I (Magdaleniense final). La se-cuencia culmina en un depósito estéril desde elpunto de vista arqueológico, constituido mayori-tariamente por fragmentos del conglomerado deltecho del abrigo.

Los materiales del nivel I, e incluso el techo delnivel II, se encuentran afectados por procesos post-deposicionales generados por crioturbación prin-cipalmente en la zona exterior a la altura de laboca de la cavidad, con menor influencia hacia elE y O del depósito (fig. 3).

El resultado es que el contacto entre los nivelesI y II está muy deformado por acción de la crio-turbación en este sector. Con posterioridad a la se-dimentación de la secuencia y a la actuación de losprocesos de crioturbación tuvo lugar, durante elHoloceno, otro de erosión. Su origen se encuentraen la acción del agua de escorrentía que cae por lacornisa del abrigo.

2. Este proyecto de investigación ha sido desarrollado den-tro del Convenio de colaboración de la Junta de Castilla yLeón con el Consejo Superior de Investigaciones Científi-cas, con el código de proyecto CyL-14-40.024.0002.01.

3. En esta ocasión los datos que presentamos sobre el re-gistro arqueológico y faunístico de la Peña de Esteban-vela incluyen la campaña de 2008, pero no la de 2009cuyos materiales aún se encuentran en fase de estudio.

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3.2. Interpretación zooarqueológicay tafonómica

Se han recuperado más de 54.000 restos óseos demacro y microvertebrados. Los taxones represen-tados son acordes a la variedad paleocológica de laque disfrutó el entorno del yacimiento: malacofau-na (10 especies), ictiofauna (1 especie); herpeto-fauna (7 especies); avifauna (7 especies); microfau-na (13 especies) y macromamíferos (11 especies).La fragmentación es bastante elevada y, aunque laconservación es buena, las superficies óseas semuestran algo alteradas. Esto no ha impedido quese hayan preservado antiguas evidencias de activi-dad humana, que permiten afirmar que el ser hu-mano fue el principal responsable de los animalesaportados al yacimiento.

La actividad antrópica indica que diversos ta-xones como el caballo, el ciervo, la cabra, el corzo,el asno salvaje, el rebeco y carnívoros como el lin-

ce fueron aprovechados cárnicamente según sedesprende de las marcas de corte documentadas enlos niveles I, II y III. Junto a estos animales, hayque destacar también las trazas localizadas sobrediversos restos de lagomorfos en las unidades I, IIy IV. No se han identificado por el momento mar-cas de corte sobre los restos de aves, ni evidenciasdirectas de intervención humana, pero posible-mente tanto las aves, como las truchas procedentesdel río Aguisejo, formaron parte de la dieta.

El análisis de los perfiles esqueléticos y los datostafonómicos evidencian que las presas eran trasla-dadas completas al yacimiento, donde eran des-carnadas y consumidas totalmente, como así lo de-muestran las marcas de corte y percusión. Laescasez de restos quemados hace pensar que la carne, de cocinarse, debía hacerse una vez descar-nada, ya que los huesos no presentan casi altera-ciones térmicas. Esto mismo nos sugiere que lagrasa de los huesos axiales y de las epífisis no fue

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Figura 3. Topografía de la superficie de excavación en la Peña de Estebanvela.

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aprovechada, y que tampoco se siguieron estrate-gias dedicadas a la eliminación de residuos.

Los datos referentes a la estacionalidad revelanque el abrigo se ocupó en el nivel I durante la es-tación otoñal. En el nivel II, aunque de momentolos datos disponibles son escasos, apuntan a quetuvo lugar durante la transición del verano al oto-ño; mientras que las ocupaciones del nivel III re-miten al momento de paso hacia el invierno. Elresto de la secuencia arqueológica presenta tam-bién evidencias faunísticas, pero la peor conserva-ción de los restos, su menor representatividad, laelevada fragmentación y, sobre todo, la menor ex-tensión de superficie excavada impiden obtenerdatos concluyentes sobre estacionalidad.

Junto a la acción antrópica también se ha reco-nocido la intervención de otros agentes, como lasaves y los carnívoros. Así, algunos huesos de la-gomorfos presentan evidencias de haber sido pro-cesados por estos animales. Además de su impli-cación en el aporte de ciertos recursos como loslagomorfos, la presencia en bastantes huesos desus marcas de diente demuestra la incidencia de loscarnívoros sobre parte de los despojos óseos aban-donados por el ser humano, en especial en los ni-veles I, II y III.

3.2. El registro arqueológico

Industria lítica y ósea

La colección de material lítico (campañas 1999-2008) reúne un total de 45.155 piezas según la si-guiente distribución por categorías tecnológicas yunidades estratigráficas (tab. 1).

El conjunto ha sido sometido a un extenso es-tudio tecnológico y tipológico (Cacho et al. 2006a,

2006b), por lo que aquí nos limitaremos a presen-tar una caracterización general de la industria ba-sada en los resultados obtenidos entonces, con da-tos actualizados hasta la campaña de 2008.

El sílex es la roca más representada, alcanzandoel 94,2% del total de la industria lítica. El resto dematerias utilizadas son cristal de roca (2,5 %),cuarcita (1,8 %), cuarzo (1,3 %) y, de manera muyresidual, caliza (0,06 %). El bajo porcentaje deproductos corticales (8,12 %) relacionados con losprimeros momentos de la talla, así como el escasonúmero de núcleos y productos de acondiciona-miento recuperados, nos llevan a mantener que eltratamiento inicial de los nódulos de sílex se reali-zó en los lugares de abastecimiento y que, en granmedida, la materia llegó ya formatizada al yaci-miento. Hemos identificado diferentes variedadesde sílex opalinos, probablemente obtenidos en unárea cercana, a una veintena de kilómetros, juntoa otros sílex cuyas fuentes han de encontrarse amayores distancias. El estado de la industria líticaes en conjunto fresco y la única alteración signifi-cativa es la desilificación (7,4 %). Se detectan tam-bién alteraciones por acciones térmicas (1,3 %) y,con porcentajes inferiores al 1 %, otras como ro-damiento acusado, pátinas y dobles pátinas o seu-dorretoques.

Los sistemas operativos identificados no varíana lo largo de la secuencia, observándose una pre-ferencia por los prismáticos bipolares y unipola-res, que serían los responsables de la fabricaciónde la mayor parte de las hojitas, junto a un terce-ro alternante que sigue un proceso de reducción delos núcleos iniciado en cualquiera de los dos es-quemas anteriores para terminar incorporando su-cesivos planos de explotación. Este último sistemaestaría vinculado a una producción más oportu-nista de soportes laminares. En conjunto puede de-

Tabla 1. Distribución de material lítico por categorías tecnológicas en cada unidad estratigráfica y vo-lumen de sedimento excavado (1999-2008).

Categorías tecnológicas U.E. I U.E. II U.E. III U.E. IV U.E. V U.E. VI Totales

Lascas 1.246 1.285 1.005 181 73 78 3.868Hojas 965 1.041 578 78 52 35 2.749Hojitas 1.237 1.425 1.763 456 114 59 5.054Acondicionamiento 116 77 116 38 8 20 375Núcleos 32 35 58 10 2 3 140Restos de talla 8.433 13.276 8.252 1.693 574 239 32.467Chunks 56 304 133 4 3 1 502

Total 12.085 17.443 11.905 2.460 827 435 45.155

m3 5,2 2,9 4,8 1,1 0,5 1,1 15,8

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cirse que la producción lítica está orientada a laobtención de productos laminares tallados prácti-camente de forma exclusiva sobre sílex y donde elsistema operativo más utilizado sería el que ex-plota núcleos mediante extracciones paralelas oconvergentes desde una y/o dos plataformas depercusión. El predominio de las semiaristas(63,8%) entre los productos de acondicionamien-to puede ponerse en relación con preparaciones delos frentes rápidas y poco cuidadas. Las caracte-rísticas físicas y la calidad de la roca empleada ha-brían jugado un papel significativo en la elecciónde la secuencia de reducción del núcleo utilizada.Desde el punto de vista tipométrico cabe destacaruna selección generalizada de los soportes másalargados para la confección de los útiles, tenden-cia que se mantiene en toda la secuencia.

Al analizar los conjuntos retocados (tab. 2) ob-servamos que los útiles sobre hojita son, junto conlos raspadores cortos, los tipos más frecuentes enlas unidades I y II. A estos hay que añadir la pre-sencia significativa de hojas retocadas con retoqueescaleriforme en el nivel superior. En el nivel III, ymás aún en el IV, los buriles empiezan a adquirircierta representatividad, pero sigue existiendo unamayor frecuencia de los raspadores y, sobre todo,de las hojitas de dorso único, doble y de fino reto-que directo. Por último, las dos unidades inferio-res, a pesar de sus escasos efectivos, reflejan uncambio en la composición tipológica al superar losburiles, en su mayoría sobre truncatura, al grupode los raspadores. Este hecho, ligado a otras va-riantes ya señaladas en estas unidades inferiores,como la mayor variedad en la selección de las ma-terias, nos habla de un proceso de transformacióntecnotipológica, que habrá que valorar adecuada-mente cuando contemos con un mayor registro delos niveles V y VI.

Los niveles I y II parecen pertenecer a un mis-mo momento cultural, con una industria lítica ca-

racterizada por unos valores elevados de útiles so-bre hojita y una presencia significativa de puntas(incluidas las azilienses) seguida por los raspado-res, preferentemente cortos. Estos caracteres, jun-to a la importante proporción de grandes hojas re-tocadas y la existencia de agujas, llevan a atribuirestos niveles al Magdaleniense final. En el valle delHenar se encuentra la Peña del Diablo 1 (Cetina,Zaragoza) con fechas radiocarbónicas contempo-ráneas a las de los niveles I y II de La Peña de Es-tebanvela (Utrilla et al. 2006). Su industria líticamuestra diferencias importantes, ya que los buri-les (en nuestra opinión los más espesos podrían serauténticos núcleos como ocurre en Buendía) do-minan frente a los raspadores, aunque aquí tam-bién el grupo de hojitas de dorso es numeroso sinalcanzar las puntas el mismo peso que tienen en elnivel I de la Peña de Estebanvela. A este mismomomento podría pertenecer tipológicamente la se-rie lítica de la Dehesa del Tejado (Béjar, Salaman-ca), si bien carece tanto de un contexto geoarqueo -lógico como de dataciones radiocarbónicas. Faltanestudios tecnológicos detallados para industriasatribuibles a este momento del Magdaleniense quepudieran servir para comparar con los datos queen este sentido nos proporciona La Peña de Este-banvela.

Las ocupaciones humanas del abrigo represen-tadas en los niveles III y IV se sitúan, según las da-taciones radiocarbónicas, en un momento avanza-do del Magdaleniense superior, afirmación que seve también sostenida en los repertorios líticos, quemuestran un paulatino incremento en los burilesfrente a los raspadores. Una datación similar a es-tos dos niveles proviene del nivel V de Verdelpino(Cuenca) (Moure y López 1979), pero no existenhasta la fecha paralelos conocidos para las indus-trias de estos niveles en la Meseta.

Las dataciones radiocarbónicas obtenidas parael nivel VI permiten pensar en un Magdaleniense

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Tabla 2. Distribución de piezas retocadas por unidad estratigráfica y porcentaje sobre el total del re-pertorio lítico de cada unidad estratigráfica (1999-2008).

Unidades estratigráficas Número de piezas retocadas % sobre el total del conjunto

U.E. I 588 4,86U.E. II 512 2,93U.E. III 329 2,76U.E. IV 55 2,23U.E. V 41 4,95U.E. VI 40 9,19

Totales 1.565 26,92

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medio que puede relacionarse con las fechas obte-nidas en el abrigo de Vergara (nivel 5d) (Deza, So-ria). En algunos aspectos su industria también re-sulta semejante, así sus niveles c y d proporcionanun índice de buriles cercano al de las unidades in-feriores de La Peña de Estebanvela y lo mismoocurre con el grupo de los raspadores (con valoresrelativamente bajos) y los dorsos. Con una fechaligeramente más antigua en el abrigo Alejandre,también en Deza, encontramos una serie lítica si-milar a la de Vergara (Utrilla y Blasco 2000: 21).En la vertiente sur del Sistema Central, y bastantepróximo a La Peña de Estebanvela, se encuentra elyacimiento de Jarama II (Valdesotos, Guadalaja-ra), con un lote de materiales líticos poco signifi-cativo pero con un arte mueble y una industriaósea atribuidos al Magdaleniense inferior (Adán yJordá 1989). Existen en la Meseta Sur otros dosyacimientos en la provincia de Cuenca que por susdataciones pueden considerarse contemporáneosdel nivel VI de La Peña de Estebanvela, Buendía yVerdelpino (nivel Vb), pero sus industrias difierenpor: (i) un elevado número de buriles (con pesoimportante de los nucleiformes y espesos), si bien

en nuestra opinión en el caso de los espesos debie-ran probablemente considerarse como núcleos dehojitas; y (ii) la presencia de las hojitas de fino re-toque directo, tipo ausente en el nivel VI de LaPeña de Estebanvela.

La industria ósea de La Peña de Estebanvelaes relativamente escasa, aparece casi siempre bas-tante fragmentada y ha sido elaborada preferen-temente sobre hueso. Los tipos óseos más fre-cuentes en este repertorio son los objetos de usocotidiano, agujas y punzones, siendo las prime-ras particularmente numerosas en las unidadesestratigráficas superiores (tab. 3). Por el contra-rio en las unidades medias, y más aún en las in-feriores, son más usuales las azagayas, general-mente de sección triangular y de pequeñasdimensiones, aunque hay algunas excepciones.Este es el caso de una pieza del nivel III que pre-senta una fractura en lengüeta en su extremidaddistal causada probablemente por un impacto. Setrata de una azagaya de base masiva apuntada,de sección subcircular, fabricada sobre asta, la demayor tamaño del registro óseo con unos 10 cmde longitud (fig. 4).

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Tabla 3. Distribución de la industria ósea por unidad estratigráfica y tipos.

U.E. I U.E. II U.E. III U.E. IV U.E. V U.E. VI Totales

Punzón 4 7 - - - - 11Azagaya 1 2 3 - - 4 10Aguja + lengüetas 8 2 2 - - 2 14Otros 3 2 - - - - 5

Totales 16 13 5 6 39

Figura 4. Azagaya de base masiva del nivel III de la Peña de Estebanvela.

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Estructuras de combustión y otrasevidencias espaciales significativas

En La Peña de Estebanvela se han excavado tresestructuras de combustión localizadas en el sectororiental del nivel II, atribuido a un Magdaleniensefinal (Cacho et al. 2006a). Su íntegra preservacióncon apenas algunos cantos desplazados evidenciaque los procesos postdeposicionales, que hemosseñalado afectan a este nivel, han sido poco signi-ficativos en el sector donde se hallan los hogares.Se trata de tres hogares en cubeta con fondo planodelimitados por bloques, dos de ellos con unas di-mensiones ligeramente superiores a un metro dediámetro y una potencia de relleno de cenizas entorno a los 10 a 15 cm. La presencia de restos líti-cos o faunísticos en el interior de estas estructurasde combustión es poco significativa. Este es elprincipal argumento para descartar su uso rela-cionado con actividades domésticas de tipo culi-nario o de transformación y tratamiento de mate-rias primas líticas. La asociación de un grannúmero de cantos de cuarcita, cuarzos y calizas ensu interior, calentados intencionadamente (los re-montajes de estos cantos evidencian fracturas tér-micas), apuntan a actividades relacionadas con elaprovechamiento de los mismos como acumula-dores de calor.

Especial interés merece también para conocerla organización espacial dentro del asentamientoel hallazgo realizado de una concentración de sí-lex en este mismo sector oriental del abrigo, peroen el nivel III. Se localiza en una zona de contacto

entre sedimentos calcáreos compactos y estériles(posiblemente la roca base del abrigo alterada) yel depósito arqueológico. Lo interesante es queeste sedimento estéril parece haber sido recortadointencionalmente en este sector. Las piezas apare-cen dispuestas en una pequeña superficie de unos25 cm2 prácticamente apiladas. Todo el conjuntoestá elaborado en un mismo tipo de sílex opalinode excelente calidad y poco habitual en el reperto-rio lítico del yacimiento. Se trata principalmentede grandes núcleos apenas desbastados con una odos extracciones, y lascas de descortezado de bue-nas dimensiones que remontan entre sí a excep-ción de cuatro pequeñas lascas. Consideramos po-sible interpretar esta concentración como unespacio que podría haber sido utilizado de alma-cen o reserva de materia prima. Durante los tra-bajos de excavación han seguido apareciendo enesta zona, a unos 80 cm de distancia de la anteriorconcentración, y siempre en el contacto entre el se-dimento calcáreo y el relleno sedimentario, variosnúcleos más de gran formato. En esta ocasión sepresentan de forma más dispersa y, en un caso, sugrado de explotación es mayor (un núcleo pris-mático), pero siempre en la misma materia prima.Esto permite plantear la hipótesis de la existenciade un área de talla, ligada a esta zona de almace-naje de materia prima, aunque sólo el detalladoanálisis espacial en curso de realización propor-cionará argumentos para una correcta interpre -tación de estas evidencias (fig. 5).

En el abrigo Vergara, en niveles cronológica-mente contemporáneos al nivel VI de La Peña de

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Figura 5. Concentración desílex en el nivel III de la Peñade Estebanvela.

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Estebanvela (Magdaleniense medio), se documen-ta una cubeta excavada en forma circular, con unapéndice en cola, que podría estar relacionada conun hogar, aunque sus excavadores no descartanque su origen se deba a alteraciones postdeposi-cionales. Este nivel d se interpreta, además, comoun área de talla con acumulaciones de material se-mejantes a las descritas para el nivel III de La Peñade Estebanvela (Magdaleniense superior), en estecaso con una reserva de núcleos junto a la pareddel abrigo, si bien nuevamente no se descarta quepuedan haberse desplazado a ese lugar por desli-zamiento gravitacional debido al buzamiento delos niveles y su morfología esférica (Utrilla et al.2006: 184-185). Las dudas sobre el origen antró-pico de estas acumulaciones y estructuras minimi-zan seriamente, en nuestra opinión, el alcance delas interpretaciones sobre el uso del espacio.

Elementos de adorno y expresión gráfica

La colección de adornos-colgantes está formadapor 39 gasterópodos y 3 caninos atrofiados deciervo. Todas las especies de moluscos representa-das son marinas excepto el Theodoxus fluviatilis.Su repartición por niveles se expresa en la tabla 4.

El conjunto más espectacular del registro ar-queológico es el arte mueble, localizado funda-mentalmente en los niveles superiores. Está for-mado por una serie de casi 40 piezas decoradassobre pequeños cantos planos alargados, en sumayor parte de esquisto (fig. 6). Su decoración,con finas incisiones, forma motivos mayoritaria-mente geométricos. Aunque hay algunos escaleri-formes y zigzags, el motivo recurrente está formado por dos series de trazos paralelos enfren-tados y perpendiculares al eje mayor del soporte.En un reciente trabajo (Mazo et al. 2008) estaspiezas han sido interpretadas como posibles cóm-

putos lunares. Sin embargo, si tenemos en cuentaque la uniforme morfología de estas incisiones pa-rece indicar que fueron realizadas con gestos con-tinuos y repetidos, sin apenas interrupciones y, porlo tanto, necesariamente ejecutadas en un corto es-pacio de tiempo, resulta poco probable que el ar-tista, o artistas, hubieran querido contabilizar unacontecimiento dilatado en el tiempo. Igualmente,se advierte la realización de diversos trazos sin unaintención clara de singularización, ya que éstos seentrecruzan, superponen e incluso solapan, lo querefuerza la idea de una ejecución rápida. Por últi-mo, la evidente preferencia por los cantos de as-pecto más o menos oblongo, junto con la disposi-ción sistemática de los trazos en el centro y, conmayor frecuencia, en el tercio superior de la su-perficie decorada nos incita a pensar que más biennos encontramos frente a algún tipo de represen-tación de la que ignoramos el significado. Estemismo motivo geométrico lo encontramos enotros yacimientos franceses de similar cronología,como: Rochédane, Pages, Gourdan, Dufaure o Es-

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Tabla 4. Distribución de adornos-colgantes por unidad estratigráfica y especies.

U.E. I U.E. II U.E. III U.E. IV Totales

Cyclope neritea 4 3 11 1 19Trivia arctica 1 2 5 - 8Trivia pulex - 1 1 - 2Littorina obtusata 1 - 1 - 2Nassarius reticulatus - 1 - - 1Theodoxus fluviatilis - 2 4 - 6Indet. - - 1 - 1Cervus elaphus 1 1 1 - 3

Totales 7 10 24 1 42

Figura 6. Plaqueta decorada del nivel I de la Peñade Estebanvela.

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peluges y es reflejo de un simbolismo común al fi-nal del Paleolítico. Por último, destacan dos piezascon figuraciones de caballos, que aparecen en uncaso superpuestas a los motivos geométricos (Ca-cho et al. 2006a).

4. EL ARTE RUPESTRE EN LA MESETA

Hoy por hoy no resulta posible relacionar los si-tios de habitación con las estaciones de arte ru-pestre conocidas en la Meseta, ya que no se hanlocalizado yacimientos, como ocurre en el entor-no de Foz Côa, donde ambos aparezcan asociados.De ahí que estos conjuntos rupestres se daten aten-diendo a sus estilos artísticos, algo que resulta bas-tante impreciso ya que «las figuras parietales sonen la mayor parte de las veces infechables» (Bal-bín y Alcolea 1994: 102). Estas manifestacionesartísticas, bien documentadas en toda la Meseta,nos hablan de los frecuentes movimientos de losgrupos humanos durante el Paleolítico superior re-ciente, aunque poco más es lo que se puede añadirdebido a la imposibilidad de fijar una cronologíaconcluyente para las estaciones de arte rupestre.Puesto que el objetivo de este artículo es el estudiodel poblamiento de la Meseta durante el Paleolíti-co superior/Epipaleolítico, hemos decidido tratarestas estaciones de arte rupestre de una manera so-mera ya que, salvo la confirmación de la ocupa-ción de este territorio, es poca la información quenos proporcionan sobre este aspecto.

En la Meseta Norte, el conjunto burgalés for-mado por Penches y Palomera presenta una ciertaunidad y una estrecha relación con otras cavidadesdecoradas de la cornisa cantábrica. La cueva dePenches, en Barcina de los Montes, ofrece exclusi-vamente representaciones grabadas de cápridos,atribuidas por algunos autores al Estilo IV antiguo(Balbín y Alcolea 1994) y, por otros, al Estilo IV re-ciente o Magdaleniense superior (Corchón 2002).

La cueva Palomera está integrada en el comple-jo cárstico de Ojo Guareña, en Merindad de So-toscuevas. El conjunto parietal paleolítico siluetea -do en negro de la Sala de las Pinturas está formadopor bóvidos, ciervos y antropomorfos, entre otrasrepresentaciones. Su estilo atípico es bastante pe-culiar, lo que ha dificultado considerablemente sudatación. Recientemente se han obtenido varias fe-chas radiocarbónicas de los pigmentos que permi-ten adscribir estas figuras al Magdaleniense final-Aziliense, aunque existe otra fecha anterior (15600±230 BP) de carbón vegetal asociado a unas pisa-das humanas de la Galería de las Huellas, que nos

indicaría un uso de la cavidad desde el Magdale-niense inicial (Corchón et al. 1996).

En el valle del Duero se encuentran Siega Verdey Domingo García, dos importantes estaciones dearte rupestre al aire libre. Siega Verde, en Villar deArgañán (Salamanca), ha sido ampliamente tratadaen numerosas publicaciones. Está situada en la mar-gen izquierda del río Águeda, sobre lajas de esquis-to en las que aparecen grabadas con la técnica delpiqueteado, si bien existen algunas incisiones de tra-zo fino, grandes figuras de caballos, bóvidos, cérvi-dos y cápridos. La representación de fauna fría (unposible megaceros y un rinoceronte lanudo) y el usode algunas convenciones técnicas han llevado a susinvestigadores a incluir este conjunto en el Estilo IIIavanzado-IV antiguo (Alcolea y Balbín 2006), aun-que no todos los autores comparten esta opinión(Utrilla et al. 2006). El arte paleolítico de DomingoGarcía (Segovia) era conocido desde el descubri-miento en los años setenta de la figura del gran ca-ballo piqueteado. Posteriores trabajos en los añosnoventa permitieron localizar más de un centenarde representaciones animales trazadas con finas in-cisiones. Estas manifestaciones se extienden por elCerro de San Isidro, la Dehesa de Carbonero, Mi-gueláñez, Valdebernardo y Santa María la Real deNieva. El repertorio iconográfico es muy similar alde Siega Verde: el caballo es la especie más frecuen-te, junto con los cérvidos y, en menor proporción,cápridos y bóvidos. Este conjunto ha sido encua-drado en el Solutrense final- Magdaleniense inicial(Ripoll y Municio 1999).

La cueva de La Griega, en Pedraza (Segovia),fue dada a conocer por Almagro Gorbea (1971),quien atribuyó sus grabados al Auriñaciense. Pos-teriormente, una revisión de G. Sauvet y S. Sauvet(1983) la situó en el Solutrense (transición del Es-tilo II al III), cronología que se ha visto modifica-da tras el estudio en detalle de Corchón (1997). LaGriega contiene «29 signos y 90 figurativos, zoo-morfos y antropomorfos» grabados, siendo el ca-ballo el animal más representado. Se han estable-cido cuatro fases de ejecución en este conjuntorupestre situadas entre el Solutrense final y elMagdaleniense superior.

A un momento avanzado del Magdaleniense(Corchón 2002: 117) parece adscribirse la obra dearte mueble denominada como «placa de Villal-ba», procedente de Barranco Hondo, cerca de Al-mazán (Soria), y asignada en su momento al Mag-daleniense inicial (Jimeno et al. 1990). Al margendel interés artístico de la pieza, este hallazgo tieneun especial significado porque implica la existen-cia de un nuevo lugar de ocupación en la región y

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contribuye a perfilar el mapa de poblamiento du-rante el Tardiglaciar.

Ya en la Meseta Sur se localiza la cueva del Re-guerillo, en Patones (Madrid), revisada reciente-mente por un equipo dirigido por R. Lucas. A pe-sar del gran deterioro que han sufrido losgrabados de esta cavidad por las acciones incon-troladas de «los domingueros aficionados a la es-peleología» y de la desidia de la Administración,se ha podido documentar la presencia de varias fi-guras paleolíticas entre las que destacan algunascabezas de cierva. Una de ellas estaba cubierta poruna costra que ha sido fechada por TL en 12593± 1133 BP, datación que confirma la cronologíapaleolítica de estos grabados cuestionada por al-gunos investigadores. Este conjunto artístico se haadscrito al Estilo III, aunque la mayoría de las re-presentaciones se incluyen en el Estilo IV (Lucas etal. 2006).

En la cuenca del río Tajo, muy cerca de losasentamientos de Buendía, Verdelpino y Jarama II,se encuentran las cuevas de los Casares, la Hoz, elTurismo y el Reno. La cueva de La Hoz (Sta. Ma-ría del Espino, Guadalajara), como es habitual enlas estaciones rupestres de la Meseta, presenta ca-ballos como tema figurativo dominante y, en me-nor medida, bóvidos, cérvidos y alguna serpiente,así como varios signos. El arte de esta cavidad fueobjeto de una revisión en los años noventa porBalbín y Alcolea (1994), incluyéndose en el EstiloIII-IV. Con motivo de estos trabajos se realizó unaexcavación que proporcionó una serie de placasdecoradas con representaciones animalísticas, aun-que su hallazgo, fuera de contexto estratigráfico,impide fijar una cronología (Balbín et al. 1995).A este mismo Estilo III-IV se asimila la cueva deLos Casares, en Riba de Saelices (Guadalajara),particularmente interesante por su mayor variedadtécnica. Junto a las figuras grabadas o pintadas decaballos, ciervos, bóvidos y cápridos, habituales enel repertorio iconográfico de la Meseta, aparecenotras imágenes no tan frecuentes de rinocerontes,carnívoros, felinos y un excepcional conjunto deantropomorfos junto con algunos signos (Balbín yAlcolea 1994).

La cueva del Reno, en Valdesotos (Guadalaja-ra), presenta figuraciones de caballos, cérvidos,bóvidos y algún cáprido, junto con un magníficoreno que dio nombre a la cavidad. Se han diferen-ciado dos fases de ejecución: la primera se sitúa enel Estilo II-III; y la segunda, que muestra parale-lismos con Siega Verde, La Hoz y Los Casares, enel Estilo III-IV (Alcolea et al. 1997b). La cueva delTurismo, localizada en Tamajón (Guadalajara),

contiene algunos restos de pintura, aunque casi to-das las representaciones (équidos, cérvidos, bóvi-dos, figuras indeterminadas y algunos signos) es-tán realizadas mediante la técnica del grabado yhan sido adscritas a los Estilos III-IV (García2002).

Dentro de la Meseta, claramente aislada y enuna posición geográfica más cercana al litoralmediterráneo, se encuentra la cueva de El Niño(Ayna, Albacete). Esta cavidad ofrece sólo re-presentaciones pintadas de cérvidos, cápridos ycaballos, así como algunos signos: puntos, lí -neas, un serpentiforme y un claviforme. Alma-gro Gorbea (1971) adscribe este conjunto deco-rado al Estilo III, mientras que Fortea (1978) y,más tarde, Balbín y Alcolea (1994) lo sitúan enel Estilo III-IV.

5. CRONOESTRATIGRAFÍA DEL PALEOLÍTICOSUPERIOR DE LA MESETA

Con objeto de situar el registro arqueológico delPaleolítico superior de la Meseta española en elcontexto cronoestratigráfico del Pleistoceno supe-rior final con cierta precisión, se analizan las da-taciones numéricas disponibles para este contextogeográfico y temporal. Para ello, hemos elabora-do un catálogo que recoge las 39 dataciones nu-méricas 14C y TL obtenidas hasta el momentopara el Paleolítico superior y Mesolítico, proce-dentes de 15 sitios arqueológicos con depósitos(aire libre, cuevas y abrigos) y con manifestacio-nes artísticas rupestres (tab. 5).

Únicamente existen 29 fechas numéricas enocho yacimientos y un conjunto rupestre de la Me-seta Norte: los depósitos de las cuevas leonesas deEl Espertín y de La Braña, de El Portalón de Cue-va Mayor y del yacimiento al aire libre del Vallede las Orquídeas, ambos en la Sierra de Atapuer-ca, de los abrigos de Alejandre, Vergara y La Peñade Estebanvela, un resto de antorcha de la Gale-ría de las Huellas y pigmentos pictóricos carbono-sos de Cueva Palomera. De la Meseta Sur sólo dis-ponemos de diez fechas (una de ellas no válida),procedentes de cinco yacimientos y un conjunto degrabados rupestres: el sitio al aire libre de ParqueDarwin, los abrigos del Monte, Verdelpino, Buen-día y El Palomar y una costra carbonatada que se-lla los grabados paleolíticos de la cueva de El Re-guerillo. Todas estas dataciones se han obtenidomediante radiocarbono, excepto las de El Valle delas Orquídeas y El Reguerillo que lo han sido me-diante termoluminiscencia.

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Una vez realizada la recopilación y sometidaslas fechas a un examen de validez , se descartó sólouna de las fechas del abrigo de Buendía por care-cer de sincronía con los materiales datados. Porotro lado, una datación de La Peña de Estebanve-la presenta también un problema de sincronía,pero la hemos considerado pues su valor numéri-co corresponde al lapso temporal abordado en estetrabajo y puede considerarse como exponente deun proceso natural o antrópico acontecido en losmomentos anteriores a la colmatación del yaci-miento, si bien la actividad diagenética posteriordesplazó la muestra de la que procede la fecha aniveles inferiores.

Finalmente, hemos calibrado las fechas 14C me-diante la curva CalPal 2007 Hulu incluida en laversión de marzo de 2007 del software CalPal (We-ninger y Jöris 2004; Weninger et al. 2009 on line),prácticamente idéntica a la IntCal-04 propuestapor Internatinal Calibration Series para los últimos24.000 años cal. BP, pero que cubre los últimos50.000 años. Hemos calculado con la máxima pro-babilidad (2 σ) los intervalos cronológicos de lasfechas calibradas (tab. 5), así como la curva de pro-babilidad acumulada de todas las fechas válidaspara la Meseta en el lapso temporal comprendidoentre 35.000 y 7.000 años calibrados BP (fig. 7).

Además, con objeto de situar con precisión estasecuencia del poblamiento de la Meseta en la es-cala cronoestratigráfica del Pleistoceno superiormanejada actualmente (Björck et al. 1998), hemoscomparado mediante CalPal las curvas de proba-bilidad acumulada obtenidas tras la calibración delas fechas radiocarbónicas con diferentes proxiespaleoclimáticas de alta resolución, como las cur-vas δ 18O GISP2 Hulu Age Model (Grootes et al.1993; Meese et al. 1994; Wang et al. 2001) y SSTMD95-2043 obtenida en el Mar de Alborán (Ca-cho et al. 2001) (fig. 7).

Los primeros indicios de ocupación de la Me-seta por humanos modernos se sitúan al comien-zo del OIS 3a y se documentan en el nivel 10 (P11)de El Portalón de Cueva Mayor y en el nivel gra-vetiense de El Palomar, cuya datación 14C permiteremontar con mayor seguridad su inicio en la Me-seta Sur a la horquilla temporal 31850-30690 cal.BP, en los momentos que preceden al evento H 3.Al contexto temporal comprendido entre el GI 5 yel final del GS 3, corresponden las dos datacionesTL del Valle de las Orquídeas en una etapa previaal evento poblacional 1 del Último Máximo Gla-cial (LGM) (Gamble et al. 2004).

Tras un amplio lapso temporal sin evidenciasarqueológicas, evaluable en un mínimo de 5.000

años y un máximo de 10.000 años, el poblamien-to del Paleolítico superior de ambas mesetas con-tinúa en pleno OIS 2 o LGM. La primera eviden-cia radiocarbónica corresponde al nivel 10 (P1) deEl Portalón de Cueva Mayor. Esta fecha 14C ha-blaría de presencia humana en la Meseta Norte entorno al límite entre el GS 2c y el GS 2b, al finaldel evento poblacional 1 (Gamble et al. 2004).Una mayor continuidad se refleja a partir del finaldel GS 2b hasta el inicio del GS 2a, con fechas aso-ciadas a los vestigios más antiguos del Magdale-niense en los niveles III de Alejandre, N1C deBuendía, VI de La Peña de Estebanvela, VB deVerdelpino, d de Vergara y El Monte, y de un frag-mento de antorcha procedente de la Galería de lasHuellas de Ojo Guareña, todas ellas dentro de lahorquilla temporal 19210-16700 cal. BP, coinci-diendo con el evento poblacional 2 del LGM(Gamble et al. 2004).

Coincidiendo con uno de los momentos másfríos del LGM que incluye el evento H 1, se detec-ta un vacío de dataciones numéricas durante laparte media y final del GS 2a, donde sólo conta-mos con la fecha del nivel VA de Verdelpino, quepor su escasa precisión ofrece una amplia horqui-lla temporal calibrada a 2 σ, desagrupándola delconjunto de fechas del Magdaleniense superior dela Meseta Norte. Estas fechas proceden de los ni-veles IV y III de La Peña de Estebanvela y corres-ponden al comienzo del GI 1 (GI 1e o Bölling) decaracterísticas templadas, en una horquilla tem-poral entre 15010 y 13730 cal. BP, coincidiendocon el final del evento poblacional 3 y el comien-zo del 4 (Gamble et al. 2004). En este contexto,una datación TL de una costra que cubre un gra-bado en El Reguerillo permite fechar en términosante quem la ejecución de esos trazos.

Un mínimo hiato en la curva de probabilidadde las fechas calibradas, correlacionable con el GI1d (Older Dryas), algo más frío, da paso a unanueva agrupación de fechas durante el final del GI1 (Alleröd) para la Meseta Norte, correspondien-tes al Magdaleniense final de los niveles II y I deLa Peña de Estebanvela y a las pinturas de CuevaPalomera atribuidas al Magdaleniense/Aziliense,en una horquilla temporal comprendida entre13800 y 12690 cal. BP, coincidiendo con el finaldel evento poblacional 4 y el inicio del 5 (Gambleet al. 2004).

Si omitimos considerar la fecha con falta de sin-cronía del nivel II de La Peña de Estebanvela, ungran vacío de datas numéricas tiene lugar duranteel GS 1 (Younger Dryas) y el Preboreal e inicios delBoreal, ya en el Holoceno. Es a partir del Boreal y

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Tabla 5. Fechas numéricas (14C y TL) de diferentes sitios con yacimientos o arte rupestre del Paleolíticosuperior de la Meseta española. Las fechas radiocarbónicas han sido calibradas con el 95% de probabilidadmediante la curva CalPal 2007 Hulu (CalPal junio 2007; Weninger et al., 2009 on line).

Yacimiento /Provincia Localidad Sitio con arte rupestre Nivel

León Burón El EspertínValdelugueros La BrañaValdelugueros La Braña

Burgos Merindad de Sotoscueva Palomera Pintura ciervoMerindad de Sotoscueva Palomera Pintura antrop. esq.Merindad de Sotoscueva Palomera Pintura antrop. esq.Merindad de Sotoscueva Palomera Pintura ciervoMerindad de Sotoscueva Palomera Pintura El BrujoMerindad de Sotoscueva Ojo Guareña, Galería de las Huellas AntorchaAtapuerca Portalón, Cueva Mayor Base Nivel 9Atapuerca Portalón, Cueva Mayor Nivel 10 P-1Atapuerca Portalón, Cueva Mayor Nivel 10 P-11Atapuerca Valle de las OrquídeasAtapuerca Valle de las Orquídeas

Soria Deza Vergara DDeza Alejandre III

Segovia Ayllón Peña de Estebanvela PE IAyllón Peña de Estebanvela PE IAyllón Peña de Estebanvela PE IIAyllón Peña de Estebanvela PE IIAyllón Peña de Estebanvela PE IIAyllón Peña de Estebanvela PE II (III)Ayllón Peña de Estebanvela PE IIIAyllón Peña de Estebanvela PE IIIAyllón Peña de Estebanvela PE IIIAyllón Peña se Estebanvela PE IIIAyllón Peña de Estebanvela PE IVAyllón Peña de Estebanvela PE VIAyllón Peña de Estebanvela PE VI

Madrid El Vellón El MonteEl Vellón El MontePatones El Reguerillo Costra sobre grabado Madrid Parque Darwin

Cuenca Verdelpino Verdelpino VAVerdelpino Verdelpino VBCastejón BuendíaCastejón Buendía Nivel N1CCastejón Buendía Nivel N31C

Albacete Yeste Palomar

(1) Fecha con falta de sincronía.(2) Fecha no válida.

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Fechas 14C calibradasFechas BP (p. 95%) cal.

Cultura Código (14C y TL) BP(0=AD1950)

Mesolítico GIF-10053 7790 ±120 9010 - 8290 cal. BPMesolítico Beta 226472 6980 ±50 7960 - 7680 cal. BPMesolítico Beta 226473 7030 ±50 7990 - 7750 cal. BP

Magdaleniense/Aziliense GIF-96136 10950 ±100 13090 -12690 cal. BPMagdaleniense/Aziliense GIF-95363 10980 ±160 13180 -12660 cal. BPMagdaleniense/Aziliense GIF-95229 11130 ±100 13290 -12770 cal. BPMagdaleniense/Aziliense GIF-95238 11470 ±110 13620 -13140 cal. BPMagdaleniense/Aziliense GIF-96134 11540 ±100 13660 -13220 cal. BPMagdaleniense inferior GIF-1721 15600 ±230 19210 -18250 cal. BPMesolítico Beta-197387 7990 ±40 9050 - 8690 cal. BPPaleolítico superior indif. Beta-209452 16980 ±80 20590 -20230 cal. BPPaleolítico superior indif. Beta-212190 30300 ±190 34840 -34120 cal. BPPaleolítico superior indif. TL MAD-3660 27507 ±2295Paleolítico superior indif. TL MAD-3661 29955 ±2319

Magdaleniense inferior GrN.A-8403 14000 ±100 17390-16950 cal. BPMagdaleniense inferior GrN-23448 15370 ±110 18930-17850 cal. BP

Magdaleniense final Beta-155113 11170 ±50 13280-12920 cal. BPMagdaleniense final Beta-155114 11060 ±50 13100-12820 cal. BPMagdaleniense final Beta-155115 (1) 9950 ±40 11650-11170 cal. BPMagdaleniense final Beta-155116 11400 ±120 13580-13020 cal. BPMagdaleniense final Beta-197376 11700 ±70 13800-13400 cal. BPMagdaleniense final Beta-228872 11530 ±70 13610-13250 cal. BPMagdaleniense superior Beta-155710 12270 ±40 14790-14030 cal. BPMagdaleniense superior Beta-155118 12360 ±50 14940-14180 cal. BPMagdaleniense superior Beta-232939 12440 ±50 15010-14610 cal. BPMagdaleniense superior Beta-232940 12070 ±40 14290-13730 cal. BPMagdaleniense superior Beta-197377 12260 ±50 14810-13930 cal. BPMagdaleniense medio Beta-197378 14200 ±50 17610-17130 cal. BPMagdaleniense medio Beta-228871 14450 ±80 17840-17520 cal. BP

Magdaleniense Beta-245813 13570 ±70 16980-16700 cal. BPMagdaleniense Beta-245814 14660 ±80 17900-17740 cal. BP

TL: MAD-? 12593 ±1133Mesolítico Beta-205750 8470 ±70 9570-9370 cal. BP

Magdaleniense I-9841 12930 ±470 17270-13950 cal. BPMagdaleniense I-9840 14000 ±520 18340-15540 cal. BPMagdaleniense UtC-4006 14380 ±90 17850-17290 cal. BPMagdaleniense Beta-212776 14840 ±50 17960-17840 cal. BPMagdaleniense Beta-212777 (2) 210 ±40

Gravetiense Beta-185410 26430 ±210 31850-30690 cal. BP

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Figura 7. Posición cronoestratigráfica e interpretación paleoclimática del Paleolítico superior de laMeseta española, a partir de las fechas de TL y de la curva de probabilidad acumulada global de lasfechas radiocarbónicas válidas calibradas mediante la curva CalPal 2007 Hulu (CalPal junio 2007;Weninger et al. 2009 on line) y de las curvas paleoclimáticas de alta resolución 18O GISP2 Hulu AgeModel (Grootes et al. 1993; Meese et al. 1994; Wang et al. 2001) y SST MD95-2043 (Cacho et al. 2001).

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durante el Atlántico, cuando en el registro arqueo -lógico se documentan ocupaciones humanas enambas mesetas, en Parque Darwin, El Espertín yLa Braña, atribuidas al Mesolítico y fechadas den-tro de una horquilla temporal comprendida entre9570 y 7680 cal. BP, ya en una fase templada delHoloceno.

6. CONSIDERACIONES FINALES

Los hallazgos de estos últimos años confirman queel hombre moderno habita el interior de la Penín-sula Ibérica durante el Paleolítico superior de lamisma manera que la cornisa cantábrica, la ver-tiente mediterránea o la fachada atlántica. La ausencia de un mayor registro arqueológico enla Meseta ha sido justificada, en ocasiones, por elrigor climático. Sin embargo, las evidencias dispo-nibles en la actualidad muestran una ocupacióntanto durante las fases frías —es el caso de losasentamientos sorianos de Vergara y Alejandre enel Dryas I— como en las etapas más benignas. Noparece, por tanto, que el clima haya sido un factordeterminante en la colonización de estas tierras in-teriores, sobre todo si tenemos en cuenta la capa-cidad de adaptación de estos grupos humanos parasobrevivir en otras regiones europeas (Centroeuro-pa) con condiciones ambientales más extremas.

Posiblemente este vacío de información se debamás a las limitaciones de la investigación ya que,hasta hace unos años, el Paleolítico superior del in-terior peninsular ha sufrido un especial desinteréspor parte de las universidades castellanas y, másaún, de las Administraciones autonómicas.

A pesar de que el descubrimiento de nuevos ya-cimientos y el incremento de las dataciones numé-ricas (hasta un total de 39 en 15 sitios) han am-pliado nuestra visión del Paleolítico superior en laMeseta, es evidente que los datos paleoambienta-les y paleoeconómicos con los que contamos re-sultan aún insuficientes para caracterizar los mo-delos de ocupación de este vasto territorio. Estasituación es todavía más acusada en la Meseta Sur,donde la densidad de asentamientos es realmentebaja y no existen —salvo en el controvertido abri-go de Verdelpino— estudios de esta naturaleza.

También hay que tener en cuenta que, aunquela mayor parte de los yacimientos están situadosen las estribaciones de los principales sistemasmontañosos (Delibes y Díez 2006), los vacíos re-flejados en el mapa de dispersión pueden estarmuy alejados de la realidad del momento. Pareceprobable que los grupos humanos se establecieran

al aire libre, al igual que ocurre durante el Paleolí-tico inferior y medio o a finales del Paleolítico enel área del Côa (Portugal). Estos asentamientosson muy difíciles de detectar en una prospección,no sólo por la complejidad de su identificación asimple vista, sino porque muchos de ellos han po-dido desaparecer por alteraciones postdeposicio-nales. En otras ocasiones, quizás permanezcan cu-biertos por depósitos sedimentarios de variosmetros de potencia. Este podría ser el caso de lasarenas holocenas del entorno de Domingo García,bajo las cuales tal vez se ubicara el lugar de habi-tación de los grupos que decoraron este conjuntorupestre.

Aunque parece claro el avance que se ha pro-ducido en los últimos años en el estudio del po-blamiento del Paleolítico superior en el interior pe-ninsular, el camino a recorrer aún es largo parallegar a mejorar la perspectiva actual. De ahí que,de cara al futuro, habría que fomentar el desarro-llo de programas de investigación con una ciertacontinuidad y, mediante prospecciones y excava-ciones sistemáticas desarrolladas con una meto-dología pluridisciplinar, no sólo ampliar el regis-tro arqueológico sino perfilar los modelos deocupación, movilidad y territorialidad de estosgrupos humanos.

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