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Miguel Ángel Fano Martínez (Coordinador) Alvaro Arrizabalaga Valbuena Manuel Ramón González Morales Javier Baena Preysler César González Sainz Federido Bernaldo de Quirós Guidotti Jesús Emilio González Urquijo Victoria Cabrera Valdés José Manuel Maíllo Fernández Elena Carrión Santafé Marco de la Rasilla Vives M.ª Soledad Corchón Rodríguez José Adolfo Rodríguez Asensio Jordi Estévez Escalera Lawrence Guy Straus Juan Antonio Fernández-Tresguerres Velasco Pilar Utrilla Miranda Juan Carlos García Codron LAS SOCIEDADES DEL PALEOLÍTICO EN LA REGIÓN CANTÁBRICA

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Miguel Ángel Fano Martínez (Coordinador)

Alvaro Arrizabalaga Valbuena Manuel Ramón González MoralesJavier Baena Preysler César González SainzFederido Bernaldo de Quirós Guidotti Jesús Emilio González UrquijoVictoria Cabrera Valdés José Manuel Maíllo FernándezElena Carrión Santafé Marco de la Rasilla VivesM.ª Soledad Corchón Rodríguez José Adolfo Rodríguez AsensioJordi Estévez Escalera Lawrence Guy StrausJuan Antonio Fernández-Tresguerres Velasco Pilar Utrilla MirandaJuan Carlos García Codron

LAS SOCIEDADES DEL PALEOLÍTICOEN LA REGIÓN CANTÁBRICA

Foto de portada: Figura grabada de mamut de lacueva de Arco B.Foto cortesía de César González Sainz.

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KOBIE (Serie Anejos). BilbaoBizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de BizkaiaN.º 8, pp. 403 a 424, año 2004.ISSN 0214-7971

ARTE PARIETAL EN LA REGIÓN CANTÁBRICA: CENTROSY PECULIARIDADES REGIONALES

Cave Art in Cantabrian Spain: regional centres and peculiarities

En homenaje a Victoria Cabrera Valdés

César González Sainz (*)

RESUMEN

Se presenta una actualización del corpus de conjuntos rupestres paleolíticos y de su distribución no homo-génea por el corredor cantábrico, subrayando su diversidad interna. Dicha variabilidad, más visible gracias alincremento de la información disponible desde 1975-80, y algunos aspectos de la organización interna del regis-tro parietal, sugieren que la actividad gráfica jugó muy distintos papeles en el seno de aquellas sociedades decazadores-recolectores. Al tiempo, el análisis permite definir algunas peculiaridades de esa actividad en laregión (más allá de la distribución de animales y signos o del papel de algunas convenciones técnicas y estilís-ticas), como la mayor frecuencia de conjuntos no figurativos, especialmente en fases premagdalenienses, y unamás acusada recurrencia temporal de los centros parietales, sobre todo en el centro y occidente regional.

Palabras clave: Región Cantábrica, Arte Parietal Paleolítico, Investigación, Variabilidad, Funcionalidad.

ABSTRACT

This paper up-dates the corpus of Palaeolithic cave art assemblages and their non-homogeneous distributionthroughout Cantabrian Spain, emphasising the internal diversity. This variability, which has become clearerthanks to the increase in the available information since 1975-1980, together with certain aspects of the inter-nal organisation of the cave art, suggests that graphic activity played very different roles within the hunter-gat-herer societies. At the same time, the analysis shows some peculiarities of Palaeolithic art in Cantabrian Spain(apart from the distribution of animal themes or the role of technical and stylistic conventions), such as a grea-ter frequency of non-figurative assemblages and a more noticeable recurrence in the cave art centres, especiallyin the Centre and West of the region.

Key words: Cantabrian Spain, Palaeolithic Cave Art, Approaches, Variability, Functionality.

(*) Universidad de Cantabria

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En su doble vertiente, parietal y mobiliar, la obragráfica de los grupos humanos del Paleolítico supe-rior representa la parte más espectacular del registroarqueológico de la región cantábrica. Al tiempo, lacalidad formal y técnica de muchas de las represen-taciones y conjuntos parietales, o el hecho de encon-trarlas en el mismo lugar en que fueron concebidas yrealizadas, y en unas condiciones de visualizaciónque en ocasiones son similares a las originales, sus-cita entre nosotros una sensación de proximidad alpensamiento e idiosincrasia de aquellas poblacionescomo ningún otro aspecto del registro, a pesar de lasdificultades, bien conocidas, de dar contenido y deprecisar tal sensación. De manera que ese primerdesarrollo artístico figurativo es asumido tradicional-mente como el aspecto más representativo, y acasouno de los más definitorios, de la cultura de aquellosgrupos de cazadores (y a pesar de la contradicciónrelativa, subrayada por Fortea et al. (2004, 163), quesupone caracterizar habitualmente las sociedades delPaleolítico superior por sus industrias líticas yóseas).

El tratamiento específico de esta actividad, res-tringido aquí, además, al arte parietal o sobre sopor-tes fijos, responde a las peculiaridades de su estudioy a que los objetivos de éste son, en parte, particula-res. Pero también a la dificultad de atribuir muchos delos conjuntos parietales conocidos a una cronologíaprecisa dentro del Paleolítico superior. Esto limita elenfoque que nos parece de mayor interés, el acerca-miento a esa actividad gráfica integrado en los siste-mas culturales y en el medio físico y ecológico en quese desarrolló, que además se fueron modificando a lolargo de aquel periodo de unos veinticinco mil años.Este texto pretende una mínima actualización del cor-pus de conjuntos rupestres y de su distribución por elcorredor cantábrico, y una reflexión sobre su diversi-

dad interna, un aspecto en el que la región muestra,también, algunas peculiaridades respecto a otrasáreas geográficas cercanas con abundantes centrosparietales conservados. Esa diversidad de los conjun-tos rupestres, y algunos aspectos de su organizacióninterna, apuntan a que la actividad gráfica estuvoimplicada en una amplia variedad de funcionesdurante aquel periodo.

1. INTRODUCCIÓN

Por lo que se sabe, estamos ante un ciclo artísticodesarrollado en Europa en los compases avanzadosde la última glaciación, entre hace unos 35000 y11500 años, sin calibrar. Aunque la investigación haido desvelando tanto cambios estilísticos a lo largo deese lapso como variaciones geográficas, es notable elfondo común de este arte, que conforma un cicloartístico relativamente compacto. Ese común deno-minador –bien perceptible por contraste con otrosciclos artísticos de la Prehistoria, pero difícil de defi-nir– responde al tipo de sociedad que lo produjo:cazadores-recolectores relativamente complejos, conamplia movilidad, sistemas matrimoniales probable-mente muy abiertos y una alta capacidad de interac-ción cultural a larga distancia. Las personas, algunosobjetos (especialmente los colgantes), y sin duda lasideas y los modelos iconográficos, circularon amplia-mente por la Europa del final del Paleolítico.

A su vez, las manifestaciones gráficas figurativasdel Paleolítico superior aparecen muy vinculadas a lageneralización del hombre moderno por el continen-te y a unos sistemas de organización social, técnicosy de aprovechamiento económico más complejos quelos protagonizados anteriormente por los neanderta-les. Las manifestaciones gráficas parietales, entendi-

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LABURPENA

Labarretako artearen multzoen corpusa, eta Kantauriko korridorean zehar modu ez homogeneoan zelanbanatuta dagoen eguneratuta aurkezten da, barruko desberdintasun ugariak bereziki azpimarratuz. Aldakortasunhori ondo ikusten da 1975-80tik daukagun informazioari esker, eta hormetakoen erregistroaren barrukoantolakuntzaren zenbait alderdik iradokitzen dute jarduera grafikoak oso paper desberdinak jokatu zituelaehiztari eta biltzailearen baitan. Aldi berean, analisiak aukera ematen du Kantauriko Paleolitoko labarretakoirudien jarduera honi buruzko hainbat xehetasun zehazteko (animalien gaien banaketaz edo zenbait konbentziotekniko eta estilistikoen paperaz harantzago), berbarako, irudizkoak ez diren multzoak maizago ageri direla, etalabarretako zentroen errepikapen denborazko nabarmenagoa, bereziki eskualdearen erdialdean etamendebaldean.

Gako-hitzak: Kantauri aldeko Eskualdea, Paleolitoko labar artea, ikusmirak, aldakortasuna, funtzio-naltasuna.

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das como símbolos, ofrecieron inusitadas posibilida-des para codificar y transmitir informaciones, conoci-mientos y creencias colectivas. De manera que el artedebió jugar un importante papel en la afirmación ymantenimiento de esos sistemas de organización,relativamente variables en las diversas zonas del con-tinente y, muy frecuentemente, más complejos. Elarte, en último término, comienza entonces a ser unaimportante herramienta en el mantenimiento del sis-tema (como elemento de afirmación colectiva y favo-recedor de la cohesión social), y como vehículo dereproducción cultural.

2. SOBRE LA INVESTIGACIÓN DEL ARTEPARIETAL CANTÁBRICO Y ALGUNAS TENDENCIAS DE CAMBIO EN LOS ENFOQUES

Tras el descubrimiento de Altamira y el intenso yfecundo trabajo de documentación y análisis realiza-do en las dos primeras décadas del siglo pasado, seobtuvo una amplia base documental y se generó –dela mano esencialmente de H. Breuil– una imagen delarte parietal regional que se mantuvo, e incluso se fueconsolidando en similares términos, hasta finales dela década de 1970. El trabajo profundamente renova-dor de A. Leroi-Gourhan –escasamente incorporado ala de por sí exigua investigación regional hasta fina-les de esa década de 1970– apenas modificaba, sinembargo, la idea de una actividad especial, muy vin-culada a comportamientos transcendentes, de sentidoreligioso y ritual, articulada en torno al concepto de“santuario” o lugar ceremonial, y relativamente des-conectada de los afanes de la vida cotidiana. En para-lelo, y desde un punto de vista más formal, este cicloartístico era entendido como un proceso, a muy largoplazo, de consecución de la maestría en la representa-ción de las figuras animales, cada vez más realista(sin que deba obviarse la contradicción –que apuntaE. Palacio 2000– con una tendencia inversa en el casode los “signos”). De manera que la variabilidad técni-ca, formal y expresiva apreciada en la región cantá-brica tendió a ser cómodamente organizada sobre eleje temporal de forma bastante lineal.

El incremento de la información disponible desde1975-1980 tiende más bien a relativizar algunas delas pocas certezas asumidas antes. Se ha producidoun cambio notable en lo referido a la detección denuevas representaciones y conjuntos rupestres, en losprocedimientos de documentación y análisis -renova-dos en materia de topografía, iluminación y trata-miento de la imagen y de la información–, y se haavanzado en la contextualización arqueológica dealgunos de los conjuntos rupestres de la región. No se

trata solo de que el número de centros conocidos–aunque en un grado cada vez más diverso– se hayamultiplicado (de los 19 sitios que se valoraban en losaños 30 del siglo pasado, y que constituyen la basedel conocimiento tradicional del arte cantábrico, seha pasado a los 114 que cabe considerar hoy), sino deque la variabilidad apreciable en esos centros es muysuperior. En relación al corpus disponible en la épo-ca de Leroi-Gourhan se ha incrementado más la pro-porción de sitios “menores”, con muy pocas repre-sentaciones o restos de ellas (muy frecuentemente nofigurativas en la región, como tratamos más adelan-te). En paralelo, la idea de una neta separación fun-cional entre sitios de habitación y santuarios parieta-les se va difuminando. Los conjuntos exteriores, casiirrelevantes en aquella primera definición del fenó-meno parietal cantábrico (Venta de la Perra, unaspocas figuras en Hornos…), se han multiplicado enlas últimas décadas (desde el estudio de Chufín, laamplia serie del Nalón, posiblemente la cueva de LaPeña de La Morca y, más recientemente, la de LaLuz). La frecuente coincidencia espacial con el yaci-miento de habitación se ha apreciado también enotros centros rupestres como La Haza, o entre losmayores y más complejos, en Pasiega B y C, TitoBustillo XI y la Galería inferior de La Garma. Apun-ta en la misma dirección el que, al menos en algunosde los grandes sitios complejos o recurrentes, lasmayores densidades de obra gráfica parietal se dan encoincidencia con las áreas de habitación y actividadmás variada, aminorándose hacia el centro de la cavi-dad (La Pasiega B-A, y C; Galería inferior de La Gar-ma…). Un planteamiento cercano, y bien asumible,en Bueno y Balbín (2001, y junto a J. Alcolea, 2003).

A su vez, la consideración de un desarrollo tem-poral de procedimientos técnicos y estilo de carácteresencialmente lineal, que asumía una cierta variabili-dad técnica y expresiva sólo durante el periodo Mag-daleniense, comienza a rechinar en los últimos tiem-pos con diversas tentativas de datación. Quizá no tan-to por los muy importantes aportes de la dataciónestratigráfica en los abrigos y cuevas del Nalón ofre-cidos por J. Fortea (que, aunque con posibles maticesen la parte que tienen de interpretación, se ajustabanbien a la cronología estilística de Leroi-Gourhan),como por la datación radiocarbónica en sitios comoPeña Candamo y Calero II, o de costras y formacio-nes calcíticas asociadas –mediante termoluminiscen-cia y series de uranio– en Pondra y Galería inferior deLa Garma. Unos y otros, con todas las salvedadesmetodológicas que se quiera, apuntan a una másamplia variabilidad de los procedimientos técnicos yexpresivos, y aun en la localización misma de loslienzos decorados, durante las fases más antiguas delPaleolítico superior regional. Desde otro punto de

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vista, frente a la fuerte concentración de la actividadparietal entre el Gravetiense avanzado y el final delperiodo Magdaleniense que suponía la propuesta cro-nológica de A. Leroi-Gourhan (1965), se tiende a unaconsideración más expandida del desarrollo de estearte parietal cantábrico, iniciado en su versión figura-tiva en época Auriñaciense (sin que debamos reasu-mir todos los criterios de atribución cronológicaempleados por H. Breuil). La cronología tradicionalestá mejor asentada en las fases recientes del Paleolí-tico superior, dada la abundancia de obra gráficamobiliar estratificada y la posibilidad, desde los ini-cios de la investigación, de un análisis comparado.

Por último, tiende a modificarse también, desde ladécada de 1980, el papel atribuible al arte parietalcantábrico dentro del contexto europeo. Hasta esasfechas se ha valorado sistemáticamente, para el con-junto del arte paleolítico europeo, un centro franco-cantábrico (esencialmente las regiones francesas de laDordoña, Pirineo y Quercy, junto a la cantábrica) yuna periferia con rasgos en algún caso más particula-res y, sobre todo, una densidad muy inferior de obragráfica. Al menos hasta Leroi-Gourhan, el áreanuclear, dentro de ese centro, radicaba en la Dordoña,desde donde parecían expandirse las nuevas habilida-des y comportamientos gráficos al resto del continen-te. Lo cantábrico aparecía como un apéndice maríti-mo y meridional –eso sí, espectacular–, de un áreacentral en cuyo papel rector no se apreciaban cambiostemporales durante todo aquel Paleolítico superior.

En los últimos 25 años, aunque el registro artísti-co de esas áreas clásicas ha seguido creciendo, y deforma acelerada en algunas, hay dos cambios demayor calado: de un lado, a la más atenta valoracióndel arte mobiliar centro europeo se añadieron las muyespectaculares nuevas evidencias de la zona del´Ardèche (Chauvet, esencialmente), de inicios delPaleolítico superior. De otro lado, debe subrayarse laalta densidad artística que han ido alcanzando otraszonas de la Península Ibérica extracantábricas, espe-cialmente Andalucía, Murcia y la región levantina, ydistintas áreas de las dos mesetas y Portugal, e inclu-yendo aquí la importante novedad de los conjuntosparietales al aire libre (de Domingo García y Mazou-co, a Siega Verde y el grupo del río Côa, y de aquí alárea de Molino Manzánez u otros centros esporádicosen Andalucía y Pirineos orientales). En lo que aquínos interesa, las modificaciones del registro disponi-ble han tendido a cambiar el enfoque clásico envarios sentidos:

* cada vez es más difícil mantener ese papel cen-tral del área franco-cantábrica, especialmente enlas fases más antiguas del Paleolítico superior. El

arte sobre todo mobiliar de centroeuropa y el delcorredor del Ródano y áreas laterales comoL´Ardèche, durante el Auriñaciense, contrastancon un arte atlántico (en Dordoña y la región Can-tábrica) aparentemente más sencillo en los hori-zontes más antiguos, aunque no necesariamentesubsidiario.

* la imagen actual sobre la actividad grafica sealeja del desarrollo lineal, paulatino y con unamisma jerarquización zonal durante todo el Paleo-lítico superior (centro-periferia), para acercarse auna consideración en mosaico. De forma gráfica,y para un horizonte temporal concreto, se tiende apasar de una distribución en una curva normal, aotra con varios vértices. La asimetría tiende amanifestarse incluso entre las regiones del áreamás clásica, en algunos casos con un importantefenómeno parietal continuado durante todo elPaleolítico superior (Dordoña y Cantábrico, conabundantes conjuntos de las diferentes épocas)frente a otras regiones con un registro algo másasimétrico, más polarizado en fases determinadasde aquel periodo, sean las antiguas (el Quercy, enlos términos más generales), o la época Magdale-niense (territorios al norte del Pirineo). En ellas seconocen, en todo caso, conjuntos de otra cronolo-gía (Gargas y Tibiran en el Pirineo, o Sainte-Eula-lie, Bigourdane y otros conjuntos, en el Quercymagdaleniense).

* En paralelo a lo anterior, los flujos e influenciasrecíprocas entre regiones relativamente próximasno parecen estables a lo largo de todo el Paleolíti-co superior. En el caso de la región cantábrica,aparece notablemente vinculada a áreas del SO ycentro de Francia, especialmente a la Dordoña, enlas fases más antiguas del Paleolítico superior. Entanto que es durante el Máximo frío (momentosavanzados del periodo Gravetiense y Solutrense)y su prolongación durante el Dryas antiguo (Mag-daleniense antiguo) cuando los grupos cantábricosprofundizan en un arte más específico y peculiar,dominado por las figuras en rojo e incluso amari-llo, con abundante tamponado, y una iconografíarelativamente peculiar (signos y distribución deanimales representados, característicos de laregión), como han subrayado recientemente Sau-vet y Wlodarczyk (2000-2001, 230). Estos autoresentienden ese relativo ensimismamiento artísticorespecto a otras áreas de Francia, durante losmomentos más fríos del último ciclo glaciar,como reflejo de una disminución de la comunica-ción entre la región cantábrica y las francesas, quecoincidiría, a su vez, con una más intensa interre-lación entre los grupos cantábricos y los de otras

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áreas peninsulares más meridionales. Una posibi-lidad que, aunque sugerente y fundamentada enalgunos datos, aparece limitada por un conoci-miento aún muy exiguo de semejanzas y diferen-cias en materia artística o industrial entre las dife-rentes regiones peninsulares.

Finalmente, es más clara (pues cabe rastrearla endiversos aspectos del registro arqueológico) una reac-tivación de flujos con las áreas del SO francés, ahoraespecialmente con el área Pirenaica, desde hace unos14.500-14.000 BP, durante el Magdaleniense recien-te. En el campo del arte parietal y mobiliar, los cam-bios más notables y accesibles hoy son los iconográ-ficos, que examinábamos recientemente (GonzálezSainz 2005), y que suponen una ruptura respecto auna tradición cantábrica que venía de fases antiguasdel Paleolítico superior. Ese incremento de la interac-ción durante el Magdaleniense reciente coincide tem-poralmente con una presencia mucho más frecuentede los renos en el corredor litoral cantábrico, espe-cialmente en su parte oriental, y, entre otros factores,debió estar facilitada por el más rápido incremento depoblación que aparentemente se produce tras el Dryasantiguo en la región cantábrica (González Sainz1995). Ese flujo privilegiado entre la región cantábri-ca y las áreas del Pirineo occidental y central, aunqueamortiguado a partir de las transformaciones del terri-torio durante la oscilación de Alleröd, y de unasmodificaciones en la organización del aprovecha-miento económico que vienen del Magdaleniense

final, en lo esencial parece mantenerse vigente hastael final del Dryas más reciente, en torno a 10.200 BP(durante la primera mitad del periodo Aziliense). Lastendencias de cambio en materia de arte mobiliar eindustrial son muy similares; el profundo cambio quesupone la práctica desaparición de lo figurativo, des-de aproximadamente 11800/11500 BP, en el Allerödantiguo, se da con similar intensidad en esas dosáreas, que son las que cuentan con más típicas indus-trias “azilienses”.

3. SOBRE LAS FUNCIONES PROBABLEMENTE MUY DIVERSAS DELARTE PARIETAL

Más arriba subrayábamos como la consideraciónde la actividad gráfica parietal tiende a pasar de seralgo especial y relativamente infrecuente, vinculado arituales o ceremoniales precisos y esporádicos, a unarealidad más cotidiana y asociada a funciones y sen-tidos mucho más diversos…, que no es posible redu-cir a lo sacro y ritual, a comportamientos transcen-dentes. El análisis de los contextos en donde se traza-ron estas figuras, y la misma selección de los motivosy su organización o distribución en los lienzos, per-miten suponer que su realización respondió a motiva-ciones más diversas de lo que, sobre todo en las pri-meras etapas de la investigación, se tendió a suponer,extrapolando acaso aquel fondo estilístico común auna única clase de interpretación, en todos los centrosrupestres y durante todo el prolongado Paleolíticosuperior. El registro arqueológico de la región cantá-brica muestra una amplia diversidad de contextosque, razonablemente, debe tener correlato en signifi-caciones plurales:

• Buena parte de las cuevas con yacimiento dehabitación muestran también manifestacionesgráficas, o restos de ellas. Es decir, estas pintu-ras y grabados se realizaron, en casi todos loscasos, en los sitios donde se alojaban y vivían, oen puntos más alejados e interiores de esas mis-mas cuevas. Al tiempo, hay clases muy distintasde cuevas con manifestaciones gráficas. Algu-nas, con centenares de figuras de diversos estilos(Altamira, La Pasiega, Castillo, La Garma…)fueron centros de referencia para los mismospaleolíticos durante muchas generaciones.Otras, también con importantes conjuntos parie-tales, pero de estilo y técnicas más homogéneas,parecen haber sido utilizadas en periodos muchomás cortos (Covalanas, Las Monedas o Urdia-les). En el extremo, un buen número de cavida-des tan solo muestran unas pocas figuras (enocasiones una).

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Lámina 1. Mano en negativo aislada en el corredor principal de laGalería Inferior de La Garma (zona VII), dispuesta en horizontal acausa de la inclinación de la pared soporte. Los negativos de manos,generalmente en color rojo o, más raramente, en amarillo o en negro,suelen asociarse a trazos pareados, puntos o discos y otros motivos nofigurativos. Se realizaron en muy distintos tramos de las cuevas, des-de las inmediaciones de la entrada (Fuente del Salín) hasta el fondo(La Garma), en lienzos por lo general no escondidos. Casi todas estascomposiciones se realizaron en fases antiguas del Paleolítico superior,sea el Auriñaciense (dataciones de Cosquer y Galería Inferior) o, pro-bablemente en más casos, el Gravetiense y Solutrense antiguo. (foto:C. González Sainz).

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• Las pinturas y grabados se distribuyen desde laentrada a la cueva hasta salas y corredores pro-fundos, en ocasiones angostos y de acceso com-plicado. Esto permitió desechar una finalidadmeramente decorativa, de carácter esteticista, yaen etapas antiguas de la investigación. De mane-ra que las encontramos tanto en lugares amplios,en ocasiones con figuras de mayor formato ymás visibles –composiciones acaso pensadaspara la colectividad, con información codificaday entendible– como en espacios muy angostos,donde apenas pudieron entrar una o dos perso-nas al mismo tiempo.

• La dificultad del acceso a algunos espacios–entre los que nos ha tocado encarar, las salas ysectores B7 y 8 de La Pasiega, II y III de ArcoB, el fondo de Arco A…– es selectiva desde unpunto de vista meramente físico. Ello, al igualque la presencia de manos en negativo de distin-tos tamaños y correspondientes a personas deedad muy diferente (lo que sucede, al menos, enla Galería Inferior de la Garma), impide atribuirla totalidad de la obra gráfica a personajes muydefinidos (venerables chamanes o similares). Almismo tiempo, la calidad de muchas agrupacio-nes y figuras exigió un ejercicio gráfico relativa-mente continuado y, posiblemente, la existenciade una relativa especialización.

• Las agrupaciones de figuras son, por su parte,muy variadas. Si hay algo seguro es que lospaleolíticos seleccionaron mucho los temasrepresentados (que no son todos los posibles, niaparecen en proporciones aleatorias). Algunasrecurrencias tanto en la composición iconográfi-ca como en el emplazamiento, en el formato y elgrado de visibilidad de algunos grupos de figu-ras, permiten suponer que, al menos en un ciertonúmero de casos, estamos ante auténticas com-posiciones simbólicas, que refieren informacióncodificada, bien entendible en su conjunto porlos paleolíticos, y no ante una mera adición defiguras sobre un mismo lienzo en diversosmomentos cronológicos. La misma existencia enla región de cuevas sólo con signos abstractos, ode composiciones compuestas de tales signos, enemplazamientos de características recurrentes,lleva a una idea similar.

Las composiciones parietales de la región cantá-brica reflejan, con toda probabilidad, la concepcióndel mundo de aquellos cazadores paleolíticos, y enmuchos casos, tanto sus ideas transcendentes, mitos yexplicaciones colectivas, como aspectos más particu-lares. La información disponible, que no permite pre-

cisar mucho más, apunta más bien, dada la diversidadde emplazamientos, formatos, grado de visibilidad,etc., a un amplio abanico de motivaciones, desde laactualización de narraciones míticas y de creencias(composiciones recurrentes), al acompañamiento deceremonias iniciáticas (emplazamientos a veces alfondo de la cueva, en sitios de acceso difícil), o depropiciación de la caza y regeneración de la naturale-za, hasta, en ocasiones, la mera afirmación personal(aun siendo este aspecto anecdótico en un sistemagráfico colectivo como parece ser el paleolítico).

4. LOS CENTROS PARIETALES DE LAREGIÓN CANTÁBRICA.

4.1. El corpus de sitios

La investigación regional del arte rupestre mues-tra un cierto dinamismo en lo referido a prospección.En los diez últimos años, además de la frecuente loca-lización de nuevas figuras e incluso galerías decora-das en centros parietales ya conocidos (La Lloseta yTito Bustillo, El Pendo, Pondra, Arco A y B, etc.), seha continuado el incremento de nuevos centros rupes-tres que viene de finales de la década de 1970. Aun-que no es fácil cuantificar ese incremento, pues lacronología paleolítica de representaciones y conjun-tos se apoya en criterios de muy distinto valor, seresumen a continuación los datos disponibles, auntratándose de un ejercicio de entraña una cierta subje-tividad.

De las cuevas consideradas con dudas en un ensa-yo anterior (González Echegaray y González Sainz1994), deben salir de un catálogo de arte parietalpaleolítico actualizado, al menos, las de Becerral yCovanegra, y acaso también las de Traslacueva, LaFlecha y El Oso (cuya atribución al Paleolítico nopasa de posible). A las 93 restantes, razonablementeatribuibles al Paleolítico superior, se han añadidoestos últimos diez años otras 21 cavidades, aunquecon muy distinto grado de certeza. Las adiciones quehemos considerado aquí, en breve y con una mínimamodificación de la ordenación territorial que utilizá-bamos en 1994, son las siguientes: cuevas de SantoAdriano (Fortea y Quintanal 1995) y Torneiros (For-tea et al. 1999) en el Nalón (zona 1); La Peña de LaMorca (Juaneda 1988) en el Sella (2); Covaciella(Fortea et al. 1995) y El Bosque (Fortea 1995) en lacuenca del Deva-Cares (4); el abrigo de La Pica (Las-heras et al. 2003, 97) en la del Nansa (5); Cualventi(Lasheras et al. 2005) en el área litoral occidental deCantabria (6); Calero II (Muñoz 2002) en el Pas (7);las cuevas de Los Moros de San Vitores (Montes etal. 2001), La Llosa (González Sainz y Cacho 2002),

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Peñajorao (Serna, 2002), Morín (Muñoz 2002b) y lasGalerías Inferior e Intermedia de La Garma (Gonzá-lez Sainz y Moure 2002; González Sainz 2003) en lacuenca del Miera (8); Cofresnedo (Ruiz Cobo ySmith 2003), San Juan de Socueva (Valle 2002), ElMirón (González Morales y Straus 2000; García Diez2001), La Luz (Montes et al. 2002) y El Rincón (oVenta de la Perra A), en la del Asón (9); por último,la cueva de Urdiales (Montes et al. 2005), y la de LosSantos (Serna 2002b), en el área litoral entre los ríosAguera y Nervión (10).

En realidad, de entre esos 114 centros parietalesen principio atribuibles al Paleolítico superior, talcronología sólo es segura en unos pocos casos (condataciones absolutas, o correlación estratigráfica), ymás o menos probable en el resto. Cabe una revisiónsumaria de la casuística (que en sus aspectos de fon-do es abordada con rigor por I. Barandiarán 1995)diferenciando tres grupos de cavidades en función delprocedimiento técnico presente y el carácter figurati-vo o no de los motivos.

a) Suscitan más incertidumbre los conjuntos conmanifestaciones gráficas menos inteligibles, espe-cialmente los grabados no figurativos salvoexcepción dudosa (como La Morca, Quintanal,Subores, Los Canes, Cueva Redonda, La Esta-ción, Las Brujas y Goikolau). Otras muchas cue-vas de la región, que no hemos considerado en elcatálogo, cuentan con grabados antrópicos nofigurativos, similares desde un punto de vista téc-nico, e igualmente patinados. El límite entre loposible y lo probable es inevitablemente subjeti-vo; en nuestro caso, hemos tendido a considerarcomo factores discriminantes de una cronologíaPaleolítico superior “probable” la amplitud de lamuestra (frente a trazos grabados aislados), surepetición en distintos paneles, o la existencia deyacimiento de habitación del Paleolítico superioren la cueva.

b) El catálogo que consideramos es menos restric-tivo con las cuevas y abrigos con manchas de pin-tura roja, series de puntos o trazos simples (Molínde Avín, Paré de Nogales, La Pica, Portillo, LaPila, Peñajorao, San Juan, Los Santos…), muysimilares en ocasiones a las manifestaciones deotras cuevas que, por contener un importantedepósito paleolítico excavado, se incorporan a loscatálogos parietales con mayor tranquilidad(Oscura de Ania, La Riera, Morín…). Convieneañadir, entre las razones de esa incorporación, quelas menos explícitas de estas “manifestaciones”no figurativas (series de trazos grabados o pinta-dos, manchas de color, que acaso no sean “repre-sentaciones” en cuanto que la forma no parecedecisiva), acompañan a las representaciones cla-ras, figurativas o abstractas (signos convenciona-les), en muchos de los conjuntos parietales de laregión.

c) La cronología paleolítica de las cuevas condecoración figurativa suele ser menos problemáti-ca (dada la analogía con lo mobiliar), una vez queno se consideran casos como los de Cueto de Lle-días, en el oriente asturiano, o el covacho de SanMartín, en Vizcaya. Aun así, son inquietantes, porejemplo, casos como los de Coberizas y Atxuri,con sendas figuras de animales, no localizada des-de la cita de H. Obermaier, o destruida y no sufi-cientemente documentada.

Las adiciones consideradas no se reparten de for-ma homogénea por el corredor regional, sino que sonalgo más abundantes en las zonas central y orientaldel Cantabria (cuencas de los ríos Miera y Asón). Porterritorios administrativos, los 114 centros parietalesde cronología segura o, las más veces, simplementeprobable, se distribuyen de la siguiente forma: 45conjuntos en el centro y oriente de Asturias, 60 enCantabria, otros 8 centros en la vertiente marítima delPaís Vasco, y una última cavidad en la Navarra atlán-tica.

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Cuadro 1. Centros parietales del Paleolítico superior en la región cantábrica1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 S

Nalón Sella Llera Deva Nansa SajaB Pas Miera Asón Lit.or.1 Lit.or.21994: 12 8 10 10 6 13 6 4 18 5 6 98

muy dudosos o falsos:- - - - 1 - 1 1 2 - - - 5

Adiciones 1994-2005:2 1 2 1 1 1 6 5 2 - 21

2005: 14 9 10 12 6 14 6 9 21 7 6 114

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Lámina 2. Representación completa de una cierva en el conjunto exte-rior de La Lluera II. Los centros rupestres exteriores con grabados pro-fundos, figurativos o no, conforman uno de los grupos más caracterís-ticos de la región cantábrica, con abundantes ejemplos desde la cuen-ca del Nalón (La Lluera, Viña, Torneiros, Santo Adriano y otros con-juntos) hasta la del Asón (La Luz, Venta de la Perra), pasando porsitios como las cuevas de Chufín y Hornos de la Peña, que tambiéncuentan con representaciones en el interior de la gruta. Su alta homo-geneidad técnica y estilística no implica, necesariamente, una crono-logía muy restringida. La datación estratigráfica en el Nalón, o de lascostras superpuestas en Venta de la Perra, apuntan a que correspondenesencialmente al periodo Gravetiense y quizá Solutrense antiguo, perono es decartable un inicio anterior de esta tradición figurativa (foto:Base de datos multim. Arte paleolítico en la Región Cantábrica,2003).

4.2. Una distribución no específica

En lo esencial, su distribución coincide con la delos centros de habitación del Paleolítico superior. Dehecho, muchas de las cuevas decoradas tienen depó-sito en la boca (aunque puede haber algunas excep-ciones: Covalanas, Monedas, Chimeneas…) y, por suparte, es razonable pensar que una buena parte de loslugares de hábitat relativamente prolongado o recu-rrente, tienen o tuvieron originalmente manifestacio-nes gráficas en paredes, suelos o techos (a parte depieles y mamparas, postes, etc.). El grado de solapa-miento entre ambas clases de yacimiento (habitacio-nales y centros artísticos) tiende a incrementarse enlas últimas décadas. Durante estas ha sido frecuenteque una iluminación más intensa y eficaz, y el exa-men más minucioso y experimentado de las paredes,desvelen restos de motivos parietales en sitios dehábitat más o menos clásicos, excavados en algunoscasos de antiguo (como ha sucedido en La Riera, ElOtero, El Pendo, Mirón, Morín, El Juyo y Cualventi).

El solapamiento, en todo caso, no es completo. Enalgunos enclaves tienden a dibujarse casos de com-

plementariedad funcional entre, de un lado, sitios conarte (y muy escasos restos de habitación, emplaza-miento más retirado y mucho más difícil acceso)como Venta de la Perra y El Rincón –en el desfilade-ro del río Carranza– o Covalanas, en la agrupaciónmuy cercana y de características similares del ríoCalera, y, de otro lado, cuevas inmediatas con mejo-res condiciones de habitación y acceso, y muy supe-rior abundancia de restos de actividad variada, distri-buidos en amplias secuencias estatigráficas, comoson, respectivamente, los yacimientos de El Polvoríny El Mirón (González Sainz y San Miguel 2001, 60).

En los territorios accesibles y aprovechables paralos paleolíticos (hasta unos 700 m aproximadamentesobre el nivel actual del mar durante la mayor partedel Paleolítico superior, que se amplía a partir de laoscilación de Alleröd-Cantábrico VIII) la distribu-ción observada de los centros rupestres afecta prefe-rentemente a la banda litoral y a los valles medios,más encajados, en altitudes sobre el nivel actual delmar entre 0 y 250 m en casi todos los casos, que enalgunos valles pueden alcanzar los 550-600 m de alti-tud (El Salitre, en el Miera). Secundariamente seaprecia:

– una mayor densidad en la banda costera (entre 0y 200 m.s.n.m.), en cuevas y abrigos tanto sobrelos cauces fluviales como en los interfluvios,especialmente en el sector central de la región,de paisaje más abierto en la banda costera.

– frente a la relativa dispersión de centros en labanda costera, es más alta la concentraciónsobre las riberas en los valles medios (concen-traciones de sitios parietales sobre los ríosNalón, Cares-Deva, Nansa, Besaya y Pas) y,especialmente, en algunos puntos estratégicosde comunicación entre distintas zonas interiores(desfiladeros de los ríos Carranza y Calera en lazona de Ramales, o también, el Alto de Ortigue-ro entre los ríos Güeña –afluente del Sella– yCares– del Deva-).

Las adiciones de yacimientos en los últimos 10años, que como hemos indicado afectan preferente-mente a los valles centrales (cuencas de los ríosMiera, Asón, Nansa…), modifican solo ligeramentela distribución tradicional. Más bien tiende a refor-zar el continuo de centros parietales desde la cuencadel Sella al interfluvio entre el Agüera y el Nervión,desdibujando los núcleos relativamente separadosen la zona costera y valles medios del centro de laregión (así los de “Deva-Cares”, “Pas” y “Asón”considerados en el ensayo de M. Lorblanchet (1995,28).

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De manera que las agrupaciones territoriales decentros rupestres entre sí muy próximos son más cla-ras en los valles medios o en su inicio (Nalón medio,Cares, Nansa, Pas, valle de Matienzo, ríos Calera yCarranza) y más raras en la banda costera (comarcade La Llera, área de desembocadura del Sella, zonade Castro-Urdiales…). La evaluación específica decada una de estas agrupaciones, ensayada en el desfi-ladero del río Carranza (González Sainz y SanMiguel 2001), parece recomendable en el futuroinmediato.

Con todo, en la actualidad conocemos probable-mente un porcentaje muy pequeño, si no ínfimo, delos centros rupestres que existieron durante el Paleo-lítico superior. En principio sería razonable suponerque la distribución original de centros rupestreshubiera sido algo más regular que la observada. Asíen la zona oriental, donde, a partir de la cuenca delIbaizabal, se conocen unos pocos grandes centros decronología magdaleniense (Santimamiñe, Ekain yAltxerri), pero en materia de arte mobiliar apenas sepueden establecer diferencias con las áreas más occi-dentales, resultan demasiado escasos los sitios conpocas o mal conservadas manifestaciones parietales–aparte de de Goikolau y Atxuri–, cada vez más fre-cuentes en el resto de la región.

En cualquier caso, la distribución original nodebió ser homogénea. Lo irregular de la reparticiónobservada tiene que ver con la prospección y algu-nos matices diferenciales en la tradición investiga-dora intraregional, pero también con factores comola karstificación diferencial y con posibles diferen-cias en la abundancia y diversidad de recursospotenciales para cazadores-recolectores durante el

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Figura 1. Distribución de centros parietales paleolíticos en la región cantábrica (s: 114).

Lámina 3. Composición de dos ciervas completas, dispuestas en para-lelo, en el lateral izquierdo del interior de Covalanas. El trazo tampo-nado –yuxtapuesto o discontinuo según zonas del contorno– es unprocedimiento técnico muy característico de los artistas cantábricos(cuevas de Cualventi, Pasiega, Pendo, La Garma, Salitre, Covalanas,Haza, Pondra, Arco B, Arenaza…), que aplicaron muy especialmen-te a representaciones de ciervas. A pesar de su sencillez, las figuraselegidas son un auténtico catálogo de convenciones de representaciónpremagdaleniense en la región. Las dataciones de costras asociadas enPondra y en La Garma, tienden a envejecer (y a ampliar) la cronolo-gía considerada tradicionalmente para este procedimiento, que por loque sabemos, se empleo a lo largo de los periodos Gravetiense y Solu-trense (foto: Base de datos multim. Arte paleolítico en la Región Can-tábrica, 2003).

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Paleolítico superior. Esto es, las mayores densidadesde yacimientos de habitación y centros rupestres dela banda litoral, y dentro de esta, de las áreas másabiertas y de relieve más suave del centro de laregión, parecen reflejar una más intensa ocupaciónde esos espacios vinculada a unas mejores posibili-dades económicas durante el Paleolítico superior.Estas posibles diferencias pudieron aminorarse apartir de la amplia diversificación del aprovecha-miento económico perceptible en el Magdaleniensemás avanzado y sobre todo desde la oscilación deAlleröd-Cantábrico VIII, con un incremento delnúmero de yacimientos epipaleolíticos y mesolíticosmás claro en el oriente regional (González Sainz1995).

4.3. Clases de centros rupestres y peculiaridadesregionales

Los centros rupestres cantábricos son de entidadmuy contrastada en cuanto al tamaño del dispositivo, lavariedad de procedimientos técnicos y expresivos des-plegados, o el emplazamiento de las decoraciones,entre otros aspectos. Sin embargo, la caracterización dedistintas clases de centros es resbaladiza. Aun obvian-do factores como el conocimiento y la conservacióndiferencial de esos centros, no es fácil ir más allá de lasdos categorías que considerábamos más arriba, y quevienen a ser los dos extremos del abanico:

– conjuntos simples, aparentemente sincrónicos,con pocas representaciones y muy escasa o nulavariabilidad técnica y expresiva.– conjuntos complejos, o recurrentes, que agrupanmanifestaciones normalmente mucho más nume-rosas. En algunos lienzos, estas se organizan enseries superpuestas mucho más frecuentementeque en los conjuntos simples (limitados a super-posiciones parciales), y reúnen procedimientostécnicos y expresivos más variados, y en emplaza-mientos más dispersos.

Hemos tratado de avanzar en la caracterización decentros rupestres con resultados poco contundentes.Con todo, el acercamiento, y la comparación de lasdistribuciones cantábricas con lo que sucede en lasregiones parietales de Francia, facilita la precisión dealgún rasgo peculiar de esta actividad gráfica en laregión cantábrica, y acaso justifica el intento.

Conviene apuntar que las dos categorías indicadasno suponen, en principio, una consideración necesa-riamente distinta de la función desempeñada por esoscentros parietales. Esto es, una de las posibilidades esque existió en la mente de los paleolíticos un únicotipo de centro o santuario donde desarrollar determi-

nados rituales; el distinto tamaño y variedad de pro-cedimientos observado respondería al grado de repe-tición de operaciones, al grado de recurrencia. Nues-tra idea, vinculada a la pluralidad de contextos y, pre-visiblemente, de funciones en que se desenvuelve laactividad gráfica parietal, es que debieron coexistirmuy distintas clases de centros, y que es posible intuiralgunas diferencias temporales en su distribución a lolargo del Paleolítico superior.

a) El tamaño de los conjuntos. La dificultad decuantificar las manifestaciones no figurativas (seriesde trazos, manchas, puntos, e incluso muchos de lossignos convencionales), y de concretar una muestramínimamente homogénea con la documentación dis-ponible, nos ha obligado a trabajar sobre manifesta-ciones figurativas de animales y humanas, excluidaslas manos. El distinto grado de conocimiento de lossitios, o de conservación de las representaciones,entre otros factores, obliga a una evaluación muysumaria y general de la distribución de los conjuntospor el tamaño1.

La distribución en la región cantábrica es extre-madamente dispar, oscilando entre conjuntos con unao dos figuraciones (Godulfo, San Antonio, El Otero,Sotarriza... entre otros), y las 297 de La Pasiega (que,en todo caso, se quedan muy lejos de las casi milreconocidas en Lascaux –G. y B. Delluc, en Leroi-Gourhan 1997, 459–, que es, además, un conjuntorupestre específico, y no un complejo con variasbocas que pudieron funcionar independientemente enalgunas fases del Paleolítico superior, como La Pasie-ga).

La distribución resultante (vid. Figura 2) es paula-tinamente decreciente desde los conjuntos máspequeños, muy numerosos, hasta un primer vacíoimportante de yacimientos, entre 61 y 90 efectivos.En la parte derecha del gráfico aparecen los conjun-tos mayores, con más de 90 representaciones anima-les o humanas. En la región cantábrica son: GaleríaInferior de la Garma (ca. 92), Altxerri (ca. 99), Tito

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1 Para la región cantábrica, hemos partido de los recuentos ofreci-dos por R. Cacho Toca (1999), introduciendo modificacionesmuy puntuales en algunas cuevas concretas y añadiendo la docu-mentación correspondiente a los centros rupestres descubiertos oestudiados después. Como contraste, hemos obtenido los valoresdel SO francés a partir del Atlas de les Cavernes, que ofrece unainformación bastante homogénea de lo conocido hasta 1984.Puntualmente hemos recurrido a publicaciones más recientespara precisar aspectos mal recogidos en el Atlas (cueva de Per-gouset ). Las circunscripciones consideradas son las de la regiónde Aquitania (Dordogne, Gironde, Lot-et-Garonne y Pyrénées-Atlantiques) y Midi Pyrénees (Ariège, Haute-Garonne, Lot,Hautes-Pyrénees); esto es, las más próximas a la región cantábri-ca y más importantes en el país vecino.

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Bustillo (ca. 101), Castillo (ca. 181), Altamira (ca.215) y La Pasiega (ca. 297).

La distribución cantábrica es bastante parecida alas áreas francesas consideradas. El vacío de centrosapreciable entre 60 y 90 efectivos de la distribucióncantábrica se reproduce en la de Aquitania, aunqueno en Midi-Pyrénées (en donde entre 70 y 90 repre-sentaciones se sitúan Montespan, Le Portel, Marsuo-las, Pech Merle y Roucadour). A la derecha de lagráfica se agrupan también los centros mayores, demás de 90 figuraciones, que en las áreas francesasconsideradas son: Combarelles, Font-de-Gaume,Lascaux, Rouffignac y Le Gabillou (en Aquitania), yTrois-Frères, Niaux y Gargas (en Midi-Pirénées).Estos sitios mayores son aun más diferentes entre sí,atendiendo al número de figuraciones, que los cantá-bricos.

La semejanza de ambas distribuciones, cantábri-ca y regiones del SO francés, refrenda la identidaddel fenómeno parietal en ese amplio territorio (aligual que las conexiones estilísticas iconográficas,técnicas, etc., y aun asumiendo las especificidadesregionales), por el que ideas e imágenes circularoncon facilidad. En la región cantábrica cabría dife-renciar:

– centros pequeños. Desde sitios con una únicarepresentación figurativa (14 conjuntos incluyendolos dudosos) hasta unas 15 figuras (en total, 49 cavi-dades). Como se ha indicado ya, buena parte de losconjuntos considerados aquí son adiciones posterio-res a la década de 1970.

La variabilidad interna, técnica y expresiva, esnula o muy escasa en su mayor parte. Entre los atri-buibles al arte arcaico, y más homogéneos, se tratade conjuntos de grabados exteriores (Godulfo, Mur-ciélagos, Molín, Lluera II, La Luz, Venta de laPerra), de pinturas rojas figurativas y muy ocasiona-les grabados en algún caso (Santián, Haza, Salitre,Tres Calabres, Lloseta, Cualventi, Arco A y B) o degrabados en el interior (Rincón y El Cuco, aunque lacronología premagdaleniense de este último no essegura).

Un nutrido grupo de conjuntos de cronologíamagdaleniense más probable, con ocasionales gra-bados (Loja, Sovilla, Juyo, San Vitores, Otero,Mirón, Grande, Alkerdi, Linar, Cobrantes, Lastri-lla), o pinturas en negro (San Antonio, Sotarriza, ocon más figuras y uso ocasional del color rojo paramotivos no figurativos en El Bosque, Covaciella,Cullalvera).

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Figura 2. Distribución de los centros rupestres, según el número de representaciones animales o humanas, en las regiones cantábrica y del SO deFrancia.

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La variabilidad es algo mayor en unos pocos sitiospequeños (entre los arcaicos, Calero II y Pondra, yentre los que cuentan con representaciones de estilomagdaleniense, Pedroses, Covarón y Las Aguas).

Conviene resaltar que, dentro de este grupo, lasdecoraciones de los sitios más pequeños, de menos de5 figuraciones, suelen ser de escasa entidad: noencontramos ni figuras de gran formato ni con proce-dimientos técnicos costosos (por ejemplo grandesfiguras de bisonte con masas de color en gradiente ygrabado). Más bien se repiten unos pocos grabadosde animales (Mirón, Otero, Grande, Juyo…). Noparece documentarse en la región cuevas con muypocas figuras de gran formato, visibilidad y comple-jidad expresiva; cuando aparecen composiciones deeste tipo se acompañan además de múltiples compo-siciones o de figuras aisladas de menor formato y eje-cución más sumaria.

– centros de tamaño medio, entre 21 y 60 repre-sentaciones. Agrupa un total de 15 conjuntos. Aun-que algunos son muy homogéneos (Covalanas yMonedas, o los más grandes de entre los conjuntosexteriores: Lluera I y Sto. Adriano), la variabilidad seincrementa ligeramente en los conjuntos de pinturasy/o de grabados arcaicos de Chufín, Micolón, Chime-neas (¿), o en los conjuntos esencialmente magdale-nienses de Coimbre, Buxu, Urdiales, Santimamiñe yEkain, y tiende a ser mayor y en ocasiones muy nota-ble en las cuevas más complejas cronológicamentecomo Hornos, Pindal y, sobre todo, Peña Candamo yLlonín.

Aunque la distribución de la Figura 2 refiere, en loesencial, una curva normal, conviene resaltar la ten-dencia a organizarse un vértice secundario en torno a31-35 representaciones, dentro de este grupo de con-juntos de tamaño medio, en las dos regiones conside-radas.

– grandes centros (de 90 en adelante). En los con-juntos cantábricos mayores (Tito Bustillo, Altamira,Castillo, La Pasiega, Galería Inferior de la Garma yAltxerri) la variabilidad técnica y expresiva es siste-máticamente alta, salvo Altxerri.

b) La variabilidad técnica y estilística. Los con-juntos rupestres regionales son pues muy diversos ensu tamaño y, también, en lo referido a la variedad deprocedimientos técnicos y recursos expresivos des-plegados en ellos. Este segundo aspecto de la variabi-lidad, sin embargo, sólo es evaluable con la informa-ción actual, muy dispar, de forma poco menos queimpresionista. De manera tentativa hemos clasificado

cada conjunto según cuatro posibilidades (variabili-dad técnica y expresiva nula, escasa, media y alta). Lagráfica resultante (Figura 3) permite comprobar queesa variabilidad es mínima en los conjuntos pequeños(1 a 15 figuraciones) e incluso en la mayor parte delos de tamaño medio (16 a 60) (salvo Pindal, Hornos,Peña Candamo y Llonín), y muy amplia en todos losgrandes sitios de la región cantábrica (> 90), salvoAltxerri. La subdivisión de los de tamaño medio endos categorías con distinta distribución de la variabi-lidad, reafirma la tendencia general.

La impresión por tanto es que la variabilidad téc-nica y expresiva de los conjuntos tiende a crecer enparalelo a su tamaño (por el número de figuraciones).Esto era esperable desde un punto de vista meramen-te estadístico, incluso en el supuesto de que todos losconjuntos fueran estrictamente sincrónicos y hubie-ran sido realizados por una misma persona (que des-de luego no es el caso). Sin embargo, la vinculaciónobservada entre tamaño y variabilidad parece muchomás fuerte de lo esperable estadísticamente, lo que esexpresivo de la actuación del factor tiempo: la ampli-tud cronológica de los dispositivos gráficos de cadacavidad es muy diferente.

Es cierto que el uso repetido de una misma cavi-dad implicó la ampliación del dispositivo y el incre-mento de la variabilidad. Pero no que el tamaño y lavariabilidad dependan sólo del grado de recurrencia.

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Figura 3. Distribución de los conjuntos cantábricos según la variabili-dad técnica y expresiva y el tamaño (figuras animales y humanas).

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Desde el punto de vista de su uso durante el Paleolí-tico superior, la clave está en los sitios de variabilidadtécnica y expresiva nula o escasa. Esto es, en lossitios realizados en un tiempo breve, que, razonable-mente, debió oscilar entre una única sesión o varias alo largo de unas pocas generaciones. Aunque se con-centran en el tamaño más pequeño (1-15 figuracio-nes), están bien presentes los de tamaño medio(Covalanas y Monedas, Micolón, Urdiales, Buxu,Chimeneas, Santo Adriano, Lluera I y Santimamiñe)e incluso grande (Altxerri). Es claro, por tanto, que enun horizonte dado coexistieron, o se construyeron,muy distintos tipos de conjuntos rupestres por eltamaño, desde sitios ocasionales con una sola figura,hasta grandes centros. A lo largo del tiempo algunosespecialmente recurrentes fueron creciendo hastaconvertirse posiblemente en sitios de referencia paralos paleolíticos; centros acaso ceremoniales, no solode quienes residían en ese enclave, sino de los gruposdistribuidos por más amplios territorios, en tanto queotros fueron quedando aparentemente abandonados.No es descabellado, por tanto, vincular esos centrosde tamaño más grande, composiciones más variablesy más claros elementos de dispersión cronológica,con lugares de agregación de grupos. Apunta en esamisma dirección su dispersión por los distintos terri-torios de las zonas occidental y central de la región:salvo Castillo y Pasiega, muy próximos entre sí, elresto de los conjuntos complejos parece encabezarcada una de esas agrupaciones territoriales (Candamoen el bajo Nalón, Tito Bustillo en el Sella, Llonín enel Cares-Deva, Altamira en los territorios litorales dela cuenca Saja-Besaya y La Garma en el bajo Miera).

c) Tendencias de cambio temporal en los cen-tros rupestres construidos. El Paleolítico superiores un periodo lo suficientemente largo como paraque, en una región dada como la Cantábrica, se pro-dujeran cambios perceptibles en la situación prefe-rente de las representaciones, panoplia más usual deprocedimientos técnicos, iconografía animal y signosabstractos, procedimientos expresivos, etc. Son loscambios que viene privilegiando la investigación tra-dicional. Otros aspectos en que se puede esperarcambios o diferencias temporales radican en elemplazamiento preferente, visibilidad y amplitud delespacio inmediato a las representaciones, amplitud ycaracterísticas de los lienzos seleccionados, grado deaprovechamiento de los relieves naturales, grado devariabilidad técnica, expresiva y tipométrica de lasrepresentaciones, grado de asociación de los lienzosde distintas épocas a áreas de actividad, etc., quehemos comenzado a explorar recientemente a partirdel registro de la Galería inferior de la Garma. Algu-nos resultados muy iniciales (González Sainz 2003)son tentativos y expresivos por el momento de eseyacimiento, pero no necesariamente de la generalidaddel arte rupestre regional. En esa línea, la preguntaahora es: ¿los comportamientos en cuanto a construc-ción y ampliación de los centros rupestres, a escalaregional, fueron iguales a lo largo del Paleolíticosuperior?. La dificultad de evaluar la cronología conprecisión no debe obligarnos a posponer indefinida-mente este tipo de preguntas, aunque las dificultadesde superar lo obvio sean limitadas. En principio, y apartir de la discusión anterior, los sitios más antiguostenderán a ser más pequeños y homogéneos, y máscomplejos, al menos, algunos de los que cuentan conamplias composiciones magdalenienses. En esta últi-ma época la variabilidad en cuanto a organización delos dispositivos será muy superior. El problema radi-ca en saber si las diferencias son las naturales, dadoque interviene el factor tiempo, y los comportamien-tos de base son los mismos a lo largo de todo elPaleolítico superior, o se fueron introduciendo algu-nas novedades. Con la información actual, los datosapuntan a que:

* en las épocas premagdalenienses, los centrostienden a ser más pequeños y más coherentes uhomogéneos internamente en lo referido a técnicas yprocedimientos expresivos. En la región Cantábrica,y en esas épocas antiguas del Paleolítico superior, nose conocen casos como el de Chauvet (y no nos refe-rimos solo a la extraordinaria complejidad expresivade algunas de las composiciones, a la amplia variabi-lidad técnica o a su distribución iconográfica pocousual, sino también al gran tamaño del dispositivográfico); y dada la posición geográfica y relativo ais-lamiento de la región, y el tipo de conjuntos parieta-

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Lámina 4. Figura de uro en trazo simple de color rojo de La Pasiega(Galería A). El uro (Bos primigenius) es, junto a las ciervas y ciervos,caballos, cabras etc, uno de los animales más repetidos en las compo-siciones parietales premagdalenienses de la región. Esta figura se aso-cia en La Galería A a otras muchas figuras de animales que combinanel trazo simple con el tamponado, en rojo, y a abundantes signos cua-driláteros con arco conopial, o acolados, en uno de los conjuntosparietales mejor conservados de toda la región cantábrica (foto: R. deBalbín Behrmann).

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les datados con cierta seguridad en esas épocas, nocreemos que pueda esperarse, razonablemente, uncaso similar. Tan solo La Pasiega (especialmente laGalería A) se acerca, por la amplitud del dispositivopremagdaleniense, a esos valores elevados.

En estas épocas antiguas, la variabilidad es másbien escasa, o nula, en la mayor parte de los sitioscantábricos, casi siempre de tamaño pequeño omedio. Con todo, algunas cuevas como Peña Canda-mo, Pondra, Chufín, Castillo, Pasiega y, acaso, Alta-mira, Garma y Tito Bustillo mostraban una ciertavariabilidad en fases premagdalenienses.

* El periodo Magdaleniense acaso no sea unamera prolongación temporal de ese estado de cosas.La actividad gráfica parietal parece incrementarse(610 figuras animales para las épocas antiguas –esti-los II y III– y 850 para el Magdaleniense –IV–, segúnel recuento de R. Cacho 1999, 164), y las fórmulas deconstrucción son más variadas. Como en las épocasanteriores, encontramos un amplísimo número deconjuntos pequeños, ahora con grabados o con pintu-ras más frecuentemente en negro. Además, entre loscentros decorados ahora por primera vez o esencial-mente correspondientes a esta época, aparece unnumero algo mayor de conjuntos de tamaño medio(Monedas, Urdiales, Santimamiñe, El Buxu, Ekain) ogrande (Altxerri). Y se amplia de manera muy nota-ble el dispositivo de sitios ya decorados antes conconjuntos arcaicos (no demasiado grandes como Hor-nos y probablemente Pindal, o de mayor entidadcomo Peña Candamo y Llonín, Tito Bustillo, Altami-ra, Galería Inferior de la Garma, Castillo y, especial-mente, Pasiega). En casi todos los casos, las mayoresacumulaciones de obra gráfica magdaleniense corres-ponden a los sitios que ya presentaban una variabili-dad interna mayor en épocas precedentes (salvoAltxerri, Ekain y con un dispositivo más reducido,Santimamiñe), y en todos los casos, la entidad numé-rica de los añadidos magdalenienses supera a lo rea-lizado hasta entonces.

El grado de solapamiento espacial de las nuevasdecoraciones magdalenienses con las anteriores esvariable. Alto en sitios donde las composiciones pre-magdalenienses ocupaban los mejores y más amplioslienzos despejados (Llonín y Peña Candamo, y enmenor medida, Castillo, Tito Bustillo, Altamira,Pasiega B y C, parte anterior de la Galería inferior deLa Garma…), al tiempo que se levantan nuevos sub-conjuntos homogéneos especialmente en reductoscercanos a las áreas de habitación y actividad diversa(La Pasiega B y C, Galería inferior de la Garma) ytienden a respetarse en mayor medida los subconjun-tos parietales antiguos en las áreas medias y más ale-

jadas de las bocas (Galería A de Pasiega, La Garma,Castillo…).

d) Algunas peculiaridades regionales. El parale-lismo con las regiones francesas, sobre todo Aquita-nia, en cuanto a distribución de sitios según el núme-ro de representaciones figurativas, no se reproduce enla frecuencia de conjuntos no figurativos, que es muysuperior en la región cantábrica. En ella, de 114 cen-tros rupestres considerados, muestran (o conservan)alguna representación figurativa 70 (61,4 %). Más deun tercio de los sitios se componen de representacio-nes abstractas (signos convencionales) o de motivosno figurativos más simples (series de líneas, manchasde color…).

En las regiones francesas la proporción es neta-mente distinta. En Aquitania se contabilizan 51 con-juntos con figuraciones (94,4 % del total, sin contabi-lizar casos más discutibles como los abrigos de LaFerrasie y Castanet), y sólo tres sin ellas: los abrigosLartét y Faustin, y la cueva de Mitrot (el primero enDordoña, y los otros dos en Gironde). En el de Lartet,la ausencia de figuraciones puede ser achacable alestado de conservación. A su vez, la situación enMidi-Pyrénés es similar: 39 conjuntos presentan figu-raciones (95,1 %) y sólo dos carecen, en principio, deellas: la cueva de Pradières en el Ariège, y la deFaux– Monnayeurs en Lot. En la primera, se indica labuena conservación del techo con puntos rojos frenteal resto de paredes de la cueva, con abundantes pro-cesos de gelivación (Rouzaud 1984, 377). La conser-vación de la segunda, y algún motivo de lectura muydudosa (Lorblanchet 1984, 458), tampoco permitenexcluir la presencia original de alguna representaciónfigurativa.

Con la información disponible, y sin olvidar fac-tores como conocimiento y conservación muy dife-rencial del registro según yacimientos, y aun en elinterior de estos, las diferencias entre la región cantá-brica y las francesas son suficientemente abultadascomo para no deberse al azar, ni a una conservacióny grado de conocimiento generalizadamente peor delos dispositivos cantábricos. Antes bien, parece dibu-jarse una notable diferencia en el papel de los conte-nidos no figurativos, bastante más amplio en laregión cantábrica, que, en este aspecto se acerca mása otras regiones peninsulares con abundantes cuevasque a las francesas.

Ese rasgo del arte cantábrico va aparejado a dosaspectos:

– la existencia, señalada ya tradicionalmente (asíJordá 1979), de conjuntos rupestres solo construidos

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con signos abstractos: Entrecueves, Herrerías, Tebe-llín, La Meaza, y apuntan a ello, Mazaculos II,Sidrón, Balmori, Mazaculos I, Cofresnedo (¿) yMorro del Horidillo. Las series de puntos y discos sonlos motivos (¿representaciones?) más complejos deLa Riera, Mazaculos I, Molín, La Pica, Porquerizo,Portillo, La Pila, Peñajorao, Morín, Galería interme-dia de La Garma, San Juan de Socueva y Los Santos),y otras cavidades cuentan únicamente con series delíneas no figurativas, manchas de color, etc.

– la alta proporción de estos signos abstractos enlos conjuntos regionales, especialmente premag-dalenienses o del Magdaleniense antiguo, comohemos señalado en alguna ocasión (GonzálezSainz y San Miguel 2001, 147) a propósito de lascuevas del desfiladero de Carranza o de los distin-tos sectores decorados de La Pasiega (en la quejunto a casi 300 representaciones animales se con-tabilizan hasta 134 signos plenos o convenciona-les). En el Magdaleniense reciente, al tiempo quese dan importantes cambios iconográficos sereduce esa proporción de signos abstractos (Gon-zález Sainz 2005).

Desde un punto de vista geográfico, analizando loque sucede a lo largo del corredor cantábrico, losdatos disponibles apuntan a que esa diferencia entrela región cantábrica y las francesas consideradas seorganiza de forma coherente con la situación geográ-fica y las distancias. En la Figura 4, donde emplea-mos los grupos territoriales de epígrafes anteriores, seaprecia una ligera tendencia a que lo no figurativoalcance una mayor dimensión en las áreas centrales yoccidentales de la región, al igual que otros aspectos“cantábricos” del registro arqueológico (puntas solu-trenses de base cóncava, mayor proporción de arpo-nes magdalenienses unilaterales –frente a los bilatera-les–, y de arpones con perforación lateral de recupe-ración, o con decoración compleja –frente a la mássimple–. En el caso del arte, distribución del tampo-nado en rojo, de las ciervas con bandas de estriado encabeza y pecho, etc.)

Figura 4. Distribución de los conjuntos rupestres a lo largo de laregión cantábrica.

Esa tendencia de organización geográfica seexpresa más claramente reduciendo la información afrecuencias y representando para cada zona la mediaentre los valores de esta y las inmediatas (mediamóvil de los tres valores) (vid. Figura 5). Lo no figu-rativo es muy escaso en el litoral oriental (aunqueprobablemente interviene también una distribucióncronológica muy polarizada en las fases centrales oavanzadas del Magdaleniense), y tiende a crecer des-de el interfluvio Nalón-Aguera (10), alcanzandomáximos en las áreas más cercanas a Picos de Euro-pa (Nansa –5–, Cares-Deva –4– y La Llera –3-).

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Lámina 5. Acumulación de representaciones en un entrante lateral dela Galería C de La Pasiega (sector C3). Estos lienzos muestran diver-sas figuras de animales pintados en color rojo, violeta y amarillo, o designos cuadriláteros y triangulares, series de puntos etc., que corres-ponden a fases premagdalenienses. Superpuestos a lo anterior, unbuen número de animales (casi siempre ciervas, completas o solo lacabeza), grabados con trazo simple repetido de contorno y bandas deestriado en cabeza y pecho, que por analogía con el arte mobiliar, ydataciones c14-AMS, sabemos realizadas durante el Magdalenienseinferior, entre unos 15500 y 14200 BP. (foto: Base de datos multim.Arte paleolítico en la Región Cantábrica, 2003).

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Figura 5. Distribución desigual del componente figurativo en los con-juntos rupestres de la región cantábrica (media móvil).

Un segundo aspecto en que los conjuntos parieta-les cantábricos se organizan de forma peculiar res-pecto a los franceses radica en el grado de recurren-cia temporal de los centros, aparentemente superioren la región cantábrica, como ya hemos apuntado enalguna ocasión (González Sainz y Utrilla 2005).

La abundancia relativa en la región cantábrica deestos centros recurrentes, con amplia variabilidad téc-nica y estilística, contrasta con una mucho más gene-ralizada sensación de sincronía en la práctica totali-dad de conjuntos parietales de las regiones francesas,aparentemente realizados en un tiempo más limitado,con adiciones parietales probablemente durante muypocas generaciones. Una revisión sumaria de catálo-gos como L’Art des Cavernes (VVAA 1984) es bienexpresiva. Entre los conjuntos rupestres con menosde 41 representaciones figurativas (60 en el cantábri-co, 42 en Aquitania y 29 en Midi-Pyrénées) es dondela sensación de sincronía estricta, o más amplia (conobras correspondientes a adiciones en unas pocasgeneraciones sucesivas), es lógicamente más fuerteen todas partes. Apenas se pueden indicar casos devariabilidad técnica y expresiva importante y sufi-ciente para plantear reocupaciones muy alejadas en eltiempo en las cuevas de las regiones francesas consi-deradas, pero sí apuntan a ello unos cuantos casoscantábricos: Covarón, Pindal, Aguas, Hornos de laPeña y Pondra.

La diferencia entre regiones es más clara al consi-derar los yacimientos grandes, con más de 40 repre-sentaciones (Figura 6). De los 10 casos cantábricos,la variabilidad es alta en siete (Peña Candamo, Llo-nín, Tito Bustillo, Altamira, Castillo, Pasiega y Gale-ría Inferior de la Garma) y más escasa en Chufín,

Ekain y, menos aun, en Altxerri. La situación en lasregiones francesas es casi la opuesta. En Aquitania (9casos con más de 40 representaciones) muestran unavariabilidad media o alta y, para la generalidad deautores, expresiva de ocupaciones muy alejadas en eltiempo, Font de Gaume, La Mouthe y con más dudasErburua, en tanto que parecen corresponder a perio-dos mucho más breves las decoraciones de La Mairie,Bernifal, Lascaux, Rouffignac, Le Gabillou y Com-barelles I (que estarían en un rango similar a Ekain yAltxerri). En Midi-Pyrénées por su parte (10 cuevasde más de 40 figuras), frente a la relativa diversidadde Le Portel y Pech Merle (cuyas fases decorativaspueden no estar demasiado alejadas en el tiempo), lasensación de sincronía, aun en sentido amplio, parecemás clara en Gargas, Labastide, Niaux, Montespan,Pergouset, Roucadour, e incluso, al menos para lamayor parte del dispositivo en Trois-Frères y Mar-suolas.

Figura 6. Diferencias regionales en la variabilidad técnica y expresi-va de los conjuntos mayores (> 40 figuras).

Esta relativa abundancia de centros parietalescomplejos en la región cantábrica, con composicio-nes parietales correspondientes a distintas fases muyalejadas en el tiempo, podría estar vinculada con lasespecificidades del espacio regional: un estrechocorredor entre los glaciares de la cordillera y el marcantábrico, es decir, un territorio reducido y especial-mente estanco durante el Pleistoceno superior en suszonas central y occidental. Al tiempo, la relativaabundancia de recursos aprovechables (de caza, pes-ca, marisqueo y recolección vegetal), distribuidos enecosistemas notablemente diferentes, pero muy cer-canos entre sí, y con recursos aprovechables en dis-tintas épocas del año, facilitaron una densidad depoblación estable relativamente importante durante elPaleolítico superior. La combinación de estos dosaspectos (alta densidad de población en un espacio

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reducido y muy delimitado) parece explicar la cons-trucción más prolongada en el tiempo de algunosconjuntos parietales, aquellos más complejos, activosy reocupados en muy diferentes ocasiones a lo largodel Paleolítico superior.

A su vez, esa combinación de factores parece vin-culada a una continuidad artística algo más acusada alo largo del Paleolítico superior, especialmente en elcampo parietal. Los horizontes de cambio más impor-

tantes en el arte parietal de la región parecen darse afinales del periodo Solutrense o inicios del Magdale-niense (desde un punto de vista estilístico), y en tor-no a 14500/14000 BP (en lo referido a iconografía).Dentro de un esquema de interrelación importanteentre esas regiones con abundante población y nomuy alejadas, el relativo aislamiento del corredorcantábrico (partes central y occidental sobre todo), ylos rasgos comentados (alta densidad humana) facili-taron el desarrollo de caracteres culturales particula-res. A los valorados tradicionalmente en materiaartística (iconográficos –animales y signos abstrac-tos–, procedimientos técnicos…), creemos que puedeañadirse un componente superior de lo no figurativoen materia de arte parietal, y un papel activo más pro-longado en el tiempo de los grandes centros parieta-les.

Lámina 7. Composición principal de la cueva de Urdiales, con diver-sas representaciones de bisontes en color negro. Además de pinturasen negro el conjunto cuenta con algunos grabados, una representaciónen rojo (en nuestra opinión, un macho cabrío) y otros motivos no figu-rativos en ese mismo color. A pesar de esa diversidad, se trata proba-blemente de un conjunto sincrónico, con notables vinculaciones en loreferido a procedimientos y recursos expresivos con otros centrosparietales creados en el Magdaleniense reciente (Covaciella, Cullalve-ra, Santimamiñe, Altxerri…) (foto: C. González Sainz).

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Lámina 6. La composición de bisontes y otros animales polícromosdel techo de Altamira continua siendo hoy, 126 años después de sudescubrimiento, el conjunto parietal más espectacular de la región porsu complejidad técnica y acabado. El radiocarbono data estas figurasentre 14800 y 14000 BP, sin excluir la adición posterior de algunasfiguras más pequeñas solo en color negro (en torno a 13500 o 13100BP). La composición de polícromos de Altamira, que corresponde aun momento muy avanzado del Magdaleniense inferior, o ya de tran-sición al medio, es acaso el exponente más antiguo de la profundarenovación iconográfica y expresiva que se produce en torno a 14500-14200 BP, y que supuso el enrarecimiento de las peculiaridades artís-ticas regionales y la extensión de modelos iconográficos y recursosexpresivos de más amplio radio (foto de P. Saura, en Base de datosmultim. Arte paleolítico en la Región Cantábrica, 2003).

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