El único camino a la felicidad: Sé pobre en...

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1 Gracia a Vosotros: Desatando la Verdad de Dios, Un Versículo a la Vez El único camino a la felicidad: Sé pobre en espíritu Escritura: Mateo 5:3 Código: 90-189 John MacArthur Quiero que abra su Biblia en esta noche, en Mateo capítulo 5. Mateo capítulo 5. Como le mencioné recientemente, pude publicar un libro titulado “El único camino a la felicidad”. Y es un libro, básicamente acerca de las bienaventuranzas. Jesús nos presenta en Mateo capítulo 5 la enseñanza más profunda y al mismo tiempo paradójica acerca de la felicidad verdadera. Pero no es solo un tema entre muchos, es parte del cimiento de toda su enseñanza, y es parte del cimiento de entrar a Su reino. Dios nos quiere felices. El Salmo 144:15 dice, “Bienaventurado es aquel pueblo cuyo Dios es Jehová”. Dios quiere que nuestras vidas estén llenas de gozo, Dios quiere bendecirnos. Él quiere que experimentemos gozo, una felicidad profunda externa, no producida ni afectada por la emoción o por las circunstancias cambiantes. Un tipo de bienaventuranza y un tipo de gozo, un tipo de felicidad que no está sujeta a fuerzas externas sino únicamente a internas, producidas por Dios en el corazón. Y esta debe ser la virtud de un creyente. Bienaventuranza, felicidad, gozo, esto es lo que Su reino nos promete, y la bienaventuranza lo dice de una manera tan magnifica, y tan incisiva. El Señor quiere gente en Su reino que disfrute la felicidad real. Y ese es el tema de las bienaventuranzas, y ese es el tema del sermón del monte, en donde las bienaventuranzas comienzan. Claro el sermón llega hasta el capítulo 7, y ese es el final. Pero Jesús comienza con estas bienaventuranzas, son llamadas. Cada una comienza con la palabra ‘bienaventurados’, la cual es simplemente es otra manera para felicidad. Jesús le estaba hablando primordialmente a sus discípulos. Recordará usted, sus discípulos vinieron a él dice en el versículo 1, pero también más allá de ellos eran el circulo interior. La multitud podía oír lo que él estaba diciendo también, todo mundo necesita oír de la felicidad, no solo aquellos que ya conocen al Señor, sino todo mundo. Todo mundo necesita que Dios quiere

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Gracia a Vosotros: Desatando la Verdad de Dios, Un Versículo a la Vez

El único camino a la felicidad: Sé pobre en espíritu Escritura: Mateo 5:3

Código: 90-189

John MacArthur Quiero que abra su Biblia en esta noche, en Mateo capítulo 5. Mateo capítulo 5. Como le

mencioné recientemente, pude publicar un libro titulado “El único camino a la felicidad”. Y es

un libro, básicamente acerca de las bienaventuranzas. Jesús nos presenta en Mateo capítulo

5 la enseñanza más profunda y al mismo tiempo paradójica acerca de la felicidad verdadera.

Pero no es solo un tema entre muchos, es parte del cimiento de toda su enseñanza, y es

parte del cimiento de entrar a Su reino. Dios nos quiere felices. El Salmo 144:15 dice,

“Bienaventurado es aquel pueblo cuyo Dios es Jehová”. Dios quiere que nuestras vidas estén

llenas de gozo, Dios quiere bendecirnos. Él quiere que experimentemos gozo, una felicidad

profunda externa, no producida ni afectada por la emoción o por las circunstancias

cambiantes.

Un tipo de bienaventuranza y un tipo de gozo, un tipo de felicidad que no está sujeta a fuerzas

externas sino únicamente a internas, producidas por Dios en el corazón. Y esta debe ser la

virtud de un creyente. Bienaventuranza, felicidad, gozo, esto es lo que Su reino nos promete,

y la bienaventuranza lo dice de una manera tan magnifica, y tan incisiva. El Señor quiere

gente en Su reino que disfrute la felicidad real. Y ese es el tema de las bienaventuranzas, y

ese es el tema del sermón del monte, en donde las bienaventuranzas comienzan. Claro el

sermón llega hasta el capítulo 7, y ese es el final.

Pero Jesús comienza con estas bienaventuranzas, son llamadas. Cada una comienza con la

palabra ‘bienaventurados’, la cual es simplemente es otra manera para felicidad. Jesús le

estaba hablando primordialmente a sus discípulos. Recordará usted, sus discípulos vinieron a

él dice en el versículo 1, pero también más allá de ellos eran el circulo interior. La multitud

podía oír lo que él estaba diciendo también, todo mundo necesita oír de la felicidad, no solo

aquellos que ya conocen al Señor, sino todo mundo. Todo mundo necesita que Dios quiere

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traernos felicidad verdadera, bendición verdadera. Y la pregunta es, ¿Cómo encuentra usted

eso?

Y las bienaventuranzas nos indican lo que realmente es opuesto a lo que el mundo asumiría.

Bienaventurados los pobres, el mundo diría bienaventurados los ricos. Bienaventurados los

que lloran, el mundo diría bienaventurados los que se ríen. Bienaventurados los gentiles o los

mansos, el mundo diría bienaventurados los soberbios y los que tienen confianza.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed, el mundo diría bienaventurados son aquellos

que no tienen ni hambre ni sed, porque tienen todo. Somos moldeados por el mundo, inclusive

aquellos de nosotros que estamos en el reino. Y nuestras actitudes se vuelven moldeadas por

el mundo.

Los medios masivos de comunicación del mundo, periódicos, libros, revistas, televisión, radio,

música, películas, usted dígalo. Literalmente, de manera imparable nos vende la perspectiva

del mundo y al final corrompe nuestra manera de pensar, que de otra manera es pura. Esto no

solo es algo no solo fuera de lo normal en nuestro día, lo fue para la gente en Israel, incluidos

los discípulos que buscaron entender verdaderamente a Dios y al reino. Pero su manera de

pensar también estaba corrompida por la filosofía que reinaba en su día, la cual fue

perpetrada por líderes religiosos, en esos días los fariseos y los saduceos.

Jesús tuvo que aclarar todas las mentiras y todo el error, y regresar a la medula de la felicidad

verdadera. La felicidad verdadera es encontrada por cierto únicamente al entrar en Su reino.

¿Qué significa eso? eso significa simplemente, solo al convertirse en un súbdito de él, solo al

reconocerlo como rey, viniendo a su esfera de vida, viniendo bajo su dominio, viniendo bajo su

autoridad, viniendo bajo su bendición. Ese es el único lugar en donde la felicidad verdadera

ocurre. Entonces, cualquier oferta de felicidad, es al mismo tiempo un llamado al reino.

Cuando Jesús dijo, serán felices si hacen esto, serán felices si hacen esto, realmente estaban

diciendo así es como entras al reino y ahí es donde encuentras la felicidad.

Entonces aquí tiene usted, no solo enseñanza acerca de cómo ser feliz, sino enseñanza

acerca de cómo entrar al reino, porque son lo mismo. Entrar al reino es donde la felicidad se

encuentra, y afuera del reino no hay felicidad verdadera. La palabra bienaventurado tiene un

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opuesto. La palabra bendición tiene un opuesto. Maldito, maldecir. De hecho, en el griego es

la palabra Oúaí, la cual es ‘Ay’ en español. Y ‘ay’ no es un deseo con respecto a una

condición venidera. Ay no es una descripción actual, ay es una verdad pronunciada sobre

gente, y significa, son malditos. La palabra bienaventuranza es lo opuesto. Bendición,

makarios. Bienaventuranza es una palabra pronunciada sobre personas, pronunciada en ellos

como los destinatarios de toda la bondad de Dios, lo cual produce una condición de felicidad.

El reino es un lugar para que Dios derrame bendición. Efesios 1, versículo 3, “Hemos sido

bendecidos, (¿con qué?) con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo

Jesús.” Cuando llegamos al reino, comenzamos a ser bendecidos. En Efesios capítulo 2, nos

dice que esa bendición continuará para siempre, porque dice en las edades venideras, él

mostrará las riquezas que sobrepasan todo de Su gracia y bondad nosotros en Cristo Jesús.

Él comenzó bendiciéndonos el día que entramos al reino. Él comenzó proveyendo todas las

cosas para hacernos verdaderamente felices, y eso seguirá por los siglos de los siglos en esta

vida y en la vida venidera.

Dios nos ofrece salvación desde nuestra perspectiva, para llevarnos a la felicidad verdadera,

contentamiento, bendición, gozo. Eso es lo que Dios ofrece, y el camino, el patrón para recibir

esa bendición y entrar al reino, es bosquejado para nosotros en estas bienaventuranzas

increíbles. Comienza con ser pobre en espíritu y orar y ser manso, y tener hambre y sed, sed

de justicia. Se manifiesta a sí misma en una actitud de misericordia, pureza y ser un

pacificador. Y causa que el mundo reaccione contra nosotros con persecución y acusaciones

falsas, pero al final nos transforma, en el versículo 13, en sal. Y versículos 14 al 16, en luz.

Este es el flujo de las bienaventuranzas. El primer paso al entrar al reino, el primer paso para

la felicidad, es ser pobre en espíritu, reconociendo su pobreza espiritual. La segunda es llorar

por ella, la tercera es humildemente caer postrado ante la gloria de Dios en su condición, la

cuarta es entonces, rogar por una justicia que usted no tiene, y tiene hambre de ella. Eso

comienza entonces a manifestarse en una actitud de misericordia hacia otros, en una

búsqueda de pureza y de buscar la paz en su propia vida, y crea hostilidad en el mundo. Ese

es el flujo de las bienaventuranzas.

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Debemos comenzar en el principio, porque esta es información tremendamente importante,

verdad tremendamente importante para gente que esta fuera del reino, como también para

aquellos que están adentro del reino. Tomemos la primera bienaventuranza en esta noche en

el versículo 3, “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los

cielos”. Ahora, queremos responder unas cuantas preguntas que van a ser presentadas, y eso

nos va a llevar a lo largo del significado de la bienaventuranza. Pregunta número uno, ¿Por

qué Cristo comienza con esto? Digo, este es el primer sermón registrado de Jesús, así es

como él inaugura la enseñanza que desarrolla a lo largo del Nuevo Testamento.

Comienza con estas primeras cosas, y esta primera afirmación, “Bienaventurados los pobres

en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.” Esta es la primera instrucción real que

Jesús dio en el Nuevo Testamento, el primer evangelio, el evangelio de Mateo, primer sermón

registrado de Jesús, primera afirmación. Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de

ellos es el reino de los cielos.” Y es apropiado preguntar, ¿Por qué comienza él aquí? Debe

ser importante, es lo primero dicho. La primera cosa registrada en términos de predicación en

sí de Jesús. ¿Por qué comienza él con esto? porque es la característica fundamental del

cristiano. Es la característica fundamental del ciudadano del reino de los cielos. El resto de las

características fluyen de esta. Aquí es en donde todo comienza, aquí es en donde comienza

la felicidad, aquí es en donde la entrada al reino comienza.

Jesús comienza al decir, hay una montaña que tienes que escalar. Hay altitudes que tienes

que escalar, pero lo primero que debes reconocer es que estas afuera del reino de Dios, y no

puedes llegar ahí por ti mismo. La montaña es demasiado alta, las altitudes son demasiado

grandes, no lo puedes hacer, y tienes que comenzar con ese reconocimiento, no puedes

entrar en mi reino, no puedes ser feliz hasta que reconozcas tu bancarrota, tu pobreza. Esto

es algo muy importante para los judíos que están muy orgullosos por sus méritos religiosos,

muy orgullosos por sus logros ceremoniales, muy orgullosos por los sacrificios que le habían

ofrecido a Dios, muy orgullosos por su celo por la ley, muy orgullosos por su circuncisión, muy

orgullosos por su identificación con el pueblo del pacto de Israel, muy orgullosos por su

justicia personal, confiaban en sí mismos, creían que eran importantes en sí mismos, y Jesús

dice, “si vas a entrar al reino, y encontrar felicidad verdadera, tienes que reconocer que no

tienes absolutamente nada, estas en bancarrota, ahí es en donde todo comienza.

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Pobreza de espíritu es el cimiento del resto de las gracias. Pobreza de espíritu es en donde

todo comienza. Más vale que usted espere fruto que crezca sin un árbol, así como usted

esperaría que las otras gracias crezcan sin esta. Nada sucede hasta que esto sucede,

mientras que una persona no es pobre en espíritu, esa persona no es capaz de felicidad, en el

sentido en el que Dios la ofrece. Esa persona no es capaz de entrar al reino. Mientras que yo

me estoy aferrando a mi importancia personal, y a mi justicia personal, y a mis propios

méritos, y a mi propia religiosidad y a mi propia moralidad, y mientras que me estoy aferrando

a esto como si de alguna manera me hubiera ganado el acceso a Dios mientras que mi mano

está llena de esa suciedad, nunca puede recibir el oro de la gracia de Dios. La felicidad es

únicamente para aquellos que son indignos.

Isaías lo dijo, de Cristo, y Cristo lo reiteró, Isaías 61:1, “El Espíritu de Jehová está sobre mí”.

Jesús lo repitió en el evangelio de Lucas, “me ha enviado a sanar a los quebrantados”. Todo

comienza con quebrantamiento de corazón. Hasta que alguien es pobre en espíritu, Cristo

nunca es visto por lo que realmente es, él nunca es preciado. Antes de que usted puede ver

en cuanta bancarrota está usted, usted no puede entender cuanto valor Cristo tiene. Usted

nunca puede ver su valor sin paralelos, hasta que usted entiende la plenitud total de su propia

indignidad, su ausencia de valor. El que se ve a sí mismo vestido en harapos, puede valorar la

túnica de justicia que Cristo trae. Hasta que usted no es pobre, usted no puede ser rico. Hasta

que usted no es un insensato, no se puede volver sabio. Hasta que usted pierde su vida, no la

puede salvar.

Jesús con frecuencia presentó cosas paradójicas como esas. ¿Y porque es esto primero?

Porque inevitablemente lo que evita que la gente entre al reino es soberbia. Y en el comienzo

mismo, la soberbia debe ser quebrantada. Proverbios 16:5 dice, “Maldito son los soberbios”.

Estas cosas Dios aborrece, un corazón soberbio, en la parte de arriba de la lista. Ahora, la

soberbia no necesariamente significa que usted desfila su dinero, no necesariamente significa

que usted desfila sus bienes y sus posesiones, y etc. Soberbia significa que usted confía en

su mérito personal, moralidad personal, religión personal, bondad personal. Usted no está

dispuesto a reconocer el hecho de que lo mejor que usted puede hacer, son trapos de

inmundicia.

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La única manera entonces de entrar al reino de Dios, la única manera de venir a la bendición,

la única manera de ser feliz en términos genuinos, verdaderamente feliz tanto en el tiempo

como la eternidad, es confesar su propia indignidad, su incapacidad total de agradar a Dios,

su propia incapacidad de satisfacer, de cumplir con el estándar de Dios. Fue el apóstol Pablo

quien atravesó por esto, él dijo, ‘cuando yo era judío, estaba viviendo mi judaísmo y confiando

en él’. Él dijo, ‘con respecto a la ley, irreprensible, con respecto a mantener externamente la

ley de Dios yo era irreprensible, nadie podía haber identificado alguna falla en mi guardar la

ley en términos ceremoniales’. Pero él también dijo, ‘no tenemos confianza en la carne’. No

confianza en la carne.

A primera vista de cualquier judío que guardaba la ley, cualquier fariseo, Pablo se veía como

el modelo de virtud religiosa. Pablo dice, ‘todo era estiércol’. Filipenses 3, todo era basura. Él

dice, ‘todo era desperdicio, desecho’. De eso está hablando Jesús, él está hablando de ver lo

mejor que usted es, y entender que es basura, estiércol, deshecho. La iglesia en Laodicea

estaba engañada, Apocalipsis 3:17, decían ‘soy rico y no tengo necesidad de nada’. Eso con

toda seguridad lo va a mantener a usted afuera del reino. ¿Cuántos insensatos como esos

hay? Y los ha habido a lo largo de toda la historia, pero que no ven la realidad en absoluto.

Son como la pequeña sierva de la que escribió Seneca, que nació ciega pero no lo creía. ‘El

mundo’, dijo ella, ‘es oscuro, pero yo no estoy ciega’. Muchos perecen en una condición así,

necia, de desprecio hacia la realidad.

Entonces Jesús comienza aquí, porque todo comienza aquí. Usted nunca entrará al reino,

usted nunca experimentará la felicidad verdadera, hasta que haya un reconocimiento de

bancarrota espiritual. No solo en las peores cosas en su vida, sino en las mejores. Que como

Isaías lo dijo su justicia es como trapo de inmundicia. Su ser irreprensible con respecto a la

ley, Filipenses 3, es estiércol. Su moralidad no vale nada, todo comienza ahí. Y esa es la

razón por la que él comienza ahí. Eso quiere decir que las únicas personas que entran al

reino, las únicas personas que experimentan la bendición de Dios, son personas que llegan a

un punto de reconocimiento de bancarrota espiritual total.

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Ahora entremos a eso y hagamos una segunda pregunta. Específicamente, ¿qué quiere decir

Jesús con ‘bienaventurados los pobres en espíritu’? ¿que está diciendo él de manera

específica? Oh, dicho de otra manera, ¿De qué tipo de pobreza está hablando él? Bueno,

permítame decir en primer lugar, que él no está hablando de pobreza material. Y hay muchas

que quieren en cierta manera, hacer del sermón del monte un estándar ético agradable, y lo

quieren citar, ‘bienaventurados los pobres’. Y quieren colocar alguna virtud junto a la pobreza.

De hechos, Lucas 6:20 dice, “Bienaventurados los pobres”. Aquí en Mateo, claro, estamos

indicando que tipo de pobreza estamos hablando.

Pero hay suficientes personas que piensan que la pobreza en sí misma, esto es, la ausencia

de posesiones materiales y ausencia de dinero, de alguna manera en sí misma es una virtud.

De eso no está hablando nuestro Señor, si lo fuera entonces, no sería cristiano aliviar la carga

de alguien, ¿no es cierto? No sería cristiano darles dinero a los pobres, y la Biblia una y otra, y

otra vez nos dice que le demos dinero a los pobres, que le demos alimento a los pobres, que

satisfagamos las necesidades de aquellos que no tienen. Si de alguna manera la pobreza en

sí misma fuera una virtud, entonces los estaríamos llevando de la virtud al vicio. Entonces,

estaríamos mejor dejando a la gente que se está muriendo de hambre, y dejar a los

refugiados de guerra en su privación, que continúen en su aflicción extrema, que dejemos

solos a los huérfanos, que cerremos todos los hospitales, que terminemos con todos los

esfuerzos misioneros y la bienaventuranza espiritual de alguna manera estuviera asociada

con la pobreza material. No lo está.

Hoy vi a la especie de evangelio nuevo, es que la bienaventuranza espiritual está asociada

con la riqueza. Entre más rico es usted en la actualidad, más evidencia supuestamente usted

da de haber entrado a la prosperidad del evangelio. No estamos hablando aquí de cosas

materiales en absoluto, aquí. Ser pobre o ser rico no tiene nada que ver con esto. Hubieron

muchas personas pobres y todavía las hay que entran al reino. Y hay unos cuantos ricos, no

muchos, pero unos cuantos. Nicodemo y José de Arimatea fueron hombres ricos, como

aparentemente también lo fue Filemón. Como le dije, 1ra Corintios 1:26 dice que no hay

muchos, pero hay algunos.

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David, recordará usted en el Salmo 37, testificó que, en todos sus años, él nunca había visto a

los justos desamparados, y nunca los había visto como mendigos pidiendo pan. En la vida de

Pablo hubieron tiempos de hambre, hubieron tiempos de sed, y hubieron tiempos cuando él

tuvo lo suficiente. Él sabía como estar humillado y como abundar, le dijo a los Filipenses,

nunca estuvo de mendigo, tampoco lo hubo con el Señor. Algunas personas piensan que

Jesús fue el más pobre de los pobres, no lo fue. Jesús creció en un hogar de clase media.

Quizás inclusive mejor que un hogar de clase media. Su padre tuvo su propio negocio, él fue

un carpintero, o un constructor, también pudo haber sido alguien que trabajaba en la

construcción de casas y todas las cosas como esas.

Jesús creció aprendiendo un oficio. La única razón por la que él no se ganó la vida, fue

porque él se volvió un ministro itinerante, un predicador itinerante, y viajaba siendo apoyado

por los donativos de aquellos que creían en su ministerio. Pero tenían dinero, tenían suficiente

dinero para dar algo. Usted se acuerda de Judas que tenía la bolsa, y no solo era para las

necesidades de los discípulos, conforme viajaban, sino también tenían un poco adicional, un

poco extra, para dar a los pobres conforme era necesario. El Señor nunca estuvo de mendigo.

Los doce nunca estuvieron de mendigos. Pablo nunca estuvo de mendigo. Y fueron acusados

los discípulos de ser incultos, fueron acusados de ser ignorantes, fueron acusados de estar

locos, fueron acusados de voltear de cabeza el mundo, pero nadie jamás los acusó de estar

de mendigos. De alguna manera no fueron virtuosos, porque estaban viviendo en un estado

de pobreza.

Entonces, ¿qué es esta pobreza en espíritu? Es el termino griego ptochos y viene del verbo

ptosso. Ptochos significa acobardarse y encogerse como un mendigo. Tiene la idea de

encogerse de algo o de alguien, conlleva la idea clásica de pedir como mendigo a partir de la

vergüenza. No está hablando de un hombre aquí que es un preso, usted no está hablando de

alguien que ha descubierto como enriquecerse al ser identificado de manera falsa como un

mendigo. Usted está hablando de una persona que realmente está acobardándose, está

encogiéndose, avergonzándose por tener que ser un mendigo, rogar como un mendigo, pero

sin tener alternativa.

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El griego clásico describe este ptochos, como alguien que está reducido a ser un mendigo,

quien se agacha, que no está dispuesto a levantar sus ojos, rogando porque le den limosna y

moviéndose en condiciones miserables, dice un léxico. Es un mendigo, alguien que no tiene

riqueza, no tiene influencia ni posición, ni honra, ni respeto. En algunos casos, sin poseer

nada, fuera de los harapos que usa, un verdadero mendigo aquí. Hay otra palabra traducida

pobre en el Nuevo Testamento, penés, es usada en 2da de Corintios 9:9, es un tipo diferente

de pobreza. Y el griego hace estas distinciones, esa es pobreza que demanda trabajo

diligente diario para ganarse la vida. Ese es alguien que no tiene un almacén, no tiene una

cuenta de ahorro, tiene que trabajar diariamente, simplemente para comer a diario.

Penés es ser tan pobre, que usted tiene que trabajar duro diariamente para sostener su vida.

Ptochos es ser tan pobre y estar tan privado y ser tan incapaz que su pobreza es tan profunda

y usted es tan incapaz, que lo único que puede hacer es ser un mendigo. Usted no tiene la

capacidad de trabajar, usted no tiene la habilidad de trabajar, entonces usted depende de

manera total de los donativos de otro, todo viene a usted de una fuente externa. Eso es

ptochos. Usted no tiene recursos, no tiene talento ni habilidad, ni oficio, nada. En términos

típicos en el mundo antiguo, humillaba a tal grado un hombre ser un mendigo, que se

inclinaba, que se agachaba, cubría su rostro con un atuendo, estiraba su mano avergonzado,

inclusive porque el dador conociera su identidad.

Esa es la palabra que Jesús usó. ¿Quiere entrar usted a Su reino? Ahí es donde usted

comienza. Este es el diagnostico verdadero del hombre. Y es únicamente cuando usted lo

reconoce, que usted se convierte en un candidato para entrar al reino de Dios, de la felicidad.

Cuando usted se ve a sí mismo como vacío, pobre, inútil, en bancarrota, usted no puede

contribuir en nada a su salvación. Usted no le puede dar a Dios que de alguna manera lo

califique a usted para una bendición de él, usted es ptochos, no penés. Usted necesita

misericordia. Usted necesita gracia de una fuente externa, de Dios mismo, porque usted no

puede traer nada. Usted está privado, es un mendigo, depende de manera total.

¿Qué está diciendo entonces Jesús? Felices son los privados, felices son los mendigos,

felices son los que dependen sin esperanza alguna. Felices son las personas que no tienen

nada y no pueden ganarse nada. Permítame decirle algo, eso es algo que es impresionante,

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porque esto simplemente va en contra de todo lo que el mundo asume que es verdad. Ahora,

esta pobreza es definida aún más como pobreza en espíritu. No es pobreza con respecto al

dinero, cosas materiales. No es pobreza con respecto a algo externo, es pobreza con

respecto a lo que es interno, con referencia al espíritu. En otras palabras, ven el interior y se

dan cuenta de la realidad de su estado de bancarrota espiritual. Este es el primer mensaje

que Jesús quiso darle a los pecadores, reconoce tu condición de bancarrota espiritual. Él se

los dio a personas que pensaban que eran ricos espiritualmente.

Estos judíos que pensaban que habían alcanzado la salvación por su propia justicia personal.

Isaías 66:2, Isaías hablando para Dios dice, ‘pero a este miraré’, ¿a qué tipo de hombre mira

Dios? al que es pobre y humilde de espíritu y que tiembla a mi Palabra. Alguien que reconoce

su pobreza espiritual y que tiembla al contemplar el juicio de Dios. Y se da cuenta de su

bancarrota espiritual, y se da cuenta de que no hay nada con lo que él pueda presentarse a

Dios, se da cuenta de que él no tiene esperanza bajo la ira de Dios. Salmo 34:18 lo dice de

esta manera, ‘Jehová está cercano a los quebrantados de corazón, y salva a los que son de

un espíritu contrito.’ La misma cosa, ¿a quién salva Él? a aquellos que saben que no son

nada. A aquellos que están quebrantados. Aquellos que están devastados en el interior

porque han llegado a entender su condición en pecado y depravación, su condición vacía,

pobre, inútil, sin esperanza.

El Salmo 51:17 lo vuelve a decir, los sacrificios de Dios son un espíritu quebrantado, un

corazón quebrantado y contrito, Dios no despreciarás. De nuevo, es ese quebrantamiento

espiritual, ese sentido de bancarrota espiritual y vaciedad que produce la gracia de Dios. Me

encanta Isaías 57:15, hay varios lugares en donde este mismo énfasis es presentado, pero

quizás este es el más claro de todos, porque el contraste es tan grande. Isaías 57:15, ‘porque

así dice el Alto y Sublime Dios, el que vive para siempre, cuyo nombre es Santo. Yo habito en

la altura y la santidad.’ Y aquí está todo este lenguaje exaltando a Dios, y eleva a Dios, y

levanta a Dios. Él es llamado el Alto y Sublime, y Él habita en un lugar alto y santo.

Después Él dice esto, ‘Y habito con el contrito y bajo de espíritu, para revivir el espíritu de los

humildes, y revivir el corazón de los contritos.’ Eso significa aquellos que saben que no tienen

valor, saben que no tienen nada porque ser reconocidos. Cuando él dice ‘pobre en espíritu’, él

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no está hablando con ser pobre en espíritu en el sentido de alguien que carece de

entusiasmo, alguien que es flojo, alguien que es callado, hoy alguien que es indiferente, o

alguien quien es pasivo. Él está hablando de personas que entienden su bancarrota espiritual,

en contraste a los fariseos que eran tan soberbios, por lo que supuestamente era su propia

justicia.

Pablo en Romanos 10 dice que, ‘buscaron establecer su propia justicia’. El pobre en espíritu

es lo opuesto, es el que ha tenido todo el sentido de suficiencia personal, autosuficiencia

quitada. Todo se acabó. Es un corazón de desesperación, encuentra su orgullo en sus

rodillas. Él es mejor descrito, creo, en la ilustración de Lucas capítulo 18, esta es la más

incisiva de todas las historias de Jesús. Lucas 18, y en el versículo 9, contó esta parábola,

ciertas personas que confiaban en sí mismas como justos. Como puede ver, confiaban en sí

mismas como justas. Él dijo, ‘Dos hombres subieron al templo a orar’, versículo 10. Uno era

un fariseo y el otro era un publicano.

Y claro, los publicanos eran las personas más despreciadas y odiadas de todos en Israel,

porque compraban sus franquicias de impuestos de los invasores opresivos, los romanos.

Quienes no solo eran el enemigo de Israel sino aun habían sido vistos como más

desagradables porque eran gentiles. Y para ser un publicano en Israel, un recaudador de

impuestos, usted tenía que comprar una franquicia de Roma. Entonces usted literalmente se

alineaba con Roma, para traicionar a su propio pueblo, y se convertían literalmente en los

odiados. Se convirtieron en los más menospreciados en esa cultura.

Y entonces vino al templo un fariseo, al templo vino un fariseo y un publicano. El fariseo se

puso de pie y oraba consigo mismo diciendo, ‘Dios, te doy gracias porque no soy como los

otros hombres, injustos, adúlteros, o aún como este publicano. Ayuno dos veces por semana,

doy diezmos de todo lo que gano. Pero el publicano, estando de lejos, ni siquiera quería alzar

sus ojos al cielo, esa es la actitud de un mendigo, él ni siquiera levantaba su rostro, él ni

siquiera levantaba sus ojos. Está acobardándose, se agacha, golpea su pecho y dice, ‘Dios,

sé propicio a mí, el pecador.’ Y Jesús, condenando a toda la cultura, justa en sí misma, dijo,

‘Os digo que este hombre descendió a su casa justificado, antes que el otro. Porque todo

aquel que se exalta a sí mismo será humillado, y el que se humilla a sí mismo será exaltado.

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Entonces, Jesús está diciendo, ‘Bienaventurados los mendigos en espíritu’, bienaventurados

los que están en bancarrota espiritual, bienaventurados los privados espiritualmente,

bienaventurados los pordioseros espirituales, bienaventurados los que se escogen y se

acobardan porque no tienen nada que ofrecer. Bienaventurados son aquellos, que, ante el

Dios Alto, y Exaltado, y Santo reconocen su condición, su estado de bancarrota. Y la pobreza

aquí no es una en contra del cual la voluntad se rebela, es una bajo la cual la voluntad se

postra. Eso es lo que hace que alguien entre al reino.

Cuando usted no está tratando de convencerse a sí mismo de que usted realmente está bien.

Sino que cuando usted se somete a su condición y clama a Dios por misericordia, me temo

que este tipo de enseñanza no es muy popular en la iglesia en la actualidad. Tenemos mucho

énfasis en celebridades y expertos y súper-estrellas y ricos y famosos. Y se habla mucho del

evangelio de la prosperidad, pero la clave para la felicidad real, es tristeza. Jacob tuvo que

enfrentar su pobreza de espíritu antes de que Dios pudiera usarlo. Recuerde usted, según

Génesis 32 él peleó contra Dios toda la noche. Él peleó constantemente, no es una buena

selección de enemigos, por cierto. Él peleó con Dios toda la noche hasta que Dios había

dislocado su cadera. Lo dejó boca arriba, y cuando él ya no pudo pelear porque él tenía una

cadera dislocada, él está ahí boca arriba. De hecho, él dice, ‘me rindo, no lo puedo hacer’.

En Génesis 32:29 la Biblia dice que Dios le dijo, ‘eres bendecido’. El texto de hecho dice, ‘Y

Dios lo bendijo ahí’. Bendecido en quebrantamiento. Isaías fue usado de manera maravillosa

por Dios, pero no sino hasta que su espíritu fue quebrantado. No fue sino hasta que él había

tenido la visión en el templo en Isaías 6, esto es increíble. Él fue al templo porque el Rey

Usías había muerto y el Rey Usías había sido rey por cincuenta y dos años. Y el Rey Usías

representaba el éxito de la nación, el éxito de la teocracia de Israel. Y habían estado en paz

con todos sus vecinos. Había una posición fuerte en la guerra fría, la fortaleza militar de Israel

era formidable y sus enemigos los dejaron solos.

Había una economía que florecía en Israel, las cosechas estaban bien, estaban bien en el

escenario económico mundial y todo estaba bien. Y había una fachada de religión y todos

iban al templo en el momento apropiado y rendían su adoración externa a Dios, y atravesaban

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por toda la rutina. Pero había semillas terribles de destrucción en la nación. Y Dios mediante

el profeta, en Isaías capítulo 5 pronunció una sentencia de muerte en Israel. Una sentencia de

muerte vino. Y el profeta Isaías, y el profeta Isaías quedó impresionado por esta sentencia de

muerte que viene en una serie de seis ayes en el capítulo 5, y entonces fue al templo para

revisar con Dios.

Y dijo, ‘¿Qué está pasando? Tú supuestamente debes ser el Dios de este pueblo.

Supuestamente tú debes proteger este pueblo y no juzgar, y no castigar a este pueblo. ¿Por

qué no lo restauras? ¿Por qué no traes avivamiento? ¿Por qué no haces una obra positiva?

¿Qué está pasando? Él no entendía, y él fue para tener una visión de Dios. Usted recuerda,

en la visión de Dios él estuvo quebrantado. Él fue totalmente despedazado. Él fue

despedazado de manera absoluta. Y él dice en el capítulo 6, ‘Ay de mí’. Y él repite la palabra

‘ay’ la cual fue usada seis veces en el capítulo 5, para pronunciar maldiciones sobre Israel y él

literalmente tomó la misma palabra y se maldijo a sí mismo.

Él dice, ‘me estoy desintegrando, ay de mí’. Me estoy deshaciendo, en el hebreo, me estoy

desintegrando literalmente, me estoy desensamblando, literalmente me estoy haciendo

pedazos. Literalmente, me estoy despedazando, me estoy convirtiendo en nada, estoy

regresando al polvo, me veo a mí mismo y veo absolutamente nada. Soy un hombre, dice él,

con una boca sucia. Y así es como él se evalúo a sí mismo. Y después el Señor dijo, ‘¿A

quién enviaré, y quien irá por nosotros?’ Necesito un predicador, necesito un predicador para

que vaya a este pueblo que está bajo juicio. Necesito un predicador para llamarlos al

arrepentimiento, ¿Quién irá? Y solo hay un hombre ahí. Isaías sabe que él debe responder a

la pregunta. Él dice, ‘heme aquí Señor, ¿qué? envíame a mí.

He oído a predicadores, usted sabe, mejorar eso. ‘Heme aquí envíame a mí’. No creo. Creo

que Isaías tenía su cabeza mirando hacia abajo, probablemente hacia el suelo, él ni siquiera

levantaba sus ojos. Y él puso ambas manos sobre su cabeza y dijo, ‘heme aquí, envíame a

mí’, esperando que Dios lo aplastara. Y Dios dijo, ‘tú eres el hombre que quiero, levántate y

ve’. Y de nuevo, fue utilidad a partir de quebrantamiento.

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Gedeón. Gedeón, ese hombre poderoso de Dios, fue usado poderosamente por Dios, porque

él estaba tan consciente de su ineptitud. En Jueces 6:15, ‘Jehová’, dice él, ‘¿Cómo voy a

salvar a Israel? ¿estas bromeando? ¿Cómo voy a salvar a Israel? ¿Cómo voy a hacer el gran

líder? mi familia es pobre en Manasés, no tengo ningún recurso en mi familia, yo soy el más

pequeño en la casa de mi padre. El Señor le dijo, (me encanta esto), ‘Jehová está contigo,

hombre poderoso, de valor’. Gedeón probablemente estaba pensando que Él le estaba

hablando a alguien que estaba detrás de él. Como puede ver, la clave de la bendición y la

clave de la felicidad, siempre es indignidad.

Piense en Moisés, quien se sintió profundamente indigno para la tarea. Recordará usted, Dios

le dijo que guiara al pueblo, y él dijo, ‘No puedo guiar al pueblo, yo tartamudeo.’ Dios le dice,

¿Quién hizo tu boca? Él estaba tan consciente de su ineptitud, tan consciente de su

insuficiencia, de su incapacidad. Fue el corazón de David, también cuando dijo, ‘Señor,

¿quién soy yo para que tu vengas a mí? ¿entiendes tú a quien tienes aquí? ¿estás seguro

que tienes a la persona correcta para hacer lo que estás pidiendo? En el Nuevo Testamento lo

vemos en Pedro, agresivo, confiaba en sí mismo por naturaleza, pero devastado en la

presencia del Señor y diciéndole, ‘apártate de mí Oh Señor, salte de mi presencia. Es

demasiado intimidante.’

El apóstol Pablo sabía que en su carne no había nada bueno. Él era el primero de los

pecadores, dice él. Él era un blasfemo, él era un perseguidor, todo lo que jamás había llegado

a hacer y todo lo que él había llegado a alcanzar era estiércol, basura. Él lo consideraba todo

como perdida, él no confiaba en la carne. Él no era suficiente para nada, su fortaleza solo se

hallaba en su debilidad. Como puede ver ahí comienza todo. Ahí es donde la entrada al reino

comienza, ahí es donde todo comienza. Por cierto, no termina después de eso, vivir en el

reino demanda una admisión constante y continua de que, en usted mismo, usted no es nada.

Y que su única fuerza viene de su propia admisión de debilidad.

Ahora escuche, esta es la cosa más difícil que él pecador endurecido puede hacer, porque si

él no adora al Dios verdadero, él adora al dios que él mismo ha inventado, el cual en muchos

casos es sinónimo consigo mismo. Él se ha estado postrando a la imagen que él mismo ha

levantado. Y él es el dios que ocupa el lugar primordial en ese altar. La cosa más difícil que el

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corazón endurecido tiene que hacer es admitir su bancarrota total e indignidad. Ustedes

judíos, Jesús está diciendo, piensan que están en el reino de Dios, ustedes piensan que han

encontrado el camino para entrar, quiero que sepan que algo, ustedes no están adentro y no

pueden entrar en sus términos. Juan 7:34 él les dice a los líderes judíos, ‘me buscareis y no

me hallareis y adonde yo voy ustedes nunca vendrán, no están en mi reino.’

Entonces, ahí es en donde la salvación comienza. La bendición comienza, la felicidad

comienza con esta admisión, la ausencia de toda soberbia, la ausencia de toda confianza en

uno mismo, justicia personal, certeza personal, confiar en uno mismo, el conocimiento de que

no somos nada ante Dios en nosotros mismos, en absoluto. Debe haber este vacío, antes de

que pueda llegar a haber una llenura. Fue San Agustín antes de su conversión, él estaba tan

orgulloso de su intelecto, él fue una gran mente, tan orgulloso de su conocimiento, pero el

mismo confiesa que solo fue después que se vació a sí mismo del orgullo, que encontró la

sabiduría verdadera de Dios.

Martín Lutero entró en un monasterio en su juventud, y la razón por la que él entró en el

monasterio fue para ganarse la salvación. Su objetivo era ir al monasterio y ganarse su

salvación mediante la piedad y buenas obras. Hay muchas personas que han creído eso a lo

largo de los años, esos monjes, usted va ahí, y de alguna manera mediante su privación y

contemplación usted gana la salvación. Pero Martin Lutero tuvo un sentido agudo de fracaso

cuando él estuvo en el monasterio. Él fue amartillado por la culpabilidad, él comenzó a

reconocer su propia incapacidad de agradar a Dios, comenzó a vaciarse a sí mismo de todo

esfuerzo por ganarse su salvación. Y únicamente, entonces Dios lo salvó por la gracia

mediante la fe.

Entonces, el resumen de esta gran verdad es afirmado de manera simple. El primer principio

de entrar al reino es reconocer que usted no puede entrar, usted no es capaz, usted no es

capaz. Ahí es donde usted tiene que comenzar, en usted mismo usted no puede agradar a

Dios, no lo puede hacer. Aún si usted puede guardar algunas de las leyes no puede

guardarlas todas, y si quebranta alguna de ellas usted ha violado toda la ley de Dios. Jesús lo

dijo de esta manera, más adelante en este mismo capítulo, Mateo 5 versículo 20, él dijo,

‘Porque os digo que si vuestra justicia no sobrepasa la de los escribas y fariseos, no van a

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entrar al reino de los cielos.’ Sea cual sea el tipo de justicia que tienen, no va a llevarlos ahí.

Sea cual sea la justicia que poseen, no es suficiente, no es apropiada, no es adecuada, va a

tener que ser más que eso.

¿Cuán justo necesita ser? Versículo 48 de Mateo 5, ‘Sed pues vosotros perfectos, como

vuestro Padre que está en los cielos es perfecto’. ¿Conoce a usted alguien que califica? Ese

es el punto, su justicia tiene que exceder a la de los escribas y fariseos. ¿Qué tan lejos? Tiene

que ser tan perfecta como Dios es perfecto. Usted tiene que ser tan perfectamente justo como

Dios lo es, tan perfectamente santo como Dios lo es, por usted mismo para que pueda entrar

al reino. Nadie califica. Entonces, al comienzo mismo de las bienaventuranzas, al comienzo

del sermón del monte, al comienzo del Nuevo Testamento, al comienzo de la enseñanza de

Jesús, el hecho es establecido de que los estándares de Dios no pueden ser alcanzados, que

la entrada al reino no es el resultado de algún tipo de esfuerzo humano.

Y, hubo algunas personas en Israel que entendieron el mensaje. Vimos uno en el publicano

de Lucas 8, hubo más que reconocieron su condición pecaminosa, reconocieron su

incapacidad de agradar a Dios, reconocieron su condición, vinieron humildemente confesando

su inutilidad, su pecado, clamando a Dios por misericordia. Hubo otros que rechazaron este

mensaje y eventualmente ejecutaron a Jesús, porque, un mensaje tan ofensivo. Pero el patrón

no es diferente en ese entonces de lo que es en la actualidad, hay gente en la actualidad, que

quieren ganarse la eternidad en base a sus propios méritos, que quieren aferrarse a sus

propios méritos religiosa y moralmente. Y hay aquellos por otro lado, mucho menos

obviamente, que reconocen su condición de bancarrota espiritual total. Siempre ese es el

punto. Ese siempre es el punto.

Y quiero sugerirle que usted necesita saber esto en su propio corazón y para su propia

condición espiritual y usted necesita saber esto, para que usted pueda comunicarlo

eficazmente a otras personas. Algunas veces, cuando vamos a alguien que no conoce al

Señor, y descubrimos que no conocen a Cristo les decimos, ‘Bueno, tu sabes, tu solo

necesitas pedirle a Jesús que se vuelva tu salvador y todos tus problemas son resueltos.’

Usted necesita retroceder de ahí un poco, y hablar de depravación y lo que significa.

Depravación no significa que todo mundo es tan malo como puede ser. Depravación no

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significa que todo mundo es tan impío como pecador, como cualquier pecador puede ser, ese

no es el caso. Hay grados de impiedad. Lo que depravación significa es que todo mundo es

incapaz de alcanzar la salvación. Eso es lo que la depravación significa. Significa por las

obras de la ley, las obras de la carne nadie va a ser justificado delante de Dios, Romanos

3:19-20. Eso es lo que él quiere decir cuando dice, ‘pobre en espíritu’. Clamar a partir de

pobreza, y el reconocimiento de uno, de que no hay nada de valor en la vida de uno, que

pudiera causar que Dios concediera salvación.

La tercera pregunta que surge al entender esta bienaventuranza maravillosa es, ¿cuál es el

resultado de esta actitud? Él lo dice en el versículo 3, ‘de ellos es el reino de los cielos’. Que

gran tema es este, que gran tema. De ellos es el reino de los cielos, de ellos, está en el griego

en el sentido de, ellos únicamente y de nadie más. Aislando a todos los demás que se

acercan a Dios, excepto por aquellos que tienen un corazón de mendigo. De ellos es el reino

de los cielos, de ellos es, no será. De ellos es. Entonces, sea lo que sea, es presente aquí y

ahora. Esta no es una realidad futura milenaria. Hay un reino futuro milenario, esto no está

limitado al cielo, el nuevo cielo y la nueva tierra eternos. De ellos es el reino de los cielos,

ahora.

El cielo realmente es lo mismo que Dios. Usted tiene de manera intercambiable la frase el

reino de los cielos, el reino de Dios, usados en el Nuevo Testamento. El reino de los cielos

simplemente es otra manera de referirse a Dios, y también para referirse al reinado de Cristo.

Cristo es el Rey sobre el reino de Dios. ¿Qué significa entonces? De ellos es el reino de los

cielos significa que usted entra al reino, que usted hereda todas sus bendiciones conforme

usted viene al gobierno de Dios mediado a través del Señor Jesucristo. Si, tiene un aspecto

terrenal milenario, usted estará ahí, en el reino glorioso, milenario, de mil años del que habla

Apocalipsis 20, y claro tiene un aspecto eterno en los nuevos cielos y en la nueva tierra,

presentados para nosotros de manera tan magnifica en Apocalipsis 21 y 22.

Pero también tiene un aspecto actual, un aspecto presente, ustedes entraron al reino, es de

ustedes ahora. Y somos bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en

Cristo Jesús, ahora. Apocalipsis 1 nos dice, Apocalipsis 5 lo repite, ahora nos hemos

convertido en un reino. Ahora, sacerdotes de Dios. Somos los vencedores, por cuya fe

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vencemos. Y Apocalipsis 3:21 dice, que estamos sentados con Él en su trono. Tenemos

bendición del reino ahora. ¿Qué significa eso? Tenemos gracia del reino, tenemos

misericordia del reino, tenemos paz del reino, tenemos gozo del reino, tenemos sabiduría del

reino porque somos súbditos del rey. Tenemos soberanía del reino. Esto es, el rey soberano

cuida de sus súbditos. Tenemos consuelo del reino para tiempos de tristeza. Tenemos

sabiduría del reino, concedida a nosotros a través del manual del reino, el cual es la Palabra

del Dios Vivo.

Todas las bendiciones espirituales son nuestras. Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad,

bondad, fe, mansedumbre. Todo el fruto del Espíritu constituye bendiciones del reino, la

promesa de glorificación, la promesa de santificación hasta que alcancemos la glorificación.

La promesa de que todo va a operar en conjunto para nuestro bien, porque somos súbditos

del rey, todo lo que es nuestro en Cristo constituye bendición del reino. Esa es la razón por la

que cuando originalmente escribí el libro de las bienaventuranzas, lo titulé, ‘Bendición del

Reino, aquí y ahora’. Muchas personas que estudian las bienaventuranzas han llegado a la

conclusión, realmente creo que es un error terrible que cometer, pero han llegado a la

conclusión de que esto es algo tan difícil, este es lenguaje tan duro que debe referirse a algún

futuro.

Hay muchas personas que lo colocan en el reino milenario, ahí es en donde la gente va a

tener que tener pobreza en espíritu y llorar y todo lo demás, que aquí en la época de la gracia

no necesitamos hacer eso. Lo único que necesita es creer en Jesús y todo va a estar bien.

Usted no necesita preocuparse demasiado con su propia condición espiritual y todo eso, esto

realmente es demasiado que pedir. Esto en cierta manera es opuesto, es contrario a la fe

simple y a la gracia. Y quieren empujar esto al reino milenario y hacerlo irrelevante para el día

de hoy. Nada podría estar más lejano de la verdad. Ciertamente, entramos al reino en la

actualidad y hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual y el reino de Dios, Jesús

dijo, ‘está dentro de vosotros’. Está aquí, es en este momento porque ustedes son los

destinatarios de todas las bendiciones del reino en Cristo.

Esa es la razón por la que usted es feliz. Esa es la razón por la que podemos decir, ‘felices

son los pobres en espíritu, ¿Por qué? porque acaban de entrar al reino y acaban de heredar

19

todo. Lo voy a prometer esto, usted puede alterar mi felicidad superficial, pero usted no puede

tocar mi contentamiento profundo, porque todo lo que importa eternamente está establecido,

¿no es cierto? Yo estoy en el reino, y tengo paz del reino, tengo gracia del reino, tengo

misericordia del reino, tengo poder del reino, tengo verdad del reino. Digo, lo tengo todo, todo

lo que realmente importa es imposible de atacar. Intocable, porque estoy en el reino, y el Rey

cuida de mí. No solo soy el súbdito del rey, yo soy el hijo del rey, hijo del rey.

Y a partir del tesoro vasto de los recursos del rey, él cuida de mí, y él cuida de usted, porque

estamos en su reino. Pero nadie entró, hasta que reconocieron su bancarrota espiritual.

¿Usted se acuerda del joven rico que vino a Jesús? Él dice, ¿Qué hago para obtener la vida

eterna? Esa es una buena pregunta. Esa es una pregunta correcta. Y él era un hombre

bastante importante, según Mateo 19 él era un líder, lo cual seguramente significaba en Israel

que no había muchas opciones diferentes para lo que un líder podía liderar. Él probablemente

era el líder de una sinagoga, lo cual significaba que él había sido el líder elegido de su

sinagoga. Lo cual significaba que él básicamente había sido evaluado como el hombre más

religioso en el lugar.

Él era joven, lo cual es aún más sorprendente que él había alcanzado ese tipo de respeto

espiritualmente, para ser escogido líder de la sinagoga. Pero él tuvo la suficiente honestidad

para decir, sé que soy un líder en la sinagoga y estoy muy involucrado en actividades

religiosas, pero yo no tengo la confianza de que tengo la vida eterna. Estoy preocupado por mi

futuro. No sé lo que va a pasar después de que muera, no estoy seguro de que realmente

estoy conectado a Dios, no estoy seguro de que realmente soy un súbdito del rey. No estoy

seguro de que estoy en el reino. ¿Qué necesito hacer para entrar? No hay nada de malo con

la pregunta. Y Jesús le dijo, ‘Bueno, comencemos aquí, guarda la ley, esa es una buena

manera de entrar, nadie lo puede hacer, pero es una buena manera, hipotéticamente.

Simplemente guarda la ley.

¿Qué hay acerca de? ¿Qué hay acerca de? Y él le da seis ilustraciones de los diez

mandamientos. ‘Oh’, dice él ‘he guardado todos esos’. ‘He guardado todos esos’. Adivina que,

fin de la discusión, fin de la discusión. Nada más que decir. Jesús le dice, ‘Bueno, mira, hay

otro’. Hay otro estándar que me gustaría a que te ajustaras. Vende todo lo que tienes, toma

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todo el dinero y dalo a los pobres.’ El hombre se dio la vuelta, y se fue perdido y condenado.

¿Por qué? no porque no hizo la pregunta correcta. Pero había dos cosas que él no quería

hacer. Una era reconocer su bancarrota espiritual, y que él de manera sistemática y continua

e interminable había violado la ley de Dios. Y la otra fue, él no estaba dispuesto a seguir a

Cristo. Cristo le dio un mandato simple. Él le dijo, ‘no hay manera en la que voy a hacer eso’.

lo cual indicaba que no había sentido de lealtad y sumisión a Jesús como Señor, ni había

ningún reconocimiento de pecado. Él está fuera del reino y él no puede entrar porque él no

quiere volverse pobre en espíritu. Y él se fue tan perdido, como cuando él se apareció.

Supongo que, alguien podrá decir, ‘bueno, sabes una cosa, Jesús realmente nunca debió

haber perdido ese hombre, lo único que le puedo haber dicho, lo único que tenía que haberle

dicho es, ‘repite una oración, levanta tu mano, camina por un pasillo, lo que sea. Pero no

Jesús. Jesús quería llegar al asunto real. No entras a mi reino sin reconocer tu condición

pecaminosa, sin esperanza, inútil. Y cuando él no lo quiso admitir, no había nada más que

decir. Quizás, puedo tan solo presentar una última pregunta. ¿Cómo es que uno se vuelve

pobre en espíritu? ¿Cómo es que usted llega a ese lugar? Yo diría, en primer lugar, y este es

el mejor lugar en donde comenzar. Compárese a sí mismo con Dios, deje de compararse con

otras personas.

¿Es usted tan santo como Dios? Si usted no lo es, es miserable. 1ra de Pedro 1:16, ‘Sed

santos, como Yo soy Santo’. ¿Es usted tan santo como Dios? Mateo 5:48, ‘Sed, pues,

vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.’ ¿Es usted

perfecto? Si usted no conoce la respuesta a eso entonces comience a leer acerca de Dios, lea

la Palabra de Dios, enfrente Su Persona en sus páginas. Vea a Dios, y si usted realmente

quiere ver a Dios con claridad vea al Dios encarnado, vea a Jesucristo. Entre más ve usted a

Dios, entre más conoce usted quien es Dios, entre más conoce usted los atributos de Dios.

Entre más conoce usted la santidad perfecta de Dios, entre más lo ve de manera visible en

Jesucristo, más reconocerá su condición verdadera por contraste. Vea a Dios, no vea a otras

personas. Compárese a sí mismo con Él, y cuando usted concluya que usted no es tan santo

como Dios, usted habrá concluido la cosa más necesaria, usted queda corto, y usted no

puede cubrir la distancia. En segundo lugar, ore. Oiga los mendigos tienen que pedir,

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¿verdad? cuando usted ha reconocido su condición de mendigo, es momento de pedir. ¿Y

que debe de pedir usted? ¿Qué acerca de esto? Señor, sé propicio a mí, un pecador.

Así es como la gente fue salva a lo largo del Antiguo Testamento en su totalidad.

Probablemente la ilustración más vivida de una conversión en el Antiguo Testamento es el

pasaje de Lucas 18 que leí. Cristo no había muerto claro, cuando él contó esa parábola y él

no había resucitado. Entonces el Nuevo Pacto no había sido inaugurado de manera oficial, y

la gente todavía estaba siendo salva de la misma manera en la que siempre lo había sido en

el plan de redención maravilloso de Dios. Y era que tenían que llegar a un sentido de

bancarrota espiritual. Habían llegado a un quebrantamiento y un corazón contrito, habían

llegado al fin de sí mismos, sabían que su justicia no podía alcanzar nada, y entonces no era

nada más que trapos de inmundicia y caían sobre su rostro y se golpeaban el pecho y

clamaban Dios, oh Dios te he ofendido, he violado tu ley, estoy bajo juicio. Lo único por lo que

puedo rogar es por misericordia, no tengo nada que ofrecer.

Me acuerdo, orando con un hombre que se estaba muriendo de sida, aquí en el hospital de

Riverside de una noche, y él había salido del mundo homosexual, en el que se había

involucrado por más de veinte años. Él había sido criado en un hogar cristiano y él tenía

padres cristianos que habían orado por él todo el tiempo, mientras que él estuvo perdido en

ese mundo mortal. Y él había sido llevado al hospital porque su sida lo estaba llevando

rápidamente al fin, y él le dijo a alguien en el hospital, ‘quiero que John MacArthur venga y me

vea.’ Nunca lo había conocido, y él nunca había estado aquí, pero él dijo que me quería ver.

Entonces fui al hospital para verlo, y él me contó que tenía miedo de morir y él me dijo que

tenía miedo del juicio de Dios, y él me dijo que había vivido una vida impía, miserable,

pecaminosa, y él sabía que era impía y él sabía que era pecaminosa, y él sabía que era digno

del juicio de Dios y él dijo, no merezco ir al cielo, no quiero ir al infierno. No quiero morir

perdido, no quiero morir en mi pecado. Y él siguió hablando de la vida terrible que él había

vivido. En la habitación había, me imagino, eran algunos de sus amigos y amantes. Estaba

ahí el trabajador de sida que había sido enviado ahí, que es otro homosexual, había un

enfermero homosexual que estaba ahí, y después estaban sus amigos.

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Y conforme esta confesión comenzó a salir de su corazón, estos hombres comenzaron a

salirse, más bien de manera rápida de la habitación. Y finalmente quedamos los dos, y

después de que él había descargado esto, yo le dije, ‘¿Entiendes el evangelio, David?’ él dijo,

‘Sí, entiendo el evangelio’. Yo dije, ¿entiendes que Jesucristo murió en la cruz, en lugar de los

pecadores? Que Jesucristo de hecho, llevó el castigo de Dios en su propio cuerpo para toda

la suciedad que acabas de derramarme, en la que has estado viviendo durante veinte años. Y

yo le dije, ‘Si Dios, muestra la suficiente gracia como para hacer eso, creo que deberías,

deberías buscarlo en fe.’ Él dijo, ‘¿Qué debo hacer?’. Yo le dije, ‘Yo solo te puedo decir una

cosa, eres un mendigo y solo necesitas pedirle a Dios que tenga misericordia. No te puedo

decir que hay algo que puedes decir, o algo que puedes orar que hará que suceda. Lo único

que puedo decir es que Dios salva a quien Él salva, cuando claman a Él.

Entonces le dije, ‘Porque no, simplemente haces eso.’ Entonces él, tomó mi mano y la estuvo

apretando durante todo el tiempo, oró por mucho tiempo, unos diez minutos. Por favor Dios,

por favor sé misericordioso, solo quiero misericordia, muestra gracia, por favor perdóname. Y

cuando acabó entonces él quiso que yo orara, entonces oré y oré. Y simplemente le pedí a

Dios que fuera misericordioso hacia él. Y después cuando dejamos de orar y había pasado

mucho tiempo, y cuando él abrió sus ojos, estaban llenos de lágrimas porque él había sido

muy apasionado, inclusive en su debilidad. Y el vio el reloj, y el calendario, había un

calendario en la pared, y lo veía y lo veía. Y le dije, ‘¿Qué estás viendo David?’ Él dijo, esta

oración, me dijo, ‘Yo simplemente quiero acordarme del tiempo, y el día de mi nueva vida. Y

una sonrisa cubrió su rostro y él vivió durante cinco días.

Y durante esos cinco días, él estaba tratando de reponer una vida entera, y él me pidió que le

diera libros y cintas. Yo dije, ‘Sabes que vas a ir al cielo y todo esto va a ser algo antiguo

cuando llegues. Tu sabes, no necesitas trabajar demasiado en este asunto. En unos cuantos

días vas a entender más que yo. Digo, usted sabe, qué más puedo decir. Usted simplemente

necesita comenzar comparándose a sí mismo con Dios. Usted puede incluir ahí el compararse

a sí mismo con la ley de Dios, lo cual es meramente una expresión de su naturaleza, ¿no es

cierto? Las perfecciones de su ley son meramente expresiones de quien es él. Compárese a

sí mismo con Dios y Cristo, reconozca en eso lo corto que se queda usted, y después usted

simplemente clame, ‘Señor, sé propicio a mí, un pecador’.

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Y después usted va a encontrar otra actitud que se manifiesta en su corazón, es la segunda

bienaventuranza. Bienaventurados, los ¿qué? los que lloran. Bueno, hablaremos de eso la

próxima vez. ¿Cómo sabe si usted realmente ha llegado a una pobreza de espíritu? ¿Cómo

sabe eso? ¿Puedo hacerle esta pregunta final rápidamente? Usted lo sabe cuándo su

soberbia se acabó, su justicia personal se acabó, cuando el Salmo 131 dice, su alma es como

un niño destetado. Usted ha sido destetado de sí mismo, y usted comienza a ver a Jesucristo

con amor y maravilla.

Y de pronto usted tiene un hambre por la verdad, y un hambre por las Escrituras, y usted la

recibe tal como es y la cree. Como puede ver, no creo que llegar a creer en la Biblia es un

ejercicio intelectual, creo que es un resultado de una transformación espiritual que usted se

encuentra a sí mismo anhelando hablar con el Señor, y anhelando leer Su palabra, y usted

recibe su palabra exactamente por lo que dice en sus términos, no en los suyos. Y usted no

va a tratar de torcerla y hacerla encajar con su estilo de vida. Y usted dejará de quejarse por

su situación y comenzará a ver las virtudes de otros, y únicamente verá sus debilidades. Y

usted comenzará a alabar a Dios incesantemente por gracia y misericordia. Esas son las

evidencias de que su clamor ha sido oído.

Bueno, necesitamos comenzar aquí. Como el escritor del himno dijo, ‘Nada en mi mano traigo,

simplemente a la cruz me aferro”. Padre, te damos gracias por esta verdad clara, esta verdad

poderosa. Y, oh Dios, como oramos porque alguien en este lugar, en esta noche, que no ha

llegado aún a este lugar vendrá. Debido a que, a partir de este sentido de indignidad, a partir

de este sentido de estar aplastado, a partir de este quebrantamiento viene la felicidad

verdadera duradera, porque esta es la manera de entrar al reino, y en el reino están todas las

bendiciones espirituales en los lugares celestiales. Todo es nuestro, el mundo es nuestro, y

Cristo es nuestro, y el cielo es nuestro, inclusive lo mejor de la tierra es nuestro cuando nos

volvemos parte de tu reino.

Con ese fin oramos por todo hombre y mujer, tu deseas nuestra felicidad, pero este es el

camino, tomar a pecadores que van por ese camino para que entren al gozo del Señor, en

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esa felicidad duradera que viene a aquellos en el reino. Te agradeceremos en el nombre de

Cristo. Y todo mundo dijo, Amén, Amén.

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