El Mundo Natural

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El mundo natural está lleno de fuerza vital. Cuanto menos alterada por el hombre y cuanto menos urbanizada esté la zona, más poderosa es la energía que contiene. El tiempo que pasamos en un entorno natural refuerza nuestra conexión con nuestra propia naturaleza interior. De manera que si vives en una ciudad, un simple paseo por el parque puede suponer una renovación espiritual. Una caminata por el bosque, una excursión por las montañas, sentarnos en silencio en una roca junto a un río o nadar en el mar, o simplemente contemplarlo: todo ello puede aportarnos unos momentos profundos de sanación espiritual. Es muy frecuente que cuando salimos a disfrutar de la naturaleza, vayamos con un amigo o con un grupo de amigos y pasemos charlando todo el rato. Aunque la diversión es positiva en muchos otros sentidos (es posible que satisfaga nuestras necesidades en los niveles emocional y mental), puede ser que nos haga perdemos el aspecto espiritual de la experiencia. De manera que si te atrae el contacto con la naturaleza como práctica espiritual, plantéate la posibilidad de salir solo en algunas ocasiones. Aunque vayas con otros, quizás te interese dedicar algún tiempo a estar solo y en silencio, o proponer que todos disfrutéis juntos de un rato de silencio. Aunque solemos equiparar la práctica espiritual con el silencio y la quietud, también se puede encontrar en el movimiento. Muchas personas, en efecto, encuentran su conexión espiritual por medio de una actividad física, como la carrera, el ciclismo o la danza. Si eres una persona muy activa mental o físicamente y te resulta difícil bajar el ritmo o relajarte lo suficiente para practicar la meditación sentado, no dejes de probar la meditación en movimiento. Una de las mejores formas de meditación en movimiento es la que enseña Gabrielle Roth en su obra que trata de los cinco ritmos de la vida. Estos cinco ritmos forman una pauta de ondas: comienzan con el Flujo, pasan al Repique, alcanzan su cota máxima en el Caos, se iluminan en el Lirismo y encuentran un lugar interior sosegado en la Quietud. (Para mayor información sobre el libro de Gabrielle, ver la sección de Recursos Recomendados, al final de este libro.)

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El mundo natural está lleno de fuerza vital. Cuanto menos alterada por el hombre y cuanto menos urbanizada esté la zona, más poderosa es la energía que contiene. El tiempo que pasamos en un entorno natural refuerza nuestra conexión con nuestra propia naturaleza interior. De manera que si vives en una ciudad, un simple paseo por el parque puede suponer una renovación espiritual. Una caminata por el bosque, una excursión por las montañas, sentarnos en silencio en una roca junto a un río o nadar en el mar, o simplemente contemplarlo: todo ello puede aportarnos unos momentos profundos de sanación espiritual.

Es muy frecuente que cuando salimos a disfrutar de la naturaleza, vayamos con un amigo o con un grupo de amigos y pasemos charlando todo el rato. Aunque la diversión es positiva en muchos otros sentidos (es posible que satisfaga nuestras necesidades en los niveles emocional y mental), puede ser que nos haga perdemos el aspecto espiritual de la experiencia. De manera que si te atrae el contacto con la naturaleza como práctica espiritual, plantéate la posibilidad de salir solo en algunas ocasiones. Aunque vayas con otros, quizás te interese dedicar algún tiempo a estar solo y en silencio, o proponer que todos disfrutéis juntos de un rato de silencio.

Aunque solemos equiparar la práctica espiritual con el silencio y la quietud, también se puede encontrar en el movimiento. Muchas personas, en efecto, encuentran su conexión espiritual por medio de una actividad física, como la carrera, el ciclismo o la danza. Si eres una persona muy activa mental o físicamente y te resulta difícil bajar el ritmo o relajarte lo suficiente para practicar la meditación sentado, no dejes de probar la meditación en movimiento. Una de las mejores formas de meditación en movimiento es la que enseña Gabrielle Roth en su obra que trata de los cinco ritmos de la vida. Estos cinco ritmos forman una pauta de ondas: comienzan con el Flujo, pasan al Repique, alcanzan su cota máxima en el Caos, se iluminan en el Lirismo y encuentran un lugar interior sosegado en la Quietud. (Para mayor información sobre el libro de Gabrielle, ver la sección de Recursos Recomendados, al final de este libro.)

Busca una actividad física de la que disfrutes y vierte plenamente en ella tu energía y tu atención. En un momento dado, es posible que descubras que te sientes «fluir», que te impulsa una fuerza superior, que te sientes uno con la vida, o puedes tener una vivencia de gran paz, inspiración o claridad. Puedes advertir que después de un periodo de actividad física intensa eres capaz de relajarte y de pasar a una meditación sosegada.

Otra modalidad de la práctica espiritual es la que se realiza por medio de la expresión creativa. Muchas personas encuentran una conexión más profunda consigo mismas practicando el dibujo, la pintura, la escultura o la alfarería, escribiendo, cantando, interpretando música o bailando. Si te encuentras con deseos de practicar una de estas formas de expresión, concédete la oportunidad de ensayarla. No olvides que lo estás haciendo para tu propia realización y satisfacción, de modo que no importa que no seas «bueno» desde el punto de vista de ningún criterio o patrón externo. Concédete el permiso de practicar esta actividad con completa reserva si así te sientes más cómodo. Tres recursos excelentes para apoyar nuestra práctica creativa son el libro de Hal Bennet Write from the Heart, el de Julia Cameron, The Artist´s Way, y Life, Paint and Passion, de

Michell Cassou y Stewart Cubley.

En realidad, cualquier cosa que hagamos puede ser una práctica espiritual si centramos en ello nuestra atención de tal modo que estemos plenamente presentes y conectados con nosotros mismos. Limpiar la casa, lavar los platos, retirar la nieve, pasear al perro o cualquier otra actividad diaria puede convertirse en una vivencia profundamente pacífica o exaltadora si nos servimos de ella como práctica para permanecer en el momento presente.

He aquí algunas sugerencias más de rituales que pueden pasar a formar parte de tus prácticas espirituales: Recógete en ti mismo y solicita orientación interna durante algunos minutos cuando te despiertes por la mañana y en otros momentos del día. Comienza o termina la jornada con algunos minutos de yoga, de tai chi o de alguna otra disciplina física y espiritual. Dedica algunos momentos a la oración o al agradecimiento silencioso antes de las comidas. Date una ducha fresca y estimulante al principio de la jornada. Reposa en un baño caliente al final de la jornada. Riega el jardín o las plantas teniendo presente que les estás entregando alimento físico y que ellas te devuelven belleza y alimento espiritual.

Un amigo mío dedica un día entero de cada semana al silencio. Todos saben cuál es el día que dedica al descanso, a descansar su voz, su mente y su cuerpo y a escucharse profundamente a sí mismo. Si tú no puedes dedicar un día entero al silencio, puedes empezar con una hora o dos, un día o una tarde de cada semana; un rato en el que puedas estar simplemente solo, con la mente callada y sin distracciones exteriores: sin teléfono, sin televisión, sin visitas, sin responsabilidades familiares.

Otra conocida mía no está afiliada a ninguna religión organizada, pero dedica su tiempo libre de los domingos a escuchar sus propias necesidades y a ser espontánea. El hecho de liberarse así de sus obligaciones y de sus planes le permite renovar su ser interior y aporta un equilibrio a su agenda de trabajo cargada de entre semana.

Un músico al que conozco dedica un momento cada día, antes de ponerse a practicar, a dar las gracias a su fuente espiritual por el don de su voz y por su capacidad para crear música.

Para mí, la práctica espiritual más importante ha sido la de desarrollar la costumbre diaria de sintonizar con mi orientación intuitiva interior y aprender a confiar en ella y a obrar en consecuencia en cada momento de mi vida. Podéis encontrar una explicación más completa de esta práctica en mi libro Vivir en la luz, que figura en la lista de Recursos Recomendados.

Algunas personas consultan oráculos tales como el I Ching o el Tarot, que les recuerdan su propia sabiduría interior y les hacen reflexionar sobre ella. ¡Cualquier cosa que te dé resultado está bien para ti! Lo que sí debes procurar es asegurarte de que practicas regularmente en tu vida algún medio de renovación espiritual y de inspiración. La práctica espiritual regular es sanadora y nutritiva para todos los niveles de nuestro ser:

el cuerpo, las emociones y la mente, además de para el alma.

EJERCICIO: MEDITACIÓN DE ORIENTACIÓN ESPIRITUALLa meditación es un medio de dedicar un tiempo a ser conscientes de nuestros pensamientos,

nuestros sentimientos y nuestras sensaciones corporales, lo que nos permite alcanzar un nivel más profundo en el que podemos tocar nuestra esencia espiritual. He aquí una meditación sencilla que puedes adoptar como práctica espiritual regular si lo deseas. Te recomiendo que leas las instrucciones completas de la meditación antes de empezar.

En primer lugar, búscate un sitio al que designarás como tu lugar de retiro espiritual. Elige un sitio que esté dentro de tu casa o cerca de ella para poder acceder al mismo con facilidad y con regularidad. Sería maravilloso que ese sitio estuviera al aire libre rodeado de algo de belleza natural, pero lo más importante es que debe ser silencioso, tranquilo y cómodo. Podría ser un rincón de tu patio, una habitación determinada de tu casa o un rincón de una habitación. Hazlo especial designando una silla, un cojín o una manta determinada que sólo utilizarás para meditar. Asegúrate de que puedes pasar al menos quince minutos sin que te interrumpan, o más tiempo si es posible.

Busca una postura cómoda, ya sea sentado o acostado. Si estás acostado, es mejor que te eches boca arriba, sobre la espalda, quizás con un cojín bajo las rodillas, si así estás más cómodo. Si estás sentado, siéntate con la espalda tan erguida como te sea posible, apoyada en el respaldo de la silla, con las plantas de los pies sobre el suelo. El hecho de tener la columna vertebral recta y el cuerpo apoyado cómodamente facilita mucho que tu cuerpo se relaje profundamente y que la energía fluya libremente a través de ti.

Cuando estés cómodo, cierra los ojos y empieza a relajarte. Respira hondo varias veces, llenando de aire los pulmones. Mientras espiras lentamente, piensa que estás relajando todo tu cuerpo.

Respira hondo varias veces más y, mientras espiras, relaja el cuerpo de la manera más profunda y completa que puedas. Céntrate durante algunos minutos en la inspiración y en la relajación cuando espiras.

Haz que tu atención recorra tu cuerpo, desde la cabeza hasta la punta de los pies, y observa si hay en tu cuerpo algún punto que se sienta rígido o tenso. Si lo hay, centra tu atención en esa área, respira hondo una vez y, mientras expulsas el aire lentamente, imagínate que sale de tu cuerpo toda la rigidez, toda la tensión o todo el exceso de energía. Imagínate que esa área se libera y se relaja. Respira hondo otra vez y, mientras espiras, imagínate que todo tu cuerpo está profundamente relajado y que la energía fluye libremente a través de él.

Ahora, respira hondo otra vez y, mientras espiras, relaja tu mente. Deja que tus pensamientos se alejen flotando, como las nubes del cielo. Cada vez que surja en tu mente un nuevo pensamiento, advierte su presencia y déjalo marchar. Deja que se aleje flotando como una nube. Cuando llegue el pensamiento siguiente, adviértelo y déjalo

marchar a su vez. En cuanto adviertas que tienes un pensamiento, déjalo marchar y deja que sea como una nube que se aleja flotando por el cielo azul. Ahora mismo no hay nada a lo que debas asirte mentalmente. Puedes dejarlo todo, simplemente. Deja que tu mente se lentifique y que se quede muy sosegada y en calma, como el agua en un lago o en un estanque tranquilo, con tanta paz que ni siquiera hay una onda en su superficie. No olvides seguir relajando tu cuerpo y respirar hondo.

Respira hondo una vez más y, cuando expulses el aire, haz que tu atención empiece a entrar muy dentro de ti. Con cada respiración, cuando expulses el aire, déjate entrar un poco más dentro, hasta que llegues a reposar en el lugar más profundo que puedas encontrar dentro de ti, muy dentro del núcleo de tu ser. A continuación, déjate reposar en ese lugar silencioso donde no tienes que hacer nada, no tienes que ir a ninguna parte: sólo estar callado.

Cada uno de nosotros tenemos por naturaleza una conexión con nuestra propia esencia espiritual. Podemos ponernos en contacto con la sabiduría de nuestro espíritu en este lugar interior profundo. No es una cosa separada de nosotros mismos; se trata, simplemente, de la parte más profunda de lo que somos.

Cuando te sientas preparado, pregunta si tu espíritu tiene algún mensaje que quiera comunicarte, si tiene algo que recordarte o que notificarte. Después, limítate a quedarte sentado en silencio. Advierte si te llega algún pensamiento, sentimiento o imagen como respuesta a esta pregunta. Confía en lo que te llegue, sea lo que fuere, si te da buena impresión. Tómate el tiempo que necesites; no te preocupes si no lo entiendes. Limítate a quedarte sentado con ello durante un rato.

Si tienes algún problema o pregunta determinada, algo para lo que te gustaría recibir ayuda, pide lo que necesites. También en este caso limítate a quedarte sentado en silencio y advierte cualquier cosa que te llegue, y quédate con ello. Si te parece que no te llega de momento nada en especial, no hay problema. Déjalo. Sigue abierto a la posibilidad de recibirlo más tarde, bajo alguna otra forma quizás. En caso contrario, limítate a quedarte con lo que te llegue. Después, puedes limitarte a quedarte sentado y a ser. Dedica a este proceso todo el tiempo que quieras.

Cuando te sientas completo de momento, da las gracias a tu ser espiritual. Solicita cualquier apoyo que necesites. Si te parece bien, establece el compromiso de entrar en tu interior todas las veces que te sea posible para cultivar las relaciones con tu propio espíritu, para aprender a escuchar lo que pueda decirte tu orientación interior.

Seguidamente, sé consciente de tu cuerpo de nuevo y advierte cómo te sientes ahora mismo. Advierte si sientes tu cuerpo de manera diferente a cuando empezaste esta meditación. Sin abrir los ojos, hazte consciente de tu entorno. Percibe y siente lo que te rodea. Cuando estés preparado, empieza a abrir los ojos despacio.

Cuando abras los ojos y vuelvas al mundo exterior, procura mantener ese sentimiento de conexión con tu mundo interior. Esa conexión con el interior es como las raíces del árbol de nuestra vida. Si somos capaces de recordar que nuestras raíces penetran

profundamente en nuestro mundo espiritual interno, eso puede servirnos de base para todo los aspectos de nuestras vidas.

Cuando estés preparado, estira despacio tu cuerpo. Levántate con cuidado y sigue adelante con tu vida.

A veces puede suceder que cuando practicas esta meditación sientas que no pasa nada. O te puede parecer otras veces que te obsesionas por determinados pensamientos o sentimientos y no eres capaz de relajarte de verdad. Esto es normal y natural. Cuando practiques esta meditación con regularidad durante cierto tiempo lo más seguro es que vayas descubriendo que te resulta más fácil caer en un estado mental relajado y callado. En caso contrario, puedes intentar escuchar una cinta de meditación, asistir a cursos de técnicas de meditación o de relajación o adoptar una práctica espiritual de otro tipo.

Algunas técnicas que resultan útiles a la gente para aprender a relajar con el fin de meditar son las siguientes: centrarse en la propia respiración (sentarse con los ojos cerrados y advertir el modo en que el aliento entra y sale por las ventanas de la nariz); bailar con la música favorita de uno, hasta sudar; quedarse sentados en silencio centrados en un objeto, en una flor, por ejemplo, o en la llama de una vela, o en un sonido; entonar cánticos, tocar el tambor, o escuchar música tranquilizadora y repetitiva.*