El Movimiento Obrero en La Dictadura de Primo de Rivera

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EL MOVIMIENTO OBRERO EN LA DICTADURA DE PRIMO DE RIVERA JESÚS SÁNCHEZ RODRÍGUEZ

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EL MOVIMIENTO OBRERO EN

LA DICTADURA DE PRIMO DE

RIVERA

JESÚS SÁNCHEZ RODRÍGUEZ

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

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INTRODUCCIÓN El objeto del siguiente trabajo es el anális is de la actuación del m ovimiento obrero, sus

partidos y sindicatos, durante el régimen de Primo de Rivera, con el objeto de com parar

la, que podríam os denominar , anóm ala actuación de la izquierda española durante la

dictadura.

Para ello, es necesario previam ente encu adrar la dictadura de Prim o Rivera, su

significado, en el escenario europeo de en treguerras, las condiciones políticas que la

hicieron posible, la base social en que se sustentaba y las políticas que practicó, con

especial interés en el aspecto socioeconóm ico, por la influencia directa con el tem a de

estudio.

Igualmente se hará un análisis de la evolución del movimiento obrero hasta la dictadura,

en busca de las posibles claves explicativas de la actuación de las organizaciones

obreras, al objeto de resaltar la actitud esp ecial de la izquierda durante el periodo

estudiado.

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I EL GOLPE DE ESTADO DE PRIMO DE RIVERA

I.A SIGNIFICADO

El ascenso de los regímenes autoritarios

En el periodo de entreguerras surgen en Eu ropa diversos regím enes dictatoriales que

hay que relacionarlo con un am plio periodo histórico de transición de regím enes

liberales-oligárquicos a regím enes democráticos, transición en la que se entrelazan dos

procesos: 1) en el orden económ ico, el desarrollo de la industria y su consecuencia

social, la aparición com o protagonista de la cl ase obrera; 2) en el orden social, el

acceso de las masas a la vida política, lo que se ha denominado, la transformación de las

relaciones entre la sociedad civil y el Estado y la de los órganos de representación de la

una en el otro, los partidos políticos.

Existían un conjunto de factores que provocan en diversos países europeos de esa época

una situación de crisis, estos factores er an : 1) la fragm entación y descom posición

política de los sectores sociales dom inantes, 2) la situación de crisis latente en la que

una minoría gobierna ante la indiferencia o el divorcio de las m asas, 3) el predom inio

militar en las relaciones civiles-m ilitares, 4) la perm anencia de una legitim idad

tradicional vinculada al Monarca, 5) la f alta de consolidación de una nueva legitim idad

con base en la soberanía popular y que se expr ese a través de los partidos políticos y, 5)

la pérdida de legitim idad y el fracaso en la gestión de los gobiernos. En esta situación

de crisis el derrocam iento de los gobiernos por los m ilitares por la fuerza o por la

amenaza del uso de la fuerza no encontró re sistencia y frecuentem ente fue popular, al

menos inicialmente.

Este proceso produjo en los países que se convirtieron en autoritarios dos resultados

distintos: en Alem ania e Italia regím enes dictatoriales civiles, y en el resto, dictaduras

militares de uno y otro signo.

Visto desde el contexto europeo, el régi men de Prim o de Rivera tiene, pues, una

similitud con las dictaduras reales de los Ba lcanes que se im plantaron en el período

entre las dos guerras m undiales. A diferenc ia del fascism o o del nazism o, estas

dictaduras eran sincréticas ideológicam ente. No eran dictaduras totalitarias, pero

tampoco eran sistemas autoritarios elementales. Apoyándose en preceptos tradicionales,

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respondían más a la necesidad de fiscalizar el cambio que a la de construir una sociedad

enteramente nueva. Cuando llegaron al poder , Prim o de Rivera , Pilsudski, Metaxas

Antonescu, Stojadinovic, etc., m ostraron te mor a la m ovilización de m asas, pues su

toma de poder era, en cierto m odo , una reacción defensiva contra la politización

incontrolada. Pero se dieron cuenta pront o de que las bayonetas y los decretos no

bastaban com o instrum entos de gobierno y recurrieron a prácticas de m ovilización,

como un m edio de m anipular a la opinión pública. Sus instrum entos fueron partido

político . A dif erencia del f ascismo y el nazism o, estos partidos políticos no se

utilizaron para la toma del poder, sino que se concibieron como modo de conservarlo.

Estas dictaduras, aunque hayan podido inic iarse com o cam peones de un status quo

determinado, se acercaron en diversos grados al umbral de un "nuevo Estado ".

En m uchos sentidos, no obstante, fue una revolución frustrada. Prim o de Rivera

destruyó los fundamentos del viejo régimen sin sustituirlos por un Estado nuevo, con lo

que dejo tras de sí un peligroso vacío de poder.

Primo de Rivera no era sólo un sucesor en la línea de pronunciamientos españoles, pues

había indicios de la incorporación de Espa ña a los procesos sociopolíticos europeos,

como la llamada crisis de la democracia.

Sobre el telón de fondo de una sociedad cuya estructura cam biaba, el intervencionismo

militar había comenzado a adquirir caracteres nuevos.

El prim orriverismo em pezó com o un intent o de sostener por m edios violentos y

métodos no dem ocráticos, que gradualm ente adquirieron rasgos fascistas, los intereses

de las clases propietarias, la unidad y la dignidad de la patria. Com o las dictaduras

griega, yugoslava y rumana, el éxito inicial de Primo de Rivera descansaba en el apoyo

activo del Rey.

Dictaduras como las citadas llegaron al poder durante la transición de sus países de la

tradición a la modernidad y fueron producto de la misma

Fue la peligrosa erosión de la legitim idad del viejo orden lo que llevó al poder a esos

regímenes. Las Dictaduras que produj eron fueron el últim o aliento de un

conservadurismo temerosos de las tensiones sociales y políticas que acom pañaban a la

industrialización.

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Interpretación de la actuación de la Dictadura

No parece existir una clara interpretación sobre el efecto del golpe del 23 de septiem bre

sobre el sistem a político español. Así m ientras para unos autores "La Dictadura vino a

rematar un cuerpo enferm o, no a estrangular a un recién nacido" 1 , para otros, se trató

de la frustración de un intento dem ocratizador : "El pronunciam iento de Prim o de

Rivera tuvo lugar precisam ente en un m omento en que el sistem a parlamentario daba

muestras de volverse auténtico. El gobierno se lanzó a una política dem ocratizadora y

de reforma que alarm ó a los intereses crea dos. El program a reformista de Melquíades

Álvarez se integró por prim era vez en un programa gubernamental. No era decadencia,

sino reforma y cam bio lo que estaba en el orden del día cuando Prim o de Rivera puso

fin al régimen constitucional".2

Los principio de la dictadura

La Dictadura de Primo de Rivera se caracter izaría por ser un régim en que se considera

provisional a lo largo de todo su desarrollo, pero que evoluciona desde la idea de

resolver unos problem as y volver a la situ ación política anterior a la concepción de

instaurar una nueva Constitución y un nuevo régi men civil, planteándose objetivos de

cambios políticos y económicos de largo alcance.

La Dictadura se pudo perm itir el lujo de la carencia (o la búsqueda) de una ideología

durante los primeros meses, mientras duró la tarea más específicamente "destructiva" de

la organización política del régimen anterior a septiembre de 1922

La am bigüedad, sobre todo de los prim eros m eses, resultará aparte de difícilm ente

evitable, sumamente útil para los propósitos di ctatoriales. En España no existió en 1923

la necesidad de una ruptura radical y violenta con el sistema anterior. Las características

de la crisis de los últim os años de la Restauración no ponían en cuestión el propio

sistema, sino el funcionamiento degenerado del mismo.

Con la institucionalización de la Dictadura lo s ecos regeneracionistas de los prim eros

meses pasarán al reino del olvido y se afir marán unas líneas ideológicas que girarán en

torno al corporativismo político y social.

1 María Teresa González Calbet, La Dictadura de Primo de Rivera, Madrid, 1987, págs. 105-111 2 Shlomo Ben-Ami, La Dictadura de Primo de Rivera, 1923-30, Barcelona, 1984, págs. 24-8

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Para Primo de Rivera la eficacia iba ligada al apoliticismo, y también se complementaba

con el autoritarismo, lo que iba acom pañado de la defensa a ultranza de los valores del

orden y la ley.

El nacionalism o se presentaba con sus cont enidos básicos y tradicionales y sin ser

especialmente agresivo; acompañado de un antirregionalismo cada vez más creciente.

Otras propuestas doctrinarias del régim en de Pr imo de Rivera serían las clásicas de la

derecha : defensa de la religión, de la familia y de la propiedad privada.

Una dictadura sincrética

Es cierto que entre el f ascismo y el régi men primoriverista existieron similitudes como

en el objetivo : apartarse del viejo con cepto del Estado y acercarse a uno nuevo. Am bos

regímenes, además constituían sus sistem as respectivos sobre los sólidos fundam entos

de la tradición nacional am bos utilizaban la modernización al servicio de la causa de la

nación orgánica.

Ahora bien, Primo de Rivera no era un Musso lini y su régim en no fue fascista, los dos

regímenes diferían en aspectos im portantes como el propio sujeto de la revolución (la

clase media en Italia y el ejército en Espa ña ). El prim orriverismo, lo m ismo que los

regímenes m ilitares balcánicos, descansó, en sus etapas iniciales, en los cuadros

conservadores que pretendía proteger de las am enazas de cam bio. En cam bio, el

fascismo, surgía de una revolución desde abajo, cuyo campo de reclutamiento se hallaba

entre elementos sociales enajenados, revolucionarios

Primo de Rivera acabaría siendo el fundador de una dictadura sincrética. Tenía varios

mentores históricos. Com binó su propia tradición m ilitar con el m ito regeneracionista

del "cirujano de hierro" de Costa, la revol ución desde arriba de Maura y la urgente

necesidad de desarmar al sindicato anarquista.

Consecuencias de la dictadura de Primo de Rivera

Durante la Dictadura de Prim o de Rivera se m odificaron los m ecanismos de las dos

instituciones en las que se sustenta prim ordialmente la estabilidad del sistem a político

de la Restauración con unas consecuencias irreparables para dicho sistem a : El Rey,

por su papel en el golpe de Estado m ismo y en el apoyo prolongado al régim en

dictatorial; el Ejército, por su intervención directa y diaria en la vida política.

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El resultado final del gobierno dictatorial fue la caída de la Monarquía y la destrucción

de las oligarquías políticas y partidos tradicionales.

I.B LAS CONDICIONES POLÍTICAS

Las condiciones política e ideológicas para el triunfo de un golpe tienen su base en la

crisis del sistem a de la Restauración. Esta cr isis se expresaba en form a de constantes

cambios de gobierno y de frecuentes crisis dentro de cada uno de ellos.

Pero la crisis del sistem a parlamentario (que, por otra parte, era bastante general en la

época) a su vez generó y fortaleció a las ideologías que veían fuera del Parlamento y del

sistema liberal-dem ocrático. A lo largo de 1923 se fueron sentando las condiciones

ideológicas para el triunfo del golpe en tres sectores. El Rey, el Ejército y la opinión

pública.

I.B.1 PROBLEMAS ENQUISTADOS QUE AGRAVAN LA CRISIS DEL SISTEMA Existían una serie de problem as cuya f alta de solución política contribuiría

decisivamente a precipitar el golpe de Primo de Rivera, estos problemas eran :

Marruecos.

El problema del Protectorado m arroquí, después del desastre de Annual en 1921, va a

ser la pesadilla de todos los gobiernos y se c onvierte en un factor clave para explicar la

vida política española. Este problema tendría efectos sobre diversos sectores sociales :

1)A raíz del desastre de Annual, los soldados de cuota fueron m ovilizados e

incorporados a las tropas con destino en África, cosa que no había sucedido hasta

entonces. Las f amilias de las clases m edias españolas se vieron por prim era vez

envueltas en la guerra de África, contribuyó a re star el apoyo de las clases al sistema de

la Restauración.

2)La política de los gobiernos de 1922 y 1923, en relación con Marruecos, consiguió el

definitivo enfrentamiento con la familia castrense.

3) Marruecos provocó adem ás, unas gravís imas divisiones en el seno de la

concentración liberal durante el año 1923.

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Las responsabilidades.

El problema de las responsabilidades a exigir a los dirigentes militares y políticos en el

momento del desastre de Annual y del posterior de Monte Arruit, sería otro de los

factores agravantes de la crisis del sistema.

El asunto de las responsabilidades enfrentaba a dos sectores :1) el Rey y una buena

parte de los conservadores, que eran a quienes afectaban directam ente las

responsabilidades políticas y m ilitares; 2) un sector de la opinión pública, principal

motor de todo el asunto ( con los socialistas como representantes), los liberales y una

buena parte del ejército.

El orden público.

En Barcelona, el crecim iento y la fuerza de la CNT había sido respondida con la

violencia patronal, a la violencia de los gr upos de acción anarquista de la CNT se había

opuesto la creación de los Sindicatos Libres y los pistoleros a sueldo, política que había

sido favorecida por la pareja Martínez Anido-Arlegui.

Importantes sectores de la burguesía catalan a, indignados, pedían la suspensión de las

garantías constitucionales y una política m ás f irme de lucha contra el terrorism o. A

partir de prim eros de junio de 1923, la burguesía catalana se alinea con el capitán

general de Cataluña, Miguel Prim o de Rivera , frente a los gobernadores civiles y el

Gobierno de concentración liberal.

La burguesía catalana entendía que le era necesario que se le solucionara el problema de

orden público y social; y para ello apostaba por la solución Prim o. Esta necesidad no

sólo se sentía por parte de la burguesía catal ana, sino también por la m ayor parte de la

burguesía industrial.

El nacionalismo.

En julio de 1922 se produjo la escisión de la Lliga que dio lugar a Acció Catalana. El

relativo éxito electoral de Acció Catalana de 1923, muestran una crisis grave de la Lliga

Este proceso también mostraba la progresiva radicalización del movimiento catalanista,

y alarmaba al Ejército

El ascenso de Acció Catalana fue, pues, ot ro de los factores del apoyo de la burguesía

catalana al golpe del 13 de septiembre.

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La crisis económica.

La crisis económica que atraviesa la econom ía española en los prim eros años 20, en un

elemento clave que influye en que los en frentamientos entre diversos intereses

económicos se agudicen en estos años

El terreno principal de esta lucha será el de los aranceles y los tratados de com ercio. El

tipo y la cuantía del proteccionism o se convier te, pues, en una cuestión de im portancia

primordial.

El pacto que llevaría a la burguesía catalana a apoyar el golpe de Prim o tenía como uno

de sus pilares la intensificación del protecci onismo, y otro tanto podríam os decir de la

oligarquía vasca.

I.B.2 LA OPOSICIÓN AL GOBIERNO EN DISTINTOS SECTORES Con estos graves problem as gravitando sobr e al política española y con el fracaso del

gobierno de concentración liberal, se produ ce, por distintos m otivos, una oposición

global al gobierno en los distintos sectores sociales en vísperas del golpe de Estado.

1) El Ejército se oponía por distintas razone s. Los africanistas no creían que los civiles

pudieran dar una solución m ilitar al problem a m arroquí. El conjunto del ejército no

aceptaba la carencia de orden público, las m anifestaciones nacionalistas y el m odo de

enfocar la exigencias de responsabilidades por parte del gobierno.

2) En la Iglesia existía preocupación por el intento de reform a del art. 11 de la

Constitución por parte del gobierno liberal.

3) Los socialistas, principales m ovilizadores de las responsabilidades, estaban

convencidos de que el gobierno estaba retr asando la exigencia de aquellas de form a

premeditada.

4) Los republicanos habían vinculado la lucha por las responsabilidades a la lucha por

la república.

5) Los conservadores, com o responsables po líticos del desastre de Annual, no querían

correr el riesgo de que avanzase el proceso en el que serían los primeros perdedores.

6) La burguesía industrial se oponía debi do a la política arancelaria del gobierno y

además porque éste no resolvía el problema del orden público.

7) El Rey boicoteaba, bajo cuerda, al gobierno liberal, tem iendo el avance de las

responsabilidades en las que él podía verse implicado.

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9) Las clases populares, que habían sido el motor de las responsabilidades desconfiaban

de que se resolviesen estos problemas por la vía parlamentaria.

10) Los partidos no turnantes, al no tener es peranzas de reform a dentro del sistem a,

intentarán alcanzar sus objetivos por otras vías; por eso apoyarán el golpe. Es el caso de

los mauristas, el PSP y la Lliga.

II LA BASE SOCIAL DEL RÉGIMEN El apoyo de las clases dominantes

El conjunto de la burguesía española ac ogió con enorm e sim patía el golpe,

destacándose especialmente la burguesía industrial catalana .

La burguesía financiera-industrial vasca m antendría en un principio una actitud m enos

decidida que la catalana, pero pronto se a dheriría a Directorio Militar y apoyará, si cabe

con m ayor energía, la figura del dictador. De cualquier m anera, este sector no tenía

tanta necesidad de reforma del sistema, ya que se encontraba m ejor representado que la

burguesía catalana en el poder central.

Todos los organismos representativos de la industria y el comercio se irán adhiriendo al

golpe

La Iglesia y los sectores sociales vinculados a ella también le prestaron su apoyo.

Que un partido político inspire y hasta sea cóm plice activo de un golpe f ue una

característica inherente del pronunciamiento español a lo largo de t odo el siglo XIX. El

de Primo de Rivera sin em bargo, fue apoyado y de hecho llevado a la victoria por una

clase definida: la alta burguesía catalana.

La alianza de Prim o de Rivera con la bur guesía catalana se selló con su prom esa de

dotar a la industria catalana de altos aranceles protectores y garantizarla la paz social.

La confianza general de las clases m edias en el nuevo régim en tuvo por resultado

inmediato una subida en flecha del cam bio de la peseta y de las acciones de las

empresas españolas en el m ercado internacional. Equivalía de hecho , a una bendición

de la dictadura por las clases poseedoras.

El nuevo régimen recibió también el caluroso aplauso de los adversarios de derechas del

sistema constitucional, muchos mauristas vitorearon a la dictadura.

La tom a del poder por Prim o de Rivera desp ertó una am plia gam a de esperanzas y

aspiraciones entre los conservadores im penitentes, regeneracionistas de derechas y las

llamadas clases acomodadas.

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La base social.

En España, país agrario por excelencia, el prim orriverismo iba a arraigar entre los

propietarios agrícolas pequeños y m edianos, clase que form ó la colum na vertebral

castellana de la Unión Patriótica.

Las clases m edias baja y m ediana del cam po, que dieron al prim orriverismo su base

popular, representaban la transform ación de un espíritu conservador tradicional en un

empuje prefascista, a la vez antisocialista y anticapitalista, y que aspiraba de m odo

militante a una sociedad integracionista, or gánica y socialmente armoniosa, eufemismo

con que se aludía a la supresión por la fuerza si fuera necesario, de la lucha de clases.

El ruralismo, la aspiración de un paraíso agrari o en la tierra era un tem a frecuente en la

propaganda de la Unión Patriótica.

En España, los pequeños campesinos del Secretariado Nacional Agrario proporcionaron

a la dictadura una ideología ruralista.

Del apoyo a la oposición.

En 1925, el régim en primorriverista disponía de legitimidad, es decir, el Dictador creía

que tenía derecho a gobernar y los gobernados de alguna forma reconocían ese derecho.

Esa legitim idad tenía su base en el éxito de la Dictadura en la resolución de los

problemas para los que había sido im plantada: el orden público y social y guerra de

Marruecos principalm ente. El Directorio Civil inició una política de am pliación de

dicha legitimidad im pulsando el desarrollo económ ico y acom etiendo una política de

reforma económica y social.

Una serie de m edidas adoptadas por el régim en de Prim o de Rivera le llevarían a

enajenarse gran parte del apoyo social obtenido en 1923 :

1) Las severas m edidas adoptadas contra la evasión fiscal ( Decretos de Calvo Sotelo

contra el fraude fiscal). Con ellas, la dictadura m inó el apoyo a su régimen de las clases

medias, los hombres de negocios y los propietarios rurales.

2) La cuestión de los aranceles, que produjo profundas divisiones. La política

proteccionista de la dictadura perjudicab a sobre todo a los com erciantes y los

exportadores agrícolas.

3) El intervencionism o económ ico de l régim en. En 1929, la oposición al

intervencionismo se extendió a todos los sect ores económicos. Ya no se trataba sólo de

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los productores m odestos, ahora se oponían tam bién los grandes intereses que en el

pasado se habían beneficiado con el intervencionismo.

4) Los comités paritarios eran rechazados duramente por los patronos, que en unión de

la prensa católica y conservadora mantenían una fuerte campaña en contra.

III LA POLÍTICA DE PRIMO DE RIVERA

III.A PRIMERA ETAPA : LA SOLUCIÓN DE LOS PROBLEMAS HEREDADOS

La primer etapa del régim en transcurre entre septiem bre de 1923 y abril de 1924. En

ella se propuso solucionar los problem as pendientes del régim en anterior (orden

público, Marruecos, "responsabilidades" y nacionalism os) y proceder al descuaje del

caciquismo. Se puede hablar en esta etapa de una dictadura de corte clásico, respetuosa

del sistema liberal-parlamentario, al que pensaba retornar una vez culminada su labor.

La visión regeneracionista ingenua no veía necesario im pulsar organización política

alguna. Para cumplir esta tarea no se requería una ideología elaborada. La Dictadura, en

realidad, representaba en sus com ienzos la reacción defensiva de las "fuerzas del

orden". En este tipo de situaciones los regím enes se legitiman por su ideología, sino por

sus realizaciones, por sus hechos.

A esta primera etapa de la Dictadura correspondió un régim en estrictamente militar, de

gobierno directo y abierto de las Fuerzas Ar madas y durante esta prim era etapa, el

régimen se enfrentó con éxito a los problemas pendientes.

La Dictadura durante esta etapa cumplió con sus objetivos, se legitimó por sus hechos.

Durante esta etapa los principales esfuerzo s se centraron en establecer un Gobierno de

autoridad y eficacia. Lo que es característic o de esta fase desde el punto de vista

ideológico es el regeneracionismo político ingenuo. Se trataba de liberar a España de la

vieja política y de los viejos políticos, de acum ular el poder en pocas y decididas

manos. Elim inados esos dos tapones, el pueblo proporcionaría autom áticamente los

nuevos políticos y la nueva organización política de la derecha española.

El catalanismo.

Quizá en ningún tema fue el dictador tan versátil como en el catalán. No llevaba ni una

semana en el poder cuando em pezó su cam paña represiva contra las m anifestaciones

catalanas. Los límites entre regionalismo y separatismo se fueron haciendo, para Prim o

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de Rivera , borrosas. El 18 de septiem bre se publica un Real Decreto con el que

comienzan las prohibiciones al catalanismo.

El problema catalán se podía considerar re suelto a finales de 1925, desde el punto de

vista de la Dictadura . Com o en el caso del orden público, la represión fue un arm a

eficaz contra los catalanistas. La obra in stitucional catalana, la Mancom unidad, acabó

sus días en m anos de Primo de Rivera . La Dictadura dejó un v acío que en el año 1930

llenaron radicales y republicanos.

Marruecos.

El éxito en la guerra m arroquí fue casi el úni co de la Dictadura prim oriverista. Durante

la prim era época del Directorio Militar, Prim o de Rivera m antuvo la postura

abandonista. La creación de una línea llam ada "línea de Primo de Rivera " paralela a la

costa, con la consiguiente retirada de todos los puestos avanzados, fue la prim era

premisa que puso en m archa. Sólo cam biaría a principios de 1925, cuando conciba la

idea de que es posible im plicar a los frances es en la lucha contra Abd-el-Krim , que

finalizaría en el desembarco conjunto de Alhucemas.

Con el feliz termino de esta campaña varios sectores quedaban contentos : a) el Ejército

cumplía sus ideales en relación con Marruecos; b) los inversores tenían a salvo sus

negocios; c) la Hacienda se desprendía de la carga m arroquí; d) la diplomacia británica

veía conseguidos sus objetivos de que una potencia m enor, y no Francia, estuviera

frente a las costas de Gibraltar.

El problem a m arroquí se zanjaba definitiv amente el 4 de julio de 1927 cuando el

dictador, olvidando sus prom esas anterior es de ocuparse de las responsabilidades

marroquíes, firmó una amnistía completa para cuantos habían sido sentenciados por sus

faltas en Marruecos.

El éxito de Marruecos llevó al dictador a considerar que había term inado su paréntesis.

la creación de un directorio civil, el com ienzo de la institucionalización de la dictadura

tiene m ucho que ver con el halo de popul aridad que prim o y su régim en habían

conseguido acabando con la guerra en el protectorado.

Orden público.

Para hacer frente a los problemas de orden público, se implantó un estado de guerra que

duró casi dos años ( hasta el 17 de m ayo de 1925 ) con prohibiciones de reuniones y

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manifestaciones, censura de corresponde ncia y de prensa, ilegalización de

organizaciones, etc.

Hay dos etapas diferentes en el ejercicio represivo dictatorial. En una prim era época,

hasta los prim eros meses de 1924, hay una es calada inicial que intenta barrer todo el

legado del régimen anterior. Después de haber conseguido pacificar el país, la Dictadura

mantendrá una tónica represiva durante casi siete años de vida que variará según el

grado de conflictividad.

En la prim era época, la represión ira di rigida especialm ente contra la CNT y los

catalanistas.

La reforma administrativa : el golpe al caciquismo.

Se trataba de liberar al país de la "vieja política" y de los "viejos políticos" destruyendo

todo el aparato político viciado de la Restauración. En este sentido, la dictadura , se

considera una etapa necesaria pero transitoria.

El objetivo era el caciquism o, que anidaba en todos los escalones de la vida del país.

Este no era observado por Prim o de Rivera como f ruto de unas estructuras políticas

vinculadas a unas determ inadas estructuras socioeconóm icas, sino com o un hijo

exclusivo de la vieja organización política. Se tr ataba, en la visión de Prim o de Rivera ,

de limpiar todos los escalones de la Adm inistración de abajo a arriba del caciquism o

imperante (Ayuntamientos, Diputaciones, Ministerios, etc.). Al mismo tiempo había que

abordar la depuración de los órganos de justicia.

Con el advenim iento de la Dictadura, se dio un golpe defin itivo al caciquism o. El

gobierno dictatorial ya no necesitaba el apoyo de los caciques para ganar las elecciones

y para mantener una mayoría parlamentaria.

Ello perm itió la destrucción del caciquism o político y el establecim iento de una

estructura de poder absolutamente centralizada.

Una estructura en que el poder básicam ente se ejercía por una élite m ilitar-burocrática

aparentemente neutral y apolítica que defendía la virtud de la eficacia en la gestión

frente a las ideologías política

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III.B SEGUNDA ETAPA : LA BÚSQUEDA DE LA PERMANENCIA

La segunda fase transcurre desde abril de 1924 hasta fines de 1926, los esfuerzos se

centraron en el reform ismo social y el desarrollo económico, al tiempo que se produjo

la transición del prim itivo regeneracionism o a la consideración de que era necesario

abordar de forma activa la tarea de m ovilizar y organizar políticamente a los grupos de

apoyo a la dictadura . Se trata, en definitiva, de formar un bloque de fuerzas que llenará

el vacío político-ideológico del que hasta es e momento adolecía la dictadura, que hasta

entonces venia pregonando su condición de pr ovisional. El resultado sería la form ación

de la Unión Patriótica en abril de 1924.

Dicho partido debía servir durante la Dict adura como instrumento coyuntural de unidad

de las f uerzas de orden y debía perm itir a éstas acum ular f uerzas para salir de la

Dictadura en las condiciones más favorables.

En esta etapa se plantean tareas orientadas al desarrollo económico y la reforma social.

Con ello se buscaba un doble objetivo, sacar al país de su atraso económ ico y hacer

frente a las reivindicaciones sociales con objeto de ganarse al proletariado urbano.

El régim en prim orriverista durante esta etapa siguió m anteniendo, de una m anera

formal, el respeto al sistem a liberal y a la Constitución de 1876, pero, tam bién se

acentúa el conservadurismo político del régimen.

Con la solución en marcha de la mayoría de los problemas heredados, a finales de 1925

y principios de 1926, la Dictadura atravesaba uno de sus mejores momentos.

Durante esta etapa, se produjo una progresiv a retirada del ejército de cargos políticos, y

el régimen, sin dejar de ser militar, fue adquiriendo formas de apariencia civil.

III.C TERCERA ETAPA : EL FRACASO

Esta tercera etapa discurre entre m ediados de 1926 y finales de 1928. En ella es patente

ya el objetivo de crear un nuevo Estado, que su stituiría a la dictadura y que suponía una

ruptura clara con el parlam entarismo liberal anterior, basándose en una intensificación

del reformismo social y la puesta en marcha del corporativismo social.

La convocatoria de la Asam blea Nacional Consultiva en septiem bre de 1927 es el

ejemplo m ás claro de la nueva orientaci ón del régim en. A esta se le encargó la

redacción de un proyecto completo de Constitución y leyes complementarias.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

15

Para la creación del nuevo Estado se hacía necesario el dotarse de una ideología y de un

partido que articulara y orientara los apoyos sociales necesarios. En este sentido, los

resultados obtenidos no fueron satisfactorios ., pues no se llego a alcanzar la coherencia

y unidad ideológica entre los distintos agentes políticos del régim en (Rey, Prim o,

Gobierno, Ejército, Unión Patriótica) para llevar a buen puerto la aprobación del

proyecto de Constitución, y la Unión Patrióti ca tampoco consiguió su despegue com o

partido.

La Dictadura, se m ostraba incapaz ideol ógica y políticam ente de institucionalizar un

nuevo régimen y de preparar una salida desde el régimen primorriverista.

El otro aspecto que caracteriza la tercer et apa de la Dictadura es la im plantación del

corporativismo social. Se buscó reestruc turar las relaciones entre el Estado y la

sociedad, de manera que el Estado actuara como integrador, mediador y árbitro entre los

distintos intereses económicos y sociales.

El régimen buscó, a través de su política social y del corporativism o social, desactivar

el m ovimiento obrero revolucionario, incorporar de alguna form a al régim en a los

sectores ref ormistas del m ovimiento obr ero y conseguir una cierta legitim ación

internacional. En este aspecto, los resultados obtenidos fueron más positivos.

Pero, a finales de 1928 com enzó a romperse el pacto social im plícito en que se basaba

la política social de la Dictadura, que en su estructura básica era un pacto entre las

organizaciones patronales, la UGT y el régimen.

Por un lado, a partir de 1927, la UGT, inició un tímido distanciamiento político, que no

sindical, del régimen, que en todo caso nunca le llevó al enfrentamiento.

También, a partir de 1928 las organizacione s patronales com enzaron a rom per este

pacto al surgir en ellas una creciente desc onfianza frente a distintos aspectos de la

política gubernam ental y m uy especialm ente hacia su política social e iniciaron una

política de enf rentamiento con él. Los sindicat os obreros católicos, tam bién a partir de

1928, se distanciaron del régim en debido a su política social, que, en su opinión,

favorecía a los sindicatos socialistas. En su distanciam iento del régim en arrastraron

consigo a buena parte del catolicismo social y político.

La política social de la Dictadura pr odujo, pues, hacia 1928, un distanciam iento y

enfrentamiento con el régimen primorriverista de dos sectores que habían sido decisivos

apoyos sociales del mismo

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

16

Los sindicatos libres, constituyeron el único aliado natural y estable, aunque débil, del

régimen dictatorial en el campo sindical.

El Rey que se había venido distanciado de él desde 1926, a partir de 1929 com enzó a

pensar y a buscar alternativas. En el ejér cito, se inició o agudizó un proceso de

politización y división interna provocado por diferencias en tem as estrictam ente

políticos y por la ruptura de la jerarquía militar.

III.D CUARTA ETAPA :DESCOMPOSICIÓN Y CRISIS

A lo largo de 1929, la dictadura entra en una etapa de crisis y descom posición que la

llevaría a su caída en enero de 1930.

Los conflictos de estudiantes y profesores uni versitarios que se sucedieron a lo largo de

1929, el levantam iento m ilitar de Valencia encabezado por Sánchez Guerra y el de

Ciudad Real en enero de 1929, el recrudecim iento del conflicto de los artilleros en

febrero, la discusión pública y la crítica ge neralizada al anteproyecto de Constitución, y

el intento -fracasado- en agosto de 1929 de am pliación de la Asam blea Nacional

Consultiva, constituyen m uestras variadas de la crisis, aislam iento y oposición

crecientes a las que se enfrentaba el régimen primorriverista.

Ante esta critica situación, la reacción de la dictadura fue cerrase sobre sí m isma e

intensificar las medidas represivas hasta convertirse en un régimen policial.

A lo largo de 1929, en el seno del ejérc ito continuaron y se increm entaron los

movimientos de oposición al mismo.

Las organizaciones patronales se m ovilizaron cada vez con m ayor intensidad y unidad

en contra de un régimen que ya no servia a sus propósitos, como también lo hicieron los

Sindicatos Católicos. El proletariado indus trial, en cam bio, fue uno de los pocos

sectores que no se movilizó políticamente en contra de la Dictadura.

A finales de 1929. La Dictadura estaba condena da. Únicamente hacía falta encontrar la

excusa y éste se lo proporcionó Prim o al Rey cuando el 26 de enero de 1930, sin

consultarle previamente, reclamó la opini ón y el apoyo de los altos m andos militares

para la continuación del Régim en. la respuest a de éstos fue tibia y distante, y el Rey

sacrificó al Dictador nombrando al General Dámaso Berenguer nuevo jefe de Gobierno.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

17

IV LA POLÍTICA SOCIOECONÓMICA

IV.A UNA DICTADURA DESARROLLISTA

Como sus m entores regeneracionistas, Prim o de Rivera estaba em bargado por una

honda frustración en cuanto al retraso económico de España. La burguesía española y el

Estado liberal no habían sabido em pujar al pa ís hacia el siglo XX. Correspondía, pues,

al Estado centralizador y coactivo asum ir la tarea histórica de la burguesía. Un rasgo

notable en la actuación económ ica de Prim o de Rivera consistía en el hecho de que

formuló una ideología económ ica coherente pa ra la derecha española, basada en un

enfoque productivista y nacionalista, y así com o en planes estructurales corporativistas

y orgánicos.

Intervencionismo, dirigismo y tutela.

La autarquía y la supresión de los principios liberales com o el libre com ercio y la libre

competencia alcanzaron dim ensiones sin preced entes bajo la dictadura . Prim o de

Rivera era un intervencionista fanático. El co rporativismo y el intervencionism o eran

los salvadores indispensables contra la competencia ruinosa.

La economía española se sometió a un alto grado de dirigismo y tutela. Los monopolios

eran ayudados por el Estado , y una am plia serie de com isiones reguladoras

excesivamente burocratizadas supervisaban las actividades económ icas hasta los

últimos detalles. Se presto especial atención al fomento de la industria

Primo de Rivera soñaba con una España au tosuficiente, autárquica. Ahora bien, el

intervencionismo de Prim o de Rivera , en la m edida que im ponía desde arriba una

economía planificada, en defensa de los intereses nacionales, equivalía a un sistem a

para la defensa del capitalismo y de los propietarios agrarios del país.

La economía de Prim o de Rivera era un inte nto de lim itar la econom ía liberal por ser

ésta incompatible con una dictadura desarrollista.

Los intereses que apoyaban a Primo de Rivera.

Los m onopolios no eran el único cebo ofrecido por Prim o de Rivera al capitalism o

español. Su plan de obras públicas era en beneficio de los industriales y banqueros que

los habían solicitado (tanto los banque ros com o la Federación Nacional de

Industrias).Pero también la clase trabajadora es taba tan interesada com o la plutocracia.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

18

Se puede decir que la busca de m odernización económ ica iniciada por la dictadura

resultaba perfectamente compatible con la filosofía gradualista del socialismo .

Como otras dictadura desarrollistas de este siglo, su régimen se consagró m ucho más a

la tarea brillante de la expansión industrial que a las necesidades de la agricultura.

Proteccionismo

La dictadura no alteró el consenso proteccioni sta de la Restauración que descansaba en

la defensa de la industria catalana y vasca y de los productos agrícolas castellanos. Para

Primo de Rivera , el proteccionism o cons tituía un com promiso doctrinal antiliberal

plenamente congruente con las ideas políticas de la dictadura . El dictador estaba

convencido de que el proteccionism o era la m ejor defensa de España contra las

agitaciones sociales.

Valoración de la política desarrollista.

A la hora de valorar la política desarrollista del régim en hay que decir que no era una

aventura extravagante, m ás bien fue una co medida empresa elemental, que no llevó la

carga financiera de la nación m ás allá de su capacidad productiva y de ahorro. En

conjunto, la política económica de Primo de Rivera era equilibrada. Pero ningún sistema

económico, por m ucho éxito que en apar iencia tenga, puede m antenerse con

credibilidad en un vacío político.

IV.B REFORMISMO SOCIAL

El dictador se hallaba m otivado por una tosca preocupación por el bienestar de las

clases trabajadoras y se esf orzaba en logr ar un cierto equilibrio entre los poseedores y

los desposeídos.

Legislación social.

La legislación social generada por la dict adura fue objeto de una vasta publicidad que

sobrepasaba su m ás bien m odesta aplicación. Esta legislación social exigida por los

socialistas para su colaboración contem plaba fondos para la form ación profesional,

subsidios a las f amilias numerosas, retiro de los trabajadores, im pedimentos al trabajo

nocturno de las m ujeres, etc. Toda esta legislación se reunió y se racionalizó en un

Código de Trabajo.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

19

La dictadura, a diferencia del favor que m ostró por los obreros urbanos a costa de sus

patronos, exhibió un espíritu reaccionario tradicional en la España agraria.

La política rural reaccionaria del régim en ayuda a explicar porque m illares de

trabajadores agrícolas abandonaron los si ndicatos rurales de la UGT durante la

dictadura.

Mejora de las condiciones de los trabajadores urbanos.

En conjunto puede afirmarse que el nivel de vida de la familia obrera urbana fue estable

durante la dictadura. La expansión de la econom ía y los grandes planes de obras

públicas ayudaron a m antener un nivel óptim o de empleo. El ingreso per capita m ostró

una tendencia a la estabilidad e incluso a la mejora hasta 1925, Después se discierne una

tendencia a un suave descenso.

A lo largo de la crisis financiera de 1929 se puso aún m ás de relieve la dificultad

principal del régim en, que era, com o financia r los planes sociales y de desarrollo sin

provocar la ira del m undo de los negocios y lo s terratenientes. A m edida que se hacían

evidentes los fracasos financieros del régim en, se acentuó la pérdida de confianza de la

gente adinerada en su futuro político.

Dos líneas de política sindical.

En el Directorio Civil existían dos líneas en lo tocante a la política social : 1) La

defendida por Aunós, Calvo Sotelo y Guadalhorce, propugnaba una política de reforma

social y de intervención del Estado en los conflictos sociales con un papel regulador y

de arbitraje. 2) La encabezada por Martínez Anido entendía la política social m ás bien

como elemento de represión y de control social.

El régimen de Prim o de Rivera desde su instauración practicó alternativam ente ambas

políticas, respondiendo a los m ovimientos sociales dirigidos por la UGT, los Sindicatos

Libres y los católicos con la política de ref orma social, y a los m ovimientos

encabezados por la CNT o los com unistas con la represión. Pero a partir de 1926

predominó la puesta en práctica de aquella : en prim er lugar, porque la CNT y los

comunistas habían perdido fuerza; y en segundo lugar, porque el régimen, a medida que

se estabilizaba e institucionalizaba, fue concediendo un mayor peso en su ideología y en

su práctica al regeneracionismo socioeconómico y al corporativismo social.

Razones del reformismo social

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

20

1) El régim en de Prim o de Rivera tenía una constante necesidad desde sus m ismos

inicios de legitimación por los hechos.

2) Adem ás, perm itía aislar a los sectores revolucionarios del m ovimiento obrero y

neutralizar y buscar la colaboración de los sectores reformistas.

3) A través de la política de reform ismo so cial el régim en de Prim o de Rivera podía

conseguir su legitimación y aceptación internacional.

A mediados de 1926 esta necesidad de reformismo social del régimen se intensificó ante

las am enazas interiores que cuestionaban la legitim idad interna del régim en (

Sanjuanada, conf licto artillero, etc. ) y el aislam iento exterior. La aprobación del

Código de Trabajo en agosto de 1926 y de la Organización Corporativa Nacional en

noviembre del mismo año son la demostración más clara de ello.

IV.C LA ORGANIZACIÓN CORPORATIVA

Tanto Primo de Rivera com o Aunós eran m uy conscientes de la necesidad de im poner

en la coyuntura de 1923 un Estado fuerte y c ontrolador que im plantara la disciplina

social, reprimiera a los sectores obreros re volucionarios, impulsara la participación de

los sectores reform istas, facilitara la m ovilización y organización social de contenido

profesional y llevara a cabo una política de ref orma social que perm itiera desactivar la

explosiva situación política eliminando los estímulos inmediatos de ésta.

De la voluntad de tender puentes políticos hacia el sector ref ormista del m ovimiento

obrero fueron muestra los contactos del gobierno con el PSOE y la UGT.

La incorporación progresiva de elementos corporativos al régimen de Primo de Rivera a

partir de 1924 y sobre todo desde 1926 se de bía a un planteam iento consciente, a una

voluntad de utilizar el Estado para reconstruir la sociedad civil sobre nuevas bases.

En noviembre de 1926 el régim en estableció una organización corporativa destinada a

ocuparse de los conflictos laborales y de la legislación social, por m edio de com ités

mixtos, los comités paritarios de obreros y patronos.

El nuevo "Estado Fuerte" debía basarse en la "solidaridad funcional" entre todos los

elementos de la producción, m ás que en par tidos políticos, sím bolo de la guerra civil

permanente.

El sistem a ideado por Aunós no era, co mo pretendía ser el italiano, un sistem a

corporativista global y obligatorio. Pero di fería del ensayo corporativo español de 1919

en que tenía un alcance m ayor para ocuparse a la vez de las relaciones y de la

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

21

legislación laborales. A diferencia del sist ema fascista, que prohibía la existencia

independiente de sindicatos, se reconocía en España la personalidad jurídica de éstos,

pero sólo si actuaban dentro del marco de la maquinaria corporativa.

Mientras el sistem a italiano selló la dest rucción de los sindicatos m arxistas y los

sustituyó por burocracias fascistas, la maquinaria de Aunós se basaba en la

consolidación y expansión de los sindicatos socialistas y creaba las condiciones para

ello.

La agricultura quedó enteram ente excluida del sistem a. Este consistía , en lo esencial,

en com ités m ixtos de obreros y patronos , com ités que se ocupaban lo m ismo de

conflictos de trabajo que de legislación social.

Los anarcosindicalistas, rechazaron estos comités paritarios.

Objetivos a conseguir por el corporativismo.

1) Con el corporativism o económ ico y soci al se concedía un papel protagonista al

Estado como impulsor del desarrollo económico.

2) Con la incorporación de elem entos corporativos al sistema de representación política

se pretendía conseguir eliminar los "excesos" del sufragio universal.

3) Este corporativismo facilitaba la representación e intereses económicos y sociales en

el sistema político.

4) contribuía a la m ovilización y organización so cial al tiem po que éstas se realizaban

de forma controlada por el Estado. El régim en de Prim o de Rivera buscó e im pulsó el

asociacionismo obrero y patronal de tipo prof esional al tiem po que reprim ió y cercenó

el asociacionismo político.

5) Pretendía suprim ir, o al m enos disminuir, la conf lictividad social anterior. Com bina

la política de represión con la integración hacia los sectores obreros.

Las condiciones preexistentes para el desarrollo del corporativismo.

1) Se disponía de un am plio sector reform ista dentro del m ovimiento obrero y de un

empresariado industrial articulado y en proceso de organización creciente.

2) Se contaba con la experiencia de una política corporativa y con un pensam iento

dotado de numerosos elementos corporativos, a lo que se sumaría en los años siguientes

una favorable situación económica.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

22

3) Existía una voluntad de reform a social del régimen y de un pensam iento corporativo

disponible en el que sustentar el régimen.

Los precedentes.

La política social de conciliación y arbitraje del régimen de Prim o de Rivera no hacia

más que recoger, continuar y am pliar las experiencias de corporativism o que se habían

dado en España desde muchos años antes.

Los Com ités Paritarios no fueron una invenci ón de Prim o de Rivera , estaban en la

realidad española desde hacia 20 años.

Con la creación de la Organización Corporativ a Nacional, se inició un proceso en el

pensamiento de Aunós que le llevó prim ero (1926) a la plasm ación y concreción de

dicho pensam iento en la idea de corpora tizar sistem áticamente el trabajo y las

relaciones laborales, para llegar más tarde a proponer la idea de un Estado Corporativo.

Esta concepción de un Estado corporati vo pleno, sin em bargo, no term inó de ser

asumida totalmente por el régimen.

Estructura y funciones.

Las relaciones industriales se estructuraban sobre la base de profesiones que se

organizaban en cuerpos especializados, la s Corporaciones, clasificándose éstas en 27

grupos. Cada uno de estos grupos debía cons tituir la corporación de la industria

respectiva. Los diferentes oficios o especialidades profesionales que integraban aquellos

grupos constituirían los Comités Paritarios respectivos.

Estructura de la organización corporativa.

Los Com ités Paritarios, form ados en i gual núm ero por patronos y obreros, estaban

encabezados por un presidente y un vicepresi dente primero, nombrados libremente por

el Ministerio de Trabajo. Los representant es de los patronos y de los obreros eran

elegidos por las asociaciones correspondientes legalmente constituidas.

Los Com ités Paritarios, tenían com o base los oficios, si bien las asociaciones

profesionales o los sindicatos servían com o organismos electorales de la organización

corporativa. Ahora bien, la organización corporativa estaba por encim a de los

sindicatos.

Page 24: El Movimiento Obrero en La Dictadura de Primo de Rivera

El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

23

Las funciones de los organism os corpor ativos eran m uy am plias, y, de hecho,

prácticamente el conjunto de las relacione s industriales quedaba en sus m anos. No

obstante, el Estado se reservaba una cons iderable capacidad de controlar a dichos

organismos, por una doble vía: prim ero, a través del nombramiento de los presidentes y

vicepresidentes y, segundo, a través de Mini sterios de Trabajo, que se reservaba la

competencia para resolver todos los recurs os contra los acuerdos adoptados por los

organismos paritarios.

Contradicciones.

En el régim en prim orriverista, el corpora tivismo social pretendía propiciar sindicatos

profesionales, apolíticos, e independientes del gobierno y del partido del régim en. En la

práctica, el m odelo de corporativism o so cial que se im pulsó favoreció el desarrollo

principalmente de la UGT y, secundariam ente y en sectores aislados, de los Sindicatos

Libres, perjudicando de form a clara a lo s Sindicatos Católicos. Al m ismo tiem po,

politizó a todos los sindicatos sin una dirección clara ni definida. Con ello se introdujo

un elemento de contradicción en el seno de l propio Régim en por el hecho de que su

política social perjudicaba a sus sectores naturales de poyo político, para favorecer

principalmente al sindicato socialista.

El rechazo patronal a la Organización Corporativa Nacional.

La aparición del decreto-ley de noviembre de 1926 creando la Organización

Corporativa Nacional provocó distintas reacciones entre las organizaciones patronales.

La Confederación Patronal lo recibió con elogios. Estudios Sociales y Económ icos

mostró desde el principio su reticencia y distancia.

La crítica m ás impórtate a la Organización Cor porativa Nacional se refería al carácter

general y obligatorio en el establecim iento de los com ités y al hecho de que éstos

elaborasen normas de obligado cumplimiento para patronos y obreros.

En su visión, el surgim iento de com ités paritarios suponía una cesión de los patronos,

implicaba un gratuito regalo para las organizaciones obreras, que los utilizarían para

movilizar y organizar a las m asas obreras. Además, se concedía preponderancia a los

sindicatos socialistas frente al resto.

Desde el m ismo momento de la aparición del decreto de la Organización Corporativa

Nacional se produjo, por tanto, un enfrentam iento ante la estrategia que subyacía a la

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

24

política social de Aunós, la consolidación y extensión de las organizaciones sindicales

reformistas, para integrarlas en el sistem a político-social, y la estrategia de las

organizaciones patronales, que carecían de una perspectiva política y de una visión a

medio plazo de la política social.

Así a los largo de 1927 tanto la asociación de Estudios Sociales y Económ icos como la

Confederación Patronal dedicaron sus esf uerzos a intentar f renar la constitución de

comités paritarios.

Conforme avanzaba 1927 se fueron intensif icando las críticas de las organizaciones

patronales hacia la Organización

A lo largo de 1928 el conjunto de las organizaciones patronales, exceptuando la

Confederación Gremial Española, unieron sus fuerzas y adoptaron posiciones com unes

y activas en contra de la Organización Corporativa Nacional.

En noviem bre de 1928 se había conseguido la unidad y la m ovilización de todas las

organizaciones patronales - excepción de la Confederación Grem ial - en contra de la

Organización corporativa.

Se trataba en suma, de un enf rentamiento con la concepción de la política social que se

intentaba poner en práctica desde el Ministerio de Trabajo y, en últim a instancia, de un

enfrentamiento con el m odelo político de la Dictadura en lo que ésta suponía de un

Estado crecientemente intervencionista y volcado hacia una política de reforma social.

A lo largo de 1929 la actitud de oposición de las organizaciones patronales, se

endureció y se extendió a la única patronal que todavía no se había sum ado al coro de

las críticas, la Confederación Gremial.

La consecuencia fue que las organizaciones patronales se enfrentaron al Régim en

mismo y que cuando éste entró en crisis en 1928-1929 no contó con su apoyo.

V LAS ORGANIZACIONES OBRERAS EN ESPAÑA

V.A EVOLUCIÓN HASTA LA DICTADURA

V.A.1 PRIMERA ETAPA :

1) LA PRIMERA INTERNACIONAL EN ESPAÑA La AIT fue fundada en Londres el 28 de septiem bre de 1864, pero, los posibles

contactos de la AIT con España, antes de la revolución de 1868, fueron tan leves com o

efímeros y nada perm ite hablar de un m ovimiento obrero español relacionado con la

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

25

AIT. El fenóm eno hispano de la Internaci onal se presentara a partir de 1869 y con

preponderancia bakuninista.

Tras los sucesos de la Com una de París se produce una psicosis de terror en los m edios

conservadores europeos y españoles y co mo consecuencia de ello se declara

inconstitucional a la Internacional en España. (octubre de 1871).

Entretanto, en la AIT la gran querella que enfrentaba en su seno entre bakuninistas y

marxistas se había agudizado. En España la gran mayoría de los dirigentes de la AIT se

inclinaban por la Alianza para la Dem ocracia Socialista, la organización creada por

Bakunin, que encuadraba a los militantes anarquistas.

Con la llegada a España de Paul Lafargue y tras el Congreso de Zaragoza de la FRE de

abril de 1872, se desgajo de aquella la Nueva Federación Madrileña de orientación

marxista.

En el V Congreso de la AIT celebrado en la Haya en septiem bre de 1872 se produjo la

definitiva ruptura entre m arxistas y anarqui stas, que f ormarían su propia Internacional

(la Internacional de Saint Imier).

Entre el 25 de diciem bre de 1872 y el 3 de enero de 1873 se celebró el Congreso de

Córdoba de la FRE que adoptó una serie de resoluciones netam ente anarquistas. Es

decir, la gran m ayoría del m ovimiento obr ero español se inclinaría por las tesis

anarquistas, lo que le diferenciara de la evolución del resto de Europa, donde las

tendencias marxistas se irían imponiendo .

A partir de la Nueva Federación Madrile ña, se creó en m ayo de 1879 el Partido

Socialista. A partir de este m omento, el m ovimiento obrero español sigue dos líneas

distintas, prácticamente enfrentadas, que sólo en especiales circunstancias le llevaría a

acciones unitarias.

Por su parte, la FRE, en la clandestinida d, se disolvería en febrero de 1881 m inada por

una crisis interna. El retorno del anarquism o a la legalidad se produjo con la FTRE, en

el Congreso Obrero de Barcelona del mismo año, en él, se declara colectivista en cuanto

a la propiedad y anarquista en cuanto a la organización social. De nuevo se produce un

ascenso vertiginoso de la FTRE en la legalidad y un crecimiento del numero de huelgas.

Pero, las luchas internas debilitaron cada vez m ás a la organización (colectivistas y

anarco-comunistas) y el Congreso de 1887 celebrado en Madrid testim oniaba el final

virtual de la Federación, si bien, servía también de im pulsión a una nueva etapa al

decidir la convocatoria de un Congreso amplio, en Barcelona, para el siguiente año.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

26

Condicionantes del movimiento obrero español.

En la conform ación orgánica e ideológica del m ovimiento obrero español aparecen

diversos condicionantes , entre los que destaca el m arco económ ico. En efecto, nos

encontramos con un predom inio mayoritario del m undo agrario, una configuración del

mercado interior tardía, una industrializaci ón focalizada y la pervivencia de un m undo

de pequeñas ciudades donde predom inan las form as de producción tradicionales. Esta

situación im plica un desfase respecto al entor no europeo, que se reflejará tanto en la

constitución política del país com o en las ideologías populares y las m aneras de

intentar la revolución.

En efecto, el m ovimiento obrero español su fre los efectos de ese m arco económico que

se traduce en un lento desarrollo del m ovimiento sindical, que sólo alcanzará un nivel

de m asas por efecto de una coyuntura excep cional generada por la Prim era Guerra

Mundial; en una supervivencia del anarcosindicalismo hasta la guerra civil y, en el lento

desarrollo del PSOE, con su rigidez ideo lógica y su f alta de representatividad

parlamentaria.

Otro condicionante im portante sobre el m ovimiento obrero español es el lenguaje

obrerista que desde el m undo de los oficios se trasm ite, a través de la AIT , a las

corrientes socialista y anarquista. Se trata de la visión utópica de la nueva sociedad

como la extrapolación de los valores y la configuración de las sociedades obreras de

oficios. De esta visión proviene el m odelo de relaciones entre obreros y patronos sin

intervención del Estado y el culto a la or ganización concebida como algo capaz de dar

respuesta global a los problemas de la clase trabajadora.

2) EL ANARQUISMO HASTA FINALES DE SIGLO

Hemos visto com o en la prim era etapa de desarrollo del movimiento obrero español el

anarquismo es la ideología que conquista m ayoritariamente a los trabajadores urbanos

y rurales españoles.

La progresiva desintegración del m ovimiento anarquista determ ina la aparición de

fracciones ninguna de las cuales logrará re unir un congreso que sea reconocido com o

representativo y cuyas decisiones sean seguidas por las agrupaciones locales, que caen

como por consiguiente, en el desconcierto.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

27

Al concluir el S XIX, el anarquismo continental, y con él, el español, se encuentra en un

callejón sin salida. La organización especí fica no logró hacer del terrorism o un m edio

para la conquista revolucionaria del poder, en tanto la organización basada en el Pacto

no proporciona a sus m iembros la influencia n ecesaria para contrarrestar las exigencias

de los capitalistas, dado el carácter local de la s sociedades de resistencia y la falta de

coordinación en sus actos. El resultado es un sentimiento de frustración, que se deriva

de la im potencia de la m asa del prolet ariado frente a la m inoría burguesa. Com o

respuesta a esta situación, se produce una conversión doctrinal, abandonando la

esperanza en una revolución inm inente protagonizada por un puñado de activistas, en

beneficio de una acción colectiva, m erced al encuadram iento del proletariado en una

organización sindical. En 1895, Pelloutier defendí a la nueva línea que, en definitiva, no

es más que la vuelta a las fórmulas aplicadas por la I Internacional.

El renacimiento del sindicalism o anarquista se produce en los años finales del siglo y

tiene su prim era m anifestación pública con el congreso am pliado que se celebró en

Barcelona del 18 al 20 de mayo de 1888 crea el "Pacto de Unión y de Solidaridad".

El anarquism o, en esa época, se proyecta en tres direcciones . actividad societaria,

terrorismo y propagandism o de m atriz intel ectual, con harta frecuencia desconectadas

entre si.

A partir de 1898 la propaganda anarquista de la huelga general va a ser el nuevo m ito

que abracen los campesinos andaluces y que se traducirá prácticamente en los primeros

años del siglo XX.

3) EL SOCIALISMO HASTA FINALES DE SIGLO

Aunque el PSOE se había constituido en 1879, hasta 1888 no tuvo lugar los Congresos

fundacionales que darían lugar al PSOE y a la UGT, con ello se plantea por primera vez

en España la distinción entre partido y sindicato, siendo la m isión del prim ero la

conquista del poder, y la del segundo, la defensa de los intereses de los trabajadores en

sus relaciones de producción.

Los núcleos de implantación en esta primera etapa serán Madrid, Vizcaya y Asturias.

Si nos centramos en el cuerpo doctrinal que orienta al socialismo, nos encontramos con

que la incidencia del m arxismo es epidérm ica. La actividad organizativa es presentada

como prioritaria f rente a los problem as del régim en político, m ientras se recusa el

dilema monarquía o república. La estrategia que sigue es la de clase contra clase, con el

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

28

resultado de otorgar prioridad a la crítica de los partidos republicanos. Pero, a pesar de

la declaración de intransigencia y de las m enciones a la lucha política, la m entalidad

internacionalista sigue pesando, con la prioridad otorgada a organizar con solidez las

fuerzas proletarias.

El movimiento socialista quedará vinculado a las posiciones de Pablo Iglesias, en cuyo

pensamiento subyace un determ inismo histór ico, que en un principio proporciona la

seguridad de una pronta revolución; m ás tarde, de la conveniencia de fortalecer la

organización para preparar el cam bio y, pasa da una docena de años, la necesidad de

reforzar dicha organización y obtener reform as dentro del sistem a

capitalista.(Redacción propia)

Posiblemente, la lentitud y penuria de los tr abajos de organización, el asentam iento del

régimen político nacido de la Restauración y la perspectiva favorable de la implantación

del sufragio universal fueron los factores que, actuando conjuntam ente, hacen girar a

Iglesias hacia posturas m ás m oderadas en la década de 1890. Sigue hablando de

necesidad de organización , pero las pers pectivas de revolución a corto plazo

desaparecen y, en cam bio, surge la exigen cia de aprovechar a fondo la posibilidad

electoral.

En adelante, la organización considerada cua litativamente, se convertirá en el indicador

de la marcha del partido y de la Unión. Incl uso depende de ella la consideración teórica

de las relaciones políticas con la burguesía.

La primera experiencia electoral socialis ta se produce en febrero de 1891. De 1891 a

1907, período en el que PSOE presenta candi daturas exclusivas, no llegará en ningún

momento a los treinta mil votos, sin obtener ningún acta de diputado.

Al cabo de una década de esfuerzos infruc tuosos, el V Congreso de septiem bre 1899,

inicia un giro en su exclusivism o elector al y com ienza a considerar las eventuales

ventajas que se derivarían de una cola boración con los republicanos, hasta entonces

considerados como sus más acérrimos enemigos.

A partir de 1906 la Ley de Jurisdicciones, a la que siguieron los proyectos de ley de

Admón. Local, coligaciones y huelgas, y terrorism o, elaboradas por el gabinete Maura,

amenazaban restringir el sistem a político en vigor. El PSOE se vio obligado a iniciar

una apertura hacía las fuerzas que coincidían en la oposición a las nuevas leyes.

Tras la represión subsiguiente a la Sem ana Trágica, los socialistas se deciden por la

conjunción de fuerzas con los republicanos.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

29

V.A.2 EL MOVIMIENTO OBRERO A COMIENZOS DE SIGLO

1) LA PRÁCTICA DEL MOVIMIENTO OBRERO

A com ienzos de siglo convergen el factor del nivel de vida y el factor organización

obrera para hacer aumentar la curva de los conflictos. Sin duda, hay que contar tam bién

con la propaganda anarquista de la huelga ge neral revolucionaria que fuerza y precipita

numerosos actos de huelga

Se observa en este periodo que el movimiento obrero no está en condiciones de lanzar y

dirigir una acción coordinada a nivel naciona l. El anarcosindicalism o no tiene todavía

estructuras nacionales; el socialism o recela cada vez m ás de este género de acciones y

cuando se decide a hacerlo, en 1909, por sim ples razones de solidaridad, se ve que no

esta preparado para ello.

El año 1910 refleja un espíritu sindical de of ensiva creado por los resultados electorales

y el crecim iento de las organizaciones. Ese año, se realizan huelgas generales en La

Coruña y Gijón , a las que seguirían otras importantes en los años siguientes.

Con el com ienzo de la guerra m undial se inicia la especulación, la escasez de algunos

productos alimenticios y la subida de preci os, dándose una nueva ola de conflictividad

social.

Este periodo se caracteriza por el ascenso vertiginoso del movimiento sindical . En 1913

casi el 20% de la población asalariada está afiliada a organizaciones sindicales,

destacando la tendencia a cristalizar el m ovimiento en grandes centrales sindicales y a

la desaparición del antiguo societarismo

En el periodo estudiado hay una evidente fa lta de unidad interna en cada una de las

organizaciones obreras. En la corriente socialista hay diferencias internas en torno al

problema de la Conjunción, ya apuntan las diferencias entre los que se contentan con

reformas parciales al sistem a social vigent e y los que quieren provocar una alternativa

global revolucionaria. Sólo después de la revolución rusa se van perfilando esas

tendencias.

En el anarcosindicalismo los problemas internos son todavía mayores.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

30

2) EL NACIMIENTO DE LA CNT

Como hem os visto, esta etapa se caracteriza, en los m edios anarquistas, por la idea

dominante de que una huelga general podrá acabar con el sistema capitalista. Este punto

de vista los vincula m ás al sindicalism o y se va produciendo una conjunción entre las

ideas bakuninistas y las del sindicalism o revolucionario del francés Fernand Pelloutier

que tiene su punto de referencia en la CGT francesa de principios de siglo.

Esta vez, el intervalo de una organización a la siguiente fue más corto. El 1 de agosto de

1907 se crea una Federación de Sociedades Ob reras de Barcelona bajo el nom bre de

Solidaridad Obrera, que en sus inicios no es una organización netam ente anarquista,

sino una federación sindical de todos los obrer os de Barcelona, en la que participan

anarquistas, socialistas y radicales.

El anarquism o tiene el control real de las sociedades de resistencia catalanas y del

inmenso m ovimiento agrario andaluz, adem ás de otras zonas com o La Coruña, La

Felguera, etc.

En este clim a de renovación sindicalista se convoca su Segundo Congreso; pero los

sucesos de la Semana Trágica provocaron un aplazamiento; y así en 1910 se produce la

transformación de Solidaridad en la CNT. Su primer congreso se celebró en septiem bre

de 1911; coincidiendo con él, se desarrolla una huelga en Bilbao, circunstancia que

lleva a los obreros vascos a sugerir al Congreso la conveniencia de desencadenar la

huelga general. Las autoridades responden disolviendo la CNT.

Durante los tres años siguientes no hay ninguna noticia de la CNT. Más que

clandestinidad se trata del retorno a fórm ulas más simples de organización, que por lo

mismo, resultan más resistentes. Se abandona la asociación nacional, pero se mantienen

los sindicatos de base.

El desarrollo de la CNT se inicia a partir del m omento en que, en 1914 puede

reorganizarse públicam ente. Su im plantación principal se da en Cataluña, Zaragoza,

Valencia, Alicante, Gijón, La Coruña y Vigo.

3) SOCIALISTAS

En 1910-11 la UGT sigue teniendo su triángulo fundam ental en Madrid-Vizcaya-

Asturias, situándose en Madrid la mitad de la organización.

En 1909 se produce la Sem ana Tr ágica y el fusilam iento de Ferrer. En esta peculiar

coyuntura se sitúa la Conjunción republica no - socialista, acto de unidad que venía

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

31

madurando lentamente, dejando atrás los años de la intransigencia explicables en cierto

modo cuando el joven PSOE necesitaba afirm ar su propia personalidad. Se trata de una

alianza a largo plazo cuyo prim er acto va a ser la presentación de candidaturas

conjuntas para las elecciones m unicipales de diciem bre de 1909. Las elecciones

municipales dan el triunfo a la Conjunción en la mayoría de las grandes ciudades.

La alianza con los republicanos dará al Pa rtido Socialista los votos necesarios para

alcanzar, por primera vez un lugar en el Parlamento, en las elecciones de mayo de 1910.

A partir de este m omento se inicia un rápido crecim iento de los votos socialistas, hasta

alcanzar un m áximo próximo a los 140.000 en febrero del 18, para caer nuevam ente,

tras el abandono de la Conjunción, a cifras próximas a las de comienzo de siglo.

La conjunción : el interés nacional frente al régimen

Provocada en principio por la conducta reaccionaria del gobierno de Maura y

especialmente por la represión de la Sem ana Trágica, la alianza con los republicanos -

fórmula de la Conjunción republicano-socialista - determina un giro teórico en el PSOE

a partir de los m eses finales de 1909. Se hace necesario la definición de unas nuevas

relaciones políticas y de clase al proclam ar el m ovimiento socialista com o objetivo

prioritario la lucha contra la monarquía.

Su primera característica es la sustitución de la bipolaridad burguesía-proletariado. El

PSOE se ve forzado a buscar una nueva dualid ad sobre la que fundam entar sus juicios

sobre la coyuntura política del país. Lo que ahora se contrapone, son los intereses de

modernización de España, personificados en el cam bio de régim en, y el

anquilosamiento y la reacción que encarna a sus ojos la m onarquía y, de un m odo aún

más radical, el maurismo.

La antigua argum entación del proletariado ve rsus burguesía, se aplican ahora en el

nuevo enfrentam iento entre las "fuerzas progresivas" (la Conjunción republicano-

socialista) y el régimen monárquico.

Aún no se agotan aquí las derivaciones te óricas de la Conjunción. El socialism o

republicano implica, en primer término, asumir la posibilidad de que exista una política

burguesa nociva a la clase obrera, y otra, al m enos hasta cierto punto, arm ónica con

ella. Este cambio de orientación política, e incluso en la concepción de las relaciones de

clases, no afecta a los objetivos internos del m ovimiento socialista, que siguen

residiendo en conseguir el desarrollo de una organización coherente. Por m ucha

importancia que Iglesias conceda a la lu cha contra la m onarquía o los avances

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

32

electorales del socialism o, lo prim ero si gue siendo fortalecer las dos organizaciones

política y sindical, que integra el movimiento socialista.

En noviem bre de 1918 el XI Congreso renova rá por últim a vez la alianza con los

partidos burgueses de izquierda. Enfrentado al problema de redefinir sus relaciones con

la izquierda burguesa, el XI Congreso form uló una declaración de principios, que hará

del derrocamiento de la Monarquía el objetivo prioritario de la acción socialista.

A pesar de la evidencia de los triunfos electorales de 1918 y 1919, seguirá existiendo en

el partido una fracción contraria a la co laboración con los republicanos, grupo cuya

influencia se ref orzará, de resultas del tr iunfo de la revolución bolchevique y de la

constitución de la III Internacional. En el Congreso extraordinario de diciem bre de

1919, el PSOE decidió finalm ente dar por finalizada la colaboración con los

republicanos a través de la Conjunción.

V.A.3 LA CRISIS DE 1917 Y LA POSGUERRA El periodo está marcado, desde el punto de vista del movimiento obrero, por dos hechos

claves, uno interno, la crisis económ ica de la posguerra, y otro internacional, la

aparición de una nueva Internacional que dividirá la adhesiones.

Una vez más, el problema de la organización internacional, gravita sobre el movimiento

obrero español; la consecuencia orgánica será una tripartición de las corrientes obreras.

Cuando la guerra pasó, se perdieron los mercados exteriores ocasionales y se produjo la

crisis europea de posguerra; no sólo se pe rdió el terreno ganado, sino que se fue al

desbarajuste económico.

A finales de 1920, la reorganización económ ica de los países beligerantes va

desplazando los productos españoles del m ercado internacional. A este hecho, que daña

directamente la econom ía española ( que tr as 5 años de pingues ganancias, no había

ampliado el mercado interior), se une la baja de precios de la crisis de todo el mundo.

La situación m aterial se agravó extraordin ariamente en 1917. Tam bién se caldeó el

clima político y emotivo. El ultimátum de las Juntas de Defensa y la convocatoria de la

Asamblea de Parlam entarios indujo a los so cialistas a creer que el Ejército y los

partidos burgueses no gubernam entales se dese ntendían de la suerte del régim en. En

estas circunstancias, buscaron reforzar sus relaciones con aquellos.

Mientras los representantes de los sindicatos se reunían en Madrid el 27 de m arzo de

1917, los grupos republicanos y reform istas se disponían a aprovechar la coyuntura

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

33

critica para, con el apoyo de la fuerza obrera, llegar a un m ovimiento destinado a

posibilitar el cam bio de régim en político. Debe quedar, pues, claro que la corriente

socialista articulaba sim ultáneamente dos tipos de pactos . con la CNT y con los

republicanos y reformistas.

La reunión socialista con la CNT del 27 de marzo de 1917 da lugar a una declaración

firmada en com ún. El docum ento es casi una declaración de guerra con un objetivo de

orden político : la huelga general indefinida para lograr cam bios fundam entales del

sistema.

El PSOE era el eje de las fuerzas de oposición al sistema, y como tal reacciona desde el

primer día, articulando la acción : por un lado, con los republicanos y reformistas, y por

otro, con los confederales.

El PSOE y la UGT eran orgáni camente la fuerza iniciadora y la fuerza articuladora,

pero, sin em bargo, no se reservaban ni nguna fuerza de dirección en los cam bios

proyectados.

La huelga general de 1917, calificada virt ualmente de revolucionaria no tuvo, en

realidad, este carácter.

En junio, la crisis general del sistem a parecía abierta en todo el país. El 11 se form aba

otro gobierno, conservador. Es el m omento que la Liga de Cataluña escoge para lanzar

la cam paña por la autonom ía catalana que, unida a la petición de convocar una

Constitución, dará pie a la Asamblea de parlamentarios.

El desfase entre el m ovimiento de agosto de 1917 y la agitación cam pesina de 1918 es

una de las claves para explicarse lo ocurri do. Pese a la violencia del choque y el fracaso

de la huelga de agosto, no se produjeron repe rcusiones graves para el desarrollo del

movimiento obrero.

A partir del verano de 1918 se produce una de esas llamaradas del movimiento agrario

andaluz. Las noticias, por lo general inconc retas, de la Revolución rusa, contribuyen a

caldear la situación. El proceso de organización fue creciente hasta la primavera del año

siguiente.

1919 fue el año de m ayor número de conflic tos sociales hasta entonces (el año punta

debía ser 1920). Las organizaciones obreras es tán más nutridas que nunca y se sienten

fuertes. La Revolución rusa, Alem ana, Húngara y la creación de la Tercera

Internacional son otros tantos factores que coinciden para que la coyuntura de 1919 sea

a todas luces excepcional.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

34

Desde diciembre de 1918 gobernaba Romanones, la agitación crecía en Andalucía, pero

era aún mas tensa en Barcelona.

La m area creciente va a llegar al grado máximo en el cam po andaluz. A los pocos

meses se produce el conflicto de la Canadiense, febrero - m arzo de 1919, en el que la

CNT va a dem ostrar el poderío de su nueva organización La patronal responde con la

creación de sindicatos libres y el look-out generalizado. La dureza del enfrentam iento

lleva a la aparición del pistolerismo.

La situación se endureció todavía m ás en Barcelona con el nom bramiento de

gobernador a Martínez Anido.

Con las detenciones en m asa que se pr oducen en Barcelona, y acosada por el

pistolerismo de la patronal, la CNT decide declarar la huelga general en toda España y

pide a la UGT que secunde la huelga, in em bargo la dirección de UGT se negó en

redondo. El paro allí donde se intentó fu e un fracaso y no cejó la represión en

Barcelona.

De 1916 a 1920 se ha atravesado el periodo más agudo de conflictividad. 1917 era una

coyuntura prem atura para un cam bio de poder. Sin las dispersas confrontaciones de

poderes del año 1917, pudo haber existido un 1919 decisivo. Sin embargo, la coyuntura

1916-20 afianzó las estructuras sindicales, dio experiencias a nuevos equipos e

individuos, abrió en realidad una nueva época.

En 1923 se inicia la recuperación económ ica. En Europa y en España hay un evidente

reflujo revolucionario; los poderes que repres entan el orden establecido se encuentran

consolidados.

En las elecciones legislativas de 1923, los soci alistas obtienen 7 diputados de los cuales

5 lo son por Madrid. El anarquism o hace acto de presencia a través de fuerte

abstencionismo en Barcelona, Cádiz y Zaragoza.

El período que va desde m ediados de 1920 a 1923 es de descenso de la tensión

conflictiva. Las organizaciones obreras están dom inadas por sus problem as internos. El

período agudo de conflictividad 1919 - 1920, deja paso a un descenso de conflictos,

aunque sigue reinando la violencia, y Salv ador Seguí es asesinado en m arzo de 1923.

Un año después, el reflujo en toda Europa es claro.

Solamente guardan su organización intacta el PSOE. Los com unistas son débiles

orgánica e ideológicam ente; los anarcosindicalis tas han perdido gran parte de su base

sindical, no tienen verdadera dirección y se deslizan por el cam ino del terrorism o

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

35

individual. En estas condiciones no hay pres ente ni un solo factor que pueda hacer

temer una revolución en el año 1923.

El 13 de septiembre de 1923 se produce el golpe de estado de Primo de Rivera.

1) LA CNT : LOS AÑOS VIOLENTOS

La CNT tiene bastante m ás del 50% de en tidades y afiliados en Cataluña. En segunda

lugar viene Levante. Andalucía viene en tercer lugar con el 13% de af iliados. La

implantación en el Norte es mínima (salvo Gijón y la Felguera), así como en Madrid. En

Aragón ha crecido poco desde 1911. Galicia es importante. La nueva organización se

basa en el sindicato único, que queda confirmado oficialmente en el Congreso de 1918.

En el Congreso de la Comedia, celebrado el 10 de diciembre de 1919, en representación

de m ás de 700.000 trabajadores, se va a m arcar un viraje hacia el extrem ismo y el

comunismo libertario.

Sobre la revolución rusa y la III Internaciona l se optó por la adhesión provisional a la

Internacional com unista, m ientras tanto la CNT debería organizar y convocar el

Congreso Obrero Universal. Era una decisión confusa y alejada de la realidad.

Los acuerdos del Congreso descubren una línea de fractura entre anarcosindicalistas y

una minoría marxista ( Nin, Arlandis, etc.).

En la Conferencia de Zaragoza de julio de 1922, tras los informes de Pestaña en contra

de la III Internacional, y Arlandis, a favor, se decidió separarse de la III Internacional y

adherirse a una Internacional anarquista AIT, cuyo prim er congreso debía celebrarse en

Berlín.

En este m omento las tendencias existentes de la CNT son: 1) El posibilism o de Seguí,

Peiró, etc.; 2) Un grupo indeciso, pero cer cano a aquél, representado por Pestaña y

Buenacasa; 3) El grupo filocom unista de Ní n, Maurín, etc. y, 4) Los grupos secretos

anarquistas de Durruti, Ascaso etc.

En el CNT es precisam ente en esta época cu ando va a com enzar el desbordamiento de

los sindicalistas puros (Seguí, Pestaña, Buenacasa, etc.) por los partidarios de la acción

violenta de grupos minoritarios, tendentes a reemplazar la acción multitudinaria.

El Congreso de Sants de la CNT, en julio de 1918, revolucionó la estructura del

anarcosindicalismo, al establecer sindicatos de industria. La huelga de la Canadiense de

44 días, que estalló en febrero de 1919, m ostró a la burguesía catalana la eficacia de la

nueva organización. Ello reforzó la determ inación de los patronos catalanes de acabar

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

36

con la CNT. Se form ó una banda de pistoler os pagados por los patronos, con la m isión

de acabar con la CNT. A finales de a ño, 200.000 obreros perdieron su em pleo por un

lock-out coordinado, lo que m arco la deriva hacia un pistolerism o sin lím ites, al que

ambos lados aportaron su parte.

Después de noviem bre de 1920 se introdujo en Cataluña el terrorism o oficial dirigido

por el gobernador civil de Barcelona , Martínez Anido. Los agentes del nuevo

gobernador detuvieron a m illares de m ilitantes sindicalistas; se llevaron a cabo por

orden suya centenares de atentados. De aque l ciclo infernal, consentido por el gobierno,

iba a ser víctima su propio jefe Eduardo Dato, que caería el 8 de marzo.

Alentados por Martínez Anido y la patronal catalana, se form aron en Barcelona los

Sindicatos Libres, una de las m anifestaciones más próximas al fascism o que surgieron

en suelo español antes de la República. Su program a descansaba en el anti-

internacionalismo, el propósito de reestr ucturar la sociedad según orientaciones

orgánicas y la decisión de enfrentarse en la calle a los marxistas y anarcosindicalistas.

En el enfrentam iento de am bos terrorismos, la organización sindical, y en especial los

líderes moderados, serán quienes sufran las c onsecuencias de la represión (Boal, Seguí,

Pestaña, etc.).

Sin embargo, el objetivo de quebrantar a la CNT se estaba logrando ampliamente, hecho

al que coadyuvaban los extrem istas alej ando con sus m étodos a m uchos antiguos

afiliados.

La CNT sufría una profunda crisis ideológi ca : la lucha a m uerte entre sus diversas

fracciones y el pistolerismo la llevaron al borde del colapso antes del golpe de Primo de

Rivera. La CNT estaba ideológicam ente di vidida; la desaparición de los líderes m ás

calificados, las profundas divisiones internas entre puros y sindicalistas y la política

terrorista de la patronal habían logrado casi dar al traste con la organización.

La histeria burguesa no desapareció con el agotam iento de la CNT. Los patronos

catalanes sólo se tranquilizaron cuando Primo de Rivera tomó el poder.

Así pues, la CNT, llega a 1923 prácticam ente sin dirección. Las dificultades de vida

legal en Cataluña facilita la acción violen ta de grupos anarquistas y hacen que éstos

terminen por sustituir a la organización sindical.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

37

2) LOS SOCIALISTAS : LA ESCISIÓN

La organización del PSOE está m ucho m ás es parcida por el territorio nacional. El

núcleo más importante está ahora en Andalucía (zonas agrarias); luego en Asturias.

En 1919, m ás del 50% de los efectivos están en Andalucía. El centro de gravedad

parece desplazarse hacía el mediodía latifundista.

La distribución de la UGT es la siguiente: Andalucía, 21,5%; Asturias y León 19,5%;

Madrid 20%; Levante, 14%, etc. La correspondencia con el PSOE es bastante grande.

En el socialismo y "ugetismo" se asiste a un relevo de generaciones, aparecen Besteiro,

Prieto, Araquistaín, etc. El peso de los inte lectuales es m ayor que en otros tiem pos lo

que no quiere decir ni m ucho menos, que todos ellos hubieran estudiado y asim ilado la

teoría socialista. Bajo la inm ensa apariencia de fuerza del PSOE en 1920, se escondía

un fragilidad de dirección. En el m omento más álgido de la coyuntura española, los

cuadros del PSOE se hallaban netam ente divididos en cuanto a filiación internacional,

política de alianzas, reform a o revolución, et c., no tiene unidad interna y la carencia

ideológica mella sus instrumentos de acción.

La revolución bolchevique y la creación de la Internacional Comunista había provocado

que en el seno del PSOE y de sus juventude s se form aran pronto grupos llam ados de

"partidarios de la III Internacional".

La fractura en el seno del PSOE era un hecho cierto. En provincias se creaban grupos de

terceristas. Los m inimalistas, por su parte, estaban seguros de dom inar los puestos de

mando de la UGT y la mayoría de las delegaciones de las zonas agrarias de Andalucía y

Extremadura.

La lucha por la adhesión a alguna de las tres Internacionales existentes en ese momento

(la II Internacional, la Internacional com unista y la Internacional de los

"reconstructores") ocupó tres congresos extraordinarios del PSOE entre 1919 y 1921.

Partiendo de una m ayoría tercerista, sin em bargo, tras las 21 condiciones de adhesión

formuladas por la Internacional com unista y la vuelta al redil de la II Internacional, de

la Internacional de los "reconstructores", el PSOE decide finalm ente seguir adherido a

la II Internacional, produciéndose en su seno una escisión, com o tam bién en las

juventudes socialistas, que daría lugar a dos partidos comunistas.

El 23 de junio se abrieron las sesi ones del Congreso de la UGT. Aquí los

"minimalistas" tenían sólidas posiciones ancl adas en los sindicatos.. Los partidarios de

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

38

la Federación Sindical de Am sterdam (filial sindical de la II Internacional) obtuvieron

un triunfo total.

Como consecuencia de la lucha que siguió para hacerse con el control de las distintas

agrupaciones, los afiliados del PSOE, que al com enzar 1921 eran 58.000, quedaron

reducidos en diciembre a 21.000.

Los núcleos fuertes comunistas se centraron en el Norte y en Levante. Los socialistas se

apoyaban en Madrid, Andalucía, Castilla la Vieja y Galicia.

En el período 1920 - 21, conoció el PSOE el máximo de efectivos; ahora bien, en 1923,

tras la escisión, la Andalucía agraria y Ma drid son los nuevos puntales del PSOE, que

junto con Levante tienen el 50% de los afiliados.

3) LOS COMUNISTAS : ESCASA IMPLANTACIÓN

De las escisiones producidas entre los a ños 1919-21 en el seno del PSOE y de sus

juventudes se crearon dos partidos com unistas, a su vez enfrentados entre ellos y sin

gran ascendencia sobre el proletariado español y sus organizaciones de m asa. En

noviembre de 1921, y bajo la presión de Mo scú, se produjo la unificación de las dos

organizaciones com unistas, pero sus esfuerzos por penetrar en las dos grandes

organizaciones sindicales fueron infructuosos.

V.A.4 CONCLUSIONES El m ovimiento obrero español em pieza a in fluir en la vida política nacional con

personalidad propia, a través de sus organi zaciones, partiendo del núcleo inicial de la I

Internacional. De este tronco com ún nacen dos ram as claramente diferenciadas, pero

marcadas ambas por el modelo original.

El anarquism o tiene una vida convulsa, buscando continuam ente una llam arada

espontánea para transform ar la sociedad, pasa de crisis en crisis hasta que el

sindicalismo revolucionario, transform ado en anarcosindicalism o, le de la form a

definitiva de influencia. Buscando la revolución y som etido a la represión

continuamente, las luchas internas y la im posibilidad de dotarse de una dirección

estable con proyectos definidos le llevan al final del periodo estudiado a encontrarse

extenuado y descabezado cuando se im plante la dictadura. El activism o anarquista,

necesitado de un m ovimiento de m asas para operar, solo florece cuando la sociedad

burguesa , que combate, establece un régimen de libertades. Es su paradoja.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

39

El socialism o es m ás estable, pero su c ontradicción entre los objetivos teóricam ente

perseguidos, la revolución, y una práctica reformista, se ira agudizando hasta que,

después de la revolución rusa, le lleve a la escisión. Ni capaz de obtener los éxitos de

sus hom ólogos alem anes o franceses, ni de decantarse por el m odelo com unista, su

obsesión por m antener la organización por encima de todo, que le lleva a rechazar

cualquier m ovimiento arriesgado, se agudizará tras la salida de los terceristas y le

llevará a su extraño comportamiento con la dictadura de Primo de Rivera.

V.B EL MOVIMIENTO OBRERO DURANTE LA DICTADURA

En 1923 la recuperación económica era ya un hecho; el sector industrial crecerá durante

varios años hasta que, entrado ya el año 1930, empieza a repercutir en España la crisis

económica mundial.

Las dificultades experim entadas por la dict adura con el m ovimiento obrero, que había

desempeñado un papel crucial en la agitación y el desorden producidos entre los años

1919 y 1923, fueron relativamente escasas.

No hubo por parte de la dictadura una re presión durísim a o indiscrim inada; a los

socialistas les solicitó colaboración, que logró,, y si empleo respecto a los anarquistas y

comunistas una actitud m ás severa, tam bién fue discriminada y no todos los sindicatos

de esta significación fueron ilegalizados.

Se produjo una drástica dism inución de la conflictividad durante el período,

especialmente perceptible en la radical disminución del número de atentados.

V.B.1 REACCIÓN ANTE EL GOLPE Posición del Movimiento Obrero ante el golpe

En Bilbao, el PCE llama a la huelga general con el apoyo socialista y cenetista. La CNT

llamará a la huelga general y será un fracaso. En Madrid, cenetistas y com unistas

forman un Comité de acción contra la dictadura, pero la ausencia del PSOE y la UGT le

hace ineficaz.

El PSOE y la UGT se lim itaron a sacar dos m anifiestos de protesta contra el golpe,

llamando a la tranquilidad y a no aceptar provocaciones.

El Movimiento Obrero se había hundido y fracasado.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

40

Pasividad obrera.

En 1923, la reacción del proletariado organiza do no fue precisamente revolucionaria. A

los anarcosindicalistas, los tom ó por sorpre sa. La CNT, estaba agotada por años de

represión brutal y era ya casi inútil com o instrumento de com bate. La huelga general

que declaró fue ineficaz.

En cuanto al m ovimiento socialista, es taba dirigido por un equipo fundam entalmente

reformista. No se radicalizaría de modo significativo hasta la gran desilusión de la clase

obrera y de los m ilitantes de base ante el resonante fracaso de la Segunda República en

mejorar las condiciones sociales.

Los com ités ejecutivos del PSOE y de la UGT, encarnaron este espíritu de

complacencia cuando advirtieron a sus afiliados que no se unieran a ninguna iniciativa

revolucionaria, pues sólo servirían de "pretexto a represiones"

Los socialistas, se sentían inquietos por el apoyo eufórico dado al dictador por los

patronos, pero esta inquietud socialista no se iba a traducir en una acción

revolucionaria. Más bien m otivaron una clara política colaboracionista con el nuevo

régimen.

V.B.2 DESARROLLO DE LAS ORGANIZACIONES OBRERAS DURANTE LA DICTADURA

1) La CNT

El movimiento obrero revolucionario, represen tado por la CNT, era una de las bestias

negras del régim en dictatorial. Se cerrar on sus centros de reunión y una parte de sus

líderes pasaron largas temporadas en el exilio y la cárcel. La CNT, si bien no prohibida

oficialmente en los primeros días, si estuvo continuamente presionada por la policía. La

Federación de Barcelona decidió pasar a la clandestinidad en el m ismo mes de octubre,

obligada por las disposiciones que había puesto en vigor la dictadura.

No se puede decir que hubiera una persecución a ultranza de la CNT. En buena medida,

el sindicato había sido desarbolado antes de la llegada al poder de Prim o de Rivera y el

sector terrorista se encontraba cada vez más distanciado de los sindicatos. La política de

la dictadura no fue en un principio m uy duram ente represiva sino que consistió en

aumentar la presión gradualm ente a fin de que los sindicatos cum plieran con la

legalidad vigente en lo referente a la pub licidad de sus cotizaciones. La dictadura

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

41

agravó más la discordia existente en su se no entre quienes practicaban el terrorism o y

aquellos sindicalistas que mantenían una postura cada vez más posibilista.

La posición moderada, defendida por Peiró y Pestaña, que controlan lo que subsiste de

la organización confederal en el interior, m antiene la necesidad de reforzar la unidad

moral del m ovimiento y un sindicalism o que sus enem igos calificarán de neutro y

oportunista. La posición sindicalista fue com batida, desde el prim er momento por los

anarquistas, que optaron por el exilio y la acción clandestina.

En el prim er m omento, después del gol pe de Estado, hubo una división entre los

dirigentes anarcosindicalistas cuando se decidi ó pasar a la clandestinidad sin que todos

aceptaran esta táctica.

La cuestión de los Com ités Paritarios dio lugar a que se expresara la corriente del

sindicalismo posibilista dirigida por Pestañ a; enf rentado en esta cuestión a Peiró,

Buenacasa, etc. Como consecuencia de ello, Pestaña dimitiría del Comité Nacional.

Casi sin dirección, la CNT se ve desbor dada por los grupos llam ados "de acción".

Mientras los grupos anarquistas actúan así, los hom bres de dirección guardan contacto

con los conspiradores republicanos.

Grupos de origen anarquista intentaron asalta r, el 6 de noviem bre de 1924 el cuartel de

Atarazanas de Barcelona, en com binación con otros que debían franquear la frontera

hispano - francesa por la parte de Vera de Bidasoa. Todo se saldó en un fracaso.

Mientras tanto, otro grupo anarquista ases inaría en el m es de m ayo al verdugo de

Barcelona.

Estas acciones fueron contestadas por el Gobi erno de forma fulminante : se practicaron

más de 200 detenciones, se suspendió la publicación de Solidaridad Obrera y en

Barcelona se cerraron los locales de los sindicatos.. En noviembre de 1924 continuaron

los intentos de los sindicalistas que preconizaban la acción directa.

Para los grupos anarquistas la única esperan za de triunfo exige, com o condición previa

la captación de las organizaciones proletarias, al m enos de la CNT. Para lograrlo,

formulan la idea de la trabazón, que im portan de la Argentina, y que conciben com o el

lazo de unión entre la organización sindical y la libertaria. En el pleno de la Federación

Regional de grupos anarquistas de Catal uña (m arzo 1927) se acordó establecer los

primeros contactos a este fin con el Com ité de la CRT de Cataluña, al tiem po que se

lanzaba la idea de crear la FAI. Ésta nacer ía en junio de ese año en una Conferencia

nacional de grupos anarquistas celebrada en Valencia.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

42

La creación de la FAI y su penetración en las organizaciones sindicales determ inó un

recrudecimiento de la vieja rivalidad entr e sindicalistas y ácratas, a la que vinieron a

añadirse las que surgieron entre los prim eros en relación a la fórm ula sindical. El

conflicto entre los sindicalistas se centró en torno a dos posiciones: la de los partidarios

de la reconstrucción de la CNT y la de los que propugnaba el m ovimiento obrero

anarquista que resultaría de la trabazón. Ante el Pleno Nacional de la CNT celebrado en

Madrid a finales de 1928, la FAI envi ó una delegación proponiendo la trabazón

federativa, fórmula que no prosperó.

2) LOS SOCIALISTAS

El PSOE , se encontraba todavía muy afectado por la reciente escisión comunista. Otros

aspectos que van a influir en su posición ante la Dictadura serán el fracaso de la alianza

con los republicanos, que se dará por term inada en 1919, la rotura de los acuerdos

sindicales con la CNT a finales de 1920, y el reflujo del m ovimiento obrero que tuvo

lugar a partir de 1921.

Durante cinco años de Dictadura la posici ón del socialism o puede resum irse en el

convencimiento de que la lucha sería un suicidio y que había que salvar las

organizaciones a trueque de algunas concesione s, correspondiendo el papel esencial en

ese período a la UGT.

El problem a de las relaciones del socialis mo con la Dictadura se centra en dos

cuestiones fundamentales: la participación en el Consejo de Estado y la actitud ante la

Asamblea Nacional Consultiva

La actitud inhibicionista en un prim er m omento y colaboracionista m as tarde que el

PSOE-UGT adoptó hacia la Dictadura, le permitirá convertirse en un único partido,

fuera de Unión Patriótica. con un funcionam iento regular y una estructura organizativa

asentada. Com o consecuencia de esta ac titud no se ejerció ni ngún tipo de represión

contra él.

El dictador parecía querer dotar al país de un sistem a bipartidista con división de

funciones: la Unión Patriótica. dirigiría la acción política, el PSOE-UGT la parte social.

La posición de la UGT y de los socialistas

Para comprender la posición de la UGT hay que partir de su conciencia de extrem ada

debilidad, a ello hay que sum ar el hecho de que la dictadura no se planteaba com o un

régimen absolutamente represivo y fascista, sino como un paréntesis hacia una situación

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

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liberal más perfecta. Si por un lado se postu laba no apoyar al m ovimiento, por otro, al

aconsejar abstenerse de m ovimientos estériles se repudiaba cualquier tipo de actuación

en contra del régimen.

La posición de los socialistas era m enos clara entre otros m otivos porque tenían en las

relaciones con la dictadura un im portante elem ento de división interna en el partido.

Quienes habían actuado en el Parlam ento eran partidarios de la alianza con los

republicanos o se consideraban herederos de la tradición liberal (Indalecio Prieto y

Fernando de los Ríos, por ejem plo), y fuer on siem pre opositores a la dictadura; en

cambio, los sindicalistas practicaron el colaboracionism o desde una fecha m uy

temprana. Por otro lado había quien, com o Largo Caballero, fue adoptando una postura

según los cambios producidos en el seno del m ovimiento obrero : muy colaboracionista

al principio, acabó siendo partidario de la República.

En la actitud de la UGT y el PSOE respect o a la dictadura cabe apreciar toda una

evolución. El predom inio de la actitud colaboracionista fue m anifiesto hasta el

momento de la Asam blea Nacional e incluso duró m ás allá de esta fecha para sólo

modificarse de m anera drástica en los ú ltimos m eses de la vida del régim en. Dos

factores pudieron influir de manera importante en el predominio de esa inicial estrategia

colaboracionista. En primer lugar, la victoria de los laboristas en Gran Bretaña daba la

sensación de ser un argumento en favor de quienes practicaban el gradualismo. Por otro

lado, la desaparición en 1925 de Pablo Iglesias situó en el prim er plano de la dirección

del socialism o a Julián Besteiro, quien si por un lado repudiaba cualquier régim en

burgués, al mismo tiempo se mostraba dispuesto a una colaboración parcial en aspectos

concretos; con ello en la práctica no es tablecía diferencia alguna entre un régim en

constitucional y otro que no lo fuera, como el dictatorial.

La UGT venia colaborando desde el principio de la Dictadura en ciertos organism os

como la Junta de Subsistencia , etc., pero, la ocasión en que se hizo m ás patente el

colaboracionismo socialista con el régim en fue cuando en junio de 1924 se liquida el

Instituto de Reformas Sociales y se crea el Consejo de Trabajo dentro del Ministerio del

mimo nom bre. El gobierno propuso y la UGT aceptó que los m ismo vocales del

Instituto pasasen al nuevo Consejo (Largo Caballero, Lucio Martínez).

En el PSOE esta situación provocó el enfren tamiento con la m inoría contraria a la

colaboración con la Dictadura (Fernando de lo s Ríos, Indalecio Prieto, etc.). Prieto

dimitiría de su cargo en la ejecutiva del PSOE en disconformidad con esta política.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

44

En 1929 tuvo lugar una ruptura m ás radical cuando Primo de Rivera, cuyo régim en ya

estaba en declive, estuvo dispuesto a aceptar en la Asamblea a cinco representantes de

la UGT, que esta vez si serian elegidos por el sindicato.

Causas de la colaboración de los socialistas.

Las causas que llevaron a las organizaciones socialistas, en la coyuntura política de

1923, a una franca disponibilidad para colaborar en la política corporativa del régim en

de Primo de Rivera fueron :

1) La crisis política y organizativa del PSOE y la UGT, producida por la escisión y el

abandono de los partidarios de la III Internaci onal, lo que dio lugar a una derechización

de am bas organizaciones y al ascenso a las posiciones de poder dentro de ellas de

dirigentes de tendencias más moderadas.

2) La crisis y reflujo de los movimientos obreros a partir de 1921.

3) La hostilidad de los socialistas hacia los pa rtidos dinásticos y hacia el sistem a de la

Restauración.

4) El fracaso de las experiencias revolucionarias entre 1917 y 1919.

5) La consolidación en la dirección de am bas organizaciones socialistas de una cúpula

dirigente con una ideología reform ista sólidamente asentada, encabezada por Besteriro,

Largo Caballero y Fabra Ribas.

6) La prim acía de un principio estratégic o - la salvaguarda de las organizaciones

socialistas - , según el cual, lo que im portaba no era el régim en político, sino que se

permitiera crecer a dichas organizaciones.

Los dirigentes reformistas.

A partir de 1919, Besteiro iría decantándose progresivamente hacia posiciones cada vez

más reformistas y hacia una influencia cada vez m ayor del fabianismo y del laborism o

ingles. Besteiro asumió como idea central del proceso revolucionario el progreso de los

individuos a través de la educación, idea tan querida de los institucionistas y del

krausismo, subordinando ahora el cambio estructuras a la revolución educativa.

Besteiro tratará de posponer todo proceso revolucionario a la educación política y

técnica del trabajador, cuando Besteiro habla de revolución social se refiere sobre todo

a las precondiciones para una reforma social.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

45

Largo Caballero, había elaborado su pensam iento sobre la base de su experiencia de

líder sindical, una ideología organicista evol utiva que considera al socialism o com o

resultado natural y orgánico del crecim iento de las sociedades obreras de oficio, la

posición a adoptar ante los distintos regím enes políticos venía principalm ente

condicionada por la consideración de si éstos contribuían a consolidar los avances de su

organización y mejorar la situación social de las masas trabajadoras. De aquí su actitud

ante la implantación de la Dictadura y su di sponibilidad a mantener la neutralidad, en la

defensa de los avances sociales de los trabaj adores y las organizaciones socialistas. El

régimen prim orriverista, podía contar, pues, con este sector obrero siem pre y cuando

respetara esos dos objetivos centrales e irrenunciables del mismo.

La UGT y la Organización Corporativa

Tras el golpe del 13 de septiem bre las organizaciones socialistas m antuvieron una

política de neutralidad. Después, entre los meses de noviembre de 1923 y junio de 1924,

se produjo un cam bio hacia esa clara línea de colaboración en la política social del

régimen y de participación en alguno órganos de la Dictadura. En este cam bio de

actitud desempeñó un papel decisivo la OIT, a través de Albert Thomas.

Asimismo, contribuyó a este cam bio el congreso de la Federación Sindical

Internacional, celebrado en Viena en 1924, en el que los sindicatos de orientación

socialista se plantearon la conveniencia de intervenir directamente en la política para

garantizar los derechos de los trabajadores. En resum en, a m ediados de 1924 los

socialistas, a través de la UGT, establ ecieron una línea de colaboración con la política

social de la dictadura, participando en al guno de los órganos de la m isma (Consejo de

Estado, Consejo de Trabajo, etc.), con el obj etivo de la defensa de las condiciones de

vida de los trabajadores y, sobretodo, de fortalecimiento de sus propias organizaciones.

Esta política de colaboración, perm itió al gobierno a lo largo de 1924 increm entar su

ofensiva contra los sectores revolucionari os del m ovimiento obrero - com unistas y

anarquistas -. De ello se beneficiaba, la UGT que, intentó en m uchos casos desplazar a

la CNT de sectores que tradicionalm ente habían estado bajo control de ésta. Con ello la

organización socialista, que contó con el be neplácito oficial, intentaba am pliar su

infraestructura organizativa sindical y conver tirse en el sindicato de la clase obrera

española.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

46

La UGT participó activam ente en los prim eros intentos del régim en en 1924, y sobre

todo en 1925, para poner en práctica m ecanismos corporativos de conciliación y

arbitraje social.

Cuando en noviem bre de 1926 se aprobó la creación de la Organización Corporativa

Nacional, la UGT tenía una am plia experiencia práctica de colaboración en la política

social del régim en y disponía de am plios c ontactos con éste, principalm ente con el

sector de los reform istas sociales. En este contexto, la UGT adoptó una postura

favorable ante la Organización Corporativa nacional basada en las posibilidades de

utilización que ofrecía al proletariado.

Esta actitud favorable de la UGT, estaba condicionada a que se m antuviera un sistem a

democrático de elección de los com ités paritarios y a que a través de la Organización

Corporativa se pusiera en práctica una po lítica de ref ormismo social, de cesiones

mutuas, y de colaboración de clases.

De los Com ités Paritarios, la UGT, defendió, su carácter dem ocrático por el hecho de

reconocer la libertad de asociación y celebrar elecciones . Adem ás, se estableció el

sistema m ayoritario de representación que favorecía la voluntad de la UGT de

convertirse en el sindicato único de la cl ase trabajadores española. Por todas estas

razones, la UGT apoyó calurosam ente la im plantación de la Organización Corporativa

Nacional.

La UGT ocupaba en 1928 alrededor del sese nta por ciento de las representaciones

obreras de los com ités paritarios y una proporción todavía m ayor en los órganos

superiores de la organización corporativa.

La colaboración de la UGT en las política social de la Dictadura y su apoyo al

corporativismo social se extendió hasta el final del mismo, si bien dicho apoyo alcanzó

su momento máximo en 1928. Esta situación unida a la represión ejercida sobre la CNT

y el PCE, facilitó al régimen un cierto margen de maniobra política. Con ello el régimen

consiguió que los trabajadores industriales no figurasen el la oposición activa al m ismo

en sus momentos de crisis en 1929.

Se puede llegar a afirm ar que el PSOE, en los años que transcurren desde 1923 a 1928,

dejó de funcionar en la práctica com o partido al no asum ir las funciones propias de un

partido político y haber abandonado este terre no a la UGT. Por ello, se puede dar por

buena la idea de Prim o de Rivera de consid erar al m ovimiento socialista no com o un

partido político, sino como "organización económico-social".

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

47

El distanciamiento.

En el seno de la UGT, y m ás acusadamente en el seno del PSOE, comenzó a producirse

a partir de 1927 un progresivo distanciamiento político, que no sindical, del régimen.

1927 fue el año de la Asamblea Nacional Consultiva. Las huelgas aumentaron ese año a

un nivel como no se había conocido en los años precedentes de la Dictadura.

En la lista de los 400 asam bleístas, pr opuesta por el régim en, figuraban varios

socialistas; el PSOE y la UGT rechazar on los nombramientos, proponiendo al gobierno

que si dejaba libertad a la UGT para designa r a sus representantes, la oferta podía ser

aceptada.

En 1928, los socialistas, pudieron celebrar su s congresos ordinarios. El Congreso de

1928 del PSOE confirm ó el predom inio de la concepción societaria e inhibitoria en el

conflicto político. El problem a de la actitud a seguir frente a la Dictadura se convirtió

en el centro de los debates. Teodom iro Menéndez expresó el punto de vista de la

minoría que creía necesaria una lucha activa contra la Dictadura y, para ello un

entendimiento con los republicanos, y la inm ediata retirada de los socialistas de los

ayuntamientos y del Consejo de Estado, te sis que apoyó Prieto, y que com batieron

Saborit, Largo Caballero y Besteiro, para quienes la participación no podía confundirse

con la colaboración, doctrina que triunfó.

En 1929 la crisis política de la Dictadura era un hecho; es tam bién el año que m arca el

viraje social - ugetista. El asunto que da pret exto al debate es la proposición de Prim o

de Rivera de 26 de julio de 1929, of reciendo a la UGT que nom brase cinco

representantes en la Asam blea Nacional Consultiva que el gobierno se proponía

ampliar, Largo propugnó que no se aceptasen los puestos frente a la posición de

Besteiro, que en su línea habitual propuso que se aceptase la propuesta. Pero la crisis de

la Dictadura era m uy honda. Esta situación fu e captada por los restantes dirigentes

socialistas. Todos votaron contra la propuest a de Besteiro, que pidió que decidiese un

Congreso extraordinario, lo que no consigui ó. A partir de este m omento el control

absoluto de Besteiro sobre el Socialismo español empieza a decaer.

El frente Besteiro-Largo Caballero se había roto y este últim o, con mayor intuición, se

distanció políticamente del régimen, convirtiendo en posición mayoritaria en el seno de

la UGT la que hasta entonces había sido minoritaria.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

48

Los lazos con el régim en se rom pieron pero no se puede olvidar que éste ya se

encontraba en franca crisis.

Consecuencias para la UGT y el PSOE.

El corporativism o social im pulsado por la dictadura tuvo com o consecuencia una

expansión del sindicalism o cuyo principal beneficiario fue la UGT, aunque, m ás que

aumentar el núm ero de af iliados, lo que hizo fue extender su estructura sindical entre

1926 y 1929, coincidiendo con la im plantación de la Organización Corporativa

Nacional.

Ya se ha visto com o la dictadura, en su política social, benef ició a los trabajadores

urbanos en detrim ento de los trabajadores del cam po. En consecuencia, al colaborar la

UGT con la dictadura en este aspecto, lo que ocurrió fue que el sindicato socialista

perdió cerca de la m itad de sus ef ectivos en las provincias rurales, m ientras los

incrementaba en las zonas urbanas.

En cuanto al PSOE, si bien es cierto que durante la dictadura su crecim iento fue

proporcionalmente m ayor que el de la UGT, hay que tener en cuenta que dicho

crecimiento se produjo durante los años 1928 y 1929, es decir, en los años en que el

régimen entra en crisis y se produce su dist anciamiento político respecto a la dictadura.

Dicho crecim iento, por otra parte, se produj o en las zonas rurales, lo que viene a

significar sectores con baja conciencia políti ca, como lo dem uestra el hecho de que en

las elecciones de 1931, las provincias con m ayor número de candidatos socialistas (y

diputados electos) fueran Badajoz, Jaén, Có rdoba, Madrid y Granada, confirm ándose la

preeminencia agraria y andaluza en el PSOE.

En los años anteriores, el protagonism o de l m ovimiento socialista es copado por la

UGT, en tanto que el PSOE entraba en un periodo de hibernación , lo que produciría,

como consecuencia, la extensión de una concepción sindical de la política, y ello

explicaría, en gran parte, la incapacidad de l PSOE para encabezar en esos años la lucha

por la República, dejando, de esta m anera, a los partidos republicanos un enorm e

espacio político.

A la ruralización del PSOE, siguió en los años siguientes la de la UGT, y esta

ruralización del movimiento socialista, unida a la concepción sindical de la política, que

se había extendido durante los años de la dictadura, contribuyen a explicar el

comportamiento de las organizaciones socialistas durante la II República .

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

49

3) LOS COMUNISTAS

La tercera de las agrupaciones de clase el Partido Com unista, con unos efectivos

limitados y unos líderes cuyas posiciones no siem pre revelaron una continuidad

doctrinal, quedó reducido a una inactividad cas i total. El PCE ilegal desde f inales de

1923, pasa por una auténtica crisis de dirección. Las persecuciones le afectan

duramente, y el extrem ismo izquierdista se desarrolla fácilm ente en aquellas

condiciones.

En 1927 consiguió un importante éxito con la incorporación al partido de un importante

sector del sindicalismo confederal sevillano, encabezado por Adame.

La participación de elem entos com unistas en las huelgas generales que, en 1927 se

produjeron en Vizcaya y Asturias, provocaron la reacción policial, que llevó a la cárcel

a los miembros del comité ejecutivo.

En agosto de 1929 se reunió en París el III Congreso, con ausencia de las figuras m ás

representativas m anifestándose de form a pública las diferencias existentes frente a la

organización catalano-balear.

4) OTROS SINDICATOS

Que Primo de Rivera m arginara a comunistas y anarcosindicalistas no es sorprendente.

Pero su política laboral ofrecía el curioso rasgo de que, siendo, como era, antimarxista y

relacionada fundam entalmente con la enseñan zas sociales de la Iglesia, no m ostró

ninguna preferencia por los Sindicatos Libres ni los Sindicatos Católicos. La política

sindical de Primo de Rivera no les permitió desafiar la hegemonía de los socialistas.

A diferencia de los socialistas, los sindicatos católicos trataron de justif icar los comités

paritarios con argum entos "doctrinales", dada su identificación ideológica con el

dictador, se sintieron hondam ente frustrados por la negativa de Prim o de Rivera de

apoyar sus peticiones.

El dictador no quería sacrificar su alianza con los socialistas para com placer a los

católicos.

Domesticando la "am enaza roja" y neutralizando el "peligro social", Prim o de Rivera,

en cierto m odo, había reducido la im portancia de los sindicatos católicos com o

organizadores contrarrevolucionarias.

La frustración de los Sindicatos Libres era tan profunda como la de los católicos.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

50

Con todo, para colocar las cosas en su just a perspectiva, no ha de suponerse que la

dictadura trató de m inar la fuerza de los sindicatos confesionales. Y cuando, en 1929,

los socialistas comenzaron a apartarse de la alianza inicial con el régim en, se consolidó

la posición de los Libres y los Católicos.

En vez de apoyarse en un m ovimiento obrero impregnado de la filosofía del régim en y

defenderlo en sus m omentos de crisis, Prim o de Rivera prefirió la alianza de los

socialistas.

Los Sindicatos Libres.

Los Sindicatos Libres habían sido creados en Barcelona en 1919 por el requeté Ram ón

Sales con el apoyo de las autoridades y de la Federación Patronal, com o fuerza de

choque para com batir a la CNT. Dura nte el periodo de represión de 1920 a 1922

consiguieron una cierta extensión en Barcelona . Su posición ante la dictadura pasó de

una inicial ambigüedad a una rápida colaboración

Su fuerza estaba principal y casi excl usivamente radicada en Barcelona donde

funcionaron hasta 1923 bajo el nom bre de Corporación General de Trabajadores -

Unión de Sindicatos Libres. En diciem bre de 1923 se fusionaron con la Confederación

Nacional de Sindicatos Libres del Norte de España que contaba concierto peso en el

País Vasco y sobre todo en Navarra.

De la fusión nació la Confederación Nacional de Sindicatos Libres de España con sus

principales focos en Barcelona, Navarra y País Vasco. Su crecim iento a lo largo de la

dictadura se produjo principalmente en Cataluña debido al hecho de que la dictadura , al

reprimir y poner fuera de la ley a la CNT, eliminaba a su com petidor y les dejaba el

camino libre. El régim en los utilizaba para im pulsar la representación de los

trabajadores en los órganos corporativos allí donde la UGT carecía de fuerza.

Los Sindicatos Libres aprovecharon la di ctadura para poner en práctica un tipo de

sindicalismo de corte profesional.

La posición de los Sindicatos Libres ante la política social de la dictadura f ue

totalmente f avorable. En prim er lugar, por que el régim en im pulsaba el sindicalism o

profesional y, en segundo lugar, porque con la represión sobre la CNT , les dejaba el

camino libre. Sin em bargo los Sindicatos Libres no dejaron de quejarse en todo

momento del favoritismo de que disfrutaban los socialistas.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

51

La coincidencia de los Sindicatos Libres con la política social de la dictadura se basaba

principalmente en su com ún idea de la n ecesidad de sindicatos profesionales y de

comisiones mixtas y paritarias entre patr onos y obreros. Si hasta 1926, los Sindicatos

Libres no tenían gran esperanza en el ar bitraje obligatorio, desde entonces, con la

creación de la Organización Corporativa N acional, los Sindicatos Libres dieron un

viraje en sus planteam ientos sociales, consolidándose en su seno las ideas de

conciliación y armonía social.

Los Sindicatos Libres apoyaron desde sus inicios la Organización Corporativa y los

Comités Paritarios, ocupando buena parte de estos (30%-35%).

Entre 1926-9 los Sindicatos Libres evoluci onaron desde una posición que consideraba

el corporativism o com o un elem ento de conciliación y arbitraje en los conflictos

sociales, a otra en la que el corporativis mo era considerado com o la clave de la

reestructuración de la vida política, económ ica y social de España. En este proceso de

politización el sindicato se alejaba m ás que nunca de una posición apolítica y

profesional y se aproxim aba a los planteam ientos de la derecha radical española y

relegaba a segundo term ino su obrerism o, poni endo en prim er plano las ideas de la

armonía de clases, la colaboración entre las m ismas, el nacionalism o y el

corporativismo.

Sin em bargo, este proceso de politización del sindicalism o libre hacia un

corporativismo político no elim ino las críticas al m odelo y a la práctica corporativa de

la dictadura .

Los Sindicatos Católicos Obreros.

La Confederación Nacional de Sindicatos Ca tólicos de Obreros fue creada en 1919 por

iniciativa del cardenal Guisasola con el objeto de luchar contra la creciente influencia

de socialistas y anarquistas. Su escasa incidencia entre la clase obrera les convertía en

una fuerza marginal dentro del movimiento obrero.

La implantación de la dictadura en 1923 y la crisis de los sindicatos católicos-libres , les

llevo pocos meses después a la unificación con la Confederación Regional del Levante.

La posición inicial de los sindicatos católicos ante la dictadura fue de un apoyo total,

basado tanto en la esperanza de que el régim en pondría en práctica sus teorías com o en

el hecho de que sus herm anos del catolicism o social y político ocuparon desde los

primeros momentos puestos claves decisivos en el mismo. Sin embargo, no tardaron en

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

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producirse las prim eras discrepancias que revelan alguna de las claves de los

enfrentamientos del sindicalismo católico con el régimen primorriverista : la crítica a la

política social de éste, favorecedora de las organizaciones socialistas, que les im pedía

tener representación propia en los organism os decisorios de la m isma, y la critica a su

relativo laicismo.

Las ideas corporativas habían prevaleci do en el sindicalism o católico desde sus

comienzos, pero su concepción era m ucho m ás estrecha que la del propio régim en

dictatorial.

Tanto los Sindicatos Libres com o la dictadur a reconocían la existencia de clases y sus

conflictos y pensaban en el corporativismo como medio de conciliación y arbitraje, pero

los sindicatos católicos negaban la inevitabilidad del conf licto de clase y propiciaban la

unión entre ellas. La declaración expresa de confesionalism o por parte de los sindicatos

católicos también les distanciaba de los Si ndicatos Libres y del régim en de Prim o de

Rivera . Ello hacia m uy difícil la colaboración entre estos dos sindicatos, sólo se

consiguió en Vizcaya en 1928 con una experiencia que no consiguió extenderse.

No obstante, lo que produjo el enfrentamiento de los sindicatos católicos con el régimen

fue la forma en que éste puso en práctica la política social, no contando con ellos para

nada.

Las criticas de los sindicatos católicos a la Organización Corporativa se centraron

principalmente en dos aspectos : en com o se entendieron y se pusieron en práctica los

mecanismos de representación obrera y en las funciones que se atribuyeron a los

Comités Paritarios y al papel del Estado en los m ismos. La elección de los Com ités

Paritarios por las asociaciones obreras le gales y a través de un sistem a m ayoritario

favorecía a los sindicatos socialistas y pe rjudicaba ostensiblem ente a los sindicatos

obreros católicos. En definitiva, todas las criticas no eran más que acusaciones contra la

excesiva preponderancia de los sindicatos socialistas y libres. Esto se dem ostró cierto

como se pudo com probar al aprobarse la Or ganización Corporativa de la Agricultura,

pues para las zonas agrarias y para las industriales se establecieron sistem as de

representación diferentes, pero casualm ente siem pre favorables a los sindicatos

socialistas y perjudiciales para los católicos.

También criticaban el exceso de funciones de los comités paritarios y la f alta de una

definición clara de ellos, lo que junto a la critica del excesivo intervencionism o estatal,

no hacia más que reflejar la visión cristiana del pensamiento orgánico-estatista, según la

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

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cual debe de existir un equilibrio entre el Estado y los órganos componentes del mismo,

que deben de conservar autónomamente su esfera de acción natural.

En consecuencia, se produjo un progresi vo distanciam iento del régim en, que se

acrecentó en 1928 con la prom ulgación del decreto referente al corporativism o agrario.

En su distanciam iento arrastraron consi go a buena parte del catolicism o social y

político, incluyendo al influyente núcleo del periódico El Debate . El distanciamiento de

estos sectores tendría graves consecuencias para el régim en, ya que habían sido su

principal base de apoyo social y político en los primeros años.

V.C EL MOVIMIENTO OBRERO EN LOS PLANES DE PRIMO DE RIVERA

Primo de Rivera dejó claro desde un principi o la distinción que hacía entre trabajadores

anarcosindicalistas y com unistas, y trabajadores socialistas. Prim o de Rivera estaba

decidido a atraer a los socialistas a un m odus vivendi con el Estado , tanto porque con

ello se aislaba a los anarcosindicalistas, cuanto porque buscaba desesperadam ente una

alianza con la clase obrera que garantizara el éxito de sus planes de desarrollo.

El socialismo en los planes de Primo de Rivera

Primo de Rivera pensaba en la dom esticación del socialismo, en su nacionalización, su

absorción por las prem isas del Estado naciona lista. Llamando en su ayuda la tradición

socialcatólica, anticipó la integración falangi sta del nacionalismo y el socialism o como

el mejor medio de detener el avance del com unismo. Primo de Rivera dom esticó a la

clase obrera organizada atendiendo a las neces idades de los trabajadores sin abandonar

el ultrapatrioterismo. Inauguró una política social, que buscando el apoyo de la clase

obrera, no se com prometió a respetar la sa ntidad de los intereses creados. Dados los

compromisos sociales de la dictadura y da da la orientación esencialm ente pragmática

del PSOE y la UGT, no tiene nada de extraño que los socialistas estuvieran de acuerdo

en colaborar con la dictadura.

La alianza con los Socialistas.

Los socialistas tenían motivos sobrados de ser los principales defensores de los comités

paritarios. A través de la organización corporativa, la dictadura pudo sellar su alianza

con el m ovimiento socialista. Les concedió contratos de trabajo favorables y convirtió

sus sindicatos en la principal organización obrera del país, reflejaba la satisfacción del

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

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régimen por su alianza con los socialistas, aunque resultaba em barazosa para estos

últimos.

La paz social.

Se m antuvo durante la dictadura porque las condiciones de vida de los trabajadores

urbanos no se deterioraron de m anera esp ectacular. La am enaza latente del paro, las

obras públicas, la influencia pacificadora de los comités paritarios y el descenso casi

constante de los precios de los artículos de prim era necesidad son otros factores que

explican esa tranquilidad. La relativa satisf acción de la clase obrera se reflejó en la

notable dism inución de huelgas durante la dictadura , en com paración con períodos

anteriores y posteriores. Con la caída de la dictadura , los conflictos de trabajo

volvieron a ser m uy intensos Una explicación del descenso del núm ero de huelgas

durante la dictadura está en las relaciones conciliatorias establecidas entre la UGT y el

gobierno de Primo de Rivera , la orientación so cial manifiesta del régimen y el peligro

latente de paro forzoso.

El colapso de la estrategia obrera de Primo de Rivera.

Hacia finales de 1929 los socialistas le abandonaron tam bién. Los motivos no fueron el

deterioro de la situación de la clase trabaj adora, sino de índole política. A pesar de las

dificultades económ icas en el ocaso de la dictadura , ésta siguió siendo, hasta sus

últimos días un régim en atento a las necesidades de la clase obrera. Nadie, entre los

socialistas, pensaba que pudiera haber una a lternativa a Primo de Rivera que fuese m ás

favorable a los trabajadores. Ya en 1927, la UGT había rechazado entrar en la

Asamblea, porque el gobierno no le perm itía designar a sus propios representantes. La

razón de la postura anticolaboracionista adoptada en 1929 por los socialistas hay que

buscarla en la creciente conciencia de que la dictadura era una causa políticam ente

agotada, y los socialistas tenían en sus hi storial la m ancha de colaboración con la

dictadura que estaban ansiosos de borrar. Así, al final, la estrategia obrera de Prim o de

Rivera se derrum bó ante sus ojos y reprochó a los socialistas que actuaran com o

políticos.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

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V.D CONCLUSIONES

Como se ha visto m ás arriba, en el pr oceso para acabar con la dictadura jugaron

factores tales com o la retirada del apoyo de la base social inicial con que contaba el

régimen, el enfrentam iento con el m undo in telectual y universitario o el conflicto

creciente con el ejército. Pero, el pr oletariado y sus organizaciones no tuvieron

prácticamente protagonismo alguno.

La trayectoria seguida por las organizaciones obreras durante el régimen primorriverista

contrasta fuertem ente con la m antenida en la época anterior. Frente a los continuos

desafíos , a la alta conf lictividad e incluso la violencia m antenida especialmente en la

segunda parte del régim en de la Restauraci ón, ahora, en un régim en de fuerza, que

enviaba mensajes de complicidad a la clase obrera industrial, las organizaciones obreras

parecían renunciar a sus objetivos transf ormadores, bien por adaptación, bien por

quedar desarboladas.

El sector revolucionario, representado esp ecialmente por el anarcosindicalism o, había

llegado desarticulado a la dictadura. Con la represión y la falta de libertades para

,mantener en activo una organización de m asas, se agudizará la tendencia de los años

inmediatamente anteriores al golpe de Estado, en la que los grupos anarquistas de

acción, desde la clandestinidad, sustituyen a los sindicatos. Vuelve a renacer esa

tendencia, siempre presente en el anarquism o, a los grupos secretos de activistas que

prefieren la propaganda por el hecho en busca de provocar una insurrección espontánea,

al trabajo de la organización, la reivindi cación y el establecim iento de program as y

estrategias.

Como en otras ocasiones, las acciones de es tos grupos provocan la represión sobre los

elementos más visibles, los sindicatos y lo s líderes que actúan públicam ente, y la CNT

se descompone más todavía.

Es durante la dictadura cuando se crea la FAI, pero ello no representa ningún problem a

para el régimen.

Si es claro que de estas experiencias, tanto la de los años 1919-21, com o la de la

dictadura, no son capaces de extraer ninguna lección los anarquistas puros, com o se

verá m ás adelante con su actuación durante la II República; sin em bargo, si parece

influir dichas experiencias en la trayector ia de los dirigentes m ás sindicalistas, com o

Pestaña, Peiró, etc, a juzgar por sus actuaciones posteriores.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

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Pero, en definitiva, la dictadura parece cont ribuir a la victoria del sector anarquista

sobre el sindicalista en la pugna que venían manteniendo por el control y la orientación

de la CNT, victoria que se plasm aría c on la reconstrucción de la CNT en la II

República.

El sector reform ista representado por el PSOE-UGT se adapta y convive con la

dictadura en una actitud am bigua y oportunista. La dictadura les ofrece, a cam bio de su

asentimiento a la usurpación del poder político y de la renuncia a la oposición, tres

ventajas claras, el m antenimiento de las c ondiciones de vida de la clase trabajadora

urbana ( siem pre que se olviden de la rura l); la eliminación de la com petencia sindical

real con la represión de la CNT (católic os y libres no suponen una com petencia real,

pero, de todas m aneras, tam bién les ofrece ventajas respecto a ellos); y una posición

privilegiada de representación en los comités paritarios.

Con ello, el socialism o renuncia a la acci ón política y transform adora, en favor del

monopolio de la acción socioeconómica centrada en motivos profesionales.

No tiene, quizás, sentido plantearse que hubi ese sido de la izquierda obrera española

caso de que la dictadura se hubiera estabiliza do por un largo tiempo, pero si es evidente

la brutal diferencia de actuación con los años de la Restauración, plagados de continuos

enfrentamientos y desafíos, y después en la II República, donde los enfrentamientos son

ya insurreccionales, tanto por parte del anarquismo como del socialismo.

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El movimiento obrero en la dictadura de Primo de Rivera

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