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Este trabajo se presentó en el Primer Congreso Nacional de Zooarqueología Argentina, Malargüe 2008, Simposio: “Zooarqueología y procesos de cambio en poblaciones humanas”, Sección “Cambios registrados en el uso/explotación de
la fauna con énfasis en la variable espacial”, Coordinadores: Francisco Zangrando y María Gutiérrez. En prensa en Zooarqueología a principios del siglo XXI: aportes teóricos, metodológicos y casos de estudio, editado por M. De Nigris,
P. M. Fernández, M. Giardina, A. F. Gil, M. A. Gutiérrez, A. Izeta, G. Neme y H. D. Yacobaccio.
El menú a la carta en el bosque ¿entrada o plato principal?: una perspectiva
comparada desde la zooarqueología del sitio El Trébol (Parque Nacional Nahuel
Huapi, Río Negro)
Maximiliano J. Lezcano, Adán Hajduk y Ana M. Albornoz
Maximiliano J. Lezcano. CONICET, Equipo de Arqueología y Etnohistoria del Museo de
la Patagonia (APN), Centro Cívico s/n (8400), Bariloche. E-mail:
Adán Hajduk. CONICET, Equipo de Arqueología y Etnohistoria del Museo de la
Patagonia (APN), Centro Cívico s/n (8400), Bariloche. E-mail:
Ana M. Albornoz. Agencia Río Negro Cultura, Equipo de Arqueología y Etnohistoria del
Museo de la Patagonia (APN), Centro Cívico s/n (8400), Bariloche. E-mail:
RESUMEN
Se enfoca la problemática del uso del medio boscoso lacustre andino patagónico
desde la perspectiva de la información arqueofaunística del sitio El Trébol y de otros sitios
del área del lago Nahuel Huapi y zonas aledañas. Se discute el tipo de explotación de los
recursos provenientes de este medio y de los ambientes de transición entre el bosque y la
estepa (ecotono) y de estepa cercanos por parte de cazadores-recolectores, teniendo en
cuenta la variabilidad actual y pasada del ambiente, de la oferta de recursos y de los
diferentes conjuntos arqueofaunísticos, así como de la conducta humana relacionada con
estas variables. Centraremos la discusión en los niveles del sitio El Trébol
correspondientes al límite Pleistoceno-Holoceno (ca. 10.600 años AP), al Holoceno medio
(ca. 5600-5800 años AP) y Holoceno tardío (Cerámico), comentando otros sitios del área.
Así, proponemos una diacronización mayor de la problemática, generalmente restringida
en nuestra zona al Holoceno tardío. En la discusión sobre el uso especializado o no
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especializado del bosque, la evidencia disponible nos permite sugerir un modelo de
Complementariedad Ambiental como estrategia adaptativa que incluyó distintos ambientes
presentes en el área en forma variable de acuerdo a las condiciones ambientales y
culturales a lo largo del tiempo.
Palabras clave: Norpatagonia; Zooarqueología; Medio boscoso lacustre; Economía y
subsistencia; Complementariedad ambiental.
ABSTRACT
The problematic of the use of the forest-lacustrian environment of Andean
Patagonia is discussed on the basis of archeofaunistic information for El Trebol site, as
well as other sites from the Nahuel Huapi lake area and neighbour zones. We evaluate
hunter-gatherer exploitation patterns of the resources available on this forest environment,
on the forest-steppe ecotone, and on the proximal steppe, considering the present and past
environmental variability. The archeofaunistic assemblages provide a measure of the
human use of these resources. We centered the discussion on the levels of El Trebol site
corresponding to the Pleistocene-Holocene boundary (ca. 10,600 years BP), to the Middle
Holocene (ca. 5600-5800 years BP) and to the Late Holocene (ceramic levels), also
discussing other sites of the area. Therefore, we present a wider diachronic scope on this
question, usually restricted in our zone to the Late Holocene record. We discuss whether
there was a specialized use of the forest. The available evidence allows us to suggest a
model of environmental complementarity, as an adaptative strategy that included different
environments present in the area with variations in relation to the environmental and
cultural conditions through the time.
Keywords: Northern Patagonia; Zooarchaeology; Forest-lacustrian environment; Economy
and subsistence; Environmental complementarity.
INTRODUCCIÓN
En este trabajo enfocamos nuevamente la problemática del uso del medio boscoso
lacustre y ecotonal asociado en el área del lago Nahuel Huapi (Hajduk et al. 2008)
centrándonos en el análisis comparado de la información zooarqueológica del sitio El
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Trébol (en adelante ET) (Hajduk et al. 2004a, 2004b, 2006, 2007a, 2007b, 2008), ubicado
18 km al Oeste de San Carlos de Bariloche, como vía para aproximarnos a las modalidades
de aprovechamiento del espacio y los recursos en esta parte de Norpatagonia. Aquí
incluimos información correspondiente a la transición Pleistoceno-Holoceno (ca. 10.600
años AP), del Holoceno medio (ca. 5600-5800 años AP) y del Holoceno tardío
(Precerámico tardío y Cerámico) de El Trébol, con 6 fechados radiocarbónicos no
calibrados (Hajduk et al. 2008).
Para el primer nivel de ocupación contamos con fechados de 10570 ± 130 AP
(AA65707, hueso dérmico de Mylodontino quemado y con cortes antrópicos) y 10600 ±
100 AP (AA75678, húmero de Lycalopex culpaeus con cortes antrópicos), mientras que
para el Holoceno medio de 5863 ± 83 AP (AA65712, epífisis hueso largo de guanaco),
5731 ± 70 AP (AA65708, astillas hueso largo de guanaco) y 5620 ±80 AP (LATYR-LP
1525, concentración de carbones). Los primeros registros de cerámica en el área son algo
anteriores al 1500 AP (Silveira 1996:113). En la Figura 1 se muestra la ubicación de los
sitios locales considerados en este trabajo.
Entre otros temas nos interesa aportar un panorama de las modalidades de
aprovechamiento de los ambientes y de sus recursos así como de las estrategias empleadas
en su obtención y uso, los cambios en la subsistencia intrasitio e intersitio en relación a los
diferentes ambientes involucrados y aspectos del uso del espacio y de la interacción social.
Dada la complejidad y extensión de la temática, aquí nos limitamos a hacer un planteo
general del problema y a dar a conocer algunos resultados alcanzados hasta el momento.
CONSIDERACIONES TEÓRICAS
Mencionamos aquí algunos aspectos teóricos de la problemática que desarrollamos.
Entendemos como “modalidades de aprovechamiento” al conjunto de las decisiones
implementadas en relación con la adquisición, procesamiento y consumo de una presa en
función de los productos que se desean obtener de ella (Mengoni Goñalons 1999). Estas
decisiones se hallan sometidas a una serie de factores condicionantes, entre los que se
destacan el contexto ambiental, la estructura de los recursos, los requerimientos
nutricionales humanos y aspectos sociales e ideológicos (Binford 2001; Jenike 2001; Kelly
1995, Politis 2002, entre otros). El ambiente y su estructura de recursos inciden
considerablemente, por ejemplo, en la densidad demográfica, la movilidad y la amplitud
de la dieta de las poblaciones humanas, que a la vez repercuten en las elecciones que
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realizan los grupos sociales sobre qué recursos faunísticos explotar (Binford 1980, 2001;
Kelly 1995, entre otros).
Si bien es cierto que en el interior de Patagonia el modelo de subsistencia más
documentado arqueológicamente y etnohistóricamente ha sido el de la caza centrada en el
guanaco, esta percepción “disimuló” el uso de otros ambientes y otras modalidades de
explotación de recursos. En este sentido, podemos plantear que la atracción que ejercían
algunos recursos vegetales y animales (Tabla 1) del medio boscoso lacustre (MBL de aquí
en más) habría inducido a las poblaciones humanas a usar este medio en forma variable a
lo largo del tiempo, desde breves entradas por grupos procedentes de la estepa, en ese caso
sin mayor adaptación al medio, hasta estadías más prolongadas que implicarían su uso
efectivo, donde el aprovechamiento del bosque con respecto al ecotono y a la estepa pudo
ser preferencial, equilibrado o complementario.
La baja sustentabilidad relativa y el alto costo de obtención de recursos comestibles
del bosque andino patagónico con respecto a la estepa (Bellelli et al. 2000; Borrero y
Muñoz 1999; Mena 1995; Pérez y Smith 2008) habrían influido en la intensidad de uso del
MBL, produciendo en principio la desestimación de adaptaciones preferenciales a este
ambiente por parte de grupos con una economía puramente cazadora-recolectora. La baja
densidad de ocupaciones en el MBL sugiere un uso poco intenso del ambiente, aunque hay
que tener en cuenta la baja visibilidad, resolución e integridad estimada usualmente para
los conjuntos de bosque (Bellelli et al. 2000, 2008; Borrero y Muñoz 1999; Hajduk et al.
2004a; Silveira 1999, entre otros). En ese sentido, se ha planteado que "La escasa
frecuencia de hallazgos podría ser, de acuerdo con Mena y Ocampo (1993), una
propiedad de las ocupaciones boscosas" (Borrero y Muñoz 1999:50).
Desde el enfoque ecológico evolutivo de los modelos de “forrajeo óptimo”
(Bettinger 1987), se estima que la menor biomasa animal pensada para el bosque con
respecto a la estepa (Tabla 1), con escasos ungulados solitarios y la consecuente escasez de
proteínas y grasas (Belardi y Gómez Otero 1998; Borrero y Muñoz 1999; Fernández
2006), habría llevado a una diversificación de la dieta y de las estrategias empleadas en la
obtención de los recursos. En este sentido, la oferta de recolección y pesca en el MBL
(vegetales comestibles, moluscos, huevos de aves acuáticas y peces) llevaría incluir en la
dieta especies de menor rendimiento económico pero relativamente abundantes y
predecibles, en el marco de una dieta generalista de amplio espectro, dado que ningún
recurso es suficiente por sí mismo.
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Los cuerpos y cursos de agua del MBL, aunque tienen baja productividad de peces
consumibles por ser ambientes oligotróficos (Soto et al. 1994, en Borrero y Muñoz
1999:47), representan una porción comparativamente importante de la biomasa y
biodiversidad animal (Borrero y Muñoz 1999), mientras que en el bosque especies como el
huemul y el pudu son de hábitos solitarios y de baja densidad (Belardi y Gómez Otero
1998; Fernández 2006; Pérez y Smith 2008). La baja densidad de recursos faunísticos
contrasta con una relativamente alta disponibilidad de plantas comestibles (Rapoport et al.
2003; Rapoport y Ladio 1999). Como expresa Borrero (2005:146) refiriéndose al bosque y
a la estepa: “From the point of view of foragers, these are two different worlds”.
Según la teoría del forrajeo óptimo (Bettinger 1987), se agrega un recurso nuevo a la
dieta cuando la obtención de otro de mejor retorno se hace cada vez más costosa. Los
modelos de selección de presas y de explotación de parches son útiles para examinar esta
cuestión (Kaplan y Hill 1992, en Pérez y Smith 2008). La amplitud de la dieta depende de
la frecuencia de encuentro de las especies de mayor ranking; si ésta decae, estas especies
contribuyen proporcionalmente en forma baja a la dieta causando una declinación en la
“eficiencia depredadora” (Nagaoka 2002, en Perez y Smith 2008:85). En este sentido,
destacamos que en el bosque andino patagónico la “eficiencia depredadora” es de por sí
baja.
Desde un “modelo de disponibilidad” (Yacobaccio 1994), cabría esperar que los
conjuntos arqueofaunísticos de sitios en el MBL reflejen en principio la disponibilidad
general de recursos, con lo cual puede esperarse un registro de mayor énfasis en la
recolección de vegetales y moluscos, en la pesca y en la captura de roedores, así como
eventualmente de la incorporación de recursos de ambientes cercanos, en este caso con
probable selección de partes de mayor rendimiento para el transporte. Una modalidad
económica de amplio espectro como la que estimamos para el medio boscoso lacustre
puede relacionarse con desviaciones de los modelos óptimos, o modelos de preferencia
parcial o subóptimos (Muscio 1998; Yacobaccio 1994) que tienden a reducir el riesgo en la
subsistencia; es decir, a reducir el aspecto estocástico o aleatorio de la caza.
EL BOSQUE ANDINO PATAGÓNICO: UN AMBIENTE CAMBIANTE
El área del Parque Nacional Nahuel Huapi y zonas cercanas al Este incluye
diferentes fajas ambientales con la cordillera de los Andes al Oeste, que alcanza aquí unos
3000 msnm, en un paisaje de origen glacial con frecuentes nevadas en época invernal. El
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marcado gradiente de precipitaciones, que va de unos 3000 mm anuales en el Oeste a unos
400 mm en el Este en solo 90 km, genera importantes cambios vegetacionales entre el
bosque andino patagónico húmedo y la estepa, con un área intermedia de transición muy
variada entre ambos ambientes, que se denomina bosque de transición o ecotono (Figura
1). La diversidad de las agrupaciones vegetacionales o Unidades Ecológicas (Mermoz et
al. 2000), cambiante en el tiempo, es de capital importancia en el contexto ecológico-
cultural que motiva este trabajo.
Con respecto al ambiente en el pasado, en la zona del lago Nahuel Huapi se cuenta
con los estudios polínicos de Bianchi (2007), Bianchi et al. (1999) y Whitlock et al. (2006)
entre otros, que muestran un rápido retroceso glacial y consiguiente recuperación del
ambiente boscoso a partir de los 14.000 años radiocarbónicos sin calibrar AP. Entre los
11.400 AP y 10.150 AP ocurre la inversión climática “Huelmo-Mascardi”, con
condiciones más frías y secas en la cuenca. Para la laguna El Trébol, a escasos 200 m del
sitio arqueológico El Trébol, los análisis polínicos indican que entre los 15.360-11.380
años cal AP (ca. 13.000 a 10.040 C14 AP) se desarrolla un bosque abierto de Nothofagus
tipo dombeyi (hasta 60%) y vegetación herbácea con predominio de gramíneas; entre los
11.380-5880 cal AP (ca. 10.040 a 5120 C14 AP) un bosque abierto de Nothofagus (hasta
60%) con sotobosque arbustivo y otras especies de bosque abierto, en condicciones de
mayor sequedad, con el avance de la franja ecotonal hacia el Oeste; en 5880-3500 cal AP
(ca. 5120 a 3000 C14 AP) decrece Nothofagus sp. (26% a 53%) y hay un importante
incremento de Cupressaceas (atribuida a Austrocedrus chilensis) hasta el 49%,
conformándose un bosque mixto de estas dos especies en condiciones más húmedas,
produciendo un corrimiento de las diferentes franjas boscosas hacia el Este; entre 3500 cal
AP y el presente (desde ca. 3000 C14 AP) se nota un fuerte incremento de Nothofagus sp.
(hasta el 73%), decrece Cupressaceae (menos del 30%) y Poaceae (0,3%). Este conjunto
indica el establecimiento del bosque actual mixto siempre verde con Nothofagus dombeyi,
en el cual se emplaza el sitio ET.1
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
El bosque como entorno ecológico de las poblaciones humanas
Desde el punto de vista conceptual, nos referimos a “medio boscoso lacustre” como
un paisaje variado que incluye diferentes conformaciones boscosas, lagos, valles fluviales
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y accidentes topográficos como parte del ecosistema andino patagónico, tanto en el sentido
biológico (unidad ecológica) como cultural (entorno ecológico humano). Vemos al bosque
como entidad heterogénea, cuya variabilidad actual y pasada influyó directamente en la
oferta de recursos nutricionales (Tabla 1) y en el acceso a los mismos. Bosques húmedos
como los dominados por coihue con sotobosque de caña coligue (Chusquea culeu) y
subhúmedos de coihue y ciprés suelen ser “cerrados”, impidiendo el acceso de especies
como el guanaco y dificultando la circulación humana.
El bosque de transición o “ecotono” (Figura 1), incluye especies como ciprés,
radal, ñire y maitén y es muy variado. Al Oeste puede ser cerrado, mientras que hacia el
Este, con un régimen de lluvias más restringido, la vegetación es más abierta y con
bosquetes aislados que ingresan en la estepa, lo cual hace al espacio más transitable. Este
ambiente “ecotonal” abierto resulta un área particularmente favorable para la ocupación
antrópica, en particular por la disponibilidad de un espectro más amplio de recursos
alimenticios (Tabla 1) y no alimenticios, a la vez que permite un rápido acceso a los
recursos específicos del bosque subhúmedo y húmedo al Oeste y de la estepa al Este.
Consideramos que la posición de los sitios dentro del ambiente boscoso actual y
pasado (Arrigoni y Fernández 2004; Hajduk et al. 2004a) es muy significativa en cuanto a
las estrategias aplicadas en el aprovechamiento de recursos, según se ubiquen en el interior
del bosque, alejados del ecotono y la estepa, o más cercanos a estos ambientes. En sitios
emplazados en “borde” de bosque, digamos con acceso a estos ambientes dentro de media
jornada o menos, es posible una dieta más eficiente, que involucre recursos de todos los
ambientes sin que su obtención se torne antieconómica (Higgs y Vita Finzi 1970), en
García 2003). Actualmente, a unos 5 km al Sureste del sitio ET se encuentra un ambiente
transicional de bosque bajo y matorral, mientras que a unos 19 km aparece una estepa
arbustiva con árboles bajos.
La Ecología del paisaje (Forman 1995) provee una forma de interpretar el paisaje
en términos ecológicos y culturales. Los ambientes boscoso-lacustre y estepario forman
grandes patches conectados por una estrecha franja o ecotono de bosque transicional
(Figura 1). Estas unidades ecológicas son a su vez atravesadas por valles fluviolacustres
como corredores transversales que unen todos los paisajes y ecosistemas. Internamente se
disponen parches menores, como los de la unidad Altoandina (Mermoz et al. 2000).
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El aprovechamiento de los recursos en el medio boscoso lacustre
En cuanto a la problemática de la representación variable de guanaco y huemul en
los sitios de bosque y ecotono del área, Arrigoni y Fernández (2004) destacan la menor
proporción de huemul en ambientes ecotonales o de bosque abierto, mientras que en el
bosque más cerrado de los sitios que estudian (Fernández 2006) la relación se invierte,
como respuesta humana ante la disponibilidad casi exclusiva de huemul en estos sectores.
Esto es semejante a lo observado en la localidad Meliquina, donde incluso no se registra
consumo de guanaco (Pérez y Smith 2008).
En ET el guanaco y el huemul están presentes en proporciones relativamente
similares (Hajduk et al. 2004a:725), aunque luego de la primera ocupación (ca. 10.600
AP) predomina el guanaco (Tablas 2 y 3), con bosques abiertos que habrían permitido su
ingreso, e incluso en el cerámico, con bosque cerrado como el actual, que es inaccesible al
guanaco. Para este momento, estas presas pueden haber sido transportadas desde áreas
cercanas, como indicaría la representación de partes (falta el esqueleto axial y la pelvis),
aunque señalamos que la muestra es pequeña. En el resto de la secuencia se encuentran
casi todas las partes representadas, con recurrentes evidencias de las diferentes etapas de
procesamiento y altas frecuencias de huellas de corte y fracturas intencionales (Mengoni
Goñalons 1999), aunque no observamos mayor explotación de carcasas que en la estepa,
como señalan Borrero y Muñoz (1999) para la provincia de Santa Cruz. Vemos que en
sitios ubicados en el bosque abierto la representación proporcional del guanaco con
respecto a las demás especies incluidas en la dieta es considerablemente menor que en la
estepa. Paralelamente, el huemul muestra una proporción mucho menor que la del guanaco
en la estepa.
El estado de preservación del material óseo de ET en general es muy bueno y la
frecuencia de marcas de carnívoros es muy baja (Hajduk et al. 2004a, 2004b), como por
ejemplo sucede en el Nivel 1 (ca. 5600-5800 AP), donde de un NISP de 350 de restos de
guanaco, huemul y grupo guanaco-huemul en muy buen estado de preservación, el 13,42%
presenta evidencias de fractura intencional, el 9,7% huellas de corte, el 8% marcas de
raíces, el 0,57% marcas de carnívoros y el 0,28% marcas de roedores.
Observamos que el pudu es escaso en ET (un resto en sectores saqueados), mientras
que en la localidad Meliquina (Pérez y Smith 2008) si bien es comparativamente
abundante, no deja de ser escaso en número de restos. Diferente es el caso de Marifilo 1
(Velásquez y Adán 2004) donde es relativamente abundante y recurrente en la secuencia,
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aunque su consumo es en parte cuestionable debido a la “carencia de huellas de corte” y a
las claras evidencias de predación por puma. Los restos de huemul, peces y moluscos son
también relativamente escasos en ET (Tablas 2 y 3) y en el área en general (Arrigoni y
Fernández 2004; Fernández 2006; Pérez y Smith 2008; Silveira 1996, 1999), aunque los
recursos acuáticos pueden estar subrepresentados por consumo y descarte en el propio
lugar de obtención. Solo Marifilo 1 ha sido descripto como “un conchal dentro de un
alero” (Adán et al. 2004), con lo cual podemos suponer que fue un recurso muy explotado,
aunque llamativamente los autores no se explayan en este sentido. En ET podemos agregar
a las Tablas 2 y 3 un conteo de moluscos y peces para el conjunto de los niveles 1, 2 y 3
(ca. 5600-5800 años AP), con 6,5 m² y 2,7 m3 excavados. Hay un total de 160 restos de
peces (entre 1 y 40 por dm3) que remiten a unos pocos individuos, con Persychthys perca
(perca), Patagonina hatcheri (pejerrey patagónico) y Galaxias platei (puyen), mientras
que el conjunto del molusco local Diplodon está muy fragmentado, con 942 fragmentos y
un MNI de 32, con 32 valvas derechas y 25 izquierdas.
Con respecto a otras especies, destacamos el consumo de roedores en ET hacia ca.
5600 años AP, con un patrón de alteración térmica en huesos de Ctenomys sp. (tema que
está desarrollando uno de los autores). También es significativo el registro
proporcionalmente mayor de Lycalopex culpaeus en sitios de bosque, ocupando en ET el
tercer lugar en la dieta (siempre en términos de biomasa a partir del MNI por peso vivo),
mientras que el registro de aves es escaso (Tablas 2 y 3).
Recientemente se ha propuesto una caída en la “eficiencia depredadora” a raíz del uso
prolongado del Bosque Meridional Neuquino durante el Precerámico tardío y Cerámico,
con explotación intensiva del medio y stress de especies de alto rendimiento (Pérez y
Smith 2008:92). Como Borrero y Muñoz (1999), somos críticos en cuanto a la explotación
intensiva de recursos del bosque y cuerpos de agua en los sitios conocidos.
Pensamos que la baja densidad de ocupaciones en el medio boscoso y la falta de
evidencias de explotación intensiva de recursos de menor rendimiento en ET y en todos los
sitios del MBL considerados para el área, donde la mayor biomasa arqueofaunística está
siempre en ungulados, indicaría una actitud oportunista como respuesta a la
“disponibilidad general del ambiente” (Yaccobaccio 1994:53), no necesariamente
vinculada al uso prolongado e intensivo del medio. Esta actitud oportunista se relaciona
con el equilibrio entre el beneficio por la obtención de presas accesibles, predecibles y
relativamente abundantes (peces, moluscos, roedores) y el costo resultante del menor
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retorno energético de ellas, equilibrio que sería “exitoso” para sustentar estadías poco
prolongadas pero efectivas en el bosque.
En este contexto, debemos destacar las limitaciones del uso de modelos de forrajeo
óptimo y de costo-beneficio que no consideren un modelo de productividad adecuado, las
variables que hacen al rendimiento económico (Lanata 1993, Yacobaccio 1994) y la
complementariedad y variabilidad intrasitio e intersitio esperable en estrategias de
subsistencia de cazadores-recolectores (Binford 1980, 1988). Por otro lado, no puede
desestimarse la importancia de la recolección de vegetales en los grupos que explotaron el
MBL, frecuentemente de baja o nula resolución arqueológica. Como veremos más
adelante, en el contexto de las innovaciones introducidas en la etapa cerámica la baja
biomasa animal del MBL no habría sido un factor tan crítico.
Algunos indicadores estacionales con que contamos para ET son relativos por su
posible origen artefactual, como el caso de las placas óseas de piche y las cáscaras de
huevo de Rehidae, que pueden provenir del uso de estos productos animales como
recipientes, mientras que otros más diagnósticos, como peces y moluscos de agua dulce se
hallan en análisis. La mínima presencia de ejemplares juveniles de guanaco en ET
indicaría que no se trata de ocupaciones de verano, como sugiere Herrera (1988) para este
rasgo. Para los sitios de bosque, Silveira (1999) propone ausencia de ocupaciones de
primavera, a la vez que plantea ocupaciones únicamente de verano en un sitio de altura
(Silveira 1999).
Las evidencias faunísticas en sitios de bosque suelen indicar el uso de recursos de
otros ambientes; entre otros casos, en el cerámico de ET y con bosque cerrado, se registra
guanaco, Dasipodidae (sobre todo placas) y Rehidae (cáscara de huevo). En el cerámico de
Isla Victoria (sitio Puerto Tranquilo I) hay huevo de choique, armadillo (placas), guanaco
y caballo (Hajduk 1988-1990). En la localidad Meliquina se registra Chaetophractus,
guanaco (sólo un punzón) y zorro (Pérez y Smith 2008). Aunque puede sospecharse el
origen artefactual de algunos de estos restos, igualmente indican algún tipo de contacto
con el bosque abierto, ecotono y/o la estepa.
En ET y en otros sitios del área se encuentran moluscos marinos que indican
relaciones a larga o muy larga distancia con zonas de costa marina durante el Holoceno
temprano (Crivelli et al. 1993), el Holoceno medio (Hajduk et al. 2004a, 2004b, 2008) y
en diversos sitios del Holoceno tardío del área cordillerana. Si bien aún no podemos
confirmar taxonómicamente el origen Atlántico o Pacífico de estos moluscos, su aparente
mayor recurrencia en sitios codilleranos y pericordilleranos nos orientaría a la segunda
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opción. Además de estos indicadores, en ET se suman materias primas líticas alóctonas
como obsidiana, calcedonia, sílice y dacita (basalto de grano fino), que indican
desplazamientos a media y larga distancia hacia el Este y Noreste (Hajduk et al. 2008). A
nivel regional, la evidencia material de tecnología específica para la explotación del MBL
es mínima, referida a un anzuelo y posibles pesas de red (Silveira 1996), sumada a la
evidencia indirecta de navegación en la Isla Victoria y de la pesca. La escasez de puntas de
proyectil y boleadoras en este medio sugiere otros métodos de captura de las presas, tales
como trampas.
La complementariedad ambiental
En diferentes oportunidades se ha planteado el uso no especializado del bosque
andino patagónico por parte de cazadores-recolectores, como parte de un sistema
adaptativo “orientado a la complementariedad ecológica entre estepa, ecotono y bosque
(Aschero 1996, Belardi 2005, Belardi y Campán 1999, Belardi et al. 1994, Bellelli et al.
2003, Borrero y Muñoz 1999, Goñi 1988, Hajduk et al. 2004a, Silveira 1996 y 1999a y b,
entre otros)” (Pérez y Smith 2008:83).
Es esperable que en áreas de ambientes transicionales las poblaciones humanas
efectúen un uso complementario de la oferta de recursos que aportan los diferentes
ambientes, aunque puedan seleccionar uno de ellos como de ocupación preferencial.
Autores como Mena (1995), Borrero (1994-1995), Borrero y Muñoz (1999) y Silveira
(1999), entre otros, han destacado que los ambientes ecotonales precordilleranos habrían
sido atractivos por su riqueza y variedad en términos de disponibilidad de recursos, por lo
cual habrían sido explotados regularmente desde comienzos del poblamiento. En este
sentido, en Monte Verde, Dillehay (2003:164) ve una economía de caza y de recolección
de amplio espectro que remite a “una forma temprana de estrategia andina conocida como
la “complementariedad ecológica” aplicada para reducir el riesgo y la incertidumbre y
asegurar la viabilidad.” Se han planteado modelos etnohistóricos con este tipo de
estrategias de subsistencia para los siglos XVI, XVII y XVIII (Moreno e Izeta 1999;
Silveira 1994). Esta situación también se desprende del manejo de estepa-bosque-costa de
los Selk’-nam (Onas) de Tierra del Fuego (Borrero 2001; Gusinde 1990).
En cuanto al grado de uso del medio a partir del caso concreto del sitio ET, hay que
destacar el temprano acceso al área boscosa lacustre del sitio en el límite Pleistoceno-
Holoceno, en un posible contexto de exploración (Borrero 1994-1995) sugerido por la
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ausencia de evidencia cultural en niveles más antiguos con presencia de fauna extinta
(Mylodontinae y Cervidae) y actual, que junto con la información polínica indican la
temprana disponibilidad postglacial del medio. En estas ocupaciones se aprovecharon
recursos animales del bosque abierto, con una riqueza y diversidad mayor en la dieta por la
inclusión de especies extintas (Mylodontinae, Cervidae indet., Camelidae, Canis
(Dusicyon) avus). Estos primeros ocupantes de ET ya habrían hecho uso de una estrategia
de explotación de diversos ambientes que incluía la estepa al Este, evidenciado por el uso
de materia prima lítica alóctona, en coincidencia con lo propuesto por Borrero (2004:59).
Para el Holoceno medio se proponen profundos cambios paleoambientales que
habrían afectado la dispersión y concentración de los grupos humanos con condiciones
climáticas de mayor sequedad y temperatura (Miotti 2006; Neme y Gil 2009). Si bien en la
zona de bosque cordillerano no cabría esperar el stress hídrico que plantean Belardi y
Campán (1999) para el lago Argentino, el valle del río Limay pudo haber concentrado
poblaciones de ecotono y estepa que habrían impactado en las áreas de borde de bosque
como extremo de su dipersión, como quizás indica el registro de ca. 5600-5800 AP del
sitio ET. Esto sugeriría un aumento demográfico (Hajduk et al. 2008) y/o una mayor
redundancia de ocupación hacia el 5000-6000, como un rasgo en común más entre los
sitios del ecotono entre el bosque y la estepa (valle superior del río Limay) y el sitio ET en
el MBL del Nahuel Huapi.
En los niveles de ca. 5600-5800 AP, se destaca la abundancia relativa de materiales
y el rango de actividades llevadas a cabo en el sitio, lo cual induce a pensar en estancias
más prolongadas en el MBL, con condiciones de bosque transicional abierto. Este tipo de
ambiente habría posibilitado la presencia y el desplazamiento tanto de humanos como de
animales, en especial del guanaco, alentando su ocupación más efectiva. En este lapso es
notable la alta tasa de sedimentación y de descarte de materiales en un espacio de tiempo
reducido, con redundancia de ocupaciones y áreas de combustión reutilizadas, algo que
también se registra en otros sitios del área para la misma época (Ceballos 1982; Crivelli et
al. 1993; Hajduk et al. 2008; Hajduk y Albornoz 1999). Un rasgo compartido importante
en este sentido es la presencia de puntas tipo “Confluencia” (Crivelli et al. 1993) que se
encuentran tanto en ET como en sitios del valle superior del río Limay y Cuyín Manzano al
Este para la misma época, e incluso en un sitio en el Sur de la Pampa (Gradin 1984). Un
importante indicador de movilidad para este período es la presencia de moluscos marinos,
ya mencionada.
13
Más tardíamente, posiblemente a partir de 5000 años AP, la intensidad de
ocupación es mucho menor, en coincidencia con un cambio en la composición del bosque
que indica condiciones más húmedas. Estimamos, a nivel de hipótesis, que esta baja en la
densidad ocupacional estaría relacionada con el corrimiento de la franja de bosque hacia el
Este producto de estas condiciones de mayor humedad, y el consecuente cerramiento del
bosque y alejamiento del sitio ET con respecto a los ambientes transicionales y esteparios
más frecuentados del Este. Esto podría indicar un cambio en la conducta de los grupos que
habitaron previamente el lugar, con un bosque más abierto y accesible desde el ecotono y
la estepa.
Recién en el precerámico tardío y cerámico, con bosque cerrado dominado por
coihue como el actual, aparece un renovado interés por el bosque. Esto es sugerente en
cuanto a la aparición de una nueva identidad cultural con una capacidad de adaptación
particular al MBL, que estimamos de vinculación transcordillerana por diversas evidencias
materiales (cerámica, moluscos marinos, entre otros) e históricas y por la propia afinidad
al medio. En este sentido, el registro arqueológico de Isla Victoria (Hajduk 1988-1990,
1991) indica la práctica de navegación desde por lo menos 2000 años AP y el manejo de
cultígenos en tiempos cerámicos, como muestran también las fuentes históricas (Hajduk
1991). El arte rupestre del MBL indica una “modalidad del ambiente lacustre boscoso del
Noroeste de Patagonia” (Albornoz 2003:89). Las ventajas nutricionales en el
procesamiento y explotación de recursos vegetales y animales por el uso de contenedores
cerámicos, el uso de cultígenos y las facilidades de circulación y acceso a los recursos del
MBL y de otros ambientes por la práctica de la navegación habrían permitido superar las
limitaciones del medio.
Por su parte, Scheinsohn y Szumik (2007:113) aplican métodos biogeográficos
para evaluar formalmente las propuestas que explicarían un incremento de la señal
arqueológica en el bosque en Patagonia Norte durante el Holoceno tardío. Los análisis
mostraron la existencia de patrones compartidos en los ambientes de bosque y estepa,
aunque agregan que… “hay que tener en cuenta una serie de problemas que podrían estar
introduciendo ruido en el análisis”, por lo cual estos resultados son “provisorios”. Los
métodos aplicados ratifican un patrón diferenciado para el arte rupestre, en coincidencia
con Albornoz y Cúneo (2001).
En nuestro caso y pese al esperable defecto de muestreo de sitios, pareciera haber
una tendencia a ocupaciones en “bordes” de bosque como posición estratégica para el
aprovechamiento de recursos de varios ambientes; como reflejo de una “identidad
14
ecotonal” que no es ni de la estepa plena ni del bosque interior. Consideramos que el rango
y proporción de actividades que efectuaron los grupos en este ambiente (pesca, recolección
de moluscos y vegetales, etc.) conlleva diferencias con las habituales en un contexto de
caza centrada en guanaco en la estepa, lo cual podría indicar la existencia de identidades
diferenciadas, como sugiere el registro arqueológico para tiempos precerámicos tardíos,
cerámicos e históricos y plantean las mismas fuentes etnohistóricas (Albornoz 2003;
Hajduk 1988-1990, 1991; Hajduk y Albornoz 1999), como los grupos “puelches” del
“Nahuelguapi”, los “puelches” hacia norte del desaguadero (Río Limay) y los “poyas” de
la estepa al sur del mismo, todos de diferente lengua y características somáticas, que
menciona el jesuita N. Mascardi en su “Carta y relación de 1670” (Hajduk 1991).
Por otro lado, pensamos que en el uso del MBL también podrían incidir variables
cognitivas o de conocimiento local de la naturaleza en tanto estrategias adaptativas, más
allá de las manifestaciones tecnoeconómicas (Tamayo Quilodrán 2007) y de los modelos
de predación óptima. En palabras de Politis (2002:71), se trata de intentar … “discernir en
los casos que sea posible, como y que factores ideológicos y sociales (además de los
tecnoeconómicos) actuaron en la configuración del registro material.” Sería el caso, por
ejemplo, de la afinidad ecológica y cultural al medio boscoso lacustre que podría haber
incidido en el asentamiento de grupos transcordilleranos en tiempos cerámicos. Para
ahondar en estas temáticas es necesario el desarrollo de una Arqueología del paisaje, con
estudios de sistemas de asentamiento que consideren los aspectos sociales y simbólicos,
además de los relacionados con la tecnología y la subsistencia (Anschuetz et al. 2001).
COMENTARIOS FINALES
La información disponible en principio nos hace coincidir con Borrero y Muñoz
(1999:49) en cuanto a que faltan aún evidencias de especialización en el bosque en
Patagonia. Tampoco vemos “adaptaciones económicas” a este ambiente como la que
proponen Pérez y Smith (2008:92), pero sí un uso efectivo y variable tanto del bosque
abierto como del cerrado, dentro de un sistema de subsistencia generalizado que incluye la
explotación variable de diferentes ambientes.
En resumen, podemos decir que en la transición Pleistoceno-Holoceno del sitio El
Trébol, se registra el uso fugaz del ambiente boscoso abierto, en un probable contexto de
exploración, con el aprovechamiento de recursos animales del MBL, incluyendo fauna
extinta, y materiales líticos de áreas esteparias al Este.
15
En el Holoceno medio se registra un aumento relativo en la intensidad y
redundancia de uso del sitio, en concordancia con la que se observa en otros sitios
comparados. La fauna de ET refleja el uso de un ambiente de bosque transicional abierto,
al cual siguen accediendo especies esteparias y/o ecotonales como el guanaco. Como en el
resto de la secuencia, hay evidencias de relaciones con el medio ecotonal y estepario
(recursos faunísticos, materia prima y artefactos líticos). Hay también evidencias de origen
marino así como de mayor intensidad de ocupación del sitio, al igual que en el Holoceno
tardío.
En el cerámico de ET y en otros sitios en bosque cerrado, entre los cuales se
cuentan muchos con arte rupestre, se acentúa el interés por el uso de un MBL semejante al
actual, facilitado por la práctica de la navegación y las ventajas aportadas por la tecnología
cerámica y el manejo de cultígenos. Esto se asocia con la presencia de una identidad
cultural más afín al MBL, relacionada con un incremento en las vinculaciones con grupos
transcordilleranos y eventualmente con la mayor frecuentación del medio por parte de
grupos del área. Particularmente en tiempos históricos se observa diversidad cultural en el
entorno del lago Nahuel Huapi, con una identidad propia del MBL pero con acceso a
ambientes adyacentes.
Todo esto nos lleva a considerar variaciones en el rango de uso de un medio boscoso
lacustre cambiante a través del tiempo, con un rol más significativo de este medio en la
subsistencia que lo generalmente propuesto hasta hace poco. A lo largo de unos 10.600
años de ocupación del medio boscoso lacustre en nuestra área se experimentaron cambios
en el ambiente, en los recursos, en la organización de los grupos humanos y en las
estrategias implementadas en su uso. En este sentido, debemos aclarar que, si bien con los
datos del sitio El Trébol solamente no es posible efectuar una evaluación definitiva de este
panorama de cambios, ellos permiten efectuar algunas sugerencias con grado bastante alto
de probabilidad, que deberán ser sometidas a prueba en otros sitios.
En referencia al título del trabajo, consideramos que en general la evidencia
disponible para el área tiende a mostrar modalidades de aprovechamiento de los recursos
que podríamos enmarcar en un Modelo de Complementariedad Ambiental como estrategia
adaptativa influida por los ambientes acuáticos, con uso efectivo del medio boscoso
lacustre, el ecotono bosque-estepa y la estepa, en el marco de prácticas variables de tipo
estacional y/o logístico a lo largo del ciclo anual que faltan precisar. Este uso efectivo de
varios ambientes implicaría una alta movilidad espacial e interacción social con diversidad
de recursos explotados, práctica de pesca, mayor énfasis en la recolección de moluscos y
16
muy probablemente de vegetales. Una modalidad de subsistencia de este tipo coincide con
modelos arqueológicos y etnohistóricos de economías mixtas mencionados en este trabajo.
Agradecimientos
A la Dra. María Marta Bianchi por su siempre valioso asesoramiento en la temática
paleoambiental. A Luis Borrero y Pablo Fernández por la lectura del manuscrito, a Luis
Orquera y a un evaluador anónimo por sus observaciones y a todas las personas que
colaboraron de una u otra forma en las diferentes instancias que dieron lugar a este trabajo,
en particular en las tareas de campo en el sitio El Trébol.
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Notas
1. Las fechas radiocarbónicas convencionales son estimadas por nosotros sobre la base de
Withlock et al. (2006:190). La categoría Nothofagus tipo dombeyi incluye las especies
dombeyi (coihue), antarctica (ñire) y pumilio (lenga).
25
Referencias de Figura y Tablas
Figura 1. Parque Nacional Nahuel Huapi (área dentro de línea cortada). Se muestra la franja
de bosque transicional según Mermoz et al. (2000), en negro parches de Unidad Alto
Andina; al Este se extiende la estepa y al Oeste el Bosque húmedo. Los sitios locales
mencionados en el texto son: 1. Meliquina, 2. Alero Larriviere, 3. Alero Los Cipreses, 4.
Cueva Traful I, 5. Valle Encantado I, 6. Cueva Cuyín Manzano, 7. Puerto Tranquilo I, 8.
Arroyo Corral I y 9. El Trébol.
26
Tabla 1. Composición faunística actual. Los datos ambientales han sido modificados de
Grigera et al. (1994); los pesos promediados igualmente de Canevari y Vaccaro (2007).
27
Tabla 2. Abundancia taxonómica de El Trébol (campaña 2002). NTR: Número Total de
Restos, tam.: tamaño, L.: Lycalopex, O: ovicáprido, L-H: Lama-Hippocamelus, p: placas
óseas, d: dientes. Q: quemado, H: huellas de corte. Hay restos de peces y moluscos
quemados. El material corresponde a 4,5 m2 y 6,32 m3. La muestra cerámica de las capas 1
a 5 está reducida por saqueo. La Capa 7d se corresponde con la del Nivel 5 de la Tabla 3.
El total de restos corresponde a un MNI de 18: aves (4), Lama (2), Hippocamelus (2), el
resto (1). Discriminando por niveles resulta un MNI de 44; aves (14), Lama (6),
Hippocamelus (6), L. culpaeus (4), Lagidium (4), Zaedyus (3) y Chaetophractus (2), el
resto (1).
28
Tabla 3. Abundancia taxonómica de El Trébol (campañas 2004 y 2006). Tam. L-H-C:
tamaño Lama-Hippocamelus-Cervidae indet., MNI: número mínimo de individuos, a:
fragmentos de asta; la muestra del Nivel 5 corresponde a 3,7 m2 y volumen excavado muy
reducido por rocas (junto a la muestra de 7d en la Tabla 2 es el total para la primera
ocupación); la del Nivel 1 a 3 m2 y 0,9 m3, es sólo una muestra.