EL MARTIRIO DE SAN FELIPE · En relación a su técnica de aplicación del color Ribera utiliza...
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EL MARTIRIO DE SAN FELIPE
FICHA
AUTOR: José de Ribera (1591-1652). JOSÉ DE RIBERA “El Españoleto
FECHA: 1639
LOCALIZACIÓN: Museo del Prado – Madrid - ESPAÑA
ESTILO: Pintura española del Barroco (Siglo XVII)
ANÁLISIS
Se trata de un cuadro realizado con la técnica del óleo sobre lienzo. La escena representa los preparativos para el martirio del santo, descrito en su
leyenda por Santiago de la Vorágine. Según dicha leyenda, murió crucificado pero no
sujeto por clavos sino amarrado con cuerdas.
Es representado San Felipe a partir de un modelo popular. El personaje se
muestra inexpresivo ante la tortura a la que es sometido al ser izado por dos
musculosos sayones. Su cuerpo inerte contrasta con la tensa anatomía de estos dos
personajes. Unos espectadores a la izquierda nos introducen en la escena aunque
asisten indiferentes al martirio. A nuestra derecha otros muestran mucho más
interés por lo que sucede.El encuadre es bajo hecho que permite representar un
inmenso espacio del cielo azul y otorgar monumentalidad a los personajes.
La composición es en aspa, con dos grandes diagonales. Una parte de la
pierna que el sayón de rojo en escorzo está levantando y termina en el brazo
derecho del santo; la otra diagonal la compone el brazo izquierdo de San
Felipe hasta las pierna de uno de los verdugos que se encuentra de espalda y hace
esfuerzo por izar al santo.
Asimismo se perciben dos triángulos formado por las cuerdas que están
izando al santo y otro contrapuesto formado por los brazos de San Felipe.
Los cuerpos están dotados de gran corporeidad y modelados por los efectos de
la luz.
En cuanto al uso del color Ribera abandona el tenebrismo de la influencia de
Caravaggio y utiliza una gran variedad de colores en una clara influencia de la
pintura veneciana. Llama la atención el rojo del sayón que contrasta con una
gama más oscura. marrones, verdes, grises. En el amplio cielo : azules, blancos ,
plateados.
En relación a su técnica de aplicación del color Ribera utiliza pinceladas
llenas de materia o pastosas.
La luz es de pleno día y cae sobre el cuerpo de santo y la espalda del
verdugo de rojo y desdibuja los contornos en la escena de la mujer y niño
creando efectos de una atmosfera luminosa y tensa.
En lo relativo al tratamiento de las figuras existe naturalismo , por la
representación de rostros populares extraídos de la calle en primer lugar en el
propio santo con bigote y barba descuidada y por otra parte un gran estudio y
tratamiento de la anatomía sobre todo en los sayones que recuerda la herencia de
Miguel Ángel.
COMENTARIO
Siglo XVII crisis política, ecónómica, hambrunas y sin embargo brillantez en la
literatura y pintura. Siglo de Oro. En el aspecto sociológico y cultural las ideas y
directrices de la Contrarreforma conducen a este tipo de iconografía que lleven a
conmover a los espectadores o fieles.
El autor Jose de Ribera " el Españoleto" que recibió este apelativo por su
pequeña estatura y su estancia en Nápoles
Su estilo comenzó con un estilo y tenebrista como en San Andrés o la mujer
Barbuda. En esta obra se mantiene el naturalismo : el rostro del santo está
extraído del pueblo pero su paleta gana en colorido que envuelve a los personajes y
crea profundidad. El mismo hecho naturalismo pero mayor riqueza cromática
se puede observar en el Patizambo o Sueño de Jacob. Esta pintura se encontraba en el antiguo Alcázar de Madrid y se piensa que fue
un encargo de Felipe IV, que quiso tener así a su patrón. En la actualidad se encuentra
en el Museo del Prado de Madrid.
EL PATIZAMBO
FICHA
AUTOR: José de Ribera (1591-1652). JOSÉ DE RIBERA “El Españoleto
FECHA: 1642
LOCALIZACIÓN: Museo del Prado – Madrid - ESPAÑA
ESTILO: Pintura española del Barroco (Siglo XVII)
ANÁLISIS
Se trata de un cuadro realizado con la técnica del óleo sobre lienzo.
Posiblemente pintado para algún comerciante flamenco (que gustaban de estos
temas), la pintura nos sitúa a un Ribera en plena evolución desde el tenebrismo
caravaggista hacia el color veneciano.
El cuadro atrae por su simplicidad, de pie en medio de un paisaje natural aparece
la figura de un niño o joven mendigo; observándolo detenidamente vemos como tiene el
pie varo, una enfermedad que le impedía apoyar el talón al caminar. En su mano porta
la muleta que le sirve de apoyo y una nota o escrito indispensable en la ciudad de
Nápoles para que los mendigos pudieran pedir limosna, en ella se puede leer en latín:
“Denme una limosna, por amor de Dios”. El joven aparece sonriendo y mirando
fijamente al espectador. Sus ropas son sucias y harapientas y denotan su humilde
condición social.
El paisaje natural es bastante realista y el cielo aparece representado con gran
claridad. La luminosidad del cuadro nos permite apreciar la madurez del artista que,
formando en sus inicios parte del movimiento tenebrista que desarrolló
Caravaggio, evoluciona hacia una pintura más clara y luminosa.
De caravaggista aún nos queda el tipo de personaje y el realismo brutal que
parece complacerse en detallar todas las monstruosidades del niño, mientras que el
color y el magnífico paisaje ya lo está relacionando con sus obras maduras.
De los aspectos técnicos interesa especialmente señalar su curioso encuadre,
con un punto de vista bajo que engrandece su figura, dándole una altura moral
mayor que se refuerza con su sonrisa, la de aquel que no se compadece de sí mismo.
COMENTARIO
Ribera nació en Xátiva, Valencia, pese a su origen español el artistas se trasladó
muy pronto a Italia donde realmente comenzó su formación aunque quizás en España
acudiera al taller de algún pintor local. En su obra se conjuga a menudo las
características del tenebrismo desarrollado por Caravaggio con el realismo y
expresividad del barroco español. Ribera recorrió varias ciudades italianas hasta que
decidió establecerse de manera permanente en Nápoles. Allí se casó con la hija de un
pintor local y comenzó a adquirir cierto renombre gracias en parte al éxito que
cosecharon sus grabados y también al hecho de que Nápoles perteneciera a la Corona
española. No se sabe a ciencia cierta quien realizó el encargo de esta singular obra,
algunos estudiosos apuntan que podría haber sido el Virrey de Nápoles quien siguiendo
el gusto de la escuela española por un realismo descarnado encarga precisamente al
Spagnoletto la realización de esta pintura; otros apuntan más bien a que el encargo
podría haber sido realizado por un notable comerciante flamenco.
Con todo no podemos asegurar a ciencia cierta quien fue el promotor de la obra pero lo
que resulta innegable es el hecho de que el artista haya utilizado la obra para mostrar
la realidad más descarnada de su época, convirtiéndose así en una obra de denuncia
social.
El gusto por lo deforme, incluso por lo monstruoso no es exclusivo de Ribera,
la idea ya había germinado en los Gabinetes de Maravillas del mundo manierista en
donde las grandes fortunas cultivaban rarezas del mundo natural (conchas,
esqueletos, fetos en formol...) e ingeniosos artificios (entre los que destacaba los
famosos autómatas que fascinaban, entre otros, a Felipe II. Este gusto por lo extraño
y extravagante se populariza en el mundo barroco (en realidad la propia palabra
alude, según alguno autores, a lo desproporcionado y bizarro)
Entre las miles de singularidades que llamaron la atención de esta época
serán especialmente famosos los bufones barrocos.
El propio Ribera no fue ajeno a este gusto estético que se encuentra entre lo
morboso y lo piadoso, y además de sus múltiples ermitaños de cuerpos desgarrados
por el tiempo y las privaciones que poblaron su época más caravagista, la cultivará
en otras ocasiones con algunos fenómenos (así se les llamaba en la época), como su
famosa Mujer Barbuda del Hospital Tavera.
BODEGÓN DEL MUSEO DEL PRADO
FICHA
AUTOR: Francisco de Zurbarán (1598-1664).
FECHA: 1650
LOCALIZACIÓN: Museo del Prado – Madrid - ESPAÑA
ESTILO: Pintura española del Barroco (Siglo XVII)
ANÁLISIS
Sobre una superficie de madera -mesa o repisa- se disponen, de izquierda a
derecha, varios recipientes de materiales, formas y empleos dispares.
Entre los protagonistas fundamentales de la obra aparece la luz, que hace
emerger esos objetos de las tinieblas y realza los colores y los volúmenes, pero tal
vez el más importante sea el efecto de silencio, que resulta casi palpable; también
lo son la maestría del autor que logra un cuadro intemporal y los propios elementos
descritos líneas atrás, configuradores de una obra que ha inspirado a críticos,
estudiosos y poetas.
El fondo neutro de color oscuro hace que nos centremos en las piezas,
pintadas de una manera muy realista. No existe una riqueza cromática, al abundar
las tonalidades oscuras y parduscas. La luz choca contra los objetos, y el foco se
encuentra en el lado izquierdo. Ésta les añade volumen a los objetos, y aporta
un estilo tenebrista. Los bodegones españoles de este período histórico son muy
opulentos, lo que contrasta con la austeridad de éste. Encontramos una minuciosa
pincelada y un perfecto dibujo. La ausencia de sombras de unos cacharros en otros
nos sugiere que el pintor fue realzándolos de manera individual.
COMENTARIO
El espectador tiene ante sí uno de los bodegones que con más frecuencia ha
sido considerado prototípico del Siglo de Oro español y una obra frecuentemente
utilizada por los historiadores del arte para ponderar la sabiduría compositiva de
Zurbarán, su gusto por lo esencial y su tendencia, en ocasiones, al rigor geométrico.
Y, sin embargo, constituye una autentica excepción dentro de la historia de la
naturaleza muerta española y abunda en caracteres que contradicen las leyes de la
perspectiva y la geometría, según es frecuente por otra parte en Zurbarán, que
nunca destacó por su dominio de la plasmación en sus cuadros de los espacios
mínimamente complicados.
Lo que convierte a esta obra en algo distinto al resto de las representaciones
del género en España es la, ya citada, ausencia del tiempo, que es precisamente
uno de los elementos que sirven para dar una unidad de contenido a otras obras de
este tipo. Frecuentemente las alusiones a la circunstancia temporal se llevan a
cabo mediante la inclusión de flores o comestibles y, cuando no aparecen estos
objetos relacionados con el mundo natural, no faltan calaveras que anuncian el
irremisible destino del ser humano y, por extensión, de todas las cosas, o relojes
que recuerdan que todo cambia para todos y que nada material permanece
inalterable.
En el bodegón de Zurbarán la única referencia temporal es la -por otra parte
imprescindible- luz con su sombra. Seguramente Zurbarán, sin apresuramiento al
pintar este lienzo, fue llevando a cabo cada elemento calculadamente -uno a uno y
en orden- lo que explica, en unos objetos, la ausencia de sombras proyectadas, y en
otros, la poderosa presencia individual que despliega. En cuanto a su colocación se
advierte que no son objetos alineados, sino que, rechazando la pura frontalidad, se
muestran algo desviados respecto de su eje natural y desde luego tal giro está
determinado para propiciar los juegos de luz y para crear de forma más verosímil y
contundente los volúmenes.
También hay que considerar que los objetos que configuran el presente
bodegón no son cacharros estrictamente populares; por el contrario, podrían
pertenecer al ajuar de un hogar con ciertas posibilidades económicas. |- Francisco de Zurbarán es un artista de la Escuela Andaluza de Pintura
Barroca Española. Aunque nació en Badajoz, se formó en Sevilla y trabajó durante
años en la decoración del Palacio del Buen Retiro de Madrid, al haber sido llamado
por Velázquez. En el siglo XVII, Sevilla se convirtió en el lugar de formación de un
grupo de pintores, como Murillo, por ejemplo. Las características del estilo de
Zurbarán están determinadas por un dibujo muy preciso y un sentido realista. Como
vemos en este bodegón, adoptó el tenebrismo para realzar la fuerza de las figuras,
aunque en otros casos usó el mismo fondo oscuro para remarcar el dramatismo. En
otras ocasiones, para mostrar una aparición divina, empleó colores llamativos.
EL AGUADOR DE SEVILLA
FICHA
AUTOR: Diego Velazquez (1599-1660). VELAZQUEZ
FECHA: 1618-1622 ?
LOCALIZACIÓN: Apsley House – LONDRES – REINO UNIDO
ESTILO: Pintura española del Barroco (Siglo XVII)
ANÁLISIS
La pintura pertenece al género del bodegón con figuras que Velázquez
practicó durante sus años de formación en Sevilla para adquirir por ese medio el
completo dominio de la imitación del natural, según defendía su suegro Francisco
Pacheco en El arte de la pintura.
Protagonistas del cuadro son un anciano aguador vestido con un capote
pardo, bajo el que asoma una camisa blanca y limpia, y el muchacho que de él
recibe una copa de cristal fino llena de agua. El muchacho, vestido de negro y con
amplio cuello blanco, inclina la cabeza, en un escorzo semejante al del joven
recadero de La vieja friendo huevos, para recoger la copa con gesto grave, sin
cruzarse las miradas. Entre ellos, casi confundido en las sombras del fondo de color
tierra oscuro, otro hombre de mediana edad bebe en lo que parece una jarrilla de
loza. El brazo izquierdo del anciano se proyecta en escorzo hacia fuera del cuadro,
apoyando la mano en un cántaro grande de cerámica en el que se dibujan las
marcas del torno, cortado en su parte inferior y sin apoyo dentro del lienzo. En su
superficie rezuma el líquido y brillan algunas gotas de agua. Ante él, sobre una
mesa o banco, aparece otra alcarraza de arcilla de menor tamaño, cubierta por una
taza de loza blanca.
Velázquez insiste en el dibujo, la luz dirigida creadora del fuerte modelado y
los aspectos táctiles de los objetos con mayor meticulosidad que en otras obras
tempranas, pero además recalca esa tangibilidad con la rotura del marco, privando
al cántaro en primer término de asiento, pues éste queda más allá del espacio
comprendido en la tela y situado en el espacio del espectador, hacia el que se
proyecta la mano del anciano. El aguador es, pese a su aparente naturalidad, el
resultado final de un meticuloso estudio del dibujo y de las posibilidades de la
pintura para recrear el natural por procedimientos exclusivamente pictóricos.
Velázquez pone el mismo interés en representar los diversos tipos humanos —por
la contraposición de edades— y la expresión de sus emociones, como en analizar las
calidades táctiles de los objetos, respondiendo a un interés científico por los efectos
de la visión en los que la luz controlada desempeña un papel fundamental por la
forma diversa de verse reflejada en los diferentes objetos.
COMENTARIO
De las pinturas tempranas de Velázquez, es la que cuenta con mayor número
de testimonios documentales y literarios, habiendo sido extensamente descrita,
aunque de memoria y con errores, por Antonio Palomino, que la ponía como ejemplo
de las pinturas de género a las que se había entregado el pintor en sus primeros años.
Su datación oscila, según los especialistas, entre 1618 y 1622, pero en todo
caso se presume sea posterior a la Vieja friendo huevos, otra de las obras destacadas
de este periodo pero de técnica más inexperta, e incluso, según insinúa Jonathan
Brown, podría haber sido pintada ya en Madrid en 1623.
El cuadro perteneció por regalo o venta a Juan de Fonseca, clérigo y
maestrescuela sevillano llamado a la corte por el Conde-Duque de Olivares donde
desempeñaba el cargo de sumiller al servicio de Felipe IV. Fonseca, por orden de
Olivares, fue quien llamó a Velázquez a Madrid, siendo su primer protector en la
corte. El retrato que Velázquez le pintó a poco de llegar a Madrid fue, según
Pacheco, lo primero de su mano que vio el rey, abriéndole las puertas de palacio. El
28 de enero de 1627 el propio Velázquez se encargó de su tasación en el inventario
de los bienes dejados por Fonseca a su muerte, dando una sencilla descripción de la
pintura, valorada en 400 reales: «un quadro de un aguador de mano de Diego
Velázquez». Como «un aguador» fue adquirido en la almoneda de los bienes de
Fonseca por Gaspar de Bracamonte, camarero del infante don Carlos, habiéndoselo
adjudicado por 330 reales a cuenta de deudas; perteneció luego al cardenal-infante
don Fernando antes de pasar al Palacio del Buen Retiro, donde en el inventario de
1700 se aventuró por primera vez el nombre de «el corzo de Sevilla» para
denominar al aguador. Más tarde se incorporó al Palacio Real Nuevo donde lo vio
Antonio Ponz y fue grabado al aguafuerte por Goya. En 1813 fue apresado por el
duque de Wellington con el equipaje de José Bonaparte tras la batalla de Vitoria y
llevado a Inglaterra. Regalado al duque por Fernando VII, permanece desde
entonces en Apsley House.
La afirmación de Pacheco de que Velázquez en sus años de formación dibujaba
con frecuencia a un aldeanillo en diferentes posturas y representando emociones
diferentes, «sin perdonar dificultad alguna», puede aplicarse a los bodegones de estos
primeros años, en los que el pintor parece querer dar respuesta a las dificultades con
las que se ha ido enfrentado, mostrando el grado de dominio y perfección técnica
alcanzado en cada momento. Velázquez responde con soluciones exclusivamente
pictóricas —la mancha de agua que escurre por la superficie de la cerámica— como
los escorzos o la representación del volumen mediante la luz —el «rilievo»—, e
independientes de su significado, a problemas ópticos y psicológicos que habían sido
puestos de actualidad por la teoría italiana del arte, unido todo ello al deseo de
emular las obras de los artistas clásicos que, según Plinio, habían alcanzado un gran
dominio de la representación del natural sirviéndose de sujetos bajos.
LOS BORRACHOS
FICHA
AUTOR: Diego Velazquez (1599-1660). VELAZQUEZ
FECHA: 1628-1629
LOCALIZACIÓN: Museo del Prado – MADRID - ESPAÑA
ESTILO: Pintura española del Barroco (Siglo XVII)
ANÁLISIS
El cuadro, realizado con la técnica de óleo sobre lienzo, fue un encargo
del rey Felipe IV.
La iconografía del tema mitológico ya aparece claramente expuesta con un
tratamiento similar en el Baco adolescente de Caravaggio
Cuadro de tema mitológico y de género ya que por una parte se nos muestra
al dios del vino y la fiesta Baco y por otra parte a unos personajes vestidos de
época, los borrachos y un bodegón . Un poco desplazado del centro, aparece Baco,
sentado sobre un barril y coronado con una gran corona de parra, se encuentra
semidesnudo , con cuerpo flácido poco musculoso aspecto, le acompaña un
personaje semidesnudo,, probablemente un sátiro con corona de hiedra.
Ante Baco un soldado se arrodilla al igual que lo haría ante un santo o una
imagen religiosa. El acto de la coronación como sátira sí que ocupa el eje central o
simetría del cuadro.Este eje dividiría a la izquierda personajes divinos y a la
derecha los humanos, los borrachos , aunque tratados con cierta dignidad.
Todos los personajes están colocados en un espacio reducido y bastante
próximos al espectador y en el último momento añadió a los dos que son los que
tienen menos luz del cuadro que ocupan el ángulo inferior y el ángulo superior
derecha.
La composición también la organiza mediante dos diagonales la primera que va del ángulo
izquierdo del personaje a contraluz poco iluminado al ángulo superior derecho donde nos
encontramos con otro personaje poco iluminado. Otra diagonal iría del ángulo superior izquierdo
donde se encuentra un personaje semidesnudo , que puede ser un sátiro, al ángulo inferior
derecho. Ambas diagonales se juntan en la cabeza del soldado
La escena presenta contrastes y dualidades que son características del barroco: personajes
divinos desnudos y vestidos los humanos, jóvenes los divinos y avejentados los humanos , belleza
idealizada de lo divino en especial Baco con su piel blanca , nacarada propia de quien no se expone al
sol y el naturalismo de los campesinos de pieles arrugadas, enrojecidas tanto por el sol como por los
efectos del vino. Estos seguidores presentan rasgos del naturalismo de Caravaggio,
Predominan los colores terrosos, marrones, ocres ; pero utiliza los colores más vivos y luminosos
en la escena central amarillo del soldado y el blanco y encarnado de Baco. . En todo caso Velazquez
ha evolucionado hacia una pincelada más suelta
La luz que procede de la izquierda incide en el cuerpo de Baco y rompe
con el tono general más oscuro del resto del cuadro.
Mención aparte merece el bodegón formado por recipientes de barro y
cristal que aparecen en el primer plano y que recuerdan la maestría en el
tratamiento de las calidades matéricas de su primera etapa sevillana. ( como el
aguador) y que conservará siempre. El reflejo de la luz en el cristal y el brillo del
vidrio lo logra mediante pequeñas pinceladas blancas , mientras los dos jarras se
distinguen del contorno con una amplia línea negra.
También existe un inicio de perspectiva aérea en el fondo realizado ya con
pincelada fina y delgada.
COMENTARIO
El cuadro se realizó en Madrid y es uno de sus últimos cuadros con
influencia de su etapa sevillana como se aprecia en el bodegón y los tipos
costumbristas.
Sobre el origen del tema se discute si fue una sugerencia de Rubens que se
encontraba o acababa de pasar por la Corte o se inspiró en algunas fiestas y
mascaradas populares que se celebraban en la ciudad y la corte,
En 1628 España se encuentra ya en la guerra de los Treinta Años, en el
reinado de Felipe IV que abandona el poder en manos de sus validos . En un siglo
generalizada económicamente, demográficamente, y sin embargo de gran esplendor
cultural con genios como Velazquez, Murillo, Lope de Vega.
Velázquez nombrado pintor de la Corte fija su estancia en Madrid y como
pintor de la Corte entra en contacto con la colección real ( ejemplos obras de
Tiziano) y conoce a Rubens cuya pintura se centraba en el color.
Estas influencias dieron lugar a que comenzara a abandonar el tenebrismo
de su primera etapa sevillana y su paleta ganara en variedad de tonos. De esta
primera etapa madrileña destacan obras como la comentada , los primeros retratos
de la Corte ( Felipe IV) y los primeros bufones..
La escena tan alejada de la mitología europea hace que algunos
consideren el cuadro como una sátira en relación con la mitología clásica un
fenómeno muy presente en la poesía y el teatro españoles de la época,
sin embargo el pintor trata en esta escena a los bufones no con burla sino con gran
dignidad.
Otros interpretan la escena como una humanización de las historias divinas y
una exaltación del vino capaz de hacer olvidar penas y favorecer , si no es en
exceso ,la creación poética.
LA FRAGUA DE VULCANO
FICHA
AUTOR: Diego Velazquez (1599-1660). VELAZQUEZ
FECHA: 1630
LOCALIZACIÓN: Museo del Prado – MADRID - ESPAÑA
ESTILO: Pintura española del Barroco (Siglo XVII)
ANÁLISIS Y COMENTARIO
En el cuadro se describe una de las escenas narradas por Ovidio en Las
Metamorfosis, es el momento en que el dios Apolo, irrumpe en el lugar donde Vulcano
(Hefesto en la mitología griega) se encuentra fabricando una armadura, supuestamente
para Marte, el dios de la guerra. Este le cuenta a Vulcano el adulterio de su esposa Venus
con Marte, Vulcano contempla a Apolo después de haber escuchado la mala noticia con
una expresión dramática, colérica y todos los personajes miran con cara sorprendida al
dios que acaba de entrar en el estudio, incluso alguno de ellos abre la boca y los ojos. Nos
encontramos pues, ante dos características propias del estilo Barroco: el interés por
captar un instante y la expresividad de los personajes, tratados con naturalismo y, a la
vez, con teatralidad.
Apolo enmarca el centro de la composición, como si abriera un paréntesis que
cierra el personaje que muestra su perfil izquierdo. Apolo lleva un manto que deja al
descubierto su torso desnudo, con una corona de laurel en su cabeza y un halo luminoso
que le rodea. El fuego de la fragua proporciona luces y sombras a la obra, posible influjo
del Barroco italiano de Caravaggio, mientras que el halo de Apolo hace que haya claridad
por la izquierda, resaltando así los dos personajes más importantes.
La figura de la derecha, en escorzo que crea mayor profundidad, completa la
composición y presenta el primer plano. La figura del fondo, que esta menos definida,
trabajada con una pincelada más difuminada, (propio también del Barroco el dominio del
color sobre la línea) recrea el plano del fondo, que queda sumido en la penumbra.
Vulcano, en el centro y de frente, tiene el protagonismo aunque la figura que está de
espaldas tiene más iluminación, además es un recurso habitual en Velázquez, como
podemos ver en El triunfo de Baco o en las Hilanderas. Las cuatro figuras del centro se
relacionan en círculo, formando un eje de coordenadas que tiene como centro el metal
incandescente, alusión simbólica al tema, donde además podemos ver la maestría técnica
de Velázquez a la hora de plasmar las calidades de los objetos, lo vemos en el metal al
rojo que acabamos de mencionar, pero también en el brillo de la armadura forjada o en
la cerámica blanca de la jarrita de la repisa de la chimenea.
Es el episodio burlesco del marido engañado, propio de la postura anti mitológica
de los pintores españoles del Siglo de Oro. Sin embargo Velázquez, la interpreta con
personajes contemporáneos, humanizando el hecho mitológico: Vulcano, es simplemente
un herrero, al igual que sus ayudantes, que son hombres del pueblo y conocen el oficio.
Esto lo vemos en sus rostros y expresiones, donde abunda el naturalismo y el realismo,
convirtiendo escenas mitológicas o religiosas
En el tratamiento espacial se aprecian cambios: la transición hacia el fondo es
suave y el intervalo entre figuras está muy medido. La pincelada es fluida y los toques
de luz producen sorprendentes efectos entre las zonas iluminadas y las sombras. Aunque
aún hay elementos del periodo sevillano de Velázquez, existe una ruptura importante
con sus pinturas anteriores y esto se debe al aprendizaje que tuvo en su estancia en
Italia. Velázquez muestra interés por el desnudo, desde que llegó a Madrid, pero este
desnudo se acrecienta en sus obras después de su primer viaje a Italia, influenciado por
las obras italianas del mundo, inspiradas en el mundo grecorromano.
De su viaje a Italia no solo recoge su interés por el desnudo sino también
la influencia de la pintura veneciana, que se puede apreciar en la llamativa túnica
naranja del dios Apolo, que además vuela de manera muy efectista, logrando dos
objetivos: plasmar la teatralidad del barroco y captar la fugacidad de ese instante en el
que el dios hace su aparición. También de su paso por Roma recoge la influencia de
Miguel Ángel y crea figuras muy musculosas. El estudio anatómico es meticuloso y
también realiza un análisis profundo de la situación de las figuras en el espacio bajo la
influencia de una luz modeladora de contornos.
Velázquez siempre estuvo obsesionado por conseguir profundidad en sus obras.
Por eso comienza a utilizar lo que se denomina “emparedados de espacio”, enfrenta unas
figuras con otras para crear sensación de profundidad, a lo que también contribuye la
inclusión de un esbozado paisaje a la izquierda del lienzo.
Es una composición dominada por una paleta algo “terrosa”, con predominio de
los tonos ocres como debe corresponder a la vida del dios de las profundidades, el viejo y
deforme Vulcano – cuya deformidad podemos observar en la disposición de la cadera,
aunque como todos los personajes de Velázquez, la dignidad y fuerza con la que es
pintado nos hacen olvidar estos defectos- , que se ve animada por las pinceladas de azul
cielo que asoma por la puerta, por el jarro de cerámica blanca azulada de la chimenea y
la cinta de las sandalias de Apolo. Todos los objetos y herramientas están trazados con
la minuciosidad de un pintor realista que puede competir con los mejores y prestigiosos
pintores flamencos. Es aficionado a los bodegones clara influencia Holandesa.
Puede haber dos lecturas sobre la elección del tema, una podría ser moral, el
poder de la palabra sobre los sentimientos y acciones del prójimo y otra al desbancar la
teoría platónica de la superioridad de la idea sobre el trabajo manual, defendida por todos
aquellos que, como Velázquez, combaten por la nobleza de la pintura, considerada hasta
entonces como un oficio mecánico y que fue la causa de que el pintor tuviese grandes
dificultades en alcanzar la encomienda de la Orden de Santiago, hasta entonces
reservada a la nobleza.
Esta obra la realizó en Roma, (Italia), sin tenerla encargada, durante el primer
viaje que hizo a Italia a instancias del pintor Pedro Pablo Rubens. Cuatro años después
de realizarlas las compro para el rey Felipe IV. Hemos podido encontrarla desde entonces
por el Buen Retiro, el Palacio Real y desde principios del s.XIX la podemos ver en el
Museo del Prado en Madrid.
Diego Velázquez nació en Sevilla el 6 de junio de 1599, fue un pintor Barroco
considerado uno de los más grandes de la pintura española, y figura indiscutible en la
pintura universal. Pasó sus primeros años en Sevilla donde desarrolló un estilo
naturalista influenciado por Caravaggio,. Se mudó a Madrid y a los 24 años fue
nombrado pintor del rey, 4 años más tarde ascendió a pintor de cámara de Felipe IV, el
cargo más importante en los pintores del rey. A esto se dedicó el resto de su vida, hacía
retratos, tanto de la familia real (las Meninas) como de los personajes de la corte y
cuadros para adornar la casa real, pinturas de historia (las Lanzas).
Su estilo evolucionó hacia una pintura de gran luminosidad con pinceladas
rápidas y sueltas. Este estilo se desarrolló gracias al estudio de los pintores reales y su
viaje a Italia donde estuvo estudiando la pintura antigua y la contemporánea. En su
última década, donde encontramos algunas de sus grandes obras como Las
Hilanderas o Las Meninas, tenía un dominio perfecto de la luz. Murió en Madrid.
LA RENDICIÓN DE BREDA
FICHA
AUTOR: Diego Velazquez (1599-1660). VELAZQUEZ
FECHA: 1634-1635
LOCALIZACIÓN: Museo del Prado – MADRID - ESPAÑA
ESTILO: Pintura española del Barroco (Siglo XVII)
ANÁLISIS.
Pintura de tema histórico de gran formato realizada 10 años después del
acontecimiento, la entrega de la plaza sitiada de Breda a los tercios
españoles por los derrotados holandeses.
La obra se divide en dos partes por un eje vertical que viene protagonizado
por la llave. Una imaginaria línea horizontal divide la parte superior , más
amplia, que está ocupada por el cielo y los estragos de la batalla y la parte
inferior ocupada por la masa de los combatientes.
Este grupo de combatientes forman un esquema compositivo curvo que se
inicia en la grupa del caballo en escorzo girando hacia el caballo del ejército
holandés y acabando en el soldado que se encuentra de espaldas con abrigo de
ante claro. Este esquema sirve para centrar el punto de tensión de la composición
en la llave que sobresale sobre un fondo claro muy luminoso.
La disposición de los combatientes es diferente. A nuestra derecha los
vencedores :los oficiales se quitan el sombrero de forma ceremonial y los
soldados alzan unánimemente las lanzas, todo ello formando estructuras verticales
Rompe esta estructura de estatismo la bandera en diagonal que nos conduce a la
llave , la mirada de un soldado ( posible autorretrato de Velázquez) que nos
introduce en el cuadro y la posición en escorzo del caballo que crea profundidad .
En la parte inferior hay una hoja en blanco con la firma del pintor cuyo
significado se desconoce
A nuestra izquierda se encuentran los vencidos holandeses pero
estoicos, están armados con unas cuantas alabardas adornadas con gallardetes de
color anaranjado, detrás una gran columna de humo. Uno de ellos mira al
espectador y otro con camisa blanca que constituye un punto luminoso es
consolado por un compañero.
Para introducirnos en el cuadro, uno de los recursos de la pintura barroca,
coloca a figuras en escorzo de espaldas y personajes que nos miran. Todo ello parece
hacernos cómplices del acontecimiento.
El tratamiento de las figuras es realista. Velázquez realiza una galería de
retratos consiguiendo captar su psicología, , consigue perfectamente la anatomía
del caballo realizado con esmero y pinceladas cortas y las diferentes calidades de
los tejidos como lana, seda o brocados .
El canon de las figuras es natural y su
modelado contribuye una poderosa luz que procede de nuestra izquierda
contribuyendo al efecto corporeidad y creando zonas de brillo en la chaqueta de
ante y grupa del caballo. efectos de clarooscuro, efectos de sombra en el suelo.
Predomina el color sobre la línea. Los colores son diversos: cálidos en primer
plano y fríos en el horizonte ( grises y azulados); y la pincelada es diferente diluida
y suelta en la lejanía y detallada especialmente en el caballo como sus crines.
El efecto profundidad se plasma ,mediante la perspectiva
aérea: en primer plano donde se disponen los soldados predomina el colorido cálido
y los detalles, pero en la lejanía los colores cambian a fríos : azules, plateados.
grises , de forma que la bruma parece fundirse con el cielo y se pierden o
difuminan los detalles en ese paisaje donde aún se perciben los efectos de la
batalla .
Ese paisaje está visto de un modo panorámico o a ojo de pájaro, hecho que
induce a pensar que el pintor se basó en mapas o grabados.
. En conclusión muestra Velazquez el barroquismo por los contrastes: Parte superior cielo y batalla , parte inferior masa de soldados.
Soldados y armas ordenados simbología de la victoria y desordenados símbolo de la
derrota.
Rostros nobles de los caballeros españoles y menos de los holandeses.
Pinceladas sueltas en la atmósfera del paisaje y pinceladas detenidas y
detalladas en los pesonajes y especialmente en los caballos.
Colores terrosos y cálidos en el primer plano y colores fríos en el paisaje brumoso y
humeante de la lejanía.
COMENTARIO
El cuadro fue encargado para decorar el Salón del Reino del palacete del
Buen Retiro siendo ya Velázquez pintor de la Casa Real.
La Rendición de Breda, llamada popularmente Las Lanzas, pertenece a una
serie de doce cuadros de historia realizados por distintos artistas, como Zurbarán,
Carducho o Antonio de Pereda entre otros, en los que destacan los triunfos
militares de la monarquía Española, decorando el salón del palacio anteriormente
citado.
Su iconografía se inspira en la obra de Calderón " El sitio de Breda".
Justino de Nassau , reclinado, en actitud de sumisión y derrota entrega la
llave de la ciudad a Ambrosio de Spinola, erguido, que con un gesto cordial le pasa
la mano por encima no humillando al perdedor. De esta manera el vencedor trata
con gran dignidad al vencido, mostrando así su nobleza.
El resto de los personajes se disponen en dos grupos : los holandeses y
españoles. Al fondo una ciudad ardiendo , Breda , y un lago .
Parece que el Conde Duque de Olivares insinuó este tratamiento para
propaganda del trato noble del ejército en Flandes donde realmente eran temidos
los tercios españoles. Cuanto mayor es el valor del vencido más se ensalza al
vencedor
Este cuadro es realizado después de su primer viaje a Italia con la que
comienza su segunda etapa en la Corte: Su viaje a Italia le permite profundizar en
el conocimiento de los grandes maestros italianos
Obras de esta etapa son : los retratos ecuestres con la sierra de Madrid al
fondo donde consigue la perspectiva aérea, retratos de Felipe IV, del
Príncipe Baltasar Carlos y de bufones como el Niño de Vallecas o Calabacillas y
también esta obra que se analiza en la que consigue el efecto de profundidad
mediante la perspectiva aérea y también un ejercicio de propaganda sobre el trato
del ejército español a los vencidos
EL PRINCIPE BALTASAR CARLOS A CABALLO
FICHA
AUTOR: Diego Velazquez (1599-1660). VELAZQUEZ
FECHA: 1635
LOCALIZACIÓN: Museo del Prado – MADRID - ESPAÑA
ESTILO: Pintura española del Barroco (Siglo XVII)
ANÁLISIS Y COMENTARIO
Este tipo de retrato es muy frecuente en el Barroco. Su origen se remonta al
clasicismo romano (recordemos el de Marco Aurelio), retomado después en el
Renacimiento (El Gattamelata de Donatello, el Colleoni de Verrochio y, en pintura
Tiziano lo ejemplifica en el Carlos V de Muhlberg), y consagrado en el Barroco en el
primer tercio del s. XVII, como representación del poder y apogeo de diversos monarcas
y otros personajes destacados en las distintas cortes europeas.
Velázquez, como pintor de corte conoció la obra de Tiziano y, aunque era un
género ajeno a la tradición retratística española, se atrevió a abordarlo. Así pintó una
amplia serie de personajes ilustres a caballo, entre ellos a los reyes Felipe III y Felipe
IV, a las reinas Margarita de Austria e Isabel de Borbón, al conde-duque de Olivares,
etc. De toda esta serie de retratos a caballo, el del príncipe Baltasar Carlos está
considerado como uno de los más destacados.
Representa al joven príncipe montado en su jaca ante un paisaje de la sierra de
Guadarrama, representado desde un punto de vista bajo, mostrando un fuerte escorzo
de la montura, ya que la obra iba a ser vista desde abajo, al estar pensada su ubicación
sobre una de las puertas del “Salón de Reinos” del Palacio del Buen Retiro, en medio de
los de sus padres, Felipe IV e Isabel de Borbón. Por este motivo Velázquez pintó al
caballo con el vientre redondeado, para acentuar el efecto plástico de pleno volumen al
ser contemplado desde el suelo. Por eso cuando en las fotografías de los libros se nos
muestra la obra desde un punto de vista frontal, el resultado es la deformidad del
caballo.
Compositivamente el cuadro es plenamente barroco, por el énfasis en el
movimiento del caballo que parece querer salirse del cuadro, marcando una diagonal
con un dinamismo que no es muy usual en el pintor, con las patas delanteras erguidas
y el movimiento en cola y crines, que se continúa en las bandas que viste el príncipe.
En cuanto al paisaje, responde al tipo que Velázquez conoce a la perfección, que
es el de la sierra madrileña, que aquí lo marca en tres bandas diagonales más oscuras
separadas por dos claras, invitando así a penetrar en el lienzo hasta el fondo, creando
así una línea de fuerza opuesta a la de la dirección del caballo, lo que genera una
contraposición típicamente barroca. El cielo es uno de los sellos de identidad del
artista, vaporoso, lleno de nubes traslúcidas que lo dejan entrever, contrastando con
franjas difusas de un azul inconfundible (recordemos aquí la importancia de la
imprimación previa del lienzo para conseguir este resultado).
En cuanto al tratamiento técnico tenemos que hablar de diferencias, según de la
parte del cuadro que estemos hablando. Así el caballo destaca por su masa cerrada y
plástica, con la excepción de la más vaporosa crin, mientras que el príncipe es un
prodigio de técnica suelta, en algunas partes tan líquida que parece acuarela, dejando
ver la trama del lienzo. La atención principal del pintor se centra en el rostro del niño
al que tan bien conoce, ya que lo lleva pintando toda su vida. Cubre su cabeza con un
sombrero negro que contrasta con su pelo y color de piel del rostro, pintado con gran
ligereza de pasta, en un trabajo rápido. Algún crítico ha dicho que al permitir que un
rayo de sol resbale por la cara del niño, ha aislado la luz para desmaterializar el rostro
y transfigurarlo, como harían más tarde los impresionistas, y gracias a esta
iluminación, se perciben los ojos del príncipe. Estamos ante una obra perteneciente a la
madurez artística del pintor, en la que su manera de pintar se vuelve cada vez más
vaporosa y profunda. El aire parece casi palpable, con tal suavidad en las gradaciones
de luz que las variaciones de intensidad entre cada zona y la inmediatamente contigua
son levísimas.
LA VENUS DEL ESPEJO
FICHA
AUTOR: Diego Velazquez (1599-1660). VELAZQUEZ
FECHA: 1647-1651
LOCALIZACIÓN: National Gallery – LONDRES- REINO UNIDO
ESTILO: Pintura española del Barroco (Siglo XVII)
ANÁLISIS
La técnica utilizada es óleo sobre lienzo, como es natural en la época.
La escena se crea a través de la suave curva ascendente que crea la
Venus (reforzada por paralelas a la misma creadas por las sábanas). Dicha línea
culmina en su cabeza que, gracias a la mirada, nos conduce a la zona izquierda en
donde el espejo y el Cupido generan ritmos ascendentes sobre el fondo cálido.
Predomina claramente el color sobre la línea gracias a la pincelada suelta.
Entre las líneas destacan las curvas suaves que cargan de sensualidad la escena, lo
cual es reforzado por los tonos cálidos (carnaciones, rojo del cortinaje...) que destacan
sobre otros tonos más neutros de sábanas y fondo amarronado, intentando crear un
ambiente sosegado conseguido a través de tonos suaves, sin excesiva saturación.
Existe un claro foco de luz procedente de la izquierda que ilumina
suavemente la escena. Su carácter es representativo, sin demasiada intensidad,
buscando ante todo destacar los volúmenes y remarcar las distintas texturas.
El espacio (no excesivamente profundo) se desarrolla en diagonal (por medio
de la mirada de la Venus) gracias a los sucesivos planos en profundidad (cama,
Venus, espejo, Cupido, cortinaje), unificándose así todos las zonas importantes del
cuadro.
Las figuras son proporcionadas y con una clara tendencia a la idealización.
Sin excesiva expresividad se busca, ente todo, la sensualidad conseguida por medio
de las posturas relajadas y el exquisito tratamiento de las texturas (desde las de las
sábanas o el lazo a las alas o las distintas carnaciones).
COMENTARIO
Nos encontramos ante un cuadro mitológico protagonizado por Venus que,
recostada, se observa en un espejo sujeto por Cupido (el dios del amor). La
interpretación tradicional de la escena es la del amor (Cupido) que se encuentra
encadenado (por unas suaves cintas) a la belleza (Venus). Como ya era tradicional,
el tema es una excusa para la creación de un desnudo femenino.
Tanto por el tema como (sobre todo) la técnica y la carga de sensualidad nos
acercan al mundo del barroco, en donde se busca convencer a través de los sentidos
(de ahí la importancia concedida a las texturas). Por otra parte, la composición tan
sumamente elaborada (pese a su aparente sencillez) que renuncia a la movilidad, el
uso de la pincelada suelta de tal calidad o la aparición del espejo son muy habituales
en Velázquez que aquí consigue una de sus más altos logros.
Nos encontramos ya en su fase más madura (pocos años anterior a las
Meninas o las Hilanderas) en donde domina por completo todos los recursos técnicos,
ya abandonado el tenebrismo de su primera etapa sevillana, así como elaborando
una pincelada más suelta y una paleta de tonos más delicados, con especial atención
al espacio y a las texturas.
Ya como pintor reconocido, y con la misión de adquirir obras y pintores para
su mecenas (Felipe IV), Velázquez viajará por segunda vez a Italia, y ya no para
aprender (como ocurrió en el primero), sino como comprador de antigüedades (ya
reales, ya en vaciados), una de las cuales tiene una clara influencia en este cuadro,
el hermafrodita desnudo.
Durante su larga estancia pudo entonces codearse con los artistas más
prestigiosos de Europa e, incluso, recibir recargos de importantes personalidades (el
Papa Inocencio X), llegando a exponer en el Panteón, lo cual estaba reservado a un
grupo sumamente reducido.
Todo este ambiente refinado y culto que le rodea es importante para
comprender la propia temática del cuadro (un desnudo) muy raro en la pintura
española y único en la obra de Velázquez, casi por completo volcado en el retrato y la
pintura de historia (Las Lanzas) y religiosa. Junto a ello, el propio conocimiento de
otros autores estimula el pincel de Velázquez, que busca un reconocimiento entre los
más grandes (Curiosamente, Velázquez no suele firmar sus cuadros españoles,
mientras que sí lo hará con los realizados en Italia).
Además de lo dicho, es evidente la influencia que tendrá en esta obra (así
como en gran parte de su trayectoria) de la pintura veneciana que ya conocía en
Madrid gracias a las excelentes colecciones regias. Tanto por el tema como por la
técnica esta obra se vincula con las pinturas mitológicas de Tiziano (Venus de
Urbino, Venus y el Amor, Danae recibiendo la lluvia de oro...) que había conseguido
renovar el género del desnudo, dotándolo de una mayor sensualidad gracias a la
pincelada suelta y el uso del color.
A todo ello Velázquez añadirá su típica visión barroca con un elemento
arquetípico, el espejo. Al igual que en las Meninas, su inclusión puede cambiar todo
el sentido de la obra, generando una serie de interrogantes (¿por qué aparece tan
difuminada su cara en él? ¿verdaderamente reflejaría la cara?...) que ha generado
una serie de hipótesis de los historiadores aún no aclaradas (Incluso parece que la
modelo de Venus existió realmente y fue madre de un hijo ilegítimo del propio pintor
que la había conocido en Italia).
Por último, el cuadro influirá en obras posteriores, especialmente en Goya y
Manet que siguen la línea iniciada por Tiziano.
LAS MENINAS
FICHA
AUTOR: Diego Velazquez (1599-1660). VELAZQUEZ
FECHA: 1656
LOCALIZACIÓN: Museo del Prado – MADRID - ESPAÑA
ESTILO: Pintura española del Barroco (Siglo XVII)
ANÁLISIS
Las Meninas –o como era conocida en su momento, La familia de Felipe IV-
es una de las obras más significativas de la producción del pintor barroco español
Diego de Velázquez. Se trata de un óleo sobre lienzo.
Estamos ante una de las obras maestras de la historia del la pintura. El tema
representado es muy simple reflejando una escena común de Palacio en el que la
infanta doña Margarita, acompañada de su corte de Damas, que reciben el nombre
de Meninas, bufones y otros personajes de la corte visitan el estudio del pintor
Velázquez en Palacio, donde se encuentra éste frente a un lienzo retratando a los
reyes, Felipe IV y Mariana de Austria, reflejados en el espejo de la pared del fondo.
Velázquez logra reflejar con extraordinaria maestría una escena de
movimiento paralizado, que, como si de una cámara fotográfica se tratase, ha dejado
inmortalizado un instante fugaz visible en las distintas actitudes de los personajes:
el bufón Nicolás Pertusato jugando a poner el pie sobre el lomo del perro, la menina
María Agustina Sarmiento acercando la bandeja con una jarra con agua a la infanta,
la mirada atenta del pintor a sus modelos mientras los retrata, la conversación de
los personajes del fondo y la entrada del aposentador José Nieto por la puerta del
fondo.
La escena se desarrolla dentro de una habitación amplia iluminada por dos
focos de luz, uno situado en primer término que entra por una ventana lateral a la
derecha del espectador y el segundo se cuela a través de la puerta abierta del fondo.
Los personajes se disponen en distintos planos de profundidad de manera que en el
plano más próximo al espectador se sitúan dos bufones y un perro, en el intermedio
la infanta, ocupando el centro del cuadro, y sus doncellas o meninas a ambos lados,
justo detrás el pintor y un poco más alejado un grupo formado por dos personas de
la corte mientras que en el fondo, justo en el punto de fuga, se sitúa José Nieto,
aposentador de Palacio, quien se ve a través de una puerta descendiendo por una
escalera para acceder a la estancia. El espejo del fondo nos abre un último plano
ficticio donde se sitúan los reyes y que estaría delante de los personajes del cuadro,
justo en el lugar ocupado por el espectador.
Toda la estancia aparece bañada por la luz que parece rodear a los personajes
dando muestras Velázquez en esta obra de su dominio de la perspectiva aérea, de
manera que los contornos de las figuras se hacen más borrosos en la medida que se
alejan del espectador como consecuencia del aire que les rodea.
COMENTARIO
Nos encontramos ante un excepcional retrato de grupo, el de la infanta, los
personajes de la corte representados y del propio pintor quien aparece ejercitando su
oficio de la corte retratando a los reyes reflejados en el espejo. Hay que ver en este
hecho un reivindicación por parte de Velázquez del oficio de pintor, de su entidad
superior frente al resto de las artes al no tratarse de un oficio y que, por lo tanto, no
debía de ser un impedimento para el deseo de ascenso social de Velázquez, ascenso
que lograría al nombrarlo el rey caballero de la Orden de Santiago tan como queda
acreditado en la cruz de Santiago que pinta en su pechera.
Diego Velázquez (1599- 1660) nació en Sevilla, donde recibió formación en el
taller de Francisco Pacheco. Convertido pronto en pintor del rey Felipe IV, tendrá la
oportunidad de estudiar las colecciones reales y, a partir de sus viajes a Italia, a los
grandes artistas “in situ”, circunstancias que sabiamente sabrá aprovechar para ir
elaborando un estilo cambiante y evolutivo en el que se iba superando a sí mismo.
Su técnica, utilizando el óleo, experimenta una prodigiosa evolución desde la
pincelada fina, de potentes volúmenes y calidades hiperrealistas, hacia otra
deshecha, verificada con grandes manchas, “impresionista”. Su temática es
abundantísima, pintando mitología, pintura de Historia, de género, paisaje, retratos
y religiosa.
Se trata de un retrato de la familia del rey Felipe IV y, por tanto, su función
podría ser netamente decorativa, ya que fue uno de los cuadros más preciados e
íntimos del monarca. En cuando a su significado, estamos ante una verdadera
alegoría del oficio de pintor y donde Velázquez hace apología de sus cualidades
técnicas para redefinir el concepto de retrato, siendo éste en realidad una auténtica
lección de pintura, donde la infanta y su séquito se convierten en cómplices de un
instante en el que el pintor sevillano retrata a Felipe IV y su esposa, Mariana de
Austria.
LAS HILANDERAS
FICHA
AUTOR: Diego Velazquez (1599-1660). VELAZQUEZ
FECHA: 1657
LOCALIZACIÓN: Museo del Prado – MADRID - ESPAÑA
ESTILO: Pintura española del Barroco (Siglo XVII)
ANÁLISIS Y COMENTARIO
La obra que vamos a comentar es un óleo sobre lienzo titulado La Fábula de
Aracne, pero conocido popularmente como Las Hilanderas. Fue pintado para don
Pedro de Arce, montero Real. Sus dimensiones fueron ampliadas en el alto y en el
ancho tras haber sufrido daños en el incendio de 1734 en el Alcázar de Madrid.
La composición es compleja y se realiza en varios planos superpuestos. En un
primer plano observamos a 5 hilanderas, preparadas para una jornada de trabajo
con lana en la Real Fábrica de Tapices de Santa Isabel, mientras que en el fondo
apreciamos a otras 3 mujeres contemplando el trabajo final, el tapiz, que sería el
resultado del concurso entre Atenea y Aracne, representa el rapto de Europa, tejido,
según Ovidio, por Aracne. A la izquierda dos de ellas conversan a la par que manejan
la rueca, la cual crea una sensación de movimiento al no poder apreciar los radios
debido a su gran velocidad, algo que se debe al uso magistral de Velázquez de
la perspectiva aérea, que distorsiona los contornos y los difumina, logrando captar el
espacio que arropa entorno a las figuras.
A la derecha se aprecian otras tres hilanderas en diferentes posturas
encargadas de hacer ovillos y cardar la lana, lo cual nos indica que hay una actitud
de realismo en esta escena cotidiana, como si fuera una foto que capta un instante y
crea sensación de movimiento, a la vez que introduce elementos
de anécdota como iluminación del brazo de una de las hilanderas que parece que nos
obliga a mirar en un primer momento a su persona para acto seguido ir a la parte
opuesta del lienzo, indicando la línea compositiva del lienzo.
En el fondo, en una estancia más elevada e iluminada a la anterior aparecen
tres mujeres observando el tapiz que cuelga de la pared ya finalizado y que nos
cuenta “la fábula de Aracne”. La fábula cuenta en una de sus vertientes que Aracne
era una de las mejores tejedoras de Grecia pero muy orgullosa y que su maestría se
comparaba a la de la diosa Atenea y le lanza un reto a la diosa que esta acepta.
Atenea ganó el reto y Aracne se sintió tan humillada que intentó quitarse la vida,
pero la olímpica se apiado de ella, aunque como castigo a su vanidad la convirtió en
araña para que tejiera de por vida.
Otra vertiente dice que es la propia Atenea la que pierde el reto contra Aracne
y su prepotencia la llevó a convertirla en araña. Se aprecia dentro del tapiz a la diosa
vestida con su armadura de guerra, mientras que en la tejedora se aprecia un vestido
tradicional griego a punto de recibir su castigo divino. Este juego del cuadro dentro
del cuadro, ya apareció en otras obras del autor, como Cristo en casa de Marta y
María, donde una escena cotidiana enmascara un tema más profundo, en este caso
mitológico, en aquel, religioso.
La técnica utilizada por el autor es una pincelada suelta, pero también con
pinceladas finas y diluidas muy bien definida para el espectador en ciertas partes
del cuadro, como en la de Atenea, que a pesar de estar alejada de la visión
principal, se puede observar los detalles de la armadura entre otros, además del
uso mayoritariamente de tonos ocres, tierra y óxidos para distinguir bien las partes
del cuadro, principalmente porque el autor recrea dos ambientes distintos dentro
de la misma obra, el primero la realización manual y la sencillez de la actividad
artesanal, para terminar en un segundo plano con la contemplación estética de la
obra finalizada. Puede ser que esta obra aluda al ennoblecimiento del arte de la
pintura, en la misma línea de Las Meninas.
Para terminar debemos decir que esta obra es la última obra que crea el
artista y pertenece al último periodo en que su pintura es más esquemática, con
complejas composiciones y llegando a un extraordinario y detallado manejo de la
luz es una de las obras cumbre de Velázquez, así como de la pintura del barroco y
de la historia del arte universal por su detallismo, trabajo del color, manejo de la
perspectiva aérea y el juego de luces entre otras que hacen que el espectador
parezca que está dentro del taller viendo trabajar a las mujeres, característica
compartida con el barroco general, que busca la complicidad del espectador,
creando escenografías teatrales. Además debido a la técnica diluida se anticipa al
Impresionismo, por esa sensación de figuras borrosas.
LA SAGRADA FAMILIA DEL PAJARITO
FICHA
AUTOR: Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682). MURILLO
FECHA: 1650?
LOCALIZACIÓN: Museo del Prado – MADRID - ESPAÑA
ESTILO: Pintura española del Barroco (Siglo XVII)
ANÁLISIS
El tema en es religioso pero tratado como una pintura de
género costumbrista ya que la familia divina, de la que no existe detalle que lo
muestre, se presenta como una familia humilde del siglo XVII con sus ropas de
color ocre como forma de aproximar lo divino a las clases populares, es decir José ,
María y el Niño eran como ellos
En la escena el niño que está idealizado juega de manera inocente a algo que
podría hacer cualquier niño mostrar el pajarillo al perro para llamar su atención .
Su padre el carpintero Jósé vestido con ropa oscura ha dejado de trabajar y se
dedica con amorosa atención a su hijo.
José ha ganado en importancia iconográfica como consecuencia de la
Contrarreforma y de la protección de órdenes como los jesuitas o los carmelitas ,
esta le tiene como patrono de sus conventos
María que está trabajando en labores de hilandera, como haría una mujer
del XVII, detiene su trabajo para mirar la escena.
En el cuadro existe una exaltación del valor del trabajo a través de
diferentes objetos como el banco y la sierra de carpintero de José o el trabajo de
María como hiladora o preparando y arreglando la ropa que se encuentra en una
cesta de mimbre de gran calidad matérica.
La composición es cerrada, cierran por el lado izquierdo la espalda de María
y la curva de la cesta y simétrica, el niño ocupa el centro del cuadro, con esquemas
compositivos triangulares en María y San José con el niño
El dibujo es bastante preciso y tiene importancia para encuadrar los colores
de factura lisa y para conseguir la calidad matérica como en la cesta
Los colores predominantes son los terrosos como marrones y ocres con los
que con la ayuda de la luz logra el modelado, en medio de estos colores resalta el
color amarillo rubio del pelo de Jesús.
El tratamiento de las figuras está dentro del naturalismo, personajes
extraídos del pueblo , de la vida cotidiana del siglo XVII todos realistas y naturales
menos el niño algo idealizado. Así mismo es notable el tratamiento matérico como
el cesto de las ropas
La luz es tenebrista. , influencia de Caravaggio, aunque las sombras no son
tan oscuras como en el pintor italiano y están algo más matizadas de modo que se
puede distinguir débilmente la habitación o las herramientas del carpintero
La luz procede del exterior entra por nuestra izquierda e ilumina los tres
rostros pero más al Niño que como se ha indicado es el centro del cuadro.. El fondo
queda en penumbra menos la esquina derecha
El ritmo viene marcado por el movimiento del brazo del niño que juega con el
pájaro y la mirada de padre e hijo hacia el perrito.
La expresión es amable y tierna destacando la sonrisa de Jesús , el juego
del Niño y la media sonrisa de María que parece intuir el fin .
COMENTARIO
Murillo que vivió desde 1617 hasta 1682 es testigo de los peores momentos
de la crisis económica con hambrunas, peste y política con la perdida de la
hegemonía de España en Europa consecuencia de la guerra de los 30 años 1618-
1648. Pero también comienza a ver cierta recuperación en el último tercio del
siglo coincidiendo con el el reinado de Carlos II, último de los Austrias.Este cuadro
se pinta en el centro de la crisis.
Se pueden señalar varias funciones del cuadro, una primera religiosa que
consistiría en despertar la piedad y acercamiento de los fieles hacia los temas
divinos presentándolos de manera que se sientan cercanos a lo sagrado mediante la
emoción y mediante la empatia con lo representado, y una segunda función es la de
exaltar el trabajo manual en un mundo en el que se rechazaba el trabajo manual
siendo el ideal del caballero vivir de las rentas.
Murillo fue pintor de gran éxito. Su estilo evoluciona en su etapa inicial
sus Cuadros de género o escenas costumbristas ( niños comiendo fruta) que tienen
influencia del NATURALISMO y del tenebrismo con colores ocres y terrosos, que
eran los más abundantes en la vestimenta de estos grupos sociales marginados, En
esto cuadros participa Murillo de algo barroco presenta , LA VIDA COTIDIANA,
con la que el espectador se sentía identificado- ellos eran los protagonistas, pero sin
mostrar rasgo de crítica social, la visión es amable
Evoluciona hacia una técnica más vaporosa utilizando tonos suaves : azul,
rosa, y la luz dorada y envolvente, además las figuras se caracterizan por la belleza,
gracia y ternura. Ejemplo Los niños de la concha El buen Pastor y sobre todo su
tema de gran éxito la Inmaculada.
LA SAGRADA FAMILIA DEL PAJARITO
FICHA
AUTOR: Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682). MURILLO
FECHA: 1660-65?
LOCALIZACIÓN: Museo del Prado – MADRID - ESPAÑA
ESTILO: Pintura española del Barroco (Siglo XVII)
ANÁLISIS
Se trata de un cuadro religioso pintado con la técnica del óleo sobre lienzo.
Murillo nos presenta a la Virgen como una joven morena, bella, y dulce,
flotando sobre nubes. Está vestida con túnica blanca y manto azul, con las manos
juntas sobre el pecho en actitud de plegaria y la cabeza ladeada mirando al cielo,
pero ha omitido la corona de 12 estrellas.
La composición es movida y dinámica. En el centro está la Virgen, de canon
estilizado y rodeándola, en movimiento curvo, los pequeños ángeles.
Existe un contraposto entre la cabeza que mira hacia lo alto y las manos en
dirección contrario, así como un cierto retorcimiento del cuerpo
El pintor evita la frontalidad destacando las líneas curvas en los pliegues
del manto y los escorzos de los ángeles.
Sobre el fondo dorado, se recorta la figura de la Virgen, envuelta en luz para
indicar la presencia divina. De su rostro y vestido blanco emana también luz.
El colorido es vivo. Predominan los tonos cálidos, dorados que contrastan
con los colores fríos como el azul. Destaca el contraste blanco y azul de la figura
central como simbolismo de la pureza.
Las pinceladas son sueltas, espontáneas, vaporosas, fluidas. sobre todo en la
zona de los ángeles.
CONTENIDO
La fuente iconográfica se encuentra en la aparición de la Virgen a la dama
portuguesa Beatriz de Silva que fundó en el siglo XVI en Toledo la Orden de la
Concepción Purísima. En la aparición, la describió con los ojos alzados al cielo y los
brazos cruzados sobre el pecho, rodeando su cabeza 12 estrellas que formaban una
corona plateada, cubierta con una túnica blanca y un manto azul.
Dicha imagen de la luna se asoció primero a la Iglesia, posteriormente a la
Asunción y finalmente a la Inmaculada Concepción. Además el sol, la luna y las
estrellas eran símbolos del saber, lo que venía a explicar que la concepción
inmaculada de María lo fue con plena sabiduría. La iconografía se completa en este
caso con querubines que portan los atributos marianos: las azucenas como símbolo
de pureza, las rosas de amor, la rama de olivo como símbolo de paz y la palma
representando el martirio.
Esta obra es así llamada por haber permanecido en el Escorial como pieza de las
colecciones reales, según parece después de ser comprada en Sevilla por Carlos III.
Murillo vive lo peores momentos de la crisis alrededor de los años 50 del
siglo y una pequeña recuperación en el último tercio del siglo coincidiendo con el
el reinado de Carlos II, último de los Austrias
Murillo fue pintor de gran éxito. Su estilo evoluciona desde su etapa inicial
con cuadros fundamentales son de género o escenas costumbristas ( niños comiendo
fruta) que tienen influencia del naturalismo y del tenebrismo con predominio de
colores ocres, terrosos , que eran los más utilizados en los vestidos del pueblo.
En esto cuadros participa Murillo de algo barroco presenta , LA VIDA
COTIDIANA, con la que el espectador se sentía identificado- ellos eran los
protagonistas, pero sin mostrar rasgo de crítica social, la visión es amable
Evoluciona hacia una técnica más vaporosa utilizando tonos suaves : azul,
rosa, y la luz dorada y envolvente, además las figuras se caracterizan por
la belleza, gracia y ternura.
LOS NIÑOS DE LA CONCHA
FICHA
AUTOR: Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682). MURILLO
FECHA: 1670-75
LOCALIZACIÓN: Museo del Prado – MADRID - ESPAÑA
ESTILO: Pintura española del Barroco (Siglo XVII)
ANÁLISIS
La obra es un óleo sobre lienzo. Pertenece a la pintura barroca
andaluza.
La pintura refleja el momento en el cual Niño Jesús da de beber agua con una
concha a su primo San Juan Bautista. Estos dos personajes son los protagonistas del
cuadro, y ocupan casi todo el lienzo. Además, en la parte superior de la obra hallamos
a tres ángeles niños que observan la escena. Éstos presentan el recurso
llamado “rompimiento de gloria”, que es la representación del plano espiritual
sobre el terrenal, todo ello enmarcado en una perspectiva fingida.
Murillo trató de representar el bautismo de Jesús a orillas del río Jordán, pero
con figuras infantiles llenas de gracia y ternura, los denominados “niños divinos”.
Encontramos un elevado nivel de idealización en los personajes.
La composición está realizada en un triángulo, con la cabeza de Jesús
en el vértice superior de éste. El cordero y el bastón de San Juan Bautista refuerzan
las diagonales. En éste último se puede leer la frase “Ecce Agnus Dei”, que son las
palabras de San Juan Bautista que aluden a la condición de Cristo como cordero de
Dios. La pintura, como muchas otras de Murillo, se encuentra envuelta por una
niebla o bruma conocida como “efecto vaporoso”, muy común en las obras de sus
últimos años.
La gama cromática de esta composición es oscura, y los personajes
son elegantes y frágiles. La función de la obra es decorativa y religiosa. En el
fondo apreciamos algunos arbustos de color verde oscuro que apenas se distinguen
entre sí, dejando todo el protagonismo a los tres ángeles, a Jesús y a San Juan
Bautista, y al cordero. El cielo es azul grisáceo oscuro, y de él resaltan los tres
angelitos, quienes están cubiertos por la bruma.
COMENTARIO
En el proceso evolutivo del sentir religioso del siglo XVII, el fervor católico se
encuentra cada vez más atraído por los temas de la infancia de Cristo y de San
Juan Bautista. A pesar de que San Juan no vio a Cristo desde que lo adoró en el
vientre de su madre hasta que lo bautizó en el Jordán, en numerosas obras que
representan la infancia de Cristo se incorpora a San Juanito, por lo menos desde
el Quattrocento florentino. Las razones que se dan respecto a esta introducción se
basan en el hecho de que San Juan Bautista era uno de los Santos Patrones de
Florencia. Reducirlo a niño y así acercarlo al pequeño Jesús satisfacía ciertos
deseos que los florentinos fueron los primeros europeos del Renacimiento en sentir.
Sin embargo, este tema distó mucho de ser un tema florentino o renacentista en sí,
y tuvo una rápida difusión por toda la Europa católica.
Murillo pinta Los niños de la concha entre 1670 y 1675. Se ha querido ver en
la composición de este lienzo una copia de la obra de Guido Reni y por ende la
posible influencia directa del artista italiano en Murillo. Sin embargo, la obra de
Guido Reni procede de una estampa original de Annibale Carraci, lo que hace
suponer que Murillo, más que un especial interés por el estilo de Guido Reni, lo que
nos muestra es el eco que se hace del ambiente religioso de la escuela pictórica
boloñesa, creadora, como es sabido, de temas de la más amplia difusión.
Nos encontramos ya en uno de los periodos de gran actividad del artista
sevillano. La obra nos muestra al niño Jesús dando de beber con una concha a San
Juan Bautista. Las figuras están acompañadas por los símbolos que las identifican.
Así, por un lado tenemos a San Juanito sosteniendo la cruz de su martirio, vestido
con la piel de camello y acompañado por un cordero. En la filacteria que rodea la
cruz se puede leer «Ecce Agnus Dei», la cual alude a las palabras de Juan Bautista,
quien llamó a Cristo el Cordero de Dios. El niño Jesús aparece de pie y en un plano
superior al de San Juanito y alrededor de su cabeza se abre un fondo de Gloria, el
cual puede aludir a su naturaleza divina.
Bartolomé Esteban Murillo perteneció a la escuela de pintura barroca
andaluza, al haber nacido en Sevilla. Se adaptó al gusto de la época, plasmando una
religiosidad familiar y tierna, siendo su mayor preocupación el colorido de sus obras.
En su juventud comenzó iniciándose en el tenebrismo, pero en las décadas siguientes
sus pinturas denotaron ternura, intimidad y misticismo.
LOS NIÑOS JUGANDO A LOS DADOS
FICHA
AUTOR: Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682). MURILLO
FECHA: 1665-75?
LOCALIZACIÓN: Pinacoteca antigua – Alte Pinakothek- MUNICH - ALEMANIA
ESTILO: Pintura española del Barroco (Siglo XVII)
ANÁLISIS Y COMENTARIO
Nació Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) un mes de diciembre –no se
sabe el día– de hace cuatrocientos años, y murió un 3 de abril, cuando contaba
sesenta y cuatro, a causa de una caída de un andamio mientras pintaba la parte
superior de un retablo para una iglesia que le habían encargado.
Murillo tenía encargos de temática religiosa por doquier, porque su clientela
provenía del mundo eclesial o relacionado con él, pensemos que la Contrarreforma
quería impedir el avance de la Reforma protestante con imaginería religiosa, entre
otros factores, por lo que estaba en auge esta iconografía; también en los hogares de
las clases pudientes que podían permitírselo. Encargos que hacía con gusto porque
él era un hombre creyente.
Mas, paralelamente, creó temas profanos, del pueblo entre ellos los retratos
de niños de la calle, dejándonos una expresiva documentación de otra cara de la
Sevilla de aquel tiempo. Una obra de género sin precedentes en España hasta
entonces, que inició en la década de los cuarenta del siglo XVII y que continuaría en
adelante.
Dos de los chiquillos juegan a los dados en posturas encontradas mientras
que un tercero come una fruta mientras que un perro le mira. Se supone que se trata
de vendedores de fruta o aguadores debido a la presencia en primer plano de una
canasta con fruta y una vasija de cerámica, jugando las escasas monedas
conseguidas, realizados todos los detalles con una impronta claramente naturalista.
Los gestos de los muchachos están perfectamente caracterizados, especialmente el
que echa los dados cuyo rostro está parcialmente iluminado por la rica y dorada luz.
Una línea diagonal une las tres cabezas de los muchachos mientras que alrededor
del centro de atención -los dados- Murillo ha creado un círculo donde se integran
gestos y actitudes.
Como viene siendo habitual en las obras de la década de 1670, el pintor
sevillano introduce una atmósfera vaporosa creada por las luces cálidas y la armonía
cromática de pardos, blancos, grises y ocres, obteniendo un resultado de gran calidad
y belleza protagonizado por las actitudes desenfadas y vitales de los muchachos. El
lienzo aparece documentado en 1781 en la Hofgartengalerie de Munich donde fue
adquirido a principios del siglo XVIII para la Colección Real Alemana.