EL LUGAR QUE OCUPA EL TRABAJO EN LOS JÓVENES MEXICANOS · trabajo que se generan con la ruptura...

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71 Revista LiminaR. Estudios sociales y humanísticos, año 4, vol. IV, núm. 2, diciembre de 2006, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. ISSN: 1665-8027 Resumen: En este texto, se pone el énfasis en una interrogante: ¿para los jóvenes mexicanos el trabajo es un referente básico en la organización de su vida en la sociedad? Esta interrogante resulta pertinente en el marco de las discusiones respecto al cuestionamiento del trabajo como eje de la construcción de las relaciones sociales. Con base en la Encuesta Nacional de Empleo Urbano y la Encuesta Nacional de la Juventud, se plantea la situación laboral de los jóvenes mexicanos, caracterizada por la precarización del empleo, y de la que podría suponerse un impacto poco relevante en la constitución de la identidad de ellos. Palabras clave: sociedad, trabajo, empleo, jóvenes, precarización del empleo. Abstract: In this text, the emphasis in a question is put: ¿for the Mexican young people the work is referring a basic one in the organization of its life in the society? This question is pertinent within the framework from the discussions with respect to the question of the work like axis of the construction of the social relations. With base in the National of the Urban Employment Survey, the labor situation of the Mexican young people considers, characterized by the employment’s precariousness, and of which a little excellent impact in the constitution of the identity from them. Key words: society, work, employment, young people, employment’s precariousness. Introducción V ivimos hoy una fuerte disputa teórica con relación a la sociedad del trabajo. Por un lado, la idea de sociedad es con fuerza criticada e incluso se piensa que éste es un concepto inútil para entender a lo social en la actualidad; por otro, hay quienes han abonado esfuerzos desde hace tiempo para demostrar la existencia de la crisis del trabajo y por tanto de los actores e instituciones a los que dio nacimiento. Dubet y Martuceli argumentan a favor de que la idea de sociedad haya sido un esfuerzo en la construcción de un objeto de estudio, una repre- EL LUGAR QUE OCUPA EL TRABAJO EN LOS JÓVENES MEXICANOS Marco A. Leyva Piña y Javier Rodríguez Lagunas A B I E R T A Marco Antonio Leyva Piña, candidato a doctor por la Universidad Autónoma Metropolitana, labora en Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. Temas: educación, trabajo y jóvenes; sindicalismo, mercados de trabajo. Dirección: Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa. Av. San Rafael Atlixco No. 186, Col. Vicentina Iztapalapa, C.P. 09340, teléfono y fax: 58 04 47 70, correo electrónico: marcolp2000@yahoo.com.mx. Javier Rodríguez Lagunas, candidato a doctor por la Universidad Nacional Autónoma de México, labora en Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. Temas: educación, trabajo y jóvenes; sindicalismo, mercados de trabajo. Dirección: Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa. Av. San Rafael Atlixco No. 186, Col. Vicentina Iztapalapa, C.P. 09340, teléfono y fax: 58 04 47 70, correo electrónico: [email protected].

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Revista LiminaR. Estudios sociales y humanísticos, año 4, vol. IV, núm. 2, diciembre de 2006, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. ISSN: 1665-8027

Resumen: En este texto, se pone el énfasis en una interrogante:¿para los jóvenes mexicanos el trabajo es un referente básico en laorganización de su vida en la sociedad? Esta interrogante resultapertinente en el marco de las discusiones respecto al cuestionamientodel trabajo como eje de la construcción de las relaciones sociales. Conbase en la Encuesta Nacional de Empleo Urbano y la EncuestaNacional de la Juventud, se plantea la situación laboral de los jóvenesmexicanos, caracterizada por la precarización del empleo, y de laque podría suponerse un impacto poco relevante en la constituciónde la identidad de ellos.

Palabras clave: sociedad, trabajo, empleo, jóvenes, precarización delempleo.

Abstract: In this text, the emphasis in a question is put: ¿for theMexican young people the work is referring a basic one in theorganization of its life in the society? This question is pertinentwithin the framework from the discussions with respect to the questionof the work like axis of the construction of the social relations.With base in the National of the Urban Employment Survey, thelabor situation of the Mexican young people considers, characterizedby the employment’s precariousness, and of which a little excellentimpact in the constitution of the identity from them.

Key words: society, work, employment, young people, employment’sprecariousness.

Introducción

Vivimos hoy una fuerte disputa teórica conrelación a la sociedad del trabajo. Por un lado,la idea de sociedad es con fuerza criticada e

incluso se piensa que éste es un concepto inútil paraentender a lo social en la actualidad; por otro, hay quieneshan abonado esfuerzos desde hace tiempo parademostrar la existencia de la crisis del trabajo y portanto de los actores e instituciones a los que dionacimiento.

Dubet y Martuceli argumentan a favor de que laidea de sociedad haya sido un esfuerzo en laconstrucción de un objeto de estudio, una repre-

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Marco A. Leyva Piña y

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Marco Antonio Leyva Piña, candidato a doctor por la Universidad Autónoma

Metropolitana, labora en Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. Temas:

educación, trabajo y jóvenes; sindicalismo, mercados de trabajo. Dirección:

Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa. Av. San Rafael Atlixco

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Javier Rodríguez Lagunas, candidato a doctor por la Universidad Nacional

Autónoma de México, labora en Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.

Temas: educación, trabajo y jóvenes; sindicalismo, mercados de trabajo. Dirección:

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sentación colectiva y una filosofía social para entenderel orden social en un momento histórico caracterizadopor el auge de la revolución industrial, de la revolucióndemocrática y de la formación de los estadosmodernos. Para estos autores, la sociedad se pensócomo un conjunto coherente organizado por algunoselementos fundamentales, diríamos nosotros, como eltrabajo. Pero rechazan la concepción de sociedad comouna totalidad organizada con un conjunto de funcionesa desarrollar, porque es obsoleta para entender lacomplejidad y la diversidad de conductas sociales en laactualidad (Dubet y Martuceli, 1998).

Asimismo, la idea de trabajo se encuentra en unfuerte cuestionamiento. Se parte del hecho social deque el trabajo asalariado es el eje de la organización dela vida social en la sociedad industrial, al conformar lasorientaciones básicas para la construcción de lasocialización, vinculación e integración social, digamosde las relaciones sociales en su conjunto. Se piensa queel trabajo, al entrar en crisis, derivará en el estallido delas representaciones sociales, instituciones sociales yactores sociales que le son consustanciales (Offe, 1992 yGorz, 1995).

Así pues, sociedad y trabajo se encuentran en fuertecuestionamiento. Aún más, si juntamos ambosconceptos, en presunta crisis, en uno solo que sería lasociedad del trabajo, se podrán ampliar los ángulos deobservación crítica que son muy diversos y disparesrespecto al mismo. Hay discursos que se inclinan por laextinción inexorable de la centralidad del trabajo, otrosmantienen cautela al reconocer que el trabajo, si bien yano mantiene la hegemonía que tenía, continúa siendoun referente estimable en la construcción de la identidadde los actores laborales y algunos académicosargumentan a favor de la importancia que tiene eltrabajo en la sociedad actual sin desconocer lastransformaciones significativas en la producción y eltrabajo que se generan con la ruptura del taylorismo-fordismo (De la Garza, 2000 y Neffa, 2004).

El reconocimiento de las limitaciones que presenta laidea de sociedad ordenada por un centro no haconducido a la renuncia para la comprensión de lo social,como dicen Dubet y Martuceli (1998), a la construcción“de una imagen empírica y filosófica de los conjuntosen los cuales vivimos”. De tal forma que la preguntaclave de la Sociología, de cómo se mantiene unida lasociedad, tiene vigencia aunque las respuestas clásicas sepresenten hoy con dificultades para comprender lasrelaciones sociales actuales.

Asimismo, las críticas al concepto de trabajo y desu importancia en la sociedad han estado presentesdesde el origen de la sociedad capitalista; sin embargo,lo interesante del debate actual es el presunto eclipsedel trabajo como eje de la construcción de las relacionessociales a tal grado que la interrogante de ¿trabajar paraqué y en qué? adquiere una importancia crucial (Gorz,1995). Al igual que en el debate de la vigencia delconcepto de sociedad, el que se cuestione el trabajo nosignifica el eclipse del mismo ni en la teoría ni comoproceso social de vital importancia en la comprensiónde la sociedad. Desde la teoría hay un conjunto deobservaciones que rechaza las críticas de la centralidaddel trabajo, por ejemplo, por la confusión que existeentre lo que es el trabajo y lo que es el empleo asalariado,por limitarse a pensar que el trabajo posee un solocontenido y, para nuestro caso en particular, por laaplicación de modelos productivos con una fuerte cargaeurocentrista que presentan dificultades para com-prender mediaciones culturales y políticas articuladasal trabajo en los países latinoamericanos (ver porejemplo a Suárez Zozaya, 2004 y Pérez Islas, 2001). Conrelación a lo empírico hay mucha información paraponer en duda la pérdida de relevancia de la industriaen el desarrollo económico, de la emergencia de nuevostipos y contenidos del trabajo que son asalariados, delascenso de las luchas sindicales y de la vigencia deltrabajo en la construcción de las identidades de lostrabajadores (De la Garza, 2000).

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Ahora bien, en cuanto a los jóvenes existe literaturaeuropea que coloca en duda la potencialidad del trabajoen la construcción de sus identidades. Por ejemplo, Gorz(1995) sostiene que la economía capitalista no está ya encondiciones de garantizar a cada uno y cada una suderecho al trabajo económicamente útil y remunerado,por lo que el trabajo asalariado deja de ser una fuentede identidad y de inserción social. Reitera que dichasituación afecta mucho la sensibilidad de los jóvenesque forjan como respuesta la aspiración a liberarse deltrabajo como una forma de tomar el poder sobre suspropias vidas. Al contrario de esta observación, haysuficiente información teórica y empírica para sostenerque el trabajo es un elemento central en la vida socialde los jóvenes y que la precarización del empleoasalariado no conduce unívocamente a una pérdidadel valor social del trabajo. El cuestionamiento a la tesisde debilitamiento o nulidad del trabajo en laconstitución del sujeto joven que se realiza en los paíseseuropeos es un indicador que nos invita a la prudenciaen la comprensión del comportamiento de los jóvenes(Sanchís, 1991). El influjo de las tesis de la pos-modernidad que orientan a pensar sin unidades sociales,sin centros sociales, digamos sin totalidad social, asícomo la seducción de incorporar explicaciones conbase en la existencia de nuevos modelos productivostrazados por la flexibilidad sin considerar lasparticularidades estructurales: de conflictos, luchas ycultura por las que atraviesa nuestro país en el que seencuentra la presencia de formas de organizacióndel trabajo, como el taylorismo- fordismo, y deformas del trabajo muy típicas para nosotros peromuy atípicas para algunos países desarrollados, sonmoneda de circulación común en el análisis de lajuventud y han generado la idea de la pérdida delvalor social del trabajo en el comportamientosubjetivo, en especial en la construcción de la identidadde los jóvenes trabajadores (Suárez Zozaya, 2004 yPérez Islas, 2001).

En este documento nos preguntamos si para losjóvenes mexicanos el trabajo es un referente básicoen la organización de su vida en la sociedad,interrogante que tiene su pertinencia en el marco dediscusiones respecto a la pérdida de centralidad deéste, que afecta el comportamiento de los jóvenes yde los adultos; asimismo, se plantea la situación laboralpropia de nuestros jóvenes, caracterizada como deprecarización del empleo, y de la que podría suponerseun impacto poco relevante para su constitución deidentidad.

Discusiones teóricas sobrela centralidad del trabajo

En la sociedad actual el debate en torno al trabajo seconvierte en un proceso complejo que pasa por ladiscusión de las dimensiones teóricas, empíricas ypolíticas. Vatin (2004) hace la precisión de que en lasociedad occidental se construyó un concepto detrabajo, que se convirtió en realidad social, sinequivalente en otras sociedades. Las discusiones respectoa la teoría y práctica del trabajo están presentes desdelos orígenes de la sociedad capitalista. Vatin efectúa unarevisión del contenido del trabajo que históricamenteadquiere diferentes representaciones y sentidos, yencuentra asociaciones con el sufrimiento que vienedesde Nietzsche, Freud, Bataille, Marcuse hasta HannahArendt, comprensiones como la del físico CharlesCoulomb que lo mira como un producto, trabajo útildefinido por el rendimiento, hasta comprensiones enlas que el trabajo es acción, es acto mediante el cual elhombre se realiza para sí mismo y para los demás.

En la sociedad capitalista el trabajo es el eje principalpara entender su organización y su produccióncotidiana, la perspectiva marxista es una de las teoríasrelevantes en el análisis del trabajo y de su probablefuturo en las sociedades. En esta óptica analítica, eltrabajo asalariado se considera como trabajo enajenado

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que tendrá que desaparecer por medio de movi-mientos revolucionarios, para dar paso a la constituciónde la sociedad socialista y, posteriormente, comunistaen las que el trabajo sería una condición para la libertady la realización de la persona.

Así, estamos ante concepciones que perciben eltrabajo de diferente forma y éste no es un ejercicioneutral ya que cada una de ellas prefigura un posiblefuturo. En consonancia con el entendimiento conceptualdel trabajo, también desempeñan un rol fundamentallos procesos políticos y sociales que acontecen en lasociedad, como el derrumbe de los países socialistas,el desarrollo de la globalización y del neoliberalismo, laaparición de nuevas formas de trabajo y de pro-ducción, la importancia que adquiere el sector terciarioy la aparición de un cuarto sector en la producciónligado a las nuevas tecnologías, y la constitución denuevos sujetos laborales con sus propias cargasemocionales y sentimentales.

En este contexto, de fuerte polémica en torno a laconcepción del trabajo, uno de los discursos que haadquirido relevancia a nivel internacional es aquel quese refiere al “fin de la sociedad del trabajo”. Laspropuestas que se hacen desde estos análisis, para lospaíses desarrollados, se han intentado hacer extensivasa otras realidades como las de las sociedades subdesa-rrolladas o en proceso de desarrollo como la nuestra. Si biense reconoce que estamos en una época de globalización,hay particularidades significativas que son de difícilaprehensión en esos discursos apocalípticos del trabajo.

Enrique De la Garza (1998) realiza una síntesis delas principales tesis del fin de la sociedad del trabajoque a continuación se presentan:

Tesis 1.- Incremento de la heterogeneidad de lostrabajadores con implicaciones en sus normas, valoresy actitudes derivada de la declinación de la industria ydel repunte de los servicios. Este cambio sensible de laestructura productiva trae como consecuencia lamodificación de las ocupaciones que se observa a través

del crecimiento relativo de trabajadores calificados,ingenieros, técnicos, empleados de cuello blanco, y laaparición de una serie de trabajos atípicos comotemporales, por hora, a tiempo parcial.

Tesis 2.- El trabajo pierde centralidad en laconstitución de identidades colectivas por lafragmentación de los mundos de vida. En este sentido,el autor apunta que la pérdida de centralidad deltrabajo es en el conjunto de las relaciones socialescapitalistas.

Tesis 3.- La disminución del peso político del trabajoen la sociedad actual se relaciona con su función degenerador de valor.

Tesis 4.- Desde la década de los ochenta, la claseobrera y las organizaciones sindicales fueron derrotadasy esto influyó en la crisis del trabajo.

Por su parte, Julio César Neffa (2004) hace un repasoabundante de los diversos planteamientos del fin de lasociedad del trabajo entre los que destaca el de JeanMarie Harrybey al presentar una agrupación creativade las posiciones respecto al tema. Según Harrybey,hay quienes conciben el fin de la sociedad del trabajocomo algo inevitable, mientras que otros piensan queel trabajo asalariado no ha finalizado. En el primergrupo hay dos posiciones: unos que se inclinan a pensarque es positiva la declinación de la sociedad asalariaday otros que perciben dicho fenómeno como algolamentable. En la posición positiva coloca a AndréGorz quien ha argumentado, desde la década de lossetenta, la tendencia irreversible de la crisis de la sociedaddel trabajo y ha supuesto que esta extinción efectivapermitirá la aparición de una economía más plural,expandiendo las actividades humanas dentro de laesfera mercantil, asegurando a todas las personas uningreso de existencia que no implicaría, en contrapartida,más trabajo. En la posición negativa, Harrybey sitúa aJ. Rifkin para quien el fin de la sociedad del trabajo esun hecho irreversible por los efectos de la globalizacióny de la incorporación de novedosas tecnologías de la

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información y de las comunicaciones que generanincrementos de la productividad y que condenan aldesempleo a la mayor parte de la población.

En el agrupamiento de los defensores de la sociedaddel trabajo, que en principio dudan de que el trabajoasalariado vaya a desaparecer a corto o mediano plazo,Harrybey los clasifica en dos tipos: por un lado, estánlos que afirman que el modo de producción capitalistapuede evolucionar hacia la satisfacción de lasnecesidades de las personas por medio del desarrollode las actividades mercantiles, adoptando modalidadesproductivas y de gestión de la fuerza de trabajo flexibles,como reducir costos de producción, aprovechar losbeneficios que ofrecería la mundialización, desarrollarel comercio y la competitividad. Por otro lado, estánlos que afirman que la centralidad del trabajo se puedemantener siempre y cuando se realicen transformacionesradicales entre el capital y el trabajo. En este punto,tanto socialdemócratas como comunistas apuestan alcrecimiento económico como una cuestión básica parapensar en la posibilidad de que el trabajo podrá tenercontinuidad en la sociedad del presente (Harrybey, 2001,tomado de Neffa, 2004).

En la discusión del fin de la sociedad del trabajohay una interesante variedad de posiciones teóricas afavor y en contra, con posturas metodológicasdiferenciadas que orientan a la construcción de datosempíricos bastante contrapuestos y a inclinacionespolíticas discrepantes. Los estados del arte respecto alfin de la sociedad del trabajo hechos por De La Garza(2000) y Neffa (2004), como hemos visto, resumen lasprincipales tesis internacionales que tienden aincrementarse pues el debate, lejos de agotarse, reaparececon intensidad mostrando sugerencias teóricas y datosempíricos necesarios de consideración.

Dubet y Martuceli, al analizar en Francia lastransformaciones del trabajo y la producción,argumentan que se rompieron los equilibrioseconómicos y sociales instalados desde la segunda

guerra mundial, dando cauce a la aparición de unavariedad de combinaciones entre la organizacióntaylorista–fordista y los nuevos procedimientos deracionalización industrial, tipificados como flexibles.Para ellos, la estructura de producción en Francia setransformó de forma considerable desde la mitad delos años setenta: el sector servicio se hizo extensivo encomparación con la contracción del sector industrial yprimario, pese a ello reconocen que las actividadesindustriales siguen siendo los sectores claves de creaciónde la riqueza (Dubet y Martuceli, 1998: 142).

En ese país europeo, según estos autores, existe unaflexibilidad del conjunto de la organización productivaque se expresa en la segmentación del mercado detrabajo, la precarización del empleo y en la frag-mentación de los estatus laborales. La flexibilidad deltrabajo se refleja en “tasa de desocupación elevada paralos trabajadores no calificados, desocupación femeninaalta, gran desocupación de los jóvenes activos y unaimportante desocupación de larga duración” que nodisminuyó pese al repunte económico de fines de losaños ochenta. Asimismo, la precarización del empleoafecta a los jóvenes: “en 1997, el 41% de los jóvenestiene un contrato con una duración determinada; en1993, 70% de los jóvenes tiene su primera experienciade vida activa en los empleados precarios” (Dubet yMartuceli, 1998:142-44).

La flexibilidad del trabajo y la producción y susefectos negativos en la clase trabajadora carecen deasidero claro para las tesis del rechazo de la centralidaddel trabajo en ese país. Los autores que comentamosmantienen una posición de cautela respecto a la relacióntrabajo e identidad al señalar que “el trabajo siguesiendo un lugar privilegiado de construcción de unade las representaciones dominantes del sujeto de nuestrasociedad, pero ya no tiene el rol hegemónico con elcual se beneficiaba antaño” (Dubet y Martuceli, 1998:148). Estos autores se mantienen en una encrucijada, yaque por un lado sostienen que el trabajo deja de ser el

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referente exclusivo en la integración social, en laorganización de la sociedad y en la constitución designificaciones y valores, y por otro lado, no se decidena restarle importancia, de tal forma que el trabajo es yno es al mismo tiempo fuente de identificación. Estaopción es poco convincente al titubear en proponerquién ocupará el lugar que deja el trabajo y por ello selimitan a suponer que en lugar de ese centro apareceuna pluralidad de lugares de identificación, todos conla misma influencia, aparentemente.

Esta transición de la centralidad del trabajo a otraposición en la que ocupa un lugar sólo de privilegio,condición que comparte, sin saberse con claridad surelación, con otras dimensiones de la realidad, permitela aparición de sugerencias como ésta: “La significaciónsubjetiva del trabajo difiere según la posición del individuoen lo alto o en lo bajo de la jerarquía profesional. Esarriba de la misma que se colocan en primer lugar lasdimensiones expresivas del trabajo, mientras que lascategorías sociales colocadas en el nivel más bajo de lajerarquía tienen tendencia a acentuar las dimensionesinstrumentales del mismo” (Dubet y Martuceli, 1998: 149).

Se puede derivar de la anterior sugerencia teóricaque la mayoría de la población que se sitúa en generalpor abajo de la jerarquía profesional viviría el trabajocomo una obligación y buscaría espacios fuera de él paradesarrollarse como individuos. En contraparte, lasminorías gozarían de un trabajo que les permitiría surealización personal y social. Esta dicotomía presuponeque la clase obrera fue un conjunto homogéneo conuna identidad similar y compartida que se desgaja hoydía por los procesos de transformación del trabajo yde la producción, para dar paso a una heterogeneidadestructural laboral, por lo menos dos bloquesdiferenciados de trabajadores que enfrentan situacioneslaborales distintas con su propia generación de identidad.Presupuesto que ya ha sido criticado pues en el pasadola clase obrera no fue tan homogénea como se pensaba(De la Garza, 1998).

Criticar las teorías tradicionales de la sociedad es unesfuerzo interesante de creación de conocimiento social;sin embargo, aún no aparecen planteamientos teóricosconsistentes como los criticados, pues lo nuevo en lateoría presenta dificultades fuertes como lo expuestopor Dubet y Martuceli cuando realizan la separaciónentre lo instrumental y lo expresivo para entender lasubjetividad que emerge de un trabajo fragmentadocomo el que prevalece en la actualidad. Estas su-gerencias presentan debilidades conceptuales másfuertes de las que intentan corregir, ya que pueden existirsituaciones en las que se manifiesten, en un mismoagregado de trabajadores o de actores sociales, tantola racionalidad expresiva y la instrumental, como es elcaso de los jóvenes mexicanos.

A la par de las tesis del fin de la sociedad del trabajoaparece una serie de respuestas que pone en evidenciateórica y metodológica esas propuestas. Como bienlo mencionan Dubet y Martuceli, la expansión de losservicios no ha significado una pérdida importante dela industria en la generación de la riqueza. También deLa Garza señala que la caída de la ocupación industriales en Europa y en Estados Unidos, en cambio en lospaíses del sudeste asiático se dan otras tendencias, asícomo en Canadá y en América Latina, lo cual no dejade mostrar el carácter eurocentrista en muchas de lasconsideraciones sobre el futuro del trabajo (De laGarza, 2000). Hayman (1996), por su parte, cuestiona laidea de la existencia de una edad de oro del sindicalismoen términos de unidad y homogeneidad en los estadosfordistas y en su lugar sostiene que la clase obrerasiempre ha sido heterogénea, aunque dicha situaciónadquiere sus particularidades según el momentohistórico.

Como la pretensión de este trabajo no es laexposición de todas las críticas a las tesis del fin de lasociedad del trabajo, se consideran las expuestas comoindicativas de las debilidades de esas propuestas paraexplicar la crisis del trabajo en términos de centralidad,

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lo que sugiere por lo menos precaución en su aplicaciónpara los países de América Latina en donde la situaciónlaboral pasa por cortes históricos y procesos socio-políticos específicos que la dotan de singularidades quedeben tenerse en cuenta.

Si las narrativas de la crisis del trabajo, queinevitablemente presagian la extinción de la sociedadindustrial, se han recibido con una actitud crítica, igualsuerte han corrido aquellos planteamientos que sostienenque las normas, valores y actitudes de los jóvenes ya noestán constituidos por el trabajo. Hay que señalar que lasnarrativas de las nuevas identidades juveniles, comoformas de constitución de subjetividad, tienen un fuerteanclaje en la idea de la desaparición del trabajo como ejede las sociedades actuales. Sin desconocer la fuerza delas transformaciones significativas del trabajo y de laproducción, que presenta particularidades importantessegún los países y ramas productivas, consideramos queson aún apresurados esos diagnósticos que en teoríaimpresionan pero carecen de evidencias empíricas sólidasy más para nuestro país.1

Sanchís (1991:82) realiza una exposición crítica y muycompleta de las propuestas de los valores y actitudesde los jóvenes (poniendo énfasis en la dimensiónpolítica) respecto al trabajo en Europa. Sostiene que espeligroso mirar el problema de la desocupación sólodesde el lado de la oferta pues serían los propios jóvenesquienes —con su elevada exigencia de empleo, rechazode la disciplina laboral y escasa motivación hacia eltrabajo— se autoexcluyen del empleo. En las literaturasespañola, italiana y francesa, los postulados conceptualesque atribuyen a los jóvenes actitudes de rechazo altrabajo, muestran con ironía creencias populares comola de que: “los jóvenes no tienen ganas de trabajar” ysostienen que es falsa la tesis de que los jóvenes actualesrechacen el trabajo y que el mecanismo de socializaciónpor medio del trabajo se haya roto. Asimismo,reconocen que si la crítica se fundamenta en términosde que “el trabajo ha dejado de ser un valor central y

cada vez es contemplado sobre todo en sus aspectosinstrumentales, es decir, como medio para conseguirotras cosas, entonces la cuestión se complica bastante,pues datos empíricos y diversas líneas interpretativasllevan a conclusiones no convergentes” (Sanchís, 1991:

83-84).El autor comentado señala críticas metodológicas

interesantes que hasta el momento consideramos no sehan resuelto, por ejemplo: ¿con quién comparar a losjóvenes, con los de la generación anterior, con loscoetáneos adultos, con un antes idílico en el que habíaconciencia profesional, esperanza en la promoción,amor al trabajo y satisfacción en la obra bien hecha?

Por la importancia que tiene para este documentola interesante discusión de la centralidad del trabajo enlos jóvenes realizada por Sanchís, a continuación sepresentará una síntesis de la misma. Para Cuvillier (1974)el trabajo es una obligación desagradable producto de lanula participación del trabajador en su diseño, lo quelo convierte en fuente de tedio y de su empobre-cimiento como ser humano. Al negar su dimensiónexpresiva aflora como un mal necesario para ganarsela vida del que se excluye todo placer y potencial derealización personal y social. De esta observación Sanchíssugiere que los valores que se supone deberían gobernarlas actitudes de los jóvenes frente al trabajo nuncafueron demasiado centrales.

Asimismo, Cottereau (1979) señala que en elcapitalismo industrial, tanto para las muchachas comopara los muchachos, el trabajo obrero nunca fuecontemplado como un fin en sí mismo capaz dedefinir las esperanzas de la mayoría. Hace una diferenciaentre la obligación al trabajo asalariado y la adhesiónideológica a éste. Discrepancia que conduce a la tesisde que la descalificación del trabajo al extenderse derivaen una concepción instrumental, que no significarechazarlo o boicotearlo (Sanchís, 1991: 87).

Desde una posición escéptica, Romagnoli (1984)parte de la dificultad de encontrar una demostración

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convincente de la centralidad del trabajo para losadultos, de la cual deriva la sospecha de que muchode lo que se ha dicho sobre la crisis del trabajo tieneuna gran carga ideológica. Este autor pone enentredicho las opiniones de aquellos que afirman quelos jóvenes empiezan a manifestar una relación diferenterespecto al trabajo, pues habría que preguntarles¿diferente respecto a qué, al orgullo de un oficio queya no existe o al instrumentalismo de las sociedadesopulentas? No hay respuestas convincentes a estasdiferencias, sin embargo, la actitud de los jóvenes haciael trabajo asalariado podría ser su rechazo masivo, loque no es una novedad, pero contra el trabajo no se haproducido nada de este tipo.

De los anteriores planteamientos, es necesarioconsiderar algunas advertencias como la inexistenciade un grupo juvenil cuya ideología contenga el rechazoal trabajo para diferenciarse respecto al adulto, y lainvolución del trabajo de una concepción centrada enel valor a otra que lo percibe como un mero instru-mento para obtener cosas.

Accornero (1980) confirma que los jóvenes norechazan el trabajo, ni como prejuicio ni comocomportamiento (Sanchís, 1991: 89). Esta posición serefuerza en el informe de Schwartz (1982) al incorporaruna sutileza que es necesario tener presente: los jóvenesno rechazan el trabajo, lo desmitifican; el supuesto esque el trabajo descalificado ya no permite la realizaciónpersonal de los jóvenes, al desvincular la produccióndel sistema de valores. Tal situación lleva a que los jóvenescuestionen los modelos jerárquicos tradicionales y laparcelación de las tareas, y en su lugar reivindican másautonomía en la organización del trabajo y a su vez,aunque parezca ambiguo, reconocen en el trabajo unsentido de utilidad.

En España, Moncada (1979) reconoce que losjóvenes tienen una imagen idealizada del trabajo, sinembargo, se conformarían con cualquier tipo de trabajo.Advierte que es un error común afirmar que la juventud

no desea trabajar, sino divertirse. De esta apreciaciónSanchís reitera que ninguna investigación empíricaespañola ha detectado la existencia de actitudes uopiniones de rechazo cuantitativamente relevantes.

La OCDE (1984) coincide con los planteamientosanteriores al constatar que carecen de fundamentolos temores de que la ética del trabajo sea rechazadapor los jóvenes, más bien éstos tienen una actitud críticafrente al trabajo y se encuentran preparados paraadaptarse al mismo. Este organismo internacional noencuentra diferencias sustanciales entre los jóvenes ylos adultos ya que ambos se acomodan al empleoque tienen.

Capecchi (1980) concluye que hay un elevadoporcentaje de jóvenes que, de una u otra manera,combina el estudio con el trabajo. Además, observa latendencia de que los jóvenes abandonan los estudioscuando se les presentan oportunidades de empleo, locual pone en aprietos la tesis del rechazo del trabajo(Sanchís, 1991: 94).

Blanch (1986), apoyándose en resultados de unainvestigación realizada en diferentes países, expone queen las sociedades occidentales el trabajo siguepercibiéndose como un valor central en la confor-mación de creencias y actitudes, y por lo tanto en laconstrucción de identidades. Tanta es la influencia deltrabajo en los valores de los jóvenes que recomiendaluchar contra esa hegemonía como una forma deterapia preventiva de salud mental.

Desde estudios de satisfacción laboral realizadosen jóvenes ocupados, se coloca en aprietos las tesis derechazo al trabajo. Galland, Romagnoli (1984) y GarcíaFerrando (1984) manifiestan que los jóvenes en sumayoría se encuentran satisfechos con su trabajo, a pesarde las duras y malas condiciones de éste. Sanchísreinterpreta lo anterior en el sentido de que los jóve-nes, más que satisfechos con el trabajo, se considerancon la suerte de encontrar un espacio en el mercado detrabajo. En consecuencia, trabajar tiene aceptación en

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los jóvenes, lo que cuestionan es el tipo de trabajo ycómo se hace (1991: 101).

Neffa (2004) realiza una síntesis de las tesis quepromueve el Centre des Jeunes Dirigeants de Francia yresalta lo siguiente: “el pleno empleo nos ha hecho olvidarque el empleo asalariado no debe ser el único vector dela actividad social, ni la empresa el único lugar desocialización”. Crítica que se basa en la diferencia entretrabajo y empleo asalariado; al primero se le concibecomo fuente de realización personal, de relación social yde subsistencia para el hombre, mientras se sugiere queel segundo sea abolido. Esta agrupación juvenil proponela desaparición de la influencia que tiene la empresa en lavida de los hombres por sus resultados como lageneración de desempleo y de exclusión. La renuncia ala sociedad-empresa y en su lugar la constitución de unasociedad multiactiva reivindicará el valor del trabajo almargen del empleo asalariado.

El fin de la centralidad del trabajo en la cons-titución de la sociedad actual y la venidera se enfrentaa cuestionamientos de envergadura en las sociedadeseuropeas y norteamericana, y el intento de hacerlosextensivos a los países en desarrollo se vuelve muyproblemático ya que significa obviar la historia deeste continente y la multiplicidad de procesos políticosculturales y de lucha que contextualizan la formaciónde subjetividad y de identidades. Es cierto que se viveen un mundo globalizado pero eso no implica ladesaparición de desigualdades entre los países, alcontrario, se han conformado nuevas asimetrías queexigen mantener en el análisis las diferencias históricasy presentes del trabajo y la producción que sonespecíficas para nuestros países. De tal manera que eldesempleo en las sociedades desarrolladas ysubdesarrolladas, como las de América Latina, tienediferencias en cuanto a sus causas, sentidos y posiblessoluciones (Pries, 1992).

En la literatura expuesta se resalta la inclinación amantener la concepción de que el trabajo continúa

siendo un elemento importante en la vida de los jóvenes.Al contrario de concepciones comunes se refuerza laidea de que, en lugar de rechazarlo, le conceden unvalor alto; los motivos de esta elección, sus probablessentidos y derivaciones políticas son los temas que seencuentran en discusión, ésta es una situación pro-blemática a la que también se enfrentan los adultos. Elexamen de la centralidad o no del trabajo en la vidasocial es un tema abierto y en debate, pero comosostiene Sanchís hay que tener una actitud de alerta a lasderivaciones políticas de cualquiera de los plan-teamientos que se realicen, como en el caso de laafirmación de que son los propios jóvenes quienes seautocondenan al paro a causa de los valores y actitudesque mantienen ante el trabajo, que de paso es necesarioseñalar su debilidad en cuanto a datos empíricos.

Precarización del empleo de los jóvenes

La situación económico-política imperante en el país,resultado de la aplicación de políticas económicas,laborales y productivas de carácter neoliberal,combinadas con el achicamiento del Estado, ha im-pactado de manera negativa la seguridad social y hatraído como consecuencia la degradación del trabajoque tiene una de sus expresiones en la precarización delos empleos. Así tenemos que en el período 2000-2004

la desocupación abierta tuvo un crecimiento pocosignificativo, pues representó menos de un puntoporcentual, situación similar mostró la generación deempleos al aproximarse al uno por ciento.2 Lossectores primarios y secundarios, en términosgenerales, tuvieron un retroceso, a diferencia delterciario, que en sus distintas ramas creció de manerasignificativa.3

El comportamiento del empleo presenta di-ferencias por sexo a tal grado que se tiende a hablarde una feminización de la fuerza de trabajo. El empleoentre hombres y mujeres disminuyó en cuanto a la

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proporción de trabajo asalariado. Este procesocaracterizado como de asalariamiento de las mujeres,se ubica con predominio en los sectores de lamanufactura y los servicios, lo que no significa unabatimiento de las desigualdades de género.4

Los índices de bajo desempleo pueden sersatisfactorios para las autoridades laborales, pese alas deficiencias que existen en la metodología paramedirlos, pero para las mayorías su suerte es depreocupación ya que el mercado de trabajo funcionacon ineficiencia si tomamos en cuenta que los empleosque se ofrecen son empleos precarios, con salariosdesvalorizados y condiciones de trabajo decrecientes.

El crecimiento del sector servicios y de algunasramas del sector secundario ha generado empleos enlas microempresas en donde los trabajadores tienenjornadas de trabajo reducidas o demasiado extensasrespecto al promedio, se encuentran sin pago salarialo con mínimas remuneraciones y sin acceso a laseguridad social (Salas y Zepeda, 2003: 56).

De la Garza ofrece información que fortalece elaspecto anterior de degradación del trabajo al señalarlo insuficiente del salario mínimo actual para sostenerel nivel que se tenía en 1993, porque éste sufrió unacaída real de 33.3 % entre el 2000 y el 2005 y sólo creció4.3% en el mismo período (De la Garza, 2006).

Además, en ese período del análisis, el 44 % de lostrabajadores asalariados no tiene contrato escrito, el41.6 % no cuenta con prestaciones; además, desciendeel porcentaje de trabajadores que cuenta con pres-taciones de salud (pasó del 60.9 % al 57.9 %), y granparte de la población trabajadora no tiene contratoescrito ni cuenta con estas prestaciones.

En términos generales, las condiciones laborales delos trabajadores son difíciles, o mejor dicho, angustiantes.Todo indica que nos tenemos que acostumbrar a lageneración de empleos precarios y a salarios que nocumplen los mínimos requisitos para una reproducciónsocial adecuada de los trabajadores. La reestructuración

de la actividad productiva y la desregulación de losmercados de trabajo para buscar mayor competitividadinternacional llevan a la incertidumbre y pérdida de losderechos laborales. Aun así, es temerario sostener queel trabajo dejó de constituir un referente básico en laconstrucción de la subjetividad de los trabajadores (Dela Garza, 1998).

En el contexto laboral presente, de acuerdo con laEncuesta Nacional de Empleo, la juventud mexicanaque pese a los niveles de desempleo5 se vincula almercado de trabajo, por lo menos al momento deaplicarse dicha encuesta, es la siguiente: el 43.9 % de losjóvenes sólo trabaja y un 16.1% trabaja y estudia, perosi sumamos ambos porcentajes tenemos que un 60%

de los jóvenes mexicanos se encuentra vinculado aalguna actividad económica. Con independencia de lasrazones que ellos tengan para trabajar, se puedeobservar que la necesidad de tener un empleo es unacaracterística vital de la población juvenil mexicana: sietede cada diez jóvenes ha tenido una experiencia laboral.

En los jóvenes mexicanos el trabajo es una formade vinculación con el mundo social, además de que unaparte significativa de ellos tiene contacto con algunaactividad económica; se unen desde edades muytempranas al mercado de trabajo; más del 90 % tiene susprimeras experiencias laborales desde los 11 años, perotambién tiende a combinar el trabajo con los estudios.De los encuestados, 54.6 % se encontraba estudiandocuando comenzó a trabajar y la cifra crece en laspoblaciones más jóvenes y se reduce en las más adultas.

Para los jóvenes, tener una escolaridad se convierteen una condición favorable para su inserción en elmercado de trabajo. La percepción de un grupoconsiderable de jóvenes es de que la escuela es un meca-nismo que les permitirá alcanzar un empleo bienremunerado, incluso el 68 % de ellos, que por algunarazón abandonó sus estudios, desea retornar a la escuelapara aprender algo más y, sobre todo, para obtener unmayor ingreso.

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Cuando tienen concluidos sus estudios a nivelprimaria aumentan sus posibilidades en comparacióncon aquellos que no tienen estudios, y dicha situaciónse mantiene en 1.8 veces de encontrar un empleo conrelación a los que han logrado obtener el nivel desecundaria. Lo contrario ocurre cuando se haconcluido el nivel medio superior, pues la presenciajuvenil decrece en el mercado y puede entenderseporque los jóvenes, cuando tienen mayor posibilidadde continuar estudiando, retrasan su inserción en elmercado laboral por su permanencia en la escuela. Alas mujeres les acontece similar situación que a loshombres, porque si no cuentan con ninguna instrucciónse les impide obtener un empleo en un 0.5 encomparación con tener secundaria. Con nivel depreparatoria la probabilidad de entrar aumenta 1.2

veces más que si sólo hubieran terminado la secundaria.El aumento en el nivel de escolaridad y en la tasa de

desempleo en la población de 15 a 29 años coloca entela de juicio el imaginario tradicional que señala quedespués de la educación formal siguen la posibilidadde empleo, autonomía económica y participación socialy económica (De Oliveira, 2006).

Los jóvenes se constituyen en diversos grupossociales o estratos que presentan diferencias ydesigualdades entre ellos; los que se encuentran en unaescala social más alta cuentan con mayores posibilidadespara beneficiarse de las condiciones institucionales queofrecen la escuela y el trabajo. Éste es un hecho socialde impacto diverso en los sectores juveniles en cuantoa sus expectativas y logros en lo laboral y escolar, enparte porque están sujetos a la oferta y demanda de losmercados laborales y por sus formas de vinculacióncon redes sociales que poseen capital social y cultural(De Oliveira, 2006).

Los jóvenes que tienen el privilegio de terminarsus estudios de licenciatura prolongan el tiempo paraemplearse: el 25.1 % tarda un año, el 15 % dos años,el 23.2 % cuatro años y el 9.2 % tres años, diferencias

que pueden obedecer a las exigencias profesionalesde los egresados que se enfrentan a un mercadolaboral precario. Además, el hecho de que el 40 %

de jóvenes se integre con cierta prontitud a unempleo no indica como necesaria una dinámicaatractiva de los mercados de trabajo, incluso se puedeadvertir un acceso a cualquier empleo (muchas delas veces precario) en la medida en que es mejortener un ingreso a esperar cubrir las exigencias deun mercado de trabajo que, por un lado, demandapreparación teórica y conocimiento práctico y, porotro, ofrece inestabilidad e inseguridad laboral(Sanchís, 1991).

La precarización del empleo que se logra vislumbrarpara los jóvenes que tienen una profesión se hace másdelicada para los de estratos más pobres, quienes optanpor cualquier tipo de trabajo y postergan, retrasan odesertan del sistema educativo y, por lo tanto, susexpectativas de vida son limitadas y la oportunidadpara su reproducción social se reduce significativamente(Navarrete López, 2006).

La inserción en el mercado de trabajo por parte delos jóvenes puede ser diferenciada en el interior de lapoblación juvenil. Para un sector de jóvenes se observantiempos de desempleo cortos y también reducidospara encontrar trabajo; el 73.8 % ha buscado y en-contrado trabajo entre uno y tres meses, 9.6 % tarda decuatro a seis meses y el 4.3 % tarda siete meses o más.La rápida inserción obedece a que estos jóvenes seincorporan a trabajos informales mal remunerados, alcarecer de experiencia laboral y de calificaciónprofesional. Esta situación probablemente no semodificará para muchos, pues la degradación deltrabajo como condición estructural del empleo en pocose modifica con la llegada a la edad adulta.

La información proporcionada por la encuestapermite poner en duda las tendencias del pasado encuanto a la inserción laboral de los jóvenes. Actual-mente, hay una idea común de la existencia de una

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moratoria social de los jóvenes en su incorporación ala estructura del empleo; por ejemplo, para los jóvenesespañoles su inserción al empleo se calificaba comode rápida y segura en la época del Estado de Bienestaren comparación con la del neoliberalismo que seconcibe como lenta, difícil e incierta (Prieto, 1999).

En México, los jóvenes tienden al empleo precariomás que en otras poblaciones de trabajadores; además,se puede observar un proceso con matices significativosdiferentes al caso español; la experiencia laboral desdetemprana edad de los jóvenes mexicanos, en laactualidad, al menos por los resultados de la encuesta,nos indica una inserción rápida pero con altos nivelesde inseguridad laboral, lo cual cuestiona la presuntamoratoria social de ellos, y nos sugiere que el trabajopara los jóvenes mexicanos sigue siendo el parámetrode integración social y de inserción en la vida adulta

Por otro lado, las actividades económicas, con-siderando el primer empleo, que más absorben fuerzade trabajo juvenil son las relacionadas con el comercio,empleados y agentes de venta que conforman el 21.4

%; luego vienen las actividades agrícolas y ganaderascon el 14.9 %; le siguen los ayudantes, peones y similarescon el 12.2 %; los servicios domésticos con el 10.8 % y,finalmente, los servicios personales con un 9.5 % departicipación. Es notorio que en actividadesrelacionadas con el trabajo industrial es poco signifi-cativa la presencia de los jóvenes, pese a que el 14.7 %

inicia su primer empleo en la manufactura. Si con-sideramos, ahora, el último empleo tenido, estasproporciones son similares a las comentadas. De losencuestados, son pocos los que tienen relación conactividades profesionales: 2.8 % de técnicos, 4.4 % comooperadores de maquinaria fija y 1.9 % como tra-bajadores de la educación (Instituto Nacional de laJuventud e INEGI, 2001).

Los jóvenes se insertan en uno de los sectores que seconciben como el futuro del desarrollo de los países opor lo menos como el inevitable: el terciario. Sin

embargo, y a diferencia de lo que ocurre en los paísesdesarrollados, en México este sector se caracteriza porsu bajo nivel tecnológico y por condiciones laborales yde seguridad social precarias que dejan mucho que desearpara el futuro laboral de los jóvenes y sugieren muchasdudas en cuanto a una modernización económica yproductiva que pueda ser equiparable con los paísesdesarrollados.

Con relación al salario, según la Encuesta Nacionalde la Juventud (ENJ), el 45.8 % manifestó ganar menosde 1500 pesos mensuales en su último empleo, 34 %

entre 1500 y 3999 pesos y un 8.7 % se ubicaba entre 4000

y 7000. Así, ocho de cada diez jóvenes gana hasta 4000

pesos mensuales. En general, parece que la tendencia amejorar el ingreso al pasar del primer empleo al últimoes fuerte. Pero nada garantiza que la movilidadocupacional sea un indicador fehaciente de mejoralaboral y salarial. Al contrario, la degradación del trabajose puede exacerbar con el tiempo por las políticaslaborales orientadas a la flexibilidad salvaje y por laineficacia de las políticas contra la pobreza.

En este contexto de pocas esperanzas para modificarlas tendencias de la degradación del trabajo, cabe destacarque la retribución salarial es la principal preocupación delos jóvenes mexicanos (69%), seguida de los serviciosmédicos y otras prestaciones (6.4%). Lo anterior puedeobedecer a diferentes razones que no se pueden aclararpor medio de la encuesta; sin embargo, se pueden hacersugerencias como la influencia que puede tener el nivelde pobreza en el que vive la mayoría de la población, lasexigencias de consumo y el hecho de ser autónomos acorta edad. De cualquier forma, el salario indigno quese les ofrece a los jóvenes mexicanos deriva decondiciones estructurales y de estrategias empresarialesque poco se modificarán en un modelo de desarrolloneoliberal, en el que la precarización del empleo se haconvertido en una condición social: sólo el 11% de losjóvenes cuenta con buenas remuneraciones y condicionesde trabajo no precarias (De Oliveira, 2006).

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Pese a la degradación del trabajo a que se vensujetos, los jóvenes, en apariencia, no muestran unadesafección al trabajo, el tiempo que dedican a susactividades laborales es significativo; los jóvenesencuestados manifestaron que, en su último empleo,su dedicación semanal fue de la siguiente manera: un5.2 % trabajó más de sesenta horas, 64 % le dedicó 40

horas o más y un 23.8 % menos de treinta horas. Estasituación preocupa aún más en un medio laboral consalarios castigados que, sin embargo, supone jornadascompletas de trabajo compatibles con los estudios.

La tendencia anterior que cuestiona las tesis de unrechazo de los jóvenes al trabajo se refuerza cuando seobserva que los niveles de rotación laboral son pocopreocupantes, pues recordemos que ésta se encuentraasociada a la desafección al trabajo. Los jóvenes, deacuerdo con la encuesta, se caracterizan por cambiarpoco de un empleo a otro; el 73 % de los jóvenesencuestados ha tenido entre uno y tres empleos, el 19.2

% entre cuatro y seis, el 3.9% entre siete y nueve y el 3.1%

entre diez y más. A diferencia de los adultos, en los jóvenestal rotación laboral está lejos de asociarse con una cuestiónde seguridad y estabilidad laboral, tal vez la lógica radicaen que muchos deciden quedarse en empleos malpagados, antes que sufrir el desempleo total.

La continuidad en el empleo de los jóvenes, deacuerdo con los datos de la encuesta, puede estarrelacionada con una actitud de resignación laboral enun contexto restringido de empleo. Aunque tambiénpuede ocurrir que les parezca poco atractivo cambiarde empleos si las características son similares entre losque tienen y los que se les ofrecen.

Los jóvenes mexicanos no se dan el lujo de man-tenerse largo tiempo sin trabajar. Son trabajadores quebuscan retener sus empleos y perdurar en ellos, puescaer en el desempleo los ha llevado a largas temporadassin trabajo: la encuesta referida informa que los jóvenesque han estado sin trabajo entre uno y dos años son un55.7 % y los que rebasan dos años llegan a 14.3 %.

Sin embargo, trabajar desde temprana edad ybuscar mantenerse en los empleos, como un sedi-mento social de la vida de un joven, no conduce aninguna parte, pues el mínimo derecho a tener unavida digna se ha diluido, así como la posibilidad deconstruir una carrera laboral, por ello vale la penapreguntarse si el trabajo continúa como referentebásico de las identidades de los jóvenes.

Los jóvenes mexicanos tienden al trabajo, aunquela situación de los empleos que encuentran es de bajacalidad, la precarización laboral es el elementodistintivo: más de la mitad de jóvenes entre 15 y 29

años, y una tercera parte del grupo de 20 a 24 años,tiene contrato verbal; además, una tercera parte decada grupo no tiene claridad respecto de su condicióncontractual. Por otro lado, las prestaciones son casiinexistentes: el 30 % cuenta con aguinaldo, vacacionesy algún seguro médico público, pero sólo menos del8 % alcanza reparto de utilidades y crédito paravivienda; el 47.3% tiene salario base pero el 37 % nocuenta con ninguna prestación social. Estos datosmuestran la existencia de un mundo laboral noregulado, flexible y unilateral en donde los mínimosderechos del trabajador parecen concebirse comoobstáculos al buen funcionamiento de la economíade mercado (De la Garza, 2006).

Los jóvenes mexicanos que logran insertarse en unempleo viven en la incertidumbre y en la inseguridadlaboral. Ellos llegaron tarde a los empleos caracterizadoscomo típicos de la era de oro del capitalismo: trabajosestables y de tiempo completo que garantizabanseguridad ocupacional y la construcción de un proyectopersonal y familiar. Situación que tal vez ya no sepresentará más debido a la aceptación, implementacióny desarrollo de las políticas neoliberales del gobiernoactual y, con toda seguridad, del futuro gobierno queseguirá con la custodia del legado de su antecesor.

Desde este tipo de situación de degradaciónlaboral y social, que parece ser compartida por franjas

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de población significativas en América Latina,Tokman (1997) deriva repercusiones importantescomo niveles altos de delincuencia y drogadicción quese han convertido por desgracia en los aspectos demayor atención en la opinión pública. De estacondición sociolaboral poco favorable para losjóvenes, deduce dicho autor la falta de motivación yla ausencia de identificación con los valores sociales ypolíticos. En consecuencia, para los jóvenes el empleoprecario conduce a la erosión de la integración socialy al debilitamiento de una construcción ciudadana.

Esta situación permite a los empresarios lacontratación temporal como una vía que les facilita elegira los trabajadores que requieran en cada momento, locual va en detrimento de la población juvenil.

La precariedad de las relaciones y condicioneslaborales va aparejada con la vulnerabilidad social desectores cada vez más extensos. La situación de losjóvenes, como se vio, está más expuesta a condicioneslaborales extremadamente precarias. La mayoría de losempleos, al ser precarios, incide en el crecimiento de lainformalidad con bajas remuneraciones, poca seguridady escasa productividad. Toda esta problemática deprivación económica, derivada de las restriccionesimpuestas por la dinámica de los mercados de trabajo,se agudiza y genera la dificultad de incorporar al sistemaproductivo a los jóvenes (De Oliveira, 2006).

Posiciones de los jóvenes mexicanos frente al trabajo

La tesis de que los jóvenes europeos rechazan el trabajoes un asunto en discusión teórica y empírica, cuestiónque nos sugiere mesura en la aplicación de discursosposmodernos o apocalípticos, procedentes de la so-ciedad industrial, en nuestro país, en virtud de lascondiciones laborales y productivas específicas quevivimos. Asimismo, la idea de que el trabajo comoreferente de la identidad es y no es, o simultáneamentees las dos cosas, requiere información empírica, pues

si usamos la teoría en términos especulativos puedeser orientada hacia donde se quiera sin el menor pudorde constatación.

En el caso mexicano hay un gran ayuno de estudiosque analicen la relación entre jóvenes, trabajo ysubjetividad, y los pocos que se encuentran suponenque el trabajo es un referente de interés, entre otros,en la conformación de la identidad, digamos que es yno es (Suárez Zozaya, 2004; Pérez Islas, 2001). Aquí espertinente recordar la pregunta que se hace Sanchís,para Europa, respecto a qué tipo de jóvenes nos esta-mos refiriendo: ¿a los jóvenes del estado de bienestarque presuntamente estuvieron impregnados de lacentralidad del trabajo? Si es así, vale interrogarse quéinformación se posee para demostrar tal tesis. Ahora,si se quiere obviar esa pregunta al menos se tendríaque constatar que la sociedad mexicana en estosmomentos está definida por los modelos productivosque prevalecen en los países centrales y que el trabajoatípico que tenemos es novedoso y similar a aquellospaíses, lo que es difícil de demostrar y constatar demodo contundente.

Parecen apresuradas las tesis que presumen queen el país el trabajo industrial tiende a desaparecer ycon ello el trabajador industrial. Suárez Zozayasupone que la flexibilidad es la marca inevitable dela estructura productiva en el país, lo que traerá lamuerte del trabajador y la extinción de sus derechosvinculados al trabajo. En un mundo de pobreza yde desempleo, los jóvenes le dan al trabajo un“sentido de utilidad lucrativa que aunado a losingresos bajos que gana[n] les causa frustración,situación que confronta y erosiona la referencia altrabajo como sentido de vida” (Suárez Zozaya, 2004:

76). Para la mencionada autora, pensar que el joventiene como única fuente de identidad el trabajo esun error; al contrario, propone la fórmula siguiente:“soy joven, soy mexicano (pobre); luego tengo quetrabajar”.

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En la actualidad es difícil suponer que la identidadse arma respecto a un solo lugar, como dicen Dubety Martuceli, pero este presupuesto nos deja en unabandono muy fuerte pues todo lo que se le presentaal sujeto es susceptible de ser parte en la conformaciónde la subjetividad. Al menos en los discursos de lasociedad capitalista, en los que el trabajo tiene unafuerte importancia en las relaciones sociales, éstostenían un fuerte referente de sociedad, lo que contrastacon los nuevos discursos que están completamentedesdibujados de esta imagen e introducen un escenarioen donde todo se vale en un conjunto de relacionessociales vinculadas al trabajo.

En cuanto a lo que ocurre en México, es necesariodemostrar primero que estamos en una sociedad enla que, si bien hay flexibilidad, también hay otrasformas de producción. Por otro lado, es necesariodudar de la suposición de que por la pobreza y losbajos salarios que enfrentan, los jóvenes borran todadimensión expresiva del trabajo y por consiguientese conforma una visión utilitaria. Al contrario, ambascondiciones subjetivas no necesariamente tienen queverse como un continuum y se pueden encontrarentrelazadas.

Resulta problemático sostener que en el modelode sustitución de importaciones, pese a todas susbondades en el espacio del trabajo, se conformara aun actor juvenil permeable y adherible —sin contra-dicciones, rechazos y conflictos— a una ética eideología industrial. Tal como si las condicionesobjetivas del trabajo en ese momento se transmitierancomo reflejo hacia los valores, las actitudes, lasracionalidades y la cultura de los jóvenes.

En contraposición, se puede pensar que al entraren crisis ese modelo de desarrollo y al aparecer otrodenominado neoliberal, entonces, como deducciónlógica, también se estaría modificando la subjetividaddel trabajo juvenil. También se puede presuponer queen esta nueva época económica, deberían aparecer

actores laborales inconformes, tal vez indiferentes,quizás resignados o frustrados que rechazan la di-mensión expresiva del trabajo.

Es muy funcionalista la dicotomía:MODELO DE SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES =

ACEPTACIÓN DE LA ÉTICA E IDEOLOGÍA DEL

TRABAJO industrial VS MODELO NEOLIBERAL =

RECHAZO DEL TRABAJO ASALARIADO INDUSTRIAL.

Dicho de otra forma: ESTADO DE BIENESTAR =

ÉPOCA DE ORO VS NEOLIBERALISMO=

DESTRUCCIÓN.

También puede ser, como alargamientoanalítico: ESTADO DE BIENESTAR = JÓVENES CON

CENTRALIDAD EN EL TRABAJO VS NEOLI-BERALISMO = JÓVENES CON RECHAZO AL TRABAJO.

Los datos duros relacionados con las condicionesestructurales del trabajo pueden compararse entreambos modelos del desarrollo capitalista, pero seríadelicado tratar de hacer lo mismo con la subjetividadde los actores laborales y aún más cuando no se cuentacon información adecuada para ello, lo que nos llevaríaa la realización de puras deducciones lógicas. Enconsecuencia, nos limitaremos a utilizar, para reconstruiresta parte del documento, los resultados de la encuestade jóvenes (ENJ, 2001).

Son innegables los efectos negativos del neoli-beralismo económico hacia una parte significativa dela población mexicana. Es un error suponer que antetal situación de degradación del trabajo y de lascondiciones de vida tendrían que aparecer actoressociales homogéneos en el rechazo hacia ese modelo:molestos, enojados, indiferentes, quizás frustrados. Peromás bien, hay una suerte de heterogeneidad de la acciónsocial donde se entrecruzan actores que rechazan, otrosque aceptan, como algo natural, y unos más, quizás,indiferentes a la degradación del trabajo.

Como se mencionó, Suárez Zozaya elabora unaimagen de un joven frustrado hijo de la flexibilidad, tal

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vez como dato distintivo en comparación con el pasadoproteccionista, que es difícil de sustentar con datos queofrece la mencionada encuesta, también utilizados porla autora. Según datos de la encuesta, los jóvenesmexicanos son muy felices (69.6%), poco felices (25.4%)y nada felices (1.7%). Estos datos sugieren mesura haciala tentación de derivar actitudes, prácticas y accionesde rechazo y frustración hacia el trabajo derivadasmecánicamente de la situación económica y laboraldegradante en la que vivimos los mexicanos.

Dicha apreciación se refuerza cuando se encuentranmás jóvenes con satisfacción en su nivel socioeconómicoque inconformes. Cinco de cada diez jóvenes aceptanque su situación económica es regular, pero tres más ladefinen como buena. La perspectiva pesimista no esposible establecerla desde este tipo de datos de encuesta,más bien parece que lo contrario es más posible. Sinembargo, sería arriesgado asociar que la felicidad delos jóvenes se liga sólo a su satisfacción económica.Hay otros espacios, y quizás de mayor peso, que puedenser motivo de la alegría juvenil, como la sexualidad y lacultura, que se encuentran en transformación. Es claroque el joven mexicano, como ningún otro actor social,no es un homo economicus pero llama la atención larepresentación que hace de su situación socioeconómicaen un país con graves carencias en ese nivel de realidad,por lo que resulta necesario preguntarse: ¿estamos anteun joven conservador que acepta su condición socialdeteriorada en espera de llegar a su vida adulta, en laque se piensa que se puede revertir tal situación?, o¿también se puede pensar en un joven resignado a unpresunto destino social inevitable?

Los jóvenes mexicanos se encuentran envueltos enla lógica peculiar de la sociedad del trabajo. Como diceMeda, las soluciones de la sociedad del trabajo sepiensan en la misma lógica social, por ejemplo, lasolución al desempleo se busca en la creación de másempleos, pero no en una visión diferente. Con base eneste razonamiento los jóvenes mexicanos, pese a estar

en una condición laboral de degradación, ven en ellamisma las posibilidades de solución; ocho de cada diezjóvenes dicen estar satisfechos laboralmente (ENJ, 2001).

Este dato de la encuesta va contra toda lógica de ladesafección al trabajo. Ahora bien, el concepto desatisfacción puede tener diversos sentidos que tampocose aclaran en la encuesta. Se puede suponer que se estásatisfecho con base en una actitud conformista queconduce a aceptar lo que se tiene, por ejemplo unempleo, en comparación con la probabilidad de estarpeor si la satisfacción en ese contexto no se cumple.También la satisfacción puede ligarse a las condicionesde trabajo o a la forma de organización del trabajo. Esun dato bastante general que puede incluir diversasexplicaciones, aun con su falta de precisión puedeayudar a problematizar imaginarios laborales derechazo al trabajo adjudicados a los jóvenes.

Al contrario de lo que se puede esperar en uncontexto de degradación laboral, los jóvenes ademásde estar satisfechos con su condición socioeconómicatambién dicen estar, como ya lo señalamos, a gustocon su trabajo.

Esta apreciación que en apariencia es contradictoriacon la situación laboral pésima y degradante en la que sedesenvuelven, puede verse aclarada si se revisa lo que alos jóvenes les gusta de sus trabajos: su empleo les posibilitaaprender (22.8%); estar en un buen ambiente laboral(17.6%); adquirir experiencia (16%) tener un salario (12.9%),entre otros aspectos menos relevantes estadísticamente.Aprender, un buen ambiente y lograr experiencia serelacionan con una visión de realización personal de losjóvenes muy alejada de razones instrumentales como ladeterminación del salario.

No hay que perder de vista que los jóvenes tienenmás presencia en actividades laborales ubicadas en elsector servicios y caracterizadas por bajos nivelestecnológicos y puestos de trabajo descalificados. Deesta ubicación ocupacional sería improcedenteimputarles a los jóvenes un rechazo sin más al trabajo

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industrial. Se podría asumir que sus preferenciaslaborales se inclinarán hacia los servicios con base enun cálculo racional en la desafección al trabajo industrial,posición en la que los jóvenes serían los culpables deno tener empleo, o que independientemente de susubjetividad ellos son clasificados y seleccionados parala conformación de un mercado de trabajo a prioricon las exigencias económicas neoliberales del país,imagen que condena a los jóvenes a la inacción política.

En parte se puede suponer que a los jóvenes lesparece poco atractivo emplearse en una fábrica, perotambién hay que observar que en el sector industrialcada vez se dificulta más generar empleos.

Es muy probable que parte importante de lapoblación juvenil continúe incorporándose al comercio,sobre todo en su parte informal. Tal vez se achique sumovilidad ocupacional vertical y tal vez se mantenga sureproducción horizontal en la economía sumergida. Losniveles de baja tecnificación y calificación no sonconstelaciones cerradas para sustentar ideológicamenteque ahí el aprendizaje y la experiencia serían pocosignificativos. Puede ser que los jóvenes perciban que asu edad cualquier trabajo ofrece posibilidades deaprendizaje y experiencia que le ayudarán en el futuro.Lo contrario sería suponer que lo más valioso y necesarioes el trabajo industrial y fuera de ese mundo todo seríaanormal. Hay que romper con el prejuicio de presentarel trabajo industrial como el modelo a seguir o el referentenecesario de comparación con metas laborales exitosas.Los servicios tienen su propia lógica y estética por loque sería aventurado suponer que las calificaciones enese sector tienen menor valor social que las de la industria.Como es un sector bastante heterogéneo habría queubicar qué tipo de ocupaciones se están observando.

La asociación de jóvenes con niveles de calificaciónbajos versus adultos con altas calificaciones tampoco esadecuada. Al contrario, se puede estimar que los jóvenestienen una visión positiva de sus calificaciones cuandoésta se asocia a las dimensiones expresivas del trabajo:

el aprendizaje, la experiencia y el ambiente laboral.Desde aquí sería inadecuado pasar a la apreciación deque los jóvenes estén pensando mantenerse en esasactividades para siempre, tal vez algunos las conviertanen un estilo de vida u otros intenten una movilidadintra sectores o sólo al interior de los servicios, en todocaso falta información para observar esos movimientoslaborales de la juventud.

Con la información expuesta de la encuesta se haargumentado a favor de que los jóvenes se sientenidentificados con su trabajo, aun así no dejan de sercríticos respecto a ciertos aspectos de sus empleos. Unaparte significativa de los encuestados (33%) señalóque lo que más le disgusta de su empleo es su salario.En orden jerárquico sigue el tiempo para estar con sufamilia y sus limitaciones para ascender, entre otrosaspectos de disgusto muy menores.

La relación salarial mantiene un estatus en laconformación de los valores y actitudes de los jóvenesen el mundo laboral. Los jóvenes aceptan empleos conlimitada tecnificación y bajas calificaciones, perocuestionan la asignación de un salario bajo.

En la lógica empresarial, actividades económicascon bajos niveles tecnológicos y de calificación secompaginan con salarios deprimentes. Por ello, secontradicen con la perspectiva juvenil, en la medida enque los jóvenes guardan una significativa estima por eltrabajo, pero critican y rechazan los empleos que ofrecenun salario degradante. De manera que los jóvenes, através de su experiencia laboral, constituyen unconocimiento práctico que orienta a la desmitificaciónde los empleos precarios.

Los jóvenes mexicanos no cuestionan el trabajo,más bien, es la relación salarial como vinculación socialla que se encuentra en el banquillo de los acusados. Losjóvenes asocian a su trabajo aspectos de la dimensiónexpresiva y objetan el salario como una característicade disgusto que desean transformar hacia unaorientación expresiva, por ello aspiran a un empleo en

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el que se gane un buen salario (69%), que ofrezcaprestaciones sociales (6.4%) y que permita estudiar(4.4%), entre las ambiciones más relevantes, tal comose observa en los resultados de la encuesta nacional,que hemos venido refiriendo.

Los jóvenes rechazan los empleos que se sustentanen la degradación salarial. Se encuentran en la búsquedade un nuevo sentido laboral, pero éste se relaciona conel salario del que depende su capacidad de relacionarsecon los otros actores sociales en la reproducción y enel consumo.

Desde esta postura crítica y desmitificadora del usocapitalista del salario, que se combina con otros camposde su reproducción social, los jóvenes forjan susposiciones hacia las instituciones de regulación laboral.Es sintomático que en los jóvenes encuestados las tresinstituciones que mayor confianza tienen para ellos sonla familia, la escuela y la iglesia. Su contraparte se en-cuentra en el congreso legislativo, los partidos políticos ysindicatos.

Los jóvenes mexicanos se sienten poco identificadoscon las organizaciones sindicales e inclusive se puedepensar que aquellos que estén incorporados a este tipode asociaciones tampoco encontrarán en ellas un motivode orgullo y adhesión voluntaria; no sólo hay abismosculturales para entender a los sindicatos, también laslimitaciones políticas y el autismo social que padecen,derivan en que sean extraños para los jóvenes.

Inclusive, puede pensarse que la evaluación de lossindicatos se realiza a partir de la identificación de esainstitución con los líderes sindicales. De los jóvenesencuestados, un 49.5% no confía en ellos, 35% confíapoco y sólo un 12.1% se identifica con ellos. Pocosorprendente resulta que los jóvenes confíen más enlos empresarios (16.8%), que en los líderes sindicales(12.1%), que se encuentran en un nivel de aceptaciónsimilar que el de los judiciales.

En el futuro, las organizaciones sindicales veránagravados sus problemas de afiliación sindical al

mantener sus prácticas corporativas y por lastransformaciones del mercado de trabajo. Elalejamiento de los jóvenes de las organizaciones sindicalespuede considerarse como una posición enclavada enla brecha generacional o también puede interpretarsecomo una institución que ha fracasado en la regulaciónsalarial, con líderes sindicales que por sus prácticas derelajación, dadas a conocer con amplitud por losmedios de comunicación masiva, se han ganado elrechazo de la población joven.

Así pues, los jóvenes son un sujeto reflexivo que seidentifica con el trabajo como realización humana, perocritica y desmitifica los empleos de bajos salarios, asícomo las instituciones que presuntamente defiendenlos derechos del trabajador. Más que ser un actor prag-mático en su totalidad y orientado por una racionalidadinstrumental exclusiva, el joven considera el trabajocomo valor personal y social sobre el que aún puedesostener aspiraciones y proyectos de vida.

De estas observaciones tampoco puede despren-derse que el trabajo sea la cuestión exclusiva que expliquela construcción de la vida de los jóvenes. Es obvio queexisten otros espacios de la vida de los jóvenes comoel consumo cultural y la familia, por mencionar algunos,que son tan importantes como el trabajo en laconstitución de un sujeto llamado joven. Los jóvenesmexicanos aspiran a ser alguien y algo en sus vidas. Enla constitución de su ser joven y su proyección en seradulto, el trabajo forma parte de sus necesidades y desus visiones de futuro.

Desde nuestra perspectiva, la concepción de unjoven bajo la lupa de una reconfiguración total de suidentidad, orientado por un pragmatismo hacia eltrabajo, no tiene semejanzas, al menos, con los datosde la encuesta mencionada.

En cambio, los jóvenes mexicanos sí parecenpreocupados por su futuro; el 46.9% manifestó que sufuturo es importante en contraposición con 32.2%, queindicó que es más importante su presente (ENJ, 2001).

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Tal vez la diferencia no sea abismal, pero al menosayuda a problematizar la idea que se elabora desde elmundo adulto de un joven desmadrozo, poco responsabley no comprometido, cuyo futuro desaparece de susperspectivas ya sea por una cultura hedonista o por ladesesperanza hacia el modelo económico actual.

Al contrario, de acuerdo con la encuesta quecomentamos, los jóvenes están en desacuerdo en un48.4% en la propia imagen que muchos jóvenes labrande sí mismos como apáticos y desinteresados. Sinembargo, hay otro 27.8% que estuvo de acuerdo conesa percepción de auto evaluación.

Esta evaluación de sí mismos los coloca en unaposición optimista en comparación con las imágenesque tienen de las generaciones de los trabajadores delpasado. Los jóvenes del presente sienten que están enmejor posición (48.1%) que sus padres en cuanto a laposibilidad de encontrar empleo; sin embargo, hay unaporción menor que indica que está peor (18.3%),mientras que el 30.9% considera que está igual quecomo estuvieron sus padres. Esa tendencia de opti-mismo tiende a decrecer en cuanto la comparación serealiza con los ingresos. El 42.0% considera que obtendrámejores ingresos que sus padres. Pero el 33.7% se sitúaen la misma condición de igualdad, en contra de lospesimistas que son el 21.8%. Con esta información porlo menos contamos con un dato de comparación entrelos jóvenes de hoy y los de antes, por lo cual, se dificultaasociar lo expresivo a las generaciones pasadas y loinstrumental a los nuevos jóvenes.

Se reitera la imagen que ya se había destacado: elproblema de los jóvenes es el de los salarios y en menormedida el del empleo. Por ello, tal vez cuando se lespregunta respecto a los problemas más graves del paísdestaquen tres: la pobreza (60.4%), el desempleo (11.7%)y la corrupción (10.1%). Es notoria la diferencia de lapreocupación por la pobreza con las otras más cercanas.Puede considerarse que los jóvenes realizan sus propiasarticulaciones simbólicas de la realidad en la que salario,

empleo y pobreza conforman una cadena que se elaboraen términos de generar preocupación, inquietud yposiblemente incertidumbre. Desde esta base de datosempíricos se puede elaborar el presupuesto de que losjóvenes mexicanos reclaman mayor centralidad delsalario en sus vidas, al igual que los adultos.

Más salario para enfrentar las condiciones deplorablespersonales y familiares en que vive la mayoría de lapoblación mexicana no se contradice con actividadesque se consideran propias de esa edad, como la diversión.Seis de cada diez jóvenes dicen divertirse mejor que suspadres. ¿Qué dirán los padres?, no lo sabemos.

Ser consumista y divertirse, en apariencia, noconforman una nueva centralidad en la identidad delos jóvenes mexicanos. Éstos se encuentran aún confuerza definidos por las exigencias de una sociedadque se reproduce a partir de la lógica del mercado y dela maximización de la ganancia.

Para los jóvenes del país tener un empleo (27.2%)es más importante que casarse (25.2%); tendríamos queagregar que debería tratarse de un empleo con un buensalario. Las diferencias entre ambas percepciones sonpoco significativas, tal vez porque en el imaginario delos jóvenes empleo-salario y unión de pareja sonarticulaciones necesarias para ingresar al mundo de losadultos, en el que tener un empleo es definitivo para laconstrucción de un futuro.

Inclusive, tener empleo y un buen salario significamayor peso en el imaginario laboral de los jóvenes quetener un negocio propio. Pueden ser muchas las razonesque expliquen tal concepción, pero independientementede ellas, las políticas del gobierno deberían revisar concuidado sus opciones de autoempleo, que son las que seofrecen para enfrentar el desempleo.

Con la utilización didáctica de la dicotomía racionalidadexpresiva versus racionalidad instrumental tendríamos a unjoven mexicano constituido por una racionalidad expresivahacia el trabajo, que se articula con una racionalidadinstrumental hacia el empleo y el salario, no como una

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forma de rechazo sino como un cuestionamiento paraimpregnarlos de una lógica expresiva. Más que demostrartesis que explican el comportamiento del joven europeo,como el de la primacía de una racionalidad instrumentalhacia el trabajo asalariado, es necesario problematizar elconocimiento teórico acumulado para entender los casosespecíficos de otros países como el nuestro, en el que searticulan la racionalidad expresiva y la instrumental parapensarlas como una dualidad y no como cuestionesseparadas y opuestas.

Con lo que hemos trazado en estas líneas hemospretendido abrir más el debate, es claro que no quedaagotado, y a la vez establecer nuevas rutas de indagaciónbajo el supuesto de ampliar las capacidades o posi-bilidades de análisis de diversos conceptos criticables,pero torales para el estudio de relaciones sociales comolas planteadas aquí. A la vez, hemos buscado enfrentarlas opciones analíticas de las relaciones de los jóvenesmexicanos con el trabajo, que no dejan espacios y encambio generan salidas interpretativas fáciles frente auna realidad social compleja.

Notas

1 No obstante, podría decirse, para el caso mexicano, que loscambios en el modelo productivo han dado pie a cambiosen la perspectiva de los jóvenes, como la de otros, sobre eltrabajo. Esto no lleva como consecuencia su generalización.En todo caso, es necesario mayor análisis, pero a partir deestudios que se propongan especialmente esta reflexión yconlleven valoraciones de poblaciones juveniles. Justamenteen lo que sigue veremos las pocas evidencias de la subjetividadjuvenil mexicana sobre el trabajo.

2 De acuerdo con la Encuesta Nacional de Empleo, la poblaciónocupada en el año 2000, del total de la población, era de39.28% y la desocupada abierta era de 0.66%; para el 2001 fuede 38.68% y 0.68% respectivamente; para el 2002 ascendió al39.11% y 0.76%; en el 2003 la población ocupada tuvo unleve descenso, 38.99%, mientras que la población desocupadafue de 0.85%; por último, en el 2004 ambos aspectos seincrementaron al 40.16% y 1.04% respectivamente.

3 El sector primario durante el período de 2000-2004 tuvoun retroceso en cuanto a la generación de empleo. Lapoblación que realizaba actividades agropecuarias en el 2000era de 7, 129,529 y en el 2004 descendió a 6, 927,881; lomismo ocurrió en la extracción de petróleo donde pasó de90,552 a 73,821; en cambio la explotación de minas y canterassubió de 66,585 a 95,724. En el sector secundario, conexcepción de refinación de petróleo, derivados ypetroquímica básica (68,590 en 2000 y 77,970 en 2004) y lade productos alimenticios, bebidas y tabaco que pasó de1,580,399 a 1,798,033, las demás ramas descendieron.Situación diferente aconteció en el terciario, las distintasramas crecieron en general de manera constante y las que lohicieron significativamente fueron la del comerciominoritario que ascendió de 5, 833,694 a 6, 970,723 y la depreparación de alimentos y bebidas en la vía pública y adomicilio de 530,195 a 767,355 (ENE, 2005).

4 En el período 2000-2004 la participación femenina en la ramade productos alimenticios, bebidas y tabaco pasó de 660 mila 782 mil; en la industria del calzado tuvo un descensoimportante de 123 mil a 85 mil; al igual que la poblacióntotal, la presencia de la mujer en el sector terciario creció, elcomercio minorista se incrementó de 2 millones 938 mil a 3millones 623 mil y la preparación de alimentos en la víapública pasó de 330 mil a 497 mil (enero 2005)

5 El total de la población en desocupación abierta, en el trimestrede octubre–diciembre de 2004 es de 1,143,652 y el segmentode población de jóvenes de 12 a 29 años tiene un alto índicede desocupación al llegar al 63% de la población desocupada.

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