El libro del Apocalipsis

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39 La literatura apocalíptica está formada por un conjunto de obras judías y cristianas, en su mayoría redactadas entre el 200 aEC y el 100 EC, una época en que tanto los judíos como los cristianos primitivos eran objeto de persecuciones o habían debido exiliarse. Un momento clave de su surgimiento ha sido la «crisis macabea», resultante de la pro- hibición del ejercicio de la religión judía de- cretada en 168 aEC por el rey sirio Antíoco IV Epífanes en los territorios de su reino. El legado romano Popilio Lemas había presionado a Antíoco a dejar el territorio que en 169 aEC había conquistado a Egipto (1 Mac 1,16-19), pues éste era un aliado de Roma. Por otra lado Siria aún no había ter- minado de pagar la indemnización acorda- da con los romanos tras su derrota en 188, y Antíoco estaba muy lejos de poder enfrentar una nueva guerra con Roma. Su intención de reafirmar su autoridad en esa región fronteriza con el reino de Ptolo- meo VII quedó expresada en la construcción de una ciudadela como residencia de una guarnición siria en Jerusalén (1 Mac 1,33-36). También en la constitución de la ciudad como polis helenística, permitiendo al judío Jasón «instalar por su propia cuenta un gimnasio El libro del Apocalipsis Los escritos que fueron apareciendo en las dos últimas décadas del siglo I muestran a las comunidades cristianas en un proceso de diferenciación respecto al judaísmo que les dio origen, paralelamente a una adaptación creciente a la cultura romana. En ese contexto encontramos no sólo la recomendación de los códigos domésticos en que se apoya el orden social, sino incluso el mandato de «honrar al soberano» (1 Pe 2,17). No todos los cristianos estarían de acuerdo con esta estrategia de encarnación de los valores establecidos. Hubo quien pensó que esta adaptación al sistema romano era detestable y lo expresó con firmeza utilizando la tradición apocalíptica anterior. y una efebía, así como la de inscribir a los Antioquenos en Jerusalén» (2 Mac 4,9). Obli- gado por las imposiciones romanas a renun- ciar a nuevas conquistas, Antíoco se concen- tró entonces en el afianzamiento de su impe- rio a través de la helenización sistemática de todos sus territorios. En términos concretos, esto significó para Jerusalén y Judá la supresión de los sa- crificios en el santuario, la construcción de altares paganos en todas las ciudades, la pro- hibición de la circuncisión y la abolición del descanso sabático. Para vigilar que tal dis- posición se cumpliera fueron designados ins- pectores, y se persiguió y castigó duramente a quienes se negaron a acatar las nuevas dis- posiciones. Y se llevó todo lo decretado a su culminación cuando se introdujo un nuevo altar en el Templo de Jerusalén y se realiza- ron sobre el mismo los sacrificios en honor del «Señor del cielo», es decir, al Baal Sha- main siro-fenicio, equivalente al Zeus Olym- pios (1 Mac 1,41-61). La intención principal de Antíoco fue terminar con todo particularismo dentro de su imperio, a fin de fortalecer su unidad: «que todos formaran un único pueblo y abando- nara cada uno sus peculiares costumbres» Nacimiento de la literatura apocalíptica Antíoco III de Siria intentó ocupar tierras de Asia Menor e incluso parte de la Grecia continental. Pero los romanos intervinieron en esa región que había comenzado a beneficiar económicamente a muchos comerciantes romanos e itálicos. Los romanos destruyeron al ejército Sirio en las Termópilas en 191 aEC, y luego en Magnesia, ya en suelo asiático. Antíoco III debio abandonar los territorios al oeste del Taurus, entregar sus temibles elefantes, reducir su flota y entregar a su hijo Antíoco como rehén. Lo más duro fue la imposición del pago de 15.000 talentos como indemnización. Esto lo llevó a él y a sus sucesores a cambiar notablemente de actitud hacia sus vasallos, pues se vio obligado a procurarse dinero por cualquier medio. Su hijo Antíoco IV conquistó Egipto en 169 sin poder ocupar Alejandría (1 Mac 1,20-24) y de regreso a Siria se apoderó del tesoro del Templo de Jerusalén. Moneda de Antíoco IV

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La literatura apocalíptica está formadapor un conjunto de obras judías y cristianas,en su mayoría redactadas entre el 200 aEC yel 100 EC, una época en que tanto los judíoscomo los cristianos primitivos eran objeto depersecuciones o habían debido exiliarse.

Un momento clave de su surgimiento hasido la «crisis macabea», resultante de la pro-hibición del ejercicio de la religión judía de-cretada en 168 aEC por el rey sirio Antíoco IVEpífanes en los territorios de su reino.

El legado romano Popilio Lemas habíapresionado a Antíoco a dejar el territorio queen 169 aEC había conquistado a Egipto (1Mac 1,16-19), pues éste era un aliado deRoma. Por otra lado Siria aún no había ter-minado de pagar la indemnización acorda-da con los romanos tras su derrota en 188, yAntíoco estaba muy lejos de poder enfrentaruna nueva guerra con Roma.

Su intención de reafirmar su autoridaden esa región fronteriza con el reino de Ptolo-meo VII quedó expresada en la construcciónde una ciudadela como residencia de unaguarnición siria en Jerusalén (1 Mac 1,33-36).También en la constitución de la ciudad comopolis helenística, permitiendo al judío Jasón«instalar por su propia cuenta un gimnasio

El libro del ApocalipsisLos escritos que fueron apareciendo en las dos últimas décadas del siglo Imuestran a las comunidades cristianas en un proceso de diferenciaciónrespecto al judaísmo que les dio origen, paralelamente a una adaptacióncreciente a la cultura romana. En ese contexto encontramos no sólo larecomendación de los códigos domésticos en que se apoya el orden social, sinoincluso el mandato de «honrar al soberano» (1 Pe 2,17).No todos los cristianos estarían de acuerdo con esta estrategia de encarnaciónde los valores establecidos. Hubo quien pensó que esta adaptación al sistemaromano era detestable y lo expresó con firmeza utilizando la tradiciónapocalíptica anterior.

y una efebía, así como la de inscribir a losAntioquenos en Jerusalén» (2 Mac 4,9). Obli-gado por las imposiciones romanas a renun-ciar a nuevas conquistas, Antíoco se concen-tró entonces en el afianzamiento de su impe-rio a través de la helenización sistemática detodos sus territorios.

En términos concretos, esto significópara Jerusalén y Judá la supresión de los sa-crificios en el santuario, la construcción dealtares paganos en todas las ciudades, la pro-hibición de la circuncisión y la abolición deldescanso sabático. Para vigilar que tal dis-posición se cumpliera fueron designados ins-pectores, y se persiguió y castigó duramentea quienes se negaron a acatar las nuevas dis-posiciones. Y se llevó todo lo decretado a suculminación cuando se introdujo un nuevoaltar en el Templo de Jerusalén y se realiza-ron sobre el mismo los sacrificios en honordel «Señor del cielo», es decir, al Baal Sha-main siro-fenicio, equivalente al Zeus Olym-pios (1 Mac 1,41-61).

La intención principal de Antíoco fueterminar con todo particularismo dentro desu imperio, a fin de fortalecer su unidad: «quetodos formaran un único pueblo y abando-nara cada uno sus peculiares costumbres»

Nacimientode laliteraturaapocalíptica

Antíoco III de Siria intentó ocupar tierras de AsiaMenor e incluso parte de la Grecia continental. Perolos romanos intervinieron en esa región que habíacomenzado a beneficiar económicamente a muchoscomerciantes romanos e itálicos. Los romanosdestruyeron al ejército Sirio en las Termópilas en191 aEC, y luego en Magnesia, ya en suelo asiático.Antíoco III debio abandonar los territorios al oestedel Taurus, entregar sus temibles elefantes, reducirsu flota y entregar a su hijo Antíoco como rehén. Lomás duro fue la imposición del pago de 15.000talentos como indemnización. Esto lo llevó a él y asus sucesores a cambiar notablemente de actitudhacia sus vasallos, pues se vio obligado aprocurarse dinero por cualquier medio.Su hijo Antíoco IV conquistó Egipto en 169 sin poderocupar Alejandría (1 Mac 1,20-24) y de regreso aSiria se apoderó del tesoro del Templo de Jerusalén.Moneda de Antíoco IV

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Antíoco IV profana elTemplo

«El día quince del mes de Kisléu del año145 levantó el rey sobre el altar de losholocaustos la Abominación de la deso-lación. También construyeron altares enlas ciudades de alrededor de Judá. A laspuertas de las casas y en las plazas que-maban incienso. Rompían y echaban alfuego los libros de la Ley que podíanhallar. Al que encontraban con un ejem-plar de la Alianza en su poder, o bien des-cubrían que observaba los preceptos dela Ley, la decisión del rey le condenaba amuerte. Actuaban violentamente contralos israelitas que sorprendían un mes yotro en las ciudades; el día veinticinco decada mes ofrecían sacrificios en el araque se alzaba sobre el altar de los holo-caustos.A las mujeres que hacían circuncidar asus hijos las llevaban a la muerte, con-forme al edicto, con sus criaturas colga-das al cuello. La misma suerte corríansus familiares y los que habían efectua-do la circuncisión».

1 Mac 1,54-61

(1 Mac 1,41). Eso significaba concretamentesuprimir los principales signos distintivosdel pueblo judío.

Esta situación resultaba inédita, porquelos períodos sangrientos de la historia judíanunca habían sido persecuciones religiosas,sino como invasiones y saqueos. En la pre-sente circunstancia cada judío se veía obli-gado a optar entre la negación de sus creen-cias o la muerte. Muchos fueron los que sedecidieron por la muerte, haciendo de ellaun testimonio de su fe (gr. martyría).

Muchos se preguntarían entonces: ¿dón-de están las promesas de Dios? Cuando tan-tos se sentían tentados a dejar de lado su fepara salvarse de la muerte, se repensó la no-ción de salvación y la esperanza que ella des-

pertaba. Sólo valía la pena renunciar a la vidapresente si existía una esperanza cierta dealcanzar una salvación definitiva como re-compensa a la fidelidad. La salvación de losmártires se manifestaría al final de los tiem-pos con la intervención de Dios. Recién en-tonces serían recompensados los justos ydestruidos para siempre los impíos. Así estemundo, enemigo de Dios y de sus servidoresen el presente, sólo estaría destinado a seraniquilado. Y al final de la historia Dios crea-ría definitivamente un mundo nuevo y dis-tinto para los que perseveraran hasta el finen su fe.

Las actitudes propuestas por este modode pensamiento fueron, por tanto, la esperapasiva de esa intervención de Dios y la nega-ción de todo compromiso con este mundo,porque estaba totalmente corrompido y sinremedio. Teniendo una visión tan determi-nista de la historia, el tiempo final venía a serlo único importante, y el presente sólo llega-ba a ser importante si era contemplado sobreese juicio final como si éste fuese su telón defondo. Sobre un escenario así dispuesto, eldrama de la historia, con todos sus protago-nistas, podría ser contemplado en su felizdesenlace: los vencedores del presente seríanlos derrotados de mañana, y vencidos de hoylos triunfadores del futuro.

Los que así se animaban a mirar la his-toria eran realmente visionarios. Sabían vermás allá de la crisis y animar a otros con larecompensa de Dios, que llegaría a pesar delfracaso aparente de los justos. Para poderexpresar esta interpretación de la historiavarios pensadores pusieron por escrito suvisión en forma escenificada, eligiendo comoprotagonista a algún personaje famoso delpasado. Ya en su tiempo el protagonista ha-bría recibido una revelación (gr. apokalypsis)de parte de Dios respecto de los sucesos futu-ros, que no son sino los acontecimientos dela época del autor. De esta manera el autorpodía describir el pasado histórico y el pre-sente como si al protagonista del drama seles anticipara en una visión. Pero también

Jasón -que habíacomprado el cargo deSumo Sacerdote conmucho dinero (2 Mac4,7-9)- fundó enJerusalén unacomunidad deciudadanosantioquenos mediante elvisto bueno del rey.Mandó construir ungimnasio donde hacíandeporte los jóvenesjudíos de la altasociedad desnudos, almodo griego,disimulando sucircuncisión medianteuna operación estética(1 Mac 1,14-15).Igualmente envió a Tiroun donativo para lascompetenciasdeportivas celebradasen dedicación aHeracles (2 Mac 4,18-20).Por eso se le reprochaque «cambió lascostumbres de suscompatriotas conformeal estilo griego» (4,10),y promovió «el auge delhelenismo y elprogreso de la modaextranjera» (4,13). Asíse considera que elprograma de lahelenización es unaamenaza grave para lasupervivencia de latradición y de la religiónjudía.

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La Madre sufriente

«Sión, la madre de todos nosotros, está sumergida en la tristeza y fue profundamentehumillada. ¡Laméntense muchísimo! Tú ves, en efecto, cómo nuestro lugar santo ha sidoconvertido en un lugar desierto, nuestro altar demolido y nuestro Templo destruido; nuestrosalterio fue humillado, nuestros himnos silenciados y nuestra alegría fue disuelta; la luz denuestros candelabros fue extinguida, nuestra arca de la alianza despedazada, nuestrosobjetos sagrados contaminados y el Nombre que es pronunciado sobre nosotros fue pocomenos que profanado; nuestros (hombres) libres han sufrido el ultraje, nuestros sacerdo-tes quemados y nuestros levitas fueron a la cautividad; nuestras vírgenes fueron mancha-das, nuestras mujeres violadas, nuestros (hombres) justos raptados, nuestros niños aban-donados, nuestros jóvenes hechos esclavos y nuestros (hombres) fuertes reducidos a lainvalidez. Y lo peor de todo: el sello de Sión, ya que ahora le fue quitada su gloria y fueentregada en manos de aquellos que nos odiaron».

IV Esdras 10,8.21-23

Esdras contempla enuna visión a una mujerque sale al campo allorar la pérdida de suúnico hijo cuando ésteestaba a punto decasarse. Pero él lerecrimina ese llanto porun único hijo, cuandoJerusalén y la tierramisma han perdido atantos.Pero cuando estátratando de consolar ala mujer con laesperanza de laresurrección, ésta setransforma en unaciudad gloriosa. Unángel le interpretaentonces la visión: lamujer es Jerusalén, elhijo muerto es el Templodestruido y la ciudad esla nueva Jerusalén ensu esplendor futuro.

Moneda de Vespasiano, quemuestra a Judea vencida bajo laimagen de una mujer afligida.

Un futuro mejor

«Bajo el golpe de su tremendo pánicollegarán a pensar: «El Omnipotente nose acuerda ya de la tierra». Entonces,cuando pierdan la esperanza, el tiemposerá inminente» (Ap. Baruc 24,4).

«Cuando se cumpla lo que está previstoempezará a manifestarse el Mesías. Latierra dará su fruto, diez mil por uno. Cadacepa tendrá mil sarmientos, cada sar-miento dará mil racimos, cada racimocontará mil uvas y cada uva producirá3000 litros de vino. Y todos los que ten-gan hambre se alegrarán y serán cadadía espectadores de prodigios. En aqueltiempo el maná guardado en reservacaerá de nuevo y comerán esos años,porque habrán llegado al fin de los tiem-pos» (Ap. Baruc 29,3.5-6.8).

En el Apocalipsis deBaruc, se describe lavenida del Mesíasdespués de un largotiempo de tribulaciones.Entonces se inauguraráuna era de fecundidadasombrosa, conabundancia de vino ypan.

podía, a partir de este impulso, poner en bocade su vidente lo que todavía no había sucedi-do. El desenlace final de la historia, que el

autor presentía desde su fe y desde su cono-cimiento de la fidelidad y justicia de Dios,era anunciado así por un personaje presti-gioso que ya habría vaticinado con exactitudotros acontecimientos ya sucedidos.

Entre los escritos apocalípticos encon-tramos algunos libros de la Biblia o algunaparte de los mismos. Entre los canónicos, losmás difundidos y más merecedores de estacalificación son los de Daniel y el Apocalip-sis (y fragmentos como Isaías 24-27; Zaca-rías 1-8; Ezequiel 37-39; Marcos 13; Mateo24-25; Lucas 21). Entre los apócrifos, los másconocidos son Enoc, Baruc y IV Esdras.

En el caso de Daniel el protagonista se-ría uno de los deportados a Babilonia porNabucodonosor. Sin embargo lo experimen-tado por este joven y por otros tres jóvenesjudíos era, evidentemente, lo que en realidadvivían los hombres piadosos en tiempos deAntíoco IV.

Baruc y Esdras eran contemporáneos dela caida de Jerusalén y del destierro Babiló-nico. Por eso se prestaban a ser los mejoresprotagonistas de visiones sucedidas tras lasegunda destrucción de Jerusalén.

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Apocalipsisde Juan.Autor, fechay contexto

En los antiguos manuscritos griegos sele puso el título tradicional de «El Apocalip-sis de Juan». Probablemente, las palabrasiniciales del texto nos dan su título original:

«La revelación de Jesucristo que Dios leconcedió para mostrar a sus siervos loque ha de suceder pronto; y envió a suángel para dársela a conocer a su siervoJuan» (1,1).

Además, el autor dice que recibió la re-velación en forma de visión mientras se en-contraba en la isla de Patmos (1,9-10). Porconsiguiente, por su género y cariz, la obrase encuentra en la tradición de la apocalípti-ca judía.

A partir del contexto literario de apoca-lipsis de la época posterior a la revuelta ju-día se afianzó el modo simbólico de denomi-nar a Roma, la nueva destructora de Jerusa-

lén, con el nombre de Babilonia. En el NuevoTestamento y en los escritos cristianos pri-mitivos, sólo 1 Pe y Ap utilizan este símbolo,que podría indicar la existencia de una cier-ta tensión entre ambos (Cf. 1 Pe 5,13; Ap 14,8;16,19; 17,5; 18,2.10.20).

En los primeros siglos, el libro del Apo-calipsis fue objeto de una intensa controver-sia y no todos lo consideraban como Escritu-ra inspirada. No fue acogido en el canon oc-cidental hasta los años 394-395 EC, y sólodespués de que una lectura simbólica se con-virtiera en su interpretación autorizada gra-cias a Agustín. No se le consideró canónicaen la Iglesia ortodoxa griega hasta el sigloXII y aún no se encuentra en el canon orto-doxo siríaco.

Antes de esta fecha, en la Iglesia anti-gua se debatía si el autor denominado «Juan»era el apóstol u otra persona. Ireneo, obispode Lyon (ca. 180 EC), pensaba que era el após-tol Juan, el mismo que había escrito el evan-gelio (Contra las herejias V.30.3). Pero Gayo,obispo de Roma, y Dionisio, obispo de Ale-jandría (los dos de principios del siglo III), lodenunciaron como obra del hereje Cerinto,un importante adversario de Juan en las le-yendas posteriores (cf. Eusebio, Historia Ecle-siástica III.28). Por último, Eusebio, siguien-do una tradición de Papías (ca. 130), lo atri-buyó a Juan «el anciano o presbítero» (natu-ral de Éfeso), pero negó su canonicidad.

En gran medida, estos antiguos debatessobre el autor manifiestan la preocupaciónpor el carácter canónico del libro y la inter-pretación de sus imágenes apocalípticas tanradicales. Varios importantes escritores cris-tianos del siglo II (entre quienes se incluyenPapías y Taciano, un discípulo de JustinoMártir) lo interpretaron como una predicciónal pie de la letra de que durante su existenciaadvendría un reino de mil años (Cf. Justino

También las comunidades cristianas deOriente debieron pasar graves dificultadesdurante la guerra judía de los años 66-70 EC.Sabemos de enfrentamientos entre judíos ypaganos en las ciudades de población mix-ta, de matanzas generalizadas, de denunciaante tribunales de familiares que no pensa-ban igual:

«Entre los que incitaban a la guerra y losque reclamaban la paz, se produjo unduro enfrentamiento. La pelea arreció pri-mero en las familias, entre personas quehabían vivido en armonía; luego los me-jores amigos se lanzaron unos contraotros» (Josefo, Guerra judía IV,132).

Y a causa de su fe de origen israelita, lospaganos no siempre sabían distinguir entrecristianos y judíos. Por otro lado, por ser in-circuncisos, los judíos consideraban a loscristianos como paganos, por más que ellosrefirieran su fe al Dios de Israel. Un peque-ños apocalipsis contenido en el Evangelio deMarcos refleja esta situación dramática:

«los entregarán a los tribunales, seránazotados en las sinagogas y comparece-rán ante gobernadores y reyes por micausa» (13,9); «se levantarán hijos con-tra padres y los matarán. Y serán odia-dos de todos por causa de mi nombre;pero el que persevere hasta el fin, ése sesalvará» (13,12-13).

El vidente deApocalipsis según unmanuscrito medieval

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Mártir, Diálogo con Trifón 81; cf. Ireneo, Con-tra las herejias 5.28-36; y Tertuliano, ContraMarción 3.13.24).

Conforme pasaba el tiempo, iba quedan-do claro que estas predicciones no conteníanafirmaciones sobre el futuro con precisiónhistórica.

Sin embargo, a partir del estilo, el voca-bulario y el tono, es altamente improbable quesu autor fuera el que escribió el evangelio deJuan. No obstante, es posible que pretendie-ra poseer una autoridad apostólica utilizan-do para ello el nombre de Juan, pues se tratade algo común en la literatura apocalíptica.

Algunos indicios en el texto del Apoca-lipsis nos remiten hacia algunas situacionescríticas conocidas en el siglo I, y que justifi-caban la redacción de una obra apocalípti-ca. Una de esas situaciones es la planteadapor la guerra judía. El vidente en Ap 12,6dice que

La mujer que entre dolores dio a luz alHijo que fue arrebatado hasta Dios y has-ta su trono, «huyó al desierto, donde tie-ne un lugar preparado por Dios para serallí alimentada 1260 días».

Si bien este tiempo de tres años y medio(la mitad de siete) es un tiempo indetermina-do y se trataría de un número simbólico, co-incide con la duración de la guerra judía.Epifanio (PG 43,261) dice que, pasado esetiempo, los cristianos regresaron a Jerusalem,«habiendo sido destruida la ciudad» y fina-lizada la guerra.

Podría ser también una alusión a la des-trucción del Templo la referencia de Ap 11,2:

«El patio exterior del Santuario, déjaloaparte, no lo midas, porque ha sido en-tregado a los gentiles, que pisotearán laCiudad Santa 42 meses».

Pero bien conocida es también la situa-ción de persecución de los cristianos en Romabajo Nerón algunos años antes. En 13,18 apa-rece una cifra simbólicapara referirse a la Bestiaperseguidora: «666».Puesto que, tanto en he-breo como en griego,cada letra tiene un valornumérico correspon-diente a su posición enel alfabeto, el nombredescifrado es el resulta-do de la suma de sus le-tras. En este caso, unnombre probable es«Nerón César»:

Pero por otro lado, el término griegoDomitia Kais suma también un total de 666.Ésta era la abreviatura de «Domiciano Cé-sar», que se podía encontrar en el texto deuna moneda o en una inscripción pública.En una moneda de Domiciano en Roma (73EC) se lee este tipo de leyenda, pero en latín:

Ubicaciónhistórica

Saqueo de Jerusalén.Arco de Tito. Roma.El paralelo entre la tomade Jerusalén y ladestrucción del primerTemplo en el año 587aEC y la nuevadestrucción en el año70 EC por el ejércitoromano , permitió a laliteratura apocalípticatransmitir la esperanzade un cambio semejanteal libro de Daniel.Tomando los nombresde personascontemporáneas deldestierro babilónico ydel resurgimientosiguiente, seescribieron entonceslas obras queconocemos comoApocalipsis siríaco deBaruc y IV Libro deEsdras.

Persecuciones contra loscristianos en tiempos deNerón (hacia el 64 dC)

«Fueron, pues, castigados al principiolos que profesaban públicamente estareligión, y después, por indicios de aqué-llos, una multitud infinita, no tanto por eldelito del incendio que se les imputaba,como por haberles convencido de gene-ral aborrecimiento a la humana genera-ción. Añadióse a la justicia que se hizode éstos, la burla y escarnio con que seles daba la muerte. A unos vestían depellejos de fieras, para que de esta ma-nera los despedazasen los perros; aotros ponían en cruces; a otros echabansobre grandes rimeros de leña, a quie-nes, faltando la luz del día, pegaban fue-go, para que ardiendo con ellos sirvie-sen de alumbrar en las tinieblas de lanoche»

Tácito, Anales XV,44

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Cristianos en el Circo Máximo de Roma. Escena del filmQuo Vadis (2001).

El contexto de Apocalipsis se nos clari-fica mejor cuando afirma que está destinadoa las «siete iglesias de Asia» (1,4). El autortambién dice que recibió la revelación mien-tras se encontraba en la isla de Patmos, juntoa la costa de Asia (1,9-10). Una leyenda pos-terior sostenía que Juan (el Apóstol) habíasido exiliado a Patmos «a causa de la Pala-bra de Dios yel testimonio de Jesús» (1,9),pero no resulta clara la situación. Podría for-mar parte de la ficción literaria de la obra,que es totalmente coherente con el géneroapocalíptico.

Existen dos elementos internos que cer-tifican que fue escrita para cristianos de laprovincia de Asia:

� primero, las siete iglesias, enumeradasen 1,11 30, que se corresponden con las ciu-dades importantes de la región� segundo, su polémica contra la «pros-tituta de Babilonia» (17,7-18) presupone elculto imperial romano de Éfeso.

Persecuciones contra loscristianos en tiempos deDomiciano (c. 95 EC)

«De ellos, unos murieron; a otros se lesconfiscaron los bienes; en cuanto a Domiti-la, fue desterrada a la isla Pandataria».

Dión Casio, Historia Romana 67,14

CAES. AVG. F. DOMIT. COS. II («César Au-gusto Flavio Domiciano, cónsul por segun-da vez»).

Esta es una variente importante, ya quhacia final del siglo I los cristianos sufriríanuna nueva persecución que les hacía recor-dar a la padecida en tiempos de Nerón. DiónCasio atestigua esta persecución del empe-rador Domiciano. Además de citar algunoscristianos miembros de la familia imperial,dice que otros muchos fueron acusados porateísmo y por costumbres judaicas (HistoriaRomana 67,14). El libro del Apocalipsis guar-daría entonces referencias de esta persecu-ción, ahora más ligada al conflicto con el cul-to al emperador, al que se llamaba DOMINUSET DEUS NOSTER DOMITIANUS (Señor y Diosnuestro Domiciano): «eran exterminados cuan-tos no adoraran la imagen de la bestia» (Ap13,17).

En algún tiempo era bastante habitualfechar el Apocalipsis durante el período deNerón y, por tanto, antes de la destrucciónde Jerusalén. Pero la fecha atribuida por Ire-neo a la muerte del apóstol Juan se sitúa enlos años 95-96 EC, casi al final del reinado deDomiciano, y es la más admitida por los es-pecialistas.

La diversidad de fechas no es excluyen-te, porque en el texto hay indicios de rupturaque permiten suponer una redacción sucesi-va. Podría tratarse de actualizaciones conmotivo de nuevas crisis. ësta es la opinión deM.-E. Boismard, que sostiene que el mismoautor compuso dos apocalipsis, uno en eltiempo de Nerón, y luego otro en el tiempo deVespasiano o de Domiciano. Según esto elApocalipsis constaría de dos grandes par-tes, divididas en torno a 12,1.

La reciente investigación sobre el cultoimperial realizado en Éfeso nos indica quees inaceptable fecharla durante el reinado deNerón y confirma que lo más probable es quese escribiera casi al final del reinado deDomiciano (81-96).

Aunque Éfeso era la capital de la pro-vincia romana de Asia, anteriormente habíatenido una accidentada relación con Roma.Durante la guerra civil entre Marco Antonioy Octavio, Éfeso se había puesto de parte deAntonio. La ciudad de Pérgamo, que era surival apoyó a Octavio. Después de derrotar aAntonio en la batalla de Accio (31 aEC) y unavez adoptado el título de Augusto (28 aEC)Octaviano permitió que algunas ciudadeserigieran templos consagrados al culto im-perial en su honor, tal como Herodes hizo enCesarea Marítima. Lógicamente, el honor dealbergar el temylo para el culto imperial enAsia le fue otorgado, a Pérgamo no a Efeso.Augusto mantuvo un cierto rencor contraEfeso durante toda su vida.

El cultoimperíalflaviano

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Pérgamo siguió ostentando, durante unsiglo, el honor de ser la sede principal delculto imperial en la provincia de Asia con eltítulo de neokoros («guardiana del templo»),que expresaba su singular distinción.

Pérgamo es una de las siete ciudadesmencionadas en Ap 1,11. La carta dirigida aella (2,12-17) la denomina «el lugar dondeestá el trono de Satán» (2,13). Podría tratarsede una referencia al templo dedicado al cultoimperial o, tal vez, a su famoso Altar de Zeus.

A las otras grandes ciudades de Asia,incluida Efeso, solo se les permitía partici-par como anfitrionas de ciertos cultos y fies-tas locales y otros importantes acontecimien-tos para la asamblea provincial. De hecho,las siete ciudades mencionadas en el Apoca-lipsis eran centros de algún tipo de culto im-perial. A Esmirna (Ap 2,8-11), otra ciudadrival de Efeso, se le había otorgado un centrode culto imperial durante el reinado de Tibe-

rio (14-37 EC).La suerte de Éfeso con respecto al culto

imperial cambió finalmente en el año 89 EC.,cuando el emperador Domiciano autorizó lacreación de un nuevo culto imperial. Llama-do el templo de los Sebastoi Flavianos, en ho-nor de la dinastía de los flavios, es decir, deVespasiano (69-79), Tito (79-81) y Domiciano(81-96), el nuevo templo llegó casi a duplicarlas medidas del ágora romana. Finalmente,Efeso podía ostentar el título honorífico deneokoros.

A Asia se le concedió un lugar relevantey prestigioso en el conjunto del Imperio, puesninguna otra provincia podía decir que con-taba con tres templos consagrados al cultoimperial. La colosal escultura de Domicianoque se encontró en Éfeso era la imagen que seveneraba en este nuevo templo. A esta escul-tura se refiere Ap 13,14-17 como la «imagende la bestia» que la gente tenía que adorar.

Imagen Colosal deDomiciano encontradaen Efeso

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La identificación de Roma con «Babilo-nia» no resulta difícil de ver a partir de ladescripción de Ap 17. Comienza con la «se-ñal» o visión de una mujer sentada sobre unabestia de color escarlata con siete cabezas,cuyo significado explica uno de los ángeles(17,3.7-9).

La descripción deja claro que se trata dela misma bestia con siete cabezas de Ap 13,1-4, a quien el dragón, Satán, le ha dado supoder, trono y autoridad. El ángel dice que

las siete cabezas de la bestia son las «sie-te colinas sobre las que se sienta la mu-jer» (17,9)

que es una antiquísima alusión a Roma. Lue-go dice que

las cabezas son también «siete reyes»(17,10).

Este complejo conjunto de equivalenciassimbólicas constituye una de las claves másimportantes del libro, puesto que se trata deuna referencia a la descripción de 13,1-18,coronada con la «enigmática marca de la bes-tia», es decir, 666. Los siete reyes se descri-ben del siguiente modo:

«Aquí es donde se requiere inteligencia,tener sabiduría. Las siete cabezas son sie-te colinas sobre las que se asienta la mu-jer: Son también siete reyes, de los quecinco han caldo, uno vive y el otro no hallegado aún. y cuando llegue, durarápoco tiempo. Y la bestia, que era y ya noes, hace el octavo, pero es uno de los sie-te, y camina hacia su destrucción» (Ap17.9-11).

Los cinco reyes que «han caído» (es de-cir, que han muerto) son los emperadores dela dinastía julio-claudia:

Augusto (28 aEC -14 EC)Tiberio (14 - 37)Cayo o Calígula (37 - 41)Claudio (41 - 54)Nerón (54 - 68)

Los dos siguientes -el «que vive» y aquelque surgirá pero «durará poco tiempo»- son

Vespasiano (69-79)Tito, su hijo, que reinó solamentedos años (79 - 81)

Ap 17,10 dice explícitamente que losprimeros cinco reyes han «caído» y que aúnno ha «surgido» el de corta duración; por tan-to, la afirmación «el que aún vive» se refiereostensiblemente al «ahora» del texto. Conotras palabras, el contexto ficticio en el quese ubica la visión de Juan corresponde al rei-nado de Vespasiano, probablemente a suscomienzos, justo después de la destruccióndel Templo. El culto imperial no se establece-rá el hasta la época de Domiciano, en el año89. Nos encontramos con un recurso tempo-ral típico de la literatura apocalíptica, queconsiste en que las imágenes desplegadas«predicen» los acontecimientos futuros has-ta el momento en que se escribe el texto. Des-de la perspectiva de los destinatarios, sinembargo, los referentes históricos son total-mente evidentes.

La primera revuelta judía suministra, engran parte, el telón de fondo de las dramáti-cas imágenes que encontramos en el Apoca-lipsis. Ha de recordarse que la guerra comen-zó en el afto 66 EC, bajo el reinado de Nerón.Nerón había elegido con sumo cuidado algeneral Vespasiano para que comenzara laguerra. Al morir Nerón, Vespasiano tuvo quesuspender temporalmente el cerco a Jerusa-lén y regresar a Roma para convertirse en elnuevo emperador. Su hijo Tito puso fin alcerco, destruyó Jerusalén y, finalmente, suce-dió a su padre. Por consiguiente, los mismosemperadores flavianos que habían destrui-do Jerusalén unos pocos años antes, ahoraeran venerados como dioses en el nuevo cul-to imperial de Éfeso y de las ciudades de Asia.

La «octava» bestia se convierte ahora enla más importante de todas, pues es «uno delos siete». Se refiere al emperador Domicia-no, el hijo menor de Vespasiano, que reinaríadesde el 81 hasta el 96. La enigmática afir-mación de que «era y ya no es» alude a uncomentario anterior sobre la misma bestia desiete cabezas en donde se dice:

Las bestiasy losemperadoresflavios

«Y vi surgir del maruna Bestia que teníadiez cuernos y sietecabezas, y en suscuernos diezdiademas, y en suscabezas títulosblasfemos. La Bestiaque vi se parecía aun leopardo, con laspatas como de oso, ylas fauces comofauces de león: y elDragón le dio supoder y su trono ygran poderío. Una desus cabezas parecíaherida de muerte,pero su llaga mortalse le curó; entoncesla tierra entera siguiómaravillada a laBestia» (Ap 13,1).

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«Una de sus cabezas parecía tener unaherida mortal, pero fue curada, y toda latierra le siguió maravillada» (Ap 13,3).

En Asia circulaba el rumor de que elemperador Domiciano era en realidad Ne-rón, que había regresado a la vida. En efecto,Domiciano, al igual que Nerón, tenía unapésima fama por su crueldad y megaloma-nía. El hecho de que el Senado le otorgara eltítulo de DOMINUS ET DEUS («Señor y Dios»)

Estructura del Libro

Esquemáticamente, esta es la estructura del Apoc.

Presentaciones� Prefacio (1,1-3) y Carta de explicación de Juan (1,4-11)

� La primera visión (1,12-20)

� Siete cartas: cap.2-3: examen de la Iglesia, luces y sombras.

Segunda Visión� ler. ciclo: 7 sellos (cap. 4-7):

� La visión del Trono (cap. 4)

� El rollo y el Cordero (cap. 5)

� 6 sellos abiertos por el Cordero (cap. 6)

� interludio triunfal (cap. 7)

� 2do. ciclo: 7to. sello (8,1-11,19) = 7 trompetas:

� -6 trompetas se tocan (8,7-9,2 1)

� -digresión anticipatoria del tercer ciclo (10,1-11,14)

� 7ta. trompeta = celebración de triunfo (11,15-19)

Tercera Visión� 3er. ciclo: Grandes signos en el cielo (cap. 12 - 16)

� 1er signo: La mujer embarazada (12,1-2)

� 2do signo: El gran dragón rojo (12,3-4)

� Guerra en el cielo (12,5-17)

� La guerra baja a la tierra: Las bestias se enfrentan al ejér-cito del Cordero (12,18-14,20)

� Comienza la guerra: 7 ángeles, 7 plagas y 7 copas de ira(15,1-16,21)

Cuarta Visión� La gran prostituta, Babilonia (=Roma) 17,1-22,5

� La alegoriía y su explicación (17,1-18)

� La caída de Babilonia (18,1-8)

� Lamentación por Babilonia (18,9-19,10)

� Se abren los cielos y revelan el fin (19,11-21,8)

� La nueva Jerusalén (21,9-22,5)

Epilogo: 22,6-21.

en vida contradecía la costumbre de que laproclamación de la divinidad del emperadorse realizara después de su muerte.

Al final, Domiciano fue asesinado en elaño 96. Sus imágenes y símbolos fueron con-denados a «damnatio memoriae» o elimina-dos de la actividad pública. Por consiguien-te, la bestia procedente del mar (Ap 13,1), quetiene el poder de Satán y que lleva «un nom-bre blasfemo sobre sus cabezas», es Domi-ciano, que se proclamó dios y del que se pen-saba que era Nerón redivivo.

La bestia que surge de la tierra (Ap 13,11)puede referirse al gobernador de Asia o alsumo sacerdote del culto imperial flaviano,que tendrían su sede en Éfeso. Presidirían lasfiestas locales del culto imperial y llevarían ala gente a adorar la «imagen de la bestia»(13,14-15). Por tanto, con toda probabilidad,la cifra 666 es un símbolo numérico del nom-bre y el título de Domiciano como emperador(en griego, Kaisar o Sebastos), tal como apareceen las monedas o inscripciones.

El Apocalipsis sostenía, por consiguien-te, que honrar la imagen de Domiciano, labestia, era lo mismo que adorar a Satán, pues-to que se trataba de los mismos que hicieronla guerra a los santos y destruyeron la ciu-dad santa de Jerusalén (ct Ap 13,5-7; 11,1-3).A su vez, Dios castigará a cuantos veneran ala bestia (14,9-11), cuando finalmente caigala misma Babilonia (14,8; 18,1).

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La manifestación del Hijode Dios

«Dado que has visto un hombre ascen-diendo del corazón del mar; ese mismoes Aquel a quien el Altísimo reserva des-pués de mucho tiempo; por medio del cualél mismo liberará a su criatura y él mis-mo dispondrá aquellos que fueron aban-donados. Dado que has visto salir de suboca como un soplo, fuego y una tem-pestad; y aunque no tenía ni lanza ni ins-trumento alguno de guerra, él destruía ala multitud que viniera a combatirlo, estaes la interpretación: he aquí que vienendías, cuando el Altísimo comience a libe-rar a los que están sobre la tierra. Vendráuna confusión de la mente sobre aque-llos que habitan la tierra; planearán hacerla guerra unos contra otros, ciudades con-tra ciudades, región contra región, pue-blo contra pueblo y reino contra reino. Yocurrirá que mientras pasen estas cosasy ocurran los signos que te he mostradoantes, entonces será revelado mi Hijo:aquel hombre que viste ascendiendo»

IV Libro de Esdras 13,25-32

El libro del Apocalipsis comienza con una visión deJesús, en la que se presenta la obra de salvacióncomo la venida del Hijo del hombre: «Yo soy elPrimero y el Último, el que vive; estuve muerto, peroahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengolas llaves de la Muerte y del Hades» (1,17-18). Setrata de una esperanza compartida por otrosescritos apocalípticos de la época.

Con forma de proemio epistolar, la se-gunda introducción (1,4-6) le habría dado atodo el Apoc la forma de carta De hechoelúltimo versículo del Apoc, «La gracia delSeñor Jesús (sea) con todos» (22,21), cierrala forma de carta. Los primeros versículoshabrían sido añadidos como título, dandoal escrito la forma de «revelación» o «apoca-lipsis».

Si se pasa de la introducción en formaepistolar (1,4-6), directamente a 1,9, que estáen la primera persona, entramos en la mate-ria que llevó a escribir la «carta». Se trata dela visión-base, que presenta a Jesucristo ma-jestuoso, cual juez severo, «semejante a hijode hombre» (el juez daniélico), de cuya bocasalía «una aguda espada de dos filos» (1,16).

Es una visión estrechamente relaciona-da con las siete cartas, que empiezan cadauna con una presentación de Jesucristo bajouno de sus aspectos expuestos en la visióninaugural del cap. 1 (cf. 2,1.8.12. etc.), paraacto seguido emitir su juicio sobre la con-ducta de la comunidad en cuestión.

Resulta llamativo que haya una visiónsobre Jesucristo (cap. 1) antes de la visiónmás general del trono en el cielo (cap. 4-5),donde Jesucristo volverá a ser presentado yserá esa imagen, la del Cordero, la que do-mine el resto de la obra. Si ahora tenemosdos presentaciones, es porque eventualmen-te se le antepuso aquella en el cap. 1. Éstahabría sido redactada teniendo presente unapocalipsis que ya habría sido escrito y queconstiuye la Segunda Visión (4,1-11,19).

Introducción(1,4-20)

Tras el epílogo y la primera visión, sepresentan las cartas a cada una de las igle-sias mencionadas en 1,11. Es la primera se-rie de «siete», que funcionará como princi-pio de organización del texto.

En las cartas encontramos frases y te-mas enunciados en el cuerpo del Apoc:

� «quien tenga oídos, oiga» (2,7 = 13,9),� «el árbol de la vida» (2,7 = 22,2),� la segunda muerte (2,11 = 20,6.14),� regirá «con vara de hierro» (2,27 =12,5; 19,15),� vestidos de blanco (3,4s.18 =4,4;7,9.13.14),� el «libro de la vida» (3,5 = 13,8; 17,8;20,12.15; 21,27),� la nueva Jerusalén que baja del cielo(3,12 = 21,2ss).

El autor debía estar familiarizado conesas expresiones y temas, ya sea porque eranparte de su vocabulario, o porque las encon-

Las sietecartas

tró en un texto ya escrito, que sería el cuerpoprincipal del Apoc. (4,1-11,19).

La cifra de «siete» cartas es simbólica, yaque en la indicación al final de cada una sedice que el juicio vale para todas «las igle-sias» (2,7.11.17. etc.). Pero el resto de Apoc.,en cambio, es genérico en los cuadros que pre-senta, sin dirigirse a ninguna comunidad enparticular.

Desde el punto de vista de su contenido,en las cartas la mirada se dirige al interior dela Iglesia. El resto de Apoc., en cambio, mirahacia afuera, al resto del mundo en su rela-ción con la Iglesia.

Las cartas son juicios sobre las comuni-dades con sus consecuentes llamadas a la con-versión y a la fidelidad. Son claramente mora-lizantes, a diferencia del resto de Apoc., queestá centrado en la escatología.

Es probable que las cartas hayan sidocompuestas teniendo en cuenta la visióninaugural, que ya estaría escrita, al igual queel cuerpo de Apoc.

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En la segunda visión (4,1-11,19) se lemuestra a Juan el trono celestial y al Rey delos Cielos sentado allí, que sostiene un rollocon siete sellos. La apertura de cada uno delos sellos (6,1-8,1) provee la ocasión para co-municar cada segmento de la visión relativoa las destrucciones que se han hecho caersobre la tierra. La apertura del séptimo selloorigina, a su vez, una serie de siete trompetas(8,1-11,18).

El entrelazamiento de estas secuenciaspermite describir otras imágenes mediante lasque, cada vez más profundamente, se va in-troduciendo al lector en el mundo simbólicodel texto. A continuación se producen sietetruenos cuando un ángel trae consigo otro «ro-llo pequeño» (10,1-4), tras lo cual se le mues-tra a Juan la ciudad de Jerusalén (11,1-8).

Ésta es la primera pista de que la visiónque se revela es, de hecho, una referencia a laguerra y la destrucción de Jerusalén, que aho-ra se relaciona con la crucifixión de Jesús y lapersecución de dos profetas. A todo esta tri-bulación se la denomina los «ayes» (11,9-13).

Finalmente, el séptimo ángel toca sutrompeta y estalla un cántico triunfal al abrir-se a la visión de Juan todo el panorama celes-tial (11,19).

Parece que el objetivo de esta segundavisión es describir las tribulaciones y los jui-cios sufridos como consecuencia de la gue-rra. También quedan otras cuestiones pen-dientes: ¿por qué se han producido estas des-gracias? ¿Cómo liberará Dios al elegido ycuándo? El toque triunfal de la séptima trom-peta y la apertura del nuevo escenario delcielo señalan ahora a la visión siguiente quelas responderá.

SegundaVisión

Los 7 sellos

Según M.-E. Boismard esta parte deApoc. estaría inspirada en los apocalipsisjudíos, particularmente en el de Daniel. LasTercera y Cuarta visiones se inspirarían másbien en Ezequiel.

La Segunda visión, de sabor netamentejudío, según algunas opiniones, podría ser unapocalipsis judío adoptado por el autor. Sumensaje central es la liberación del pueblooprimido, con el Éxodo como trasfondo, queconcluye con el canto de Moisés en 11,15-18.

Las otras visiones se centran en las figu-ras del dragón y la bestia, al acecho del Cor-dero. Su mensaje principal es la certeza deljuicio divino y la reivindicación de los quepermanecen fieles al Cordero. De aquí que seexhorte constantemente a la fidelidad a todoprecio. Su tema predominante es la situaciónde la Iglesia frente al totalitarismo romano.

En la descripción de quién se sienta enel TRONO CELESTIAL el autor utiliza el valorsimbólico de los elementos que componen elcuadro para describir la gloria de Dios:

«Vi veinticuatro tronos alrededor del tro-no, y sentados en los tronos, a veinticua-tro Ancianos con vestiduras blancas ycoronas de oro sobre sus cabezas. Del tro-no salen relámpagos y fragor y truenos;delante del trono arden siete antorchasde fuego, que son los siete Espíritus deDios. Delante del trono como un martransparente semejante al cristal» (4,4-6).

Los 24 ancianos suelen ser identifica-dos con los Patriarcas y los Apóstoles. El blan-co de sus vestidos expresa gloria o victoria;las coronas el poder de regir.

Estructura de las siete cartas«Cada mensaje se ciñe a un modelo retórico compuesto de los siguientes elementos:

� Orden de escribir;� Fórmula profética del mensajero (tade legei: «así dice») y caracterización del portavoz,en este caso Jesucristo;� Elementos y secuencia de la sección «Conozco»:

a. descripción de la situación («Conozco que...»),b. censura («pero he de echarte en cara...»),c. orden de arrepentirse,d. dicho profético-revelatorio («mira...»),e. promesa de pronta venida de Cristo,f. exhortación (mantenerse firmes);

� La llamada a la escucha va dirigida a todos los miembros de las iglesias, no a unaiglesia determinada;La promesa escatológica a quienes consigan mantenerse firmes va dirigida una vez mása una amplia audiencia, no sólo a la comunidad destinataria del mensaje.

Elisabeth Schüssler Fiorenza, Apocalipsis. Visión de un mundo justo, Estella 1997, p.72.

Según E. SchüsslerFiorenza las cartas sonsolemnesproclamacionesproféticas. Laexpresión repetida «asídice...» aparece tantoen los profetas hebreoscomo en los oráculoshelenísticos, y tambiénen los edictos de lacorte persa y entre losmagistrados romanos.Se trataría de oráculosdivinos dirigidos a laIglesia.

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El mar transparente es aquel mismo queve Moisés cuando sube al Sinaí:

«Bajo sus pies había como un pavimentode zafiro tan puro como el mismo cielo»(Ex 24,10).

Se trata del cielo visto desde arriba, conside-rado como una cúpula de cristal.

Los Vivientes son descritos según el mo-delo de Ez 1,10:

«En cuanto a la forma de sus caras, erauna cara de hombre, y los cuatro teníancara de león a la derecha, los cuatro te-nían cara de toro a la izquierda, y loscuatro tenían cara de águila».

Estar llenos de ojos significa estar llenos deconocimiento.

Los destinos del universo son entrega-dos al Cordero bajo la forma de un libro se-

llado. Esto significa que permanece secretomientras no sea abierto. Eso no lo puede ha-cer ningún ser: ángel, hombre o demonio, yaque todos carecen de la dignidad suficiente.Sin embargo

«el León de la tribu de Judá, el Retoño deDavid; él podrá abrir el libro y sus sietesellos» (5,5).

La imagen del León está tomada de labendición de Jacob a sus hijos:

«Cachorro de león es Judá; de la presa,hijo mío, has vuelto; se recuesta, se echacual león, o cual leona, ¿quién le haráalzar?» (Gn 49,9).

Sin embargo, su apariencia no es la de unanimal depredador:

«Vi, de pie, en medio del trono y de loscuatro Vivientes y de los Ancianos, unCordero, como degollado; tenía siete cuer-nos y siete ojos, que son los siete Espíritusde Dios, enviados a toda la tierra» (5,6).

En este caso la imagen está tomada delritual de la pascua en Ex 12,21-27. Degolla-do, pero de pie, es la referencia a la muerte yresurrección de Jesús. A él se le canta:

«Eres digno de tomar el libro y abrir sussellos porque fuiste degollado y compras-te para Dios con tu sangre hombres detoda raza, lengua, pueblo y nación; y hashecho de ellos para nuestro Dios un Rei-no de Sacerdotes, y reinan sobre la tie-rra» (5,9-10).

Se evoca así la consagración de Israelcomo pueblo de la Alianza en virtud de laliberación de Egipto:

Los siete Espíritus de Dios1. Uriel, «Fuego de Dios». Está sobre el mundo y sobre el infierno.

2. Rafael, «Medicina de Dios». Preside sobre el espíritu de los hombres.

3. Ragüel, «Amigo de Dios». Vengador del mundo de la Ley.

4. Mikael, «¡Quién como Dios!». Preside a la mejor parte de los hombres: el pueblo deIsrael.

5. Sariel, «Príncipe de Dios». Vigila a los espíritus que inducen al pecado.

6. Gabriel, «Dios es mi fuerza». Preside a los querubines y serafines en el paraíso.

7. Reniel, «Trueno de Dios». Preside a los que van a resucitar.

Mientras que losrelámpagos y el fragory truenos del trono deDios en Ap 4,5 evocalas teofanías, como enel caso del Sinaí, lossiete Espíritus podríanser los arcángeles quetradicionalmente seconsideraba losservidores máscercanos de Dios. Susnombres losconocemos por el libro IEnoc (20,1-8).

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A medida que el Cordero va abriendolos sellos del Libro que sólo él es digno deabrir, y que comiencen a sonar trompetas (8,2-9), se desarrollará la visión de los aconteci-mientos que anuncian y preparan el desas-tre del imperio romano, prototipo de los ene-migos de Dios.

El Cordero no se limita en su apertura auna simple lectura del Libro, sino que a me-dida que procede se van realizando lo queestá anunciado en él. Como en la teologíaprofética, aquí también el anuncio es eficazy, por tanto, temido como lo eran los anti-guos oráculos. Pero en este caso no se puedeimpedir, como antes se intentaba acallar alprofeta.

Los caballos que van apareciendo estáninspirados en Zac 1,8-10 y 6,1-3. Sus coloresson simbólicos:

Blanco: Victoria.Rojo: Guerras sangrientas; son su precio.Negro: la muerte por el hambre.Verdoso: la putrefacción.

Se trata de una progresión. Se está des-cribiendo una invasión y sus secuelas, queacontece no en todo el mundo, sino sobre «lacuarta parte de la tierra» (6,8). Al abrir el quin-to sello, los mártires piden que se haga justi-cia. Pero se les da un vestido blanco y

«se les dijo que esperasen todavía unpoco, hasta que se completara el númerode sus consiervos y hermanos que iban aser muertos como ellos» (6,11).

Las señales cósmicas que se describen acontinuación acompañan, en los profetas, alDía de Yahveh (del Juicio):

«Sucederá aquel día -oráculo del SeñorYHWH- que yo haré ponerse el sol a me-diodía, y en plena luz del día cubriré latierra de tinieblas» (Am 8,9).

La reacción de los perseguidores es ladesaparición de su seguridad y arrogancia.

La escena del sellado y los sellados (7,3-8) representa la predestinación de los justos,y remite al profeta Ezequiel:

«Pasa por la ciudad, por Jerusalén, ymarca una cruz en la frente de los hom-bres que gimen y lloran por todas lasabominaciones que se cometen en mediode ella». Y a los otros oí que les dijo: «Re-corred la ciudad detrás de él y herid. Notengáis una mirada de piedad, no perdo-

«Ya habéis visto lo que he hecho con losegipcios, y cómo a vosotros os he llevadosobre alas de águila y os he traído a mí.Ahora, pues, si de veras escucháis mi vozy guardáis mi alianza, vosotros seréis mipropiedad personal entre todos los pue-blos, porque mía es toda la tierra; seréispara mí un reino de sacerdotes y una na-ción santa» (Ex 19,4-6).

Pero la visión de Apoc es universal, más alládel pueblo israelita.

La realeza es un desafío ante el totalita-

rismo romano. A ese poder humano se con-trapone el recibido por el Cordero, como lamultitud de los Angeles alrededor del trono,de los Vivientes y de los Ancianos dicen confuerte voz:

«Digno es el Cordero degollado de recibirel poder, la riqueza, la sabiduría, la fuer-za, el honor, la gloria y la alabanza» (5,12).

La alabanza se hace compartida sin hacerdiferencia entre el Cordero y Dios sentadoen su trono (5,13).

Los cuatro jinetes«He tenido una visión esta noche. Era unhombre que montaba un caballo rojo;estaba de pie entre los mirtos que hay enla hondonada; detrás de él, caballos ro-jos, alazanes y blancos. Yo dije: «Quié-nes son éstos, señor mío?» El ángel quehablaba conmigo me dijo: «Yo te enseña-ré quiénes son éstos». Y el hombre queestaba entre los mirtos intervino y dijo:«Estos son los que ha enviado Yahveh arecorrer la tierra». Entonces ellos se diri-gieron al ángel de Yahveh que estaba en-tre los mirtos y dijeron: «Hemos recorridola tierra y hemos visto que toda la tierravive en paz» (Zac 1,8-11).

SegundaVisión

Las 7 trompetas

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néis; a viejos, jóvenes, doncellas, niños ymujeres matadlos hasta que no quedeuno. Pero al que lleve la cruz en la frente,no le toquéis. Empezad a partir de mi san-tuario» (9,4-6).

Los sellados no son de todo el mundo,sino de las doce tribus de Israel. Pero en 7,9

aparece una gran multitud de todas las na-ciones que comparten este triunfo:

«Son los que vienen de la gran tribulación;han lavado sus vestiduras y las han blan-queado con la sangre del Cordero» (7,14).

La tribulación es la que se va a tratar enel resto del libro, y que precede al fin. Toda laapocalíptica tiende a mostrar las tribulacio-nes como precursoras del advenimintomesiánico, como «dolores de parto» de unalumbramiento.

Las trompetas son un fenómeno que co-incide con las plagas de Egipto (Ex 7-10). Perosolo recaen sobre una tercera parte de la tie-rra. Lo que sucede con los sellos y las trom-petas no es otra cosa que la historia del pue-blo de Israel. Interesa la plaga correspondien-te al sexto Angel que tenía la trompeta:

«Suelta a los cuatro Angeles atados jun-to al gran río Eufrates». Y fueron solta-dos los cuatro Angeles que estaban pre-parados para la hora, el día, el mes y elaño, para matar a la tercera parte de loshombres. El número de su tropa de caba-llería era de 200.000.000; pude oír sunúmero. Así vi en la visión los caballos ya los que los montaban: tenían corazasde color de fuego, de jacinto y de azufre;las cabezas de los caballos como cabe-zas de león y de sus bocas salía fuego yhumo y azufre» (9,14-17).

Se trataría de una invasión de los par-tos, temida por los romanos y esperada porlos cristianos.

En el capítulo 10 pasan las trompetas yahora se consuma el misterio de Dios. Apa-rece un ángel que uno podría identificar conel mismo Cristo (baja del cielo envuelto en

Cuando el emperador Valeriano quiso lograr launidad del imperio contra los partos, los cristianosse le presentaban como un cuerpo extranjero. Poreso en el año 257 prohibió el culto, muriendo entreotros el obispo de Roma, Sixto, y su diáconoLorenzo. También le toca la misma suerte a Cipriano.La captura y muerte de Valeriano a manos de lospersas fue visto por los cristianos como un castigodel cielo.Algo semejante sucedería cuando Juliano llamado elApóstata, trate de restaurar el paganismo en contrade los cristianos. Al morir en 363 luchando contralos partos, habría pronunciado como últimaspalabras «¡Venciste Galileo!».

La fiesta de las Tiendas y Apocalipsis

La fiesta judía de las Chozas (Sukkot), celebrada el 15 de tishrí(final de setiembre o comienzos de octubre) permite vislumbraren sus lecturas el porvenir definitivo al que serán invitadas lasnaciones junto con Israel. Zac 14 habla de aguas vivas que mana-rán de Jerusalén y de luz que no se apaga con la noche, elemen-tos de importancia central dentro de la fiesta. Ez 38 narra el com-bate final en que serán vencidos los enemigos del pueblo deDios. Estos textos tienen un claro sentido escatológico y contribu-yen a crear un clima de renovada esperanza en la intervención deDios como creador de un mundo nuevo.Si bien la prescripción de habitar en una choza quiere recordar larelatividad y provisoriedad de la vida humana frente al absoluto deDios, también quiere adelantar en el presente la vida definitiva através de la protección de Dios que cubre a sus hijos con subendición. Así lo implora la oración que se reza todas las tardesdurante los días de la fiesta:

«Haznos descansar en paz, Señor Dios nuestro. Y haz quenos volvamos a levantar, oh Rey nuestro, vivos y en paz. Extien-de sobre nosotros la Sukká de tu paz y afiánzanos en buenasdisposiciones en tu presencia. Sálvanos pronto por causa detu Nombre. Defiéndenos y aleja de nosotros a Satanás; apár-talo de todas partes y ocúltanos bajo la sombra de tus alas,porque tú eres un rey bueno y misericordioso. Así pues, guar-da nuestra entrada y nuestra salida con vistas a la vida y a lapaz, desde ahora y para siempre. Bendito seas, Señor, queguarda a su pueblo Israel para siempre».

Un elemento importante lo constituye el lulav, la rama de palmeraque, unida en un ramo con ramas de mirto y sauce, se agita du-rante la recitación del Hallel (salmos 113-118). El Apocalipsis nosmuestra la liturgia del cielo, donde hay «una muchedumbre in-mensa... con palmas en sus manos» (7,9-10). A estos fieles testi-gos de la fe «el Cordero que está en medio del trono los apacen-tará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida» (7,17),como se celebra en Sukkot. También se dice que «el que estásentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos» (7,15), comopide la oración mencionada.

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una nube, con el rostro como el sol). Trae unlibro abierto en su mano. Ya todo ha termina-do, no habrá dilación (10,6). El Misterio deDios anunciado a los profetas como buenanueva se ha consumado.

Juan toma el libro de la mano del ángel ylo come (10,9-10). El libro ya no está sellado,sino que está abierto. Toda esta escena se ins-pira en la vocación profética de Ezequiel (2,8-3,3). Pero mientras que Ezequiel no es «en-viado a un pueblo de habla oscura y de len-

Jinetes partos

gua difícil, sino a la casa de Israel» (Ez 3,5),Juan sí: «Tienes que profetizar otra vez con-tra muchos pueblos, naciones, lenguas y re-yes» (Ap 10,11).

Cuando el séptimo ángel toca su trom-peta (11,15) suenan en el cielo fuertes vocesque dicen: «Ha llegado el reinado sobre elmundo de nuestro Señor y de su Cristo; y rei-nará por los siglos de los siglos», y los ancia-nos vuelven a aparecer en escena (11,17) pos-trándose y adorando a Dios diciendo «Tedamos gracias, Señor Dios Todopoderoso,«Aquel que es y que era» porque has asumi-do tu inmenso poder para establecer tu rei-nado». Ya no se dice más «el que vendrá»,pues ya ha llegado. Y a continuación empie-zan una serie de signos.

La parte más importante del Apocalip-sis es la visión de los capítulos 12-16, dondese explica cómo un conflicto cósmico aconte-cido en los cielos entre los arcángeles de Diosy Satán, el gran dragón rojo, se ha desborda-do en los tiempos últimos hasta alcanzar latierra (12,13-17). Es un motivo clásico de laapocalíptica, pero aquí se pudo haberreelaborado para expresar los acontecimien-tos sucedidos en la revuelta judía y sus con-secuencias. Más concretamente, el texto diceque el antiguo dragón, Satán, había encarga-do a dos bestias, una del mar (13,1-10) y otrade la tierra (13,11-18), que supervisaran sureinado en la tierra. Como ya hemos visto, labestia de siete cabezas que surge del mar serefiere a Roma y sus emperadores, como dejaclaro la posterior interpretación realizada porel ángel (17,7-14). Esta bestia es el agente deSatán que sometió a los judíos y destruyó Je-rusalén.

El texto dice:

«Una gran señal apareció en el cielo: unaMujer, vestida del sol, con la luna bajosus pies, y una corona de doce estrellassobre su cabeza» (12,1).

La imagen femenina vuelve a aparecercomo en IV Esdras, y lo más probable es quesimbolice al pueblo de Dios, ya que evoca elsueño de José, donde el sol representa a supadre Israel, la luna a su madre Raquel y lasestrellas a él y a sus once hermanos (cf. Gén37,9-10).

El hecho de que «está encinta, y gritacon los dolores del parto y con el tormento dedar a luz» (Ap 12,2) confirmaría la atribu-ción, puesto que Jerusalén ha sido descritapor los profetas como una parturienta:

«Antes de tener dolores dio a luz, antesde llegarle el parto dio a luz varón. ¿Quiénoyó tal? ¿Quién vio cosa semejante? ¿Esdado a luz un país en un solo día? ¿Onace un pueblo todo de una vez? Puesbien: Tuvo dolores y dio a luz Sión a sushijos» (Is 66,7-9).

Continúa el texto:

«La mujer dio a luz un Hijo varón, el queha de regir a todas las naciones con cetrode hierro; y su hijo fue arrebatado hastaDios y hasta su trono» (12,5).

TerceraVisión

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En el lenguaje de los salmos el que rigecon cetro de hierro es el rey mesiánico.¿Quién es ese hijo? Tratándose de un apoca-lipsis cristiano no hay duda de que es Jesús,que ha sido exaltado a la presencia de Dioscomo Mesías y que debe retornar para ejercersu realeza.

El arrebato de Jesús hasta Dios es segui-do del triunfo sobre las fuerzas del mal:

«Y fue arrojado el gran Dragón, la Ser-piente antigua, el llamado Diablo y Sata-nás, el seductor del mundo entero; fuearrojado a la tierra y sus Ángeles fueronarrojados con él» (12,9).

Esta imagen era muy común en las ex-pectativas mesiánicas de la época:

«se manifestará el reinado de Dios so-bre toda la creación, y no existirá ya Satanás,

y con él desaparecerá la tristeza» (Ascenciónde Moisés 10,1).

Jesús mismo habría intuido que el malhabía sido ya vencido mediante el Reino deDios que se hacía presente mediante susexorcismos y curaciones: «He visto a Sata-nás caer del cielo como un rayo» (Lc 10,18).

Pero los creyentes saben que, a pesar deeste triunfo, la lucha se traslada a la tierra ylos involucra a ellos:

«Entonces despechado contra la Mujer,se fue a hacer la guerra al resto de sushijos, los que guardan los mandamien-tos de Dios y mantienen el testimonio deJesús» (Ap 12,17).

A ellos les toca enfrentar el culto al em-perador (cf. 13,15), y padecer entonces la mis-ma persecución que en otro tiempo AntíocoIV emprendiera contra los judíos fieles a laLey. La visión de la Bestia a la que el Dragónle transmite su poder, se inspira en Dn 7 (per-secución de Antíoco Epífanes), en donde sehabla de cuatro bestias que salen del mar. EnAp, la Bestia del mar (Mediterráneo) es elimperio romano o su emperador, que searroga títulos divinos. Y este es el motivo dela persecución: ni judíos, ni cristianos admi-tieron las pretensiones del emperador de lle-var títulos divinos y que llegará a ser un cier-to culto. Se trata de una lucha contra la divi-nización del poder.

Pero la batalla cósmica no ha terminadotodavía. Los ejércitos de la bestia están listospara luchar contra el ejército del Cordero enSión una serie final de batallas (14,1-16,21).Mientras que en el capítulo 14 los ángelesvenían anunciando que se realiza el juicio,en el capitulo 15 los que triunfaron cantanun cántico nuevo de pie junto al mar de cris-tal, así como Moisés había cantado con todoel pueblo, a orillas del mar Rojo, la liberaciónde Egipto (Ex 15,1-21).

La cuarta visión (Ap 17,1-22,5) prosigueel relato retornando a la escena celestial an-terior (11,19-12,1) para mostrar cuál será elresultado de su drama cósmico. Uno de lossiete ángeles, que había supervisado los por-tentos de las últimas batallas (14,16), presen-ta ahora una serie de visiones en las que pre-dice la caída de Babilonia, es decir, Roma,otra apertura de los cielos y la visión del des-censo de una nueva Jerusalén (21,9-22,5).

Como opuesta a la Mujer vestida de solel vidente observa otra figura femenina:

«La mujer estaba vestida de púrpura yescarlata, resplandecía de oro, piedraspreciosas y perlas» (17,4).

Es la responsable de la muerte de los mártires(17,6) y se identifica con la Roma imperial:

«La mujer que has visto es la Gran Ciu-dad, la que tiene la soberanía sobre losreyes de la tierra» (17,18).

Su destino final es la ruina, que será ce-

Cuartavisión

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El linaje de la Mujer y elde la Serpiente

«La que se hallaba encinta de un hom-bre estaba atormentada por sus vehe-mentes dolores, pues entre sus angus-tias daba a luz un varón, y de entre laspenas del Sheol venía a la luz, del hornode la que estaba encinta, un consejeroadmirable por su poder, y un varón salíaincólume de las angustias...Y la que esperaba una serpiente estabasumergida en duras penas, y los ataquesdel abismo se desencadenaban conamenazas tremendas...Se abrían las puertas de Sheol por obrade las intrigas de la serpiente. Las puer-tas de la fosa se cerraban detrás de laque estaba encinta de la iniquidad, y losbatientes eternos detrás de los espíritusde la serpiente».

1 QH 3,9-18

El dualismo propio de laapocalíptica quedóexpresado en algunostextos como contrasteentre dos mujeres,evocando la maldicióndivina sobre laserpiente: «Enemistadpondré entre ti y lamujer, y entre tu linaje ysu linaje» (Gn 3,15). Tales el caso de esteHimno de Qumrán.

lebrada en lo alto:

«Alégrate por ella, cielo, y vosotros, lossantos, los apóstoles y los profetas, por-que al condenarla a ella, Dios ha juzga-do vuestra causa» (18,20).

Las figuras se toman de Jeremías (51,1ss) elsaías (21,9).

En 19,11 describe el castigo de los queparticiparon en todo esto. Después de las dosBestias y sus ejércitos, es aniquilado su jefe,el Dragón. También habla de una resurrec-ción que todavía no es la final (20,4). El au-tor, con todo esto, está entreviendo el triunfoinmediato de los que muerieron mártires: yaestán reinando con Cristo. Forman el pueblosacerdotal que reina para siempre.

La esperanza final es descrita en térmi-nos esponsales, donde la Mujer que habíasufrido tanto llega a ser la Esposa del Rey dereyes:

«Alegrémonos y regocijémonos y démoslegloria, porque han llegado las bodas delCordero, y su Esposa se ha engalanado yse le ha concedido vestirse de lino des-lumbrante de blancura - el lino son lasbuenas acciones de los santos» (19,7-8).

Se trata de «la Ciudad Santa, la nueva Jerusa-lén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, enga-lanada como una novia» (21,2). Es el mundonuevo donde no hay lugar para el mal:

«Dichosos los que laven sus vestiduras, asípodrán disponer del árbol de la Vida yentrarán por las puertas en la Ciudad. ¡Fue-ra los perros, los hechiceros, los impuros,los asesinos, los idólatras, y todo el que amey practique la mentira! (22,14-15).

Y los que sufren el mal presente no dejan desuplicar: «¡Ven, Señor Jesús!» (22,20).

Lo importante no es todo aquello que

pasó, sino lo que viene. El autor toma textosde los profetas y los compagina para descri-bir la Jerusalén celestial, la ciudad santa ba-jaba del cielo. Hay un corte absoluto, no haycontinuidad entre nuestra historia y la Jeru-salén nueva. Y estar «engalanada como unanovia ataviada para su esposo» (es el len-guaje de Os 2,16).

La promesa mesiánica hecha a David (2Sam 7,14), ahora es título de todos los vence-dores. Y entre los excluidos, se encuentranen primer lugar los cobardes, los que no per-severaron en la persecución.

Tal como muestran los versículos22,7-13, el Apocalipsis tiene un importante objeti-vo. Según el mensaje de las cartas a las sieteiglesias, se exhorta a sus miembros a mante-nerse firmes o les advierte contra la tibieza(3,15-16) o contra la ingesta de carne sacrifi-cada a los ídolos (2,14.20). Los banquetespúblicos eran celebraciones del culto impe-rial en las que los cristianos podían partici-par. Los cristianos de Asia Menor estabandispuestos a honrar al emperador Domicianoy adaptarse al sistema imperial romano, talcomo las cartas de «Pedro» y «Pablo» leshabían animado a hacer. La advertencia deJuan era alarmante para quienes actuaran deeste modo:

Un tercer ángel les siguió, diciendo confuerte voz. «Si alguno adora a la bestia ya su imagen, y si acepta la marca en sufrente o en su mano, tendrá que beber tam-bién del vino del furor de Dios, que estápreparado, puro, en la copa de su ira. Será

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atormentado con fuego y azufre, delantede los santos ángeles y del Cordero. y lahumareda de su tormento se elevará porlos siglos de los siglos, no hay reposo, nide día ni de noche, para los que adoran ala bestia y a su imagen, ni para el queacepta la marca de su nombre» (14,9-11).

Mediante las visiones y los potentes sím-bolos dualistas, el autor muestra, dramática-mente, que adaptarse equivale a adorar al

mismo Satán y, en sintonía con el sectarismoapocalíptico tradicional, colocarse en el ban-do de los perdedores cuando Dios triunfe alfinal sobre Satán. El libro del Apocalipsis,por tanto, debería interpretarse en el contex-to del renacimiento de la apocalíptica judíaen los años ochenta y noventa, que trata delproblema de la destrucción de Jerusalén, perosu preocupación principal era abordar el«problema» que suponía la situación de loscristianos en la cultura romana.

El autor del libro se presenta como Juan(1,1; 1,4; 1,9; 22,8). En ninguno de los casosreclama para sí el título de apóstol; más bien,habla de los apóstoles en tercera persona. Sepresenta como profeta (10,10; 22,9), que es unministerio desempeñado dentro de las comu-nidades antiguas).

Durante la época apostólica se vivieronrepetidamente crisis éticas en el cristianis-mo, ya que los creyentes podían acomodarseal entorno y llegar a ser como los demás. ElApocalipsis de Juan plantea la resistenciatanto frente al poder extranjero como un exi-gente llamado a la conversión. En la secciónepistolar, solamente en la carta a la iglesia dePérgamo se menciona un martirio, que pare-ce haber ocurrido hace algún tiempo:

«Eres fiel a mi nombre y no has renegadode mi fe, ni siquiera en los días de Antipas,mi testigo fiel, que fue muerto entre voso-tros, ahí donde habita Satanás» (2,13).

Lo que ocupa la mayor parte de la ex-hortación es un llamado a mantener la fideli-dad ante el peligro de decadencia. Así escri-be a la iglesia de Efeso:

«Tengo contra ti que has perdido tu amorde antes. Date cuenta, pues, de dónde hascaído, arrepiéntete y vuelve a tu conduc-ta primera» (2,4-5).

A la iglesia de Pérgamo se le reprocha latolerancia hacia creyentes que mantienen unlaxismo moral:

«tengo alguna cosa contra ti: mantienesahí algunos que sostienen la doctrina deBalaam, que enseñaba a Balaq a ponertropiezos a los hijos de Israel para quecomieran carnes inmoladas a los ídolosy fornicaran. Así tú también mantienesalgunos que sostienen la doctrina de losnicolaítas. Arrepiéntete» (2,14-16).

El Apocalipsis manda a los cristianos a

sustraerse de aquella sociedad pagana, que nosólo persigue, sino que también contagia:

«Pueblo mío sal de ella, para no hacertecómplice de sus pecados» (Ap 18,4).

El mensaje de Hermas es más moderado,pero comparte la misma pasión profética:

«Como vives en tierra extraña, confórmatecon lo necesario para subsistir, y si el se-ñor de esa ciudad quiere expulsarte deella por oponerte a sus leyes, disponte aabandonar la ciudad, encaminarte a latuya y observar tu ley, gozoso de vertelibre de la opresión» (El Pastor, sI,6).

El montanismo despertará el espíritu decrítica profética exigiendo la pureza de Igle-sia. Una de sus máximas, que estaría pronun-ciando el mismo Paráclito, dice:

«La Iglesia puede perdonar el pecado;pero yo no lo quiero hacer, para que otrosno sigan pecando» (Tertuliano, Sobre elpudor XXI,7).

Igualmente esta nueva profecía se dirigehacia afuera, animando la confrontación conel paganismo, como consta en una exhorta-ción a las mujeres:

«No deseéis morir en el lecho, ni de parto,ni de fiebre agotadora, sino en martirios, paraque sea glorificado aquel que padeció por vo-sotras» (Tertuliano, Sobre la fuga IX,4).

Pero también plantea una confrontaciónhacia dentro de una comunidad que conside-ra relajada, como expresa la queja de la profe-tisa Maximila:

«Me persiguen como a un lobo que es ale-jado de las ovejas; yo no soy un lobo; soy pala-bra, espíritu y fuerza» (cf. Eusebio, HistoriaEclesiástica V,16,17).

Continuidadde laprofecía

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