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1
EL LIBRO DE ZAINAB
Madinat al-Muluk
(Ciudad de los Reyes)
OIGO A MI MADRE
llamarme desde el patio...
“Zaynab”, me dice,
y es mi nombre en su boca
acento bereber
para que yo no olvide al nómada de arena
y su lejano grito,
perdido en la dorada ausencia de senderos.
Me regala mi madre el collar de monedas
que su madre le dio;
permite que desprecie el velo de mi rostro,
“mas úsalo en la plaza
que una sola mirada podría arrebatarle
a mi Zaynab
su tierno corazón
no acostumbrado,
cual camellita dulce,
a su montura”.
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Escucha, madre mía,
¿lo sentiste llegar?
Ay, que mis dos cerezas
lo quieren obsequiar.
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2
VESTIDA DE MUCHACHO, ACOMPAÑO A MI PADRE
por el Súq al-Dawább1.
Ataviado del verde costoso de Al-Ma'mún2
pavonea su fama entre los aljameles
y los extraños hombres que aman a sus caballos
como al juego o la sangre.
Busca un potro alfaraz
nacido del abrazo ligero de los vientos;
pregunta al yegüerizo por la hija más hermosa:
El animal se acerca, me lame y me conquista.
Mi padre se sonríe con mi elección honrada
y todos se sonríen, felicitan, asienten.
Pero yo busco un rostro detrás de aquellos rostros,
un gesto silencioso,
una mirada cómplice de reconocimiento.
¿Dónde estás, mi señor?
A1 zoco de las bestias me llegué con mi padre
por si el azar quisiera
regalarme tu nombre, descubrirte a mi amor.
1 Zoco de las bestias. Zocodover 2 Rey de la Taifa toledana del siglo XI
3
HASTA EL MEXUAR1 ME LLEGA EL OLOR A JAZMÍN
pero es extraño
que la mañana traiga los perfumes queridos
pues, al atardecer,
la flor prepara
silenciosas visitas.
Siempre al atardecer
los ramitos se abren en livianos temblores
de minúsculos cálices.
Y, a la noche, su efluvio
escala hasta mi estancia e impregna las almohadas
en tanto espero
un aroma de piel
que pueble e1 aire
con su caricia ardiente
y mi gemido.
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Vendrás con el jazmín
en tu cabello.
Aguardaré tu olor,
ya no me duermo.
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1 Corredor alrededor del jardín
4
SALGO A COMPRAR PERFUME
sin el permiso.
Un velo de algodón
cubre mi rostro
para que nadie sepa.
La risa de la esclava
se contagia en mi risa
y el alatar nos muestra,
con histriónico gesto,
aceites de la mirra,
del benjuí y del mirto.
Florece la tienducha
con azahar invisible,
mas un aroma crece
de entre toda la esencia:
Mi madre me exhortó
a que en Noviembre lleve
el gusto del almizcle
y elijo los reflejos
de su dulce cristal.
Pero ella desconoce
que en ese olor envuelvo
las noches de mi lecho.
Y al regresar a casa,
asperjo los tejidos
de mi alhanía:
El misterioso olor
de su rizado vello.
5
MI MADRE ME HA CONTADO DE JARDINES DE ARENA
más lejos que los cielos del estrecho de Ormuz,
más lejos que las tierras de los templos del aire...
En mi jardín, los sueños llevan sedas de rosas,
mil racimos de orquídeas que se abren a la luna
y alegres pericones, medianoche su olor.
Y, entre todas, la flor que jamás se marchita,
que aguarda la humedad de la furtiva mano;
sólo un roce y sus pétalos, locos de amor, se ofrecen,
locos de amor, abriéndose, esparciendo su polen
sobre la sabia mano que, a bien, la despertó.
6
LA MEZQUITA
I
Todos los hombres creen
que un hermoso muchacho se aproxima
a la mezquita Aljama1.
He cambiado mi alquinal por el verde
de la escogida corte.
Los mendigos piden a sus puertas
vida fecunda para el generoso
y, con voz de serpiente,
la negritud de vida en el avaro.
Cruzo la luz del sahn2 y purifico
mi piel no destinada
con las aguas rientes del estanque.
Bajo la capa bella
mis pies descalzos llevan el temor,
pero nadie me mira con sospecha
y aprueban, silenciosos,
que un joven tan apuesto acostumbre en orar
en el lugar sagrado del perdón.
II
¿Qué sombras bisbisean
las sagradas aleyas repetidas
entre los arcos rojos?
Son la penumbra densa
y acogen roces fríos
del mármol en las plantas de mis pies.
Entre tantas columnas
sosteniendo lo oscuro,
un resplandor al fondo,
un signo que me orienta: Oh, la al-qibla dorada,
deseo del horizonte del Este;
alhajado mihrab1,
1 Mezquita mayor 2 Patio de las abluciones
7
guarda los ecos de oraciones sin voz.
Señor, si me escucharas...
Reconocer su nombre,
saber qué gesto habita.
1 Nicho decorado en la al-quibla
8
UN ANIMAL SECRETO, LA NARANJA,
un animal sin nombre, adormecido,
brilla entre las manzanas
y el vaso de nabidh1, tan oloroso.
Desde el mexuar pasa la luz, la tarde
se pierde en el jardín,
mientras tanto acaricio
la primera naranja de Levante
y el animal despierta
regalando su olor.
A1 desgarrar su piel
cae el zumo liberado a mis dedos,
más fresco que la esencia
de bermejas rosas con albahaca.
Ya se entrega a mi boca
cual si fuera el hambriento, devorándome.
Ay, si mi cuerpo hubiera ese perfume
liberando sus zumos en tu boca,
refrescando tu sed,
quedándome en hebrillas por tus dientes.
Sería Tawaddud2
ofreciéndote el fruto al despertar.
1 Licor suave 2 Personaje femenino de Las mil y una noches
9
JUEGO CON MIS HERMANAS A DECIR DEL AMOR...
Son aguas que se pierden
sus palabras,
no atienden a su acento
y comen almojábanas igual que arrojan piedras,
y beben del licor escarchado de dátiles
olvidando su aroma, su esencia preciosísima.
Así las miro hablar:
Despreocupadas, necias, igual que las perversas
mujeres del hamman1.
Me callo y oigo al viento mover sus brazaletes
en los mirtos.
Tan sólo mi hermanita menor sabe de mi alma.
No se pinta
las uñas con alheña
y es cariñosa y dulce
con mis versos prohibidos.
1 Baños públicos
10
ME OCULTO RECELOSA TRAS DE LOS MENACIRES1
pues yo quiero buscar si entre los caballeros
que besan a mi padre
en la visita
viene el hombre que ansío, aquel por quien retiro
el velo de mis ojos con amor y con sed.
«Será bella alaroza,
pura como las alas de una casta paloma».
¡Ay!,
si yo no fuera la hija
de los Hadidies2
ni mi nombre tuviera el oro por reclamo
correría en la noche persiguiendo sus pasos,
el chorta3 sería ciego,
llamaría a la puerta que amo y desconozco
y allí me olvidaría.
1 Miradores cubiertos de telas y celosías 2 Familia del noble que mandó construir la mez quita de Bab al- Mardum 3 Guardián nocturno de las calles
11
EL ÚLTIMO DÍA DEL MES NOVENO,
que e Señor reconozca mis ayunos,
encenderán las calles sus candiles
de fiesta cuando llegue la noche.
Pensaré que cayeron las estrellas
y brillarán las risas con los ramos;
en el jardín, el aire será olor.
Mis hermanas y yo
saldremos alhajadas con ajorcas
tintineantes al paso de la danza;
tomaremos el néctar del nabidh,
bálsamo del corazón afligido.
Trataré de buscarte entre el gentío
y encontraré tu rostro entre los rostros.
Amor, mi alegría se volverá
se volverá licor para tu boca.
12
EL MERCADO
I
He salido al mercado vestida de muchacho.
Cruzo el barrio de sastres, me acompaña el rumor.
Los vendedores gritan qallá, saffáy y mirqas1...
Otros reclaman oro, texturas que vender
o que robar.
Hombres de piel oscura llegados desde el Nilo,
bereberes, señores del tiempo de las dunas,
genoveses y francos,
los gigantes del Norte con sus frías pupilas
y mendigos que alaban los óbolos de Dios
en los más justos.
Los escribas recogen peticiones y sueños
y el perfumista engaña penetrantes hedores
con aromadas aguas de narciso o limón.
Se oyen lenguas extrañas de las ciudades límite
que el Profeta olvidó;
una música, un grito en la mañana plena
me impiden recordar
la voz que busco y amo entre tanto color.
II
Desde un rincón un viejo, lisonjero, me llama:
“Tal vez yo te conozca,
álamo sin crecer, joven halcón.
Lo que es bueno sabrás del destino en mis dados.
Tan sólo una moneda, padrecito...
Lo prohibido también conocerás de mí
para que nunca peques.”
Y cuando el viejo rompe los dados en el suelo
un temblor le recorre, no me quiere mirar:
1 Diferentes frituras de pescados, buñuelos y carne
13
“ ¡Ay, muchachito aciago, por la estrella que buscas
tú dormirás sin fin!”.
14
HOY HE IDO AL HAMMAN POR ENCONTRARTE.
Lo hago por ti, mi amor,
que me disgusta entrar,
mentir que he estado enferma,
pensando que las aguas que nos limpien
tal vez sean las mismas.
Abandono mis ropas y me cubro
con una blanca sábana
y, paciente, espero en la sala fría;
después penetro en al-bayt al-sajún1
donde el vapor huele a un agrio sudor
y a partes escondidas.
Me adormilo transpirando
el pesar de no encontrarte nunca.
Con tafl2, la masajista
se entretiene en mi pelo
y con nura3 mis piernas quedan suaves
como el pecho de un niño.
Oigo que otras mujeres
se descubren su amor o su desdén,
manchan su corazón con impudicias.
Y me entrego callada
a las ligeras manos de la joven,
despertando, al pronto, de mi sopor
si sumerjo mi cuerpo
en la pila de mármol;
sus aguas transparentes
susurran como el pozo de un oasis,
limpian mi miedo, me hacen olvidar
el ingrato diálogo.
Son sus roces tus dedos
cuando llegas desde la calle oscura,
pues salgo de los baños perfumada
y colmada de besos invisibles.
1 Habitación caliente de los baños 2 Tierra de greda utilizada en los baños 3 Crema depilatoria
15
Ay, que el Señor perdone
mi pequeña mentira.
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¿Aspiras mi perfume
de recién bañada?
Mi cuerpo es un rosal
con rocío de alba.
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16
DESPUÉS DE LA PLEGARIA DE LOS VIERNES
hemos bajado a orar por nuestros muertos.
Cruza el mediodía la Báb Saqra1
hasta acariciar la extensa vega.
El suelo se cubrió con flor de almendro...
Suave el aire como aliento de niño
juega el río con vidrios solares.
En la maqbara2, el gusto del encuentro
entre los vivos rompe el silencio.
Se oyen las carcajadas de las daifas
bajo los alfaneques del amor.
Me siento donde mi amiga duerme.
Si supieras, Amira, lo que busco
las dos acogeríamos con ansia
compartir el secreto costosísimo.
Pero llegó Ezrael
cuando las flores de jazmín ornaban
los rizos de tus hermosos hermanos.
Me quedé sin ti, ovejita perdida,
sin tu voz de regalo melodioso.
Cubra de lluvia el cielo
tu tierra descansada.
1 Puerta de Bisagra 2 Cementerio
17
SUBIRÍA AL ALMINAR DEL TEMPLO
cuando salat al-fayr1, al alba,
los pájaros rozándome la cara
y el aire fresco limpiando el cielo
de demonios nocturnos.
Sería invisible para el almuédano
-mientras su grito triste
llega hasta la muralla-
convirtiéndome en un águila hermosa
que vuela sobre las torres, mi casa,
los preciosos palacios de Al-Hizám2,
hasta hallar tu morada,
tu ventana, tu lecho,
y yéndome a posar en el alféizar
mirando tu oración,
aguardando tu rostro.
Dios perdonará mi pensamiento
pues, cual ave liberada, te busco
como se busca un nido.
1 Oración al alba 2 El Ceñidor: nombre que se les daba a los palacios reales, junto al Alcázar
18
OH, MADRECITA MÍA,
no dejes que me lleve esa mujer de ayer,
con sus plumas de pavo para hablar de su hijo.
Dicen del poco aliento del tiñoso muchacho
y yo quiero tocar el rizo ensortijado
de mi sedoso amor.
Le ofreciste la carne jugosa del skbaj1,
sus labios se mancharon, glotones, del aceite,
después nueces peladas, preciados faludhaj2.
Sus uñas semejaban tener hambre de siglos
y el ruido de su boca era como el sonido
de las pesadas muelas del molino de harina.
Sonreía añorando los mizcales de padre;
ella supo muy bien alabar tus aljófares
pero erró en tu dulzura.
¿No ves que ella desea llevarme encadenada,
que regale mi vida para su hijito enfermo?
Ya no veré las calles ni bajaré hasta el río
ni cantaré casidas de celos por la luna.
¿Y qué dirá mi padre al saber de mi entrega
amorosa a otros brazos?
Yo seré tu vergüenza y no querrás mirarme.
Pues que ya soy casada con un nombre secreto,
hermano de una estrella.
1 Estofado persa 2 Dulces
19
LE REGALO A MI MADRE
los primeros capullos de rosas de Turquía.
La fiesta de Nayruz1.
Mi madre me responde con un bello rubí:
Es la gota de sangre en los labios
que mordieron mis manos en los juegos nocturnos.
La fiesta de Nayruz, día de primavera.
Se adelantó mi cuerpo a su llegada
y una helada aguja fue de agua tierna.
La fiesta de Nayruz es el momento
para doblar la aljuba que abrigaba
en el baúl de invierno.
Y la luz dibuja en los azulejos
jardines hechizados de color.
Seré rosal florido y la ansiosa abejita
se acercará a libarme
para la miel dorada del placer.
1 Fiesta de primavera
20
A QUIEN LEA MIS VERSOS:
Desconozco el lugar
donde descansaré.
Quisiera que la tierra fértil que me cubriera
fuera lecho de un árbol de aromas exquisitos
en sus bermejos labios,
tronco imperecedero
si le cedo mi sangre, mis huesos por nutrirlo.
21
HERMANITA DEL ALMA,
¿qué alhaja me pondré para la entrega?
Pues nueva es cada noche en su llegada:
Tiemblo igual que cordera que no conoce macho.
Dime si este alcorcí de luces diminutas
-son flores de romero-
sosegará en mi pecho tanto afán,
para aguardar tranquila
v que ofrezca su brillo,
como el romero humilde alumbra mi jardín,
cuando él lo arroje
por desvelar la joya que esconde mi pudor.
Dime, hermana del alma,
¿qué alhaja me pondré que lo ilumine?
22
ACOMPAÑO A MI MADRE
hasta el Suq al-Attarin1,
cerca de la Mezquita.
Pide hierbas de olor para las sábanas,
olíbano que arome mi alhanía,
el benjuí que proteja
nuestro pecho en invierno,
alezna que dé gusto
a los tiernos pichones,
azafrán y cominos
que con ajos recubran
el pescado del año,
soconusco y vainilla
del racahut en las tardes más frescas.
Tanto olor, cual si me desvaneciera...
Carísimos polvillos y semillas
que se lleva mi madre
y yo, sin pensamiento,
salgo casi dormida de las tiendas,
hurtada a los aromas
por mi voraz señor
1 Zoco de Alatares
23
AQUEL A QUIEN ME ENTREGO COMO AVECILLA LOCA
cuando la vela inclina su luz hasta extinguirse,
dulcemente me narra de la ciudad su historia,
Madinat al-Muluk,
y con su voz traslada mi sentido a otro tiempo:
“Hacia el Puente de Barcas, Dios sabrá de esos días,
una mujer bajaba para tomar los baños.
Hija de noble infiel y, en secreto, querida
del rey que sucumbió ante ése que dio nombre
a la roca imponente de Gebel al-Tarik1.
Florinda la llamaban,
la de la piel que ciega el tacto más prudente,
la de la risa hermosa para ensoñarse en ella.
Ella guardó el enigma de nuestro primer día
en esta tierra amada...
Si Florinda supiera de tu cintura suave,
libre de tatuajes,
movería sus huesos donde quiera que esté.
Mi cabritilla alegre,
un día bajaremos al lugar de las barcas
por recordar su baño con aguas de 1a luna».
1 Gibraltar
24
AÚN RECUERDO El, DÍA EN QUE FUI A LA MEZQUITA
de Yabal al-Barid1, que llaman de Monte Frío,
porque hoy la luz se cubre
de un manto gris, pesado, como de tierra yerma
donde la buena lluvia desperdicia sus dones.
Era aquella mañana cual de cristal tallado,
una huerta frondosa, brillante de alegría.
Fuimos mi madre y yo en piadoso paseo
y desde aquella altura
la tierra regalaba, querida a nuestros ojos,
agradeciendo a Dios su grande complacencia:
Delante era el adarve
de al-Yahúd2,
sus apretadas casas, los árboles graciosos
de sus pequeños patios;
hacia la izquierda el río, preso en el hondo tajo,
llevándose murmullos, arenas de otra orilla.
Y, más allá, en la vega,
cerca de 1a maqbara que dicen de mozárabes,
la almejía encendida del granadal en flor,
su bermejo color era el augurio feliz del Paraíso.
Oh, traspasado amor del corazón abierto.
El muecín llamaba para salat al-zuhr3
y supe que e1 Señor no olvidaría mi sala4
en gratitud de mis afanes.
1 Mezquita de Monte frío o Monte Frido 2 Los judíos 3 Oración al mediodía 4 Oración
25
AMO A MI AMOR DESPUÉS DE HABERME AMADO,
aplacada su sangre varonil
que, cansado de amarme, su fatiga
e s r e m a n s o armonioso de las aguas
donde hablar o mirar las estrellas.
Anoche le agradaba el ajedrez.
Traje el noble tablero
tallado de marfil.
No sabía que aprendí de mi padre
y quise, si ganaba,
conocer de su nombre
y , s i el ganaba, tomar en trofeo
los besos de mi boca y mi cintura.
Jugamos sin descanso, silenciosos,
como juegan los dedos de una mano.
Era un ladrón el alba que asomaba
tras las sublimes torres de Al-Hizam.
A la vez que vencía
al valor de mi amante
tuve miedo para saber su nombre
como si fuera el río que se escapa...
Y me dejé ganar por su alta mano.
No existió derrota más gustosa
que la de sumergirme
en tan hermosas aguas perfumadas.
26
EN MAHRAYAN1
sentiré la fresca seda en mi piel
como lluvia invisible, aliviadora.
Mi padre nos traerá cinturones bruñidos
y en la musara2 sudarán los caballos
con el juego de cañas,
y no habrá caballero
que no beba en honor del verano
el zumo de mil moras.
En el jardín, la alberca
será hogar de avispas que espantaré
sintiendo el agua blanca
subir a mis tobillos,
serenar mi cintura,
jugar a criatura de mar lejano.
Y al avanzar la noche
con manto de frescura,
no dormiré, te aguardaré desnuda
igual que aquel que anhela
los sutiles perfumes del jazmín
para limpiar su denso pensamiento
del caluroso polvo de la tarde
entregándose, al fin,
a un delicado gesto de belleza.
1 Fiesta del verano 2 Espacio despejado a las afueras, para la celebración de juegos, paradas militares.etc
27
OH, MI CIUDAD,
Madinat al-Mulúk,
la de mil alminares que ciegan con el sol,
la de jardines ebrios de frescura sin pausa,
la de espesas moreras que dan hilo precioso,
escrita en tres lenguajes de oración y fortuna.
Oh, mi ciudad de magia,
;qué genio hubo bordado el tapiz de tus calles
donde la luz no quema?
El murmullo del río que te cuenta y se aleja
es el latido noble de tu glorioso ser.
Oh, mi ciudad, no sabes la pena de mi espíritu,
el testimonio sordo de mi afán desvelado:
Alguien recibe un nombre que acoges en tus brazos,
el que busco con celo preguntando en tus signos,
al que feliz recibo, quien me das cada noche
y la luna, envidiosa, cada noche se queja.
28
PORQUE NO ME CANSABA DE PREGUNTAR SU NOMBRE,
me contestó en susurros:
“Vivo en tu corazón,
y aquellos que habitando en la misma alhanía
se les antoja al punto esa misma manzana
en el mismo azafate,
se nombran en silencio, sus ojos se conocen
y con una mirada dialogan con su amor,
se corresponden.
Son como las estrellas,
viven su espacio exacto y la voz de sus brillos
sólo ellos la adivinan.
Vivo en tu corazón,
jamás he conocido palacete más tierno”.
29
CON CALZÓN Y CAFTÁN
y cubierta por el manto de seda
como gusto en vestirme
cuando camino sola,
simulo un caballero,
noblemente pasea.
Esplendor de esplendores, la ciudad.
Bajo hasta el río de la Vía Láctea,
hacia Bab al-Dabbagin1,
puerta que ciñe
el penoso quehacer de curtidores.
La estrella de los Di-l-Nun2
manda al sabio al-Naqqas3
obrar el sueño
del tiempo enamorado con el agua,
reloj que mida el paso de la lluvia.
Así el río se asombra
del juego en los estanques
yendo a perderse entre los granadales
al ocultar la luna
su delgada gumía.
Todos se maravillan del ingenio,
haciéndose costumbre la visita
para admirar la fábrica
del de los ojos zarcos.
¿Estarás tú entre ellos, amado amigo,
calculando las horas
que restan al encuentro?
1 Puerta de Curtidores 2 Familia real de los Banu Di-l-Nun, a la que pertenecía Al-Ma´mun 3 Famoso astrónomo de la corte de Al-Ma´mun, también llamado Azarquiel. Construyó las afamadas clepsidras junto al río Tajo.
30
ME REGALÓ MI AMANTE LOS VERSOS DE IBN HAZM
para que de ellos sepa el preludio impaciente
del acto más dichoso, el instante de muerte
y el gozoso cansancio que sigue a ese haber muerto,
la rosa derramada que vuelve a dar olor.
El libro tiene el tacto de la piel depurada
con diamante y esencias. Abro el libro al azar
entre tanto la espera cumpla su ser nocturno.
“Exhalo amor de mí como el aliento”,
y ya no tengo paz sino aspirando el almíbar
donde flota mi fruta, tan ácida sin ti,
día que me regala su color y se esconde,
agua de mar tranquila con la que siempre aplaco
mi acalorada carne.
¡Cómo sabe mi amigo contentarme en secreto!
Después le mostraré lo que ahora he aprendido
con el dulce lenguaje
del de Córdoba.
31
AL IRSE MI PALOMA A SUS TORRES DEL DÍA
quedo mirando el alba desplegarse ante mí.
La luz, como en hebrillas de raso nacarado,
-aún el río en sombras- se prende al Ceñidor,
castillo al-Mukarram1, complacencia de Dios,
y después de posarse sobre tales dorados
el camino del sol despierta a la ciudad.
Mil almuédanos llaman a la salat al-fayr2
para honrar este día que el Señor va mostrando
sobre los alminares.
Oigo el ruido lejano de los zocos despiertos,
los alatares abren sus olorosas tiendas,
descargan los faquines con sus manos heridas,
mide el almotacén el precio del pan blando
y los gritos pregonan tejidos de Damasco,
semillas de la India y esclavos de tez rubia.
El río se ha teñido del rosa de los astros,
los jardines susurran el más fresco rocío
y la leche caliente asciende con su aroma
a mi cama aún tibia,
y el sueño me penetra con su dardo feliz,
durmiéndome dichosa sobre la huella amada
de quien está conmigo aunque se haya marchado.
1 Alcázar o castillo reverenciado. Se refiere también a los palacios reales. 2 Oración al alba.
32
EL HIJO DE MI TÍO, IBN ARFA RA'SU-HU1,
fue gozosa visita
como la brisa fresca de la tarde.
Mi madre perfumó
las telas del diván
zon esencia de las rosas de Jur
y engalanó las sedas a sus pies.
Le ofreció vino dulce,
él sonreía con el gesto astuto
de quien conoce el mundo
y aprecia lo exquisito.
Mis hermanas cantaron
con flautas y el laúd,
mezclando su alegría las sonajas
con las bellas palabras de mi primo.
Escuchamos sus zéjeles
y nos narró la gloria del león dunnuni2
y el goce del sentido en la Qubbat al-Na'im3.
Yo me atreví a mostrarle
mi tímida casida
del amor de Bagdad4.
Ra'su-hu me observó,
halcón que, descubriendo
el miedo en las pupilas de la ardilla,
planea sobre ella en terso vuelo.
“Tus versos llegarán
a la Amable Presencia
y ha de venir el día
que, de tu propia boca,
1 Poeta de la corte del rey Al-Ma'mun 2 Al-Ma'mun 3 Templete con el techo constantemente cubierto de agua donde el rey se refrescaba sin mojarse.
Al parecer, situado en la Almunia real.
4 Poesía del «amor `udri» que se puso de moda desde la época de la Córdoba omeya.
33
le cantarás tu música.
Él se habrá complacido,
tocará tu mejilla”.
Me asustó aquel halago
de labios tan versados en la miel.
Mi primo no sabía
que ya tengo señor a quien complazco
con secretas palabras
de mi encendido cuerpo.
34
¿QUIÉN LE ABRIRÁ EL POSTIGO DE MI CASA?
¿No se encontrará con el chorta alerta
ni nadie le verá cruzar las sombras?
¿Quién le abrirá el postigo hasta el zaguán?
Un siervo acaso, cómplice en el uso,
o es un mago al que escuchan las llaves
y se ablandan los muros con su voz.
¿Cómo burló a los perros del jardín
y llegó hasta mi aposento de virgen,
aquel primer encuentro, ya hace tanto?
Me despertó su aliento como brisa,
y en la primera noche me entregué
como entrega el jazmín su perfume
a la noche azabache del verano.
35
ME PREGUNTÓ SI IRÍA AL I'DAR DUNNUNI.
Quise ver, en la luna, que cerraba los ojos,
que un susurro de hielo cruzaba los rosales.
Temerosa temblé. . . no sé qué presentía.
El bosque florecido podría convertirse
en un hosco desierto sin caminos de estrellas.
Me preguntó si iría:
El nombre de mi padre era sobrada estirpe
por ocupar estrado dentro del Al-Hizam
y yo sería en silencio, engalanada y quieta,
junto a mi madre tras los regios menacires.
36
I' Dar Dunnuni
(Circuncisión del nieto de Al-Ma'Mun)
SE CONVIRTIÓ MI ESPERA EN CALCINADA BRASA.
No adiviné su sombra presurosa a mi lado,
no escuché ni un crujido de alerta en mi jardín.
Añoraron mis sábanas otro calor, el fuego.
Las estrellas callaron su ausencia inesperada,
las lágrimas ahogaron mi entrecortado aliento.
Temí si estaba enfermo, si se fue de viaje
a la ciudad del Sur.
Pregunté a los espíritus, a1 aire y a las rosas.
Y el alba acaeció como verdugo blanco
por segar mi esperanza con un filo de angustia,
encontrándome sola, con las manos abiertas,
igual que el pobre hambriento que yace en un rincón.
-----------------------------------
¿Por qué no has regresado
a mi nido caliente?
¿Dónde estarás, paloma,
en la noche que crece?
----------------------------------
37
CRUZAMOS POR BAB AL-YAYL1
después de atravesar
el zoco de las bestias,
donde mi yegua y yo nos encontramos.
Mi padre iba delante
abriendo paso con porte solemne,
mis hermosos hermanos,
prometedoras yemas.
Me cubría con velo, iba tan triste...
Quise ocultar mi rostro a las miradas,
el blanco pétalo, en mi cara, enfermo.
La esperanza de hallarle entre los nobles
invitados del rey,
mirarle y preguntarle sin palabras
la razón de esta herida,
el porqué de esta muerte hacia mi pecho.
Los sublimes palacios
eran soles derramando hasta el río
sus vasijas de gusto en los colores,
y a mi derecha: erguida fortaleza,
orgullo de la plaza señalada.
Ay, si mi corazón
hubiera tal muralla
que no dejase nunca penetrar
al amado enemigo y su veneno.
1 Puerta de los Caballos
38
NOS RECIBIÓ EN LA SALA AL-MUKARRAM.
No acerté a ver el rostro
del señor dunnuni.
Otros hijos de nobles
iban a ser honrados
en el I'dar de Yahyà al-Qadir1.
Tras los menacires de las señoras,
entre tanta alahajada perdiz,
apenas distinguía
la barba de mi padre,
a Ra'su-hu y sus adulaciones.
Muchos hombres sin tacha
orillaban el trono temerario.
Velada detrás de la celosía
buscaba la sonrisa
que robó mis sonrisas inocentes,
el halcón que arrebató de mi nido
frágiles perlas dulces,
y estando tan callada me moría
cual si fuera esta fiesta
secreto funeral de mi esperanza.
La reina me miró,
instó a mi madre para que yo comiera.
¿Qué bocado gustoso
sabría yo tomar en mi agonía?
1 Nombre del nieto del rey
39
SI YO NO HUBIERA ESTADO MURIENDO LENTAMENTE
habría valorado los dones del jardín:
Diáfanas terrazas voladas sobre el río
juntando los colores de rosas estimadas;
la sala de perfumes, un techo celestial
de tapices dorados,
los aromas del ámbar y flores de Catay...
Peinándome cl cabello,
mujeres con las uñas tatuadas por los dioses.
Más que un jardín un bosque que, en amenas colinas,
servía de infinito vergel para mil pájaros
de encantado plumaje y canciones de luz.
Y la reina jugaba a alquerque con mi madre...
Vi a mi hermana pequeña correr entre los mirtos,
vi el alarde orgulloso de los hombres del rey.
Las doncellas más jóvenes ofrecían los platos
del exquisito hojaldre relleno de pichón.
Pero ya estaba ciega y, viendo, no veía,
sólo escuchaba al río escapando del llanto.
A1 agua le pedí
que me llevara aprisa
por abreviar la muerte que en mi pena se holgaba.
40
OTRA NOCHE SUMANDO LAS ESTRELLAS,
atenta a las pisadas de la calle,
loca avecilla inquieta en la ciega negrura.
A la luz del candil
rimo mis amarguras con las sombras
como si me marchara de la vida.
La tarde se pasó con mi hermanita
moviendo sus ajorcas para hacerme reír,
susurrando los chismes que oyó de 1a cocina.
“Pronto te casarás”, me consolaba,
“y brillarán tus ojos con el kuhl,
dos diamantes pulidos por el mar”.
Ella no comprendía, pensó que mi gemido
era el desasosiego de la fecha.
La razón de mi llanto es una sinrazón,
ya no encuentro aleya que la desdiga.
Llega el alba, se oscurecen mis párpados
y cuando la mañana avente el humo
del candil agotado,
caerá el jardín en una niebla helada,
mi apreciado jardín,
ayer en la alegría del color
y hoy, páramo yermo.
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A la espera del agua
se quemó mi jardín.
Ya no llueve en la tierra
que tú hiciste reír.
41
SE HA TRASTORNADO OSCURA ESTA CIUDAD.
La de alminares altos y dorados,
la de ruidosos zocos,
mirada atenta de los extranjeros,
fortaleza de luz
en tos muros dispersados de Al-Andalus.
Mi madinat querida, Tulaytula1,
que hasta el país del Tigris
llegaron sus anales...
¿Qué cárceles cercaron su arrabal?
¿Qué negro pasadizo,
más oscuro que aljibe,
ha cambiado el color de sus granados,
el verde agradecido en sus colinas?
Antes fui vagabunda que buscaba,
mas ya no existe causa de mi gozo.
Son sombras estas calles,
las cuestas, las mezquitas,
y en la muerta palidez del cielo
vuelan horribles pájaros:
Ni el más diestro brazo de altanería
acertará a abatirlos
1 Toledo
42
LA MANO DEL FUERTE CEDIÓ SU PERMISO.
Ra´su-hu me guió, corderilla mansa.
Lloraban las norias que suben el agua
Que llega a las fuentes que aplacan la sed.
Los árboles verdes dijeron mi nombre,
yo pensé en el nombre que nunca aprendí.
Me llamaba el agua de paso riente,
regando los huertos, marchándose lejos.
Un presentimiento me envolvió y temblé;
que mi alma se iba tras el canto líquido
buscando enjugar mi penoso ardor,
mi silencio triste, mi noche tan negra.
43
CON LA LICENCIA QUE TE DIO MI PADRE
por caminar conmigo,
primo, ¿qué senda es ésta que nunca he visitado?
Entre endrinos y sauces
mi corazón se aplaca con sus jugosas sombras,
la tibia brisa es un tacto de gasa
y la canción del agua se entretiene en la azuda
bordando rizos de lluvias alegres.
Es plácido el camino entre las huertas
pero, dónde me llevas si no nos detenemos?
Un frondoso jardín cubre mis ojos,
“es el Bustan al-Na'ura1”, me dijiste.
1 Jardín de la Noria. (Huerta del Rey o Almunia real
44
PINTABAN LAS BAILARINAS SUS OJOS CON KUHL,
la alheña daba brillos a su pelo.
Eran un alegre jolgorio ecuestre
dispuestas a la danza, cada una en su corcel.
Sus risas se mezclaban con el olor del aire.
¿Qué paraje encantado
donde los aromas de las semillas del sándalo
fermentaban en la orilla del río
haciendo un bálsamo de sus arenas suaves?
¿Qué don del Paraíso
por que las aguas se amansaran lentas
y apenas pareciera la corriente
un fluir interior?
Gemía la noria con el esfuerzo
como el lamento de camella herida.
Y el espíritu de los que allí se solazaban
era el sosiego del gozo cumplido,
resplandeciendo c1 vino en el cristal
y queriendo embriagarse, al verlos, de esos labios.
Mas entre tanto júbilo,
no podía creer de otra hermosura:
En medio del estanque, la Qubbat al-Na'im,
cristal cubierto de agua, hechizada caverna,
alcoba escogidísima
para el relato interrumpido de Sharazad1.
Oh, milagro del agua, sin mojar refrescando.
1 Personaje femenino de Las mil y una noches
45
DENTRO DE LA QUBBAT,
Aquel nos sonreía
y eras tú,
mi Rey, mi rey secreto, al que jamás nombré;
de ti supe tu nombre
y se me abrió la herida, el dolor que ocultaba.
De ti supe tu nombre, era la voz precisa
de la muerte en tu ausencia,
palabra que añoraba y que tú no dijiste
por tenerme piedad.
Fue distancia y silencio
el conocer, saberte príncipe soberano.
Eras mi amante dulce venido de la luna
que, desvelado el sino,
se va sin el retorno del beso del recuerdo.
Si en el I'dar me viste
o viste mi tristeza en tus jardines regios,
no debiste llamarme
por Ra'su-hu, el pérfido.
Eras el cazador
que abandonó a su suerte al animal quebrado
de muerte en la espesura.
46
NARRABAN MAQAMAT1
por ver quien se llevaba con su ingenio
el honor de la sonrisa real.
Se intercambiaban chismes
cual mujeres ociosas del hamman.
Estos eran caballeros, poetas,
disculpando mi estancia por mi origen,
loando a Ra'su-hu por sus palabras.
Una orquesta con hombres
y otra con mujeres
aunaban la flauta y el rabel
y e1 baile de caballos comenzaba
recordando batallas en oasis.
No cejaba en mirarme,
sabía mi rubor y me extrañeza,
pero en su excelso trono se alejaba...
Entendí que mentir fue su silencio.
1 Cuentos improvisados de ingenio e ironía
47
VUELVO A MI CASA, A MI SUEÑO, AL JARDÍN;
me despojo del oro y de las perlas
como un árbol delgado del invierno.
Se convierten mis frondas
en un bosque desnudo
sin lenguas que rompan su silencio.
Quiero olvidarme sola
y he de preferir tu olvido al harén,
odiando a las esposas de tu amor,
los juegos salaces de los eunucos.
Vuelvo a mi casa antes de mi destino.
Ya fui tu esposa y todas las demás
que serán halagadas;
fue la dote mi pasión casi niña,
mi palacio, la noche deliciosa
en mi jardín secreto.
Pues eres mi señor
y a ti soy obligada,
corro a mi casa triste, no ha de verme
mirada masculina
antes de oscurecerme en la desdicha.
48
AÑORANDO EL AGUA SOY EL SEDIENTO
perdido en el desierto
que piensa en el estanque de una huerta;
soy un pueblo vacío de sus gentes,
con los aljibes mudos
y con las fuentes secas.
Añoro el agua que escapa sin penas al mar.
¡Ay, si mi casa fuera
el légamo del fondo en cualquier río!
Dormiría sin llanto,
sin presencia o razón,
alimento de los peces mi cuerpo,
compañía de norias que, en su ahínco,
suben las aguas y mi sangre blanca
a tu tranquilo baño
por volver a besarte en tus caderas
sin tú saberlo, mi señor amado.
Añoro el agua
para ser oscura, guardar el cofre
de valiosas monedas
o, tan clara, jugar entre las flores
que inclinan su belleza,
su calor en la siesta.
Agua seré y me perderé siempre.
49
CUANDO LLEGUE LA NOCHE, AY COMO TÚ LLEGABAS,
blanca alevilla,
caminaré hasta el mar donde se abisma el mundo.
Escaparé de casa,
recorreré las calles que tú bien conocías,
con sigilo en mis pasos por si el chorta me escucha
y me obliga a volver.
Mientras tomo e( camino que lleva a Báb al-Qantara1,
oiré rumores
del roce de las rosas en la diáfana brisa
y aspiraré el aroma de los patios guardados.
No llegare a tu almunia
ni turbaré tu sueño tranquilo en tu jardín.
Porque me coseré
guijarros en las sedas:
Oh, mi vestido ornado con pesados diamantes
de fatal resplandor.
Así alhajada,
me mostrarán las aguas los rizos de ajomate,
un lecho de tibieza donde yo te amaré
hasta el final lejano
de los días.
1 Puerta del Puente (de Alcántara)
50
ALÁ TE CORRESPONDA PARA SIEMPRE,
ciudad de mi enseñanza en el dolor.
Despedirán al alba los amantes
su insaciable temblor o su costumbre
y se despertarán los arrejaques
que anidan, breves, en los alminares.
Habrá alguno que riegue con sus lágrimas
los rosales de mi amado jardín
y otro vendrá del zoco de alatares,
con perfumes preciosos, a mi madre,
ebrio en algarabía y regateos
del sonar de monedas y miradas.
Ofrecerá mi padre mi yegüita e
en el Suq al-Dawabb,
dirá “Zaynab” mi hermana al enjoyarse
con mi broche preferido de aljófares.
La ciudad, tornadiza, se abrirá
a las luces que llegan y a la fama.
Y cuando venga el viernes
nadie me nombrará en la maqbara.
Habré llegado al mar
durmiendo un sueño de sal en el tiempo.
Me despido, ciudad de la dulzura,
Alá guarde tus muros al futuro,
preserve tu aliento de los impíos
que ignoran que el amor
es el precio más alto del olvido.
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