El lazarillo de tormes

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Page 1: El lazarillo de tormes

1.1 Primeras Ediciones

1.2 Autoria

2.1 Temas

3.1 Fuentes

4.1 Argumento

5.1 La ironía en el lazarillo

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Se conservan cuatro primeras ediciones distintas de la obra, las cuatro del año 1554, impresas respectivamente en Burgos, Amberes, Alcalá de Henares y Medina del Campo. Las más antiguas parecen ser las de Burgos y Medina.

De la edición de Amberes se conservan siete ejemplares distintos, en tanto que sólo hay uno de cada una de las otras tres ediciones. El ejemplar más recientemente descubierto es el de la edición de Medina del Campo, que apareció en 1992 emparedado en una casa de la Plaza de Nuestra Señora de Soterraño de la localidad pacense de Barcarrota.

No obstante, es muy probable que existiese una edición más antigua, de 1553 o 1552, cuyo éxito generase las cuatro simultáneas ediciones posteriores.

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Por la época en que se publicó Lazarillo, Juan de Ortega era General de los Jerónimos, lo cual explicaría que el libro apareciese sin autor. La autoría de fray Juan de Ortega y la necesaria discreción del anonimato por su condición de General de la Orden fue defendida con firmeza por Marcel Bataillon] con cuyos argumentos ha coincidido el periodista José Delfín Val.

En 1607, en el catálogo de escritores españoles Catalogus Clarorum Hispaniae scriptorum, que fue redactado por el flamenco Valerio Andrés Taxandro, se dice que Diego Hurtado de Mendoza «compuso el libro de entretenimiento llamado Lazarillo de Tormes». Otros autores del siglo XVII, así como el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española (1726-1739), mencionan esta atribución, que alcanzó cierta fortuna, sobre todo en el siglo XIX. En marzo de 2010 apareció en prensa que la paleógrafa Mercedes Agulló descubrió en unos papeles de Diego Hurtado de Mendoza la frase «Un legajo de correcciones hechas para la impresión de Lazarillo y Propaladia», lo cual le llevó a escribir un libro postulando «una hipótesis seria sobre la autoría del Lazarillo, que fortalecida por otros hechos y circunstancias apunta sólidamente en la dirección de don Diego»

A finales del siglo XIX un artículo del hispanista Alfred Morel-Fatio,] cuya propuesta fue desarrollada después por Manuel J. Asensio,[6] relaciona al autor de Lazarillo con el círculo erasmista de los hermanos Valdés. Siguiendo esta hipótesis se ha atribuido la obra a Juan de Valdés o a su hermano Alfonso. Esta última atribución cobró fuerza en 2002 debido a las investigaciones de la profesora Rosa Navarro Durán,[7] que se basa sobre todo en el cotejo de la obra con los diálogos conocidos de Alfonso de Valdés, el Diálogo de Mercurio y Carón y el Diálogo de las cosas acaecidas en Roma.

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La temática del Lazarillo de Tormes es moral: una crítica acerba, incluso una denuncia, del falso sentido del honor ("la negra que llaman honra") y de la hipocresía. La dignidad humana sale muy malparada de la sombría visión que ofrece el autor, nihilista y anticlerical. La vida es dura y, tal como aconseja el ciego a Lázaro en la obra, "más da el duro que el desnudo"; cada cual busca su aprovechamiento sin pensar en los otros, por lo que, como se dice al principio de la obra, arrimándose a los buenos "se será uno de ellos": esto es, para ser virtuoso hay que fingir ser virtuoso, no serlo. Sin duda alguna, se trata de la visión de un humanista desencantado, acaso judeoconverso y erasmiano, a pesar de que Marcel Bataillon niega el influjo directo de Erasmo en la obra.

Como consecuencia, resultó la inclusión de esta obra en el Índice de libros prohibidos de la Inquisición, la cual permitió al cabo la circulación de una versión expurgada de los pasajes anticlericales. El Lazarillo fue, además, una obra muy traducida e imitada, y su influjo, profundo, marcó tanto la literatura española que podría decirse que sin ella no habrían podido escribirse ni Don Quijote de la Mancha ni la treintena de novelas picarescas españolas y extranjeras que se han conservado.

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El Lazarillo se ha relacionado con las siguientes obras:

El asno de oro: el Lazarillo responde a la estructura de la novela costumbrista de aventuras, representada por la obra de Lucio Apuleyo. Esta influye en la organización del relato y en la índole del protagonista: mozo de muchos amos; pero Lázaro no sufre la metamorfosis del personaje de Apuleyo.

Cuarto libro del esforzado caballero Reinaldos de Montalbán: esta obra, de 1542, era en realidad una adaptación de Baldus o Baldo (1521), poema macarrónico (mezcla de palabras latinas y vulgares con terminaciones latinas) del italiano Teófilo Folengo, que presentaba ya narración autobiográfica, un héroe de baja extracción y la pareja del ciego y su mozo. Pero tanto en esta obra como en el Lazarillo subyace el modelo de Apuleyo.

Proceso de cartas de amores: de esta novela sentimental de Juan de Segura (1548), el Lazarillo toma el modelo epistolar, que había adquirido gran relevancia en el humanismo.

Cuentos folclóricos] actualmente, se tiende a no privilegiar en exceso las fuentes orales como fundamento del Lazarillo y a tener en cuenta los textos escritos, máxime si su posible autor era un hombre letrado.

Confesiones de Agustín de Hipona: toma la estructura autobiográfica, sobre todo al principio de la obra.

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Entre "fortunas y adversidades", Lázaro evoluciona desde su ingenuidad inicial hasta desarrollar un instinto de supervivencia. Es despertado a la maldad del mundo por la cornada de un toro de piedra, embuste con el que el ciego le saca de su simpleza; después rivaliza en astucia con él en diversos célebres episodios como el de las uvas o el jarro de vino (un modelo de narración clásica) hasta que se venga devolviéndole la cornada de piedra con otro embuste, que le vale al cruel ciego descalabrarse contra un pilar.Pasa luego a servir a un tacaño clérigo de Maqueda que lo mata de hambre, y al que sisa algo de pan de un arca que tiene; el clérigo lo confunde a oscuras (en su boca silba accidentalmente la llave del arca, escondida mientras duerme) y, tomándolo por culebra, descubre el engaño, le da una tremenda paliza y lo despide.Después entra a servir a un hidalgo arruinado cuyo único tesoro son sus recuerdos de hidalguía y de dignidad; Lazarillo simpatiza con él, ya que aunque no tiene nada que darle, por lo menos le trata bien, si bien recurre a esa simpatía que despierta para conseguir que le dé parte de los mendrugos que consigue el muchacho al pedir limosna, ya que él no posee la dignidad de la hidalguía. El patético escudero termina por abandonar la ciudad y Lazarillo se encuentra de nuevo solo en el mundo

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La obra se encuentra plagada de ironía, palabra que queda definida como burla ingeniosa y disimulada.

Para percibir dicho rasgo debemos atenernos únicamente al contexto, donde se encuentran reflejadas. Depende de las intenciones del emisor y de la capacidad de interpretación del interlocutor, dando la vuelta completamente al significado de la frase literal y haciendo de esto motivo de risa.

En El Lazarillo de Tormes, todos los componentes de la obra muestran su ironía, tanto el narrador, como los personajes y el propio autor.

Ironía del protagonista

El protagonista normalmente dirige la ironía hacia sí mismo, haciendo de sus frases una burla de su situación en ese instante.

Como ejemplo de ellas tenemos el episodio donde su amo escudero le da el consejo de ingerir poca cantidad de alimento, ya que asegura que si lo hace su longevidad será amplia. Como respuesta a lo dicho, Lázaro piensa hacia sus adentros que el nunca morirá, ya que siempre ha guardado esa regla con fuerza, y que en su desdicha, la seguirá guardando durante toda su vida. En este capítulo dirige una burla hacia el tema del hambre, que sufre incesablemente.

También es irónica la situación final de Lázaro actuando como pregonero y su propio matrimonio, que pone en entredicho su pretendida “cumbre de buena fortuna”.

Ironía de los amos

La ironía de los amos tiene como destinatario al propio Lázaro:

*El ciego: el personaje pretende dar ironía a una situación ciertamente desagradable y tensa, aunque él en el fondo no la sienta así. Me refiero al episodio en el que el privado de vista le propina al niño un jarrazo, y que como consecuencia le lava con vino las heridas ocasionadas, asegurándole que lo que le enfermó le sana y da salud.