El Jardín de Las Pelucas

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El Jardín de las Pelucas. SILENCIO

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Cuento

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El Jardín de las Pelucas.

SILENCIO

(((Entre la preparación de los porotos y la escritura estoy, aquí y allá, con ustedes dos, imaginando el paisaje que las contiene. Aunque

también las veo sentadas frente a mí, mirándome con infinito amor.

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Recuerdo. Las. Recuerdo. Mi cuerpo y yo respiran, mi cuerpo respira el aire y yo las respiro a ustedes. Respiro profundamente, las siento. Mis

amigas sanadoras. Mis amigas metafóricas)))

Ella fue desvistiéndose lentamente mientras miraba las cortinas que hacían ondulaciones y saltos. El viento arrebatado las violentaba

incesantemente. Desnuda se acercó a la ventana. Caminó lentamente para no hacer ruido. El silencio era lo único que ansiaba. El silencio para

pensar. Tomó las cortinas y las corrió lentamente.

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(((Me detengo)))

(((¿Qué haré de ella?)))

La mujer quiso enfrentarse son sus miedos. Afuera todo se había vuelto monocromo. Supo cuando el jardín había comenzado a desteñirse. Un

día todo había sido rebosante de colores. Colores intensos. Saturados de tinte. Pero ya no era así. El jardín había decaído. Alguna vez tuvo las

pelucas más bellas de toda la región. Crecían melenas, colas de caballo, cortas muy cortas algunas, otras largas. Otras pelucas eran intensas de rojo, turquesa y las más bellas eran las crespas de ondulados cabellos.

No hubo jamás un jardín de pelucas tan variada, tan original y tan especial como aquel que había tenido alguna vez.

Hace un par de meses tomó la decisión de no mirar el jardín.

Pero ya era hora de aceptarlas.

Miró. Todas ellas se habían convertido en blancas cabelleras.

Las observó detenidamente. Suspiró. Se quedó quieta. Un flujo del cual nunca había sido partícipe se hizo presente dentro de ella. Palpitaba

toda. Sonrió. Sintió que se fusionaba con jardín.

Miró la habitación. Aún existían los colores. Volvió a mirar el jardín. Pensó que los colores se habían ido porque el tiempo había pasado y ella

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se había dedicado a pensar dentro de la casa junto al silencio y había dejado de hablarles a las pelucas.

Se había callado sólo para darle paso al pensamiento. Y aquellas pelucas se transformaron en las pelucas canosas.

De tanto pensar, el tiempo pasó sin que se percatara y las pelucas envejecieron.

El jardín brillaba de blancura. Estaba tan brillante, tan claro, tan puro. El tiempo había pasado y había transformado el jardín en uno iluminado y

apacible.

Sintió un inmenso amor por el jardín.

Se dijo a sí misma:

(((De tanto pensar en ti el tiempo pasó y todo se transformó.

Algo cambió en mí. No supe lo que hacía durante todo este tiempo en el que pensé y pensé. Y al parecer esos pensamientos eran amor. Eran

construcciones de amor.

Tuve miedo cuando vi desaparecer de a poco los colores que pintaban mi jardín, porque no supe o no encontré la forma lógica de expresar

aquello que estaba sucediendo. No quise mirar por la ventana porque tuve mucho miedo. Y me quedé sólo dentro de la casa para pensar

aún más lo que todavía no había sido capaz de pensar. Sin embargo; mis pensamientos de amor embellecieron el jardín dejándolo con la transparencia necesaria para sólo contener un matiz de amor.

Las pelucas se tornaron inmaculadas de tanto pensar en ti)))