El Jarama

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TEXTO Se miraban en torno circunspectos, recelosos del agua ennegrecida. Llegaba el ruido de la gente cercana y la música. ─No está nada fría, ¿verdad? ─Está la mar de apetitosa. Daba un poco de luna en lo alto de los árboles y llegaba de abajo el sosegado palabreo de las voces ocultas en lo negro del soto anochecido. Música limpia, de cristal, sonaba un poco más abajo, al ras del agua inmóvil del embalse. Sobre el espejo negro lucían ráfagas rasantes de luna y de bombillas. Aquí en lo oscuro, sentían correr el río por la piel de sus cuerpos, como un fluido y enorme y silencioso animal acariciante. Estaban sumergidos hasta el tórax en su lisa carrera. Paulina se había cogido a la cintura de su novio. ─¡Qué gusto de sentir el agua, como te pasa por el cuerpo! —¿Lo ves? No querías bañarte. ─Me está sabiendo más rico que el de esta mañana. Sebas se estremeció. ─Sí, pero ahora ya no es como antes, que te estabas todo el rato que querías. Ahora en seguida se queda uno frío y empieza a hacer tachuelas. Miró Paulina detrás de Sebastián: río arriba, la sombra del puente, los grandes arcos en tinieblas; ya una raya de luna revelaba el pretil y los ladrillos. Sebas estaba vuelto en el otro sentido. Sonaba la compuerta, aguas abajo, junto a las luces de los merenderos. Paulina se volvió. ─Lucita. ¿Qué haces tú sola por ahí? Ven acá con nosotros. ¡Luci! ─Si está ahí, ¿no la ves ahí delante? ¡Lucita! Calló en un sobresalto repentino. ─¡¡Lucita...!! Se oía un débil debatirse en el agua, diez, quince metros más allá, y un hipo angosto, como un grito estrangulado, en medio de un jadeo sofocado en borbollas. ─¡Se ahoga...! ¡¡Lucita se ahoga!! ¡¡Sebastián!! ¡¡Grita, grita...!! Sebas quiso avanzar, pero las uñas de Paulina se clavaban en sus carnes, sujetándolo. ─¡Tú, no!, ¡tú, no, Sebastián! ─le decía sordamente─; ¡tú, no; tú, no; tú, no...! Resonaron los gritos de ambos, pidiendo socorro, una y otra vez, horadantes, acrecentados por el eco del agua. Se aglomeraban sombras en la orilla, con un revuelo de alarma y vocerío. Ahí cerca, el pequeño remolino de opacas convulsiones, de rotos sonidos laríngeos, se iba alejando lentamente hacia el embalse. Luego sonaron zambullidas; algunas voces preguntaban: «¿Por dónde, por dónde?» Ya se oían las brazadas de tres o cuatros nadadores, y palabras en el agua: «¡Vamos juntos, tú, Rafael, es peligroso acercarse uno solo!» Resonaban muy claras las voces en el río. «¡Por aquí! ¡más arriba!», les indicaba Sebastián. Llegó la voz de Tito desde la ribera: ─¡Sebastián! ¡Sebastián!

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El Jarama

TEXTO

Se miraban en torno circunspectos, recelosos del agua ennegrecida. Llegaba el ruido de la gente cercana y la msica.

No est nada fra, verdad?

Est la mar de apetitosa.

Daba un poco de luna en lo alto de los rboles y llegaba de abajo el sosegado palabreo de las voces ocultas en lo negro del soto anochecido. Msica limpia, de cristal, sonaba un poco ms abajo, al ras del agua inmvil del embalse. Sobre el espejo negro lucan rfagas rasantes de luna y de bombillas. Aqu en lo oscuro, sentan correr el ro por la piel de sus cuerpos, como un fluido y enorme y silencioso animal acariciante. Estaban sumergidos hasta el trax en su lisa carrera. Paulina se haba cogido a la cintura de su novio.

Qu gusto de sentir el agua, como te pasa por el cuerpo!

Lo ves? No queras baarte.

Me est sabiendo ms rico que el de esta maana.

Sebas se estremeci.

S, pero ahora ya no es como antes, que te estabas todo el rato que queras. Ahora en seguida se queda uno fro y empieza a hacer tachuelas.

Mir Paulina detrs de Sebastin: ro arriba, la sombra del puente, los grandes arcos en tinieblas; ya una raya de luna revelaba el pretil y los ladrillos. Sebas estaba vuelto en el otro sentido. Sonaba la compuerta, aguas abajo, junto a las luces de los merenderos. Paulina se volvi.

Lucita. Qu haces t sola por ah? Ven ac con nosotros. Luci!

Si est ah, no la ves ah delante? Lucita!

Call en un sobresalto repentino.

Lucita...!!

Se oa un dbil debatirse en el agua, diez, quince metros ms all, y un hipo angosto, como un grito estrangulado, en medio de un jadeo sofocado en borbollas.

Se ahoga...! Lucita se ahoga!! Sebastin!! Grita, grita...!!

Sebas quiso avanzar, pero las uas de Paulina se clavaban en sus carnes, sujetndolo.

T, no!, t, no, Sebastin! le deca sordamente; t, no; t, no; t, no...!

Resonaron los gritos de ambos, pidiendo socorro, una y otra vez, horadantes, acrecentados por el eco del agua. Se aglomeraban sombras en la orilla, con un revuelo de alarma y vocero. Ah cerca, el pequeo remolino de opacas convulsiones, de rotos sonidos larngeos, se iba alejando lentamente hacia el embalse. Luego sonaron zambullidas; algunas voces preguntaban: Por dnde, por dnde? Ya se oan las brazadas de tres o cuatros nadadores, y palabras en el agua: Vamos juntos, t, Rafael, es peligroso acercarse uno solo! Resonaban muy claras las voces en el ro. Por aqu! ms arriba!, les indicaba Sebastin. Lleg la voz de Tito desde la ribera:

Sebastin! Sebastin!

Haba entrado en el agua y vena saltando hacia ellos. Sebas se haba desasido de Paulina y ya nadaba al encuentro de los otros. Le gritaba Paulina: Ten cuidado! Ten cuidado, por Dios!; se coga la mandbula con ambas manos. Todos estaban perplejos en el agua, nadando de ac para all, mirando a todas partes sobre la negra superficie, Dnde est?, no lo veis?, lo veis vosotros? Tito lleg hasta Paulina y ella se le abrazaba fuertemente.

Se ahoga Luci! le dijo.

l senta el temblor de Paulina contra todo su cuerpo; mir hacia los nadadores desconcertados que exploraban el ro en todas direcciones: No la encuentran..., se vean sus bultos desplazarse a flor de agua. La luna iluminaba el gento alineado a lo largo de la orilla. No dais con l?; Por aqu estaba la ltima vez que la vimos, era la voz de Sebastin. Es una chica?; S. Estaban ya muy lejos, en la parte de la presa, y se distinguan las cabezas sobre el agua, cinco o seis, a la luz de la luna rasante y el reflejo de las bombillas que vena del lado de la msica. Llvame a tierra, Tito; tengo un miedo terrible; llvame!, se ergua encaramndose hacia Tito, como queriendo despegarse del agua; tiritaba. Se vio el brazo y el hombro de uno de los nadadores blanquear un momento, all abajo, en la mancha de luz. Tito y Paulina se encaminaron hacia la ribera, venciendo con trabajo la resistencia de las aguas. Aqu! Aqu!, grit una voz junto a la presa, Aqu est! Haba sentido el cuerpo, topndolo con el brazo, casi a flor de agua.

(Rafael Snchez Ferlosio: El Jarama)