El Incidente de Plattner. Wells H. G.1985

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    EL INCIDENTE DE PLATTNER

    H. G. WELLS, 1896

    Ya sea que el incidente narrado por Gottfried Plattner se crea o no, este llamala atenci on por el peso de la evidencia. Por un lado, tenemos siete testigos; paraser exactos, tenemos seis y medio pares de ojos y un hecho innegable; por el otrolado tenemos, que tenemos? prejuicios, sentido com un, la inercia de la opinion.Nunca hubo siete testigos tan aparentemente honestos; nunca hubo un hecho tanreal como la inversion de la estructura anat omica de Gottfried Plattner y nuncahubo una historia tan absurda como la que ellos pueden relatar. La parte m asabsurda de la historia la tenemos por medio de la valiosa contribuci on de Gottfried(y es por eso que lo cuento a el como uno de los siete testigos). Yo creo que hay algoraro en esta historia de Plattner pero, que es lo raro?, francamente no lo se. Meha sorprendido la credibilidad dada a esta historia en los distritos m as inesperadosy prestigiados de esta comarca. Lo m as justo para el lector ser a que le cuente elincidente sin ningun comentario adicional.

    Gottfried Plattner es, a pesar de su nombre, un ingles digno. Su padre naci o enAlsacia y lleg o a Inglaterra en los anos (mil ochocientos) sesentas; se cas o con unainglesa respetable de antecedentes convencionales y muri o, despues de una vida pocodestacada (dedicada, creo, a la colocaci on de pisos de parquet) en 1887. Gottfriedtiene 27 a nos. Es, debido a su herencia polglota, profesor de Lenguaje Moderno enuna peque na escuela privada en el sur de Inglaterra. Es como cualquier otro maestrode cualquier escuela privada. Su atuendo no es muy costoso ni muy a la moda, perotampoco barato o corriente. Su complexi on, como su altura y porte, es discreta.Usted tal vez notara que su cara no es totalmente simetrica, como en la mayora dela gente. Su ojo derecho es un poco mayor que el izquierdo y su quijada est a masacentuada del lado derecho. Si examin aramos su pecho y sintieramos su corazon,notaramos que es como el de cualquier otra persona, pero aqu es donde nosotrosy el observador experto diferiramos. Y una vez que nos lo hiciera notar, tambienpercibiramos la anormalidad f acilmente. Sucede que el corazon de Gottfried lateen el lado derecho de su cuerpo.

    Esta no es la unica particularidad de la estructura de Gottfried. Cuidadosa-mente revisando su arreglo interno, alg un buen cirujano notara la asimetra en elinterior de su cuerpo. El lobulo derecho de su hgado est a del lado izquierdo, y elizquierdo, del derecho; sus pulmones est an contrapuestos. Lo m as peculiar, a menosde que Gottfried sea un actor consumado, es que su mano derecha recientemente seha convertido en su izquierda. Desde que sucedieron los hechos que voy a platicar(tan imparcialmente como pueda), lo m as difcil con que se ha encontrado Gottfried,es que no puede escribir bien, a no ser que lo haga de derecha a izquierda y conla mano izquierda. Ya no puede lanzar objetos con su mano derecha; a la hora de

    la comida, se confunde con el cuchillo y el tenedor, y su conocimiento en lo que atr ansito de vehculos se reere esta peligrosamente confundido (el es ciclista). Noexiste evidencia que demuestre que Gottfried fuera zurdo antes del incidente.

    Aun, hay otro hecho asombroso en todo este il ogico incidente. Gottfried tienetres fotografas de el mismo. En una de ellas, a la edad de cinco o seis, se notaque su ojo izquierdo en un poco mayor que el derecho y su quijada un poco m aspesada o marcada del lado izquierdo. Esto es lo contrario de su posici on actual.La foto de Gottfried a los catorce a nos parece contradecir estos hechos, pero es

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    debido a lo corriente de la foto tan de moda en ese tiempo, cuando eran impresasdirectamente en el metal y, por lo tanto, cambiaban las im agenes como un espejo lohara. La tercera foto es de cuando tena veintiun a nos, y aqu es donde es evidenteque Gottfried cambi o su lado izquierdo por el derecho. Sin embargo, ning un serhumano puede ser cambiado de tal manera, a menos de que haya ocurrido unmilagro.

    De algun modo estos hechos podran ser explicados si suponemos que Plattner,mediante elaborados esfuerzos msticos, desplaz o su corazon de un lado al otro. Lasfotografas pudieron ser alteradas, y pudo imitar el ser zurdo. Pero su car acterno se presta para tal teora. El es callado, pr actico, discreto, y es sano desdecualquier punto de vista. Le gusta la cerveza y fuma moderadamente; como ejerciciocamina diariamente y tiene buena estima del valor de su ense nanza. Posee unabuena aunque poco entrenada voz de tenor, y le gusta cantar trozos de alegrescanciones populares. Es acionado a la lectura (principalmente a la cci on contoques optimistas), duerme bien y rara vez sue na. De hecho, el sera la ultimapersona en inventar una f abula fantastica. Lejos de imponer su historia a la gente,ha sido muy reservado en el asunto. Acepta preguntas con interes y su timidezdesarmara al que m as sospecha. Parece genuinamente apenado de que algo tanpoco comun le haya sucedido.

    Es lamentable la aversi on de Plattner a la idea de que lo disecten una vezmuerto, ya que as se podra probar que todo su cuerpo ha sufrido cambios deun lado al otro. Ante estos hechos s olo queda la credibilidad de su historia. Nohay manera de tomar a una persona y moverla de alguna forma en el espacio yque resulte en el intercambio de sus lados. Cualquier cosa que le haga, su ladoderecho sera aun su lado derecho y el izquierdo, izquierdo. Sin embargo, esto sse podra hacer con alg un objeto perfectamente plano. Si uno recortara una gurade papel, una gura con un lado izquierdo y uno derecho, uno podra cambiarsus lados simplemente levant andolo y d andole vuelta. Pero con un objeto s olido esdiferente. Los matem aticos nos dicen que la unica manera de que los lados izquierdoy derecho de un s olido puedan cambiarse, es tomando este objeto fuera del espacioy volte andolo ah afuera. Esto es algo impreciso, sin duda, pero cualquiera conun poco de conocimiento matem atico les asegurara que esto s es posible. Paradecir esto tecnicamente, el raro cambio de los lados izquierdo y derecho de Plattnerdemuestra que el ha sido sacado de nuestro espacio y llevado a lo que se llamala Cuarta Dimensi on y luego regresado a nuestro mundo. A menos de que seamosvctimas de una invenci on elaborada y sin sentido, todo indica que debemos de creerque esto fue lo que le ocurri o.

    Basta ya de hechos tangibles. Platicaremos ahora los hechos de su desaparci ontemporal de este mundo. Sucede que en la escuela donde Plattner trabaja, no s oloda la clase de Lenguaje Moderno, sino tambien ense na Qumica, Geografa, Con-tabilidad, Taquigrafa, Dibujo y cualquier otra materia que se les ocurra a los padresde familia. Conoca poco o nada de estas materias, pero en la escuela secundariael conocimiento del profesor no es tan importante como lo es la reputaci on y ladecencia. En Qumica era particularmente deciente, conociendo, seg un dice, nadamas all a de los tres gases (cualesquiera que estos sean). Sin embargo, como susalumnos tampoco saban nada de Qumica, pues le causaban poco problema. Fueentonces cuando un nuevo alumno llamado Whibble entr o en la escuela. Pareceque fue educado por algun pariente malicioso, quien lo indujo a tener una menteinvestigadora. Este alumno segua las clases de Plattner con mucho interes y, paramostrar su ahnco en la Qumica, le llevaba substancias para analizar. Plattner,halagado por esta evidencia de su capacidad de despertar el interes en el alumno,

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    y conado en la ignorancia de este, analizaba y haca armaciones generales sobrelas substancias que le llevaba. De hecho, estaba tan estimulado por este alumno,que se puso a estudiar Qumica Analtica y se sorprendi o de encontrar la materiatan interesante.

    Hasta aqu la historia es bastante com un, pero ahora es cuando el polvo verde

    entra en escena. El origen de este polvo desgraciadamente se desconoce. Whibbleplatica una tortuosa historia de que lo encontr o en un paquete en un viejo horno decal. Habra sido excelente para Plattner y para la familia de Whibble el que todoeste polvo se hubiera quemado en el horno. El joven Whibble no llev o a la escuela elpolvo en un paquete sino en un frasco graduado de ocho onzas. Se lo dio a Plattnerdespues de las clases. Cuatro muchachos estaban en la escuela haciendo algunascosas bajo la supervision de Plattner en el sal on de Qumica. El material disponiblepara esta clase es realmente simple. Lo mantienen en un mueble com un. EstandoPlattner medio aburrido despues de clase, se interes o en el polvo verde de Whibble yprocedi o a analizarlo. Whibble se sent o afortunadamente para el, a una distanciarazonable. Los otros cuatro alumnos miraban al profesor con profundo interes. A undentro de los lmites de los tres gases, su conocimiento practico de la Qumica era,hasta donde yo se, temerario.

    Todos estan de acuerdo en lo que sucedi o. Puso un poco del polvo verde en untubo de ensayo y experiment o mezclandolo con agua, acido hidroclordrico, acidontrico y acido sulfurico, en ese orden. Al no obtener ning un resultado vacio un pocode su mezcla en un recipiente y le prendi o un cerillo. La substancia empez o a echarhumo y entonces explot o con gran violencia, produciendo un rel ampago cegador.

    Los cinco muchachos, viendo la explosion y preparandose para una cat astrofe,se escondieron bajo sus escritorios y ninguno result o herido. La ventana vol o hastael jardn, el pizarr on se cayo y el recipiente se desintegro. Tambien cay o del techoalgo de yeso. Fue todo el dano. Al principio los muchachos no vean a Plattnery creyeron que estara en alg un lugar debajo de su escritorio. Salierno de susescondites para tratar de ayudarle, y gran sorpresa se llevaron al no encontrarlo.Aun confundidos por la repentina y violenta explosi on, se apresuraron en abrir lapuerta pensando que estaba herido y que haba salido r apidamente del sal on. Peroen ese mismo momento, casi chocaban en la entrada del sal on con Carson, el mozo,y el senor Lidgett, el director.

    El senor Lidgett es un hombre corpulento, irritable y con un solo ojo. Losmuchachos contaron que Lidgett entr o al salon tambaleandose y diciendo algunasgroseras que acostumbran decir los directores enojones y que prohben que se diganentre alumnos. Miserable tonto!, dijo. D onde est a Plattner?

    Donde est a Plattner? Esa fue la pregunta que se repiti o muchas veces lossiguientes das. Pareca como si esa frase de Se desintegr o en sus atomos fuerarealidad. No haba ni una partcula visible de Gottfried; ni una gota de sangre, ni ungiron de ropa. Aparentemente haba desaparecido limpiamente sin dejar rastro. Laevidencia de su total desaparici on, como consecuencia de la explosion, es indudable.

    No es necesario exagerar aqu la conmoci on surgida en la escuela, en el puebloy en todos lados, por ese evento. Es muy posible que algunos lectores de estaspaginas hayan tenido noticia de tales acontecimientos. Lidgett hizo lo que pudopara suprimir o minimizar la historia. Insitituy o el castigo de escribir veinticincorenglones por cualquier menci on del nombre de Plattner entre los alumnos, y dijo atoda la escuela que estaba enterado del paradero de Plattner. Lidgett tema que unhecho como el de una explosi on (a pesar de las precauciones tomadas para minimizarla ensenanza practica de la Qumica) da nara la reputaci on de la escuela. Hizo todo

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    lo que pudo para que la desaparici on de Plattner fuera de lo m as normal posible.En particular, interrog o a los cinco testigos presenciales tan penetrantemente, queellos mismos empezaron a dudar de la evidencia de sus sentidos. A pesar de estosesfuerzos, el suceso, distorsionado y magnicado, fue la curiosidad de la comunidadpor nueve das; muchos padres retiraron a sus hijos de la escuela dando todo tipo depretextos. Otro punto notable en todo esto fue el hecho de que mucha gente en elpueblo tuvo suenos muy reales de Plattner durante el perodo de su ausencia y, estossuenos, curiosamente, eran similares. En casi todos estos sue nos se vea a Plattner,a veces solo, a veces acompa nado, vagando, envuelto en un fulgor cambiante. Entodos los casos su cara estaba p alida y aigida y, en algunos otros, haca gestos ysenas hacia la persona que lo sonaba. A uno o dos de los alumnos, evidentementebajo la inuencia de la pesadilla, les pareca que Gottfried se acercaba a ellos congran rapidez y les pareca que los vea muy de cerca a los ojos. Otros viajabanen sus suenos junto con el, tratando de alcanzar ciertas criaturas esfericas. Perotodos estos sue nos fueron olvidados cuando un miercoles, nueve das despues de laexplosion, Plattner regres o.

    Las circunstancias de su regreso son tan extra nas como las de su partida.Parece ser que el miercoles por la tarde, cerca de la puesta del sol, el se nor Lidgettestaba ocupado en su jardn recogiendo y comiendo fresas; fruta a la cual es exce-sivamente acionado. Su jardn es grande y anticuado y, afortunadamente, pocovisible desde el exterior debido a una pared alta de ladrillo rojo cubierta de hiedra.Justamente cuando se inclinaba sobre un prolco arbusto, hubo un rel ampago enel aire y un sonido fuerte y, antes de que pudiera voltear, un pesado objeto le peg oviolentamente en la espalda. Fue arrojado hacia adelante apachurrando las fresasque tena en sus manos, y con tal fuerza que su sombrero de seda el se nor Lidgettes muy conservador en lo que a indumentaria se reere, cay o violentamente. Estepesado proyectil, el cual se deslizo sobre el y cayo sentado entre las plantas de fresafue nuestro perdido amigo Gottfried Plattner en una condici on extremadamentedesarreglada. Gottfried estaba sin sombrero y sin el cuello de su camisa. Su ropaestaba sucia y haba sangre en sus manos. El se nor Lidgett estaba tan enojado

    y sorprendido que se quedo tirado sobre sus cuatro extremidades con su sombreroatorado sobre su unico ojo mientras vehementemente le reclamaba a Plattner suconducta irrespetuosa e inexplicable.

    Esta escena poco idlica, completa la que yo he llamado la versi on exterior de lahistoria de Plattner; su aspecto esoterico. Es innecesario entrar aqu en detalles decomo el se nor Lidgett lo corrio de su casa. Tales detalles, con nombres completos,fechas y referencias, se encuentran en un largo reportaje remitido a la Sociedadpara la Investigaci on de Fen omenos Anormales. La extra na transposicion de loslados izquierdo y derecho de Plattner no fue notada en los primeros das hastaque empez o a escribir de derecha a izquierda en el pizarr on. Plattner disimulabaeste curioso hecho ya que pensaba que podra afectarle desfavorablemente en otrascircunstancias. El cambio de lado de su coraz on fue descubierto meses despues,cuando se encontraba bajo anestesia con el dentista. El, sin desearlo realmente,permitio que se le hiciera un examen medico y as apareci o su caso en la Revistade Anatoma. Con esto terminan los hechos materiales y podemos pasar ahora aexaminar lo que Plattner cuenta.

    Pero antes quiero diferenciar claramente la porci on anterior de la historia conlo que voy a relatar. Todo lo dicho hasta ahora tiene como base tal cantidad deevidencia que a un cualquier abogado criminalista lo aprovechara. Cada uno de lostestigos a un vive; el lector, si as lo desea, puede buscarlos ma nana mismo (aunpuede desaar al terrible se nor Lidgett) e interrogarlos hasta quedar satisfecho.

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    Aun el propio Gottfried Plattner con su coraz on transpuesto y sus tres fotografaspueden localizarse. Puede suponerse cierto el que desapareci o nueve das como con-secuencia de la explosi on; que regres o violentamente, bajo circunstancias molestaspara Lidgett; y que regres o invertido, tal y como una imagen regresa de un espejo.De este ultimo hecho, como ya lo he narrado, se sigue inevitablemente que Plattner,durante esos nueve das, debi o de existir fuera del espacio. La evidencia de estasarmaciones es mucho mas determinante que aquella por la cual la mayora de loscriminales son ahorcados. Pero de lo que Plattner dice de d onde estuvo, con susexplicaciones confusas y detalles contradictorios, s olo tenemos su propia palabra.No deseo desmentirlo pero debo recalcar que estamos pasando aqu de algo evidentehacia algo que cualquier persona puede aceptar o rechazar, seg un sea su opini on.Los argumentos anteriores son plausibles; su desacuerdo con la experiencia cotidia-na los orillan hacia lo increable. No deseo inclinar el juicio del lector a ning un lado,solamente contar la historia tal y como Plattner me la comunic o.

    Plattner me narr o los hechos en mi casa. Tan pronto como se fue, fui a miestudio y escrib a m aquina todo tal y como lo recordaba. Despues, el mismoPlattner ley o lo que haba escrito y as su veracidad es incuestionable. Dice que enel momento de la explsion pens o que haba muerto. Se sinti o levantado de los piesy arrojado fuertemente hacia atr as. Es un hecho curioso para los psic ologos el queel haya podido pensar claramente durante su viaje y se preguntan si no se pegaracon el mueble del material o contra el pizarr on. Sus talones pegaron en el piso ycayo pesadamente sentado en algo suave y rme. Por un momento estuvo aturdido.Inmediatamente not o el olor de pelo chamuscado y le parecio oir la voz de Lidgettpreguntando por el. Entender an ustedes que por unos momentos su mente debi o deestar muy confusa.

    Al principio tuvo la impresi on de que a un estaba en el salon de clase. Percibiola sorpresa de los muchachos y tambien la aparici on de Lidgett. Est a muy segurode que as fue. No escucho sus palabras pero esto lo atribuye al ensordecedor efectode la explosi on. Las cosas alrededor de el le parecan bastante obscuras y tenues,pero esto, erroneamente, lo atribua que la explosi on haba generado mucho humoobscuro. A pesar de la obscuridad, distingui o las guras de Lidgett y de los mucha-chos, tan tenues y silenciosas como si fueran fantasmas. La cara le picaba por elcalor de la explosi on. El estaba, dice, todo despistado. Sus primeros pensamien-tos precisos fueron hacia su seguridad personal. Pens o que tal vez estaba sordoy ciego. Toco sus extremidades y cara cuidadosamente. Cuando sus percepcionesse aclararon, se sorprendi o de no encontrar su escritorio ni ning un otro materialdel salon. Solo algunas guras grises e inciertas estaban en lugar de estas. Luegosucedi o algo que le hizo gritar y despertar sus facultades dormidas a una actividadinstantanea. Dos de los j ovenes, gesticulando, pasaron uno despues del otro, atraves de el . . .! Ninguno manifesto el mas mnimo conocimiento de su presencia. Esdifcil imaginar la sensaci on que tuvo. Lo atravesaron con no m as fuerza que la deun leve viento.

    Despues de esto, el primer pensamiento de Plattner fue que haba muerto.Habiendo sido educado solidamente acerca de este tipo de acontecimientos, se sor-prendi o al encontrar su cuerpo aun en el. Su segunda conclusi on fue que no estabamuerto pero que los otros s lo estaban; que la explosi on haba destrudo la escuelay a toda la gente excepto a el. Pero eso, tambien fue poco satsifactorio.

    Todo alrededor de el estaba extraordinariamente obscuro: al principio todole pareca negro como ebano. Arriba de el haba un cielo negro. La unica fuentede luz era un tenue rayo verde en una orilla del cielo en cierta direcci on, la cualdibujaba un horizonte de colinas obscuras y ondulantes. Estas fueron sus primeras

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    impresiones. Mientras sus ojos se acostumbraban, empez o a distinguir cierto colorverdoso dentro de la gran obscuridad. Contra este fondo, los muebles y ocupantesdel sal on de clase aparecan como espectros fosforecentes, tenues e impalpables.Extendio su mano y sin esfuerzo atraveso la pared del cuarto.

    Dice que hizo un gran esfuerzo por llamar la atenci on. Le grit o a Lidgett y

    trato de tocar a los muchachos mientras ellos iban y venan. Desisti o de sus intentossolo cuando entro al salon de clase la senora Lidgett, la cual no le caa bien. Dice quela sensaci on de estar en el mundo y no formar parte de el es extraordinariamentedesagradable. Compar o sus sentimientos con aquellos de alg un gato observandoa un raton a traves de una ventana. Cuando intent o comunicarse con el tenue yfamiliar mundo alrededor de el, encontr o una barrera inivisible e incomprensibleimpidiendo el contacto.

    Puso entonces atenci on a su alrededor. Encontr o la botella de medicina aunsin romperse en su mano, todava con restos del polvo verde. La meti o en subolsa y empezo a observar a su alrededor. Aparentemente, estaba sentado en unaroca cubierta con musgo aterciopelado. El no poda ver el campo obscuro a sualrededor, porque estaba borrado por la tenue y nebulosa imagen del sal on, perotuvo la sensacion tal vez debida al viento fro de que estaba cerca de la punta deun cerro y que un pronunciado valle se extenda bajo sus pies. El resplandor verdealrededor de la orilla del cielo pareca aumentar en tama no e intensidad. Se pusode pie, frot andose los ojos.

    Parece que dio algunos pasos, yendo pronunciadamente hacia abajo, tropezan-do y casi cayendo hasta que se sent o sobre una roca para observar el crep usculo.Not o que el mundo a su alrededor estaba totalmente callado. Estaba tan quietocomo estaba obscuro y, aunque un viento fro soplaba sobre la ladera del cerro, elsusurro del pasto y el suspiro de las ramas, estaban ausentes. Escuchaba, aunque novea, que el lado del cerro donde estaba, era rocoso y desolado. El color verdoso cadamomento aumentaba de intensidad y mientras esto suceda, un ligero y transparentecolor rojo sangre se mezclaba con la negrura del cielo arriba de el, pero sin mitigarla obscuridad ni la rocosa desolaci on a su arededor. (Estoy inclinado a pensar queel color rojo pudo ser un efecto opitico debido al contraste.) Algo negro se agit omomentaneamente contra lo verdoso de la parte baja del cielo y entonces la delgaday penetrante voz de una campana sali o del obscuro abismo abajo de el.

    Es posible que haya pasado una hora o m as mientras estuvo sentado ah; laextra na luz verdosa haciendose m as brillante cada vez y esparciendose lentamenteen forma de dedos ameantes hacia arriba. Mientras la luz aumentaba, la visi onespectral de nuestro mundo se volvi o relativa o absolutamente tenue. Tal vez ambas,porque la hora debio ser la de nuestro atardecer terrenal. Al dar los pasos haciaabajo, Plattner haba atravesado el piso del sal on de clases y parece que estabaahora sentado en el aire en otro sal on mayor, en el piso de abajo. Vio a los alumnosinternos, pero mas debilmente de lo que haba visto a Lidgett. Preparaban susactividades vespertinas y con interes not o que muchos hacan trampa al hacer sutrabajo de Geometra Euclidiana, pues sacaban acordeones, algo que nunca habasospechado. Mientras pasaba el tiempo, las im agenes se desvanecan y la luz delverdoso amanecer creca.

    Viendo hacia abajo al valle, observ o que la luz se haba ido mas alla de las cum-bres rocosas y que la profunda obscuridad del abismo era rota ahora por un peque noresplandor verde, como la luz de un gusano brillante. Y casi inmediatamente, la ex-tremidad de algun cuerpo espacial gigantesco de color verde vivo, se levantaba sobrela ondulaci on de las colinas distantes y las grandes rocas a su alrededor aparecieron

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    sombras y desoladas, en color verde y sombras negras. Se dio cuenta de un grannumero de objetos de forma de pelota errando como los cardos lo hacen sobre elpiso. No haba ninguno de estos ob jetos cerca de el. La campana all a abajo tanamas y mas aprisa, como de manera impaciente y muchas luces se movan m as ymas. Los jovenes que trabajaban en sus escritorios ahora eran casi invisibles.

    Esta extincion de nuestro mundo, cuando el sol verde de este otro universoapareci o, es un hecho curioso sobre el cual Plattner insiste. Durante la noche enel Otro Mundo, es difcil moverse o caminar debido a la poca intensidad de la luzexistente. Es difcil explicar por que si este es el caso nosotros, en nuestro mundono percibimos nada del Otro Mundo. Tal vez esto se debe a la iluminaci on vvidaen este nuestro mundo. Plattner describe que el medio da del Otro Mundo en sumomento mas brillante no es ni remotamente tan brillantes como el nuestro cuandohay luna llena, mientras que la noche es terriblemente obscura. Consecuentemente,la cantidad de luz, aun en un cuarto obscuro, sera suciente para hacer invisibles lascosas del Otro Mundo del mismo modo que una debil luz fosforescente es s olo visibleen la obscuridad total. He tratado, desde que Gottfried me platic o todo esto, de veralgo del Otro Mundo sent andome largos ratos en un cuarto obscuro de fotografa.Ciertamente he visto vagamente la forma de rocas y pendientes verdosas pero, deboadmitirlo, muy confusamente. El lector tal vez pueda tener exito. Plattner me diceque desde su regreso ha sonado y ha reconocido lugares del Otro Mundo, pero estoprobablemente se deba a sus recuerdos de tales escenas. Parece bastante posibleque gente con vista aguda y penetrante pueda ocasionalmente ver un poco de esteextra no Otro Mundo alrededor nuestro.

    Sin embargo esta es s olo una divagacion. Mientras sala el sol verde, Plattnerpercibi o, pero solo muy vagamente, abajo en la ca nada, una calle larga y con ediciosnegros. Despues de dudar un poco, empez o el peligroso descenso y se dirigio haciala calle mencionada. El descenso fue largo y extremadamente lento, no s olo por loempinado sino por lo ojo del terreno que pisaba. El ruido del descenso de vez encuando sus zapatos producan chispas con las rocas, pareca el unico sonido en eluniverso ya que el taner de la campana haba cesado. Mientras se acercaba, not o quevarios de los edicios parecan como tumbas y mausoleos y monumentos exceptoque todos erean negros en vez de blancos como la mayora de los sepulcros son.Entonces vio, amontonados fuera del edicio m as grande, varias guras redondas,palidas y verdosas comos si fuera gente saliendo de la iglesia. Estas se esparcan envarias direcciones de la amplia calle, algunas yendo por algunos callejones lateralesy luego reapareciendo sobre la empinada colina, otras entrando en algunos de lospeque nos y negros edicios alineados en la calle.

    Al ver que estas cosas se acercaban a el, Plattner se detuvo a observarlas.Vea que no caminaban; de hecho no tenan extremidades, y que parecan cabezashumanas bajo las cuales un cuerpo como de renacuajo se mova. Estaba realmentetan asombrado que no pudo ni asustarse. Se dirigan hacia el, entre el vientohelado que soplaba, as como las burbujas de jab on se mueven cerca de la coladera.

    Mientras vea a la m as pr oxima que se le acercaba, vio que, efectivamente, era unacabeza humana, aunque con ojos muy grandes y llevando tal expresi on de angustiay aiccion como nunca haba visto en ning un mortal. Se sorprendi o al ver que lacabeza no volteo a verlo sino que pareca que observaba y segua algo que Plattner nopoda ver. Por un momento estuvo confuso y entonces se le ocurri o que esta criaturaestaba observando con sus ojos enormes algo que estaba sucediendo en el mundoque acababa de dejar. Cerca y m as cerca estuvo y el estaba demasiado asombradocomo para gritar. Se hizo un leve sonido de raspadura mientras se acercaba. Luegole toco la cara levemente con una palmada su toque fue muy fro y se fue hacia

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    la colina.Una convicci on extraordinaria cruz o la mente de Plattner de que esta cabeza

    se pareca muchsimo a la de Lidgett. Luego puso su atenci on en otras cabezas quese movan apretadamente en la colina. No daban se nales de reconocerlo. Una o dosde hecho se acercaron mucho a su cara y casi siguieron el ejemplo de la primera

    cabeza, pero Plattner esquiv o su trayectoria. En la mayora de ellas vio la mismaexpresi on de pena que haba visto en la primera y oy o los mismos leves sonidoslastimeros. Una o dos de ellas lloraban y una, rodando r apidamente hacia la colina,llevaba una expresion de diab olica rabia. Pero otras eran fras y algunas parecantener un interes indulgente en los ojos de otras compa neras. Una, al menos, estabacasi en el extasis de la felicidad. Plattner no recuerda haber reconocido a nadie m asde los que vea en ese momento.

    Por varias horas Plattner observ o a estas extranas cosas dispersandose entrelas colinas y no fue sino hasta que cesaron de uir del amontonamiento de losnegros edicios, que continuo su caminto hacia abajo. La obscuridad a su alrededorera tal que tuvo dicultades para caminar. Sobre su cabeza el cielo estaba ahoraverde p alido brillante. No senta ni hambre ni sed. Cuando las tuvo, encontr o unacorriente de agua fra bajando cerca del centro de la ca nada y, el raro musgo sobrelas rocas, cuando al n, temerariamente lo prob o, fue bueno para comer.

    Escudri no por entre las tumbas a los lados del barranco, vagamente, buscandoalguna clave para entender estos inexplicables acontecimientos. Despues de muchotiempo lleg o a la entrada de algo parecido a un gran mausoleo de donde haban bro-tado algunas cabezas. Ah encontr o un conjunto de luces verdes ardeindo sobre unaespecie de altar basaltico y una cuerda de campana colgaba de un campanario en elcentro del lugar. A lo largo de la pared haba inscripciones de fuego en cierto tipode letras desconocidas para el. Mientras pensaba en el signicado de estas cosas,escuch o alejarse fuertes pisadas en la calle. Corri o nuevamente en la obscuridadpero no pudo ver nada. Tena pensado jalar la cuerda de la campana pero nal-mente decidio seguir las pisadas. Pero, aunque corri o bastante, nunca las alcanz o ysus gritos no sirvieron de nada. La barranca pareca extenderse una distancia inter-minable y estaba tan obscuro como cualquier noche terrenal sin estrellas. Ahora,ah abajo no haba ninguan cabeza. Parece que todas estaban muy ocupadas en laspendientes superiores. Volteando hacia arriba las vio vagando aqu y all a, algunasjas, algunas desplazandose aprisa por el aire. Le recordaron, dijo, grandes coposde nieve; solo que estos eran negros o verde p alido.

    Plattner dice que estuvo la mayor parte de siete u ocho das siguiendo lasfuertes pisadas que nunca alcanz o, a tientas en nuevas regiones de esta interminabley endiablada canada, subiendo y bajando las despiadadas colinas, vagando por lascumbres y vigilando a las inquietas caras. No llev o la cuenta, dice. Aunque unpar de veces hubo ojos que lo observaban, no habl o con nadie. Dorma en lasrocas de las laderas. Desde la barranca, las cosas terrenales eran invisibles porque,desde este punto de vista, estaban muy abajo. En las alturas, tan pronto comoempezaba el da en la tierra, el mundo se haca visible para el. Se encontr o a smismo algunas veces tropezando sobre las verdes rocas, o deteniendose ante alg unescarpado borde, mientras a su alrededor las ramas verdes en las veredas de supueblo se mecan. Otras veces caminaba por las calles del pueblo viendo sin servisto el interior de alguna casa. Fue entonces cuando descubri o que casi todo serhumano de nuestro mundo le perteneca alguna de estas cabezas errantes; que todala gente del mundo es vigilada peri odicamente por estos desdichados cuerpos.

    Quienes son estos Vigilantes de los Vivientes? Plattner nunca lo supo. Pero

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    dos de ellos que encontro y lo siguieron eran, como el recuerdo de su ninez, de suspadres. De vez en cuando otras caras movan sus ojos hacia el; ojos como de gentemuerta que alguna vez inuy o en el, o lo maltrato o lo ayudo en su adolescenciay juventud. Cuando estos ojos lo vean, Plattner tena un extra no sentimiento deresponsabilidad. Se atrvi o a hablarle a su madre pero ella no contest o. Ella lepareci o triste, inmutable y tierna, aunque un poco crtica tambien.

    El, simplemente cuenta su historia; no trata de explicarla. Nos deja conjeturarquienes son estos Vigilantes de los Seres Vivos, o, si son realmente los Muertos, porque deben vigilar al mundo que dejaron ya para siempre tan de cerca y tan apasiona-damente. Puede ser que cuando nuestra vida haya terminado, cuando no podamosya escoger entre el bien y el mal, tengamos a un que presenciar el resultado de laserie de consecuencias que hayamos tenido. Si las almas humanas contin uan despuesde la muerte, entonces, seguramente, los intereses humanos contin uan despues dela muerte. Pero eso es solo lo que yo creo en vista de lo anterior. Plattner no ofreceninguan interpretaci on ya que a el no le lo dio ninguna. Sera bueno que el lectorentendiera esto claramente. Da tras da, con su cabeza dando vueltas, Plattnervago por este mundo verde fuera del nuestro, cansado y al nal, debil y hambriento.Durante el da, nuesto da terrenal, la fantasmal visi on del escenario familiar delpueblo le perturbaba y le preocupaba. No poda ver d onde pona sus pies y de vez encuando se topaba cara a cara con estas Almas Vigilantes. Y durante la obscuridad,la multitud de estos Vigilantes cerca de el, con su aicci on intensa, confundan sumente m as alla de cualquier descripcion. La anoranza por regresar a la vida terrenalque estaba tan cerca y a la vez tan remota, lo consuma. Lo poco terrenal de lascosas a su alrededor le produca una dolorosa angustia mental. Estaba preocupa-do mas all a de cualquier descripcion por estos entes que le seguan. Les gritabapara que dejaran de observarlo, los reprenda y hua de ellos. Sin embargo ellosestaban siempre mudos y atentos. Aunque corriera como pudiera sobre este pisotan disparejo, ellos le seguan.

    La tarde del noveno da, Plattner escuch o acercarse unos pasos invisibles;venan de la canada. El haba estado vagando sobre la amplia cresta de la mismacolina sobre la cual haba cado cuando entr o en este extrano Otro Mundo. Seapresuro a bajar a la ca nada, haciendolo r apidamente, pero qued o sin movimientoal ver lo que suceda en un cuarto situado en una casa cerca de la escuela. Plattnerconoca de vista a las dos personas en el cuarto. Las ventanas estaban abiertas, laspersianas levantadas y los rayos del sol poniente entraban en el. Distingui o bien elcuarto; lo vea como un cuadro iliminado por una linterna sobre el negro paisaje yel vivo amanecer verde. Adem as de la luz del sol, una vela haba sido encendida encuarto.

    Yaca en la cama un hombre falco, su blanca y cadaverica cara estaba sobreuna almohada arrugada. Sus pu nos apretados estaban levantados sobre su cabeza.En una pequena mesa junto a la cama haba algunas botellas de medicina, pantostado, agua y un vaso vaco. De vez en cuando los labios del descarnado hombre

    se abran para indicar una palabra que no poda articular. Pero la mujer no notabaque quisiera algo porque estaba ocupada sacando papeles de un anticuado bur o enla esquina opuesta del cuarto. Al principio el cuadro era muy intenso pero, al mismotiempo, atras el amanecer verde brillaba cada vez m as y as la imagen se volva m asdebil y transparente.

    Mientras el ruido de las pisadas se escuchaba cada vez m as cerca, esas pisadassonaban tan fuerte en el Otro Mundo y tan silenciosas en este. Plattner percibi oa una gran multitud de caras mortecinas junt andose para ver a las dos personasdel cuarto. Nunca antes haba visto a tantos Observadores de los Vivientses juntos.

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    Una multitud s olo vea al que sufra, otra multitud, con angustia innita, observabaa la mujer mientras ella buscaba, con ojos avaros, algo que no poda encontrar. Seamontonaban alrededor de Plattner, se encontraban con su vista, le rozaban la cara;el ruido de sus lamentos no cesaba alrededor de el. Plattner poda ver claramentesolo de vez en cuando. A veces la escena temblaba debilmente a traves del velo delos reejos verdes. En el cuarto todo debe de haber estado bastante quieto. Y dicePlattner que el humo de la vela dejaba una lnea perfectamente vertical, pero queen sus odos cada pisada junto con su eco le parecan como truenos. Y las caras!,dos, particularmente, cerca de la mujer; una de ellas, mujer tambien, blanca y declaras facciones, una cara pudo ser alguna vez fra y dura, pero que ahora estabaablandada por el toque de una sabidura ajena al mundo terrenal. La otra cara pudoser la del padre de la mujer del cuarto. Ambas, evidentemente, estaban absortasen la contemplacion de algun acto de odiosa vileza, acto que no podan prevenir.Atr as haba otras caras; pudieron ser las de maestros de nocivas ense nanzas o lasde amigos cuya inuencia haba fallado. Y alrededor del hombre, tambien habauna multitud, pero ninguna pareca de sus padres o maestros. Caras que alguna vezpudieron ser toscas, ahora se puricaban intensamente por medio del pesar. Y enla primera la, una cara, una cara ani nada, ni enojada ni arrepentida, s olo paciente

    y preocupada y como le pareca a Plattner, esperando consuelo. Su poder dedescripci on fallo al recordar esta multitud de horribles semblantes. Se juntaron alta ner la campana. Vio a todas las caras durante un segundo. Parece que estabatan acabado por su agitaci on que involuntariamente sus inquietos dedos tomaronde su bolsa la botella de los polvos verdes, y la detuvieron frente a el. Pero el norecuerda esto.

    De repente las pisadas cesaron. Esper o escuchar las siguientes, pero hubo si-lencio. Y entonces, cortando la inesperada quietud como una penetrante navaja,llego la primera campanada. En ese momento, la multitud de caras se mecierona ambos lados y fuertes lloriqueos empezaron entre ellos. La mujer no escuchaba;estaba quemando algo en la ama de la vela. Cuando son o la segunda campanada,todo se puso opaco y un viento gelido sopl o entre el grupo de observadores. Se

    arremolinaron alrededor de Plattner como hojas muertas, y cuando la tercera cam-panada sono, algo se extendi o a traves de ellos hacia la cama. Uno sabe lo que esun rayo de luz. Esto fue como un rayo de obscuridad y, pensando un poco m as,Plattner vio que este rayo era un sombro brazo junto con su mano.

    El verde sol estaba ahora apareciendo sobre las negras desolaciones del hori-zonte, y la visi on del cuarto se hizo muy debil. Plattner vio que las s abanas de lacama se movan y que la nujer volteaba a su alrededor y sobre su hombro, sobre-saltada.

    La nube de espectadores se elevo como un soplo de polvo verde ante el viento,y se esparci o rapidamente hacia abajo, hacia el templo de la ca nada. Entonces,de pornto Plattner entendi o el signicado del brazo negro que se alargaba a travesde su hombro y asa a su vctima. No se atreva a voltear y cubriendo sus ojos se

    preparo para correr; tal vez dio veinte pasos, entonces resbal o en una roca y cay o.Cay o de frente sobre sus manos y la botella se rompi o y explot o cuando toc o el piso.Se encontr o asombrado y sangrante, sentado cara a cara con Lidgett en el viejo

    jardn atr as de la escuela.Aqu termina la historia del incidente de Plattner. He resistido y creo que con

    exito la disposicion natural de un escritor de cci on de alterar incidentes de estetipo. He escrito todo en el orden en el que Plattner me lo cont o. Cuidadosamentehe evitado cualquier cambio en el estilo, efecto e interpretaci on. Pudo ser f acil para

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    m, por ejemplo reconstuir la escena del lecho de muerte de una manera en quePlattner pudiera tomar parte. Pero lejos de falsicar una extraordinaria y verdicahistoria, tales dispositivos estropearan, a mi manera de ver, el efecto peculiar de esteobscuro mundo, con sus lvidas iluminaciones verdes y sus errantes Observadoresde los Vivos, los cuales, invisibles e inalcanzables para nosostros, est an alrededornuestro.

    Me queda agregar que una muerte ocurri o. Cerca de la escuela y, hasta dondepuede probarse, fue en el momento del regreso de Plattner. Muri o un colector deimpuestos y agente de seguros. Su viuda, la cual es mucho m as joven de lo que ello era, volvi o a casarse el mes pasado, con un tal senor Whymper, veterinario de unpueblo cercano. Ya que esta historia en distintas formas ha circulado oralmente porla region, ella accedi o a que yo usara su nombre con la condici on de que yo hicierapublico que ella enf aticamente niega cada detalle acerca de la muerte de su esposo.Ella no quem o ningun testamento, dice, aunque Plattner nunca la acus o de hacerlo;su esposo hizo solo un testamento y este fue hecho poco despues de que se casaron.Ciertamente, para alguien que nunca haba visto el cuarto, la descripci on de estehecha por Plattner es curiosamente precisa.

    Una ultima cosa, aun a riesgo de repetirme: debo insistir que no se crea queestoy en favor del punto de vista supersticioso. La ausencia de Plattner durantenueve das esta, creo, demostrada. Pero eso no prueba la historia. Es bastanteconcebible que a un fuera de nuestro mundo las alucinaciones son probables. Eso,al menos, el lector debe tenerlo en cuenta.

    THE PLATTNER STORYH. G. WELLS

    Selected Short StoriesPenguin Books, 1971

    pp. 193211

    Tradujo: Alejandro MontesRevis o: Helga Fetter

    CIMATValenciana, Gto.

    Junio de 1985

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