EL IMPERIO TA R - El Colegio de Michoacán...EL IMPERIO TARASCO 119 Con base en documentos del siglo...

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EL IMPERIO TAR ASCO EN EL MUNDO MESOAMERICANO RELACIONES 99, VERANO 2004, VOL. XXV Helen Perlstein Pollard* MICHIGAN STATE UNIVERSITY

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EL IMPERIO TAR ASCO EN EL MUNDO MESOAMERICANO

R E L A C I O N E S 9 9 , V E R A N O 2 0 0 4 , V O L . X X V

H e l e n P e r l s t e i n P o l l a r d *M I C H I G A N S T A T E U N I V E R S I T Y

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A diferencia de otros centros (core zones) de México en el Postclásicotardío, la región central de Michoacán no tenía antecedentes de pode-rosas ciudades-estado o imperios, sino que estaba en la periferia de laseconomías políticas de los periodos Clásico y Postclásico temprano.Para principios del siglo XVI, el imperio tarasco se había convertido enuna fuerza poderosa del mundo mesoamericano. Este artículo sinteti-za estudios recientes que permiten un mejor entendimiento del con-texto local, regional y macrorregional de este imperio.

(Imperio tarasco, economía política, Michoacán, Postclásico tardío)

ara el año de 1522, el rey tarasco ya gobernaba un reinoque cubría una superficie de más de 75 000 km2 en lastierras altas de la región centro-occidente de México,incluido el actual estado de Michoacán. En esa época,el imperio tarasco era el segundo más grande de Meso-

américa y era dominado en términos étnicos por una población que losespañoles llamaron “tarascos”, y que hablaba el lenguaje de Michoacán,también conocido como tarasco o p’urhépecha. A diferencia de otros nú-cleos imperiales mexicanos del Postclásico, la zona central de Michoa-cán no tenía antecedentes de poderosas ciudades-estado o imperios,sino que había permanecido más bien en la periferia de las economíaspolíticas de los periodos Clásico y Postclásico temprano. Empero, paraprincipios del siglo XVI, el imperio y la dinastía real que gobernabandesde la cuenca del lago de Pátzcuaro se habían convertido en una po-tencia dentro del mundo mesoamericano. Ese mundo estaba dominadopolíticamente al este y al sur por el expansionista imperio azteca, asícomo por varios pequeños estados y señoríos hacia el oeste. En lo eco-nómico, todas las sociedades mesoamericanas estaban interrelaciona-das mediante importantes flujos de bienes y servicios. En este ensayo,sintetizo nuestra actual documentación sobre la naturaleza de la socie-dad p’urhépecha y analizo cómo las recientes investigaciones arqueoló-gicas nos están permitiendo entender el impacto del sistema mundialdel Postclásico tardío sobre las poblaciones tarascas.

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Con base en documentos del siglo XVI, Borah y Cook estiman que lapoblación del imperio tarasco era de 1.3 millones de habitantes, aunqueBeltrán, usando documentos similares, calcula una población de 750 000para el año de 1524 (1994, 119). Beltrán desglosa su estimado para eseaño en un esquema que abarca tres zonas: el Bajío, con 352 316 habitan-tes; la sierra, con 248 648; y las tierras bajas, con 140 071. Además, subra-ya la alta concentración demográfica en el centro y norte de Michoacán(1994, 120). Sondeos arqueológicos regionales en las cuencas de Zacapu,Pátzcuaro, Cuitzeo y Sayula sugieren que la densidad poblacional al-canzó su punto máximo en el Postclásico tardío (Arnauld y Faugère-Kalfon 1998, Fisher et al. 2003, Healan 1997, Michelet 1995, Migeon 1998,Pollard 2001, Valdez y Liot 1994). En la cuenca del lago de Pátzcuaro –elcorazón geopolítico del imperio– se han localizado más de 90 comuni-dades, con una población estimada entre los 60 000 y 105 000 habitantes(Gorenstein y Pollard, 1983). Por los documentos tributarios sabemosque la cuenca de Cuitzeo también estaba densamente poblada. De he-cho, la mayor concentración de tributarios registrada en el imperio esta-ba localizada en el norte-centro de Michoacán, desde la cuenca de Zaca-pu hacia el este hasta la cuenca de Cuitzeo (Beltrán 1982). Estos datossugieren asimismo que los asentamientos más grandes y de mayor po-blación en cualquiera de las regiones (centros ceremoniales o ciudades)datan del Postclásico tardío (Pollard 2003).

LA CREACIÓN DEL TERRITORIO TARASCO: LEYENDA E HISTORIA

Lo que sabemos de la secuencia histórica de la conquista y consolida-ción del reino tarasco en esta vasta región lo debemos principalmente ala obra La Relación de Michoacán,1 aunque varios documentos redactadosdurante la temprana administración colonial española en la región su-plementan y confirman la información de esta fuente, especialmente lasRelaciones geográficas de 1579-1580, la Visitación de Caravajal de 1523-1524,

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1 Existen varias ediciones, algunas de las mejores son: Madrid 1956; Miranda 1980; ydos publicadas recientemente: Franco Mendoza 2000 y Escobar Olmedo et al. 2001.

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Con base en documentos del siglo XVI, Borah y Cook estiman que lapoblación del imperio tarasco era de 1.3 millones de habitantes, aunqueBeltrán, usando documentos similares, calcula una población de 750 000para el año de 1524 (1994, 119). Beltrán desglosa su estimado para eseaño en un esquema que abarca tres zonas: el Bajío, con 352 316 habitan-tes; la sierra, con 248 648; y las tierras bajas, con 140 071. Además, subra-ya la alta concentración demográfica en el centro y norte de Michoacán(1994, 120). Sondeos arqueológicos regionales en las cuencas de Zacapu,Pátzcuaro, Cuitzeo y Sayula sugieren que la densidad poblacional al-canzó su punto máximo en el Postclásico tardío (Arnauld y Faugère-Kalfon 1998, Fisher et al. 2003, Healan 1997, Michelet 1995, Migeon 1998,Pollard 2001, Valdez y Liot 1994). En la cuenca del lago de Pátzcuaro –elcorazón geopolítico del imperio– se han localizado más de 90 comuni-dades, con una población estimada entre los 60 000 y 105 000 habitantes(Gorenstein y Pollard, 1983). Por los documentos tributarios sabemosque la cuenca de Cuitzeo también estaba densamente poblada. De he-cho, la mayor concentración de tributarios registrada en el imperio esta-ba localizada en el norte-centro de Michoacán, desde la cuenca de Zaca-pu hacia el este hasta la cuenca de Cuitzeo (Beltrán 1982). Estos datossugieren asimismo que los asentamientos más grandes y de mayor po-blación en cualquiera de las regiones (centros ceremoniales o ciudades)datan del Postclásico tardío (Pollard 2003).

LA CREACIÓN DEL TERRITORIO TARASCO: LEYENDA E HISTORIA

Lo que sabemos de la secuencia histórica de la conquista y consolida-ción del reino tarasco en esta vasta región lo debemos principalmente ala obra La Relación de Michoacán,1 aunque varios documentos redactadosdurante la temprana administración colonial española en la región su-plementan y confirman la información de esta fuente, especialmente lasRelaciones geográficas de 1579-1580, la Visitación de Caravajal de 1523-1524,

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1 Existen varias ediciones, algunas de las mejores son: Madrid 1956; Miranda 1980; ydos publicadas recientemente: Franco Mendoza 2000 y Escobar Olmedo et al. 2001.

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la Visita de Ortega de 1528, la Suma de visitas de pueblos de 1547-1550 y losprimeros documentos sobre las encomiendas de 1523-1525 (Warren1985). Los documentos que mencionan las conquistas aztecas en la fron-tera oriental del territorio tarasco nos brindan información documentaladicional (Hassig 1988). Finalmente, los estudios arqueológicos en la zonatarasca y sus fronteras complementan estos registros documentales.

Según la historia legendaria de los tarascos, en el Postclásico medioel gran héroe cultural Taríacuri se estableció como el señor de Pátzcuaroe instaló a dos de sus sobrinos, Hiripan y Tangáxoan, como los señoresde Ihuatzio y Tzintzuntzan, respectivamente. Entre 1250 y 1350 d.C.,este linaje elite encabezado por Taríacuri, el uacúsecha, efectivamentedominó la interacción política en la cuenca de Pátzcuaro.

Para 1350, y ya con el territorio más extenso y rico de la cuenca dePátzcuaro (Pátzcuaro, Ihuatzio, Tzintzuntzan) bajo el control de su lina-je, Taríacuri y sus aliados en Urichu, Erongarícuaro y Pechátaro, empe-zaron a dirigir a sus seguidores en una serie de campañas militares den-tro y fuera de dicha cuenca (Pollard 1993). Desde el rincón suroeste dela cuenca, las conquistas se extendieron hasta encerrar toda esta zona.Entonces murió Taríacuri pero, bajo el liderazgo de Hiripan desde subase de Ihuatzio, la conquista siguió hacia la cuenca del lago de Cuitzeo.En la época del primer contacto con los españoles y gracias a estos terri-torios, que eran los más densamente poblados, la elite uacúsecha que en-cabezó las campañas de conquista se enriqueció enormemente. Estáclaro que en ese tiempo la expansión militar tarasca consistió en sa-queos dirigidos por el líder guerrero Taríacuri y, más tarde, por Hiripancomo representante de un imperio que más bien era una agrupación dediferentes sociedades con varias “capitales” donde vivían los miembrosde más alto rango del linaje dominante. El botín obtenido en estas con-quistas militares era repartido entre los señores que participaban y laconquista era sólo parcial.

Alrededor de 1440 d.C., primero bajo el liderazgo de Hiripan y lue-go de Tangáxoan, se dieron los primeros pasos hacia la institucionaliza-ción de las conquistas militares y la construcción de un imperio tributa-rio. Esto significaba crear una burocracia administrativa y repartir losterritorios conquistados entre los miembros de la nobleza. Los señores

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la Visita de Ortega de 1528, la Suma de visitas de pueblos de 1547-1550 y losprimeros documentos sobre las encomiendas de 1523-1525 (Warren1985). Los documentos que mencionan las conquistas aztecas en la fron-tera oriental del territorio tarasco nos brindan información documentaladicional (Hassig 1988). Finalmente, los estudios arqueológicos en la zonatarasca y sus fronteras complementan estos registros documentales.

Según la historia legendaria de los tarascos, en el Postclásico medioel gran héroe cultural Taríacuri se estableció como el señor de Pátzcuaroe instaló a dos de sus sobrinos, Hiripan y Tangáxoan, como los señoresde Ihuatzio y Tzintzuntzan, respectivamente. Entre 1250 y 1350 d.C.,este linaje elite encabezado por Taríacuri, el uacúsecha, efectivamentedominó la interacción política en la cuenca de Pátzcuaro.

Para 1350, y ya con el territorio más extenso y rico de la cuenca dePátzcuaro (Pátzcuaro, Ihuatzio, Tzintzuntzan) bajo el control de su lina-je, Taríacuri y sus aliados en Urichu, Erongarícuaro y Pechátaro, empe-zaron a dirigir a sus seguidores en una serie de campañas militares den-tro y fuera de dicha cuenca (Pollard 1993). Desde el rincón suroeste dela cuenca, las conquistas se extendieron hasta encerrar toda esta zona.Entonces murió Taríacuri pero, bajo el liderazgo de Hiripan desde subase de Ihuatzio, la conquista siguió hacia la cuenca del lago de Cuitzeo.En la época del primer contacto con los españoles y gracias a estos terri-torios, que eran los más densamente poblados, la elite uacúsecha que en-cabezó las campañas de conquista se enriqueció enormemente. Estáclaro que en ese tiempo la expansión militar tarasca consistió en sa-queos dirigidos por el líder guerrero Taríacuri y, más tarde, por Hiripancomo representante de un imperio que más bien era una agrupación dediferentes sociedades con varias “capitales” donde vivían los miembrosde más alto rango del linaje dominante. El botín obtenido en estas con-quistas militares era repartido entre los señores que participaban y laconquista era sólo parcial.

Alrededor de 1440 d.C., primero bajo el liderazgo de Hiripan y lue-go de Tangáxoan, se dieron los primeros pasos hacia la institucionaliza-ción de las conquistas militares y la construcción de un imperio tributa-rio. Esto significaba crear una burocracia administrativa y repartir losterritorios conquistados entre los miembros de la nobleza. Los señores

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En la década de 1480, los aztecas, al mando directo o indirecto deAhuitzotl, y usando sus súbditos (matlatzincas, chontales, cuitlatecas),dirigieron una serie de ataques contra la frontera sur tarasca en la cuen-ca del Balsas. Aunque no hubo un claro vencedor en estos enfrenta-mientos, lo cierto es que ocuparon buena parte de la atención militar delos tarascos en las décadas de 1480 y 1490. En 1517-18 los aztecas, ya go-bernados por Moctezuma II, organizaron una última gran ofensiva diri-gida por su gran jefe tlaxcalteco, Tlahuicale, contra la frontera norte ta-rasca. Esta campaña logró penetrar hasta Acámbaro en el norte antes deser detenida por los tarascos en 1519, gracias a dos movimientos coordi-nados: uno dirigido contra la cuenca de Toluca desde Zinapécuaro, yotro que partió de la zona central del río Balsas y llegó hasta la fortalezaazteca en Ostuma. Quizá fue la preocupación de estas dos potencias porla frontera sur del Balsas lo que permitió al jefe local de Zacatula liberara su provincia, primero del dominio tarasco y, después, del controlazteca.

LA ESTRUCTURA POLÍTICA DEL IMPERIO

La estructura del imperio tarasco en el siglo XVI es reconocida por sualto grado de centralización política y por ejercer un control sobre su te-rritorio que rara vez fue desafiado (Gorenstein y Pollard 1983; Pollard1993). Estas características podrían estar relacionadas con el surgimien-to en el Postclásico tardío (1350-1525 d.C.) de un sistema social plena-mente identificado con los tarascos, y logrado mediante iniciativas dise-ñadas conscientemente para subordinar y reemplazar a las identidadesétnico-lingüísticas locales como la base del ejercicio del poder social opolítico. A pesar de claras evidencias de una más temprana heteroge-neidad étnica en el centro de Michoacán, incluso en el Postclásico medio(1100-1350 d.C.) (RM, 1956), para el siglo XVI la gente de la región seidentificaba a sí misma y era identificada también mayormente como ta-rasca (RM 1956; Suma de visitas 1905; Rel. Geog. 1985, 1987; y Warren1968, entre otros).

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que habían encabezado los ataques fueron reemplazados por una seriede linajes que se hicieron cargo de los puestos burocráticos. La Relaciónnos dice que los isleños ocuparon parte de la tierra caliente, mientrasque los chichimecas se dirigieron a la “mano derecha”, es decir, a la sie-rra tarasca (RM, 1980, 198). Algunos pueblos que habían sido “conquis-tados” anteriormente fueron retomados y se estableció una serie de cen-tros administrativos, de donde se emprendieron posteriores campañas.

En las décadas siguientes, el patrón de expansión forjado en la con-quista e incorporación del centro de Michoacán fue aplicado a otra seriede conquistas. El primer blanco de expansión fue la sierra tarasca, se-guida por la cuenca del Balsas. Campañas subsecuentes expandieron lasfronteras del control tarasco hacia todos los puntos cardinales, hasta al-canzar su máxima extensión, al parecer, alrededor de 1470 d.C. Variasotras zonas fueron dominadas por el rey tarasco Tzitzipandáquare, aun-que luego las perdió debido a rebeliones o a la consolidación del impe-rio tarasco frente a la expansión azteca.

Para la década de 1460, los tarascos habían tomado la provincia deZacatula en la costa del Pacífico cerca de la desembocadura del río Bal-sas, extendido su frontera noreste hasta la cuenca de Toluca, establecidocentros al norte del río Lerma y expandido sus dominios más al nortedel lago de Chapala en el occidente.

Fue en la década siguiente que los tarascos empezaron a encarar lapresión militar de los aztecas en la frontera oriental y sobre su límite conColima en el oeste. En 1476-77, Axayacatl y los aztecas respondieron ala expansión tarasca con una gran campaña en que capturaron varioscentros fronterizos, incluido el de Taximaroa, y penetraron hasta el co-razón territorial de los tarascos, a la altura del pueblo de Charo. Tras re-tomar sus centros, los tarascos fortificaron la frontera oriental con unaserie de grandes centros militares y reubicaron allí algunos tarascos yvarios pueblos de exiliados matlatzincas y otomíes que habían huidodel dominio azteca. El registro arqueológico indica que en esa época lostarascos abandonaron la frontera norte (más allá del río Lerma). Hay in-dicaciones asimismo de que en ese tiempo los tarascos renunciaron asus intentos de incorporar a zonas en Jalisco y Colima, prefiriendo con-solidar su control de las áreas de Tamazula-Zapotlán y Coalcomán.

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En la década de 1480, los aztecas, al mando directo o indirecto deAhuitzotl, y usando sus súbditos (matlatzincas, chontales, cuitlatecas),dirigieron una serie de ataques contra la frontera sur tarasca en la cuen-ca del Balsas. Aunque no hubo un claro vencedor en estos enfrenta-mientos, lo cierto es que ocuparon buena parte de la atención militar delos tarascos en las décadas de 1480 y 1490. En 1517-18 los aztecas, ya go-bernados por Moctezuma II, organizaron una última gran ofensiva diri-gida por su gran jefe tlaxcalteco, Tlahuicale, contra la frontera norte ta-rasca. Esta campaña logró penetrar hasta Acámbaro en el norte antes deser detenida por los tarascos en 1519, gracias a dos movimientos coordi-nados: uno dirigido contra la cuenca de Toluca desde Zinapécuaro, yotro que partió de la zona central del río Balsas y llegó hasta la fortalezaazteca en Ostuma. Quizá fue la preocupación de estas dos potencias porla frontera sur del Balsas lo que permitió al jefe local de Zacatula liberara su provincia, primero del dominio tarasco y, después, del controlazteca.

LA ESTRUCTURA POLÍTICA DEL IMPERIO

La estructura del imperio tarasco en el siglo XVI es reconocida por sualto grado de centralización política y por ejercer un control sobre su te-rritorio que rara vez fue desafiado (Gorenstein y Pollard 1983; Pollard1993). Estas características podrían estar relacionadas con el surgimien-to en el Postclásico tardío (1350-1525 d.C.) de un sistema social plena-mente identificado con los tarascos, y logrado mediante iniciativas dise-ñadas conscientemente para subordinar y reemplazar a las identidadesétnico-lingüísticas locales como la base del ejercicio del poder social opolítico. A pesar de claras evidencias de una más temprana heteroge-neidad étnica en el centro de Michoacán, incluso en el Postclásico medio(1100-1350 d.C.) (RM, 1956), para el siglo XVI la gente de la región seidentificaba a sí misma y era identificada también mayormente como ta-rasca (RM 1956; Suma de visitas 1905; Rel. Geog. 1985, 1987; y Warren1968, entre otros).

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que habían encabezado los ataques fueron reemplazados por una seriede linajes que se hicieron cargo de los puestos burocráticos. La Relaciónnos dice que los isleños ocuparon parte de la tierra caliente, mientrasque los chichimecas se dirigieron a la “mano derecha”, es decir, a la sie-rra tarasca (RM, 1980, 198). Algunos pueblos que habían sido “conquis-tados” anteriormente fueron retomados y se estableció una serie de cen-tros administrativos, de donde se emprendieron posteriores campañas.

En las décadas siguientes, el patrón de expansión forjado en la con-quista e incorporación del centro de Michoacán fue aplicado a otra seriede conquistas. El primer blanco de expansión fue la sierra tarasca, se-guida por la cuenca del Balsas. Campañas subsecuentes expandieron lasfronteras del control tarasco hacia todos los puntos cardinales, hasta al-canzar su máxima extensión, al parecer, alrededor de 1470 d.C. Variasotras zonas fueron dominadas por el rey tarasco Tzitzipandáquare, aun-que luego las perdió debido a rebeliones o a la consolidación del impe-rio tarasco frente a la expansión azteca.

Para la década de 1460, los tarascos habían tomado la provincia deZacatula en la costa del Pacífico cerca de la desembocadura del río Bal-sas, extendido su frontera noreste hasta la cuenca de Toluca, establecidocentros al norte del río Lerma y expandido sus dominios más al nortedel lago de Chapala en el occidente.

Fue en la década siguiente que los tarascos empezaron a encarar lapresión militar de los aztecas en la frontera oriental y sobre su límite conColima en el oeste. En 1476-77, Axayacatl y los aztecas respondieron ala expansión tarasca con una gran campaña en que capturaron varioscentros fronterizos, incluido el de Taximaroa, y penetraron hasta el co-razón territorial de los tarascos, a la altura del pueblo de Charo. Tras re-tomar sus centros, los tarascos fortificaron la frontera oriental con unaserie de grandes centros militares y reubicaron allí algunos tarascos yvarios pueblos de exiliados matlatzincas y otomíes que habían huidodel dominio azteca. El registro arqueológico indica que en esa época lostarascos abandonaron la frontera norte (más allá del río Lerma). Hay in-dicaciones asimismo de que en ese tiempo los tarascos renunciaron asus intentos de incorporar a zonas en Jalisco y Colima, prefiriendo con-solidar su control de las áreas de Tamazula-Zapotlán y Coalcomán.

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casos el rey debía ratificar los nombramientos. Los líderes locales fueronescogidos de entre varios candidatos por el rey, quien reservó el dere-cho de reemplazarlos y de revocar sus decisiones. En algunos lugares,los lazos entre la dinastía central y los líderes locales fueron reforzadosmediante alianzas matrimoniales con las hijas del rey. Estas personaseran conocidas como angámecha, “los que tienen bezotes entre barba ylabio” (Lagunas 1983, 221). La remoción del bezote era un acto simbóli-co mediante el cual el rey castigaba a algún angámecha y lo removía desu puesto (RM 1956, 201-202). Entre los angámecha había personas de lanobleza hereditaria, los achaecha, y, aparentemente, algunos individuoscomunes que habían sido premiados por su destacado servicio militar.En su papel de líderes locales personificaron el vínculo entre la dinastíatarasca y la gente común y manifestaron que la autoridad fluía desde elgobierno central y no desde la nobleza local.

Este flujo de autoridad desde el centro hacia los pueblos fue apoya-do por el sistema básico de la tenencia de la tierra y de los recursos. Enlos dominios tarascos, los títulos de tierras eran legítimos porque prove-nían del mismo rey en un sistema que incluía tanto a los campos agríco-las como a los derechos de pesca, a los recursos minerales y a las zonasde caza en la cuenca de Pátzcuaro. Así, por ejemplo, gracias a un otorga-miento del rey, la gente de Tiripitío gozaba del derecho de pescar en ellago de Pátzcuaro, aunque su pueblo no estaba en la zona lacustre (RG1985, Tiripitío). Pensamos que disposiciones parecidas por parte del reyestablecieron los derechos a la tierra y a la pesca para pueblos como Xa-rácuaro, Zurumútaro y Carapan (García Alcaraz 1976, 228-229).3 Losmecanismos que aseguraban que la distribución de recursos fuerarespetada son bien conocidos: un documento de Carapan, por ejemplo,estableció que cualquier persona que usara campos que no le correspon-dían sería sentenciada a morir por los jueces locales y enviada a Tzint-zuntzan para ser “ofrecida a los dioses”.

Beltrán (1982) y Carrasco (1986) han estudiado el sistema de la te-nencia de la tierra e identificado una serie de categorías, incluidas las si-

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La estructura de autoridad

La estructura del sistema administrativo tarasco ha sido tema de estu-dio de varios autores,2 todos los cuales basaron sus análisis principal-mente en las fuentes documentales, especialmente la Relación de Mi-choacán. Lo que presento a continuación es una síntesis de sus obras.Recientes estudios lingüísticos del p’urhépecha del siglo XVI sugierenque el deletreo y algunas traducciones de los términos mencionadosabajo podrían variar (véase, por ejemplo, Monzón, en prensa).

El centro administrativo del imperio estaba en Tzintzuntzan, dondeel rey tarasco, irecha, tenía su corte, impartía justicia y recibía emisariosdesde adentro y afuera de su reino. La corte incorporó a los miembrosde la nobleza tarasca en una serie de puestos organizados jerárquica-mente. Debajo de la corte, había una extensa burocracia compuesta demiembros de la nobleza y de gente común.

CUADRO 1. La burocracia del estado tarasco

Irecha El jefe del linaje uacúsecha; el rey o cazonci.Angatacuri El gobernador, o primer ministro.Capitán El líder militar en tiempo de guerra.Petámuti El principal sacerdote.Ministro de tributo El funcionario a cargo de los recolectores de tributo.Caracha-capacha Los gobernadores de los cuatro cuadrantes del estado.Achaecha Miembros de la nobleza que sirvieron de consejeros.Quangariecha Capitanes de unidades militares en tiempo de guerra.Ocámbecha Recolectores de tributo.Mayordomos Jefes de grupos que guardaban y distribuían el tributo,

producían artesanías y proporcionaban servicios al palacio (conocemos al menos 34 diferentes unidades)

Al parecer, todos los puestos eran heredados de padres a hijos y pre-ferentemente al hijo de la esposa mayor, aunque en la mayoría de los

3 Análisis recientes de Hans Roskamp sugieren que algunos de esos documentospueden estar fechados en el siglo XVIII más que el en el siglo XVI (Roskamp 1999, Roskampy César Villa 2003).

2 Véanse, entre otros, Beltrán 1982, 1994; Carrasco 1986; Castro-Leal 1986; García Al-caraz 1976; Gorenstein y Pollard 1983; López Austin 1976; Paredes 1976 y Pollard 1972,1993.

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casos el rey debía ratificar los nombramientos. Los líderes locales fueronescogidos de entre varios candidatos por el rey, quien reservó el dere-cho de reemplazarlos y de revocar sus decisiones. En algunos lugares,los lazos entre la dinastía central y los líderes locales fueron reforzadosmediante alianzas matrimoniales con las hijas del rey. Estas personaseran conocidas como angámecha, “los que tienen bezotes entre barba ylabio” (Lagunas 1983, 221). La remoción del bezote era un acto simbóli-co mediante el cual el rey castigaba a algún angámecha y lo removía desu puesto (RM 1956, 201-202). Entre los angámecha había personas de lanobleza hereditaria, los achaecha, y, aparentemente, algunos individuoscomunes que habían sido premiados por su destacado servicio militar.En su papel de líderes locales personificaron el vínculo entre la dinastíatarasca y la gente común y manifestaron que la autoridad fluía desde elgobierno central y no desde la nobleza local.

Este flujo de autoridad desde el centro hacia los pueblos fue apoya-do por el sistema básico de la tenencia de la tierra y de los recursos. Enlos dominios tarascos, los títulos de tierras eran legítimos porque prove-nían del mismo rey en un sistema que incluía tanto a los campos agríco-las como a los derechos de pesca, a los recursos minerales y a las zonasde caza en la cuenca de Pátzcuaro. Así, por ejemplo, gracias a un otorga-miento del rey, la gente de Tiripitío gozaba del derecho de pescar en ellago de Pátzcuaro, aunque su pueblo no estaba en la zona lacustre (RG1985, Tiripitío). Pensamos que disposiciones parecidas por parte del reyestablecieron los derechos a la tierra y a la pesca para pueblos como Xa-rácuaro, Zurumútaro y Carapan (García Alcaraz 1976, 228-229).3 Losmecanismos que aseguraban que la distribución de recursos fuerarespetada son bien conocidos: un documento de Carapan, por ejemplo,estableció que cualquier persona que usara campos que no le correspon-dían sería sentenciada a morir por los jueces locales y enviada a Tzint-zuntzan para ser “ofrecida a los dioses”.

Beltrán (1982) y Carrasco (1986) han estudiado el sistema de la te-nencia de la tierra e identificado una serie de categorías, incluidas las si-

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La estructura de autoridad

La estructura del sistema administrativo tarasco ha sido tema de estu-dio de varios autores,2 todos los cuales basaron sus análisis principal-mente en las fuentes documentales, especialmente la Relación de Mi-choacán. Lo que presento a continuación es una síntesis de sus obras.Recientes estudios lingüísticos del p’urhépecha del siglo XVI sugierenque el deletreo y algunas traducciones de los términos mencionadosabajo podrían variar (véase, por ejemplo, Monzón, en prensa).

El centro administrativo del imperio estaba en Tzintzuntzan, dondeel rey tarasco, irecha, tenía su corte, impartía justicia y recibía emisariosdesde adentro y afuera de su reino. La corte incorporó a los miembrosde la nobleza tarasca en una serie de puestos organizados jerárquica-mente. Debajo de la corte, había una extensa burocracia compuesta demiembros de la nobleza y de gente común.

CUADRO 1. La burocracia del estado tarasco

Irecha El jefe del linaje uacúsecha; el rey o cazonci.Angatacuri El gobernador, o primer ministro.Capitán El líder militar en tiempo de guerra.Petámuti El principal sacerdote.Ministro de tributo El funcionario a cargo de los recolectores de tributo.Caracha-capacha Los gobernadores de los cuatro cuadrantes del estado.Achaecha Miembros de la nobleza que sirvieron de consejeros.Quangariecha Capitanes de unidades militares en tiempo de guerra.Ocámbecha Recolectores de tributo.Mayordomos Jefes de grupos que guardaban y distribuían el tributo,

producían artesanías y proporcionaban servicios al palacio (conocemos al menos 34 diferentes unidades)

Al parecer, todos los puestos eran heredados de padres a hijos y pre-ferentemente al hijo de la esposa mayor, aunque en la mayoría de los

3 Análisis recientes de Hans Roskamp sugieren que algunos de esos documentospueden estar fechados en el siglo XVIII más que el en el siglo XVI (Roskamp 1999, Roskampy César Villa 2003).

2 Véanse, entre otros, Beltrán 1982, 1994; Carrasco 1986; Castro-Leal 1986; García Al-caraz 1976; Gorenstein y Pollard 1983; López Austin 1976; Paredes 1976 y Pollard 1972,1993.

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administrativas tenían una extensión geográfica semejante, de maneraque había un máximo de un día de viaje entre cualquier pueblo y su res-pectivo centro.

No está claro si había algún otro nivel entre estos centros regionalesy la capital. Las fuentes documentales sugieren, por ejemplo, que huboun centro de recolección tributario en Tancítaro que atendía a buenaparte del territorio hacia el suroeste, y el pueblo de Xacona esmencionado asimismo como uno de los cuatro centros administrativosdel territorio tarasco y sede de uno de los cuatro caracha-capecha(administradores). El análisis de estas fuentes indica que la división encuatro cuadrantes era más bien simbólica y que representaba el diseñocósmico de la empresa imperial. Otra sugerencia es que eran sitios don-de se concentraba el ejército y que posiblemente jugaban también un pa-pel en el sistema de recolección de tributo. Sabemos, por ejemplo, quelas campañas militares de mayor envergadura fueron organizadas enXacona, Tacámbaro y Zinapécuaro. Además, la evidencia arqueológicade Huandacareo (en la cuenca de Cuitzeo) y Zirizicuaro (al este deUruapan) –dos centros administrativos tarascos en algún momento–sugiere que allí donde no había grandes centros de población los taras-cos construyeron espacios públicos para manifestar su administraciónimperial, impartir justicia, celebrar rituales y enterrar líderes locales eimperiales.

El poder de la dinastía central estaba vinculado directamente con to-dos los centros administrativos menores y el control directo ejercido so-bre la toma de decisiones en un nivel local podría extenderse inclusohasta el nivel de las villas. Sabemos, por ejemplo, que el rey envió a unjuez a resolver disputas en el pueblo de Tetlamán, cerca de Tepalcatepec(Carrasco 1969, 219). En la cuenca de Sayula, que fue incorporada en elimperio entre 1440 y 1500 d.C., la colonización durante el Preclásico yClásico fue dispersa en pequeñas comunidades dedicadas a la explota-ción de la sal en la orilla del lago (Valdez y Liot 1994). En el Postclásico,el poblamiento se extendió hacia las zonas agrícolas del altiplano, altiempo que los pueblos se agruparon en lo que los miembros del Proyec-to Sayula llaman señoríos o cacicazgos. Hay evidencia de la ocupacióntarasca (o de líderes locales que representaron al imperio), en los sitiosmás grandes asociados con cada pueblo local. En su análisis de la Visi-

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guientes: 1) las tierras patrimoniales de la dinastía real (uacúsecha); 2) lastierras fiscales del imperio donde se producían bienes tributarios; 3) las tie-rras asignadas a los señores locales; y 4) las tierras de la gente común. Aestas categorías, yo agregaría los derechos usufructuarios para cazar,pescar y explotar la madera, así como el control ejercido sobre las minasdel imperio y los comerciantes a larga distancia (Pollard 1982, 1987).

La mano de obra requerida para trabajar las tierras del imperio erareclutada de entre la gente común (p’urhépecha). Campos adicionaleseran labrados por esclavos (teruparacua-euaecha), un grupo que incluía aprisioneros de guerra, criminales, individuos que se vendían como es-clavos y otras personas que se podían comprar en el mercado. Además,había un grupo conocido como los acípecha que, al parecer, fueron lossirvientes de la nobleza (Carrasco 1986,80-81). Finalmente, todos los hi-jos del rey recibían tierras que eran trabajadas por los familiares de sumadre, aunque no sabemos con exactitud cómo era reclutada esta manode obra.

Las divisiones territoriales dentro del imperio

El control administrativo fue logrado mediante la creación de una seriede centros, cada uno de los cuales tenía varias comunidades dependien-tes. Los centros administrativos de estas unidades se reportaban direc-tamente al palacio en Tzintzuntzan y cada uno de ellos, por su parte,tenía varias villas y aldeas dependientes dispersas sobre su territorio.Algunos centros también estaban divididos en subcentros. Beltrán (1982,118) sugiere que estas subcabeceras resultaron de las divisiones de loslinajes nobles que las gobernaban. Así, la jerarquía administrativa teníaun máximo de cinco niveles. En las cinco unidades que conocemos acierto detalle gracias a la Visitación de Caravajal, el número de pueblossujetos variaba entre 12 y 44, y el número de “casas” reportadas entre244 y 863. Si calculamos la población usando un promedio de seis per-sonas por vivienda, entonces estas unidades habrían albergado entre1 464 y 5 178 habitantes. Navarrete Pellicer (1988), sin embargo, sugiereun promedio mayor a las 11 personas por casa con lo cual llega a estima-dos de población mucho más elevados. A pesar de la baja densidad de-mográfica en las zonas más alejadas del centro tarasco, estas unidades

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administrativas tenían una extensión geográfica semejante, de maneraque había un máximo de un día de viaje entre cualquier pueblo y su res-pectivo centro.

No está claro si había algún otro nivel entre estos centros regionalesy la capital. Las fuentes documentales sugieren, por ejemplo, que huboun centro de recolección tributario en Tancítaro que atendía a buenaparte del territorio hacia el suroeste, y el pueblo de Xacona esmencionado asimismo como uno de los cuatro centros administrativosdel territorio tarasco y sede de uno de los cuatro caracha-capecha(administradores). El análisis de estas fuentes indica que la división encuatro cuadrantes era más bien simbólica y que representaba el diseñocósmico de la empresa imperial. Otra sugerencia es que eran sitios don-de se concentraba el ejército y que posiblemente jugaban también un pa-pel en el sistema de recolección de tributo. Sabemos, por ejemplo, quelas campañas militares de mayor envergadura fueron organizadas enXacona, Tacámbaro y Zinapécuaro. Además, la evidencia arqueológicade Huandacareo (en la cuenca de Cuitzeo) y Zirizicuaro (al este deUruapan) –dos centros administrativos tarascos en algún momento–sugiere que allí donde no había grandes centros de población los taras-cos construyeron espacios públicos para manifestar su administraciónimperial, impartir justicia, celebrar rituales y enterrar líderes locales eimperiales.

El poder de la dinastía central estaba vinculado directamente con to-dos los centros administrativos menores y el control directo ejercido so-bre la toma de decisiones en un nivel local podría extenderse inclusohasta el nivel de las villas. Sabemos, por ejemplo, que el rey envió a unjuez a resolver disputas en el pueblo de Tetlamán, cerca de Tepalcatepec(Carrasco 1969, 219). En la cuenca de Sayula, que fue incorporada en elimperio entre 1440 y 1500 d.C., la colonización durante el Preclásico yClásico fue dispersa en pequeñas comunidades dedicadas a la explota-ción de la sal en la orilla del lago (Valdez y Liot 1994). En el Postclásico,el poblamiento se extendió hacia las zonas agrícolas del altiplano, altiempo que los pueblos se agruparon en lo que los miembros del Proyec-to Sayula llaman señoríos o cacicazgos. Hay evidencia de la ocupacióntarasca (o de líderes locales que representaron al imperio), en los sitiosmás grandes asociados con cada pueblo local. En su análisis de la Visi-

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guientes: 1) las tierras patrimoniales de la dinastía real (uacúsecha); 2) lastierras fiscales del imperio donde se producían bienes tributarios; 3) las tie-rras asignadas a los señores locales; y 4) las tierras de la gente común. Aestas categorías, yo agregaría los derechos usufructuarios para cazar,pescar y explotar la madera, así como el control ejercido sobre las minasdel imperio y los comerciantes a larga distancia (Pollard 1982, 1987).

La mano de obra requerida para trabajar las tierras del imperio erareclutada de entre la gente común (p’urhépecha). Campos adicionaleseran labrados por esclavos (teruparacua-euaecha), un grupo que incluía aprisioneros de guerra, criminales, individuos que se vendían como es-clavos y otras personas que se podían comprar en el mercado. Además,había un grupo conocido como los acípecha que, al parecer, fueron lossirvientes de la nobleza (Carrasco 1986,80-81). Finalmente, todos los hi-jos del rey recibían tierras que eran trabajadas por los familiares de sumadre, aunque no sabemos con exactitud cómo era reclutada esta manode obra.

Las divisiones territoriales dentro del imperio

El control administrativo fue logrado mediante la creación de una seriede centros, cada uno de los cuales tenía varias comunidades dependien-tes. Los centros administrativos de estas unidades se reportaban direc-tamente al palacio en Tzintzuntzan y cada uno de ellos, por su parte,tenía varias villas y aldeas dependientes dispersas sobre su territorio.Algunos centros también estaban divididos en subcentros. Beltrán (1982,118) sugiere que estas subcabeceras resultaron de las divisiones de loslinajes nobles que las gobernaban. Así, la jerarquía administrativa teníaun máximo de cinco niveles. En las cinco unidades que conocemos acierto detalle gracias a la Visitación de Caravajal, el número de pueblossujetos variaba entre 12 y 44, y el número de “casas” reportadas entre244 y 863. Si calculamos la población usando un promedio de seis per-sonas por vivienda, entonces estas unidades habrían albergado entre1 464 y 5 178 habitantes. Navarrete Pellicer (1988), sin embargo, sugiereun promedio mayor a las 11 personas por casa con lo cual llega a estima-dos de población mucho más elevados. A pesar de la baja densidad de-mográfica en las zonas más alejadas del centro tarasco, estas unidades

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servir a los intereses del centro político cerca del lago de Pátzcuaro o,más bien, a los de la elite sociopolítica que residía en la capital de Tzint-zuntzan.

Tierra adentro, los líderes locales trataban directamente con los re-presentantes de la administración central (Relación de Michoacán 1956,Gilberti 1975, Lagunas 1983, Visitación de Caravajal en Warren 1977). Alparecer, el interior del imperio estaba bajo el control directo de la capi-tal política. Todos los líderes locales fueron ratificados por la elite deTzintzuntzan y podían ser reemplazados, o tener sus decisiones revoca-das, por el rey. Se daba por hecho su lealtad y se consideraba inusitadala intervención del centro en asuntos locales (Relación de Michoacán 1956,201-202). Esta lealtad a la dinastía real tarasca fue demostrada en variasocasiones en el temprano periodo colonial (Warren 1977, 1985).

En la segunda zona –la de la asimilación activa– hubo problemas dediferente índole. Muchos de los recursos básicos mediante los cuales laelite se identificaba provenían de esta zona: el cacao, las frutas tropica-les, el algodón, el copal, las pieles de jaguar, las plumas de aves tropi-cales, el oro, la plata y el cobre y estaño (Gorenstein y Pollard 1983;Pollard 1993). Esta zona, que fue absorbida por el imperio expansionistasólo después de 1440, llegó a jugar un papel cada vez más importanteen la conservación de la elite de la sociedad tarasca. Para que el reino lo-grara extenderse más allá de esta zona, la lealtad política de esos tribu-tarios debía asegurarse. Aunque era poco probable que estallara una re-belión o insurrección en esta región de baja densidad demográfica, unevento de este tipo habría presionado fuertemente los recursos de los ta-rascos en el centro. Mediante su control del acceso a los puestos políti-cos, la elite central logró limitar el acceso de las elites locales al poder yal prestigio, que para entonces eran definidos por los tarascos. Los títu-los de tierras en los dominios tarascos sólo eran legítimos si fueran otor-gados a individuos y pueblos por el rey, se tratara de campos de culti-vo, de derechos de pesca o de minería o de zonas de caza (Beltrán 1982,Carrasco 1986, Pollard 1993). Al extenderse la ideología política tarascaen la región, el acceso a recursos y al estatus social no fincado en ella sevolvió ilegítimo y, con el paso del tiempo, se habría vuelto irrelevante,alentando aun más la asimilación de las elites locales a la etnicidadtarasca.

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tación de Caravajal, Navarrete Pellicer (1988) observa que en algunos delos pueblos dependientes de las cinco unidades administrativas para lascuales tenemos datos se enumeraron muchos más señores de los que es-peraríamos encontrar en una estructura con este grado de centraliza-ción. Cree que esto indica un mayor control en el nivel local que el quesugiere la Relación de Michoacán.

Dentro de las fronteras del reino tarasco y a lo largo de sus límites,hubo varios enclaves étnicos no-tarascos compuestos de pueblos dife-rentes que recibían de manos del rey tierras dentro de su territorio, o depueblos no-tarascos que vivían en los límites militares. En el caso de losmatlatzincas de la zona de Charo-Undámeo, sus comunidades fueronadministradas en conjunto y encabezadas por Charo (Quezada Ramírez1972, 43; Warren 1977, 247-250). Dado que era la sede de los nobles demás alto rango entre los matlatzincas, la elección de Charo como el cen-tro administrativo quizá indique que los tarascos “se metieron” poco enla sociedad matlatzinca y que este grupo retuvo su estatus y su propiaautoridad. Los enclaves étnicos sobre las fronteras militares a menudopagaban su tributo en forma de servicios militares especializados. Mu-chos de esos centros fronterizos y pueblos fortificados eran lugaresmultiétnicos con hasta cuatro diferentes grupos, además de pequeñosgrupos de tarascos que habían sido enviados a colonizarlos. Eran admi-nistrados por separado por los mismos grupos étnicos. Así, por ejemplo,el gobernador tarasco que fue enviado a Acámbaro tenía a su cargo sólola comunidad tarasca (RG Celaya 1985). Entonces, señores locales de es-tos grupos étnicos fueron seleccionados, con la aprobación del rey taras-co, a administrar sus pueblos. Cuando participaban en las campañasmilitares de los tarascos mantenían sus propias unidades militares, aun-que éstas obedecían las órdenes de los líderes del imperio.

Poder político, clase y etnicidad

Conforme se extendía el territorio del imperio, el éxito económico y po-lítico de los tarascos del Postclásico tardío requirió que sus comuni-dades, cada vez más heterogéneas, fuesen integradas para agilizar laexplotación económica de sus poblaciones y recursos y proteger la inte-gridad de las fronteras imperiales. Esta integración fue diseñada para

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servir a los intereses del centro político cerca del lago de Pátzcuaro o,más bien, a los de la elite sociopolítica que residía en la capital de Tzint-zuntzan.

Tierra adentro, los líderes locales trataban directamente con los re-presentantes de la administración central (Relación de Michoacán 1956,Gilberti 1975, Lagunas 1983, Visitación de Caravajal en Warren 1977). Alparecer, el interior del imperio estaba bajo el control directo de la capi-tal política. Todos los líderes locales fueron ratificados por la elite deTzintzuntzan y podían ser reemplazados, o tener sus decisiones revoca-das, por el rey. Se daba por hecho su lealtad y se consideraba inusitadala intervención del centro en asuntos locales (Relación de Michoacán 1956,201-202). Esta lealtad a la dinastía real tarasca fue demostrada en variasocasiones en el temprano periodo colonial (Warren 1977, 1985).

En la segunda zona –la de la asimilación activa– hubo problemas dediferente índole. Muchos de los recursos básicos mediante los cuales laelite se identificaba provenían de esta zona: el cacao, las frutas tropica-les, el algodón, el copal, las pieles de jaguar, las plumas de aves tropi-cales, el oro, la plata y el cobre y estaño (Gorenstein y Pollard 1983;Pollard 1993). Esta zona, que fue absorbida por el imperio expansionistasólo después de 1440, llegó a jugar un papel cada vez más importanteen la conservación de la elite de la sociedad tarasca. Para que el reino lo-grara extenderse más allá de esta zona, la lealtad política de esos tribu-tarios debía asegurarse. Aunque era poco probable que estallara una re-belión o insurrección en esta región de baja densidad demográfica, unevento de este tipo habría presionado fuertemente los recursos de los ta-rascos en el centro. Mediante su control del acceso a los puestos políti-cos, la elite central logró limitar el acceso de las elites locales al poder yal prestigio, que para entonces eran definidos por los tarascos. Los títu-los de tierras en los dominios tarascos sólo eran legítimos si fueran otor-gados a individuos y pueblos por el rey, se tratara de campos de culti-vo, de derechos de pesca o de minería o de zonas de caza (Beltrán 1982,Carrasco 1986, Pollard 1993). Al extenderse la ideología política tarascaen la región, el acceso a recursos y al estatus social no fincado en ella sevolvió ilegítimo y, con el paso del tiempo, se habría vuelto irrelevante,alentando aun más la asimilación de las elites locales a la etnicidadtarasca.

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tación de Caravajal, Navarrete Pellicer (1988) observa que en algunos delos pueblos dependientes de las cinco unidades administrativas para lascuales tenemos datos se enumeraron muchos más señores de los que es-peraríamos encontrar en una estructura con este grado de centraliza-ción. Cree que esto indica un mayor control en el nivel local que el quesugiere la Relación de Michoacán.

Dentro de las fronteras del reino tarasco y a lo largo de sus límites,hubo varios enclaves étnicos no-tarascos compuestos de pueblos dife-rentes que recibían de manos del rey tierras dentro de su territorio, o depueblos no-tarascos que vivían en los límites militares. En el caso de losmatlatzincas de la zona de Charo-Undámeo, sus comunidades fueronadministradas en conjunto y encabezadas por Charo (Quezada Ramírez1972, 43; Warren 1977, 247-250). Dado que era la sede de los nobles demás alto rango entre los matlatzincas, la elección de Charo como el cen-tro administrativo quizá indique que los tarascos “se metieron” poco enla sociedad matlatzinca y que este grupo retuvo su estatus y su propiaautoridad. Los enclaves étnicos sobre las fronteras militares a menudopagaban su tributo en forma de servicios militares especializados. Mu-chos de esos centros fronterizos y pueblos fortificados eran lugaresmultiétnicos con hasta cuatro diferentes grupos, además de pequeñosgrupos de tarascos que habían sido enviados a colonizarlos. Eran admi-nistrados por separado por los mismos grupos étnicos. Así, por ejemplo,el gobernador tarasco que fue enviado a Acámbaro tenía a su cargo sólola comunidad tarasca (RG Celaya 1985). Entonces, señores locales de es-tos grupos étnicos fueron seleccionados, con la aprobación del rey taras-co, a administrar sus pueblos. Cuando participaban en las campañasmilitares de los tarascos mantenían sus propias unidades militares, aun-que éstas obedecían las órdenes de los líderes del imperio.

Poder político, clase y etnicidad

Conforme se extendía el territorio del imperio, el éxito económico y po-lítico de los tarascos del Postclásico tardío requirió que sus comuni-dades, cada vez más heterogéneas, fuesen integradas para agilizar laexplotación económica de sus poblaciones y recursos y proteger la inte-gridad de las fronteras imperiales. Esta integración fue diseñada para

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67, 403). La actividad comercial incluía el alquiler de servicios como aca-rrear agua (RM 1956, 114), moler maíz (RM 1956, 114), mendigar por co-mida y vender esclavos (RM 1956,92, 178). No hay evidencia que sugie-ra que los mercados fuesen controlados o regulados por el gobierno,aunque la Relación de Michoacán incluye una detallada descripción delsistema judicial de los tarascos. Sabemos que el rey suspendió la activi-dad comercial sólo en dos ocasiones: cuando murió un monarca taras-co, y cuando los españoles arribaron en su capital (RM 1956, 246, 223),dos acontecimientos a todas luces extraordinarios, pero que sí indicanque a final de cuentas el comercio estaba subordinado al control políti-co central.

El sistema tributario

La principal agencia del imperio en cuanto al intercambio económicofue su vasta red tributaria centralizada y jerárquicamente organizada(véase especialmente, RM 1956, Gorenstein y Pollard 1983, Pollard 1993).Aunque en el fondo el sistema tributario era una institución política, elgrueso de los artículos provenientes de diferentes zonas del imperioque pasaron por sus múltiples niveles acababa depositándose en los al-macenes centrales de la capital en Tzintzuntzan. Fuesen consumidos enla cuenca por la familia real, la burocracia política y los funcionarios re-ligiosos de los templos imperiales, entregados como regalos a emisariosforáneos o repartidos entre la población local en épocas de escasez, esosbienes representaron parte importante de la economía local. Además,fueron utilizados para sostener al ejército, que en épocas de guerra ha-bría reclutado a muchos hombres del centro de Michoacán.

El sistema tributario estaba bajo el control total de la familia real enTzintzuntzan. Se recolectaba el tributo en forma regular (por ejemplo,cada 80 días, véase Warren 1968) en centros regionales, cada uno de loscuales tenía una serie de tributarios conocidos. Los burócratas encarga-dos de recolectar, almacenar y distribuir el tributo están descritos en de-talle en la Relación de Michoacán. El tributo podía pagarse en la forma debienes o servicios. A nivel local, fue usado para el sustento de los repre-sentantes locales del imperio (tanto administrativos como religiosos) ysólo una parte fue trasladada al centro regional de recolección. Desde

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En la zona de segregación étnica cerca de las fronteras militares, seconseguía la lealtad a la elite tarasca a cambio de la protección y seguri-dad que brindaba su estructura militar imperial. Administradores fue-ron enviados desde el centro político para relacionarse con la poblaciónlocal y así cimentar su lealtad. Esos pueblos fueron vistos más biencomo “aliados-súbditos” y no como simples súbditos, y el tributo queenviaban podía consistir de prisioneros de guerra y esclavos (Relacionesgeográficas 1987). Era deseable incorporar a estas zonas de segregaciónen el imperio, ya que el riesgo que corrían los tarascos de perder su leal-tad era compensado por los beneficios que lograban al usar a sus pobla-ciones como apoyo militar, víctimas de sacrificio e intermediarios eco-nómicos con los pueblos vecinos. Carlos Herrejón Peredo (1978) hadescrito el valioso papel que jugaron los pueblos matlatzincas y otomíes(en la frontera oriental y en los enclaves de Charo-Undámeo) en repelerla campaña militar azteca de 1476-1477, un apoyo que provocó duras re-presalias de parte de los aztecas en el valle de Toluca que provocaron unmayor éxodo de refugiados hacia el territorio tarasco.

LA ECONOMÍA POLÍTICA DEL IMPERIO

Los bienes y servicios fluyeron a través de varios canales institucionalesque podemos separar en dos clases básicas: 1) mercados locales y regio-nales; y 2) agencias controladas por el imperio. Se cree que estas últimasincluyeron la red tributaria, los comerciantes oficiales dedicados alcomercio a distancia, los campos agrícolas, bosques y minas imperialesy el intercambio oficial de regalos.

El comercio mercantil

Las fuentes primarias que mencionan las redes económicas tarascas di-cen relativamente poco acerca del mercado o de los mercados, aunquees sabido que los hubo y podemos localizar algunos centros de este tipo(RM 1956, 223, 61, 92, 114, respectivamente). Gilberti (1559) anotó los vo-cablos tarascos para decir “comercio” (mayapeni), “intercambio” (maya-pecua), “comerciante” (mayapeti), y “sitio de mercado” (mayapeto) (1975,

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67, 403). La actividad comercial incluía el alquiler de servicios como aca-rrear agua (RM 1956, 114), moler maíz (RM 1956, 114), mendigar por co-mida y vender esclavos (RM 1956,92, 178). No hay evidencia que sugie-ra que los mercados fuesen controlados o regulados por el gobierno,aunque la Relación de Michoacán incluye una detallada descripción delsistema judicial de los tarascos. Sabemos que el rey suspendió la activi-dad comercial sólo en dos ocasiones: cuando murió un monarca taras-co, y cuando los españoles arribaron en su capital (RM 1956, 246, 223),dos acontecimientos a todas luces extraordinarios, pero que sí indicanque a final de cuentas el comercio estaba subordinado al control políti-co central.

El sistema tributario

La principal agencia del imperio en cuanto al intercambio económicofue su vasta red tributaria centralizada y jerárquicamente organizada(véase especialmente, RM 1956, Gorenstein y Pollard 1983, Pollard 1993).Aunque en el fondo el sistema tributario era una institución política, elgrueso de los artículos provenientes de diferentes zonas del imperioque pasaron por sus múltiples niveles acababa depositándose en los al-macenes centrales de la capital en Tzintzuntzan. Fuesen consumidos enla cuenca por la familia real, la burocracia política y los funcionarios re-ligiosos de los templos imperiales, entregados como regalos a emisariosforáneos o repartidos entre la población local en épocas de escasez, esosbienes representaron parte importante de la economía local. Además,fueron utilizados para sostener al ejército, que en épocas de guerra ha-bría reclutado a muchos hombres del centro de Michoacán.

El sistema tributario estaba bajo el control total de la familia real enTzintzuntzan. Se recolectaba el tributo en forma regular (por ejemplo,cada 80 días, véase Warren 1968) en centros regionales, cada uno de loscuales tenía una serie de tributarios conocidos. Los burócratas encarga-dos de recolectar, almacenar y distribuir el tributo están descritos en de-talle en la Relación de Michoacán. El tributo podía pagarse en la forma debienes o servicios. A nivel local, fue usado para el sustento de los repre-sentantes locales del imperio (tanto administrativos como religiosos) ysólo una parte fue trasladada al centro regional de recolección. Desde

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En la zona de segregación étnica cerca de las fronteras militares, seconseguía la lealtad a la elite tarasca a cambio de la protección y seguri-dad que brindaba su estructura militar imperial. Administradores fue-ron enviados desde el centro político para relacionarse con la poblaciónlocal y así cimentar su lealtad. Esos pueblos fueron vistos más biencomo “aliados-súbditos” y no como simples súbditos, y el tributo queenviaban podía consistir de prisioneros de guerra y esclavos (Relacionesgeográficas 1987). Era deseable incorporar a estas zonas de segregaciónen el imperio, ya que el riesgo que corrían los tarascos de perder su leal-tad era compensado por los beneficios que lograban al usar a sus pobla-ciones como apoyo militar, víctimas de sacrificio e intermediarios eco-nómicos con los pueblos vecinos. Carlos Herrejón Peredo (1978) hadescrito el valioso papel que jugaron los pueblos matlatzincas y otomíes(en la frontera oriental y en los enclaves de Charo-Undámeo) en repelerla campaña militar azteca de 1476-1477, un apoyo que provocó duras re-presalias de parte de los aztecas en el valle de Toluca que provocaron unmayor éxodo de refugiados hacia el territorio tarasco.

LA ECONOMÍA POLÍTICA DEL IMPERIO

Los bienes y servicios fluyeron a través de varios canales institucionalesque podemos separar en dos clases básicas: 1) mercados locales y regio-nales; y 2) agencias controladas por el imperio. Se cree que estas últimasincluyeron la red tributaria, los comerciantes oficiales dedicados alcomercio a distancia, los campos agrícolas, bosques y minas imperialesy el intercambio oficial de regalos.

El comercio mercantil

Las fuentes primarias que mencionan las redes económicas tarascas di-cen relativamente poco acerca del mercado o de los mercados, aunquees sabido que los hubo y podemos localizar algunos centros de este tipo(RM 1956, 223, 61, 92, 114, respectivamente). Gilberti (1559) anotó los vo-cablos tarascos para decir “comercio” (mayapeni), “intercambio” (maya-pecua), “comerciante” (mayapeti), y “sitio de mercado” (mayapeto) (1975,

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rren 1968, 47, 50). Esto sugiere que el monarca enviaba a los trabajadoresa las minas según sus propias necesidades, lo que parecería indicar unarelación distinta a la del simple pago de tributo (véase Pollard, 1994,para una discusión detallada de la relación entre el gobierno y las mi-nas). Sabemos también que artículos como frutas tropicales, algodón,tela de algodón y objetos metálicos fabricados llegaron a Tzintzuntzancomo regalos entregados por visitantes foráneos y otros líderes tarascos(RM 1956, 228, 238).

Los artesanos asociados con el palacio en Tzintzuntzan producíanuna amplia gama de bienes para la casa real: cestería, tapetes, alfarería,artículos hechos con plumas y objetos metálicos elaborados con oro,plata y cobre (RM 1956, 173-180, Pollard 1972). Además, unos 3 000 alba-ñiles trabajaban en la construcción de edificios públicos (RM 1956, 174-175). No está claro si estas personas dependían de la casa real o si paga-ban tributo en forma de actividades y bienes especiales.

El último mecanismo especializado e institucionalizado mediante elcual fluían los bienes hacia la cuenca de Pátzcuaro consistía de comer-ciantes oficiales encargados del intercambio a distancia. Al parecer, esosmercaderes fueron retenidos por la casa real para proveerla de bienesescasos y especializados que sólo podían obtenerse en los límites del im-perio o, incluso, fuera de éste (RM 1956, 171-172). Las fuentes no indicansi vendían parte de sus mercancías en los mercados regionales o el deTzintzuntzan. Una mención de mercaderes que vendían esclavos (RM

1956, 184), podría referirse a estos especialistas o bien a personas de lalocalidad que manejaban exclusivamente productos también locales.

RELACIONES ENTRE EL CENTRO Y LOS MERCADOS LOCALES, REGIONALES

E INTERNACIONALES

La gente común obtenía sus bienes en los mercados locales o medianteactividades de subsistencia, mientras que la elite conseguía los suyosmás bien a través de agencias controladas por el imperio, especialmentelas que tenían a su cargo los campos y los usufructos imperiales. Estosignifica que los pueblos que tenían acceso inmediato a recursos valio-sos (tierras agrícolas de primera, pantanos, zonas de pesca) podían in-

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estos centros, se enviaba el tributo acumulado a Tzintzuntzan o tambiéna las fronteras militares. Los artículos más comúnmente mencionadosen las listas de tributo de la capital son el maíz y las telas y prendas dealgodón. Otros bienes que también aparecen con cierta frecuencia sonesclavos, víctimas de sacrificio (provenientes de las zonas fronterizas),servicios domésticos, objetos metálicos, armas, frutas tropicales, cacao,algodón (crudo), guajes, pieles de animal (jaguar, etc.), plumas de avestropicales, oro, plata y cobre. Otros artículos que circulaban en los mer-cados y que son mencionados ocasionalmente con relación al tributoson: sal, frijol, chile, conejos, pavos, miel, pulque, plumas de pájaros lo-cales y vasijas de barro.

Los recursos propiedad del imperio

Además de la red tributaria, el imperio controlaba las tierras de la cuen-ca de Pátzcuaro y de otros sitios, donde se producían los alimentos parael consumo de la familia real, los nobles de mayor rango y los asistentesde los templos (RM 1956, 173-180). Es posible que algunos de estos cam-pos fueron sembrados con maguey, según indican algunas de las ilus-traciones de la Relación de Michoacán y el sitio de Aterio en la orilla surdel lago (Atero: lugar de miel de maguey). Un indicador del valor de es-tas tierras es que se estipulaba la pena capital en casos de “negligencia”respecto de las “tierras del rey” o de “dañar el maguey” (RM 1956, 12).

La familia real parece haber tenido asimismo derechos exclusivos alos productos de ciertos bosques locales, incluida la madera, la leña, elvenado y los conejos (Ibid.). De manera similar, se refiere que las avesdel lago y, en menor grado, el pescado, fueron entregados a la familiareal por los cazadores de patos y los pescadores reales (Ibid.). Es posibleque estos bienes formaran parte del tributo que se extraía a las villas tri-butarias de la zona lacustre en forma de servicios. Alternativamente,quizá reflejen los derechos que ejercía la elite sobre ciertos recursos.

Hay indicaciones de que algunas minas de cobre fueron explotadasen forma directa por el imperio. En un documento de 1533, los obrerosde la región productora de cobre de Turicato-La Huacana-Sinagua en laparte central de la cuenca del Balsas, indicaron que entregaban el cobrea Tzintzuntzan cada 80 días o bien cada vez que el rey se lo pedía (Wa-

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rren 1968, 47, 50). Esto sugiere que el monarca enviaba a los trabajadoresa las minas según sus propias necesidades, lo que parecería indicar unarelación distinta a la del simple pago de tributo (véase Pollard, 1994,para una discusión detallada de la relación entre el gobierno y las mi-nas). Sabemos también que artículos como frutas tropicales, algodón,tela de algodón y objetos metálicos fabricados llegaron a Tzintzuntzancomo regalos entregados por visitantes foráneos y otros líderes tarascos(RM 1956, 228, 238).

Los artesanos asociados con el palacio en Tzintzuntzan producíanuna amplia gama de bienes para la casa real: cestería, tapetes, alfarería,artículos hechos con plumas y objetos metálicos elaborados con oro,plata y cobre (RM 1956, 173-180, Pollard 1972). Además, unos 3 000 alba-ñiles trabajaban en la construcción de edificios públicos (RM 1956, 174-175). No está claro si estas personas dependían de la casa real o si paga-ban tributo en forma de actividades y bienes especiales.

El último mecanismo especializado e institucionalizado mediante elcual fluían los bienes hacia la cuenca de Pátzcuaro consistía de comer-ciantes oficiales encargados del intercambio a distancia. Al parecer, esosmercaderes fueron retenidos por la casa real para proveerla de bienesescasos y especializados que sólo podían obtenerse en los límites del im-perio o, incluso, fuera de éste (RM 1956, 171-172). Las fuentes no indicansi vendían parte de sus mercancías en los mercados regionales o el deTzintzuntzan. Una mención de mercaderes que vendían esclavos (RM

1956, 184), podría referirse a estos especialistas o bien a personas de lalocalidad que manejaban exclusivamente productos también locales.

RELACIONES ENTRE EL CENTRO Y LOS MERCADOS LOCALES, REGIONALES

E INTERNACIONALES

La gente común obtenía sus bienes en los mercados locales o medianteactividades de subsistencia, mientras que la elite conseguía los suyosmás bien a través de agencias controladas por el imperio, especialmentelas que tenían a su cargo los campos y los usufructos imperiales. Estosignifica que los pueblos que tenían acceso inmediato a recursos valio-sos (tierras agrícolas de primera, pantanos, zonas de pesca) podían in-

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estos centros, se enviaba el tributo acumulado a Tzintzuntzan o tambiéna las fronteras militares. Los artículos más comúnmente mencionadosen las listas de tributo de la capital son el maíz y las telas y prendas dealgodón. Otros bienes que también aparecen con cierta frecuencia sonesclavos, víctimas de sacrificio (provenientes de las zonas fronterizas),servicios domésticos, objetos metálicos, armas, frutas tropicales, cacao,algodón (crudo), guajes, pieles de animal (jaguar, etc.), plumas de avestropicales, oro, plata y cobre. Otros artículos que circulaban en los mer-cados y que son mencionados ocasionalmente con relación al tributoson: sal, frijol, chile, conejos, pavos, miel, pulque, plumas de pájaros lo-cales y vasijas de barro.

Los recursos propiedad del imperio

Además de la red tributaria, el imperio controlaba las tierras de la cuen-ca de Pátzcuaro y de otros sitios, donde se producían los alimentos parael consumo de la familia real, los nobles de mayor rango y los asistentesde los templos (RM 1956, 173-180). Es posible que algunos de estos cam-pos fueron sembrados con maguey, según indican algunas de las ilus-traciones de la Relación de Michoacán y el sitio de Aterio en la orilla surdel lago (Atero: lugar de miel de maguey). Un indicador del valor de es-tas tierras es que se estipulaba la pena capital en casos de “negligencia”respecto de las “tierras del rey” o de “dañar el maguey” (RM 1956, 12).

La familia real parece haber tenido asimismo derechos exclusivos alos productos de ciertos bosques locales, incluida la madera, la leña, elvenado y los conejos (Ibid.). De manera similar, se refiere que las avesdel lago y, en menor grado, el pescado, fueron entregados a la familiareal por los cazadores de patos y los pescadores reales (Ibid.). Es posibleque estos bienes formaran parte del tributo que se extraía a las villas tri-butarias de la zona lacustre en forma de servicios. Alternativamente,quizá reflejen los derechos que ejercía la elite sobre ciertos recursos.

Hay indicaciones de que algunas minas de cobre fueron explotadasen forma directa por el imperio. En un documento de 1533, los obrerosde la región productora de cobre de Turicato-La Huacana-Sinagua en laparte central de la cuenca del Balsas, indicaron que entregaban el cobrea Tzintzuntzan cada 80 días o bien cada vez que el rey se lo pedía (Wa-

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del río Balsas, la obsidiana y otras piedras del centro-oriente de Méxicoy del occidente de Jalisco, y la serpentina, el jade, el ámbar y las piritasde Oaxaca y puntos más al sur. No hay evidencia de la importación decerámica desde más allá de las fronteras imperiales. Los escasos tiestosexóticos que se han encontrado son, por lo general, del tipo Negro sobreNaranja azteca III, descubiertos en contextos asociados con las misionesdiplomáticas entre los imperios azteca y tarasco, en el palacio del reytarasco y en las fortalezas fronterizas (Pollard 1993). Entre más alejadase encontraba la fuente de esos artículos, menos canales de adquisiciónhabía y más infrecuente su uso. La función de estas importaciones eraen buena medida (aunque no exclusivamente) para señalar las diferen-cias de estatus entre los miembros de la elite y el resto de la sociedad (esdecir, fueron bienes “de lujo”).

En la actualidad, sólo hay dos tipos de mercancía cuya exportaciónal resto de Mesoamérica podemos documentar: ciertos alimentos y obje-tos metálicos fabricados, especialmente con bronce y aleados de estemetal. La familiaridad de la nobleza azteca con el pescado, los trabajoscon plumas y los productos de madera de Michoacán (Sahagún tomo10, 41), podría deberse al hecho de que estos artículos cruzaban la fron-tera militar oriental, aunque no hay evidencia independiente de ese co-mercio. Sahagún (tomo 10, 66-67) indica que se vendía el maíz y el chilede Michoacán en el gran mercado azteca de Tlatelolco. Dada la deman-da de estos productos en el Michoacán central y las distancias impli-cadas para su transporte, la única región del estado de donde pudieronhaber salido era la frontera, especialmente la parte oriental de la cuencade Cuitzeo. Esta zona en el noreste del reino tarasco era suficientementeproductivo como para exportar mercancías básicas y también suficien-temente cercano a la zona controlada por los aztecas en la parte supe-rior del río Lerma.

Entre los artículos metálicos que encontramos fuera de los límitesdel imperio tarasco, hay numerosos objetos hechos de aleados de cobrey bronce de diseño y fabricación tarasca (Hosler 1994). Muchos artícu-los de metal fueron minados y fabricados en el reino tarasco y luego ex-portados a varias partes de Mesoamérica, como son Morelos, Oaxaca,Soconusco, Veracruz y Belice (Hosler y MacFarlane 1996). Algunosartículos fueron elaborados con metales provenientes de Jalisco en la

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tercambiar sus excedentes en el mercado por artículos no-locales. Porejemplo, antes de ser exportado a través de los mercados regionales, elpescado era secado para conservarlo y reducir su peso sin que perdierasu valor nutricional. Otros pueblos, más al centro del imperio, se dedi-caban a producir bienes de manufactura como cestos, petates, vasijas debarro y objetos metálicos.

El papel de las redes comerciales regionales que integraron todo elimperio e, incluso, atravesaban sus fronteras, puede documentarse gra-cias al movimiento de ciertos bienes cuyos lugares de origen en Michoa-cán son bien conocidos y cuya distribución se efectuaba a través de losmercados; aunque por estas limitantes sólo podemos hablar de la obsi-diana (Darras 1998, Esparza López 1999, Healan 1997, Pollard et al. 1998,Pollard y Vogel 1994) y de la sal (Williams 1999). Estas dos mercancíasfueron distribuidas a lo largo y ancho del territorio imperial, desde lameseta central hasta la tierra caliente, por ejemplo, obsidiana de Ziná-paro (Esparza López 1999). Algunos alimentos también circulaban enlos mercados regionales y hemos identificado dos zonas que proveíande alimentos a la cuenca de Pátzcuaro: el área de Asajo al noroeste, queabarca las ricas tierras agrícolas de Comanja y Naranja, y la región deCuringuaro, al sureste, con los campos de Tiripitío y Huiramba (Cara-vajal 1523 en Warren 1985, RM 1956, Relación Geográfica de Tiripitío; véaseasimismo Pollard 1993).

Por su parte, la nobleza y posiblemente los comerciantes, artesanosy otros especialistas, participaban sólo un mínimo en las operacionesdel mercado. Ellos obtenían productos de este tipo porque eran los due-ños de las minas imperiales o los comerciantes oficiales del imperio, oporque controlaban el tributo o, en el caso de los prisioneros de guerra,porque formaban parte del ejército. Los bienes importados para la eliteprovenían de todos los rincones del imperio tarasco y más allá de susfronteras.

El intercambio internacional

Respecto de los bienes exóticos, sabemos que la turquesa y el peyote lle-gaban desde tierras más allá de las fronteras del imperio hacia el no-roeste, las conchas marinas de la costa del Pacífico, el cacao de la delta

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del río Balsas, la obsidiana y otras piedras del centro-oriente de Méxicoy del occidente de Jalisco, y la serpentina, el jade, el ámbar y las piritasde Oaxaca y puntos más al sur. No hay evidencia de la importación decerámica desde más allá de las fronteras imperiales. Los escasos tiestosexóticos que se han encontrado son, por lo general, del tipo Negro sobreNaranja azteca III, descubiertos en contextos asociados con las misionesdiplomáticas entre los imperios azteca y tarasco, en el palacio del reytarasco y en las fortalezas fronterizas (Pollard 1993). Entre más alejadase encontraba la fuente de esos artículos, menos canales de adquisiciónhabía y más infrecuente su uso. La función de estas importaciones eraen buena medida (aunque no exclusivamente) para señalar las diferen-cias de estatus entre los miembros de la elite y el resto de la sociedad (esdecir, fueron bienes “de lujo”).

En la actualidad, sólo hay dos tipos de mercancía cuya exportaciónal resto de Mesoamérica podemos documentar: ciertos alimentos y obje-tos metálicos fabricados, especialmente con bronce y aleados de estemetal. La familiaridad de la nobleza azteca con el pescado, los trabajoscon plumas y los productos de madera de Michoacán (Sahagún tomo10, 41), podría deberse al hecho de que estos artículos cruzaban la fron-tera militar oriental, aunque no hay evidencia independiente de ese co-mercio. Sahagún (tomo 10, 66-67) indica que se vendía el maíz y el chilede Michoacán en el gran mercado azteca de Tlatelolco. Dada la deman-da de estos productos en el Michoacán central y las distancias impli-cadas para su transporte, la única región del estado de donde pudieronhaber salido era la frontera, especialmente la parte oriental de la cuencade Cuitzeo. Esta zona en el noreste del reino tarasco era suficientementeproductivo como para exportar mercancías básicas y también suficien-temente cercano a la zona controlada por los aztecas en la parte supe-rior del río Lerma.

Entre los artículos metálicos que encontramos fuera de los límitesdel imperio tarasco, hay numerosos objetos hechos de aleados de cobrey bronce de diseño y fabricación tarasca (Hosler 1994). Muchos artícu-los de metal fueron minados y fabricados en el reino tarasco y luego ex-portados a varias partes de Mesoamérica, como son Morelos, Oaxaca,Soconusco, Veracruz y Belice (Hosler y MacFarlane 1996). Algunosartículos fueron elaborados con metales provenientes de Jalisco en la

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tercambiar sus excedentes en el mercado por artículos no-locales. Porejemplo, antes de ser exportado a través de los mercados regionales, elpescado era secado para conservarlo y reducir su peso sin que perdierasu valor nutricional. Otros pueblos, más al centro del imperio, se dedi-caban a producir bienes de manufactura como cestos, petates, vasijas debarro y objetos metálicos.

El papel de las redes comerciales regionales que integraron todo elimperio e, incluso, atravesaban sus fronteras, puede documentarse gra-cias al movimiento de ciertos bienes cuyos lugares de origen en Michoa-cán son bien conocidos y cuya distribución se efectuaba a través de losmercados; aunque por estas limitantes sólo podemos hablar de la obsi-diana (Darras 1998, Esparza López 1999, Healan 1997, Pollard et al. 1998,Pollard y Vogel 1994) y de la sal (Williams 1999). Estas dos mercancíasfueron distribuidas a lo largo y ancho del territorio imperial, desde lameseta central hasta la tierra caliente, por ejemplo, obsidiana de Ziná-paro (Esparza López 1999). Algunos alimentos también circulaban enlos mercados regionales y hemos identificado dos zonas que proveíande alimentos a la cuenca de Pátzcuaro: el área de Asajo al noroeste, queabarca las ricas tierras agrícolas de Comanja y Naranja, y la región deCuringuaro, al sureste, con los campos de Tiripitío y Huiramba (Cara-vajal 1523 en Warren 1985, RM 1956, Relación Geográfica de Tiripitío; véaseasimismo Pollard 1993).

Por su parte, la nobleza y posiblemente los comerciantes, artesanosy otros especialistas, participaban sólo un mínimo en las operacionesdel mercado. Ellos obtenían productos de este tipo porque eran los due-ños de las minas imperiales o los comerciantes oficiales del imperio, oporque controlaban el tributo o, en el caso de los prisioneros de guerra,porque formaban parte del ejército. Los bienes importados para la eliteprovenían de todos los rincones del imperio tarasco y más allá de susfronteras.

El intercambio internacional

Respecto de los bienes exóticos, sabemos que la turquesa y el peyote lle-gaban desde tierras más allá de las fronteras del imperio hacia el no-roeste, las conchas marinas de la costa del Pacífico, el cacao de la delta

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laban la fertilidad, incluidas la lluvia, el parto y la muerte. Cuerauáperitambién era la madre de todos los dioses y fue venerada activamente entodo el territorio tarasco (RM 1980, 15-17). El sol fue personificado porCuricaueri, el gran dios ardiente y el dios del fuego. El original dios pa-trón de la dinastía real tarasca y de linaje chichimeca, Curicaueri era unguerrero y el dios de la cacería. La diosa de la luna, Xarátanga, era hijade la creadora de la tierra y esposa del sol. Estaba asociada con el traba-jo de parto y la fertilidad. Los dioses patronales de algunos pueblos fue-ron reinterpretados en el sistema dual de los cuatro cuadrantes (los cua-tro hermanos de Curicaueri) y cinco direcciones, para unir a todos losdioses del sol de tal manera que la cuenca de Pátzcuaro emergiera comoel centro cósmico.

De manera similar, el arte tarasco reflejaba el común legado meso-americano del México Postclásico, al tiempo que mostró ciertos rasgosencontrados sólo dentro de los límites del México occidental o bien ex-clusivos de la civilización tarasca. Una forma piramidal especializada(la yácata) fue erigida en los principales centros religiosos asociados conel dios del sol tarasco, Curicaueri. Los templos y las residencias de laelite tenían dinteles, portales y postes de madera tallada con pintura enestas últimas y en las paredes. De hecho, la cultura tarasca utilizó la ma-dera como su principal material de construcción, a diferencia de lospueblos al este y al sur, que usaban materiales como el bajareque, eladobe y la piedra. La madera también era convertida en muebles, pilas-tras para las casas, canoas, armas, tambores ceremoniales y figuritas.Entre las esculturas en piedra hemos encontrado un chacmool y algunasfiguritas de animales hechos de basalto. Buena parte del arte tarasco fueelaborado con materiales perecederos que sólo rara vez han sobrevivi-do, como madera tallada, artesanías hechas con plumas y textiles. Elmedio más abundante disponible a los tarascos para expresar sus creen-cias y estilos fue la alfarería. Algunas de sus estilos de cerámica eran deluso exclusivo de la elite, mientras que otros fueron utilizados paraofrendas rituales o jugaban algún papel en las principales ceremoniasreligiosas y políticas. Esas piezas fueron caracterizadas por su extensadecoración, su fino acabado y su estilo más bien no-representacional.Tanto en su estilo como en su forma, el trabajo metalúrgico de los taras-cos era distinto al de los pueblos contemporáneos en el centro y sur de

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frontera occidental del imperio (o, incluso, más allá de ella), pero no sa-bemos si fueron minados y fabricados allí o si el metal y/o los lingotesfueron importados –mediante el comercio o el tributo– y luego trans-formados en objetos en el territorio imperial. Es probable que fueronexportados por los comerciantes a distancia de los tarascos, aunque sóloconocemos las mercancías que ellos recibían a cambio, más no las queofrecían (RM 1956). Como señalan Hosler y MacFarlane (1996), eviden-cia encontrada en Soconusco sugiere una posible vía de exportación: eltraslado de productos en canoa desde el puerto de Zacatula en la de-sembocadura del Balsas para su distribución en la parte sur de Meso-américa. Está documentado que la fortaleza de Taximaroa fue un impor-tante puerto comercial para los comerciantes tarascos y aztecas (Pollard1993).

Finalmente, se ha pensado a menudo que los comerciantes tarascoscontrolaban el flujo de la turquesa desde el sureste de Estados Unidosal centro de México (Weigand y Weigand 1996, 125), ya que dominabanel tramo del río Lerma entre el lago de Chapala y Acámbaro. Aunque escierto que obtenían turquesa para usarla en el reino, no hay evidenciadirecta de que regían el acceso de otros comerciantes mexicanos a estematerial.

LA IDEOLOGÍA Y LAS ELITES IMPERIALES

La creación del imperio tarasco fue acompañada del establecimiento deuna nueva ideología, las raíces de la cual provenían de las diferentes tra-diciones culturales características de las poblaciones michoacanas delPostclásico y de las distintas maneras en que ellas se relacionaban conla emergente elite (véase Pollard 1993). Entre las varias deidades que co-nocemos, las que más se mencionan son Cuerauáperi, Curicaueri y Xa-rátanga. Al parecer, estos dioses estaban relacionados con el mayor nú-mero de templos construidos, además de estar vinculados directamentecon el imperio tarasco (véase Monzón en prensa, para los distintos dele-treos y traducciones de los nombres de esas deidades). La tierra eraconcebida a la vez como un plato cóncavo y como el cuerpo de la grandiosa creadora Cuerauáperi, quien representaba las fuerzas que contro-

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laban la fertilidad, incluidas la lluvia, el parto y la muerte. Cuerauáperitambién era la madre de todos los dioses y fue venerada activamente entodo el territorio tarasco (RM 1980, 15-17). El sol fue personificado porCuricaueri, el gran dios ardiente y el dios del fuego. El original dios pa-trón de la dinastía real tarasca y de linaje chichimeca, Curicaueri era unguerrero y el dios de la cacería. La diosa de la luna, Xarátanga, era hijade la creadora de la tierra y esposa del sol. Estaba asociada con el traba-jo de parto y la fertilidad. Los dioses patronales de algunos pueblos fue-ron reinterpretados en el sistema dual de los cuatro cuadrantes (los cua-tro hermanos de Curicaueri) y cinco direcciones, para unir a todos losdioses del sol de tal manera que la cuenca de Pátzcuaro emergiera comoel centro cósmico.

De manera similar, el arte tarasco reflejaba el común legado meso-americano del México Postclásico, al tiempo que mostró ciertos rasgosencontrados sólo dentro de los límites del México occidental o bien ex-clusivos de la civilización tarasca. Una forma piramidal especializada(la yácata) fue erigida en los principales centros religiosos asociados conel dios del sol tarasco, Curicaueri. Los templos y las residencias de laelite tenían dinteles, portales y postes de madera tallada con pintura enestas últimas y en las paredes. De hecho, la cultura tarasca utilizó la ma-dera como su principal material de construcción, a diferencia de lospueblos al este y al sur, que usaban materiales como el bajareque, eladobe y la piedra. La madera también era convertida en muebles, pilas-tras para las casas, canoas, armas, tambores ceremoniales y figuritas.Entre las esculturas en piedra hemos encontrado un chacmool y algunasfiguritas de animales hechos de basalto. Buena parte del arte tarasco fueelaborado con materiales perecederos que sólo rara vez han sobrevivi-do, como madera tallada, artesanías hechas con plumas y textiles. Elmedio más abundante disponible a los tarascos para expresar sus creen-cias y estilos fue la alfarería. Algunas de sus estilos de cerámica eran deluso exclusivo de la elite, mientras que otros fueron utilizados paraofrendas rituales o jugaban algún papel en las principales ceremoniasreligiosas y políticas. Esas piezas fueron caracterizadas por su extensadecoración, su fino acabado y su estilo más bien no-representacional.Tanto en su estilo como en su forma, el trabajo metalúrgico de los taras-cos era distinto al de los pueblos contemporáneos en el centro y sur de

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frontera occidental del imperio (o, incluso, más allá de ella), pero no sa-bemos si fueron minados y fabricados allí o si el metal y/o los lingotesfueron importados –mediante el comercio o el tributo– y luego trans-formados en objetos en el territorio imperial. Es probable que fueronexportados por los comerciantes a distancia de los tarascos, aunque sóloconocemos las mercancías que ellos recibían a cambio, más no las queofrecían (RM 1956). Como señalan Hosler y MacFarlane (1996), eviden-cia encontrada en Soconusco sugiere una posible vía de exportación: eltraslado de productos en canoa desde el puerto de Zacatula en la de-sembocadura del Balsas para su distribución en la parte sur de Meso-américa. Está documentado que la fortaleza de Taximaroa fue un impor-tante puerto comercial para los comerciantes tarascos y aztecas (Pollard1993).

Finalmente, se ha pensado a menudo que los comerciantes tarascoscontrolaban el flujo de la turquesa desde el sureste de Estados Unidosal centro de México (Weigand y Weigand 1996, 125), ya que dominabanel tramo del río Lerma entre el lago de Chapala y Acámbaro. Aunque escierto que obtenían turquesa para usarla en el reino, no hay evidenciadirecta de que regían el acceso de otros comerciantes mexicanos a estematerial.

LA IDEOLOGÍA Y LAS ELITES IMPERIALES

La creación del imperio tarasco fue acompañada del establecimiento deuna nueva ideología, las raíces de la cual provenían de las diferentes tra-diciones culturales características de las poblaciones michoacanas delPostclásico y de las distintas maneras en que ellas se relacionaban conla emergente elite (véase Pollard 1993). Entre las varias deidades que co-nocemos, las que más se mencionan son Cuerauáperi, Curicaueri y Xa-rátanga. Al parecer, estos dioses estaban relacionados con el mayor nú-mero de templos construidos, además de estar vinculados directamentecon el imperio tarasco (véase Monzón en prensa, para los distintos dele-treos y traducciones de los nombres de esas deidades). La tierra eraconcebida a la vez como un plato cóncavo y como el cuerpo de la grandiosa creadora Cuerauáperi, quien representaba las fuerzas que contro-

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REFERENCIAS CITADAS

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BELTRÁN, Ulises, Tarascan State and Society in Prehispanic Times: An EthnohistoricalInquiry, tesis de doctorado, Departamento de Historia, University of Chica-go, 1982.

––––, “Estado y sociedad tarascos en la época prehispánica”, en B. Boehm deLameiras (coord.), El Michoacán antiguo, Zamora, El Colegio de Michoacán/Gobierno del Estado de Michoacán, 1994.

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DARRAS, Véronique, “La obsidiana en la Relación de Michoacán y en la realidadarqueológica: Del símbolo al uso o del uso de un símbolo”, en V. Darras(coord.), Génesis, culturas y espacios en Michoacán, México, CEMCA, 1998, 61-88.

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México, prueba tanto de la antigua tradición metalúrgica en el occidentede México y de los cánones de diseño propios de los tarascos (Hosler1994). Sólo el diseño de sus trabajos en oro indica nexos con el centro ysur de México.

La medida en que los tarascos participaron en el sistema de estilosy símbolos internacionales del Postclásico no está clara (véase Berdan ySmith 2003). El lenguaje tarasco tiene palabras para decir “escribano”(carari) y “escribir, pintar” (carani) (Gilberti 1975), pero los únicos códi-ces o lienzos conocidos de su territorio imperial datan del periodo colo-nial. Roskamp enumera 19 documentos pictográficos, incluida la Rela-ción de Michoacán con sus 44 ilustraciones (1999, 75). Varios de estosdocumentos (como el Lienzo de Jucutacato), muestran reclamos de tierraspor parte de pueblos nahuas en el imperio, aunque otros representan apoblaciones étnicamente tarascas (por ejemplo, los Títulos de Carapan).Todos, sin embargo, están elaborados en el estilo de los códices aztecas.Así, tanto en sus creencias como en su arte, los tarascos y el Estado ta-rasco compartían la tecnología y la ideología básicas del Postclásicomesoamericano, al tiempo que resaltaban un cierto conjunto único deformas y estilos.

La imagen que emerge del Postclásico tardío, entonces, es una mez-cla. Las materias primas y algunos productos terminados fueron impor-tados desde más allá de las fronteras del imperio y en cantidades cadavez mayores durante ese periodo, aunque la identidad básica de la eliteera señalada mediante bienes manufacturados en el centro de Michoa-cán. Por otra parte, en el Postclásico tardío una de las mercancías mástecnológicamente complejas y altamente valoradas –objetos fabricadoscon bronce o aleados de este metal– era producida en Michoacán y co-mercializada ampliamente en toda Mesoamérica. En vista de los meca-nismos económicos y políticos mediante los cuales este comercio tuvolugar dentro de la estructura imperial, el intercambio de artículos metá-licos fabricados por materias primas y objetos requeridos para mante-ner el estatus de las elites sirvieron para acelerar los procesos de centra-lización social, política y económica que dejaron a las elites locales yregionales más dependientes del patrocinio del Estado e, inversamente,dejaron a la dinastía real más dependiente de su participación en el sis-tema de intercambio mesoamericano.

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Traducción de Paul C. Kersey

FECHA DE ACEPTACIÓN DEL ARTÍCULO: 16 de octubre de 2003FECHA DE RECEPCIÓN DE LA VERSIÓN FINAL: 24 de mayo de 2004