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EL HOMBRE SÍMBOLO

ntre las categorías de grandes hombres, hay la delhombre-símbolo, más brillante y deslumbradoraque todas las demás. No es que sea posible sepa-

rar radicalmente unas categorías de otras: el hombre-sim-bolo es también propulsor y el propulsor no lo es de unamanera tan absoluta que no deje de simbolizar fuerzaspropulsoras que actuan bajo su sombra. Pero unícamentelos grandes genios reunen á la vez en grado emínenteambos caracteres.

R obert es el símbolo de una acción social y política queha removido hasta las entrañas á la actual sociedad cata-lana. Esfuerzos, sacrificios, víctorías y esperanzas en él seresumen, á él refluyen, en sus esfuerzos, en sus sacrificios,en sus victorias encarnan.

Robert representa todo un momento de la vida catala-na, resume el ideal y el sentimiento de nuestra tierra enuno de los instantes mas decisivos de su historia: el decolocar la primera piedra de nuestra restauración política.

Con su gloría personal se funde la gloriosa aureola delpotente movimiento polítíco-socíal al cual su nombre que-dará indeleblemente unido.

Enrique Prat de la Riba

Alrededores de la casa mortuoria

El Dr. Robert en la políticso han pasado cuatro años todavía desde que víá Robert comenzar en realidad su carrera po-lítica y toda ella parece ya dilatada y distante,

y se presenta, aun para mí que le acompañé en sucampaña, con algo de la nebulosa grandiosidad queadquieren los hechos trascendentes de la historia.

Era en los momentos mismos de la deshecha nacio-nal. Desvanecíase el pasado como una falsa leyenda,mostraba el presente en toda su crudeza el desorden,la desmoralización, la nulidad del Estado, y cerrábaseel horizonte con oscuras nubes. La escuadra de Wat-son anunciaba su salida para Barcelona y comenzabala zozobra de la gran ciudad indefensa. ¿ Qué iba ásuceder aquí ? ¿ No serían seguramente más terriblesque el bombardeo los desordenes intestinos de unasociedad regida por autoridades sin prestigio? En loscírculos, en las sociedades, se hablaba de que era pre-ciso oponer nuevas fuerzas al desorden y nuevosprestigios en que fundar una reorganización social.

De estas discusiones en el Ateneo nació la idea dejuntar á los presidentes de las sociedades económicaspara intentar una acción sobre la marcha del Estado.Parecionos el presidente más indicado para hacer laconvocatoria, el del Fomento, que lo era entoncesSallarés. De una conferencia con él tenida salió laconvocatoria, de ella las representaciones de las socie-dades á los gobernantes pi-diendo que cesara la repre-sentación de aquella trági-ca y teatral resistencia enque cada escena era un de-sastre y una vergüenza, dela misma conferencia salióel plan de indicar á losaltos poderes del Estadouna nueva marcha políti-ca en que pudiesen hallaraplicación la inteligencia depersonalidades no gastadaspor el fracaso y de pue-blos que por multiples cau-sas estaban apartados de lajestión del Estado.• Sallarés desde el primermomento se inclinó .á lassoluciones regionalistas y.fuimos á la primera reuniónformal de los presidentescon esta idea Esperábamos

y temíamos la opinión de Robert, presidente que ha-bía de ser de nuestro consejo por serlo entonces dela Económica de Amigos del País; la sociedad másantigua de las convocadas, y que especialmente, porsus extensas relaciones y personales prestigios, veníaá representar entre nosotros la verdadera opinión delas clases conservadoras de Barcelona. Desde el pri-mer momento la actitud de Robert fué decisiva: todobuen ciudadano debía acudir al lugar que se le seña-lare en la reorganización del País, era menester levan-tar y alentar las energías locales, las energías de lasrazas regionales más aptas para restaurar el Estado,era menester acudir á la Reina reclamando medidasque á ello condujeran El éxito de la representaciónnos pareció ya seguro. Los demás presidentes siguie=ron : el Marqués de Camps, del Instituto agrícola, conalgun reparo, Sebastián Torres, de los Gremios, re-sueltamente.

No había posibilidad de hacer entrar al gran públicode repente en un programa regionalista completo: yomismo, que lo defendía, que había extendido el primerplan con su exposición de causas, lo comprendía .así.Era menester reducir el programa de momento 4 cua-tro ó cinco principios elementales que constituyerenun organismo funcionable, de vida propia administra-tiva para las regiones; tras de ellos vendría luegolpor

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Paso de la comitiva al pie del monumento á Colón

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si misma la acción política, y así se transigió y se con-vinieron los principios fundamentales, se convinotambién en la exposición de sucesos y puntos de vistaen que debian apoyarse las conclusiones y Robert que-dó encargado de la redacción del documento que habíade llevarse á la Reina.

En la redacción de este documento mostró Robertpara la política la asombrosa fuerza de asimilación yde exposición de ideas que todo el mundo le recono-ce. Desgraciadamente aquel primer tanteo hubo deabreviarse por un lado para pasar rapidamente porciertas ideas, diluirlo por otro para hacer viables ideasque en seco no habrían aceptado todas las sociedades,

suavizar conceptos... en fin estropearlo para uso delpúblico. I.a ductilidad de Robert se prestó á ello y sellegó á un acuerdo, pero el documento publicado novale de mucho el original.

Tengo presente como si la viera en este momentola audiencia de la Reina. En mitad de la Saleta de re-cibo, con muebles familiares, con libros y cuadernospor encima de mesillas y repisas, como si hubiésemosido á interrumpir una escena íntima, habla Robert, depie; sobre su traje negro no luce ni una condecoraciónni una insignia; grave, conmovido, razona con senti-do acento, con voz velada expone las causas del de-sastre, la necesidad de acudir por nuevos caminos á lasalvación del Estado, pone á la disposición de la so-berana las fuerzas vivas que Cataluña ofrece... La Rei-na, vestida de luto riguroso, oye de pie, al parecer con-movida también; contesta en términos breves, habla

con frase entrecortada de los días terribles que acabande pasar... Todo hace presumir que van á venir nue-vos días, tristes pero de orden y de fructuoso trabajo.Breve ilusión.

De momento pareció que iba á emprenderse unavía de restauraciones sociales. El cambio de gobiernò,el llamamiento al poder de personalidades de represen-tación en el país, especialmente en Cataluña, mantu-vieron la espectación. ¿Era aquello un medio momen-táneo de que se apaciguara la indignación general paraseguir luego como antes, ó era que realmente se iba ála enmienda de vicios y errores ? En estos momentosde espectación sonó el nombre de Robert para la

Alcaldía de Barcelona. Elprestigio era grande para elpúblico pero para él no eramenor el sacrificio de sutranquilidad, de su posi-ción, de sus intereses.

Robert fué á la Alcal-día. Todos sabemos susesfuerzos para encauzar ymoralizar la administraciónmunicipal, las rémoras, lostropiezos que se le pu-sieron y como terminó to-do con la campaña de losgremios y su honrosa di-misión.

Al poco tiempo, retenidoyo en Madrid por deberesde mi cargo, recibí unacomunicación del AteneoBarcelonés, de que enton-ces era presidente, para que-me juntara á los demás pre-sidentes de las sociedades

económicas de Barcelona. Iban á intermediar entre laresistencia de los gremios y el jefe y los gobernantesdel Estado. En la estación nos reunimos, allí estába-mos los mismos de la embajada anterior, excepto Se-llarés á quien había sustituido Rusiñol. No hay nadaque hacer, hube de decirles. Estoy aquí hace semanas,en todas partes hallo una atmósfera hostil contra lasaspiraciones de Cataluña. Se han valido de manifesta-ciones hechas allá para crear aquí un estado de odiogeneral. No harán, es más, no pueden ya hacer nada.Conocido el medio, el sistema ha sido seguro.

No obstante obramos como si tuviésemos fe com-pleta en el éxito. Robert llevó la palabra ante la Reina,ante el jefe del gobierno y los ministros. Estuvo co-medido como siempre, pero las acusaciones contra laadministración las hizo con digna energía. En eso ledieron la razón pero en los remedios propuestos ya

En el Cementerio

no hubo contestación terminante. Había que restable-cer el principio de autoridad: que los gremios depon-gan su actitud, nos decían, y podremos hacer lasreformas prometidas. Resolvimos hacer omisión delas promesas, aconsejar á los gremios que abandonaranuna actitud que ya no podía tener otra salida que larevolución ó la sumisión violenta y por nuestra partereclamar el cumplimiento de lo ofrecido. Y vueltaslas cosas á la normalidad, lo reclamamos. La contes-tación vino tardía, muy tardía y con promesasmuy vagas. No juzgamos ni siquiera necesario dar-las al público y contestamos ofreciéndonos parael día de las obras, que no ha venido.

La candidatura de Ro-bert y de los demás presi-dentes para la diputación iCortes sacó al pueblo deBarcelona de sus casas parallevarlo á las elecciones, áque no había concurridoen realidad desde los prin-cipios de la Revolución deSeptiembre. Todos nos fi-gurábamo que el esfuerzopara romper las mallas enque se tenía presa la volun-tad de los ciudadanos, seríade momento inútil, que laelección no sería más queun ensayo para otro día.El éxito nos sorprendió átodos : á mi especialmenteme cojió desprevenido. Elnombre de Robert, su famaintachable, sus agradeci-dos, sus partidarios perso-nales fueron gran parte deeste éxito. Honroso, si, para todos, pero para Robertespecialmente muy costoso. Entonces comenzó lacampaña : los disgustos; las exigencias, los sacrificiosdesconocidos, la • maledicencia que no ha terminadopara él hasta que estuvo cerrada su tumba: el eco de lacalumnia sonaba todavía por las calles al paso de sucadáver. El que había sido siempre respetado por todos,propios y estraños, el sabio de alto pensamiento yelocuente palabra, el altruista, el hombre de corazóngeneroso, de honradez y desprendimiento impondera-bles era en su propia ciudad puesto á discusión indig-na. Las calumnias sobre asuntos de honra le heríanvivamente. Un día quería llevar una de estas cuestio-nes hasta el terreno de la fuerza. Fácilmente le disua-dimos. Corazón generoso, ni siquiera sabía recibir malal otro día á los mismos que le calumniaran.

En cambio su campaña en las Cortes le colmó de

satisfacción y con razón podía estar orgulloso de ella.El mismo lo decía: si no hubiese sido por sus deberesprofesionales y de familia se sentía allí muy bien físi-ca y moralmente; si no fué querido, fué muy prontorespetado y admirado. Había que ver el cambio quese operó en el seno mismo del Congreso el día de suprimer discurso. Aquel hombre sobre el que se habíanamontonado necios cuentos- y opiniones, el de' loscráneos mal formados de que estaban allí tan ofendi-dos (cosa gafe en realidad no había dicho jamás) se-le-vantaba en medio de la hostilidad de la Cámara, de lastribunas, de todo Madrid. Su simpática figura, su no-bleza, la deferencia extremada para todo y para todos,

el cuidado, los circunloquios con que trataba siemprede evitar la ofensa al contrario, la fe y convicción conque defendía sus principios, causaron una sorpresagrata. El ogro de la leyenda de la prensa resultaba Serun gigante bondadoso.

En los primeros momentos las miradas se dirigíaná él bajo rudo ceño, se oían murmullos desagradables.Junto á las gradas se agrupaban los políticos viejos,gruñendo, renegando de Cataluña y de los catalanes;algunos de estos, entre ellos un viejo diputado de lasConstituyentes, hoy catalanista acérrimo, les contesta-ban vivamente. Nosotros temíamos, yo especialmente,temía uno dé aquellos momentos en que sin saber por-que, Robert, tan elocuente, se quedaba alguna vez á lamitad de un raciocinio. «No tema V., me decía, estoque ha visto V. que me ha sucedido en algun meetinges un efecto puramente físico; yo. no pierdo nunca la

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e;- •serenidad en una discusión comono me dé un vahido y hoy me sien-to bien» ¡El gran médico no se diócuenta jamás de que uno de estosvahídos le llevara á la muerte 1

Y efectivamente, la odiosidad seiba desvaneciendo á medida que ha-blaba, cambiábase en simpatía, y pa-recia que todos deseaban ser amigosde aquel hombre. Era realmente esteun don de Dios de que él hacíaofrenda á la patria. Recuerdo que enun momento en que la mayoría secreyó obligada á protestar por fór-mula de un concepto patriótico delDr. Robert, salió de mi lado, delgrupo hasta hacía poco furioso delos ex-diputados, una imprecación álos turiferarios del Gobierno: Esetiene más talento que todos vosotrosjuntos» Y los demás asintieron. Asíera Robert en el Congreso.

Yo me quedé sorprendido. Jamáspodíamos soñar efecto semejante.Hubiese ido allá un gran oradorformado en las luchas parlamenta-rias , hubiese llevado un profundoy concienzudo estudio de nuestrasdoctrinas, hubiese sido un conven-cido de siempre, y no habría logradotales resultados. Por el contrario erade temer • de aquella discusión un.conflictoy una rotura irremediables.Hoy pueden ir á aquellos bancos enque nos sentábamos, los combatien-tes jóvenes y de gran talento quetiene Cataluña; yo estoy seguro queaun que no logren nada positivo seles oirá desde el primer momentocon deferencia. Las opiniones deCataluña pueden ya resonar libre-mente en aquella sala, sin que secaigan por si mismos sobre el osadoque las haga resonar, techos, pare-des y galerías, como amenazaban enun principio. Y entiéndanlo cuandovayan allí; esto lo deberan al doctorRobert.

Tanto como gustaba Robert de ladeferencia y consideración generalque se había ganado, le desconten-

taban las manifestaciones ruidosas.Pasaba verdaderos trabajos para es-capar á ellas. El día del regreso, des-pués de la discusión sobre el catala-nismo, la multitud ejerció sobre ély sobre nosotros un verdadero ac-to de violencia. Nos encontramosllevados y metidos en un Iandeau.

Hicimos tomar al cochero por unarroyo del Paseo de la Aduana parade allí dirigirnos hacia las calles in-teriores y la multitud rompió la fus-ta del cochero y se apoderó de lasriendas, forzando al coche á pasarpor los paseos centrales. Y empren-dimos por el centro del Paseo Colóny de las Ramblas. Solo un momentovi á Robert de buen humor durantesu forzada marcha triunfal; las po-bres floristas de la Rambla, al verpasar por junto á sus paradas el co-che, cogieron brazadas de las floresque tenían por encima de las mesasy llenaron el /caldean materialmentede ellas: la capota, los asientos, elpescante, quedaron cubiertos de ale-gres colores.

Este episodio me lo ha recordadootro del día del entierro, para todoel mundo desapercibido y para lospocos que lo vieron sin sentido. Ba-jaba tristemente el féretro en mediode la lluvia y de la desolación gene-ral por aquella Rambla por la quehacía unos meses subían á Roberten triunfo en un día brillante de soly de entusiasmo. Frente á Belén, alembocar la Rambla central, sombt lay sin flores aquel día, de debajo deuna de las enlutadas farolas avanzóun grupo de muchachas floristas yuna de entre ellas echó sobre elataúd una brazada de lilas; era enrecuerdo sin duda del día triunfal.Las pobres flores resbalaron sobre lamadera pulimentada del féretro, sedetuvieron un instante sobre las ga-sas, cayeron en el fango y la muche-dumbre del séquito pasó inadvertidasobre de ellas.

Luis DOMÉNECH

Bastón de mando que usó el Doc-tor Robert siendo Alcalde de Barce-lona y que le fue regalado. por elExcmo. Ayuntamiento, vecinos ycolonia veraniega de Camprodón.

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Los albores del catalanismo del Dr. Robert

e oRRERfA el mes de Septiembre de 1898 cuandotuve el gusto de visitar, en su lindo retiro deCamprodón, á quien ha sido después famoso

campeón de la causa Catalana y alto ejemplo de vir-tudes cívicas, que la despiadada muerte nos acaba dearrebatar. Allí, en aquel retiro, tuvo la bondad de invi-tarme un día á almorzar, y recuerdo perfectamenteque, tomando el café en la deliciosa galería de su casacon dos ó tres amigos más, hablóse de política.

Se habían perdido las últimas colonias españolasdel modo que todos desgraciadamente sabemos ; ha-bían discutido nuestras cámaras, no de modo menosdesdichado, la gravísima responsabilidad de los fauto-res del desastre, sin tomar acuerdo alguno que sirviesede escarmiento, y, naturalmente, así los comentariosde lo ocurrido como los pronósticos que podían aven-turarse para el porvenir de España, habían de ser tris-tísimos. Aun los menos pesimistas, entre los cualesfiguraba un diputado provincial afiliado al partidogobernante, mostrábanse desperanzados de un porve-nir consolador. Nadie creía ya en la regeneración dela política española; nadie sabía vislumbrar siquiera,entre los que más figuran en ella, un hombre quefuera por si solo capaz de contener, en un momentodado, el derrumbamiento que nos amenazaba y quesigue amenazándonos. Los últimos gobiernos no ha-bían hecho más que continuar la historia secular dela España propiamente dicha, guerrear para perder lahacienda de sus mayores. Los desprendimientos desoberanía de lo aportado en matrimonio por Fernandode Aragón y los más recientes de lo conquistado asíen Europa como en América, maldita la enseñanzaque habían dejado á los reyes y ministros de Castilla.La impericia y el orgullo de raza, causantes de ello,se perpetuaban indefinidamente y se perpetuaríanhasta la consumación de los siglos como un vicioatávico ya imposible de corregir. Lo que aquelloshicieran, seguirán haciéndolo sus sucesores eterna-mente, y las víctimas propiciatorias de su vicioso sis-tema serán principalmente las pocas regiones de Es-paña que no viven del maná del Estado, sino deltrabajo propio; Cataluña la primera, por la escasísimaintervención que ha tenido siempre en el gobierno ypor ser la que más suelen mirar de reojo los irrecon-ciliables nietos del Conde Duque. La dependencia ab-soluta de unos gobiernos tan insensatos é incorregiblesy tan atrasados en el camino de la civilización moder-na, nos ahoga, cohibe nuestras legítimas aspiracionesde europeización, ataja, hasta si se quiere inconscien-temente, el desarrollo de nuestra industria y de nues-

tro comercio, que sería portentoso, y constituye parala riqueza creada una perenne amenaza de muerte con-tra la cual hemos de vivir apercibidos. ¿ Cómo evitar,pues, aquel daño y esta amenaza? hubo de preguntaralguno de los del concurso.

—Pues, reaccionando—contestó, inmediatamente ycon voz firme, el Doctor Robert.—Acordándonos deque, un día, Cataluña por si sola, ó cuando más con-federada con sus vecinos, llegó á hacerse dueña delMediterráneo. Aunando todos nuestros esfuerzos parareconquistar la autonomí:l perdida. Sacudiendo cadauno la apatía política en que hemos venido viviendolos que como yo nos hemos consagrado solo al ejer-cicio de nuestra profesión privada.

—¡Doctor, doctori—exclamó, entonces, uno de suscolegas á quien, por desgracia, han debido llorar yatambién no pocos enfermos—Usted se nos vuelvecatalanista; tiene la palabra el amigo 011er.

—Catalanista, catalanista, sí, lo que usted acabarátambién por ser—recalcó enseguida el Doctor Robert,acentuando la energía de su convicción con voz brio-sa y mirada rutilante.—Está ya resuelto: me voy conlos señores—añadió, mirándome á mí.—Me he con-vencido de que solo ustedes ven clara la solución deese espantoso problema; de que son los únicos patrio-tas verdaderos; de que nadie más que ustedes ha dadoen la clave de la salvación de Cataluña y hasta diría deEspaña entera si supieran las demás regiones reaccio-nar también contra el uniformismo y la pereza que lastiene abatidas. —

Y como á estas palabras sucediera aquel silenciorespetuoso que suelen imponer las grandes verdadesexpresadas con convicción sincera, interrumpiólo élmismo para añadir aún :

—El entusiasmo, la fe de los catalanistas, son signode nueva salud. ¿No nos amenaza la muerte?- Pues ácombatirla; hay que huir de ella.--

¡Cómo me acordé de esto al leer en Enero últimoel hermoso artículo de mi eximio amigo Maragall, Elsentimiento Catalanista, en la revista La Lectura

« He aquí pues—dice al resumir—lo que significa»el movimiento catalanista: un amor y una busca de la»vida; un horror y un huir de la muerte.»

¡ Qué coincidencia casi en la materialidad de laspalabras 1 ¿ Pero es acaso extraño que vean el sol delmismo modo cuantos gocen de una visión perfecta yno sean de los que no quieren ver ?

NARCISO OLLER3o de Abril rgot

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En la mort d'en Robert

Los bons fills de Catalunyabona fcyna fan temps há:van texint una banderaque tothom hi posa má,la bandera de la patriaqu'algun día han d'arborá'.

II

Los bons fills de Catalunyasi eran quatre, ja son cent,ja son mil que la banderavan texint seguidament,cada fil un dret de patriaque no esquexar.t cap vent.

Ill

Los bons fills de Catalunyan'han triat un dels germans;li han donada la banderaqu'es de tots los catalans :— Ara es 1' honra de la patrialo que portas en tes mans 1

Iv.

Los bons fills de Catalunyaténen bóna y mala sórt :ja es plantada la banderaque' 1 germ.i axecá tan fort,l'arborá ab un crit de patriay á sos peus hi caygué mart

Los bons fills de Catalunyatenen prou de qui.J plorá'...Benehida la banderay la má que la plantíy la nostra pobra patriay son noble capitá.

FRANCESCH I`7ATHEi'

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EI Dr. pobert, médicoN el áspero camino de la vida, flaquearía á cada

paso el ánimo si el ejemplo de los grandeselegidos no nos mostrara amorosamente la

realidad del bien y el goce del esfuerzo encaminadoá conseguirlo. Sólo la imitación de ese ejemplo dasabor á la vida! Por esto en los momentos de dolorosoestupor que siguen á la desaparición de un varonejemplar, cuyos talentos y cuyas virtudes le conquis-taron no sólo un lugar preeminente entre los hombresde su profesión, sino,—lo que es más—un lugarescogido en el corazón de cuantos le conocieron, hayque apelar á todas las energías de la voluntad y de larazón para encontrar forma de sostener el espíritu en.medio de tanta tristeza! Y la muerte en plena- vida,llevándose en un instante, en un beso, las energíasmás lozanas, apagando en los labios la palabra elo-cuente, emocionada, reviste mayor majestad, con-mueve más aún y causa mayor anonadamiento que.cuando se aparece como el término de las tristes mi:serias de la enfermedad. Así fué, y es honda, hondísi-ma la conmoción aflictiva que la muerte del DoctorRobert produjo en todos los corazones catalanes.

Y si lo lloramos como político convencido y capazde convencer y de imponer el respeto á sus ideales; silo lloramos como maestro doctísimo que consagró ásus discípulos las más hermosas flores de su inteligen-cia poderosa y lo más intenso de su amor, todavíadebemos llorarlo con más y más amargas lágrimascomo médico!

Porque Robert era • ante todo el médico y todo élera médico. Verdad que era por naturaleza capaz dedar á su alma, sin esfuerzo ni exageración, todos losmodos posibles. Ejemplo vivo del hombre más huma-no, lucía por modo admirable el equilibrio justo, pre-ciso de todas las actividades intelectuales y morales.Si su inteligencia asombraba por lo vasta, por la capa-cidad portentosa de asimilación, que le permitía nomirar como árduo asunto alguno, pues al hacérselosuyo y exponerlo le hacía perder toda dificultad, noeran ciertamente menos vigorosas las dotes de su sen-sibilidad, delicada y fuerte á la par, y las energías desn voluntad. Ponderación igual entre tantas potenciassuperiores !qué pocas veces se dará en la mísera cria-tura humanal Siempre con pleno dominio de la refle-

xión y la razón, sabía lo que quería y porqué lo que-ría; y su camino fué recto, proseguido toda su vida,con constancia, sin vacilar, sin un tropiezo, sin unadesviación. Y con todo este conjunto de energías,bastantes para imprimir relieve al alma de un hombre,y por encima de todas estas dotes, como dándoleshumano perfume que atraía hacia él, la modestia, lasencillez, el desinterés, el altruismo, la caridad, quele hacían hablar sin tratar de imponerse, escuchar conrespeto la opinión del más ínfimo, mirar con indife-rencia, no con desprecio, todas las grandezas munda-nas y entregarse en cuerpo y alma al dolorido, al triste,al enfermo del cuerpo ó del alma. ¿Cómo no había deconquistar la veneración de todos sus convivientes siencarnaba tantas virtudes y las había consagrado porentero á la verdad, al amor, al bien?

«El amor á los hombres es el amor á nuestro arte»,escribió Hipócrates. ¿De qué otro médico puede decir-se con mayor justicia que del Doctor Robert que amóá su prójimo? Y esta es la condición esencial del mé-dico.

Las dotes de inteligencia y laboriosidad, podránhacer que, con cierta afición al estudio de las cienciasfisiológicas, cualquier hombre llegue á adquirir uncaudal de conocimientos médicos, mayor ó menorsegún las aptitudes de cada cual y también según laépoca histórica en que realice sus estudios. Pero estono bastará para hacer un médico. Sin duda un escolaraprovechado posee hoy una suma de conocimientospositivos en medicina, superior á toda la ciencia deHipócrates, de Galeno, de Sydenham y aun de Graves.Pero aun no es médico; y en cambio si esos grandesastros del arte resucitaran hoy, mucho tendrían queaprender y muchos errores habrían de corregir; peromás de una vez, colocados en la cabecera del enfer-mo, en sus decisiones semi-intuitivas lucirían un cri-terio más fundamentalmente médico que algunos delos sabios á secas cuyos descubrimientos más nos ad-miran. Considérese que Robert, educado en esta quebien puede llamarse edad de oro de la Medicina, ver-dadero conocedor de las conquistas modernas, poseíaademás la inspiración artística de los grandes maes-tros, y se comprenderá lo que su muerte representapara los enfermos y para la profesión.

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Salón de consultas del Doctor Robert

Hl S PA N I A n. a 77 30 Abril 1902

De su manera de asistir al enfermo, no hay quehablar siquiera. En Cataluña y fuera de ella era másque popular su nombre como médico cariñoso, com-pasivo, desinteresado. Su sola presencia era bastantepara levantar el ánimo atormentado del que sufría yuna palabra suya infundía esperanza. Para los deudosdel enfermo, el fallo de Robert, favorable ó adverso,era poco menos que inapelable y así anunciara la cu-ración, como si desconfiaba del poder de la ciencia óvaticinaba la próxima muerte, después de oirle á él,todos quedaban con el ánimo aquietado, dando pábuloa la esperanza ó apelando á la resignación, pero sindudar de la certeza de sus juicios. Y entre los médicosocurría lo propio, pues—y esto solo hace su elogio,—la clásica invidia medicoru n no le alcanzó. Al contrario.Dificilmente otro médico conquistará entre los de laclase respeto igual. Y es que además de ver en él unmaestro y un sabio, los médicos sentían como todoel mundo la singular fascinación que ejercía y en lacual entraba por algo su gran prestigio, pero que prin-cipalmente era un don del cielo.

No es este el lugar á propósito para estudiar al Doc-tor Robert como hombre de ciencia, analizar las queeran bases fundamentales de su c riterio, ni enumerary juzgar sus obras y escritos. Ni tampoco me atreveríayo á tal empresa. En este breve apunte, que sólo aspiraá ser recuerdo de su gran figura médica, Cínicamentequiero indicar algunos de los rasgos que le daban máspoderoso relieve.

Asistió á la renovación de la Medicina, y su alma,enamorada de la ciencia y que veía con creciente en-

tusiasmo la conquista de cada nueva fracción de ver-dad, supo conservar siempre la serenidad de juicionecesaria para no entregarse con ciego apasionamientoá ninguna escuela de las muchas que, fundadas alamanecer de todo descubrimiento, trataban de llevarinmediatamente á la práctica las consecuencias de másde una teoría, que luego el tiempo y los nuevos hallaz-gos, demostraban falsa ó exagerada. Y era porque suardiente amor á la verdad, la severidad lógica de suentendimiento y la sujeción de su criterio á los rigo-res del buen positivismo experimental, lo tenían con-vencido, por las enseñanzas de la historia, de la cadu-cidad de todos los sistemas fundados en las teorías delmomento. Y se atenía á las sanas enseñanzas de laobservación clínica, sincera, serena y desapasionada.No fué nunca de los entusiastas de la primera hora;mas tampoco fué nunca de los rezagados por miso-neistas. Supo ver siempre en el hombre todo el hom-bre y cuando los progresos de la ciencia aportaban unnuevo adelanto y los espíritus fácilmente sugestiona-bles creían hallado ya el secreto de las causas de en-fermar y veían seguro el remedio, él, que tenía de laciencia concepto más alto, esperaba, y en más de unacuestión el tiempo ha justificado su templanza.

Conociendo la viveza de su sensibilidad y su entu-siasmo por la ciencia, causaría extrañeza que hubieraconservado siempre esa serena severidad si no se re-cordara que él no veía en el enfermo un sujeto deestudio,—achaque de más de un sabio,— sino un se-mejante que sufría y al cual no se creía autorizado ásometer á experimentos aventurados.

Observaba, observaba siem-pre, y con admirable pron-titud sabía recoger los datosde su análisis, píe forma quemuchas veces la brillantez desu síntesis intelectiva teníaapariencias de adivinadoraintuición.

Formábase claro conceptode la personalidad de su en-fermo, descubría la localiza-ción ó punto de partida delmal y su resonancia sobre eltotal organismo, y la claridadde su visión clínica era tangrande, que cuando la expo-nía, servido por aquella pa-labra inimitable, no dejabaen el oyente la menor duda:tenía que ser verdad lo queél decía.

Y nunca habló con rigi-dez académica, altisonante

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Estudio del Doctor Robert

y vana. Su lenguaje sencillo,fluido, preciso, sonaba tanPeno de vida, de convicciónsincera, que conquistaba des-de luego la atención y con-vencía.

No veía en los procesos deenfermedad un problema consoluciones matemáticas, por-que sabía que la vida es todamovimiento y que la fugaci-dad y la variabilidad de lasreacciones orgánicas, esca-pan al cálculo. Sabía perfec-tamente que, en último aná-lisis, los elementos esencialesde la enfermedad, como dela vida, deben ser reducti-bles á principios y leyes deldominio de las verdaderasciencias naturales. • Por estoera un adorador de la cien-cia y se mantuvo siempreal corriente de sus adelantos. Pero tenía también ysobre todo el sentimiento, la noción íntima de lo que,siendo propio y exclusivo de la vida, todavía no se hadejado averiguar por la ciencia, de lo que quizás nun-ca alcance á analizar la inteligencia humana. Y la gran-deza de su saber, unida á este sentimiento esencial,llenaba de modestia sus palabras é imprimía á sus de-cisiones el sello de un arte soberano, gracias al cualcuando faltaban datos positivos suficientes para for-mar juicio que pudiera parecer exacto, procedía comopor inspiración. Esta palabra, que á muchos médicosles suena como á heregía, responde empero á unarealidad. Porque la ciencia va haciéndose, siempreestá in fieri, y, en tanto, el enfermo no puede esperará que nuestras construcciones científicas queden ter-minadas: pide alivio, consuelo inmediatos. Y hay quedárselos ó no se es médico. Para serlo, hay que apelará la impresión personal, y entonces - es cuando lc selegidos lucen su inspiración.

Formado su concepto con toda claridad y viendolos motivos de obrar ó la dirección que urgía empren-der, deducía el doctor Robert con lógïca rigorosa lasindicaciones del tratamiento y entonces lucía la rique-za portentosa de su arsenal terapéutico, p iles conocíacomo bien pocos los recursos de la farmacología ysabía utilizarlos en tales formas, que cada una de susrecetas era una obra de arte. Con igual oportunidadsabía escoger todos los medios de curar y con igualprecisión juzgaba del momento preciso para apelar á'los poderes de la Cirujía, cuyos progresos seguía conafán,

Mas no era sólo ni principalmente en la terapéuticaarmada donde iba á buscar sus mejores recursos. Co-nocedor profundo del alma humana, sabía encontraren cada enfermo el resorte más sensible para despertarel deseo de vivir y con él la esperanza de la curacióny sosteniendo el ánimo hacía más breves los tristesdías de dolor.

El Doctor Robert ha sido durante veintisiete ariosprofesor de Clínica médica y cuantos aprendimos desus labios los principios fundamentales de esta disci-plina, no podremos olvidar lo que valía como hombrede ciencia. Mas la ciencia seguirá , progresando }lasnuevas adquisiciones irán perfeccionando y modifi-cando nuestros cónceptos. Lo que no deberemos olvi-dar nunca es el ejemplo que nos ha dejado. Ejemploque, por lo que respecta á la ciencia, nos enseria. áconservar siempre la independencia de criterio quelibra de todo apasionamiento, y que sobre todo, en laesfera del arte, nos demuestra que en realidad la Medi-cina es un sacerdocio y queda abnegación, el sacrificiode uno mismo, el desinterés, el altruismo, habrán deser siempre las condiciones esenciales de todo médico.

Ll encarnaba las principales virtudes de nuestropueblo. Quiera Dios que un día, andando el tiempo,cuando con el renacimiento total pueda también ha-blarse de una Medicina verdaderamente catalana, seala vida del Doctor Robert la :que. sirva de ejemplo!

J. GÓNGORA

i Sr

Lo cor te va matar; ses parets feblesva trencar l'embranzida del amor;moríres rodejat de tos deíxebles,moríres tot parlantloshí ab lo cor.

Y constant en ta Iluyta decididaper guarir lo malalt y l'ensopit,ab ta mort has vingut á darnos vídadespertant tot un poble condormít.

El Doctor Robert(ARTian_o BIOGRÁFICO)

ESAPAItECIÓ súbitamente de entre nosotros, dejándonos sumidos en el mayor desconsuelo. La muertele cogió por sorpresa, hiriéndole como quien dice por la espalda, mientras se hallaba en plena acti-vidad, rodeado de sus compañeros, ó, mejor dicho; de sus-discípulos, ya que aun los que no habían

asistido como tales á su Cátedra de Patología interna, no dejaban por eso de considerarle como el maestroindiscutible de cuyas lecciones se habían aprovechado á menudo.

Su muerte fué la del luchador que, enardecido por el combate, no pára mientes en los peligros que lerodean. Y es que el Dr. Robert, en aras de su amor al prójimo, se olvidaba de si mismo. Por uno de esoscontrastes, más comunes en este mundo de lo que cree la mayoría de las gentes, el insigne hombrecuya memoria veneramos todos, defendía de la muerte á sus semejantes, exponiendo para ello la propia vida.El derroche de actividad que parecía alentarle desde los albores de su carrera, fué minando poquito á poco sunaturaleza enfermiza y acabó con él.

Puede afirmarse que el Dr. Robert vivió y mu-rió luchando... luchando encarnizadamente por'el bien de su prójimo, al cual había consagrado todos sus esfuerzos. T

Vivió luchando, sí. porque t qué fué su vidamás que una eterna lucha ?

Nacido en Tampico (Méjico) el día 19 de Octu-bre de 1842, vino á Cataluña, su verdadera patria,cuando aun no había traspasado los albores de lainfancia. Vino... y casi tan pronto como llegó em-pezó á luchar, y á luchar con verdadero provecho.Que lo digan sino los premios que llegó á alcan-zar y las consideraciones de que le hicieron objetosus profesores..

Todos los años, al llegar la época de recoger elfruto de sus trabajos y de sus desvelos, veíalosel estudiante Robert convertidos en una verda-dera lluvia de sobresalientes que eran, si no la en-vidia, la admiración de sus compañeros. Los pre-

mios- que alcanzó fueron seis, sin contar entreellos el extraordinario de licenciatura, del cual sehizo acreedor en el año 1864.

Alumno interno por oposición durante sus es-tudios, hizo, según uno de sus biógrafos, la guar-dia de noche en el Hospital durante cuatros añosconsecutivos.

En pago de sus desvelos y de su intenso amor:í la Ciencia, terminó su explendorosa carrera es-colar con la codiciada nota de sobresrlienle, ganadaen buena lid en los ejercicios que practicó para r_

la obtención del grado de Doctor que fueron sus condiscípulos, cuentan que

su vida de estudiante fue ejemplar como pocas,como debe serlo la de todo hombre que aspira áocupar un lugar eminente en cualquier rama delsaber humano. 'q

- Ya concluidos sus estudios, ganó por oposició 1870 la plaza de médico mayor del Hospital de El Dr. Robert y su nietecao

ISj

El Dr. Robert , á los 22 años

A los 26 añ 05

Ejemplar del discurso leído por el Doctor Robert en el XII congreso de Medicinade Moscou en el año 1897. Oferta que le hizo el abogado don Ernesto Vilaregut.

HISPANIA n. o 77 30 Abril 1902

la santa Cruz, cargo que ejerció hasta cl año 1875 en que, vacantes lascátedras de Patología interna de las Facultades de Barcelona, Valencia ySantiago de Galicia, obtuvo la de nuestra ciudad, por haber conquistadoel primer lugar de la primera terna.

De su explendorosa carrera como catedrático y como médico emi-nente, no hay que hablar. Basta con consignar el extraordinario presti-gio y el respeto que supo conquistarse entre los de su clase, que leconsideraban en su totalidad como al maestro más digno de ser respeta-do. Hasta los mismos que lo habían sido suyos, llegaron á considerarsediscípulos. Tanto y de tal magnitud era su talento.

Por eso son innumerables las distinciones de que se le hizo objeto,tanto en España como en los países más adelantados del mundo civili-zado. Por eso en innumerables congresos médicos celebrados en distin-tas capitales de Europa, la voz del Doctor Rober fue escuchada por losmás eminentes sabios venidos de todas partes de la tierra. Por eso eranen número crecidísimo las Academias científicas de España y del Ex-tranjero que albergaban en su seno al Doctor Robert ó que le contabancomo socio correspondiente.

Y lo más notable del caso esque aquel hombre consagrado ála Ciencia, aquel médico eximiocuyos servicios •disput:ibanse lasclases más elevadas de nuestrasociedad, no desdeñaba jamás el

trazo con los humildes, á los cuales asistía con la mayor solicitud,desvelándose para devolverles la salud perdida, haciéndoles objeto desingular predilección.

Según cuenta un su compañero, el Doctor Suñé y Molist, saliendoen cierta ocasión de una consulta en una casa de gentes menesterosas,entablóse entre los dos el siguiente diálogo :

El Doctor Robert:—¿Les cobra usted algo por sus visitas?El Doctor Suñé:—No... pero eso no reza con usted. Ya se yo que

han hecho cuanto han podido para recojer unos cuartos con que pagarlesu consulta.

— Pues dígales usted que no me obliguen á hacer el papel de la fierade la fábula, que se lo comía todo, no guardando nada para los demás.

Y como la familia del enfermo se deshiciese en frases de agradecimiento, las rehuyó—!Ea, á cuidar al enfermo, que de mi ya no deben cuidarse ustedes más... por hoy!En otra ocasión, saliendo de madrugada para ir á dar un paseo á caballo, encontróse á la puerta de su do-

micilio con una mujer, una pobre madreque iba á implorar sus servicios al Doctor,de quien le habían dicho que era el únicoser capaz de arrancar de la muerte á su hijo.

Este se encontraba-enfermo de gravedaden una barriada extrema. El Doctor Roberttenía que cumplir ciertos compromisos.¿Qué hacer?

—En este momento—dijo á la buenamujer—no me es posible complacerla, pe-ro si tengo un rato, iré á ver á su hijo.

Y se alejó de ella, dirigiéndose á la cua-dra donde debía encontrar el caballo ensi-llado ya.

La excursión debía realizarla en-compa-ñía de un amigo. Ambos estaban ya á pun-to de emprenderla, cuando el Doctor, decuya mente no se apartaba el recuerdo deaquella madre dolorida, exclamó de súbito:

— 1 Vámonos á ver al enfermo !

51 & 4

diciendo :

A los 30 años

Company, fot. -Madrid

Último retrato del Dr. Robert

Y al trote largo se dirigieron al domici-lio que les había indicado la desventuradamadre, llegando al mismo antes que ella. `..; ..Y desde aquel día continuó el Doctor Ro- . t„bert visitando al enfermo, dejando cada día -+ Val despedirse una moneda de cinco pesetascon que sufragar los gastos de la enferme-dad, pues se trataba de una familia suma-mente pobre.

Hechos de esta clase abundan en la vidadel Doctor Robert de una manera asom-brosa. De ahí su inmensa popularidad y elgran amor que sentían por él los barcelo-nsese todos, desde los de las clases másencopetadas hasta los de las más humildesy menesterosas, desde la aristocrática y ner-viosa dama que lloró su muerte recostada Paginas del discurso de Moscou

en mullidos cojines hasta la sencilla mujerdel pueblo á quien oímos exclamar mientras pasaba por las calles de Barcelona la imponente comitiva qué fue•árendir el último tributo al cadáver del Doctor Robert : — j Que n' era de bo pel pobre !

Y la mujer que decía esto, lo decía con lágrimas en los ojos... dos lágrimas ardientes, que rodaron por susmejillas para ir á juntarse con las que enviaban á la tierra las nubes, deshechas en lluvia como en señal de duelo.

Detalles como el anterior son una excelente prueba de la popularidad de que gozaba el Doctor Robert y de laestima en que se le tenía.

Estima y popularidad que tenía bien merecidas, ya que se las había ganado en buena y noble lid, luchandodía y noche, en la cátedra y en el parlamento, en su casa y ea las de los demás, en la calle y en los salonesde las Academias científicas, para el bien de sus semejantes.

Los cargos que ejerció son innumerables. Fue presidente de la Aca-demia de Medicina y Cirujía durante cuatro bienios consecutivos; lofue . dos veces de la Academia y Laboratorio de Ciencias Médicas;ocupó la vice-presidencia en el Congreso Médico Internacional reu-nido en Barcelona en 1888 con motivo de la Exposición Universal;tomó parte activa en los Congresos Médicos de Berlín, Roma, Mos-cou, etcétera; fue durante varios bienios vocal de la Junta provincialy de la municipal de Sanidad, viéndose obligado, en cumplimiento desu cargo, á prestar servicio duran-te la fiebre amarilla en 187o y du-rante el cólera en 1885.

Tantos y tan señalados servi-cios prestó en dichas ocasiones,que fue recompensado por el Go-bierno con la Cruz de Carlos IIIy por el Ayuntamiento con hono-ríficos diplomas y medallas.

De la gestión política del Doc-tor Robert, no hemos de hablaraquí, por cuanto la autorizadapluma del docto catedrático de es-ta Escuela de Arquitectura, donLuís Domenech y Montaner, ya

lo hace por nosotros en otro lugar de este número.Sin embargo no debemos dejar de señalar la entrada del Doctor Robert

en la Alcaldía, ni la campaña de moralización emprendida por él desde elsillón presidencial de nuestro Ayuntamiento, ni su salida triunfal del Con-sistorio, motivada por haber prestado su auxilio á nuestros industriales, cu-yos derechos se veían en peligro por las concupiscencias del fisco.

La bandera de regeneración que había desplegado desde la presidenciadel Municipio, fue la misma que empuñó en la memorable campaña enfavor del Concierto Económico, durante la cual tanto y con tanto fruto

8;

Casa-torre del'Dr._Robert, en Sitges

Casa-torre del Dr. Rob • rt, en Camprodón

HISPANIA n.o 77 30 Abril 1902

trabajaron él y los demás presidentes de las sociedadeseconómicas más prestigiosas de Barcelona..

De las campañas del Doctor Robert en el Congresono hay que decir una sola palabra. Ahí está su com-pañero de Diputación, el meritado señor Doménech,para hacerlo con mayor autoridad que nadie. juntosbatallaron,- juntos lucharon á brazo partido contra laspreocupaciones •y malquerencias de los unos y contrala mala fe y la estupidez de los otros.

El sentimiento que ha experimentado Cataluña porla muerte del ilustre patricio hai sido dolorosísimo. Elque han experimentado los que fueron sus compañe-ros ha sido aterrador. -

Los de profesión que en la noche de su muerte se en-contraban con él en los salones de la casa Pince, al ver-le caer desfallecido, sin fuerzas para continuar el brindisque pronunciaba • con el aplauso de todos, rompieronen llanto y en lamentaciones, doblemente emocionan-

tes si se tiene en cuenta que las lanzaban hombres curtidos, acostumbrados á batirse cara á cara con la muerte.- Sí, aquellos hombres lloraron... lloraron como lloró Barcelona á la mañana siguiente, mientras corría de boca

en boca la triste noticia... como lloró Cataluña, como lloró España entera y como lloramos nosotros al emborro-narr, las cuartillas en que intentamos evocar la memoria del ilustre hombre público, del médico eminente, delciudadano de acrisolada honra y de intachable conducta.

¡ Dios le haya acogido en su seno 1

BIBLIOGRAFÍA :Entre las producciones dadas á luz por el Doctor Robert, se encuentran las

siguientes, cuyo número dista mucho de ser completo:Programa razonado de Patología interna. Volúmen de quo páginas. 3876.Traducción y prólogo de la obra Patología celular, de Rudolf Virchow. x878.

(En colaboración con el Doctor Giner.)Enfermedades del aparato digestivo. Volúmen de 58x páginas. 1889. (En

colaboración con el Doctor don Emerenciano Roig y Bofill.)Patologia médica. Apuntes de las lecciones dadas por el Doctor don Bartolo-

mé Robert y don E. Cardoner y revisadas por aquel profesor. Dos ediciones.1894 Y 7899.

En forma de folleto ó bien en revistas científicas, publicó también el DoctorRobert innumerables obras, así como notables prólogos. etc.

Véase la siguiente lista:Lona, tratamiento autineurálgico; curación. (Independencia médica) x876.

Prólogo al • 'Tratado de ' Patología In-terna• del Doctor C. F. Kunce. 1877.

Prólogo á la edición española de laobra • Manual de Patología Interna. deG. Dieulafoy.

Tratamiento antipirético, sus indicaclones y contra-indicac-ones. Trabajo pre-sentado al Congreso Médico de x888.

La ,lledicina de hoy. (Revista de Cien-cias Médicas ). 1893.

Gradicardia, • Revista de Cienciasmédicas •, re94.

Pahgenia y tratamiento de los deli-rios ueumónicos, comunicación al Con-greso de Medicina de Roma, 1894.

Congreso internacional de roma, «Re-vista de Ciencias médicas, 7894.

Curso de Clínica general del DoctorLetamendi. Revista citada, 1894.

La Grippe actual. Revista citada 1895.Pastear. Revista citada. El mismo año.La fliposistolia y su tratamiento, re-

vista citada, 1896.Sobre Seriterapia, revista citada, 1896.Sobre la enfe„uedad de:lrausa, re-

vista citada, 1896.Aneurismas de la aorta, Dificultades

del diagnóstico, revista citada. 7897.losé de Letamendi, Necrología, re-

vista citada. El mismo año.Característica de la Patología huma-

na en sus relaciones con la Terapéutica,discurso del Congreso de Moscou, 1897.

Congresode Moscou, x897.La peste bubónica, folleto, 1897.

-apendicitis, Revista de Ciencias Médicas, 1898:7aime Pi y Suñer, recuerdo necrológico leído en la Real Academia de Me-

dicina y Cirugía de Barcelona, 1898.Relaciones de la Patología mental con los Tribunales de justicia. Con Cerca -

cias dadas en la Universidad, folleto, 1898.- El Oportunismo es terapéutica. Revista de Ciencias Médicas, 1899.

Infecciones agudas recidivantes. Revista citada, 1900.Discurso de contestación al Doctor don Manuel Ribas y Perdigó.Discurso leido en la • Solemne sesión pública que la R. A. de Medicina de

Barcelona • celebró para honrar la memoria del Doctor don Francisco Salva yCampillo, en 1901.

Y un sinnúmero de trabajos de distinto carácter cuyos títulos es materialmenteimposible agrupar, y entre los que deben recordarse las conferencias dadas en laAcademia • El Laboratorio, sobre el tratamiento de la dispepsia; los discursospronunciados en el Ateneo sobre el Hipnotismo , , sobre • La Antropología y laHistoria ' y sobre • La célula social., etc., etc., etc.

iáó

POR ESOS TEATROSIncidente cómico.— «Las fl ors del desert., drama de D Jaime Brossa,

estrenado en Romea.— La compañía francesa del Principal.— Losdemás teatros.

Después de un invierno de relativa calma, parece que laprimavera haya sacudido la modorra á la gente de teatro.Durante la quincena que acaba de transcurrir no ha habidoteatro en que no ocurriera algo de que poder hablar en unacrónica de espectáculos.

Hasta ha habido su miajita de incidente cómico El te-nor Ibos, comprometido para cantar varias funciones enel Liceo, se ha ido con la música á otra parte, dejandocon un palmo de narices á. nuestros bonachones burgue-ses, entre los cuales no ha dejado aun de rendirse culto aldios tenor, á pesar de los esfuerzos de los wagnerianospara desterrar semejante adoración, que consideran per-judicial al arte... y que verdaderamente lo es.

Sin embargo la huída no ha tenido consecuencias másque para el bolsillo del empresario, pues, descontando lasbuenas entradas que el tenor le hubiera proporcionado,tenía ya desembolsados algunos centenares de pesetejasque han volado con el cantante. Eso sin contar las quedeben haberle costado los remitidos que ha hecho insertaren los periódicos narrando la partida serrana que le habíajugado el voluble artista.

¡ Todo sea por el arte !De todos modos, la temporada en el Liceo ha concluido

bien, habiéndose ganado muchos ap l ausos el tenor Palet,en quien ha tenido el público ocasión de apreciar visiblesadelantos.

La compañía que, dirigida por el primer actor donEnrique Borras, actúa en el teatro Romea, ha estrenadorecientemente un drama en tres actos, original de donJaime Brossa y cuyo título es « Las flors del desert».

A pesar de los antecedentes del autor, afiliado al mo-dernismo militante, el drama estrenado en el teatro dela calle del Hospital pertenece al antiguo régimen, deba-tiéndose en él un problema de honor ya tratado por mu-chos autores catalanes y con singular acierto por algunosde ellos.

Trátase del eterno galán que seduce á una doncella decondición humilde y la abandona para casar con unajoven de elevada posición, la cual, á su vez, enterada dela vida pasada de su pretendiente, rehusa darle la manode esposa.

El único mérito de la obra es el de estar desarrolladacon cierta sobriedad, no desprovista con todo de algúnque otro exceso de lirismo. Por lo demás, los caracteresresultan abocetados, sin gran relieve ni mayor consisten-cia, lo cual contribuyó no poco á que la interpretaciónresultase pálida y monótona por parte de todos los artis-tas. La obra no daba más de sí.

Los actores señores I.,arra y Balaguer se despidieronnoches atrás del público del principal, cediendo el sitio áuna compañía francesa de declamación que debutó endicho teatro á los pocos días, poniendo en escena la ol,rade Dumas «L'ami des femmes», en cuya interpretacióndieron prueba todos los artistas de que estaban perfecta-mente poseídos de sus respectivos papeles.

Sin embargo, ni en aquella producción ni en las querepresentaron después, tuvimos ocasión de apreciar cua-lidades escepcionales en ninguno de los elementos queconstituyen la compañía, disgregados de las más notablesde París.

De todos modos, las veladas que nos han proporcionadoaquellos artistas han sido del todo agradables y muy espe-cialmente para las familias de la colonia francesa que al-berga Barcelona, la mayoría de las cuales acudieron áaplaudir el arte de sus compatriotas.

El Tívoli ha continuado durante la quincena con sucompañía de zarzuela grande, habiendo efectuado la re-plise de « Don Lucas del Cigarral », que, como siempre,fue recibida con nutridos aplausos del público.

En el Eldorado no ha habido otras novedades que losestrenos de «La Venta Eritaña» y de «Los nenes». El librode la primera no ofrece gran novedad, lo cual se perdonasin esfuerzo gracias á algunos números de música verda-deramente hermosos. La segunda no tiene importanciamayor bajo ningún concepto.

Los demás teatros, esceptuando el de la Granvía, en quese han estrenado algunas obritas valencianas, han conti-nuado como estaban.

UN ESPECTADOR

HOJEANDO LIBROS• En Miseria. Poema de Apeles Mestres. -. Florescencia ». Col- secció

d'ensaigs literaris a'Ortensi Güell.

Tenemos sobre la mesa un montón de libros... De todosdebemos decir algo en las páginas de esta revista, pero elespacio nos falta.

Esperando tenerlo suficiente para dedicar á todos ladebida atención, nos contentamos por hoy con formularjuicio respecto á dos de ellos : « En Miseria, » poemacatalán de Apeles Mestres y «Florescencia», colecciónde trabajos del malogrado Hortensio Güell, publicadospor el padre del autor.

Ambos libros son interesantes. En el primero, ApelesMestres nos presenta un hermoso cuadro de carácter me-dioeval, cantando en correctos y harmoniosos versos unasunto originalísimo. La pulcritud y el esmero con queestán construídas las estrofas, la naturalidad en la narra-ción, el suave perfume popular de la mayoría de los ver-sos y el pensamiento filosófico que encierra el poema,hacen de este una joya de inestimable valor.

El libro «Florescencia », apesar de contener solamentetrabajos en prosa, resulta también el libro de un poeta...De un poeta desequilibrado si se quiere, pero poeta al fin.Hojeando aquellas páginas, no puede menos el lector quelamentar la prematura muerte del que las escribiera, cuyotemperamento artístico había hecho concebir á todos losque le conocieron muy halagüeñas esperanzas.

Felicitamos cordialmente al padre del autor por la pu-blicación de tan interesante volumen.

1 87

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