El Hilo de Ariadna - Revista Online 13

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EL HILO DE ARIADNA REVISTA ONLINE NÚMERO 13 Sección Pensamiento: Dedicado a Sócrates Introducción – Guillermo Súcari Recuerdos de Sócrates, de Jenofonte – Selección Libro I Sócrates, de Guillermo Súcari Sócrates, de Rodolfo Mondolfo Qué es la Filosofía Antigua – Pierre Hadot Apología de Sócrates, de Platón – Parágrafos 38c a 42a El pensamiento Antiguo, Tomo I – Rodolfo Mondolfo Paideia, de Werner Jaeger Sócrates, su medio, su persona, su pensamiento – A.J. Festugiere El problema de Sócrates, de Friedrich Nietzche Elogio de Sócrates, de Pierre Hadot Sócrates y su Médico – Paul Valéry Fedón, de Platón – Parágrafos 107c a 118c Sección Principal: La Imaginación Introducción, por Valentín Romero Imaginación muerta imagina – Beckett La facultad de imaginar y la memoria – Francisco García Bazán

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Revista de filosofia

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  • EL HILO DE ARIADNA

    REVISTA ONLINE NMERO 13

    Seccin Pensamiento:

    Dedicado a Scrates

    Introduccin Guillermo Scari

    Recuerdos de Scrates, de Jenofonte Seleccin Libro I

    Scrates, de Guillermo Scari

    Scrates, de Rodolfo Mondolfo

    Qu es la Filosofa Antigua Pierre Hadot

    Apologa de Scrates, de Platn Pargrafos 38c a 42a

    El pensamiento Antiguo, Tomo I Rodolfo Mondolfo

    Paideia, de Werner Jaeger

    Scrates, su medio, su persona, su pensamiento A.J. Festugiere

    El problema de Scrates, de Friedrich Nietzche

    Elogio de Scrates, de Pierre Hadot

    Scrates y su Mdico Paul Valry

    Fedn, de Platn Pargrafos 107c a 118c

    Seccin Principal:

    La Imaginacin

    Introduccin, por Valentn Romero

    Imaginacin muerta imagina Beckett

    La facultad de imaginar y la memoria Francisco Garca Bazn

  • De Anima, libro III, cap 3 Aristteles

    Sobre las dificultades acerca del alma, Enada IV, 3 Plotino

    Sobre las dificultades acerca del alma, Enada IV, 4 Plotino

    La teora Bruniana de la Imaginacin I. Gmez de Liao

    La Funcin Trascendente Carl Gustav Jung

    La Imaginacin Creadora H. Corbin

    Las funciones de la imaginacin Simblica - Durand

    Seccin Letras:

    Historias Falsas, captulo II Goncalo M. Tavares

    Teatro y Poder poltico en el Renacimiento Italiano, captulo I - Nora H. Sforza

    Letra Nmada, Ediciones 2008

  • SECCIN PENSAMIENTO: VOLUMEN 13 / SECCIN PENSAMIENTO INTRODUCCIN, POR GUILLERMO SCARI

    En torno a la figura de Scrates Si como deca Simplicio el filsofo es un escultor de hombres, Scrates ha modelado la talla no solo de sus discpulos directos sino tambin de todos los hombres que desde entonces, han forjado el pensamiento de Occidente. As de contundente es la impronta de aquel ateniense cuando se proyecta desde su siglo V hacia la eternidad. Pero al recorrer el camino inverso, la senda se vuelve imprecisa y su figura se empea en ocultarse. Como un fugitivo que esquiva la historia, el hombre al que el infalible orculo seal como el ms sabio de su tiempo, nos ha dejado sin rastros. Desde este espacio, la propuesta es ir a su encuentro. A travs de los textos escogidos, interrogarle, tal cual l lo haca con sus interlocutores. Seleccionamos pasajes de distintas obras, tanto de la antigedad clsica como de autores modernos, seguros que el lector interesado podr profundizar completando las lecturas de las mismas o abordando otros textos que han indagado sobre la cuestin socrtica.

    Guillermo Sucari

  • VOLUMEN 13 / SECCIN PENSAMIENTO JENOFONTE: RECUERDOS DE SOCRATES LIBRO I

    Traduccin y notas de Juan Zaragoza. Pargrafos seleccionados: 1,1 a 20 2, 1 a 9. A menudo me he preguntado sorprendido con qu razones pudieron convencer a los atenienses quienes acusaron 1 a Scrates de merecer la muerte a los ojos de la ciudad. Porque la acusacin pblica formulada contra l deca lo siguiente: Scrates es culpable de no reconocer a los dioses en los que cree la ciudad, introduciendo, en cambio, nuevas divinidades. Tambin es culpable de corromper a la juventud2. En cuanto al primer punto, que no reconoca a los dioses que reconoce la ciudad, qu prueba utilizaron? Porque era evidente que haca frecuentes sacrificios en su casa, los haca a menudo tambin en los altares pblicos de la ciudad, y tampoco era un secreto que utilizaba la adivinacin. Se haba divulgado, en efecto, que

    1 El escrito de acusacin contra Scrates fue presentado al arconte rey por Meleto, apoyado por Licn y por nito, riqusimo curtidor y alma de la acusacin, que pag, segn el escoliasta de Platn (Apol.18a y 23e) una fuerte cantidad para que fuera el hombre de paja. Cf. tambin JEN., Ap. 29-31. 2 Segn DIGENES LAERCIO(II 40), el sofista Favorino afirmaba haber visto todava el texto en los archivos del templo de Rea en Atenas. La versin que da Digenes coincide con sta, precedida de un encabezamiento que presenta como acusador a Meleto. Cf. tambin el texto de PLATN, Apol. 246.

  • Scrates afirmaba que la divinidad 3 le daba seales, que es la razn fundamental por la que yo creo que le acusaron de introducir divinidades nuevas. Pero nada introduca ms nuevo que otros que por creer en un arte adivinatoria utilizan pjaros, voces, signos y sacrificios. Ya que estas personas suponen no que los pjaros o los encuentros fortuitos saben lo que conviene a los consultantes, sino que los dioses se lo manifiestan a travs de ellos, y Scrates tambin lo crea as. Sin embargo, la mayora de las personas dicen que los pjaros y los encuentros4 les disuaden y les estimulan, pero Scrates lo deca como lo pensaba, o sea, que la divinidad le daba seales, y aconsejaba a muchos amigos suyos que hicieran cosas y no hicieran otras, segn las indicaciones de la divinidad, y les iba bien a quienes le crean, pero los que no le crean se arrepentan. Como quiera que sea, quin se negara a reconocer que l no deseaba pasar por necio ni por impostor ante sus amigos? Habra pasado por ambas cosas si, despus de anunciarse como mensajero de la divinidad, hubiera resultado falso. Por ello es evidente que no lo habra anunciado si no hubiera credo que deca la verdad. Y en tales asuntos, quin se fiara de otro ser sino de un dios? Y findose de los dioses, cmo no iba a creer que los dioses existen? Pero tambin trataba a sus amigos de la siguiente manera: en los asuntos inevitables, aconsejaba actuar como crea que tendra mejor resultado, y en cuanto a los de resultado incierto, les enviaba a consultar al orculo para saber lo que deban hacer. Deca que quienes se disponen a gobernar correctamente casas y ciudades necesitaban la adivinacin, pues crea que llegar a ser carpintero, herrero, labrador, gobernante de hombres, experto en tales actividades, contable, administrador o comandante militar, todas son enseanzas asequibles a la inteligencia humana. Pero lo ms importante de estas actividades, deca, se lo han reservado los dioses para ellos y no dejan ver nada a los hombres. Porque ni el que hace una buena siembra sabe quin recoger la cosecha, ni el que construye bien una casa sabe quin la habitar, ni para el general est claro si su mando es til, ni sabe el poltico si conviene que est al frente del Estado, ni el que se casa con una bella mujer para disfrutar de ella sabe si por su culpa se sentir desgraciado, ni quien ha conseguido parientes influyentes en la ciudad sabe si por culpa de ellos no se ver privado de la ciudadana. Pero quienes crean que ninguna de estas cuestiones compete a la divinidad, sino que son propias de la razn humana, deca que estaban locos, como por locos tena tambin a quienes consultaban el orculo sobre materias que los dioses concedieron a los hombres para que aprendieran a decidir (como, por ejemplo, si alguien preguntara si es mejor contratar como cochero a uno que sepa conducir o a uno que no sepa 5, o si es preferible contratar como piloto de una nave a un experto o a uno que no lo

    3 Para expresar ese algo divino, como lo llama Cicern, Jenofonte emplea el neutro t daimnion, menos comprometido que el masculino ho damn, como un ser divino personal. Era creencia comn que un genio tutelar, bueno o malo, acompaaba a cada hombre durante su vida (PLATN, Fedn 107d, 108b, 113d). El Scrates platnico habla de un genio ti daimnion, que le advierte para que no obre en un sentido determinado. En Jenofonte, este daimnion se convierte en una divinidad anunciadora del futuro y tambin indicadora de lo que se debe hacer, ajustndolo a sus propias convicciones religiosas. 4 Estos encuentros (symboloi), como en Apologa 13, corresponden a un procedimiento de adivinacin por interpretacin de encuentros casuales en la calle o de voces odas casualmente, muy usado en diversos tiempos y lugares. 5 Ciropedia I 6, 6.

  • sea) o lo que se puede saber con la ayuda del clculo, de la medida o del peso: consideraban como una impiedad consultar tales cosas a los dioses. Deca que se debe aprender lo que los dioses concedieron aprender a hacer, pero lo que est oculto a los mortales debemos intentar averiguarlo por medio de los dioses, pues los dioses dan seales a quienes les resultan propicios. Por lo dems, Scrates siempre estaba en pblico. Muy de maana iba a los paseos y gimnasios, y cuando la plaza estaba llena6, all se le vea, y el resto del da siempre estaba donde pudiera encontrarse con ms gente. Por lo general, hablaba, y los que queran podan escucharle. Nadie vio nunca ni oy a Scrates hacer o decir nada impo o ilcito. Tampoco hablaba, como la mayora de los dems oradores, sobre la naturaleza del universo 7, examinando en qu consiste lo que los sofistas llaman ksmos y por qu leyes necesarias se rige cada uno de los fenmenos celestes, sino que presentaba como necios a quienes se preocupan de tales cuestiones. En primer lugar investigaba si tales individuos, por creer saber suficientemente las cosas humanas, se dedicaban a preocuparse de lo referente a aquellas otras, o si, dejando de lado los problemas humanos e investigando lo divino, crean hacer lo que es conveniente. Se sorprenda de que no vieran con claridad que los hombres no pueden solucionar tales enigmas, ya que incluso quienes ms orgullosos estn de su discurso sobre estos temas no tienen entre s las mismas opiniones, sino que se comportan entre ellos como los locos. Entre los locos, en efecto, unos no temen ni siquiera lo temible, otros temen incluso lo no temible, unos creen que ni siquiera en pblico es vergonzoso decir o hacer cualquier cosa, otros creen que ni siquiera pueden aparecer entre la gente; unos no respetan santuario, ni altar, ni ninguna cosa divina, mientras que otros veneran piedras, el primer trozo de madera que encuentran y los animales. Y en cuanto a los que cavilan sobre la naturaleza del universo, unos creen que el ser es uno solo 8, otros que es infinito en nmero 9, unos piensan que todo se mueve10, otros que nada se mueve nunca 11, unos que todo nace y perece 12, otros que nada nace ni va a perecer 13. Tambin examinaba sobre estos temas si, de la misma manera que los que han aprendido la naturaleza humana creen que podrn aplicar lo que han aprendido en beneficio de s mismos o de cualquier otro que lo desee, as tambin los que investigan las cosas divinas esperan, una vez que sepan por qu leyes necesarias se produce cada cosa, poder aplicar, cuando lo deseen, vientos, aguas, estaciones y cualquier otra cosa de stas que necesiten. O bien si no esperan nada de ello y es les basta saber simplemente cmo se produce cada uno de estos fenmenos. Esto es lo que deca de quienes se entrometen en tales cuestiones. En cambio, l siempre conversaba sobre temas humanos, examinando qu es piadoso, qu es impo, qu es bello, qu es justo, qu es injusto, qu es la sensatez, qu cosa es locura, qu es valor, qu cobarda, qu es ciudad, qu es hombre de

    6 Es la hora de la mxima concurrencia en el mercado, de diez a doce de la maana. 7 Ya en las Nubes aparece Scrates como peligrosamente absorbido por las especulaciones fsicas, y Jenofonte exagera aqu su oposicin a estas especulaciones. El trmino sofistas, en el amplio sentido de personas que hacan profesin de sabios, no adquiri sentido peyorativo hasta el siglo IV. 8 Escuela eletica. 9 Escuela atomstica de Demcrito. 10 Herclito, de la escuela jnica. 11 Zenn de Elea. 12 Leucipo. 13 Doctrina eletica

  • Estado, qu es gobierno de hombres y qu un gobernante, y sobre cosas de ese tipo, considerando hombres de bien a quienes las conocan, mientras que a los ignorantes crean que con razn se les deba llamar esclavos. No es sorprendente que los jueces se equivocaran en las cuestiones en las que no era pblico cmo pensaba, pero en lo que todo el mundo saba no es extrao que no se pararan a reflexionarlo? En efecto, en una ocasin en que era consejero 14 y haba prestado juramento como tal, para cumplir con su cargo de acuerdo con las leyes, le correspondi presidir la asamblea cuando el pueblo quiso condenar a muerte ilegalmente con una sola votacin a los nueve generales, entre los que se encontraban Trasilo y Erasnides, y l se neg a proceder a la votacin, a pesar de que la asamblea se irrit contra l y aunque muchas personas influyentes le amenazaban. Tuvo para l ms valor mantener su juramento que congraciarse con el pueblo contra toda justicia y protegerse de las amenazas. Y es que estaba convencido de que los dioses se preocupan de los seres humanos, pero no como la masa cree. Pues sta piensa que los dioses saben unas cosas y otras no, mientras que Scrates crea que los dioses lo saben todo, lo que se dice, lo que se hace y lo que se debate en secreto, que estn presentes en todas partes y que dan seales a los hombres en todos los problemas de los hombres 15. Por ello me sorprende que los atenienses se dejaran convencer de que Scrates no tena una opinin sensata sobre los dioses, a pesar de que nunca dijo o hizo nada impo, sino que ms bien deca y haca respecto a los dioses lo que dira y hara una persona que fuera considerada piadossima. Tambin me parece sorprendente que algunos se dejaran convencer de que Scrates corrompa a los jvenes, un hombre que, adems de lo que ya se ha dicho, era en primer lugar el ms austero del mundo para los placeres del amor y de la comida, y en segundo lugar dursimo frente al fro y el calor y todas las fatigas; por ltimo, estaba educado de tal manera para tener pocas necesidades que con una pequesima fortuna tena suficiente para vivir con mucha comodidad 16. Cmo entonces una persona as habra podido hacer impos a otros o delincuentes, glotones o lujuriosos, o blandos frente a las fatigas? Ms bien apart a muchos de estos vicios hacindoles desear la virtud e infundindoles la esperanza de que cuidndose de s mismos llegaran a ser hombres de bien. Aun as, nunca se las dio de maestro en estas materias, pero poniendo en evidencia su manera de ser hizo nacer en sus discpulos 17 la esperanza de que imitndole llegaran a ser como l. Por lo dems, nunca descuid su cuerpo, y reprochaba su descuido a los que se abandonaban. As, desaprobaba el comer en demasa para hacer un trabajo excesivo, pero aceptaba trabajar proporcionalmente a lo que el espritu admite de buen grado, pues deca que este rgimen es suficientemente sano y no

    14 Miembro del Consejo de los Quinientos, dividido en grupos de 50 (10 tribus), que se alternaban cada 35 (o 36) das para llevar, en una especie de comisin permanente, los asuntos pblicos. El presidente de la comisin se designaba por sorteo entre los 50, y presida la Asamblea del pueblo. Sobre esta actuacin de Scrates cf. Helnicas 1 7, 15, y PLATN, Apologa 32b. 15 Ciropedia 1 6, 46. Que dios lo ve todo es una idea que ya est en Hesodo. 16 Las posesiones de Scrates se evalan en el Econmico (II 3) en cinco minas, que Libanio hace subir a 80. Si cada mina tena 100 dracmas, y a su vez sta seis bolos, se podra calcular el capitl de Scrates en unos mil jornales (tres bolos diarios) que cobraban los jueces. 17 Scrates (PLATN, Apologa 33) afirm no haber sido nunca maestro de nadie. Fiel a esta idea, Jenofonte alude a sus acompaantes, los que estaban con l o los que pasaban el tiempo con l.

  • estorba el cuidado del alma. Tampoco era afectado ni presumido en el vestir ni en el calzar, .ni en su rgimen de vida en general. Nunca fomentaba la codicia en sus discpulos, pues adems de liberarles de otras apetencias no intent cobrar dinero a los que deseaban su compaa. Rodendose de esta abstencin pensaba que aseguraba su libertad. En cambio, a los que aceptaban un salario por su conversacin les acusaba de venderse como esclavos, porque se obligaban a conversar con aquellos de quienes reciban dinero. Se sorprenda de que hiciera dinero uno que predicara la virtud, en vez de pensar que la mayor ganancia era adquirir un buen amigo, como si temiera que el que lleg a convertirse en hombre de bien no fuera a sentir el mayor agradecimiento hacia quien le haba hecho el mayor favor. Scrates nunca hizo tal ofrecimiento a nadie, pero tena confianza en que los discpulos que aceptaban las recomendaciones que l les haca seran para l y entre s buenos amigos para toda la vida. Cmo habra podido entonces un hombre as corromper a la juventud? A no ser que el cuidado de la virtud sea corrupcin. Pero, por Zeus!, deca su acusador 18, Scrates induca a sus discpulos a despreciar las leyes establecidas, cuando afirmaba que era estpido nombrar a los magistrados de la ciudad por el sistema del haba 19, siendo as que nadie querra emplear un piloto elegido por sorteo, ni un constructor, ni un flautista, ni cualquier otro artesano, a pesar de que los errores cometidos por ellos hace mucho menos dao que los fallos en el gobierno de la ciudad. Pargrafos seleccionados: 6, 1 a 15 7, 1 a 5. Tambin merece la pena no dejar pasar por alto sus conversaciones con el sofista Antifonte 45. El caso es que, un da, queriendo Antifonte quitarle sus discpulos, se acerc a Scrates y en presencia de aqullos le dijo: -Scrates, yo crea que los que se dedican a la filosofa llegan a ser ms felices, pero lo que me parece es que t has conseguido de la filosofa el fruto contrario. Al menos ests viviendo de una manera que ni un esclavo le aguantara a su amo un rgimen como se: comes los manjares y bebes las bebidas ms pobres, y la ropa que llevas no slo es miserable sino que te sirve lo mismo para invierno que para el verano, no llevas calzado ni usas tnica. Encima, no aceptas dinero, que da alegra al recibido y cuya posesin permite vivir con ms libertad y ms agradablemente. Pues bien, si, de la misma manera que los maestros en otras actividades ensean a sus discpulos a imitarles, t tambin instruyes a tus alumnos en ese sentido, considrate un profesor de miseria. Scrates respondi a ello: -Me da la impresin, Antifonte, de que te has hecho una idea tan triste de mi manera de vivir, que estoy convencido de que preferiras morir a tener una vida como la ma. Observemos, pues, qu es lo que de difcil aprecias t en mi vida. 18 Cuando habla de acusador, ms parece referirse a Polcrates, autor de la Kategora Sokrtous o Acusacin contra Scrates, que provoc una buena parte de la literatura apologtica del maestro, incluidos estos Recuerdos. 19 Una parte de los magistrados se elega por el sistema del haba, consistente en poner dos urnas, una con habas blancas y de color y otra con los nombres de los candidatos. Se nombraba a los que sacaban haba blanca. Aristfanes llama kuamotrox (tragahabas) al demo ateniense. 45 No debe confundirse con el orador del mismo nombre, que intervino activamente en la Revolucin de los Cuatrocientos. Este sofista era de Atenas, gran pastelero de discursos (logomgeiros) y autor de un tratado sobre la esencia de las cosas y otro sobre interpretacin de sueos. Al parecer, tena celos de Scrates.

  • Ser acaso porque los que cobran dinero estn obligados a realizar la tarea por la que cobran, mientras que yo, como no cobro, no tengo necesidad de conversar con quien no quiera? O menosprecias mi rgimen de vida haciendo ver que como manjares menos sanos que t y que proporcionan menos energa? O que mis medios de subsistencia son ms escasos y por ello ms caros que los tuyos? O que son ms agradables para ti los manjares que t te preparas que para m los mos? No sabes que el que come ms a gusto es el que menos condimento necesita, y que quien bebe ms a gusto menos necesita la bebida que no tiene a mano? Y en cuanto a la ropa sabes que los que cambian de ropa lo hacen por el fro y el calor y llevan calzado para no verse impedidos de andar por donde se pueden hacer dao en los pies? Pues bien, notaste t alguna vez que yo me quedara en casa a causa del fro ms que otra persona, o que a causa del calor me peleara con alguien por una sombra, o que por dolerme los pies no pudiera ir donde quisiera? No sabes que los que por naturaleza son ms dbiles fsicamente, a fuerza de ejercicio se hacen ms fuertes y aguantan mejor en aquello a que se dedican que los que, siendo ms fuertes, no se entrenan? Y no crees que yo, entrenando continuamente mi cuerpo para soportar las contingencias, puedo soportarlo todo con ms facilidad que t, que no te entrenas? Y para no ser esclavo del estmago, ni del sueo, ni de la lascivia, crees que hay alguna razn ms poderosa que la de tener otras actividades ms agradables que sas, las cuales no slo me complacen mientras las disfruto, sino que me proporcionan la esperanza de que siempre me sern de provecho? Lo que s sabes, sin duda, es que los que no esperan que vayan a irles bien las cosas no disfrutan, mientras que quienes creen que una labranza o una travesa en barco o cualquier otra cosa que estn haciendo les saldr bien, disfrutan con su prosperidad. No crees entonces que de todo ello surge un placer tan grande como el de creer que uno mismo llegar a ser mejor y tendr mejores amigos? Yo, al menos, me paso la vida con esa creencia. Y, por otra parte, en el caso de que hubiera que ayudar a los amigos o a la ciudad, quin tendr ms tiempo para ocuparse de ello, el que viva como yo o el que t consideras feliz? Y quin de los dos podra salir con mayor rapidez a luchar, el que no puede vivir sin un rgimen dispendioso o el que se conforma con lo que tiene a mano? Y quin se rendira antes en un asedio, el que necesita disponer de las cosas ms difciles o el que se basta con lo ms fcil de encontrar? Me parece, Antifonte, que opinas que la felicidad es molicie y derroche 46. En cambio, yo creo que no necesitar nada es algo divino, y necesitar lo menos posible es estar cerqusima de la divinidad; como la divinidad es la perfeccin, lo que est ms cerca de la divinidad est tambin ms cerca de la perfeccin. Otro da que Antifonte estaba conversando con Scrates, le dijo: -Scrates, yo te considero una persona justa, pero de ninguna manera sabia, y creo que t mismo as lo reconoces, pues no sacas ningn dinero por tu compaa, a pesar de que no daras gratis, ni siquiera por menos de lo que valen, ni tu manto, ni tu casa, ni ninguno de los bienes que posees si creyeras que valen algn dinero. Por ello, es evidente que si creyeras que tu compaa vale algo, no cobraras por ella menos dinero del que vale. Por ello, es posible que seas justo, ya que no engaas a nadie por codicia, pero no puedes ser sabio, pues no sabes nada que valga algo.

    46 Ciropedia VIII 3, 40.

  • Scrates respondi a esto: -Antifonte, entre nosotros se considera que tanto la belleza como la sabidura se pueden tratar de manera elogiosa o vil. Si uno vende su belleza por dinero a quien la desee, eso se llama prostitucin, pero si alguien conoce a un enamorado que es un hombre de bien y se hace su amigo, entonces le consideramos juicioso y moderado. Con la sabidura ocurre lo mismo: los que la venden por dinero a quien la desea se llaman sofistas 47 (como si dijramos bardajes); en cambio, si alguien reconoce que una persona es de buen natural, le ensea todo lo bueno que sabe y le convierte en un buen amigo, entonces decimos que hace lo que corresponde a un hombre de bien. Yo mismo, Antifonte, lo mismo que a otros les gusta un buen caballo, un perro o un pjaro, a m me gustan ms los buenos amigos y, si s algo bueno, se lo enseo y los pongo en relacin con otros que pienso que podrn serles provechosos para su virtud. Los tesoros que los antiguos sabios dejaron escritos en libros yo los desenrollo y los recorro en compaa de mis amigos y, si encontramos algo bueno, lo seleccionamos 48. Consideramos un gran beneficio hacernos amigos unos de otros. Yo, al or estas palabras, pens que el propio Scrates era feliz y conduca a sus oyentes a la hombra de bien. En otra ocasin, al preguntarle Antifonte cmo pensaba en hacer polticos a los dems, mientras que l no se dedicaba a la poltica, si es que saba algo de ella, respondi: Cmo podra dedicarme ms a la poltica, interviniendo yo solo en ella o preocupndome de que haya la mayor cantidad posible de personas capaces para ello?. Examinemos si, apartando tambin de la impostura a sus seguidores, los orientaba a la prctica de la virtud 49. Les deca, efectivamente, que no haba camino ms hermoso para la buena fama que el de llegar a ser tan bueno como uno quera realmente parecerlo. Y que con ello deca verdad lo explicaba de la siguiente manera: -Reflexionemos, deca: si un hombre quisiera parecer un buen flautista sin serlo, qu tendra que hacer? No tendr que imitar a los buenos flautistas en lo que es exterior al arte? En primer lugar, como tienen un hermoso equipo de vestuario y arrastran numerosos seguidores, tambin l tendr que hacerlo. En segundo lugar, como tienen muchos que les aplauden 50, tambin ste tendr que procurarse una clac abundante. En cambio, nunca tendr que ponerse en accin, o en seguida quedar en ridculo y en evidencia no slo como mal flautista sino tambin como un charlatn. Y en estas condiciones, teniendo muchos gastos y sin sacar ningn provecho, consiguiendo encima mala fama, cmo no va ser su vida muy penosa, sin provecho y ridcula? Y, de la misma manera, si alguien quiere aparentar ser un buen general sin serlo, o un buen piloto, imaginmonos qu podra pasarle. No sera doloroso que en su deseo

    47 Estos profesionales de la inteligencia eran en primer lugar maestros y divulgadores de la ciencia entre el gran pblico. Daban clases particulares y cursos de conferencias, por los que cobraban entrada. Scrates pag una dracma por or una leccin de Prdico (PLATN, Banquete 177b), pero su fortuna no le permiti pagar las 50 que costaba la asistencia a un curso sobre sinnimos. 48 Este dato de Scrates estudiando con sus amigos no incluye que se tomaran notas y se archivaran, como se hara en la Academia y en otras escuelas. 49 Ciropedia 1 6, 22. 50 En tiempos de Scrates ya era corriente la celebracin de conciertos de msica, y los concertistas empezaban a conseguir el prestigio que se deduce de este prrafo.

  • de parecer capaz de esta tcnica no pudiera convencer a nadie, o, lo que todava es ms penoso, que pudiera convencerles? Porque es evidente que puesto a pilotear sin saber, o a dirigir una campaa, destruira a quienes menos deseaba hacerlo, y l mismo saldra del trance avergonzado y perjudicado. Scrates demostraba de la misma manera que era perjudicial pretender aparentar ser rico, valiente y fuerte sin serlo, porque deca que entonces se les impondran tareas superiores a sus fuerzas y, al no poder realizarlas aunque aparentaban ser capaces, no tendran perdn. Se llamaba estafador, y no pequeo, a quien recibiendo dinero o bienes gracias a la confianza luego se quedaba con ellos, el mayor estafador de todos es el que sin valer nada ha engaado a la gente hacindola creer que es capaz de dirigir el Estado. Yo creo que Scrates apartaba a sus seguidores de la impostura con tales conversaciones.

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    VOLUMEN 13 / SECCIN PENSAMIENTO SCRATES, DE GUILLERMO SCARI

    Scrates Todo lo que sabemos de Scrates proviene de los testimonios de sus contemporneos a travs de los dilogos platnicos y de los textos escritos por Jenofonte y Aristfanes. A partir de estas lecturas es posible llegar a saber quin era en verdad ese ateniense que viva indagando entre los hombres de su ciudad acerca de la virtud, del bien, de la belleza, del amor? Idealizado en un caso y parodiado en otro, la respuesta a esta pregunta no es sencilla. En Las nubes, Aristfanes parece responderla desde el lado de la negativa, porque su descripcin se corresponde ms a todo aquello que Scrates no era. En esta obra ha hecho una caricatura de un Scrates cosmgrafo que anda por el aire, que cobra por las clases que dicta en el llamado phrontistrion (traducido como pensadero), y lo seala como el tpico sofista que ensea el manejo de la argumentacin con la finalidad de hacer pasar un engao por cosa cierta y verdadera. De un modo grotesco, Scrates aparece negando en la comedia, los atributos del propio Zeus y adorando nuevas divinidades: Por lo tanto no debes creer en ningn otro dios que los que [creemos] nosotros: el Vaco, las Nubes y la Lengua; solo en estos tres (Las nubes, 423-424). Lo que veremos, recurriendo a otros testimonios es la refutacin de esta caracterizacin de Aristfanes. Si pensamos que Las nubes fue estrenada hacia el ao 423, es curioso como un cuarto de siglo antes de llevarse a cabo el proceso que culminara con su condena, ya encontramos en una comedia los cargos con que se lo acusara en el juicio.

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    En la Apologa de Scrates, el nico texto platnico que no tiene el formato de dilogo, Platn transcribe el alegato de defensa que el propio Scrates pronunci ante sus acusadores. El proceso dur un solo da pues estos casos los tribunales atenienses tenan la obligacin de despacharlos en el da. En el juicio, Scrates se defiende de los cargos de impiedad (asbeia), acusado de no rendir culto a los dioses de la ciudad y de corromper a los jvenes. Fue escrito en torno al 390 y en el relato Scrates en dos oportunidades nombra a Platn como presente en el tribunal. Scrates comienza su defensa en el juicio, afirmando que se ha forjado una falsa imagen de l, pretendiendo hacer creer que hay un tal Scrates, hombre sabio, preocupado por las cosas del cielo as como dado a investigar cuanto [hay] bajo tierra y convirtiendo al argumento ms dbil en el ms fuerte...Porque los que [los] escuchan piensan que los que indagan tales cosas no creen en los dioses (Apologa, 18 b-c). La gravedad de estos cargos en aquellos tiempos era tal, que segn lo apuntado por Plutarco en su biografa de Pericles, se haba llegado a promover un decreto (psphisma) por el que se deba denunciar a los que no creyeran en las divinidades o ensearan teoras acerca de los cielos. El simple enunciado de esta sancin nos evoca el proceso contra Galileo que ocurrira dos mil aos ms tarde. Pero si bien Scrates poda tener intercambios con los llamados filsofos presocrticos, no parece que haya profundizado en las materias que ellos investigaban, ms bien se refera a ellas con cierto desdn: Y no hablo despreciando semejante ciencia, si es que hay algn sabio en semejantes cosas deca en Apologa, 19 c. Si a los dichos de Scrates en el Fedn (96 a 100), se les asigna algn valor autobiogrfico, se puede llegar a conocer su experiencia personal con aquellos estudios, a los cuales dice haberse dedicado con pasin en su juventud, consagrndose a la investigacin de la naturaleza, pero que luego de un tiempo se alej de ella, pues era ms lo que desaprenda que lo que llegaba a saber, tema as quedar completamente ciego del alma, al mirar las cosas con los ojos y esforzarme en ponerme en contacto con ellas por medio de cada uno de los sentidos (Fedn, 99e). Los cargos de irreligiosidad imputados a Scrates tampoco parecen tener sustento. De acuerdo a lo que Jenofonte refiere en sus Recuerdos, Scrates practicaba los sacrificios propios de los rituales y observaba el respeto por la divinidad; tambin as lo podemos ver en dos ocasiones en el Fedro, primero cuando es advertido por su daimon1 de haber ofendido a Afrodita con su primer discurso sobre el amor (Fedro, 242) y al final del dilogo, cuando le agradece a la divinidad antes de emprender el regreso de vuelta a la ciudad y le ruega por la armona en su interior (Fedro, 279 b). Parecera entonces que los mviles que haba tras estos cargos perseguan otros fines. C. Eggers Lan cita a E.R.Dodds: Las vctimas incluan en su mayor parte a los lderes del pensamiento progresista en Atenas: Anaxgoras, Digoras, Scrates, casi con seguridad tambin Protgoras y posiblemente Eurpides.....queda por explicar por qu en este perodo un cargo de irreligiosidad era seleccionado como el medio ms seguro para suprimir una voz poco grata o para perjudicar a un opositor poltico....Era importante la influencia de la histeria en tiempos de guerra....Ofender a los dioses dudando de su existencia, o llamando

    1 Para los griegos el daimon es un ser intermedio entre lo divino y lo humano. Su equivalente en el mundo semita seran los ngeles. Scrates deca que su daimon interior le advierte aquello que no debe hacer, y se refiere especialmente a que no debe incursionar en asuntos polticos.

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    piedra al sol, era ya peligroso en tiempos de paz; pero en guerra era prcticamente traicin, porque la religin era una responsabilidad colectiva2. Y Scrates era esa voz poco grata que haba que silenciar. Poco amigo de los poderosos que detentaban el poder, crtico de los sofistas que haban copado la educacin de los jvenes de las familias influyentes y los discursos en los tribunales y la asamblea, no crea que la democracia, tal como estaba planteada, fuera un bien para la plis. A esto ltimo apuntaba la acusacin de Polcrates, que conocemos por los Recuerdos de Jenofonte, cuando sealaba que Scrates era culpable de enfrentar a los jvenes contra las leyes. En verdad, lo que Scrates denunciaba era la forma de eleccin de los magistrados basado en el sistema de sorteo3, dado que nadie elegira de ese modo a un flautista o a un carpintero, personas stas que, de equivocarse, menores daos causaran, comparados con los que podran ocasionar los gobernantes de la ciudad4. El suyo era un llamado a la conciencia de los ciudadanos para que se formaran debidamente en los asuntos pblicos y as resultasen electos los ms capaces. En la Apologa, Scrates critica a aquellos que se proclaman sabios y cobran importantes sumas de dinero a los jvenes ricos de la ciudad, cuando l no ha sido maestro de nadie y jams ha cobrado. Se est refiriendo al ser maestro en el sentido que lo entendan los sofistas y hacia ellos apunta su crtica, a los que en el Protgoras de Platn califica de mercaderes de almas. Scrates entiende su rol de maestro, como una misin divina, como una manera de vivir, que no puede darse a cambio de dinero, pues todo el beneficio de esta prctica recae sobre las almas dispuestas a recibirla. Por eso la figura de un Scrates sofista que dibuja Aristfanes resulta sorprendente. Para Scrates la retrica no da conocimiento, solo es persuasin relativa a la creencia y es un instrumento del cual se valen los hombres ms influyentes de la plis. Esa es su refutacin a la retrica como virtud, porque con ella tambin se puede persuadir a alguien a que cometa una injusticia, y para Scrates siempre ser mejor ser vctima de una injusticia que cometerla. Scrates volcaba en la palabra toda comunicacin de su saber, y ms precisamente a travs del dilogo, prctica que corresponde al mtodo dialctico como forma de expresin. Pero el dilogo que Scrates propona pona al desnudo a su interlocutor, que tan pronto se internaba en l, extraviaba el hilo de su discurso y terminaba contradiciendo los argumentos que hasta entonces haba sostenido5. Esto se advierte no solo en los dilogos platnicos, sino tambin en todos los que refiere Jenofonte. Un caso ilustrativo lo encontramos en su dilogo con Eutidemo, quin hasta su encuentro con Scrates estaba convencido de sus dotes para gobernar, pero termina la conversacin diciendo: Es evidente que mi propia estupidez me obliga a reconocerlo y voy pensando que para mi lo mejor sera callarme, pues probablemente no se simplemente nada6. En este testimonio parece haberse detenido Nietzsche, cuando en La Gaya Ciencia retrata a Scrates como Ese

    2 Citado por C. Eggers Lan en el Estudio Preliminar de la Apologa de Scrates de Platn, pg. 33. 3 Sistema por el cual el nombre del candidato al que le correspondiera una haba blanca que se extraa de una urna resultaba electo. 4 Jenofonte, Recuerdos de Scrates, Editorial Gredos, Libro I, pg. 26 y 27. 5 Asi se lo hace ver Adimanto al propio Scrates en La Repblica, Libro VI, 487 b. 6 Jenofonte, Recuerdos de Scrates, Editorial Gredos, Libro IV, pg. 169.

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    encantador de ratas, ese ateniense malicioso y enamoradizo que pona a temblar y a lloriquear a los jvenes ms seguros de s mismos.7 Scrates se oculta detrs de su yo no creo saber lo que no s (Apologa, 21 d). Precisamente en esta negacin se afirma su conciencia de filsofo, y su condicin de hombre sabio que tiene la certeza de que nunca ser posible apropiarse totalmente de la sabidura. En l todo es exagerado, buffo [bufo], caricatura, todo es a la vez oculto, lleno de segundas intenciones, subterrneo8, deca Nietzsche. Pierre Hadot hace al respecto una valiosa reflexin: El xito de Scrates en esta empresa de disimulacin ha sido tal que se ha enmascarado definitivamente para la historia. 9 All donde Platn encuentra el lmite de la palabra escrita, Scrates encuentra el de la palabra dicha, pues nada puede reemplazar a la experiencia ntima, solo a travs de la autognosis se llega al conocimiento. Es el Concete a ti mismo, que estaba inscripto en el orculo de Delfos y que Scrates incorpor como gua y precepto. En la Apologa, Scrates afirma que ha consagrado su vida a ir tras los hombres, dicindoles que no se preocupen tanto ni de sus cuerpos ni de sus fortunas, y que atiendan el cuidado del alma, pues de ah nace la perfeccin. Como el tbano hace con el caballo, Scrates sostiene que Apolo le ha encomendado la misin de mantener despiertos a los ciudadanos y siendo sta una prctica ordenada por el dios, no la ha abandonado desde que le fuera asignada (Apologa, 30 e). Con lo dicho hasta aqu no se ha pretendido dar por resuelto el enigma del Scrates histrico, del cual seguramente, la ltima palabra nunca ser dicha, por lo que todo nos devuelve a la pregunta inicial: podemos saber quin era realmente Scrates? Es posible a partir de la lectura de los dilogos platnicos, llegar a discernir qu discurso le pertenece y cual corresponde al Scrates-personaje platnico? Hoy ya parece debidamente probado que las concepciones de la inmortalidad del alma y de la escicin mundo sensible/mundointeligible, si bien han sido puestas en boca de Scrates, son ajenas a l y fueron tomadas por Platn de los pitagricos y de las tradiciones orientales. Por supuesto, Nietzsche no desconoca esta introduccin desde el mundo oriental al universo griego, por eso afirmaba que Scrates y Platn eran antigriegos, pseudogriegos 10, y que se ha pagado caro el que ese ateniense [Platn] fuese a la escuela de los egipcios 11. En efecto, las ideas de la inmortalidad del alma y de la separacin entre mundo inteligible y mundo sensible son totalmente contrarias a la tradicin histrica griega y a su visin del mundo. All encuentra Nietzsche el comienzo de la decadencia griega, el origen del transmundo, el repudio de la tierra y del cuerpo y la ruptura de la unidad del hombre con la physis, entendida como una integracin hombre-naturaleza-divinidad-cosmos: Yo intento averiguar de qu idiosincrasia procede aquella ecuacin socrtica de razn = virtud = felicidad: la ecuacin ms

    7 F. Nietzsche, La Gaya Ciencia, Ediciones Akal, pg. 249. 8 F. Nietzsche, El Problema de Scrates, en Crepsculo de los dolos, Alianza Editorial, pg. 45. 9 Pierre Hadot, Elogio de Scrates, Editorial Me cay el veinte, pg. 26. 10 F. Nietzsche, El Problema de Scrates, en Crepsculo de los dolos, Alianza Editorial, pg. 44. 11 F. Nietzsche, Lo que yo debo a los antiguos, en Crepsculo de los dolos, Alianza Editorial, pg. 139.

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    extravagante que existe y que tiene en contra suya, en especial, todos los instintos del heleno antiguo12. Pero lo que s queda para Scrates, porque es propio de su prctica, es la adopcin de la dialctica y sus efectos, donde Nietzsche ve hundirse irremediablemente al hroe trgico, que no entiende de ella, ni de sus especulaciones, ni de las relaciones de causa-efecto que ella construye. Y junto al hroe trgico, la que sucumbe es la tragedia misma, cuando se elimina de su escena el universo dionisaco. Para Nietzsche este ltimo golpe lo asesta Eurpides, a quin considera la mscara de Scrates, su heraldo. Sobre las ruinas de la tragedia, Nietzsche ve como despunta la nueva esttica socrtica segn la cual solo lo consciente es bello. Precisamente all, en ese hundimiento, encuentra a Scrates como un instrumento de la disolucin griega, un enemigo del instinto y de la vitalidad dionisaca, el aniquilador de la tragedia y con ella de la inmortalidad de los griegos, de su pasado ideal y su futuro13. Scrates ha sido, para Nietzsche, un gran malentendido, un gigantesco error que desde entonces ha extraviado a los hombres y los ha guiado hacia la decadencia. Pero en su concluyente juicio, Nietzsche est sealando no a un hombre, sino a un tipo humano que representa un modernismo ilustrado que irrumpe para oponerse a la manifestacin vital de la existencia, un domesticador del instinto creativo. Scrates ha encarnado ese tipo humano como la figura que ms ntidamente se recorta de aquel universo que le dio vida. Fundador de la civilizacin, l traz el surco ms profundo de aquella extraordinaria encrucijada que fue el siglo V en Atenas, a tal punto que al saber del mundo griego anterior le hemos dado el nombre de presocrtico. Con esto, ocurre lo mismo que con tantas otras cuestiones del pensamiento de Nietzsche, que habiendo sido dichas simblicamente se las ha ledo literalmente. Si tomamos al individuo histrico llamado Scrates que naci hacia el ao 470 a. de C. en Atenas, hijo de un escultor y de una partera y que muri en el ao 399 en la misma ciudad que nunca abandon, es lcito preguntarse cuanto hay en la vida de Scrates de aquello que, aunque paradjico, ms ha aclamado Nietzsche de la existencia. Nietzsche utiliza la expresin amor fati, que significa enamorarse de las circunstancias que a uno le tocan vivir, no como quin las padece resignadamente, sino como quin a partir de la experiencia del fatum, tiene la capacidad de ser dueo de s mismo y de sus circunstancias. Esto no es entregarse pasivamente a la fatalidad, esto es entender el destino desde una perspectiva vital como un principio activo que uno va construyendo y en el cual se va convirtiendo. Cuando leemos los Recuerdos de Scrates, este retrato de Jenofonte nos muestra a un hombre que se levantaba temprano por la maana, se ejercitaba en el gimnasio, y luego se diriga a la plaza a la hora de mayor concurrencia en el mercado, para hablar con todas clases de gentes, examinando

    12 F. Nietzsche, El Problema de Scrates, en Crepsculo de los dolos, Alianza Editorial, pg. 45. 13 F. Nietzsche, El Nacimiento de la Tragedia, Alianza Editorial, pg. 108 a 130 y el apartado Scrates y la tragedia, pg. 213 a 229.

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    incansablemente con ellas los aspectos ms profundos de la existencia y tambin las cuestiones que hacen a la vida pblica, a la justicia y a los asuntos de la plis. Un hombre que deca no necesitar nada, y en ello vea la clave de su libertad; que coma lo estrictamente necesario, que disfrutaba el caminar descalzo y se vesta con ropajes sencillos. Scrates se ha ejercitado en el dominio de s mismo y ha entendido la filosofa como una prctica de vida14. As, l mismo se compara con Aquiles (en Apologa 28b), quin an sabiendo que la moira (el destino) ha dispuesto su muerte seguida a la de Hctor, no duda en tomar en sus manos la venganza de su amigo Patroclo. Acepta su condena, descarta las posibilidades que se le presentan de evitar la muerte, porque l siempre ha guardado las leyes y advierte a sus acusadores, que dada su avanzada edad, bien podran haber esperado que muera naturalmente, y no arruinar la reputacin de Atenas con una sentencia que solo provocar el surgimiento de nuevas voces como la suya. Scrates ha vislumbrado esta tica heroica que implica ser dueo de s mismo y de ese modo fue al encuentro de su muerte, serenamente, tal como lo cuenta Platn en los ltimos tramos del Fedn. El Scrates moribundo se convirti en el nuevo ideal, jams visto antes en parte alguna, de la noble juventud griega: ante esa imagen se postr, con todo el ardiente fervor de su alma de entusiasta, sobre todo Platn, el joven heleno tpico15 reconoca Nietzsche. Como Herclito afirmaba en el fragmento 22 B 27: A los hombres que mueren les aguardan cosas que no esperan ni se imaginan, hacia el final de la Apologa, Scrates dice ignorar qu le espera en el Hades, quizs nada, y entonces sea como un plcido sueo del que nunca se despierta o quizs all tenga ocasin de conocer a los verdaderos jueces (marcando la diferencia entre estos y los que lo han condenado) Minos, Radamante y Eaco, adems de convivir con Orfeo y Museo, Hesodo y Homero as como con los hroes legendarios. La Apologa concluye con Scrates diciendo al tribunal: Pero ya es hora de marcharnos, yo para morir, ustedes para seguir viviendo. Quines avanzan hacia una realidad mejor, no es manifiesto a nadie excepto al dios. La vida de Scrates y su muerte han sido elegidas por l, como quin construye su destino y lo arroja hacia la eternidad. Implacable, aquel tbano an persiste, y desde entonces, contina descargando su indmita voluntad sobre la conciencia de los hombres. Guillermo Sucari

    14 En Jenofonte, Recuerdos de Scrates, Editorial Gredos, Libro II, pg. 59 se lee: A mi me pareca que con tales conversaciones impulsaba a sus seguidores a ejecutar el autocontrol sobre el deseo de comida y bebida, sobre la lujuria y el sueo, el fro, el calor y la fatiga 15 F. Nietzsche, El Nacimiento de la Tragedia, Alianza Editorial, pg. 118.

  • VOLUMEN 13 / SECCIN PENSAMIENTO SCRATES, DE RODOLFO MONDOLFO

    Se han seleccionado las pginas 13 a 33 correspondientes al Captulo 3 La existencia de Scrates, de la obra de Rodolfo Mondolfo: Scrates.

    3. La existencia histrica de Scrates. Vida y caractersticas

    He recordado anteriormente dos episodios de la vida de Scrates -su

    actitud en el proceso contra los estrategas de las Arginusas y su repulsa a los Treinta, que le ordenaban participar en la captura de Len de Salamina-, cuyo relato leemos en la Apologa platnica, 32b-d, pero cuyo carcter histrico no puede negarse, por cuanto, como lo ha sealado De Strycker2, su narracin se encuentra incluida en obras extraas a la literatura socrtica: Las helnicas, I, VII, 14 Y sig., de Jenofonte y la parte autobiogrfica de la Carta VII de Platn. De Strycker cita otro testimonio de carcter estrictamente histrico: el pasaje de la Anbasis, III, I, donde Jenofonte nos refiere la consulta que hizo a Scrates acerca del problema de su participacin en la empresa blica de Ciro. Estos datos histricos refutan por s solos la tesis de algunos crticos modernos que quieren reducir a pura leyenda o a creacin potica la figura de Scrates que la tradicin nos ha transmitido. 2 "Les Tmoignages historiques sur Socrate", en Mlanges H. Grgoire, Bruselas, 1950,t. 11.

  • En su forma ms extremada, la tesis ha sido presentada por E. Duprel3, quien sostuvo que Scrates era una mera ficcin literaria del nacionalismo ateniense de Platn y de los llamados socrticos, que habran inventado la existencia, la enseanza, las vicisitudes, la condena y la muerte del imaginario maestro para disimular con esa ficcin su propia esterilidad especulativa y para apropiarse de las doctrinas de los sofistas extranjeros: Protgoras, Gorgias, Prdico, Hipias. Otro crtico, Olof Gigon4 admite la existencia real de un tal Scrates, condenado a muerte por impiedad en el ao 399 a.c., pero sostiene que no fue un pensador cuyo nombre pueda pertenecer a la historia de la filosofa, y que Platn, Jenofonte, Aristteles y los dems autores que lo presentaron como filsofo y maestro se han servido de su nombre, as como hubieran podido utilizar cualquier otro, para llevar a capo la creacin literaria del ideal del sabio, tal como cada uno de ellos lo conceba, sin preocuparse en absoluto por la fidelidad histrica. Todos estos retratos, por lo tanto, perteneceran a la Sokratesdichtung y no existiran acerca del personaje testimonios histricos dignos de tal nombre, ni mucho menos acerca de su hipottica doctrina.

    Esta reduccin de la figura tradicional de Scrates a puro mito contradice los datos sealados por De Strycker, que documentan la existencia histrica de un ciudadano admirable y admirado por su justicia ejemplar y consejero a quien los jvenes consultaban en las contingencias decisivas de su vida; y contrasta an ms con el hecho histrico de las representaciones efectuadas en Atenas, durante la vida le Scrates, de comedias como las de Telclides, de Los aduladores de upolis (421 a.c.), del Connos de Amipsias (423 a.c.) y de Las nubes (423 a.c.), Las aves (414 a.c.) y Las ranas (405 a.c.) de Aristfanes. En todas ellas Scrates aparece vinculado a los sofistas y a Eurpides y como un pensador que en la comedia de Amipsias hace gala, frente a un coro de pensadores, de su sabidura y de su heroica continencia. En las dos ltimas de Aristfanes, al igual que en la de Telclides, se lo acusa ora de ser quien hace malograr la conciencia de lo trgico de Eurpides, ora de ser el verdadero autor de los dramas de ste; pero sobre todo se lo presenta en Las nubes como figura que es una perfecta caricatura del tipo de filsofo que investiga y disputa, lo cual prueba que como tal deba conocerlo todo el mundo en Atenas, y confirma, indirectamente, adems, la declaracin del Banquete de Jenofonte, segn la cual se lo apoda "el pensador". Por otro lado, el asiduo contacto de Scrates con los jvenes y sus continuas discusiones acerca de problemas jurdicos y polticos, morales y religiosos se hallan confirmados en forma indiscutible por la misma denuncia que determin su proceso y condena: imputaciones que pocos aos despus repite el libelo de Polcrates5 que a su vez suscita las reivindicaciones de Lisias, Iscrates y Jenofonte, junto a la de Platn.

    3 La lgende socratique et les sources de Platon, Bruselas, 1922 4 Sokrates, sein Bild in Dichtung und Geschichte, Berna, 1947. Por una senda crtica anloga ya se haban encaminado E. WOLFF (Platos Apologie, Berln, 1929) y H. KUHN (Sokrates: ein Versuch Ober den Ursprung der Metaphysik, Berln, 1934). 5 Tambin hay que mencionar la Vida de Scrates, de ARISTJENOS ( sta obra han quedado fragmentos recogidos por K. MUELLER en Fragm. hist graecorum, Pars, 1841-1883, 1. 11, p. 280 Y ss.), basada en parte en recuerdos personales del padre del autor, quien haba conocido a Scrates.

  • An por debajo de las deformaciones hostiles encontramos, pues, atestiguado por las interpretaciones malvolas mismas, el terreno firme de los datos histricos, esto es, la existencia y actividad real de un Scrates pensador y maestro, conocido como tal por todos en la Atenas de su tiempo. En lo que concierne a este punto fundamental podemos entonces aceptar como verdaderos otros datos biogrficos que nos ofrecen especialmente Jenofonte y Platn y reconstruir la vida de Scrates en sus lineamientos esenciales.

    Su nacimiento, acontecido en un barrio suburbano de Atenas debe situarse en el ao 470-469 a.C., puesto que al morir (399 a.C) tena 70 aos cumplidos. Hijo del escultor Sofronisco, cuyo arte aprendi y ejerci algn tiempo, y de Fenareta, una partera muy conocida, tuvo de su familia recursos sin duda modestos pero que permitieron adquirir la cultura tradicional de los jvenes atenienses de buena familia, cumplir con sus obligaciones militares como hoplita y dedicarse luego enteramente a la desinteresada misin de maestro, aunque a costa de abstinencias heroicas, como dice Jenofonte (Memor., 1, II), o de una infinita pobreza, segn dice Platn (Apol., 32)6.

    Desde su juventud parece estar en relacin con las ms notables inteligencias de su poca: los msicos Damn y Connos; el pintor Parrasio; Eurpides -a quien en Las ranas Aristfanes le reprocha que, por el trato con Scrates, pierda el sentido de la sublimidad de la Musa trgica, y en Las nubes lo acusa de hacerse escribir sus tragedias por ese chacarero de pretendida sabidura-. Tambin parece tener relaciones con Aspasia y todo el crculo de Pericles y muchos otros personajes prominentes; pero, en especial, con todos los sofistas que suelen actuar en Atenas. Acaso pueda aceptarse la tradicin -procedente de su contemporneo In de Quos y recogida por Digenes Laercio y por Simplicio- segn la cual en su juventud haba escuchado a Arquelao, discpulo de Anaxgoras; lo cierto es que Jenofonte afirma (Memor., I, I, 12 y ss., y VI, 14) que se haba familiarizado con los "antiguos" filsofos, y Platn le hace recordar en el Fedn, 96-97, su pasin juvenil por conocer la ciencia fsica y por hallar una solucin a los problemas naturales que lo atormentaban y su hondo inters en la doctrina de Anaxgoras, seguido por el desengao que le produjo la lectura del libro. Todo esto puede explicarnos la presentacin que hace de l Aristfanes en Las nubes, donde lo muestra suspendido en el aire contemplando el sol, esto es, preocupado por los problemas naturales. Pero en el Fedn, 99e, Scrates sigue diciendo que, al no encontrar en ningn naturalista una explicacin satisfactoria y al no lograr tampoco hallarla por s mismo, tom otro camino pensando que la solucin de los problemas no deba buscarse en los objetos del conocimiento sensible sino en los conceptos, y Jenofonte dice que su maestro siempre hablaba de cosas humanas. Por su parte, Aristteles comprenda ambos testimonios al declarar (Metaf, 987a-b) que Scrates no se ocupaba de la naturaleza sino de las cosas ticas, indagando los conceptos universales. De modo que las afirmaciones de Cicern (Tusc., V, IV, 10; Acad. post., 15), segn las cuales Scrates hizo

    6 En el proceso Scrates declara que podra pagar de su peculio slo la suma de una mina tica (436 g) de plata. Jenofonte (Econ., 11, 111) estima en cinco minas el total de los bienes de Scrates

  • descender la filosofa del cielo a la tierra, pueden acaso entenderse en el sentido de una sucesin de dos fases en su filosofar.

    Con esta interpretacin puede resolverse el problema planteado por muchos historiadores con respecto al comienzo de la misin de escrutador y purificador de inteligencias y conciencias que, en la Apologa, Scrates hace remontar a la respuesta negativa que la Pitia dio en Delfos a la pregunta formulada por su amigo Querefonte cuando inquiri si haba alguien ms sabio que Scrates.

    Cmo habra podido Querefonte plantear tal interrogante y la Pitia dar tal contestacin -se preguntaban muchos- si Scrates no hubiese sido ya famoso por el cumplimiento de su misin de maestro? Sin embargo, el problema puede resolverse sin tachar de ficticia la declaracin socrtica -que resultara ingenua por su carcter evidentemente contradictorio- pues Scrates presenta la respuesta de la Pitia como el hecho que determin, no el comienzo de su investigacin filosfica, sino el paso de los problemas de la naturaleza a los problemas del conocimiento y del hombre.

    La investigacin natural de Scrates -tal como aparece en el Fedn y como lo confirman las Memorables, I, I, 13 y ss.- constitua un planeamiento crtico por cuyo intermedio se llegaba a la conclusin de que la pretendida ciencia de los fsicos se resolva en una ignorancia real de las causas. Scrates debi ser conocido en Atenas por este planteamiento y por esta conclusin negativa acerca de la comprensin de la naturaleza pues en Las nubes todava se lo presentaba como naturalista, y esa fama ya ganada de crtico siempre insatisfecho puede explicar perfectamente la pregunta de su amigo Querefonte y la respuesta de la Pitia, la que adems poda saber, por el mismo Querefonte, que Scrates reprochaba a los naturalistas la falta de una explicacin finalista, o sea la negacin de una providencia divina. Pero la respuesta de la Pitia -que nadie era ms sabio que el mismo Scrates, que justamente reconoca su ignorancia- le plantea un nuevo problema y una nueva exigencia que ya no es la anterior indagacin naturalista: escrutar a los hombres para conocerlos y alentarlos a conocerse a s mismos y a ser mejores. "Desde entonces, de acuerdo con la voluntad de Dios, no he cesado de examinar a mis conciudadanos y a los extranjeros que considero sabios; y si me parece que no lo son, voy en ayuda del Dios revelndoles su ignorancia." (Apol., 23 b.)

    De todos modos, debe suponerse que Scrates da comienzo a esa misin purgativa de los espritus -cuya fecha el relato de la Apologa no permite determinar- antes de los 38 aos pues cuando en la batalla de Potidea (432 a. C.) salva a Alcibades herido (cf. Banq., 262 y sigs.), ya haca tiempo que ste era su discpulo y amigo y, segn el Alcibades primero, 103 y 105, Scrates habra tardado varios aos en cumplir con l la misin que ya haba cumplido con otros, a la espera de que estuviera espiritualmente maduro y dispuesto.

    Convencido, en efecto, de que deba cumplir una misin de escrutador de conciencias y estimular a todos a efectuar su propio escrutinio, Scrates se diriga -en los gimnasios, en el gora, en las calles, en los banquetes, en cualquier parte- a cada uno, sin hacer distinciones de clase, oficio o edad; a polticos y sofistas, a poetas y artistas, a soldados y artesanos, a jvenes y ancianos, a extranjeros y conciudadanos (Apol., 30 a), pero, segn un concepto que se repite muchas veces en Platn (Alcib. pr., teet., etctera), una intuicin instintiva, que l consideraba

  • inspirada por el daimon siempre presente en su interior, le revelaba quin estaba dispuesto a aprovechar su conversacin y quin no, y as se guiaba en la seleccin de los discpulos. Debemos distinguir, pues, entre interlocutores ocasionales y discpulos; con todos Scrates trata de realizar su escrutinio, pero slo algunos de ellos se convierten en compaeros asiduos o en discpulos. Son, por cierto, personas de situacin, ndole y criterio intelectual muy diversos que luego se convierten, unos, en polticos, como Alcibades, Critias, Crmides; otros, en militares e historiadores, como Jenofonte; otros, en filsofos fundadores de escuelas socrticas: Antstenes, fundador de la escuela cnica; Aristipo, de la cirenaica; Euclides, de la megrica; Fedn y Menedemo, de la eleoertrica; Platn, de la Academia; adems de Esquines de Esfeto, el discpulo ms fiel, Simias y Cebes, ex pitagricos, etctera. Pero, mientras los discpulos que pueden y saben comprender la grandeza y nobleza espiritual del maestro le profesan una veneracin que se acrecienta en el andar de los aos, el comn de los examinados a quienes Scrates hace patente su inconsciencia e ignorancia, recela de l y le guarda rencor. Y a veces algn discpulo rebelde, como Alcibades, obligado a avergonzarse, se siente impulsado a rehuirlo y hasta a desearle la muerte, pero al mismo tiempo tiene conciencia de que si eso ocurriera experimentara el ms agudo dolor. (Banq., 216a-c.)

    Sin embargo, a muchos otros slo les queda una enemistad incomprensiva y rencorosa; y sobre ese fondo general de incomprensin popular, de sospechas y resentimientos -expresados tambin en la presentacin hostil que de Scrates ofrecen los cmicos, especialmente Aristfanes- actan las pasiones polticas exasperadas por el derrumbe del imperio ateniense y la guerra civil entre oligarcas y demcratas. La opinin pblica le reprocha a Scrates que entre sus discpulos figure un responsable de grandes desastres ciudadanos, como Alcibades; los peores entre los Treinta Tiranos, como Critias y Crmides; laconfilos como Jenofonte y Platn. No importa que en las batallas de Potidea (432 a.C.), Delio (424 a. C.) y Anfpolis (42] a. C.) Scrates haya cumplido con ms valenta que otros su deber con la patria y haya merecido que el general Laquetes declarara que si todos se hubiesen comportado como l ]a victoria habra sido de los atenienses. En defensa de la ley y de la justicia, Scrates se haba negado -solo, y arriesgando la vida- a ceder, tanto a las imposiciones del furor popular en el proceso contra los estrategos de las Arginusas (411 a. C.), como a la orden de los Treinta de arrestar a Len de Salamina (404 a. C.); pero e] pblico acaso ignorara el segundo episodio y si recordaba el primero lo interpretaba quiz como expresin de un espritu antidemocrtico en grado no menor que la crtica a instituciones tales como el sorteo de magistrados o la atribucin a todos de facultades polticas.

    Con razn deca Scrates que si hubiese participado en la actividad pblica y en sus contiendas, l, que era irreductible opositor a toda accin injusta o ilegal, habra perdido la vida haca tiempo (Apol, 32d y sigs.), pues en la guerra o en cualquier otra ocupacin su lema era igualmente cumplir con su deber, atendiendo slo a la justicia o injusticia de lo que haca y sin preocuparse por la muerte ni por nada y s slo por la vergenza (Apol., 28b-d). Por otra parte, no slo la voz interior de su daimon le vedaba entregarse a la vida pblica, sino que adems la actividad poltica no le habra permitido el cumplimiento de su misin, en la que

  • vea la ejecucin de un mandato divino y su verdadero aporte al bien de la ciudad. "Nunca en mi vida me he concedido reposo en el esfuerzo por aprender, sino que, descuidando lo nico que la mayora cuida -el dinero, el hogar, el ser estratega o caudillo y dems magistraturas, y las conjuraciones y sediciones ciudadanas...- no me met en las cosas en que no cre que pudiera ser til ni a vosotros ni a m mismo, sino que siempre acud all donde poda aportar el mayor beneficio, acercndome en privado a cada uno y tratando de convencer a cada uno de vosotros de que se preocupara por s mismo antes que por sus intereses, a fin de llegar a ser ms bueno y ms sabio; [por el mejoramiento espiritual] de su ciudad antes que por los bienes materiales de sta." (Apol., 36b-c.) "Debido a esta tarea, no tuve posibilidad de hacer nada digno de consideracin, ni en los asuntos pblicos ni en los privados, de manera que vivo en pobreza infinita por servir al Dios." (Ib., 23 b.) Mientras tanto, al rencor de aquellos a quienes l mismo haba hecho avergonzarse se agregaba el de otros hombres examinados por muchos discpulos que se complacan en imitarlo. "Y as resulta que los examinados por ellos se encolerizan conmigo, no con ellos mismos, y dicen que hay un tal Scrates, hombre perverso, que corrompe a los jvenes." (Apol., 23c-d.)

    Scrates no se preocupaba por la tormenta que iba condensndose sobre su cabeza; segua cumpliendo la misin que a su juicio le haba sido confiada por el Dios, con la misma imperturbable serenidad con que a veces se pona a reflexionar en algn problema, insensible a las contingencias circunstantes, al fro, al hambre, al cansancio, como cuando -segn refiere Alcibades, Banq., 220c-d- en Potidea permaneci todo un da y una noche de pie e inmvil, concentrado en sus pensamientos, hasta que al salir el sol rez sus oraciones y se march.

    Pero en el ao 399 a. C. la tormenta se desencadena. Tres ciudadanos -Meleto, poeta; Licn, orador; y nito, mercader y poltico influyente por haber sido compaero de Trasbulo en la expulsin de los Treinta Tiranos- se convierten en portavoces de las sospechas y de la hostilidad ya difundidas y denuncian a Scrates acusndolo de corromper a la juventud, de negar a los dioses patrios y de introducir nuevos seres demnicos. Pena pedida: la muerte. De acuerdo con la Apologa platnica -sin duda sustancial mente fiel-, en el proceso Scrates centra su defensa en el relato de su vida y del apostolado que despus de la respuesta de la Pitia se impuso como deber sagrado. As como nunca abandon el puesto que le asignaron en la guerra los magistrados, jams abandonar dice- la misin que le asign el Dios: "Y aun si me dijeseis: Scrates..., te libertamos a condicin de que no contines... filosofando; de lo contrario... morirs..., os contestara: Mis queridos atenienses, os quiero y os amo, pero obedecer al Dios antes que a vosotros y en tanto tenga aliento no cesar de filosofar y de amonestar y aconsejar a vosotros y a cualquiera de vosotros a quien tenga ocasin de hablar." (Apol, 29c-d.) "Y, me absolvis o no, no har otra cosa ni aun cuando me exponga a morir mil veces." (lb., 30 b-c.)

    Afirmaciones como stas contribuyen sin duda a que se lo declare culpable y -como segn la ley ateniense l mismo debe proponer una pena- manifiesta entonces que no merecera ninguna, ni de destierro, ni de crcel, ni de otra ndole, sino recompensa y honra pblicas por haber tratado siempre de beneficiar a todos, exhortndolos a mejorar su alma y su ciudad, pero que si se le quiere imponer una multa pagar lo poco que puede dar de su bolsillo, ms lo que le ofrecen sus

  • discpulos. Los jueces, irritados, votan por mayora la pena de muerte, pero Scrates les advierte que lo ms difcil no es rehuir la muerte, sino la maldad, y que para verse libre de todo reproche no hay que tapar la boca a los acusadores, sino mejorarse a s mismo. Y a la minora que vot su absolucin le dice, para su consuelo, que la muerte, ya sea anonadamiento del ser, ya ingreso en otra vida inmortal, no es un mal y que no hay males para el hombre bueno, vivo o muerto; por lo cual pide que se trate a sus hijos como l trat a sus conciudadanos: corrigindolos y estimulndolos a ser virtuosos. Y concluye: "Ya es hora de que vayamos, yo a morir, vosotros a vivir. Quin es el que va a mejor suerte a todos est oculto, excepto al Dios." (Apol., 42.) Semejante elevacin moral demostrada por Scrates durante el proceso se reafirma en el intervalo entre la sentencia y la ejecucin, para lo cual debi esperarse el retorno de la nave sagrada que haba partido con destino al santuario de Delos. Durante los treinta das de espera, Scrates, en la crcel y con cadenas en los pies, continu conversando filosficamente con sus discpulos y amigos. En la vspera del arribo del barco, Critn le anuncia: "Maana tendrs que morir." "En buena hora -contesta-; si as lo quieren los dioses, as sea." Critn le suplica entonces que acepte la fuga que los amigos han preparado y que no se traicione a s mismo, ni traicione a los hijos y a los amigos rechazndola, pero Scrates contesta que lo nico que importa es vivir honestamente, sin cometer injusticia ni siquiera para retribuir una injusticia recibida. Y le plantea el problema: "Si en el momento de la huida las leyes se me presentaran y me preguntasen si sustrayndome a su mandato quiero malogradas y cometer la mayor impiedad contra la patria, qu podra yo contestarles?" Critn debe darse por vencido, y Scrates concluye: "Basta, pues, Critn, y vamos por el camino por donde el Dios nos lleva."7

    A la maana siguiente vuelven los amigos y la conversacin recae en el tema del destino del alma. Scrates, sereno ante la emocin de los discpulos, trata de convencerlos de que, para los buenos, la muerte es el comienzo de otra vida mejor; y en las alternativas del dilogo, especialmente en el momento dramtico en que algunas objeciones de Simias y de Cebes parecen estar a punto de derrumbar la construccin levantada, Scrates, tranquilo y sonriente, las examina parte por parte, devuelve la confianza a los perturbados y termina exhortando a todos a que acepten serenamente el llamado del destino.8 Llega el carcelero despus del ltimo saludo de Scrates a su mujer Jantipa y a sus hijos y, emocionado, trae el veneno (cicuta). Scrates, imperturbable, toma el vaso, lo vaca de un trago y dice a los amigos que sollozan: "No, amigos; hay que concluir con palabras de buen augurio: permaneced, pues, serenos y fuertes". Cuando empez a sentir los efectos del veneno, se acost, le record a Critn que deban un sacrificio al dios Asclepio, y poco despus estaba muerto. "As -le hace decir Platn a Fedn- muri nuestro amigo, el hombre, podemos decir, mejor y ms sabio y ms justo de cuantos conocimos." y estas mismas palabras repite Platn en su propio nombre al recordar a Scrates en la Carta VII.

    Pero si bien Platn expresa en esa forma inequvoca su juicio y el de sus compaeros contra la sentencia que conden como peligroso para su ciudad al

    7 Cf. PLATN, Critn 8 Cf Platn, Fedn.

  • mejor y ms justo de los hombres, la historiografa moderna, a partir de Hegel, ha planteado el problema de la legitimidad de tal sentencia y ha tratado a veces de justificada desde el punto de vista de la razn de estado, superior al rencor de aquellos a quienes refutaba y a la hostilidad que los poetas cmicos y el vulgo sentan hacia quien para ellos personificaba la sospechosa investigacin, tanto de los naturalistas tipo Anaxgoras, como de los sofistas tipo Protgoras. El tribunal, como conciencia oscura del estado ateniense, haba intuido que la accin de Scrates haca peligrar los fundamentos tradicionales, polticos y religiosos de la polis al socavarlos con su crtica racionalista.

    Platn mismo -seala De Sanctis9- destaca en La repblica, 538 c-539 b, tales peligros al observar que "hay principios, en torno de lo justo y lo injusto, en que hemos crecido desde nios, acostumbrndonos a obedecerlos y honrarlos", pero que si a un joven se le refutan repetidas veces las convicciones que ha recibido de las leyes se le hace pensar que lo que honraba no es bello, ni justo ni bueno, es inevitable que no siga honrando y obedeciendo los principios recibidos, sino que "se convierta en trasgresor de la ley, de fiel observador que era". Dada esa peligrosa ndole de la dialctica, Platn pide gran cautela en su uso, del cual hay que mantener alejados a los jvenes, pues de otro modo se aficionan a las discusiones por s mismas y se acostumbran a contradecir y a deshacerlo todo. Adems, agregan algunos crticos modernos, con su ejemplo Scrates enseaba a los jvenes a despreocuparse de la vida pblica y de los problemas de la ciudad para preocuparse slo por su propia vida interior; y como, por el contrario, el estado consideraba la participacin en las asambleas y magistraturas un deber de los ciudadanos Y no slo un derecho, la influencia negativa de Scrates haca que ste necesariamente pareciese un corruptor. Y, en fin, dado el vnculo entre la vida de la polis y la religin ciudadana, Scrates, que quera sustituir esta ltima por otra fe, se converta, innegablemente, en reo de impiedad. Sin embargo, Scrates estaba tan lejos de querer socavar las creencias religiosas tradicionales que nunca las hizo objeto de discusin, y es un sofisma decir que de esa manera las negaba y las anulaba an ms que quienes tenan la audacia de discutirlas10. Adems, Scrates acostumbraba cumplir las formas del culto, rezar su oracin matutina al sol, ofrecer sacrificios a los dioses, pedir y hacer pedir al orculo dlfico -en circunstancias crticas- inspiracin para su propia conducta y para la ajena. Por cierto que este respeto al culto patrio no significaba, como parece creer Jenofonte, aceptacin lisa y llana de las creencias politestas, pues, al contrario, todas las manifestaciones divinas particulares se unificaban para Scrates en una fuente nica, inteligencia y providencia universales, Dios presente en el mundo y tambin -segn la expresin usada por Epicarmo y Anaxgoras- presente en nosotros, presente como el alma personal y como el daimon interior al que Scrates atribua su inspiracin en momentos decisivos.

    Por otro lado, si bien Scrates no participaba constantemente en la vida poltica, no slo cumpla con su deber de soldado y magistrado toda vez que le corresponda, sin tener en cuenta los peligros; tambin crea cumplir una misin

    9 Storia dei Greci, ed. Cit., t. Ll, p. 480 y ss 10 Storia dei Greci, ed. Cit, t. ll, p. 492.

  • pblica sagrada al ejercer su apostolado de despertador de conciencias que estaba -segn seala Jaeger en Paideia, II, p. 55 Y ss.- al servicio de una educacin "poltica" y trataba una abundante temtica poltica. Y a tal servicio sacrificaba Scrates todo inters personal y familiar.

    Adems, su crtica a ciertas leyes e instituciones que le parecan contrarias al bien del estado no slo no obedeca, como lo destaca Jaeger, a consideraciones de partido -y bien lo saba Critias, que en nombre de los Treinta quiso prohibir su enseanza-, sino que tampoco disminua su profundo respeto a la majestad de la ley que le hizo rechazar la fuga y sacrificar su vida en el altar de las leyes.

    Tampoco es exacto que fuese enemigo de la democracia.11 Su exigencia de que los magistrados fuesen capaces y tuviesen la preparacin necesaria y la crtica que formulaba al sistema de sorteo no implicaban que reclamase leyes aristocrticas de privilegio, sino un llamado a la conciencia de los polticos que deban considerar el ejercicio de las magistraturas como una misin comparable a la del mdico y a la del piloto o a la de cualquier otro especialista, actividades todas que exigen conocimientos e idoneidad. No eran, pues, una negacin de la democracia, sino la exigencia de perfeccionada para que efectivamente estuviese al servicio del bien pblico.

    El espritu democrtico de Scrates se manifestaba tambin en la valoracin del trabajo, por la cual-en oposicin a los prejuicios aristocrticos y al desprecio de las clases superiores y de los intelectuales por los trabajadores- se complaca en recurrir a menudo a la sentencia de Hesodo: "el trabajo no es vergenza; el ocio s es vergenza". Y en conversaciones que refiere Jenofonte -pero que por cierto traducen un genuino pensamiento de Scrates, puesto que Jenofonte se inclina espontneamente hacia el punto de vista aristocrtico y es uno de los tpicos menospreciadores del trabajo-, Scrates no slo repite con Hesodo, Epicarmo y Prdico que el trabajo es el precio al que los dioses nos venden los bienes y la conquista de la aret, sino que adems afirma la dignidad moral del trabajo, aseverando que para los hombres y las mujeres libres no es ninguna deshonra ejercer un oficio manual; antes bien, slo a condicin de trabajar y de no ser parsito se puede llegar a ser sabio y justo .

    Estas ideas se transmiten sobre todo a Antstenes y a los cnicos pero, asimismo, ejercen su sugestin en Jenofonte y en Platn mismos quienes, precisamente por influencia de Scrates, contradicen a veces su propia orientacin aristocrtica por la cual fueron incluidos entre los mayores

    11 MAGALHES VILHENA, V. DE, Socrate et la lgende platonicienne Pars 1'11 'lOS Universitaires de France, 1952, ha desarrollado en la forma ms amplia y docta la tesis de la orientacin antidemocrtica de Scrates -del Scrates platnico, que coincidira, sin embargo, con el Scrates del libelo de Polcrates en su carcter de inveterado odiador del demos (misdemos) leader Intelectuel lnconteste et Incontestable de la raction aristocratique au moment aigu de la dmocratie triomphante, celui qui tut son hraut au dbut dll di rnl r sursaut de grande allure de I'aristocratie athnienne chancelante" (p. 222), Lamento no poder detenerme en un examen analtico y en una discusin como los que el libro de Magalhaes Vilhena merecera pues los lmites de mi ensayo me obligan a ceirme a una rpida indicacin de los datos en que pueda apoyarse mi tesis contraria.

  • responsables de la difusin posterior del desprecio al trabajo12. Scrates tambin honraba el trabajo porque reconoca en l una actividad educadora que crea conocimientos e implica la conciencia de lo que se hace y de por qu se lo hace. Entre sus muchos examinados, los nicos que entendan lo referente a su propio oficio -dice en la Apologa, 22d- eran los artesanos, cuya sabidura, empero, se nublaba cuando pretendan salir del terreno de su competencia. Acaso por esta funcin cognoscitiva del trabajo, a Scrates le agradaba, en sus investigaciones conceptuales, partir de ejemplos propios de artesanos; por eso Critias, cuando quiso impedirle que actuara como maestro, le orden abstenerse "de los zapateros, los herreros, los vaqueros, etctera13" vale decir, de los temas y de los ejemplos que en sus dilogos prefera.

    En esa honra directa e indirecta al trabajo, no menos que en la exigencia del dilogo, que reconoce la libertad de pensamiento y de expresin y la quiere para todos, Scrates se nos muestra profundamente democrtico; y an cuando puede parecer excesivo decir "que personificaba el espritu de la democracia ateniense"14, hay que reconocer que es un defensor de la "democracia de la competencia"15. Por cierto que sta, en tanto gobierno de los mejores, puede llamarse aristocracia16 en el sentido etimolgico de la palabra, pero Scrates es, sin duda, como lo declara G. de Sanctis17, "democrtico de alma, aun cuando adversario, en parte, de tal o cual institucin de la democracia ateniense de su tiempo".

    No es aceptable, pues, la justificacin histrica de su condena como defensa legtima de la polis democrtica.

    12MONDOLFO, RODOLFO, La comprensin del sujeto humano en la cultura antigua, Buenos Aires, Imn, 1955, parte IV, cap. 11; SCHUHL, P. M., Machinisme et philo~ophie, Pars, Alcan, 1938, y L'oeuvre de Platon, Pars, Hachette, 1954, tr. espl.fola: Buenos Aires, Hachette. 13Cf. Memor., 1, 11,37. Tambin Clicles -Gorg., 491 a- le reprocha: "Por todos los dioses! No sabes hablar sino de zapateros, cardadores, cocineros, mdicos, como si fuese se el tema de nuestra discusin"; y Alcibades -Banq., 221 e- reconoce: "siempre habla de asnos de carga, herreros, zapateros, curtidores", etctera. 14 Cf. LOMBARDI, F., "II discurso socrtico", en Rivista di Filosofia, Turn, Julio de 1954, p. 274 15 Cf. SEMERARI, G., "II principio del dialogo in Socrate" en Giornale critico della filosofia italiana, Roma, 1953, p. 455. ' 16 As la llama G. GALLI, Sul pensiero di Carlini ed altri saggi, Turn, Gheroni, 1950, p 83 17 Storia dei Greci, ed. cit., t. II, p. 482. Puede recordarse, adems, que NIETZSCHE en La voluntad de dominio consider a Scrates representante de lo derechos de la democracia que, al rebelarse contra la tradicin aristocrtica ,habra producido la decadencia y disolucin del mundo helnico.

  • 4. El problema de Scrates y las condiciones para su solucin Scrates no escribi nada, o slo unos versos, compuestos segn el Fedn, 60d y 61 b, en sus ltimos das de crcel. Este abstenerse de la enseanza escrita suele explicarse con el motivo que Platn le hace enunciar en el Fedro, 275d y sigs.: la escritura es como la pintura, cuyas imgenes estn presentes ante nosotros como personas vivas, pero que si las interrogamos callan majestuosamente, as, el discurso escrito no sabe dar explicaciones, si alguien las pide, ni defenderse por s mismo, sino que necesita siempre la intervencin de su padre. A este motivo -el nico que suele citarse- el Fedro asocia otro: el discurso escrito se ofrece igualmente al entendido y allego, sin saber a quin debe hablar y a quin no, como un agricultor que esparce las semillas al acaso, en cualquier tiempo y lugar.

    Pero el motivo ms esencial aparece en otros dilogos platnicos, cuando en la misma enseanza oral Scrates evita los discursos largos que slo permiten al discpulo una pasiva funcin de oyente. La forma propia de la enseanza socrtica es el dilogo en donde el maestro pregunta ms que contesta, excita la reflexin activa del discpulo y provoca su respuesta obligndolo a buscar para descubrir; o sea: es un despertador de conciencias e inteligencias, no un proveedor de conocimientos. Por este carcter peculiar, el magisterio socrtico exiga el dilogo viviente y libre y no poda ejercerse mediante obras escritas18; y por eso su transmisin a la posteridad slo pudo efectuarse a travs de testimonios ajenos, de discpulos y adversarios.

    Pero no slo amigos y enemigos nos ofrecen de l imgenes opuestas entre s, sino que, adems, los mismos discpulos reproducen el pensamiento del maestro cada uno segn su manera particular de entenderlo, y esas maneras son muy diferentes en Jenofonte y en Platn, en Antstenes y en Aristipo, en Euclides y en Esquines, etctera. De los dos testimonios principales, Jenofonte y Platn, el primero -segn la crtica de Joel, H. Maier, Burnet y Taylor, etctera, y por comn consentimiento- parece incapacitado para reflejar la altura espiritual del maestro y documenta, adems, en sus obras socrticas (Banquete, Econmico, Apologa, Memorables), carencia de escrpulo histrico al atribuir al maestro conocimientos especiales (de agricultura, de las costumbres blicas de los pueblos del Asia, etctera) que l mismo haba adquirido gracias a sus experiencias personales. En cambio, Platn eleva la filosofa de Scrates por encima de la realidad histrica, expresando por boca de ste en todos sus dilogos -con excepcin del Timeo y de Las leyes-las doctrinas propias, incluso la de las ideas, sin distinguir las posiciones respectivas; y el recurso de acudir a Aristteles, habitualmente utilizado para tal distincin, resulta inadecuado por insuficiencia de datos y parcialmente invalidado por la imputacin de inexactitud histrica hecha por la crtica moderna a los testimonios aristotlicos19. 18 Con esta interpretacin parece coincidir W. JAEGER cuando sostiene que Scrates no quiso escribir nada porque vivi entregado por entero a su misin: "lo cual indica cun fundamental era para l la relacin de lo hablado con el ser viviente a quien en aquel momento se diriga". (Paideia, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1942-45, t. 11, p. 16-18.) 19Acerca de la valoracin histrica de los testimonios de Jenofonte, Platn y Aristteles sobre Scrates existe una amplia bibliografa crtica, para la cual remito a las obras de MAGALHAES VILHENA mencionadas en el texto. En la primera de ellas vanse

  • De este modo se plantea el problema de Scrates, o sea el de la reconstruccin histrica de su pensamiento, problema que ha ido profundizndose a partir del primer planteamiento efectuado por Schleiermacher. Sus dificultades, que han sido y siguen siendo a la vez estmulo y tormento para los historiadores, pueden inferirse del examen concienzudo y detallado que del tema hizo V. de Magalhaes Vilhena20. En otra oportunidad21 he recordado lo que a principios de siglo deca V. Brochard en su ensayo L'oeuvre de Socrate22: "Mucho se ha escrito acerca de Scrates y lo mismo ocurrir en el futuro. La fisonoma de Scrates, por la misma incertidumbre e insuficiencia de nuestros medios de conocimiento, no dejar jams de tener para todos los investigadores el atractivo de un enigma que exige interpretacin; y sin duda la ltima palabra acerca de este problema nunca habr de decirse". Comentaba yo entonces que sta era una previsin fcil -cumplida hasta ahora y destinada a realizarse an en el porvenir- que podra interpretarse tambin como una confesin de la inutilidad del trabajo de los historiadores para descifrar un enigma que nunca ser resuelto de modo decisivo; pero, an cuando un problema histrico no admita solucin definitiva, a los historiadores les queda sin embargo una tarea: lograr una solucin ms satisfactoria que las presentadas hasta entonces y que ofrezca otra base para progresos ulteriores.

    Magalhaes Vilhena acepta esta opinin, pero observa que no es slo ste el problema: "No basta con registrar los fracasos y querer ir adelante. Hay que plantear otro problema previo: el del motivo de estos fracasos..., de la fuente de las contradicciones... Debemos desatar las imgenes diferentes en su misma diversidad, porque cada una nos ofrece una cara de Scrates que se consider verdadera, y tal fue en cierto modo..., por haber desempeado un papel histrico que no puede desconocerse"23 Lo cual coincide esencialmente con lo que escrib en otra ocasin; esto es, que los rasgos con que cada discpulo vea y dibujaba-a su maestro son los que han ejercido influjo en el mismo discpulo y, en consecuencia, en el desarrollo de la filosofa griega; pertenecen a la historia del

    especialmente los captulos: "Platn et le Socrate historique", "Xnophon et le Socrate historique", "Aristote et le Socrate historique", "Les textes socratiques d'Aristote". En lo que respecta a la general inexactitud histrica de los testimonios de Aristteles, el libro de MAGALHAES VILHENA contiene tambin un captulo: "Aristote et I'histoire e la philosophie"; pero las obras fundamentales al respecto son las de H. CHERNISS, Aristotle's Criticism of Presocratic Philosophy, Baltimore, 1953, y Aristotle's Criticism of Plato and the Academy, Baltimore, 1944 (tomo 1I en preparacin). Adems, en la eliminacin de Aristteles como testigo histricamente vlido con respecto a Scrates, ya coincidan H. MAIER, J. BURNET y A. E. TAYLOR. 20 En dos obras: Le probleme de Socrate. Le Socrate historique et le Socrate de Platn y Socrate et la lgende platonicienne, Pars, Presses Universitaires de France, 1952. MAGALHAEs VILHENA anuncia la prxima publicacin de otro trabajo sobre el tema: Aristophane et le Socrate historique. 21 Moralistas griegos, Buenos Aires, Imn, 1941; captulo sobre Scrates. 22 tudes de philosophie ancienne et de philosophie moderne, Pars, Alcan, 1926; tr. espaola: Estudios sobre Scrates y Platn, Buenos Aires, Losada, 1940. La misma opinin expresa A. BANFI -Socrate, Miln, 1944, p. 519- un tentativo di esposizione e di interpretazione socratica rimane sempre un'ipotesi". Tambin ADOLFO LEVI-"Sul pensiero di Socrate", en Studi di filosofia .greca, Bari, Laterza, 1950- recuerda la declaracin de un especialista en estudios socrticos "ogni volta che si ritorna sul problema socratico lo si trova piu difficile di prima" (p. 217). 23 Le probleme de Socrate, ed. cit., p. 10 y ss.

  • socratismo24 y deben tener su origen en la misma personalidad y accin del maestro. Pero al mismo tiempo debemos destacar que la crtica reciente -segn lo seal Caloger25- tiende a considerar los contrastes entre nuestras distintas fuentes relativas a Scrates menos irreductibles que lo que le parecieron a la crtica anterior, y a reconocer, ms bien, que estas presentaciones diferentes ofrecen rasgos comunes o susceptibles de combinarse en mutua armona. De manera que desde hace algn tiempo parece que nos hemos encaminado hacia una interpretacin ms adecuada, sobre todo porque se ha abierto camino la certidumbre de que la interpretacin del pensamiento socrtico no puede separarse del significado de su vida y de su accin histrica. La filosofa ha sido para Scrates el mvil de su existencia, de su actuacin y de su sacrificio supremo; y la reconstruccin de su pensamiento debe explicar tal consagracin de toda una vida a costa tambin de la muerte; debe explicar el influjo espiritual ejercido en discpulos tan diferentes como Platn y Jenofonte, Antstenes y Aristipo, Euclides y Alcibades, Fedn y los ex discpulos de Filolao, etctera; debe explicar esa devocin despertada en todos ellos, que, en lugar de borrarse con la condena del maestro, parece sacar de su muerte impulso para la exaltacin de su memoria en la llamada literatura socrtica26.

    Si la reconstruccin no logra explicar esas circunstancias no es satisfactoria y, por lo tanto, se condenan por s mismas aun interpretaciones de historiadores valiosos como Brochard o Gomperz o De Ruggiero, quienes nos presentan un Scrates que slo sabe hacer crtica demoledora o teorizar una tica estrechamente utilitarista.

    El Scrates de Brochard, en efecto, a pesar de todo el afn de definicin cientfica de los conceptos que lo acucia, tiene conciencia de su incapacidad para salir de la esfera de una crtica puramente .negativa, y aun cuando afirma la identidad entre virtud y ciencia la concibe como un clculo de los provechos materiales y sensuales, lo cual Brochard mismo define como "une conception terre--terre de la moralit". Anlogamente Gomperz27, pese a que admite en Scrates la exigencia de armona interior y unidad de carcter como condicin de felicidad, interpreta como utilitarismo el eudemonismo socrtico; un utilitarismo que quiere, segn Gomperz, sustituir el imperativo de los mandamientos no susceptibles de una demostracin inmediata por el indicativo de intereses humanos innegables, insistiendo en las ventajas prcticas groseras y palpables ms que en las delicadas y ocultas. Y De Ruggiero, por otra parte, se niega a reconocer en la actividad de Scrates un apostolado de la ciencia porque no habra tenido una doctrina para predicar al mundo, sino slo un mtodo de duda28. Y los ejemplos podran multiplicarse. Pero con semejantes interpretaciones del pensamiento socrtico resultan inexplicables su vida y su accin histrica, que son 24 La comprensin del sujeto humano en la cultura antigua, ed. cit. Vase en la parte III, cap. III, las pginas sobre Scrates. 25"Socrate", en Enciclopedia Italiana 26 Cf. H. MAIER, Sokrates, Tubinga, 1913; p. 106 y ss., W. JAEGER, Paideia, ed. cit., t. II, p. 18. 27 Grechsche Denker, t. 11, cap. IV, pargrafo 3; tr. francesa: Pars, Alcan; tr. italiana: Florencia, La Nuova Italia; tr. espaola: Buenos Aires, Guarania. 28 Cf. La filosofa greca, en Storia della filosofa, Bari, Laterza, 1934, vol I.

  • los datos concretos de donde -a falta de expresiones directas que nos documenten su pensamiento genuino- es preciso partir, para de ellos tratar de retroceder a sus fuentes, es decir, al espritu de Scrates manifestado en su enseanza.

  • VOLUMEN 13 / SECCIN PENSAMIENTO