El Gobierno Representativo Stuart Mill

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  • EL

    GOBIERNO REPRESENTATIVO POR

    JOHN STUART MILL

    V E R T I D O A L C A S T E L L A N O E N V I S T A D E L A L T I M A E D I C I O N I N G L E S A

    CON NOTAS Y OBSERVACIONES

    POR

    D. SIRO GARCIA DEL MAZO

    Jefe de Trabajos Estadsticos de esta provincia

    y redactor de la REVISTA DE TRIBUNALES.

    ID ictoriano z. E z o 7 2

    Ala BiblMADRLibreria de V

    SuareJ A C O M E T R

    SEVILLA dministracion ioteca Cientfico-Literaria

    MORO, 12

    1878

  • PREFACIO

    Los que me han hecho el honor de leer mis escritos precedentes, no hallarn gran novedad en este libro, porque sus principios son los mismos en cuyo esclarecimiento he trabajado la mayor parte de mi vida; y casi todas sus miras prct icas han s ido desenvueltas por otros G por m. Sin em-bargo, hay novedad en desarrollar los unos y l as otras en su encadenamiento, y lo que en su apoyo a lego , ofrece , segun creo, alguna originalidad. De cualquier modo, muchas de estas opiniones, si no son desconocidas, tienen, por el momento tan pocas probabilidades de obtener el asenti-miento general, como si lo fuesen.

    Parceme, no obstante, juzgar por ciertos indicios, y, sobre todo, despues de los recientes debates sobre la reforma del

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    Parlamento, que los conservadores y los li-berales (si me es lcito seguir designndolos con los nombres que ellos emplean todava) han perdido su confianza en las doctrinas polticas que nominalmente profesan, min-tras que ni unos ni otros dan un paso para encontrar algo superior; pero debe ser po-sible este progreso, y no por un mero com-promiso que partiese la diferencia entre ambas doctrinas, sino por el reconocimiento de otra ms vasta, ms comprensiva que ellas, y a, virtud de cuya superioridad pu-diese ser adoptada por liberales y conser-vadores, sin eliminar nada de lo que, segun e l los , t i ene a lgun va lor rea l en sus res -pectivas creencias. Cuando tantos hombres sienten vagamente la necesidad de seme-jante doctrina y tan pocos se lisonjean de .haberla hallado, todos podemos, sin presun-cion , ofrecer lo que en nuestras propias ideas (y lo que conozcamos como bueno en las ideas de los dems) sea capaz de concurrir su formacion.

  • CAPITULO 1 .

    Hasta qu punto son asunto de eleccion las

    formas de Gobierno.

    Todas las especulaciones relativas las for-mas de gobierno llevan el sello ms mnos exclusivo de dos teoras opuestas en materia de instituciones polticas; hablando con mayor propiedad, de dos modos diferentes de concebir lo que son las instituciones polticas.

    Para algunos es el Gobierno arte extrictamente prctico del que nacen tan slo cuestiones de fin y de medio. Las formas de gobierno, tal como las conciben, son meros expedientes para alcanzar uno de los fines que los hombres pueden proponerse: cuestion simplemente de invencion y de combinacion; creadas por el

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    hombre, se afirma que ste es libre de estable-cerlas n establecerlas, y de decidir cmo y segun qu modelo han de constituirse. El pri-mer paso hcia una solucion consiste en reco-nocer cul es la mision impuesta los gobiernos: el segundo investigar qu forma es la ms pro-pia para el cumplimiento de esta mision.

    Ilustrados sobre mbos puntos, y recono-cida la forma de gobierno que encierra mayor suma de bien, con la menor de mal, resta tan slo obtener para la opinion que nos hemos formado, el asentimiento de nuestros compa-triotas, de aquellos quienes se destinan las instituciones.

    Encontrar la mejor forma de gobierno, per-suadir los dems de que es la mejor, y esto conseguido, excitarles que la reclamen; h aqu el rden de las ideas en el nimo de los que adoptan este punto de vista filosfico-poltico, quienes consideran una constitucion (abstrac-cion hecha de la importancia respectiva de las cosas) del mismo modo que un arado de vapor una mquina para moler el trigo.

    Pero esta doctrina es vivamente combatida: otros lgicos polticos estn tan ljos de asi-milar la forma de gobierno una mquina, que la miran como una especie de producto expon-

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    tneo, y que, segun ellos, la ciencia del go-bierno es rama, por decirlo as, de la Historia Natural. N, dicen, las formas de gobierno no son asunto de eleccion. Debemos aceptarlas, en

    - la mayor parte de los casos, como las encontra-mos. No pueden establecerse con un designio

    preconcebido; no se forjan, brotan. Nuestra mision respecto de ellas, como acerca de los dems hechos del universo, se reduce co-nocer sus propiedades naturales y adaptarnos ellas.

    Considranse por esta escuela las institucio-- nes polticas de un pueblo como una especie de produccion orgnica de su naturaleza y de su vida: son el producto de sus costumbres, de su instinto, de sus necesidades y de sus deseos in-conscientes y apnas el fruto de su intencion deliberada. La voluntad del pueblo no ha te-nido otra intervencion en el caso que la de responder necesidades transitorias por com-binaciones igualmente transitorias. Es dado subsistir estas combinaciones cuando se con-forman lo bastante al carcter y sentimiento nacionales, y, por agregacion sucesiva, consti-tuyen un Gobierno adaptado al pueblo que lo posee; pero que en vano nos esforzaramos por imponer cualquier otro, cuya naturaleza y

  • 10 circunstancias no le hubieran expontneamente

    producido. Es difcil decidir cul de estas doctrinas

    sera ms absurda, si se pudiese suponer que una otra era sostenida como teora exclusiva. Mas los principios que los hombres profesan sobre toda cuestion discutida, son seal muy imperfecta de las opiniones que en realidad tienen. Nadie cree que todo pueblo sea capaz de manejar cualquier clase de instituciones. Ll-vese tan ljos como se quiera la analoga de las combinaciones, ningun hombre elije ni aun un simple til de madera hierro por el slo motivo de que sea el mejor de los de su especie. Pregntase antes si se adapta las condiciones que deben agregrsele para que su empleo sea provechoso, y, particularmente, si los que han de servirse de l poseen el saber y la habilidad necesaria para obtener el partido deseado. De otra parte, los que hablan de las instituciones polticas como si fueran organismos vivientes, no sostienen en rigor el fatalismo poltico de que hacen alarde. No pretenden que la humanidad carezca en absoluto de toda libertad de elegir el Gobierno, bajo el cual deba vivir: que la consideracion de las consecuencias que se derivan de las diferentes formas de gobierno no

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    entre por nada en la determinacion de la que deba ser preferida. Pero aunque mbas escuelas en su mtua oposicion exageren extraordinariamente sus teoras respectivas, y aunque nadie sostenga las suyas sin restriccion, corresponden sin duda una diferencia muy profunda entre dos modos de pensar. Si, pues, evidentemente ninguna de ellas descansa en la verdad, y es tambien igualmente claro que ninguna es errnea por completo, debemos esforzarnos en profundizarlas hasta sus raices y obtener en nuestro provecho la suma de verdad que cada una contenga.

    Recordemos, en primer lugar, que las ins-tituciones polticas (aunque esta proposicion parezca veces ignorarse) son obra de los hombres, que deben su orgen y toda su existencia la voluntad humana. Los hombres no las han encontrado formadas de improviso al despertarse una maana. No se parecen tampoco los rboles, que, una vez plantados, crecen siempre, mintras los hombres duermen. En cada perodo de su existencia, la accion voluntaria del hombre las hace lo que son. As, pues, como todas las cosas debidas al hombre pueden estar bien mal hechas, puede haberse desplegado al crearlas juicio y habilidad, todo lo

  • contra blo ha omitido una impedido darse una co imiento experi-menta ar correctivo todos parecen, bien med s consecuencias adquie las, este retraso en el duda una gran desven estion; pero no" probar ueno para otro pueblo bien para l, y no lo onvenga adop-tarlo.

    Po ente necesario record ltico no obra por s creado por hombr ser manejado y u inarios. Tiene necesi iescencia, sino de su ebe ajustarse las ca e los hombres tal com e implica tres condic cual se destina una fo consentir en acepta rehusarla hasta el punt insuperable , su est seer la voluntad y la cap

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    rio. Y adems, si un pueopresion exterior le ha nstitucion por el procedl, que consiste en apliclos males medida que aida que los que sufren suren la fuerza de resistirprogreso poltico ser sintaja para el pueblo en cu que lo hallado corno b, no lo hubiera sido tam

    ser todava cuando le c

    r otra parte, es igualmar que el mecanismo po mismo. As como fues, por hombres debe n por hombres orddad, no de su simple aquparticipacion activa, y dpacidades y moralidad d

    o los encuentre, lo quiones: I.a El pueblo, al rma de gobierno, deberla, al mnos, no debeo de oponer un obstculoablecimiento: 2. Debe po

    acidad de

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    hacer todo lo que sea necesario para mantener su existencia: 3.a Debe poseer la voluntad y la capacidad de hacer lo que dicha forma de go-bierno exija de l y sin lo que no podria alcan-zar su fin. Aqu la palabra hacer significa, tanto abstencion como accion. Ese pueblo debe ser capaz de llenar las condiciones de accion y las condiciones de coaccion moral necesarias, sea para sostener la existencia del gobierno estable-cido, sea para suministrarle los medios de cum-plir sus fines.

    Cualquier forma de gobierno, por bellas esperanzas que de otra parte despertase, no convendria al caso en que faltara alguna de las condiciones expuestas.

    El primer caso, la repugnancia de un pueblo hcia una forma particular de gobierno, no necesita casi de ilustracion, porque nunca puede haber sido olvidado en teora. Es un hecho que se encuentra diariamente. La fuerza tan slo obligar. los indios de la Amrica del Norte sufr ir las trabas de un gobierno regular y civil izado. Podria decirse lo mismo, aunque menos en absoluto, de los brbaros que recor-rieron el imperio romano. Fu preciso el tras-curso de siglos enteros y el cambio completo de circunstancias para acostumbrarlos la obedien-

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    cia de sus propios jefes, en lo no tocante al servicio militar. Hay naciones que no se some-tern voluntariamente sino al gobierno de ciertas familias que desde tiempo inmemorial han disfrutado el privilegio de darles jefes: al-gunas no se acostumbran la monarqua mnos de ser conquistadas: otras sienten la misma aversion hcia la repblica: el obstculo se eleva con frecuencia durante el tiempo presente hasta lo impracticable.

    Pero tambien hay casos, en los cuales, un no teniendo aversion por una forma de go-bierno, desendola tal vez, carecer un pueblo de la voluntad capacidad necesarias para llenar las condiciones que requiere. Puede ser incapaz de llenar aquellas mismas, sin las cua-les se haga imposible hasta la propia existencia nominal de ese gobierno. As, un pueblo pre-ferir acaso un gobierno libre; pero si por indolencia por ligereza por falta de espritu pblico por abandono no es capaz de los esfuerzos necesarios para conservarlo: si se niega batirse por l cuando est. directamente atacado, si es susceptible de dejarse engaar por los artificios urdidos para despojarle, si en un instante de desaliento de pnico transi-torio, en un acceso de entusiasmo, puede ser

  • llevado es los pis de un gran e poderes que le ponga trastornar las institu os, ese pueblo es ms la libertad, y aunqu o, por escaso tiempo tado algun bien, tardar gozar de ella definiti

    De de un pueblo no qu las obligaciones que le a determinada de go rosero, aunque sensib los beneficios de la tal vez no se somet esta sociedad lleva sus pasiones demasi o personal muy tirnic luchas privadas, remitie nganza de sus agravio En tal caso, un gobern frecer realmente alguna e desptico en grado sufrir ninguna cortapi lo imponerle siempr egal.

    Ta un, no es sus-ceptibl arcial limitada porque15

    deponer sus libertadde hombre, confiarl

    n en aptitud de ciones; en todos estos cas mnos inepto para e de haberla poseid que sea, le haya resul extraordinariamente envamente. l mismo modo pueerer no poder cumplir imponga una formbierno. Un pueblo gle hasta cierto punto sociedad civilizada,

    a los sacrificios queconsigo; pueden ser

    ado violentas su orgullo para renunciar lasndo las leyes la ves, reales supuestos. o civilizado, para oventaja, deber mostrars

    considerable, no sa de parte del puebe gran suma de coaccion llotro pueblo, diremos e, sino de una libertad p

    no quiere concurrir activamente con la

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    ley y las autoridades la represion de los malhechores; un pueblo dispuesto ms bien ocultar un criminal que detenerlo: un pueblo, que como los indios, cometer un perjuro para salvar al hombre que le ha robado, antes que tornarse la pena de deponer contra l y atraerse su venganza: un pueblo en donde (como sucede en algunas naciones de Europa y de la Europa moderna) se pasan la otra acera al ver que un hombre asesina otro en medio de la via pblica, porque este es asunto que incumbe la polica, y porque es preferible no mezclarse en lo que no nos atarle personalmente: un pueblo, en fin, que se indigna con una ejecucion y no se asombra de un asesinato, ese pueblo necesita autoridades represivas y vigorosamente armadas, porque en ello estriban las nicas garantas de las condiciones primeras y mors indispensables de la vida civilizada. Ese deplorable estado de sentimientos en un pueblo que abandona en su marcha la vida salvaje, es sin duda alguna la consecuencia ordinaria de un mal gobierno anterior, que ense los hombres considerar la ley como creada para otro objeto que su bien, y sus intrpretes corno enemigos peores que los que la violan abiertamente. Mas por poca responsa-

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    bilidad que quepa los que en dichas circuns-tancias piensan as y aunque, en ltimo trmino, pueda ser desarraigada esa preocupacion por un gobierno mejor, no obstante, mientras exista, el pueblo as dispuesto, no puede ser gobernado tan libremente como otro cuyas simpatas estn del lado de la ley y que presta voluntariamente su asistencia la ejecucion de la misma.

    Las instituciones representativas tienen tambien poco valor y pueden ser simples ins-trumentos de tirana de intriga, cuando la masa de los electores no se interesa lo bastante en el gobierno para votar, cuando la mayor parte de los electores, en vez de votar segun los motivos del bien pblico, venden su sufragio lo dan instigacion de alguna persona influ-yente, cuyas simpatas tratan de captarse por razones de conveniencia. La eleccion popular practicada en esta forma, en vez de garanta contra un mal gobierno, es solamente una rueda ms en su mecanismo.

    Adems de los obstculos morales, las d'fi.- cultades materiales son con frecuencia impedi-mento. insuperable , las formas de gobierno. En e l mundo ant iguo, aunque haya podido haber, y hubiese de hecho, gran independencia individual , era imposible la existencia de un

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    gobierno popular regular fuera de los muros de una poblacion, de una ciudad, porque las con-diciones fsicas indispensables para formar y propagar una opinion no se encontraban sino entre aquellos que podian reunirse i discutir los asuntos pblicos en la misma agora. Crese generalmente que este obstculo ha desapare-cido desde la adopcion del sistema representa-tivo. Pero para obviarle por completo, ha sido necesaria la prensa, y la prensa diana, equiva-lente real , aunque incompleto bajo muchos conceptos, del Forum y del Pnyx. Ha habido estados en la sociedad en que la misma mo-narqua no poda subs ist i r sobre una gran extension de territorio, sin fraccionarse inevi-tablemente en pequeos principados, indepen-dientes unos de otros unidos por lazos tan dbiles como el feudalismo, y todo porque el mecanismo de la autoridad no era bastante per-fecto para hacer obedecer las rdenes del go-bierno gran distancia de su asiento. El gobierno no tena ms garanta de respeto hasta de parte de su ejrcito que la fidelidad voluntaria, igno-rndose el medio de sacar al pueblo impuestos bastantes al sostenimiento de la fuerza necesa-ria para mantener en la obediencia un vasto territorio. En estos casos, y en todos los pare-

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    cidos, es necesario comprender bien que la fuerza del obstculo puede ser mayor menor: el obstculo puede ser bastante grande para hacer muy defectuosas las operaciones de un gobierno sin comprometer su existencia, no llegar impedir que ese gobierno sea preferible en la prctica cualquiera otro. Esta ltima cuestion descansa principalmente sobre un hecho al que no hemos llegado todava: la tendencia de las diferentes formas de gobierno favorecer el progreso.

    Acabamos de examinar las tres condiciones fundamentales, mediante las cuales, las formas de gobierno se adaptan un pueblo. S i los partidarios de lo que puede llamarse la teora polt ico-natural ista no quieren sino insist ir sobre la necesidad de esas tres condiciones, si pretenden tan slo que ningun gobierno pueda existir de un modo permanente, si no llena las dos primeras condiciones y gran parte de la. tercera, su doctrina as l imitada, es incontes-table. Cualquier otra pretension me parece inad-misible. Todo lo que se nos dice de la necesidad de instituciones de base histrica, conformes con el carcter y los usos nacionales, significa sto nada. En tales frases, hay, adems de la suma de sentido racional que contienen, una

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    mezcla considerable de puro sentimentalismo. Bajo el punto de vista prctico, esas preten-didas cualidades indispensables las institucio-nes polticas, son simplemente facilidades para llenar las tres condiciones expuestas. Cuando una institucion un conjunto de instituciones tienen su camino abierto por la opinion, los gustos y las costumbres de un pueblo, no slo la aceptar ste de buena voluntad, sino que desde el principio aprender ms fcilmente y se prestar de mejor grado hacer lo que se le pida, tanto para la consolidacion de las institu-ciones, como para su desenvolvimiento y fecun-didad ms ventajosa. Sera grave falta en un legislador el no tomar sus medidas para sacar todo el partido posible de las costumbres y sen-timientos preexistentes.

    Mas hay exageracion evidente en trasfor-mar en condiciones necesarias cosas que son simplemente un auxilio y una facilidad. Es in-dudable que todo pueblo se presta ejecutar y ejecuta mejor y con menos resistencia aquello que se halla acostumbrado; pero lo es asimismo, que aprende no pocas cosas nuevas para l. Gran auxilio es hallarse familiarizado con las cosas, pero la idea que nos impresiona profun-damente llegar sernos familiar, aunque al

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    principio nos asombre. Hay numerosos ejem-plos de pueblos enteros impulsados ardiente-mente hcia nuevos horizontes. La dsis de aptitud que posea un pueblo para acometer nuevas empresas y entrar en circunstancias dis-tintas las anteriores, es precisamente uno de los elementos de la cuestion. Trtase aqu de una cualidad que las naciones y la civilizacion en sus diferentes edades no tienen, por cierto, en el mismo grado.

    No hay reglas absolutas para decidir sobre la aptitud de un pueblo dado para llenar las condiciones de determinada forma de gobierno. El grado de cultura del pueblo, la suma de juicio y de sagacidad difundida en l deben servir de guia. Hay adems otra consideracin que es menester no olvidar: tal vez no est un pueblo preparado para buenas instituciones, pero encendiendo en l el deseo de gozarlas se contar con una parte necesaria de la prepara-cion. Recomendar y defender una institucin una forma de gobierno, mostrar claramente sus ventajas, es uno de los modos, frecuentemente el nico, de educacion posible para el espritu nacional que aprende la vez no solo aceptar y reevindicar sino manejar la institucion. De qu medios disponian los patriotas

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    italianos, durante la generacion actual y la pre-cedente, para preparar el pueblo ital iano la l ibertad en la unidad, sino el de impusarle esta reivindicacion? Sin embargo, los que aco-metan esta tarea deben hallarse profundamente penetrados, no slo de las ventajas de la insti-tucion de la poltica que recomiendan, sino tambien de las capacidades morales, intelectua-les y activas necesarias para practicarla, i. fin de no despertar, en tanto que sea posible, en ese pueblo, deseos superiores . sus aptitudes.

    Resulta de lo que se acaba de decir que en los lmites prescritos por las tres condiciones repetidamente expuestas, las instituciones y las formas de gobierno son asunto de eleccion. In-vestigar en tsis general (como se dice) cul es la mejor forma de gobierno, no es una qui-mera, sino un empleo altamente prctico de la inteligencia cientfica: introducir en un pais las mejores instituciones que sea posible, uno de los fines ms racionales de que es suscepti-ble el esfuerzo prctico.

    Todo lo que se diga para despreciar la efi-cacia de la voluntad y de las miras humanas en materia de gobierno, es igualmente aplicable , todo aquello en que se ejerzan esa voluntad y esas miras; el poder humano est estrecha-

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    mente limitado en todo. No puede obrar sino valindose de una varias fuerzas de la natu-raleza. Deben existir, pues, fuerzas aplicables en el sentido deseado, fuerzas que no se movern sino virtud de sus propias leyes. No podemos hacer que el rio se remonte su origen: pero no decimos por ello que los molinos no se construyen, que brotan. En poltica, como en mecnica, precisa buscar en lo exterior al mecanismo la fuerza que ha de impulsar la m-quina, y si no se encuentra, es insuficiente para superar los obstculos que deben racional-mente esperarse, fracasar combinacion. No es esta una particularidad del arte poltico, y demuestra nicamente que dicho arte se halla sometido idnticas condiciones que los dems.

    Encontramos aqu una nueva objecion bajo la siguiente forma: las fuerzas de que dependen los fenmenos polticos ms importantes no estn sometidas la direccion de los hombres de Estado de la filosofa. En ltimo trmino, el poder del pas se fija y determina de antemano por su estado en cuanto la distribucion de los elementos del poder social; el poder ms fuerte en la sociedad obtendr. al cabo la autoridad gubernativa,. y los cambios en la constitucion poltica no sern duraderos

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    si no van precedido acompaados de una nueva distribucion del poder en la misma so-ciedad. Pueden elegirse los simples detalles, la administracion prctica, pero la esencia del todo, la base del poder supremo son hechos determinados por las circunstancias sociales.

    Reconozco desde luego que hay no poco de verdad en esta doctrina, mas para que reporte alguna utilidad, es necesario expresarla de distinto modo y encerrarla en limites con-ven entes. Cuando se dice que el poder ms fuerte en la sociedad ser. al fin el ms fuerte en el gobierno, qu significa la palabra poder? Supongo que no se aludir la fuerza de los msculos y los nervios, porque en tal caso la democracia pura seria el nico gobierno posible.

    Agregad la fuerza muscular otros dos elementos, la riqueza y la inteligencia, y esta-remos ms cerca de la verdad, aunque lejos todavia de haberla alcanzado. No tan slo puede ocurrir que la mayoria est dominada por la minora, sino que siendo la primera superior por la riqueza y la inteligencia individual obedezca merced la fuerza por otra causa la segunda. Para que esos diversos elementos de poder gocen de influencia poltica, es preciso

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    que estn organizados; y la ventaja en punto organizaon pertenece los que se hallan en posesion del gobierno. Un partido mucho ms dbil que otros puede sobreponrseles si las fuerzas del gobierno pesan de su lado en la balanza; y por esto solo conservar por largo tiempo su predominio: aunque decir verdad, el poder entnces est en la condicion que en mecnica se llama equilibrio inestable; como una cosa que se inclina hcia su extremidad ms prxima, y que una vez perdida la posicion primitiva tiende . alejarse ms de ella cada momento en vez de recobrarla.

    Pero esa teora de gobierno en los trmi-nos en que se la presenta de ordinario, tropieza an con objeciones ms importantes. Todo po-der que tiende convertirse en poltico, no es un poder en estado de reposo, un poder pura-mente pasivo, sino un poder esencialmente ac-tivo: en otros trminos, un poder que se ejerce realmente es ya por esto solo una pequea parte de todo el poder que existe. En efecto, polticamente hablando, gran parte de todo poder consiste en la voluntad. Cmo, pues, ha de ser posible computar los elementos del poder polt ico si omitimos en nuestro clculo cualquiera que obre sobre la voluntad? No de-

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    be creerse que no sea til procurar influir en la constitucion del gobierno obrando sobre la opinion, porque hayan de poseer el poder po-ltico los que tengan el social: pues se olvidaria que la opinion es en s misma una de las fuerzas sociales activas ms considerables. Una persona con una creencia representa una fuerza social equivalente la de noventa y nueve personas que solo se mueven por intereses. Los que han logrado persuadir al pblico de que merece ser preferida cierta forma de gobierno, han hecho lo ms importante para ganarla los poderes de la sociedad. El dia en que el primer mrtir fu lapidado en Jerusalen, mintras que el que habia de llamarse con el tiempo el Apstol de los gentiles asista al suplicio, consintiendo en su muerte, quin hubiera supuesto que el part ido de aquel hombre era entnces y all el poder ms considerable en la sociedad? Sin embargo, as se prob ms tarde. Y todo, porque sus creencias eran las ms poderosas de cuantas entnces existan. El mismo elemento hizo de un monge de Witemberg en la dieta de Worms, una fuerza social tan importante como el emperador Carlos V y todos los prncipes congregados en aquel sitio. Pero se dir tal vez que estos son casos en que se hallaba

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    en juego la religion, y que las convicciones religiosas tienen algo de peculiar en su fuerza. Busquemos, pues, un ejemplo puramente poltico, en el cual la religion, un suponindola escasamente interesada, estaba sobre todo con la parte contraria.

    Si alguien quiere convencerse de que el pensamiento especulativo es uno de los princi-pales elementos del poder - social, remntese al siglo precedente, cuando no habia un trono en Europa donde no se sentase un rey liberal y reformador, un emperador liberal y reforma-dor, y lo que es ms raro, un papa liberal y re-formador: remntese al siglo de Federico el Grande, de Catalina II, de Jos II, de Pedro Leopoldo, de Benito XIV, de Ganganelli, de Pombal, de Aranda; poca en que los mismos Borbones de Npoles eran liberales y reforma-dores y en que todos los espritus activos entre la nobleza francesa se nutrian de las ideas que tan caras habian de costarles. Fi aqu lo que demuestra de un modo concluyente que el poder puramente fsico y econmico est ljos de ser todo el poder social. No por un cambio en el reparto de los intereses materiales, sino por la propagacion de las creencias morales, concluy en el imperio britnico y en otras

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    partes la esclavitud de los negros. Los siervos de Rusia no debern su emancipacion, sino un sentimiento de deber, al nacimiento, al mnos, de una opinion ms ilustrada sobre los intereses del Estado. Los hombres obran segun piensan: y aunque las opiniones de la genera-lidad estn determinadas por su posicion per-sonal, mas bien que por la razon, no obstante es mucho el poder ejercido sobre todos por las convicciones de la clase superior y aun ms por la autoridad unnime de las gentes ins-truidas. As, cuando la mayor parte de stas, creen un cambio social una institucion poltica ventajosa, y otra perjudicial, cuando procla-men la primera y rechazan la segunda, hay mu-cho adelantado para dar aquella y retirar sta esa preponderancia de fuerza social, que las hace vivir. La mxima de que el gobierno de un pueblo es lo que le obligan ser las fuerzas sociales existentes en el mismo, es verdadera en el sentido tan solo de que favorezca en vez de desalentar las tentativas para elegir racio-nalmente entre las formas de gobierno practi-cables en el estado actual de la sociedad.

  • CAPTULO I I .

    Del criterio de una buena forma de gobierno.

    Siendo la forma de gobierno de un pas da-do asunto de eleccion (en los lmites de las con-diciones prescritas) es necesario investigar ahora cmo esa eleccion debe ser dirigida, cueles son los caracteres distintivos de la forma de go-bierno ms propia para favorecer los intereses de una soc iedad determinada. Antes de co-menzar esta inquisicion puede parecer necesario decidir cules son las funciones inherentes al gobierno; porque siendo el gobierno pura y simplemente un medio, su eleccion debe depen-der de la manera como se adapte al fin desea-do. Pero este modo de plantear el problema no facilita su estudio tanto corno tal vez se cree, y hasta deja en la oscuridad el conjunto de la

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    cuestion. Porque, en primer trmino, las fun-ciones propias de un gobierno no son invaria-bles, sino que difieren en los diferentes estados - de la sociedad, sobre todo en un pueblo atrasado: y adems, el carcter de un gobierno, de un conjunto de instituciones polticas no ser bien apreciado si nos limitamos examinar la esfera legtima de las funciones gubernamentales: porque, aunque los beneficios de un gobierno se hallen circunscritos esta esfera, no sucede lo mismo, por desgracia, con sus efectos perniciosos. Todos los males de cualquier especie y grado que sean que la humanidad es susceptible de sufrir, pueden ser debidos al gobierno, sin que la vez se obtenga de la existencia social ninguna de las ventajas que reporta, si el rgimen establecido no se presta y atiende ello.

    Omitiendo hablar de los efectos indirectos, la intervencion inmediata de las autoridades pblicas puede abrazar toda la existencia hu-mana; y la influencia del gobierno sobre la so-ciedad debe ser examinada y apreciada en su relacion, no con algunos intereses, sino con el conjunto de los intereses de la humanidad.

    Vindonos, pues, obligados adoptar como piedra de toque de un buen mal gobierno,

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    una cosa tan compleja corno los intereses co-lectivos de la humanidad, procuraremos clasi-ficar esos intereses por grupos determinados, indicando la vez las cualidades necesarias en un gobierno si ha de favorecerlos.

    Desgraciadamente, no es fcil enumerar y clasificar lo que constituye el bienestar social, proceder racionalmente . la formacion de se-mejante teorema. Todos los que durante la ge-neracion actual y la precedente, han estudiado la filosofa poltica con miras algo elevadas, han reconocido la importancia de dicha clasificacion: pero las tentativas hechas hasta el presente pa-ra conseguirlo se han detenido, segun creo, en el primer paso. La clasificacion comienza y aca-ba por la division de las necesidades de la so-ciedad en las dos categoras de rden y de pro-greso (segun la fraseologa de los pensadores franceses) de permanencia y de progresion, segun Coreridge. Esa division es plausible y se-ductora por el contraste, bien marcado en apa-riencia, que ofrecen sus dos principios y por la notable diferencia de las ideas que stos se refieren. Pero terno que (aunque admisible en la conversacion) la distincion entre el rden permanencia y el progreso no sea inexacta y poco cientfica, empleada para determinar las

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    condiciones necesarias un gobierno. Porque, en pr imer trmino: qu es rden? qu es progreso? Respecto del progreso, no hay nin-guna dificultad, al mnos ninguna que salte la vista. Cuando se habla del progreso, como de una de las necesidades de la sociedad huma-na, puede entenderse por progreso, mejora-miento. No es ciertamente lo mismo, pero hay analoga entre ambas ideas. Mas qu es el r-den? Esta palabra significa una porcion y ma-yor, y menor de esas cosas indispensables la sociedad, excepcion hecha de la idea de mejo-ramiento, pero no resume casi nunca todas esas cosas.

    En su acepcion ms restringida, rden sig-nifica obediencia. Se dice de un gobierno que mantiene el rden, cuando logra hacerse obe-decer. Pero hay diferentes grados de obedien-cia v no todos son dignos de alabanza. Tan solo el depotismo puro puede exigir, la obediencia sin reserva todos los mandatos del poder. D-bese, al mnos, limitar la obediencia los man-datos de carcter general publicados bajo la for-ma de leyes. As comprendido, el rden es sin disputa un atributo indispensable del Gobierno. Propiamente hablando, e l gobierno que no puede no sabe hacer respetar y cumplir sus

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    rdenes, no gobierna. Pero el rden, aunque sea condicion necesaria del gobierno, no es el fin para que ste ha sido establecido. El Go-bierno debe hacerse obedecer para poder alcan-zar otros fines. Rstanos, pues, consignar todava qu fines son esos, (abstraccion hecha de la idea de mejoramiento) los cuales debe tender el Gobierno en toda sociedad, sea estacionaria, sea progresiva.

    En un sentido mas mplio la palabra rden significa que la paz pblica no es perturbada por las violencias individuales. Dcese que existe el rden all donde, por regla general, los habitantes del pas han cesado de ventilar sus querellas y la reparacion de sus agravios mano armada. Pero en esta acepcion ms vasta como en la precedente, el rden es ms bien una de las condiciones necesarias del gobierno, que su fin el criterio de su excelencia. Por-que puede estar muy arraigado el hbito de someterse al gobierno y de remitirse la auto-ridad en todo choque de intereses, y sin em-bargo, variar la manera como el Gobierno trate la cuestion discutida y todo aquello en que se ocupe entre el menor tino y el mayor acierto.

    Si queremos comprender en la idea de r-den todo lo que la sociedad exige de su. go-

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  • 3 4

    bierno, que no se halle contenido en la idea de progreso, precisa definir el rden como la con-servacion de los bienes de diferentes clases importancia que existen y, considerando el progreso como un aumento de todos estos bie-nes. Esta distincion comprende en sus dos sec-ciones todo lo que se pide que un gobierno fa-vorezca. Pero an no se encuentra en ella, as presentada, la base de una buena filosofa del gobierno. No podernos decir que para consti-tuir un sistema poltico es necesario tomar cier-tas medidas por consideracion al rden y otras en vista del progreso, puesto que en el sentido que acaba de indicarse, las condiciones de rden y de progreso no son opuestas, sino similares. En efecto, las influencias que tienden , mantener e l b ien soc ia l y ex i s tente , son abso lutamente las mismas que las que tienden aumentarle y vice-versa, con la nica diferencia de que deben ser ms poderosas en el segundo caso que en el primero.

    Por ejemplo, qu cualidades individuales son las que entre los ciudadanos favorecen ms la dsis de buena conducta, de buena adminis-tracion, de grandeza y de prosperidad que exis-te v, en la sociedad? Todo el mundo recono-cer que esas cualidades son el trabajo, la inte-

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    gridad, la justicia y la prudencia. Pero acaso no son tambien las ms favorables al progreso? Acaso el aumento de esas virtudes en la comunidad, no constituye por s solo el mayor de los progresos? Todas las cualidades, pues, que en el gobierno fomenten el trabajo, la integridad, la justicia y la prudencia, favoreceran igualmente la permanencia y el progreso. Del mismo modo, qu atributos particulares de los sres humanos parecen referirse especialmente al progreso sin sugerir tan directamente la idea de rden y de conservacion? Son sin duda la actividad intelectual, el espritu industrial, el valor. Pero tal vez no son tan necesarias esas cualidades para conservar el bien que y poseemos como para aumentarlo? Si hay algo cierto en el mundo es que para conservar nuestras ms preciosas adquisiciones, necesitamos el mismo esfuerzo empleado para obtenerlas. Las cosas abandonadas " s mismas perecen inevitablemente. Aquellos que, confiados en su buena fortuna, olvidan sus hbitos de cuidado y prevision y su nimo para afrontar los contratiempos, pronto la vern decaer. El atributo individual que parece relacionarse exclusivamente con el progreso y que encierra en mayor grado todas las tendencias favorables , ste es la originalidad

  • 36 invencion. Sin embargo, esa facultad no es mnos indispensable para la permanencia, puesto que en los cambios inherentes todo lo humano, se presentan cada instante nuevos inconvenientes y nuevos peligros, , los cuales hay que ocurrir por nuevos recursos y nuevas combinaciones para mantener siquiera las cosas en tan buen estado como al principio. Por esta razon todas las cualidades que en un gobierno tiendan alentar la actividad, la energa, el valor y la originalidad, son condiciones de permanencia tanto como de progreso, pero, por regla general, se requiere en el segundo caso mayor dsis de esas cualidades que en el primero. Si pasarnos ahora de las condiciones intelectuales de la sociedad s las materiales, es imposible encontrar una combinacion poltica un arreglo de los intereses sociales que obedezca solamente al rden al progreso. Consideremos, por ejemplo, la institucion ordinaria de una polica. El rden es el objeto ms interesado, al parecer, en las funciones de esa parte de la organizacion social. Sin embargo, si la polica logra favorecer el rden, es decir, si reprime el delito de modo que cada uno sienta seguras su persona y su propiedad, habr algo que conduzca ms directamente al progreso?

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    La mayor seguridad de la propiedad es una de las condiciones y causas principales de mayor produccion, lo que constituye el progreso bajo su aspecto ms vulgar y familiar; la represion severa del mal aquieta las disposiciones que llevan al mismo, lo que determina el progreso en un sentido ms elevado. Libre el individuo de los cuidados inquietudes que le asaltan bajo un rgimen de proteccion imperfecta, emplear sus facultades en algun nuevo esfuerzo para mejorar su estado y el de los otros; y esta misma causa, ligndole la existencia social, impidindole ver ya en su prjimo un enemigo presente futuro, desenvuelve en l esos sen-timientos de benevolencia y de confraternidad y ese inters por el bienestar general que forman porcion tan importante del progreso social.

    Consideremos an un caso tan familiar co-mo el de un buen sistema financiero. Inclyese generalmente este caso en la esfera del rden. No obstante, hay algo que conduzca ms di-rectamente al progreso? Cualquier sistema de hacienda que favorezca el rden, debe precisa-mente y por las mismas razones, favorecer el progreso. La economa, por ejemplo, es un medio, no slo de conservar la riqueza pblica, sino de aumentarla.

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    El justo reparto de las cargas, ofreciendo todos los ciudadanos ejemplo de moralidad y de justicia en casos anlogos y una prueba de la importancia que dan esas cualidades las autoridades ms altas, tiende en grado super-lativo elevar los sentimientos morales de la comunidad, bajo la doble relacion de la fuerza y del discernimiento. Un sistema de levantar los impuestos que no ponga obstculo al traba-jo de los ciudadanos ni cohiba innecesariamen-te su libertad, procura no slo la conservacion, sino el aumento de la riqueza pblica y alien-ta el ejercicio ms activo de las facultades in-dividuales: y vice-versa. Todos los errores que en materia de hacienda dificulten el mejora-miento del pueblo bajo el concepto de la ri-queza y de la moral, tienden por lo mismo, si son verdaderamente graves, empobrecer y desmoralizar positivamente al pueblo. En su-ma, puede decirse de una manera general, que cuando las palabras rden permanencia se to-man en su sentido ms mplio, cuando signi-fican la estabilidad de las ventajas existentes, las condiciones del progreso son las mismas que las del rden en su grado mas elevado; y las del rden, simplemente las del progreso en menor medida, En apoyo del principio de que

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    el rden difiere esencialmente del progreso, y de que la conservacion del bien existente y la adquisicion de uno nuevo son cosas bastante distintas para suministrar la base de una clasi-f icacion racional, v recordrsenos tal vez que el progreso puede producirse espensas del rden; que mientras adquirimos tratamos de adquirir un bien de determinada especie, per-demos tal vez terreno con relacion . otros bie-nes; que, por ejemplo, la riqueza estar. acaso en progreso, mientras la virtud decae. Pero admitido esto, resulta, no que el progreso y la permanencia pertenezcan dos gneros de ideas totalmente diversas, sino que la riqueza y la virtud son cosas diferentes. El progreso es la permanencia y algo ms. El progreso en una cosa no implica la permanencia en todas las dems. Todo progreso sobre un punto dado comprende la permanencia en ese mismo punto: siempre que se sacrifica la permanencia una especie determinada de progreso, se le sacrifica tambien otro progreso; y si el sacrificio no vale la pena de ser hecho, no tan slo se descuida el inters de la permanencia, sino que se abusa del general del progreso.

    Si para dar un principio de precision cien-tfica la nocion de un buen gobierno es for-

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    zoso servirse de esas ideas, presentadas con po-co tino, como antitticas, seria ms filosfica-mente correcto escluir de la definicion la pala-bra rden y decir que el mejor gobierno es el que tiene mayor tendencia al progreso. Porque el progreso comprende al rden, pero el rden no comprende al progreso. El progreso es un grado ms elevado de lo mismo que el rden es un grado inferior. El rden, en cualquier otro sentido, representa nicamente parte de las cualidades pedidas un buen gobierno, ms no es su tipo ni su esencia. Seria preferible colo-car el rden entre las condiciones del progre-- so; porque si queremos aumentar nuestra su-ma de bienes, lo primero es conservar cuida-dosamente el que y poseemos. Si deseamos ad-quirir mayor cantidad de riquezas, ser preciso ante todo no disipar los capitales existentes. Considerado de este modo, el rden no es una. cosa extraa que tenga que conciliarse con el progreso, sino parte y medio del mismo pro-greso. Si lo ganado sobre un punto se compra precio de una prdida ms que equivalente sobre ese punto sobre otro, no hay progreso. La aptitud para el progreso as entendido en-cierra todo el mrito de un gobierno.

    Pero esa definicion del criterio de un buen

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    gobierno, aunque, metafsicamente hablando, puede sostenerse, no basta, porque si bien con-tiene toda la verdad, no presenta al espritu nrs que una parte. La idea que sugiere la pa-labra progreso es una idea de adelantamiento, mintras que en el sentido que aqu la emplea-mos expresa eso y i la vez obstculo al retro-ceso. Las mismas causas sociales, las mismas creencias, los mismos sentimientos y las mis-mas prcticas, son tan indispensables para que la sociedad no retroceda como para que avance. No dejaria de ser la vida una lucha incesante contra las causas de decadencia porque no hu-biese ningun mejoramiento que esperar. La po-ltica, tal como la concebian los antiguos, con-sistia nicamente en esto: los hombres y sus cosas tienen tendencia degenerar; sin embar-go, es posible neutralizar esa tendencia durante un t iempo indefinido, por medio de sbias instituciones diestramente administradas. Aunque no participemos ahora de esa opinion, aunque la mayor parte de los hombres profesen la doctrina contraria y crean que, en suma, las cosas tienden al progreso, no debernos olvidar que las locuras, los vicios, la negligencia, la mala voluntad de los hombres constituyen una fuerza que sin cesar impele al mal y al error los

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    asuntos humanos, y que el solo contrapeso de esa fuerza, lo nico que le impide arrastrarlo todo consigo, es que exista una clase de hombres, cuyos esfuerzos propendan, en unos constantemente, en otros de tiempo en tiempo, , un fin til y elevado. Suponer que el nico valor de esos esfuerzos se reduce la dsis de mejoramiento actual que operan y que si cesasen resultaria simplemente la persistencia del estado presente, es tener idea muy incompleta de su importancia. La disminucion ms insignificante en dichos esfuerzos, no slo detendria el progreso, sino que arrastraria todas las cosas por la pendiente de la decadencia, la cual una vez iniciada, avanzaria con rapidez, siempre creciente, siendo cada momento ms dificil de remediar, hasta precipitarnos en ese estado, frecuentemente descrito por la historia y en que hoy se arrastra todavia porcion considerable de la humanidad, estado en que un poder sobrehumano parece casi el nico capaz de cambiar el curso de las cosas y colocarlo de nuevo en las vas del progreso.

    Por todas estas razones la voz progreso es tan impropia como los trminos de rden y permanencia para constituir la base de una clasificacion cualidades necesarias una

    de las

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    forma de gobierno. La anttesis fundamental que se expresa por esas palabras no descansa tanto en las cosas mismas como en los tipos de carcter humano que corresponde. Sabe-mos que hay espritus en los cuales predomina la prudencia, al paso que en otros es la osada la cualidad culminante. Para aquellos el cui-dado y conservacion de lo que ya poseen es un sentimiento superior , la inclinacion nuevos goces y adquisiciones; los otros propenden al ex-tremo contrario, mostrndose ms solcitos por el bien futuro que cuidadosos del presente. En mbos casos el camino es el mismo, pero los hombres se hallan expuestos separarse de l en direccion opuesta. Esta consideracion es muy importante cuando se trata de componer el personal de un cuerpo po] itico. Deben en-contrarse en l las dos clases de caracteres, fin de que sus tendencias se moderen mtuamente en lo que cada una tiene de exclusiva. No se necesita tornar ninguna precaucion expresa pa-ra conseguir este objeto: basta con no susci-tarle ningun obstculo. La mezcla natural y espontnea de la vejez y la juventud de aque-llos, cuya reputacion y riqueza estn formadas, y de los que an tienen que procurarse una y otra, bastar generalmente para alcanzar ese

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    fin, condicion de que el equilibrio no sea perturbado por ninguna reglamentacion arti-ficial.

    Puesto que la distincion que sirve comun-mente para clasificar las necesidades de la so-ciedad no reune las cualidades requeridas, ne-cesitamos averiguar qu otra distincion existe ms apropiada al objeto propuesto. Parceme que esa distincion se halla indicada por las si-guientes consideraciones.

    Si analizamos los principios y condiciones de un buen gobierno en todos los sentidos de la palabra, desde el ms humilde al ms elevado, vemos en primera lnea las cualidades de los s-res humanos que componen la sociedad en que el gobierno funciona. Podemos observar como primer ejemplo la administracion de justicia, con tanto mayor motivo, cuanto que no hay rama alguna de los negocios pblicos donde el simple mecanismo, las reglas y las combina-ciones que dirigen los detalles de la operacion, sean de tan vital inters. Sin embargo, lo ms importante depende de las cualidades de los agentes humanos empleados. Para qu sir-ve, en materia de justicia criminal, que sean las formalidades una garanta si la condicion mo-ral del pueblo es tal que los testigos mienten

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    en su mayor parte y los jueces y dems ma-gistrados se dejan corromper? Del mismo mo-do, cmo pueden procurar las instituciones una buena administracion municipal, all donde se considera este asunto con tal indiferencia, que los hombres capaces de administrar con honradez y tino, rehusan hacerlo, abandonan-do este cuidado los que cargan con l por tener un inters en el lo? y para qu sirve el sistema representativo ms francamente popular si los electores no se cuidan de elegir el mejor candidato al Parlamento, sino nombran al que gaste mayor suma en la eleccion? Cmo ha de trabajar una Asamblea representativa por el bien pblico, cuando sus miembros pueden ser comprados, la irritabilidad de su tempe-ramento, que no modera, ni la disciplina pbli-ca, ni el imperio sobre s mismos, es tan grande que los torna incapaces de una deliberacion tranquila y les impulsa vas de hecho en la misma cmara posteriormente duelos? Cmo ha de ser dirigido de un modo tolerable el go-bierno (6 cualquiera otra empresa) en un pue-blo tan envidioso que cuando alguno parezca punto de obtener cualquier ventaja, los que debieran ayudarle, se entienden tcitamente para que fracase su proyecto?

  • Do genera del pu tiendal nicam no se cuide osible un bue e ilus-tracion igencia es un en go-bierno jecuta-dos po s agen-tes l uellos ante q s, el pblic pesar sobre igno-rancia, s y er-rores, no se-rn ma da que los ho el go-bierno ado de excelen en nin-guna p en que los fun todos ellos d atms-fera su tuosa ilustrad

    Asbuen g l46

    nde quiera que la djsposicion eblo sea tal que cada individuo aente sus intereses personales y

    abandone los generales, es impn gobierno. No hay necesidad d para probar que la falta de intelobstculo la marcha de un bu. El gobierno consiste en actos er sres humanos: ahora bien, si loos electores de los agentes, aquienes los agentes son responsableo, cuya opinion deberia influir ytodos, son simplemente masas de de estupidez, llenas de prejuiciotodas las operaciones del gobierl dirigidas; mintras que , medi

    mbres se eleven sobre este nivel,se elevar su vez hacia ese grcia posible de conseguir, aunque arte se haya alcanzado todavia, cionarios del Gobierno, dotados

    e virtud inteligencia, respiren la perior de una opinion pblica vira.

    , pues, siendo el primer elemento de obierno la virtud y la inteligencia del id d l

  • 47

    mayor mri to que puede poseer un gobier-no es el de desenvolver esas cualidades en el pueblo. Tratndose de instituciones polticas, la primera cuestion es saber hasta qu punto tiende desarrollar cada una de ellas en los miembros de la comunidad, las diferentes cua-l idades morales intelectuales, mejor (se-gun la clasificacion ms completa de Bentham) morales, intelectuales y activas. El Gobierno que mejor l lene esa condicion, es aparente-mente el mejor bajos todos conceptos, puesto que de la proporcion en que dichas cualidades existan en el pueblo, depende absolutamente el bien que puede realizar en sus operaciones prcticas.

    Adoptaremos, por lo tanto, como criterio para apreciar lo que vale un gobierno la me-d ida en que t i enda aumentar l a ds i s de buenas cualidades de los gobernados colectiva individualmente, porque sin hablar del bienestar de los ltimos, que es el objeto principal de aqul, las buenas cualidades de los ciudadanos proporcionan la fuerza motriz que impulsa la m;-;quina. Queda ahora como otro elemento constitut ivo del mrito de un gobierno, la indole del mismo mecanismo; es decir, cmo se combina ese mecanismo para sacar

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    partido de las buenas cualidades que existen y servirse de ellas tilmente. Consideremos an la administracion de justicia como ejemplo y como ilustracion. Dado el sistema judicial, el mrito de la administracion de justicia est en razon compuesta del valor moral de los jueces y del peso de la opinion pblica que influye sobre ellos y puede residenciarlos. Pero toda la diferencia entre un buen y un mal sistema judicial descansa en las combinaciones adoptadas para que todo el valor moral intelectual que haya en la comunidad, pese sobre la administracion de justicia, fin de que sea debidamente eficaz en sus resultados.

    El mtodo seguido para elegir jueces que posean la mediana ms alta de virtud y de in-teligencia, las buenas formas de procedimientos, la publicidad que permite exponer y criticar todos los abusos, la libertad de discusion y de censura por medio de la prensa, el modo de recojer las pruebas para que brille la verdad, el acceso ms fcil cerca de los tribunales, los medios adoptados ft fin de descubrir los cr-menes y detener los malhechores, todo esto, no es el poder, sino el mecanismo que pone al poder en contacto con el obste culo; y si el me-canismo por s mismo carece de accion, sin l

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    el poder, por grande que se le suponga, queda desarmado y es intil.

    Esta distincion es aplicable lo mismo lo ejecutivo que lo judicial. El mecanismo es bueno cuando las cual idades exigidas los funcionarios se someten pruebas suficientes, cuando el trabajo se reparte oportunamente en-tre los que deben ejecutarlo, cuando se ejecuta con mtodo y acierto, llevando nota correcta inteligible de lo que se ha hecho y cmo se ha hecho, cuando cada individuo sabe de lo que es responsab le y los dems lo saben igua l -mente, cuando, por ltimo, se han adoptado las precauciones ms atinadas contra la negligen-cia, el favoritismo la malversacion.

    Pero los frenos polticos no obrarn por s mismos como la brida no dirigir al corcel sin un caballero. Si los funcionarios que deben re-pr imir e l ma l es tn tan corrompidos y son tan negligente como aquellos que debieran re-primir ; y s i e l pbl ico, pr incipal resorte del mecanismo, es demasiado ignorante pasivo descu idado y l i ge ro para desempear su mision, se obtendr poco provecho del mejor aparato administrativo. Sin embargo, siempre es preferible un buen aparato uno malo. Con uno bueno, la fuerza motr iz represora ya

    4

    1

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    existente dar los mejores frutos, y sin l no habr bastante con ninguna dsis de dicha fuerza. Por ejemplo, la publicidad no es obs-tculo al mal ni estmulo al bien, cuando el pblico no se fija en lo que ocurre, pero sin publicidad, cmo se podia impedir alentar lo que no seria permitido ver? El ideal de una constitucion perfecta para una funcion pbli-ca, estriba en que el inters del funcionario coincida con su deber. No se lograr esto sim-plemente con un sistema, pero se lograr mu-cho menos sin un sistema hbilmente prepa-rado al efecto. Lo que hemos dicho de los de-talles de la administracion del Gobierno, puede decirse con mayor evidencia todavia de la constitucion general. Todo buen Gobierno es la organizacion de las buenas cualidades exis-tentes en la comunidad para la direccion de sus asuntos. La constitucion representativa es el modo de que la inteligencia y honradez, di-fundidas en la sociedad, as como el entendi-miento y la virtud de los hombres superiores, pesen ms directamente sobre el Gobierno; es la manera de darles ms influencia que la que tendrian en otro cualquier sistema. A decir verdad, lo que de esta influencia exista en todo Gobierno, cualquiera que sea su organizacion,

  • 51

    es la fuente de todo el bien que en l hay y el obstculo al mal de que carece. Cuanto mayor sea la suma de buenas cualidades que las instituciones de un pas logren organizar y mas excelente su organizacion, tanto mejor ser el Gobierno.

    Henos ya llegados 1- un punto de vista, desde el cual se apercibe el doble mrito de que es susceptible todo conjunto de instituciones polticas. Depende el uno de la manera cmo las instituciones favorecen el progreso de la comunidad, en inteligencia, en virtud, en ac-tividad y en poder prctico: consiste el otro en la perfeccion con que las instituciones or-ganizan el valor moral, intelectual y activo que ya existe, para darle la mayor intervencion posible en los asuntos pblicos. Debe juzgarse al Gobierno por su accion sobre las cosas, por lo que hace de los ciudadanos y por lo que hace con ellos, por su tendencia mejorar n los hombres y por e l mrito defectos de las obras que ejecuta para ellos con ellos.

    El Gobierno es la vez una gran influen-cia que obra sobre el espritu humano y un conjunto de combinaciones dispuestas para el manejo de los asuntos pblicos. En el primer caso, su accion benfica es eminentemente

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    directa, aunque no mnos vital, mintras que sus efectos perniciosos pueden ser directos. La diferencia entre estas dos funciones del Go-bierno, no es como la del rden y el progreso, de grado, sino de gnero. No debernos supo-ner, sin embargo, que no haya entre ellas es-trechas relaciones. Las instituciones que mejor aseguren la direccion de los asuntos pblicos, dado el estado de las luces, tender inevitable-mente al mejoramiento de este estado. El pue-blo que tuviera las leyes ms justas, la judi-catura ms honrada y activa, la administracion ms ilustrada, el sistema rentstico ms equitativo y mnos oneroso posible en el grado de progreso que hubiera alcanzado, ese pueblo estarla en camino de conseguir rpidamente un progreso superior, y las instituciones pblicas no podrian contribuir con mayor eficacia al mejoramiento del pueblo que ocupndose en lo que constituye su mision ms directa. Si, por el contrario, el mecanismo est mal construido, y no llena las condiciones necesarias, los efectos se dejarn sentir de mil maneras, rebajando la moralidad, enervando la inteligencia y la actividad del pueblo. Pero la distincion es real pesar de todo, porque la circunstancia de un mecanismo bueno malo es tan

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    solo uno de los medios, con cuyo concurso las instituciones polticas mejoran n el espritu humano; las causas y modos de esa influencia, benfica perjudicial de los Gobiernos, es ob-jeto de estudio distinto y mucho ms estenso.

    Entre las dos sries de operaciones por medio de las cuales la forma de Gobierno un conjunto de instituciones polticas se relaciona con el bienestar de la comunidad, , saber, por su obra como agente de educacion nacional y sus mecanismo para dirigir los asuntos colectivos, es evidente que la segunda varia mucho mnos que la primera, segun los diversos paises y los diferentes grados de ci-vi l izacion. El mejor modo de real izar la mi-sion prctica del Gobierno en un pas l ibre es tambien el mejor bajo un monarca absolu-to, aunque es mnos probable que el lt imo lo emplee. Por ejemplo, las leyes que rigen la propiedad, los principios de procedimientos y pruebas judiciales, el sistema de impuestos y administracion de la Hacienda, no hay necesi-dad absoluta de que sean dist intos bajo dife-rentes formas de gobierno. Cada una de esas materias tienen principios y reglas que les son propios y objeto de estudio separado. La juris-prudencia general) la legislacion civil y penal,

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    la economa rentstica y comercial, son en s mismas ciencias, ms bien miembros distin-tos de la ciencia ( arte) tan vasto del gobier-no y las doctrinas ms luminosas sobre todas esas materias serian en general igualmente ti-les bajo todos los Gobiernos, si todos fueran capaces de comprenderlas y conformarse ellas, lo que es poco probable. Cierto es que esas doctrinas no son aplicables sin algunas modificaciones todos los estados de la socie-dad y del espritu humano: sin embargo, en su mayor parte solo exigen modificaciones de detalle, fin de adaptarse i todo estado de so-ciedad, adelantado lo bastante para tener Go-biernos capaces de comprenderlas. El gobier-no, al cual no convinieren de ningun modo, seria tan malo en s mismo tan opuesto al sentimiento pblico, que no podria sostenerse por medios honrados. No sucede lo mismo con esa porcion de intereses comunes que se refie-ren la mejor peor educacion del pueblo. Consideradas como instrumentos de esta edu-cacion, las instituciones deben de ser radical-mente distintas, segun el grado de progreso que cada pueblo haya alcanzado. El reconoci-miento de esta verdad, puesta en claro ms por la prctica que por la teora, debe mirarse

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    como el gran rasgo de superioridad de las doc-trinas polticas de este siglo sobre las del pre-cedente: acostumbrbase entnces reclamar para Francia Inglaterra la democracia re-presentativa con argumentos que hubieran pro-bado del m ismo modo que aquel era el nico gobierno propio para los Beduinos los Ma-layos. El estado de las d iferentes comunidades, en materia de cultura y desenvolvimiento, desciende veces hasta una condicion muy poco superior la de los bestias mas inteligentes. Al mismo tiempo,' el movimiento de ascension es distinto, y la posibilidad de mejoramiento mayor 6 menor, segun los casos. Los pueblos no pueden pasar de un grado de cul tura . otro super ior , s ino por un concurso de in-fluencias, siendo la principal de todas la del Gobierno que se encuentran sometidos. En cualquier grado imaginable de progreso, la na-turaleza y la suma de autoridad egercida por el Gobierno, la distribucion del poder y las con-diciones de mando y obediencia, son siempre los mviles ms importantes de todos, escep-don de las creencias religiosas, que hacen de los hombres lo que son y los capacitan para todo lo que pueden ser. Un gobierno que se adapte mal a l grado de c iv i l izac ion de que goza un

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    pueblo dado, puede entorpecer su progreso. Y el mrito indispensable de un Gobierno, aqul, merced al cual puede dispensrsele casi todos los dems, es que se preste, al mnos no se oponga, que el pueblo franquee el paso que le separa de un progreso superior.

    As, (empleando un ejemplo de que ya me he servido) un pueblo en estado de indepen-dencia salvaje, en el cual cada hombre viviera nicamente para s, exento en la mayor parte de los casos de coacion exterior, seria incapaz. en la prctica de progreso alguno, hasta tanto que hubiera aprendido obedecer. Para lle-gar este punto seria menester que la Cons-titucion del Gobierno fuera casi desptica desptica del todo. Una Constitucion popular en un grado cualquiera, que habria de depen-der del abandono voluntario hecho por los miembros de la comunidad, de su libertad in-dividual de accion, no podria imponer el pri-mer principio necesario los pueblos en esa fase de su vida. Por consecuencia, la civiliza-cion en este estado, cuando no el resultado del contacto con naciones ya civilizadas, es casi siempre la obra de un monarca absoluto, que debe su poder la religion su audacia, y frecuentemente la conquista.

  • 57

    Del mismo modo, las razas no civilizadas, y en especialidad las ms bravas y enrgicas, repugnan un trabajo continuo y montono. Sin embargo, no hay civilizacion verdadera sin esa condicion. Cuando falta no puede formarse el espritu en los hbitos indispensables para la vida civilizada ni prepararse el mundo mate-rial recibirla.

    Se necesita un raro concurso de circunstan-cias y con frecuencia un lapso de tiempo con-siderable para reconciliar con el trabajo al pue-blo que se encuentra en las circunstancias es-puestas, i menos que se emplee la fuerza. Por esta razon, la misma esclavitud, dando origen la vida industrial, imponindola como la ocupacion exclusiva de la mayor parte, puede apresurar e l p a s o u n a l i b e r t a d s u p e r i o r l a de batirse y saquear. Intil es advertir que esta escusa de la esclvitud no es aplicable sino una sociedad muy atrasada. Tiene tantos otros medios un pueblo ilustrado de inculcarla civilizacion aquellos sobre los cuales ejerza influencia, repugna la esclavitud en todos sus detalles tan poderosamente al Gobierno de derecho, base de la vida moderna, y es fuente de corrupcion tan considerable para las clases superiores, cuando estas se hallan civilizadas, que

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    adoptarla en cualesquiera condiciones que fuese, implicaria para la sociedad moderna la recaida en algo peor que la barbarie.

    Sin embargo, casi todos los pueblos hoy civilizados han sido en cierta poca de su his-toria una mayora de esclavos. Para salir un pueblo de esta condicion necesita un Gobierno muy distinto del que conviene una raza sal-vage. Si un pueblo es naturalmente enrgico, y sobre todo, si encierra en su seno una clase industriosa que no sea ni esclava, ni propietaria de esclavos (como sucedia en Grcia) le hasta para asegurar su progreso l legar ser libre; una vez emancipado, es frecuentemente capaz, como los libertos romanos, de ejercer en el acto todos los derechos de ciudadano.

    Pero no es esta la condicion general de la esclavitud, sino ms bien un signo cada vez mnos usual de la misma. Un esclavo, propia-mente dicho, es un ser que no ha aprendido servirse de s mismo. Sin duda alguna se en-cuentra en mejor situacion que el salvage: co-noce ya el primer principio de la sociedad po-ltica, sabe obedecer: mas obedece nicamente las rdenes directas, porque tal es el rasgo ca-racterstico de los nacidos esclavos, ser incapaces de conformar su conducta una regla

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    una ley. No hacen sino lo que se les ordena. Si el hombre quien temen est cerca de ellos amenazando castigarles, obedecen; pero aban-donan su ocupacion tan pronto como les vuelve la espalda.

    El despotismo que podria domar una tribu de salvages, har irremediable la incapacidad de los esclavos. Sin embargo, no seria posible que stos dirigieran un Gobierno colocado bajo su iniciativa. Su mejoramiento no ha de proceder de ellos mismos, sino del exterior. El nico modo como llegaran al progreso, ser pasando del gobierno arbitrario al de derecho. Tienen que acostumbrarse al imperio sobre s mismos; y esto en suma, no es ms que la capacidad de obrar segun instrucciones generales. No necesitan un Gobierno que use de la fuerza, pero s que los guie, pesar de que, siendo tal su estado que no obedecern sino los que consideren en posesion de la fuerza, el gobierno preferible para ellos ser el que posea aquella , aunque la emplee rara vez. Un pueblo de esclavos necesita un despotismo paternal una aristocracia la manera del socialismo sansi moniano, un poder que presida todas las operaciones de la sociedad, de modo que todos sientan la presencia de una fuerza

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    capaz de obligarles al cumplimiento de las le-yes; pero que vista la imposibilidad de descen-der regular todos los detalles de la vida y del trabajo, fuerce impulse incesantemente los individuos a hacer muchas cosas por s mismos. Ese gobierno podra llamarse el gobierno de los andadores, parece ser el nico apto para ayudar un pueblo de esclavos franquear lo ms rpidamente posible el primer paso en el camino del progreso social. Tal parece haber sido el tipo del gobierno de los Incas en el Per, y tal fu el de los Jesuitas en el Paraguay. No creo preciso observar que los andadores solo son admisibles como medio de habituar gradualmente al pueblo marchar por si solo. Seria superfluo llevar ms lejos esta ilustracion. Averiguar qu especie de gobierno conviene cada uno de los estados conocidos de sociedad, seria escribir un tratado, no sobre el Gobierno representativo, sino sobre la cien-cia poltica en general. Siendo nuestro proyec-to ms limitado, solo tornaremos la filosofa poltica sus principios generales. Para deter-minar la forma de gobierno mis apropiable un pueblo dado, es preciso discernir entre los vicios y lagunas de ste, los que constituyen un obstculo inmediato al progreso, los que

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    le cierran el camino, por decirlo as. El mejor Gobierno para ese pueblo, ser el que tienda en mayor escala facilitarle las condiciones, sin las cuales no puede avanzar 6 avanzarla simplemente de una manera vacilante incom-pleta. No debemos olvidar, sin embargo, una reserva importante, siempre que se habla de mejoramiento y de progreso; y es que buscan-do el bien que se estima necesario, ha de las-timarse lo mnos posible el ya posedo.

    Debe ensearse la obediencia un pueblo de salvages, pero no de modo que se haga de l un pueblo de esclavos. Y (para dar la observacion carcter de generalidad) la forma de gobierno que con mayor facilidad logre que un pueblo d los primeros pasos en la via del progreso, ser muy mala para l si procede de suerte que impida todo adelantamiento ulterior. Es este un caso que se encuentra frecuentemente en la historia y constituye uno de los hechos ms lamentables que la misma registra. La hierarqua egipcia, el depotismo paternal de la China, fueron instrumentos muy aptos para elevar esas naciones al grado de civilizacion que alcanzaron. Pero despues, dichos pueblos han permanecido estacionarios, faltos de libertad intelectual individual, dos

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    condiciones de progreso que sus instituciones no le permitian adquirir; y corno su organis-mo poltico y social no cedi su puesto otro, se hizo imposible todo mejoramiento ulte-rior.

    Ved en cambio el ejemplo que nos ofrece otro pueblo de Oriente, un pequeo pueblo que vivi inmediato ellos, el pueblo Judo. Tambien tuvo ste su monarqua absoluta, su hierarqua: el origen de sus instituciones era evidentemente sacerdotal, corno en la India y la China y cumplieron en l la misma mi-sion que en las dems razas orientales, la de someterle al trabajo y al rden y darle una vida nacional. Pero ni los reyes, ni los sacer-dotes dispusieron nunca en Judea de un poder exclusivo sobre el carcter nacional. Su reli-gion, que era tal que las personas de genio y piedad esclarecida eran consideradas y se re-putaban s mismas inspiradas del cielo, sus-cit una institucion, no organizada, de precio inestimable: la rden (si puede llamarse as) de los Profetas. Bajo la proteccion, no infalible siempre, de su carcter sagrado, los profetas eran un poder en la nacion, frecuentemente supe-rior al de los Reyes y Sacerdotes, manteniendo en aquel apartado y reducido rincon de la

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    tierra, ese antagonismo de influencias, nica garanta real de un progreso continuo. La re-ligion no era all lo que ha sido en otras par-tes, la consagracion de todo lo establecido al principio, y un obstculo cualquier mejora-miento ulterior. La observacion de un judo distinguido (Mr. Salvador) de que los profe-tas eran en la Iglesia y el Estado el equivalen-te de la libertad moderna de la prensa, da idea justa, pero incompleta, de la mision desempe-ada en la historia nacional y universal, por ese gran elemento de la vida juda, gracias al cual, abierta siempre la fuente de la inspiracion, los hombres dotados en grado ms eminente de gnio y de sentido moral, podian, no slo de-nunciar, reprobar con la autoridad directa de Dios, todo lo que les pareca digno de seme-jante anatema, sino dar la religion nacional interpretaciones cada vez ms profundas y ele-vadas, que pasaban formar parte integrante de la misma. As, quien pueda desprenderse del hbito de leer la Biblia como si fuera un solo l ibro (habito arraigado igualmente entre los cristianos y los incrdulos hasta los ltimos tiempos) ver con admiracion la enorme distan-c ia que hay entre la re l ig ion y la moral del Pentatuco, y un de los libros histricos (obra

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    evidente de los conservadores judos del r-den sacerdotal) y la moral y la religion de los profetas, distancia tan grande como la que exis-te entre estos ltimos y los Evangelios.

    No seria fcil imaginar condiciones ms favorables al progreso: as los judios en vez de permanecer estacionarios como los dems pueblos asiticos, fueron, despues de los- grie-gos, la nacion ms progresiva de la antigedad, y con ellos el punto de partida y la gran in-fluencia motriz de la cultura moderna.

    No es posible tratar de la manera como las diversas formas de gobierno se adaptan los diferentes estados de sociedad, si n se tiene en cuenta, no solo los primeros pasos, sino los su-sucesivos que la sociedad deba dar, de los cua-les, unos pueden preverse, y otros, cuyo nme-ro es infinitamente mayor, desafian por el pron-to toda prevision. Sguese de aqu que para juz-gar del mrito de las formas de gobierno, debe buscarse el ideal de la mejor en s, es decir, de la que tienda ms favorecer el progreso en todos los rdenes y grados, supuestas siempre en el pas las condiciones requeridas para dar impulso esas tendencias bienhechoras. He-cho esto, debemos considerar cules son las circunstancias intelectuales indispentables para

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    que el gobierno puede obrar segun sus ten-dencias, y por consecuencia, los diversos de-fectos que incapacitarian un pueblo para re-cojer sus frutos. De este modo seria posible construir un teorema de las condiciones en que una forma de gobierno puede ser sbiamente introducida, y juzgar tambien cules serian en ciertos paises las formas inferiores ms pro-pias para hacerles atravesar el espacio inter-medio que deben recorrer antes de hallarse en aptitud de recibir la mejor.

    Es evidente que no tenemos que ocuparnos aqu en esta segunda cuestion, pero la primera constituye parte esencial de nuestro objeto, pudiendo enunciar desde ahora sin temeridad una proposicion, cuya prueba ilustraciones se presentarn en las pginas siguientes: , saber, que el ideal de la mejor forma de gobierno se encontrar, en alguna de las variedades del sis-tema representativo.

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  • CAPTULO I I I .

    El ideal de la mejor forma de gobierno, es el gobierno representativo.

    Se ha repetido durante largo espacio de tiempo (puede decirse que casi desde que exis- te la_libertad inglesa hasta ahora) que si se en- contrase un buen dspota, la monarqua des- ptica seria la mejor forma de gobierno; con- sidero esto como una concepcion radicalmente falsa y muy perniciosa de lo que es una buena forma de gobierno y hasta que nos hayamos penetrado de su error, viciar . fatalmente to- das nuestras especulaciones relativas al asunto. Supnese que, en manos de un individuo eminente, asegurara el poder absoluto el cum- plimiento virtuoso inteligente de todos los deberes del Gobierno. Estableceranse buenas

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    leyes y se reformarian las malas: proveeranse los cargos de confianza en los hombres de ma-yor mrito; la justicia seria bien administra-da; los impuestos ligeros y equitativamente re-partidos y todas las ramas de la administracion dirigidas con tanto acierto como lo permitie-sen las circunstancias nacionales y el grado de cultura moral intelectual del pas. Sea; quiero concederlo todo, pero debo demostrar culn grande es la concesion y que para aproximarse siquiera los resultados expuestos se necesitan muchas cosas que no encierra la simple expresion un buen dspota. El hecho es que para realizar todas esas condiciones hace falta un monarca que, no solamente sea bueno, sino que sea capaz de verlo y examinarlo todo. Debe hallarse informado exacta y minuciosamente de la manera cmo son dirigidas y funcionan todas las ramas de la administracion en todas las partes del reino: durante las veinte y cuatro horas del dia, que es el plazo de que dispone el rey como el ms simple artesano, ha de otorgar cada esfera de tan vasto campo una parte suficiente de atencion y de vigilan-cia. Por lo mnos, debe ser capaz de distin-guir y elegir en la masa de sus sbditos, no slo gran nmero de hombre honrados in-

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    teligentes, aptos para dirigir (mediante inspec-cion intervencion) los diversos ramos de la administracion pblica, sino adems el peque-o nmero de personas eminentes por sus vir-tudes y talentos, capaces de obrar sin esa vigi-lancia y un de ejercerla sobre los dems. Para cumplir esta mision de un modo recomen-dable, son precisas facultades tan grandes y una energa tan extraordinaria, que casi es im-posible suponer al buen dspota en cuestion, consintiendo en encargarse de ella, como no sea para l ibrar al pueblo de males intolerables para prepararlo algun otro estado.

    Pero la discusion puede sostenerse sin este prodigioso iten. Supongamos vencida la difi-cultad. Ou tendremos entnces? un hombre de actividad intelectual sobrehumana dirigien-do todos los asuntos de un pueblo intelectual-mente pasivo. La nacion como colectividad y los individuos que la componen, no tienen nin-guna influencia sobre su propio destino. Ca-recen de voluntad en lo relativo sus intere-ses colectivos. Una voluntad que no es la suya, y la cual no pueden desobedecer sin incur-r ir en un crimen legal , lo resuelve todo por ellos. Ou clase de hombres pueden formarse bajo parecido rgimen? Cul ser el desen-

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    volvimiento de sus facultades intelectuales y activas? Se les consentir tal vez meditar so-bre materias puramente tericas, en tanto que sus especulaciones no toquen la poltica, y sobre todo la poltica prctica. Se sufrirn acaso algunas sugestiones sobre los negocios pblicos, pero a un bajo el ms moderado de los dspotas, solo los hombres de superioridad ya reconocida acreditada pueden esperar que sus indicaciones sean, no tomadas en conside-racion, sino simplemente conocidas de aque-llos que dirigen el gobierno. Es preciso que un hombre posea en grado extraordinario el gusto del trabajo intelectual por s mismo, si se torna la pena de reflexionar con la certi-dumbre de no producir ningun resultado este-rior, si se prepara para funciones que nunca ha de serle posible ejercer. Lo que impulsa , los hombres esfuerzos intelectuales (escepcion hecha de reducido nmero de espritus) es la perspectiva de recoger frutos prcticos.

    No se sigue de lo dicho que la nacion se halle desprovista de poder intelectual. La mi-sion ordenaria que cada hombre debe cumplir, mantendr cierta dsis de inteligencia en un rden estrecho de ideas. Puede haber una cla-se selecta de sabios que cultiven la ciencia

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    en vista de sus aplicaciones fsicas por amor al estudio. Habr una burocrcia; y las personas que la compongan aprendern algunas mximas esperimentales de gobierno y de administracion pblica. Puede haber y ha habido de hecho en tales circunstancias una organizacion sistemtica de las facultades ms poderosas del pas acerca de algun objeto especial (generalmente la direccion militar) y esto en provecho de la grandeza del dspota. Pero la mayora del pueblo carece de intervencion inters en todos los grandes asuntos de la poltica, si algo sabe, su ciencia es una ciencia de dilettanti, como el saber mecnico de las personas que nunca han manejado un til. La inteligencia se resiente de este rgimen, y las capacidades morales humanas no sufren mnos sus efectos. Donde quiera que la accion de los sres humanos est artificialmente circunscrita, sus sentimientos se empequeecen en la misma proporcione La nutricion del sentimiento est en la accion: los buenos oficios voluntarios alimentan las afecciones domst icas . Pr ivad un hombre de que haga algo por su pas, y no se cuidar de l para nada. Se ha dicho que con el depotismo hay lo ms un patr iota ; e l mismo ds-

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    pota: y esta idea descansa en una exacta apre-ciacion de los efectos de la sumision absoluta, aunque se trate de un dueo bueno y pruden-te. Queda la religion, y en ella al mnos pue-de creerse que hay una influencia capaz de ele-var los ojos y pensamiento del hombre sobre el polvo que est sus pis. Pero la religion, un suponiendo que el despotismo no la haya pervertido en su provecho, cesa de ser en ta-les circunstancias asunto social, reducindose una cuestion personal entre el individuo y su creador, en que solo se trata de la salva-cion privada. Bajo esta forma, la religion es compatible con el egosmo mas estrecho y per-sonal, y aparta al hombre de sus semejantes tanto como el mismo sensualismo, Un buen despotismo significa un Gobierno, en el cual, en tanto que depende del dspota, no hay opre-sion positiva por parte de los funcionarios p-blicos, pero donde todos los intereses colecti-vos del pueblo son dirigidos por l; todo pen-samiento relativo dichos intereses concebi-do por l; mediante cuya influencia todos los espritus aceptarn voluntariamente el estado que ha de reducirles esa abdicacion de sus dones ms preciados.

    Abandonar las cosas al Gobierno, lo mismo

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    que abandonarlas . la providencia, significa no tomarse por ellas inters alguno y sufrir sus consecuencias, cuando son desagradables, como azotes de la naturaleza. As, pues, escepcion del pequeo nmero de espritus consagrados . la meditacion por la meditacion misma, la inteligencia y el sentimiento de todo el pueblo ser absorbido por el cuidado de los intereses materiales, y cuando haya provisto ellos, por el entretenimiento y embellecimiento de la vida privada. Pero decir esto, es decir, si el tes-timonio de la historia entera no miente, que ha sonado para ese pueblo la hora de la de-clinacion, suponiendo siempre que haya al-canzado una altura de la que pueda decaer. Si no se ha elevado sobre la condicion de un pueblo oriental, sigue vejetando en la misma condicion. Pero si habia salido de esta condi-cion como Grcia y Roma, gracias la ener-ga, al patriotismo, la espansion del espritu, que son nicamente frutos de la libertad, re-cae al cabo de algunas generaciones en el es-tado oriental. Y ese estado no significa una es-tpida tranquilidad al abrigo de todo cambio enojoso, sino con frecuencia la posibilidad de ser invadido, conquistado y reducido . la es-clavitud, por otro dspota ms poderoso,

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    por algun pueblo brbaro limtrofe que haya guardado con su rudeza salvaje, todo el vigor de la libertad.

    Tales son, no slo las tendencias naturales del gobierno desptico, sino sus necesidades ntimas inevitables, menos que el buen dspota supuesto, reservndose siempre el po-der, se abstenga de ejercerle y permita que la mquina general del Gobierno marche como si el pueblo se gobernase realmente s mis-mo. S, por poco probable que sea el caso, po-demos suponer que el dspota se somete la mayor parte de las reglas y restricciones del Gobierno constitucional; que concede la liber-tad de imprenta y de discusion en grado bas-tante para que la opinion pblica se forme y pronuncie sobre los intereses nacionales; que abandona las localidades la direccion de sus intereses particulares; que se rodea de uno muchos consejos de gobierno, elegidos libre-mente por una parte de la nacion; aunque con-servando intactos el derecho de imponer con-tribuciones y el poder supremo, as legislativo, como ejecutivo. Con esto destruir una por-cion considerable de los males inherentes al despotismo. La actividad poltica y la capaci-dad para los asuntos pblicos se desenvolvern

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    l ibremente en la masa de la nacion, cren-dose una opinion pblica que no ser simple-mente el eco del Gobierno.

    Pero este mejoramiento ser el comienzo de nuevas dificultades. Esa opinion pblica, independiente de la voluntad del Monarca, debe estar con l, contra l. Todos los Gobiernos lastiman cada paso multitud de personas; ahora bien, disponiendo stas de rganos regu-lares de publicidad y pudiendo expresar sus sentimientos, emitirn frecuentemente opiniones opuestas las medidas del Gobierno. Qu har el Monarca si esas opiniones estn en mayora? Cambiar de camino? Apelar la nacion? Si lo hace, no es ya un dspota, sino un rey constitucional, el rgano el primer ministro de la nacion, con la nica particularidad de ser irrevocable. Si no lo hace, usar de su poder desptico para reducir la oposicion al silencio y se suscitar entre la nacion y l una lucha que slo tiene una solucion posible.

    Por lo tanto, en el caso supuesto, siendo el poder un despotismo puramente nominal, no poseeria ninguna de las ventajas que se cree pertenecen la Monarqua absoluta, mintras que no reuniria sino en grado muy imperfecto las del Gobierno libre.

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    No debemos asombrarnos de que algunos reformadores impacientes desengaados, con-dolidos de los obstculos que oponen las reformas pblicas ms saludables, la ignoran-cia, la indiferencia, la indocilidad, la obstina-cion perversa de un pueblo y las coaliciones in-fames del egoismo privado, armadas de los me-dios poderosos que deben las instituciones libres, suspiren veces por una mano fuerte que derribe todos esos obstculos y obligue al pueblo recalcitrante ser bien gobernado. Pero prescindiendo de que por un buen dspota que reforme un abuso, hay noventa y nueve que no hacen ms que crearlos, los que con-fian en semejante remedio, excluyen de la idea de un buen Gobierno su principal elemento, el mejoramiento del mismo pueblo. Si un pueblo pudiera ser bien gobernado- pesar su-yo, su buen gobierno duraria nicamente lo que de ordinario dura la independencia de una nacion que la debe ejrcitos extrangeros. Es verdad que un buen dspota puede educar al pueblo, y si as lo hace, en ello encontrar la mejor escusa de su despotismo. Pero toda edu-cacion que procure hacer de los hombres algo ms que mquinas, acaba por impulsarlos reclamar franquicias, independencia. Los re-

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    presentantes de la filosofa francesa del siglo diez y ocho haban sido educados por los Je-suitas; podrase creer que esta educacion des-pierta el apetito de la l ibertad. Todo lo que desenvuelve por poco que sea nuestras facul-tades, acrece el deseo de ejercerlas con. mayor l iber tad , y l a educac ion de un pueblo des-atiende su fin, si le prepara para otro que pa-ra aqul, cuya idea de posesion y reivindica-cion le sugerir probablemente.

    Estoy ljos de condenar que en casos de necesidad urjente se haya recurrido al poder absoluto bajo la forma de una dictadura tem-poral. Antes, las naciones libres empleaban vo- luntariamente este r emed io pa ra cu ra r c i e r to s males del cuerpo poltico, de los cuales no po-da purgrsele por medios mnos violentos. Pero la aceptacion de la dictadura, aunque sea por un espacio de tiempo sumamente l imita-do, no tiene escusa, sino como cuando Solon Pittaco, el dictador emplea el poder que se le confia para a l lanar los obstculos que se encuentran entre la nacion y la l ibertad. Un buen despotismo, es un ideal completamente falso, y en la prctica (escepto como medio de alcanzar algun fin transitorio) la ms insensata y pe l i g ro sa de l a s qu imera s . Ma l po r ma l ,

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    un buen despotismo en un pueblo algo habi-tuado . las ventajas de la civilizacion, es ms perjudicial que uno malo, porque enerva mu-cho ms los pensamientos, los sentimientos, las facultades del pueblo. El despotismo de Augusto prepar los romanos para e l de Tiberio. Si el tono general de su carcter no hubiera s ido degradado por una esclavitud moderada, que dur cerca de dos generaciones, probablemente les habria quedado energa bas-tante para sublevarse contra otra esclavitud ms odiosa.

    No hay dificultad en demostrar que el ideal de la mejor forma de Gobierno es la que inviste de la soberana la masa reunida de la co-munidad, teniendo cada ciudadano, no slo voz en el ejercicio del poder, sino de t iempo en tiempo, intervencion real por el desempeo de alguna funcion local general. Hay que juz-gar esta proposicion con relacion al criterio demostrado en el captulo anterior.

    Para apreciar el mrito de un Gobierno, se trata de saber: I . ' En qu medida at iende al bien pblico por el empleo de las facultades morales, intelectuales y activas existentes: 2. cul sea su influencia sobre esas facultades para mejorarles aminorarlas. No necesito de-

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    cir que el ideal de la mejor forma de Gobierno no se refiere la que es practicable aplica-ble en todos los grados de la civilizacion, sino aquella, la cual corresponde en las circunstan-cias en que es aplicable mayor suma de con-secuencias inmediatas futuras. Solo el Go-bierno completamente popular puede alegar alguna pretension este carcter, por ser el nico que satisface las dos condiciones supra-dichas y el ms favorable de todos, y la bue-na direccion de los negocios, y . al mejoramiento y elevacion del carcter nacional.

    Su superioridad, con relacion al bienestar actual, descansa sobre dos principios que son tan universalmente aplicables y verdaderos co-mo cualquiera otra proposicion general, suscep-tible de ser emitida sobre los negocios huma-nos. El primero es, que los derechos intere-ses de cualquiera clase que sea, nicamente no corren el riesgo de ser descuidados, cuando las personas que afectan se encargan de su di-recci on y defensa. El segundo, que la prospe-r idad general se e leva y difunde tanto mlls , cuanto ms variadas intensas son las faculta-des consagradas su desenvolvimiento.

    Para mayor precision podria decirse: El hombre no tiene ms seguridad contra

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    el mal obrar de sus semejantes, que la proteccion de s mismo por s mismo: en su lucha con la naturaleza, su nica probabilidad de triunfo consiste en la confianza en s propio, contando con los esfuerzos de que sea capaz, y aislado, y asociado, antes que con los agenos.

    La primera proposicion, que cada uno es el nico custodio seguro de sus derechos inte-reses, es una de esas mximas elementales de prudencia, que todos siguen implcitamente siempre que su inters personal esta en juego. Muchos, sin embargo, la detestan en poltica, complacindose en condenarla como una doc-trina de egoismo universal. A esto podemos contestar: que cuando cese de ser cierto que la mayor parte de los hombres antepongan su conveniencia a la de los dems, y la de aquellos que estn ms estrechamente ligados con ellos, la del resto, el comunismo ser el nico go-bierno posible. No creyendo, por mi parte, en el egoismo universal, no negar que el comu-nismo