El Geoderecho y los centros mundiales de Poder Guilherme Sandoval Góes

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El Geoderecho y los centros mundiales de Poder Guilherme Sandoval Góes Mayo 2009 Introducción: El nostálgico maestro Celso Renato Duvivier de Albuquerque Mello, ya enseñaba que, más allá de que no haya un derecho constitucional internacional claramente delimitado, el nivel de constitucionalización de la política externa de un país depende del grado de internacionalización de la vida nacional y de la intensidad de sus relaciones internacionales. En este sentido, el derecho de las relaciones exteriores se ubica, en alguna parte, entre lo constitucional y lo internacional, tal vez más cercano a este último. Cierto es que ya no basta con hablar de “soledad de la Constitución”, en considerarla como un “Universo cerrado y excluyente”, sino como un pluriverso basado en el pluralismo interno, internacional y comunitario. En esta era globalizada, es imperioso marcar la dimensión neo-jurídica de la Constitución, que recibe contenidos internacionales en los documentos fundamentales, muchas veces, provenientes de la geopolítica de los centros mundiales de poder. Es preciso, pues, trepar hacia el escalón científico más elevado para mirar, con ojos de observador, la interconexión entre las relaciones internacionales, la geopolítica y el derecho. Para realizar su función de impartir justicia, el derecho no puede permanecer al margen de la geopolítica y de las relaciones internacionales, así como éstas no pueden permanecer ajenas al derecho. Tanto la política nacional – al concebir los objetivos nacionales -, como la estrategia nacional – al fijar las acciones para alcanzarlos -, deben seguir fielmente el orden constitucional del Estado Democrático de Derecho, dentro de un orden jurídico internacional de naciones civilizadas. Por lo tanto, es deber del estadista brasileño adquirir una visión prospectiva de largo plazo para saber “jugar el juego estratégico” dentro de los dictámenes del orden jurídico nacional e internacional. De la misma forma, es deber del constitucionalista patrio saber reinterpretar la Constitución a la luz de los principios geopolíticos que informan a la sociedad internacional post-bipolar. La comprensión del panorama geoestratégico mundial forma parte del rol de factores

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El nostálgico maestro Celso Renato Duvivier de Albuquerque Mello, ya enseñaba que, más allá de que no haya un derecho constitucional internacional claramente delimitado, el nivel de constitucionalización de la política externa de un país depende del grado de internacionalización de la vida nacional y de la intensidad de sus relaciones internacionales. En este sentido, el derecho de las relaciones exteriores se ubica, en alguna parte, entre lo constitucional y lo internacional, tal vez más cercano a este último. Cierto es que ya no basta con hablar de “soledad de la Constitución”, en considerarla como un “Universo cerrado y excluyente”, sino como un pluriverso basado en el pluralismo interno, internacional y comunitario. En esta era globalizada, es imperioso marcar la dimensión neo-jurídica de la Constitución, que recibe contenidos internacionales en los documentos fundamentales, muchas veces, provenientes de la geopolítica de los centros mundiales de poder. Es preciso, pues, trepar hacia el escalón científico más elevado para mirar, con ojos de observador, la interconexión entre las relaciones internacionales, la geopolítica y el derecho. Para realizar su función de impartir justicia, el derecho no puede permanecer al margen de la geopolítica y de las relaciones internacionales, así como éstas no pueden permanecer ajenas al derecho. Tanto la política nacional – al concebir los objetivos nacionales -, como la estrategia nacional – al fijar las acciones para alcanzarlos -, deben seguir fielmente el orden constitucional del Estado Democrático de Derecho, dentro de un orden jurídico internacional de naciones civilizadas.

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El Geoderecho y loscentros mundiales de Poder

Guilherme Sandoval Góes

Mayo 2009

 Introducción:

El nostálgico maestro Celso Renato Duvivier de Albuquerque Mello, ya enseñaba que, más allá de que no haya un derecho constitucional internacional claramente delimitado, el nivel de constitucionalización de la política externa de un país depende del grado de internacionalización de la vida nacional y de la intensidad de sus relaciones internacionales.  En este sentido, el derecho de las relaciones exteriores se ubica, en alguna parte, entre lo constitucional y lo internacional, tal vez más cercano a este último. Cierto es que ya no basta con hablar de “soledad de la Constitución”, en considerarla como un “Universo cerrado y excluyente”, sino como un pluriverso basado en el pluralismo interno, internacional y comunitario. En esta era globalizada, es imperioso marcar la dimensión neo-jurídica de la Constitución, que recibe contenidos internacionales en los documentos fundamentales, muchas veces, provenientes de la geopolítica de los centros mundiales de poder. Es preciso, pues, trepar hacia el escalón científico más elevado para mirar, con ojos de observador, la interconexión entre las relaciones internacionales, la geopolítica y el derecho. Para realizar su función de impartir justicia, el derecho no puede permanecer al margen de la geopolítica y de las relaciones internacionales, así como éstas no pueden permanecer ajenas al derecho. Tanto la política nacional – al concebir los objetivos nacionales -, como la estrategia nacional – al fijar las acciones para alcanzarlos -, deben seguir fielmente el orden constitucional del Estado Democrático de Derecho, dentro de un orden jurídico internacional de naciones civilizadas. Por lo tanto, es deber del estadista brasileño adquirir una visión prospectiva de largo plazo para saber “jugar el juego estratégico” dentro de los dictámenes del orden jurídico nacional e internacional. De la misma forma, es deber del constitucionalista patrio saber reinterpretar la Constitución a la luz de los principios geopolíticos que informan a la sociedad internacional post-bipolar. La comprensión del panorama geoestratégico mundial forma parte del rol de factores que permean la interpretación constitucional, siendo incluso su elemento nuclear en el rechazo de toda y cualquier modalidad de subordinación a los centros mundiales de poder. Es dentro de este marco complejo que surge el concepto de geoderecho, como una rama científica destinada a examinar las interconexiones entre el derecho y la geopolítica. En esencia, el geoderecho busca incorporar variables extra-jurídicas hasta entonces no consideradas en el estudio constitucional, dentro de una simbiosis conceptual que ansía comprender las razones geopolíticas que influencian las modificaciones de la Constitución en el mundo del desarrollo. De la misma forma, el geoderecho busca evaluar si la Constitución y la Estrategia Nacional, están en consonancia con los objetivos fundamentales fijados por la propia Constitución, dentro de una idea material de constitucionalismo programático que proyecta fines y programas a ser alcanzados en el futuro. Se busca, aquí, la comprensión de la Constitución en su totalidad, incluida su dimensión neojurídica que engloba las ideologías y los factores geopolíticos que se entrelazan en el mundo real de las relaciones internacionales. A pesar de ser inédito en el campo académico, el geoderecho siempre existió, por lo menos en su pretensión de examinar las relaciones entre la Constitución y las fuerzas políticas del Estado y entre Estados. En este aspecto, es precisa la lección Hans Meter Schneider, incorporada por

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Gilberto Bercovici, cuando afirma que la Constitución es fundamentalmente derecho político: de, sobre y para lo político. En fin, el geoderecho tiene el objetivo de debatir el papel de la Constitución y sus relaciones con la geopolítica dentro de un amplio marco que engloba no sólo la manifestación del poder constituyente originario, en ocasión de la instauración de la Constitución, sino, sobre todo, en los momentos siguientes de actualización del Estado. Dicha actualización es hecha a través de enmiendas constitucionales y de leyes infra-constitucionales y bajo los influjos de una determinada política constitucional, pasible de sufrir interferencia externa. Esta es la razón por la cual vamos inicialmente a investigar las relaciones complejas entre la geopolítica y la Constitución, en estos tiempos de Estado Post-Moderno. En seguida, se pretenden examinar las estrategias norteamericanas y sus reflejos en la construcción del orden internacional para, finalmente, intentar engendrar algunos elementos teóricos capaces de informar acerca de la creación de un geoderecho genuinamente nacional, sin sumisión a los centros mundiales de poder y, en especial, a los Estados Unidos. Entendemos que, en el cambio del siglo XX para el siglo XXI, un geoderecho regulando y siendo regulado por una geopolítica subordinada, será el gran agorero de tiempos sombríos para nuestro País. 1) Constitución y geopolítica en tiempos de estatalidad post-moderna

En este segmento temático se pretenden examinar las principales características que circunscriben el llamado Estado Post-Social o Estado Post-Moderno, un ciclo estatal que surge a partir del colapso soviético y que todavía se encuentra en plena evolución. A pesar de eso, no se puede negar que el paradigma post-moderno viene apuntando hacia la eliminación del Estado Social (Welfare State), patrocinada por la ola neoliberal. En rigor, por detrás de esta tendencia se encuentra el poder de las empresas transnacionales y su consectario más nocivo, sea cual sea, el vaciamiento axiológico de la Constitución que pone en riesgo todo un elenco de valores y conquistas de la sociedad moderna. Se propugna por medio del orden neoliberal la reducción de la Constitución a estructuras negativas y de mero procedimiento de limitación del poder del Estado, quitándole la fuerza normativa tan arduamente conquistada, al mismo tiempo que se intenta anular su papel transformador y emancipador que fija tareas, programas y fines para el Estado y para la sociedad. Como bien observa Lindaren Alves, se transfiere a la iniciativa privada y a las organizaciones de la sociedad civil, la responsabilidad por la administración de lo social. Estas, no obstante, funcionan apenas a escala de sus medios y de su humanitarismo. Se abandona, así, la concepción de los derechos económico-sociales. En este sentido, observé con agudeza de espíritu, que la geopolítica neoliberal proyecta sobre las Constituciones del mundo en desarrollo, la neutralización de la concepción de los derechos económico-sociales (segunda dimensión de derechos) a través de un fenómeno capital que aquí designamos como la constitucionalización de la geopolítica neoliberal. El tema es complejo, pero, no puede dejar de ser enfrentado por el estratega/jurista del siglo XXI que, para develar el nuevo estadio epistemológico del Estado Post-Moderno, necesita comprender la intrincada conexión entre el derecho y la geopolítica. En sintonía con el italiano Natalino Irti, uno de los grandes jurisconsultos de la actualidad, se defiende la tesis de que la nueva geopolítica mundial – impulsada por la economía y la tecnología – no desconoce la máxima de que el territorio establece la medida de la autoridad jurídica del Estado y que, por eso mismo, es fundamental saber explotar la dimensión espacial del derecho. Es la idea de spatium terminatuim, vale decir, lugar de política y derecho, aislado e identificado por los límites de la jurisdicción constitucional del Estado territorial y que, en gran medida, se aproxima al concepto de lebensraum, en tanto espacio vital y objeto principal de la geopolítica clásica de autores de renombre, ej.: Haushofer, Mackinder, Spykman, Mahan y muchos otros. Sucede que, en la era del Estado Post-Moderno, el poder de las empresas transnacionales y de la tecno-economía no conoce límites, no tiene patria, se expande hacia cualquier lugar. Son fuerzas ilimitadas (…) y que, juntas, conjuntas y aliadas, generan (…) un espacio artificial sin límites, donde la voluntad de lucro, desenraizada y sin territorio, se expresa más allá de los Estados y más allá del derecho de los Estados. Es de una claridad meridiana, por lo tanto, la fragmentación jurídica de la geopolítica y de la tecno-economía que debilita las Constituciones dirigentes del mundo en desarrollo y hace

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renacer de las cenizas el fénix constitucional de arquetipo neoliberal. La racionalidad geopolítica quebranta aquella visión clásica keynesiana de la impenetrabilidad del orden jurídico estatal, o sea, el territorio del Estado ya no es más símbolo de lebensraum, de espacio vital de delimitación de las fronteras entre Estados nacionales. En tiempos de estatalidad post-moderna, el nuevo concepto de lebensraum, ya no se une más a la conquista de los territorios, y sí, a la conquista de mercados y mentes (masificación por medio de estructuras eficaces de marketing). La apertura mundial del comercio, comandada por intereses globales de agentes infra-estatales, se desplaza hacia la centralidad de las relaciones post-modernas. Es en este sentido que Ignacio Ramonet pone al desnudo la idea de civilización del caos de los nuevos señores del mundo (conglomerados financieros e industriales privados), del planeta saqueado (destrucción sistémica del ambiente), de las metamorfosis del poder y sus formas negociadas, reticulares y horizontales (prensa, grupos de presión y organizaciones no-gubernamentales), del choque de las nuevas tecnologías (hombro con hombro con el choque de civilizaciones de las guerras étnicas) y, todo esto, contribuyendo a arrojar sobre esta sociedad occidental post-moderna un mal olor de remordimiento y algo parecido al sentimiento de náuseas.  Infelizmente, esta es la compilación que se hace del marco post-moderno. Es imperioso reconocer que la post-modernidad estatal trae hasta ahora una perspectiva sombría de agravamiento del ciclo de la periferia, de empobrecimiento estatal, de desamparo de hipo-suficientes (capas más pobres del tejido social). En este contexto, es preciso adquirir una sensibilidad académica esmerada para comprender el fenómeno de la constitucionalización de la geopolítica y la necesidad de creación de un geoderecho, verdaderamente autónomo con relación a los centros mundiales de poder, los grandes depositarios de las fuerzas de des-limitación (tecnología y economía). Por todo eso es que se tiene la impresión de que el legislador patrio no comprende bien la compleja matriz de impactos cruzados, que circunscribe las relaciones entre el centro y la periferia del sistema mundial. Nuestras Constituciones y leyes son modificadas sin ninguna relación con un posible proyecto nacional de desarrollo, al revés, lo que primará es la estrategia de las grandes potencias, caracterizándose aquello que Natalino Irti denomina “mercado de ordenamientos jurídicos”, o sea, las empresas transnacionales – amparadas por sus respectivos Estados nacionales – tienen a su entera disposición un verdadero mercado de Constituciones y eligen aquella que les resulte más ventajosa y conveniente. Y más grave aún es percibir que esta idea-fuerza de un mercado de Constituciones no surge de la nada, muy por el contrario, es una decisión política fundamental del Estado tomada por el poder legislativo. Cuanto mayor es la falta de visión estratégica de este segmento de la sociedad, mayor será la intensidad de los daños sufridos por los ciudadanos comunes. En fin, el resultado de este constitucionalismo condescendiente en demasía, estructurado a partir de relaciones verticales de poder, es melancólico y fue muy bien captado por aquella imagen traída a cuenta por el maestro Celso Mello cuando alerta que los gastos en perfumes o en helados en los Estados Unidos y en Europa, serían suficientes para atender las necesidades sanitarias y nutricionales de todo el mundo subdesarrollado. Igualmente fuerte, es el registro de que las personas son más ricas que los Estados nacionales. Todo eso refleja el fenómeno de la constitucionalización de la geopolítica, dentro de una globalización neodarwinista que no hace más que aumentar las capas de sub-proletarios en la periferia del sistema mundial. En fin, hay que comprender que “Poder hegemónico” y “modificaciones constitucionales comandadas” son temas que circunscriben al Estado Post-Moderno. En consecuencia, es imperioso engendrar un modelo de Estado Post-Moderno capaz de calcular la influencia de las grandes estrategias de los centros mundiales de poder y que tenga una magnitud científica suficiente para garantizar el núcleo esencial de la dignidad del ser humano. Conviene no embarcarse en la ola de la eliminación del Estado nacional y, en especial, del Welfare State. Es por eso que se juzga inaplazable concebir el modelo ideal de Estado Post-Moderno a partir de la reconfiguración del Estado Social, sin, entre tanto, renegar de las virtudes del Estado Liberal. Ahí está la piedra angular de la construcción del Estado Post-Moderno: una propuesta

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de modelo estatal que mantenga algún control sobre la economía privada, pero que, sin embargo, sea limitado en sus excesos intervencionistas. En este diapasón, el geoderecho brasileño tiene la misión de idealizar un nuevo paradigma constitucional de estatismo positivo atenuado, que armonice, por un lado, el binomio libre iniciativa – expansión mundial del comercio y, por otro, el trinomio dignidad del ser humano – desarrollo nacional – justicia social. Y más: la confluencia de los valores liberales (libre iniciativa y estatismo) debe constituirse a partir de la garantía del núcleo esencial de la dignidad humana, que fija las condiciones materiales mínimas hacia el ejercicio pleno de la ciudadanía y de los derechos civiles y políticos. La figura que sigue sintetiza dicha idea. 

Por eso, no pueden aceptarse más, sin una visión crítica, las construcciones teóricas extranjeras muy bien delineadas y sistematizadas por autores de renombre, que no hacen otra cosa que agravar el ciclo de la periferia en nuestra Región geopolítica. ¿De qué sirve vanagloriarse de la fuerza normativa de la Constitución, bajo la égida de una pujante democracia, cuando se constata la ineptitud del País para concebir una estrategia nacional que garantice efectivamente los derechos fundamentales mínimos del ciudadano común, el núcleo esencial de la dignidad humana?  Es por esto que debe existir consonancia entre la Constitución y la Estrategia Nacional; no se admite más aquella vetusta imagen de soledad constitucional. Por el contrario, urge al estratega brasileño superar el abismo científico que nos separa de los países desarrollados, en especial de los Estados Unidos, cuya Estrategia Nacional tiene el poder de moldear el orden internacional. Repítase, por ser fundamental: la estrategia de un único Estado nacional dirigiendo y comandando el orden internacional y, lo que es peor: muchas veces ni siquiera la propia sociedad internacional se da cuenta de esto. En efecto, el estudioso de las relaciones internacionales tiene la obligación de develar la intrincada tesitura estratégica estadounidense, que proyecta hacia el mundo una imagen retórica de valores democráticos que no se corresponde con su práctica en la vida real. Es por todo esto que – en el próximo segmento temático – no habrá otro camino sino el de trillar la larga evolución del pensamiento norteamericano, desde la Geoestrategia de la Contención del orden bipolar, pasando por la Estrategia del Compromiso y de la Ampliación de Clinton (National Security Strategy of Engagement and Enlargement) hasta llegar finalmente a la tan controvertida Doctrina Bush y su tentativa de imposición de la Pax Americana. Así se pretende demostrar que dichos modelos estadounidenses trascienden el objetivo de su simple

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nacionalidad e invaden la territorialidad de los países del resto del mundo, siendo correcto incluso afirmar que, evaluar la coyuntura internacional, no deja de significar analizar las estrategias de seguridad nacional de los Estados Unidos de América, tal es, en esencia, la génesis de su construcción. 2) Las estrategias norteamericanas y la construcción del orden internacional

Este segmento temático fue elaborado con la expectativa de plantear una visión crítica de las estrategias de seguridad nacional de la mayor potencia económico-militar del planeta, con el objetivo de comprender el significado, organizarlas sistemáticamente y, finalmente, señalar las teorías geopolíticas que les sirven de sustento.  Las grandes estrategias norteamericanas, solamente pasaron a regir las relaciones internacionales, luego de la superación histórica del orden internacional euro-céntrico, lo que sucede efectivamente al final de la Segunda Guerra Mundial. Anteriormente regía el orden impuesto por las potencias europeas, en especial el Reino Unido, Francia y Alemania y cuya trayectoria de evolución comienza con la Paz de Westfalia de 1648 (formación de la sociedad internacional), pasa por el Congreso de Viena de 1815 (fin de las guerras napoleónicas) y por el Tratado de Versalles de 1919 (formación de la Liga de las Naciones), hasta que, finalmente, se alcanza el fin de la Segunda Gran Guerra Mundial, evento que sella definitivamente el colapso del mundo euro-céntrico y la creación de la Organización de las Naciones Unidas. La figura que sigue, tiene el don de brindar una visión panorámica del perfil de la evolución de las estrategias norteamericanas, desde el fin del mundo euro-céntrico hasta nuestros días, o sea, desde la Geoestrategia de la Contención, en vigor durante toda la Guerra Fría, pasando por la Estrategia del Engagement and Enlargement., engendrada por Bill Clinton a comienzos de los años 90 y desarrollada a partir de la ruptura del Imperio soviético, hasta que, finalmente, se llega a la Doctrina Bush, configuración estratégica post-11 de Septiembre y cuya línea dominante es la imposición de la llamada Pax Americana, entendida aquí como unipolarismo geopolítico global. 

La Geoestrategia de la Contención fue utilizada por más de cuatro décadas para combatir el expansionismo soviético y en sus albores, más precisamente en las Conferencias de Yalta y de Postdam de 1945, los constructores de la estrategia norteamericana estaban divididos con relación a la política internacional de la Unión Soviética (respeto a la división del mundo hecha en Yalta y Postdam, o un proyecto de expansión comunista?). Fue en ese ambiente de dudas que se tornó notoria la visión prospectiva de George F. Kennan, primer estratega en percibir que la URSS no era simplemente un aliado difícil en las negociaciones de la post-Guerra, sino,

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por el contrario, era, incuestionablemente, el principal opositor geopolítico de los Estados Unidos en el contexto mundial que surgía. Comenzaba así la Guerra Fría, teniéndose, por un lado, la expansión soviética de inspiración mackinderiana y, por otro, la contención norteamericana bajo influencia spykmaniana. La expansión soviética se moldeó en la teoría del poder terrestre de Mackinder, cuyo eje central era la progresiva conquista de la Isla-Mundo a partir del Corazón de la Tierra (Eurasia). Ya la reacción norteamericana vino a través de la Geostrategia de la Contención, cuyo nombre original es Kennan’s Containment Strategy. Con rigor académico, para comprender tal estrategia, es necesario, antes, comprender su base teórica: la teoría de las fimbrias. Idealizada por Nicholas Spykman, la teoría de las fimbrias fue una de las más importantes concepciones geopolíticas clásicas y sostenía que lo realmente importante era la ocupación de las orillas o fimbrias de la Isla Mundial, esto es el llamado Rimland. El control del Rimland, evitaba la expansión de la potencia central, aislándola en el Corazón de la Tierra e impidiéndole alcanzar la Isla del Mundo. Basado en estos principios spykmanianos, el estratega estadounidense enseguida percibió que bastaba aislar a la Unión Soviética en el centro del Heartland, mediante la fijación de tres grandes alianzas internacionales, a saber: a) para la defensa de Europa Occidental, se formó la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); b) para proteger las regiones del Oriente Medio y de Asia Central, se creó la Organización del Tratado del Centro (OTCEN); y, finalmente, c) para neutralizar la proyección comunista sobre el continente asiático, se constituyó la Organización del Tratado del Sudeste Asiático (OTASE). De todo esto se desprende, por lo tanto, la alta capacidad de articulación estratégica de los Estados Unidos, fruto del trabajo de una elite sofisticada, cuya habilidad para disimular intereses propios no tiene respuesta. Es necesaria mucha sensibilidad estratégica para no dejarse seducir por el american way de hacer política internacional. Son innumerables los ejemplos de países que se dejaron envolver por esta alta capacidad estratégica estadounidense de exportar sus amenazas hacia los aliados, que van a manejarse en la escena internacional pensando en cuidarse de sus auténticos intereses geoestratégicos. Incluso Brasil, es siempre un buen ejemplo de víctima de esta alta capacidad estratégica estadounidense de exportar sus amenazas hacia sus aliados que se van a mover en la escena internacional pensando cuidarse de sus auténticos intereses geoestratégicos. En este sentido, el estudioso de la Geoestrategia de la Contención, tiene el deber académico de señalar otro punto capital de observación y que era la inconveniencia estratégica de apoyar regímenes democráticos en el contexto latinoamericano. En términos simples, el uso de la democracia como vector estratégico de combate al comunismo fue debilitado en América Latina por el propio estratega norteamericano, o sea, para contener el avance soviético en nuestra Región geopolítica, los Estados Unidos estimularon la formación de gobiernos militares fuertes, en detrimento de los propios valores democráticos. Bajo la óptica estadounidense, esta era la forma más eficaz de evitar el avance comunista en el contexto latinoamericano. En efecto, era la propia letra de la Geoestrategia de la Contención que revelaba la tendencia de apoyar los regímenes militares en América Latina. Estaba escrito textualmente, no era ni siquiera necesario disimularlo. En el marco geopolítico de la Contención, dichos regímenes eran importantes instrumentos al servicio de los intereses norteamericanos. Resta sondear si fue o no coincidencia la realidad que se vivenció en toda esta Región. En verdad, toda América Latina optó por trayectorias estratégicas de gobiernos militares que enfrentaban mejor la amenaza comunista. Se deja para la reflexión del lector un examen concreto de la realidad, si la opción estratégica adoptada por América Latina y, en especial, por América del Sur, atendió a sus propios intereses o, por el contrario, si fue apenas la concreción de una estrategia que le era externa y emanada de los Estados Unidos de América del Norte.  Una vez analizadas las relaciones geopolíticas bipolares, vamos, inmediatamente a investigar la National Security Strategy of Engagement and Enlargement, modelo que se consolidó incluso durante el primer gobierno Clinton. Así, se puede comenzar diciendo que la caída del muro de Berlín evidenció inmediatamente la inconveniencia de la Geoestrategia de la Contención y por consiguiente, hizo que surgiese un nuevo paradigma de seguridad nacional. En este sentido, las nuevas variables del mundo post-Guerra Fría exigieron una revitalizadora

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revisión de principios estratégicos, cuya integración culminó en la formulación de un modelo dirigido hacia la apertura mundial del comercio. Así, las vigas maestras de la nueva estrategia, fueron construidas a partir de la primacía de la dimensión económica y de la reducción de los gastos militares, por lo tanto, totalmente diferente de aquella que sería adoptada por su sucesor, el presidente George W. Bush, cuya opción sería de cuño militarista. Es a partir de este tipo de lectura que se comprende mejor el cambio de postura internacional del multilateralismo disimulado de Clinton hacia el unipolarismo declarado de Bush, al mismo tiempo que se entiende, con mayor claridad, el pasaje del mundo político estratégico de la Guerra Fría hacia el universo económico-comercial de la era post-bipolar. En efecto, la nueva estrategia desplazó hacia la centralidad de la política externa norteamericana la perspectiva neoliberal, en detrimento de una visión ideológico-militarista que predominaba en el período que le antecedía. Realmente, no hay como negar la afirmativa de que la política internacional de Clinton inauguró la era del mercado-centrismo, un mundo esencialmente económico-comercial, impulsado por la apertura de mercados globales y por la libre iniciativa. Es la ola neoliberal que está siendo exportada con la fuerza del “pensamiento único” y con el prestigio del triunfo del capitalismo sobre el comunismo. No fue sin razón, por lo tanto, que la economía norteamericana alcanzó su apogeo durante la vigencia del Engagement and Enlargement. Concebida con la esperanza de simbolizar el mojón cero de un nuevo recomienzo, de una nueva historia escrita a partir de la victoria del capitalismo, la estrategia de Clinton sobreestimó la dimensión económica, sin tener en cuenta la realidad internacional subyacente, cuyo eje giraba en torno al choque de civilizaciones, tal cual fue formulado por Samuel Huntington. Y así es que los atentados terroristas a los símbolos del Poder Nacional norteamericano, van a alterar drásticamente el marco estratégico hasta entonces vigente. Además, la gran crítica que se hace hoy en día al modelo estratégico de Clinton, recae exactamente en esta creencia suya, exacerbada en la supremacía de la dimensión económica, dentro de la matriz de seguridad nacional de los Estados Unidos. Y el hecho es que, la caída de las torres gemelas, va a establecer nuevos imperativos de seguridad nacional para los Estados Unidos, imprimiéndoles una nueva imagen volcada hacia la Guerra contra el Terror. Es en este diapasón que la Doctrina Bush hace retornar la primacía de la dimensión militar al plano más amplio de la seguridad nacional. En suma, si, por un lado la caída del muro de Berlín revocó la Geoestrategia de la Contención e instauró el modelo del Engagement and Enlargement, por otro, la caída de las torres gemelas invalidó la estrategia económica de Clinton e inauguró la tan controvertida Doctrina Bush, era de fuerza y de pax americana. En efecto, la configuración estratégica post-11 de Septiembre, optó, sin preocuparse demasiado por el resto del mundo, por un escenario internacional unipolar, en el cual los intereses norteamericanos serán colocados en un primer plano, desestimando las tendencias contemporáneas al multilateralismo de objetivo global de la sociedad internacional post-bipolar. He aquí plenamente justificados, bajo la perspectiva estadounidense, los conceptos de ataque preventivo y proteccionismo comercial sin disfraz.  En verdad, con la debida agudeza de espíritu, es posible identificar, antes incluso del fatídico 11 de Septiembre de 2001, señales previas de unipolaridad dentro de la obra estratégica de George W. Bush, tales como: a) La reedición del proyecto “Guerra en las Estrellas”, escudo de defensa anti-misil, que había sido archivado durante el gobierno Clinton;b) El abandono de la concepción estratégica de la “Fuerza en Reducción” (Shrinking Force), en la cual se preveía la reducción de aproximadamente el 35% de los gastos militares para las décadas siguientes, tal cual estaba estipulado en la revisión estratégica de 1993 del entonces Secretario de Defensa Les Aspin;c) La negativa de adherir al consenso de los nuevos imperativos internacionales de conservación del medio ambiente, engendrados en la Convención de Kyoto;d) El no reconocimiento de aplicabilidad a las fuerzas militares estadounidenses de las normas y principios jurídicos que involucraban la formación del Tribunal Penal Internacional (TPI);e) El abandono de la Conferencia anti-racismo y, finalmente,

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f) La denuncia del importante Tratado Anti-Balistic Missile Treaty (ABM) de reducción de las armas nucleares con Rusia, denuncia ésta necesaria para la reconquista de la construcción del Sistema de Defensa Estratégica Anti-misil (Reedición de la Guerra de las Estrellas). En fin, la estrategia de Bush ya presentaba, desde el comienzo, indicios unilateralistas, de ahí la fuerte crítica que viene recibiendo de la sociedad internacional, ya sea por la interrupción que provoca en el proceso de consolidación del multilateralismo de alcance global, ya sea por el menoscabo que muestra frente a los demás Estados nacionales y, en especial, al Derecho Internacional Público (debilitamiento del papel de las Naciones Unidas). 3) Elementos teóricos de un geoderecho genuinamente brasileño en el siglo XXI

Dentro de un contexto mundial globalizado, la proyección de un país en el concierto de las naciones, es función de su estrategia de inserción internacional. En este sentido, es deber del estratega patrio trazar las líneas dominantes de la política internacional del país. No obstante ello, se verifica que Brasil en las últimas décadas viene demostrando ser incapaz de engendrar un proyecto nacional de desarrollo, que contemple nuestras reales posibilidades de inserción autónoma en el escenario internacional. Nuestra Carta Magna preconiza, en su artículo cuarto, la búsqueda de la formación de una comunidad latinoamericana de naciones. No deja de ser una orientación geopolítica importante para la política externa brasileña. Sin embargo, es bueno ver que la integración latinoamericana, más allá de que sea el mejor camino a recorrer, es de difícil ejecución. México ya se encuentra irremediablemente vinculado a los Estados Unidos; los países del Caribe y de América Central también están más cerca estratégicamente de los Estados Unidos que de cualquier país sudamericano, en fin, una integración de esta índole, sería prácticamente imposible, por lo menos en el período de corto o mediano plazo. Siendo así, se visualiza como la mejor solución para la geopolítica brasileña en estos albores de la post-modernidad, la reducción de nuestro espacio vital hacia el sub-continente sudamericano. Es este indudablemente nuestro verdadero lebensraum, nuestro espacio efectivo vital. Siendo así, se percibe que la integración sudamericana debe ser el punto de partida de todo proyecto brasileño de inserción internacional. Dicho de otra manera, la construcción de un modelo geopolítico brasileño debe partir del fortalecimiento de América del Sur, como paso inicial de un proyecto de inserción internacional mucho más amplio y que abarque también las relaciones con los centros mundiales de poder, con África y, finalmente, con Asia. Siendo así, se defiende la tesis de que el estratega patrio tiene el desafío de edificar la integración de la llamada tríada sudamericana, compuesta por los tres grandes conjuntos geopolíticos de nuestro sub-continente (Arco Amazónico, Pacto Andino y Cono Sur). He aquí la primera etapa de una concepción geopolítica genuinamente brasileña. Inmediatamente, se deben entonces configurar los tres grandes frentes externos: el primero enfocado hacia los centros mundiales de poder (Estados Unidos, Europa y Japón), el segundo, denominado frente atlántico, arrastrado a la proyección brasileña sobre África y sobre el Atlántico Sur, finalmente, el tercero, denominado frente sur-sur y que abarca principalmente la interconexión IBAS-MERCOSUR. La figura que sigue sintetiza esta posible concepción geopolítica multipolar. 

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 En efecto, la integración del llamado triángulo geopolítico sudamericano, es el mejor proyecto de integración de América del Sur. Bajo los pronósticos de un benigno liderazgo brasileño, la integración de estos grandes conjuntos geopolíticos puede concretarse a partir de la explotación de sus vocaciones naturales y estar pautada por el carácter de inter-complementariedad sub-Regional. Por otro lado, con relación a los centros mundiales de poder, nuestra estrategia debe ser la de mantener una posición firme y de cooperación, aunque, sin obsecuencia y prestando una especial atención al tema de los subsidios agrícolas, por parte de los Estados Unidos, Europa y Japón que, indudablemente, perjudica nuestras exportaciones en este sector. Con relación al frente atlántico, es importante destacar la aproximación con el continente a partir de la revolución del bio-diesel y de otras inversiones brasileñas ligadas a la construcción civil. Finalmente, el frente sur-sur puede abrir amplias perspectivas de integración trilateral abarcando a los países del MERCOSUR, de África del Sur y de la India, formándose, por lo tanto, una gran zona de libre comercio en el hemisferio sur. Por todo lo expresado podemos ver, por consiguiente, la importancia de que el estratega patrio sistematice la inserción internacional de Brasil. Sin una visión amplia, no será posible moldear el sistema de fuerzas geopolíticas sudamericanas en una única dirección. No hay otro camino a recorrer a no ser el de buscar la integración del triángulo geopolítico sudamericano. En efecto, la interconexión del frente amazónico, andino y platino, es una concepción con una magnitud geopolítica capaz de enfrentar la influencia de los centros mundiales de poder, tornándose la base de un gran proyecto de inserción internacional de América del Sur como un todo. Conclusión:

El presente trabajo procuró ab initio usque ad mais analizar las interferencias mutuas entre la geopolítica y el derecho. Así, en un primer momento se investigó el fenómeno académicamente oculto en Brasil y que es la constitucionalización de la geopolítica. En este sentido, se verificó que el derecho constitucional vive una de las fases más delicadas de su evolución, principalmente en países del mundo periférico, donde se constata con mayor intensidad el fenómeno de la constitucionalización de principios de orden político liberal en su afán de neutralizar axiológicamente la Constitución, restándole la fuerza normativa, tan arduamente conquistada. Así, se intentó demostrar que la falta de una Estrategia Nacional de largo plazo impide, por vía refleja, que la Constitución cumpla efectivamente su papel de asegurar los derechos fundamentales mínimos para todo y cualquier ciudadano brasileño. Como bien alertó Bercovici, sin un Estado fuerte, podemos incluir lo que queramos en la Constitución, que no sucederá nada en términos de efectividad de los derechos fundamentales.

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 En estos tiempos de post-modernidad, se vive la angustia de la desaparición del welfarismo y, en consecuencia, el abandono de los excluidos a su propia suerte. Es por eso que el legislador patrio tiene la misión de actualizar el Estado brasileño mediante la fijación de enmiendas constitucionales que valoricen el concepto de un Estado Post-Moderno que pueda – al mismo tiempo – conciliar los valores liberales de la libre iniciativa y de la apertura del comercio, con los valores de la social democracia dirigidos hacia la justicia social y a la dignidad del ser humano, garantizándose, a partir de ahí, el núcleo esencial de los derechos del ciudadano común. Acostado en una espléndida cuna, el gigante brasileño se somete a presiones externas que sólo hacen que se agrave la exclusión social de nuestro País. Urge, pues, a Brasil, alejar la postura geopolítica sumisa y recuperar el tiempo perdido, asumiendo una concepción geopolítica avanzada, cuyo punto de partida – y no de llegada – sea la unión de la tríada sudamericana y sus principales bloques geopolíticos (arco amazónico, pacto andino y cono sur). A partir de ahí será más fácil engendrar las otras tres grandes iniciativas extra-bloque representadas por los frentes norte (centros mundiales de poder), atlántico (África y Atlántico Sur) y sur-sur (MERCOSUR-IBAS, MERCOSUR-mundo árabe-islámico y BRIC). En suma, la evolución del derecho constitucional en Brasil, precisa tener en cuenta estas variables geopolíticas de forma de fijar defensas jurídicas eficaces contra los centros mundiales de poder, cuyos intereses se proyectan sobre nuestro constitucionalismo, debiendo recordar aquí, una vez más, la lección magistral de Natalino Irti acerca del mercado de ordenamientos jurídicos en el mundo en desarrollo. En esta instancia, importa ganar una visión superior de que la Constitución tiene la función de moldear la vida nacional, y, no, sólo regularla. Es por todo eso que se cree que el derecho constitucional post-moderno no puede quedar alejado de la realidad internacional que lo circunscribe, sin que le sea endilgado cualquier papel de control en la protección de los derechos fundamentales y en la actuación del Estado desarrollista en el dominio económico. Bajo la óptica del geoderecho, el significado de la Constitución no se agota en la mera perspectiva de ser la norma jurídica superior del Estado, desprovista de todo contenido ético-social, como quiere además el orden político neoliberal. Al revés, la Constitución es dinámica y abierta y debe servir de fundamento material para la elaboración de las políticas públicas dentro del Estado Constitucional de Derecho. Debe comprenderse que la Constitución y la Estrategia Nacional – en cuanto definidora de las políticas públicas – son dos caras de una misma moneda. Más aún: inspirado en Rui Barbosa, se podría decir que: cuando la escuela de Chicago en las finanzas se une a la escuela de Friedrich August von Hayek en la teoría económica, pueden estar seguros de que se les imprimió, entre los pueblos del mundo periférico, una herencia incomparable de exclusión social. Con estas consideraciones, se finaliza este trabajo académico, destacándose que, en la era del geoderecho, la estrategia nacional y el derecho constitucional deben estar hombro con hombro en la garantía de los derechos fundamentales del ciudadano común y en la defensa de la soberanía estatal; definitivamente, no conviene embarcarse en la ola de la desintegración del Estado nacional, que la matriz neoliberal intenta exportar con la fuerza del triunfo capitalista sobre el socialismo a partir del colapso soviético. Es posible, sí, que se inaugure una nueva etapa de lectura moral y geopolítica de la Constitución haciendo valer más que nunca la expresión de Hans Meter Schneider de que la Constitución es un derecho político: de, sobre y para lo político.

Autor: Guilherme Sandoval Góes Profesor de Derecho y Capitán de Mar y Guerra; Coordinador de la División de Asuntos Geopolíticos y de Relaciones Internacionales de la Escuela Superior de Guerra de Brasil.; Coordinador del Curso de Post-grado en Derecho Constitucional de la Universidad Estácio de Sá; Master y Doctorando en Derecho por la Universidad del Estado de Río de Janeiro;

MELLO, Celso D. de Albuquerque. Direito Constitucional Internacional.  Rio de Janeiro: Renovar, 2000, p. 5. 

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 Cf. BERCOVICI, Gilberto. Constituição e política: uma relação difícil. In: LuaNova, n. 61, 2004, p.10. Disponível em http://www.scielo.br/pdf/ln/n61/a02n61.pdf. Acesso em 20 de Outubro de 2007. Nesse sentido de Constituição como direito político, o ilustre doutrinador pátrio mostra que o debate constitucional passa a travar-se entre aqueles que consideram a Constituição um simples instrumento de governo, definidor de competências e regulador de procedimentos, e os que acreditam que a Constituição deve aspirar a transformar-se num plano global que determina tarefas, estabelece programas e define fins para o Estado e para a sociedade.  BINENBOJM, Gustavo. A nova jurisdição constitucional brasileira. Legitimidade democrática e instrumentos de realização. 2 ª ed. revista e atualizada. Rio de Janeiro: Renovar, 2004, pp. 7/8. ALVES, J.A. Lindgren. A declaração dos direitos humanos na pós-modernidade. Revista No., Rio de Janeiro. Disponível em http://www.dhnet.org.br/direitos/militantes/lindgrenalves/lindgren_100.html. Acesso em 20 de Outubro de 2007.

IRTI, Natalino. Geodireito. Tradução de Alfredo Copetti Neto e André Karan Trindade. Conferência sobre biodireito e geodireito. Universidade de São Paulo, São Paulo, 2007, p.1.Cf. Geodireito, pp. 4/5.Para uma investigação científica importante acerca da nova ordem mundial após a queda do muro de Berlim e a perspectiva de um neo-hegemonismo norte-americano, sugere-se a leitura de RAMONET, Ignácio. A geopolítica do caos. Petrópolis, RJ: Vozes, 1998.Cf. Geopolítica do caos, pp.  7/12.

Cf., ob.,cit.,p.6.

As pessoas estão mais ricas que os Estados. As 15 pessoas mais ricas ultrapassam o PIB da África Subsaárica. (...) Para atender às necessidades sanitárias e nutricionais fundamentais custaria 12 bilhões de euros, isto é, o que os habitantes dos EUA e União Européia gastam por ano em perfume e menos do que gastam em sorvete. (...) Cada uma das 100 principais empresas globais vende mais do que exporta cada um dos 120 países mais pobres. As 23 empresas mais importantes vendem mais que o Brasil. Elas controlam 70% do comércio mundial. Cf. Celso de Mello. Ob. cit. p. 57.

E mais ainda: não é apenas a falta de visão estratégica do legislador que impede o avanço da proteção dos direitos constitucionais mínimos do cidadão comum, desafortunadamente, a academia pátria também não consegue desvelar as interpenetrações entre direito, relações internacionais e geopolítica. Ou bem se estuda, nas escolas de altos estudos militares e nos centros de formação da diplomacia, a geopolítica e as relações internacionais dentro de cadeiras isoladas, ou bem se estuda, nas escolas jurídicas do País, hermeticamente fechados o direito internacional e o direito constitucional. O efeito disso tudo é inexorável: a criação de um edifício epistemológico brasileiro totalmente fragmentado, sem elo científico entre os diversos segmentos do saber nacional.

É nesse momento histórico que a hegemonia norte-americana deixa de ser implícita e, passa, efetivamente, a moldar as relações internacionais. É por isso que vamos em seguida examinar a evolução do pensamento estratégico estadunidense, começando-se pela Geoestratégia da Contenção que entra em vigor logo após o fim da Segunda Guerra Mundial. Antes porém, gostaríamos de fazer uma pequena digressão filosófica – na verdade um alerta - para ressaltar que as análises das estratégias norte-americanas devem ser feitas sob a ótica da natureza do poder, tal qual formulada por Michel Foucault. Na visão deste renomado doutrinador, tal natureza se tematiza na polêmica noção de que o poder em si não existe, não é algo como a propriedade que se possui ou não, o que existe são relações ou práticas de poder, o que significa dizer que o poder é algo que se exerce, que se disputa, que se estimula. É, portanto, com este caráter relacional foucaultiano do poder que se deve ou pelo menos se deveria interpretar as estratégias de Segurança Nacional dos EUA, na medida em que projetam estruturas de poder que buscam perpetuar a força hegemônica estadunidense dentro do concerto das nações.  

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CLINTON, William. A national security strategy of engagement and enlargement. Washington, DC: White House Press, Feb, 1995.

Tais conferências fizeram a divisão geopolítica do mundo. Pela Conferência de Yalta, na cidade da Criméia, a área de influência da URSS foi limitada ao Leste europeu, enquanto que, na Conferência de Potsdam, ocorreu a divisão da Alemanha (Berlim foi dividida em quatro zonas de influência: britânica, norte-americana, francesa e soviética). Ainda em Potsdam, a Coréia foi repartida entre os EUA e a URSS, ficando a Coréia do Sul sob controle norte-americano e a Coréia do Norte sob a influência soviética.

O corolário da National Strategy of Engagement and Enlargement na América Latina foi o tão propalado Consenso de Washington, engendrado pelos senhores da economia privada e que adentrou o cenário latino-americano sem encontrar maiores resistências, seja na academia, seja na esfera política. E assim é que o Consenso de Washington fixava uma plêiade de políticas macroeconômicas, cujo objetivo era a reconstrução do Estado Mínimo pré-weimariano, valendo, destacar inter alia seus principais mandamentos: privatização de empresas estatais, flexibilização das leis trabalhistas, desregulamentação do controle estatal sobre remessa de lucros das empresas transnacionais, pagamento de juros da dívida pública garantido por meio de acordos bilaterais com o Fundo Monetário Internacional, universalização das empresas de telecomunicações, empréstimo condicional em que o FMI estabelece pré-requisitos de políticas fiscal, cambial ou monetária a serem adotadas pelos países tomadores do financiamento, controle rigoroso do déficit público com o fito de não comprometer o pagamento dos serviços da dívida, e, finalmente, elaboração de regras fixas para vencer, por definitivo, as já frágeis barreiras tarifárias aos produtos industrializados dos países da tríade econômica (Estados Unidos, União Européia e Japão). Cf. U.S. Defense Department. CLINTON, Willliam Administration.. A national security strategy of engagement and enlargement. Washington D.C. Press, Feb, 1996. Cf FUKUYAMA, Francis. O fim da história. Rio de Janeiro: Biblioteca do Exército, 1998 Para uma análise mais ampla do quadro de níveis de atrição entre civilizações, veja-se por todos HUNTINGTON, Samuel. O choque de civilizações e a recomposição da ordem mundial. Rio de Janeiro: Biblioteca do Exército, 1998

Para uma ampliação da análise dos impactos da geopolítica norte-americana no Brasil, v. GÓES, Guilherme Sandoval. A evolução do pensamento estratégico norte-americano a partir da fragmentação nuclear e seus reflexos no Brasil. In: Revista Marítima Brasileira. Rio de Janeiro, v.121,n.04/06,Abr./Jun.2002.

Integração da Índia, Brasil e África do Sul, cujo Fórum de Diálogo acaba de ser realizado em Pretória, nascendo a proposição de formar uma grande zona de livre comércio entre os países do MERCOSUL, da África do Sul e da Índia. Para além dessa integração, a frente sul-sul engloba ainda a integração MERCOSUL – Mundo árabe-islâmico e o assim chamado BRIC (Brasil, Rússia, Índia e China).

E assim é que no âmbito do Arco Amazônico, por exemplo, a postura brasileira deveria caminhar no sentido de integrar os países da Região por intermédio de acordos multinacionais de construções de hidrelétricas (setor onde o Brasil desponta como um grande competidor internacional), valorização de redes pan-amazônicas de ciência&tecnologia e saúde (pesquisas cientificas em torno da biodiversidade seriam priorizadas em todas as universidades dos países amazônicos, visando a agregar maior valor às suas descobertas e assegurando as patentes sul-americanas, evitando, por conseguinte a fuga de recursos pela pirataria e tráfico ilegal de ervas e sementes), intensificação do turismo ecológico (construção da infra-estrutura necessária ao seu desenvolvimento), etc. A questão indígena tem que se solucionada em tautocronia com a perspectiva de incrementar a exploração dos minerais nobres da Amazônia. Em suma, o conceito estratégico da FLORESTANIA, que alguns Estados brasileiros vêm desenvolvendo deveria ser exportado a todos os demais países amazônicos. O zoneamento ecológico da Região possibilitaria engendrar melhores estratégias de aproveitamento econômico em âmbito continental. A integração da Comunidade Andina de Nações é bem mais complicada, mas nem por isto impossível. O ponto nodal do posicionamento geopolítico brasileiro dentro da frente andina deve apontar para a mitigação da iniciativa norte-americana

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em expandir o Plano Colômbia para os seus países lindeiros. Já o MERCOSUL é inquestionavelmente o principal fórum de integração sul-americana. As outras duas frentes, a amazônica e a andina, são complementares dentro do processo de inserção internacional da América do Sul. Este é um rol meramente exemplificativo, com certeza muitas outras iniciativas poderiam aqui ser elencadas, mas não há espaço para tanto, fica apenas a sinalização de uma vibrante integração a partir destas três grandes frentes: amazônica, andina e platina.