EL FUNCIONARIO; EL ÚLTIMO CINDENADO A MUERTE

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    EL FUNCIONARIO

    Pens que llevaba ya demasiado tiempo trabajando enel banco. Juguete con el viejo bolgrafo que tena en la mano,y sigui pensando en la enojosa escena que haba protagonizadola vspera. Aspir hondo y se irgui en su asiento giratorio, dejel bolgrafo sobre la mesa y sigui consultando la pantalla delordenador.

    Siempre haba sido un empleado eficaz, adems deamable y correcto tanto con sus propios compaeros como conel pblico. Y con los superiores era tan considerado que, anteellos, su voz se converta en un murmullo, a menudo ininteligible.

    En general sola expresarse con vacilaciones, como si intentaraexcusarse.

    Extremaba su atencin con la clientela femenina, ycuando alguna mujer lo interrogaba se levantaba de su asientocortsmente para atenderla. Pero la vspera se le haba ocurridopedirle al director un aumento de categora y de sueldo, ydefinitivamente aqul no haba sido una de sus mejores das. El

    jefe haba denegado.-Imposible -le dijo. -Son tiempos de crisis y las cosas no

    estn como para eso.Con todo, l se haba resignado; retrocediendo atraves

    casi de espaldas el espacio que lo separaba de la puerta. Si eldirector haba calculado que protestara, al menos tmidamente,l no lo hizo. El jefe, vindolo salir con su plida tez, el cabelloescaso y unos lentes con montura de concha que le conoca

    desde siempre, se ratific en la idea que tena de l. Hoy le haba

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    parecido ms viejo de lo que era en realidad.-Es un pobre hombre -se dijo, suspirando.

    l se volvi a ocupar su mesa; a poco el telfono son yl lo haba cogido en el acto, tendindolo luego al compaeroms cercano.

    -Toma, es para ti -le indic amablemente. El otro cogi elaparato y ni siquiera dio las gracias. Y es que sus colegasparecan en general no advertir su presencia, si se excepta aalguna compaera a punto de jubilarse, que suspiraba en secretopor l.

    -Es un buen hombre, y fsicamente no est mal...Pero todos acudan a l siempre que necesitaban una

    suplencia o algn favor personal, y siempre lo encontrabandispuesto al sacrificio.

    -No faltaba ms -sola decir. -Hoy por ti, maana por m.Era de edad indefinida; no se haba casado, y quiz ni

    siquiera la idea le haba pasada por la cabeza. Y si alguien se la

    sugera, l sonrea tristemente.-No valgo para eso -deca.Los sustitua en vacaciones sin compensacin alguna, y

    a cambio los beneficiarios no hacan otra cosa quecompadecerlo.

    -Es demasiado poca cosa -comentaban, moviendo lacabeza. -No puede andarse as por el mundo.

    Ahora volvi a acomodarse ante su mesa. Se senta mal,y para restablecer su equilibrio psquico pens en una escenaalegre de su niez. Luego, volvi a aplicarse a su tarea. Con elrabillo del ojo vio a un hombre que acababa de traspasar elumbral: era alto, con aspecto arrogante, y entraba en el bancocomo si fuera de su propiedad. Se dirigi sin vacilar al empleado,que se puso de pie.

    -Buenos das -dijo l. -En qu puedo servirle?

    Era uno de los mejores clientes de aquella sucursal. En

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    realidad, una cola de gente aguardaba ante las ventanillas, perosin el menor empacho haba traspuesto la puertecilla basculante

    sin respetar su vez. Era su costumbre.-Tengo prisa -le dijo al funcionario. -Tengo que tomar elavin, y me hace falta dinero en efectivo. -El otro asinti.

    -No tiene talonario? No se preocupe, le rellenar untaln de ventanilla.

    Lo invit a que ocupase uno de los sillones tapizados enpiel, y luego bajo su mirada le estuvo rellenando el documentocon una letra cuidadosa. Eran seis millones de pesetas los queaquel hombre necesitaba, y no haba tanto dinero en la caja, porlo que le indic que tendra que esperar a que se abriera la cajafuerte.

    -Firme aqu -le dijo, y l estamp su firma al pie.El empleado se retir con el documento en la mano;

    habl con el director y le ense el taln. l se mostr muysorprendido, pero cuando se percat de la identidad del cliente,

    estamp su conformidad.Demasiado dinero -murmur, torciendo el gesto. El

    empleado se aproxim al interior de una de las ventanillas; elpblico aguardaba del lado de fuera, y l musit unas palabrasal odo del cajero principal. El otro lo mir con extraeza, terminde atender al cliente de turno y se dirigi al interior, seguido desu compaero. A los pocos minutos le entreg un abultadopaquete quedndose con el taln.

    -Aqu tienes -le dijo. -Qu barbaridad. Dnde va estehombre con esa cantidad en metlico?

    l entr un momento en un pequeo despacho, se dirigia un armario y sac unas sobres, donde introdujo el dinero.Luego, le indic al cliente que entrara.

    -Aqu tiene -le dijo. -Puede contarlo. Y tenga cuidado alsalir.

    El hombre tom el dinero y ni siquiera lo mir: lo introdujo

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    en una cartera cuadrada de piel, y le tendi la mano al empleado.-Seguro que est bien -le dijo. -Es usted una persona

    eficiente y de toda confianza.-No es nada -dijo l. -Estoy para servirle.El hombre sali deprisa, y el empleado estuvo poniendo

    en orden los papeles de su mesa. Luego se volvi al compaero.-Puedes sustituirme un momento? -le dijo. -Voy a salir

    a tomar un caf.-Un caf a estas horas? -dijo el otro. -Mejor podas

    tomar el aperitivo.Se ri de su propia gracia. Era un muchacho joven, con

    el pelo muy corto. Vigil la mesa unos minutos, pero luego tuvoque acudir a una llamada y se despreocup. El pblico, cada vezms numeroso, se apiaba ante las ventanillas, ya que eravspera de dos fiestas seguidas, y haba un movimiento pocousual. Cuando lleg la hora del cierre, el funcionario no habaregresado an.

    -Dnde se ha metido? -pregunt el director de lasucursal. -Vaya un da para abandonar as el puesto de trabajo.Miren en el lavabo, no sea que se haya puesto enfermo. Y t -ledijo a un botones que miraba alelado, -v a ver si est en lacafetera de la esquina.

    Nadie lo haba visto por all, y el director empez apreocuparse.

    -Habr que llamar a su casa -indic. -Esto es muy raro.-Vive solo -contest un compaero. -Y suele comer en la

    calle.Alguien propuso preguntar en la casa de socorro ms

    prxima, y as se hizo, pero all no constaba ningn ingresadoreciente con aquel nombre y apellidos. Llamaron a la polica quetampoco pudo dar noticia de l: no haba habido ningnaccidente ni atropello en la zona, y aconsejaron que aguardaran

    por lo menos hasta la noche para denunciar su desaparicin. El

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    primer cajero movi la cabeza.-Le he encontrado raro, demasiado contento -indic. -

    Qu le habr sucedido?Su compaero de mesa dijo haberlo visto por ltima vezcuando se dispona a tomar un caf. Llevaba la gabardina en lamano, aunque ni hacia fro ni estaba de llover.

    -Me extra lo del caf tan tarde,y as se lo dije -indic.-Acababa de atender a un cliente.

    A ste s pudieron localizarlo, a punto de salir de viajepara el extranjero. Su esposa contest al otro lado del telfono.

    -Espere un momento -dijo. -No s si podr ponerse.l habl precipitadamente: dijo haber dejado al empleado

    sentado a su mesa, y que no haba vuelto a verlo.-Me atendi muy bien, como siempre -afirm. -l mismo

    se ofreci a rellenarme un taln de ventanilla, y no tard ni diezminutos en entregarme los seis millones de pesetas. -El directorcontuvo la respiracin.

    -Seis millones ha dicho? No sern diecisis? Yomismo los autoric. -El otro resopl, impaciente.

    -Mire, tengo mucha prisa -dijo con sequedad. -Le digoque fueron seis millones, y ustedes tienen el justificante. Ahora,me disculpar si le dejo.

    -Bien, perdone -dijo confuso el director.El cajero tambin se sorprendi.-Yo mismo le entregu los diecisis millones -dijo, muy

    colorado. -Me extra que un cliente retirara en metlicosemejante cantidad, pero el taln vena conformado.

    Se cotejaron los comprobantes, y todo coincida: allfiguraban anotados los diecisis millones, tanto en cifras como enletras, con la cuidadosa caligrafa del funcionario. Solamente lafirma era de puo y letra del financiero.

    -No hay confusin posible -dijo el cajero, moviendo la

    cabeza.

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    El director estaba en pie, como alelado, tratando deentender aquel enigma. De pronto pareci tambalearse.

    -Hijo de la gran perra -mascull.La cosa estaba clara. El funcionario haba rellenado elimpreso escribiendo "seis en nmeros y en letras; despus derecoger la firma haba aadido las palabras diez y", y el nmero1 delante de la cifra. El hombre se dej caer en una silla.

    -Se ha quedado con la diferencia! -chill. -Vamos, questn haciendo? Que alguien avise a la polica, habr que vigilarel aeropuerto! Si es que no es ya demasiado tarde...

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    EL LTIMO CONDENADO A MUERTE

    Fue un hecho de resonancia en todo el pas: muchos lorecordaban todava sin poder evitar un estremecimiento. Mesesdespus, una propuesta de ley fue aprobada, y se suprimi lapena de muerte.

    El fiscal recordaba lo ocurrido con el menor detalle: habasido el ltimo hombre que se ejecut, y l era consciente dehaber obrado con rectitud en el caso, aunque otros muchosopinaran lo contrario. Aquel asunto haba sido complicado ypenoso, un verdadero desafo en su carrera, y adems estaba lapresin de los periodistas. Por otra parte, no era hombre que se

    arrepintiera de sus actuaciones.Tuvo que enfrentarse con un acusado torvo y rebelde,

    que negaba su implicacin en los hechos despus de haberadmitido y firmado su culpabilidad.

    -Cmo ha pasado el tiempo -suspir.Y, a pesar de ello, los hechos eran tan ntidos en su

    memoria como si hubieran sucedido ayer. En una poblacinindustrial hallaron, en el fondo de un pozo, el cadverdesfigurado de una muchacha joven. La haban atacadobrutalmente, la haban violado al parecer, y ninguna parte de sucuerpo se haba librado del enorme destrozo.

    -Tiene que ser obra de un loco -haba comentado elforense al hallarse ante los trgicos restos.

    Llamaron al padre de una chica desaparecida para queefectuara el reconocimiento. Era un hombre de aspecto taciturno,

    y haca ms de quince das que haba denunciado la ausencia de

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    su hija. Permaneci mudo y quieto ante el cadver desnudo.-No quiere sentarse? -le indicaron. l dijo que no con la

    cabeza.-No hace falta -dijo torvamente. -Es ella, no me cabeduda. Es mi hija.

    Se volvi con la mirada extraviada y agit el puo conademn amenazador.

    -Tienen que atrapar al asesino -pronunci con rabia. - Ycuando lo cojan, tienen que hacerle pagar esto.

    Mir aquellos restos maltratados, que se habanconvertido en un verdadero amasijo. El rubio cabello de la chicaformaba ahora una masa oscura pegada a su crneo, y en suboca entreabierta faltaban varios dientes.

    -Pobre, pobre hijita -gimi.Haba tratado de ofrecerle una vida distinta de la que l

    padeci. Ella era una muchacha sana y alegre, y ahora...Contuvo las nuseas y los sollozos agitaron su delgado cuerpo.

    Ahora, ella se haba convertido en una blanda mueca de trapo,mutilada y exnime. Record sus grandes ojos pardos y aquelhoyuelo en la barbilla, que haba heredado de l. De todo ello noquedaba nada.

    -Maldito -musit.Todava conservaba en la mueca un aro de plata. Era

    un modelo sencillo, y l mismo se lo haba comprado en una feriacercana. Sali tambalendose, y estamp su firma en eldocumento donde reconoca el cadver. Fuera, casi tropez conel juez que le palme la espalda.

    -Encontraremos al culpable -le dijo, convencido. Unpolica se ofreci a llevarlo a su casa, y l declin la invitacin. Ledola terriblemente la cabeza, y se senta lleno de odio.

    -Prefiero ir solo -dijo. El juez lo acompa hasta la calle.-Cualquier dato que recuerde, una pista cualquiera. No

    dude en llamarme enseguida -indic en tono serio. l asinti

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    despacio.-Lo har -dijo.

    Por el camino hacia su casa rememor los hechos de losltimos das, y lleg a una conclusin: seguramente el asesinoera uno de aquellos amigos que ensayaban con ella las obras deteatro. Haba sido demasiado indulgente al consentirle talescompaas, pens. Pero se disculp a s mismo dicindose quehaba tratado de librarla de las represiones y sentimientos deculpa que a l le haban inculcado cuando joven. Cuando lleg asu casa se desplom sobre la cama. Pronto se quedadormecido, y no tard en sumirse en un inquieto sueo lleno depesadillas.

    ***

    Pronto, el presunto asesino fue localizado. Alguiendeclar haber visto a la pareja en el cine, horas antes de que lachica fuera asesinada.

    -Estaban a mi lado -declar una muchachita con gafas,y su compaero lo corrobor.

    -Eran ellos, seguro. Estaban en la misma fila de butacas,y no parecan estar pasndolo mal -brome. La muchacha aadianimadamente:

    -Los dos salan juntos, a veces para ensayar. Trabajabanen esa compaa de aficionados. -El juez movi la cabeza, perono dijo nada. Slo pens:

    -El papel ms peligroso que ella pudo ensayar. -Indic ala pareja que podan marcharse, y que quiz los llamara denuevo.

    Luego hizo venir al muchacho: era un chico tmido ynervioso, y actuaba en la vida real como si lo hubiera hecho enel teatro. Daba la sensacin de hallarse en una zona lmite entrela fantasa y la realidad, como si estuviera ensayando una nueva

    obra. Con aire de ofendida dignidad se declar inocente.

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    -Usted no tiene ninguna prueba contra m -dijo, ceudo.-Yo no s nada de esa muerte, y por supuesto yo no la mat.

    Pero las acusaciones llovieron sobre l. Una muchachalarguirucha fue la siguiente testigo.-Yo los vi -afirm con seguridad. -Fue la misma noche

    que ella desapareci. De todas formas l no parece ser unasesino, no creen?

    El padre de la chica no pensaba lo mismo. Cuando lospusieron frente a frente, agarr al muchacho de la camisa y lozarande.

    -Voy a acabar contigo, maldito asesino -dijo con los ojosinyectados en sangre, y si no los hubieran separado, sus largasmanos hubieran hecho presa en la garganta del sospechoso.

    -Yo no la he matado, se lo juro -gimi l. El hombre lomir de frente.

    -Estuviste con ella toda aquella tarde, y parte de la noche-pronunci con rabia. -Nadie la vio despus con vida.

    -Yo no la mat! -repiti el muchacho, mientras se lollevaban.

    -Tal vez un nuevo interrogatorio logre algn resultado -indic el juez. -Por ahora, vamos a dejarlo que recapacite. -Elayudante pareca preocupado.

    -En otro pueblo ha desaparecido otra chica -reflexion.-Todo esto me huele muy mal.

    El juez orden para el sospechoso prisin preventiva, conlo que l se declar en huelga de hambre. Despus de un par dedas de soledad, la actitud del presunto asesino haba variado.

    -Quiero ver al juez -solicit. -Tengo que decirle algoimportante.

    Era como si hasta entonces hubiera evitado cualquierpublicidad, y ahora se sintiese primera figura en una farsa.

    -Yo la mat -afirm con arrogancia. -Le hice...

    proposiciones, y ella no consinti. As que... tuve que matarla.

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    Pareca crecido, dueo de la escena. Firm laautoacusacin con pulso firme, y al terminar aspir hondo como

    si se hubiera librado de un peso. Desde entonces, no llev acabo ningn acto de rebelda. Todos en el pueblo loconsideraban perdido, con pocas probabilidades de salir convida. l pareca resignado y no trataba de defenderse, como sipensara que la sociedad ya lo haba sentenciado: se trataba deun sdico, y en consecuencia mereca la pena capital. Elabogado nombrado de oficio, ante su aceptacin de los hechos,apenas pudo hacer nada.

    -Nunca he visto a nadie tan empeado en que lo maten-afirmaba con desaliento.

    Pese a haber acudido a todos los recursos legales, tuvoque desechar cualquier esperanza de ganar aquel caso. Dadaslas declaraciones de testigos y del propio implicado, no eraposible demostrar la ausencia de culpabilidad de su cliente. Todaaquella historia lo abrumaba.

    -Y, sin embargo, no creo que sea un asesino -repeta.-Est perdido -comentaban los compaeros de prisin.La vspera de la ejecucin estuvo muy tranquilo; la

    tertulia que se llev a cabo en su celda se pareca ms a unasimple reunin de amigos en un sbado por la noche, que a losprolegmenos de una muerte violenta. Pero luego, segnavanzaban las horas, el condenado se abandon a un terrorconvulsivo.

    -Quiero hablar con el juez! -deca entre gritos. -Hementido, yo no la mat! He estado engaando a todo el mundo,pero no quiero morir.

    El sacerdote de la prisin intent tranquilizarlo en vano.Le pregunt si poda aportar alguna nueva prueba, y al negarlol le aconsej que descansara, y avis al mdico para que leadministrara un sedante.

    -Ahora, te sentirs mejor -le dijo.

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    Al amanecer, la eficacia del verdugo fue tal que apenasel reo se percat de su trgico fin. No se consigui un

    aplazamiento y nadie pudo hacer nada por l, pese a que hastael ltimo momento estuvo gritando su inocencia. Era como sirenunciara de pronto al horrendo papel que haba asumido,aunque fuera demasiado tarde.

    -Ha muerto -declar el forense en tono profesional.Al fin, la conciencia colectiva se haba cobrado su deuda.

    Tras la ejecucin, los periodistas solicitaron varias opinionesacerca del caso.

    -Tena una mente creativa, no cabe duda -dijo un antiguoprofesor. Otros lo acusaban de poseer malos impulsos, y uncompaero afirm que era un fanfarrn, con demasiados humosde grandeza.

    -Para m que se senta fracasado, aunque tratara deocultarlo.

    Luego lleg la Navidad. El padre de la chica se senta

    muy solo, sin que aquella ejecucin lo hubiera compensado desu prdida. Aquella tarde, segn su costumbre, haba dormidouna siesta ligera llena de sobresaltos, y ahora aguardaba la horade su cena en solitario. Haca tres aos que su hija haba muerto,y no lograba arrancar el recuerdo de su mente. De la cocinallegaba el aroma de un guiso navideo que la sirvienta habadejado preparado, y el olor le dio gana de vomitar.

    -Maldita sea -mascull.Despus de aquellos amargos hechos su trabajo se

    haba resentido, y su clientela como zapatero bajaba. Trat depensar que era joven todava y deba sobreponerse a sus negrospensamientos.

    -Tengo mucha vida por delante -se dijo.Le pareci or unos golpes en el portal, y sinti un

    escalofro pensando quin sera a aquella hora, un da como

    aquel. Oy el sonido amortiguado de una voz, y not que el

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    mataron. Cmo poda yo saber?... -gimi. -l mismo se declarculpable...

    -De quin hablas? -chill la muchacha, alarmada. -Dequ crimen hablas?l retrocedi un paso buscando algn apoyo. Perdi pie,

    y se desplom pesadamente junto a la chimenea, dando con lacabeza en el duro bordillo.

    -Y fue el ltimo condenado a muerte -alcanz apronunciar.