El Estado-nación en La Era de La Globalización

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TEMA XII

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TEMA XII

EL ESTADO-NACIN EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIN: EL ESTADO POSTSOBERANO

La globalizacin y el Estado: la transformacin de la nacin estatal. El Estado-Nacin entre lo supranacional y la descentralizacin. Crisis del Estado-Nacin o cambio en la forma de ejercicio de poder?

[ M. Castells: La era de la informacin Vol. II Pg. 271-339]

1. LA GLOBALIZACIN Y EL ESTADO

Mientras que el capitalismo global prospera y las ideologas nacionalistas explotan por todo el mundo, el estado-nacin, tal y como se cre en la Edad Moderna, parece estar perdiendo su poder aunque no su influencia

La capacidad instrumental del estado-nacin resulta decisivamente debilitada por la globalizacin de las principales actividades econmicas, por la globalizacin de los medios y la comunicacin electrnica y por la globalizacin de la delincuencia.a) El ncleo transnacional de las economas nacionalesLa interdependencia de los mercados financieros y de divisas de todo el mundo, que operan como una unidad en tiempo real, vincula las divisas nacionales. El cambio constante entre dlares, yenes y euros obliga a la coordinacin sistemtica de esas divisas como nica medida capaz de mantener cierta estabilidad en el mercado de divisas, y de este modo, en la inversin y comercio globales. El resto de las divisas del mundo han quedado ligadas a este tringulo de riqueza. Si el tipo de cambio es sistemticamente interdependiente, tambin lo son las polticas monetarias. Y si las polticas monetarias siguen cierta coordinacin supranacional, tambin lo hacen los tipos de inters preferencial y, en definitiva, las polticas presupuestarias.

De ello se deduce que los estados-nacin individuales estn perdiendo y perdern el control sobre elementos fundamentales de sus polticas econmicas. Esta dificultad creciente del gobierno para controlar la economa se ve acentuada por el aumento de la transnacionalizacin de la produccin, no slo debido a la repercusin de las empresas multinacionales, sino sobre todo a las redes de produccin y comercio en las que las empresas estn integradas. De ah se infiere que desciende la capacidad de los gobiernos para asegurar en sus territorios la base productiva para generar ingresos. Cuando las empresas y las personas ricas encuentran parasos fiscales en todo el mundo, y cuando la contabilidad del valor aadido en un sistema de produccin internacional se vuelve cada vez ms dificultosa, surge una nueva crisis fiscal del estado, como expresin de una contradiccin entre la internacionalizacin de la inversin, la produccin y el consumo, por una parte, y las bases nacionales de los sistemas fiscales, por la otra. Pudiera ser que una de las ltimas batallas del estado-nacin se estuviera luchando en el espacio de la cibercontabilidad, entre los inspectores fiscales y los abogados transnacionales.

b) La globalizacin y el estado de bienestarLa globalizacin de la produccin y la inversin tambin amenaza al estado del bienestar. Ello es as porque cada vez resulta ms contradictorio para las empresas operar en los mercados globales e integrados, mientras experimentan importantes diferenciales de costes en prestaciones sociales, as como diferentes grados de regulacin entre los pases. No slo ocurre entre el Norte y Sur, sino tambin entre los diferentes pases de la OCDE; por ejemplo, los costes laborales relacionados con las prestaciones sociales son mucho ms bajos en EEUU que en Alemania. Pero lo que es una ventaja comparativa de la localizacin de EEUU frente a Alemania, se convierte en una desventaja frente a Mxico, tras el Tratado del Libre Comercio (TLC).

Puesto que las empresas, debido a la tecnologa de la informacin, pueden localizarse en muchos lugares diferentes y seguir enlazadas a las redes y mercados globales de produccin, se produce entonces una espiral descendente de reduccin de los costes sociales. Los lmites a esa competitividad negativa en el pasado fueron dobles: por una parte, el desfase en cuanto a la productividad y calidad entre los pases protega a los trabajadores de las economas avanzadas frente a los competidores menos desarrollados; por la otra, la presin interna induca al proteccionismo y mediante los aranceles se aumentaba el precio de las importaciones hasta un nivel en el que se anulaba la ventaja comparativa del abastecimiento externo.

Ambos lmites estn desapareciendo. La nueva Organizacin Mundial de Comercio ha establecido un sistema de vigilancia para detectar y penalizar las barreras al libre comercio.

En una economa cuyos mercados centrales de capital, bienes y servicios se integran cada vez ms a escala global, queda poco espacio para estados de bienestar muy diferentes en economas con niveles similares de productividad laboral y calidad productiva. Slo un contrato social global (que redujera la brecha sin igualar necesariamente las condiciones sociales y laborales), ligado a acuerdos arancelarios internacionales, podra evitar la desaparicin de los estados de bienestar ms generosos. No obstante, como en la nueva economa global, liberalizada e interconectada, ese contrato es improbable, los estados de bienestar estn reduciendo su tamao a un denominador comn inferior que mantiene la marcha espiral hacia abajo.

Al hacerlo, se desvanece un componente fundamental de la legitimidad y estabilidad del estado-nacin, no slo en Europa sino en todo el mundo.

As pues, el estado-nacin cada vez es ms impotente para controlar la poltica monetaria, decidir su presupuesto, organizar la produccin y el comercio, recabar los impuestos sobre sociedades y cumplir sus compromisos para proporcionar prestaciones sociales. En suma, ha perdido la mayor parte de su poder econmico, si bien an cuenta con cierta capacidad regulatoria y un control relativo sobre sus sbditos.

c) Redes globales de comunicacin, audiencias locales y reguladores estatales

El control de la informacin y el entretenimiento y, mediante ellos, de las opiniones e imgenes ha sido siempre el instrumento de sostn del poder estatal, que se perfeccionara en la era de los medios de comunicacin de masas.

En este mbito, el estado-nacin se enfrenta a tres retos interconectados: la globalizacin y el entrecruzamiento de la propiedad; la flexibilidad y la penetracin de la tecnologa; y la autonoma y la diversidad de los medios de comunicacin. De hecho ya se ha rendido a ellos en la mayora de los pases.

Hasta comienzo de los aos ochenta, con la excepcin de EEUU, la mayora de las televisiones del mundo estaban controladas por los gobiernos, y las radios y peridicos estaban bajo la coaccin potencial de la buena voluntad del gobierno, incluso en los pases democrticos.

Todo cambi en una dcada, por el impulso de la tecnologa. La diversificacin de los modos de comunicacin, el enlace de todos los medios en un hipertexto digital, que abri la va para el multimedia interactivo, y la incapacidad para controlar las emisiones de los satlites a travs de las fronteras o la comunicacin por Internet, acabaron con las formas tradicionales de defensa reguladora. La explosin de las telecomunicaciones y el desarrollo del cable proporcionaron los vehculos para un poder de emisin sin precedentes. El mundo de los negocios aprovech la oportunidad; se realizaron megafusiones y se moviliz el capital a lo largo del mundo para tomar posicin en la industria de los medios, una industria que poda unir el poder en las esferas econmica, cultural y poltica.

Durante los aos ochenta, se presion a los gobiernos nacionales de varias formas: opinin pblica o publicada que clamaba por la libertad y diversidad de medios; compra de los medios nacionales en dificultades; promesas de complacencia poltica para casi todos los que estaban en el poder, y beneficios personales para los cargos pblicos que fueran condescendientes.

La poltica simblica, al asimilar la liberalizacin de los medios con la modernizacin tecnolgica, desempe un importante papel para inclinar a la elite a favor del nuevo sistema de medios de comunicacin.

La televisin y la radio se privatizaron a gran escala. Los peridicos se concentraron en grandes consorcios, a menudo con el respaldo de grupos financieros. Y, lo ms importante, los negocios de los medios de comunicacin se hicieron globales, con el capital, el talento, la tecnologa y la propiedad de las empresas girando por todo el mundo, fuera del alcance de los estados-nacin.

No se deduce de ello que los estados no tengan una influencia en los medios de comunicacin. Los gobiernos siguen controlando medios importantes, poseen acciones y mecanismos de influencia en una amplia gama de los medios de comunicacin del mundo. Sin embargo han perdido gran parte de su poder, excepto en los medios de los estados autoritarios. Es ms, los medios necesitan mostrar su independencia como ingrediente clave de su credibilidad; si un medio se liga demasiado a una opcin poltica explcita o reprime de forma sistemtica cierto tipo de informacin, restringir su audiencia, apenas ser capaz de obtener beneficios en el mercado y no atraer el inters de la mayora del pblico.

Una vez que se reconoce la independencia de los medios, y una vez que el estado-nacin acepta esa cualidad como prueba de su carcter democrtico, se cierra el crculo: todo intento de recortar la libertad de los medios tendr un coste poltico.

En un movimiento paralelo a la globalizacin de los medios, tambin ha habido en muchos pases un extraordinario crecimiento de los medios locales, sobre todo de la radio y televisin por cable. La mayora de estos medios de comunicacin locales que suelen compartir programacin, han establecido una fuerte conexin con pblicos populares especficos, dejando de lado las opiniones estandarizadas de los medios de comunicacin de masas. Al hacerlo, se escapan de los canales tradicionales de control que los estados-nacin han establecido frente a las televisiones y principales peridicos.

La creciente autonoma poltica de los medios locales y regionales, que utilizan las tecnologas flexibles de comunicacin, es una tendencia tan importante como la globalizacin de los medios para conformar las actitudes pblicas. Ambas tendencias convergen en muchos casos, cuando las grandes empresas globales de medios compran nichos de mercado con la idea de captar la especificidad de las audiencias formadas en torno a los medios locales.

La comunicacin a travs del ordenador tambin se escapa al control del estado-nacin, marcando la entrada en una nueva era de comunicacin extraterritorial. La mayora de los gobiernos parecen estar aterrorizados ante tal perspectiva. En 1996 Francia intent proponer ante la Unin Europea una serie de medidas para prohibir el libre acceso a Internet; Hubo tentativas similares de los gobiernos chino, alemn y estadounidense sobre una variedad de temas que iban de la informacin financiera y poltica en China a la pornografa infantil en EEUU. El meollo de la cuestin eran los flujos de informacin transnacionales, que hacan difcil tomar medidas legales contra la fuente de informacin aun cuando fuera detectada.

Aunque unas medidas externas de proteccin fueran efectivas, mermaran la red, dificultando el acceso a mucha informacin til y disminuyendo la extensin y mbito de la interactividad. Adems, para poder limitar la red de forma selectiva, todos los pases conectados a ella tendran que llegar a un acuerdo sobre los temas que quieren que se prohban y luego establecer un sistema de seguimiento conjunto, que sera puesto en tela de juicio en los pases democrticos por inconstitucional.

As pues, en los aos venideros, los estados-nacin lucharn para controlar la circulacin de la informacin en las redes de telecomunicaciones interconectadas a escala global para no perder la piedra angular del poder estatal.

En general, la globalizacin / localizacin de los medios y de la comunicacin electrnica equivale a la desnacionalizacin y desestatificacin de la informacin, siendo las dos tcnicas inseparables hasta el momento.

d) Globalizacin de la delincuencia: Un mundo sin ley?

La globalizacin del crimen subvierte an ms el estado-nacin, transformando profundamente los procesos de gobierno y paralizando en muchos casos al estado. No es nueva la capacidad de penetracin del crimen y su repercusin en la poltica, pero s la vinculacin global del crimen organizado, su condicionamiento de las relaciones internacionales, tanto econmicas como polticas, debido a la escala y dinamismo de la economa criminal. Es nueva la profunda penetracin de los estados nacionales en una variedad de contextos bajo la influencia del crimen transnacional. Aunque el trfico de drogas es el sector industrial ms significativo en la nueva economa criminal, toda clase trficos ilcitos se unen en este sistema en la sombra: armas, tecnologa, materiales radioactivos, seres humanos, rganos humanos.. y se conectan a travs de la madre de todos los delitos: el blanqueo de dinero. Sin l, la economa criminal no sera global ni rentable; y a travs de l se conecta con los mercados financieros globales, de los cuales es un componente considerable y una fuente de especulacin constante.

La repercusin de estas tendencias en los estados nacionales se produce a lo largo de tres lneas principales:

En muchos casos, la estructura del estado est penetrada por vnculos criminales, ya sea mediante corrupcin, amenazas o financiamiento poltico ilegal, con lo que se causan estragos en la gestin de los asuntos pblicos.

Las relaciones internacionales entre los estados-nacin, en muchos pases, acaban dependiendo de la buena o mala colaboracin en la lucha contra la economa criminal.

Los flujos financieros de origen criminal son elementos clave para estimular o desestabilizar economas nacionales enteras, de tal modo que la poltica econmica ya no puede gestionarse en muchos pases sin incluir en escena este factor impredecible.

La importancia del fenmeno, su alcance global,, su riqueza e influencia y su conexin con las finanzas internacionales hacen que los lazos criminales con la corrupcin poltica sean un rasgo frecuente en los principales pases. Por ejemplo los yakuzas con los dirigentes gubernamentales japoneses.

As pues, la globalizacin en sus diferentes dimensiones, socava la autonoma y el poder de tomar decisiones del estado-nacin.

2. IDENTIDADES, GOBIERNOS LOCALES Y DECONSTRUCCIN DEL ESTADO-NACIN

Los gobiernos locales y regionales son al mismo tiempo, la manifestacin del poder estatal descentralizado, el punto de contacto ms cercano entre el estado y la sociedad civil, y la expresin de identidades culturales que, aunque hegemnicas en un territorio determinado, estn escasamente representadas en las elites dirigentes del estado-nacin.

La creciente diversificacin y fragmentacin de los intereses sociales en la sociedad red da como resultado su agregacin en la forma de identidades (re)construidas. As pues, una pluralidad de identidades transmiten al estado-nacin las aspiraciones, demandas y objeciones de la sociedad civil. La incapacidad creciente del estado-nacin para responder simultneamente a este vasto conjunto de demandas provoca lo que Habermans denomina una crisis de legitimacin o, en el anlisis de R. Sennett la cada del hombre pblico, la figura que constituye la base de la ciudadana democrtica.

Para superar esta crisis de legitimacin, los estados descentralizan algo de su poder a las instituciones polticas locales y regionales. Este movimiento ocasiona dos tendencias convergentes. Por una parte, debido a la diferenciacin territorial de las instituciones estatales, las identidades de las minoras regionales y nacionales encuentran su expresin ms fcil en los mbitos local y regional. Por otra parte, los gobiernos nacionales tienden a centrarse en controlar los desafos estratgicos planteados por la globalizacin de la salud, la comunicacin y el poder, dejando por lo tanto, que los niveles inferiores de gobierno asuman la responsabilidad de vincularse con la sociedad en la gestin de los asuntos dela vida cotidiana, para reconstruir la legitimidad mediante la descentralizacin.

Sin embargo, una vez que tiene lugar esa descentralizacin de poder, los gobiernos locales y regionales pueden tomar la iniciativa en nombre de sus poblaciones y pueden participar en estrategias de desarrollo frente al sistema global, con lo que acaban entrando en competencia con sus propios estados matrices.

Esta tendencia aparece en todo el mundo en la dcada de los 90. En EEUU, esta relocalizacin del gobierno ofrece la va ms inmediata para la relegitimacin de la poltica, ya sea en forma de populismo ultraconservador, como el movimiento de los derechos de los condados, o en la del Partido Republicano, que construy su hegemona atacando al gobierno federal.

En la Unin Europea, aunque se han transferido a Bruselas considerables reas de soberana, en muchos pases la responsabilidad de asuntos como la educacin, poltica social, cultura, vivienda medio ambiente y servicios urbanos, ha pasado a los gobiernos locales y regionales. Es ms, las regiones y ciudades de Europa se han unido en redes institucionales que sortean a los estados nacionales y constituyen uno de los grupos de presin ms formidables, actuando de forma simultnea en las instituciones europeas y en sus gobiernos nacionales respectivos. Adems, las regiones y ciudades participan activamente en las negociaciones directas con las empresas multinacionales y se han convertido en los agentes ms importantes de las polticas de desarrollo econmico, ya que los gobiernos nacionales estn limitados en sus acciones por las regulaciones de la Unin Europea.

En Amrica Latina, la reestructuracin de la poltica pblica para superar la crisis de los ochenta, dio un nuevo mpetu a los gobiernos municipales y estatales, cuyo papel haba sido tradicionalmente ensombrecido por su dependencia del gobierno nacional (excepto Brasil). Los gobiernos locales, provinciales y estatales de Mxico, Bolivia, Ecuador, Argentina y Chile se beneficiaron de la descentralizacin del poder y los recursos, y emprendieron una serie de reformas sociales y econmicas que estn transformando la geografa institucional de Amrica Latina. Al hacerlo, no slo compartan el poder con el estado-nacin, sino, lo que es ms importante, creaban la base para una nueva legitimidad poltica a favor del estado local.

En la Rusia poscomunista, el equilibrio de poder entre Mosc y las elites locales y regionales ha sido crucial para la estabilidad relativa del estado ruso en medio de una economa catica, como en el caso del reparto de poder y beneficios entre el gobierno federal y los agentes del petrleo de Siberia; o entre las elites moscovitas y las elites locales, tanto en la Rusia europea como en el Lejano Oriente. Por otra parte, cuando las demandas de una identidad nacional no se reconocieron como de deba, como en el caso de Chechenia, la guerra que sigui fue en buena medida responsable del descarrilamiento de la transicin rusa.

As pues, del esplendor de Barcelona a la agona de Grozni, la identidad territorial y los gobiernos locales-regionales se han convertido en las fuerzas decisivas en el destino de los ciudadanos, en las relaciones entre el estado y la sociedad y en la remodelacin de los estado-nacin.

Una investigacin sobre los datos comparativos de la descentralizacin poltica parece apoyar el dicho popular segn el cual los gobiernos nacionales en la era de la informacin son demasiado pequeos para manejar las fuerzas globales, pero demasiado grandes para manejar las vidas de la gente.

3. LA IDENTIFICACIN DEL ESTADONo todas las identidades son capaces de encontrar refugio en las instituciones de los gobiernos locales y regionales. De hecho, una de las funciones de la diferenciacin territorial del estado es mantener el principio de igualdad universal, mientras organiza su aplicacin como desigualdad segregada. Separados y desiguales es la norma que subyace, por ejemplo, en la autonoma local de los gobiernos locales de los EEUU. La autonoma local-regional refuerza territorialmente a las elites e identidades dominantes, mientras despoja a aquellos grupos sociales que no estn representados en esas instituciones autnomas de gobierno, o que estn aislados y confinados en un gueto.

En esas condiciones, pueden tener lugar dos procesos diferentes. Por una parte, las identidades que tienden a ser inclusoras utilizan su control de las instituciones regionales para ampliar las bases sociales y demogrficas de su identidad. Por la otra, las sociedades locales atrincheradas en una posicin defensiva construyen sus instituciones autnomas como mecanismos de exclusin.Un ejemplo del primer proceso es la Catalua democrtica; aqu una identidad cultural-nacional determinada, ser cataln, utiliza el control del estado local-regional para sobrevivir como identidad, tanto reforzando su posicin de negociacin frente al estado-nacin espaol como utilizando su dominio de las instituciones regionales-locales para integrar a los no catalanes, con lo que los produce como catalanes y reproduce a Catalua mediante familias sustitutas.

Surge una situacin totalmente diferente cuando las identidades e intereses que dominan las instituciones locales rechazan la nocin de integracin, como en las comunidades divididas por la etnia; estas minoras tnicas excluidas, no pretenden acceder al estado local, sino apelar al estado nacional para que sus derechos sean reconocidos y sus intereses defendidos, por encima y contra los gobiernos locales- estatales, como en el caso de las minoras estadounidenses. Sin embargo, el estado-nacin, para sobrevivir a su crisis de legitimidad frente a la mayora, va cediendo ms poder y recursos a los gobiernos locales y regionales. Al hacerlo, cada vez es menos capaz de igualar los intereses de las diversas identidades y grupos sociales representados en el estado-nacin general. Esta incapacidad debida a la descentralizacin de su poder, deslegitima an ms su papel protector y representativo frente a las minoras discriminadas. En consecuencia, estas minoras buscan refugio en sus comunidades locales, en estructuras no gubernamentales de autocontrol.

As, lo que comenz como un proceso de legitimacin del estado mediante el paso del poder nacional al local, puede acabar profundizando la crisis de legitimacin del estado nacin y la tribalizacin de la sociedad en comunidades construidas en torno a identidades primarias.

En el lmite, cuando el estado-nacin no representa a una identidad fuerte, o no deja espacio para que una coalicin de intereses sociales consiga el poder bajo una identidad (re)construida, una fuerza social/poltica definida por una identidad particular (tnica, territorial, religiosa) puede tomar el estado a fin de hacerlo la expresin exclusiva de esa identidad. ste es el proceso de formacin de los estados fundamentalistas. A primera vista, parecera que el fundamentalismo otorga un nuevo y vigoroso aliento al estado-nacin, en una versin histrica actualizada. Pero en realidad es la manifestacin ms profunda de su defuncin.

4. LA CRISIS DEL ESTADO- NACIN

Por todas las razones presentadas, lo que parece que est surgiendo es la prdida de peso relativo del estado-nacin dentro del mbito de la soberana compartida que caracteriza al escenario de la poltica mundial actual.

Hirst y Thompson reconocen el nuevo papel del estado de esta forma: Los estados funcionan menos como entidades soberanas y ms como componentes de un sistema de gobierno internacional; Las funciones centrales del estado-nacin sern proporcionar legitimidad y asegurar la responsabilidad de los mecanismos de gobierno supranacionales y subnacionales

Es ms, el estado-nacin cada vez est ms sometido a la competencia de fuentes de poder que no estn definidas; son redes de capital, produccin, comunicacin, crimen, instituciones internacionales, aparatos militares supranacionales, organizaciones no gubernamentales, religiones transnacionales y movimientos de opinin pblica. Y por debajo del estado estn las comunidades, tribus, las localidades, los cultos y las bandas. As que, aunque los estados-nacin continan existiendo, y seguirn hacindolo, son y cada vez lo sern ms, nodos de una red de poder ms amplia. Con frecuencia se enfrentarn a otros flujos de poder de la red, que contradicen directamente el ejercicio de su autoridad.

Los estados-nacin han perdido su soberana porque el propio concepto de soberana, desde Bodin, supone que no es posible perder un poco de soberana: precisamente ste era el casus belli tradicional. Los estados-nacin puede que retengan su capacidad de toma de decisiones, pero, al convertirse en partes de una red de poderes y contrapoderes, son en s mismos impotentes: dependen de un amplio sistema de aplicacin de la autoridad y la influencia de mltiples fuentes.

Sin embargo el estado-nacin no se ha vuelto irrelevante ni va a desaparecer, debido a razones paradjicas que tienen ms que ver con el comunalismo que con el estado. En efecto, en un mundo de redes globales aculturales y transnacionales, las sociedades tienden a atrincherarse en las identidades y a construir / reconstruir las instituciones como expresiones de esas identidades. Por ello, estamos presenciando al mismo tiempo, la crisis del estado-nacin y la explosin de los nacionalismos. El fin explcito de la mayora de estos nacionalismos, no de todos, es construir o reconstruir un nuevo estado-nacin basado en la identidad. Al hacerlo, los nacionalismos desafan y acaban llevando a la crisis a los estados-nacin existentes que se construyeron sobre alianzas histricas o sobre la negacin, total o parcial, de algunas de las identidades de los grupos que lo conforman.

As, los nacionalismos contemporneos son, de hecho, un factor importante para provocar la crisis de los estados-nacin constituidos a lo largo de la historia, como ilustran las experiencias recientes de la Unin Sovitica, Yugoslavia y frica, y como quizs suceda en el futuro de Asa e incluso de Europa. Cuando estos nuevos nacionalismos basados en la identidad alcancen la fase de estados, encontraran los mismos lmites que los estados-nacin actuales frente a los flujos de poder globales. Sin embargo su construccin no se orientar a afirmar la soberana, sino a oponerse a la soberana de otros estados. Algunos autores utilizan el concepto de forma neomedieval de orden poltico universal.

Los estado-nacin que se mantiene fuertes, como Japn o Corea del Sur, tambin lo hacen basndose en la homogeneidad social y la identidad cultural. Pero incluso en esos casos est surgiendo una contradiccin creciente entre los intereses de las grandes empresas multinacionales japonesas o coreanas, y el dominio territorial y los intereses polticos de los estados japons o coreano, con lo que se socava lo que constituy la base histrica del prspero estado desarrollista.

As pues, el comunalismo construye/mantiene a los estados en la sociedad globalizada, pero, con el tiempo, los debilita de forma decisiva tal y como estaban constituidos en la Edad Moderna, y quizs cuestione la propia idea del estado-nacin al atraparlo en identidades especficas.

EL ESTADO POSTSOBERANO

[F. Vallespn: El futuro de la poltica. Ed. Taurus]

Algo extrao debe pasar hoy con el Estado cuando comienzan a aparecer nuevas adjetivaciones para tratar de definirlo. Estado posmoderno (R. Cooper), Estado red (M. Castells), Estado cataltico (M. Lindt), Estado transnacional (U: Beck), Estado posheroico (H. Willke), son algunas de las expresiones elegidas para describir lo que salta a la vista: su creciente incapacidad para actuar valindose de los mecanismos tradicionales. Y como veremos, no slo a causa del proceso globalizador. Sin embargo no hay coincidencia a la hora de evaluar si se trata de una autntica y progresiva erosin de su poder, o si, por el contrario, estamos ante una mera reestructuracin de sus funciones y de la forma en la que se relaciona con la sociedad y con otros Estados. O en otras palabras estamos ante el fin del Estado y su sustitucin por otra forma de organizacin poltica distinta, o ante un nuevo Estado en evolucin?

Las ms recientes transformaciones han afectado directamente tanto a la dimensin de la soberana del Estado, su supuesta capacidad para establecer un orden jurdico propio hacia dentro, y el reconocimiento de esta jurisdiccin exclusiva hacia fuera (modelo Westfalia), como a la dimensin de lo que podramos calificar como su autonoma, su capacidad de modular y conformar su propia sociedad mediante decisiones dictadas por los rganos polticos (modelo Westminster).

Si bien la primera dimensin tiene un componente exclusivamente jurdico-formal, (tan soberano es a estos efectos Estados Unidos como las Islas Fiji), la segunda es ms ya dependiente de consideraciones fcticas y se mide sobre todo por la eficacia del Estado en su papel de rgano central de direccin y gobierno de la sociedad, independientemente de lo que a este respecto establezcan la constitucin, el sistema jurdico o los tratados internacionales.

La idea que se pretende defender, se puede formular en la siguiente tesis: estamos asistiendo a una progresiva reorganizacin del concepto de la soberana del Estado, que coincide tambin con una creciente incapacidad por parte del mismo para estructurar su sociedad. Esto no quiere decir que habremos de despedirnos de estas categoras, pero s que es necesario reinterpretarlas a la luz de un indudable proceso de des-estatalizacin o des-nacionalizacin, trminos que pueden servir para englobar todas las dimensiones en las que existe un cierto retraimiento, o reorganizacin, del poder tradicional del Estado.

Por tanto, lo relevante es visualizar las transformaciones desde el ngulo particular del Estado-nacin, ya se trate de cambios inducidos por fenmenos que tiene su origen fuera de sus fronteras (mundializacin), o por la necesidad de reajustar su organizacin interna (complejidad), o por una combinacin de ambas causas.

De lo que fundamentalmente se trata es de percibir cmo esta institucin, que siempre ha vivido por y para la territorialidad y el control se est viendo desbordada en estos dos mbitos por efecto directo de la combinacin entre los fenmenos de la mundializacin y la complejidad creciente, que se encuentran en una relacin de retroalimentacin mutua. Una sociedad compleja, corporativa y plural y, por ejemplo, un sistema productivo y financiero que transcienden las fronteras, no se pueden someter hoy sin graves distorsiones dentro los lmites territoriales circunscritos a un poder poltico concreto. La consecuencia es que ste, o bien se ve obligado a renunciar a muchas de sus atribuciones tradicionales o debe replantearse la forma en la que trata de imponerse sobre los diferentes campos sociales.SNTOMAS DE CAMBIO

Para dar cuenta de la situacin del Estado de fin de siglo, pasaremos revista a sus funciones tradicionales para ver cmo se ven influenciadas por los nuevos acontecimientos.

A) Seguridad

El Estado, a pesar de los recientes procesos de privatizacin de la seguridad, sigue siendo el titular de la violencia legtima y puede ser que ste sea el mbito en el que su presencia seguir estando ms presente en el futuro. Otra cosa es que pueda resolver por s mismo el problema de la seguridad interna en un mundo de fronteras permeables.

La delincuencia, sobre todo la organizada a travs de mafias de todo tipo, se ha convertido en un fenmeno global que los Estados slo consiguen atajar a duras penas mediante una intensa colaboracin entre ellos. El hecho de que se trate de grupos que operan fuera de la ley no obsta para que sean uno de los grandes actores del mundo globalizado. Su poder no ha dejado de crecer mediante su acceso a las nuevas tecnologas de la comunicacin que les permite una gran coordinacin a nivel mundial; a travs de la diversificacin de su negocio, que va del narcotrfico al comercio ilegal de armas, obras de arte ..etc.; y sobre todo por su capacidad para beneficiarse de los nuevos instrumentos del sistema financiero internacional y de los parasos fiscales para proceder al blanqueo de dinero. La indefensin del Estado territorial tradicional frente a estas redes de delincuencia global salta a la vista. Aqu como en otros mbitos, el principio de territorialidad de los Estados se enfrenta a fenmenos desespacializados que exigiran otro tipo de actuacin distinta de la meramente interestatal (un cuerpo internacional de accin global?). Y ello es poco probable, dado que significara tocar la fibra ms sensible de la soberana, pero sirva al menos para poner de relieve la gran contradiccin hoy existente entre un orden poltico segmentado en Estados y las otras formas de accin globalizada que, como las mafias, son capaces de establecer una estructura de autoridad y accin interna sin necesidad de vnculos territoriales concretos. Como seala M. Castells no debe perderse de vista la capacidad de estos flujos financieros de origen criminal para estimular o desestabilizar economas nacionales enteras, de tal modo que la poltica econmica ya no puede gestionarse en muchos pases sin incluir en escena este factor impredecible.

Lo dicho anteriormente tambin puede servir para el terrorismo internacional. El monopolio de la violencia legtima est en manos de los Estados, pero est por ver hasta qu punto estarn en condiciones de hacer frente a esos desafos insistiendo en los instrumentos la colaboracin interestatal en vez de apostar por medidas ms valientes.

B) Defensa

Nos encontramos ante una impotencia similar. Ningn pas, a excepcin de EEUU, es capaz de aportar por s mismo los recursos humanos, tcnicos y armamentsticos necesarios para la conduccin de la guerra o, al menos para evitar una agresin de los Estados ms poderosos. La solucin consiste en organizar un sistema de seguridad nacional con las suficientes fuerzas como para desincentivar agresiones de otros Estados, o bien en compartir sus estrategias de defensa dentro de una organizacin militar ms amplia, como en el caso de la OTAN.

Los cambios que en este mbito se han venido produciendo desde la cada de la Unin Sovitica son espectaculares. Si quisiramos resaltar las enormes asimetras que a este respecto existen entre los distintos pases y, sobre todo, la coexistencia de diferentes tipos de Estado con problemas y expectativas diferentes, Richard Cooper los ha dividido dentro de las siguientes categoras:

Estados que el modelo premoderno, en los que la autoridad estatal no posee el monopolio legtimo de la violencia y estn sujetos al caos interno pre-estatal, cuando no a una abierta guerra civil.

Estados modernos, que mantienen el principio del monopolio de la violencia y estn preparados para ejercerlo frente a sus enemigos potenciales y, participan de una poltica de defensa apoyada sobre la idea clsica de la soberana estatal y la prohibicin de interferencias en sus asuntos internos.

Estados posmodernos, que estaran ms dispuestos a someter sus polticas de defensa a tratados internacionales que restringen su autonoma en este mbito y, como los pases integrados en la OTAN, renuncian al imperativo territorial como criterio definidor de su soberana militar.

Los Estados posmodernos son ms pluralistas, ms complejos, menos centralizados que los Estados modernos y, tremendamente sensibles a los medios de comunicacin, los sentimientos populares y el sentir de los grupos y regiones que lo integran. Como en el caso de la UE, estamos aqu tambin ante una manifestacin ms de eso que hoy recibe el trmino de sovereignty pooling, la puesta en comn de sectores o pedazos de soberana; la creacin de un fondo comn de soberana que garantiza que sta pueda perdurar aunque tenga que compartirse con otros.

C) Identidad

El Estado ha perdido gran parte de su capacidad para conformar una identidad comn; la esfera de la cultura se ha desprendido en buena parte del adjetivo nacional para convertirse en una dimensin ms plural y mestiza. No parece posible ya una creacin de sentimientos nacionales por la va administrativa, pero no hay por qu excluir la posibilidad de que el creciente nmero de comunidades simblicas subculturas de inmigrantes, de formas de vida, grupos localistas, comunidades religiosas puedan coexistir con la identidad omniabarcadora del estado-nacin.

En aquellos pases en los que prevalecen importantes grupos nacionales, tnicos o culturales minoritarios que no han conseguido ser acomodados a travs de medidas de ingeniera constitucional o polticas consociativas, es indudable que la tendencia va ms en la lnea de la confrontacin que del consenso. La solucin puede que dependa de nuestra capacidad para acentuar la interdependencia entre diferentes unidades polticas y la elaboracin de instituciones comunes que nos unan por arriba. La ventaja de la participacin democrtica en estas instituciones es que ponen en marcha un proceso de interaccin e ilustracin mutua que tiene la ventaja de resaltar no slo aquello que nos separa, sino, ante todo, lo que tenemos en comn.

Sin embargo, la cohesin social nunca ser plena si no se asocia tambin a un principio de solidaridad capaz de establecer pautas de justicia distributiva, y en ser capaces de hacerlo a pesar de la propia diversidad cultural.

D) Bienestar

El papel del Estado como garante de un bienestar general y de la justicia distributiva puede que sea el que ms se ha visto afectado por la mundializacin. El sistema econmico se ha expandido al mbito transnacional, limitando las posibilidades de una regulacin nacional de la economa; las nuevas condiciones surgidas de esta situacin no las impone el estado, sino las exigencias objetivas de la competencia internacional. La consecuencia es una creciente interdependencia entre las distintas economas. El Estado se ve ahora obligado a destejer el abrigo que haba elaborado para proteger a la sociedad frente a las inclemencias del capitalismo. Desregulacin, privatizacin, precariedad y movilidad en el empleo son algunos de los sntomas de esta nueva desnudez, que los estados ms activos tratan de compensar mediante la promocin de la innovacin, la empleabilidad, las polticas sociales eficientes y dirigidas a los ms necesitados.

Lo que importa destacar es cmo el Estado se ve obligado a reaccionar ante condiciones que escapan a su control; depende cada vez ms de factores que estn fuera de su propio campo de influencia y del de sus ciudadanos. Si la poltica estatal se ha caracterizado tradicionalmente por crear un orden desde arriba, ahora ha pasado a una posicin defensiva: ya no organiza la sociedad sino que la defiende. Al carecer de las posibilidades directas de garantizar un sistema financiero, el Estado va al arrastre de los intereses objetivos del proceso de acumulacin de capital en el mundo transnacional. No deja de ser paradjico que, con toda su buena voluntad hacia la comunidad que supuestamente est tratando de proteger, acaba por hacer el trabajo sucio a los grandes intereses econmicos transnacionales, se convierte en su servicial gestor. Es la consecuencia obvia del marco general de la competitividad global. nicamente a travs de la cooperacin interestatal puede imaginarse una solucin poltica frente a la dictadura de la economa. Ya se trate de un repliegue hacia una cooperacin poltica y econmica regional, como en el caso de la UE, o mediante una ms ambiciosa accin que implique una autentica regulacin de los mercados financieros.

LA CRISIS DE GOBERNABILIDAD

El diagnostico de la crisis de gobernabilidad se sustent sobre un anlisis ms general del Estado de bienestar y el funcionamiento de la democracia. Aunque los argumentos variaban segn el enfoque aplicado (neomarxistas y liberales), ambos coincidan en la existencia de una distorsin sistmica interna en el ejercicio de la accin del gobierno.

Por parte de los liberales, la evaluacin de la crisis se formula de esta manera: se habra producido una inflacin de las demandas que dirigen los ciudadanos al sistema poltico, que quedan sin la correspondiente respuesta por parte de un Estado ya excesivamente sobrecargado; todo revierte sobre la ineficiencia general de la accin publica y la legitimidad general del sistema. Para recobrar el equilibrio perdido se exigira u retraimiento de las obligaciones asumidas por el Estado y un repliegue de las exigencias de la ciudadana, que a la hora de realizar sus fines debera confiar ms en la propia capacidad de autoorganizacin social que en los poderes pblicos; menos Estado y ms sociedad civil.

Para el enfoque neomarxista el problema reside en que el Estado capitalista, que puso en marcha una serie de medidas intervensionistas para contener la lucha de clases y corregir las disfuncionalidades del mercado, se encuentra preso en un dilema irresoluble: de un lado debe responder a intereses globales y generales si quiere mantener el apoyo de las masas, pero, de otro, no puede hacerlo sin potenciar una economa de mercado asimtrica, gobernada por la lgica del capital, que es de donde extrae sus recursos. Su intervensionismo se encuentra as limitado por la capacidad del sistema econmico capitalista para generar excedentes de capital. Las demandas y expectativas de nuevos servicios sociales tienden, sin embargo, a crecer por encima de las disponibilidades presupuestarias del Estado, que se ve incapaz de repercutirlos de nuevo sobre el mercado sin amenazar sus posibilidades de desarrollo econmico. Esta tendencia del gasto publico a aumentar ms rpidamente que los ingresos se denomin crisis fiscal que puede arrastrar al Estado a imponer polticas de control de precios u otras similares, o bien, a reducir los servicios sociales, con lo cual se exacerba el problema de la legitimidad.

Estos dos bloques de teoras poseen la gran ventaja de haber puesto de relieve que algo pasa con la accin del gobierno que impide que sta pueda lidiar con sus contradicciones internas. Pero ni liberales ni neomarxistas fueron conscientes de las transformaciones que estaban comenzando a producirse en la accin del gobierno.

A) Gobernacin y complejidad

El trmino gobierno o gobernar se refiere a una entre muchas formas de pilotar o dirigir la sociedad; en particular a aquella que presupone una relacin jerrquica entre quien gobierna y quien es gobernado y se apoya en la facultad normativa del Estado y en su capacidad para hacerla efectiva.

Gobernacin, por el contrario, abarcara las diferentes maneras en las que la sociedad puede ser dirigida y coordinada. Se distinguen as : una gobernacin por el gobierno, una gobernacin con el gobierno y una gobernacin sin el gobierno. Son formas de regulacin que no se reducen a la clsica distincin entre Estado y mercado. Ninguna sociedad moderna se gobierna hoy sin grandes interferencias pblicas sobre el mercado, y ninguna puede renunciar tampoco al despliegue de la iniciativa privada con su capacidad para dinamizar la sociedad y la economa. Sin olvidar la negociacin o cooperacin entre sectores o grupos sociales como instrumento regulativo que est ms all del estado y mercado, pero que puede incorporar a ambos.

Junto al sector pblico y privado estn tambin las organizaciones del tercer sector o sector voluntario.

As, Estado, mercado, negociacin o cooperacin, tercer sector, y las diversas formas de interaccin entre ellos, constituyen las bases de la gobernacin y definen un orden que rompe la tradicional visin de la accin de gobierno y lo enfrenta a algo que podra calificarse como una crisis de direccin jerrquica.

El gobierno se percibi siempre como el centro de control de la sociedad; y a travs de las polticas del estado de bienestar se asoci a l tambin toda una teora de la planificacin racional.

Todo esto choc con la realidad que hoy se llama complejidad organizada y que responde a la comparecencia simultanea de los siguientes fenmenos:

La presencia en la sociedad de distintas lgicas o criterios de racionalidad segn el mbito al que hagamos referencia. La divisin de la sociedad en sistemas sociales erosiona la capacidad del estado para imponerse jerrquicamente sobre ellos; aunque el Estado puede influenciarlos, interactuar con ellos o conformarlos directamente, pero cada uno de esos sistemas acta con sus propias lgicas. El problema de abordar el creciente pluralismo social, organizado corporativamente, pero que exige distinguir entre actores sociales diferentes (individuos, grupos, asociaciones) de forma que lo que vale para unos no rige necesariamente para otros. La descentralizacin y fraccionamiento creciente de los rganos estatales o de autoridad pblica. La aparicin de un cuerpo poltico a distintos niveles local, regional/federal, nacional, europeo- y de diferentes organismos pblicos o semipblicos (QANGOS) autnomos no slo crea problemas de coordinacin, solapamiento e interferencia decisional, sino que ha contribuido a la diversificacin y fraccionamiento del derecho. La interdependencia y encadenamiento existente entre las partes ( individuos, grupos) y el todo (la sociedad, el Estado). Y vinculado a esto, el nmero y el peso relativo de las cadenas causales liberadas por cada decisin o acciones sociales concretas. O sea, que no hay un orden causal perfectamente previsible a la hora de organizar la decisin; a la hora de disear una poltica es as fundamental poder prever diferentes escenarios ms que un nico resultado necesario. Los nuevos desafos derivados de la mundializacin que hacen que la accin estatal se vea condicionada por la acumulacin de otros actores an ms inmunes a su control directo (desde otros estados a empresas transnacionales, pasando por organismos internacionales, instituciones supranacionales) y otros procesos como la movilidad del capital y el trabajo, de las comunicaciones etc.(En conclusin: esta complejidad ha provocado una situacin en la que el xito de la accin del Estado pasa necesariamente por una desjerarquizacin de las relaciones entre Estado y sociedad; rompe con la idea del Estado como conformador de su propia soberana y coordinador jerrquico, que da paso a uno mucho ms fungible, donde la direccin poltica ha de interactuar necesariamente con la propia autorregulacin social.

El Estado tradicional se ha fraccionado en una multiplicidad de instancias poltico-administrativas que operan a distintos niveles y se superponen entre s e interaccionan con la sociedad en infinidad de formas. Frente a la idea de la soberana hacia fuera y jerarqua hacia dentro comienza a cobrar fuerza una imagen bien distinta: una cierta desagregacin, descentralizacin y delegacin institucional; una estructura reticular densa y compleja de dependencias y relaciones de colaboracin y negociacin con todo un conjunto de intereses sociales.

Estas transformaciones no equivalen a una crisis de gobernabilidad sino a un cambio de forma en el ejercicio del poder del Estado, que no hay que identificar con una mayor debilidad poltica. Lo que se ha transformado ha sido ante todo, el paradigma de la accin del gobierno que vena acompandonos desde el Estado de posguerra.

UN ACTOR VERSTIL

Este cambio de forma de la accin de gobierno nos permite imaginar un Estado mucho ms verstil y multiforme que aquel al que estbamos acostumbrados. Esto no tiene por qu tener una relacin con su tamao ni con una comprensin esttica de su soberana; ni si actuar de una manera u otra o conservar stas o aquellas funciones.

La prueba decisiva de su xito depender de su capacidad para seguir funcionando como el referente fundamental a partir del cual pueda tematizarse la unidad poltica de la sociedad. Que por muy fragmentaria y diferenciada que sta sea, pueda seguir encontrando en l una referencia colectiva.

Su funcin como instrumento de simbolizacin y gestin de los intereses generales o de un meta-inters colectivo por encima de los diferentes intereses particulares, es, sin embargo, el aspecto ms amenazado. Los peligros provienen sobre todo de la lenta pero constante disipacin de sus fronteras, de su propio fraccionamiento identitario interno, del constante movimiento hacia lo local, de la tendencia a subvertir los intereses pblicos en nombre los privados, de la quiebra del principio de solidario que mantena la cohesin social.

Esta capacidad unificadora del Estado es la que sigue haciendo de l una pieza imprescindible en la mundializacin. Y deber ser en el mantenimiento de esta funcin donde haya de concentrar sus fuerzas, donde se juega su futuro.

A) Estado negociador y Estado cataltico

Cul es el margen de maniobra del Estado actual?

La forma de afrontar los desafos que se ciernen sobre las esferas de defensa y seguridad, y en todo lo relativo a la creacin e interpretacin de la ley, puede resolverlos, como ya hemos visto, mediante la cooperacin internacional con otros Estados.

Otra cosa es el conjunto de prestaciones tradicionalmente ubicadas en el sector pblico, que ya no puede regular por s mismo, apoyndose en sus propios recursos. Dispone de los instrumentos necesarios para llevar a cabo la mayora de sus funciones tradicionales, pero su efectividad depende en ltima instancia de la cooperacin social: autoorganizacin social y accin de gobierno intervienen conjuntamente. Lo que debe medir el acierto de la accin de gobierno, no depende de que haya una mayor o menor presencia pblica en la gobernacin general de la sociedad, sino de su capacidad para satisfacer e impulsar determinados fines colectivos. Lo decisivo es la existencia de un mbito institucional permanente que vele por la defensa de los intereses generales y establezca las reglas y actuaciones fundamentales a estos efectos. Se ha dicho, en esta lnea, que el Estado pone la arena de discusin- el foro o la mesa de negociacin- entre los diferentes intereses, a la vez que en ella representa los intereses generales con proyeccin general. Adems, el Estado ostenta, si as lo desea, la decisin ltima en la mayora de estos mbitos de coordinacin, cooperacin y negociacin con sectores sociales. De no existir esta interferencia estatal, muchas manifestaciones de la pura gobernacin sin el Estado podran producir los siguientes peligros: el bloqueo de la decisin, que sta no llegue a adoptarse tras el proceso negociador; la posibilidad de adoptar soluciones subptimas ; y la falta de efecto vinculante de la decisin adoptada. Y adems, el peligro del gobierno privado en mbitos con clara dimensin pblica.

La fuerza del Estado en este contexto depende, pues, de su capacidad negociadora, pero tambin de la propia cultura poltica de cada sociedad. Aquellas ms engrasadas en la cultura del compromiso, como Benelux, pases escandinavos, Alemania, lo hacen ya de manera mecnica; otros como Francia e Inglaterra, cuentan todava con un estado con amplia capacidad de decisin efectiva en aquellas reas que siguen bajo su disponibilidad directa. Lo decisivo es percibir cmo el aumento de la complejidad social no exige ms o menos Estado, sino otro Estado, uno ms proclive a valerse de sus instrumentos del modo ms eficaz, segn sus circunstancias particulares y la diferente capacidad de su liderazgo poltico.

No hay, por tanto, una convergencia plena de los estados hacia una nica estrategia de accin poltica o econmica neoliberal, sino una readaptacin o ajuste permanente para hacer frente a los nuevos desafos.

La cara complementaria del Estado negociador es la del Estado cataltico, trmino acuado por Michael Lindt. La accin estatal no puede reducirse a mediar pasivamente entre intereses y actuar a su dictado. Debe saber galvanizarlos creando coaliciones internas con el sector productivo y otros grupos de la sociedad; o bien contribuir a la creacin y mantenimiento de coaliciones interestatales a nivel regional o internacional que consigan complementar lo que ya no es capaz de conseguir por s mismo.

Un Estado cataltico sera as aquel que para alcanzar sus objetivos se apoya menos en sus propios recursos que en su accin como un elemento dominante en coaliciones con otros Estados, instituciones transnacionales y grupos del sector privado, a la vez que retiene su identidad distintiva y sus propios fines.

El proceso de cesin de parcelas de soberana a grupos o a instituciones internas o transnacionales, que generalmente se interpreta como un sntoma de debilidad del estado, puede convertirse en todo lo contrario si sabe hacerlo de modo inteligente. Un buen ejemplo lo encontramos en la propia Unin Europea.

B) Gobernacin global

Los mayores desafos a la accin de gobierno de los Estados provenan tradicionalmente de su misma capacidad para imponerse sobre un entorno prcticamente reducido a su propia sociedad. Hoy nos encontramos, por el contrario, con que ste se ha abierto al mundo exterior, all donde no llega la capacidad de accin directa del Estado; debe ensayar nuevas formas de gobernacin, eso que hoy se llama gobernacin global.

Los problemas sobre los que deben actuar los Estados en el marco de una gobernacin global no se reducen a una defensa de la competitividad econmica propia en un mercado internacionalizado; Estn tambin todos los problemas derivados de la aparicin de nuevos bienes pblicos globales; es decir, aquellos que no pueden ser satisfechos por cada Estado de forma individual, sino que exigen la colaboracin entre ellos. Por ejemplo, los problemas medioambientales, o los derivados de las amenazas potenciales a la paz mundial, o los generados por la delincuencia internacional. En un nivel ms regional nos encontramos con desafos similares que exigen una cooperacin transfronteriza ms restringida, como los flujos migratorios en Europa occidental, o la contaminacin del Mediterrneo. O los problemas glocales: aquellos que afectan al mbito local pero que se encuentran en varios pases del mundo y demandan una importante cooperacin internacional; por ejemplo, la desertizacin o los problemas de aprovisionamiento de agua.

Todos estos campos y muchos otros estn ya regulados por normas internacionales sancionadas por tratados bilaterales, multilaterales, de mbito local o regional, que constituyen una compleja red de disposiciones normativas que restringen la accin de los estados, pero que les facultan tambin para recuperar parte del control perdido.

La peculiaridad de este sistema de gobernacin, tambin llamado rgimen internacional, es que funciona sin requerir la existencia de un gobierno encargado de hacerlo efectivo, un poder coercitivo con capacidad para hacer cumplir los acuerdos. Lo importante, es el respeto de este sistema de reglas por parte de la mayora; aunque existe diferencias de poder entre los Estados, que van desde la efectiva capacidad para ejercer un derecho de veto a determinadas propuestas, hasta la prctica imposicin de otras a los ms dbiles.

Uno de los hechos ms sobresalientes de la mundializacin consiste en que junto a la tradicional gobernacin entre los Estados est apareciendo una nueva gobernacin integrada tanto por estos ltimos como por ONG que operan en el marco transnacional y por grandes empresas multinacionales.

Ruud Ldders nos define esta nueva gobernacin como la capacidad de realizar valores sociales en el mbito global sin la presin legal y sin las instituciones estatales encargadas de aplicar el derecho.

En el mbito de la poltica ms all del Estado-nacin nos encontramos por tanto aparte de las integraciones supranacionales -:

con un rgimen internacional que opera con una gobernacin entre Estados y mediante organizaciones internacionales.

Otro paralelo, transnacional, que necesariamente debe opera con los Estados, pero que no est exclusivamente integrado por ellos y por organizaciones e instituciones internacionales

Hay quienes ven en estos nuevos actores no estatales el correlato de la sociedad civil operando en los espacios transnacionales, con todas las ambivalencias que este concepto comporta. Y con la ventaja aadida que supone para los grandes poderes econmicos el carecer de un orden claramente establecido que limite sus veleidades depredadoras.

Frente a este poder, se va articulando un contrapoder que ya ha dado buenas muestras de eficiencia. Es el poder de los nuevos movimientos sociales y sus organizaciones que no se limitan a descargar al estado y al rgimen internacional en sus labores de cooperacin a escala mundial. Poseen tambin una gran capacidad para conectar con la ciudadana en cuestiones relativas al respeto de los derechos humanos y el medio ambiente. Ulrich Beck ha calificado esta actividad como el boicot de masas simblicamente escenificado.

Un aspecto interesante de la accin de las organizaciones de la sociedad civil internacional es su propia influencia sobre los mismos Estados. De modo casi imperceptible, diversas coaliciones de diferentes grupos con un marcado carcter cosmopolita y universalista velan por el respeto de los derechos humanos, las libertades civiles o los valores humanitarios en general. Su poder se restringe a una llamada de atencin a la opinin pblica internacional sobre las lesiones a dichos valores por parte de ciertos Estados. Constituyen, como dice Rosenau, verdaderas esferas de autoridad capaces de condicionar la soberana de ciertos Estados o, sobre todo, de provocar reacciones de otros empujados por sus respectivas opiniones pblicas.

Otra esfera de autoridad externa y no estatal, pero con un cariz diferente, son las empresas de calificacin, como Moodys o Standard&Poors, a las que compete decidir sobre la confianza o riesgo relativo de cada economa nacional. Su gran poder no est aqu mediatizado por la voluntad de los Estados, como el FMI. Son empresas privadas que responden a intereses tambin privados, ante la inmensa horda electrnica que participa en los mercados financieros internacionales.

RE-ENCANTAR AL ESTADO

Como en todo proceso de cambio, hoy percibimos tambin esa permanente tensin entre la arquitectura de lo antiguo y la falta de un claro diseo para lo nuevo. An as, hay suficientes datos como para poder establecer algunas conclusiones que dejan al Estado en un lugar bastante digno:

a) La combinacin de Estado fuerte y sociedad civil fuerte ha resultado dotar a las poblaciones que los poseen de una inmensa ventaja competitiva en una sociedad globalizada, o ha permitido al menos, que stas funcionen de forma ms autnoma y soberana

b) Contrariamente a una extendida idea, la transferencia de soberana a organismos supranacionales como la UE, no se traduce necesariamente en una debilidad del Estado hacia su propia sociedad. Es probable que la sociedad vea mermada su capacidad de decisin directa sobre numerosas reas polticas (dficit democrtico), pero esto no parece traducirse en una disminucin de su poder, sino ms bien en su reajuste y realimentacin.

c) El Estado ser siendo necesario para negociar y dotar de eficacia en su interior a las nuevas regulaciones y acuerdos transnacionales en los que participe. Esta intermediacin es decisiva. Sern Estados demarcados por lmites ms permeables que las fronteras tradicionales (Giddens) y obligados a una mayor capacidad negociadora, tanto hacia dentro como hacia fuera de los mismos, pero an as Estados.

d) Es preciso tomar con cautela la extendida afirmacin de que las multinacionales, y el sistema financiero internacional, tienen un inters objetivo en un Estado dbil. Es evidente que nada puede beneficiarlos ms que la competencia interestatal, pero eso no significa que no precisen de Estados competentes y predecibles. Ms que en una situacin de dependencia, se encuentran en una situacin de rehenes mutuos. Por otra parte, a medida que la nueva economa siga desarrollndose sobre la base de produccin de ideas ms que de bienes y servicios, depende de forma creciente de la regulacin de las patentes, copyright, algo que slo es posible mediante acuerdos entre Estados y un decidido control interno de cada uno de ellos. No parece haber, pues, una clara relacin de suma cero entre estatalidad y mundializacin econmica.

Sin embargo estas consideraciones no pueden ocultar el hecho evidente de que el estado ha perdido ya ese papel protagonista que habitualmente tena respecto de su propia sociedad.

La territorialidad seguir importando, y el Estado sigue siendo funcional para la proteccin de la sociedad frente a la mundializacin. Y seguimos precisando al Estado para la provisin de bienes pblicos, redistribucin de recursos, para el establecimiento de las nuevas infraestructuras de la sociedad de la informacin, o el velar por los intereses de las generaciones futuras. Pero de esto no podemos extrapolar sin ms que est en condiciones de tutelar activamente su entorno y consiga alcanzar una adecuada promocin de los intereses colectivos.

PGINA 20