El Escritor y La Lengua, Homenaje a Elias Canetti

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  1 El escritor y la lengua Homenaje a Elías Canetti Por Pere Bonnín Cuando Elías Canetti tomó por pr imera vez la pluma de escritor profesional, tuvo que hacerse esta pregunta: ¿En qué idioma escribo? Es una cuestión que conocemos bien los autores de habla catalana, o gallega, o euskera, aunque por motivos diferentes. Los Reyes Católicos son los culpables de que el l ugar de nacimiento de Canetti fuera Rutschuk, en el bajo Danubio, y no Cañete, en la Serranía de Cuenca. Rutschuk «era una ciudad maravillosa y si digo que está en Bulgaria, daré una imagen exigua, pues vivía allí gente de la más vari ada procedencia; en un sólo día se podían escuchar siete u ocho idiomas», escribe Canetti 1 . El bajo Danubio fue una encrucijada de civilizaciones antes de la Primera Guerra Mundial. Tal vez decir civilizaciones es exagerado. Había allí griegos, albaneses, armenios, cíngaros, además de turcos, rusos, rumanos y judíos tanto asquenaz íes (de Askenas, Alemania en hebreo) como sefarditas (de Sefarad, España en hebreo), estos últimos llamados también Spaniolen, de Ispania, ya que en la época de los Reyes Católicos el castellano aún no había incorporado oficialmente la letra ñ. «Aparte de los búlgaros, con fr ecuencia campes inos del entorno, había muchos turcos viviendo en un barrio específico, frente al cual estaba el barrio de los Spaniolen (sefarditas), el nuestro.» Quizá no sea necesario aclarar que los judíos sefarditas son desce ndientes de los españoles expulsad os por l os Reyes Católicos de todos sus dominios con el pr opósito de unificar sus reinos bajo una sola religión, el cristianismo, y una sola soberanía, la suya, consolidada como la síntesis las diversas coronas a través del matr imonio canónico y del el lema político “tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”. Aquellos españoles de religión hebrea que no quisieron convertirse al cristianismo, de acuerdo con el edicto de 1492, fueron desterrados. Unos exiliados se dirigieron a Fl andes y a los Países Bajos; de allí atravesaron el Atlántico y llegaron a las costas de América del Norte. Se cuenta que f ueron ellos, establecidos en el Nuevo Mundo como holandeses, quienes compraron por un dólar a l a isla de Manhattan los indios. El gobernador que firmó el trato se llamaba Peter Minuit. Su apellido parece más judío que holandés. La sinagoga s efardí, de estilo gótico, es uno de los edificios más antiguos de la Gran Manzana (Big Apple), que así es como los neoyorquinos apodan la ciudad de Nueva York. Otros expulsados se refugiaron en Galicia y en Portugal. Más tarde consiguieron embarcar rumbo a América Central y del Sur sin necesidad de bautismo previo. También los hubo que marcharon con los árabes derrotados y se extendieron por toda la costa sur del Mediterráneo, penetrando en e l Imperio turco-otomano, donde fuero n acogidos casi con alborozo por Mehmet II, conquistador de Constantinopla a los bizantinos. Cuando Mehmet II se enteró del edicto de expulsión de los judíos, firmado por Isabel y Fernando, exclamó refiriéndose a este último, al que Maquiavelo había presentado como  par adi gma de bue n g obe rna nte: « ¡A és e ll amá is rey pru den te, que emp obr ece sus tierras y enriquece las mías!» Con llegada a Turquía de doña Gracia Méndez o Mende s con sus riquezas y de su sobrino José Míguez o Joao Migues, que fue visir de Selim II con el nombre de Yusef Nasí, se inició el poderío y la expansión del Imperio Otomano que determinarían la 1  E LIAS CANETTI,  Die geret tete Zunge , Fischer, Frankfurt a. M., 1979, p. 8.

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Artículo publicado por Ferrol Análisis, n 21, 2006

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El escritor y la lengua 

Homenaje a Elías Canetti

Por Pere Bonnín

Cuando Elías Canetti tomó por primera vez la pluma de escritor profesional, tuvoque hacerse esta pregunta: ¿En qué idioma escribo? Es una cuestión que conocemos bien losautores de habla catalana, o gallega, o euskera, aunque por motivos diferentes.

Los Reyes Católicos son los culpables de que el lugar de nacimiento de Canetti fueraRutschuk, en el bajo Danubio, y no Cañete, en la Serranía de Cuenca. Rutschuk «era unaciudad maravillosa y si digo que está en Bulgaria, daré una imagen exigua, pues vivía allígente de la más variada procedencia; en un sólo día se podían escuchar siete u ochoidiomas», escribe Canetti1.

El bajo Danubio fue una encrucijada de civilizaciones antes de la Primera GuerraMundial. Tal vez decir civilizaciones es exagerado. Había allí griegos, albaneses, armenios,

cíngaros, además de turcos, rusos, rumanos y judíos tanto asquenazíes (de Askenas,Alemania en hebreo) como sefarditas (de Sefarad, España en hebreo), estos últimos llamadostambién Spaniolen, de Ispania, ya que en la época de los Reyes Católicos el castellano aúnno había incorporado oficialmente la letra ñ.

«Aparte de los búlgaros, con frecuencia campesinos del entorno, había muchosturcos viviendo en un barrio específico, frente al cual estaba el barrio de los Spaniolen(sefarditas), el nuestro.»

Quizá no sea necesario aclarar que los judíos sefarditas son descendientes de losespañoles expulsados por los Reyes Católicos de todos sus dominios con el propósito deunificar sus reinos bajo una sola religión, el cristianismo, y una sola soberanía, la suya,consolidada como la síntesis las diversas coronas a través del matrimonio canónico y del ellema político “tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”. Aquellos españoles dereligión hebrea que no quisieron convertirse al cristianismo, de acuerdo con el edicto de1492, fueron desterrados.

Unos exiliados se dirigieron a Flandes y a los Países Bajos; de allí atravesaron elAtlántico y llegaron a las costas de América del Norte. Se cuenta que fueron ellos,establecidos en el Nuevo Mundo como holandeses, quienes compraron por un dólar a la islade Manhattan los indios. El gobernador que firmó el trato se llamaba Peter Minuit. Suapellido parece más judío que holandés. La sinagoga sefardí, de estilo gótico, es uno de losedificios más antiguos de la Gran Manzana (Big Apple), que así es como los neoyorquinosapodan la ciudad de Nueva York.

Otros expulsados se refugiaron en Galicia y en Portugal. Más tarde consiguieronembarcar rumbo a América Central y del Sur sin necesidad de bautismo previo. También loshubo que marcharon con los árabes derrotados y se extendieron por toda la costa sur delMediterráneo, penetrando en el Imperio turco-otomano, donde fueron acogidos casi conalborozo por Mehmet II, conquistador de Constantinopla a los bizantinos.

Cuando Mehmet II se enteró del edicto de expulsión de los judíos, firmado por Isabely Fernando, exclamó refiriéndose a este último, al que Maquiavelo había presentado como

 paradigma de buen gobernante: «¡A ése llamáis rey prudente, que empobrece sus tierras yenriquece las mías!» Con llegada a Turquía de doña Gracia Méndez o Mendes con susriquezas y de su sobrino José Míguez o Joao Migues, que fue visir de Selim II con el nombrede Yusef Nasí, se inició el poderío y la expansión del Imperio Otomano que determinarían la

1 ELIAS CANETTI, Die gerettete Zunge, Fischer, Frankfurt a. M., 1979, p. 8.

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historia del Próximo Oriente. Nasí fue quien decidió la ocupación de Chipre por Turquía, loque generó la guerra contra la cristiandad. Los turcos vieron frenada su expansión al nortedel Mediterráneo al perder la famosa batalla de Lepanto, en la que participó Miguel deCervantes, pero Chipre continuó en manos turcas hasta que, en el siglo XIX, otro español dereligión judía, Benjamín Disraelí, primer ministro del Imperio Británico, recuperó la isla para

la cristiandad.Finalmente, hubo judeoespañoles que pudieron contactar con las comunidades judíasde Italia y Grecia. A este grupo pertenecían los antepasados de Elías Canetti. Procedían de laaljama de Cañete, situada en la provincia castellana de Cuenca. Cañete es un antiguoasentamiento romano fortificado, dotado de defensas naturales, donde don Álvaro de Lunalevantó su castillo. Los parientes de Canetti, igual que otros muchos españoles, italianizaronel nombre familiar durante su permanencia en Italia en un intento de integrarse en lasociedad de acogida. Es típico de muchos judíos. Así encontramos el apellido castellanoMontañés, en catalán Muntaner y en alemán Bergmann. De modo que la familia de Elíasdecidió cambiar Cañete por Canetti. Sin embargo, a pesar del camuflaje que les permitía

 pasar desapercibidos y escapar de sus antiguos perseguidores, los descendientes de los judíos

siempre fueron patriotas vivísimos de una España que a través de los siglos se fuetransformando para ellos en el mito del paraíso perdido. He podido comprobar cómo muchosdescendientes de aquellos judíos expulsados llevan España en el idioma, en la mente y en elcorazón.

Tras haber perdido la guerra civil, algunos republicanos españoles exiliados aEstados Unidos, entre ellos el doctor Juan Negrín, ex presidente de la República, se reuníanen una tertulia de Nueva York. Un contertulio llevó al fotoperiodista Víctor Laredo, judío yuna de las personas que más ha trabajado en la recuperación del patrimonio artístico

 judeoespañol. Fue recibido con frialdad. Incluso un contertulio, con la grosería típica de losantisemitas, refunfuñó: «¿Qué pinta aquí ese judío?» Víctor Laredo, que había oído elcomentario, replicó: «Ustedes y yo estamos viviendo la misma tragedia, con la únicadiferencia de que mi exilio empezó casi cinco siglos antes.» Me explicó la anécdota el propioLaredo, a quien conocí en 1983 en Nueva York.

José M. Estrugo, sefardí norteamericano que visitó Mallorca durante la II República,explica en su libro que un sefardí «aún siendo natural de Salónica, de Sarajevo o deEstambul, continua siendo español. No conoce el español del siglo XX, pero sí a la Españaantigua, y por consiguiente se puede justificar hasta cierto punto su amor a la tierra en la quesus mayores tuvieron su siglo de oro y su esplendor. Tendrán simpatías o antipatías haciaciertos españoles individualmente. Algunas veces se sintieron heridos en su amor propio por representantes poco cuerdos, que ora les daban un abrazo, ora un mordisco. Muchos sientenun amor despechado, pero todos son tan altivos como los que más en la Península»2. Estrugo

cita las palabras que dijo Isaac Alché Saporta al finalizar su conferencia en el Ateneo deMadrid el 2 de diciembre de 1916: «Españoles fuimos, españoles somos y españolesseremos.» ¿Qué tendrá España, esa madrastra, a la que los hijos rechazados adoran, mientrasque los predilectos la secuestran?

«Las lealtades de los sefarditas –escribe Canetti– eran algo complicadas. Eran judíoscreyentes, que consideraban muy importante su vida comunitaria, que constituía, sinexagerar, el centro de su existencia. Pero también creían ser unos judíos un poco especiales,lo cual estaba relacionado con su tradición española.»3 

Esa tradición es muy importante y los sefarditas tienen motivos para sentirseorgullosos de ella. Sabemos que tanto los hebreos como los musulmanes vivieron en España

2 JOSÉ M. ESTRUGO, El retorno a Sefarad, cien años después de la Inquisición, prólogo de Gabriel Alomar,Madrid 1933, p. 24 s.3 CANETTI. ob. cit. p. 9.

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su edad de oro científica, artística y literaria bajo el Califato de Córdoba. No obstante,Fitzmaurice Kelly, en su Historia de la Literatura Española, afina algo más, asegurando queel renacimiento intelectual aparece, no entre los árabes, sino entre los judíos de Córdoba y deToledo. Kelly cita, entre otros autores judíos de aquella época, a figuras tan eminentes comoGabirol o Avicebrón, poeta y filósofo, a quien Duns Escoto veneraba como su maestro, y

Judah hijo de Samuel el Levita (Jehuda ben Samuel ha-Levi), que acostumbraba a cerrar unaestancia escrita en hebreo con un verso escrito en romance, con lo que puede ser consideradoel versificador más antiguo en lengua castellana. Córdoba celebró en 1985 el 850 aniversariodel nacimiento de Moisés ben Maimón (Maimónides), filósofo, médico y talmudista, sinduda el judío europeo más importante, padre intelectual de Alberto Magno y de Tomás deAquino. En Girona se conservan los restos arqueológicos de la escuela talmúdica de Isaac elCec, que produjo y difundió la Cábala, doctrina mística que todavía sigue enseñándose en lasescuelas talmúdicas judías.

Por si esto fuera poco para alimentar el orgullo «nacional» de los sefarditas,numerosos judíos españoles consiguieron fama en el exilio, en lo que ellos llaman la segundadiáspora. Nombraré sólo a Isaac Rufus, virrey de la India; Cardoso, juez de la Corte Suprema

de Estados Unidos; lord Disraelí, primer ministro británico; el ya citado duque Nasí de Naxos, visir de Turquía; el filósofo Espinoza, el humanista valenciano Lluís Vives y tantosotros cuya lista sería interminable.

De modo que no resulta extraño que la familia de Canetti, consciente de su tradiciónde grandeza, arrugase altivamente la nariz al encontrarse con judíos asquenazíes, llamadosdespectivamente «tudescos». Escribe el premio Nobel que «habría sido impensable casarsecon una “tudesca”, y me resulta imposible recordar siquiera un caso de mestizajematrimonial entre las familias que conocí o de las que tuve noticia durante mi infancia enRutschuk. Aún no contaba yo seis años, cuando mi abuelo me previno de tan desigual enlaceen el futuro. Pero no todo se limitaba a esta discriminación generalizada. Entre los mismossefarditas existían las “buenas familias”, que llevaban mucho tiempo siendo ricas. Elcalificativo más ufano que se podía escuchar sobre una persona era “es de buena familia”.¡Cuántas veces lo escuché hasta el hastío de boca de mi madre! Hablando con entusiasmodel Burgtheater o leyendo a Shakespeare conmigo, incluso más tarde, hablando deStrindberg, que se convirtió en su autor preferido, no se recataba de decir de sí misma quevenía de buena familia, no había otra mejor»4.

Canetti, perteneciente a una generación más joven, descubrió muy pronto lacontradicción entre el orgullo de un pasado glorioso y el raquitismo espiritual de un presentesin ambiciones. Si el origen español era un fundamento del orgullo que manifestaban lasfamilias sefarditas, no lo era menos su riqueza material. Bruno Kreisky, el único judío quefue jefe del Gobierno de un país antisemita, me dijo un día que los mallorquines somos gente

 bajita que siempre habla de dinero. Eso mismo escribió Canetti de las familias sefarditas deRutschuk y mutatis mutandi la descripción podría ser aplicada a todos los españoles,exceptuando la nobleza y el alto clero, que vivían de rentas y consideraban de muy mal gustohablar de dinero.

Canetti pudo observar en el seno de su propia familia y en la familia de su madre elefecto que causa el dinero en las personas. «Las peores a mi entender eran las que seentregaban al dinero con mayor fruición. Conocí todos los pasos de la codicia hasta la manía

 persecutoria. Vi hermanos que por su mezquindad se destruían unos a otros mediante largos pleitos y seguían litigando aún después de haber agotado el dinero. Pertenecían a la misma“buena familia”, de la que mi madre se sentía tan orgullosa.»5 El escritor confiesa que élmismo se comportó exactamente igual que su madre. Ella se sentía orgullosa de la familia a

4 Íbid., p. 10.5 Loc. cit.

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 pesar de las manchas evidentes que descubría en ella, en tanto que Canetti, después de haber observado y experimentado los horrores en las relaciones humanas, declaró sentirseorgulloso de la humanidad y sólo manifestó su odio a la muerte, el enemigo real de los sereshumanos. Esta actitud tremendamente vitalista coincide con la de otros judíos que heconocido a lo largo de mi vida, en particular los supervivientes o familiares de supervivientes

del Holocausto. Es la actitud que honra al Estado de Israel, acusado injustamente de loscrímenes que cometen sus propios enemigos. Existe una incompatibilidad casi genética entreel pensamiento judío y las filosofías o religiones que ensalzan la muerte, la ponen en un

 pedestal y la adoran como a una divinidad. Los judíos suelen tener una Weltanschauung quehonra la vida, entre otras razones porque históricamente fueron acosados hasta tal extremoque sólo les quedó la vida como tesoro más preciado. Precisamente al brindar exclaman

 Lejaim!, que significa ¡Por la vida!Los sefarditas residentes en Turquía y en los Balcanes antes de la Segunda Guerra

Mundial hablaban el castellano de los siglos XVI y XVII, más o menos arcaico y adulterado,según la región en que vivían. Muchos de ellos tenían origen catalán, mallorquín, valencianoo procedían de Galicia, Asturias y Portugal. Pero todos hablaban castellano. Así que las

respectivas lenguas maternas quedaron disueltas en el habla sefardí, llamada ladino, queconserva palabras y expresiones gallegas, asturianas o catalanas mezcladas con locucioneshebreas, turcas, griegas o búlgaras. La fonética ladina se parece al español de AméricaLatina, con excepción de la j, la g y la x. Pronuncian la j como en gallego, la g como encatalán y la x como en Asturias y Portugal. Distinguen, como en catalán, la s sonora de lasorda, y dan un uso peculiar a la z castellana.

Para que nos hiciéramos una idea del ladino, José M. Estrugo reprodujo en su librodos cartas, una de su padre y otra de su madre. Las transcribo:

Carta del padre Rodes, 12 agosto 1919. – A mi querido ijo Jusep. – Los Ángeles, California. Reciví tu preciada del 27 junio de la cuala retirí un chek de francos 1.000. Querido

ijo, yo no puedo pagar lo que tu estás haziendo. Dio te va a recompensar, lodo toques oro sete haga, amén. Las hijas ya te escrivieron. Recive los abrasos yenos de querensia, de tu

 padre. M. estrugo. Carta de la madre

 Rodes, 10 junio, 1917. Mi querido ijo Jusep: Hoy me desperto muy demañana con el corasón muy estrecho, soñándome toda la

noche contí, con el corasón batiendo por una ora, caminando de arriva abaixo como unadesesperada, rogando y avlando con el Dió a que me allegue a verte bivo i sano i como micorasón dezea antes de mi morir. Yo no quero nada, al menos recibir notisias buenas tuyas.

 Es mi única consolasión en toda mi mansevéz perdida sin ver ayinda denguna alegría. Ayer  yegó el vapor que alegró a toda la judería, y ¡ni dos letras tuyas recivimos! Mi amiga la señora Graciani ya no está en Rodes. Quen bien te querrá o te se irá o te se morirá. Escrive presto. Te abrasa tu mamá que se le arranca el alma por verte i no tiene esperansa.- Rosa Estrugo.6  

La relación familiar entre los judíos suele ser muy intensa, ya que la familia estambién el núcleo religioso. Las fiestas familiares son también fiestas religiosas, el altar es lamesa familiar, lo que adquiere un significado especial, porque los judíos siempre fueronminoría entre gente de otras creencias. La solidaridad familiar, lingüística y religiosa es la

 base de la supervivencia de los judíos. El idioma, a veces, puede servir de barrera paraguardar la intimidad de los interlocutores. Canetti lo experimentó, de pequeño, cuando sus

6 ESTRUGO, ob. cit. p. 97 s.

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 padres hablaban entre ellos en alemán, indicando así que estaban tratando asuntos que elniño no tenía porqué saber.

«Mis padres hablaban entre ellos en alemán, impidiendo que me enterase de nada. Alos niños y a otros parientes nos hablaban en español, el idioma familiar propiamente dicho,si bien era un español antiguo, que más tarde escuché con frecuencia y nunca he olvidado.

Las campesinas y las chicas de servir que teníamos en casa sólo conocían el búlgaro, y conellas lo aprendí. Pero como nunca frecuenté la escuela búlgara y abandoné Rutschuk a losseis años, pronto lo olvidé por completo. Todos los acontecimientos de aquellos primerosaños se desarrollaron en español o en búlgaro. Más tarde se me fueron traduciendo alalemán. Sólo algunos sucesos especialmente dramáticos, como el asesinato y la muerte, por así decirlo, y los sustos más graves permanecieron en versión española. Es una versión muyexacta e imborrable. El resto, es decir, la mayor parte y muy especialmente todo lo búlgaro,quedó almacenado en alemán en mi mente.

»No podría explicar exactamente cómo sucedió. Ignoro en qué momento, con quéocasión se tradujo esto o aquello. Tampoco lo he indagado, tal vez por temor a destruir losrecuerdos más preciados mediante una investigación efectuada siguiendo unos principios

metódicos y exactos. Sólo puedo decir que los acontecimientos de aquellos años están presentes con todo su vigor y lozanía –me alimentaron durante más de sesenta años–, perounidos en gran parte a palabras que yo entonces desconocía. Me parece natural describirlosahora, no tengo conciencia de cambiar o deformar nada. No se trata de una traducciónliteraria de un libro, que se transfiere de un idioma a otro, sino de una traducción que se harealizado por si sola en el subconsciente...»7 

El pragmatismo indujo a Canetti a escribir profesionalmente en el idiomamenospreciado de los «tudescos». De nada sirvieron el orgullo familiar de la madre ni lasglorias históricas de los antepasados. El escritor necesita en primer lugar comunicarse con elmayor número posible de personas. El español que se hablaba en el domicilio familiar era,como dice Canetti, la Küchensprache, la lengua de la cocina, y carecía del prestigionecesario para atraer una atención intelectual. Quedaba demasiado lejos la época en que elnieto del rabino Azarías Ginillo, Lluis de Santàngel, proporcionó el dinero para eldescubrimiento de América, la época en que Cristòfol Colom acudió al profesor deSalamanca, Abraham Zacuto, con el ruego de que le confeccionase los mapas y la carta denavegar para aquel viaje tan trascendente. Entre los sefarditas residentes en Bulgaria, faltabala conciencia política y la voluntad de sacar el español de la cocina y entronizarlo en la salade estar. Otros judíos, como Isaac Bashevis Singer, lo hicieron con el yidisch o judeoalemán,el idioma de los judíos asquenazíes. Y la labor más sorprendente de rescate y regeneraciónde un idioma la efectuaron los judíos sionistas, que convirtieron el hebreo, una lengua casimuerta, en el idioma oficial y natural del Estado de Israel.

Pero no era ésa la misión literaria que había de desempeñar Canetti, sino la de dar testimonio vivo del último intelectual centroeuropeo, educado en el plurilingüismo, en lalibertad de la práctica religiosa y en el liberalismo humanista de aspiración universal. Todoesto fue destruido por el nazismo, por la Segunda Guerra Mundial y por la guerra fría quelevantó un telón de acero en Europa, separando dos mundos que en el fondo se reducen auno solo. El liberalismo humanista tiene como enemigo perpetuo al totalitarismo más omenos ilustrado, pero siempre avasallador, que paradójicamente seduce a muchosintelectuales, incapaces de comprender que sin libertad no puede haber pensamiento nidesarrollo mental. El nazismo, el comunismo y ahora el islamismo son cantos de sirena paraaquellas mentes que pierden toda referencia en el turbulento mar de las libertades y buscanun asidero en los límites claramente acotados de la religión o de las ideologías totalitarias.

7 CANETTI, ob. cit. p. 15 ss.

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En Bulgaria, país natal de Canetti, el idioma de prestigio no era el español, sino elalemán, lengua oficial del Imperio Austro-Húngaro. Cualquiera que deseara progresar,medrar, hacer carrera o triunfar debía dominar el alemán, a pesar de las gloriosas resonanciashistóricas de su lengua materna. España, sometida al yugo totalitario de la espada y la cruz,había ido disminuyendo su influjo en el mundo hasta perder las últimas colonias americanas,

mientras que el Imperio Austro-Húngaro vivía aún su último esplendor bajo el reinado deFrancisco José I (de 1848 a 1916). En España, la generación del 98 lloriqueaba por ladecadencia política y moral, en que había quedado sumido el país tras siglos de tiraníainquisitorial y de absolutismo monárquico, en tanto que el hundimiento austriaco no se

 produjo hasta después de la I Guerra Mundial (1914-1917).Canetti tomó conciencia del prestigio de la lengua alemana, primero cuando sus

 padres hablaban alemán para decir «cosas importantes» y luego al comprobar que en laescuela la «lengua culta» era el alemán. Si quería ser escritor y vivir de la pluma, no teníaotra alternativa que escribir en alemán. Pero además surgió una motivación afectiva.Recuerda Canetti su juventud en Frankfurt:

«Quisiera hablar de un hombre callado y distinguido, a quien debo alguna cosa.

Gerber era nuestro profesor de alemán, a diferencia de los otros parecía casi tímido. A travésde las redacciones, cuyos temas él nos indicaba, se desarrolló una especie de amistad. Al

 principio esas redacciones me aburrían, fueran de María Estuardo o de otro personaje parecido, pero no me costaban ningún esfuerzo y yo quedaba satisfecho. Más tarde lostiempos se volvieron más interesantes y yo expresaba mis verdaderas opiniones, que ya eran

 bastante rebeldes como reacción a la escuela y sin duda coincidían con las suyas. Pero él las pasaba por alto, escribía con tinta roja largas consideraciones al final, en las que me incitabaa la reflexión, aún siendo tolerante y aceptando mi forma de decir las cosas. Yo no metomaba a mal sus objeciones, aunque no las admitiese, sino que me alegraba de que lasdijera. No era un maestro estimulante, pero sí muy comprensivo. Tenía las manos y los piesdiminutos y los movimientos leves; sin dar la impresión de lentitud, todo aquello queemprendía parecía algo reducido, tampoco su voz poseía la impertinencia de los tonosvaroniles en que se expresaban los otros maestros.»8 

Explica Canetti que Gerber le abrió la biblioteca de los profesores y le dio a leer cuantos libros quiso. El propio maestro quedaba sorprendido viendo la voracidad lectora desu alumno. Era un pozo sin fondo. El chico devoró casi todos los autores de la antigüedadclásica, traducidos al alemán. Un día, maestro y discípulo se encontraron en la biblioteca.Gerber le preguntó con suavidad qué quería ser cuando fuera mayor. Canetti respondió:«Médico.» El maestro quedó decepcionado. «Entonces serás un segundo Carl LudwigSchleich», dijo Gerber, quien habría preferido que su alumno hubiese declaradoabiertamente su vocación de escritor.

Los italianos distinguen sabiamente entre la lingua del cuore y la lingua del pane. La primera es la lengua íntima que guía y marca nuestra identidad; la segunda es la lengua conla que nos ganamos el pan de cada día. Canetti llevó en su intimidad el español sefardí, que

 pugnaba por aflorar al mínimo descuido. Su relación con Veza, «eine wunderschöne Personmit einem spanischen Gesicht», una persona maravillosa con semblante español, no fuecasual, sino la respuesta a la necesidad de canalizar aquellas reservas espirituales que nohallaban salida en el idioma alemán. Veza, además de sefardí como él (la madre de ella seapellidaba Calderón), ya había leído a sus 26 años la literatura inglesa que Canetti habíaconocido a través de su madre. De ahí que toda la energía latente de Canetti se abocase enaquella chica vienesa.

8 CANETTI, Die Fackel im Ohr, Lebensgeschichte 1021-1931, Hanser, München/Wien 1980, p. 56 s.

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La primera persona a quien Canetti confesó su vocación de escritor fue su primoBernhard, con quien mantuvo un encuentro durante su último viaje a Sofía. «Sólo cuando ledije que quería escribir en alemán, en ningún otro idioma, él movió la cabeza molestodiciendo: “¿Por qué? Aprende hebreo. Es nuestra lengua. ¿Crees que existe otra máshermosa?”»9 

Bernhard Arditti, cuyo apellido revela un origen catalán ( Ardit , Bravo), habíaabrazado la causa del sionismo y la propagaba con éxito entre la comunidad sefardí de Sofía.Para los sionistas, Palestina era la tierra prometida y todos deseaban emigrar allí. «No les ibamal en Bulgaria, no sufrían persecución de ningún tipo, no había guetos ni una pobrezaabrumadora, pero entre ellos surgieron oradores en quienes prendió la chispa y predicabansin cesar el regreso a la tierra prometida»10, escribe Canetti.

El primo Bernhard era un crisóstomo, un pico de oro. Arengaba a su auditorio enespañol. Canetti descubrió entonces que aquel dialecto atrofiado de niños y de cocina(«verkümmerten Kinder und Küchenidiom») servía para tratar cualquier tema y llenar defervor a la gente de tal modo, que decidieran abandonarlo todo para irse a una tierra que, aúnsiendo la originaria de sus antepasados, desconocían totalmente.

La estancia en Viena, capital del Imperio, conectó a Canetti no sólo con el alemánculto, Hochdeutsch, sino también con el dialecto vienés que magistralmente refleja en sunovela Die Blendung. En Viena se hizo adulto, se despegó de la empalagosa protecciónmaterna y, como siempre ocurre, conoció la libertad y la independencia a través de otramujer, Veza, quien le enseñó el lugar que debe ocupar el escritor en la sociedad.

Si en la casa de su infancia todas las ventanas daban a Viena, ahora debía ir a Berlín,centro cultural y artístico del mundo germánico, para sorber hasta la embriaguez la gloria delos demás. Canetti ya había dirigido sus pasos hacia el mundo literario alemán, del que eraun dignísimo exponente, pero la materia prima de sus libros la llevaba dentro. El dialecto deniños y de cocina, transformado en lengua literaria del español actual, fue con frecuencia elalimento de su estilo.

El librero vienés de Canetti me explicó que el premio Nobel le había ordenado que lereservase todas las novedades que llegasen de autores iberoamericanos. Canetti los leía enespañol, en su versión original. En uno de sus libros, Die Fackel im Ohr , Canetti cita alQuijote y sin duda el estrafalario profesor Kien, personaje de Die Blendung , da la imagen

 perfecta de un Quijote vienés. La lengua literaria de Canetti es un alemán con resonanciashispano-judías, un batido en el que se puede identificar cada ingrediente. Losacontecimientos posteriores que culminaron en la Segunda Guerra Mundial tal vez lehicieron arrepentirse de haber elegido la lengua de los asesinos. Pero ya era tarde. La vida esun río, por lo que uno no se puede bañar dos veces en las mismas aguas. Canetti tampoco

 podía renunciar a una parte de su identidad. Si el alemán era el idioma de los asesinos,

también lo era de las víctimas y de las personas que amó porque le abrieron las puertas de lavida intelectual.Manuel Azaña, presidente de la II República Española, dijo que jamás confundiría la

Alemania de los salvajes con la Alemania de Beethoven, de Goethe, Schiller, de Hesse.Azaña sabía bien de qué hablaba, pues había conocido la cultura alemana siendo alumno delcolegio alemán de Madrid. Canetti tampoco podía confundir las dos Alemanias, igual queningún sefardí confunde la España negra del crimen y de la Inquisición con la España alegre,tolerante y abierta que llena de gozo a quienes la visitan.

El primer tren con 12.000 judíos recogidos en Tracia y Macedonia salió de Sofíahacia Viena a finales de enero de 1943. Desde allí la carga humana fue remitida a lascámaras de gas de Treblinka. El diario comunista clandestino Rabonitxenko Delo dio la

9 Íbid., p. 108.10 Íbid., p. 104.

5/16/2018 El Escritor y La Lengua, Homenaje a Elias Canetti - slidepdf.com

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noticia en un artículo titulado «Los desalmados entraron en acción», calificando de «crimennunca visto» la deportación de los judíos, y animaba al pueblo búlgaro a resistir frente a lainvasión nazi.

Debido a la protección que daban a los judíos los partidos de izquierda, losintelectuales y los campesinos búlgaros, el ministro plenipotenciario alemán en Sofia,

Beckerle, envió el 7 de junio de 1947 un informe al Ministerio de Asuntos Exterioresalemán, en el que decía: «Estoy firmemente convencido de que el primer ministro y elgobierno búlgaro desean y aspiran a la solución total y definitiva del problema judío. Sinembargo, se ven obstaculizados por la mentalidad del pueblo búlgaro, que carece de nuestraeducación ideológica. Habiendo crecido junto con armenios, griegos, gitanos, el búlgaro nove en el judío ningún defecto que pudiera justificar medidas especiales...»11 

La población judía de Bulgaria ascendía en aquella época a 48.000 personas, en sumayoría sefarditas, pero unas treinta familias habían mantenido la nacionalidad española. Laley de 24 de octubre de 1935, promulgada por la II República Española, permitía a lossefarditas adquirir el pasaporte español, eximiéndoles del servicio militar si pagabandeterminadas cuotas. Esta ley fue aplicada en 1941 por el jefe de la legación española, Julio

Palencia y Tubau, para proteger a la colonia sefardita.Palencia dio la imagen de un verdadero Quijote español al adoptar a la hija del

sefardita León Arie, ejecutado por instigación nazi, y convertir así a la viuda en miembro dela familia del diplomático. De este modo pudo proveerlas de pasaporte diplomático yalojarlas en la legación española. A León Arie, uno de los principales perfumistas de Sofia,el gobierno búlgaro le aplicó las disposiciones nazis contra la especulación porque habíasubido dos céntimos las pastillas de jabón. Fue condenado a muerte y ejecutado, a pesar delas protestas del Ministerio español de Asuntos Exteriores, de las gestiones del papa Pío XIIante el Rey de Italia, padre de la reina búlgara, y de la carta remitida por la esposa dePalencia a la propia Reina de Bulgaria.

El proceso continuó contra la viuda y la hija amenazando con otros dos crímenes. Sin pensarlo dos veces, Palencia hizo la quijotada, por la que fue declarado «persona no grata» yexpulsado del país por el gobierno fascista búlgaro. El diplomático español abandonóBulgaria con su familia y la que había adoptado. El gobierno español se vio obligado acastigar a Palencia por extralimitación de sus funciones, pero asimismo lo condecoró con lagran cruz de Isabel Católica. El rey Boris en persona, que había firmado la orden deexpulsión, le remitió un mensaje de simpatía después de haber transcurrido un tiempo

 prudencial. Cuando Palencia abandonó Sofia, muchos ministros y funcionarios de laadministración búlgara acudieron a despedirlo en la estación. La quijotada de Palenciamerece que se recuerde aquí, porque tratamos de un escritor hispano-búlgaro,tremendamente vitalista, que sólo odió el crimen y la muerte.

«El hombre muerto, el que no se levantará jamás, tiene un efecto prodigioso. La primera reacción de quien se halla frente a un muerto, sobre todo si le une algún lazo, yaunque no sea así, es de incredulidad. Si el muerto era enemigo, desconfía; si era amigo, leinunda una temblorosa esperanza. Uno está al acecho de cualquier movimiento del cuerpo.Se movió, respira. No. No respira. No se mueve. Está bien muerto. Entonces surge laconsternación ante el hecho de la muerte, que, de tan horrible, uno quisiera ver como algoúnico, que incluye a todos los demás. La confrontación con el hombre muerto es unaconfrontación con la propia muerte, pues un hombre no muere en realidad, porque detrás deél siempre viene otro. Incluso el asesino profesional, que confunde su propia insensibilidadcon la valentía y la virilidad, sufre esa confrontación y en alguna parte escondida de sunaturaleza también se espanta. Sobre la aprehensión del muerto por el observador, la más

11 Cfr. La salvación de la población hebrea en Bulgaria 1941-1944. Editorial Septembri, Sofia 1977.

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 profunda y digna de todas las aprehensiones, se podría decir mucho; llenaríamos horas ynoches para describirla con precisión»12, escribe Canetti.

La reacción de Palencia ante tal confrontación fue vitalista, encaminada a salvar lavida de la hija y de la esposa del ejecutado, sin contemplaciones egoistas de su propiaseguridad o de los obstáculos que pudiera sufrir en su carrera diplomática13. Es la reacción

del Quijote cuando arremete contra los molinos de viento creyendo que son gigantes ocuando pretende salvar doncellas de un ejército de ovejas. El espíritu quijotesco nos da risaen la ficción, pero nos causa admiración y envidia en la realidad.

Las circunstancias biográficas concentradas en la fascinación que ejercía Viena sobrelos habitantes del Imperio Austro-Húngaro hicieron que Canetti escribiese en alemán. Peroun escritor no se define sólo por la lengua, sino por lo que dice y cómo lo dice. Si consiguetraspasar la barrera del provincianismo y de la mediocridad, si consigue decir cosas queinteresen a cualquier habitante del planeta, poco importará el idioma en que escriba el textooriginal. Cuanta más difusión tenga una lengua, mayores posibilidades tendrá el escritor deser leído y comprendido. Si la lengua original tiene una difusión limitada, la traducciónfranquea esos límites y puede llegar a lectores nunca imaginados.

Con todo, conviene tener presente que no es el idioma lo que enaltece al escritor, sinoel escritor que enaltece el idioma. Por ello los pueblos conscientes de este axioma,interesados en tener una lengua honorable e influyente, ayudan a sus escritores abriéndoles

 perspectivas de ganancia y reconocimiento. Quien tenga algo que decir lo dirá en cualquier lengua que se le pueda entender. Quien no tenga tantas cosas que decir tal vez elegirá unidioma que le permita una escalada rápida y alcanzar una posición desde la cual fustigar asus colegas. Dejemos que los escritores escriban en la lengua que quieran, pero exijámoslesque llamen las cosas por su nombre, particularmente en la época actual, en que los intereseseconómicos y partidistas ocultan la verdad objetiva de los hechos bajo una gruesa capa decharlatanería.

© Pere BonnínB – 26981-87(Publicado por  Ferrol Análisis, núm. 21, 2006) 

12 CANETTI, “Macht und Überleben” en Das Gewissen der Worte, Fischer, Frankfurt a. M. 1982, p. 26. 13 Cfr. FEDERICO YSART, España y los judíos en la Segunda Guerra Mundial , Dopesa, Barcelona 1973.