EL ENCUENTRO DE DOS MUNDOS Y OTROS CUENTOS - ABANCAY - APURIMAC

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Cuentos ambientados en los años 80'

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EL ENCUENTRO DE DOS MUNDOS

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EL ENCUENTRO DE DOS MUNDOS Y OTROS CUENTOS

CIRO V.PALOMINO DONGO

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PRESENTACION

Hace un mes, en la prehistórica computadora que aun me acompaña, me puse a curiosear el contenido de una ruma de diskettes que se habían acumulado a lo largo de más de 20 años. A medida que iba revisándolos, según su contenido la mayor parte se fue directamente al tacho de la basura. Casi al final me encontré con uno que contenía unos cuentos que había escrito al final de la segunda mitad de los años 80’, para compartir con los amigos durante aquellas tardes que la crisis económica y los problemas políticos sociales de esos años, nos habían obsequiado.

Recuerdo que a instancias de mis amigos, hice muchos esfuerzos para imprimir en fotocopia cien ejemplares, pero debido a la galopante inflación solo alcanzaron para publicar cuarenta, que al final no pude venderlos porque no había forma de fijarle su precio cada día, de modo que luego de obsequiar a mis amigos lo que consideré les pertenecía, el resto lo fui distribuyendo como obsequios de cumpleaños, hasta que se acabó y no sé porqué, ni siquiera me quedó un ejemplar.

Ahora que los he vuelto a leer, he caído en la cuenta, lo difícil y angustiosa que fue para nuestro departamento aquella década de los 80’; pero aun así después de todo hubo humor para observar, describir, fantasear y hasta reírse de todo lo que nos pasaba. Acabados esos difíciles años, ya instalados en los 90’, recién nos percatamos, que lejos de esos tristes tiempos y estos abandonados lugares, el mundo había pasado por una gran y difícil etapa que definió la ciencia, el arte, la política, la tecnología y la cultura de estos tiempos. Que una vez más la humanidad había confrontado sus propios desafíos y felizmente otra vez más los había vencido, para seguir construyendo el mundo en el que hoy nos instalamos. Desde donde a pesar de todo, vemos un poco más el futuro y tenemos un tanto más de esperanza, porque creemos tener mejores herramientas y sentirnos con un espíritu un poco más valorado.

En este 140º aniversario del Departamento de Apurímac, he decidido compartir con ustedes esos cuentos, porque luego de su relectura me ha quedado la sensación que como colectivo hemos avanzado muy poco, y que algo que fluye de sus historias nos puede ayudar a reflexionar lo mucho que debemos hacer cada uno de nosotros para cambiar esa pobre psicología que aún perdura en estas lindes. Claro está que he debido modificar el signo de la moneda, porque aquellos Intis e Intis Millon ya no tienen cabida, ni en la imaginación, y les he hecho algunas pequeñas correcciones de redacción, pero el imaginario de estas historias se mantienen como originariamente han sido creadas.

Les dejo pues este puñado de cuentos. Ojala y lo disfruten.

Abancay, abril del 2,013.

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LOS PISTACOS OFICIALES ─Entonces, crees tú que todo se debe a los pistacos. ¿Qué es un pistaco para ti, es decir, un pistaco de estos tiempos?- preguntó con la curiosidad de un incrédulo.

─Doctor, los pistacos son hombres que no tienen nombre, no tienen casa, no tienen cara. Tienen más o menos los años de una persona que sabe entrar en negocios pero sin perder. Visten un "ccarasaco" y se ganan la vida con un cuchillo grande y filudo. Nadie sabe de qué lugar son pero todos dicen que vienen de la costa. Después de trabajar en un sitio se van a otros lugares. Se aparecen en los pueblos donde ha fallado el nacimiento de una wawita y desde algún lugar oculto del cementerio esperan a que termine su entierro y cuando llega la noche se roba al angelito, dejando su tumba igualito nomás como estaba. En las grandes cuevas de las alturas donde tiene su escondite, macera al "sulluscca" con aguardiente, hojas de coca y otras brujerías más, después lo hace secar al sol y la nieve de esos parajes, hasta que todo se convierte en una bola tamaño de un puñete.

─¿Cómo se llama eso? ─volvió a preguntar con ánimo de hacerse contar toda esa fantástica historia.

─¿Cómo se llamará pues doctor?, para saberlo hay que ser pistaco. Pero la cosa es que con esa poderosa laicca metida en una bolsa de lana de llama, el pistaco espera a las gentes solitarias a la orilla de los caminos donde casi no pasa nadies. Por eso cuando una gente se encuentra con el pistaco debe taparse la nariz, voltearse rapidito y correr como una taruca a donde haya otra gente, gritando: ¡Pistaco!, ¡Pistaco! para que los hombres se reúnan y se defiendan. Pero cuando ya le has visto y quieres cruzártele haciéndote el disimulado o el machito, saca su laicca de la bolsa, lo sopla a tu dirección y con su olor nomás, te quedas dominado. No te puedes mover, ni aun cuando quieras. Ni siquiera puedes gritar y en mirándolo nomás, te mata. Te descuartiza. Te corta tus brazos, tus piernas y tu cabeza. Te abre la barriga y bota toditas tus tripas y carnecita nomás te lleva a su cueva. Allí cuelga tus partes de un tronco a la altura de una vela que está pegada al fondo de una palangana grande de aluminio. Cuando prende la vela, ya te fregaste, tu carne comienza a soltar su aceite poquito a poco. Aceite de gente que se vende en el extranjero por montones de dólares, porque sirve para fundir campanas y fabricar máquinas muy finas como los relojes.

─¿Quién podría comprar ese aceite en el Perú?

─Los gringos pues, en Lima están como cancha. Dicen que también compran en el Cusco.

─Escucha Bernardino ─dijo gravemente. ─Tú no eres un analfabeto y precisamente por eso has sido directivo de tu comunidad durante varios periodos, de modo que muy bien puedes entender que los pistacos no existen. ¿Has visto alguna vez algún pistaco? ¿Acaso no conoces que para fabricar las máquinas, por muy finas que sean, se usan otros tipos de aceites derivados del petróleo?

─Yo doctor digo lo que la gente dice que ha visto, que parece que no son mentiras, sino: ¿dónde está el Crescencio, la Eulalia, el Apolinario, el Aniceto y otros tantos que faltan en todas partes?

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─Claro, evidentemente hay desaparecidos, pero eso hay que denunciarlo a las autoridades y tarde o temprano se conocerá su paradero o si algo malo les ha sucedido. Pero ahora que estamos en Zona de Emergencia es muy peligroso materializar viejos mitos del tiempo de las grandes haciendas, donde los gamonales que se tomaban la vida de los colonos rebeldes, respondían ante las autoridades y familiares con ese cuento de los pistacos, que encierra algo de verdad, pero para explicar otro fenómeno.

─Entonces no son tan mentiras esos pistacos, a más que ahora son muchos.

─Digo en sentido figurado. Esto significa que muchas veces el pueblo crea fantasías en torno a sus dificultades y padecimientos para poder soportar la siempre difícil situación que les agobia. Ser muerto en la imaginación para poder seguir viviendo en la realidad. En este caso sería así: Los pistacos son hombres sin nombre, sin rostro y de origen costeño, estos sin duda son los capitalistas. La víctima de los pistacos sería un campesino desamparado, cualquiera de los millones que existen en el país, que ofrecen su trabajo, su sudor, su "aceite" a cambio de un mísero salario. Al emplearse, este campesino es prácticamente atado a una máquina o a una herramienta en un lugar cerrado, una fábrica o una mina por ejemplo, donde no solamente tiene que sudar sino morirse de inanición. Por eso es que los patrones para despreciar la necesidad de alimentarse de sus trabajadores los quisieran sin tripas porque conocen que el hambre fomenta rebeliones y por eso los pistacos desechan las vísceras de sus víctimas. Eso de que los gringos compran el “aceite humano” que extraen los pistacos, significa que todo el esfuerzo de los trabajadores, en otras palabras "su sudor", se va al extranjero. En lo concerniente a que el campesino para no ser presa fácil del crimen de los pistacos, debe gritar y agruparse para defenderse, explica porque el pueblo explotado tiene necesidad de organizarse en sindicatos, partidos de clase o persistir en la supervivencia de la comunidad. De otra parte, aquello del aborto mágico explica la necesidad que tienen los capitalistas de contar con los campesinos, no solamente con los nacidos sino con los que están por nacer para la preeminencia de su clase social, esto explica fácilmente porque la iglesia católica y otras instituciones de su entorno se niegan a colaborar con la planificación familiar.

─¿Ud. cree en esas cojudeces doctor? ─preguntó el campesino con gesto de sorpresa.

─No, claro que no, solamente es una especulación teórica. ─Respondió bastante confundido el abogado socialista. "Pendejo, tu sabes perfectamente como están sucediendo las desapariciones", pensó para defenderse.

─La verdad doctor es que todos los señores que hace mucho pero mucho tiempo nos gobiernan se han prestado la deuda externa de los gringos. Después de habérselo gastado en sus carros, sus casas, sus tiendas, sus mujeres y sus fábricas, ahora no pueden pagarles porque esos conchudos nunca han trabajado para ganar honradamente algo, entonces esos gringos muertos de hambre les quieren quitar todo, pero como los ricachones del Perú no quieren perder lo que no les ha costado nada, han contratado a miles de pistacos para matar a los campesinos de las alturas, sacarles sus carnes y pagarle a los gringos con muchas arrobas de aceite humano.

─¿Tú crees en esas cojudeces? ─preguntó el abogado para "sacarse el clavo".

─Eso dicen pues doctor ─respondió el campesino.

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─La verdad es que tú crees en eso que dice que dicen, que en definitiva se reducen a simples rumores. ¡Puras bolas! No existe aún el hombre que diga valientemente: "¡Yo sé, yo he visto!" ─Exclamó el Letrado, súbitamente enfadado.

─Ahora pues doctor ─dijo el campesino con ánimo de cambiar la conversación. ─En mi comunidad ya no hay autoridades y no puede pues haber comunidad sin presidente, sin secretario, sin juez, sin nada. ¿Será que ya no quieren comunidad?

─¿Quién crees tú, que ya no quiera la existencia legal de las Comunidades Campesinas? ─preguntó descomedidamente.

─No sé doctor- respondió. "Pendejo doctor no te hagas que no sabes quién", pensó el campesino, resuelto a poner fin a esa consulta jurídica.

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EL DESBARRANCADO Allí estaba otra vez el mismo animal. Al menor descuido y a tener que buscarlo siempre en ese mismo maldito lugar. Debe ser cierto que los pastos de ese despeñadero son muy apetitosos porque a ese sitio ningún vecino manda pastar sus animales, ni han llegado jamás las quemas de setiembre. La pequeña explanada que se extiende al filo de un barranco no muy profundo, pero lo suficientemente alto como para que en su caída cualquier ganado de más de 50 kilos se rompa la crisma, no acaba súbitamente en el talud que tienen todos los despeñaderos, sino que insensiblemente oculto por los altos pastos se va ladeando hacia el precipicio. Así que, cuando un animal llega a cierta parte, no tiene más remedio que abandonar su peso a la ley de la gravedad y a las medidas de las balanzas donde será vendido como carcasa clandestina a precio de oferta.

Cuando se dirigía a proteger su toro de la inminente caída, se tropezó con su peor enemigo: Pedro Sierra Yataco y como de costumbre, cada vez que se encontraban en los caminos, se insultaban veladamente. "¡Mula, mula, ccella mula!" reprendió con dureza y severidad don Pedro a su caballo que poco tenía de ocioso y nada de mula. El otro que conocía perfectamente la disimulada ofensa, comenzó a gritar hacia la chacra más próxima: "!Don Bautista, don Bautista por aquí anda un zorro, guarde sus animalitos!” Esa pendencia generalmente duraba el tiempo que tardaban en lanzar sus velados escarnios al viento.

Casi de inmediato, don Roberto Espinoza Curasco se olvidó de su palabrera riña. Su Toro, su mejor toro no estaba en el lugar. Corrió desesperadamente hacia el caminito que se dibuja zigzagueante un poco más arriba del barranco, lo sorteó en un dos por tres y cuando por fin llegó al fondo de la pendiente, olió a sangre caliente y vio como el desgraciado animal agonizaba sangrando profusamente por las heridas que mostraban sus quebrados huesos.

Aquella dolorosa escena lo confundió totalmente. Lejos de hacer lo que se debe, cuando suceden estas desgracias, se fue a su casa, se lavó apresuradamente la cara y los pies, mudó de sombrero y a paso ligero llegó al pueblo en contados minutos, y al parecer sin darse cuenta de lo que estaba haciendo y diciendo, acabó presentando en la policía una denuncia por daños contra Pedro Sierra Yataco, por el perverso hecho de haberlo visto personalmente lanzar su toro desde lo alto del derrumbadero.

Seguidamente el policía que recibió la denuncia se fue a comunicar el suceso al Jefe de la Comisaría. De modo que casi en el acto se vio subido en la tolva de una camioneta de vuelta al lugar de los hechos, acompañado del jefe policial y dos subalternos más. En menos del tiempo que necesitó para acudir al cuartelillo policial llegaron al pie del barranco y del moribundo animal. Le ordenaron degollarlo, sacarle el cuero, descuartizarlo y meter las presas de la carne en varios sacos para los efectos de la investigación que debía esclarecer los hechos y valorizar el daño.

Después de esperar por más de tres horas sentado en la puerta de esa dependencia, por fin salió el oficial de guardia para ordenarle firmar el Acta de Cremación de los restos de su ganado y entregarle una citación para que Pedro Sierra Yataco, responda por la denuncia. “¡Vas a ver cómo lo vamos a cagar a ese concha su madre, no por las huevas estamos en Zona de Emergencia!”, le dijo el policía a modo de despedida.

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─Doctor Mellado, no sería bueno averiguar dónde y cómo han podido quemar mi torito? ─suplicó al abogado que todo lo sabe.

─No, lo que corresponde es procurar que el curso de las investigaciones se dirija a establecer la responsabilidad de tu enemigo y lograr que ese malnacido te pague el precio del animal o te reponga otro del mismo parar, sin perjuicio de hacerlo encarcelar─ respondió el abogado que todo lo puede.

─Pero doctorcito, yo quisiera recuperar la carnecita para venderlo aunque sea barato, sino con qué nos vamos a defender.

─Claro que no va ser suficiente el adelanto que me has dado a pesar que te estoy cobrando lo más mínimo que señala la tarifa del Colegio de Abogados de Atunrumi, pero aquí aparece que previo examen post morten el semoviente ha sido incinerado con arreglo a ley, mediante Acta de Cremación donde aparece la firma y sello del Jefe de la Oficina de Sanidad Animal del Ministerio de la Producción y tu propia firma, lo que nos ilustra que personalmente has asistido a esa diligencia. ¿Entonces, qué carne quieres recuperar si en tu delante se ha hecho humo? Además el que debe defenderse es ese desgraciado porque nosotros no lo vamos a dejar en paz. ─Concluyó mostrando un papel y dirigiéndolo hacia sus ojos.

Hasta los sacos que había comprado para su próxima cosecha de papas, los habrían quemado.

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Una áspera pena atravesaba el corazón del calumniador cuando levantaba la cerca que impediría el paso de sus animales hacia la trampa mortal que escondía aquella maldita explanada. Mientras tanto a esa misma hora en la cancha de fulbito del local policial, se jugaba un interesante partido entre el Poder Judicial y la Policía Criminal, donde se disputaba el hermoso trofeo donado por el Jefe del Comando Político Militar de la Zona de Emergencia de Atunrumi, que personalmente fue entregado por el próspero empresario ferretero del poblado al comandante de las fuerzas del orden, como respuesta al elegante oficio cursado por su Despacho; y, más interesante aún, porque el doctor Armando Mellado Ipenza había aceptado ser el árbitro del encuentro y el Comité de Damas de los anfitriones iba a invitar una deliciosa y abundante parrillada.

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JULIA Angustiada, flaca, envejecida. Mordiéndole los labios a una gastada preocupación, ira camino a la casa del agiotista a proponerle la venta de su sueldo. Sabe que éste la mirará con la cara de compasión que tienen los bondadosos, que quisieran darlo todo, pero que no tienen nada. Se hará rogar más que un santo milagroso y al final recordará que tiene algún dinerito ajeno. Con eso le hará el favor por tratarse de ella, luego firmará un poder para que su benefactor cobre durante dos meses los seiscientos soles y pico de su sueldo, a cambió ella recibirá seiscientos en efectivo. Eso será todo lo que ella tiene que hacer, mientras el prestamista seguirá recibiendo los poderes de cuarenta menesterosos más.

Con el dinero de la venta de su haber, más el que ha logrado reunir su cuñado, por fin podrán girar los ochocientos soles que pide a gritos su sobrino y ahijado Ramirito para pagar la mensualidad de la academia de preparación universitaria, que lo hará ingresar a la Facultad de Medicina de la primera universidad del Perú y América. Todos confían que ésta vez podrá triunfar porque en los dos años anteriores, sólo por unos cuántos puntitos no ha podido ingresar por falta de una buena academia, que además de preparar a conciencia a los postulantes esté "enganchada" con la universidad. "Allí sólo se estudia los temas que van a ser materia del examen de admisión", había dicho en su suplicante carta acompañada de recortes de periódicos y todos los otros detalles de la antesala universitaria.

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La verdad es que la señorita Julia durante toda su vida no ha tenido tiempo para ella. Hija mayor de un matrimonio con seis hijos. A los diez años aprendió a cocinar, hacer el mercado, lavar, planchar, cuidar a los hermanos que se venían en cargamontón y llamar a la policía cuando su padre venía borracho a botar sus tristes ollas a la calle y golpear salvajemente a su madre. “¡Porqué te crees hacendada, pobretona de mierda!”

El susto que le tomó a la vida recibió su bendición en las historias que le contaban las monjitas después del catecismo. Satanás no sólo es un ángel caído, sino un hombre poseído.

Con el tiempo el cobarde afán alcohólico de su padre le quitó el respeto temeroso que le tenían, a la vez que aumentó el coraje de ella y su madre para sacar adelante a la familia: "¡Sea como sea!". Más tarde el borracho de la casa se fue a su pueblo a llorar la muerte de su madre. Las lágrimas que perdía por sus llorosos ojos eran fácilmente reemplazadas por el aguardiente que le exigía su sedienta garganta. Entre estas dos aguas liquidó su herencia y trajinó a la locura. Al igual que las botellas, un día se vació el alma de su cuerpo y con el favor de otro miserable como él fue enterrado a la vera de un camino solitario, donde después de algún tiempo Julia hizo colocar una lápida de cemento adornada con una cruz hecha con fierro de construcción y corazones de lata, que fabricaba el único herrero de ese pueblo.

Julia vende, compra, pide, estudia, ayuda, trabaja. Julia crece y junto a ella los demás. Se alivian las necesidades, disminuyen las angustias, pero Julia ya no administra su sudor ni su tiempo. Debe lograrlo todo. Aunque ese todo sea aquella lejana felicidad que añoran los pobres: no sentirse pobres, ¡sólo eso! No importa si lo mejor es solo para los demás. Felizmente la riqueza, la alegría, el sexo son pecados que se pagan con el

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infierno, además estaba escrito que era más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los cielos.

Maestra rural diez años. Tiene la fama de ángel en la comunidad donde enseñó a construir hombres y obras. Partera, escribidora, enfermera, costurera y panadera. Fue además juez y verdugo del lujurioso propietario del pequeño fundo que existía en las orillas del gran río y al que ostentosamente llamaba Hacienda y Cañaveral “La Falca” solo para que todos lo conocieran como hacendado, porque en las oraciones que elevaba al cielo junto con sus víctimas, esa "bestia" era entregada al infierno sin necesidad que el condenado se enterara de su triste final.

Llegada al pueblo, Julia fue la primera aspirante que coronó los cursos de profesionalización y con ello la fortuna del Título a Nombre de la Nación. Eso le enseñó la senda que debían seguir sus hermanos para lograr el orgullo de ser profesionales y tener un “sueldito seguro” en siete años más. Julia dijo adelante y se entregó con alma, vida y corazón a la causa de la salvación familiar. Las cosas fueron componiéndose para todos y poco a poco todos fueron componiéndose a sí mismos, cada quien logrando un pequeño empleo y cada cual casándose malo que bueno, pero entregándose con mejores armas al escurrido destino de los hombres de esta parte de la patria.

Más tarde Julia comenzó a mejorar la apariencia de la modesta casita familiar, haciéndole los toques y retoques que exigía la decencia de esos tiempos. En primer lugar mandó estucar y pintar la fachada, porque según su parecer: "solamente la casa de los ladrones esconde su cara". Hecha la casa así, comenzaron a llegar los sobrinos. Los hijos de sus hermanos traían en sus vidas recién encendidas la posibilidad de ser mejores porque venían al mundo en el seno de un hogar donde la pareja contribuía con pequeños pero seguros ingresos y al cabo de unos cuantos años, el tiempo pasa volando, estarían listos para cruzar el umbral de una universidad. De allí saldrían médicos, abogados, ingenieros, arquitectos, educadores, es decir, pertenecerían a esa especie de humanos peruanos que tienen el privilegio de olvidar para siempre las penurias de un mezquino destino, más la posibilidad de elevar hasta sus alturas a la familia toda. "Es es el padre del Dr. Martínez", tiene el sonido que hace la gloria en la mente de la pequeña colectividad de estos pueblos.

Cuando cumplió veinte años al servicio del magisterio, tenía catorce sobrinos. Todos bien amados, pero ninguno como los hijos de su hermana Zulema y su correcto cuñado Alberto: Ramiro, Alejandro, Julia, Marcos y Esther fueron a su parecer sus sobrinos más inteligentes y educados. A ellos les ofreció su tiempo y dinero. La envidia de los otros cuñados y hermanos dispararon a todo sitio, pero el tiro que dio en el blanco y resolvió sus buenas intenciones en un objetivo vital, fue aquel rumor infamante que la hacía amante de su cuñado dizque con el consentimiento de su hermana. De esa herida se murió para los demás y dedicó todo su amor solo a los hijos de Zulema.

Sus veinticinco años de servicios dedicados a la enseñanza de las nuevas generaciones de Atunrumi, fueron festejados con una recepción ofrecida por sus colegas y la asociación de padres de familia de la escuela. Hubo flores, brindis, discursos, poesías, canciones, danzas, diplomas, lágrimas y renovación de compromisos. La señorita Julia jamás cumplía años. Sólo ella y su familia sabían que tenía cuarenta y ocho en "éste valle de lágrimas" y en este punto de su vida, la soledad sería la única moneda que recibiría por haber batallado por su familia.

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La señorita Julia era la Secretaria de Actas del Círculo Cultural de Atunrumi, asesora de la Asociación de Padres de Familia, cursillista de la parroquia, Presidenta de las devotas de “María Reyna y Señora”, además de conducir un programa radial que tenía algo que ver con la difusión de temas culturales y religiosos. Odiaba la informalidad, la política, los chistes colorados, todos los nombres de algunos autores que jamás leyó. Todas las ideas y hechos que admitía y defendía eran aprendidos de los documentos del Vaticano. Condenaba atrozmente el amor libre y no era libre para el amor. Maldecía la muerte de los abortos que jamás tocarían sus entrañas. Contradecía todas las razones del divorcio porque lo que Dios había unido sólo la muerte debía separarlo, a pesar de saber que su muerte de nadie la separaría. Todo estaba hecho para acabarse y la salvación solo sería para los escogidos. Lo demás eran espejismos del pecado.

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Un poco más acabada salió de la casa del agiotista, con la corazonada de que esta faena, que obliga al bien a pensar mal, no se iría a terminar nunca. Con cierto desgano llegó a su casa donde le anunciaron muy desafinadamente que una grave desgracia había alcanzado a Ramirito. El alma se le estremeció y cruzó raudamente por su mente la imagen de un cuerpo joven arrollado por un carro, apuñalado, abaleado, quemado, muerto. Esperó a que se le secara la persistente humedad de sus ojos. Su palidez no importaba. Tomó temblorosa la carta que le ofrecieron y sin ni siquiera fijarse en las letras, absorbió las palabras con su angustiosa mirada:

Lima, 02/01/89

Señora Zulema de Martínez.

Le escribo esta nota por encargo de Ramirito que en estos momentos se encuentra detenido en la carceleta del Palacio de Justicia de Lima, dice que para declarar ante el Juez sobre asuntos de manejar armas y propaganda subversiva. El ha recomendado que si ustedes pueden moverse rápidamente con dinero, todo se solucionaría felizmente.

Yo quiero decirle que nada tengo que ver con esto. Aquí en el Palacio de Justicia soy practicante del segundo año de derecho y por casualidad me he tropezado con él. Menos mal que he podido conversar un ratito.

Señora Zulemita, por favor dígale a mi mamá que no se olvide de mandarme la platita del torito que era mío y que le supliqué me lo vendiera. Sabe, quiero hacerme una ropita decente porque aquí en Lima sin terno y sin corbata no se abren las puertas para alguien como nosotros.

Esperando que se encuentre bien de salud en compañía de todos los que la rodean, me despido:

Atentamente:

Augusto Minaya Cárdenas.

P.D. Saludos a mi profesora Julia.

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Con la carta en la mano voló donde el colega que además era abogado. Este le dijo que si estaba en la carceleta esperando prestar su declaración instructiva ante el Juez Penal de Turno, era porque ya había sido investigado por espacio de quince días y denunciado por el Fiscal Provincial Antiterrorismo y que sin duda acabaría en el Penal de Lurigancho esperando ser juzgado en uno de esos largos procesos penales contra los delincuentes terroristas. Todo lo que tendría que hacer era viajar a Lima, averiguar la situación jurídica y el grado de responsabilidad que tendría el muchacho en los hechos materia de la investigación, pero para todo eso debía contar con una pequeña fortuna.

A las dos horas llegó a su casa con aquella larga y pesada fatiga que acumulan las miles de horas de angustiosa lucha y que de un sólo golpe anochecen todos los días de una vida. Estaba cansada, muy cansada, con aquel gastado cansancio que llama a gritos a la bien amada muerte.

Se retiró a su cuarto y rezando en voz alta pidió al señor que arregle el mundo; que una vez más derrote al mal; que se apiade de su creación y de las criaturas hechas a su imagen y semejanza que a falta de un poco de compasión tienen que andar en las cosas del demonio. Después siguió rezando en voz baja, casi musitando. Finalmente concluyó que su sobrino como hijo de Dios y bautizado en la fe del señor Jesucristo: "¡Tenía el deber de rechazar al maligno!" Luego fue meditando sobre algunos otros asuntos que debían ocuparla al día siguiente, hasta que se quedó mortalmente dormida. Despertó como a eso de las seis de la tarde. Bastante recuperada y vestida de negro, anunció que se iba a la iglesia a rezar el Santo Rosario.

Más adelante se enteró algo más acerca de las correrías de su sobrino pero no mostró ningún interés. Algo le dolió saber que quizás no podría verlo más.

Si Julia el motor de aquella casa se apagó para éste asunto, los demás también quedaron quietos.

Ramirito, expósito de 20 años, podía morirse sin preocupación por que su tía-madrina estaba mandando construir en el Cementerio General de Atunrumi, un mausoleo para doce ocupantes, con azulejos negros y unas letras doradas que desde el interior advierten:

"NO SELLES LAS PALABRAS DE LA PROFECIA DE ESTE LIBRO, PORQUE EL MOMENTO SE ACERCA. EL QUE HACE INJUSTICIAS, HAGALOS AUN MAS; EL JUSTO HAGA AUN MAS JUSTICIAS, Y EL SANTO QUE SE SANTIFIQUE MAS. HE AQUI QUE VENGO DE PRISA, Y MI RECOMPENSA CONMIGO, PARA DAR A CADA UNO SEGUN SUS OBRAS.

YO SOY EL ALFA Y EL OMEGA, EL PRIMERO Y EL ULTIMO, EL PRINCIPIO Y EL FIN. FELICES LOS QUE LAVAN SUS VESTIDOS, PARA TENER DERECHO AL ARBOL DE LA VIDA, Y PARA ENTRAR EN LA CIUDAD POR SUS PUERTAS. ¡FUERA LOS PERROS, LOS ENVENENADORES, LOS FORNICARIOS, LOS ASESINOS, LOS IDOLATRAS Y EL QUE AMA LA MENTIRA Y LA HACE!".

APOCALIPSIS 22 (10-14).

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EL ALACRAN Recuerda la pequeña casita que vendió su madre, para poder pagar la garantía y

todos los gastos que de buena gana se hacen para tener en la familia, un cadete del ejército.

Sus hermanos menores Julio y Zenaida, debieron andar con los pies en el suelo pero con la frente alta. "Mi hermano va ser oficial, puede llegar a ser General y a Mariscal también, entonces ya verán cómo nos largamos de Atunrumi para siempre a pasear en automóvil", solían decir con mucha entereza y orgullo a los compañeros del colegio que se burlaban de sus zapatos hechos a mano de aprendiz y de exclusivo uso escolar. De su pantalón con culera o de su falda demasiado grande y gastada por ser regalada, y mucho más aún, de sus "cochinos anticuchos de tripas y carne de perros" que ofrecían en los paraderos de camiones y ómnibuses.

Lo malo es que de todo eso no se acuerda. Sólo tiene ganas de volver a Atunrumi para sacarle la mierda al hermano de porquería que se emborracha todos los días y hace parir a su mujer cada año; que está a punto de perder su trabajo de auxiliar en la oficina del Poder Judicial y que tiene la costumbre de chupar con los morocos a quienes cuando le invitan un trago, les promete: "Le escribiré a mi hermano, para que te ascienda". A veces: "Para que te trasladen", otras "Para que te den de baja", etc., según la generosidad del patriótico servidor. Algunos, más generosos o muy avisados, lograban en plena borrachera arrancarle una carta, que antes de recomendar, repicaba invariablemente:

"Conchudo, nos has dejado en la calle. Todo porque eras igualito al viejoymierda del abuelo que vino a morirse en medio de nuestra pobreza; y que tenía la concha de quejarse de la comida después de tragar angurrientamente y encima quería agarrarnos a latigazos, por este o por cualquier motivo que le parecía cosa de indios”.

Luego continuaba:

"Teníamos que soportarlo porque tu ambiciosa madrinita quería que nos saneara la casa que después ella misma nos compró por una miseria, para que te lucieras con capa de Batman o igual cagada y un gorro locazo que ni los payasos de estos pueblos se atreverían a usar".

Finalmente:

"Traidor, el portador de la presente es mi compadre Mariano Sullca Cavero, ayúdale en lo que te pida, sirve siquiera a este buen hombre para aliviar en algo tu sucia conciencia. Lo que es yo, no te pido nada, felizmente tengo un empleo seguro donde hago lo que me da la gana, sin tener quien me esté ordenando, ¡Gutiérrez, límpiame el culo!".

Y para rematarlo:

"P.D. Saluda a tu zamba acholada".

─Tengo que recurrir a Ud. comadrita por mi ignorancia y mi problema ─lamentó la anciana de 54 años. ─Escríbamelo otra cartita, ya sabe a quién y con el encargo de decírmelo que le vuelvo a mandar la platita que me pidió tan urgentemente y pídamelo que se porte bien, estudie y que reciba mis bendiciones. Ya sabe Ud. comadrita con que

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hay que remacharle. No le hago escribir a Julio porque no quiero que se entere cuánto cuesta su profesión.

─Que problema puede ser. Un hijo inteligente, así por así nomás, no se tiene. Es una bendición del cielo. Es cierto que es una costosa inversión pero cuando dé el día va a dar para todos ustedes que tanto se han sacrificado. ¡Ojala no se olviden de mi ese día! Si no me hubiera vendido la casita que le arrancamos como herencia a su padre, ¿acaso se hubiera podido pagar la garantía?

─Ese mi padre, Dios lo tenga en su gloria. Un hombre indolente. A pesar de los grandes fundos que ha explotado en su vida, nos abandonó a mi madre y a mis hermanos para casarse con una mujer educada. Cuando lo fregó la Reforma Agraria yo tuve que darle un plato de comida. ¿Dónde estaba su mujer educada que nunca le dio hijos y que hasta ahora para trasladándose de enfermedad en enfermedad? Para su desgracia hasta los cholos que dicen ser sus hijos naturales han promovido la expropiación de sus tierras alegando que eran colonos de ese “maldito gamonal”.

─Se hubiera muerto como un perro sin dueño y de no ser por Ud. ni siquiera hubiera tenido entierro ese canalla, y de no ser por mí, no se hubiera logrado ninguna herencia. ─Comentó la escribidora mirando al cielo.

─Será porque soy hija de buena sangre es que me encapricho en esto de educar a mi hijo en tan grande pretensión.

Se acuerda también de las tremendas cachitas que debió soportar su condición de serrano pobretón. No fue jamás a las diversiones que planeaba su promoción para no dar a conocer que gastaba un solo trapo y un solo cuero, lo demás seguía perteneciendo a la escuela de oficiales. Con un: "Ya tengo un plancito con un cuerito fijo", solía disculparse. Los que conocían su gastada respuesta lo cargaban con: "O sea que eres un cacherito dominguero". Pero no todo tuvo la misma respuesta. El serrano respondió bien, respondió con respeto, estudio y dedicación. Y solo por ser malo su último año, casi "Espada de Honor".

Se acuerda también de la chiquilla con que salió tres veces; que en la segunda aprendió a emborracharse y en la tercera a acostarse; que se presentó con sus padres, mejor vestidos que antes y más serios que nunca a pesar de ser zambos para arrancarle la promesa de matrimonio. Un "así es la vida" y que se ganaba una familia, una casa y una mesa; de lo contrario, adiós a la escuela militar y cárcel por el delito de violación en agravio de su menor hija. "Tenemos la certificación de la pérdida de su virginidad expedido por un prestigioso centro médico", le habían hecho saber. Después de todo no estuvo mal. Del arenal a un barrio más o menos; de la ropa sola a las ropitas nuevas; de la mentira del plancito fijo, al sudor total en materia de cama con carnes. En fin, a veces así se compone la vida.

Se acuerda de la carta descomedida de su madre, donde maldice su "casamiento a escondidas". "Habías tenido vergüenza de tu madre, para que sepas yo soy hija de un hacendado, no como tú, producto de un mercachifle ambulante y mentiroso" y "P.D. Saludos a tu esposa que debe ser una niña preciosa y bondadosa que procurará en todo momento recordarte que tienes una madre que espera mucho de ti. Dios la bendiga". A ese descomedimiento solo atinó a juzgar: “Carajo no pensé que esperaban tanto de mí. Si les doy bola sabe Dios que más querrán de mí. Ni que fuera su propiedad.” Acaso no

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había pagado todas las ayudas. Aunque sea con un solo giro, estaba pagado. "Yo no yo soy su único hijo".

─Se lo hemos dicho todo a ese desvergonzado vividor, comadre- comentó la madrina, al mismo tiempo que pegaba la carta con su lengua larga y jugosa.

─Yo sólo quería decirle que se acuerde de nosotros ─lamentó desfallecida.

Recuerda que se ofreció de voluntario para la Zona de Emergencia supuestamente para hacer quedar mal al "Espada de Honor", pero que en realidad lo hizo por la prolongada insistencia de su mujer que estaba loca por aparecerse felizmente casada, controlando su casa y criando sus hijos, aunque sea en el infierno y no escondida a los ojos de sus compañeros de promoción.

También se acuerda que primero fue la vigilia prolongada y luego el tenaz insomnio y más tarde el cansancio sin tregua. Cansancio de alarmas y movimientos a todas horas. Cansancio de las muertes escogidas. Cansancio de la caída de tanto campesino cojudo que se ponía frente a las armas de un batallador atormentado por todas las formas del miedo. Cansancio de la indolente, brutal y estúpida conducta de los jefes. Cansancio de la pobreza de la paz y de la miseria de la guerra. "Tómate esto, casi todas las señoras del Comité de Damas lo tomamos. Se lo recetó en Lima un médico especialista a la señora del coronel Retto, sirve exclusivamente para provocar el sueño atrasado", le había recomendado su mujer, al tiempo que lo condenaba a trajinar con esas coloridas pastillitas de fina presentación plástica.

─Comadrita estoy muy preocupada porque a su ahijado lo han mandado a la Zona de Emergencia no me lo vayan a matar esos cholos terroristas entrenados en Cuba, Rusia y la China. Escríbamelo una carta recomendándole que se cuide mucho y suplíquemelo para ver si se da un salto para poner en vereda a su cuñado que abusa demasiado de su pobre hermana que tanto se ha sacrificado por su carrera.

─¡Ese desagradecido! Voy a escribirle sólo porque me da pena que la Zenaida venga a mi trabajo del hospital con fuertes golpes en la cabeza. Estoy segura que con su carácter de militar va a poner las cosas en su sitio. ¡Sólo por eso! -concluyó la cartista y comenzó a escribir sus letanías sobre el papel: "Cuídate del agua mansa que de la brava me cuido yo", escribió ese dicho para decir no se sabe qué. "Saludos a tu esposa que debe ser una niña distinguida porque todos los militares se casan con gente de la “jay-lay", opinó con la certeza de que la "condenada" que así la llamaba, leería; y, porque sabía que ninguna chica decente se acuesta a los 16 años, y también porque los militares no siempre andan con la mejor gente. Eso lo sabía con la exacta realidad de un recuerdo vivo que come, calza y viste. "P.D. Tu madrina te saluda y pregunta qué es del capitán Suarez, dónde vive y que grado tiene. Ella te recuerda y te quiere mucho, no le hagas esperar tu respuesta".

─¡Yo soy el alacrán, cuando pico mato y cuando me quieren cagar, me mato. Yo no me rindo! ─Gritaba el capitán Gutiérrez al pelotón. ─¡Cualquiera puede ser el enemigo en esta guerra de mierda. Esos indios que con su cara de cojudos se acercan con una tuna en la mano, pueden traer una granada en la otra. No se olviden, tienen ganas de morir, eso quiere decir, que tienen más ganas de matar!

Finalmente recuerda que fue en esa especie de cantina con mesitas alcahuetes que llamaban "la Diskotec"; que estaba borracho; que quería encontrar a la "Pacharaca" para

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que le rasque las cabecitas; de la gente de porquería que se divertía manoseándose rico y quejándose del toque de queda porque les privaría de meterse otro polvo en su sucio rincón; que vino un chiquillo huevón con la "Pacharaca"; que le dijo que la "Pacharaca" era su amor; y que "a la mierda los militares, yo chupo con mi plata"; y la "Pacharaca" dale con eso de que los dos eran sus amores pero que: "esta noche nada contigo porque eres un abusivo, quieres que te haga todo lo que no te hace tu mujer y después me dejas botada"; que ¡ ja, ja, ja, ja!; que sacó su revólver y metió un tiro al techo; que salió corriendo de esa porquería de invento; que se tomó todas las pastillas para dormir; que clareaba; que vomitaba; que sonaba un avión; que vomitaba; que anochecía. Pero jura por su santa madre que jamás había arrojado una granada en ese tugurio para que se murieran la “Pacharaca” junto a su huevoncito malcriado y cinco arrechos parroquianos más.

─¡Quién le recetó ese psicofármaco ─amonestó el jovencito de mandil blanco con el pecho descubierto.

─El alacrán. ─Respondió desde la cama de aquel viejo hospital.

─¿Quién es el alacrán? ─volvió a preguntar el médico de guardia con la esperanza de derivar el caso a psiquiatría.

─El que mata o se mata ─respondió.

Y por la carretera bordeada de las miserables casuchas desoladas de aquel insignificante poblado andino que recordar no quiere, sigue motivando al pelotón que corre al paso ligero de su mente: "¡Los valientes no se mueren!", y el pelotón que responde: "¡¡¡No se mueren!!! "¡¡¡No se mueren!!!".

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POR LAS ALTURAS Acabó sus estudios en el mejor colegio que pudieron costearle. Allí aprendió que

el mundo crece, prospera, camina hacia adelante llevado sobre los hombros de grandes líderes, que deben ser reemplazados por otros que se preparan para tomar la posta. Todo eso aprendió con los ojos bien abiertos y los oídos muy atentos, en tanto su alma se inclinaba a remediar los males de la humanidad, y como le estaba asignado, se hizo estudiante de medicina.

En la universidad comprendió que el mundo puede ir más lejos de las ambiciones de papá o los sueños de mamá. Que existían verdades menos flojas, menos contritas, que empezaban aquí en la tierra y que debían alumbrar sobre ella.

Su acción le fue reclamada y entregó generosamente su accionar, en la misma dirección y en igual medida que sus concertados. Su vida empezó a cambiar y con ella el propio mundo también debía ser cambiado.

El primer cambio se notó en la casa, cuando el padre culpó a la madre por haber defendido todos sus caprichos y hacerle creer al mozalbete que todo el espacio estaba abierto en este país tercermundista, para que ahora viniera con ese peligroso cuento de la política y el socialismo. La madre replicó que todo eso que estaba sucediendo era por su culpa porque no quiso esforzarse para enviarlo a España con esa beca barata del Opus Dei. Así empezó una batalla que él no entendió jamás porque andaba metido en otras guerras, aun cuando los víveres, los pertrechos y el aprovisionamiento seguían saliendo del mismo lugar. Al cabo de un año su familia por fin comprendió a su modo que su hijito no quería ser amigo de Hipócrates ni de Galeno, sino de los mayores ateos que desde hace más de dos siglos vienen repartiendo recetas para que los hombres puedan terminar de matarse en nombre de la humanidad, Nunca supieron realmente qué hacía su hijito ni con quienes se juntaba. No fue que se volvió un solitario o un resentido, sino que se hizo clandestino.

Al tercer año de sus convicciones, comenzó a frecuentar los almuerzos de la casa haciendo preguntas estúpidas que no correspondían a un hombre que estaba preparándose para remediar los males ajenos. "¿Mamá, cuando tú te casaste con mi papá, lo querías?". La pregunta hasta ofendía. "¿Mamá, estás de acuerdo con el aborto?" Ese pecado ofendía la creación divina y qué pensaba él que iba a ser médico. Entre estas charlas harto pueriles, la madre le sugirió lo lindo que le quedaría una barbita tipo Freud y recortarse el pelo, sólo para mejorar su posterior crecimiento: como los manzanos, las peras, en fin para dar mejores frutos. Cuando al día siguiente encontró a su niño con el pelo corto y su castrista barba en los quintos infiernos se emocionó hasta las lágrimas y advirtió que nunca se acaba de ser vieja para aprender que no son las órdenes ni los ruegos lo que quiebra la voluntad de los inteligentes, sino el raciocinio, por muy pobre que este sea.

Durante el almuerzo del segundo día de la afeitada, le confesó a su madre que andaba enamorado. Ella comentó que esa chica debía ser muy buena y que seguramente ella le había inspirado sus últimos cambios. El dijo que así era y que por eso mismo andaba con un hijo suyo en la barriga. La madre casi se pasó la cucharita plana de los helados. De un sólo golpe lo supo todo sin necesidad de que le dijeran algo más. Lo último que le faltaba saber fue que la amada de su hijo era una chica provinciana de Atunrumi, compañera consecuente y combativa, que estaba a punto de que la echaran de

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su cuarto de pensión aquel mismo fin de semana. Además le rogó que no piense del modo tan violento y radical como lo hace la familia sobre los cholos, los negros o los chinos, porque estas cosas no son como se piensan, sino que son como lo que son.

Finalmente sólo quería hacerles saber que se buscaría un empleo y que la medicina tendría que buscarse otro remedio. Con esto, bastante ofendido y sin despedirse se perdió por veinte días más, hasta que lo encontraron entre los cristianos defendiendo a Lenin en medio de la Facultad de Medicina. Lo hicieron llamar y el acudió advirtiéndoles que se ocuparan de sus vidas, de su casa, su apellido y de su hermana. Al rato se apareció la compañera con la cara manchada y el gesto altanero. El la presentó y ellos, “que tal, como estás”, como si no hubiera pasado nada, con clase, y ella por su parte, pero solo pensando: “Chichu pues, acaso no me ven”. Del restaurante pasarían por la pensión a recoger sus cosas, pero ella dijo que eso lo haría después. La verdad es que no había casi nada que recoger: una cama de somier con su colchón de cotén molido, una maleta de cartón con algunos trapitos proletarios y unos cuantos libros más.

Les cedieron los dos ambientes de la azotea y el medio baño que allí estaba. Les suplicaron que comprendieran que por motivos de seguridad la puerta principal permanecería cerrada, así que mejor sería entrar y salir por la puerta del servicio. Finalmente, otra cosita más que casi se les olvidaba, que en casa ya no se cocina porque todos comen fuera, y si algo se calienta o huele es la dieta diabética de papá que por precaución también aprovecha mamá. Que Sonia comía en su trabajo. Y él, por favor, que estaban muy agradecidos como para discutir esas minucias y que ya verían cómo ellos también desaparecían cuando salieran los asuntos del partido que les obligaría a abandonar esa emergencia.

La andina Katiuska se fue hinchando bonito, desde abajo hasta arriba, porque la sala comedor con teléfono a la mano, tenía un tragaluz que estaba perfectamente acondicionado para hacer fugar hasta el infinito cualquier rumor de aquel ambiente. A través de ese ducto supo que menos mal era blanquiñosa aquella cholita mostrenca y con el pelo del color con que antes ella se teñía, pero nada que ver como pareja de Miguelito, por eso no se preocupaba de si debían casarse o no. Ojala que cuando nazca la criatura no se parezca a Manco Capac o Mama Ocllo, porque la maldición de los indios, los negros y los chinos puede durar hasta ocho generaciones, así que con este riesgo que comprometía a toda la familia no podían andar libres de preocupaciones.

También sospechó que seguramente su niño andaba embrujado por esa suerte de mañoserías que conocen los serranos desde el tiempo de los incas, sino cómo se explica que desafiando a una familia de alcurnia abandone una brillante carrera en una prestigiosa universidad particular, dejando de lado hermosas chicas de su misma clase; sólo así podría entenderse semejante desvarío.

Mientras que para su apenas conocida Sonia, lo de Miguel era parte de una pasajera onda universitaria. Más adelante verían como todo ese esnobista apareamiento progresista acabaría sin pena ni gloria, precisamente cuando ser "progre", sea hacer otras cosas, aunque sean el revés de lo que se hacen hoy. "¡Ya verán!" "Menos mal que no andaba metido en las drogas o con los terroristas, eso sí que es pura depresión".

Por su parte el padre un poco más comprometido con los detalles de la vida de la pareja, repetía que Miguel era idéntico a su abuelo materno: un político nato, que llegó a

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ser Ministro Plenipotenciario del Perú para aclarar no se qué cosas con un país que no recuerda. "Un hombre de Estado a carta cabal", sólo esperaba que Miguel reaccione: "¡Ya verán!" Lo de la mujer, normal pues, o acaso querían que resulte maricón. Además se percató que la mujercita era bastante leída para ser serrana y eso valía en cualquier parte del mundo, sea en los Himalayas, los Alpes o los andes.

Con menos tiempo para la universidad y mucho más para dedicarse a los asuntos delicados del partido, Miguel fue conociendo sus lucrativos enredos internacionales. Como producto de esas andanzas comenzaron a llegar a la azotea, las cosas necesarias para atender decentemente a una mujer embarazada que maneja un automóvil y hace compras en los supermercados: básico; que viste su preñez a la moda, normal; que comparte almuerzos en peñas criollas y cenas en café-teatros los viernes, sábados y domingos: También hay que divertirse pues.

La vida se fue componiendo para esos dos tortolos, porque Miguel era miembro del Directorio del Centro Para la Supervivencia de los Indígenas Indigentes (CEPASII), sociedad civil sin fines de lucro, que canaliza recursos de la cooperación técnica internacional, que en definitiva casi nada tiene que ver con los afanes políticos de sus beneficiarios porque la ayuda que llega son dineros recaudados en sindicatos, universidades, iglesias protestantes, clubes de ayuda al Tercer Mundo, fundaciones, millonarios deprimidos, en fin, de toda esa difusa voluntad ecuménica por cambiar el mundo.

Al quinto día de haber nacido el niño, con más curiosidad que amor, subió la abuela a conocerlo. Era grande, estaba sano y era enteramente blanquito, también lindo, pero no se podía decir a quién se parecía. La madre dijo que era igualito a su padre. Lo que más le sorprendió a la emocionada curiosa era la cantidad y calidad de cosas que se había acumulado en esa azotea. Era evidente que el trabajo que compartía su hijo con los compañeros del partido era más lucrativo que cualquier profesión liberal o próspero negocio, si se tiene en cuenta que los primeros cinco años de sus rentas sólo alcanzarían para compensar los gastos ocasionados por las cuentas de la universidad, sin contar los gastos de manutención del estudiante; en cambio, en ese centro de los diablos comunistas o lo que fuera, se cosechaba lo que no se había sembrado y lo bueno era que ese negocio tenía mucho que ver con extranjeros de los Estados Unidos y de Europa: Paris, Madrid, Roma, Londres, Atenas, Ámsterdam, Bruselas, Estocolmo, etc.

También pensó que la cholita blanquiñosa podía ser hija de algún hacendado caído en desgracia por culpa de la Reforma Agraria del cojo Velasco Alvarado y que merecía un trato más familiar. “Si deseas bañarte, también puedes hacerlo en la tina del baño de mi dormitorio”, la respuesta fue que gracias, pero en tres meses debían trasladarse a Atunrumi, para constituir un nuevo centro destinado a promover el desarrollo agrario. Allí Miguel sería el Director Ejecutivo, tendrían dinero para comprar un local, dos camionetas y un fundo para experimentos agroecológicos. "¡Tenía razón mi viejo, Miguelito no era algún tonto que corría tras alguna loca quimera social, todo lo contrario, pues ya tiene abierto un gran negocio con mucho porvenir", pensó con orgullo la madre del líder social. Aunque le dolió un poco saber que la cholita iba a viajar a Viena por tres meses para cursar una pasantía, y que aprovecharía esa oportunidad para conocer Madrid, Paris, Londres y si se puede Atenas también. “¡Carajo, la que no corre, vuela!”, pensó como piensan los envidiosos.

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Por sus cientos de años de pobreza y abandono, Atunrumi está hecho para diez revoluciones, mil quinientas ONGs y más de un juicio final. Allí Miguel halló que todo estaba por hacerse o para el quehacer de organismos como el Instituto Nativo para la Promoción Rural del Sur Andino (INPRUSA), que acababa de constituir con criterio futurista. El instituto adquirió la casa de Pascual Robles Valverde residente de Lima, por la mayor suma que jamás se haya pagado en esas comarcas por una antigua casona. Este hecho liquidó para siempre el mercado tradicional de inmuebles de la localidad e incluso fue motivo para que otros vendedores reclamaran un mayor precio por sus casas vendidas en otros tiempos. Después de algunas mejoras, se amobló el local, sin descuidar su decoración con caporales de chicha que hacían de floreros, abigarradas llicllas que remplazaban a las cortinas y al franelógrafo, una pequeña biblioteca con todas las publicaciones que esas oficinas suelen tener, afiches multicolores y lemas que exhortaban a la acción, sacados de algún autor fuerte y comprometido hasta el martirio. Con la fijación en la fachada de una placa de vinilo negro con letras doradas, arrancó las actividades del INPRUSA.

Miguel viajó a Lima a procurarse del personal competente que requería la programación de las actividades del "centro de desarrollo". Allí, entre los pocos atrevidos y dispuestos a abandonar el corazón de la cultura, la civilización y el poder republicanos, tomó a los amigos desocupados del partido, especialmente entre aquellos que hallaban trascendental para sus vidas un baño de serranías, ahorrar algún dinero y retornar a su ciudad para cumplir su destino urbano.

Los empleados fueron llegando poco a poco y los proyectos iban ejecutándose en función de los dineros que llegaban desde las fuentes de financiamiento. Todo podía hacerse: postas médicas, piscicultura, apicultura, agroecología, lombricultura, protección del medio ambiente, sanidad animal, irrigaciones, rehabilitación de andenes, conservación de suelos, crianza de camélidos sudamericanos, investigaciones antropológicas, sociológicas, psicológicas, medicina tradicional, planificación familiar....... ¡Todo! A los dos años cuarenta empleados competían en el estrecho valle de Atunrumi con los empleados del Estado, tratando de tomar el tiempo de los campesinos para enseñarles su arte y su parte. En alguna reunión de trabajo, Miguel vaticinó: “Con el tiempo todos los empleados de ese ministerio serán nuestros socios estratégicos. Ya he visto que su debilidad más penosa es el miserable salario que perciben. Un suculento viatico a su jefe y toda esa maquinaria pasará a ser sucursal del INPRUSA.”

Las visitas de los representantes de las entidades financieras fueron testigos de las necesidades de aquel lugar y de los pueblos que lo rodeaban. El instituto debía hacer mucho más y por eso se invitó a Miguel a una gira europea para que el mismo expusiera ante el Directorio de los organismos cooperantes la necesidad de incrementar su contribución. Dar conferencias ante sus desprendidos samaritanos pero también ante los tacaños reaccionarios que no faltan en ningún lugar del mundo y que casi siempre terminaban insultándolo. “Si en tu país existe un puñado de ricos y un montón de muertos de hambre, inicia una revolución armada, conquista el poder, mata a los oligarcas y refunda el imperio de los incas, pero no vengas con eso de que mi gobierno tiene la obligación de regalarles nuestros dineros”.

Lo que pasa con el alma de los latinoamericanos que mueven sus huesos por Europa, sólo ellos lo saben. El asunto es que el joven regresó con el propósito de cambiarlo todo de una vez y para siempre. Eso de trabajar en agroecología sin bosta, en piscicultura sin alevinos, en apicultura sin abejas, en planificación familiar sin condones,

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etc., etc., y solamente por medio de folletitos copiados de otros folletitos curiosos y hasta bonitos. Eso era una mierda. Lo que ahora correspondía era hacer un estudio completo del lugar por cuencas hidrográficas y zonificación ecológica y sobre la base de esas herramientas planificar y programar proyectos para recibir a raudales toda la filantrópica ayuda que impacientemente estaba esperando su destino en Europa y Norteamérica.

Como tenemos dicho, su alma había cambiado en tan sólo algunos meses, pero su corazón también. Al poco tiempo de reunirse con su mujer se aburrió horriblemente de sus sugerencias, chismes, celos, reproches y pobres ideas. Cómo le molestaba que todavía mantuviera rencor al Jefe Local del Ministerio de la Producción que alguna vez pretendió incomodarlos con el cuento de que el instituto era un nido de terrucos. La ceguera provincial y la miopía criolla debían desterrarse del Perú para siempre porque lo que se aproximaba era un generoso y superior internacionalismo; no aquel que preconizaba el partido, cuyo concepto se reducía a sacrificar el pellejo en tierras extrañas, sino uno nuevo y ecuménico, cuya principal expresión era la ayuda material directa a los agentes del desarrollo, que podía expresarse en una infinidad de modos, por ejemplo: una computadora en pleno funcionamiento en este purgatorio llamado Atunrumi. Esta ayuda no venía, ni podía venir de la esfera de los países socialistas, porque estos siempre están al borde de la miseria, sino de los países ricos, ricos no solo en dinero sino en bondadosos pensamientos para los indígenas de estos valles y punas. "¿Nosotros vamos a ser los canalizadores de esa generosidad?", había expresado en una reunión de trabajo.

Esta visión postmodernista del mundo superaba grandemente los límites de cualquier propuesta política nacional, por eso le resultaba ridículo que su mujercita siguiera manteniendo su terco encono a un adefesioso y deslenguado burócrata provincial. Después de recomendarle que pensara seriamente en desterrar de su mente esa serrana debilidad, le anunció su próximo viaje de coordinación a Lima para después del cumpleaños de Manolito, que se iba por los tres.

El viaje tuvo que ver con cuentas bancarias, giros, alquileres de oficinas y muchas compras, el retorno al seno materno, más un romance que él llamó de "altura", porque tenía mucho que ver con su filantrópico quehacer. Otro nivel de contacto personal y sexual. La antropóloga de sus alturas acabó siendo la Directora Ejecutiva de la Oficina de Enlace del INPRUSA en la capital. Mamá bendijo a la pareja y hasta llegó a ofrecerle su casa a la distinguida muchacha, pero ella más distinguida aun, se ofreció molestarla en cualquier momento. Papá volvió a repetir, que no en vano se parecía al abuelo, que fue Ministro Plenipotenciario del Perú, pero aún no recordaba para qué, ni dónde. Para sacarse el clavo le bromeaba: "Vieja, como has gastado gratuitamente tus nervios pensando en las brujerías de la serrana, ahora quieres recuperarte con la linda Eloísa porque sabes la fortuna que maneja su familia. ¡Qué buena raza tienes vieja!"

Estando las cosas así, al cabo de tres meses regresó a Atunrumi, para evaluar al personal que debía despedir. Se fueron los pioneros del instituto con más rabia que dinero. Se fueron pese a la cerrada defensa de su conviviente, que se calmó cuando le pidió que le explicara: “¿Qué hacían en el Instituto? ¿Para qué servían?" Esta no supo que responder porque tampoco sabría explicar qué hacía ella misma, ni para que servía Miguel en esas tierras donde los hombres habían sobrevivido por más de diez mil años sin necesidad de ninguna limosna internacional. La cosa es que comenzó a llegar otro tipo de personal, más intelectual, más estudioso. Tomaban café y fumaban todo el día,

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sin llegar a creer que fuera cierto que los indios nunca hacen el amor calatos y que no saben besar.

A los cinco meses anunció a la madre de su hijo que viajaría a Lima para hacerse cargo directamente de la Oficina de Enlace, porque ésta había cobrado especial importancia para los intereses del instituto y que en manos ajenas podría serles perjudicial, y que durante su ausencia debía hacerse cargo de la Dirección Ejecutiva de la ONG en Atunrumi, hasta tanto él logrará que esa oficina se comportara como un mecanismo automático.

Los chismes de su romance de "altura" con la antropóloga pituca partieron desde la casa de su "suegra". Cuando se apareció en Lima con su hijo en brazos, esta le recordó que no estaba casada con su Miguel y que dentro de esa libertad tenía derecho a hacer lo que quería con su vida o qué se creía ella. Él le dijo que se dejara de celos huevones y quién le había autorizado abandonar sus obligaciones en la principal de Atunrumi. Katiuska le ordenó que se dejara de cojudeces y que le confiese abiertamente su traición porque sino ella también se desahogaría confesando ante el partido y la fiscalía todos los negociados que habían hecho con el dinero de los gringos. Cuando ambos convinieron, con gran ventaja para la mujer, el destino de sus “ahorros”, cada quien se fue a vivir sus muy nuevas y bien financiadas vidas.

Más adelante, Miguel fundó en un terreno que le cedió la Asociación Pro-Vivienda "Atunrumi" de Lima, el Instituto de Apoyo al Desarrollo del Refugiado Urbano Marginal (INADRUMAR). Con la inauguración de su flamante local, terminó definitivamente su relación laboral con su compañera andina. Cada quien se fue por su lado, pero siguieron viviendo de lo mismo, porque ese era el único medio de vida que conocían. El resto, como todo, era del partido que de todas maneras debía tener su mordida en la dulce y jugosa manzana que generosamente obsequiaba la cooperación extranjera.

Lo que jamás esperó que llegara, llegó. Aquella esquela directa y violenta le invitaba a abandonar sus afanes asistencialistas, caso contrario era hombre muerto. Ahora está empeñado en identificar al perverso autor de aquel miserable anónimo que podría haber venido de los iracundos y rabiosos despedidos de Atunrumi, de su ex-conviviente o para su mayor desgracia, de los mismísimos terrucos. ¡Qué hacer! ¿Tomar la beca para estudiar agroforestería en Bélgica durante dos años? No, mejor comprarse la Smith & Wesson que le ofrecieron porque la cosa había llegado hasta la altura de no ser para nada despreciable.

Lo que ahora convenía era seguir insistiendo en eso de la filantropía trasnacional hasta acumular el valor de la pequeña fortuna que se llevó la serrana y cuando la cosa se pusiera color de hormiga, desmontar todo el aparato hasta convertirlo en algo que se pueda llevar en los bolsillos, aprovechando que el partido estaba en crisis al igual que el resto de los izquierdosos movimientos por culpa de los ultras guerreristas, y al final decidirse a montar el negociazo que le propuso el padre de Eloísa.

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EL CUIDANTE Que estoy embarazada y reclamando padre para mi hijo, no es lo último que me ha podido suceder. Creo que ya me han pasado todas las desgracias como pasan las cuentas de los rosarios en las manos de las viejitas del Centro de Conciliación Espiritual "María Reina y Madre". No sé porqué después de rezar un rosario, como si fuera un milagro, una ya no se siente mal. Te viene un alivio y hasta sientes alegría, será porque el rosario es una penitencia cumplida. Todo en la vida es una penitencia que te atormenta ahora para volver mañana. Todas las noches al momento de acostarnos pensamos: "No debo ser así, mañana voy a ser diferente" y al día siguiente a pesar de haber hecho todos los esfuerzos para ser mejor, seguimos siendo igual nomás, porque no hemos tenido la suerte de que el mundo, las personas y las cosas puedan cambiar para nosotros.

Cuando nazca mi hijito, si es varoncito le pondré el nombre del señor Teófilo. Buena gente el viejito. Me ayudó bastante para conseguir mi nombramiento. Con que ganas me animaba: "traes seis fotografías tamaño carnet y todos tus documentos en un folder. Yo redactaré la solicitud de un modo que no podrán negar tu petición. Además es tu derecho", y después: "Yo me encargaré de que tu expediente esté siempre al alcance de la mano del Jurado". Más tarde, cómo se preocupó de que hiciera mis interminables esperas y las largas colas sin perder la paciencia, ni la esperanza.

"Bien limpiecita y decentemente vestidita, para causar una buena impresión, porque una educadora debe traspirar buenos modales y mucha cultura". ¡Qué ingenua era!, pero que importa, también es bonito ser inocente, sino como hubiera tenido valor para prestarme vestidos, zapatos y hasta pintura de labios. Sino cómo hubiera aprendido a ser una señorita, conversar en las reuniones, entrar en los restaurantes y comer con cubiertos. No hubiera sido nada, mejor dicho, hubiera sido poco, una empleada doméstica toda mi vida. Triste será ser la mujer de un bruto que te engríe un poquito y después te golpea toda la vida hasta matarte. Felizmente con esta mi desgracia ya sé lo que valen los hombres y jamás voy a necesitar casarme. Mi sueldito es mi padre y mi madre, aunque sólo alcance para ser pobre nomás, pero me sirve para pagar mi pensión, el alquiler de mi cuarto y comprarme algunas ropitas. Yo vivo de mi trabajo. Yo soy honrada.

No sé. Ahora cuando pienso una cosa, acabo pensando otra. Bueno, si mi hijito es varoncito le pondré el nombre del abuelito Teófilo, que es buena gente y me ha dicho que su nombre significa "El que es amado por Dios", yo también quiero que mi hijito sea amado por Dios porque él será su único padre. Me invitaba al restaurante y hasta tenía mi foto en la que me hizo dedicar: "Para Teófilo, sinceramente: Silvia. 12-03-87". No me importa que todo el mundo diga que es un viejo mañoso, agiotista y chismoso. Si es mujercita se llamará Clotilde como mi abuelita que me ayudó a crecer.

Lo que es mi madre no cuenta para nada. Malo será bautizar a las criaturas con los nombres de las gentes que se van a ir al infierno. ¡Borracha! Dicen que por viciosa la botaban sus maridos; qué maridos ni que ocho cuartos, si solo han sido varios imbéciles que convivieron con ella hasta arrepentirse. Mejor será no pensar mal porque es pecado, pero pensándolo bien todo somos pecadores y yo también soy una pecadora por tener estos malos pensamientos.

Qué bueno es estar lejos. Cuando crezca mi barriga le diré a la gente de la comunidad: "Me he casado, mi esposo es ingeniero y trabaja en Arequipa"; también

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pediré permiso para cobrar mi sueldo y visitar a mi esposo. Ojala que esa Asociación Pro-Vivienda encuentre la chacra que está buscando para la lotización. Cuando pidan la cuota para pagar los lotes, de donde sea voy a sacar la plata, aun cuando sea vendiendo mi alma al diablo. Ni siquiera es para tanto, total como me quedaré en la comunidad casi todo el año, no voy a gastar mucho porque vestiré solo mi buzo, tampoco gastaré en pasajes todas las semanas y como además solo voy a comer lo que producen los comuneros, voy a juntar buena platita para lograr ese terrenito.

Cuando mi hijo sea grande, mi casa esté acabada y tenga buena mesa y mi cama tendida con sábanas limpias, seguramente ese perro vendrá a contarme sus tristezas: "Tengo seis hijos, mi mujer es una bruta, estoy enfermo, casi me muero. Perdóname, estaba ciego por mi orgullo y por eso ahora estoy pagando caro". Otra vez me pongo a pensar sonseras como si fueran ciertas. No es bueno que me gane la imaginación porque hasta loca puedo volverme.

Además porqué se va a salir con su gusto ese perro, cuando nazca mi hijito lo inscribo en la Municipalidad con su apellido, le inicio un juicio de alimentos y después juicio y más juicio hasta que aprenda a mantenerlo. ¡Qué tal lisura!, me voy a hacer valer. A última hora mejor no, el desgraciado puede comprarse a los jueces y tinterillos para defenderse y hacerme sentir peor y sin plata; si me ha dicho: "Anda nomás, quéjate a quien quieras, veremos si los jueces saben hacerle caso a una que se encierra con cuatro", y encima: "Acaso yo no más he sido tu cuidante".

Que feo es estar sola y esperar sola. Mejor ya no pensaré en nada. Mejor voy a hacer todo lo que tengo que hacer y esta noche me voy a comer al "kaly" para ver en la tele a la Miss Perú de Señoras que ha ganado a todo el mundo en los Estados Unidos; dicen que es muy bonita y que tiene dos hijitos.

►☼◄

─¿Ud. puede creer señor Director que mi esposo en su calidad de educador y padre de familia. va a prestarse para semejante adefesio? ¿Cómo puede decir esa cholita refinada: "que debido a las constantes incursiones de elementos armados a la comunidad, que nos hicieron temer por nuestras vidas, nos hemos visto obligadas a aceptar la protección de nuestros colegas varones, quienes para mayor seguridad decidieron pernoctar con nosotras en el mismo ambiente". ¡Conchuda! encima sin la menor vergüenza dice: "que debido a esas circunstancias, me encuentro embarazada del quejado, quien lejos de reconocer su responsabilidad, está solicitando su traslado a otro centro educativo. ─Vomitó por fin la mujer y de memoria, la queja que tenía aprendida. ─Y agregó. ─Si en ese pueblo se pasean a sus anchas los terrucos. ¿Cómo puede estar seguro que esa mujer no es una terrorista?

─Por favor señora, no se sulfure- suplicó el funcionario y con tono más calmado agregó: ─Debo recordarle que el Ministerio de Educación se limita a tomar los servicios de los profesores, supervisar su desenvolvimiento profesional y pagar sus salarios, luego de esto, estamos absolutamente prohibidos de inmiscuirnos en la vida privada de los docentes; en consecuencia, mal podríamos tratar de resolver la queja de la señorita profesora, ni tampoco su petición por tratarse de asuntos estrictamente personales, y si usted cree que la profesora es una delincuente terrorista, pues bien vaya a la Base Militar y denuncie esa sospecha y verá como todos los profesores de ese centro escolar se van

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veinte años a la cárcel. ─culminó pensando: "¿Cama redonda contra la subversión? ¡Qué buena pendejada de ese cholito huevas tristes"!

─¿O sea que no la van a despedir del magisterio y encima se va a quedar de maestra esa inmoral quitamaridos? ¡Qué buena raza!, esto no se va a quedar así, voy a quejarme ante el mismísimo señor Ministro de Educación para hacerle conocer su complicidad en este acto inmoral, ya verá. ─amenazó la mujer al Director de la Unidad de Promoción Educativa. ─Ahora pues, como seguirá teniendo sueldo podrá contratar abogados para fregar a mi esposo con los juicios de alimentos que muy bien saben hacer esas pendejas. ¡Ojala y la mate una bala perdida como ella! ─Culminó la quejosa y se marchó tirando las puertas y la vergüenza.

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EL CANDIDATO Brillaba en todo su esplendor en un cielo límpido y azul, el rubio sol de

noviembre, cuando llegó a Atunrumi el hombre de esta historia. Como acostumbran los que llegan al lugar con algún propósito comercial, cultural o altruista, acudió a "Radio Sintonía, su mejor compañía" para que el periodista, locutor y dueño de la emisora los entrevistara sobre las razones de su llegada y el tiempo de su estadía. A través de ese diálogo hizo conocer al vecindario que en su condición de ex comandante, sociólogo y antropólogo tenía muy metido en su alma el deseo de ofrecerle al pueblo de sus entrañas alguna buena obra que su generoso corazón y su desinteresado espíritu, le obligaban.

Para su corta permanencia por la tierra de sus amores había programado una serie de charlas sobre orientación vocacional dirigida a la juventud estudiosa del departamento, para que no anduvieran perdidos por los caminos del porvenir sin saber qué hacer con sus tiernas vidas.

Más tarde, después de la primera charla se enteró que apenas llegaban a cinco los que necesitaban un guía para definir su vocación, porque el resto no solo podía perderse en los senderos del futuro, sino hasta caerse en sus precipicios por encontrarse completamente ciegos para esas jornadas. Cuando constató que todas aquellas joyas del tesoro de la juventud no sabían qué hacer con sus vidas, comenzó a preocuparse por el estado de las cosas que habían arrastrado a esas pequeñas almas hasta esos extremos de abulia e indolencia.

Su misión ya no sería despertar vocaciones en las mentes de muchachos confundidos. Había que hacer algo más ambicioso. Lo que se necesitaba con suma urgencia era abrir la mente de toda la gente que habitaba aquel provinciano poblado, para que pudieran ver y comprender la magnitud de sus desgracias. Y por eso decidió dar charlas sobre la problemática y realidad regional y nacional en el lugar de costumbre.

A la primera, asistieron los que tienen preocupaciones intelectuales, que por estos lugares son los que no tienen nada que hacer a la hora que se programan estas actividades; a la segunda asistieron los curiosos, que no se pierden toda aquella ocasión que pudiera resultarles divertida; a la tercera asistieron todos aquellos que les divierte las fantasías de los que imaginan la realidad: los locos; pues en aquellas jornadas de avivamiento cultural el sabihondo conferencista hablaba que la más grande desgracia histórica que le sucedió a los hijos de Manco Capac es haber sido conquistados por la peor raza del mundo: los españoles. Esos hombres crueles, ambiciosos, sádicos y ociosos; que otra sería la realidad del Perú si a estos lugares habrían llegado los rubios del norte de Europa, “ahora hasta el más pobre de los peruanos tendría una casa con jardín y automóvil estacionado en su puerta”.

También se lamentaba de que si el cojo Velasco, no hubiera repartido entre tanto indio vago, las riquezas de las haciendas de aquella región no habría tanta hambre y miseria; pero advertía que nada estaba perdido del todo, porque “si dejamos que los gringos vengan a explotar los millones de toneladas de oro y plata que se esconde en nuestros cerros y aprendemos a trabajar como ellos, otro sería nuestro futuro”. Así iba explicando como una novedad, lo que todo el mundo sabía que debió hacerse hace mucho tiempo, pero de algún modo el curioso auditorio sentía que su chiflada perorata mejoraba el ambiente en estos tiempos de toques de queda, incursiones armadas, salvajes

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matanzas y destrucción de todo lo poco que se había construido a lo largo de varios siglos.

Aún cuando no se había acabado con la discusión, sobre si lo que decía este lejano paisano eran locuras que se aprendió por los lugares donde trajinó su soledad o, que tal vez desvariaba por ausentarse tanto tiempo de su pueblo, hasta no saber cómo pensaban sus coterráneos; un buen día anunció por la radio que el iluminado prócer de estos nuevos y buenos tiempos que se asoman, don Melchor Alejandro Aníbal Salado de la Pera le había encargado alumbrar con su mensaje a las gentes de esta parte de los andes, para que se produjera de un solo golpe el gran cambio que haría todo lo que no habían hecho Atahuallpa, Pizarro, los cuarenta virreyes, San Martín, Bolívar, todos los generales golpistas, los dictadores, los demagogos, inclusive el actual Presidente. ¡TODO! Pero cómo cambiaría todo. ¿Cómo?, que importancia tenía saber cómo, si lo que importaba era el cambio. Cualquier cambio podía ser mejor que continuar en toda esta pestilente incertidumbre.

A comienzos de diciembre se extrañó de estas tierras. Lima lo había reclamado para que se hiciera cargo de los afanes políticos de los tiempos electorales que no tardarían en llegar. Cuando todo el mundo se había olvidado de los disparates con que los divertía, se apareció hacia a mediados de enero haciendo conocer a la opinión pública de la “eterna ciudad primaveral” o de la “perla enclavada en los andes” a través de Radio Sintonía que debían tenerlo por el más esclarecido candidato a una diputación por el departamento, recordando a todos los paisanos que él era quien había introducido en esta parte del Perú profundo la necesidad de orientar a los jóvenes en el descubrimiento de su vocación profesional e ilustrar a los electores en los temas de palpitante actualidad regional, nacional e internacional, y que si lo hacían parlamentario todas aquellas innumerables oportunidades que ofrecía el porvenir se harían presentes, aquí y ahora, Solo así alcanzaría a tener vocación la perdida juventud Atunrumina, y ellos, los que tenían el poder de elegirlo, podían dejar atrás la vergüenza de pertenecer al peor lugar de la patria para pasar a ser los beneficiarios directos de las maravillas que acarrea el progreso y el desarrollo traído a manos llenas por el gobierno que presidiría el prohombre que lo había enviado de retorno. Así acabó enero con alegres lluvias, campos verdes y algunas pocas langostas.

En Lima había recibido instrucciones precisas acerca del novedoso voto preferencial de la moderna legislación electoral. Con ese conocimiento y los otros concernientes a sus profundos estudios sobre los pueblos olvidados de esta serranías y sobre todo por demostrar que hablaba la lengua aborigen de sus pobladores y otras noticias más, logró apadrinarse de: “Aquel ilustre ciudadano que desde la humilde cuna de un populoso barrio limeño, que a pesar de ser hoy por hoy el principal centro de tráfico de pasta básica de cocaína y marihuana, había surgido hasta las alturas de ser un sobresaliente profesional, un próspero empresario y un exitoso hombre de negocios, su nombre: Melchor Alejandro Aníbal Salado de la Pera”; con este señor acordó que a cambio de ser candidato por su lista a una diputación en Atunrumi, este debía hacer una intensa campaña a favor de su candidatura presidencial por esas provincias. Para ese propósito se le haría llegar afiches, almanaques, posters, banderines, banderolas, llaveros, solaperas y toda la carnada que se necesita para atrapar a los incautos ciudadanos que de vez en cuando tienen la obligación de ir a votar, bajo la amenaza de pagar una multa equivalente a soportar un ayuno por más de diez días.

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Obsesionado por las mordidas de todos los pescaditos temerosos de cumplir con su obligación electoral, con el dinero del candidato padrino alquiló la sala-comedor-oficina de un amigo de los candidatos que por esas fechas no faltan y hasta abundan, mediante un Contrato de Arrendamiento que corría del 10 de febrero al 10 de abril de 1985, dos meses exactos, ni un minuto más.

Se estucó la fachada con una inmensa capa de yeso y en ella se escribió con caracteres que ocupaban toda la pared su nombre y su pretensión electoral, un símbolo y un "MARCA ASI" y "ESCRIBE ASI". A los tres días se instaló un poderoso altavoces en la parte superior de la puerta del novísimo y recién inaugurado local partidario, que anunció por espacio de 14 horas diarias las bondades de su candidatura entre huaynos, vals criollos, salsas, cumbias, chicha, marineras, rock; no faltó ni las sagradas notas del Himno Nacional del Perú. Esta ensordecedora propaganda lo convirtió en enemigo personal de todos los habitantes que moraban dentro del alcance de esa alharaca, incluidos los gatos, perros y loros.

Su rostro y sobretodo del candidato-padrino, se repitió por millares en paredes y postes. Su nombre, apellidos y la denominación del partido quedaron impregnados en la pintura que hizo rabiar a más de 500 propietarios con fachada, por todo el tiempo que duró la crisis económica y el Estado de Emergencia. Radio Sintonía divulgó las bondades de su persona hasta el colmo de perder la audiencia total porque a la miserable programación que ofrecía, la cantaleta del candidato la hizo realmente insufrible. Todo este bullicio sumado a la de los otros veinte candidatos obligó a muchos ciudadanos a internarse en sus chacras, donde la paz le permitiera meditar lo bueno que sería seguir votando en blanco o viciado. A medida que subía el tono de ese loquerío, súbitamente se abrió el cielo y comenzó una endiablada sequía que calcinó por completo los sesos de todos los candidatos. Mientras que las sementeras se marchitaban anunciando más hambre y miseria para el resto del año, el fervor y la furia de todos los aspirantes al congreso de la república crecía incontrolablemente como las langostas que ya iban cercando las chacras. Al promediar marzo el campo y los cerros vecinos estaban completamente secos, las langostas eran ya una plaga y las esperanzas de un buen año agrario, completamente perdidas.

A fines de marzo la situación se hizo difícil para las gentes humildes, que son las más en esta tierra. Si no habría cosecha, ¿Qué comerían? ¿De qué vivirían los viejitos, las wawas y los animalitos? Al igual que los demás candidatos, el hombre de nuestra historia, indiferente a esta desgracia se propuso cerrar su brillante campaña electoral con un mitin en la plaza del mercado, el día jueves ocho de abril a las ocho de la noche. Allí, en ese lugar hizo pública la gravedad de su desvarío, haciendo conocer a todos los curiosos que merodeaban por las inmediaciones que éstos deterioros pueden ser muy contagiosos, y porque además de los veinte chiflados que andaban subidos en el estrado había casi un centenar de sus partidarios que con banderolas y pancartas en mano gritaban a viva voz su lealtad hasta la victoria final, sin dejar de creer que todas las ofertas que a raudales lanzaba a los cuatro vientos de aquella calle el orador principal, eran verdades inconmovibles y por eso ya se sentían estar flotando en los cielos del desarrollo y la prosperidad.

Al que madruga Dios le ayuda y al que no duerme, el diablo también. El día 9 de abril despertó antes que todos los cristianos. Sus diligencias esfumaron las horas. "¿Las mesas perfectamente instaladas?", perfecto. "¿Los personeros perfectamente identificados?", no todos, pero los conocidos sí, perfecto. "¿Las elecciones perfectamente

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conducidas?", con todos los malestares que causan tanto elector analfabeto, pero perfecto también. Al primer minuto de culminado el proceso se informó por la televisión nacional que su candidato presidencial no había alcanzado los votos ni para ser diputado, pero porqué eso tenía que reproducirse en Atunrumi y menos con él.

A las diez de la noche nuestro candidato se quedó metido en el fondo de las ánforas como los genios de las lámparas mágicas. Más adelante el hombre se enteró que aún contando con los votos que por error los campesinos suelen dar, no llegó a obtener ni siquiera un tercio de la voluntad de aquellos que le ayudaron a gastar el dinero que le enviaron de Lima y que don Melchor Alejandro Aníbal Salado de la Pera obtuvo un solo voto en Atunrumi. ¡Ojala fuera de su ahijado!

A los tres días el candidato se marchó de Atunrumi para siempre, maldiciendo a todos los cholos de mierda, cojudos y subdesarrollados por no saber escoger lo que mejor les vale. Rogando a Dios que así como les mandó la plaga de langostas, les envié las otras nueve de Egipto y todas las vacas flacas más que hubiera y para siempre. “¡Ojala que un día entren los terrucos a este pueblo de mierda y maten uno por uno a todos estos inútiles, porque ni siquiera para esos malditos servirían esos concha de sus madres!” "¡Jódanse indios ignorantes!".

Ya en el ómnibus que surcaba la polvorienta carretera que llega a la costa, se consolaba pensando: "Lo que más me gusta es que aquel huevonazo que decía que tenía más de treinta años al servicio del campesinado no sacó ni el voto de su mujer. Tampoco obtuvo gran cosa ese cojudo con cara de ladrón, que por haber sido presidente del COPATUN decía tener: “EXPERIENCIA Y HONESTIDAD COMPROBADA”, cuando la verdad es que sus chupes lo animaron a lanzarse para ayudarle a gastar la plata de sus cutras, pero ese imbécil no intuyó que los electores lo castigarían por todo lo que le había robado al pueblo. Tengo que reconocer que me da pena la escasa votación del mariconcito que con la plata de los gringos lanzaron las ONGs; a pesar de que hablaba con muy buenos modales, su lenguaje era raro para las gentes de estos sitios, porque estaba plagado de pequeños extractos de las muchas cojudeces que sobre subdesarrollo, pobreza, extrema pobreza discriminación y exclusión escriben los intelectuales de los organismos cooperantes de Norteamérica y Europa. Me cago de risa cuando pienso en ese chontril que se creía diputado seguro, que inclusive había encontrado un reemplazante para que asuma su miserable cargo público en el hospital; ese sí se jodió de lo lindo porque ni siquiera puede explicarse dónde estaban sus zonas erróneas; pobrecito debe estar a punto de volverse loco”.

El 14 de abril, día de viernes Santo, el pueblo lloraba en la procesión del Santo Sepulcro, rogando a Dios les perdone sus pecados para que no les envíe más sequías, ni plagas de langostas o de ratas, y suplicando a viva voz por tiempos mejores. "¡Señor, perdónanos si hemos hecho mal a nuestros semejantes......"!, rezaba el viejo cura español a través de un altavoz en medio de un mar de velas ambulantes con olor a incienso y santidad, rodeado de una propaganda política súbitamente envejecida.

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EL EXPEDIENTE El viejo tomó el diploma, lo cubrió con sus ojos y suspiro de alivio y satisfacción. Por fin se había cumplido su más caro sueño. El niño que hizo sus estudios con grandes honores y diplomas en la Escuela Fiscal de aquel pueblo había culminado satisfactoriamente su carrera profesional en la facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la universidad de la capital arqueológica de América.

Al viejo letrero de bronce con letras negras que anunciaba MILCIADES ALBORNOZ USTUA ─ ABOGADO, que permaneció por más de cuarenta años clavado en la hoja derecha de la puerta de aquella oficina, se agregó otra de vinilo negro con letras doradas que abrochado a la hoja izquierda de la misma puerta, rezaba: ALBINO ALBORNOZ QUINTERO ─ ABOGADO. El pueblo celebró aquella nueva placa con una gran fiesta ofrecida por los orgullosos padres del flamante letrado, donde hicieron generoso uso de la palabra todos los que debían, tenían o querían exponer las flores de su verbo, los halagos que merecía el homenaje y la sincera admiración por el joven que valientemente había decidido ejercer su profesión en la tierra que lo vio nacer. Como en todas las fiestas que tienen éste propósito, ésta acabó con las muy sutiles recomendaciones que le hicieron al festejado las madres de todas las niñas de 15 a 40 años de edad sobre las bondades del alma y la capacidad doméstica de sus joyas.

La vida y los asuntos de las gentes de estos pueblos pueden seguir congelados desde que fueron fundados, pero no para el doctorcito Albino. ¿Qué se harían en aquel montón de casas viejas y rústicas cabañas sus modernísimos conocimientos sobre derecho comercial, industrial, tributario, minero, laboral, ambiental, ecológico, internacional, etc., etc.? ¡Humo! Todo lo que podría lograr del futuro en aquel poblado comunal era convertirse en abogado de indios y abigeos, medio chacarero, medio ganadero, medio comerciante, medio autoridad, medio alcohólico; finalmente tomaría mujer y acabaría siendo padre de diez hijos y por eso mismo más chacarero, más ganadero, más comerciante, mandamás y borracho completo.

Aprovechando que el estudio jurídico contaba con un nuevo abogado, el doctor Milciades Albornoz Ustua debió viajar a Lima para un minucioso chequeo médico que después de tanta andanza y gasto, le confirmó que aquellos ardores que no le permitían comerse a gusto los sabrosos cuyes rellenos ni mucho menos "matarlos" con el dulce aguardiente del fundo de su cuñado Eriberto, eran dos úlceras avanzadas y que aquella dolorosa pesadez que le colgaba en las entrepiernas, era una abusadora prostatitis.

Mientras tanto el joven Albornoz fue compartiendo sus temores con los amigos de la casa con la esperanza de que al retorno de su padre le ayudaran a convencerlo para mudarse de ese pueblo atrasado y sometido a la incertidumbre de los estados de emergencia e incursiones subversivas, tal y como lo habían hecho casi todos los vecinos notables y pudientes. Para eso solo se necesitaba vender aquella casona que le construyeron los hábiles albañiles y artesanos de la comunidad de Pachacchacra; aquel hermoso huerto vergel que ganó en el juicio que siguió como apoderado de don Mamerto Palacios Izquierdo y que por los costos del pleito, sus honorarios y las demás angustias del proceso se hizo adjudicar en propiedad por el juez especializado en materia civil de la provincia; aquel buen terreno urbano cercano a la Plaza de Armas que como un regalo del cielo le vino de las manos de la viuda de Pablo Cornelio para que la defendiera de los malvados asesinos de su esposo porque para ella, él nunca se había suicidado porque ese era un pecado mortal que se paga con el infierno, y aun cuando en el curso de las

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investigaciones nunca se dio con paradero de homicida alguno se lo pagó de muy buena gana; rematar de un solo golpe todas las reses que le cuidaban los indios de la comunidad de Champaccocha; todas las llamas que pastan en Antayauyos; todas las alpacas que trashuman en Carcco al cuidado de los indios litigantes que pueblan esos parajes y finalmente venderlo todo, incluso los viejos muebles acumulados desde los tiempos en que los Albornoz de España llegaron a estas tierras.

Para qué le servía vivir en aquel remoto y olvidado lugar: para nada. Lo ideal y futurista era salirse de aquel pueblo de una vez por todas, pero mientras tanto era necesario acelerar los juicios del viejo, que en buena cuenta eran dos o tres trámites no contenciosos, dos procesos penales por abigeato y otros dos por lesiones graves y un voluminoso expediente de diecinueve cuerpos de los seguidos por la Comunidad Campesina de Huarmillacta con la Comunidad Campesina de Ccaribamba, sobre reivindicación, pago de frutos e indemnización de daños y perjuicios. ¡Qué extraños laberintos escondía aquel descomunal infolio! Todo lo que en él se había escrito y se había procesado era lo que menos recomendaba la ciencia del derecho y por eso aquella ruma papeluchera había viajado 32 veces a la capital del departamento y no menos de 10 veces a la mismísima capital de la República. Todo ese ambulante monumento a la ineptitud judicial había durado 28 años, 4 meses y cinco días, hasta que al sexto día el flamante abogado con los argumentos de un simple escrito que invocaba una de las 26,500 leyes que gobiernan y desgobiernan el Perú puso fin al pleito, y el obeso expediente fue a vérselas con la voracidad de las polillas y los ratones que se alimentan con los escritos y documentos de los ingenuos o los aviesos litigantes, que según su cuantía o interés, tarde o temprano acaban en algún oscuro y húmedo rincón judicial.

A las dos semanas del fin de aquel proceso, llegó el viejo Albornoz con ganas de enterrarse en su pueblo porque los médicos limeños, además de oscurecerle el porvenir, lo habían dejado "más pelado que un odre". "Que tengo que morirme no es ningún secreto, para eso no se necesita ser sabio, pero que tenga que trasladar el fruto de mis sudores a un matasanos, eso sí que es muy cojudo". Comentaba agregando; "¡Aquí me quedo!"

Y ahí nomás se hubiera quedado muerto cuando se enteró que su hijo había acabado de una vez y para siempre las correrías de aquel errático expediente, sino fuera porque el final de aquel pleito también había perjudicado a más de un enemigo, especialmente al abogado de la otra parte y muy especialmente al juez titular por haber recomendado al juez suplente, que por darse las ínfulas de conocer la ciencia de derecho con igual elegancia y sutileza que el doctorcito Albornoz, había fallado de aquella estúpida manera.

De todos los pesares que provocó ese desgraciado incidente, la peor parte le tocó al ilusionado Albino Albornoz Quintero porque su enfermizo padre supo decirle:

─Hijo, en estos pueblos agrarios todo se hace para más adelante y si es posible para siempre. El agricultor siembra sus campos para cosecharlos después de seis meses; el criador tiene que atender su rebaño durante casi un lustro para apreciar el fruto de sus esfuerzos. Aquí nada se hace ni se ha hecho de la noche a la mañana. Durante mi pequeña ausencia has dado fin a un caso que ha procurado el pan para esta casa y los dineros que han pagado tu universidad, pero no solamente nos has desgraciado a nosotros, sino que has dejado al borde de la miseria a la mujer y los ocho hijos del secretario del juzgado y arruinado las esperanzas del Juez titular, a quien se le ofreció

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una pequeña fortuna por el fallo favorable a la parte que yo representaba, y eso no es todo, ¿quién va a llenar la despensa del pobrecito Florencio Aymachoque Dianderas, diligenciero del Juzgado? Sólo porque eres mi hijo no quiero hacerte saber a cuánta pobre gente has perjudicado. Tu conciencia no podría soportar el remordimiento por todo el daño que has causado. Pero de una cosa si estoy convencido y es que ni este pueblo ni tu padre, son para ti. Mañana harás tus maletas. Yo por mi parte sabré darte una pequeña suma para que puedas atender tus necesidades más inmediatas e instalar un estudio, allí donde supongo debes conocer muy bien. Solo espero que aprendas a manejar tus asuntos pensando primero en tu persona y nada más que en tu persona, caso contrario serás hombre muerto, aquí y en cualquier sitio. ─Recomendó el viejo letrado sabiendo que con esa despedida ponía fin a las muy conocidas y públicas pretensiones de su rapaz pichón.

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EL JEFE El jefe es el que habla más fuerte. Es el que da las órdenes gritando. Es el que se

sienta al lado del chofer y saca la mano derecha por la ventanilla de la puerta de la camioneta y toma con la punta de sus dedos el bisel del techo, formando un ángulo recto con su codo y espera que le saluden todos los peatones.

Ha viajado hasta Huacracucho a realizar una inspección ocular para determinar si este anexo comunal reúne los requisitos mínimos para lograr su independencia de la Comunidad Campesina de Uspaccocha. La petición se basa en que los directivos de la comunidad madre han viajado al Cusco para asistir a un conversatorio con el señor Presidente de la República y aun cuando este no se apareció porque estaba combatiendo en todas las cárceles a los terrucos crecidos, mandó a su Ministro de Agricultura, un zorrito medio calvo con cara grande que se encargó de regalar dinero a los asistentes. Los directivos de Uspaccocha han ido, han cobrado y se han gastado toda la plata solo entre ellos. Por eso es importante para los miembros del anexo de Huacracucho conseguir su libertad y poder asistir a estas reuniones donde regalan dinero. Por eso es importante quedar bien con el jefe para que resuelva favorablemente la solicitud de desmembramiento comunal.

La camioneta ha llegado hasta la punta de carretera y con ella se quedará el chofer hasta que el jefe vuelva de la comisión. De allí hasta el centro poblado hay tres horas de camino a caballo. En esta parte se ha instalado la comisión de bienvenida y viaje. Un vasito de cerveza para matar la calor, mejor un par de botellitas. El caballo más brioso del distrito, alquilado a don Lázaro Meza Calvo, lujosamente enjaezado es ofrecido al jefe. Este lo mira con asombrado respeto y lo cabalga con infantil orgullo. El encargado de la comisión de recepción que camina a su costado, le va explicando con lujo de detalles pero sin ninguna precisión, los linderos del anexo, sus principales cultivos y crianzas, la variedad de sus recursos naturales y sus viejos mitos y leyendas que quieren ser entendidos como auténtica historia del lugar. El paisaje serrano se va mostrando como siempre: una quebrada profunda, un caminito al borde de los barrancos y al fondo un frígido riachuelo partiendo sin dolor la cordillera.

El pueblo va apareciendo lentamente. Cercos, chacras, chozas, corrales distribuidos entre cuatro calles, dos paralelas a un barranco y dos transversales que suben una cuesta que se define entre dos muros de piedras hasta unirse con el camino que enrumba hacia la puna. A medida que avanza la comitiva las casas de piedra y techos de paja, son reemplazadas por otras de adobe y techos de teja con pequeños huertos cercados de eucaliptos. Precisamente cuando se está disfrutando de esos verdes y bucólicos paisajes, el guía indica un recodo tras del cual se aparece un rústico templo de barro y un espacio cuadrado con un árbol añoso al centro rodeado de casas con pequeños patios posteriores. Ahí termina el viaje, esa es la Plaza de Armas, han llegado. El amplio espacio que aparece en aquel andén es el campo deportivo. Más allá una larga construcción sin techo, esa sería la escuela.

De los cuatro costados de la plaza y de casi todas las viviendas se movilizan los comuneros porque una campana de latoso tañer está indicando que es la hora de empezar la Asamblea General Extraordinaria para acordar lo que ya todos saben. La asamblea está instalada con más de 50 pobladores. Mientras el secretario del anexo pasa la lista y el Teniente Gobernador ordena el protocolo de su funcionamiento, el Presidente del anexo se desvive para que el jefe se atragante una botella más de cerveza.

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¿Todo en orden? ¡Sí! Entonces toma la palabra el mandamás de los recurrentes, en dos minutos logra expresar claramente los motivos y la justificación de su petición, los otros veinte los invierte en las fervorosas súplicas, halagos desmedidos y quejas seculares aprendidas por todos los pueblos andinos desde hace casi quinientos años. A su turno hablan los que jamás dejarán de hablar en esas reuniones, porque si no hablan les reprocharán su silencio y porque además están convencidos de que hablan bonito y por eso se dejan entender.

No extraña al pueblo que don Segundino Cachay Miranda increpe a los asambleístas su afán de convertirse en una comunidad independiente, cuando todos ellos conocen que el anexo de Huacracucho es su hacienda, herencia de su abuelo materno Pedro Pablo Miranda Farfán de los Godos. Tampoco les extraña que Bernabé Caytuiro Machicao, natural de Puno y yerno de la comunidad, tomando la palabra señale lo inútil de lograr esta majadera independización cuando lo que corresponde es pedirle al jefe les haga el favor de otorgarles títulos de propiedad de los terrenos que conducen en forma individual: "Si no somos dueños de la tierra que trabajamos, entonces para qué nos desvivimos por hacerle casa decente, cercos, acequias y corrales, si todo siempre va a ser de la comunidad. ¡Para qué nos sirve!". Mientras tanto el jefe va apurando otra cerveza porque el sol quema y porque son gratis. "¿Alguien más"?, mejor nadie más, porque algún otro imbécil con un discurso extraviado puede arruinar el trámite.

Entonces el jefe, sin contestar los buenos días que el pueblo le está deseando, pide al Presidente Gestor pública cuenta de la localización del cementerio, la posta sanitaria, la escuela, el canal de irrigación, el camal, el local del juzgado, el trazo de la carretera, el local comunal y las tierras comunales. Todos callan. Un domado silencio va apagando los ánimos y sólo cuando los vencidos están a punto de sacrificar con sus miradas a los inventores de aquella aventura, el jefe se compadece y los exhorta a procurarse lo más antes posible éstos servicios básicos. Los corazones recuperan su compás, las miradas su serenidad y las almas espantadas retornan a sus cuerpos. "¡Viva el jefe!", que viva y que beba, pero también que coma. Cinco gallinas asadas, diez kilos de lechón, diez cuyes al palo, una arroba de cancha, una batea de mote, es el humilde convido. Se acabó la cervecita pero menos mal que el jefe le entra a la chicha con su aguardiente de bajamar.

Durante el ágape, los comuneros han expuesto ante el jefe sus quejas personales de toda índole: "La chacra de Amaruyoc es mi herencia, hágame justicia", "Yo quisiera suplicarte para que a mi hijo Amadeo no se lo lleven al cuartel, tengo miedo que lo manden a luchar contra los terrucos, si se muere sería bueno, pero cojo o manco y sin educación va a ser mi cruz para toda la vida", "jefe yo quisiera que les advierta a todos que los ganados cerreros de Pampapuna son de los Abarca"..... El jefe contesta: "Has valer tu testamento pues". Salud. "Hay que esconderlo en Lima". Salud. "Presenta un escrito al Ministerio". Salud. "Porque no". Salud. "No te preocupes". Salud con todos.

Al final de la tarde le dice salud a su alma y se aleja del pueblo montado en humilde pero decente borrico tirado por un muchacho que maldice el tener que jalar a viva fuerza un enorme carnero negro, regalo de la comunidad para la familia del jefe, además de cargar los manjares del convido.

La camioneta está sola. El jefe borracho ha rendido su punto de apoyo contra la llanta delantera, a su lado una manta con comida y más allá en el parachoques trasero, el carnero amarrado. El chico grita y silba por más de media hora, nadie acude y se regresa

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al pueblo porque la noche será de luna llena y los pistacos podrían sorprenderlo en medio camino.

A las doce de la noche su mujer lo recibe con escandalosos reproches, mientras el jefe ordena amenazante al chofer para que guarde la camioneta en el garaje de la oficina y no en otra parte. “No vayas estar dedicando el carro a traer los tomates de tu chacra, suficiente ha sido que en mi delante hayas cobrado pasajes a la gente que recogiste en la carretera. ¡Déjate de huevadas o te vas a la mierda!”

Dos semanas después, llegó a la oficina el Presidente del Anexo con el propósito de lograr la materialización de las ofertas del jefe. Este lo recibió con gran curiosidad porque quería enterarse de los detalles de su retorno de Huacracucho. “Cómo me subí al caballo?” "¿Cómo pasé el derrumbe?” "¿Cómo pasé el rio?". Las respuestas invariables: "Pasando nomás jefecito". Luego ordenó al empleado encargado de los asuntos comunales para que preparara un informe normal con opinión favorable sobre la independización del anexo de Huacracucho, respecto de la Comunidad Madre de Uspaccocha. El técnico protestó que no podría hacerlo porque no había participado en la Inspección Ocular. El jefe le recordó la vez que desde una cantina de Atunrumi y totalmente borracho había hecho una inspección ocular de un lugar que distaba a más de 160 kilómetros, de donde resultó que su anfitrión, un limaco recién llegado, era poseedor de más de 60 hectáreas de pastos naturales donde pacían felices 40 cabezas de ganado con lo que logró un jugoso préstamo del Banco Agrario y con las mismas se volvió para Lima. De dónde sacaba esa altanería, sería acaso porque todavía no se le había ocurrido hacer conocer ésta trapacería al señor Ministro para que ordenara la apertura de un proceso disciplinario en su contra y ¡zúas! a la calle. “Yo estoy tratando de ayudar a nuestra pobre gente, pero tú sin embargo has ayudado a robar a un banco del Estado. ¿Cuánto te ha caído por esa trafería?” El empleado lo miró con rencor y dirigiéndose al gestor comunal le dijo: "Vuelve la próxima semana".

Al momento de despedirse el campesino le hizo una señal cómplice para decirle algo fuera de la oficina. Cuando la conversación se hizo privada el tramitador, muy avergonzado le rogó al jefe para que le devolviera la manta que envolvió el convido y la soga que ataba al carnero porque no eran suyos, sino de doña Simona que era una vieja muertadehambre. El jefe le preguntó de qué le estaba hablando y porqué le pedía esas cosas. El comunero más confundido aún, le refirió las razones de su reclamo, más con la esperanza de que le perdone su atrevida petición, que con el propósito de recuperar las prendas. "Sólo queríamos saber si había disfrutado del carnerito", le dijo finalmente. Por su parte el jefe agradeció la bondad del anexo de Huacracucho y le aseguró que para su próxima visita le devolvería la manta y la soga.

Para el próximo fin de semana ordenó al chofer preparar la camioneta para una inspección ocular en el distrito de Huancarvilca. El chofer se alegró porque ese lugar tenía carretera hasta el mismo pueblo, allí podría comprar maíz, trigo, gallinas o cualquier otro producto barato para que su mujer lo vendiera en la feria dominical de Atunrumi.

La llegada del jefe a Huancarvilca causó asombro por su prontitud y sobre todo por su sorpresa. A la media hora se apareció el encargado de los negocios del lugar, agitado y sudoroso, manifestando que no contaba con ésta grata visita y que apenas tuvo noticias de su llegada había corrido desde su chacra que dista a media legua. El visitador le explicó que así era el trabajo ahora y que le hiciera conocer los terrenos materia de la

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usurpación. El presidente le suplicó un poquito de paciencia porque debía llamar a las demás autoridades y hacer comparecer al usurpador para poder arreglar ese problema de una vez por todas. Por su parte el empleado pidió permiso para meterse chacras adentro para ver con qué negocio podría beneficiarse. El Jefe, contra su costumbre, accedió al favor solicitado. Cuando el chofer se perdió en lontananza, pidió al presidente le prestara una talega. Así se hizo y el jefe la llenó con dos espejos retrovisores, una llave de ruedas, una gata, un inflador de llantas y otras pequeñas herramientas más. Cuando llegó uno de los citados por el notificador, le preguntó quién era, este le respondió con su nombre y cargo. A ese paisano le suplicó le guardara la talega y cuando tuviera oportunidad de bajar a la ciudad le hiciera el favor de llevársela a su casa. Así se haría.

Al poco rato se completó la comparsa. Se fueron los denunciantes y denunciados a inspeccionar el terreno invadido. En ese lugar el jefe dio a cada quien el tiempo necesario para reclamar, explicar y replicar, de modo que la diligencia terminó pasada la media tarde. Concluyendo que los terrenos invadidos eran de propiedad comunal y que el usurpador debía desocuparlo después de las cosechas.

Con las últimas luces del día llegaron hasta la plaza de la parcialidad. El chofer muy agitado le comunicó sobre el robo de las herramientas y repuestos de la camioneta. Lejos de escucharlo, el jefe le ordenó que pusiera en marcha el vehículo sin hacer más comentarios porque le habían avisado que elementos subversivos estaban rodeando la comunidad, Seguramente para hacer una incursión nocturna.

Al finalizar el mes y al día siguiente del pago de los sueldos, el jefe ordenó al chofer dar unas vueltas por la ciudad. Al tiempo que iban paseando le preguntaba si era cierto que por el robo sufrido en Huancarvilca, a partir de ese mes y hasta diciembre le iban a descontar casi la mitad de su salario, él se quejó en sentido afirmativo; entonces el jefe con aire despreocupado le propuso:

─Conozco a alguien que nos puede devolver esas herramientas a cambio de dos grandes carneros negros, dos sogas y una manta llena de comida.

─Jefecito la verdad es que de hambre me fui a ver si por algún lugar de esos parajes podía encontrar algunas tunas. Cuando volví usté estaba tendido y vomitado en plena carretera rodeado por hasta cinco perros que lo habían lamido antes y que estaban esperando que se volviera a vomitar para seguir comiendo. Si yo no llegaba a tiempo hasta se hubieran atrevido a devorarlo. Le juro por mi santa madre que yo no sabía que esas cosas eran para usté ingeniero, si no había nadie para advertirme. Si usté quiere yo le puedo reparar pero solo un carnero, la soga y la manta ─suplicó con una mescla de mala sorpresa y de súbita alegría por la paga recuperada.

─Eso no te lo creo ni por la santa concha de tu madre. ¿Por qué me iban a devorar cinco perros si había una manta con suficiente comida como para reventarles la panza a más de diez perros? Escúchame con atención -señaló con voz de sabio. -Yo soy el jefe porque me he preparado en una de las mejores universidades del Perú donde el logrado un título profesional y por eso quiero que te metas muy dentro de tu aychauma, huevón de mierda, que soy tu jefe: sobrio o ebrio. ¡Llévame a la oficina carajo!

─¡Gracias ingeniero!

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EL ENCUENTRO DE DOS MUNDOS ─Qué podíamos haber hecho señor Fiscal Supremo, si los gringos venían con mucha plata y poco tiempo, además las monjitas del orfelinato, que son de casi todas las partes de Europa, hacían sus contactos con los adoptantes allá por esas tierras. Los gringos venían casi a la fija y no querían saber nada de que esto es así o esto es asá. Qué podían saber ellos de procedimientos de adopción cuando ni siquiera sabían una jota del castellano. ─Respondió el Secretario del Juzgado de Menores de Atunrumi involucrado en la investigación sobre trámites irregulares en la adopción de los niños del orfelinato de la localidad.

"Atunruminos: la suerte de los niños campesinos refugiados en el orfelinato, porque sus padres han muerto por culpa del hambre y la violencia subversiva que asola estas tierras, puede cambiar dramáticamente por obra y gracia de un envidioso vocal de la Corte de Justicia que se dio maña para dirigir una descomedida y calumniosa denuncia a la Fiscalía de la Nación, sobre la supuesta existencia en nuestra ciudad de una red de tráfico de niños huérfanos al extranjero. Lo curioso es que las víctimas de ese mentado tráfico, resultan sacándose la lotería de la vida porque de una muerte cierta o un doloroso destino, se van al extranjero y no a cualquier parte del exterior porque Bolivia, Chile o Ecuador también es el extranjero, sino a Europa: Francia, Holanda, España, Italia, Alemania, Suiza, Inglaterra. ¡Lo mejor del primer mundo! Solo un ignorante no sabe que son esos países y de qué modo se vive en ellos, pero sin embargo los imbéciles de aquí, los estúpidos de siempre viven quejándose de la buena suerte de esos niños que ni siquiera les pertenecen. Es la envidia, así es la verdadera envidia. En opinión de su periodista amigo, qué importa que se hayan violado las leyes y procedimientos injustos si es que con estas sensatas acciones se han salvado las tiernas vidas de nuestros niños comuneros. ¡Qué importa! Acaso los peruanos y mucho más los atunruminos no conocemos que esos papeles son la comida de nuestros tinterillos pero no de esas pobres criaturas. Que porque no se hizo esto o no se hizo aquello no deben tener la oportunidad de cambiar su suerte. ¿Hay que esperar que se mueran de hambre en las calles o en las puertas de nuestras casas? Entonces pues, a última hora, qué importa que los adoptantes hayan abonado unos cuántos dolarillos a los notarios, jueces, fiscales y escribanos porque solo la muerte es gratis en este mundo. Por último qué interesa que hayan obsequiado cinco mil dólares por cada niño al orfelinato, para que ese centro de bondad y amor pueda seguir acogiendo a los muertecitos de hambre que esta guerra sucia ha expulsado de sus comunidades para regalarles un futuro diferente….....".

Eran dos. Los dos de Toroccocha y no sólo eso, sino que además eran primos. Uno era el hijo menor de don Fermín Orcco Castillo que murió en la incursión del 14 de enero, quedando desamparada la madre con cuatro hijos más, y del otro ya no se tiene memoria de cómo se apareció en Atunrumi porque sus padres aun figuran en la lista de los desaparecidos. Solo se sabe que los dos llegaron al hospital presas de las fiebres del sarampión y se quedaron internados por casi dos meses debido a la gravedad de su mal. Más tarde ya recuperados y porque nadie los reclamaba pasaron al orfelinato. Al cabo de seis meses se presentaron los familiares del Ambrosio y el Casiano, que así se llamaron por algún tiempo, no para rescatarlos sino para entregarlos en cuerpo y alma a ese paraíso de ladrillos con agua potable, luz eléctrica, cama, comida, jardines y juegos infantiles.

"Ni locos para sacarlos de allí", les había aconsejado doña Alberta, la madrina urbana de toda la familia. Al décimo mes de su nueva vida y novedosos zapatos, llegaron

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los "B" y los "H", dos familias alemanas que durante más de un mes debieron hacer visitas al orfelinato, al juzgado, a la fiscalía y también a Toroccocha. En primer lugar prometieron ser buenos padres y recordarles a los niños el origen de sus vidas. Con la alegría que obsequian las esperanzas y con las tristezas que dejan las despedidas. El Ambrosio y el Casiano partieron como Karl "B" y Martin "H", allá lejos…...al olvido.

─¡Oiga señor Secretario, no sea descarado. Acaso no conoce la magnitud del lío en el que está usted metido. Todavía no se ha dado cuenta que debo informar a la señora Fiscal de la Nación: quiénes, en qué procesos y a cuánto ascienden las coimas materia de mi investigación! Debo recordarle que es su obligación darme exacta razón sobre lo que le pregunto y no estar andándose por las ramas, o es que desea que todo el peso de la ley recaiga única y exclusivamente sobre su persona? ─Preguntó con indignación el Fiscal Supremo, haciéndole saber por el tono de su voz que no estaba dispuesto a recibir las respuestas evasivas de un badulaque leguleyo de provincias.

─Si señor ─contestó el interrogado, haciéndole conocer por el tono de su voz, que además de asustado y humillado estaba dispuesto a simplificarle cualquier esfuerzo. ─El doctor Antúnez y el Fiscal Mujica cobraban mil dólares por cada demanda que resolvían a favor de los interesados y los notarios de la ciudad cobraban a razón de quinientos dólares por cada paquete de documentos falsos que legalizaban......... ─Su voz, sus palabras, sus recuerdos y sus rencores fueron envolviendo en la investigación a vivos y muertos, a justos y pecadores. ─Yo no conocía señor Fiscal Supremo que esos niños eran llevados al extranjero para sacarles sus tripitas, sus hígados, sus riñones y sus corazoncitos para que esos gringos cochinos pudieran vivir más.

─Esos son comentarios sensacionalistas de la prensa amarilla. ¡Limítese a los términos de la investigación! ─ordenó el instructor.

─Después con el doctor Vaca Llanos fueron casi 587 expedientes. En esos casos no recibimos ni siquiera las propinas porque todo era para él solito. "Estos ccoritos son el único producto de exportación no tradicional que tenemos en Atunrumi" decía frotándose las manos.

Y siguió inculpando con su envilecida lengua de tinterillo. -Usted sabe señor Fiscal Supremo que aquí en la Sierra apenas conocemos la primaria, el resto ha sido gracias a nuestros esfuerzos: la mecanografía, la ortografía, la caligrafía, usted conoce.

─Todavía conozco muy poco y usted me va a enseñar todo lo demás. ¡Prosiga!

"....Si fuéramos realistas, haríamos leyes realistas y sólo así sería posible la justicia. Pero lo cierto es que el Perú crece a razón de un millón de personas por año, sin contar con los que mueren sin nacer o sin registrarse. También es cierto que el Ministro de Salud se siente inmensamente feliz cuando las campañas de vacunación han alcanzado al 90% de la población infantil, pero no le interesa que los niños rescatados de la difteria, la tos convulsiva, el tétanos, el sarampión, la poliomielitis y otros males "que se pueden prevenir" acaben muriéndose de hambre. A la justicia no le interesa un comino que esos desamparados puedan acceder a un hogar digno. Sin embargo a pesar del estado calamitoso en que se encuentra el país, se van a los grandes foros internacionales con cara de "Dejad que los niños vengan a mí" a firmar todos los convenios y tratados que supuestamente protegen a los menores. Y ahora con base a esos fracasos muy bonitamente escritos en tratados internacionales, en códigos y otras leyes están tratando de ajusticiar a los magistrados que alguna vez, inconscientemente, y solo en su afán de

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ganarse un puñado de dólares, se hicieron de la “vista gorda” con la ley para proteger, siquiera por única vez y sin quizá sin saberlo a esos inocentes huerfanitos. ¡Seamos realistas!, si nos sobra gente que no podemos mantener y en otros lugares quieren acogerlos: ¡hay que regalarla! sin tanta tinterillada leguleya y envilecida burocracia judicial. Hay que ofrecerlos generosamente sin hipócritas penas; pues el dolor que causa la muerte de esas criaturas es más criminal porque no admite esperanzas.....".

El olvido borra los recuerdos pero hay olvidos que los recuerdan. Aquellos dos alemanes andinos tenían todo de germanos pero les sobraba color en la piel, los ojos y los cabellos, en buena cuenta, tenían todo de la inga pero nada de la gringa. Las muestras de cariño y hasta de excitación que recibieron sus exóticas cabecitas de nada sirvieron, cuando al llegar a los ocho años preguntaron a sus padres porqué no se parecían a ellos y ellos mismos a los demás, les contestaron: "Porque eres distinto hijo, mejor que los demás". Más tarde despertaron a la pubertad con la terrible noticia de haber nacido en otro lugar y de otros padres, allá por Sudamérica, en un país de los andes y que ambos no sólo eran primos por adopción, sino de sangre.

─¿Entonces por lo que usted me refiere, debo entender que de esta provincia han salido más de 2,850 niños al extranjero y todo con el pleno conocimiento y consentimiento de los jueces y fiscales ricamente estimulados? ─Preguntó el funcionario visitante, mostrando la mueca del que tropieza con un buen negocio que con los gestos de indignación del que se sorprende al descubrir un grave delito.

─Más o menos señor ─respondió el preguntado. ─Pero señor Fiscal Supremo yo nada tengo que ver con esos tejemanejes. Si alguien tiene que pagar, que paguen los verdaderos culpables pues, pero no los pobres auxiliares de justicia.

─¿Usted, quiere seguir siendo un auxiliar de la justicia? ─y como fue respondido con un sí de cabeza, continuó interrogando. -¿Quiénes son los "peces gordos", Dígamelo por tallas?- puntualizó con la suficiente arrogancia y autoridad para que la respuesta, aunque locuaz sea sustanciosa.

"....Tratar de rascarse donde no hay sarna, que estúpidos somos los cholos, con razón somos descendientes de los españoles, esa raza de ignorantes y rateros y por eso nos interesa el tinterillaje, la leguleyada y el pleito. Como nos interesa sólo eso, ahora estamos tratando de hacer pedazos la suerte de algunos niños que viajan al extranjero a educarse para ser profesionales y continuar con el desarrollo de la humanidad. ¡Bestias!, es que la estupidez puede ser la única insignia de nuestras mentes. No se dan cuenta que de no ir esos niños a los lugares donde los llevan, lo único que pueden esperar estas criaturas es morirse de hambre o convertirse en víctimas inocentes de esta guerra sucia, Y si por azares del destino logran sobrevivir, lo máximo que pueden esperar en el mejor de los casos es acabar siendo unos miserables peones, aunque lo más seguro es que muchos de ellos terminen siendo peligrosos delincuentes y hasta asesinos. Ni los políticos, ni sus partidos podrán mejorar esta podredumbre porque lo único que saben es limpiarse el trasero con las leyes que con tanto afán abortan. Leyes para todo y para todos. Sobre todo leyes para mandar al diablo lo que puede estar bien o que mejora por su cuenta. Estos inútiles piensan que con los podridos frutos de sus ociosas vidas algún día podrán tomar el destino de un niño comunero y mandarlo al espacio exterior para averiguar que los corazones andinos son más fuertes que de los hombres de otras latitudes. ¡Váyanse al diablo, demagogos infelices!.....".

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A la edad en que ya no se pregunta, ni se cree en las respuestas evasivas, ni mucho menos en las charlas y consejos. Secuestrando casi todo el tiempo a sus diversiones, los primos se reunían para documentarse sobre los increíbles paisajes, historias y vida de la República del Perú. Que a pesar de ser un país subdesarrollado y de tercer mundo, con una crisis económica desastrosa, terrorismo, cólera y sin porvenir, era el país de los Incas, de aquella raza fuerte que forjó una de las civilizaciones más grandes del mundo. Poderosa estirpe que dominó la piedra, la arquitectura y la agricultura, que hicieron su morada en la cresta de los andes, al borde del infinito. Del Koricancha, Saccsayhuamán, Machupicchu, Pisac y Ollantaytambo, la imaginación se les fue a las alienígenas líneas de Nazca, al reino del Chimur, los tesoros del señor de Sipán, la Jerusalén de Chavín, los baños y jardines de Cajamarca, el fabuloso camino inca, el Huascarán, las playas del sur y del norte, sin dejar de interesarse por la fabulosa selva lluviosa por donde transita el Amazonas, el río más largo y caudaloso del mundo y donde estaba perdido el mítico y dorado Paititi, en fin todos los sueños que puede ofrecer un milenario país tropical.

Los primos fueron madurando proyectos. Sumaron a sus lecturas de magazín y folletería turística, un pequeño curso sobre montañismo y aprendieron a patear el castellano que les ofreció un inmigrante valenciano que compartía sus vidas en aquella comarca alemana. Fueron dóciles a las órdenes de sus padres y con esta actitud pudieron reunir algunos dineros. Cuando acabaron sus estudios secundarios manifestaron abiertamente su vivo deseo de conocer su ayllu, su panaca y su tótem. Como a nadie se le puede negar el derecho a vivir en paz con su conciencia, se habló y se planificó un económico viaje al estilo de aventura europea: cheques de viajero, algunos dólares en duro, mochila, carpa, bolsa de dormir y ropa para estaciones cálido/frio. "Hombres tienen el signo de dos mundos, alas y buen viento", les habían dicho en aquel congelado aeropuerto. No quisieron interrumpir su anhelado proyecto pues no desearon fomentar la rebelión que ofrece la discusión de tan delicado asunto y que algún día les arrojen en la cara las terribles preguntas que pueden resumirlo todo: "¿Por cuánto me has comprado?" o "¿Quien fue el que te regaló mi vida?". No, no había la más mínima razón para oponerse. Total, no fueron razones las que trajeron a esos chicos a Europa sino amor y otros buenos sentimientos. Si con ellos vinieron, con ellos debían ser despedidos.

─Por último señor secretario quiero que usted en forma personal y directa notifique a los involucrados en este crimen - le ordenó al tiempo que le alcanzaba un pedazo de papel escrito.

─Si señor Fiscal Supremo, todo se hará de acuerdo con sus deseos, pero quiero hacerle una pequeña preguntita, si no le molesta- suplicó el empleado con los gestos del que hace constar que inmediatamente después cesarían sus impertinencias.

─Pregunte usted y acabe de una vez- ordenó seriamente.

─Señor, mi abuelo vivió 113 años, mi padre tiene casi cien años y se mueve alegremente por las chicherías. ¿Será por esto que los gringos prefieren nuestros órganos para sus trasplantes?, por lo menos eso cuentan los paisanos que les dicen los "cholos sin fronteras", porque se van a las europas a limpiarle el poto a unos viejitos que no tienen fuerzas, pero si una fuerte pensión de jubilación.

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─No sé si contestarle o reírme, pero mejor me callo. Vea usted eso por su cuenta. Aprenda la realidad, es su deber sobretodo en estos momentos ─sonrió y se fue haciéndole los gestos que se les hace a los tontos.

─¡Somos pobres pero fuertes todavía! ─Le hizo escuchar a ese funcionario de alta jerarquía que saber esa verdad no quería.

Por allí vinieron. Llegaron a Bogotá directamente a la casa recomendada. De acuerdo con el cronograma programado por el Centro de Lengua y Comunicación Colombiano (CELCO). Al tercer día se dieron íntegramente al aprendizaje del español. Para su sazón en la lengua de Cervantes requerían tres intensivos meses de estudios al cabo de los cuales, según les prometieron, llegarían a dominar un castellano de sobrio nivel y capaz de comunicarlos con cualquier habitante de este vasto continente latinoamericano. "Desde Nueva York hasta la Patagonia" les aseguraron. Tan pronto como terminaran, partirían a Lima. De Lima en avión al Cusco, de esa ciudad por vía terrestre a la ruta del valle de Atunrumi. De ese poblado enrumbarían hacia Toroccocha por el camino de acceso que empezaba a la altura del kilómetro 55 de la carretera Atunrumi-Puquio-Nazca. Esa tierra era el origen de sus pieles y sus pelos, de una parte de sus seres y de alguna de las palabras que desde hace años mantienen en la punta de sus lenguas.

─No tengo que darles detalles sobre los motivos de mi permanencia en esta Zona de Emergencia, usted es un abogado a quien se le ha encomendado la sagrada potestad de administrar la justicia que emana del pueblo ─cuando percibió el asentimiento del juez, prosiguió. ─He recibido la más incondicional confianza de la señora Fiscal de la Nación, para llevar la presente investigación hasta sus últimas consecuencias. Esto lo dijo como si estuviera en el mismísimo pellejo de tan alta autoridad. ─Quiero su absoluta cooperación si es sincera, de otro modo me veré obligado a remitirme a las denuncias y a mis investigaciones que felizmente se encuentran bastante avanzadas. ─La gran suficiencia con que le requirió su colaboración, no admitía objeción alguna.

─¿Cuánto considera que han sido sus ganancias en moneda extranjera por la comisión de los delitos de concusión, peculado y prevaricato? ─Lanzó el rayo de este cruel modo.

─No he ganado ni un solo céntimo señor Fiscal Supremo. Lo que usted presume no puede probarlo─ le respondió con tanto odio que estuvo a punto de perder la cabeza y estallar. ─Lo que he ganado con este maldito encargo de administrar justicia en estos parajes sin Dios y sin ley, es que más de cincuenta subversivos hayan prometido matarme. Así que con tamaña espada sobre mi cabeza usted no puede intimidarme con eso de que es representante de la Fiscal de la Nación. También he ganado la soledad, al verme obligado a tener que mantener a mi familia en algún lugar ajeno a este infierno.

─Bueno, su espectacular respuesta me tiene sin cuidado. Su negativa no afecta en absoluto la solidez de mis pruebas. Pero por lo menos podrá decirme, ¿porqué los expedientes sobre adopción de menores por ciudadanos extranjeros no contienen los requisitos y no se ajustan a los procedimientos legales? ─Esta pregunta la hizo con tono de burlona súplica.

─De esto último si respondo, pero solo por aquellos expedientes donde he participado en forma significativa que no deben pasar de seis, considerando el volumen de expedientes que han sido revisados ─respondió con el empacho de quien tiene la suerte echada.

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─¡Yo sabré de que tiene usted que responder! ─Advirtió el Fiscal instructor y culminó. ─Finalmente, deseo conocer, ¿por qué razón ustedes los jueces de estos pueblos en sus resoluciones, introducen términos tan extraños como A-quo, Cognocitor, Actore non probante, reus absolvitur, ab uno disce omnes, ad litem, audi alteram partem, dura lex, sed lex, etc., acaso saben hablar latín? - preguntó el visitante aparentando sufrir las sensaciones de angustia que ataca a los ignorantes.

─No señor Fiscal Supremo, utilizamos estos términos porque es de suma importancia para los hombres de derecho y para los fines de la buena presentación de las sentencias- contestó con la certeza de que estaba respetando una tradición jurídica digna de emularse.

─Así que, no solamente venden, sino que saben presentar con buena envoltura su mercancía, en otras palabras: ¡Calidad total! ─Y lo despidió con una mueca de asco y desprecio.

Llegados al valle de Atunrumi, los extranjeros de esta parte del Perú causaron gran asombro y muchos comentarios, no sólo por mostrar pasaportes alemanes en los puestos de la policía de carreteras sino por el verdadero acento foráneo de su hablar, la tersura de su piel y los finos modales contenidos en aquellas facciones andinas. Valgan verdades, caían bien y además de admirados eran gentilmente tratados. No eran extranjeros, aquí jamás podrían serlo. A pesar de tener el aire flemático de los nórdicos, estos eran de aquí, de estas sierras y de estos andes, así que estaba muy lejos de ellos la actitud indiferente y hasta hostil que se mantiene a los verdaderos extraños. En cambio estos eran como la papa y el maíz, frutos de estas tierras, así que todos se comedían a hablarles, contarles, hacerles hablar y pedir les cuenten sus vidas como si se tratará de cualquier paisano. Grandiosa resultaba la vuelta a casa de estos otrora niños comuneros.

Como su presencia superaba grandemente los estrechos límites de los sentimientos atunruminos fueron tomados como próceres de algún buen signo que se asoma cuando los siglos cambian. Así que todos se comidieron a brindarles las mejores atenciones en el viejo ómnibus que cubría la ruta de Cusco a Atunrumi. Una señora les dio a probar turrón de doña Pepa; otros viajeros les recomendaban los buenos chicharrones del pueblo, otros la buena chicha con cañazo de bajamar; algún bromista, los sabrosos e incomparables rocotos rellenos y finalmente uno, los sabrosos tallarines hechos en casa con gallina y japchi de chuño. Nadie les dijo donde debían hospedarse porque todos dieron por descontado que lo harían en el Hotel de Turistas.

─En efecto señor Fiscal Supremo, vengo atendiendo completamente solo el indicado Juzgado, que en realidad son como tener cuatro, haciéndome cargo en no pocas oportunidades del Juzgado penal, de reemplazar a los vocales licenciados o de vacaciones y en muy escasas oportunidades, solo para efectos de mera tramitación, los asuntos de los Juzgados de Ejecución Penal y de Menores ─contestó con la convicción de quien se merece una felicitación.

─No he venido a esta provincia para averiguar cuan útil es usted al Poder Judicial, sino para investigar las serias irregularidades dentro de los procesos de adopción de menores por ciudadanos extranjeros. En sus respuestas a mis preguntas quiero puntualidad.

─Lo haré señor Fiscal Supremo, tenga por descontado que lo haré. ─Prometió con resignada humillación.

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─¿Porqué en más de 1,400 expedientes revisados no se han cumplido con los requisitos y procedimientos de ley? ─preguntó amablemente.

─Señor Fiscal Supremo se hizo así porque contaban con el dictamen favorable del Fiscal Provincial. ─Cualquier respuesta tenía ese bendito sello.

─¿Señor Juez, qué cree usted que debo pensar, si de las propias manifestaciones de la administradora del orfelinato, me he enterado que usted ganaba a razón de 1,000 dólares por cada caso que resolvía? ─Preguntó con la malicia de un incrédulo.

─Señor Fiscal Supremo, yo creo que usted es un funcionario de la más alta jerarquía y que por esto mismo se encuentra más allá de las intrigas provincianas, que casi siempre son fruto de las envidias que trajinan por las mentes de las personas de escaso bagaje cultural. Personalmente estoy convencido de que su alto criterio y gran profesionalidad desechará estos infundios.

─De desecharlos los desecharía pero no puedo, porque la Interpol ha preguntado a unos cuantos adoptantes allá por Italia y todos han declarado ante los Consulados del Perú, que tanto usted como los representantes del Ministerio Publico les han cobrado la suma que indico y lastimosamente todo eso consta en documentos oficiales que como usted conoce tienen la calidad de prueba plena. ¿Cómo cree usted que puedo desecharlos? ─Los gestos de burla llenaban sus ojos, la comisura de sus labios y hasta su nariz y orejas.

─Me quita argumentos señor, pero déjeme explicarle. -Y comenzó a exponer una serie de argumentos que iban desde la extrema pobreza hasta confesarse simpatizante de los movimientos políticos alzados en armas con el objeto de intimidarlo. ─La vida en provincias señor Fiscal Supremo, no es fácil ─concluyó.

"¿Toroccocha? ¡Sabe Dios donde quedará ese paraje!, les dijo el administrador del hotel prometiéndoles comunicarse con el capitán comisario. Al cabo de un tiempo les informó: "Deben tomar un camión de pasajeros en las afueras de la ciudad y apearse a la altura del kilómetro 53 de la carretera hacia Puquio, cruzar el río por un puente oroya y seguir la senda que allí empieza hasta el pueblo. Mañana les acompañará el conserje del hotel para indicarles que camión deben abordar". Luego de despedirse, pensó: "Huevones venir desde Alemania para subir hasta ese pueblo, de seguro lleno de terrucos y tan cojudo como éste. Total tienen cara de indios estos sonsonazos".

Los muchachos hicieron el viaje montados en un destartalado camión mesclados con cubas de alcohol, pollos BB de doble pechuga, un gato sucio, galoneras de kerosene y aguardiente, bateas de plástico, bolsas de pan y los otros mil bultos de las más de cuarenta personas harapienta que los acompañaba junto a su insoportable hedor.

En éstas travesías no falta algún quebradeño criollo, que para olvidar el polvo y el viento que azota a los viajeros, se ponen a bromear a las mozas o a conversar con los extraños. No sabiendo si decir mister o hermanos a esos raros extranjeros, les dio los buenos días y les preguntó por su destino, los muchachos respondieron con detalle a esa gentil pregunta, recibiendo a cambio mayor información sobre Toroccocha. Que era un pueblo de altura, ni frio ni caliente, bien pobre, escaso de tierras y agua; que tenía minas de plata y oro en tiempos de los españoles; que había una iglesia y una gran fiesta el 12 de agosto. "Buenas gentes los paisanos de ese lugar pero muy pobres también". Les decía esto entre los muchos sucesos de sus aventuras por esos sitios. La charla hubiera

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continuado indefinidamente sino fuera porque el narrador que se encontraba a la mitad de una al parecer interesante historia sobre guerra sucia, destrucción y muerte, silbó aguda y prolongadamente hasta lograr que el camión se detuviera. "Aquí es su paradero compadres, pasando esa oroya toman el camino de la derecha hasta llegar a Toroccocha, ¡Saluden a don Aquilino de parte del ccorilazo!", concluyó riéndose de buena gana.

Siempre subiendo por la ruta indicada, paso a paso conocieron un paisaje insólito, agresivo, estéril, grande, fantástico, de gigantescos cerros azules, de árboles y arbustos extraños, de rara maleza, tierra y roquedales con senderos rasgados al borde de precipicios. Cuando pensaban que al final de aquel cerro podrían descubrir el paisaje de la comunidad se les presentaba una profunda quebrada a la que había de bajar sobre escalones de resbaladizas piedras y cruzar un riachuelo del grosor de una lágrima para volver a subir.

Seis o siete veces hicieron el mismo esfuerzo, sobre sitios cada vez más altos y más fríos. Cuando sintieron que esos esfuerzos se repetirían una vez más, hacia la quinta hora, toparon con los muros de un alto andén que sostenía un campo de futbol al borde de un barranco. Más allá, más o menos cuarenta casuchas de barro con techos de paja que se arremolinaban en torno a un cuadrilátero de treinta metros de lado que en uno de sus ángulos mostraba una antigua iglesia casi derruida con fachada de columnas, dinteles y urnas de arcos lanceolados de piedra, y al costado derecho de su caída puerta una cruz de madera enchalinada en túnicas de blanco tocuyo y adornos de metal en cada una de sus extremidades.

A pesar que toda la aldea se percató de su llegada, sólo cuatro niños descalzos con la ropa improvisada de los harapos de lo que alguna vez fuera ropa de adultos, se acercaron para conversarles con aquel lenguaje extraño que los visitantes alguna vez conocieron, pero que olvidaron para siempre. "Este es el lenguaje de los incas" pensaron. Sus caritas sucias de barro y de mocos, alumbradas por unos ojos vivarachos e inocentes conmovieron a los viajeros. Karl saco de uno de los bolsillos de su mochila un puñado de caramelos para regalarles a los rapazuelos. Todos recibieron ese aguinaldo con esta pregunta: "¿Conoces a Fermín Orcco Castillo?", la única respuesta de los niños era saltar sobre el caramelo y salir corriendo radiantes de alegría.

Casi al final de ese reparto, cruzó la explanada un mocito de unos diez años, bien resuelto no solo a obtener el obsequio, sino a lograr algo más. "¡Hola!", dijo y "¡Hola!" le respondieron. "¿Ustedes son de Lima?, yo soy de Lima, hace un año que vivo aquí, porque mi padrastro se fue al penal de Lurigancho por ratero y estoy aquí porque no querían recibirme en la casa de los petisos". "¿Conoces a Fermín Orcco Castillo?". "No, pero los Orccos, viven en esa casa", contestó señalando una muy pobre casucha de barro con techo de paja. '"Ahora vive su cuñada, la esposa de Segundino Poma: Los Orccos se largaron a la costa, dicen que porque fueron autoridades aquí, sus vidas no valen nada". Al oír el nombre de Segundino Poma, Martin se estremeció. Aquel podría ser su padre y aquella mujer, "la cuñada", su madre biológica.

─¡Señor Fiscal Supremo, el juez Vaca ya está llegando con sus maletas y yo aquí estoy tapando las botellas de cañazo y el hidromiel que le ofrecimos con mis compañeros de trabajo! ─le aseguró casi gritando el secretario.

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─¡Deje eso en algún lugar y déjame sólo con los señores jueces -ordenó visiblemente indignado. El auxiliar de la justicia se retiró haciendo venias de perdón, de agradecimiento, de humillación.

─!Señores! ─dijo el viajero. ─Que hayamos zanjado nuestras diferencias no les da derecho a seguir haciendo los cobros ilegales que he detectado y que ustedes han aceptado haberlos hecho. ¡Adiós! ─los otros expresaron su adiós de mala gana y con los bolsillos vacíos.

".....Como ustedes habrán podido notar, he sido muy fuerte en mis palabras y quizá he sido hasta grosero, es decir lo suficientemente grueso como para entrar en los oídos de la señora Fiscal de la Nación, que de la noche a la mañana mandó a uno de sus adjuntos, dizque para investigar a nuestros rectos y probos jueces y fiscales sólo porque una oveja negra, un quintacolumnista envidioso se atrevió a suponer que nuestras caritativas madres religiosas estaban involucradas en un supuesto tráfico de niños, que de delito no tiene nada, pero si mucho de compasión, conmiseración y caridad cristianas. ¿Pero qué resultó de esa impecable y minuciosa investigación?: ¡Nada! Lo que más nos emociona es que el Fiscal Supremo se fue sorprendido de la calidad de nuestros jueces y fiscales a quienes extendió su felicitación a nombre del Presidente de la Corte Suprema de Justicia de la República, la Fiscal de la Nación y del propio Presidente del Perú a quien conoce personalmente por razones sociales y de función. Ya con el corazón quieto y la mente despejada se despide de ustedes amables radioescuchas, Lamberto Sonaja Mosjo su periodista amigo para volver a encontrarnos mañana a la misma hora y en el mismo punto del dial de esta su emisora amiga: Radio Sintonía, su mejor compañía. ¡Hasta entonces!"

Un antiguo cerco de piedras coronado por una hilera de tunales y otras malezas punzantes y arañantes, se interrumpía en una abertura de aproximadamente un metro de ancho, donde a manera de una puerta se había instalado una vieja calamina mal claveteada a un marco de palos que giraba gracias a unos improvisados goznes de alambrón. Allí se acercaron los visitantes conducidos por el limaquito, que bien hubiera cruzado aquella portezuela sino fuera por el ladrido pertinaz y dispuesto al ataque de un chusco, petiso, lanudo y pulgoso perro. A la señal de ese animal acudió la sombra encarnada de una mujer sin rostro, sin mirada, sin tiempo y sin apuro de vivir o de morir. Al ver a los extraños se limpió las legañas y los mocos con la manga de lo que pudiera haber sido una chompa. Se acercó temblando pero dispuesta a defenderse y salvar su pellejo del inminente ataque de aquellos extraños: ¿soldados o compañeros?

El limeño le puso al corriente de las intenciones de los extranjeros, de su deseo de conocerle y preguntarle por su salud y los otros detalles de la familia, a lo que respondió con un ahogado grito de agonía. Solamente gracias a la entereza de su presentador la mujer fue recobrando el equilibrio de su cuerpo y súbitamente se llenó de una emoción hostil cuando escuchó: "Son visitantes de Alemania". ¡Alemania!, alguna parte de su alma y de sus días tenía que ver con ese lugar. El pasado le recorrió por la mente como una taruca que perseguida a balazos trepa colinas escarpadas, se avienta a los barrancos profundos, atraviesa muros de cactus... como ese animal que se mata por la vida.

Lo de los niños y Alemania había sido una ¿buena jugada o una mala pasada? ya no recordaba. Solo sabía que aquel lejano día tomaron “una decisión de valor” moralmente justificada por las madrecitas del orfelinato y que en su momento tuvo sus penas y remordimientos, pero también sus consuelos al ver cómo se fueron muriendo,

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como hasta ahora, los otros niños de aquel poblado. Pero eso de que se aparecieran preguntando por sus antepasados y por ella misma no le pareció agradable, ni oportuno, ni nada d nada. "¿A que habrán venido?" "¿Qué querrán?" "Seguro que los gringos que se los llevaron se habrán cansado de ellos y nos los están devolviendo con una carta, sin saber que el único que leía las cartas en Toroccocha era el maestro de la escuela que ahora está preso, dicen que por colaborar con los compañeros". "Solo a morir pueden haber venido porque en estos lugares o bien te reclutan o te aniquilan los de este bando o te desaparecen los del otro bando".

Los pensamientos de la mujer giraban como un remolino por toda su mente hasta hacerla contorsionar en extraños gestos y muecas de confusión y desasosiego. “¿Por qué a pesar de ser gigantes y bien fornidos no han podido conseguirse un trabajo en el sitio donde los criaron?” “Porqué tenían que venir a ese pueblo miserable donde ni siquiera ella tenía para comer. Seguramente confiándose en los dos topos de esta pobre chacra que a duras penas y una vez al año hacemos producir unas cuantas cargas de maíz”.

En ese clima de absoluta sequía afectiva, de preguntas con respuestas monosilábicas y evasivas. En esa profusión de la nada, los alemanes andinos comenzaron a extrañar su lejano hogar. Después se miraron sorprendidos y con los ojos se preguntaron que si huyendo velozmente de esa pesadilla podrían llegar a tiempo a la carretera para tomar ese camión que viniendo de retorno podría alojarlos en aquel viejo hotel de turistas.

El cruce de esa mirada fue lo único inteligente que sucedió en Toroccocha desde que salió el último que se fue a otras tierras. Esa chispa sutil les convenció que desde allí podrían partir a conocer las maravillas de esa tierra milenaria y después retornar a su querida comarca alemana y abrazar amorosamente a quienes habían decidido para que ambos pudieran tener derecho a un mejor destino.

Corrieron de ese lugar, como corrieron sus antepasados desde hace casi quinientos años, y por eso no pudieron escuchar, ese despedazado llanto que se raspaba contra las ásperas paredes de aquellas montañas, que a desgarradores gritos suplicaba: ¡¡¡Ambrosio, Casiano no se vayan, llévenme!!!

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LOS GALLEROS Tras largos días de intensa búsqueda y ruegos a socios y prestamistas, recién

comienzan los afanes propios del gallero. Careos, alisamiento de plumas, ejercicios para reforzar las patas, ejercicios para aligerar las alas y sobre todo los ejercicios espirituales del entrenador para tomarle fe al gallo y fijarle una buena bolsa, aun cuando la iluminación total llega solo cuando se conoce al rival, que invariablemente será menos fino y menos aguerrido que su gladiador.

Domingo por la mañana, cada quien camina al coliseo, con mucho o poco entusiasmo, según el contenido de sus bolsillos. Hay que llevar dinero para apostar, dinero para beber, dinero para invitar a beber. Los buenos galleros no pueden ser unos pobres pelagatos porque ésta es una afición de caballeros, de gente decente, de hombres de ley y honor, de modo que no hay cabida en el medio para los menesterosos, menos aun para los sinvergüenzas.

El dueño del coliseo es un mandarín en su cancha. Cobra las entradas, vende la comida y la bebida solo para su provecho. Nadie le discute ese derecho sino que gracia tiene haber montado ese invento. El trofeo es donado por algún próspero aficionado como respuesta a un cálido oficio. Su tamaño y su valor reflejarán su autoestima, además de convertirse en señal de su potentado y riqueza. Esta parte importante del campeonato está asegurada por varios años porque los generosos donadores están muy lejos de extinguirse en este medio, donde la mejor tarjeta de presentación es exhibirse sin pudor. Pero a pesar de ese y otros defectos que tiene la reunión, todos se aparecen en la fiesta trayendo alegremente los gallos en los brazos, la familia por detrás, las apuestas en los bolsillos, la sed en la garganta y la fe en el corazón. El anfitrión recibe a todos con grandes muestras de cariño, amistad o respeto, según sea: un familiar, un amigote o un ilustre desconocido.

Ya todo está en orden. El juez en su lugar tratando de dar confianza a los aficionados; aunque por algún rincón persista un malévolo comentario que asegura que no es muy experimentado en esa no muy bien reglamentada afición de la riña de plumas y porque siendo criador y aficionado del medio no puede dejar de estar parcializado con algún galpón. Pero como todos han venido a jugar sus dineros a las patas de los emplumados, el juez pasa inmediatamente a segundo plano. En las graderías el respetable público va reuniéndose en grupos de hinchas de cada uno de los galpones, pero también están los aficionados independientes que solitarios juegan por fuera y por su cuenta. Si ganan se emborracharán por su cuenta, si pierden se irán a unir al grupo que va ganando y donde está garantizada la abundancia de las cervezas, pero ninguno se irá antes de que toda esa plumífera reunión termine. Los galleros en las puertas de acceso a la cancha repartidos en agarradores, amarradores y guardianes de navajas y el radiante sol del mediodía encima de todos, exigiendo más cerveza.

“¡Sorteo!! Primera rueda, cuatro peleas. Dos buenas y dos malas. Las buenas entre grandes rivales; las malas entre los mismos socios, así que sacarán gallos chuscos y sólo a los apostadores les importará el resultado. Primera pelea, ganan unos y pierden otros. Más cerveza porque se ganó, más cerveza antes que se pierda todo. Mientras el sol va quemando las abarrotadas graderías, el público se reacomoda de acuerdo con su sed. Segunda pelea, vuelven a ganar unos, otros devuelven las ganancias. Más cerveza porque la tarde está cervecera. Tercera pelea: ¡Muy buena!, hasta los perdedores brindan por ella. Mientras que el sol comienza a inclinarse hacia el poniente, el ambiente se inquieta

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con el olorcito que esparce sobre la cancha la comida de la dueña del coliseo. Las aficionadas se olvidan de los gallos para rondar ansiosamente el perol de chicharrones, que se acaba más rápidamente que la cuarta pelea que para terminar exigió más de diez careos. El juez no está para atender los reclamos que le vienen de aquí, ni enfadarse por los insultos que le llueven desde allá. Cerveza, más cerveza para calmar el indignado sofocón o para celebrar la casi imposible victoria.

Mientras las sombras están alistándose para devorarse por fin al impertinente brillo que achicharró aquellas ebrias cabezas, y en tanto se preparan los detalles de la semifinal, surgen los gallos de la discusión en las graderías para confundir más los pormenores del discutible fallo. ¡Que no plantó pico!, ¡Que si plantó!, que estaba pisado, que estaba patas arriba, que estaba muerto, que debió seguir la pelea, que no debió…..que mierda sabes tú....y tú que mierda sabes si ni siquiera eres criador…. Pero no soy misio como tú huevón..... Y desde algún oscuro rincón unas malvadas voces incitando la bronca: “¡Huyyyy no me dejo! ¡Sácale la mierda a ese malcriado!”, como queriendo que se inicie una pelotera solo para fregar al dueño del coliseo que se está abrochando de lo lindo con tanto negocio.

¡Pitazo en la arena!, se anuncia la presentación del Conjunto Musical Ampay, tocando una sabrosa marinera. El anunciador invita al padrino donador del trofeo para que escoja pareja. Baile en el ruedo. Palmas del aficionado. Un borracho salta a la cancha y desafía a las señoritas para que bailen con él una verdadera marinera norteña. Ninguna responde, el bailarín un poco contrariado, mira otra vez a la fémina afición y nada. Después pregunta al conjunto musical si saben interpretar una verdadera marinera norteña, los músicos responden que no, entonces el borracho recupera su temple de borracho y les grita: "¡Qué van a saber ustedes una marinera norteña, serranos de mierda!". Risas y aplausos del público, menos del dueño del coliseo que no le parece divertido que insulten a sus invitados. Para salir del paso el conjunto anuncia que tocará un vals criollo de rompe y raja. A los compases de "La flor de la canela" se reanuda la discusión sobre la muerte del gallo de la cuarta pelea que estuvo a punto de concluir con grandes elogios, sino fuera por el anuncio del sorteo para la semifinal.

“¡Sorteo! Cuatro gallos, dos peleas. ¡Muy buenas!, grandes rivales, casi enemigos. Más cerveza por esto que se pone bueno. Más música porque los galleros salieron disparados hacia los cuatro puntos cardinales de la ciudad a buscar sus mejores gallos. Tienen como máximo veinte minutos de plazo, aunque después ese afán dure casi una hora. Baile general en el ruedo, porque los emocionados galleros se complacen en sacar a bailar a las esposas de los aficionados que andan completamente borrachos discutiendo sobre el temple de las navajas, el tamaño de los huevos de los ajisecos o si el neurobión es bueno inmediatamente antes de la pelea y otros importantes asuntos de la gallería, y si esta discusión persiste de seguro acabarán durmiendo su embriaguez en plena tribuna, entonces no faltará un gentilhombre que ayudará a la pobre señora a cargarlo hasta su casa y luego echarse juntos un reparador descanso. El dueño del coliseo invita a bailar a las menos pensadas, desde una niña de diez años hasta una anciana bastante conservada para sus ocho décadas. El Conjunto Musical Ampay toca huaynos, polcas, cumbias, vals criollos, baladas y rancheras. Todo se baila.

Primera pelea de la semifinal. Los galleros muestran a los emplumados dioses de la tarde. Hermosos, lujosos, nerviosos, épicos. Escarban la arena y cantan. Con sus miradas altaneras desprecian a los que van a blasfemarlos con sus ridículas apuestas. Un borracho grita: "¡100 a la derecha!", otro responde "¡Pagado!". Así comienza una serie

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de apuestas que tienen por objeto "pelar" al adversario. Los dueños de los gallos se reservan las más grandes y jugosas. 150 segundos después gana "Bandido" el gallo de la derecha.

Los buenos aficionados se levantan de sus asientos y van a pagar lo perdido. Los medio-aficionados, hacen señas para que su ganador venga a cobrarles. Los malos aficionados se niegan a pagar, hasta que toda la tribuna le obliga a desembolsar. Los sinvergüenzas se escabullen hasta que pase la fiebre de las cobranzas, para aparecerse en otro lugar haciéndose los locos.

En el preciso momento en que el dueño del coliseo, está por anunciar la segunda pelea de la semifinal, participa al público la presencia del Jefe del Comando Político Militar, del Prefecto del departamento y del Alcalde Provincial para quienes pide un fuerte aplauso, pero sin decir que gracias a los primeros todavía se pueden hacer peleas de gallo en esta convulsa Zona de Emergencia y gracias al último el espectáculo no paga ningún impuesto. Al ver que estas personalidades han desaparecido del escenario alguien comenta maliciosamente. "En ese cuarto el dueño del coliseo tiene preparado un banquete para esos pendejos donde no faltaran las chupilonas que hace un ratito estaban por aquí".

Por ese gusto, más cerveza. Porque gané, más cerveza, porque perdí, una cervecita. Guerreros a la arena. Las apuestas son cada vez más fuertes porque los grupos de comprometidos con ambos galpones quieren alardear con una contundente propuesta. "¡Galpón Las Malvinas Son Argentinas, 5,000!", grita un improvisado tesorero. "¡Pagado!", responde otro mostrando un fajo de billetes en la mano. Después se hacen las apuestas menudas y hasta en cerveza. Dos gallos erizados saltan al aire en medio de un silencio acorralado por un coro de gritos ahogados. Una nubecilla de plumas, dos gallos caen, los dos van a morir. La más larga agonía ganará. Los apostadores tampoco ocultan su agonía, para eso han venido. ¡Pitazo Final!, gana el gallo de la izquierda, salta el dueño y con él todos sus socios, el júbilo se expresa en gritos, risas, abrazos y besos a las plumas del gallo muerto.

Se pagan las apuestas. Un sinvergüenza pide al juez, justicia para que le pague un mal aficionado, pero cuando el juez le ordena mostrar el dinero de su apuesta éste le dice que su amigo le iba a prestar si es que llegaba a perder, el juez le dice que entonces cobre su amigo y se acaba el asunto entre risas y tapitas de cerveza y puchos de cigarros que le llueven al conchudo. Otro explica a su ganador que no ha apostado diez sino tres, y solo paga tres porque no quiere gratificar a ningún borracho sordo. Más cerveza, mucho más para los ganadores. "¡Salud por los gallos!" brinda un aficionado. "¡Salud!", le responde un coro improvisado.

Ahora el Conjunto Musical Ampay es un coro ebrio que canta en una esquina del ruedo huaynos de carnaval. La riña de gallos es una fiesta interrumpida por la aguardentosa voz del dueño que anuncia emocionado hasta el tuétano, la gran final del Campeonato de Gallos de Navaja en homenaje a don Alberto Amador Tarazona que así se llama el donador del trofeo valorizado en 1,000 soles. Aplausos para el orgulloso padrino. "¡Presentar gallos!", ordena ceremoniosamente el juez, que todavía puede aparentar lucidez dentro de su discreta tranca.

Aparecen sobre la arena las llamas móviles de un fuego divino. Los que van a ofrecer sus vidas sacuden su presencia y entonan sus ancestrales clarinadas, mientras los

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aficionados tiran sin pudor a sus patas, el sudor de sus frentes. 10,000 soles costarán el final de aquellos manojos de nervios emplumados. Un silencio atormentado amenaza con derrumbarse a la primera arremetida. Mientras los que van a perder o conservar sus vidas alistan sus fieros ataques, en una pequeña fracción de segundo semejante a un latido de sus corazones, revienta una selva de gritos primitivos. "¡¡¡Mátalo!!!". El ajiseco de la derecha acomete como un puñal asesino regando fieramente la sangre ajena, en menos de la mitad del tiempo que dura su cantar. ¡Pitazo final!, se acabó el campeonato. El juez tiene derecho a sentirse borracho. Vivas al ganador, aplausos para todos. "Rambo" tendrá derecho a la posteridad. El dueño del coliseo que también es tenedor de la bolsa entrega el dinero al ganador, exigiéndole que invite varias docenas de cervezas a la sedienta afición. Se entregan los trofeos entre discursos, emocionadas lágrimas, muchos agradecimientos y muy efusivos abrazos.

Los músicos se han convertido en directores de varios coros que cantarán mientras corran los tragos; al mismo tiempo por otro lado comienza los doctos comentarios y los debates más sustanciosos en materia gallística. Alguien dice que los huevos de los gallos giro son azules y otro le responde que está cojudo que esos huevos no son azules, sino verdes. Otro dice que un gallo fino demora en topar y alguien contesta: "¡Qué sabes tú de gallos, cuyero!". Poco a poco se van erizando todas las ganas. Quién habrá meado en la sombrilla que la esposa del juez dejó apoyada en el tronco de aquel árbol; un chiquillo que disfruta de la súbita y pública generosidad de su padre, acusa a "¡Ese!".

Los ánimos están encendidos porque salieron desde su oscuridad las frustraciones, los odios, los rencores, las envidias y la desgracia de vivir en un pueblo azotado por la extrema pobreza, el desempleo, la corrupción, el abandono, la velada discriminación racial o el desprecio del que tiene dinero, y para su mayor desgracia bautizada como “Zona de Emergencia”, donde se pierde lo poco que se tiene o no se gana la nadería que se aspira.

Nadie sabe cómo, pero aquella rabia contenida estalla en una masiva reyerta de todos contra todos. Los Millaypuma, como siempre los cobardes, todos contra uno solo. La primera guitarra se rompe en mil pedazos, sólo queda el llanto impotente y furioso de su dueño. Los gallos de aquellas ebrias almas andan sueltos y su fiereza ataca y daña a los más borrachos. Las mujeres azuzan a sus maridos cuando pueden vencer y los protegen cuando deben perder. El dueño del coliseo grita desesperadamente por el altavoz: "¡Cuidado con los parlantes!", "¡No se roben las ollas, los platos ni las botellas!" "Oye huevonazo no orines en el perol!" Gritos, maldiciones, quejas de dolor e impotencia, grupos en desbande.

La tarde de gallos ha sido normal. Las apuestas de esta pelea se pagan al día siguiente en la policía. Tres costillas rotas, un brazo zafado, varias narices torcidas, algunos dientes sueltos y muchos ojos morados acabarán sus dolores el próximo domingo a la misma hora y en el mismo coliseo.

Los que ofrecieron sus vidas, han sido vengados.

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EL PADRE DE LA PATRIA ¡Qué distinción y elegancia! ¡Qué cambio tan revolucionario! Viste terno marrón oscuro en las ceremonias públicas de salón, velorios y entierros importantes. Terno gris para los días de calor y campo. Terno azul para compromisos sociales. Luce zapatos de charol, pelo lacio ligeramente ondulado, barriga que no perdona ningún banquete. Oro en el anillo que estrangula un dedo gordo, oro en el reloj, oro del Congreso de la República en la solapa, dientes de oro. Sonrisa de mazorca y un andar de policía en el "lugar de los hechos".

Cuentan que éste sujeto fue el compañero más esclarecido del pueblo que lo eligió. El camarada más consecuente, el militante más combativo. Un auténtico hijo del proletariado. Ahora es un político profesional que dos veces al año trata de explicar a los ingenuos atunruminos que lo eligieron que no es cierto que sea uno de los diputados mudos, como irresponsablemente ha publicado un diario limeño. El pide la palabra, él habla. Ha intervenido en innumerables veces en nombre del pueblo y de su grupo parlamentario en la Cámara de Diputados y en el pleno del Congreso y lo que ha querido decir ese panfleto amarillo es que de tanto hablar, un día se ha quedado mudo debido a una afección a la garganta, porque para eso lo han elegido o es que acaso los cavernarios de la derecha, los infantiles de la ultraizquierda y sus enemigos personales quieren una grabación. No hay problema, que vayan a Lima y graben las sesiones del Congreso. La mejor prueba que puede dar al pueblo que nunca ofende es su conciencia limpia y su frente alta. Finalmente no tiene nada más que decir sobre el particular para no hacerle el juego a los enemigos de la democracia.

En esta ocasión ha venido a presentar denuncias por la comisión de los delitos de peculado, colusión, concusión, abuso de autoridad, malversación de fondos en agravio del Estado contra todos los funcionarios del actual régimen que operan en Atunrumi, porque no es bueno que mientras él se rompe el alma por el progreso de ésta santa tierra, otros señoritos muy hondos y lirondos, sentados en cómodos sillones se roben los dineros del pueblo.

Todo eso dice él, pero todos saben que ha venido a "rescatar" la chacra que tuvo que vender su suegro para los gastos de su candidatura porque sus cuñados no lo dejan en paz. Si bien el negocio no ha resultado para todos, porque como diputado de un partido de izquierda ha pasado a ser parte de la minoría opositora, para nadie es un secreto que se han multiplicado los panes y los peces de su anterior salario y si se considera un digno hijo del proletariado por lo menos debe reparar la herencia de sus cuñados.

Menos mal, es diputado y también abogado. Lo primero que ha hecho al llegar al pueblo es consignar en el Banco de la Nación a favor de su comprador el valor depreciado del terreno que vendió su suegro para cubrir los gastos de su candidatura y notificarle que esa venta es nula porque siendo un terreno adjudicado por la Reforma Agraria no estaba permitida su enajenación y porque además en el contrato no aparece la firma de su señora suegra. Después, en vía de aclaración ha hecho conocer a la opinión pública, que no ha asaltado la propiedad de nadie, sino que sus cuñados le han ayudado a recuperar una querencia familiar, que más adelante será destinada para dar techo a todos los humildes ciudadanos que han sido arrojados de sus tierras por causa de la demencial ola de violencia que azota la región. Con esa acción donde nadie ha resultado perjudicado ni mucho menos estafado, pone punto final a las atrevidas habladurías que

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vienen desde la reacción solo con el propósito de entorpecer su valioso aporte al desarrollo de la patria socialista.

Además hacía saber al público en general que la Constitución Política del Estado y las leyes con las que está familiarizado por su trabajo parlamentario, le han hecho conocer que ningún individuo tiene derecho a meter sus narices en asuntos privados, que como cualquier mortal, también él los tiene y puede tener más aun, a pesar de ser un hombre público y un connotado líder socialista. “¡Patria o Muerte!”, ha dicho levantando el puño izquierdo. "¡Hasta la victoria, siempre!" le han contestado sus cuñados y algunos ayayeros más.

Ha estado muy ocupado atendiendo a tiempo completo las súplicas de todos los incautos que dicen que votaron por él. En ese afán y en sólo tres banquetes ha ofrecido trabajo estable y bien remunerado a cerca de 1,850 desocupados dentro del Programa de Empleo Extraordinario para la Sierra Sur del Perú, contenido en el proyecto de ley que ha presentado ante la Mesa Directiva del Congreso de la República y que muy pronto será aprobada, promulgada y ejecutada. Asimismo ha hecho saber que viene exigiendo al Presidente de la República la construcción de más de 40 carreteras, 170 escuelas, 150 postas sanitarias y también, ¿por qué no?, 600 baños públicos rurales dentro del ámbito regional, que a su vez creará miles de empleos temporales y no pocos permanentes.

También ha notificado que tiene especial interés en que los campesinos no cumplan con sus obligaciones crediticias, cualesquiera que sean éstas. Es más les ha ordenado "¡No paguen!". Un campesino le ha replicado, que si no pagan no les volverán a prestar: pero él sabiamente le ha respondido, que si se vuelve a prestar tendrá que volver a pagar y ha rematado recriminándole: "acaso no has comprendido que he convocado a esta reunión solamente a los camaradas que no quieren o no pueden pagar, pero si vas a pagar para que has venido aquí, porque mejor no te has ido al Banco”.

En el informativo de Radio Sintonía ha declarado que es falso que él haya formado una especie de sociedad en comandita con los líderes locales de su agrupación política. Que es completamente falso y hasta calumnioso, que sus supuestos socios hayan aportado sumas apreciables de dinero para los gastos de su campaña electoral bajo el compromiso de resarcirles con la gestión de importantes ventajas a su favor. "¡Qué ridícula posición!", "¿De dónde podrían haber sacado semejante cantidad de dinero esos pobres diablos, si ni siquiera tienen para comprarle un par de chancletas a sus mujeres?" Cómo podían vociferar semejantes injurias, si sabían muy bien como viejos políticos que son, que cuando se accede al parlamento en minoría, no se toma las riendas del poder, sino todo lo contrario, se debe pelear a brazo partido para que los hombres del Presidente de la República no hagan lo que les dé la gana con el erario público y de tanto compensar a sus partidarios echen a perder el sistema democrático, quitándole al partido la chance de ser gobierno más adelante.

Si desde el principio de la campaña electoral sabían que no iba a ser elegido para gobernar porqué le reclamaban los favores que solamente puede hacer un gobernante. Aclaró que su partido es una organización de auténticos hijos del proletariado fundada para servir al pueblo de todo corazón y que su presencia en el parlamento obedecía a órdenes políticas y a la voluntad popular de esas gentes que a la hora de votar escogen lo mejor. "Pero desgraciadamente hay elementos que exonerándose del servicio al pueblo y pretenden hacer recaer en mi humilde persona todo el peso de su frustración, pero eso a mí me tiene sin cuidado. ¡Soy inmune!"

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Cada dos días anunciaba por Radio Sintonía, que al día siguiente iría a fiscalizar a las autoridades políticas, administrativas o judiciales, dizque para viabilizar las varias denuncias anotadas en su agenda; para esa acción notificaba públicamente a los humillados, agraviados y sedientos de justicia a reunirse en tal o cual esquina. Tres horas después de la concentración que reunía a más curiosos que interesados, marchaba hacia la oficina del turno de sus visitas. La comparsa prácticamente sitiaba el local visitado. El señor diputado, más serio que una estatua de guerrero, ingresaba al Despacho del funcionario fiscalizado, se cerraba las puertas y al cabo de una o dos horas, salía airoso y satisfecho. El grupo que iba creciendo desde adentro hacia la calle, lo seguía hasta la esquina que los reunió. Allí el Padre de la Patria, apostado en el lugar más alto informaba a esa clientela que gracias a su gestión desde ese histórico día, esa oficina estaba al servicio del pueblo. Finalmente anunciaba que en dos días visitaría la Prefectura y que para esa ocasión la reunión sería en la esquina del movimiento.

Más tarde en la misma emisora, el funcionario "moralizado" declaraba que había recibido al señor diputado, quien se había comprometido a realizar los mayores esfuerzos para que el gobierno central mejore las precarias condiciones en las que venía atendiendo la dependencia a su cargo. Agradecía al diputado su gentil visita al mismo tiempo que mandaba saludos a su señora esposa.

Más tarde, los "enemigos del pueblo" hicieron publicar por la radio varios avisos pagados, donde denunciaban que el diputado tenía una amante de 15 años a quien había embarazado; que usa las camionetas del Estado para pasearse con toda su familia por los lugares turísticos del departamento; que influyó en el resultado de varios juicios bajo la promesa de gestionar la titularidad de muchos jueces y fiscales provisionales; que había hecho detener en los calabozos del Comando Político Militar y en el "Fuerte Apache" a varios compañeros acusándolos de subversivos; que no ha hecho nada por Atunrumi en cuatro años de representación muy bien pagada; que jamás asiste al parlamento; que ha sido expulsado del Partido por votar a favor de mociones reaccionarias y antipopulares; que anda y actúa por su cuenta; que es un independiente, un traidor, un tránsfuga.

Por algunos días más siguió la campaña de los interesados en "subvertir el orden". De la radio se pasaron a los volantes, de los volantes a las pintas: “Miserable, traidor y maricón”. Mientras el padre de la patria pasó de las alegres concentraciones a la Fiscalía Provincial, de la Fiscalía Provincial al Comando Político Militar, del Comando Político Militar se pasó a Lima, porque “no se puede luchar contra tanto envidioso de mierda”.

"Creo que he sido un cojudo. Esto me pasa por ser consecuente, por democrático y por haber venido a Atunrumi. Desde ahora voy a ser como los otros diputados, que a pesar de ser del partido que gobierna, no se aparecen ni para reportar su existencia y sin embargo ya están preparando su reelección". Le había comentado confidencialmente a un enemigo de los secretos.

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LOS VOLUNTARIOS ─Si no hubiera sido por tu angurrienta ambición, hoy estaríamos en Atunrumi, visitando aquellas dos fogosas primas sin tener que estar acorralados en este pueblo de mierda donde no vez más que casas derruidas.

─Seguramente yo tengo la culpa de haber vuelto a ver aquella vieja que desde sus dos ojos vivarachos, ya nos había más que fotografiado.

─¡A callarse carajo! Durante la guardia está prohibido hacer ruido y fumar. Acaso no saben que el enemigo está a solo treinta pasos de estas paredes esperando hacer puntería a cualquier blanco que se mueva, que ilumine o que haga bulla. ─Calló esa conversación la voz del técnico que trataba de dormir en el cuarto contiguo a los muros que rodeaban el Fuerte Apache.

“Fuerte Apache” era el nombre que le habían dado los jefes al morrito que se levantaba en el centro de aquel poblado comunal que desde antiguo sus habitantes habían respetado porque bajo sus tierras se escondía una huaca sagrada; aunque algunos decían que no se trataba de ningún altar andino, sino que era el sitio donde desde el tiempo de la fundación del pueblo como reducción de indios, debía construirse la iglesia pero que por falta de gente y de plata, no se había construido nunca.

En su lugar los bravos guerreros de la quinta compañía, imponiendo faenas forzadas a los habitantes de los cuatro pueblos vecinos hicieron desatar desde sus cimientos las casas que habían dejado abandonadas los despavoridos vecinos y al cabo de tan sólo dos meses acabaron por construir esa famosa fortaleza para ser una prisión militar y todas sus otras mayores notoriedades. Dicen que allí llevaban a los sospechosos de ser subversivos para urgirles a hablar, a la buena o a la mala, todas las cosas que "inteligencia" deseaba saber, y que allí también acababan los castigados por su “achoramiento” al reglamento militar y algunos más que valientes voluntarios.

►☼◄

─¿Usted es la señora Rosaura López Contreras? ─Le preguntó con buenas maneras un extraño con aspecto de limaco acompañado por otro de igual catadura.

─Si señor que desea. ─respondió la dama.

─Señora, lo primero que le vamos a decir es que no pasa nada, ni tampoco pasará nada si usted colabora. La verdad es que somos hermanos, usted ya sabe.

─Que cosa voy a saber señor. ¡Exprésese con corrección! ─Dijo la mujer al tiempo que intuía que algo malo le iría a suceder después del encuentro con esos intrusos.

─¡Carajo, vieja concha tu madre, no te hagas la huevona, acaso no sabes que somos compañeros y que has tenido la suerte de que el partido te escoja como colaboradora de la revolución! Mañana mismo a estas horas nos entregas quince mil soles, sino vaya despidiéndote de la vida! – Irrumpió el otro compañero para poner las cosas en su sitio.

─¡Dios mío cómo voy a tener quince mil para regalar si jamás he contado tanta plata! ─Se lamentó la mujer.

─¡Y cuánto puedes tener para mañana? ─preguntó muy molesto el aludido.

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─Mil soles, eso es todo lo que podría reunir para mañana. ─Suplico más que asustada, la pálida mujer.

─¿Mil soles? ¡Ya te cagaste vieja y mierda!, quédate con tus cochinos mil solecitos para comprarte tu cajón. Tú crees que el partido te ha escogido porque tienes mala suerte o porque Dios te ha castigado. No carajo, todo el mundo sabe que tienes cuarenta casas, más de treinta chacras y una buena fortuna en los bancos, por eso te estamos pidiendo una modesta colaboración y lejos de hacer lo que te conviene para salvar tu puta vida, te haces la pendeja.

─¡Ay, papacitos, no sean tan malos conmigo! Eso es la herencia de mis hijos.

─Mañana volveremos y si no hay plata vaya despidiéndote de tus huerfanitos, a lo mejor con ellos nos entendemos. Tampoco te ilusiones en ir a llamar a la policía o al comando porque el partido tiene diez mil ojos que todo lo ven y veinte mil orejas que lo escuchan todo. Si mañana encuentras muerto en este lugar a un policía o a un soldado, tú le seguirás sin ninguna duda. ─Para despedirse el más avezado le dijo sarcásticamente. ─¡Nos vemos en tu velorio!

Cuando dejaron atrás a la temblorosa mujer, los dos se reprocharon mutuamente por haber demorado más de la cuenta en esa entrevista, cuando la cosa era dejar al vuelo el mensaje y punto. Cómo le vas a decir, “señora no pasa nada” y “tú qué necesidad tenías de insultarla tanto como si fueras un hampón y despedirte cachacientamente”. “Era para que la vieja se asuste hasta cagarse en sus calzones y nos suelte el billete. Tú crees que los ricos son ricos porque sueltan el dinero. Esos se mueren por la plata y esta vieja es capaz de morirse en su cama esta misma noche, solo pensando en que tiene que darnos algo a cambio de nada. Se ve que no conoces a esas mierdas” “¡Fuera cojudo, ahora te crees psicólogo!” “Calla cagón de mierda.” Finalmente la discusión terminó en que el asunto de la vieja se quedaba como un ensayo para probar con el ferretero que se las pega de millonario en las fiestas que ofrecen los jefes.

Al día siguiente pasaron disimuladamente por el frente de la casa visitada y como las cosas estaban como el día anterior, cruzaron sus miradas y sin decirse nada se fueron a tocar la puerta. Aun cuando había varias personas en su interior, la mujer se apareció sola y ambos irrumpieron violentamente en el pequeño patio que daba entrada a una moderna casa de cuatro pisos.

─Papacitos he hecho todo lo que he podido, por eso ahora tengo para ustedes mil quinientos soles. ─les comunicó a modo de súplica la señora con la cara desencajada y con signos de no haber dormido.

─¡Mil quinientos! ¡Métetelo al culo vieja tacaña, ahora sí que te jodiste por insultar al partido! No te matamos ahorita porque detrás de esa puerta hay alguna gente más, pero si no colaboras generosamente: ¡todos esos hijos de puta van a morir por tu culpa! ─gritó y sintió cómo la gente del interior de la casa se movió desesperadamente como buscando refugio.

─Por favor señores no me hagan daño, voy a ver si alguna de las personas que han venido a visitarme pueden prestarme alguito más.

─¡Si no vuelves en dos minutos te cagas vieja y mierda! ¡Se cagan todos los que están metidos ahí! ─Amenazó furiosamente.

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Al cabo de poco tiempo la mujer volvió, diciendo que había conseguido mil quinientos soles más y con la misma rudeza y ofuscación los malandrines le dijeron que haber si esa gente que andaba metida ahí adentro cagándose de miedo porque saben quiénes eran ellos, podían prestarle dos mil soles más, y si fuera así, el partido se lo agradecería olvidándose de ella para siempre. Al cabo de dos minutos la mujer apareció diciendo que tenían suerte porque entre ellos estaba un ahijado que había llegado de Estados Unidos y le prestó dos mil soles más.

─¡Chau tía! Tienes suerte que solo gente con plata venga a visitarte. Si de aquí vas a quejarte a la comisaria o al comando, le decimos a los compañeros que están detenidos que declaren ante la fiscalía que eres una colaboradora del partido y tus miserables cinco mil soles serán nuestro mejor testigo.

A la fructífera bravuconada le siguieron muchas borracheras y ardorosas noches de amor al contado, y cuando el dinero se les iba acabando, comenzaron a planear la próxima “colaboración”.

Al cabo de tres meses cuando el batallón de infantería marchaba gallardamente por las tribunas del sentimiento patrio, doña Rosaura vio desfilando entre aquellos valientes a uno de los que se llevaron sus cinco mil soles. “Con razón se morían de miedo estos miserables. Los verdaderos “tucos” no vienen por plata nomás, vienen por todo y tu pobre vida también, dejando un cartel junto al charco de tu sangre”. Luego miró acuciosamente al resto del pelotón y no distinguió a nadie más.

Al día siguiente se fue al comando y presentó su denuncia con lujo de detalles y con una descripción casi fotográfica de sus autores, ante el técnico que estaba a cargo de la guardia de la puerta. Este no permitió que la mujer se entrevistara con ningún oficial, pero para demostrarle que era con él con quien tenía que arreglarse ese asunto, mandó llamar a cinco de los más achorados del improvisado cuartel y la mujer señalando con el índice, dijo: “Esos dos son los malditos que me sacaron los quince mil soles haciéndose pasar por terrucos. Tengo testigos señor.”

─Déjeme arreglar a mí esta lisura. Sé quién es usted y donde vive, no se preocupe pronto tendrá noticias de su dinero y de la maldecida suerte de estos desgraciados. Prometió el técnico.

─La señora que vive por la panadería dice que le devuelvan los quince mil soles que le han pedido como colaboración para la causa del partido de los terroristas. ¡Huevones de mierda, cómo se han atrevido a semejante pendejada sabiendo que estamos en el ojo de los cojudos de este pueblo infestado de subversivos! Mañana esto estará en manos del coronel y pasado mañana ustedes estarán en manos de su triste destino porque la vieja tiene testigos. ─Un profundo silencio siguió a esta revelación y luego continuó. ─No, no quiero que me vengan con chamullos y otras pendejadas; la cosa esta clara para mí, para la señora, para sus testigos, y seguro lo estará para el jefe y para el tribunal militar. ¿Qué quieren decir?

─Nada mi técnico. Nada. ─Respondió bastante asustado uno de ellos.

─Pero yo seguiré hablando y quiero que escuchen que su suerte puede cambiar si ustedes comparten, digamos unos diez mil soles conmigo y piden al comando para que los trasladen al Fuerte Apache, donde siempre hace falta refuerzos y donde además los aplaudirán por ser los valientes voluntarios.

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─Mi técnico. Cómo usted puede creer que esa señora haya podido darnos quince mil soles. La verdad es que la semana pasada nosotros hemos detectado elementos subversivos que entraban y salían de su casa y cuando fuimos a averiguar qué estaba pasando, esa misma señora nos regañó diciendo que el Estado de Emergencia no era para tanto y que vendría a quejarse con el coronel porque era una ciudadana que cumplía con la ley y que pagaba sus impuestos. Lo cierto es que al parecer la señora no es terruca, pero sí que es víctima de una extorsión por parte de los subversivos y como justo nos encontrábamos por las inmediaciones de su casa, ha supuesto que nosotros también somos parte de la gente que la viene fastidiando. Eso es todo mi técnico, mañana pasamos este dato a inteligencia para que haga las averiguaciones del caso y con eso se aclara todo.

─¡Mierdas, quiero esos diez mil soles y punto. ─Concluyo el técnico.

Al día siguiente los valientes compañeros presentaron ante el coronel una queja contra el técnico, quien sin respetar el mando se comide a atender las quejas de algunos ciudadanos que sin prueba alguna levantan graves calumnias contra los servidores de la patria, para que luego este malvado a espaldas del comando, y suponiendo ser ciertas esas falsedades exigirles una parte de un botín que no existe. “Señor coronel cómo podemos atrevernos a asaltar a ninguna persona cuando el técnico conoce que por órdenes del comando supremo ningún soldado vestido de civil puede pasearse con armas dentro de la ciudad. "¿Acaso se puede robar de pura boca?"; y que para librarse de todas esas patrañas se ofrecían como voluntarios para ser transferidos al Fuerte Apache.

─¡Esa es la actitud que me gusta! -Luego ordenó el coronel ─¡Comandante para que dejen de joder a estos valientes soldados remítalos a su nuevo destino. A propósito de este incidente, quiero que todo el mundo sepa que jamás voy a permitir que los subordinados sean confrontados con ningún civil ante mi autoridad. Si creen que alguno de nuestros bravos guerreros está cometiendo delitos comunes que presenten su denuncia por vía regular y no ante los pendejos de mierda que por andar uniformados se creen jefes para todo.

─Sí señor, pero qué vamos a hacer con el técnico García.

─A ese malcriado transfiéralo a “la oreja de mono”, donde podrá atender personalmente a todos los que visitan ese destacamento, sea de día o de noche, armados o desarmados, sin tener que rendir cuenta a nadie.

"Cómo le van a creer a esos miserables todo lo que dicen, acaso el coronel no sabe que en este pueblo todos se mueren de susto y solo falta que los sepas amenazar para que se chupen completitos y te den todo lo que le pides y hasta lo que no tienen. No se necesita ningún arma para lograr todo lo que quieres si sabes trabajar su miedo". Pensó lleno de rabia el técnico pero en seguida se consoló. "Menos mal que a donde voy, no tengo que rendir cuenta a nadie y dicen que por esos caminos recorren los dólares de los quesitos de valle."

El miedo es la clave para todo en una Zona de Emergencia. Miedo que se construye solito a punta de tanto tableteo de fusiles y ametralladoras por todos lados. Bombas explotando día y noche. Helicópteros que vienen y van mostrando sus amenazadoras panzas por encima de las cabezas de los asustados mirones. Muertos que llegan de todas partes. Noticias y bolas sobre incursiones y grandes matanzas en varios sitios. "Cuadradas" con muertos y carros volados en todas las carreteras. Sirenas

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ululando nerviosamente por todas las calles. Detenidos de todas partes. Prepotencia por todo lado. Soldados y policías correteando por las calles gritando como bestias con las caras manchadas de sangre y a veces con las tripas de los perros enroscados a sus cuellos. Los deudos más asustados que consolados trasladando en silencio sus muertos a los cementerios donde los sepultaran junto con todas sus lágrimas. Allanamiento de sus viviendas a medianoche para encontrar alguna prueba que pudiera incriminarlos. Varios sospechosos, muchos sospechosos, todos sospechosos. Prohibido festejar los cumpleaños, las fiestas patronales y los carnavales: agüita nomás. Toque de queda de seis a seis y para remate un profundo silencio que el miedo va creando hasta meterse en todos los escenarios de la conciencia, en todo los sentimientos, junto a un omnipresente silencio muy silencioso que lentamente va paralizando la alegría que significa estar vivo. Todo se vuelve malo porque lo bueno no sirve para sobrevivir. ¡Qué fea es la guerra!

Casi inmediatamente de haberse recibido ese importante dato detectado por los valientes que se fueron al Fuerte Apache. En las inmediaciones de la casa de doña Rosaura se ha instalado un equipo de inteligencia para detectar durante las veinticuatro horas del día algún movimiento sospechoso, porque en esta zona de emergencia no se puede confiar en nadie, y menos aun en esos ricachones que jamás se han identificado con las preocupaciones del gobierno para combatir la subversión y creen, como si se tratara de una religión, que si la patria libra una guerra contra sus enemigos es para proteger sus mezquinos intereses.

Mientras tanto la denunciante, se arrepiente en el alma, haber ido a quejarse contra las ratas uniformadas, y siempre recuerda como si se lo habrían dicho solo hace un instante: “Si de aquí vas a quejarte a la comisaria o al comando, le decimos a los compañeros que están detenidos que declaren ante la fiscalía que eres una colaboradora del partido y tus miserables cinco mil soles serán nuestro mejor testigo.”

“Dios mío de repente para los que se mueven por los alrededores de mi casa, ya soy una terruca, mejor me voy a Lima por unos meses, pero tampoco eso puedo porque tengo que atender los juicios que he iniciado para defenderme de los conchudos que no quieren pagarme los alquileres”. “Y si esos morocos son de verdad terrucos infiltrados en el comando y vienen a buscarme para matarme por soplona y porque jamás les he dado quince mil soles” “…..más líbranos señor de todo mal., amén “, y siguió pasando las cuentas de su rosario.

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EL CORTADITO ─ Yo no sé pues hermano. Pueda que seas inocente o no, eso tú nomás lo sabes. Eso está en tu conciencia. ─recriminó con aires de moralizador y continuó: ─Pero de todas maneras tienes que hacer algo para defenderte, sino nunca vas a salir de esta prisión, y como has visto con tus propios ojos, aquí están guardados un montón de terrucos que quieren escaparse. Un día de estos se arma una revuelta de la gran flauta y segurito que los tombos se van a desesperar y meter bala como cancha y los primeros en morir serán los que nada tienen que ver con ese pleito. Porque los verdaderos saben usar armas y cuando reviente el chupo se van a escapar incendiando la cárcel con todos los que se quieran quedar. Pero felizmente todo se puede arreglar, para eso las gentes sabemos hablar.

Aprendió a caminar juntando las sillas del cuchitril que hacía de comedor, cocina, dormitorio y cuyero. Después de las sofocantes noches del borracho amor de sus padres, sus ojos se abrían mirando la pared a la que se arrimaba la única cama que cabía en ese cuarto, y para seguir viviendo debía correr al patio a buscar desesperadamente el aire que acabara con el ahogo que le producía el amoroso tufo de su madre que tantas veces estuvo a punto de asfixiarlo. Más tarde con un pellejo de carnero y una vieja frazada doblada en dos le improvisaron una cama en una gran batea de madera que ocupaba el espacio que habitaba debajo de la mesa, y otra vez debía amanecer en el patio esperando la llegada del sol que lo ayudara a desvestirse del frío que lo acuchillaba.

─Muchas gracias doctor, no faltará pues tiempo ni buena voluntad para que te lo pague.

─De eso no te preocupes, yo para mí no quiero nada. Así como a ti, ya no me acuerdo a cuántos he ayudado solo por ser paisanos de mi mujer.

Sus primeros pasos, lejos de darle rumbo, lo perdieron. De modo que muchas veces fue felizmente encontrado en la comisaría. Más tarde esas huellas volvieron a encontrarse en ese mismo lugar por culpa de sus primeras fechorías. A los seis años conocía los cinco continentes y los siete mares de su pueblo. Creció pues, como le estaba admitido, a tumbos, levemente muriendo. Aprendió a contar y descontar dinero antes que a leer y escribir, talante que le acarreó la desgracia de ser rápidamente destituido del cargo de cajero de confianza del bar, restaurante y chichería de la propiedad familiar y condenado a no pisar más ese lugar mientras no hubiera alguien, so pena de recibir la paliza que sus carnes conocían. Hasta los clientes conocedores de su hábito rapaz, aprendieron a proteger con sus avisos oportunos las economías del negocio.

─Perdón doctor. ¿De dónde es nuestra mamá? ─preguntó el “reo en cárcel”.

─¿De dónde eres tú? ─replicó con gesto de quien tiene algo que decir en la punta de la lengua y no acierta.

─De Parhuaní doctor ─respondió el paisano con ganas de aclararle la duda.

─Pues de allí mismo es mi mujer, pero de una familia antigua que hace mucho tiempo ya no vive en ese pueblo.

Cuando arribó a los doce años sus padres huyeron de su presencia, cerrándose las puertas de su casa con él afuera. Se negaron a pagar todos sus pecados. Además, si al rapaz, ni a latigazos se le quitaba con nada la pendencia, la rapiña y la maledicencia,

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porqué debían ellos soportar las hazañas del angelito sin compartirlo con el vecindario. De ese modo que se lo regalaron al pueblo y a sus comarcas.

Cerrado el negocio de la caja propia, enseñó a sus amigos a abrir la de sus padres, reservándose el derecho de administrar sus fondos, función que le enseñó el difícil arte de tomar decisiones sobre las cosas ajenas. "Debo guardar todo lo que hemos comprado con tu plata porque si llevas algo a tu casa, tu viejo puede darse cuenta que le has robado". Su negocio de la caja ajena se pagó en el cuero de sus socios en sangrantes y vergonzosas azotainas en pleno patio de la comisaría.

Acabado el dinero fácil, comenzó el difícil negocio de la cosa ajena. No había día que no anduviera de mudanza. Trasladó y ayudó a trasladar ollas, vasos, herramientas, libros, discos, picos, ropa vieja, en fin todo lo que vale y lo que no vale también, hacia los cuatro puntos cardinales del pueblo, aún cuando no obtenía ni siquiera la décima parte del valor de lo robado. Si se hubiera dedicado a lustrar zapatos quizá hubiera obtenido algo más. Le pasó la escuela con sus matemáticas, su lenguaje y los cuentos de sus historias con la misma facilidad con que le pasaba el hambre, el dolor y la tristeza.

─En ese pueblo había nacido mi mujer, aunque desde muy chica vive por aquí. Pero como te repito, todos los documentos no pasan solamente por mis manos, en la oficina hay muchos colegas que deben dictaminar. Lo que yo debo hacer para ayudarte es banquetearlos en mi casa. Allí podremos preparar el convido, que no sólo va a mejorar tu situación, sino hasta te puede salvar de la muerte.

─¿Cómo sería eso? ─preguntó el campesino mas asustado que interesado.

─!Fácil! ─respondió y siguió proponiendo. ─Te traes diez gallinas, no me vas a decir que no tienes, ¿entonces qué clase de campesino serías? y plata para comprar diez cajas de cerveza, porque hay que invitar como a diez personas, pues esos conchudos se aparecen hasta con sus mujeres. ¡Saca tu cuenta! Como mi esposa es tu paisana le voy a suplicar que nos prepare un tallarín de casa con gallina, rocoto relleno y japchi de chuño. Después de la comida y cuando todos estén alegres y picaditos por el licor, les cuento tu problema, les digo que el convido es tuyo y les suplico para que te ayuden y en una semana te vas de este infierno. !Eso déjalo de mi cuenta! ─culminó jactanciosamente.

Ya nadie habla de los rincones donde acabó su errática adolescencia. No hubo pena que no sufriera ni alegría que no gozara su mundo escondido. Escuchó todas las voces, hizo todos los esfuerzos en todas las direcciones y algunos acabaron en trabajo. Cuando sorprendía a alguien tratando de tomar lo que señalaba como suyo, aunque esto sólo fuera en sus sueños, no conoció el perdón porque jamás fue perdonado, y el ladrón que roba a ladrón, terminaba cruelmente masacrado.

─No va a ser fácil papá porque ya plata no tengo. He pagado al abogado y todo lo que ha comido y tomado por donde me ha llevado -suplicó con ganas de recibir otra respuesta.

─!Ese es tu problema! Usurpas la chacra de tu vecino, te robas sus cinco chanchos, lo metes en la casa de tu cuñado, los matas a escondidas y vendiéndolo clandestinamente te haces chapar cojudamente con la carne de medio chancho con triquina encima, y quieres que yo, comprometiendo mi respeto, mi familia, mi trabajo y mi dinero te ayude a salir de la cárcel. ¡Qué pendejo eres!

─Pero papá yo no he robado nada. Todo son falsas calumnias.

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─¡Huevón! Si no hubieras robado no estarías metido aquí y en peligro de muerte. ¿Cómo puedes atreverte a pensar que voy a hacer comer y chupar al juez Mamerto Pocco Condori con mi plata, si ese condenado puede tragarse medio chancho sin eructar y tomarse hasta una docena de cervezas sin orinar, y eso no es todo, después ese indio leído se desconoce y comienza a joder e insultar a todo el mundo, especialmente al que le está sirviendo. Después conchudamente sale a la calle a ventilar su borrachera como un demente para retornar al lugar donde empezó la chupa, para tratar de romper la puerta que con tanto cariño se le abrió. Y ahí n o acaba todo, al día siguiente hay que “curarle la cabeza”, que es otra tranca igual o peor que la anterior; aunque esta vez es sin comida, pero no por eso más barata.

─Señor doctor y porqué no le damos platita nomas al señor juez. ─propuso el prisionero.

─No dices que estás misio, ¿cuánto tienes?

─Mi mujer dice que puede reunir hasta quinientos prestándose de sus parientes.

─Eso debe ser el producto de la venta de la carne triquinosa. A ver tráeme pues, para ver que se puede hacer con esa miseria. –respondió con aire de estafado.

Acabado de crecer, tendría que usar por todo el resto de su vida la misma moda que conoció sus bellacos años y la misma cicatriz en medio de la mejilla derecha que le abrevió su nombre a "el cortadito". Sus ojos que antes le ofrecían paisajes para desteñirlos con su andar, ahora sólo le permiten ver. Ver la riqueza de éste y la pobreza de aquel y sobre todo los modos de las gentes y la forma de las cosas que vienen. Al borde de la cárcel donde le había llevado la gran borrachera que le enseñó a humillar al débil, adular al fuerte, golpear mujeres, jugar al azar y conocer el rincón más cálido de los calabozos; conoció, comprendió y santificó el arte de pesar los pecados ajenos para vendérselos a los propios pecadores. Tomó partido por la justicia, se hizo justiciero recorriendo los difíciles caminos de los sabios maestros que para estos menesteres nos solo existen, sino que hasta sobran. Después de ser guardaespaldas, matón, confidente, soplón, sirviente y alcahuete de abogados, jueces y fiscales, acabó sus brillantes propósitos como diligenciero del Juzgado Penal de Atunrumi.

►☼◄

─Doctor Pocco, en el expediente sobre usurpación y robo de ganado, chanchos creo. ¿Qué opinión le merece la participación de Albino Espinoza Prada, es culpable o inocente? ─preguntó el empleado con humillada curiosidad y tratando de disimular su interés.

─¡Culpable!- le respondió el dueño del delito al tiempo que le lanzaba ésta suspicacia: ─¿Acaso te interesa?

─No señor juez, simple curiosidad nomás y solo para saber cómo acaban esos desgraciados que les roban a los pobres campesinos ─respondió "el cortadito", antes de darle a conocer al prisionero que todo estaba arreglado; que también él sabía cumplir su promesa con los que cumplen con su palabra.

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RADIO SINTONIA "¡Que tal amigos, los saluda Peter William su disyey favooooorito, para

presentarles el último éxito musical, recién llegado desde la capital: "No me rompas el alma!" por "Los Antojados".

Empieza la música de dos guitarras, una batería y un órgano electrónico, entonces la bulliciosa voz del presentador para lograr que nadie disfrute de la primicia, interrumpe: "Rock, el mejor rock del universo estelar en Atunrumi", sigue la música por unos quince segundos y el presentador, nuevamente: "Saludos a Karina, Plácida, Zoila y Yolanda en el barrio de Negrowarkuna", veinte segundos más y el grupo rockero que grita para hacerse oír es cruelmente montado por una estridente vocecita que anuncia: "Radio Sintonía, su mejor compañía", que se repite invariablemente cada treinta segundos hasta casi el final del acetato, pero antes de que siquiera acabe la primicia, el locutor los despide bulliciosamente: "Ha sido el debut de los Antojados en exclusiva para su programa favorito "Generación Destrucción", más y mejor músicaaaaa!” Mientras que en las casas, los talleres y las oficinas los radioescuchas se preguntan: “¿Cual es la primicia?”

Una inolvidable melodía de Fausto Papetti se encarga de presentar el programa número uno de la discomanía. Más saxo alto. "La Hora del Recuerdo". Después su presentador, una reliquia andina de los años sesenta recita las bondades de su programa. "Aquí gracias a la magia de la radio estaremos presentando aquellas melodías que un día nos hicieron soñar". Más Papetti. Los discos giran removiendo toda la tristeza y melancolía acumulada por una generación que se sumergió en la nada, porque en departamento lejos de caminar, limosneaba. "Con la presente versión musical nos complacemos en saludar a los amigos del Banco Nacional, muy especialmente a la señora Adriana que nos escribe y que hoy día esta de mantel blanco, advirtiéndole que más tarde obligatoriamente estaremos en su hogar para estrecharla en un gran abrazo y para disfrutar las delicias de su formidable arte culinario. Va pues para ella en exclusiva el incomparable ritmo de esta joya musical interpretada en el estilo genial de "Los Siderals". Ritmo lento pero seguro que no dejará de ser quebrado por la aullante vocecita del slogan de la radio. En Atunrumi pueden quedarse congeladas esas y otras canciones y melodías, porque así estaba la alegría, antes de llegar el tiempo de estos tiempos.

La programación continúa en los 1820 kilociclos de la Amplitud Modulada, anunciando con la moderna versión de la quinta sinfonía de Beethoven: "El Informativo de la Sintonía", con las últimas noticias de la actualidad local, nacional y mundial. Los principales titulares dan cuenta que hasta ahora no ha podido establecerse el paradero del Alcalde peregrino, que salió hace un mes de la ciudad sin saberse a ciencia cierta a dónde, por qué, ni para qué. Todos habrían temido por su desaparición pero como sigue ordenando el giro de sus viáticos a cuenta del municipio, todos quieren que desaparezca. Se quejan de la campaña antirrábica que dejó un saldo de setenta perros muertos y no menos de treinta niños deprimidos y que desde hace diez días se están pudriendo en plena vía pública, sin que el camión basurero los recoja, porque dicen que no es basura del municipio lo que ha matado el Ministerio de Salud. Se quejan de todo, se calman quejándose, gozan con sus quejas, porque en ellas está contenida la razón que ellos tienen y que los otros no comprenden por ser ignorantes. Se repiten las noticias nacionales difundidas en la mañana por las emisoras limeñas y las noticias del exterior de los periódicos que llegan con dos o tres días de retraso. Luego de media hora, música

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del western “Lo bueno, lo malo y lo feo” para dar paso a la columna de auténtica verdad y sana crítica que escribe Lorenzo Mosqueira Huamaní, ¡Título!, "Todo tiempo pasado fue mejor" y dice: "Ha pasado este fin de semana con la calma de un día cualquiera, sino fuera por el entusiasmo de algunos chiquillos que jugaban con baldecitos de plástico llenos de agua provocando la despavorida huida de sus inquietas contemporáneas. Nadie se ha dado cuenta, pero nadie, que anteayer fue la fiesta del carnaval. ¡Si, señores!, hace dos días que se han festejado en todo el mundo la fiesta de las carnestolendas y aquí no pasó nada. Dónde están aquellas triunfales entradas del Ño Carnavalón seguido por un vistoso corso de carros alegóricos que coronaban nuestras bellas muchachas. Sin duda el municipio se ha olvidado de invitar a las entidades del Estado, para que presenten sus alegorías, tal como era su tradicional obligación. Dónde están aquellas fiestas de disfraces que reunía a galantes bailarines y candorosas damitas que compartían serpentinas de color, papel picado y chisguetes de éter. También el Club de la Sociedad tiene su responsabilidad en esta atroz negligencia. Llamamos la atención a su dinámica directiva encabezada por el Dr. Quiroga. Dónde están las alegres comparsas que recorrían bailando y cantando las calles de nuestra ciudad después de haber cortado llenos de gozo las yunsas habilitadas por los comprometidos. Creo que aquí todos tenemos la culpa. Qué lejos están aquellos tiempos en que los carnavales se disfrutaban todos los días de febrero y buena parte de marzo. ¡Qué desfiles! ¡Qué derroche de gracia y entusiasmo! Recuerdo que el ingeniero Álvarez, Presidente del COPATUN, no sólo se encargó de montar un gigantesco y hermoso cisne en un camión de doce toneladas, sino que el mismo era el paje de su bella esposa que se lució como la más agraciada reina, sin hacerse problemas por su costo e inversión. ¡Qué fiestas!, que acababan cuando el sol estaba muy alto y que continuaban hasta el día siguiente en la casa de don Simón Alarcón García. No quiero contar lo que allí sucedía. ¡Qué yunsas! Qué pena que el pueblo este perdiendo tan indolentemente sus gloriosas tradiciones....". Así continúa el noticiero con un editorial que exige la inmediata rebaja de las tarifas del servicio de electricidad, so pena de pedir la destitución del administrador de la compañía, porque sus altos costos pueden provocar la cancelación del informativo perjudicando la sagrada libertad de prensa y expresión. El noticiero se alterna con comunicados públicos pagados que le permiten al usuario lanzar injurias contra medio mundo por el módico precio de diez soles la página. Una música supuestamente clásica, anuncia el final del informativo, no sin antes señalar que los comunicados pagados pueden ser aclarados, replicados y duplicados al día siguiente porque el espíritu democrático del dueño, gerente, locutor y periodista, y la política informativa de la empresa así lo permiten.

A media tarde se presenta el Ccorilazo con lo mejor de la música vernacular peruana que se escuchará en todas las chicherías, chinganas y en las campiña de Atunrumi. No tiene caso, el hombre domina su quechua y se pasea por toda la escala de la programación por más de tres horas, pues ese segmento tiene sus cuotas de noticiero, de noticioso deportivo, además es chismoso y a veces muy chistoso, pero sobretodo es un medio para comunicar a los pueblos vecinos : “¡Atención San Pedro, mensaje para la familia Farfán! ¡Atención San Pedro, mensaje para la familia Farfán! Se comunica a la familia que Luzmila y Eduviges viajaran a esa, por favor esperarlas en la punta de la carretera con tres bestias. Esperar con tres bestias”. Aun sabiendo las mozas que en esa carretera solo las esperarán las tres bestias de sus hermanos con la esperanza de que hayan traído algo bueno. Luego como todos los días, repetirá los mismos huaynos porque si no lo hace perderá su enorme sintonía.

Sigue la programación de "Radio Sintonía, su mejor compañía". Música orquestada de una balada de los Beatles, para anunciar el "Rincón Cultural", espacio

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dedicado a la difusión de temas culturales y de interés general, que “sale al aire” gracias al gentil auspicio del Maestro Jesús, que trae al ser amado y lo entrega a tus pies, y que cura toda clase de hechicerías, maleficios, mal de ojos y que conoce el secreto de las plantas medicinales de la amazonia y la propiedades milagrosas de la grasa de los animales salvajes y que desde luego respeta la ciencia médica y jurídica. El presentador que además es poeta y declamador, toma una nota de un periódico o revista pasada y lee: "En las despensas de magras existencias, vetustas fábricas y casas sin calefacción, los húngaros están debatiéndose con un concepto que creían no podía existir en un Estado comunista: la pobreza....". Mientras la audiencia se pregunta de dónde serán los húngaros. Después leerá dos o tres artículos más sobre el poder de la mente, el rock satánico y la lectura de la personalidad a través de la forma de la comisura de los labios, entre espacios de música orquestada, anuncios publicitarios y poemas propios y ajenos dedicados a todos sus conocidos del pueblo, de su barrio y su trabajo.

Avanza la divertida programación de la radio de su preferencia. A esta hora todo se derrite, porque entran las voces orgásmicas de la pareja que anuncia el momento más romántico de la radiotelefonía: "Amor es nunca tener que pedir perdón". Música para jóvenes enamorados que han construido en la isla del amor su chocita de felicidad para abrigar sus corazones”. Antes del debut diario de Julio Iglesias, José Luis Perales, José Luis Rodríguez, Roberto Carlos, Luis Miguel y los otros mexicanos y españoles más: Versos: "No sé si te amé mucho, no sé si te amé poco; pero sí sé que nunca volveré a amar así”. Disco con saludos para Gordela y Perico, para Roxana y Gustavo, en cualquier parte de la ciudad para que sigan haciendo lo que el amor obliga. "Yo me fui por un camino y ella se fue por otro, y al pensar en nuestro inmenso amor, yo digo aun, ¿porqué callé aquel día y ella dirá, ¿porqué no lloré yo?". Música con saludos para Tatiana y Francisco, Domitila y Clodowaldo, para que se amen más, donde quiera que se estén amando. Este programa sale gracias al auspicio de Comercial “Ccala”, que compra cochinilla, tara, cuero de res y de chivos al por mayor y menor. Finalmente los presentadores despiden el programa con voz quejumbrosa pero satisfecha, invitando a su fina audiencia a participar de otro romance en el aire, a la misma hora y en el mismo punto del dial.

Antes de despedirse, “Radio Sintonía, su mejor compañía” recuerda a los amables radioescuchas que dentro de contados minutos se dará inicio al toque de queda. Que no olviden de portar su salvoconducto las personas que por motivos de trabajo lo tienen y que en caso de emergencia por favor salir a las calles portando una bandera blanca”.

"Las diez de la noche, son las diez de la noche. Radio Sintonía después de más de diez horas de programación ininterrumpida se despide del aire, agradeciéndoles profundamente la audiencia, rogando al cielo para que retorne la paz a esta tierra bendita y trabajando incansablemente por la grandeza de la patria. ¡Muy buenas noches!” Himno Nacional del Perú.

►☼◄

Cómo están rockeros de Atunrumi, otras vez con ustedes su disyey Peter William, para presentarles su programa favorito "Generación Destrucción". Gira la misma música pero en diferente orden; las mismas rockeras son cálidamente saludadas. El disyey del momento ama a todo el mundo y pide que todo el mundo lo ame también a él y al programa, mientras que los cantores del disco están tratando de destruir sus casas, matar las industrias, quemar la ciudad, rogando que no los molesten, que a ellos solo les

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importa el rock, sin enterarse que una terca vocecita: “Radio Sintonía, su mejor compañía” los está matando a ellos.

"¡Señoras y señores, muy buenas tardes! El departamento de prensa se complace en presentar el Informativo Sintonía, con las últimas noticias locales, nacionales y mundiales”. La primera plana levanta su telón anunciando entre sones clásicos y modernos, las noticias bastante gozadas y harto lloradas. "Ahora tenemos una importante entrevista a cargo de nuestro Director-Gerente al Director de la Oficina del Ministerio de la Producción". Toma el micrófono un personaje bastante loco como para creerse cuerdo, por las correrías que debe hacer para mantener oficio, empresa y ganancia. Es de la estirpe de aquellos que mataron la vergüenza hasta el extremo de creer que sus vidas son un ejemplo de lo que significa ser intelectual. Este vituperador profesional que desde hace más de tres semanas y por el mismo noticiero ha estado fustigando con insultos y calumnias en contra del anunciado funcionario hasta lograr arrancarle un ventajoso contrato de publicidad por la módica suma de tres mil soles mensuales, servicio que por no contar con el presupuesto autoritativo, más adelante cuando cambie el gobierno lo mandará a la cárcel por malversación de fondos, sin que por supuesto en esa oportunidad, el ahora periodista amigo, se exonere de reclamar: "¡El más severo y ejemplar castigo!". "Como tenemos anunciado, el tema que abordaremos con éste magnífico funcionario y mejor amigo será sobre la promoción agraria en Atunrumi”. El entrevistador toma el texto de la Ley de Promoción de las Inversiones en el Sector Agrario y leyendo el artículo segundo, pregunta: "¿Ingeniero, es cierto que el desarrollo integral del sector agrario es prioritario, correspondiéndole al Estado promover el uso eficiente de las tierras y las aguas, dictando las normas para la protección, conservación y regulación en el aprovechamiento de dichos recursos?” El entrevistado responde que sí, que así es y que en la zona existen muchas tierras de cultivo, gran cantidad de agua y miles de familias campesinas. Después la entrevista continúa con preguntas de los artículos 5º, 6º, 7º, 8º, 9º y 10º, con lo que termina la entrevista en un ambiente de gran cordialidad y muchas ganas de festejar. "Ha sido la participación del joven y brillante profesional que conduce acertadamente la dependencia del Ministerio de la Producción en Atunrumi”. Se reanima el afán noticioso y justo en el momento que van a gritar: ¡Flash! por cortesía de la Galería de Comerciantes Ambulantes de Cusipata, sobre la aparición del Alcalde de Atunrumi, más saludable y más gordo que nunca, se va la luz. No hay fluido eléctrico. Silencio. Se acabó el noticioso, el apagón se llevó el resto de sus mentiras.

Veinte días después se reanuda la programación de Radio Sintonía con una Nota Editorial por delante, que entre otras cosas, ruegan a los señores subversivos para que no los alejen de su único medio de vida, ruegan también a los miembros de las Fuerzas Armadas para que cumplan con su deber; pero expresan airadamente su decepción por el diputado del departamento y los funcionarios públicos, frente a la necesidad de reubicar la central hidroeléctrica a un lugar más seguro, pero lo que no anuncian es que el apagón solamente afectó a la emisora porque hace más de quince meses no pagaba los recibos del servicio de energía eléctrica. Después vienen los éxitos rockeros con especiales saludos para Milluska. La Hora del Recuerdo con más de cuarenta años de canciones en solo 60 minutos. Las últimas noticias que ya son parte de la historia. Los huaynos eternos. El programa cultural con enjundiosos comentarios sobre el valor de la mano de obra peruana en el Japón. Los románticos cada vez más orgásmicos porque en todas esas noches silenciosas se han amado gracias a las ondas radiales de otras emisoras........y así: hasta el próximo corte, pago parcial y reconexión.

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EL SINIESTRO No hay nada que hacer, las evidencias lo recomiendan como el mejor Ingeniero

Agrónomo que haya podido ser arrojado por la crueldad de la crisis económica hasta estos parajes sin Dios, donde la gente no contenta con su miseria, se matan salvajemente.

Tiene un currículo increíblemente solvente: congresos, cursos, seminarios, cursillos, mesas-redondas, debates, conferencias, fórums, charlas, pasantías, diplomados, post-grados, talleres, cursos por correspondencia. En fin, no hay actividad a la que no haya asistido, incluso en alguno de sus diplomas y certificados reza: "Por su participación como EXPOSITOR".

Su capacitación alcanza todos los campos del quehacer humano. Está premunido de política, historia, economía, literatura, cine, politología, todas las ingenierías, descentralización, regionalización, innovación agraria, ecoturismo, agroecología, transferencia de embriones, ecología, parasicología, secretariado, informática, relaciones humanas, defensa civil, inversión pública, inglés, folklore, etc., etc. El temario de su adiestramiento inquietudes culturales va desde la interpretación masónica de las líneas de Nazca hasta la historia de los orígenes del virus del VIH; pasando por la deuda externa, el futuro diferente, la ronda Uruguay del GATT y el post-modernismo.

No hay esfuerzo que no haya hecho, ni gasto que haya escatimado para acumular tal bagaje de ilustración y lo más admirable es que ha tenido que partirse en dos y en muchos casos aprender hasta dormido. ¿Cómo es eso? Veamos: desde enero de 1988 a marzo de 1989, ha asistido a cursos cuyas horas lectivas superan ampliamente sus horas de vigilia, pues en este tiempo que ha tenido hasta 455 días, 130 han correspondido a los sábados y domingos y 325 a los días hábiles. Y aun conociéndose que el ingeniero puede trabajar hasta ocho horas diarias, sin embargo ha ocupado más de 4,000 horas en su capacitación. Pero eso no es nada, ya que muchas veces ha tenido que estar en Lima, Ica y Arequipa el mismo día; algunas veces en Lima, Cuzco y Huamanga; otras en dos lugares distintos de Lima, como expositor y asistente. Lo más loable de este patriótico esfuerzo, es el desembolso económico que ha debido realizar para pagar todo estos cursos, cuyo costo total supera en cinco veces todo lo que ha costado su mantención desde el vientre de su madre, su crianza, educación, mañas, vicios y universidad hasta su encuentro con el trabajo.

Su aporte efectivo al desarrollo nacional se reduce a una sola certificación por seis meses de servicios, diligentes, honrados y desinteresados prestados en calidad de extensionista al Centro para la Supervivencia de los Indígenas (CESI), Organización No Gubernamental sin fines de lucro que ejecutó el proyecto: "Mejoramiento del canal de riego La Culebrera" y nada más.

Desde su arribo a estas tierras se ha distinguido del resto de los empleados por su peculiar indumentaria: botas amarillas altas con taco aperillado, número 42. Su 1.60 metros de estatura y 85 kilos de peso se dividen por un cinturón de cuero negro de ocho centímetros de ancho, que se abrocha a una hebilla de bronce de casi medio kilogramo de peso, donde se ha vaciado la letra "C" de Corpancho, que amarraban un blue-jeans Nº 34-34, que por la cintura revienta, por el trasero se parte en dos y por la basta se cuelga hasta en 15 centímetros que son recogidos en un solo doblez, que le llega casi hasta las rodillas. Camisa Van Heusen de mangas demasiado largas y por supuesto su casaca de cuero, cuerina, hule o no se sabe que sintético, dizque: "Argentina legítima". Gafas

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oscuras tipo mosca con estuche a la cintura que las usa día y noche para ocultar las miradas perversas de sus ojos inyectados de alcohol. Siempre en la mano su "Block de Campo". Palabras claves, ejecutivas: "No hay problema" o su equivalente en inglés: "No problem". "Dalo por hecho", "Yo no soy burócrata, yo soy ingeniero" y "Esto se hace o no se hace". Después de algún tiempo, estos lamentos altaneros: "Si estuviera en mis manos", "Por eso estamos jodidos", "Yo hice mi parte, el resto no es mi responsabilidad".

Por todos los medios y aprovechando cualquier ocasión ha hecho conocer a los empleados locales que es un compañero a carta cabal, de la camada del “caballo loco” pero algo más humilde porque había entendido la filosofía del jefe y fundador del partido del pueblo y su ideología, y por eso es que ha venido a esta parte de la sierra a servir al Perú, desde el puesto más humilde y en el fondo mismo del Perú profundo, a pesar de tener cuatro cátedras que le reclamaban infructuosamente su valioso concurso, pero para él es mucho más importante caminar sobre la realidad que masturbarse entre las cuatro paredes de una universidad. “La educación universitaria indoamericana no es científica, solo es técnica” solía decir para probar que era un experto en el tema.

A pesar de conocer tanto, su trabajo se reducía al ordeño de ocho vacas criollas que pastaban en el terreno rural que alguna vez la hacienda Matibamba donó al ministerio; función que llevó hasta el extremo de ganarse el odio de todas las secretarias, solteras y casadas. En sus ratos libres, que ocupan casi todo su tiempo, se está en la Oficina de Pagaduría reclamando algún viático o "Bueno no importa, aunque sea un adelanto de mi sueldo" porque si no: "Yo los puedo cagar a todos, el Ministro es mi paisano y me conoce personalmente" o más contundentemente: "Yo trabajo para el Ministro, sólo él y yo sabemos cuál es mi misión en Atunrumi".

Como dicen que este enano tiene realmente ascendencia partidaria, le han encargado el puesto de la oficina que dejó el ingeniero Marticorena para escapar del terrorismo y trasladar a su familia a la ciudad de Lima, porque en este pueblo atrasado su señorita hija podía enamorarse de un serrano de mierda, que por más cartón que tenga y colega que sea: "¡Cholo carajo!". Desde el primer momento de su "asunción al cargo" a indicado claramente que teme por su vida y que todos los empleados de esa oficina deben protegerla con desayunitos, cervecitas, halagos y todo aquello que ellos conocen perfectamente.

El trabajo seguirá como de costumbre hasta que sea llamado por el señor Ministro y después de hacerle conocer lo que ha visto y vivido en estas miserables serranías, su historia cambiará para siempre. "Voy a traer tal cantidad de inversiones que hasta el sindicato de muertos de hambre va tener que desaparecer. Mientras tanto estoy bajo las órdenes de mi compañero y colega el ingeniero Luis Cervantes Bustamante, Director del Ministerio a quien debo respeto como colega, consideración como persona y obediencia como patrón".

El colmo de los colmos, por culpa de haber dedicado casi todo su tiempo a estudiar y capacitarse, no había aprendido aquella elemental acción de manejar un vehículo. Así que se dio maña para practicar en una de las camionetas del ministerio. Por cada dos horas de enseñanza el instructor de manejo y más compañero que cualquier otro, se ganaba ocho horas de uso de la camioneta para las necesidades de su familia. "Yo no uso el carro porque me da la gana o para mi beneficio, el ingeniero Corpancho

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está aprendiendo a manejar, además: ¿qué empleado no ha aprendido a manejar en los carros del Estado?" y chitón.

Por su parte el ingeniero Director le enseñaba el difícil manejo de la cosa pública. "¿Cómo van sus prácticas de manejo?" "¡Sorprendente! en tan poco tiempo y ya sabe retroceder con espejos, a este paso va llegar a ser piloto de la fórmula 1". "Me gusta su preocupación por los detalles pero también no olvidemos que estamos llamados a cumplir con el lado burocrático de nuestras responsabilidades. Aquí hay que firmar documentos que comprometen la ejecución del presupuesto". "Como no hay más documentos que firmar por el momento, si desea puede viajar a la oficina de Rinqui llevando algunas instrucciones de mi parte al ingeniero Avila, así podrá realizar su primer trabajo de campo al frente del volante, pero para su seguridad lo acompañará el compañero chofer de nuestra confianza". Con lágrimas en los ojos Corpancho exclamó: "¡Gracias, mil gracias señor Director!".

►☼◄

INFORME Nº 203-87-MPC.

Señor : Ingº LUIS CERVANTES BUSTAMANTE Director del Ministerio de Producción de Atunrumi. Asunto :Informa sobre contacto cercano con elementos subversivos y

siniestramiento de vehículo. Fecha : 12 de noviembre de 1,987.

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Señor:

El infausto día del 10 de noviembre último, a la altura del km. 80 de la carretera Atunrumi-Rinqui, hemos sido interceptados por una columna de delincuentes terroristas, quienes luego de amenazar nuestras vidas con armas de fuego y punzo-cortantes, nos obligaron a separarnos a una distancia de 1,000 metros aproximadamente del lugar en que quedó estacionada la camioneta de Placa de Rodaje Nº PQ-2324; quienes luego de conminarnos a permanecer en posición de cúbito ventral procedieron a siniestrarla, empujándola a un barranco cercano de aproximadamente cincuenta metros de profundidad.

Luego de esta demencial acción, los terroristas comenzaron a darnos golpes con la culata de sus armas produciéndonos serias lesiones. De no ser por la habilidad del informante en este momento el Ministerio estaría llorando nuestras irreparables pérdidas.

En el mismo día he denunciado estos luctuosos sucesos al puesto policial de Rinqui, quienes están obligados a dar cuenta a su despacho acerca de los detalles de este grave suceso que casi enluta a nuestro centro de trabajo. Adjunto copia de mi denuncia policial.

Es todo cuanto debo informar en honor a la verdad.

FIRMADO ORIGINAL Ingº David Corpancho Dávalos Jefe del Area de Sanidad General

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C.c. - Palacio de Gobierno. - Sr. Ministro de Agricultura. - Cámara de Diputados. - Ministerio del Interior. - Archivo Personal.

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Informe Nº 102-87-PR. Señor : Jefe del puesto Policial de Rinqui. Referencia : Denuncia de don David Corpancho D. Lugar y fecha: Rinqui, 15 de noviembre de 1,987. En la fecha me he constituido en el lugar señalado en la denuncia de la Referencia a indagar sobre la volcadura de la camioneta de Placa de Rodaje Nº PQ-2324, de propiedad del Ministerio de la Producción. Hechas las investigaciones del caso se ha recabado las manifestaciones de nueve (09) pobladores del lugar, quienes insisten sospechosamente en señalar que el día 10-11-87 a horas 13.00 aproximadamente, el indicado vehículo sufrió una volcadura en el lugar donde a la fecha se encuentra, que es una hondonada de aproximadamente cinco metros de profundidad y que producido el "accidente" el denunciante acudió lloroso a la comunidad de Cunca, distante dos kilómetros del lugar, para suplicar a los comuneros le ayuden a sacar ese vehículo. Pese al concurso de los vecinos y algunos curiosos de paso, no pudieron lograr su propósito por lo cual la camioneta permanece en el mismo lugar, pero en posición diferente a la original. Para ampliar las investigaciones y otros detalles de mi instrucción, se ha detenido a nueve (09) varones adultos, los mismos que con la comunicación pertinente han sido puestos a disposición de la autoridad competente. Es todo cuanto informo. FIRMADO ORIGINAL Sgto. II del Puesto de Guardia.

►☼◄

Atunrumi, 03 de agosto de 1,990.

Señor: Secretario General del Sindicato Unico de trabajadores del Ministerio de la Producción de Atunrumi. Presente.-

De mi más alta consideración:

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Tengo el honor de dirigirme a Ud. para que con relación al cobro de mis subsidios de alimentación, manifestarle lo siguiente: Es cierto que he firmado la autorización de fecha 27 de noviembre de 1987, para que el corrupto ex Director de nuestra institución Ingº Luis Cervantes Bustamante, cobrará por adelantado mis subsidios correspondientes a los años 1988 y 1989, del mismo modo como lo hizo del ingeniero Corpancho respecto de su liquidación; pero debo aclarar que este documento lo he autorizado presionado por las circunstancias de que por esos días mi persona y el ingeniero Corpancho nos volcamos a la altura del Km. 80 de la carretera Atunrumi-Rinqui, pero mi persona no tiene la culpa porque yo no manejaba. En esos momentos aprovechándose de nuestro problema el ingeniero Cervantes cobró nuestros dineros en Pagaduría con la autorización que le dimos, diciéndonos que a su regreso iba a devolvernos hasta el último centavo, pero ya no regresó nunca y hasta hay otro ingeniero que lo reemplaza, quien me aconsejo quejarme ante nuestro glorioso sindicato de trabajadores para que me defiendan de este abuso. Sin otro particular me despido reiterándole mis distinguidas consideraciones y estima personal, esperando me haga justicia.

Atentamente: FIRMADO ORIGINAL

Mamerto Choque Rendón Chofer IV

►☼◄

Mientras tanto, Corpancho no es habido por el secretario diligenciero del Juzgado de Atunrumi, para notificarle que ha sido ofrecido como testigo principal en el proceso penal que se le sigue a don Aniceto Paniura Vilca y otros ocho implicados en la supuesta comisión de delito de Terrorismo en agravio del Estado con REOS EN CARCEL; pero lo busca a pesar de conocer que el ingeniero ha sido declarado reo contumaz en el Juicio Oral que se le sigue por la comisión de delitos de Peculado, Concusión y otros en agravio del Ministerio de la producción, cometidos por el fugitivo aprovechando las ausencias de su jefe inmediato, el ingeniero Juan Cervantes Bustamante.

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EL VICEMINISTRO

Subió pues, y tan arriba como pretendía. Hizo todo lo posible y lo imposible. Lo logró. A unos se los tomó con un vaso de cerveza, a otros se los comió con un plato de chicharrones y a los demás simplemente los compró por unas cuantas monedas. Muy rápidamente aprendió a servir para ganar. Sirvió de todos los modos que exige la servidumbre, de quien quiere llegar a la cima sobre los hombros de los que lo desprecian. Ganó el gesto de éste, la lengua de aquel y con un poco de los modos de todos, acabó siendo don Antonio.

Qué lejos quedó aquel Antonino. Hombre de paz, buen campesino. Más atrás quedó el fogón cuyero, el eucalipto que daba sombra a la casa peñascal y el manso rebaño comunal. Muy rápido pasó el orden de las cosas que cambian a la vista; muy rápido llegó hasta esa altura desde donde se cae. Muy rápido. ─Yo soy de humilde cuna, hijo de ésta tierra, hecho para el trabajo. No tengo estudios pero eso no quiere decir que soy un ignorante ─le decía a los periodistas que se habían reunido con motivo del almuerzo-trabajo convocado en el Club de la Sociedad, que tenía todas las trazas de un banquete porque además de la opípara comida, abundaban los licores y la cerveza. ─Yo soy honrado y leal- trataba de convencerlos, a pesar que todos conocían que había viajado a la ciudad capital de las ambiciones burocráticas en comisión partidaria y que se fue más allá de su mandato, trayendo como única información de su gestión, su designación como Presidente del Comité de Obras Públicas de Atunrumi (COPATUN).

Y como nadie le pregunto algo más, siguió hablando. ─Señores mi nombramiento consta en la Resolución Suprema que les alcanzo firmada por el Ministro del Ramo y rubricada nada menos que por el propio Presidente de la República ─y contaba además las peripecias y anécdotas que abundan cuando se hacen trámites en Lima: "Si no tienes plata, no sale nada porque los limeños tienen metido en la cabeza que los provincianos que andamos detrás de algún trámite, somos unos ricachos dispuestos a gastar nuestros dineros con ellos. Lo bueno es que cuando te rajas sin ser tacaño, te cumplen, pero para asegurar su lealtad en ulteriores gestiones, de cuando en cuando hay que hacerles una encomienda con los productos de la región. Imagínense que no ha faltado alguien que me ha pedido que le envíe un pequeño girito para atender la salud de su madre. ¡Lima es bravo!". Aprovechando que los periodistas solo callan cuando comen y beben, y como la comida y la bebida era abundante, la audiencia era solo suya.

Que humilde resultaba un trono real cuando se le veía sentado en aquel sillón pulman giratorio y reclinado con pata de gallo cromada. Debió de serle cómodo de verdad, pero no tanto como el honor, orgullo y gobierno que otorga la Presidencia del COPATUN, que tiene rango de viceministro. ─¿Quién es Antonio Suárez Pillaca?- le preguntó un oficioso periodista que al parecer ya no tenía estómago, buche, ni molleja para tanta comida, imitando a los reporteros analistas de la televisión.

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─Un servidor ─contestó el presidente. ─Un hombre hecho al fragor de las fuerzas telúricas que sacuden y vivifican estos andes y que confía que todos los atunruminos han de cumplir con su deber patriótico de apoyar al régimen que encabeza nuestro joven y visionario líder. ─¿Qué obras piensa ejecutar durante su gestión? ─preguntó otro, mientras clavaba sus gigantes caninos en el exquisito pedacito de carne que se escondía en la hendidura de un hueso. ─Hay mucho que hacer. He dado instrucciones a mis técnicos para que desvíen la carretera hacia el Cusco a la altura del kilometro 48, de modo que está en vez de pasar por Riobamba pasará por Antaccocha. Si bien a de prolongarse en unos kilómetros más, permitirá que los mejores pilotos desarrollen velocidades de hasta 100 kilómetros por hora. ¿Se imagina Ud. a qué velocidad pasarán los bólidos de los "Caminos del Inca"? ─respondió con aire de inteligencia y tono de primicia.

No fue el mejor piloto de esa carretera, porque apenas tomó la curva en ese desvió y desvarío, desde Lima le obligaron a desistirse de ese y otros chiflados propósitos más, que ya habían costado dos años de pre-estudios y pre-proyectos, advirtiéndole además que su Despacho no estaba facultado para modificar el trazo original del Ministerio de Transportes. De otro lado se le aclaraba que esas ocurrencias y otras megalomanías, solo estaban reservadas al mismísimo Presidente de la República. Sin embargo el presidente del COPATUN siguió insistiendo en ese pueril juego de proponer, como si estuviera en plena campaña electoral, una andanada de megaproyectos y varias obras fantásticas con el vivo deseo de pasar a la historia como el más grande visionario de Atunrumi, sin darse cuenta que esas necedades le estaban restando credibilidad y confianza en los ministerios y en los poderosos centros burocráticos desde donde se ejercen el poder real en el Perú, donde ya se escuchaba decir de él: “¡Qué espeso es ese serrano!”. ─¿Qué medidas ha de tomar para implementar la moralización que impulsa el Gobierno Central? ─preguntó otro con la boca llena de comida pero con la sorprendente capacidad para hablar y engullir al mismo tiempo. ─La confianza que me ha extendido el excelentísimo señor Presidente de la República y a la que no he de defraudar aún a costa de ganarme enemigos, es precisamente para moralizar. Dentro de muy poco tendrán ustedes grandes noticias sobre este delicado asunto ─contestó con cara de verdugo al comunicador que apuraba un vaso de cerveza cepillado y al seco y volteado.

Y sin que la mano le temblara, así lo hizo. Moralizó al Jefe de aquí y al Director de allá, al encargado de esto, al responsable de aquello, colocando en sus cargos a todos los compañeros y por supuesto a sus ayayeros, que según dio cuenta, eran gente pobre pero honrada. Si bien con algunas limitaciones para el cargo pero ansiosa de aprender y aprovechar las oportunidades democráticas del régimen. Ahora ya no hay duda que aprendieron más de la cuenta, y aunque juren y perjuren ante jueces y tribunales, afirmando que todos los manejos presupuestarios se hicieron por orden del Presidente Antonio Suarez, a través del mecanismo de hacerles firmar papeles en blanco, tendrán que seguir durmiendo en la cárcel y seguir gastando en las coimas y otras ventajas que se

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exige a los "reos en cárcel", los pocos dinerillos que en sus efímeros cargos han "sudado". ─¿Qué va hacer usted, para disminuir la burocracia? ─preguntó otro como desafiándolo a equivocarse. ─Voy a moralizar. Con esta medida voy a disminuir a gran parte del personal excedente; después reubicaré a la otra en las diferentes provincias y distritos carentes de servidores públicos.

Y desburocratizó, haciendo nombrar y reasignar a todos sus hermanos, cuñados y demás emparentados en plazas de carrera y de confianza para los cuales no reunían ni los más mínimos requisitos, sin mediar concurso ni que ocho cuartos. Aquellos que quedaban fuera de su reino acabarían en el infierno de los envidiosos o en la cárcel por delincuentes subversivos: "Ningún terruco asesino me asusta" decía cuando quería desacreditar a las víctimas de sus atropellos. “Menos aun las putas engreídas” cuando se trataba de mujeres. ─Señor Presidente, qué se va hacer desde su Despacho para combatir la subversión? ─preguntó alguno de los periodistas y cuando se dio cuenta que había metido la pata con esta delicada pregunta, se zambulló en su plato sin esperar respuesta. ─En primer lugar señor periodista, le deseo muy buen provecho, sin que eso quiera decir que no le voy a contestar a su pregunta. Ud. conoce que desde mi Despacho no se puede combatir la violencia terrorista porque eso es supremo deber de las fuerzas armadas. Lo que si vamos a implementar es una política agresiva para desarticular a esos traidores y malnacidos que aprovechando las garantías ciudadanas y políticas que la Constitución y otras leyes amparan a todos los peruanos, andan metidos en esos nidos de terrucos que se llaman ONGs, y desde allí se están infiltrando dentro del campesinado, la universidad y los institutos de educación superior organizando talleres, cursos, fórums, seminarios, charlas, eventos de capacitación, etc., para inculcarles a través de un lenguaje sibilino una ideología que se ha inventado en el extranjero y desde donde reciben millones y millones de dólares para estas crueles acciones. A esos hay que aniquilarlos sin ninguna contemplación sino queremos que desaparezca la peruanidad con todos sus peruanos. ─contestó con la satisfacción de haber hecho conocer a toda la reunión que así como conocía los problemas de la realidad nacional también conocía temas de la actualidad internacional. ─¿Señor Presidente, cómo ha de implementarse el programa de austeridad en el gasto público? ─preguntó otro con cara de tacaño, al tiempo que se limpiaba la boca con un sucio pañuelo. ─¿Se refiere a que no hay que gastar más de la cuenta? ─indagó algo confundido y prosiguió después de haber recibido el asentimiento del comensal que volvía ávidamente a su plato. - Se hará exactamente lo que disponen las normas legales vigentes sobre la materia, haciendo el gasto donde las necesidades de ésta zona de emergencia deprimida por el hambre y la miseria, así lo ordenen.

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Y ordenó mucho más de la cuenta. Viajó a todas las capitales de los departamentos de donde recibía un oficio múltiple invitándolo a éste u otro evento, aunque se tratara del entierro de la suegra del colega anfitrión. Rebautizó a todos los mártires del santoral en las personas de sus ahijados, los nuevos hijos de sus más compadres que nunca, porque también hizo casar a los casaderos, convirtiendo el agua en vino, que como el agua, nada le costaba.

Al término de ésta "prueba de fuego", el almuerzo de trabajo acabó cerca de las diez de la noche, no porque haya llegado a su fin la extenuante jornada, sino que había llegado el maldito toque de queda que acaba con todo. Al salir el Presidente se acercó al periodista con cara de tacaño y le expresó su preocupación por la poca seguridad con que había contestado a su pregunta. Este lo calmó asegurándole que así también se contestaba y que no todo debía ser perfecto, sino se podía notar que la conferencia de prensa había sido arreglada. “Pero lo que más me sorprendió fue lo que usted acertadamente dijo: “pero para asegurar su lealtad en ulteriores gestiones”. Esos términos no los usa cualquiera señor Presidente” ─¿Hasta mañana don Antonio!─ se despidió al escape. ─Mañana escuchará por la radio cómo yo arreglo cualquier imperfección con la introducción que escribiré más tarde. ¡Gracias por todo!

¡Qué no había pasado! ¡Pasó de todo! Entró con el furor exhibicionista de los mayordomos y cargontes de las fiestas patronales de los pueblos comuneros. Ordenó 50,000 cosas a la vez, entre las que se destaca hasta ahora, una que por ser materia de un interminable proceso judicial, no se olvida. Ordenó que la Oficina de Administración le provea semanalmente una considerable cantidad de dinero para sus gastos de representación sin faltarle un empleado a dedicación exclusiva para que rindiera cuenta de estos abusivos gastos. Ese hombre de su confianza compró todos los talonarios de facturas que tenían las tres librerías del lugar y acabó convirtiéndose en un falsificador profesional, porque hasta logró imitarle su firma para hacerse pagar algunas pequeñas cuentas para sus bolsillos. Otra de sus bellacas majaderías fue aquella orden que cursó a la Mesa de Partes para que se rechacen todas las solicitudes que no consignaran en la parte superior de la petición y con letras mayúsculas: SEÑOR ANTONIO SUAREZ PILLACA. PRESIDENTE DEL COMITE DE OBRAS PUBLICAS DE ATUNRUMI. "Carajo, sino para qué mierda tiene mi cargo rango de viceministro y ni huevón: ¡Que me hagan 10,000 tarjetas, papel y sobres con las mismas letras!".

Casi todas sus decisiones violaban la legalidad y no pocas rozaban con el delito. Muchos documentos fueron a parar al pie de su escritorio, porque según él, los necesitaba para "estudiarlos". Con esta manía hizo grandes favores y graves perjuicios. Al cabo de algún tiempo comenzó a lamentarse a través del periodismo local: "valiente y objetivo", que dentro del COPATUN se habían concertado fuerzas extrañas y malignas manipuladas por la subversión con el único propósito de boicotear su deseo permanente de transformar la miseria de estos pueblos. ─Que no puedo hacer eso, porque dicen que es ilegal, ¿entonces para que soy el Presidente? ¡Señorita secretaria, inmediatamente prepáreme un memorándum de cese para el administrador, el inspector y el tesorero, en su lugar que se designe a los señores Zarate, Calderón y Pacheco, éstos no serán conocedores de esos pequeños puestos pero

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tienen gran vocación de servicio y muchas ganas de hacer algo por esta bendita tierra- así fue combatiendo a brazo partido a esas fuerzas extrañas hasta que su chofer resultó inspector; un secretario de juzgado, su asesor legal; administrador el conserje y un vecino suyo, tesorero. ─¡Dígale a esa sarta de delincuentes terroristas que no los voy a atender! ¡Que tengo una comunicación urgente con el mismísimo señor Presidente de la República, a quien deberé instruir sobre la realidad de ésta parte del Perú! Si voy a ocuparme en atender a todos los extremistas que vengan, ¿a qué hora voy a trabajar? ¡El tiempo es oro! ─así evitaba las reuniones que le pedían los representantes de las organizaciones populares, asociaciones, comunidades, etc.

A veces disponía que pasaran a su Despacho las personas que él indicaba que vendrían. Conversaba animadamente y ordenaba a su adjunto que anotara el día, hora y lugar del banquete. En esas reuniones ofrecía el oro y el moro, jurando su promesa por la santa cruz de su madre, la gloria del partido y el honor del Presidente de la República. Dicen que en una de esas comilonas llegó a ofrecer a una comunidad quechua hablante ubicada a más de 4,000 metros de altura que no conocía la electricidad, la sana distracción de la televisión, y para que no existan envidias a la comunidad vecina 150 cabezas de ganado cebuino. Luego de su discurso tomaba y comía como un condenado y bailando alegremente gritaba a voz en cuello: "¡Arriba los corazones!", "¡Ama waccaspalla!".

¡Ay!, pero en el Comité Departamental del partido, donde empiezan todos los males, los propios y los ajenos, se fueron cocinando las habas hasta el extremo de comisionar a Lima al compañero consecuente y combativo para presentar una denuncia ante el Secretario General Nacional con la firma del Prefecto, del Jefe del Comando Político Militar, del Presidente de la Corte Superior de Justicia, del Fiscal Superior y de todos los ciudadanos que tienen sellos e interés en servir al partido político que gobierna, expresándole los agravios de que eran víctimas los más leales partidarios; quienes han sido dejados de lado por el Presidente del Comité, para nombrar en su lugar a elementos ajenos al partido y vinculados a las más aristocráticas familias del departamento, es decir, a lo más putrefacto de la reacción criolla. No sólo eso, sino que el denunciado había ordenado que solamente provean bienes y servicios al COPATUN las familias Ochoa, Romero, Campos y Pando en perjuicio de los compañeros Torres, Pérez y Cabas. Todo esto sin prestar la debida atención al anhelado proyecto de construcción de la fábrica de aguardiente envasado que beneficiaría a los agricultores del valle y olvidándose de la inmensa falta que hace la construcción del Centro Turístico de Tawaccocha, que es mejor sitio que Antibamba, donde el presidente tiene pensado iniciar esta obra por ser terrenos de su suegro; y así, toda una retahíla de quejas por el estilo.

Como a los dos meses de haber recibido el encargo de viajar a la capital de la República se apareció el comisionado exhibiendo una descomunal sonrisa de mazorca que hacía juego con su airado pecho, donde latía un corazón satisfecho, casi loco. ─Señor periodista ─comunicó el comisionado. ─Adjunto a mi persona he traído de la ciudad capital de la República mi designación como Presidente del Comité de Obras

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Públicas de Atunrumi, hecho que se ha producido después de mi fructífera entrevista con el compañero Presidente del Perú.

Luego de presentar a las más de 20 personas que lo acompañaban, señaló que ese era su equipo de trabajo, integrado por los más selectos y leales militantes.

No hubo ceremonia con despilfarro de dinero público, ni los botarates almuerzos de trabajo. No era necesario porque el periodista con cara de tacaño era parte del equipo y eso era suficiente. Además muchas voces hacen ruido. La mañana del día siguiente a su proclamación pública, el nuevo equipo se presentó en las oficinas del Comité; allí recibieron el tímido y agachado saludo de todos los trabajadores que contrastó grandemente con la infraterna actitud del cesado, quien se negó a recibirlos y menos aún a entregarles el cargo, porque el supuesto nombramiento que le hicieron llegar en fotocopia, no había sido publicado en el Diario Oficial "El Peruano" y por lo tanto no tenía ningún valor legal el papelucho que le mostraban. “¡Me importa un comino que vengan a amenazarme con denunciarme por usurpación de autoridad!”.

Después de diez días se aparecieron con una fotocopia de un recorte del periódico oficial. A éste nuevo emplazamiento, contestó que no podía entregar el cargo hasta tanto el Presidente de la República le diera alguna satisfactoria explicación, toda vez que él jamás había renunciado a la Presidencia del COPATUN, como para que el pichón se diera la libertad de señalar en esa resolución que se "aceptaba su renuncia"; que está bien que sea el Jefe del Estado, pero eso no le daba ningún derecho a expresar negativamente la voluntad de otros, y menos aún la de él, que había contribuido con sus dineros y desvelos a su elección. Finalmente dijo que era de la generación de los fundadores, de los mártires y los perseguidos del partido, aún cuando todos conocían que su militancia, como la de todos los que se benefician con los logros de la política, no tenía ni dos años de antigüedad.

Sólo cuando se percató que el Coronel de la Policía había ordenado retirarle la custodia que resguardaba su casa se asustó grandemente y se marcho recogiendo su cama, su radio-casete-televisor portátil, sus sellos de post firma y las miles de tarjetas y papeles impresos con su nombre para que no lo vayan a usar aprovechando su buen nombre y la valía de su persona, un atado con toda su ropa envuelta en la bandera del COPATUN, su bacinica y otros trastos más, y salió con la cara de quien pierde todo por la culpa de un huayco. En la puerta insultó a su reemplazante. Le dijo de todo. Le gritó: "¡traidor!" y el traidor le contestó: "¡Acaso tú nomás tenías derecho!"

►☼◄ ─Señor Suarez, qué sensación le produce el haber sido relevado del cargo de Presidente del COPATUN? ─se escuchó que le preguntaba por la radio el periodista de su equipo. ─Una sensación de alivio─ contestó con fingida indiferencia. ─Mire Ud. señor periodista, los altos cargos públicos son sacrificios que se le piden a las personas desinteresadas y con vocación de servicio a la comunidad. Por mi parte y a petición de mi señora esposa y mis hijos quienes se han sentido abandonados por mi dedicación exclusiva a los deberes de esa presidencia, no he tenido otra alternativa que presentar mi renuncia irrevocable a esa obligación, tal como consta en la resolución de nombramiento

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de mi no menos brillante sucesor, mejor amigo e insuperable compañero, gracias al cual se han escrito las mejores páginas de la historia del partido en Atunrumi. ─le hizo estos halagos y otros mayores comedimientos más hasta en día en que cesó, para que no fuera a denunciarlo por todos los delitos que había cometido durante gestión, aunque luego lo siguió llamando “el traidor”. ─¿Eso quiere decir que ha renunciado a sus aspiraciones políticas? ─¡De ninguna manera! Cómo me voy a sustraerme al clamor de las masas que están reclamando por calles y plazas para que inscriba mi candidatura para ser diputado de Atunrumi en las elecciones generales que se avecinan. ─Pasando a otro tema. ¿Por qué se le acusa de haber administrado el Comité como si se tratara de su hacienda? ─preguntó el periodista con tono inquisidor. ─Señor periodista, tal como me ve estoy con la conciencia limpia y la frente alta. Si alguien dice que he manejado el Comité como mi hacienda, tengo la obligación de hacerle saber que los hacendados han sido los mejores administradores de la riqueza de éste país, sino señáleme otros.

Mientras decía esta y otras mentiras más, "el compañero traidor" se limitaba a cambiar a todos los funcionarios, pero de ningún modo a los proveedores, sino que gracia tenía eso de andar metido en la política, tanto más cuando ni el Presidente de la República, ni el Jefe del Comando Político Militar, ni el propio partido del pueblo podían borrarlo de la lista negra de los subversivos, ni muchos menos del malvado quehacer de los jueces y fiscales, cuando terminada su gestión, se encarguen de exprimirle hasta el último céntimo con el carga montón de papeles con que se aniquila el alma y la fortuna de los ex presidentes del COPATUN, que por las huevas tiene rango de vice ministerio.

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LOS EJECUTIVOS Llegaron precedidos de la fama que se fácilmente construye el imaginario colectivo de estos ingenuos y palurdos pueblos. Pues decían ser graduados en Europa y Norteamérica y que habían ocupado altas jefaturas en los más importantes Ministerios. Ahora venían a estos lugares del Trapecio Andino por encargo especial del señor Presidente de la República, para que con su conocimiento, experiencia e inteligencia inicien el despegue económico, social y cultural de ésta zona de extrema pobreza, que además de ser la vergüenza del Perú contemporáneo era un foco de violencia terrorista. Habían venido a derrotar la miseria, y eso harían.

“Con razón están como están y jamás podrán estar bien estos comechados. ¿Cómo querían trabajar mejor, rendir más en esa pocilga? ¿Si ésta era la casa de un hacendado, cómo sería la casa de sus empleados? Sin duda una covacha o algo así. El sol es radiante en esta tierra pero sin embargo estos serranos le tienen un pánico mortal. Huyen de sus rayos sanadores a esos cuartuchos húmedos y oscuros que le llaman sus oficinas. En esos ófricos rincones no les da ni la tos porque andan protegidos con una coraza de carca que apesta a más de diez metros. Apestar es su signo de señorío. Es increíble. ¿Cómo pretenden llamarse servidores públicos? Si el Perú fuera un país civilizado estos no serían calificados como trabajadores, serían algo así como una especie de voluntarios que el Estado mantiene para evitar que la vagancia desate sus pecados, pero empleados públicos: ¡Jamás!”

“El contador no tiene ni la pinta de un tenedor de libros; los ingenieros parecen estibadores de camiones; el abogado tiene la pìnta de un tinterillo alcohólico; el jefe de personal sería un buen huachimán en alguna obra remota, donde el esfuerzo humano es una desganada y gratuita obligación comunal. ¡Qué administrador!, despensero sería su mejor ocupación, pero lo más seguro es que a la secretaria la hago mi cocinera y en sus horas libres que son las más, la pongo a lavar mis calzoncillos. Ni que decir del manejo gerencial, en esta vital función, lo obsoleto ha sobrevivido como la ancestral invocación de un chaman andino. ¡Cómo quieren avanzar, si todo lo que hacen solo sirve para retroceder!”

Así eran, más o menos, sus irrefutables comentarios. Pero en las acciones se lanzaron directamente a la bolsa. "¿Cuánto hay?", "¿con qué presupuestos contamos?", "¿qué proyectos están habilitados?" Los sumisos empleados, más temerosos que nunca, porque les habían quebrado su ya mermado amor propio, dieron cuenta detallada de lo habido y por haber.

En primer lugar los redentores se asignaron las mejores camionetas y luego ordenaron se suspendan todas las adquisiciones en trámite. A los diez días de importantes llamadas a Lima, llegó el asesor personal del jefe, una secretaria bilingüe, porque se tenía planes para formar empresas mixtas con capital extranjero; un administrador, "Magister en Economía" con relaciones personales en el Ministerio de Economía y Finanzas, muy necesario para gestionar mayores asignaciones presupuestarias; un jefe de personal con post-grado en la especialidad, quien debía encargarse de la capacitación, actualización, modernización y civilización de los ahora muy bien bañados empleados, pero lo más importante de su quehacer era que iba a formular la documentación legal necesaria para el nombramiento de todos los contratados que pertenecían al partido y la destitución, vía moralización, de todos los sinvergüenzas y ladrones. Con esta fórmula mágica se hizo más diligentes a los

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contratados, más sumisos a los nombrados y paranoicos a los antiguos funcionarios y de paso se desapareció a la crispada dirigencia sindical con la monserga de: "¡Aquí no hay lugar para los terrucos!".

Completado el equipo humano se procedió a la remodelación de los ambientes. Muebles, alfombras, ventiladores, cafeteras eléctricas, dictáfonos, televisores, videograbadoras, tocacasetes para cada una de las oficinas de los modernos funcionarios. Intercomunicador para todos los demás, haciéndose conocer que con éste pequeño adminículo electrónico se controlaría desde un lugar remoto al personal: "¡Señora Teófila!”, "¡Aló señora Teófila! ", no está, entonces: ¡Abandono! De producirse dos veces más. ¡A la calle!

El personal deberá tomar refrigerio de 10.00 a 11.30 de la mañana. Con éste bello motivo se armaron verdaderas kermeses, donde se vendían los deliciosos chicharrones con papas doradas y choclo, tallarines hechos en casa, escabeche a la limeña, cuyes y picarones, un poco más y se vende cerveza y boletos para algún sorteo. No había caso, los nuevos jefes eran ultra modernos porque para ellos laborar con música y alegría hacía más productivo el trabajo. Los fines de semana salían a departir en algún local aparente. Gastaban bromas elegantes a las damas y contaban chistes groseros con el perdón de las mismas. Cómo se quejaban del mercado local, qué mala era la comida en éste pueblo tan simpático, qué caro era un champú, un jabón, una camisa; si estas cosas domésticas eran tan costosas, cuánto costará un foco, una calamina, una bolsa de cemento, una varilla de fierro de construcción. "Un ojo de la cara" respondían en coro los comensales nativos.

Al día siguiente pasaron por el Despacho de los jefes varios chismosos denunciando a todos los empleados de la oficina de administración como los más grandes mafiosos en eso de las compras para el Estado y que inclusive tenían montado un aparato bien aceitado para que todo solo salga ganancia a su favor, y solo de ese modo se podría explicar porqué el fulano ha podido construir una casa de material noble; porqué la mengana ha podido adquirir una chacra de más de seis hectáreas; porqué el zutano anda montado en un automóvil nuevo y porqué el perencejo anda apostando y perdiendo en las peleas de gallos, si todos ganan la misma porquería de sueldo que sólo alcanzaba para llenar la olla, pagar alquiler de algún cuchitril y comprarse algunas ropitas más o menos decentes solo para venir a trabajar, porque el resto de los días de la pasaban metidos en los buzos que generosamente les había regalado la institución.

Sobre la base de estos datos se convocó a todo el personal de administración y se les conminó a que en el acto presenten una Declaración Jurada de sus Bienes para ser remitidos a la Contraloría General de la República a efectos de que se realicen las investigaciones que conduzcan al esclarecimiento de sus enriquecimientos sin causa. Todos suplicaron compasión manifestando que si algo tenían era gracias a una fuerte herencia, pero cuando les dijeron si estaban dispuestos a aceptar que desde esa fecha se realicen las adquisiciones en Lima u otro departamento, casi al unísono dijeron: “Claro, porque no, además ustedes son los jefes”. “Entonces pues, no hagan problemas y colaboren con el engrandecimiento de vuestra tierra”. Les conminaron al tiempo que salían de esa reunión con el “rabo entre las piernas”.

A los dos meses, luego de haberse hecho los simulacros de varios procesos de adquisición con toda la "documentación legal pertinente", ganaron la buena pro para la compra de calaminas ZINGASA E.I.R.L., para cemento CEMENTOSA E.I.R.L., para fierros FERROSA E.I.R.L. La reparación, planchado y pintura de todas las unidades

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automotor MOTORISA E.I.R.L. La reparación de la maquinaria pesada TRACTOSA E.I.R.L., y para las compras menudas GARRASA E.I.R.L., todas ellas empresas individuales de responsabilidad limitada con domicilio fiscal en la ciudad de Lima, que además de garantizar la existencia de los bienes y servicios que ofrecían, tenían la más alta calidad y los precios más bajos del mercado nacional.

Se faccionaron las órdenes de pago y se giraron los correspondientes cheques, porque había que aprovechar que el administrador, la secretaria bilingüe, el jefe de personal y el propio gerente debían viajar a Lima para realizar algunos importantes trámites que obligaban su presencia en el Palacio de Gobierno, la Fiscalía de la Nación, el Ministerio de la Presidencia, el Congreso de la República y la Contraloría General de la República, en esta última entidad debían presentar documentadas denuncias contra la conducta corrupta, inmoral, pervertida y hasta delincuencial de los anteriores funcionarios y de paso recibirían y enviarían en varios camiones los bienes adquiridos, pues para eso habían llevado los dineros necesarios.

Al cabo de un mes volvieron con la novedad de haber recibido autorización para la realización de un Concurso Interno de Méritos para el nombramiento del personal contratado, así como para el ascenso del personal nombrado. Se ordenó a los ingenieros para que revisen los presupuestos de las obras proyectadas, porque debían considerarse algunas mejoras para las que se encontraban en ejecución y sustanciales modificaciones para aquellas que estaban por iniciarse. Esta revisión debía hacerse con mucho cuidado, así que podían disponer del tiempo necesario. Todos se alegraron y no faltó quien propusiera un brindis por las buenas nuevas y así se hizo. La Junta Directiva del sindicato fue la oferente y no podía ser de otro modo, porque todos sus miembros tenían dos, tres y hasta cuatro parientes trabajando como personal contratado.

La moderna rutina fue girando cheques a favor de las empresas proveedoras para la adquisición de más materiales y la prestación de mucho más servicios, por dos sencillas razones: el transporte del material adicional de las nuevas adquisiciones sería gratuito porque resultaba igual traer 20,000 o 100,000 calaminas y aprovechar que las nuevas ofertas mantenían los mismos precios a pesar de la galopante inflación.

El abastecimiento barato y suficiente de todo lo requerido permitiría un avance ininterrumpido de las obras y su inauguración simultanea a cargo del propio señor Presidente de la República. Acaso no resultaba revolucionario que pueblitos como Chaya tuvieran de una sola vez y para siempre: escuela, posta médica, local comunal, agua potable, desagüe, minicentral hidroeléctrica, reservorio, canal de irrigación, plaza de acho, cobertizos para el ganado, vivero frutícola y forestal y una buena carretera? Esto también merecía un brindis, para matar de rabia a los desconfiados que graciosamente estaban preguntando cuándo llegarían las adquisiciones, los carros y los tractores mandados a reparar. “¿Con qué derecho se atrevían a preguntar esos infelices?, y como si se tratara de sus dineros”.

Pero antes que cualquier adquisición primero llegó la capacitación y en grande. La Universidad Popular ofrecía a cualquier persona que tuviera secundaria completa y aspiraciones profesionales varios derroteros: computación, manejo de personal, contabilidad, administración, secretariado ejecutivo-computarizado y bilingüe, topografía, dibujo técnico, arquitectura, periodismo, oratoria, derecho, enfermería y veinte profesiones más a través de su programa de Educación a Distancia. Así, al final de

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cada carrera se otorgaría un título "A Nombre de la Nación" y su primera bondad sería lograr la recategorización automática del telegraduado.

El Jefe de Personal hizo circular una directiva que autorizaba a todos los empleados sin excepción para que pudieran inscribirse en los cursos de su vocación. Los 150 soles que costaba la matrícula sería asumida por el proyecto de Desarrollo Institucional. Los trabajadores que por razones personales querían exonerarse de ésta única oportunidad para capacitarse, no tendrían derecho a reclamos ulteriores.

El sábado 12 a las cuatro sería la exposición del plan de estudios a cargo de las autoridades de la universidad en el teatrín municipal. Ese día a las tres de la tarde hervía el auditorio, el hall y la calle se inundaba con la gente de otras instituciones que pugnaban por hacerle un lugar a sus orejas. A las cuatro hablaron dos señores elegantemente vestidos. Con gran verbo y seriedad explicaron las facilidades que brindaba estos tiempos de satélites a la educación a distancia. Manifestaron que en la actualidad más del 70% de los profesionales de lugares tan remotos como Atunrumi han sido educados a distancia y esperaban en el futuro desplazar a la universidad tradicional. A modo de singular anécdota contaron que el político ruso Serguei Malinosky había sido alfabetizado, educado, profesionalizado y postgraduado por el mismo sistema que ellos ofrecían, “¿Qué no sabían quién era Malinosky?”, bueno, eso también aprenderían en esta gran labor de instrucción. El asunto sólo exigía el tiempo libre del estudiante, aquel que puede fácilmente sustraerle a la televisión o a las ociosas tertulias. "¿Tenemos tiempo o no tenemos?" preguntaron. "¡¡¡¡Síííí!!!!", contestó el auditorio. Lo que realmente interesaba era la voluntad del estudiante, sin ese motor humano no podía hacerse nada. Voluntad, voluntad, mucha voluntad era el secreto de la educación a distancia. Si no hay voluntad para seguir solicitando los prospectos, separatas, bibliografía y exámenes, no habría curso. Si no hay voluntad para remitir el resultado de los exámenes, no habrá educación a distancia.

Después hasta tres asistentes entregaron un cupón a cada uno de los interesados, donde deberían consignar sus nombres y apellidos completos, su dirección correcta, ocupación, las profesiones que deseaban seguir y la dependencia donde laboraban. Se advirtió que los empleados de la entidad auspiciadora no tendrían la obligación de pagar los derechos correspondientes a la matrícula, porque este gasto había sido íntegramente asumido por la Oficina de Personal de esa institución, lo único que deberían regularizar era el pago correspondiente a la remisión de las primeras separatas en la Cuenta Corriente Nº 16820 del Banco Nacional.

Al día siguiente se realizaron asambleas generales extraordinarias de trabajadores en las otras instituciones, reclamando justicia y trato equitativo con los empleados de la entidad promotora. En todas se acordó que la matrícula correría a cargo de la patronal, porque si ellos también lograban una profesión a distancia, el único y directo beneficiario sería el centro de trabajo.

El curso de profesionalización a distancia matriculó a más de 850 alumnos. Los derechos para la remisión del primer bloque de separatas fluctuaban entre 150 a 240 soles, según el grado de dificultad académica de la profesión escogida. Todo se pagó al contado y los cursos comenzarían a partir de la primera semana de agosto. "La Universidad Popular revolucionará los signos culturales de ésta bella ciudad", manifestó con suma satisfacción el director de la Oficina de Personal de la entidad auspiciadora a través de las ondas sonoras de “Radio Sintonía, su mejor compañía”.

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Después de éste alboroto cultural, los ejecutivos volvieron a viajar a Lima con el propósito de traer a sus familias para vivir y disfrutar de ésta cálida y generosa tierra y de paso apurar el envío de las compras, que en total superaban los veintidós millones de soles. Casi a los dos meses llegó un nuevo Jefe con su asesor personal, informando que sus antecesores habían renunciado voluntariamente, porque no podían soportar las constantes amenazas a muerte recibidas de parte de la subversión y que no pocas de ellas provenían de los propios trabajadores de la institución cobardemente escondidos detrás de llamadas telefónicas, cartas anónimas y reclamos sindicales.

El nuevo mandamás les advirtió que no le tenía miedo a ningún terruco concha su madre, ni al mismísimo Satanás y que a partir de esa fecha su principal esfuerzo se centraría en instalar la Oficina de Defensa Nacional con la colaboración de las autoridades militares y si tenía que rendir su vida en el altar de la patria, ese sería el más grande honor y orgullo para él y su familia. También hizo saber que confiaba en el personal de la zona y les rogó que le ayudaran a erradicar a los renegados sociales del seno de la institución. Lo más importante: no atendería chismes, ni quejas porque su misión era trabajar y punto.

─"¡Que me traigan el estado de avance presupuestal de los proyectos y los requerimientos de materiales para las obras!" ─ordenó secamente.

Cuando vio el estado de la ejecución presupuestal y los fuertes desembolsos que ya se habían hecho, pensó con una cólera mezclada de envidia: “Nunca terminaré de enjuiciar y encarcelar a esta recua de mulas que firmaron todos los documentos sin permitir que los renunciantes dejaran en ellos, siquiera una huella digital” “Qué pendejos esos hijos de puta para meterme ese cuento de los terrucos asesinos que se habían metido hasta debajo de sus camas” “¡Que rico han robado esos miserables, no solo al Estado sino a todos estos pobres cojudos también¡” “Aquí ya no hay más hueso que roer, mejor será largarme de aquí antes que toda esta ratería me embarre” pensó al momento de echar un último vistazo al modesto local del Comité de Obras Públicas de Atumrumi – COPATUN y se fue como había llegado, sin hacer el más mínimo ruido.

Vinieron a derrotar y eso hicieron.

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LA TRAMPA ─El Director de la Oficina de Antayauyos está llamando desesperadamente para que viaje una comisión a esa provincia a solucionar el problema de tierras de la cooperativa agraria de Pacopampa. ─Les comunicó a modo de orden.

─Señor Director, pero ese asunto muy bien lo puede solucionar el jefe de esa oficina sin necesidad que desde Atumrumi vayamos en un viaje peligroso hasta ese lugar, porque desde que usted ha prestado las camionetas de la institución al Comando Militar para que realicen operativos contra elementos subversivos en las comunidades, se nos ha hecho saber que esos vehículos y sus ocupantes están en grave peligro. ─Aclaró uno de los funcionarios.

─Vamos a hablar por partes. En primer lugar si les ordeno que vayan a ese destino es porque ustedes trabajan a mi lado y de sus propias investigaciones quiero conocer la magnitud de ese problema para tomar las decisiones que mejor resuelvan ese problema y para fin el jefe de Antayauyos no está en condiciones de informar algo que tenga sustento técnico y jurídico, porque como ustedes conocen muy bien ese inútil ocupa ese cargo por ser cuñado del Presidente del Comité de Obras Públicas. Además ese asunto no solo es preocupación mía, sino del Jefe del Comando Político Militar y de los diputados de Atunrumi. Finalmente quiero que me aclare, de dónde conoce que los terroristas van a atacar nuestras camionetas ¿acaso es usted terrorista o anda metido en esa vaina?

Cuando terminaron de repostar gasolina, sacar papeletas, reparar llantas y superar otros percances que se presentan a última hora, por fin partieron a eso del mediodía. El viaje de seis horas se produjo con varios sobresaltos porque la carretera estaba plagada de banderas rojas y en algunas partes quedaban filas de grandes piedras que decían que en ese lugar se había producido una “cuadrada”. Después de viajar más alertas que un animal en acecho, por fin llegaron a su destino al filo del toque de queda, así que tuvieron que irse a dormir sin almorzar ni comer siquiera un pan.

Al día siguiente en la oficina les comunicaron que los campesinos de Pacopampa querían convertirse en una comunidad campesina y liquidando la cooperativa agraria parcelarse las tierras adjudicadas por la Reforma Agraria.

─Como en el tiempo de los incas pues ingeniero, dos topos para los hombres y un topo para las mujeres. ─Dijo el jefe de la Oficina de Antayauyos.

─Y para esa huevada teníamos que venir desde Atunrumi por una carretera hasta el culo, plagada de terrucos con sus banderas y sus cuadradas, para llegar hasta este pueblo de mierda que muy bonito sabe hacerle el juego a los subversivos.

─Ingeniero Castro como puede decir semejante barbaridad, si más bien es todo lo contrario. Porque hace décadas los Antayauyinos tiene un cuartel militar donde por varias generaciones han servido fielmente a la patria.

─¡Claro. A punta de leva y a los indios nomas. Ingeniero Malpartida si Ud. quiere ser un héroe de la lucha contrasubversiva porqué no deja que lo maten y nada más, en vez de estar disparando cartas, oficios, escritos, memoriales y solicitudes a todas las autoridades del departamento y a los ministros y diputados de Lima, sobre una supuesta situación delicada, para enterarme después de un penoso viaje, que los ex feudatarios de la

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hacienda Pacopampa no quieren ser cooperativistas y que simplemente, como hace miles de años, desean volver al ayllu de donde los sacaron los españoles y sus haciendas. - replicó malhumorado el ingeniero Castro.

Después de esta acalorada reunión, se dispusieron a salir a lugar de la comisión y en el preciso momento que la camioneta se echaba a andar, de la ventana del segundo piso de la oficina llamó la secretaria muy desesperada gritándole a su jefe que tenía una llamada telefónica muy importante.

Luego de algunos minutos regresó diciendo que lo necesitaban urgentemente en el Comando Político Militar de la Zona de Emergencia.

─Ingeniero Castro, seguramente es para un asunto muy puntual, no se preocupe, en media hora yo le doy alcance con la camioneta de la oficina.

─¡Y porque mejor no esperamos hasta que haya terminado su cita y nos vamos todos juntos sin necesidad de usar dos camionetas y malgastar combustible.

─Ingeniero no desconfíe ni tampoco seamos muy austeros. No se preocupe, yo les voy a alcanzar en menos de lo que canta un gallo. ─Y se fue sin dar mayores explicaciones.

La bella campiña de esos lugares los distrajo. Sus ojos se iban llenando con las chacras muy bien cultivadas, los encantadores bosques nativos, las grandes plantaciones de eucaliptos y pinos, los inmensos verdes pastos salpicados de coloridos pueblitos, casitas remotas y ganado por todo sitio, y muy cerca o muy lejos, la interminable cordillera de los andes por todos lados, mostrando sus cucuruchos nevados y sus enormes montañas azules que una tras otra se pierden en la lontananza de estas alturas, y casi sin darse cuenta se encontraban ingresando a Pacopampa por una pequeña trocha hasta tropezar con sus casitas de adobe pintadas de blanco y techadas con vistosas tejas rojas.

Los cooperativistas ya estaban esperando en un lado del estadio, que es una explanada que remata en un barranco, así que cuando vieron la camioneta alguien ordenó tocar la pequeña campana que coronaba la torre de la capilla para que acudieran los otros. Cuando se hizo el quórum y las presentaciones, comenzó la reunión con la intervención del abogado de la oficina de Atunrumi, quien del modo más simple iba explicando los trámites que debían hacerse para la reestructuración de la empresa asociativa y su conversión en una comunidad campesina. Cuando estaba rematando su intervención diciendo: ".....son papeles nada más. Eso es todo", desde la loma donde comienza el estadio se apareció un grupo de hasta veinte cooperativistas retrasados para sumarse a la asamblea.

Cuando por fin llegaron al ruedo que había formado la asamblea, gran parte de los socios los saludaron con mucho respeto y les abrieron espacio para que los recién llegados asuman un puesto de honor en la reunión al tiempo que el abogado presentaba al ingeniero Castro, jefe de la Reforma Agraria de Atunrumi.

─Doctor son diecisiete y todos vienen armados. ─le dijo el chofer en voz baja.

“Puta madre donde he venido a morirme de la forma más cojuda” pensó en una primera instancia el abogado y muy disimuladamente hizo un recuento de aquel grupo de famélicos combatientes envueltos en abigarradas chalinas y raidos ponchos, escondidos en coloridos chullos y envejecidos sombreros y calzando muy gastadas zapatillas; con el

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rostro y las manos ennegrecidas por el frio de las punas, viendo a todas partes con una perdida y vidriosa mirada y oliendo fuertemente a toda la malsana vida que se lleva en esas correrías.

Muy discretamente como si tuviera necesidad de soltar los huesos comenzó a pasear por el estadio y para disimular más se sentó al borde del barranco donde terminaba la. “Aquí no me voy a morir suplicando a estos patas para que me maten igual, si vienen por mi voy a saltar al barranco y correr todo lo que pueda por ese caminito que se dibuja entre aquellas yerbas por donde seguramente van a rescatar las pelotas perdidas, pero morirme de una pedrada en la cabeza, después de sufrir la parodia de un juicio, sin juez, sin cargo y sin pruebas: ¡jamás!” Después de esto su mente saltó a un torbellino de imágenes lejanas, nuevas, próximas, reales, soñadas, alucinadas, imaginadas de todo lo que había vivido y por todo lo que seguía viviendo.

─La conversión que piden es fácil, solo tienen que presentar una solicitud tipo memorial con la firma de todos ustedes y como ya hemos venido a este lugar y nos hemos enterado de la necesidad que tienen ustedes para convertir la cooperativa en comunidad, no hay problema. Como dice el doctor, sacamos la resolución de reestructuración de la empresa asociativa y otra de reconocimiento oficial de la comunidad y punto. ─El ingeniero Castro, ofrecía el oro y el moro en su quechua perfecto. La cosa era decir, ¿quieren el cielo, la luna, las estrellas y todas las tierras del departamento? son de ustedes. Todo lo que quieran está al alcance de sus manos. Solo es cuestión de pedirlo y nada más.

─A nombre del Partido que marcha por la senda refulgente hacia una nueva democracia los comuneros quieren repartirse la tierra en forma equitativa, ¿pueden o no pueden? ─Preguntó refunfuñando el jefe del grupo.

─No solo eso, pueden hacer lo que quieran, porque por mandato constitucional las comunidades campesinas son autónomas y eso quiere decir que pueden repartirse lo que quieran y como quieran, siempre que sea para el bien de todos por igual.

─Los comuneros no se van a repartir la tierra porque lo ordena una constitución burguesa. Se van a repartir porque lo quiere el partido y si ustedes están por aquí con sus papeles y sus resoluciones es para garantizar que mañana o más tarde no se los quite el ejército.

─Lo bueno es que se van a repartir y si eso lo quiere hacer el partido, en buena hora, que lo haga ahora mismo, total la cosa es tomar una soga e ir definiendo las parcelas familia por familia, ya más tarde nosotros nos encargaremos de sanear legalmente esta decisión mediante los actos administrativos correspondientes. ─Dijo esto para que hacerle conocer que mañana o más tarde necesitarían que ellos estén aun trabajando.

─La gente aplaudió este anuncio y casi a coro dijeron: “Si ahorita mismo y mejor que sea delante de los compañeros para que todo quede bien claro”

El ingeniero Castro aplaudió la moción, luego fue desarrollando su participación con la sutileza más grande del mundo, sin contradecir en lo más mínimo al jefe del grupo hasta que éste se cansó de tener toda la razón y le pidió que se retirara porque la asamblea deseaba sesionar sobre sus asuntos internos.

─Ya creo que hemos terminado señores comuneros los dejo sesionar para que decidan lo que mejor les convenga. -El ingeniero se fue caminando lentamente hacia la camioneta

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donde estaban esperándolo el chofer y el abogado, después de un atónito cambio de miradas, tácitamente convinieron esperar unos minutos y muy disimuladamente subirse al vehículo para intentar largarse de aquel lugar.

Pasados unos cuarenta minutos el Presidente salió del ruedo de la asamblea para dirigirse a los visitantes con un libro de actas.

─Ingeniero firme pues el acta, suplicó ─el ingeniero firmó sin leer su contenido, además en esas circunstancia que necesidad tenía ─¿Y el doctor? ─preguntó.

─Está tomando una gaseosa en tu tienda. ─Contestó muy amablemente. ─¿Ya terminó la Asamblea? ─preguntó como si tuviera todo el tiempo del mundo para estar en ese lugar.

─Si ingeniero, ahora mismo nos vamos a repartir las tierras. Mejor lo hacemos con nuestros visitantes para que nadie se niegue después. ─comentó muy alegre el directivo.

─¡Ah, muy bien los felicito! ¿Entonces si es así, ya podemos irnos? ─preguntó como si no le interesará.

─Si ingeniero, pueden irse nomás. ─En ese momento salieron del interior de la tienda, el abogado junto a la mujer del comunero. Esta se adelantó para alcanzarle al ingeniero un pequeño, caliente y oloroso bulto, envuelto en un pedazo de tela de los sacos de harina.

─¡Muchas gracias señora! ─y luego lentamente y uno por uno comenzaron a subirse al vehículo. Cuando estuvieron todos, el ingeniero ordenó al chofer. ─Ni tan rápido que esta carcocha se quede votada, ni tan lento que nos alcancen.

Cuando ya estaban partiendo, el presidente corrió tras la camioneta suplicando “¡Doctor, fírmeme usted también el acta¡” a lo que el abogado replico: “En Atunrumi lo voy a firmar con mi sello y todo”. Tras esto recién pudieron salir de Pacopampa mirando paranoicamente a todos lados. No vaya a ser que otro grupo los estuviera esperando para emboscarlos. A diez kilómetros del lugar seguían viajando muy temerosos de sufrir una “cuadrada”, pero gracias a Dios siguieron avanzando a pesar de sentir que el tiempo no avanzaba. Hasta que a falta de escasos minutos para la hora del toque de queda, por fin llegaron a Antayauyos. Llegados al hotel, sin hablar, cada uno se metió a su cuarto para tumbarse en su cama y ponerse a pensar temblando en todo lo que sucedió, en lo que quizá haya podido ser el último día de sus vidas. Al cabo de una hora como si lo habrían convenido comenzaron a buscarse para comentar esta mala pasada.

En medio de la conversación el chofer dijo que el bulto que la esposa del presidente les había alcanzado era una pierna de cordero asado y que sería bueno que comieran algo, a lo que el ingeniero preguntó: “¿Tienes todavía hambre después de esa cagada?” “No ingeniero lo que tengo ganas es de tomarme un trago para irme a dormir tranquilo”. Todos dijeron que esa era también su necesidad pero desgraciadamente ya se encontraban en pleno toque de queda y ese antojo debía esperar, pero el chofer se dio maña para que a cambio del asado el conserje del hotel les comprara, sabe Dios cómo, una caja de cerveza. A las dos botellas y media y casi completamente borrachos cada uno se fue a su cuarto a terminar aquel maldito día.

─¡Terruco de mierda! Si querías repartir las tierras de la cooperativa junto a tus compañeros porque carajo no lo has hecho tu mismo. ─Grito el ingeniero Castro al entrar en la oficina del Jefe.

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─¡Que le pasa ingeniero, de que me está hablando! ─inquirió el aludido.

─¡No te hagas el cojudo! No me quieras decir que no sabías que en Pacopampa se iban a reunir los cooperativistas con los terrucos para matarnos. ¡Terruco de mierda, ahora mismo me voy al Comando Político Militar para denunciarte, maricón de mierda!

─¡Ingeniero Castro, cómo puede decir eso. Cómo se atreve siquiera a insinuar que yo pueda ser un subversivo, si todo el mundo sabe que soy el cuñado del Presidente del Comité de Obras Públicas y por eso soy el funcionario más amenazado y pedido de esta provincia. ¿Cómo ingeniero? ¿Cómo? ─se defendió casi llorando.

─¡Vámonos! ─dijo el ingeniero Castro y salieron los visitantes.

Ya en la calle y dentro de la camioneta se pusieron a charlar sobre el asunto de la denuncia y como todo lo que sucedía en la zona de emergencia, la conversación terminó en esta conclusión: 1. Que Malpartida era miembro de la organización subversiva, no había duda. 2. Qué sacaban denunciando a ese hijo de puta y encima cuñado del Presidente, si no tenían pruebas. 3. Si iban a denunciar a un terruco de verdad, este no tardaría en vengarse mandándolos matar. Finalmente convinieron que mejor sería desayunar, luego ir a visitar la iglesia del patrono del lugar y con su bendición salir de ese infierno.

►☼◄

A las dos semanas se dio cuenta por las radios y diarios nacionales que doce delincuentes terroristas habían caído en un duro combate con las fuerzas armadas en el paraje denominado Pacopampa de la provincia de Antayauyos. Un mes después, el ingeniero Castro fue despedido de la Dirección de Reforma Agraria por haber participado activamente junto a delincuentes terroristas en el reparto de las tierras de la cooperativa agraria de ese lugar, conforme era de verse del acta del día 22 de marzo donde aparecía su firma. En su lugar se designó al ingeniero Avilio Malpartida Quispecahuana.

Al cabo de seis meses, solo el personal de la oficina de Atunrumi y algunos familiares. Después de velarlo muy discretamente, trasladaron los restos mortales del ingeniero Malpartida al cementerio local. Durante la borrachera en la que acabó el funeral, sus colegas especulaban sobre las causas de su muerte, así: 1. Que había sido “pepeado” por las putas de la tragoteca “Luna de miel”. 2. Que el ingeniero Castro, que tenía un carácter de mierda, lo mandó matar con unos sicarios por haberlo hecho caer en la trampa que este le había tendido para ser el nuevo Director de Reforma Agraria. 3. Que fue aniquilado en su cuarto de la calle Puno por haber conducido al ejército en el operativo de Pacopampa, donde personalmente leía los nombres de los campesinos que habían firmado el Acta del 22 de marzo, fecha en que conjuntamente con miembros de la subversión se habían parcelado las tierras de esa cooperativa.

Desde hace ya un buen tiempo, la madre del único hijo que dejó el ingeniero Malpartida, viene solicitando se incluya al menor en la lista de las víctimas de la violencia político social, pero no tiene modo de probar lo que reclama, porque su cuñado que por ese entonces era la máxima autoridad administrativa del departamento había escondido la causa real de su muerte y quemado las fotos, su ropa ensangrentada, sus documentos e incluso el cartel que cubría su cuerpo y que rezaba: "¡Así mueren los soplones!"

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EL VENGADOR Como hacía dos meses que no lo veía por los lugares que reúne a nuestras amistades, fui a su casa para averiguar los motivos de su desaparición. Temí que hubiera enfermado y que a estas alturas éste maldiciendo a los amigos que en las desventuras, no son amigos. Para ganar perdones, no bien me abrió su puerta, le pregunté cuándo había llegado. Me dijo que había ido más allá de los lugares donde ningún viaje puede llevar para hacer cosas que ni las aventuras permitían. A mis reclamos sobre los detalles de lo que me estaba diciendo, me hizo pasar a su cuarto y manteniendo la misma agitación que lo afectaba, después de ofrecerme un vaso de cañazo, me contó más o menos esto.

►☼◄

No es necesario advertirte que estamos pasando por unos momentos realmente difíciles y peligrosos. Aquí el que sabe mucho vuela al cielo a contarle a San Pedro los motivos de su prematura llegada. Lo que voy a contarte tiene mucho que ver con esto de la Zona de Emergencia. Creo que conoces tanto como yo que tener noticias sobre su movida puede acarrearte un grave riesgo. ¿Recuerdas lo de aquellos cuatro muchachos que murieron tratando de desarmar a unos policías? Bueno, todos eran estudiantes, menores de edad y sin antecedentes policiales. Por lo general cuando la gente se entera de quien ha muerto en esas acciones, casi de inmediato le inventan un pasado escabroso, asegurando que era un perro sin dueño, un ladronzuelo, un borrachín, que había golpeado a su madre antes de su desgracia.

Como yo sabía perfectamente que al menos uno de ellos no tenía nada que ver con la torcida vida que le obsequiaban las malas lenguas, decidí visitar a su madre para hacerle conocer mis opiniones sobre el muchacho y consolarla de las grandes penas que la muerte de un hijo acarrea. Después de escuchar mi discurso con la congelada atención que se presta a alguien que con mesuradas palabras te recuerda una desgracia, me vi obligado a retirarme no sin antes repetirle mis condolencias y hasta confesarle que por favor no se imaginara que yo tuviera algo que ver con las investigaciones.

Cuando estaba preparando mi apresurada despedida; después de un fugaz gesto de disculpa, la mujer rompió a llorar tomándose el rostro con las manos para recibir sus copiosas lágrimas, lamentándose con palabras que se ahogaban entre sus amargos sollozos. Más confundido aún, volví a disculparme y asegurarle que no había sido mi intención traerle malos recuerdos. Felizmente al cabo de un rato la sufrida madre se recuperó, hecho que facilitó un punto final a éste mi atropellado comedimiento.

Cuando como cualquier visita que camina por delante, escuché un puñado de palabras, como aquellas que lanzamos al aire cuando las cosas nos salen inesperadamente mal y no hay a quien culpar, que decían: "Si yo fuera varón o mi marido más hombre hace tiempo que hubiera matado a ese perro que ríe tras el mostrador de su librería sin importarle el dolor que siembran los niños que manda a la muerte".

¡Te imaginas! O sea que detrás de todo estaba el fulano que tú, yo y cualquiera de este pueblo conoce de que pata cojea. No contento con haber malgastado la herencia de sus padres en desmedro de los derechos de sus hermanos menores, sofocar al sindicato hasta hacerlo desaparecer con la intensidad de sus negociaciones políticas; dejar en el abandono a tres mujeres llenas de hijos y haber trajinado por todas las ideologías y

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credos; cuando todo el mundo se había acostumbrado a su amable resignación de librero, aparece manipulando adolescentes que la pobreza de sus padres los obliga a apostar por la quimera de sanguinarias esperanzas. ¡Porqué no toma la carne de sus hijos y lo entrega al fanatismo de un detonador, a la fría mesa de una morgue o a un entierro anónimo!

La idea de que aquella vez fueran cuatro y que más tarde fueran más. La idea de que con algunos golpes a su favor pudiera manejar muchos más adolescentes y por todo el tiempo que necesitara su abominable quehacer, me revolvía las tripas y me trastornó por completo el liviano sueño que me compadece. Tenía que hacer algo que fuera más allá de los procedimientos policiales, que lejos de resolver algo, terminarían comprometiendo a esa humilde madre y quizás a mí mismo.

Después de algunos días resolví recetar a ese maldito su propia medicina. Le hice llegar una carta donde lo felicitaba por su nuevo oficio y la brillante idea de terminar con la pobreza acabando con los pobres. Le dije que lo teníamos cercado y que el nudo de su horca se iba cerrando lento pero seguro, porque éramos los verdugos de los que fracasan con las vidas ajenas, en fin, le dije muchas cosas más, que si te detallo podría pasarte cientos de descargas eléctricas bajo la piel. Finalmente firmé la carta con el seudónimo de "Anónimo", para que el criminal no tuviera ni el consuelo de las sospechas. Al día siguiente pasé por la calle de su negocio y éste permaneció cerrado durante tres días.

A la semana siguiente me lo encontré en la puerta de la pensión donde comíamos, con un portaviandas en la mano. Ya no compartiría con nosotros las mesas de la fonda. Comería en su casa porque así le parecía más provechoso. A los quince días de la primera carta le hice llegar otra ofreciéndole cinco maneras de morir, ninguna de ellas proponía una ejecución expeditiva. Todas debían producirse dolorosa y brutalmente y con el toque de no darle la menor oportunidad de conocer a su aniquilador; pero todo podía resolverse a su favor, si el día domingo a las cuatro de la tarde dejaba en el cementerio una lista con los nombres de la gente que comandaba al pie de la tumba de don Rogelio Marañón Urrutia cubierta con un ramo de azucenas amarrados con un lazo negro.

El siguiente domingo después de aquel, propuse a mi hermana una visita al camposanto porque había conseguido un buen ramo de flores que valía la pena ofrecerlo a nuestros ausentes. Luego de rezar por los que partieron antes, pasamos por la tumba de la beata del pueblo para encender la vela de sus devotos, entonces fue cuando vi en un rincón de aquel altar tumba, un ramo de marchitas azucenas enlazados con un crespón negro. Rogelio Marañón Urrutia no murió jamás porque no había nacido nunca. Lo hice así para que ese canalla en su afán de buscar la tumba de un no-muerto, se presentara ante todos los muertos como él pronto lo sería. Cuando se dieron las condiciones que fue diez días más tarde, le escribí una nota que decía sencillamente: "Rogelio Marañón Urrutia, eres tú"!

A media semana se apareció en la pensión para hacernos saber que le habían propuesto un magnífico trabajo en Puno, en una empresa que pagaba en dólares y que por esto mismo la librería estaba en realización. Anunció que los precios de los libros estaban por los suelos, pero si alguien se decidía a comprar al por mayor, le saldrían casi de regalo. A los dos días llegué a la librería y adquirí cuatro libros que en verdad estaban tan rebajados como su vendedor. Al despedirme le recomendé se hiciera un chequeo médico porque lo notaba bastante desmejorado. Agradeció mi preocupación y comentó que probablemente se trataba de una antigua úlcera resucitada.

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A modo de despedida le hice llegar una última esquela donde le decía: "Ya estás muerto. ¿A dónde vas alma en pena?"! Con lo que concluí mi íntima promesa de reparar el dolor de esa humilde mujer.

►☼◄

Cuando termino de hablar. Cómo quería que aquel vaso vacío que tenía en la mano, fuera la botella llena. Como no era posible, decidí reparar en la existencia de mi reloj con el propósito de presentarle mi señal de despedida. Al levantarme para alcanzar la puerta, le pregunté si había probado que el librero estaba realmente involucrado en el asunto de la subversión y que además era el jefe de los rebeldes. Muy suelto de huesos con la convicción de quien merece una felicitación y espera que se la cicateen, me dijo: "No lo sé, pero si era inocente porqué no acudió a la policía".

Llegué a mi casa mareado por la pesadez de aquella torcida historia. Agarré la botella de pisco que tenía guardada para la visita de mi querida Sonia y completé mi borrachera.

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I N D I C E

Los pistacos oficiales............................................................................................................ 3

El desbarrancado.................................................................................................................. 6

Julia....................................................................................................................................... 8

El alacrán.............................................................................................................................. 12

Por las alturas....................................................................................................................... 16

El cuidante............................................................................................................................ 22

El candidato.......................................................................................................................... 25

El expediente........................................................................................................................ 29

El jefe.................................................................................................................................... 32

El encuentro de dos mundos................................................................................................. 36

Los galleros.......................................................................................................................... 46

El padre de la patria.............................................................................................................. 50

Los voluntarios ................................................................................................................... 53

El cortadito........................................................................................................................... 58

Radio sintonía....................................................................................................................... 61

El siniestro............................................................................................................................ 65

El Viceministro..................................................................................................................... 70

Los ejecutivos....................................................................................................................... 77

La trampa.............................................................................................................................. 82

El vengador........................................................................................................................... 87