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El Ídolo Rojo Por Jack London

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ElÍdoloRojo

Por

JackLondon

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ELÍDOLOROJO

¡Heloallí!Eraunestallidosonoroque,desúbito,agitóporelespaciosusalas.Contando,conelrelojalavista,laduracióndelanotasostenida,Bassettrecordabalatrompetadelarcángelapocalíptico.Lasmurallasdeunaciudadsehabrían desplomado pulverizadas ante aquel amontonamiento de vastas oimpulsoras sonoridades. Por milésima vez intentó analizar las cualidadestónicas de aquel alarido enorme que se cernía sobre la tierra toda, hasta lasfortalezas interiores de las tribus circunvecinas. La garganta montaraz dedondesurgíadiríasequevibrabaconlamareacrecientehastadesbordarseenimpetuosas corrientes sonoras por tierra, cielo y aire. Con la fantasíaarrebatadaysinfrenodeunenfermo,creíaescucharelgritopoderosodealgúntitándeancestralestiemposrugiendobajolapesadumbredesumiseriaodesuira. Y la voz henchía el espacio por momentos, retadora, suplicante, tanvoluminosayprofundacomosiquisieraalcanzara lejanosoídos,allendelasfronterasdelsistemasolar.Ypercibíaseenlaentrañadeaquellavozelhimnodelaprotesta,anteeldesiertosordoquenoteníaoídosparaescucharysentirsusclamores.

«Asíeslafantasíadelosenfermos…»Sinembargo,aúnseesforzabaporanalizarelsonidomisterioso,sonorocomoeltrueno,blandocomoeltintineodecampanillasdeoro,afiladoydulcecomolacuerdaargentinadeunlaúd…Perono; ninguna entre semejantes calidades de sonido, ni aún lamezcla detodas ellas, remedaba el timbre de la inefable voz. No hay palabras nisemblanzas en el vocabulario humano, ni memorias en el recuerdo de laexperiencia,conquedescribirloadecuadamente.

Deslizábaseel tiempoen lenta sucesión.Losminutos se sumergíanenelmardelashoras,yelclamorpersistía,varioycambiantecomoirisacionesdelprimer impulso vocal, disminuyendo, borrándose, desfalleciendo en unamuerte tan sinmedida como su impetuosa aparición, hasta fundirse en unapolifonía de atormentados cuchicheos, de sordos zumbidos, de colosalessusurros y rumores. Y así se fue agotando, suspiro a suspiro, en el senocóncavo de donde brotara. Ya era un lamento quejumbroso, empapado demurmullosdeiraodemisteriosossusurrosdefelicidad,comosiseesforzaraaúnporseroído,paratransmitirtalvezalgúnsecretocósmicodeincalculablevaloreimportancia.Porfinvinoadesleírseenuneco,sombradelavoz,consusamenazasypromesas,dejandoenlaconcienciadeaquelhombreenfermoun rumor pertinaz, que luegode reinar el silencio tardó algunosminutos enborrarse por completo. Bassett miró entonces al reloj. La trompeta delarcángel había perdurado más de una hora, desliéndose poco a poco en elsilencio.

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¿Habríatopadoyaconsutorrenegra?,sepreguntabaBassett,acordándosede Browning, luego de contemplar con miserables ojos sus manosesqueléticas, consumidas por la fiebre. Y se sonrió de su propia fantasía.¿HabríanpasadomesesoañosdesdequeporprimeravezoyeraenlasplayasdeRingmanuaquellavozmisteriosa?Nosabríadarrazóndeello.Ladolenciapertinaz duraba ya demasiado. En los períodos de conciencia normal, habíallevadocuentademuchosmeses;pero¿dequémaneraestimarlamedidadeltiempoque transcurríaen los intervalosdeestuporydelirio?¿QuéseríadelcapitánBateman,consunegreroNari?¿HabríamuertoyadedeliriumtremenselpilotoborrachoquenavegabaconBateman?

Luego de estas fútiles reflexiones, Bassett comenzó a revivirperezosamentelosvariadosepisodiosqueleacaecierondesdequesintieraporprimeravezenlaplayadeRingmanulavozclamorosa,encuyoseguimientosehabíazambullidoporlaselvavirgen.Sagawahabíamanifestadosuprotesta.Aúnleveíaconsucaritaextrañaysimiescacontorsionadaenunamuecadepavor,cajasderarosejemplaresalaespalda,laescopetadeBassettalhombroylaredqueusabaelnaturalistaparacazarmariposasenlamano.Tiritandodemiedo,lehabíadichoenelbêche-de-merenglishquefarfullanlosnegrosdelmar del Sur: «Mí chico negro mocho miedo con la selva. Mochos chicosmalosconlashojas.»

Bassettsonreíatristementealrecordarlo.ElnegritodeNuevaHanóver,noobstante el terror que le embargara, había dado testimonio de fidelidadparaconelamo,siguiéndolesinvacilarpor losmatorralesespesosa labuscadelmanantial que emanaba una voz tan maravillosa. Bassett comprendía ahoraque no era un tronco de árbol, como pensara en un principio, ahuecado alfuego para vibrar como clarín de guerra en las profundidades de la selvavirgen.Nohabíasidomenoserróneasusegundainterpretación,estoes,queelorigendeaquellasonoridadnopodíaestaramásdeunaleguadecamino,desuerteque,amediatarde,estaríanderegresoalaplayaparaqueelballenerodelNarilesrecogiera.

«Ruidogrande,mochodiablomalo»,habíasentenciadoSagawa.YSagawano se equivocó. Aquel mismo día le cercenaron la cabeza. Bassett seestremeció. Sin duda los «mochos chicos malos» que se ocultaban entre labreñaincultalohabríandevoradohastaahitarse.Seleaparecíaestoralafiguradelnegritotalycomolecontemplaralaúltimavez:despojadodelfusilydetodoslosenseresdelnaturalista,yacíatendidosobrelasendaestrechadondemomentosantesledecapitaran.Todohabíasidocosadeuninstante.Nohacíatodavíaunminutoque,alvolverelrostro,levieraamblarpacientementebajolacarga.EntoncesseacordóBassettdesuspropiaspesadumbres.Contemplóen sumano izquierda losmuñones cicatrizadosdelmeñiquey anular, y conellos palpó suavemente la cicatriz que en la base del cráneo ostentaba. El

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tomahawk había fulgurado como un relámpago, no con tal celeridad, sinembargo,queBassettnohubiesepodidodesviarenpartedeunamanotadaelhachazo.Dosdedosyunacicatrizrepugnanteenlacabezafueronelpreciodesuvida.Undisparodefusilabocadejarroaniquilóalbosquimano,queenuntrishabíaestadodeasesinarle.Luego,deotraperdigonadaacribillólapieldelsalvaje, que se inclinaba sobre Sagawa para despojarle. Tuvo al menos lasatisfacción de saber que si aquel bosquimano huía con la cabeza del fielnegrito, llevaba también la pelleja incrustada de perdigones. Todo habíaacaecidoenunabrirycerrardeojos.Enlasendaabiertapor laspezuñasdelosjabalíesestabanasolaselbosquimanomuerto,losdespojosdeSagawayelnaturalista. De uno y otro lado de la selva inculta llegaban roces demovimientossigilososysonidosreveladoresdevida.Bassettexperimentabalaconmoción y el sobresalto más profundos de su vida. Él, por primera vez,habíaasesinadoaunhombre.

Luegocomenzólacaza,eloteode lapresa.Seretirópor lasendade losjabalíes,seguidodeloscazadores,quese interponíanentreély laplaya.Nopodíasospecharcuántosfueran.Teníalacertezadequealgunoscruzabanporla techumbrede la selva, saltandode ramaen rama.Losmás,queapenassidenunciabansupresencia,dejabanvislumbrardevezencuandounasombrafugitiva.No se escuchaba, queBassett supiera, ni el tesar de los arcosni lavibraciónde lacuerda,peroacortos intervalos,sinsaberdedóndevinieran,silbaban cerca de sus oídos menudas flechas, se hincaban en los árboles ocaíanaleteandosobreelmantillodelbosque.Erandardosconpuntadehuesoy caña rematada con plumas rizosas de colibríes y chupamieles, irisadas ybrillantescomojoyas.

Una vez—y ahora, al cabo de tantos días, recordándolo se reía—habíadescubiertoenloaltodelbosqueunasombraque,cuandoalzólacabezaparamirarla, quedó inmóvil, tan pegada a una rama, que no era posibleidentificarla.Elnaturalistasedecidió,noobstante,aprobarfortuna,ydisparólapesadacargadecincocartuchos.Escuchóseunalaridodegatorabiosoylasombra se desplomó entre los helechos y orquídeas, para chocar secamentecontra el suelo, a los pies del sabio. Rugiendo todavía de dolor y de rabia,hincólosdientesenlasuelagruesadelasbotas;peroBassett,quenoestabaocioso,leaplicóconelotropietanformidablepatadaenlostemporales,queelbosquimanosecallóparasiempre.Ydetalsuertesehabíaadaptadoyaelsabioalarudezadelavidasalvaje,queahora,alrecordarsusaventuras,reíaacarcajadas,enunorgasmodefelicidad.

¡Y qué noche la que se le había venido encima! No es de extrañar queacumulasetalvirulenciayvariedaddefiebres,pensaba,alrecordarlasnochesdeinsomnioytortura,cuandolapalpitacióndesusheridaseraunadeliciaencomparaciónconlaspicadurasdemillonesdemosquitos.Nohubomediode

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librarsedeellos,aunque,paranoatraerlos,jamásosaraencenderunahoguera.Habían convertido su cuerpo en una ampolla de veneno, demanera que, albrotar el nuevodía,Bassett se tambaleaba a ciegas, hinchados los ojos, queparecía como si fueran a saltarse de las órbitas, y avanzaba por la selva sinpreocuparseyadequelecercenaranlacabezaparaarrojardespuéssucadáver,juntoaldeSagawa,sobreel fuegocondimentador.Veinticuatrohorashabíanbastadoparahacerdeélunaruina,tantodecuerpocomodeespíritu.Apenassipodíasostenerlaatenciónyeldominiodesuconciencia.Variasvecesdisparócon certera puntería contra las sombras que husmeaban su rastro. El díaquemaba, los insectos y los cínifes aumentaban su tortura, y las heridassangrantes atraían huestes demoscas repugnantes, que se asían hambrientascon tal pertinacia a la carne ensangrentada, que había de aplastarlas amanotazosparadeshacersedeellas.

Aqueldíaescuchódenuevoelsonidomaravilloso,alparecermásdistante,sibienseremontabamajestuosamente,acallandoelruidodelostamboresdeguerraquebatíanenlacercaníaentrelosmatorrales.NaturaleraqueBassettseconfundiera.Pensóenqueacasohabíaidodemasiadolejos,ycreyendoquela causa del sonido estaría entre el lugar presente y la remota playa deRigmanu,creyóemprenderelregresocuandoenrealidadseaventurabaporloshondones inexplorados de la islamisteriosa. Y aquella noche, arrastrándosecomounlagartocabelasretorcidasraícesdeunárbolbanyan,durmiódepuroagotado y deshecho, entregándose a la voluntad de los mosquitos, que sehinchieronasusabor.

Y siguieron luego días y más días, noches y más noches, vagos ynebulosos comopesadillas para sumemoria.Recordaba con lucidezhabersehallado súbitamente en una aldea de bosquimanos. Los ancianos y lachiquillería huyeron hacia la selva. Muy cerca, por cima de donde estaba,creyópercibirelgruñidodealgúnanimalgemebundo.Sesobresaltódeterror,yalzandoelrostro, lacontempló:eraunaniña,unajovencitamásbien,que,suspendidaporelbrazodeunaramaenhiesta,recibíaelfuegoardientedelsol.Quizáshabíaestadomuchosdíascolgandodetalmanera.Vivíaaún.Lalenguaentumecida, gorda, colgaba fuera de la boca agitándose en un perpetuoparloteoincoherente.Hablabacomounadescosida.Lecontemplóconojosdeterror.Tardíosocorro,pensóél,cuandolashinchazonesquedescubrióenlosmuslosde lamuchacha le advirtierondequehabían sidodescoyuntadas susarticulaciones y quebrantados sus huesos. Para poner término a tanespeluznanteespectáculo,resolviópegaruntiroalamoribunda.Norecordabaahora si pasó de la concepción al acto, o si sólo quedó el propósito enpensamiento,comotampocorecordabadequésuerteniporquécaminohabíallegadoalaaldea,nidequémanerapudoalejarseinmune.

Milescenasaisladas fulgurabanyhuíandelalmadeBassettal revivirsu

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odisea terrible. También guardaba memoria de haber invadido otra aldeadiminuta,deunadocenadechozas.Todoshuyeronantesuescopeta,exceptoun hombre anciano, demasiado débil para huir, que le escupió, injurió depalabra y amenazó con ademanes y gestos cuando, destapando un horno detierra, extrajo el sabio de entre las piedras calientes un lechoncito asado,humeante,bienoliente,queexhalabadeliciosoperfumeentrelashojasverdesque lo envolvían.Había sidoentonces cuando laproterviadel salvajismo seapoderaradeBassett.Ahítodelfestín,antesdepartir,empuñandounapatadellechón, incendiódeliberadamenteconla lupael techodehierbaquebardabauna de las chozas. Pero la selva silenciosa y húmeda había zahondadomáshondamente que ninguna otra experiencia en el cerebro de Bassett. Lienta,hediondaypestilente,perpetuapenumbralaenvolvía.Raravezunrayodesolpenetrabacomoflechadeluzatravésdelatechumbreboscosayalta.Ybajoaquel techodehojas,unambientedeveintemetrosdealtura,empapadoconexhalaciones de cieno, servía de morada a monstruosas formas vivientes,parásitas, decadentes, arraigadas en lamuerte.Y atravesó por aquelmundo,siempre acorralado por las sombras huideras de los antropófagos que comoespíritusmalos le acompañaban, sin revelarse nunca, con la certidumbre deque, antes o después, habían de devorarle. Bassett se acordaba de que, porentonces, en momentos de lucidez, se había comparado a un toro heridocercadoporcoyotesque,demasiadocobardesparabrindarlepelea,noobstanteestarhambrientosdesucarne,conocenelfininevitableygozandeantemanoeldeleitedelapanzarepletahastaelgaznate.Ycomoloscuernosdeltoroyloscascosdurosmantienenalejadosaloscoyotes,asísuescopetaalosisleñosde lasSalomón, fantasmasdebosquimanos,visibles sólocomo la luzdeunparpadeo.

Yvinieron luego losdíasde laspraderas.Laselva terminóbruscamente,como siDios la hubiera cortado con una espada de fuego, en un acantiladoperpendicular de treinta metros de altura. Y al pie mismo del acantiladoprosperaba la hierba dulce, blanda, tierna, ofreciendo pasto nutritivo a lasbestias.Y se extendían las praderas a lo lejos, durante leguas ymás leguas,como unmanto de terciopelo, hasta la columna vertebral de la gran isla, lahilera de torreadasmontañas que arrojara hacia el cielo el ímpetu de algúncataclismoremotodelatierra.Aparecíanaserradas,conpicosysimas,sinquelas lluvias de los trópicos hubieran erosionado las rocas. ¡Oh, la hierba deaquellospastizales!Bassettsehabíadeslizadohastaella,enterrósufazenlaverdura perfumada para henchirse el pecho del aroma vivificador, y luegorompióallorar,sinquerer,comounniño.

Interrumpió su llanto el repique del sonido maravilloso, como unacampanada múltiple; tal era la semblanza que más adecuadamente podíadescribirlo:vasto, sonoroydulcecomouna lluviadeplatadesleída.Sonabatandulcemente,quenuncahabíasentidocosasemejante,vastamente,comosi

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surgiera de la garganta abrasada de un monstruo, y sin embargo parecíallamarleallendeaquellassabanasdehierba,ycaíacomounabendiciónsobresuespírituatormentadoydeshechoportanlargaspesadumbres.

Ahora se veía, a la luz del recuerdo, tumbado en la hierba, húmedos delágrimas losojos,perocontenida larespiraciónnoentrecortadaporsuspiros,atentoa lavoz lejanaymaravillándosedequehubierapodidosentirladesdelas playas deRingmanu.Acaso algunas corrientes propicias de aire habríanllevado tan lejosel ecodeaquellavoz.Lascondiciones requeridasparaquepudieraocurrirel fenómenopudierannorepetirseenvariosmillaresdedías.PerohabíansidopropiciaseldíaenquedesembarcarondelNaripararecogeren la playa algunos ejemplares que interesaban al naturalista. Buscaba conmayorinterésqueotroalgunoeldelafamosamariposadelasselvasvírgenes,quemidetreintacentímetrosentrelaspuntasdesusalas;suelevivirenloaltodel bosque y sólo a tiros se la obliga a pisar tierra. Por eso Sagawa habíallevadolaescopetadegruesocalibre.

Durante dos días con sus noches, cruzó por el cinturón de las praderasverdes.Había sufridomucho; pero la persecución cesó al fin al borde de laselva.El sabio hubiera desfallecido de sed si una tormenta no descargara alsegundodíaeltesorodelalluvia.

Y entonces se encontró con Balatta. A la sombra, donde las sabanas dehierba cedían ante las densas montañas boscosas, allí sufrió un colapso demuerte, y allí lo encontró Balatta. Al principio había chillado ella,deliciosamente impresionadapor la debilidadydesamparodel hombre, y seacercó con ánimo de machacarle el cráneo con una estaca. Tal vez fue lamiseriadelenfermooquizáslacuriosidadhumanaloquellamóasupiedadyrefrenósussalvajesdesignios.Fuereloquequiera,eslociertoqueBalattasedetuvo. Abrió él los ojos, temiendo el golpe, y pudo descubrir que lecontemplaba con estudiosa atención e interés profundo. Sorprendíanla sobretodo aquellos ojos azules y aquella epidermis blanca. Sentóse en cuclillas,escupióenelbrazodelhombre,ycon lasyemasde losdedos frotóelbarroconquetantosdíasdeselvaycenagalhabíanmancilladolaprístinablancuradelapiel.

Él, por su parte, no quedó menos sorprendido de cuantos detallesdescubriera enBalatta.No eran artificios de la civilización.Balatta le habíaparecido tan inocente comoEva antes de la aventura de la hoja de higuera.Ahora se reía a carcajadas secas y cascadas al recordarlo. Desmirriada yenfermiza,asimétricoslosmiembrosretorcidosyangulososcomocuerdaslosmúsculos, y cubierta la piel de roña añeja, que sólo las lluvias fortuitasrociaran alguna vez piadosamente, era el más feo y repulsivo prototipo demujerquehayacontempladojamáselojopenetrantedeunhombredeciencia.Lossenosabundantesadvertíandesumadurezymocedad.Revelabatambién

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lacondicióndesusexounatavíorefinadoybello,estoes,unrabodecerdoprendido con coquetona dejadez en el perforado lóbulo de la oreja. Tanrecientementehabíasidocortadoelrabo,queaúnrezumabasangre,salpicandoconrojasgotaselhombrodelamujer.¿Ysurostro?¡SantoDios!Surostroeraunamasijodefaccionesrugosas,retorcidas,magulladasyllenasdegrietasyagujeros.Anejoslosventanalesdelanarizmongólica,unabocaquecolgabadel enorme labio superior, unmentón recogido y unos ojos como abalorios,quehacíanguiñossimiescos.

Nielaguaqueleofreciócaritativaenunahoja,nieltasajoañejodecarneasadaymediopocha,podíanredimirladesugrotescafealdad.Luegodehabercomidounratoadesgana,cerrólosojosparanocontemplarla,aunquedevezen cuando le levantaba ella los párpados con los dedos para ver las pupilasazules. Entonces había brotado una vez más el sonido mágico. Más cerca,muchomáscerca;estoeraindudable.PerotambiéndescubrióBassett,connomenorcerteza,queaúnvibrabaamuchashorasdecamino.Ella, aloírlo, seconmoviósobresaltada,yacurrucándose,conelrostrovueltohaciaelclamor,se puso a gemir y farfullar aterrorizada. Vivió la voz su vida de una hora.LuegocerróBassettlosojosycayóenprofundosopor,mientrasquelanegra,asulado,espantabalasmoscasparaqueledejaranreposardulcemente.

Cuandodespertóerayadenoche,yellahabíapartido.Sintióserenovadoyfuerte,ycomoestabayainoculadocontraelvenenodelosmosquitosparaquela picazón estorbara su sueño, entornó de nuevo los párpados y durmió apiernasueltahastalasalidadelsol.NohabíatardadomuchoBalattaenvolver,acompañadademediadocenademujeres,que,horrorosasytodo,noloerantanto como ella. Evidenciaba por su conducta y ademanes que el sabio erahallazgoypropiedadsuya,ycontalorgulloysatisfacciónlodabaaentender,quedebuenaganasehabríareídoBassettsi lasituaciónnohubierasidotandesesperada.

Mástarde,alcabodeunajornadamortaldemuchasmillas,cuandoélsedesmayabafrentealacasadelosbrujos,alasombradeunárboldelpan,ellademostró tenermuy claras y vividas ideas en lo que concierne a retener laposesión de su hallazgo. Ngurn, en quien Bassett descubriría más tarde aldoctor brujo, médico y sacerdote de la aldea, había pedido la cabeza delblanco. Otros hombres de facciones y charla de monos, tan horros devestimentaydetanbestialaspectocomoBalatta,habíanpedidoelcuerpoparaasarloenelhornodepiedras.Entoncesnocomprendíaellenguajedeaquellasgentes,sipuedeserdignificadoconeltítulode«lenguaje»aquelresumendesonidos rústicos con que manifestaban los salvajes sus ideas. Sin embargo,Bassett había adivinado el motivo de las disputas, en especial cuando loshombres se acercaron para palparle, como si se tratara de averiguar lacondicióndelgéneroenlatabladeunacarnicería.

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Balattallevabalasdeperdereneldebate,cuandoacaecióunpercancequehabía de cambiar el giro de la disputa. Uno de los hombres, al examinarcuriosamente el armadeBassett, tuvo la desgracia deoprimir el gatillo.Nofue lomás grave el golpe que, al retroceder la culata, recibió el curioso enmedio del estómago, sino que la carga de la escopeta, disparada a boca dejarrocontraunodelosqueconmáscalordiscutían,lehizoañicoslacabeza,congranespantodelospresentes.

Todos,hastalapropiaBalatta,salierondeestampía.Volviendoyaensí,alceder el acceso de la fiebre, Bassett recuperó su escopeta antes de queregresaran los indígenas. Aunque castañeteando de calofrío los dientes yturbios los ojos, que apenas si podíanver, pudo conservar el dominiode suconcienciahastaquehubointimidadoalosbosquimanosconlamagiasencilladesubrújula,delreloj,delalupaydelascerillas.Porúltimo,conladebidasolemnidadqueconveníaatanespantosacriaturacomoél,habíamatadoauncerdojovenconsuescopeta,antesdequeperdieraunavezmáselsentido.

Así revivió Bassett los recuerdos de sus últimas aventuras. Dobló losbrazoscomoparacerciorarsedelafortalezaqueaúnlequedabaysedeslizóalento paso, tambaleándose. Estaba terriblemente escuálido; sin embargo,durante las diferentes convalecencias de su larga enfermedad, nunca habíarecuperado tantas fuerzas como en aquelmomento. Lo que temía era sufrirotra recaídacomo lasquevariasveceshabíapadecido.Sindrogas,hastasinquinina,selashabíaarregladocomoDiosledieraaentenderparavivirbajolapesadumbrede lamásperniciosacombinaciónquepuedadarsedemalariayfiebres deMelanesia. ¿Podría soportar pormás tiempo aquella enfermedad?Tal era su eterna pregunta. Porque como genuino prototipo de hombre deciencia,nomoriríacontentohastaquehubieseresueltoelenigmadelsonidomisterioso.

Apoyándoseenunaestacaamaneradecayado,encaminósuspasoshaciala casa del brujo, donde Ngurn y la muerte reinaban en tinieblas. Bassettjuzgabaquelacasadelbrujoerataninfamementelóbregaymalolientecomola selva. Sin embargo, allí solía sostener las más gustosas charlas, siempreganosodediscutirobostezarconNgurn,que,sentadoentrecenizas,curabaafuego lento algunas cabezas humanas que pendían de las traviesas de latechumbre.Durante los intervalosde lucidezquesuenfermedad lepermitía,Bassetthabíaaprendidoa lasmilmaravillas lassimplicidadespsicológicasylasdificultadeslingüísticasdelatribudeNgurn,BalattayVngDgn.Eraesteúltimoel joven jefede la tribu; teníahuecacomounacalabaza la cabeza,ysegúnmalaslenguas,erahijodeNgurn,que,porlomenos,lomanejabaasuantojo.

—¿HablaráhoyelídoloRojo?—preguntóBassett,tanacostumbradoyaalalúgubreocupacióndelviejo,quenisiquieraparómientesenconsiderarlos

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progresosdelacabezacuradaalhumo.

Conojosdehombreentendido,Ngurnexaminabalacabezaenquecifrabaentoncessusempeños.

—Hande transcurrir diezdías aún antesdequediga«seha terminado».Nohubonuncaotrohombrequedejaratanacabadascomoyolascabezas—dijo.

Bassettsesonrióparasusayo,reparandoenelescrúpuloqueelviejoteníaenhablarledelídoloRojo.Siemprelehabíasucedidolomismo.Jamás,niaúnpor descuido, Ngurn o alguno de los habitantes de la tribu primitiva habíadivulgado la más leve idea de las características físicas que el ídolo Rojopresentara.Porque el ídoloRojodebíade serunobjeto real, físico.Alguienteníaqueemitiraquelsonidomisterioso,ysibienlellamabanelídoloRojo,Bassettnopodíacerciorarsedequetuvierasemejantecolor.Acasolellamabanasí por los sangrientos actos y poderes que se le atribuían, de donde, porabstracción,leveníaelnombredeRojo.NosóloeraelídoloRojomásbestialypotente,aldecirdeNgurn,quetodoslosdiosestribualesdelacomarca,cuyased de sangre, caliente y de sacrificios humanos no se aplacaba jamás, sinoquehastalosmismosdiosescomarcanoseransacrificadosyatormentadosantesusaras.Eradiosdeotrasdocealdeasaliadas,semejantesaéstadondeBassettvivía,queparecíaserlacentralysoberanadetodalaconfederación.Graciasalídolo Rojo, muchas aldeas enemigas habían sido devastadas y hastaaniquiladasderaíz,sacrificándoseanteeldiosatodoslosprisioneros.Taierala verdad presente, y tal había sido desde luengos siglos atrás, según lastradiciones que habían perdurado de generación en generación. Durante losaños mozos de Ngurn, las tribus de allende las praderas habían osadoacercarse en algarada. En la contraalgarada,Ngurn y su horda de guerrerosaprisionaron a numerosos enemigos. Más de cinco grupos de niños fuerondesangrados,gotaagota,anteelídoloRojo,ymuchos,muchosmásvaronesymujeres.

ElTonantellamabatambiénNgurnalamisteriosadeidad.Además,recibíamuchedumbredeapelativos, tales como:elde laVozSonora, elHeraldodeDios,eldelaGargantadePájaro,eldelaVozdelPájaro-Miel,elCantordelSolyelHijodelasEstrellas.

¿YporquéelHijodelasEstrellas?EnvanointerrogabaBassettaNgurnparaquelerevelaraelsecretodeestenombre.Segúneldoctorbrujo,elídoloRojohabíaestadosiempredondeahora,paraproclamareternamente,comountrueno,suvoluntad.PeroelpadredeNgurn,que,envueltoenunasesterillasde hierba, colgaba del techo entre las cabezas curadas a humo lento queadornaban la techumbre de la casa del brujo, había sostenido otro parecer.Aquel sabio anciano, cuando vivía, creyó siempre que el ídolo Rojo había

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venidoenalasdeunanocheestrellada.Sino,¿porquélosantiguoslehabíanllamadoelHijodelasEstrellas?Bassettnopodíapormenosdereconocerqueel argumento era lógico y persuasivo. PeroNgurn afirmaba que durante loslargos años de su vida había contemplado muchas noches estrelladas, sinencontrar jamásuna estrella sobre lahierbao en las espesurasde la selva apesar de haberla buscado.Verdad es que había visto él estrellas (decía estodisputando con Bassett y en alusión a su escopeta), pero también se veíanfosforescencias en las fungosidades, en las carnes podridas y en lasluciérnagas que iluminaban las noches oscuras, en las llamas de la maderaardiente y en las deslumbrantes lamparillas de nuez; y sin embargo, ¿dóndeiban a parar la llama, el resplandor y el fuego luego de haber alumbrado?Contestación: recuerdos, sólo recuerdos de cosas que habían dejado de ser,como los recuerdos de las bodas cumplidas, de las fiestas olvidadas, de losdeseos que eran espíritu de deseos, ardientes y roedores, pero incapaces dehallar cumplimiento y satisfacción. ¿Adónde volaron el buen apetito deantaño,lacarneasadadeljabalíaquiennollegóatocarlaflechadelcazador,ladoncellanúbilquefallecióantesdequevarónalgunolaconociera?

Unrecuerdonoesunaestrella,eralaréplicaquesolíadarNgurn.¿Cómopuedeuna remembranzaconvertirseenestrella?Además,alcabode todasuvidatodavíapodíacontemplarlanochedelcieloestrelladoinmutableyserena.Jamáshabíanotadolaausenciadeningunaestrella.Todasseguíanensulugarde costumbre. Por último, las estrellas eran fuego y el ídolo Rojo no,involuntaria revelación que nada dijo a la sagaz y ansiosa imaginación deBassett.

—¿HablarámañanaelídoloRojo?—preguntó.

Ngurnseencogiódehombros.

—¿Ypasadomañana,yalotro?—insistióBassett.

—Me gustaría poder encargarme de tu cabeza. La curaría con muchoesmero—dijoNgurncambiandodeconversación—.Esdiferentedetodaslasdemás.Ningúnbrujoposeenadaquese leparezca.Sí; lacuraríaconmuchoesmero.Dedicaríamesesymesesaella.Vendríanlunas,ylunaspasarían,yelhumo sería lento.Yomismomeprocuraría las hierbas ymateriales conquehacerelhumo,cuidandodequeelcutisnosearrugara.Blandoysuavealtactoseríacomoahora.

Sepusoenpie.Delastraviesasqueapenassiresaltabanentreelhumoquenublabael techo,adornadodeinnumerablescabezas,dondeeldíanopasabajamás de lobreguez, descolgó un envoltorio de esterillas de hierba seca ycomenzóadesatarlo.

—Heaquíunacabezacomolatuya—dijo—,peropobrementecurada.

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Bassettamusgólasorejasaloírquesetratabadelacabezadeunblanco,porquedesdemuchotiempoatrásestabaconvencidodequeaquelloshombresselváticos,aisladosenelcorazóndelaisla,nohabíantenidotratojamásconhombresblancos.Nisiquierahuellahallóenellosdeluniversalbêche-de-merenglishqueutilizanlastribusdelmardelSur.Niteníannocióndeltabaconide la pólvora.Lospocos cuchillos y tomahawks serían sin dudaobjetos delbotín capturado en las guerras que con los pueblos vecinos sostuvieron, enespecial con los bosquimanosde allende las praderas, quienes, a suvez, lasarrebatarona lospuebloscosterosquebordean las riberasdecoralyquedetardeentarderecibenlavisitadeloshombresblancos.

—Lahordade allá lejosno sabe cómo se curan las cabezas—explicabaNgurn,mientrasquedelasuciaesterillaextraíalacabezadelhombreblancoparadepositarlaenmanosdeBassett.

Debió pertenecer sin duda a algún hombre de tiempos antiguos, blancoporqueasílasondasrubiasloatestiguaban.Habríajuradoquepertenecióauninglésdeotrossiglos,ajuzgarporlasarracadasgrandesdeoroqueperforabanaúnellóbulosecodelasorejas.

—Ahorabien;tucabeza…—comenzóadecirelbrujo,volviendoaltópicodecostumbre.

—Yo te diré lo que has de hacer —interrumpió Bassett, iluminado desúbito por una idea—. Permitiré que cuando yomuera te sea entregadamicabeza,contaldequetúmedejesveralídoloRojo.

—Yotendrédetodasformastucabezacuandotemueras—replicóNgurn,rechazando la proposición; y añadió con la brutal franqueza del salvaje—:Además, tú no has de vivir mucho. Estás ya medio muerto. Cada día tesentirásmásdébil,yantesdealgunosmesestendréentremismanostucabezadándolevueltasalhumo.Esmuyagradable,cuandolastardessonlargas,darvueltasalacabezadeunoaquienhasconocido.Yocharlarécontigoytedirémuchossecretosqueignoras.Entoncespodrérevelártelos,porquelosmuertosnohablan.

—Ngurn—amenazóBassettenunarranquedeira—,túconocesalTruenoNiño que hay en aquel Hierro mío —así hacía referencia a su escopetapoderosayespantable—.Temataréencuantoquiera,demodoquenopodráscurarmicabeza.

—Lomismoda.LacuraráVngngnoalgúnotrohombredemihorda—afirmóNgurnentonodecomplacencia—.Detodasformas,darávueltasaquíalhumodelacasadelbrujo.CuantoantesmematescontuTruenoNiño,antesseahumarátucabeza.

YBassettcomprendióquehabíasidovencidoenladiscusión.

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¿Quiénseríael ídoloRojo?,sepreguntabamilvecesdurante lasiguientesemana, en que, al parecer, iba recobrando las fuerzas. ¿De dónde brotabaaquellamisteriosasonoridad?¿QuépodíaseraquelCantordelSol,aquelHijodelasEstrellas,aquellamisteriosadivinidaddetansalvajeconductacomolasbestias simiescas que lo adoraban, y cuya voz de plata derretida habíapercibidodesdetanlejanasriberas?

No había podido sobornar a Ngurn con la promesa de que le legaríadespuésdemuertolacabezaparalaconsiguientecuraciónalhumo.Vngngn,el jefe imbécil de la tribu, era demasiado memo y estaba excesivamentesometido al arbitrio deNgurn para que pudiera tomársele en consideración.Quedaba, en fin,Balatta, quien, desde el día en que le encontrara, desde elmomento en que entreabriera los párpados del varón blanco para ver suspupilas azules, se había convertido en adoratriz del sabio. A pesar de sugrotesca fealdad, era mujer; por eso Bassett reconocía que tan sóloapoderándose de su corazón demujer podría arrancarla el enigma del ídoloRojo,traicionandoelsecretodelatribu.

Pero Bassett era hombre de pocos galanteos. Aún no había podidoreponerse del espanto inicial que le produjo la horrible fealdad de la negra.Hasta en sus mejores tiempos, cuando vivía en Inglaterra, no le habíanseducidodemasiadoloshechizosdelamujer.Ysinembargo,tomólaheroicaresolucióndequesóloescapazunmártirdelaciencia,dequebrantartodaladelicadeza y todos los escrúpulos de su natural sensible para enamorar a lainefablementehorrorosabosquimana.

Seleerizabanlospelos,perovolviendoelrostroparanover,mordiéndoselos labios y forcejeando con losmúsculos de la garganta, rodeaba entre susbrazosloshombrosdelanegra,cubiertosconunacortezaderoñaancestral,yen las mejillas sentía el contacto untuoso de sus cabellos crespos quedespedíanuntufodeaceiterancio.Loquelesacabadequicio,loqueapocomáslehabríaarrancadoungritodeespanto,eraelrendimientoysatisfaccióncon que ella se entregaba a sus caricias, prorrumpiendo en gorgoteos yronquidos de cerdo para manifestarle su contentamiento. Aquello erademasiadoparaun inglés,aunquefuesesabioynaturalista.Alsiguientedía,antesdecomenzarelgalanteo, laechódecabezaalríoparasometerlaaunafriegavigorosísima.

Desdeentonces se entregóa ella comosi fueraunzagal enamoradoy lededicabatodoeltiempoquesucontenidarepugnancialepermitía.Retardabael casamiento que fingía desear ardientemente, fundándose en la justaobservanciadelostabúestribuales.Afortunadamenteparaél,lostabúeseranrigurosos e imperativos. Así, Ngurn no podía tocar hueso, carne o piel decocodrilo,porquede talmanerahabía sidoordenadodesde sunacimiento; aVngngn le estaba vedado tocarmujer, y si alguna osabamancillarle con su

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contacto,debíapurgarsuofensaconlamuerte.Bassett,apocodellegar,habíacontempladounejemplodeestocuandounaniñadenueveaños,quecorríajuguetona en derredor, tropezó, tambaleóse, y vino a caer encima del jefesagrado.Laniñadesapareciódesdeentoncesparasiempre.Aloído lerevelóBalattaqueenciertaocasiónlahabíantenidotresdíasconsusnochesanteelídoloRojo,dispuestaparaserinmolada.Balattateníaeltabúdelárboldelpan.Bassett estaba muy agradecido al tabú; también pudiera haber sido tabú elagua…En cuanto a él, se confeccionó un tabú para su uso particular. Sólopodríacasarse,ledijo,cuandolaCruzdelSurseremontaraalomásaltodelcielo. Conocedor de la astronomía de los salvajes, conquistó por esteprocedimientodel tabúunplazoprotectordenuevemeses.Confiabaenqueparaentoncesohabríamuertooescaparíahacialaplayaunavezdescubiertoel misterio del ídolo Rojo y el origen de su maravillosa voz. Al principiopensóensiseríaelídoloalgunaestatuacolosalcomoladeMemnón,queenciertascondicionesdetemperatura,bajoelfuegodelsol,recibiríaeldondelavoz. Pero cuando, después de una algarada, le fueron sacrificados algunosprisioneros,denocheybajo la lluvia, ahoras enqueel solnopodía influirparanada,el ídoloRojohablóconmayorentusiasmoquenunca,por locualBassetthubodereformarsuhipótesisprimera.

AvecesencompañíadeBalatta,otrasconpartidasdehombresymujeres,gozaba de la selva libre, penetrando a su sabor por tres de los puntoscardinales.Elcuartopuntocardinal,aquélhaciadondesonabalavozdelídoloRojo, lehabía sidoproclamado tabú.ApretóelcercodelamoraBalatta.Laprodigaba también con más frecuencia baños y friegas. Era ella la mujereterna,capazporelamordecometerlasmásinfamantestraiciones.Yaunquesu aspecto provocara náuseas, aunque su contacto le inclinase a ladesesperación,aunquesufealdadleperseguíaensueñosypesadillas,Bassett,no obstante, pudo comprobar la verdad cósmica del sexo que en ella latía,sobreponiendoalinstintomismodeconservarlavidalafelicidaddelamanteenquiensecifrabantodassusesperanzasnupciales.¿QuédiferenciaintrínsecapuedeexistirentreelamordeJulietayeldeBalatta?¿Laternuraquelabraronenaquéllaloscincelesdelacivilizaciónmásrefinadasobrelapiedratoscadela bestialidad primitiva que perduraba virgen enBalatta?No se puede decirqueBaesettera,antetodo,unhombredeciencia,yademásunantropólogo.Enel corazón de la selva deGuadalcanar lo demostró bien a las claras con lamisma evidencia que en el laboratorio hubiera dado testimonio de algunareacción química. Acrecentó su ardor fingido para con la bosquimana,reforzando al mismo tiempo su propia voluntad para provocar una pasiónartificialquelecondujeraantelafazdel ídoloRojo.Eralaviejahistoriadeltributoquelamujerhadepagaralamor.Undíaandabanlosdosalapescadeunpezcuyaespecienohasidotodavíabienclasificada,medioanguila,mediobesugo, que frecuentaba las aguas frescas, y que, fresco o podrido, crudo o

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asado,eraelbocadomásapetitosoparalosindígenas.Reclinadaenelmantilloputrefacto de la selva sembrado con pétalos de flores marchitas, Balatta searrojóalasplantasdelvarón,seabrazóasusrodillasylebesólospies.Ensugargantavibrabanblandossonidosacompañadosconunaondulaciónsensualquerecorríalaespaldadelanegra.Ylerogóquelamataseantesqueexigirleel último tribuno de su amor. Le relató con negros rasgos el castigo querecibíanlosvioladoresdeltabútribualdelídoloRojo,lehablódeunasemanaenteradetortura,restregócontraelcienosurostroparadarfedesuspalabras,y por las contorsiones de terror que desfiguraban su semblante le descubriótodalacrueldaddequeloshombressoncapacesparaconsussemejantes.

Bassettinsistió,sinembargo,enquefuerasatisfechasuvoluntaddevarón,aún cuando la hembra se jugase la vida. Era preciso que él resolviera elenigmadel ídoloRojo,aunqueella fuera luego inmoladaparasatisfacerconunamuerte prolongada y cruel al dios agraviado.YBalatta, que al fin y alcabo eramujer, cedió a la voluntad del hombre y le condujo por el rumboprohibido. Remontaba al Sur y al Norte sus hombros de titán la cordilleraabrupta, quebrándose pormedio de una garganta escarpada, honda y negra,pordondeseprecipitabaelrío.Anduvieronunamillaatravésdelagarganta.Luegoelcaminoseempinabaporunasareniscassedimentariasquecautivaronel ojo del geólogo, y treparon por las montañas, si bien la debilidad lesobligaba a descansar con harta frecuencia, y escalaron picachos vestidos deselvas,hastaunameseta llanaquecoronaba lacimade lacordillera.Bassettreconociólasarenillasvolcánicas,negras,granulosas,queBehabríanadheridofuertementealaagujadelimán.

YasiendoaBalattadelamano,laarrastróhaciaunpozotremendo,abiertosindudaartificialmenteenelcorazóndelameseta.Cruzaronvelozmenteporelcerebrodel sabio recuerdosdeantiguas leyendas, lasanotacionespara losnavegantesdelmardelSur,enjambresdedatosyreferenciasqueformabanuntorbellino en su imaginación de enfermo. Había sido Álvaro de MendañaquiendescubrieralasislasylastitularaSalomón,esperandoencontrarenellaslasminasfabulosasdeaquelmonarca.Todossehabíanreídodelacredulidadinfantilycandorosadelantiguonaveganteespañol;ysinembargo,allíestabaél,Bassett,albordedeunaexcavaciónquerecordaba,portodoslosdetalles,alospozosdediamantesdelÁfricadelSur.

Peronoeraundiamante loquecontemplabansusojos.Parecíamásbienuna perla, a juzgar por las irisaciones profundas; pero de tales dimensionesquetodaslasperlasdelmundofundidasenunasolanoalcanzaríansutamaño.Nitampocosoñaronjamáslasperlas,nigemaalgunadecuantasexistenenelmundo,enposeeruncolorsemejante.EraelcolordelídoloRojo.Bassettsepercató en seguida de que estaba contemplando al ídolo. Era una esferapurísimade setentametrosdediámetro, cuyocasco superior surgía a treinta

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metros por encima del nivel del pozo. Le comparó, por sus cualidades ycoloración, a los objetos de laca. Hasta pensó en que estaría formado deaquella sustancia, pero tan hábilmente trabajada por el hombre, tanexquisitamente perfecta, que de las hordas bosquimanas no podían habernacido los artífices milagrosos. Más brillante y diáfana que las cerezasiluminadasdeescarcha,suriquezadecolorparecíarojotrabajadosobrerojo,yserompíaalaluzdelsolenluceseirisacionesquecambiabanhastaloinfinitolanotadelcolorfundamental.

En vano Balatta quiso disuadirle de que descendiera al pozo. Intentódetenerle,asiéndoleporlafranjadelvestido;perocuandoBassettemprendióeldescensoporlasendaenespiralquerizabalasparedesdelpozo,lesiguiócomounperrillofaldero,lloriqueandoygimiendodeterror.Evidentemente,laesferahabíasidodestapadaafuerzadepico:peroconsiderandolaescasezdemiembros que constituían las doce tribus federadas y reparando en susinstrumentosprimitivos,ensusmétodosimperfectos,Bassettdedujoquenieltrabajo acumulado de cien generaciones habría bastado para la formidablesocavación.

Elfondodelpozoestabaalfombradodehuesoshumanos,entreloscuales,diseminadosa trocheymoche,melladosymediodeshechos,yacíanmuchosídolosdemaderaypiedra.Algunos,cubiertosdeobscenas figurasydibujostotémicos, eran troncos de árbol de doce a quince metros de longitud,groseramente tallados.Sepercatódequenoseveían tótemsdecocodrilosotortugas, tan frecuentesen lasaldeas ribereñas,y lesorprendió la insistenciaconquesehabíarecurridoalosmotivosdeyelmosoceladas.¿Cómoesqueaquellos hombres selváticos del corazón negro de Guadalcanar conocían elyelmo? ¿AcasoMendaña y sus hombres los usarían cuando penetraron poraquellascomarcas,siglosatrás?Ydenoserasí,¿dedóndenicuándopudieroninventarlosbosquimanoselmotivodelyelmo?

Avanzando por el yacimiento de huesos y dioses, seguido de Balatta,Bassett se acercó hacia la sombra del ídolo Rojo y avanzó bajo su bóvedainvertida,hastatocarlaconlayemadelosdedeos.Noeradelaca,nisuaveypulimentada la superficie, sino sembrada de arrugas, pocilios y grandesparches ahumados que señalaban la huella del fuego.La sustancia del ídoloerademetal,masdeunmetaloaleaciónnuncavistos; el color,nopintado,sinopropiodelasustanciadelmetal.

Deslizóporlasuperficiedelaesferalaspuntasdelosdedos,ysintióquetoda la gigantesca esfera semovía, se estremecía, se agitaba, respondiendo.¡Cosa increíble! ¡Roce tan leve, y tan vasta conmoción! Empero, bajo lacaricia suave de los dedos, se estremecía en rítmicas vibraciones quecomenzaron a emitir susurros, murmullos, roces, sonidos, tan fugaces ytenues,queparecíansilbidoslejanos,tansuavesydulcescomosibrotarandel

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cuernodeunduendemúsico,tantiernos,queconmovían.Bassettjuzgóqueelídolo Rojo era como una perla desprendida de alguna campana de diosessidéreos,que,atravésdeespaciosinfinitos,habíadescendidoalatierra.

Miró a Balatta en ademán interrogante; pero la voz del dios había sidoevocada,yellaseprosternabaentierra,besandoconelrostrolaalfombradehuesos.Élvolvióacontemplarelprodigio.Laesferaestaríahueca,yelmetalque entraba en su composición, desconocido en la tierra. Con razón lasantiguastradicionesdelatribulellamabanelHijodelasEstrellas.Sólodelasestrellas podía brotar un prodigio semejante, y no por mera coincidencianatural,no;eraunacreacióndelarteydelpensamiento.Aquellaperfecciónenlaforma,aquellaoquedadinterior,nopodíanserelresultadodeunazar.Eraelhijodeinteligenciasremotaseinescrutables,artíficesdemetalesmaravillosos.Y permaneció en extática contemplación, ardiendo su cerebro con el fuegosalvaje de hipótesis acerca de aquel peregrino de luengos espacios que sehabíaaventuradopor lanochedel éterhilvanandoestrellas a supaso,yqueahora,antesusojos,sealzaba,desenterradoporlospacientesantropófagos.

Pero ¿aquel color sería unbañode laca que cubriera unamasademetalconocido,osetratabamásbiendeunapropiedadinherentealasustanciadelaesfera?Paracerciorarsede laconstitucióndeaquellamateria,hincólapuntadelcuchillo.Derepente,laesferaestallóenunmurmullopoderoso,agudo,deprotesta,comoel tintineodeunacampanadeoro,siesquepuedeexistirunmurmullo de campanas, en oleadas de tonalidades múltiples, que recorríantodoslosregistrosposiblesysefundíanenaquellavozatronadoraquetantasvecesescucharadesdedistanciasinverosímiles.

Se olvidó Bassett de su propia seguridad, de su vida, extasiado por elenigmasorprendentedeaquellarealidadinexplicable,yalzandolamanoqueempuñabaelcuchillo,habríahincadoelaceroconinauditovigorsiBalattanose lo estorbara. Se alzó ésta sobre las rodillas en el orgasmode su terror, yasiéndose a las piernas de Bassett, con súplicas y lágrimas le rogó quedesistiera de sus propósitos. Para impresionarle con el ardor de sus deseos,introdujoelbrazoenlabocaymordióhastacalaralhuesoconlosdientes.

Apenasreparóélenaquelactodelanegra,peroseimpusieronlosinstintosdulcesytiernosdelhombrecivilizadoyretiróelcuchillo.Lavidahumanasehabíaempequeñecidoantesusojos,eraunapartículamicroscópicaanteaquelcolosal portento de vida suprema que había descendido desde las remotasbóvedassiderales.Depronto,comosilanegrafueseunperro,lagolpeóconelpie,obligándolaaprecederleentornoalabasedelmonstruo.Yalpasartopóconrealidadeshorrorosas.Entreotrosdespojos,descubrióelcuerpodelaniñaqueviolaraeltabúinherentealapersonalidaddeljefeVngngn.Losrestosdelamuchacha,comounafrutaseca,sehabíanarrugadoalosrayosinclementesdel sol. Entre los escombros de cosas que ya no eran, descubrió también

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Bassettotrohorrorqueaúnnohabíadejadodeser:lanaturalezabestialdelosbosquimanos adoradores del ídolo Rojo, quienes contemplando en éste supropiaimagen,seesforzabanenaplacarleybienquistarseconélpormediodelasrojasofrendas.

Más adelante, hollando todavía sobre huesos e imágenes de hombres ydioses que pavimentaban el ara de los sacrificios, tropezó Bassett con elmonumento,desdedondeelídoloRojoemitíahacialaplayadeRingmanusuvozdetrueno,porcimadeloscinturonesdeselvasypradeños.Unpendolónde unos quincemetros de largo, endurecido por los siglos de supersticiososcuidados,talladocondinastíasdediosesquesehabíanamontonadounossobreotros, cada cual con su yelmo, sentado en una boca abierta de cocodrilo,colgabadeuntrípodecolosalqueformabantresenormestroncospormediodecuerdascubiertasdemusgosyplantasparásitas.Lostroncos,asuvez,estabantallados, con ridículas y grotescas adumbraciones de los conceptos que elhombremodernotienedeDiosydelarte.Delpendolóncolgabancuerdasparaque desde abajo pudiera ser arrastrado en una u otra dirección. Como unariete,tirandodelascuerdas,elpendolónpodíagolpearlaesferairisada.

AllíeradondeNgurnoficiaba,celebrandolosritosreligiososdelasuyayde las doce tribus confederadas. Bassett no pudo por menos de reírse acarcajadas,casicomoun loco,alpensarenqueaquelmensajero inteligente,maravilloso, a quien dio alas la inteligencia para cruzar el espacio, hubiesevenidoacaerenunamoradadebosquimanos,simiescos,carnívoros,cercenacabezas,queleadorabancomoasudios.EscomosielDiosdeluniversosehubiesedesplomadohastaelcenagalmásespantosoquedebecubrirlassimasdelinfierno,comosilosMandamientosdeJehovahhubieransidoesculpidosenpiedraparaqueloscontemplaranlosmonosdelParqueZoológico,comosiel Sermón de la Montaña hubiese sido pronunciado ante una asamblea devociferadoresylunáticos.

Transcurrieronlentamentealgunassemanas.PorgustosuyopasabaBassettlasnochesenel sueloencenizadode lacasadelbrujo,bajo lascabezasquependían oscilantes de la techumbre. Y la razón de esta permanencia en tandesagradable refugio, es que era tabú para el sexo débil, y por lo tanto,fortaleza donde guardarse de Balatta, que le perseguía con más amor ypeligrosainsistencia,cuantomásascendíahaciaelcénitdelcielolaCruzdelSurqueseñalabalaproximidaddesusnupcias.Bassettpasabalosdíasenterosenunahamaca,oscilandoa la sombradelgranárboldelpan fronterizoa lacasadelbrujo.Aveceshabíaalteracionesenelprograma,cuandodurantelosletargos febriles permanecía días y noches en la casa de las cabezas. Aúnluchaba contra la fiebre. Quería vivir, anhelaba vivir, fortificarse paraaventurarse un día por las praderas verdes, allende la selva negra, hacia lasplayasendondealgúnbarcoreclutadordenegroslerecogieraymásalláaún

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hacialasregionesdeloshombrescivilizadosaquienestransmitiríalasnuevasde un mensaje estelar, de un evangelio de otros mundos que yacía en elcorazón de la isla negra de Guadalcanar, recibiendo la adoración de unoshombresbestiales.

Otrasnoches,alargandosuestanciaalasombradelárboldelpan,Bassettpasaba horas y más horas contemplando los grupos de estrellas quetachonabandelucecitaselmantodelcieloporencimadelafranjarojadelaselva. Por allí había entrado él en el páramo donde se levantaba la aldea.Conociendoafondolaastronomía,divertíasusociosdeenfermoespeculandoacerca de si losmundos invisibles, los soles inefablemente remotos, habíansidoiluminadosporlaantorchadelavidaquebrotaracomounaestrelladelascriptas tenebrosas de la materia ciega. ¿Cómo poner límites al tiempo quelimitaelespacio?Lassubversivasespeculacionesacercadelradiumnohabíanvenidoaquebrantartodavíasufedehombredecienciaenlaindestructibilidaddelamateriaydelaenergía.Siempre,eternamente,habíahabidoestrellas.Ysinduda,enaquelfermentocósmico,tododebíaserrelativamentesemejante,deunasustanciamuyparecida,salvoalgúnqueotrofracasodelanaturaleza.Todo debía obedecer a lasmismas leyes, que rigen inquebrantables para lasexperienciashumanas.Tododebíaestarcompuestodelamismasustancia.Porlotanto,concluía,lavidaylosmundosdependeríandelossoles,delamismasuertequenuestromundoynuestravidadependedelsolquepresidenuestrosistema.

Y lomismo que él, tumbado allí a la sombra del árbol del pan, con suinteligencia recorría los remolinos de estrellas y las simas del cielo, así eluniverso todo se revelaría siempre ante la penetración de innumerables ojosque, como los suyos, serían ventanales por dondemillones de inteligenciasinterrogaríanel enigmadel todo.Yde tal suerte, enalasde su razón, sentíaque su alma se remontaba en fraternal cortejo con la augusta compañía deaquellamuchedumbre,cuyamiradaestabaeternamentesuspendidaeneltapizdeloinfinito.

¿Quiénes eran, qué eran, dónde habitaban aquellos lejanos y excelsoscamaradasqueconsugigantescomensajeiridiscente,vozdeloscielos,habíantendidolaesteladeunpuentesobreeluniverso?Sindudahabríanholladoenremotossigloselmismosenderodelaanimalidadqueelhombredelatierraterminabaderecorrer.Yparaconquistarelpoderdeenviarporlaoquedaddelespacio su mensaje sonoro habrían escalado ya las enhiestas cimas que elhombre,conlágrimas,fatigasysudoresdesangresedebateporremontarentreconfusión y tinieblas. ¿Y qué serían ellos en la cima? ¿Habrían logrado elcielodelaFraternidad?¿Odescubrieronacasoquelaleydelamorsepagabaconlapenadeladecadenciaydelamuerte?¿Eraluchalavida?¿Regíaparatodoeluniversoeldecretoinclementedelaselecciónnatural?Yloqueaúnes

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más apremiante y sugestivo: sus conclusiones ultérrimas, su sabiduría desiglos,¿habíasidoencerradatalvezenelcorazóndelídoloRojo,esperandoalhombreterrenoqueporprimeravezlainterpretara?DeunacosaestabaseguroBassett:laesferairisadanoeraunaperlarojadefuegodesprendidadelcrisoldealgúnsolatormentado.Erahijadeunpropósitodeliberado,node lapuracasualidad,yencerrabaeldiscursoylasabiduríadelasestrellas.

¡Qué máquinas, elementos y fuerzas sojuzgadas por la inteligencia, quédoctrinas, misterios y conquistas del Destino no latirían allí! Sin duda, asícomolapiedraangulardeunedificiopúblicocontiene tantasy tantascosas,así esta enorme esfera sería depositada de vastas historias, de profundasinvestigaciones, de logros que la mente arrebatada del hombre no podríaconcebir, de leyes y fórmulas que, fácilmente dominadas, arrancarían de ungolpe la vida del hombre, individual o colectivamente considerado, delcenagalendonde seagita,hasta inconcebiblesalturasdepurezaydepoder.Heaquíeldonmásgenerosoqueeltiempohabíaconcedidoalhombreciego,insaciable,enamoradodeuncieloinvisible.¡Yeraél,Bassett,elelegidopararecibirantesquenadieelmensajedeloshombresinterestelares,sushermanos!…

Ningúnhombreblanco,nimenosaúnningúnbosquimano,habíavistoalídoloRojosinpagarlacontemplaciónconlamuerte.TaleralaleyqueNgurnlehabíamanifestado.«Existeunafraternidaddesangre»,argüíaBassettmásde una vez. «No —replicaba solemnemente el viejo sacerdote—. Hasta lafraternidad de sangre quedaba al margen del favor del ídolo Rojo.»Únicamenteunhombrenacidoenlatribupodíaverloyvivir.PerocomosóloBalattaconocíasudelito ignorado,aquienel temordeser inmoladaenarasdel ídoloRojosellabasus labios,ahora lasituacióneradiferente.Loqueél,Bassett,teníaquehacererarestablecersedesusfiebres,quetandebilitadoletenían,ypartirenbuscade lacivilización.Luegoregresaríaal frentedeunaexpedición,yaúncuandolapoblaciónenteradeGuadalcanarfuesearrasada,extraeríadelcorazóndelídoloRojoelmensajequeenviaronalmundolejanosmundos.

Mas¡ay!lasrecaídasdelaenfermedadsehacíancadavezmásfrecuentes,losperíodosdeconvalecenciamenospersistentesyvigorosos,losletargosmásduraderos, hasta que al fin, a pesar de un ingénito optimismo propio denaturalezatanfuertecomolasuya,seconvenciódequenocruzaríajamáslaspraderas de hierba, ni la selva oscura, ni las playas de coral, ni los maresazules. Se derretiría poco a poco suvida, al pasoque laCruzdelSur fueratrepandohaciaelcénitdelcieloaustral.HastalamismaBalattasepercatódequemoriríasuhombreantesdelafechanupcialqueseñalabaeltabú.Ngurnseaventurabaporlascercaníasenbuscadematerialesconquecurarlacabezadel hombre blanco, y hasta le anunciaba con orgullo los propósitos de

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perfecciónyartequeproyectabaparacuandoBassettmuriera.Bassett,porsuparte, no se sobresaltaba. Su vida se había ido borrando tan paulatina ysuavemente,quenosentíael temorde lamuertepróxima.Yasí iba tirando,alternando los períodos de letargo con los de semiinconsciencia, pobladosunosyotrosdeensueñosyfantasías,desuertequeyanosabíadistinguirsilodelídoloRojohabíasidorealidadosombradeundelirio.

Y vino un día en que todas las nieblas y telarañas se rasgaron, en querecobrólavisióndelascosas,claraylúcidacomoelsonidodeunacampana,enquesepercatóde ladebilidaddesuorganismo.Nopodíaya levantar lospiesnilasmanos,tandébilestaba.Detalmanerahabíaperdidoeldominiodelcuerpo,queyanisiquierasabíasilohabíaposeídoalgunavez.Pocolepesabala materia en el alma, y por eso ésta, con la lucidez concisa y clara de laverdad,sabíaqueelvacíodelacesaciónseavecinaba.Comprendióquesufinestabamuy cerca, que indudablemente habían visto sus ojos al ídolo Rojo,mensajerodelosmundosinterestelares,quenoviviríayaparatransmitiraloshombresaquelmensajequetalvezhabríadeaguardaraúnmilesdeañoshastaqueotrohombreloescucharaenelcorazóndeGuadalcanar.YBassett,alcaboagitado por una resolución, llamó aNgurn a la sombra del árbol del pan, ydiscutió con el doctor brujo los términos de su último esfuerzo vital, lascondicionesdesuúltimaaventuraenlossentidoscarnales.

—Yo sé la ley, ¡ohNgurn!—concluyó—.Quien no sea de la horda, nopuede ver al ídolo Rojo y vivir. Yo no viviré ya de ningúnmodo. Que tusmancebosmetransportenantelafazdeldios,yleveréyoirésuvozymoriré,¡ohNgurn! en tusmanos.Así se satisfarán tres fines: la ley,mi deseo y lainmediataposesióndemicabezaparalaquetodostuspreparativosesperan.

Ngurnaccedió,ydijo:

—Másvaleasí.Locuraesqueunhombresinesperanzadecuraciónvivatanto tiempo.Además,mejoresquemueras.Losvivos saldránganando.Túhas resistido mucho. Amí me agradaba charlar contigo a la sombra de michoza.Perodesdehacemuchaslunas,suelespermanecerallí,roncandocomoun lechoncillomoribundo,ocharlandoenaltavozcosasextrañasqueyonopuedo comprender. Me has hundido en un mar de confusiones, porque megustamuchopensarencosasgrandes,delaluzydelastinieblas,mientrasquedoyvueltasentremismanosalascabezasalhumodelahoguera.Poresotuspalabras ininteligiblesme han conturbado. ¿Cómome revelarás la sabiduríaqueesperoalcanzar antesdemorir?Yencuantoa ti, puestoque se ciernensobretucabezalastinieblas,buenoesquemuerasdeunavez.Yoteprometoenlosdíasvenideros,cuandoalhumodévueltastucabezaentremismanos,que ningún hombre de la tribu perturbará nuestros coloquios. Y yo te dirécalladamentemuchossecretos,porquesoyunhombremuyviejoymuysabio,yañadirésaberasaber,cuandodévueltasatucabeza,rociándoladehumo.

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Tejieron unas parihuelas de ramas y hojas, y a hombros de seis mozospartió Bassett hacia la última aventura de su vida. Débil el cuerpo hasta elpunto de que ni siquiera sentía dolor de puro agotado, pero claro elpensamiento, inclinado al éxtasis sereno de la más pura lucidez intelectual,yacíaenlasandasportátilesyobservabaalpasarlassombrashuiderasdelosobjetos.Contemplóporúltimavezel árboldelpan, lacasadelbrujo, eldíaturbio bajo la techumbre sombría de la selva virgen, la garganta negra ylóbrega, las montañas empinadas, la quebradura de extractos húmedos decalizaylamesetadearenillasvolcánicas.

Lecondujeronporlaespiraldescendentequecircundabaelpozo,entornoal luminoso ídolo Rojo que parecía siempre a punto de transformar susirisacionesdeluzenirisacionesdemúsicaydetrueno.Ysobreloshuesosydespojos de seres muertos y de dioses inmolados, hollaron hombres vivoshaciaeltrípodedetroncoscolosalesdedondependíaelenormependolónqueservía de ariete. Allí, con la ayuda deNgurn y de Balatta, sentóse Bassett,irguió débilmente el cuerpo enflaquecido, combando las costillas peladas, yconojosclaros,serenos,penetrantes,contemplóabsortoalídoloRojo.

—De una vez, ¡oh Ngurn!—dijo sin apartar la mirada de la superficieondulante, vibratoria, donde todos los matices del rojo se sucedían en unestremecimientosonoro,paraderretirseenrocessedeños,ensilbidosdeplata,en oscilaciones de cuerdas de oro, en melodías aterciopeladas deencantamiento,enblandosecosdetruenoslejanos…

—Espero—Ngurninterrumpió,luegodeunapausasilenciosa,empuñandoeltomahawkdelargomango.

—De una vez, ¡oh Ngurn!—repitió Bassett—, deja que hable el ídoloRojo,paraqueleveayleoiga.Luego,cortacuandotehagaunaseña,así,conla mano; porque entonces inclinaré hacia delante la cabeza y te dejarédescubierta la cerviz para que cercenes. Pero, ¡oh Ngurn! yo que voy adesaparecer para siempre de la luz del día, quiero morir cuando la vozmaravillosadelídoloRojocanteunamúsicadulceamisoídos…

—Yyo teprometoquenuncahabrá cabezamejor curadaque la tuya—asintióNgurn,señalandoalosmozosdelatribulascuerdasimpulsorasparaquegolpearanlaesferaconelpendolón—.Tucabezaserálamejorprendademicolección.

Bassett sonrió dulcemente. El leño tallado osciló. Un instante después,Bassettsehundíaeneléxtasisdeunasonoridadquebrotabadesúbitocomosihubierandadoriendasueltaasusalas.¡Oh!¡quétruenoaquél!…Eramelosocomolavozdetodoslosmetalesjuntos.Losarcángeleshablabanatravésdeél;más ampuloso y bello que todos los sonidos, era el cáliz votivo que loshombresexcelsosdeotrosplanetasmásfelicesofrendabanasushermanosde

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la tierra; era la voz de Dios, seductora e imperiosa, para ser oída. Y… ¡eleternomilagrode aquelmetal sidéreo!Bassett vio con suspropiosojosqueluces y colores se transformaban en música, hasta que toda la superficievisible de la esfera irisada, vibraba, serpenteaba, titilaba, convirtiéndose enunanieblavaporosa,desuertequenosesabíasieraluzoeravoz.Suyoseranenaquelmomento,porquelosvieransusojos,losintersticiosdelamateriaylas corrientes de fuerza que fluían como fuentes inexhaustas a través delcuerpomaterial.

Pasabael tiempo.Alcabo,despertóaBassettdesuensimismamientounmovimiento del impaciente Ngurn. Se había olvidado del viejo brujo.Pensándolo, tembló en la garganta de Bassett una carcajada raquítica. Alalcance de lamano tenía su escopeta, encima de las parihuelas. Le bastaríaoprimirelgatilloparadestrozarlacabezadelviejo.

Pero ¿para qué engañarle?, pensóBassett.Aquel caníbalmedio hombre,mediomono,cortadordecabezas,erajuez,sinembargo,segúnsulealsaberyentender, de sus cohordanos, y representaba a su modo promesas de lasuavidad y legalidad en el trato como las que disfrutan los hombrescivilizados. No; sería una cruel venganza, un acto indigno, unamaldad sinfruto,engañaralviejoNgurn.Sucabezalepertenecía,paraqueentretuviera,curándola,susachaques.

YBassett,inclinandohaciadelantelacabeza,comohabíaconvenido,paradejar libre la cerviz al golpe del tomahawk, levantó la mano sin acordarsesiquieradeBalatta,quenoeramásqueunamujer,sólounamujer,yademásindeseada.Sintió, sinverlo, que el bordedel tomahawk surcaba el aire a suespalda.Yenuninstante,antesdeterminar,desplomáronsesobreBassettlastinieblasdeloIncognoscible,conunasensaciónsorprendentedequetodaslasmurallas se quebrantaban para dejar libre al espíritu.En el puntomismo enquesintióquelahojadeacerorozabalapiel,antesderasgarla,creyópercibirfrente a frente la faz de la Medusa: la Verdad. Y simultáneamente, con lamordedura del acero y con la oleada de tinieblas, en un relámpago de sufantasía,vioquesucabezadabavueltaslentamentesobrelahoguerahumeanteen la choza del brujo, al arrimo del árbol del pan que tantas veces le habíacobijadocabesusombra.

LATUNANTA

Hay cuentos que deben ser necesariamente historia, tales, que no podríaimaginarloslafantasíadelmásfecundonarrador,yasimismohayhombresdehistoriadecuyasnarracionesesimposibledudar.JuliánJoneseraunodeestos

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hombres. No sé si la mayoría de mis lectores pondrá en tela de juicio lahistoriaqueJuliánJonesmerelató.Sinembargo,yocreoen laveracidaddecuantomedijo.Tanconvencidoestoydeello,quedebuenaganainvertiríamicapital, si lo tuviera, en la empresa, y hasta siento vehementes deseos deembarcarmeenplandeaventurahaciaellejanopaísdeestaverdaderahistoria.

Fueenelpabellónaustralianode laExposicióndelPacífico,enPanamá,dondeporprimeraveznosencontramos.Estabayoembobadoanteunavitrinadondeseexhibíanalavistadeloscuriososunosfacsímilesdelaspalacrasopepitas de oro más hermosas que se habían encontrado en los yacimientosauríferosdelosantípodas.Nudosas,deformesymacizas,eratandifícildudarde que fuesen en realidad de oro, como creer en lo que manifestaban lasadjuntastablasdepesosyvalores.

—He ahí lo que los cazadores de canguros llaman palacras—tronó unavozdebomboporencimademishombros,refiriéndosealmáshermosodelosejemplaresexpuestos.

Me volví y miré hacia arriba, donde tropecé con las pupilas turbias yazulesdeJuliánJones.Ydigoquemiréhaciaarribaporquemihombretendríapor lomenos unmetro noventa de estatura. Eran casi tan turbios y pálidoscomo lasniñasde susojos losmechonesamarillosde los cabellos, colordearena. Sin duda el sol los había descolorido. Así lo atestiguaba también elrostro,curtidoytostadoporelsol.Enfocóenlosmíoslamiradadesusojos,yenellosdescubríun fulgor extrañoe inquisitivo, comosi revelaranunvanoesfuerzoporrecordaralgoextremadamenteimportante.

—¿Yquétienedeparticularesapalacra?—pregunté.

Desapareciódesumiradaaquellaexpresióndevagorecuerdoyatronómisoídosconelportentosoestallidodesuvoz,diciendo:

—¿Que qué tiene de particular? ¿Le parece que no es admirable sutamaño?

—Sí; me parece bastante grande—asentí—. Pero no cabe duda que esauténtica.Creoqueelgobiernoaustralianonoosaría…

—¡Acualquiercosa llamaustedgrande!—interrumpió,conunresoplidodemenosprecio—.Enefecto,algunavezsehanencontradomayores;pero…—rectifiqué.

—¡Algunavez!—ysusojossecaldeabanconunallamaardientemientrashablaba—. ¿Cree usted que todas las palacras descubiertas hasta hoy hanfigurado en las tablas de las enciclopedias o en las columnas de losperiódicos?

—¡Hombre!—repliquéprudentemente—.Siustedsabedealgunaqueno

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hayasidomencionadanienlasunasnienlosotros,comprenderáquenopudollegaraconocimientomíoporartedemagia.Cuandohayaunapalacra,omásbien,unbuscadordeorotanruborosoquedeseepermaneceranónimo…

—Esquenolodesea—interrumpióbruscamente—.Esqueyolahevistocon mis propios ojos; además de que tengo la piel demasiado curtida pararuborizarme.Soy ferroviarioyhevividomuchos años en los trópicos. ¡Quéesperanza!Afuerzadeaireydesolhe llegadoa tenercolordecaobavieja.Muchosmetomabanporespañolapesardemisojosazules.

Mecreíeneldeberdeinterrumpirle.

—Ydiceustedqueaquellapalacraesmayorqueésta,señor…

—Jones;mellamoJuliánJones.

Hundiólasmanazasenunbolsillointeriorysacóunsobrecuyadirecciónostentabaestenombre,paraentregarenlalistadeCorreosdeSanFrancisco.Yo,amivez,leentreguémitarjeta,paradarmeaconocer.

—Tengo verdadera satisfacción en conocerle—me dijo, tendiéndome lamano y suavizando la voz, siempre ensordecedora, como si estuvieseacostumbrado a hablar desde lejos—. Por supuesto, le conozco a usted dereferenciasyhastameparecehabervistosuretratoenlosperiódicos.Aunquenoescostumbrehablarconlafranquezaqueyolohago,hedeconfesarlequesus artículos acerca de Méjico no valen dos centavos. Está ustedcompletamentedesorientado.Entreotros,cometeelerror,tancomúnentrelosgringos,de tomara losmejicanosporgentede razablanca.Yno loson,noseñor. Ninguno, ni los que llaman greasers, ni los sjpiggoties, ni loshispanoamericanos,nielrestodelaganadería.Leaseguroaustedquenison,ni piensan, ni obran como nosotros. Hasta tienen otra tabla de multiplicar.¿Cree usted que siete por siete son cuarenta y nueve? Bueno; pues losmejicanos,no.Cuentandedistintamanera.Tampocovenblancoloblanco.Nosécómodecirle…Mire;unejemplo.Siustedcompracaféalpormenorenunatienda,ypideunpaquetedealibra…

—¿Qué tamañodiceustedque teníaaquellapalacra?—le interroguéconfirmeza—.¿Eratangrandecomolamayordeesavitrina?

—¡Mayor!¡muchísimomayor!—dijocongranflema—.Másgrandequetodosesosesperpentosjuntos.¡Sisonejemplaresdedosalcuarto!…

Memiródepiesacabezayluegoprosiguió:

—No veo inconveniente en tratar con usted de este asunto. Goza ustedfama de ser hombre digno de confianza, y hasta tengo entendido que hacorridoalgunaqueotraaventuradelasquesedanporsendaspocotrilladasdelavida.Precisamenteandabayoalabuscadealguienconquienpudierahablar

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deesteasunto.

—Puededepositarenmísuconfianza—ledije.

Yaquímetenéisahora,dispuestoasacaralaluzdelaimprenta,sinquitarniponer tildedemicosecha, lahistoriaqueJuliánJonesme relató,unavezque ambos estuvimos sentados al bordedel lago, frente al palaciodeBellasArtes,arrulladosporloschillidosdelasgaviotas.

Semehabíaolvidadodecirque,saliendodelospabellonesalacazadeunasiento,seapresuróaprecipitarseenbrazosdemihombre,conlaprecisiónyexactituddeunapiezademaquinaria,ciertamujercitadeunostreintaañosdeedad, de rostro sano y colorado, propio de pueblerina acomodada, y andarflexibleyligero,comoelvuelodelasgaviotasquesurcabanelespacioazul,chillonaseinquietas.

—¿Dóndevas?—gritaba—.¡Temarchassinacordartedemí!¡Ingrato!

Mepresentaronaellaconlasformalidadesderigor.Seveíaquenohabíaoídohablarnuncademí,ajuzgarporlasmiradasrecelosaseinquisitivasquemelanzabansusojosnegros,inquietoscomounpájaro,porentrelospárpadosentornados,enunacortinadeespesaspestañas.

—Supongoquenoirásahablarconesteseñordeaquellatunanta…—dijoconmimosoenfado.

—¡Qué cosas tienes, Sara! Voy a tratar del asunto —contestó éllamentándose—.Heandadoa labuscadeunhombredesucondicióndesdehace mucho tiempo, y ahora que he topado con quien parece ser digno deescucharme,voyaendilgarletodalarelacióndeloacaecido.

Lamujercitanocontestó,perofruncióloslabiosenunmohíndedisgusto,tan apretados y rígidos, que parecían una aguja de coral, y se puso amirarhacialaTorredelasJoyas,contanausteraexpresiónenelsemblante,quenilasmúltiplesrefraccionesdelosrayosdelsol,alquebrarseeninfinitosreflejosysombras, suavizaban las líneasdel rostrocontraído.Nosacercamosapasolento hacia el borde del lago, y con un suspiro de desahogo, dejamos caersobreelasientolamolefastidiosadenuestrasrespectivashumanidades,nosinalgunasatisfaccióndelospiesatormentados.

—¡Yqueunatengaquesoportarestefastidio!…—afirmólamujerentonocasiretador.

Doscisnesalzaronelegantementelacabezablancasobreelespejodelaguainmóvil para contemplarnos. Cuando se convencieron de nuestra pobreza otacañería en asuntos de cacahuetes y guisantes, se alejaron suavemente enbuscadeotrosdesocupadosmásgenerosos.JuliánJonesvolviólaespaldaasucaramitadycomenzóarelatarmelahistoria.

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—¿HaestadoustedalgunavezenelEcuador?¿No?Bueno;puesentoncessiga mi consejo y no vaya nunca por allá. Aunque, si termina usted porcreerme, y se anima, puede que tengamos que ir de excursión por aquellastierras. Después de todo, no hace tantos años queme encaminaba yo haciaallá,abordodeunbarcocarbonero,rencoy tosco,quetardócuarentay tresdías en cruzar las aguas del Pacífico. Hacía poco menos de siete nudos,cuando todomarchaba viento en popa, que si no…Navegando alNorte deNuevaZelandianossorprendieronunasrachasdehuracán,ylasmáquinasserompieroncuandoestábamosadosdíasdelaisladePitcairn.

»Precisoesaclararqueyonoformabapartedelatripulacióndelbarco.Mioficioesmaquinistadetren.PerohabíamoshechobuenasmigaselcapitányyocuandonosconocimosenNewcastle,ymellevócomohuéspedsuyohastaGuayaquil.Veausted.Llegóanuestrosoídos lanoticiadeque el ferrocarrilamericano pagabamuy buenos salarios a quienes hicieran la travesía de losAndes,hastaQuito.Ahorabien;Guayaquil…

—Esunantrodefiebres—interpuse.

JuliánJonesasintióconlacabeza.

—ThomasNastmuriódeellasalmesdehaberdesembarcadoenaquellatierra.

—Porciertoqueeranuestromáshábilcaricaturista—añadí.

—Nolosabeustedbien—dijoasecasJuliánJones—.Nofueélelúnicoque perdió la pelleja.Verá ustedmi primer encuentro con lamaldita fiebre.Sesentamillasantesdellegaralatracadero,ríoabajo,subióelprácticoatomarelmandodelaembarcación.Eraalamanecer.

»—¿Cómovanesasfiebres?—lepregunté.

»—Mire aquel buque hamburgués —me dijo, señalando a unaembarcación que estaba anclada—. Ya han muerto el capitán y catorcehombresdelatripulación.Elcocineroyotrosdosestánalasúltimas.Sonlosúnicosquequedan…

»YviveDiosqueelhombredecía laverdad.EnGuayaquilperecíanmásdecuarentapersonascadadíavíctimasdelafiebreamarilla.Peroaquelloerantortasypanpintadoconloqueaúnmequedabaporver.Lapestebubónicaylaviruelacundíanportodaspartes,ladisenteríaylaneumoníadiezmabanlapoblación;peroelferrocarrileramástemibleaúnquetodaslasenfermedadesjuntas.Viajarenaquellostrenesconstituíaunpeligromayorqueeldelapeste.

»Apenas habíamos anclado en Guayaquil, cuando media docena decapitanessubieronencomisiónaconferenciarconelnuestro,advirtiéndoledeque no permitiera pisar tierra a ningún oficial ni tripulante, si no quería

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deshacersedeellos.VinodesdeDuran,queeslaopuestaorilladelríodondeelferrocarrildesemboca,unlanchónquetraíaelencargoderecogerme.Cuandoatracaba al costado del buque, brotó de él, de súbito, como un surtidor, unhombre,queendosbrincosseencaramóabordo,trepandoporelpasamano.Yuna vez en la cubierta, en lugar de dirigir a ninguno de los presentes lapalabra, se abalanzó sobre la barandilla y sacudiendo el puño amenazador,gritóseñalandoalaorilladeDuran:

»—¡Asítehundas!¡asítehundas!

»—¿Quéesloquesehadehundir,amigomío?—inquirí.

»—Elferrocarril—contestó,mientrasque,introduciendolamanoentrelosharaposque lecubrían,sacabaa luzunenormerevólverColt,decalibre44,quellevabaalcinto—.Hepermanecidoahítodoeltiempoquefijamosenelcompromiso.Tresmeses.NomeConvienecontinuar.Trabajabadeconductordetren.

»Yaquéleraelferrocarrilendondehabíadeprestarmisservicios.Todolocualparece tortasymielencomparaciónde loquemedijoalcabodeunosminutos. El ferrocarril ascendía desde el nivel del mar, a orillas de Duran,hasta elChimborazo, que está a cuatromilmetrosde altura, paradescenderluegoalaciudaddeQuito,alotroladodelaCordillera,encaramadacomounnidodeáguilasentrelosmontes.Yeratanpeligrosoelcamino,quelostrenesnoviajabannuncadenoche.Losviajeroshabíandeapearseydormiren lasciudadesqueseencontrabanalpaso,mientrasqueeltrenaguardabaaquesehicieradedía.Cadatrensolíallevarunpiquetedesoldadosecuatorianos,queconstituíanelmayordelospeligros.Selessuponíaprotectoresdeltrencuandollegaraelcaso,peroalmenorasomode revuelta, seechaban los fusilesa lacarayseuníanalashordasdelossublevados.Yasabeusted;encuantoestallalarevueltaenunodeaquellostrenes,elprimergritodelosspiggotieseselde“mueran los gringos”. Y cuenta que como lo dicen lo hacen. En losdescarrilamientos,elquenomuereporaccidente,pereceamanoarmada.Nodejanescaparaningúngringoocosaqueleparezca;queéstaeslaaritméticadequeanteslehablaba,biendiferentedelanuestra.

»¡Diantre!Antesdeterminareldíahubedecomprobar,amiscostillas,queelexconductornohabíadichomentira.TuvolugarelpercanceenDuran.YohabíadepartirconlaprimeradivisiónhaciaQuitoalamañanasiguiente.Sólosalía un tren cada veinticuatro horas. Serían las cuatro de la tarde cuandoexplotaron las calderas del Qovernor Hüncoch, lancha acorazada quetransportaba los pasajeros del ferrocarril, atravesando el río, desde Duran aGuayaquil. Se hundió rápidamente. El accidente había sido fortuito, aunquelamentable.Peronopararonaquínuestrasdesgracias.Alcabodemediahoracomenzaron a llegar trenes abarrotados de pasajeros. Era día de fiesta y las

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gentesdeGuayaquil habían salidode excursiónpor los camposvecinos.Lamultitudregresabadelafiesta.

»Serían cosa de unas cinco mil almas. Hacináronse a orillas del río,desordenadamente,aguardandoalvaporcitoparacruzarlo.Elvaporcitoyacíabajo las aguas, de lo cual no teníamos nosotros la culpa. Pero según loscálculos aritméticos de los spiggoties, resultaba que sí. “¡Mueran losgringos!”, osó chillar uno de ellos, y como una ola se derramóinstantáneamente el saco de los garbanzos. La mayoría de los que nossalvamosdebimoslavidaalaceleridaddenuestraspiernas.Yocorríentoncesen pos del jefe de máquinas, con uno de sus hijos en brazos, hacia unalocomotora que comenzaba a arrancar.Media docena demujeres ymuchosniños yacían tumbados en el interior de los coches cuando conseguimosarrancar. Los soldados del piquete, que debieran haber protegido la vida ypropiedaddelosviajeros,volvieroncontranosotrossusarmas,ynoscostónopocotrabajoalejarnosdelalcancedesusdisparos.

»Acampamos en pleno monte y no volvimos hasta el siguiente día. Lachusma, alborotada, había hecho una limpieza general. Los vagonesdescubiertosylostechados,loscochesdeviajeros,laslocomotorasasmáticas,hastalascarretillasdemano,todohabíasidoarrojadodesdeelmuellealrío,formandounenormecatafalcoquesealzabaaflordeagua.Queríanquemarlacasacirculardelaslocomotoras,incendiarlosdepósitosdecarbónydemolerlostalleresdereparaciones.¡Oh,sí!Ylopeoresquehabíanapresadoatresdenuestros camaradas, que hubimos de enterrarmuy pronto. ¡Hace demasiadocalorenaquellastierrasdelSur!

Julián Jones hizo una larga pausa, y por encima del hombro observó desoslayolamiradaprohibitivayrígidadesumujer.

—¡Ah!Nocreaustedquemeheolvidadodelapalacra.

—Nide la tunantona aquélla—silbó lamujercita condisimulo, como sihablaraaunadelaspatitasquechapaleabanporlasuperficiedellago.

—Precisamenteibaderechohacialapalacra…

—Noteníasmotivoparapermanecerenunatierratanpeligrosa—lehurgósuesposa.

—Sí,Sara—arguyoelhombrón—.Entoncestrabajabayoparati.

Ycontinuandolarelacióndesuhistoria,medijo:

—Grandes eran los riesgos, pero los jornales no eranmenores.Algunosmesesganabamásdequinientosdólaresoro.Yademás,Sarameaguardaba,comopremiodemisfatigas,enNebraska.

—Dosañoshacíayaquemeteníaapalabrada—añadióellaconunmohín

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deprotesta,mirandoalaTorredelasJoyas.

—Lahuelgageneralporunaparte,ladesgraciaporotra,unastifoideasquecogí enAustralia, y otras cosas que tú sabes,me justifican. Además, habíaentrado en el ferrocarril con pie derecho.Mire usted: más de un camaradareciénllegadodelosEstadosUnidoscayóenelprimerodesusviajes.Cuandolasenfermedadesolosdescarrilamientoslesperdonaban,losspiggotiesdabanbuena cuenta de ellos. Estaba de Dios que fuera otromi destino. En ciertaocasiónsederrumbóporundespeñaderomimáquina;mequedésinfogonero;el inspector del material rodante, que casualmente se dirigía a Duran paracontraermatrimonio,cayóenmanosdelosspiggoties,quelecortaronconunanavaja la cabeza, la hincaron en una pica y la llevaron en procesión por lacomarca.Peroyotuvelafortunadequedarenterradodebajodeunmontóndecarbónmenudo,dondepermanecímientrasdurólarevuelta.Alcabodeundíay una noche, más apaciguados los ánimos, pude salir demi escondrijo. Sí;había entrado con suerte en el ferrocarril.Losdosúnicospercancesquemeocurrieronfueronunconstipadoquecogíyuncarbunclo,quenotuvomalasconsecuencias.Algunoscamaradas,encambio,moríancomomoscas,unosdefiebre amarilla, otros de pulmonía, quiénes de los spiggoties y cuáles delferrocarril.Lomástristeesquenuncapodíatenerunamigoconquiencharlaramigusto.Apenascomenzabaatenertratoestrechoconuno,cuandosemoríaolomataban.Solamenteuno,elfogoneroAndrews,sobrevivió,perosevolviólocoderemate.

»DesdeunprincipioalquilóenQuitounacasadeadobes,deestiloespañol,consutechumbredegruesostroncos,dondevivía.Nuncadiscutíanialtercabacon los spiggoties; hasta les permitía viajar de balde en el ténder o en lostopes. ¿Metermeconellos? ¡Ca! ¡Nipor ésas!Cuando JackHarris echódelténderapuñetazosaungrupodespiggoties,adivinóquenotardaríaenasistirasuentierro…

»Bueno; como iba diciendo, las cosas salían a pedir de boca, el cerdoengordando, como quien dice, y lamatanza rica en promesas.Quiero decir,que ibayoapilandomisbuenosdólaresconánimodevolverami tierradelNorteycasarmeconSara,cuandoundíameencontréconVahna.

—¡Latunanta!—silbóSara.

—¡Mujer!—suplicóelgigantescovarón—.¿Cómoquieresquehabledelhallazgode lapalacra sinmencionar aVahna?Unanoche, cuandoconducíahaciaAmato,queestáacuarentamillasdeQuito,unalocomotorasuelta,tuvolugar el encuentro. Era mi fogonero un tal Seth Manners. Le habíaencomendadoladireccióndelamáquinaparaqueseejercitaseporunaparteypara poder pensar en mi Sara ausente por otra. Acababa precisamente derecibir una carta suya, donde me rogaba el pronto regreso al hogar,

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encareciendolospeligrosquecorreporesosmundosunhombresolo,ymásenunpaísdeseñoritasyfandangos.¡Diosmío,siellalaspudieraverporunagujero!¡Sonverdaderosesperpentos!Lascaraspintarrajeadas,pálidascomocadáveresyloslabiosrojoscomolasangre.

»EraunanocheencantadoradeAbril;niunabrisaalentabaenelaire.UnalunaenormedeplatabrillabasobrelacimadelChimborazo.Esunamontañamás que regular. El ferrocarril serpea por sus cumbres a cuatromil metrossobreelniveldelmaryelpicachomásalto se remonta todavíamásdedoskilómetrosporencima.

»Acaso un vago adormecimiento se apoderaba de mí. De repente cerróSeth los frenos, tan de improviso, que a poco más salgo disparado por laventanilladelacabina.

»—¿Quéeseso?—comencéadecir.

»—¡Maldito sea! —rugió Seth, cuando ambos nos asomábamos a laventanillaparaverelbultoqueestabaatravesadosobrelavía.

»Coincidimos Seth y yo en nuestras apreciaciones. Era una muchachaindia. Le ruego que repare en que los indios no son spiggoties, ¿eh? Sethconsiguiódetenerlalocomotoraapocosmetrosdelamuchacha.Ella…

ObservélaformarígidadeSara,aúncuandodisimuladamenteaparentasedistraerseenobservarlosjuegosdelospatosquesezambullíanhastaelfondosomerodellago.«¡Latunantona!»,murmuródeprontoentonoconminatorio.Jonessedetuvoalescucharla.Luegoprosiguió.

—Ella era una muchacha alta, esbelta y gentil. Los cabellos negros,larguísimos,lecubríanlasespaldasyloshombros.Enpie,sinmiedoalguno,extendíalosbrazoscomosiquisieradetenerlamáquina.Llevabaunaespeciedeclámide,quenoeraprecisamenteunvestido,sinomásbienunaspielesdeocelote,suavesysedeñas,queadheridasalcuerporevelabansusformas…

—¡Ea! no te detengas en detalles. Sigue tu historia—suspiró enojada laseñora de Jones. Julián prosiguió, como si no hubiese advertido lainterrupción.

—¡Miraqueponerseenlavíaparadeteneraunalocomotora!—dijeaSethdisgustado,mientrasmeapeabaporlaparteanteriordelamáquina.

»Me dirigí directo hacia la muchacha. Había cerrado los ojos, con lospárpadosapretujados,y temblabacon talviolencia,quese laveía tiritara laluzdelaluna.Llevabalospiesdesnudos.

»—¿Quédiabloshacesaquí?—ladijeentononadagentil.

»Ella se sobresaltó, parecía como, si saliera de su ensimismamiento, y

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abrió los ojos. ¡Digo! Eran unos ojos grandes, negros, hermosos. Créameusted.Dabagustomirarla.

—¡Latunanta!—gritóSara—.

Lospatossealejaronasustadosaprudentedistancia;peroJuliánJones,quehablabaconentusiasmo,nosedetuvo.

—¿Porquéquierespararlalocomotora?—ledijeenespañol.

»No respondió ni media palabra. Me miró, volvió luego a mirar a lamáquinaestrepitosa,yporúltimosedeshizoenunmardelágrimas.Locualconfesaráustedqueesunaconductapococomúnentreindias.

»—Si te pones en medio de la vía al paso del tren —la amenacé enespañol, imitando el dejo de los spiggoties—, te vas a estrellar contra lostopes.Lamáquinateharátrizas.

»No hablaba yo entonces muy bien el español, pero comprendí quemeentendía, si bien sacudía la cabeza sin hablar. Pero, caballero, ¡era unahermosuraaquellachiquilla!…

Volví el rostro para mirar, temeroso, a la señora de Jones, que debiósorprendermeporelrabillodelojo,porquedijo:

—Sinohubierasidotanguapa,¿creeustedqueestemajaderoselahubiesellevadoasucasa?

—Nohablesasí,Sara—protestóél—.Esonoestábienenunamujercomotú.Además…Bueno.

»—¿Vamosaestaraquítodalanoche?—mepreguntóSeth.

»—Ven,sígueme—dijealamuchacha—.Subealamáquina.Otraveznointentesdeteneraltrenentredosestaciones.

»Ellamesiguió;perocuandoponíayoelpieenelestribo,mevolvíparaayudarlaasubir,ymeencontréconquehabíadesaparecido.Bajóotravezalavía. No quedaba ni rastro de la muchacha. Arriba y abajo se erguían unosacantiladosinaccesiblesylavíaseextendíaenlínearectaaunoyotrolado,clara y descubierta. Por fin la encontré agazapada debajo de los topes, tanpegada a ellos, que por poco la piso. Si hubiese arrancado la máquina lahubiéramostriturado.Aquellomedesorientaba.Nosabíayacómointerpretarlas acciones de lamuchacha.Acaso quería suicidarse. La agarró rudamentepor lasmuñecas, y de un latigazo la hice incorporarse. Entoncesme siguiócomouncorderillo.Lasmujeres,aunqueseanindias,sabencuándounhombreestádecididoatodo.

Miré primero al Goliat, luego a sumujercita de ojillos de pájaro, ymepreguntésialgunavezhabíaestadoéldecididoatodoconrespectoaella.

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—Sethladiounpuntapiéalrecibirla.Yolaempujéalinteriordelacabinaylahicesentarseamilado…

—Por lo visto, Seth estaba demasiado ocupado con la dirección de lamáquina—observóirónicamenteSara.

—Tenía que aprender a manejarla. ¿Qué tiene de particular?—protestóunavezmáselgigante—.YasíllegamosaAmato.Lamuchachanoabrióelpicoen todoel camino.Apenasdetenida la locomotora, ella sepusoenpie,saltóa tierraydesapareció.Tan rápidamentecomose locuento.Ni siquieradarlasgracias.Nada.

»Peroalamañanasiguiente,cuandoíbamosasalircondirecciónaQuito,con una docena de vagones descubiertos cargados de rieles, la encontramosescondidaenlacabina.Yalaluzdeldíapudecerciorarmedequeeramuchomásguapadeloquemehabíaparecidoporlanoche.

»—¡Ja,ja,ja!—prorrumpióSeth,conunguiñomalicioso—.Parecequetehayaadoptadocomoprotector.

»Asíloparecíaalmenos.Nosmirabacomounperrillocariñosoymimadoa quien han sorprendido devorando las salchichas de la alacena y que, sinembargo,sabequenolehandelevantarlamano.

»—¡Largodeaquíenseguida!—ladije.

»Sethseriodemí.

»—Notelaquitarásdeencimatanfácilmente—medijo—.Túlasalvastelavida.Tieneshuéspedpararato.

»—¡Cá,hombre!Sifuistetúquiendetuvolamáquina.

»—Ella cree que fuiste tú, que es lo que importa—me respondió—, yahoratepertenece.Taleslacostumbredelpaís,quenodebierasignorar.

—¡Salvajadas!—dijodespectivamenteSara,ysibienesciertoqueparecíaextasiarse en la contemplación de la Torre de las Joyas, yo sabía que noreparabaprecisamenteenlasbellezasdelaarquitectura.

—Lamuchachaestádispuestaametérseteencasa—comentóSeth,nosinfruncirloslabiosenunamuecapicaresca.

»Yo ledejé fantasear a sugusto, pero leordené luegoque sededicase aalimentarelhogardelacaldera,afindequenomemolestarademasiadoconsu charla. Bueno; cuando llegamos al lugar en donde la noche anteriorhabíamosrecogidoa lamuchacha,paréel treny la invitéaquedescendiera.Ellasehincóderodillasamispies,seabrazóamispiernascomosifueransusbrazosunatenazaymebañódelágrimasloszapatos.¿Quéquiereustedqueyohiciera?

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UnligeromovimientodeinquietudporpartedeSarameadvirtiódeloqueellahubierahechoensemejanteocasión.

—En cuanto llegamos a Quito, la muchacha obró como en la estaciónanteriorobrara,estoes,desapareció.Saranoquisocreernuncaenlasensaciónde libertadydesahogoqueyoexperimentabaalverme librede la india.Meencaminóhaciamicasonadeadobes,dondedevorélaexquisitacenaquemicocinera me había preparado. Era ésta una mestiza de spiggoty e india; sunombre, Paloma. Sara sabemuy bien, porque ya la he informado repetidasvecesdeello,quelacocinera teníamásde lechuzaviejaquedepaloma.Nopodíacomersilateníadelante,porquedesóloverlasemeibaelapetito.Peroeraaseada,preparababienlascosas,mecuidabaconesmeroyescatimabaelgastoenelmercado.

»Alatardecer,luegodehaberdormidolasiesta,meencontróenlacocinaconlamalditamuchacha,queandabacontaldesparpajocomosiseencontraraensupropiacasa.Paloma,encuclillasalospiesdelamocita,lafriccionabalas rodillas, como suele hacerse con los reumáticos, canturriando ciertagraciosacanción,alcompásde lafriega.Yomedespachéamigusto.ComosabemuybienSara, nuncapude tolerar a ningunamujer enmi casa; joven,guapaysoltera,seentiende.PeroPalomatomóasientoalladodelamuchachaymellamónecio,tunante,tonto,majaderoyotrasmillindezasaqueproveelaabundancia del léxico castellano. Era Paloma de un hablar tan gracioso yflexible, que conquistaba el corazón de cualquiera. Era, además, honrada acartacabal,aúncuandono lequedaseniunsolodienteyaunquesufealdadquitaralasganasdecomeraunhambriento.

»Tuvequeceder.¿Quéotroremediomequedaba?NuncamequisodecirPaloma la razón por la cual se había puesto de parte de lamuchacha. Si laestrechabamucho a preguntas, contestaba que le hacía falta unamujer paraqueatendiesealasfaenasdelacasa,aunqueyosabíaqueella,viejaytodo,sebastabaysobrabaparaestosmenesteres.Vahna,porotraparte,nodabaguerra,nimolestias,nigastos.Permanecíasiempreencasa,conversandoconPalomaoayudándolaensusquehaceres.Notardé,sinembargo,enaveriguarquevivíainquieta y asustada.Alzaba el rostro iluminado con un destello de ansiedadcada vez que alguien llamaba a la puerta.Más de una vez quise sonsacar aPaloma para queme revelase elmotivo de aquella tortura; pero la vieja selimitaba,portodarespuesta,aponerseenactitudsolemneyamanifestarconunmovimientodecabezaqueelinfiernoenteroestabaapuntodecaersobrenuestracasa.

»YundíarecibióVahnaaunvisitante.Acababadellegaryodeunademistravesías y me había quedado acompañándola, deber que la galantería meimponía,aunquesemehubierametidoderondónencasa,cuandodeprontovique su rostro se transfiguraba en un gesto de ansiedad. A la puerta, en el

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umbral, percibí a un muchacho indio. Se parecía mucho a Vahna, si biensemejabamásjovenymássucio.Ellalointrodujoenlacocinayallídebierontenerunaconversacióninterminable,porqueelmuchachonosemarchóhastabienentradalanoche.Alasemanasiguienterepitiólavisita.Noestabayoencasa.Cuandoregresé,Palomameentregóunapalacraqueel indiomehabíatraídoapeticióndeVahna.Eraunamasadeunasdoslibrasdepeso,quebienvaldríasusquinientosdólares.PalomamedijoqueVahnaqueríapagarmesuhospedaje,yyo tuvequeguardarme lapalacraa findequenosealterase lapazdemicasa.

»Más adelante, al cabo de muchos días, se presentó otro visitante.Estábamossentadosalamordelalumbre…

—Losdos,élylatunanta—aclarólaseñoradeJones.

—YPalomaademás—seapresuróarectificarél.

—Bueno,lostres:elcaballero,lacocineraylahuésped—asintióella.

—¡Oh,confiesoqueVahnamemirabaconmuybuenosojos!—dijoJonesdespreocupadamente; y luego añadió, precavido—: Con demasiados buenosojos,parasunial,porqueyomalditoelinterésqueledemostraba.

»Bueno; pues como iba diciendo, recibió a otro visitante. Era un indioanciano,alto,delgado,decabezablancaycaradeaguilucho.Penetróencasasinhaberllamado,resueltamente.Vahnadioungritodeespantoyselanzódehinojosamispies,conmiradasuplicantedegacelaquenoquieremorir.

»Luego,duranteunminutoquepareciólargocomounavida,elviejoylamuchacha estuvieron mirándose de hito en hito. Paloma fue la primera enhablar,en la lenguadelviejo,segúndeduje,porqueéste lecontestó. ¡VotoaSanes! ¡Y aquel hombre no era ni el más alto ni el más fuerte de la casa!Palomatemblabacomounaazogadayhastasehumillabaaladvenedizo,comosi fuese una perra servil. Y todo esto enmi casa. De buena gana le habríaechadoapuntapiéssielrespetoalascanasnomedetuviera.

»¿Serían tan terribles, como sus efectos lo publicaban, aquellas palabrasqueel indiodirigíaaVahna?¡Digo!¡Siescupíamásquehablaba!…Palomaseguíagimiendoydisputando.Deprontodijoalgoqueprodujogranemociónen el anciano. Con la cara desencajada dirigió a Vahna una pregunta. Lamuchacha se quedó como atontada, inclinó la cabeza sobre el pecho y seruborizó, dandopor toda respuestaunapalabrayunmovimientode cabeza.Entonceselindiogirósobresustalonesysefuetancampante,conlamayornaturalidadycampechanía.Supongoqueellaledijoqueno.

»En lo sucesivoVahna se quedaba aturdida y confusa cuantas vecesmeveía.Estuvoduranteunatemporadarecluidaycomoembobada,sinsalirdela

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cocina.Peroalcabodemuchosdíasvolvióapresentarseenelsalón,tímidayturbadatodavía,consusojazosenormespendientesdecuantoyohacía…

—¡Lamuytunanta!…—oíquedecíaunavozensondequeja.

Mas ya Julián Jones y yo nos habíamos acostumbrado a tan inocentesinterrupciones.

—Noniegoquehabíacomenzadoa interesarmepor lamuchacha…¡Oh!NiquedecirtienequeenmuydistintosentidodelqueSarapiensa.Loqueamímetraíapreocupadoeraaquelpardepalacras.SiVahnamedijeradedóndelashabíanrecogido,podríayodarunpuntapiéamiferrocarrilycambiarporSarayNebraskalastierrasmontaraceseinhospitalarias.

»Un día recibí cierta carta de Wisconsin, portadora de noticiassensacionales. Había fallecido mi tía Elisa, dejándome en herencia la máshermosa de sus haciendas. Di una voltereta de puro contento.Más hubiesevalidoquereprimiesemialegría,porqueentrelaherenciayyoseinterponíanaún los abogados y la justicia, queme dejaron sin un centavo y empeñado.Ellosfueronlosúnicosherederos.Aúnestoypagandolosvidriosrotos.

»Peroestovinodespués.Yono losabíaentonces.Mepreparéparapartirhacialatierrabendita.Palomasepusotriste;Vahnalloró.“¡Notevayas!¡note vayas!”, me decía a todas horas. No hice caso de llantos ni penas, yconfiadoenmibuenasuerteescribíaSara…Ellalopuededecir.

»Aquella noche, al amor de la lumbre, parecía nuestra compañía unfuneral.Porfin,Vahna,porprimeravez,sedecidióahablarsinmiedo.

»—Notevayas.Yoteenseñaréel lugarendondemihermanorecogelaspalacras.

»—Esdemasiadotarde—contesté.Yledijeelporqué.

—Sí; ledijoqueyoaguardabaenNebraska—explicólaseñoradeJonesfríamente.

—¿Quéganabayo,Sara,conherirlossentimientosdelicadosdeunapobreniña?Noledijeeso,porsupuesto.

»CambiaronellayPalomaalgunaspalabrasenlenguaindia.LuegoVahnadijo:

»—Si no te marchas, te enseñaré la palacra más grande del mundo. Lamadredetodaslasdemás.

»—¿Cómoesdegrande?—pregunté—.¿Tantocomoyo?

»Vahnaserio.

»—Muchomásgrandequetú—repuso.

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»—Nosuelencrecertanto—laobjeté.

»Pero ella me aseguró que la había visto, y Paloma vino en su ayuda.¡Caracoles! Si era verdad lo que decían, aquella palacra valdría muchosmillones. Paloma no la había visto, pero lo sabía de referencias. El sitio endondeestabaerasecretodetribu,queaella,siendomestiza,nolehabíasidoconfiado.

JuliánJoneshizounapausaysuspiró.

—Tantomeofrecieronelcebo,quealfinpiquéelanzuelode…

—¿Delatunanta?

—No, hija mía, el de la palacra. Con la herencia de mi tía Elisa podíaconsiderarmelobastanteacaudaladoparaabandonarelferrocarril,peronolosuficienteparaqueosaravolverlaespaldaalafortuna.Nopodíapormenosdecreereneltestimoniodeaquellasdosmujeres.¡Diantre!Ibaaconvertirmeenun nuevo Vanderbilt o en un J. P. Morgan. Con tales pensamientos en laimaginación, traté de sonsacar aVahna para queme transmitiera el secreto.Ellasecerróalabanda.

»—Imposible—dijo.

»—Hasdevenirtúconmigo.Dentrodedossemanasestaremosderegresocontodoeloroqueentrelosdospodamoscargar.Seríaconvenientellevarunburroounareata,sinoestorba—sugerí.

»No era posible, según la opinión de Vahna, que Paloma compartía. Secorríaunriesgoterrible.Losindiosnoscogerían.

»Partimoslosdos.Viajábamosdenocheydormíamosdedía.Lalunaclaray llena iluminaba los montes. Vahna no me permitía encender hoguera, desuertequehubedesufrirlatorturadenoprobarmicafé.Ascendimosporlasmontañas regias del macizo fundamental de los Andes, donde la nieveobstaculizaba el camino,ygracias aque lamuchacha conocíamuybien losrastros,pudimosllegaralametadenuestrasjornadasalcabodeunasemanade fatigosa ascensión. Conozco perfectamente la ruta, porque llevaba unabrújula de bolsillo queme indicaba el rumbo, que es lo único necesario.Elpico de la montaña no tiene pérdida. No existe en el mundo ninguna cimasemejante. Por el momento, es innecesario que yo le describa la formaparticular;perocuandosalgamosdeQuitoustedyyo,verácómolellevoalláconlosojoscerrados.

»Laascensióneradificultosísima.Nadiepodríaosarescalarpor lanocheaquellamontaña.Emprendimoslasubidaalamanecer,ycuandoalcanzamoslacumbre, hacía ya tiempo que se había puesto el sol. Podría relatarle mildetallesdeaquellajornada,queahorroenhonoralabrevedad,pornocansarle

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demasiado.Rematabaelpicounamesetallanaylisacomomesadebillar,deun acre de superficie poco más o menos y limpia por completo de nieve.Vahnamedijoquelasrachasdeviento,muyfrecuentesallí,barríanlameseta.

»Me sentía mareado. El mal de las alturas se apoderó de mí con talintensidad,quehubedeacostarme largoratopara reponerme.Luegosalió laluna.Suluzblancaloiluminabatodo.Tendílavistaentorno.Niseveíaniseolíanadaqueseasemejasealoro.CuandopreguntéaVahna,serioysepusoabatirpalmasdecontento.Entretanto,volvíasentirelmaldelasalturasymesentóenunarocaparadescansar.

»—Prosigamos—dije cuandome sentímejor—.Deja de tontear y dimedóndeestálapalacra.

»—Tancercadetumanoderecha,quecasitequemas—repuso,abriendodesmesuradamente sus ojazos negros en ademán pensativo—. Todos losgringossois iguales.Eloro reinaenvuestrocorazón.Lasmujeresnosomosnadaparavosotros.

»Nocontesté.TampocoeraaquéllaocasiónparaqueyolehablasedeSara.Vahnasacudiólacabezacomosisedesprendieradesustristespensamientosycomenzódenuevosusrisasimportunas.

»—¿Quétalteparece?—preguntó.

»—¿Qué?

»—Lapalacra.Estásencimadeella.

»Diunsaltocomosimehubiesesentadoenunhierrocandente.Nohabíaallínadamásqueunaroca.Sentíquedesfallecíamiesperanza.Oellasehabíavuelto loca, o se estaba burlando de mí. Ambas hipótesis me parecíaninaceptables.Medioentoncesunhacha,ydijo:

»—Daleuntajoaesapeña.

»Laobedecí.Comencéarepartirmandoblazos,yacadagolpeseabríaunaraja en la piedra, por donde surgía un brillo amarillento y metálico. ¡ViveDios!¡Eratodounpeñascodeoro!…

JuliánJonesse irguiócomouna torre,extendidos losbrazosycon la fazvueltahaciaelcielodelSur.Uncisnequeseacercabaenapacibleactitudseespantóalverle,yhuyó,rompiendoenunaestelalasaguasdellago.Jonesdioun paso atrás, bruscamente, y atropello a una señora obesa. Lanzó ésta ungrito, mientras que por tierra se desparramaba un saquito de cacahuetes,cariñosaofrendaquetraíaparalospatos.Élsesentóydijo:

—¡Oro! ¡Era oro, como se lo digo, tan puro y blando que pude cortaralgunas esquirlas! Estaba cubierta la roca con una capa de asfalto o laca,

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impermeablealalluvia.Nohayqueextrañarsedequeconfundieralapalacraconalgunaroca,porquetendríaunosdiezpiesdelargoporcincodeancho,enforma de un huevo apuntado por los extremos.Mire. Aquí tiene usted unamuestradesucomposición.

Sacó del bolsillo una caja de cuero, de la cual extrajo un objetocuidadosamenteenvueltoenpapeltela.Ydepositóenmismanosunpedazodeoropurísimo,deltamañoaproximadoquetienenlasmonedasdediezdólares.Aúnquedabanenalgúnsitiotrozosdelasustanciaconquehabíasidopintado.

—Arranqué este trozo de uno de los extremos a fuerza de hachazos—prosiguió Jones, envolviendo el objeto y guardándolo en la caja—.Gozosamentemeloguardéenelbolsillo.Depronto,sentíunavozprofundaamisespaldas,semejantealgraznidodeuncuervo.Mevolvísobresaltado.Erael viejo indio de rostro de aguilucho que una noche había penetrado enmicasa.Yconélveníanunostreintaindios,jóvenes,desarrapados,sucios.

»Vahnasedesplomóycomenzóallorar.

»—Levántate—ledije—,ytratemosamistosamenteconellos.

»—¡No,no!—dijollorando—.Eslamuerte.¡Adiós,amigomío!…

»—Entonceslevántateyluchemos.Venconmigo—ladije.

»Asílohizo.Sedefendíamordiendoyarañandocomounleopardo.Yonoestabaocioso,sibienfueranmisúnicasarmaselhachaylosbrazos.Peroeranmuchos los enemigos y no tenía tampoco amis espaldas una pared adondearrimarme para evitar los golpes traidores.A los pocos instantesme habíanabiertolacabezaporaquí.Toqueestaherida.

Y quitándose el sombrero, me hizo hurgar con el dedo las matas decabelloscolordearenahastahundirloenunacicatrizprofunda,deunosochocentímetrosdelongitud,quecalabaelhuesodelcráneo.

—Cuandovolvíenmí,Vahnayacíatendidaencimadelarocadeoroyasuladoelviejoindioderostrodeáguilarezongabasolemnementeunaespeciederecitadoreligioso.Enlamanodiestraempuñabauncuchillodepiedra.Yaloshabrávistousted.Sonagudos,finosydeunapiedrasemejantealaobsidiana,con la que suelen confeccionar sus flechas. No me quedaban fuerzas niarrestos para alzar lamano. Estaba demasiado débil. El cuchillo había sidoreservadoparaVahna.Amínopodíanconcedermeelhonordeserinmoladoenelpicosagrado.Mearrojaronporlaspendientesescarpadascomoquientiraunabasura.

»Aún veo la luna desleída en unmar de plata sobre los picos de nieve,cuyaimagenmeempapabalosojossegúnrodabapeñasabajo.Eldespeñaderotendríaunosdoscientosmetrosdeprofundidad;sóloqueyono lorodé todo.

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Tuvelafortunadequedarmeenganchadoenunagrietaquesehabíaabiertoenlanieve.Cuandovolvíenmí,alcabodemuchashoras,porqueyabrillabaelsolenloalto,meencontréenunacuevaotúnelquelasaguasderretidasdelmonte,aldescender,habíansocavadoenlanieve.Aunoyotroladoseabríauna sima salvaje. Hubiera caído unos palmos más allá y mi perdición notendríaremedio.Fueunverdaderomilagromisalvación.

»Pero la pagué a buenprecio.Hubieronde transcurrir dos años antes dequemepercataradecuantohabíaacaecido.SólosabíaquemellamabaJuliánJones,quefuidelos“negros”enlahuelgageneralyquemehabíacasadoconSara. Ignoraba cuanto hubiese ocurrido entre una y otra fecha, y cuandomimujercita trataba de hablarme de ello, me entraba una jaqueca terrible. Nodebíaandarbiendelacabeza.

»Yluego,unanoche,alaluzdelaluna,sentadosenelportaldelacasadecampoquemisuegroposeeenNebraska,Saravinoconestaesquirladeoroymelapusoenlamano.Alparecer,lahabíaencontradorecientementeentrelaropaalrevolverelbaúlquetrajedelEcuador;aunquenimeacordabadehaberestadoen talpaís,nienAustralia,nienpartealguna.Bueno;puesentonces,estando allí sentado, con la piedrecita de oro en lamano, dándole vueltas ymásvueltasycavilandoquéfueraydedóndelahabríantraído,sientodentrodelacabezaundolorintenso,comosimehubieranmordidolossesos,ycomosise rasgaraunvelo,veoaVahna tendidasobre laenormepeñadeoroyalviejo de cara de aguilucho con el puñal de piedra en lamano, y… todo lodemás.Estoes,todolodemásquehabíapasadodesdequeabandonéNebraskahasta el momento en que me despeñaron por las enriscadas laderas de lamontañadenieve.Ignoro,porquenohevueltoarecordarlo,loquesucedieradespués.CuandoSaramedijoqueyoerasuesposo,noqueríacreerla.Hubode llamar a toda su familia, a los colonos y al cura, para que el testimoniounánimedetodosmeredujeraapartido.

»MástardeescribíaSethManners.Aúnnolehabíamatadoelferrocarril.Élmelocontó todo.Puedoenseñarlesuscartas.Las tengoenelhotel.Dicequeundía,cuandohacíasutravesíadecostumbre,meviovenirarastrasporlavía.Me tomóal principioporuna terneraounmastín.Noparecía, ni enrealidadloera,unserhumano.Luego,porlacuentaquehepodidoechar,hededucidoquehabíantranscurridoyadiezdíasdesdequemearrojaronporeldespeñadero.Noséloquehabríacomido,siesquehabíacomidoalgoentodoaquel tiempo. Luego vinieron los doctores, los cuidados de Paloma, laconvalecencialargaydura.Alfinseconvencierontodosdequehabíaperdidoeljuicio,ylaCompañíamedevolvióaNebraska.AsíalmenosmeloescribióSeth. Yo no sé nada. Sara está mejor enterada porque mantuvocorrespondenciacon laCompañíahastaquemeembarcaron,enviándomederegresoamipaísnatal.

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LaseñoradeJonesasintióconunmovimientodecabeza,suspiróydioaentenderqueestabadeseosademarcharse.

—Desdeentoncesestoyimposibilitadoparatrabajar—prosiguiósuesposo—.Y loqueespeor,nosédedóndesacardineroparapartirenbuscade lapalacra. Sara tiene dinero de su propiedad, pero no consiente en soltar nimediocentavo…

—Noquieroquevuelvanuncamásasemejantepaís—exclamó.

—Pero mujer, ¡si la pobre Vahna murió! Tú lo sabes—protestó JuliánJones.

—Yonosénadadenada—repusoelladecididamente—.Yosóloséqueaquélnoesunpaísbuenoparaunhombrecasado.

Apretó los labios y se puso a contemplar una estrella invisible quecomenzabaaencenderseentrelaslucesopacasdelatardecer.

—¿Ycómoexplicaustedqueestuvieraensemejantelugaraquellamasadeoro?—preguntéaJuliánJones—.¿Setratadeunmeteoroauríferoquehabrávenidodelcielo?Denoserasí…

—Nadadeeso.Losindioslohantransportadohastaelpicodelmonte.

—¿Siendoelmontetanempinado?¿Yunapiedradetantopesoytamaño?—inquirí—.

Lo cual es sencillísimo. Muchas veces me he planeado yo ese mismoproblema desde que recobré la memoria. Solía pasarme horas y más horashaciendo números y cábalas para resolverlo. ¿Cómo pudieron haberlotransportadolosindios?Hastaquealfindiconlasolución.Nolollevaron.

—Haceunmomentohadichoustedquesí.¿Enquéquedamos?

—Lo llevaron y no lo llevaron, ¿me entiende? —fue su enigmáticarespuesta—.Claroestáqueellosnocargaronconunapiedra tanmonstruosacomoaquélla.Loquehicieronestransportarpocoapocosucontenido.

Se detuvo, hasta que leyó en la expresión de mi semblante que le ibacomprendiendo.

—Yluegoderritierontodoeloroolosoldaronamartillo,hastaformarunasolapieza.YasabeustedquelasgentesdePizarrorecorríanelpaísenbuscade oro. Los indios ocultaron todo el que pudieron en aquella montañainaccesible. Y allí está aguardando a que yo, o usted, o los dos juntos lorecojamos,siaustedleparecebien.

YaquíterminómiamistadconJuliánJones,albordedelalaguna,frentealpalaciodeBellasArtes.Comoyomanifestaraestardeacuerdoconelproyecto

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de la aventura, me prometió venir a mi hospedaje al día siguiente por lamañana,conlascartasdeSethMannersydelaCompañíadelFerrocarril,afinde concluir el trato. Pero Julián Jones no cumplió su palabra. Por la tardetelefoneéalhotel,dondemeinformaronqueelseñorJonesysuesposahabíanpartidoaquellamañana,aprimerahora,encompañíadesusequipajes.

¿Se lo llevaría su esposa, a las buenas o a las malas, a la granja deNebraska?Yo sólo séque al despedirnos creí descubrir en el rostrodeSaraunasonrisavulpinaquemerecordólaimagenenigmáticadeMonaLisa…

ALOHAOE

EnningúnpuertodelmundosecontemplansalidasdevaporessemejantesalasqueelviajeropercibeenelmuelledeHonolulú.Elgrantrasatlánticoestápresto a partir.El vapor se comprime ansioso en las calderas comoun grananimal enjaulado. Un millar de seres humanos se apiñan sobre la cubierta.Milesdepersonaspermanecenenlosmuelles.Príncipesyprincesasindígenas,reyesdelazúcaryaltospersonajesoficialesdelterritorio,paseanaorillasdelmar, y allá lejos, alineados en largas hileras, se hacinan los carruajes yautomóviles de la aristocracia, que la policía indígena procuramantener enorden. En el puerto, la Banda Eeal de Hawai entona el Alona oe, y acontinuaciónlaorquestadecuerda,formadapormúsicosindígenas,respondedesde lacubiertadel trasatlántico, tañendo lamelodía lánguidayapasionadacomosuspirodeamor.Unacantanteindígenalevantasuvoz,comogorjeodepájaro,entreelacompañamientodelosinstrumentosydeltumultuosorumordelosmúltiplesydiversosruidosqueprecedenalasalidadelbarco.Ladulcevoz vibra como dulzaina argentina, poniendo su nota clara, límpida eincomprensibleenlagranorquestadelosadioses…

Alolargodelacubiertainferioryapoyadosenlabarandilladelbuque,sepercibeunahileradeseismozuelos,consusvestidoskaki,ycurtidosrostrosdeoro,quehablandetresañosdecampañabajoelardientesolmeridional.Noes,sinembargo,paraellosaquelladespedidaruidosa;niparaelcapitán,todovestido de blanco, que desde el alto puente, lejano como las estrellas,contemplaimpasibleeltumultoqueallá,muypordebajo,sedesencadena.NisuenanaquellosadiosesparalosjóvenesoficialesqueregresandeFilipinas,niparalasseñorasdeblancocutis,maltratadoporlosrigoresdelclima,quejuntoaellosestánreunidasalcostadodepopa.EnelpaseodecubiertasepercibeelgrupoqueformanalgunossenadoresdelosEstadosUnidosconsusesposasehijas respectivas. Durante todo el mes, el festejado grupo senatorial harecibidolosobsequiosdelosisleños.Paraelloshansidobanquetes,bebidas,

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brindis y atenciones. Además de ser tratados a cuerpo de rey, se les hasuministradosuficienteinformaciónestadísticasobrelasgloriasyrecursosdeHawai, y para que contemplaran la realidad con sus propios ojos, se les hahecho escalarmontañas de roca, picos volcánicos y cañadas y barrancos depiedraylava.EltrasatlánticovieneaHonolulúenbuscadelalegreyfestejadogruposenatorial,yparaellossonaquellosrumores,cánticosymúsicasdelagranorquestadelosadioses.

Lossenadoresestabancoronadosconguirnaldasyataviadosconflores.Elrobusto cuello del senador Jeremías Sambrooke aparecía, así como elmajestuoso y amplio pecho, materialmente sepultado bajo las guirnaldasflorecidas.Lacabezayrostro, tostadosporelsol,surgíanentrelaabundantemasa de capullos y hojas, respirando salud y bañados de sudor. El senadorcondenaríasindudaparasusadentrosaquellasfloresabominables,ycuandocontemplaban sus ojos de estadista a la multitud que se aglomeraba en elmuelle,noveríalosmaticesdelabelleza,sinolacantidadyvalordeltrabajo,las factorías, ferrocarriles y plantaciones lejanas que toda aquella multitudrepresentaba.Veíaconlosojosdelpensamientorecursos,desarrolloyriqueza,yocupadoensemejantesimaginacionesdeprosperidadmaterial,noreparabaen supropia hija, que a su lado charlaba conun jovenvestido con elegantetraje de verano y sombrero de paja, cuyas vehementes pupilas jamás seapartabandelrostrodelaniña.SielsenadorJeremíashubiesetenidoojosparamirarla,habríaechadodeverquelajovendequinceaños,niñatodavíacuandollegaraalterritoriodeHawai,sehabíatransformadoenhermosamujer.

Hawai goza de un clima sazonador, y Dorotea Sambrooke había sidoexpuestaasusinfluenciasenexcepcionalesypropiciascircunstancias.Unmesantes era una niña delicada, delgadita, pálida; sus azules ojos parecíanfatigadosafuerzadeposarsesobre lasáridaspáginasde los libros,ydiríaseque en su mirada turbia y apagada fulgía una añoranza misteriosa porcomprenderelsignificadodelavida.Ahorasusmiradasresplandecían,cálidasy luminosas, coloreaban sus mejillas los besos del sol y todo el cuerpoexhalabalapromesadeunapróximaylozanaplenitud.Loslibrosestuvieronabandonadosduranteaquellosdías,porquesudueñahabíacomenzadoagustarlaalegríadeleerenelgranlibrodelavida.Habíaaprendidoacabalgarsobrefierospotros,aescalar lospicosdelosvolcanesyanadarenlosrompientesdel Océano. Los trópicos destilaron en su sangre la savia vitalizadora delclima,iluminándolaconelfuegodelaenergía,delcolorydelaluz.Ydurantetodo un mes había vivido en compañía de un hombre, Stephen Knight,atlético,robusto,quesurcabalasolasdelaplayacomosifueraeldiosdeorode losmares, que domeñaba en las ganaderías los salvajes potros y saltabasobresuslomos,sometiéndolesasualbedrío.

Dorotea Sambrooke no había reparado en su propia transformación. Su

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conciencia continuaba siendo la de la niña de antaño. Sorprendida yapesadumbrada,observabalaconductadeSteveenaquellahoradeladiós.Lehabía considerado siempre como lo que hasta entonces había sido: elagradable compañero de sus juegos; pero ahora, en el momento de laseparación,selepresentabadeotramanera.Hablabaexcitadounasveces,sinconexión las otras. Guardaba largas pausas de silencio que rompía conentrecortadas frases.Aveces parecía como si no escuchase las palabras queDorotea le dirigía, y cuando prestaba atención, no solía responder con lasolicitud acostumbrada.Además, ¡lemirabadeunamanera!Nunca sehabíafijadoen aquel luminoso fuegoquebrotabade susojos; había en ellos algoperturbador,algoquelainspirabaunterrorsupersticioso.Nopodíamirarlosdefrentey los párpadosde la niña tendíandevez en cuando sobre los ojos supúdico velo protector. Todo aquello semejaba cosa de hechizo yencantamiento, y ella no podía por menos de volver a contemplarcontinuamente aquel «algo» luminoso, imperativo y vehemente que nuncapercibiera en los ojos de un hombre. Además, sentíase oprimida por unaextrañaemocióndeaturdimiento.

La sirena gigantesca del trasatlántico silbó con ensordecedora bocanada.Lamultitud,coronadadeflores,seabalanzóalbordedelmuellecomounaola.Dorotea Sambrooke se tapó las orejas con los dedos, y mientras fruncía elrostroconungestodemimosodisgustocontraelmolestosilbidodelasirena,volvieron a reparar sus ojos en aquella mirada imperativa, anhelante yluminosa que brillaba en los de Steve. El joven contemplaba abstraído elreflejodenácarconquelosrayosdelsolcrepuscularcoloreabanaltrasluzlasdelicadasytransparentesorejasdelaniña.Ella,entanto,admirabafascinadaycuriosaaquel«algo» inexplicablede losojos, tan insistentemente,queStevesediocuenta.Doroteahabíadescubiertosusecreto.Elruborlesubióalrostroy las palabras brotaron entrecortadas como balbuceos en sus labios.Ambosestaban azorados y vencidos por la turbación. Los mayordomos ibannerviosamentedeun ladoparaotro, rogandoquedescendieranalmuelle losqueno fueranpasajeros.Steve tendió lamano;Dorotea laestrechóentre lassuyas,yenaquel instante,cuandosintióelasiderodeaquellamanoquemilveces le sirviera de apoyo para escalar las pendientes de los montes ysostenersecontra losembatesdeloleaje,oyó laspalabrasde lacanción,quebrotabansollozantescomoarroyodeplatadelagargantadelamujerindígena,preñadasdeunnuevosignificadoantesnocomprendido:

KaJialiakoalohaAaihikimai,

Kehoneaeneiiíu’umanama,

Ooenoha’naloha

Alokoeliananei.

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Stevelehabíaenseñadolamelodíaysignificadodelaspalabras.Almenosasí lo creía momentos antes; pero ahora, al sentir el último contacto deaquellas manos cálidas y acariciadoras, Dorotea creyó adivinar por vezprimera el verdadero significado de la canción. Abstraída en profundosrecuerdos, apenas si le vio marcharse y ni siquiera le descubrió entre lamuchedumbrequellenabaelpaseodelmuelle;porquesumergidaeneléxtasisdeagradables remembranzas, revivía enun instante aquellas cuatro semanasrecientementetranscurridas,releyendolosacontecimientospasadosalaluzdelanuevarevelación.

Steve había pertenecido a la Junta de Festejos designada para divertir algrupodesenadorestanprontocomohubiesendesembarcado.ÉllesofreciólaprimeraexhibicióndecortadasenlaplayadeWaikiki.Penetrabaremandomaradentrosobreelligerocortadasyseperdíarápidamenteentrelasaguas,hastaconvertirse en imperceptiblemota sobre el infinito azul, para reaparecer desúbito como un dios del mar que surgiera entre el torbellino de blancasespumas,eirguiéndoseencimadelaligeraembarcación,ocultabajolasolas,fueron asomando sucesivamente los hombros, la cintura y el cuerpo entero,hastaqueparecíacomosicaminarasobrelacrestaespumosadeunainmensaola,conlospieshundidosenlaesteladeplataqueserasgabaasupasoenunanubecilla de salpicaduras blanquecinas.Y lanzándose enmarcha vertiginosahacialasarenasdelaplaya,larápidaembarcaciónveníaaposarsedulcementea lospiesde los atónitos espectadores.De talmanera le contemplóDoroteaporprimeravez.YcomoSteveeraelmásjovendecuantosintegrabanlaJuntade Festejos, sus hermosos veinte años no sirvieron para endilgar fastidiososdiscursos ni para lucir decorativamente en las recepciones oficiales; encambio, contribuyó no poco y aún fue la parte principal de los festejos quetuvieronlugarenlasdehesasdecaballosdeWaikiki,enlosrebañossalvajesdeMaunaKeayeneldomaderodepotrosdeHaleakala.

Ni a Dorotea ni a Steve les preocupaban gran cosa las interminablesestadísticas y los eternos discursos de otrosmiembros de la Junta; por eso,durante la fiesta al aire libre que se celebrara en Hamakua, ambos seescabulleron por entre los árboles del bosque, mientras que Abe Louisson,plantador de café, hablaba del café, del café y sólo del café, durante dosinterminables horas de mortal aburrimiento. Y fue entonces, mientrascabalgaban sin rumbo entre los helechos gigantes, cuando Steve le habíaenseñadolacancióndelAlohaoe,lacancióndedespedidaquelossenadoresescuchabanalabandonarcadaaldea,cadaplantaciónycadaalquería.

Juntoshabíanpasadodesdeunprincipiocasitodaslashorasdeldía.Stevefueparaellaelagradablecamaradadesusjuegos,yDoroteatomóposesióndesu compañía con la misma solicitud o interés con que su padre tomabaposesión,mientrastanto,delasestadísticasreferentesalterritoriodelasislas.

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Supo tiranizarle con dulzura, pero como mujer que era, le sometíainconsideradamentealyugodesuscaprichos,exceptocuandobogabanen lacanoa,cabalgabanpotrosindómitososubíansobreelligerocortaolas,únicascircunstanciasenqueleentregabaelcetroysesometíagustosaalaobedienciadel camarada. Y ahora, cuando cortadas las amarras, el gran trasatlánticocomenzabaasepararsedelmuelle lentayperezosamente,cuandoporúltimavez sentía el eco de la triste canción, dulce y añorante como la voz de ladespedida, Dorotea comprendió que Steve había sido para ella algo más,muchomásqueelalegrecompañerodesusjuegos.

Miles de gargantas entonaban a un tiempo lamisma canción:Aloha oe.«Quemiamorteacompañehastaquenosvolvamosaver».Yenaquelprimerinstantedelamorcomprendido,sintióqueSteveyellaseibanasepararhastaDiossabecuándo.«¡Hastaquenosvolvamosaver!»Éllehabíaenseñadoelmisteriososignificadodeaquellaspalabras,yseacordódelosdíaspasadosenque leoíacantarunayotravez lacanciónde ladespedida, a la sombradelárbol hau, en los bosques de Waikiki. ¿Había sido entonces una profecía?Dorotea se había admirado de la dulce manera de cantar, de la intensaexpresiónqueStevesabíaponerensuspalabras. ¡Aquellaexpresión!Ahora,al recordarlo,prorrumpíaenunacarcajadahistérica; sí,enaquellaexpresiónsuamigoderramabatodalaplenituddelamordesualma,enelmanantialdelavozapasionada.Ahoralocomprendíatodo,todo;peroerademasiadotarde.¿PorquéhabíacalladoSteve?Acasoeratodavíamuyniñaparacasarse.Perono;lasniñasdesuedadsíquesecasaban,porlomenosenHawai,dondeelclimasazonadorhabía transformadoen florel capullode suniñez,donde lacarneesdeoroylasmujereslozanasyhermosasporquerecibenlosbesosdelsol.

Inútilmente escudriñó con los ojos, intentando encontrarle entre lamuchedumbreaglomeradasobreelmuelle.Sentíasecapazdeofrecer todoelorodelmundopormirarleunavezmás,yhastasualma infantilconcibió laesperanza de que alguna súbita enfermedad atacaría al capitán del puente,retardandolapartida.Porprimeravezensuvidadirigióasupadreunamiradacalculadora e interesada; pero descubrió con miedo los rasgos firmes, devoluntad y determinación, en el rostro del senador. ¿Cómo oponerse a suvoluntadentera?Seríademasiadoterrible.Además,nadaconseguiríacontaninútil lucha.¡Ay!¿PorquénohabíahabladoSteve?Ahoraerayademasiadotarde.¿Porquénohabíahablado,alasombradelárbolMu,enlosbosquesdeWaikiki?

Y luego, con el corazón desfallecido, comprendió la causa de todo, alrecordar ciertas palabras que escuchara un día. ¡Oh, sí! Fue en el té de laseñora Stanton, una tarde en que las señoras de las familias de misionerosfestejaron a las del grupo senatorial. La señora Hodgkins, aquella rubia

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corpulenta, fuequien inició la conversación.Dorotea recordabavívidamentetoda la escena, como si la viviera de nuevo: el amplio lanai, las florestropicales, la silenciosa servidumbre asiática, el rumor de muchas vocesfemeninas y la conversación que la señora Hodgkins propuso al grupo quealgunasdamasformabannomuylejosdeDorotea.LaseñoraHodgkinshabíaestado ausente de las islas, residiendo en el continente desde hacíamuchosañosysindudapreguntabaporalgunaamigadesujuventud.

—¿YquésehizodeSusieMaydwell?—dijo.

—¡Oh! no volvimos a tratarla desde que se casó conWillie Kupele—repusootraseñoradeHawai.

La esposa del senador Behrend no pudo por menos de reírse y mostródeseosdeconocerporquéelcasamientodeSusieMaydwellhabíaprovocadolapérdidadetodassusamistades.

—Se casó con un hapa-haole, con unmestizo. ¿Comprende usted?—lareplicaron—.Losisleñostenemosquemirarmuchoesodelmatrimonio,porloqueatañeanuestroshijos.

Doroteasevolvióhaciasupadreydijo:

—Papá,siStevefuesealgunavezalosEstadosUnidos,¿nopodríaveniravisitarnos?

—¿Quién?¿Steve?

—Sí,StephenKnight.Túleconoces.Hacecincominutosquesedespidiódenosotros.SialgunavezfuesealosEstadosUnidos,podríaveniravernos,¿verdad?

—Deningúnmodo—respondió a secas JeremíasSambrooke—.StephenKnightesunhapa-haole,yyasabesloqueesosignifica.

—¡Oh! —dijo desconsolada Dorotea, mientras que un sentimiento deamarguraydesesperanzaestremecíasucorazón.

Yguardósilencio.

Steve era un hapa-haole, un mestizo. Ella lo sabía; pero no podíacomprender que aquel rayito de sol tropical hecho sangreque corría por lasvenas de su amigo, fueramotivo suficiente para impedir su casamiento conunamujerblanca.Estemundoesunacosamuyrara.Porunaparte,ahíestáelreverendoA.S.Cleghorn,casadoconunaprincesanegradelasangredelreyKamehameha; loshombres leconsideran, lasdamassehonranenconocerle,hasta las más exigentes señoras de las encopetadas y rígidas familias demisioneros asisten a sus tés y reuniones.Y por otra parte, ahí está el jovenSteve. Nadie ha visto conmalos ojos el que la enseñara amontar sobre el

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cortaolas,niquelacondujeradelamanoporlospeligrososdespeñaderosdelvolcánKilauea.Selepermitíacomerconellayconsupadre,acompañarlaenlosbailesydanzasyformarpartedelaJuntadeFestejos;perocomoporsusvenascorríanalgunosrayitosdesoltropical,leestabavedadocasarseconella.

Steve no parecía mestizo. Precisaba que se lo dijeran a quien deseaseaveriguarlo.Además,¡eratanarrogante!…Selepresentósuimagenenvueltaen el halo luminoso de la visión interior, y Dorotea se abandonóinconscientemente al deleite del recuerdo, evocando la gracia delmagníficocuerpovaronil,de loshombrospujantesypoderosos,de la fortalezaatléticaque le permitía levantarla entre sus brazos para depositarla suavemente alomos del caballo, para conducirla sobre los rompientes atronadores delOcéano,paraenhestarla conelbastónalpino sobre lascumbres roqueñasderígida lavaen laCasadelSol.Habíaen todoélalgosutilymisterioso,algoque ella recordaba con deleite, algo que ahora comenzaba a comprender: elauradelhombreviril,elauradelahominidad,delamasculinidad.YDoroteaseavergonzódesuspropiospensamientosyelruborlesubió,hechorosas,alasblancasmejillas.Peropasóelmomentodesonrojo,y,desvanecidoelrubor,lasmejillas se volvieron intensamente pálidas al pensar en que ya nunca levolveríaaver.Laproadelbuquehabía rotoal fin lasuperficiede lasaguasrizadasyeltrasatlánticocomenzabaadeslizarsealolargodelmuelle.Doroteasintióquelavozdesupadreledecía:

—AhítienesaSteve.Dileadiósconlasmanos,Dorotea.

Stevelacontemplabaconojosanhelantes.Leyóenlamiradadesuamigaloquehastaentoncesnohabíasabidover,yporelefluviodefelicidadqueleinundó por brevesmomentos el curtido rostro comprendió ella queSteve lahabíacomprendido.Elairepalpitabaconelritmodelacanción.

Miamorvacontigo.

Quemiamorteacompañehastaquenosvolvamosaver…

Sobrabanlaspalabrasparanarrarloquesentíacadacorazón.Lospasajeroslanzabanguirnaldasdefloresalosamigosquepermanecíanaorillasdelmar.Stevelevantólosojosysuplicóconlamirada.Ellasedespojódelaguirnaldaque circundaba su cabecita, mas con tan mala fortuna, que las flores seenredaronalcollardeperlasorientalesqueMervin,elreydelazúcar,leciñóalcuellocuandolacondujoalbarcoencompañíadesupadre.

Luchó unos instantes con las perlas en que las flores se enredaran. Eltrasatlántico se deslizaba rápidamente hacia el extremo del muelle. Steveesperaba.Aquéleraelmomentopropicio.Unosinstantessolamenteyyanolevería más. Dorotea comenzó a sollozar. Jeremías Sambrooke la mirósorprendido.

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—¡Dorotea!—gruñósecamente.

Entonces ella mordió el cordón del collar, lo trituró entre sus menudosdientesydejócaersobreelamadoanhelantelalluviadefloresentreelrocíodelasblancasperlas.Lemiróconelalmaenlosojos,hastaque,cegadosporlaslágrimas,reclinóelhúmedorostroenelpechodeJeremíasSambrooke,quese olvidó un momento de sus estadísticas, asombrado de las niñas que seempeñanenhacerdemujeres.Lamultitudcantaba todavíaaorillasdelmar.Lasvocesseapagabanenlalejanía,peroaúnlasdulcespalabrasdestilabanenelcorazóndeDorotealaañoranzadelamorlánguidoysentimentaldeHawai.Y las palabras se clavaban como espinas en su corazón de niña, porqueaventaban las cenizas de su amor imposible con el soplo de la eternaseparación.

Alohaoe,Alohaoe,ekeonaonanohoiliaUpo,

unabrazodecariño,ahoiaeau,hastaquenosvolvamosaver…

LOSTRESVAGABUNDOS

La hoguera ardía jubilosa en el campamento de la selva, y a su amordormitaba un engendro monstruoso con apariencia de hombre. Era unvagabundo del bosque, que había asentado sus reales en la cinta de árbolesinterpuestos entre el terraplén del ferrocarril y la ribera del río. Pero elpordioseroaparecíatandesastradoyvencido,tanhondamenteanegadoenlosbajos fondos del abismo social, que cualquier vagabundo hubiera tenido amenos compartir su hoguera y su trato.Únicamente algún que otro gay-cat,comosellamaalosadvenedizosenlajergadelarroyo,sehabríasentadoasuvera,sibientansóloeltiemponecesarioparaconocerleyabandonarle.Hastalos más viles haraganes, los pícaros y vagos de oficio, huirían de su trato.Cualquiermendigo,cualquiermozalbetedegeneradodelosbarriosdehampay miseria, los mismos rateros sin moral ni vergüenza, se consideraríaninmensamentesuperioresasemejanteengendrodeladegradaciónhumana.

Podemos definirle diciendo que era un híbrido de andariego y pícaro,degeneradoenvagodeoficio,perdiendodetalmaneralaestimaciónpropiayeldominiodesímismo,quejamássentiríadenuevoelhervordeladignidad.Sinelorgulloyaltivezquehacendignosaloshombres,nosedesmerecíaenarrebañarelsustentodelcubodelabasura.Tendríaunossesentaañosdeedad.Cualquier trapero hubiera abandonado los harapos que constituían laindumentaria envilecedora del rufián. A su lado ostentábase un bulto,consistenteen losúltimos jironesdeungabán,cuyasentrañasconteníanuna

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lata vacía de conserva, ennegrecida a trozos pormanchas de humo, un boteabollado de leche condensada, unas tripas pringosas parcialmente envueltasconpapeldeestraza,birladassindudadealgunacarnicería,unazanahoriaquehabía recogido al azar, acaso al cruzarse con un carro de legumbres, trespatatasbulbosasymacilentasyungazapoendulce,mordisqueadoypocho,queajuzgarporalgunospegajosdebasuraadheridos,habíasidorecogidodelacloaca.

Salpicaban como un erizo de pelos aquella faz deforme las prodigiosaspatillas,deungris sucioy feo,quesinoestuviésemosenelveranohabríansidoblancas,porquelaslluviasinvernaleslashubieranpiadosamenterociado.Yentrelahilachadepelosseadivinabaunafazrojadecolorgranada.Lanarizdeforme y bulbosa mostraba una de las ventanas leve como un guisante,abriéndosehaciaabajo,mientrasquelaotra,ampliacomounhuevodepájaro,se arremangaba hacia el cielo. Un ojo castaño, turbio, de tamaño normal,queríareventardelasórbitasyperpetuamentegoteabacopiosohumorsalino;elotro,encambio,breveyvivazcomosifuesedeardilla,mirabaalsesgolacosturadepelosquebordeabalosarcossuperciliares,rotosymachucados.Porúltimo,eldesarrapadoeramanco.

Noobstante,parecíasentirsealegre.Cuandoconsuúnicamanoserascabalascostillas,aureolábaleelrostrociertoplacersensualyaletargador.Rebuscóentrelosdesperdiciosqueconstituíansucomida,ynosingranfatigasacódelbolsillodelgabánunabotelladevidrio.Llenabaesterecipienteciertolíquidoincoloro, cuya sola contemplación puso en el ojillo menudito y vivaz unachispa de picaresca solicitud. Asió luego la lata de conserva, levantóse,descendiópor el senderoestrechohacia lamargendel río,y regresó, en fía,con la lata rebosante de agua, nimuy transparente nimuy limpia. Despuésmezclóenelbotede lechecondensadaunapartedeaguacondosdel fluidoincoloro de la botella. Así formó aquella droga alcohólica que entre losvagabundosesconocidaconelnombredealki.

Unas pisadas lentas que llegaban por el lado del terraplén le alarmaronantesdequecomenzaraabeber.Depositólalatacongrantientoycuidadoenelsuelo,entrelaspiernas,locubrióconelsombreroyaguardóansiosamenteaqueelpeligroanunciadosepresentase.

De entre las tinieblas surgió el fantasma de otro vagabundo, tan sucio ydesarrapadocomoél.Eladvenedizo,queaparentabatenerunossesentaaños,siquierano llegasea los cincuenta, era tangordoehinchadoqueparecíaunmanojodeampollas.Lanarizgordaybulbosatendríaeltamañodeunnabo;los ojos redondos y saltones aparecían aureolados por unos sobrepárpadosgrasosyesféricos.Devezencuando,porlosnumerososrotosdelvestidoseprecipitabanampollasde carne fofa.Laspantorrillas arrancabande lospies,oprimidasporunaspolainasimpotentes.Deunodeloshombroslecolgabaun

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muñón oscilante, cubierto de roña y barro seco. Avanzaba con sigilosaprecaución,hastaqueadvirtiendo la inofensivacondicióndelhombrequealfuegosecalentaba,acercóseasulado.

—¡Hola,abuelo!—saludóelreciénvenido,deteniéndoseacontemplarlanarizarremangadayhuecadelotro—.¡Digo!¡sies«elPatillas»!¿Cómotelascomponesparaguardarlasnaricesdelrelente?

El«Patillas»hizohervirunaincoherenciaroncaenlagarganta,yescupióalfuegoenpruebadequenoleagradabalapregunta.

—¡PorelamordeSatanás!Si tepescaunalluviasinparaguas, teahogasporeseagujero—rio«elGordo»estrepitosamente.

—Puede ser, «Gordo», puede ser —musitó con pena y desgana «elPatillas»—.Noesnuevoparamí esemododehablar.Hasta losmemosmedirigenlosmismospiropos.

—Peroaún,porloqueveo,tequedaquébeber—dijo,yamásdulce,«elGordo»,desatando torpemente los lazosdeun líoque llevabaalhombro,dedondeextrajoalaluzotrabotelladealki.

Nuevos pasos que sonaron por el lado del terraplén le alarmaron de talsuerte, que, depositando la botella en el suelo, entre las piernas, procediótambiénacubrirlaconelsombrero.

El nuevo advenedizo no sólo era de la misma casta que los doscongregadosentornoalahoguera,sinoqueademás,pertenecíaalgremiodelosmancos.Tanrepugnanteerasuaspecto,quehastaelsaludonopasabaenéldeserungruñidoinarticulado.Dereciaycolosalosamenta,alto,consumidorostro de muerto y demacración cadaverina, ni aún el lápiz de Doré haconcebidounmonstruosemejanteenlosmomentosdepesadillaodelirio.Labocadesdentada,de finos labios, eraunagrieta cruzadaporelganchode lanarizcurvaylarga,depicodebuitre,quecasiveníaabesarseconelafiladomentón. La mano era una garra; los ojos, fijos, rebosaban de amargaacrimonia,pálidos, fríos, inmunesa lapiedadysordosa lamisericordia.Susolapresenciaexhalabaunfríopenetranteenelalma;poreso«elPatillas»y«el Gordo», instintivamente, se arrimaron como si buscaran la mutuaprotección contra la amenaza tácita del recién llegado. El «Patillas» deslizósigilosamentelamanohaciaunapiedradeunostreskilosdepeso,porsifueramenester fiarenella suamparo.El«Gordo» repitió la suerte.Unoyotrosemordíanloslabios,cobardementeturbadosfrentealdelosojosinmóviles,queles observó alternamente, primero al uno, luego al otro, y por último a lassendaspiedrasenqueamboshabíancifradosuesperanza.

—¡Uf! —gruñó aquél con tan espantoso ademán amenazador, que «elPatillas» y «el Gordo» asieron amedrentados los primitivos proyectiles del

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hombrecavernario.

—¡Uf!—repitióelotro introduciendo rápidamente lagarraenelbolsillodelgabán—.Comoalgunohagaademándeapedrearme,leabrolacabeza.

Ydiciendoyhaciendo,extrajodelbolsillounapalancadehierro.

—Nosotrosnobuscamospelea,«Seco»—tartamudeó«elGordo».

—¿Quiénerestúparallamarme«Seco»?—bramóelotro.

—¿Quién?¿Yo?Todosmeconocenpor«elGordo».Nuncatevi,ni…

—Ymeparecequeestepuercoes«elPatillas»,consusojosdeborrachoendíadefiesta,yconesanarizdeDiosmeperdone,queseríedesucara.

—Y puede que se ría. Y puede que sí —rumoreó «el Patillas» de maltalante.

—Desde que tengo uso de razón que lo oigo. Todos repiten el mismodisco.Yaséquesimepescaunalluviasinparaguasmevoyaahogarporlaventanade lanariz,yqueporaquí semecuelael relentey todas lasdemászarandajas.

—Notengocostumbredehacertecompañía.Memolestaverte—gruñó«elSeco»—.Asíque,siquieresburlartedelosqueteacompañan,fíjateconquiéntratas,quenosoyhombredemuchasbromas.

Sacódelbolsillounacolilladepuroysedispusoaintroducirlaenlabocaparamasticar;luego,comosicambiaradepropósito,miróasuscamaradas,ydesatandoelcorrespondientehato,sacóunabotelladealki.

—Bueno —añadió—. Supongo que no creeréis que voy a convidaros,cuandoapenassi tengo loquemehacefalta.Nomevoyamorirdesedporvosotros.

Ycomolosotros, levantando lossombreros, lemostraronsus recipientesrebosantes de bebida, chispeó en los ojos fríos del «Seco» una lucecita detiernoreblandecimiento.

—Aquítienesaguaparalamezcla—dijo«elPatillas»,ofreciendosulatadeconservallenadegachasdelrío—.Acabodellenarlaahoramismo.Noesdemasiadolimpia,pero…

—¡Uf! —interrumpió «el Seco», relamiéndose los labios, en tanto quemezclabaelbrebaje—.Yohebebidocosaspeoresynosemehansecadolastripas.

Y cuando todo estaba listo, en alto las latas que brindaban el alkivivificador,aquellastrescosasquefueronhombresvacilaron,comosialgunaviejacostumbreleshicierasentirciertoecodevergüenza.El«Patillas»fueel

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primeroenmanifestarsussentimientos,diciendo:

—Ahídondemeveis,heasistidomuchasvecesafrancachelasdemuyfinacondición.HebebidoencopasdeBohemia…

—Sí; como esa de latón que tienes en lamano…—añadió, burlón, «elSeco».

—EncopasdeBohemia,conasiderodeplata.

El «Seco» volvió el rostro al «Gordo» en ademán de interrogantedesconfianza.

El«Gordo»asintióconunmovimientodecabeza.

—Puedeser.En lasBatuecas,queesdondeviven los tontos—interpretó«elSeco»—.EnlasislasdeSanBalandrán,debajodelmar.

—Encima, más bien. Has de saber que yo siempre viajaba en el mejorcamarotedelosgrandestrasatlánticos—añadióasuvez«elGordo».

—¿Ytú?—preguntó«elPatillas»al«Seco».

—Yohealzadomicopaalasaluddelareina,queDiosguarde—repuso«elSeco»solemnemente,sinmuecanigestodemofaenelrostro.

—¿Perodónde?¿Enladespensa?—insinuó«elGordo».

Simultáneamente alargó «el Seco» la garra en busca de la palanca dehierro,ylosotrosdosrecurrieronalaspiedrasrespectivas.

—Ahoranonostoqueselpuntillodelahonra—dijo«elGordo»dejandocaer su arma arrojadiza—. Nosotros no somos hez ni calaña. Somoscaballeros.Bebamoscorrectamente,comoanuestracondiciónconviene.

—Bebamos—aprobó«elPatillas».

—Esverdad.Nonosdejemosarrastrarporpasioncillas—asintióasuvez«elSeco»—.Ciertoesquemuchohandestiladolosgrifosdelabodegadesdequeperdimosnuestrahidalguía.Peroolvidemoslarutalargapordondehemosviajadoylibemosnuestradosisalamaneradelosdistinguidoscaballerosquefuimosdurantenuestrajuventud.

Luego que hubieron terminado todos el contenido de sendas botellas,extrajeron otras de entre sus harapos. Reblandecidos e iluminados ya loscerebros, la conversación se había depurado de modismos soeces, como siarrancarandesuslabioselvocabulariobajunodelachusmaencanallada.

—Es mi buena naturaleza, mi constitución robusta —explicaba «elPatillas»—. Pocos hombres hay capaces de pasar por donde yo y de vivirtodavía para relatar su historia.Y bueno es advertir que jamás cuidé demi

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salud. Si fueran verdad los apotegmas de moralistas y fisiólogos, habríamuertohacemuchosaños.Creoqueavosotrososacontece lomismo.Aquíestamos, a nuestra avanzada edad, haciendo jarana como los jóvenes noosarían;durmiendoalrelente,yaciendoenelsuelo,sinabrigoalgunoquenosguardecontrafríosyescarchas,lluviasotormentas,ysintemordesufrirlosefectosdelapulmoníaodelreumatismo,queaotrosmásjóveneslesobliganainclinarlasespaldasenloscatresdelhospital.

Comenzóaprepararsusegundaracióndealki,envistadelocualtomó«elGordo»lavez.

—Y hasta nos quedan sus pizcas de donaire. Y un hablar de corazonesdulcesytiernos.Hemosmendigadoysurcamoslasaguasdelmar,comodiríaKipling.

—Segúnvinieron los tiempos—completó «elSeco» terminando la frasedelpoeta.

—Asíes—confirmó«elGordo»—.Yhemosrecibido,yoporlomenos,elamordeunaprincesa.

—Relátanos tu historia —dijo «el Patillas»—. La noche tiene velo dejovencasta.¿Porquénohemosdebogar,enalasdenuestrorecuerdo,hacialos acantilados de coral e introducirnos bajo la techumbre de los palaciosreales?

No hallando inconveniente en asentir a la proposición del camarada, «elGordo» tartajeó para aclarar la garganta, rebuscando en la imaginación elcomienzomásapropiadoydignodesunarración.

—Preciso es que se repare en mi noble linaje. Percival Delaney no fuedesconocidountiempoenOxford;ynoprecisamenteporsuerudición, justoesconfesarlo,sinoporsualegrecondición,dequetodavíaguardaránmemorialosdivertidoscachorrosdeaquellosdías,siesquenohanmuerto…

—Mi linaje se enlaza con el Conquistador —interrumpió «el Patillas»,tendiendohacialadel«Gordo»supropiamano,dándoseaconocer.

—¿Elnombre?—interrumpióéste—.Nomeparecequepuedaprecisarlo.

—Delarouse, Chauncey Delarouse. Creo que no cede en calidad anteninguno.

Entoncesambosvagabundosseestrecharonlasmanosenuncálidoapretónyvolvieronlosojoshacia«elSeco».

—Yelvuestro…—incitóle«elGordo».

—BruceCadoganCavendish—gruñó demal grado «el Seco»—.Ahorasiguetú,Percival,contuprincesayconlastechumbresreales…

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—¡Oh! Era yo un mozo excéntrico y travieso —comenzó Percival—.Sobre tododesdequeabandoné laplacidezdelhogar,paramanifestarporelmundo mi afición y aptitud de hombre deportivo. Y bueno es recordar mielegante figura, mi forma distinguida, de que no dan indicio las ruinaspresentes. En el polo y en el boxeo, en las carreras de obstáculos y en lanatación, destacabami vigor de hombre fuerte y joven.Me concedieron enAustraliavariasmedallascuandoconcurríalossaltosquellamandegamo,ybatí varios récords de natación en carreras demediamilla en adelante. Lasmujeres,amipaso,sevolvíanparacontemplarme.¡Oh,lasmujeres!¡Dioslasbendiga!

Y «el Gordo», por otro nombre Percival Delaney, grotesca máscara dehombre, posó los labios fofos y carnosos en lamanobulbosa para lanzar elchasquidodeunbesoalabóvedaestrelladadelcielo.

—¡Ylaprincesa!—resumióconotrobesosideral—.Eratanperfectaparamujer su figura, como varonil y apuesta la mía. Altos sus pensamientos,valiente,despreocupadaydiablesca.¡Oh,Señor!enelaguaparecíaunasirena,hijadelOcéanoydiosadelmar.Luego,sipasamosaconsiderarsulinaje,yovenía a ser, en su comparanza, un advenedizo, porque la línea regia de susascendientesseperdíaenlasnieblasdelosremotostiempos.

»Nopertenecíaalarazadelapleberubiayblanca.No;eralasuyaunapielatezadadeoro,áureossusojosynegrase irisadasdeazul las trenzasdesuscabellos,que,comounaoladeondulacionesyrizos,sedesparramabansobresuformagentilhastalasrodillas.Yasabéiselencantoqueponeenloscabellosde lamujer esa inclinación a dibujar ondas y zarcillos. Tanto ella como suluenga prosapia, no tenían la cabeza ensortijada y crespa. Era, en fin, unaprincesita polinesia, luminosa, real, áurea, hechicera y digna de que seconcentrasenenellatodoslosamores.

Unavezmás interrumpió sudiscursoparabesar lapalmade lamanoenmemoria de aquella mujer. Y «el Seco», por otro nombre Bruce CadoganCavendish,aprovechólapausaparainterrumpir:

—¡Uf!DicesquenobrillastemuchoenlasdisciplinasdeOxford;perotuvocabulariosíquetienedestellosdeexquisitaerudición.

—YenlosmaresdelSurrecogíunaguirnaldadevoces,entresacadasdelDiccionariodelAmor—seapresuróarectificarPercival—.Acaeciótodoestoen la isla deTalofa—prosiguió—, que quiere decir amor, la isla delAmor,dondeellaencontrósucunaysunido.Supadreelrey,yaanciano,pasabalavida sobre una esterilla, inmóvil, porque así lo imponía la parálisis de lasrodillas,ybebíaginebradíaynocheparaaliviar,segúnél,susdolores.Eramiprincesaelúnicobrotedelárbolreal,porquesuúnicohermanohabíamuertoviniendo de Samoa con su chalupa, arrebatado por el huracán. Entre los

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polinesios, las mujeres de sangre real tienen los mismos derechos que losvarones para encarnar el Imperio. Aún más, los naturales suelen trazar susgenealogíassiguiendolalíneadelaascendenciafemenina.

Chauncey Delarouse y Bruce Cadogan Cavendish asintieron con unainclinacióndecabezaalaveracidaddelasúltimaspalabras.

—¡Oh!—dijoPercival—,yaveoqueambosconocéis losmaresdelSur.Envistadeello,creoqueapreciaréismejortodosloshechizosdemiprincesa,ladeTui-nuideTalofa,laprincesadelaisladelAmor,sinquepormipartehayaderecurrirapródigaabundanciadevocablos.

Envióla un beso, sorbió del bote de leche condensada un trago delpreparadoalcohólico,capazdeenderezaraunmuerto,ydepositóotrobesodegratitudenlapalmadelamano.

—Engatusadoraycariñosa,revoloteabacomounpájaroinquietocercademí,sinponersejamásamialcance.Cuandoyoextendíaelbrazoparaasirla,sedesvanecíaentremismanoscomounasombra.Gustéentoncescomonuncalasmilangustiascarasydeliciosasdelamorfrustrado;nuncamacilento,porqueladiosadelamoravivabalosrescoldosyaventabalahoguera.

—¡Escogidaspalabras!—musitóCadoganCavendishaloídodeChaunceyDelarouse,auditoresambosdelanarración.

Pero Percival Delaney no estaba para admitir interrupciones. Besó lamanaza fofa, depositando en el azul del cielo el cálido beso de su amor, yprosiguió,másentusiasmadotodavía:

—Cuantas agonías dulces, cuantos tiernos arrebatos se imaginen, todosllovieronpródigamentesobremicorazón,rociadosporlosencantosdemicaraprincesa.Presentábaseellacomounseñuelodeliciosodeingrávidaspromesas,siempre allendemis alcances.Me condujo, en fin, por un dulce infierno deamor,quenopudieraimaginarningúnDanteenamorado.¡Oh,aquellasnocheslánguidasdelostrópicos,alarrimodelaspalmeras!¡Oh,elrompientelejanodel mar que cantaba murmullos adormecedores de una misteriosa conchamarina, cuandomi princesa parecía desleírse al calor demis ansias y hacíavibrarellaúddesusrisas,queparecíancuerdasdeplatatesadasencálicesdefloresdeoro,paraderretirmiamorenunbálsamodeimposibleslocuras!…

»Porvezprimeraparecíinteresarla,cuandosostuvereciocombateconloscampeones de lucha de Talofa. Luego despertaron su atención mis proezasnatatorias, y por último, cierta hazaña, que luego os referiré,me valió algomásquesussonrisasjuguetonasosustimidecesfingidas.

»Pescábamoscalamares aqueldía, a las afuerasde la sirteo arrecife.Yasabéisvosotroselprocedimiento.Sesomorgujaelpescadorrozandolamuralla

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del arrecife de coral, a cinco o diez brazas de profundidad, para hincar lasvaritas o bastoncitos entre las grietas roqueras, donde los calamares formansuscubiles.Lasvaritassuelen tenerunos treintacentímetrosde largas,estánafiladas en punta por ambos extremos y se cogen pormedio formando cruzconelbrazo.Elarteconsisteen tentara losperezososanimalesparaqueseasancerrandolostentáculosentornoalpuño,lavarayelbrazo.

»Unavezasido,seremontaelpescadoralasuperficie,golpeaalcalamaren la cabeza, que es el centro de la forma, y lo lanza a la canoa que depropósito espera… ¡Y ahí en donde me veis, yo podía hacer tan ágilesmaniobras!…

PercivalDelaneysecallóunmomento, iluminadoel rostrodebotijoconundestellodehorror,mientrasevocabalaimagendesuformajuvenil.

—Yohesacadoaflordeaguauncalamarcuyostentáculostendríanunosdosmetrosde longitud,ypara conseguirlo,hubede somorgujarmeaquincemetros ymedio de profundidad.Yo, en otra ocasión,me hundí asido a unarocadecoral,hasta treintametrosporbajode lasuperficiedelmar,a findesoltar un ancla enganchada. Sabía, en fin, lanzarme de espaldas al mar ydescribirelsaltodeángel,desdeveintitantosmetrosdealtura.Yo…

—Basta,detente,cesa…—advirtióChaunceyDelarouseconciertodejodeimpertinencia—.Habíanosdelaprincesa,queellaesquien,alevocarla,hacehervir todavía la sangre vieja. Casi me parece verla. ¿Era realmente tanhermosacomodices?

PercivalDelaneychascóunbesoparapronunciarlainefableafirmación.

—Yaosdijequeeraunasirena,unahijadelmar.Séqueunavez,comosehundierasugoletaalsersacudidaporunadoblerachadeviento,semantuvonadando durante treinta y seis horas, hasta que la rescataron los buques deauxilio.Yolahevistohundirseaveintitantosmetrosparasacarencadamanouna madreperla. Era una maravilla, y como mujer, sublime, excelsa,arrebatadora. ¡La diosa de los mares! ¡Oh, los cinceles de Fidias y dePraxítelessehubieranhonradoalperpetuarenmármolessuhermosura!

»Aquel día habíamos salido al otro lado del arrecife para divertirnospescandocalamares.Yodesfallecíadeamor.Loco,reconozcoqueestabalocopor ella. Juntos nos arrojábamos desde la canoa hacia las profundidadesdeliciosas,paraempaparnosdecolorydefrescura;yellamemiraba,mientrasnadábamos, tantalizándome con sus ojos iluminados, hasta soliviantar milocura.Yporfin,lejos,enlohondo,perdíeldominiodemímismoymelancéenposdeella.Meesquivabacomounasirena,yensusojosyensufazleíayola risa y la burla. Huyó rápidamente. Estaba seguro de que la cogería, porhallarmeinterpuestoentrelaprincesaylasuperficie;perosedejósomorgujar

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hastaelfiemodearenascoralinasdelfondo,lorevolvióconlavaritadepescarcalamares, y como suele hacerse para burlar a los tiburones, enturbió lasaguas,desuertequenopudedistinguirsufiguracuandosedeslizabanomuylejosdemí,hacialaluzyelaire.Meprecipitéhacialasuperficie.Allíestabaella,asidayaalosbordesdelacanoa,iluminadayrisueña.

»Supliqué,ycasiestoypordecirquenofuidespreciado.Peroporalgoeraprincesa,cuyoamornopuede rendirseacualquier requerimiento.Reclinó lamanosobremibrazoymeobligóaquelaescuchase.Jugaríamos,medijo,aver quién pescaba el calamar más grande y el más chico, y puesto que elpreciodelavictoriaseríanbesos,yapodéisimaginarcómomezambulliríayoenseguida,conelalmahechaunascuadeoro.

»Ynosaquéentonces,nipudejamás,enlosañosposterioresdemivida,sacarningúncalamar.Estábamosacincobrazasdeprofundidad,explorandolamuralla del arrecife, al acecho de los huecos donde nuestras víctimas serecogían, cuando acaeció lo inesperado. Había encontrado yo un cubil ointentaba vaciarlo, cuando sentí la proximidad de algúnmonstruo enemigo.Volví el rostro. Allí estaba, a mi lado. Era un tiburón terrible, largo,fosforescenteslosojoscomosifuesenestrellasahogadasenelmar.

»Nomuylejos,aladerecha,ella,miprincesa,tentabaenunagrietadelasrocasconlavaritadepescar,yeltiburónseleacercabasigilosamente.Invadiólatotalidaddemiconcienciaelrelámpagodeunsolopensamiento:eraprecisoqueeltiburónnolamancillara.¿Yquiénerayosinounamanteloco,capazdelucharymoriralegrementeporladamademispensamientos?Recordadqueellaeralamujeridealyyounalmacaldeadaalresoldesuhermosura.

»Ysin ignorar todoel riesgoaquemeexponía,arrojécontra los flancosdel tiburón la vara en punta con que intentaba pescar los calamares. Asítambién,parallamarlaatencióndeunviandanteconquiennoscruzamosporla calle, solemos propinarle al pasar un codazo afectuoso. El monstruo sevolvió haciamí.Ya conocéis losmares del Sur.El tiburón, el devorador dehombres, el tigre de mar, como el oso pardo de Alaska, no deja rastro nihuella, ni rumor, por donde pasa.El combate se encarnizó bajo las olas delmar,sicombatepuedellamarseaquellaluchainútilenquetodaslasventajasestabandeunaparte.

»Laprincesa,ignorantedecuantosucedía,pescósucalamaryremontósealasuperficie.Eltigredemarsearrojósobremí.Eludísuprimeraacometida,asiéndomeconambasmanosalanarizdelabestia,porcimadelabocazademildientesabiertayamenazadora.Eltiburónmemachacabacontraelesquifederocasafiladas,desuertequeaúnconservoentodoelcuerpolascicatricesde aquella jornada. Se me arrojaba encima cuantas veces quería salir a lasuperficie. Yo contenía las acometidas sujetándole por la nariz; pero mis

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pulmones iban agotando la reserva de aire y no podía mantenermeeternamentehundido.Habríaescapadoindemne,denoserporque,alcontenerunade susacometidas, seme resbaló lamanoderechacon tanmala fortunaque vino a introducirse hasta el codo en la boca del animal. Cerráronse lasmandíbulas.Yasabéiscómosonlosdientesdeltiburón.Unavezentreellosnohayesperanzadesoltarse.Necesitancerrarsehastacompletarelbocado,peronopuedenatravesar loshuesosduros.Así esque, desde el codo, resbalaronporencimadeloshuesosdelbrazo,dejándolosmondosydescarnadoshastalaarticulaciónde lamuñeca,dondeal fin se cerraron lasmandíbulas enormes,cercenándomelamanoderecha,quevinoaserelaperitivodelfestíncercano.

»Peroyo,quenoestabaocioso,lehinquéelpulgardelamanoizquierdaenlaórbitadeunode losojosyse lovaciéconhábilmaniobra.Noporesosedetuvoelmonstruo.El tufodelacarnelehabíaenloquecido,yconardordehambre perseguía el muñón sanguinolento de la muñeca cercenada. Variasveceslogréesquivarle.Luegoatrapóunavezmáselpobrebrazodesgarradoehincólasmandíbulaspordebajodelhombro,resbalandosobreelhúmerohastala articulación del codo, en donde de nuevo se cerraron, dejandomondo elhueso.Yo,entretanto,lesaltéelotroojoconelpulgardelamanoilesa.

Percival Delaney se encogió de hombros y resumió para dar fin a suhistoria:

—Desdeloaltodelacanoahabíancontempladotodoslaluchaysehacíanlenguasencomiandomihazaña.Aunhoyseguiráncantando lagestaheroicademimocedad.Ylaprincesa…

Hizounapausabrevecuantosignificativa,yconcluyó:

—Laprincesasecasóconmigo…Pero laruedade laFortunadamuchasvueltas con el andar de los años; el torbellino de la suerte gira sin cesar, ymientraslasabarcasescalanlospalacios,loscoturnosdepielmásbrillanteyfinadesciendenalaschozasdesbardadasdelamiseria.Unbuendíaarribóalascostasuncañonerofrancés.Hoy,laisladelAmoresunreinoconquistadode laOceanía, regidoporalgúnhijode labriegos iletradoy ruinaquien losazaresdelavidaconvirtieronengendarmedelapolicíacolonial,y…

Completólasentenciaypusotérminoalanarraciónhundiendoelrostroenla boca irregular del bote de leche condensada, para sorber ruidosamente ellíquido corrosivo a entrecortadosy rapidísimos tragosdehombre sediento einsaciable.

Hubounapausa.LuegoChaunceyDelarouse,porotronombre«Patillas»,emprendiólanarracióndesuhistoria:

—Lejosdemíelalardeardealtacuna,paravenir luegoasentarmeaquí,junto a esta hoguera, con semejantes… camaradas que el azar juntó en una

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hora.Sin embargo, preciso es confesarque tambiényo fui un tiempo figuraadmirabledevarón.Además,deboañadirquefueronloscaballos,juntamenteconlaexcesivaindulgenciademispadres,quienesmellevaronerranteporelmundo. Podía permitirme todo género de abusos y libertades porque así loautorizaba mi salud de hierro. Aquí me tenéis, con mis sesenta años a laespalda,yalolargodelcaminodemividaheidoenterrandoamuchosotroscamaradas,tandiabólicosycalaverascomoyo,peroimpotentesparaandaramipaso.Conocílopeorcuandoerademasiadojoven.Ahorameparecelopeorunacosalejanayvieja.Pero¡ay!yotambiéngocéuntiempo,siquierafuesebreve,delomejordelavida…Yotambiénbesélamanoalaprincesademicorazón.AsentabasureinoencantadoenPolinesia,aunasmilmillasopocomásalSudestededondeyacelaisladelAmor,hapococantadaporDelaney.Losnaturalesde lascercanías la llamaban islaAlegre.Supropionombre,elqueleaplicansushabitantes,transmitedelicadayprecisamentelaemocióndelatierra,porquetraducidoliteralmente,significa«isladelarisaserena».Enelmapa podéis hallar el nombre deManatomana, que, por error, le dieron losantiguosnavegantes.LachusmadetraficantesqueinfestaelOcéanolallamanel Edén sinAdán, y losmisioneros, durante algún tiempo, la apellidaron elTestimonio de Dios, tan grande había sido el triunfo que obtuvieron en lacatequizacióndelosindígenas.Paramíerayserásiempreelrincón;elegidodelParaíso.

»Y era mi Paraíso, porque prestaba morada a mi princesa. ReinabaentoncesallíJuanAsibeliTungi,indígenadepurasangre,cuyaascendenciaseremontabaalmásnobleyantiguotroncodelosreyesisleños,ydeaquíhastaManua,primerapatriadelhombreprimievalquehabitara losmaresdelSur.Juan el Apóstata solíamos llamarle, porque durante su larga vida habíaapostatadomuchasveces.Convertidoprimeramenteporloscatólicos,mandóderrocar los ídolos, rompió los tatúes, limpió el país de sacerdotespertenecientes a la fe primitiva, ejecutó a varios de losmás recalcitrantes yenvióatodoslossúbditosalarrimoprotectordelasantamadreiglesia.

»Másadelantesintiódebilidadporlostraficantes,quienesdesarrollaronenél fe tan acendrada en el champaña,queperdió la seddeDiosy embarcó atodos losfrailescatólicoshaciaNuevaZelandia.Secundaronlaconductadelrey la mayoría de los súbditos, y como vivieran sin religión durante aquelperíododetiempohastalanuevaconversióndelmonarca,reinóenlaislaunaeradeGranLicenciosidad,comoclamabanlosmisionerosportodaslasislasdel mar del Sur, presentando a la de Juan el Apóstata como una nuevaBabilonia,nidodepecadosycubildetentacionesqueconcitabanlacóleradelcielo.

»Peroloscomerciantesarruinaronafuerzadechampañalabuenadigestióndel rey, que al cabo de algunos años bebió una vez más de la pura fuente

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evangélica, esta vez de manos de los metodistas. Envió el pueblo a lostemplos, limpió las costas de traficantes, y de tal manera puso el veto a lachusma demedida y talega que no les permitía fumar de puertas afuera losdomingos,yhastamultóconciensoberanosdeoroaunricocomercianteporhaberconsentidovaldearsiendosábado,díaseñaladoparaeldescansoporelSeñor,lacubiertadesunave.

»Aquéllafue laerade lasLeyesAzules.Peroresultabademasiadofuerteaquel rigor para la frágil naturaleza del rey Juan, quien al cabo optó porembarcar a los metodistas e inventar una religión de su propia cosecha,constituyéndose en Dios y centro de adoración. Algunos centenares desúbditos, que, más leales o más tozudos, siguieron fieles a los metodistas,fueron desterrados en masa a Samoa. En la invención del nuevo culto fueinspiradoyasistidoelreyJuanporlosconsejosdeunrenegadofidjiano.Asípermanecieronlascosasduranteunoscincoaños;peroyaseaquesecansaradeserDios,oyaqueelfidjianodesaparecieraencompañíadeseismillibrasdeltesororeal,lociertoesqueelreyJuanrenegódesudivinidadyseacogióalos wesleyanos de la Segunda Reforma, convirtiendo consigo a todo supueblo.Eladalidde losmisionerosse transformóenprimerministro,quien,comoprimeramedidadegobierno,amonestóa lachusmadecomerciantesygentesdemedidaytalega.Enresumidascuentas,loscomerciantesdecidieronboicotear el reino, de suerte que las rentas reales disminuyeron a cero y elpuebloibademalenpeor,caminodeunabancarrota inminente.ElreyJuanno podía obtener ni el más miserable crédito a usura de cualquiera de suspoderososcaciques.

»Yaporentoncesibahaciéndoseviejo,yfilósofo,ytolerante,yatávicoenmateriasreligiosas.ExpulsóafuegoaloswesleyanosdelaSegundaReforma,llamóalosdesterradosdeSamoa,invitóaloscomerciantesyarmóunafiestageneralde amoryde alegría.Despojósede escrúpulos,proclamó la libertadreligiosa,promulgólastarifasmásaltas,yporúltimo,encuantoasímismo,volvió al culto de sus antepasados, desenterrando los ídolos, observando lostabúesyreintegrandoensusdignidadesavariossacerdotesoctogenariosdelareligiónprimitiva.Todolocualpareciódeperlasalostraficantesehizocundirpor el país la prosperidad y la abundancia. Sin embargo, algún que otropequeñocultivode católicos,metodistasywesleyanos, permaneció fiel a sureligiónrespectivaymantuvo,comoDiosledieraaentender,algunaqueotraiglesuca pobre y escuálida. Al rey Juan no le preocupaban mayor cosa niaquellascongregacionesdefielesnilascomponendasdeloscomerciantesqueellosllamabannegocios.Todoleparecíabiencontaldequelepagaranunosyotroslosimpuestos.YcuandolareinaMamare,suesposa,decidióconvertirsealafedelosanabaptistas,graciasalossantosrequerimientosdeunmisioneroviejecitoyespiritado,elreyJuannopusoobstáculoalgunoaladecisióndesumujer,con tal (yenestosíqueera taxativayclarasufirmeza)queaquellos

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devaneosreligiososnosacasenniuncuartodeloscofresreales.Lasreligioneshabíandesustentarseymantenerseasípropias;taleralaconclusiónaquesulargavidalehabíaconducido.

»Yahoraelhilodeminarraciónseenlazaytejeparabordarlaidealizacióndelaexquisitezfemenina.Miprincesa…

El«Patillas»hizounapausa,depositó suavemente enel sueloelbotedelechecondensadaconelcualhabíaestadojugandocaprichosamentealcompásdesuspalabras,ybesóhacialasestrellas,conunchasquidosonoro,losdedosdelaúnicamano.

—ErahijadelareinaMamare.Maravillosayexquisita,teníamásdeángeletéreooingrávidoquedeltipodeDiana,tanabundanteenPolinesia.Etéreaeinmaculada, alada y pura, era casta y modesta como una violeta silvestre,frágil y esbelta como un lirio, luminosa como una estrella. Sus ojos,encendidosconunairradiacióntiernaypudorosa,semejabanasfodelosenuntronodecéspedcelestial.Era,enfin,todaflor,todafuego,todarocío.Teníalasuavidad de la rosa montanera, la compasión de la sombra y ternura de lapaloma. Y es lomejor que su bondad no desmerecía frente a tan inusitadahermosura.Continuaba fiel ydevotade sus creenciasyde la adoracióna lamadre, introducida por Ebenezer Naismith, el misionero anabaptista. Y sudulzuraespiritualcosechaensazóndelsenodeAbraham,novelabatampocoasusdeliciososencantosdemujer.Eramujer,todaunamujer,sensiblehastalaúltimafibratrementedesucuerpo…

»¿Yyo?Yo era la tierra inculta, el erial estéril de aquellas playas.Ni elsalvajemevencíaensalvajismo,nielastutoenastucia,nielmásavispadodeaquella chusma de traficantes en picardía y destreza. Era también el únicoentre blancos o negros, morenos o mestizos, que osaba cruzar a oscuras elPaso de Kuni-kuni. Una noche lo atravesé bajo las sirtes en medio de unarachadeviento.Bueno;eselcasoqueyogozabafamademaloenunasplayas•donde nadie tiene reputación de santo.Despreocupado, peligroso, nadamedetenía,nilasmásarduastravesuras,nilasmásosadasriñas.Loscapitanesdetráfico solían buscar en los recónditos agujeros del Pacífico hombres-cubas,verdaderos prodigios en asuntos de bebida, para que compitieran conmigo.Recuerdo aún a cierto escocés de las Nuevas Hébridas, calcinado de sol,hombrerudoygranbebedor.Muriódelaborrachera.Nosotrosembarcamoselcadáverenunapipaderony lodevolvimosal lugardedondeprocedía.Ahítenéisunbotóndemuestraparaquededuzcáis las excentricidadesy locurasquesolíamoshacerenlaplayadeManatomana.

»Y entre lasmil rarezas que yo hice enmis buenos tiempos, un díamebastómirar ami princesa para encontrarla buena y digna demimás hondoamor.Asícomolocuento.Antesdeconocerlaeraunloco,luegoenloquecíde

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amor. Y reformó mi vida. ¡Pensadlo bien! ¡Reparad en lo que lacontemplación de una mujer puede obrar en el alma de un vagabundoincorregible!…Yos juroporel reyEnriquequenocuentomásque lapuraverdad.Yoreformémivida.Yoasistíalaiglesia.Yomeconvertíalareligión.¡Oídmebien!Yo,enfin,esclarecímialmaanteDiosyapartélasmanos(queentonces teníados)del rocecontaminador aqueel tratode la chusmade laplaya las exponía. Todos mis antiguos camaradas de extravíos y locurasreíanseentoncesdemíyhastasepreguntabanquénuevacalaveradatraeríaavueltasdemiinsólitareligiosidad.

»Yyaosdigoquemeconsagré,contodalasinceridadypasióndequeescapazunalmahumana,aunaexperienciareligiosaque,deentoncesacá,mehahechotoleranteparacontodosloscultosycreencias.Despedíporinmoralamimejorcapitán,medeshicedemicocineroynohuboentodaManatomanahombremáshonradoqueyo.Connomenorrazónyjustojuiciodespachéalencargadodemisoficinas.Porprimeravezenlahistoriadeltráficomercantil,se supo de barcos que bogaran hacia Poniente con las bodegas repletas deBiblias.Mandé edificar un pequeño bungalow de anacoreta en lo alto de laciudad, encierta calle, conalineacionesdemangos, juntoa la casaocupadaporEbeuezerNaismith.Enéstehallémicamaradayamigo,enquiendescubríun tarro de miel, tanta era su bondad y dulzura. Era un hombre de cuerpoentero, y como talmuriómucho tiempodespués, de lamaneraquedebuengradoosnarraría,silahistorianosefuesehaciendolargaosiquedasepocodeellaquecontar.

»Confieso, en honor a la verdad, que era la princesa, más bien que elmisionero, la verdadera responsable de que mi fe se manifestase en obras,especialmente en aquella obra cumbre de mi conversión, la Nueva Iglesia,NuestraIglesia,ladelareinamadre.

»—Nuestra pobre iglesia —me dijo una noche luego de haber rezadojuntoslasoraciones,cuandoapenassihacíaquincedíasdemiconversión—,nuestra pobre iglesia es tan pequeña que nunca crecerá la congregación. LatechumbreagrietadaamenazaderrumbarseymipadreelreyJuan(tanduroessucorazón)noquierecontribuirconuncéntimo;Sustesorosaumentandedíaendía.Laislanoespobre.Muchodineroseganaysedilapidaenella.Losé.Amisoídoslleganlashabladuríasymurmuracionesdelasgentessalvajesdelaplaya.Nohacetodavíaunmesquetúderrochasteenunanoche,jugandoalos naipes, más de lo que costaría sostener en pie durante un año nuestraiglesia.

»Yoleconfeséqueeraverdadcuantodecía;peroquetodoesohabíasidoantes,cuandoaúnnohabíavistoyolaluz.Habíasufridoentoncesunarachademalasuerte.Ledijetambiénqueyanohabíabebidomáslicor,nijugadoalas cartas, ni andado enmalas compañías. Le dije, por último, que el techo

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sería reparado enseguida por carpinteros cristianos, que ella mismaseleccionaríadelacongregación.Perohenchidalaimaginacióndemiprincesacon el pensamiento de una gran restauración que pudiera ser predicada porEbenezer Naismith (tan santo varón era), me habló de una gran iglesia,cautivándomeconlassiguientespalabras:

»—Eres rico. Muchas goletas y traficantes tuyos bogan hasta las máslejanas islas. Llegaron a mis oídos rumores del magnífico contrato quefirmaste no ha mucho para reclutar negros con destino a las plantacionesalemanasdeUpolu.Dicenporahíque,luegodeSweitzer,erestúelmásricotraficantedeestosmares.Meheencariñadoconelpensamientodeconsagrarala gloria de Dios una parte de tan cuantiosas riquezas. Sería una acciónnobilísima.Yomehonraríaenconoceralhombrequelarealizara.

»Contesté que EbenezerNaismith predicara la gran restauración, porqueyomandaríalevantaruntemplocapazparaalbergarle.

»—¿Tangrandecomoeltemplocatólico?—mepreguntó.

»Se refería a la ruinosa catedral que fue edificada cuando la conversiónglobal del pueblo a la fe romana. Era un edificio soberbio. Tan ardiente yabnegado era mi amor, que le ofrecí edificar un templo más amplio ygrandiosoquelaantiguacatedral.

»—Pero costarámuchodinero—expliqué—.Ypara reunirlo se requiereciertotiempo.

»—Túnadas en la abundancia—mecontestó—.Hayquiendiceque tustesorosempequeñecenalosdemipadreelrey.

»—Tengomás crédito que él; esto es lo único cierto—la dije—.Tú noentiendes de cosas de dinero. Es preciso tener dinero para alcanzar crédito.Conloqueyotengodeunoydeotro,trabajaréparaaumentarlos,ylaiglesiaseráconstruida,afindequesesatisfagatudeseo.

»¡Oh, el trabajo! Yo mismo me sorprendía de la propia virtud. Mentiraparecelaenormecantidaddetiempodequedisponeelhombrecuandodadeladoalosdevaneos,locuras,juegos,comilonasydiversionesestériles.Yonomalgastaba ya ni un solo segundo del tiempo que con la virtud habíaencontrado.Trabajaba a todas horas. Seis hombres juntos no rendirían tantalaborútil.Meinstituíendirectordemisempresas.Miscapitanescomenzarona hacer rutas más breves y provechosas que nunca, y mis sobrecargos sehubieron de preocupar de que las goletas no holgasen inútilmente por lospuertos,yaquenadaescapabaentoncesamiinspecciónescrupulosa.

»¡Por el rey Enrique! ¡A qué grado de perfección alcanzaron misbondades!Echéunaconcienciatanalquitaradayfina,quemepesabanopoco

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sobreloshombrosal tenerquecargarconelladondequieraquesedirigieranmis pasos.Hasta repasómis cuentas de antaño, y hube de pagar a Sweitzercincuentamildólaresquelehabíabirladoenunnegocioquetuvimostresañosatrásen las islasFidji.Leabonó,sinqueél lopidiera,hastaelúltimodólar,consusinteresesacumulados.

»¡Qué manera de trabajar, santo cielo! Plantó caña de azúcar. Fui elprimeroquecomercióenManotamanaconestegénerodeplantaciones.HicevenirdeMalaita,quepertenecea las islasSalomón,numerososcargamentosdenegros,hastaquetuveamásdemildoscientosindígenasempleadosenmisplantaciones. Envié con rumbo a Hawai una goleta en lastre para que metransportaraunmolinodeazúcar ehicevenir aun ingenieroalemánque, aldecirdetodos,sabíalaúltimapalabraenasuntosdeexplotaciónagrícola.Lepagaba la friolerade trescientosdólaresmensuales.Yomeencargué,pormiparte,deladireccióndelmolino.LoinstaléconayudadealgunosmecánicosquehicevenirdelasislasdelaReina.

»Hora es de recordar que un rival poderoso se interponía enmi camino.Era Motomoe, cacique supremo, de sincera sangre, cuyo poder sólodesmerecía ante el del rey Juan. Indígena de pura cepa, fornido y hermoso,solíamostrar su disgusto demanera harto terrible y pertinaz. Vio con ceñoarrugadomirondeoalpalacioreal.Púsoseainvestigarenmipasadahistoria,ycomoresultadodesuspesquisas,comenzóadivulgarentornoamílasmásnegrasmurmuraciones.Yeralopeordelcasoqueenelfondodecíalaverdad.HastahizoexpresamenteunviajeaApiaparadescubrircosas…comosinohubieraabundantecosechaquerecogerenlaplayadeManatomana.Burlábasedemitiernofervorreligioso,demiasistenciaalasreunionespiadosas,ysobretodo,demisplantacionesdeazúcar.Porfin,undíamedesafió,ymedeshicede él como pude. Había querido romperme la cabeza. Ya veis; amaba a laprincesaconunamortanlocoyarrebatadocomoelmío.

»Solía ella tocar el piano. Yo también sabía ejecutar algunas obraspianísticas.Noseloreveléhastaquelahubeoídotocarporvezprimera.¡Lainocenteniñacreíatocarmaravillosamente!Yasabéiscómosuelenhacerlolasjóvenes colegialas, con ese mecánico “un dos tres”, con ese tum-tum-tummonótonoeinsípido.Yaúnhederevelarosotracosamásadmirable.¡Llegóasonarmecelestialmentesumaneradetocar!Laspuertasdelcieloseabríandeparenpara lacontemplacióndemiespírituencuantoellaposabasobre lasteclassusdedosdenardo…¡Todavíameveo,alaluzdelrecuerdo,agotadoydesfallecido por las luengas horas de fatigoso esfuerzo, yaciendo sobre lasesterillasenlaazoteadelpalacioreal!Lacontemplosentadacabeelpianoylaadmiroconbeatíficaestulticiadeenamorado. ¡Oh!Aquelenorgullecimiento,aquellavanidadsuyaera tambiénelúnicodefectoquevelabasuvirtuosidadangélica,yporeso,alhumanizarla,alarrancarlaporuninstantedesudivina

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excelsitud,laacercabamásamí,laponíaalalcancedemicorazónmancilladodehombre.Poreso,cuandotocabaellasutum-tum-tumincoloro,mesentíayoremontarhaciaelséptimocielodelabienaventuranza,desvanecíasecomoporensalmomi cansancio, y el bienestar física y moral me templaba cuerpo yalma. La amaba, y mi amor era puro como la llama, transparente y sinmancillacomoelamordeDios.Yyapodéissuponerlo,enelarrebatodemifantasía de enamorado, pensaba que Dios debía parecerse mucho a lahermosurademiprincesa…

»Eslonatural,amigoBruceCadoganCavendish.Burlaossiosplace.Peroosaseguroqueelamornoesnihasidonuncaotracosa.Todocuantooshedescritoeneso:amor,lamásreal,lamáspura,lamásexquisitayacendradahermosuradequepuedegozarelhombre.Yyohesentidoelamortalycomolorelato.Hegozadodetandelicadahermosura.

Yelpobre«Patillas»,destellandoporsuojillodeardillaunrelámpagodeluz,quefulgía,entrelospárpadosycejadestrozada,comosifuerauncarbónencendidoenunrincóndelbosque,hizounapausalarga,paraapurarladrogacalmantedelbotedelechecondensadayparaprepararotramezcla.

—Lacañaenaquellosclimastardabaenmadurarcosadediezyseismeses—dijolimpiandoconelrevésdelamanolaprodigiosamatadecabellosqueleembozaba el rostro—. Yo tenía ya presto el molino para proceder a lamolienda.Naturalmentequenotodalaplantaciónmadurabaalmismotiempo,porque ya tuve el buen cuidado de plantar ordenadamente, de suerte que elmolinotuviesetrabajocontinuo.

»Durante los primeros días no faltaron pesadumbres ni preocupaciones.Cuando no una cosa era otra la que me traía de cabeza. Al cuarto día decomenzada la molienda, ausentóse el ingeniero durante algunas horas paraatender a menesteres propios. Yo, en tanto, estaba preocupado con losrodillos»delalimentador.Luegodequelosnegrosderramaronporencimadelos cilindros el crémor de calcio, les envié en auxilio de las patrullas desegadores. Me quedé solo junto al alimentador. Desde lo alto del molino,Ferguson, el mecánico, dio marcha a la maquinaria. Los cilindros nofuncionabanbienyme teníanpreocupado, comodije antes.Al findi con lacausa del mal funcionamiento. En aquel instante apareció ante mis ojosMotomoe,mirivalenamores.

»Helo allí en pie, mofándose de mí, que cubierto de porquería y grasaparecía humilde bracero más bien que opulento propietario. Los cilindrosestabanemblanquecidosporlacal.Unarendijaqueformabanmeadvirtiódequenohabíansidodebidamenteencajados.Porunodelosextremostriturabanbien la caña, en tanto que por el otro atravesaba sin ser molida. Tendí losdedos hacia la abertura sin tentar los grandes dientes de los cilindros. De

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súbito,comounagarrademildemonios,sentíquemeasíanporlapuntadelosdedos, que tiraban demí, queme trituraban.Como si fuera de caña, iban amachacarmeenunamasadepulpablanda.Nohabíasalvaciónposible.Nidiezmilcaballosjuntosquetirasendemílograríanlibertarmedelagarraférreaeinsensible. Mano, brazo, hombro, cabeza y pecho, todo yo, en fin, estabafatalmentesentenciadoacruzarhechopulpaporelalimentadordelmolino.

Eldolormecalabahastalaméduladelalma,tantoque,alfin,adormecido,llegué a no percibir sensación alguna. Y observé que nudillo a nudillo,coyuntura tras coyuntura, se iba moliendo la mano, la muñeca, el brazo,lentamente, con la serenidad inevitable de un movimiento mecánico. ¡Ohingeniero, devorado por tu propia máquina! ¡Oh molinero, triturado por tupropiomolino!…

»Motomoe, que al fin era hombre, aunque enemigo, se lanzó haciaadelantearrastradoporinvoluntarioimpulso,ylamuecadeburlaydesprecioque contorsionaba su semblante se transformó en un gesto de solicitud yespanto.Luegosepercatódelahermosaocasiónquelafortunalebrindabayprorrumpió en una carcajada brutal.No, yo no podía esperar nada de aquelhombre.¿Nohabíaintentadoundíamachacarmelacabeza?Además,aunqueasí no fuera, ¿qué entendía de máquinas, para que pudiera intervenirfavorablemente?

»Grité, chillé, ululé con todas las fuerzas de mis pulmones llamando aFerguson, pero el estruendo de lamaquinaria ahogaba la voz. Los cilindroshabíandevoradoyahastaelcodo.Aveces,altrituraralgúnnervio,sentíaundolor penetrante que me sacudía en un espasmo de horror. Recuerdo quecuandoeldoloramenguabamesorprendiólaactituddeMotomoe.

»Conmoviósedepiesacabeza.“¡Soyunbestia!”,rugióconungruñidodeodiohaciasímismo,yseabalanzósobreuncuchillodecortarcaña, largoypesado como un machete. Pensó que iba a poner término a mi miseria oincliné lacabezabajoelcuchillo,agradecidoa laclemenciademienemigo.Deotrasuerte,midolornotendríatérminohastaquelamáquinametrituraralacabeza.

»—¡Apartalacabeza,idiota!—ladródemaltalante.

»Entonces, comprendiendomejor su designio, obedecí.Hubo de dar dostajos brutales, porque yo era hombre robusto y corpulento; pero logrócercenarme el brazo a ras del hombro, y tirando de mí me arrojó sobre elmontóndecañas.

»Sí.Elazúcarsepagóaenormeprecio;peroyolevantéparamiprincesaeltemplodesusensueñosdesanta,yella…fuemiesposa.

Sacióenpartesusedyprosiguió,paraconcluirlanarración:

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—¡Aydemí!Jugólafortunaconmividacomoniñoveleidosoytornadizo.Aquímetenéishoy,convertidoenunamáquinagastada,quenielalcoholmequemalasentrañas, tanhechoestoyabeberlo,niotracosafueradelalcoholme vivifica y enternece. Y sin embargo he vivido, y desde aquí envío misbesosetéreosalpolvodemiprincesa,quedesdeluengosañosduermesueñoeternoenelmausoleodelreyJuan,túmulodepiedraquecontempla,atravésdel valle de Manona, notar al viento las banderas de un país extraño quecoronanlaCasadelGobiernobritánico…

El«Gordo»,haciendosuyaslasemocionesdelcamarada,brindóleuntragodesurecipientedelatón.BruceCadoganCavendish,entanto,mirabaconojosde implacableamargurahacia la fulguración rojade lahoguera.Erahombrequeprefería beber a solas. Por entre los finos labios de la boca entreabiertaaleteabaunasonrisademofaoescarnio,yhabiéndolesorprendido«elGordo»,osópreguntarleunavezcercioradodeque teníaelpedruscoalalcancede lamano:

—Bueno.¿Ynotenéisnadaquenarrar,amigoCavendish?Oshallegadoelturno.

Alzóelotro losojos fríos, secos, inmóviles,queseclavaronenel rostrodel«Gordo»hastaenturbiarseconunasombradedisgusto.

—Yohevividounavidaduraybrutal—concedió«elSeco»raspandolaspalabras—.¿Cómorelatarpáginasdeamorquenuncahesentido?

—Noesposiblequeunhombredetuclasehayadejadodegozaralguna—lereplicó«elGordo».

—¿Qué importa?—gruñó «el Seco»—. No veo por qué razón haya dealardearuncaballerodehaberlogradotriunfosamorosos.Noveolarazón.

—¡Oh!Prosigue.Séunbuenamigode todos—aconsejónuevamente«elGordo»—.Lanochesepresentadulceyplácida.Aúnesprontoynosquedabebida con que recrearnos. Delarouse y yo hemos contribuido con nuestroóbolo. No suele acontecermuchas veces que se reúnan tres hombres comonosotrosparaconversardetaninteresanteshistorias.Sindudaquetútambiénhabrás gozado de alguna ventura de amor que puedas referir sinavergonzarte…

BruceCadoganCavendishblandiólabarradehierroyparecióvacilarentresi le rompería o no la cabeza. Luego suspiró y dejó caer indolentemente elarma.

—Bien está, si así os place—cedió al fin con manifiesto escrúpulo—.Como vosotros, tuve yo también una constitución privilegiada. Y si es enasuntosdebebida,puedojurarquehubierasidocapazdevencerosa losdos

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juntosenvuestrosmejorestiempos.Miscomienzosfueronhartodistintosdelarealidadpresente.Nadiepuedediscutirquellevoencimalamarcaeternadelagentileza,delacaballerosidad,anoserquealgunodevosotrososara…

Ydiciendoyhaciendoalargólamanoalabarradehierro.Susauditoresnoparecieronpercatarsedelaamenaza.

—AcaecióaunasmilmillashaciaelOestedeManatomana,enlaisladeTagalag—prosiguióel«Seco»conairedemelancólicaextrañeza,comosilesorprendiera que los otros no hubiesen dudado de su alcurnia—.Mas antesdebodecirosdequémaneravineapararenTagalag.Porrazonesquenoesdelcasomencionar,yporcaminosdeprecipicioquenoquierodescribir,peroqueen nada se parecen a las travesuras de los renegados de Oxford ni a lascalaveradas de los aficionados a carreras de caballos, me hallé en plenamocedad dueño y señor de una goleta, tan bien conocida, que nomencionaremossunombre.SolíadedicarmeareclutarnegrosdelasislasquesalpicanelSudoestedelPacíficoodelosmaresdecoral,paratransportarlosalasplantacionesdeHawai,alasminasdenitratosdeChileo…

—Fuistetúentoncesquienasolóporcompletalapoblaciónde…—estallo«elGordo»antesdequepudieradetenersearefrenarsuspalabras.

BruceCadoganCavendish,conlaceleridaddeunrayo,empuñólabarradehierro,dispuestoadescargarlasobrelacabezadelimprudente.

—Prosigue —suspiró «el Gurdo»—. He olvidada por completo lo quepensabadecir.Sindudasemehaidoelsantoalcielo.

—Abundaban en aquella ruta tierras caprichosamente brutales—dijo; einterrumpiendodesúbitolanarración,exclamó:—¿Túhasleídolahistoriadellobodemar?

—Sí, pero tú no eres el lobo —intervino «el Patillas», afirmando sinmuchacertezaniseguridad.

—Indudablementequeno—replicó«elSeco»conungruñido—.El lobodemarmurió.¿Noesasí?Yyovivotodavía.

—¡Sinduda!¡sinduda!—concedió«elPatillas»—.Unpardeañosatrás,cayódecabezaallimodelfondo,desdeelmuelledeVictoria,yseahogó.

—Comoosibadiciendo…ynoadmitointerrupciones—prosiguióBruceCadogan Cavendish—, abundaban en aquella ruta comarcas bestialmentecaprichosas.Estuve enTaki-Tiki, islabajaquepolíticamentepertenece a lasSalomón,peroquegeológicamentenada tienequeverconestearchipiélago,puestoquelointegranislasaltas.Etnográficamente,correspondeaPolinesia,Melanesia y Micronesia, porque gravitaron hacia ella todas las razas delPacíficoabordodesuscanoas,resultandodetancomplejamezcladesangre

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unacastadegeneradayextraña.Desdeelpuntodevistabiológico,sehallanenla isla de Taki-Tiki los posos del hondo abismo humano. Yo conozcoperfectamenteelfondodeesteabismodequeoshablo.

»Trágicamentebestialesycaprichosassedeslizabanaquellashorasdemivida,yasacandoaflordeaguaconchasdemar,yapescandoenbêche-de-mer,oracomerciandoconargollasdehierroyhachasquevendíaacambiodecopray marfil vegetal, bien cazando negros o dedicándome a otros menesterespropiosde semejanteoficio.Paramejor inteligenciavuestra,os aclararéquelas conchas de mar son el patrón monetario de los salvajes y que éstos seentiendenconlosreclutadorespormediodeuninglésenrevesadoydeformeque llaman por aquellas islas béche-de-rner. Aún en el propio país de Fidjicorrían entonces tiemposdurospara elLotti, puestoque los caciquesde lasaldeas negras solían todavía comer “cerdo largo”, esto es, devorar a loshombresblancos.HaciaelOestereinabalafierezamásbestialyprimitivaquepueda imaginarse. Era el país de los negritos de ensortijada cabeza,antropófagos desde el primero al último, con su jack-pot rebosante deriquezas…

—¿Jack-pothasdicho?—preguntó«elGordo».

Y en vista del ademán colérico que creyera advertir en el interrumpido,añadió:

—TenencuentaqueniDelarouseniyohemosvisitadojamáslasislasdelOeste.

—Todos los antropófagos se dedican a la caza de cabezas, que soncotizadas a muy alto precio, sobre todo si pertenecieron a hombre blanco.Suelendecorarconellaslascanoerasylascasasdelosdoctoresbrujos.Cadaaldeasalvajecirculasujack-potquetodoscontribuyen,yquientraelacabezade un blanco arrambla con la olla. Cuando transcurre algún tiempo sin quenadie traiga una cabeza, suele adquirir proporciones inusitadas el tesoroacumulado.Caprichosamentebrutal,¿noesasí?

»Yo lo sé bien. En cierta ocasión maté al piloto holandés que meacompañaba por las islas negras y obtuve para mí el jack-pot. Fue de lasiguiente forma. Anclábamos entonces en Langa-lui. Venía con nosotros abordountimonelnegro,llamadoJuanito,naturaldePortMoresby,conquienconvinelatrama.Unanochecercenólacabezadelpilotoyhuyóconellatierraadentro,mientras yo simulaba perseguirle a tiros.A cambio de la cabeza leentregaronunmagníficojack-pot.Niquedecirtienequealsiguientedíaenviéensubuscaunbotededesembarco,condosdeescolta,paraqueleguardaranlasespaldas,endonderecogíalnegroconsubotín.

—¿Ycuánto importó laolla?—preguntó«elPatillas»—.Heoídohablar

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deunaquevalióenOrlacercadeochentalibras.

—Consistía encuarenta cerdos rollizos—replicó«elSeco»—.Cadaunodeloscualesvalíaunabrazadeconchasmarinas,queequivaleaunalibra,desuerte que la olla me vino a salir por unos doscientos dólares en carne decerdo.Contenía,además,noventayochobrazasdeconchas,queenmonedacristianaequivalenaotrastantaslibrasyapocomenosdequinientosdólares.Dividíelbotínencuatropartes,delascualesunacorrespondíaaJuanito,otraal barco, la tercera paramí como propietario delmismo y la cuarta para elpatrón,quetambiénerayo.Juanitonosequejónuncadelreparto.Entodasuvida no había poseído tantos dineros juntos. Además, le regalé un par decamisasviejasdelpilotoasesinado,cuyacabeza imaginoque todavíaornarálasparedesdealgunacanoera.

—Entierronomuycristiano,porcierto—observó«elPatillas».

—Peromuylucrativo—replicó«elSeco»—.Elcuerpodelpilotosirviódealimento a los tiburones, que no tuvieron ni para un bocado. Locura habríasidohaberlesarrojadounacabezaquevalíamásdeochocientosdólares.

»Bueno; sea como fuere, lo cierto es que hacia el Poniente, se gastabanbromastangrotescamentebestialescomoésa.Noosdirélosaprietosquepasóen tierra de Taki-Tiki; sólo quiero relataros que me hice a la vela condoscientosnegrospara lasplantacionesdeTierrade laReina;perocomomimanera de reclutarlos no pareció demasiado católica a las autoridadesbritánicas, y como dos cruceros peinaban el mar con la sana intención decazarme,hubedecambiarelrumboybogarhaciaPoniente,paradesembarcarelcargamentodeesclavosenlasplantacionesespañolasdeBangar.

»Era la estación de los tifones. LaMerryMist, que quiere decir “nieblajovial”,eraunagoletadereciayresistentearmadura,oporlomenosasílacreíyo hasta el día en que el tifón nos sorprendiera.No he visto jamás unmarsemejante.Lareciaarmadurasehizoañicos.Saltaronlasvergasaunlatigazodemar, sehicieronastillas lascasetasdecubierta, fueronarrancadosde raízbarandillasy rieles,ycomenzaronaceder lasplanchas.Reparamoscomoeldiablo nos diera a entender los restos de un bote, y a él nos confiamos,mientrasqueelmardabaaltrasteconlaruinademigoleta.Arriamoselbote.Elcarpinteroyyofuimoslosúltimosensaltardentro.Éramostansólocuatrohombres.

—¿Seperdierontodoslosnegros?—inquirió«elPatillas».

—Todos.Algunossemantuvieronalgúntiempoaflote;peronocreoqueninguno consiguiera ganar la orilla. Nosotros tardamos diez días en pisartierra, bogando con el viento en popa durante casi todo el trayecto. ¿Quépensáisque llevábamosabordoennuestracompañía?Botellasdeginebray

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cajasdedinamita.Esgracioso,¿no? ¡Oh!Porsupuesto, llevábamos tambiénun pequeño depósito de agua, carne seca y galleta; lo suficiente parasostenernoshastaTagalag.

»Ahorabien;Tagalageslaislamásdesesperantedelmundo.Brotadelmarunconovolcánico,cercenadoporelcráterdelvolcán.Porunarupturapenetraelmarhastaelinteriordelcráter,formandounpuertonaturalverdaderamentehermoso. Y esto es todo. Ni un solo ser puebla la isla. Son escarpadas laspendientes interioresyexterioresdelcráter.Dentrodeéste,aun lado,existeunapequeñaextensióncubiertaporuncentenardepalmeras.Nadamás,sinoesalgúnqueotroinsecto.Repitoqueniunsoloserdecuatropatas,siquierafuese ratón, puebla aquella tierra inhóspita. Con sus palmeras y todo, cosasorprendente,nohapodidodarabrigoalcangrejodeloscocoteros.Tansólomajalesdesalmonetesqueseacogenalabrigodelpuerto,losmáshermososyrollizosquehanvistomisojos,seofrecenparasustentodelnáufrago.

»Y todos cuatro desembarcamos en la pequeña playa, procediendo alevantarnuestrachozaentrelaspalmeras,endondedepositamoslaabundantecargadeginebraydinamita.¿Nooscausarisa?Esgracioso.Yasíhubimosdepasardurantealgúntiempo,adietadecocoyginebra.Ahorabien;yonoestoytanenteradocomoChaunceyDelarouseenmateriasdereligión,peroconservoalgunaqueotra ideaprimitiva, y con arreglo a ella, concibo el infierno a lamanera de un bosque infinito de palmeras, henchido de cajas de ginebra ypoblado por marineros náufragos. ¿No es gracioso? Hasta el diablo sedesgañitaríariendo.

»Aquel régimen de alimentación era para chiflar a cualquiera. Como nopodíamos digerir tanto coco, recurrimos a aplacar el hambre a fuerza deginebra. Al cabo de dos semanas, un marinero holandés, por nombre Olaf,cuando tanto él que lo hizo como nosotros que le contemplamos estábamosrebosantesdealcohol,concibiólagranidea.Levimosintroduciruntrozodemechaenuncartuchodedinamitayacercarsedespués,tambaleando,haciaelbote.

»Pensó que intentaba pescar algún salmonete para enriquecer la comida;pero comoel sol quemabay no tenía ganas demoverme, esperé tumbado aquelasuertelefavoreciera.

»Media hora después oímos una detonación. Olaf no volvió nunca.Aguardamoshastaqueelcrepúsculorefrescaralatemperaturaparadescenderalaplaya.Allíestabaelbote,íntegro,balanceándosealbesodelabrisatenue;pero Olaf había desaparecido. No volvió a comer coco jamás. Regresamosmásdesesperadosquenuncahacianuestraspalmeras,dondeelcontenidodeotrabotelladeginebranossirviódelenitivo.

»Al siguiente día, anunció el cocinero que prefería probar suerte con la

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dinamita,antesquepermanecereternamenteadietadecoco.Noconocíacómolasgastabaladinamita,peroestabaalcabodelacalleenloqueserefierealadigestibilidad del coco. Le vimos coger un cartucho, introducir la mecha,apurar un par de tragos y alejarse hacia el exterior del cráter, con grantranquilidadysosiego.

»Acaecieronlascosaslomismoqueeldíaanterior.Oímosladetonación.Alahoradelcrepúsculonosacercamoshacialaplaya,yenelboterecogimoslosrestosdelcocinero.Noeranmuchos,perosuficientesparaunfuneral.

»Elcarpinteroyyoaguantamosaúndosdías.Luegoechamosasuertesyletocóaélelturno.Nosseparamoscongruesaspalabrasportomaydacaunostragos de ginebra; él, porque quería saciarse; yo, porque no le consentíatamaño desperdicio del preciado licor. Además, el carpintero llevaba en elcuerpomásdel que le cabía, como lo proclamaban los tropiezos y eses quedibujabaalandar.

»Acaeciólomismoqueendíasanteriores,salvoqueelmalditomediomásquehacer al enterrarle, porque sólo había preparado medio cartucho. Alsiguiente díame apresté para la prueba, luegode haber fortificadomi valorconsuficienteginebra,afíadeosarafrontarladinamita.Nopreparénadamásqueunterciodecartucho,conlamechabreve,rajadaendosporelextremo,afin de asir la cabeza del misto de seguridad. En esto enmendé losprocedimientosdemiscamaradas.Elloshabíandeutilizarmechasmuylargas,de suerte que, cuando descubrieran un majal de salmonetes, habían deencenderlamechayesperaraquesequemarahastaelbordedelcartuchoantesdearrojarlo.Siloarrojabandemasiadopronto,noreventaríaenelinstantederozar con el agua, en tanto que al choque saldrían huyendo los pecesatemorizados.¡Extraordinariasustanciaes ladinamita!Hoy,apesardetodo,continúocreyendoenlamayorexcelenciayseguridaddemiprocedimiento.

»A1 cabo de remar cosa de unos cinco minutos, descubrí una tropa depeces,tanrollizosytentadoresquemeescocíaenlanarizelolordelasado.Yaestabayoenpie,el fuegoenunamano,elcartuchoen laotra;desúbitomeflaquearonlaspiernas.Acasofueporculpadelaginebra,talvezlaansiedad,quizáselhambre;lociertoesquemeestremecítembloroso,quepordosvecesfallé al intentar encender la mecha, que al fin lo conseguí y que observédeslizarselallamaatravésdelcombustible.

»Noséloqueharíanlosotros.Sóloséque,comoquienmuerdeelfrutoyarroja el tallo, así yo lancé el cartucho en dirección al lugar por dondeplácidamente cruzaba el majal de salmonetes, y en compañía del cartuchosalióporelaireelbrazoquemefalta…

El«Seco»escudriñólalatadeconserva,ynoencontrandoenellaelaguaquebuscabaparalamezcladealki,sepusoenpieyacercósealamargendel

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río.

—¡Ay!—dijo.

Al cabodeunosminutosestabadevuelta.Mezcló ladebidacantidaddeagua fangosa con el alcohol, apuró un trago solitario y tendido y púsose acontemplarconojosdeamargaacrimonialascaprichosasfulguracionesdelahoguera.

—Bueno…—sugirió«elGordo»—.¿Yquéaconteciódespués?

—¡Oh!—replicó«elSeco»—.Luego,comoesdesuponer,laprincesasecasóconmigo…

—Pero tú estabas solo. No existía princesa que lo valga… —gritóbruscamente«elPatillas»,paracallarsedespuésllenodeturbación.

El«Seco»mirabaa lahoguerasinpestañear,comosi losojosestuviesenclavadosenlasllamas.

Percival Delaney y Chauncey Delarouse se miraron. Calladamente, enmedio de un silencio solemne, se ayudaron mutuamente a empaquetar losrespectivoshatillosconelúnicobrazoqueacadacuallequedaba,ysinhacerruido, hato al hombro, se alejaron del círculo de luz indecisa que, comounnimboderadiaciónabiertoenlastinieblasdelanoche,circundabalahoguera.Yhasta quehubieron trepado al terrapléndel ferrocarril no cambiaron estasbrevespalabras:

—Uncaballeronohubieseobradodetalforma—dijo«elPatillas».

—No,nohubieraobradodetalformauncaballero—asintió«elGordo».

COMOARGOSENLOSHEROICOSTIEMPOS

Corría el verano de 1897. En la familia Tarwater había gran revuelo yconsternación.ElabueloTarwater,despuésdehaberestadosumisoycalladodurantemásdediezaños,parecíasublevarsedenuevo.EraentonceslaépocadelafiebredeKlondike.Cuandoelabuelocantaba,síntomaindudabledequeelaccesofebrilhabíacomenzado.Sólosabíaunacanción,yaúndeéstanadamás que tres renglones de la primera estrofa. Y la familia no ignoraba quesentía laantiguacomezónen lospies,yenel almael cosquilleode laviejalocuracuando,antesconrudograznidoyconcascadofalseteahora,rompíaacantar:

ComoArgosenlosheroicostiempos,

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abandonamosnuestradulcepatria,

tum-tum,tum-tum,tum-tum,tum-tum,

parabogarenposdelvellocinodeoro.

Diezañosatrás, cuando lediera la fiebrepor ir a lasminasdeorode laPatagonia, había entonado también la vieja canción con el airemusical delGloriaPatri.Lafamiliaselehabíaechadoencima,ynosingrandestrabajosyfatigasconsiguióreducirle.Unavezquetodaslasintentonasyprocedimientoshubieronfracasado,leenviaronunpicapleitosconlaamenazadeinhabilitarleparaelmanejodesusasuntosydeconfinarle,sifuerapreciso,enelasilodealienadosdelaprovincia:lacualeramuyrazonablemedida,tratándosedeunhombrequeveinticincoañosatráshabíadilapidadotodossusbienes,exceptodiezmiserables acres de tierra que aún le quedaban enCalifornia, y que deentoncesacánohabíademostradomayoraciertoenelmanejodesusasuntos.

Los abogados produjeron en Juan Tarwater el mismo efecto que lascataplasmas de linaza; porque, a su entender, eran ellos quienes le habíandespellejado,arramblandoconlasricashaciendasdelosTarwater.Así,pues,en la época de la fiebre de Patagonia, el solo anuncio de tan drásticamedicación le había curado, como por ensalmo, de su dolencia.Y con estodemostróquenoeratanlococomolecreían,renunciando,congranalegríadetodos,aPatagoniayasusminasdeoro.

No tardóel abueloendar señalesdeenajenación.Sin ser requeridoparaello,hizocesiónenfavordesufamiliadelosdiezacresralos,delacasa,delgranero,de lasconstruccionesadjuntasa la fincayde lasacequiasy riegos.Asimismo entregó los ochocientos dólares que le quedaban en el Banco,únicosquehabíansobrevividoalnaufragiodesufortuna.Con locual,en losucesivonovolvieron sus familiares a repetir la amenazade reclusión en elmanicomio,yaquesemejantemedidahubierainvalidadonecesariamentetodocuantoacababadehacer.

—Parecequeestuvieraelabuelodisgustado—dijoMaría, lahijamayor,abuelayaasuvez,cuandoentróelviejoechandohumo.

Sólo había retenido para sí, de sus bienes, un tronco de caballos, unacarreta de montaña y la habitación que ocupaba en la vieja casona, dondebullía un hormiguero de hijos y nietos. Además, a fin de no ser gravoso anadie, solicitó y obtuvo del Correo de los Estados Unidos la contrata parallevar la correspondencia dos veces por semana desde Kelterville, aldeaempinadaenlamontañaTarwater,hastaViejaAlmadén,queeraunaespeciede mina de plata esporádicamente excavada en los pastizales altos de lacomarca.Consusdospencosviejosyelcarromatoañosohacíasusdosviajessemanales,queleabsorbíantodoeltiempoycuidados.Ycuentaquedurante

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diezaños,conlluviaoconsol,nohabíafaltadojamásasusdeberes.Tampocodejó ni una sola vez de entregar aMaría todas las semanas el importe delhospedaje y alimentación. Había fijado, durante la convalecencia de susfiebres patagonas, el precio de este hospedaje, y estrictamente lo veníapagando desde entonces, aunque tuviera que renunciar al tabaco, a fin depodercumplircomoDiosmanda.

—¡Uf!—dijo confidencialmente a la arruinada turbina del viejomolinoTarwater,queélconstruyera,lustrosatrás,paramolereltrigodelosprimeroscolonos—.¡Uf!Teaseguroquemientrasmepuedavalernomemeteránenelasilo de los pobres. Y no teniendo como no tengo ni un centavo de mipropiedad,noosaránecharmeunabogado,comoquienazuzaaunperro…

¡Y sin embargo, en aquellas medidas prudentísimas del viejo Tarwaterfundamentabantodoslachochezodemenciaqueatribuíanalabuelo!

Porprimeravezhabíaentonadosuhimnode«ComoArgosenlosheroicostiempos», allá por el año 1849, cuando a los treinta y dos de su edad,violentamenteatacadoporlafiebredeCalifornia,vendiódoscientoscuarentaacres que en Michigan poseía, vírgenes todavía los cuarenta, por el preciomezquinodecuatroyuntasyunvagón,con loscualespartióa travésde lasllanuras.

—YluegocruzamosporFortHall,pordondeascendía laemigracióndelOregón hacia el Norte, y descendimos a California—contaba el viejo paraponer punto final a la narración de tan arduas jornadas—. Bill Ping y yosolíamoscazarosospardosenlosmatorralesagrestesdeCharcaEscondida,enelvalledeSacramento.

Siguieronluegoañosdeminería,deacarreo,defatiga,hastaque,cediendoa la sed de la tierra, característica de su raza, asentó definitivamente en eldistrito deSonoma, gracias a los ahorros quedurante sus añosde aventurashabíahecho.

Ahora,duranteaquellosdiezañosque llevaba transportandoelcorreodelasaldeasdeTarwateralvalleyalamontañadelmismonombre,porenormesextensionesde tierraquehabíansidosuyasantaño,solíaacariciarelviejoelensueñode recuperar la tierraantesdemorirse.Yporeso,erguidasu figuraflaca como en los buenos tiempos, destellando fuego azul por sus ojillosdiminutos orlados de arrugas, el abuelo Tarwater entonaba una vez más suantiguacanción.

—Ahílotienes,escucha—dijoGuillermoTarwater.

—Como si no hubiera nadie en casa —dijo riendo Harris Topping,jornalerodelahacienda,quecasadoconAnaTarwater,habíatenidodeellalafrioleradenuevecriaturas.

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Se abrió la puerta de la cocina para dar acceso al anciano, que venía deponerelpiensoasuscaballerías.Habíacesadoyael rumoreode lacanción.María,irritadaenparteporelescozordeunaquemaduraquesehabíahechoenlamano,yenparteporladíscolacondicióndeunnietecitoque,avozengrito, protestaba contra unas papillas de leche y pan, recibió en actitud dehurónalanciano,diciéndole:

—Yanosientabienatusañosesacancióndeldiablo;hapasadoparatilaedaddecorrerhacialasnievesdeKlondike.Esacanciónnosirveparanada.

—Pudieraser,hijamía—repusoelviejoserenamente—.Todavíamecreocon vigor suficiente para soportar las fatigas de Klondike, y aún paraamontonarallíoroconquerecobrarlastierrasdeTarwater.

—¡Chochecesdeviejo!—intervinoAna.

—Nopodríasrecuperarlaspormenosdetrescientosmildólaresyalgomás—añadióGuillermoparadesorientarle.

—Si yo hubiera ido a Klondike habría traídomás de trescientosmil—repusoplácidamenteelanciano.

—¡SantoDios!¡Sinopuedestenerteenpie,yhablasdemarcharte!…Estehombrehaperdidoel juicio—gritóMaría—.Además, las travesíaspormarcuestansudinero.

—Antessolíayotenerdinero—dijoentonohumildeelabuelo.

—Anteseraantesyahoraesotrotiempo.Comonopuedesirte,olvídalo—aconsejóGuillermo—.Pasaron los tiempos de andar vagando por elmundoconBillPing,cazandoosos.Yanoquedanosos.Enlosnidosdeantañonohaypájaroshogaño,abuelo.

—Sinembargo…

PeroMaríaleinterrumpió,yechandomanobrutalmenteaunperiódicoqueestabaextendidosobrelamesadelacocina,selopasóalviejopordelantedelasnarices.

—¿Qué dicen de Klondike estos hombres? Ahí tienes. Sólo la genterobustayjovenpuedesoportaraquellatierra.EspeorqueelpoloNorte.Allísehandejadolapellejamilesdeaventureros.¡Mira,miralasfotografías!Túlesacasmásdecuarentaañosalmásviejodetodos…

JuanTarwatermiró,perosusojossedesviaronhaciaotrasfotografíasquellenabanlapartesuperiordelapáginasensacional.

—Mira,encambio,lasfotografíasdelaspalacrasquehantraídodeallá—dijo—.Yoconozcomuybieneloro.SipudieramarcharmeaKlondike…

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—Elabueloestáloco—gruñóGuillermo.

—¡Bonitamanera de hablar a tu padre!—le riñó dulcemente el ancianoTarwater—.Elmíomehubierarotoapaloslascostillassilehubiesehabladoalgunavezdeesamanera.

—Peroesquetúestásloco,padre…—comenzóadecirGuillermo.

—Reconozcoquetienesrazón,hijo.Mipadre,comonoestabaloco,nomelohabríatolerado…

—Seconocequeelviejohaleídoalgunosartículosendondesereferiráeltriunfodeciertoshombresquehabíancomenzadosusaventurasdespuésdeloscuarenta—añadióAnita.

—¿Yporquéno,hijamía?¿Porquénohadepodertriunfarunhombreapesarde sus setentaaños?Fíjateque sólo tengo setentaaños.Loscumplí elotrodía.QuiénsabesipodríatriunfartodavíaconsóloquepudierallegaraeseKlondike…

—Comonohasdepoder,esinútilquetemolestes—chillóMaríacomounescopetazo.

—¡Bueno! ¿Qué le vamos a hacer? A falta de otra cosa nos iremos adormir,yfueradediscusiones—dijoelabuelo.

Se puso de pie. Era alto, flaco, nudosas las articulaciones y enjutos losmiembros. Una espléndida ruina de hombre. Las patillas y desgreñadoscabellosaparecíanyablancoscomomechonesdelana,yhastaelvellodelasmanossalpicabadenievelapieltostadadeoro.Seacercóalapuerta.Suspiróysedetuvouninstante,antesdedesaparecer,paramirarlosatodos.

—Nopuedoresistirme.Sientounacomezónenlasplantasdelospiesquemearrastra—dijoentonoquejumbroso.

A la siguiente mañana, mucho antes de que la familia bulliese por lacasona,alaluzdeunalinterna,dioelpienso,enjaezóloscaballos,secocinóun almuerzo frugal y partió por la carretera deKelterville hacia el valle deTarwater.Doscosasinsólitashabíaenaquelrutinarioviajequepormilésimavezemprendíadesdequesecontrataraconelcorreo:enlugardeconducirelcarromatohaciaKelterville,comosolía,diolavueltahaciaelSur,tomandolacarreteradelaSantaRosa.Aúneramássospechosoelotrodetalle;estoes,unpaquetequeenvueltoenperiódicosllevabadebajodelospiesenelpescante,conteniendoelúnicovestidodecentequelequedaba,elnegro,elqueMaríanoqueríaqueusaseporquepensabaconservarloparalamortajadelabuelo.

Ya en Santa Rosa, vendió el vestido a un ropavejero a cambio de dosdólaresymedio.Elmismohombrelediocuatrodólaresporelanillodebodasdesudifuntaesposa.Eltroncodecaballosyelcarromatoseliquidaron,asu

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vez, en setenta y cinco dólares, de los cuales sólo veinticinco le fueronentregadosalcontado.TuvolasuertedetoparenlacalleconAltonGranger,aquienpidiódiezdólaresquelehabíaprestadoenelaño1874,ydeloscualesnunca, por no tener necesidad de ellos, le había hechomención. Recordó aAltonelasunto,yelhombre,viniéndosearazones,lepagósinchistar.Luegohablóconelborrachodelpueblo,aquienmásdeunavezhabíaconvidadoaunas copas, y le pidió prestado otro dólar, con el cual y lo otro tomó,finalmente,eltrendeSanFrancisco.

Docedíasdespuésdesembarcabaentrelaavalanchadeexpedicionariosenla playa deDyea, con sus ropas viejas y un saco demantas al hombro. Laplaya era una casa de orates o una olla de grillos. Diez mil toneladas deDertrechosyenseressehacinabanenmontonesa trocheymoche,ymásdeveinte mil hombres de todas castas y raleas bullían por entre aquel maremágnumdebultos.EltransporteaespaldadeindioporChilcoothastaellagoLindermanhabíasubido,desdediezyseiscentavoslalibraqueantescostaba,hastatreinta,locualveníaaserarazóndeseiscientosdólareslatonelada.Elinviernosubárticosecerníalóbregoenlacercanía.Nadieignorabaquedelosveintemilhombresallíreunidos,contadosseríanlosquepudiesencruzarlospasospeligrosos,habiendodeaguardarelrestoaldeshieledelaprimavera.

Y en aquella playa inhóspita plantó sus pies el viejo Juan Tarwater.InmediatamenteemprendiólarutadeChilcoot,caminoadelante,canturreandolaviejacanción,sinpreocuparsedetransportarsuspertrechos,porquenolostenía.Aquellanochedurmióen la riberaarenosa,acincomillasmásalládeDyea,dondecomienzalanavegaciónencanoa,dondeelríosetransformaenun monte de aguas despeñadas que se precipitan por un cañón negro,alimentadasporlosglaciaresdemásaltascomarcas.

Al amanecer del siguiente día, descubrió a un hombrecillo menudo, tanliviano,quenopesaríamásdecuarentaycincokilos,que,calzadoconunasabarcas,cruzabaalolargo,bajounsacodecienlibrasdeharinaquellevabaatadopormediodeunascorreasalaespalda.Elhombrecillosetambaleódepronto,lióseconlasrústicasabarcasycayódebrucesenunremansoquieto,donde las aguas apenas alcanzaban medio metro de profundidad. Allípermaneció inmóvil, somorgujado, ahogándose plácidamente. No es queanhelara morir, ni que tan sin resistencia rindiera la vida, sino que elexorbitantepesodelsaconoledejabalevantarse.

—Gracias,señor—dijoaTarwater,luegoqueestelehuboarrastradosanoysalvoalaorilla.

Elhombresedescalzólasabarcasparavaciarlas,porquesehabíanllenadodeagua.Entretanto,élyelviejocharlaban.Luegosacódeunbolsodecuerounamonedadeadiezdólares,ylaofreció,obsequioso,asusalvador.

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El abuelo Tarwater engrameó la cabeza y comenzó a tiritar, porque sehabíaempapadolaspiernashastalasrodillasenlasheladasaguasdelDyea.

—Noadmitonada—dijo—.Loque síharíadebuengradoes compartircontigoamistosamenteunbuenalmuerzo.

—Pero¿esquenohasalmorzado?—preguntóelhombrecillo.

Tendríamásdecuarentaaños,ysegúndijo,sellamabaAnson.

—Niunbocado—replicóTarwater.

—¿Dóndetienestuspertrechos?¿Vanríoarriba?

—Notengopertrechosdeningúngénero.

—Entonces,¿esquepiensascomprarlasprovisionesenelinterior?

—Notengoniunsolodólarconqueadquirirlas,amigo.Todolocual,porelmomento,nomeimportatantocomounalmuerzocaliente.

En el campamento deAnson, a un cuarto demillamás allá, encontróseTarwaterconunjovendeunostreintaaños,hosco,delgado,concararojadebebedor de whisky. Estaba echando blasfemias al arrimo de una hogueradondelaleñahúmedadesaucesymimbrerasnoqueríaarder.Charles,queasísellamabaelgruñón,recibiódemaltalantealviejo,descargandosobreélsuenconoydisgusto;peroTarwater,queeradenaturalblandoyapacible,hízoseeldesentendidoysepusoaencenderlarebeldehoguera.Aprovechólabrisahelada del amanecer para hacer tirar a la chimenea de piedras, que el otro,menoshábil,habíaobstruido.Ylogróproducirmásllamaconmenorcantidaddehumo.Luegollegóeltercerhombredelapandilla,BillWilson,oBigBill,como solían llamarle, con un bulto de ciento cuarenta libras a la espalda.Charles echó a perder el almuerzo que tan gustoso se presentaba paraTarwater.Lasgachasestabanamediococer,el tocinohechouncarbón,yelcafé,quetantoagradabaalviejo,puraaguachirle.

Fue devorado el almuerzo en un santiamén, a pesar de su torpecondimento,y los tres socios,asiendosuscorreasdecarga,descendieronenbusca del equipaje restante, que había quedado en el último campamento, aunamilladedistancia,rastroabajo.ElabueloTarwaterencontróbienprontofaena.Lavólasfuentesyplatos,remendóunportabultosroto,afilóelcuchillodelacocinayelhachadecampo,yatólaspicasypalasenunpaquete,demásfácilmanejoytransporte.

Lehabía intrigadodurante el almuerzociertomiramiento impregnadodeterror con queAnsonyBigBill permanecían anteCharles.Undía,muydemañana,cuandoAnsondescansabaluegodehabertransportadounbultomuypesado,Tarwaterlemanifestódelicadamenteestaobservaciónsuya.

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—Mira, así son las cosas —respondió Anson—. Hemos dividido lacapitaníadelaexpedición.Estamosespecializados.Yosoycarpintero.CuandolleguemosallagoLindermanyhayaquepodarydesmocharárbolesconqueconstruirnuestrasalmadías,yodirigirélostrabajos.BigBillesminero.Porlotanto, él dirigirá la operación de minería. El más capacitado capitanea lasfaenas de los demás. Ya tenemos allá arriba la mayor parte del equipaje.Nuestro cuarto socio, a quien no conoces todavía, está allá dirigiendo a lasreatas de indios que lo transportan hasta lo alto de Chilcoot. Se llamaLiverpoolyesmarinero.Poreso,cuandohayamosconstruidolasalmadías,élnosdirigiráporloslagosycascadasdeKlondike.

—¿Y cuál es, si se puede saber, la especialidad de eseMr. Crayton?—preguntóTarwaterseñalandoaCharles.

—Ésteeshombredenegocios.Éldirigirálaorganizaciónydesarrollodenuestrosasuntos,cuandollegueelcaso.

—¡Hum! Buena fortuna es haber reunido tantas y tan buenasespecialidadesparaelcamino.

—Más que buena —asintió Anson—. Y todo ha sido pura casualidad.Cadacualdenosotrospartióasolasdesutierra.Nosencontramosenelvapor,viniendodeSanFranciscoehicimosallílacompañía.Bueno.Eshoradequemevaya.NoquieroexponermeaqueCharlesmedéunpuntapiépornocargarlos pertrechos queme corresponden.Debían, sin embargo, figurarse que unhombrecillo como yo, de apenas cincuenta kilos de peso, no puedehumanamentetransportarunfardodecientosesentalibras.

—Quédate ahí y prepáranos algo para comer—dijoCharles a Tarwater,cuando volvía con su segundo viaje de carga, al observar la destreza yhabilidaddelviejo.

YTarwatercocinóunacomidadignadetalnombre.Lavólosplatos,hizouna cena exquisita de guisantes y tocino, y coció en una sartén un pan tangustoso, que los tres socios se chupaban los dedos de satisfacción. Lavadaluegolavajilla,cortóparaelalmuerzodelsiguientedíateasyastillasdeleña,enseñóaAnsonunazancadillaconquepodríaderribaraloshombronesmásaltos,cantósu«ComoArgosenlosheroicostiempos»,yrelató,paradistraeralossociosdurantelavelada,lasgrandesemigracionesatravésdelasllanuras,alláporelaño49.

—¡GraciasaDios!Laprimeravezquetenemosunaacampadaagradableyreconfortadora desde que partimos de la playa —hizo notar Big Bill,golpeando el hornillo de su pipa y disponiéndose a quitarse las botas paraacostarse.

—¿Han salido las cosas bien? ¿Estáis todos contentos? —preguntó el

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abueloTarwatercampechanamente.

Todosasintieron.

—Bueno,entoncesvoyaformularosunaproposición,muchachos.Podéisaceptarlao rechazarla, pero escuchadmecortésmenteprimero.Tenéismuchaprisaporpenetrarhaciaelinteriorantesdequeseecheencimalahelada.Lamitad del tiempo se le ha de ir a uno de vosotros en cocinar y limpiarcacharros,cuandopudieraestartransportandopertrechos.Siyomeencargasedelacocina,podríaishacermásdeprisaeltransporte.Ademásdequetambiényopuedoecharosunamanodevezencuando,que,aunqueviejo,todavíamequedanarrestosparacargar.

Big Bill y Anson comenzaron a asentir con la cabeza; pero Charles lesdetuvo,diciendo:

—¿Quéesperasdenosotrosacambiodelosserviciosquenosprestes?

—¡Oh!Esolodejoavuestradiscreción,muchachos.

—No se tratan así los negocios —intervino rudamente Charles—. Túhicistelaproposición.Fijalascondiciones.

—Bueno.Pueslascondicionesserándelasiguientemanera…

—Antesquenada.¿Creesque tevamosaalimentar todoel invierno?—interrumpióCharles.

—No,señor.Nolocreo.YosólodeseoquemetransportéisaKlondikeenvuestrobote.Comoveis,nopidogollerías.

—Perosino tienesnimediaonzadeprovisiones,abuelo.Tevasamoriralládehambre.

—¡Hombre!Hastahoymeheganadolacomidaynuncamehafaltadoconquematarelhambre—replicóelviejoTarwaterconunguiñodepicardíaenlosojos—.Tengosetentaañosyaúnnomehemuerto.

—¿Firmaráustedunpapelcomprometiéndosea separarsedenosotrosencuanto lleguemos aDawson?—preguntó el director de negocios de aquellaimprovisadacompañía.

—¡Oh!Sinduda—lerespondieron.

Charles cambió con sus socios una mirada de inteligencia, por dondededujoqueestabancontentosconeltrato.

—Aúnotracosa,abuelo.Somosunacompañíadecuatrosocios,todosconvoto equivalente en asuntos como el que tratamos. Ahora bien; el polloLiverpool va allá adelante con la mayor parte del equipaje y es precisoconsultarsuopiniónantesdeconvenirnadaendefinitiva.

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—¿Quétalcaráctertieneelamigo?—inquirióTarwater.

—Esunmarineroteagrioybronco.Tieneunprontoterrible.

—Eshombremuyturbulento—aclaróAnson.

—YcuandorevientaescapazdeponeraDiosenunbrete—concluyóBigBill.

Ansonasintióconuncabeceosentimentalalaspalabrasdelúltimo.

—Bueno, muchachos —comenzó a decir el abuelo Tarwater—. Salí deCaliforniaparallegaraKlondike,yhedellegarseacomofuere.Nadapodrádetenerme, nada. Es absolutamente necesario que recoja por aquellas tierrastrescientosmildólaresquemehacenfaltapararecuperarunashaciendasmías.Ynopodrádetenermenada,nada;porque,comoesnatural,hedehacermeconesedinero.Nomepreocupaqueelmozotengamalcarácter,contalqueseahonrado. Por ahora seguiré con vosotros hasta que le encontremos, y sientonceséldicequenoaceptamiproposición, tratorotoytanamigoscomoantes. Pero, sea como fuere, nome ha de decir que no; porque el hielo seecharía encima antes de que pudiera topar con otro encuentro tan propiciocomoelvuestro.Estoy seguroquehede llegar aKlondike.Elmozonomediráqueno.Estoyseguro.

El abuelo Tarwater vino a ser una figura llamativa entre tantasextraordinariascomosejuntabanenaquellosrastrosdeaventureros.Losmilesdehombresconsumedia toneladadepertrechosa laespalda,quehabíanderecorrercienveceselmismocamino, lereconocíanysaludabanconelmotede«PadreNoel».Yélcaminabasiemprecantandoconsuvozajadaelviejohimno de los argonautas. Los tres socios que le admitieron en su compañíaestabansatisfechosycontentosdesutrabajo.Adecirverdad,sentíaunpocode rigidez en las articulaciones y un si es no es algo de reuma, por lo cualandaba chascando los huesos y arrastrando las piernas; pero continuabasiempreadelante,comosilosañosselevolvieranalas;yhastaeraelprimeroen madrugar todas las mañanas para que los compañeros, al levantarse,hallaran presto su almuerzo y su taza de café caliente y gustosa. Entre elalmuerzoylacomida,oentrelacomidaylacena,nolefaltabaunhuecoparacargaralgúnqueotrobultoalaespalda.Setentaycincolibrasconstituíanellímitede su capacidad, y aún éstashabíande ser cargadas con ayuda ajena.Unavezquisotransportarunfardodenoventalibras,perosedesmayóporelcaminoyestuvoseriamentelisiadodurantelosdosdíassiguientesalahazaña.

¡Trabajo!En un sendero donde hasta los acostumbrados a lasmás durasfaenas aprendieron lo que son fatigas y trabajos, nadie ponía tanta alma niesfuerzoenproporciónasusenergíascomoelabueloTarwater.Arrastrábanselos aventureros anhelosamente ante la amenaza del invierno cercano,

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espoleadosporelincentivodelosensueñosdeoro,sembrandoporelcaminolasúltimasmigajasdesusmúsculos;algunoscaíanagotadosysolosalbordedel rastro, otros enloquecían aplastados bajo el fantasma del fracaso, yquienes,enfin,rompíanacuchilladaslostratosconvenidos,derramandoconsusangreladeloscamaradastaninfelicesyentenebrecidoscomoellos.

¡Trabajo!El abueloTarwaterpodía avergonzarles a todos, apesarde loschasquidosdesusrodillas,delreumaydelatosecillaseca.Alamaneceryporla noche, en el rastro y en el campamento, en todas partes y a todas horas,resaltaba su actividad inagotable. Siempre estaba ocupado en algo, siemprerespondía dulcemente a cuantos saludaban al «Padre Noel». A veces, losaventureros,agotadospor lapesadumbredesucargaexcesiva,solicitabanelapoyodealgúntroncoorocadondeelancianobuscaraalivioparalasuya,yledecían:«Cántanosaquella canciónantigua, abuelo».Ycuandoelbuenviejohubiera satisfecho, anheloso y jadeante, las súplicas ajenas, se alejabanmásanimadosbajosusfardosenormes,comosilacanciónlevantaraloscorazonesdesfallecidos.

—Si hay alguien que alguna vez se haya abierto el camino a fuerza depuños—solíadecirBigBill—,esealguienesnuestroviejoNoel.

—Ytanto—confirmabaAnson—.Esunabuenaadquisiciónparanuestracuadrilla, y en cuanto a mí, no tendría inconveniente en admitirle comosocio…

—De ninguna manera —interrumpía entonces Charles Crayton—. LellevaremoshastaDawson,yunavezallí,que se lascompongacomopueda.Tal ha sido el trato. Si le permitimos estar con nosotros, vamos a tener queenterrarleelmejordía.Además,luegovendrálaépocadelhambre,enqueserápreciso escatimar cada onza de carne seca. No olvidéis que lo hemos dealimentar de nuestras propias provisiones.Ya sabéis lo que os quiero decir.LosvaporesnopodránarribaraDawsonhastabienentradoelmesdeJunio,yaún nos quedan nueve meses. Si ahora despilfarramos, luego habremos deescatimaracostadenuestrastripas.

—Bueno.Túponestantodineroypertrechoscomocualquiera,ytupalabranovalemásqueunvoto—concedíaBigBill.

—Puesunacosaosdigo—gritabairritadoCharles—.Convuestrosneciossentimentalismos vais a matarnos de hambre. Os aseguro que la época delhambre se avecina. He estudiadomuy bien la situación. La libra de harinacostarámásdedosdólares,odiezoveinte,sihayquienlavenda.Fijaosbienenloqueosdigo.Luegonomeechéislaculpadeloquepase.

Porlasllanurassembradasdeguijasredondas,segúnseasciendeatravésdelcañóndelEedilodeSheppCamp,allende losglaciaresamenazadoresy

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eternos de Scales, y más allá aún, entre los acantilados salvajes por dondetrepaban los aventureros arañando con manos y pies las rocas agrestes, elabuelo Tarwater encendía su hoguera, hacía su comida, cargaba, y no seolvidabanuncadecantar.CruzóelpasodeChilcoot, rebasadayala lindedelosbosques,ytopóconelprimerremolinodenieveautumnal.Ylosquealláabajo, sin el arrimo tibio de una hoguera caritativa, acampaban cabe lospárpados impíos del lago del Cráter, oyeron una noche, en lo alto, una vozprimitivaypuraqueentonabaunhimnodeesperanza:

ComoArgosenlosheroicostiempos,

abandonamosnuestradulcepatria,

tum-tum,tum-tum,tum-tum,tum-tum,

parabogarenposdelvellocinodeoro.

Y entre las ráfagas de nieve, bajo un fardo de sesenta libras, vieronaparecer la silueta alta y delgada de un anciano, cuyas blancas patillasparecíanuncopomásen la tempestaddenieve.EraelabueloTarwater,quetransportabalospertrechosdelcampamento.

—PadreNoel—clamabanportodaspartesvocesamigas—.¡VivaelPadreNoel!

Adosmillasmásalládel lagodelCráter,yacíaHappyCamp,quequieredecir «campamento feliz», así llamado porque lo bordeaban las últimasproyecciones de la región selvática, donde podían aún calentarse losaventureros al amor de las hogueras. Sólo crecían allí arbustos enanos,matorrales cuyas ramas rara vez se enhestaban entre elmusgo, retorcidos yapelotonadoscomoanimalesqueserestregaransobrelahierba.Allí,enmediodel rastroque conduce aCampamentoFeliz, bajo el primer rayode sol querompíalaniebladedocedías,elabueloTarwaterapoyóenunapiedraenormesupesadofardo,faltodealiento.Entornoalpeñascopasabalaprocesióndelos aventureros, afanosos y jadeantes; volvían otros con sus correajes ycuerdasdecargaalhombro,enbuscadenuevosfardos.Pordosvecesintentóreanudarnuestrohombreelcamino,yotrastantaseltemblordelosmiembrosleobligóarecostarsepararecuperarnuevasfuerzas.Cercadelpeñascosintiópalabras de bienvenida, reconoció la voz deCharlesCrayton, y comprendióque, al fin, se habían encontrado con Young Liverpool. Charles pasó enseguidaatratardesusasuntos.Tarwaterpudoescucharcontodaclaridad,sinservisto,losdesagradablesinformesquedesupersonarecibíaLiverpool,asícomoelproyectodequeelviejolesacompañarahastaDawson.

—Mepareceunproyectodeimbéciles—afirmóLiverpoolcuandoCharleshuboconcluido—.¡Unviejodesetentaaños!¡Aquiénseleocurrecolgarseala espalda con un viejo de los demonios, que tendrá ya media pata en la

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sepultura!Siseavecina,comoprometen,laépocadelhambre,nosharánfaltaparanosotrostodaslasprovisionesquellevamos.Ynotenemosmásqueparacuatro.Imposiblecompartirlasconotro.

—Lo mismo pienso yo —oyó Tarwater que asentía Charles—. No teenfadesdeesemodo.Elviejotaimadodejóentusmanoslaeleccióndefinitivaparacuandoteencontráramos.Notienesmásquedecirqueno.

—Pero ¿crees tú que yo voy a permitir que el viejo se vuelva con lasmanos en los bolsillos, después de haberlo traído, aprovechándoos de sutrabajo, a estas alturas? Lo que no teníais que haber hecho es traerlo desdeDyeahastaaquí.

—Esquelatravesíaquenosesperaserámuydura.Tansóloloshombresreciospodránsoportarla,Liverpool—aconsejóaplacándoleCharles.

—¿Yvoyaserprecisamenteyoquienlehagaalviejolacochinada?—selamentabaLiverpool,mientrasqueelviejosentíadesfallecersucorazón.

—Asífueronlascondicionesdeltrato.Atuarbitriodejamosladecisión—dijoCharles.

Yelcorazóndelabuelose irguióllenodeesperanzacuandoescuchóquerasgaba el aire un ciclón de blasfemias piadosas, entre las cuales crujían,sentenciascomolasquesiguen:

—¡Zorros cochinos!… Así os fuerais todos al infierno con vuestraimbecilidad…¡Yaestoydecidido!¡Malditoseaeldemonio!…¡Elviejoidiotase viene con nosotros al Yukón, o no respondo de mí… ¿Que es arduo elcamino,eh?Aúnnosabéisvosotrosloqueesarduo.Esprecisoqueyoosloenseñe.Todavíavoyatirartodaslasprovisionesalinfierno,comovuelvaaoírque alguien intenta dejar al viejo enmedio del camino… ¡Los hombres noobranasí!…¡Ysino,intentadlo,yveréiscómoardeTroyaenelcampamento!¡Imbéciles!

YcontalvigorfluíaporlabocadeLiverpooleltorrentedejuramentosyamenazas,quesinrepararsiquieraenelesfuerzo,elancianoseirguióconsufardoalaespaldayholló,cantando,lasendadeCampamentoFeliz.

Desde aquí hasta el lago Grande, y desde el lago Grande hasta el lagoHondo, y más allá aún, precipitándose hacia Linderman, prosiguieron losaventureros jornadas agotadoras. Muchos hombres sentían desmayar sucorazón, rendirse los hombros, desfallecer las piernas y agotarse, en fin, depuraextenuación.Máselinviernonofaltajamás.Soplaronlasrachasdeairefríoaplenopulmón,yempapadosporlaslluviastorrencialesoazotadosporlacellisca,Tarwaterysucuadrillafuerondevorandolasúltimasmigajasdesusprovisiones.

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No les quedaba nada. En medio del lago, a una milla por encima deltorrente mugidor, hicieron un apostadero de ramas de abeto, sobre la cualasentaron su serrería, donde a puras manos, con un serrucho inadecuado,aserraron los troncos de abeto y los convirtieron en tablones. Trabajabannocheydía,sindescanso.ElviejoTarwatersedesmayótresvecesunanochellevando a rastras troncos para la serrería. Durante el día cocinaba, y a lashoras que esta labor se lo permitía ayudaba aAnson en la construcción delbote,cabeeltorrentepordondedescendíanlostablonesverdes.

Fueronhaciéndosebreveslosdías.ElvientogiróhaciaelNorteysoplabasiempre como un huracán. Al amanecer, los hombres se arrastrabanfatigosamente fuera de las mantas, y con los calcetines puestos desleían laescarcha pegada a los zapatos, gracias al fuego que Tarwater les habíaencendido tan de mañana. Hasta el Interior cundió la ola del hambre. Losúltimosvaporesdeprovisionesquedaron encallados en el hielo alNortedelmardeBering,dondecomenzabanlasplaniciesdelYukón,cientosdemillasalNortedeDawson.

Se habían establecido nuestros hombres cerca del puesto de la antiguaCompañía de la Bahía de Hudson en Fuerte Yukón, en el círculo del poloártico.EnDawsonla libradeharinavalíadosdólares,sinquehubieranadieque quisiera venderla. Los reyes de Bonanza y Eldorado, conmás oro quebondad, tuvieron que salir al Exterior, porque no encontraban quien lesvendieraprovisiones.Loscomitésdeminerosconfiscabantodoslosdepósitosy existencias y ponían tasa a las raciones. Como a un perro se asesinaba acualquieradequiensesupiesequeteníaprovisionesdeboca.

YbajoelesfuerzobrutalquehabíaaniquiladoatantoshombresjóvenesyfuertescomenzóaquebrarselaresistenciadelabueloTarwater.Tosíacontalestrépitoyfrecuencia,quesisuscamaradasnoestuvieranfatigadosdeldíanoles habría dejado dormir por la noche. Empezó a sentir tan frecuentesescalofríos,queapenassevestíateníaquemetersedenuevoenlacama.Nolequedabaenelsaconiunasolaprendaqueno llevaseencimaparaguardarsedelfrío.Bajomultituddeprendas,sehinchabasuformadelgadayseca.

—¡Córcholis!—decíaBigBill—.Sisehapuestoyatodalaropaahoraqueno hace más de veinte bajo cero, ¿qué guardará para cuando descienda eltermómetroalossesentaosetenta,comosuele?

Por fin arrastraron el bote torrente abajo por la montaña, y remaron através de la ribera Sur del lago Linderman, en medio de una ventiscaespesísima.Hicieronpara lamañana siguiente susplanesy sedispusieron apartirhaciaeldientedelNorte,paraunatravesíalargadequinientasmillasdelagos,torrentes,rápidosygargantaspeligrosas.Peroaquellanoche,alahoradeacostarse,noestabaLiverpoolenelcampamento.Cuandovolvió,todossus

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camaradas dormían. Llamó a Tarwater, se lo llevó a un rincón y le dijomisteriosamentealoído,paraquelosdemásnosedespertasennioyeran:

—Escucha. Te has ganado el pasaje en nuestro bote con toda honradez.Perotehabráspercatadodequetepesaencimauncarrodeañosydequetusaludnoestanvigorosacomodeseamos.Sitevienesconnosotros,setevaallevar en seguida el diablo. Déjame terminar. El precio de cada pasaje hasubidohastaquinientosdólares.Andandoporesosandurrialeshetopadoconun pasajero. Es un oficial de la Alaska Comercial y necesita partir. Se hacomprometidoaentregarmeseiscientosdólaresacambiodevenirseennuestrobote.Ahorabien;elpasajeestuyo.Véndeselo,teembolsasseiscientosdólaresy te vuelves a California ahora que el camino es bueno. Antes de dos díaspodrásestarenDyea,ydentrodeunasemanaenCalifornia.¿Tehace?

Tarwater tosió, estuvo temblando un rato, y luego, rompiendo a hablar,dijo:

—Hijo,precisamentedeseabayodecirteunacosa.Enelaño49crucélasLlanurasconmicarretaymisyuntasdebueyes.Sinperderuno,loscondujeaCalifornia y cargué luego con ellos desde Fuerte Sutter hasta BarraAmericana.AhoramehepropuestoiraKlondikeynomepodrádetenernadaninadie.Montaréeneseboteconvosotros,yllevaréeltimónyllegaréhastalosyacimientosdeoro,donde tengoquedesenterrarde entre los tremedalesmusgosostrescientosmildólaresquemehacenfalta.Ysiendoestoasí,comoindudablementeloes,resultacontrarioalarazónyalbuensentidoimaginarsequeyopuedavendermiprogenituraporunplatodelentejas.Detodassuertes,teestoymuyagradecido,hijomío,muyagradecido.

Eljovenmarineronopudoreprimirsuadmiración,ytendiendolamanoalviejo,leestrechólasuyaimpetuosamente,gritando:

—¡Vive Dios, que tú llegarás a Klondike! Ésa es la madera de que sehacen,loshombres.

MiróluegoconnodisimuladodesprecioaCharlesCrayton,que,dormidoentre elmontón de los camaradas, dejaba exhalar torpes ronquidos entre labarbaroja,yañadió:

—Éseesdeotrapasta,abuelo.

Yabrieronapurospuñossu rutahaciaelNorte.Losprecavidos, losquesiemprellegantarde,engrameabanlacabezaylesprofetizabanquesehelaríanloslagos.Undíauotropodíallegarlahelada;perolademoranilaretardabani la impedía. Por eso Liverpool, que era osado, decidió lanzarse por latorrenteraqueuneaLindermanconellagoBennett,cargadoelbotehastalaregala.Era costumbre lanzar los botes vacíos corriente abajo y conducir loscargados a través de las riberas. Muchos botes, vacíos y todo, habían

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naufragado.Peronoerayatiempoparatantasprecauciones.

—¡Ea! ¡Eamarcha!—ordenóLiverpool, aprestándose a partir del bancoparapenetrarenlosrápidosdelacorriente.

ElabueloTarwaterengrameósucabezablanca,ydijo:

—Yosubiréalboteparacuidardelacarga,muchachos.Eslaúnicamaneradequepuedacruzarporesosinflemos.NecesitollegaraKlondike.Siyomepegoalbote,entonces,naturalmente,que llegaráhastadondeseapreciso.Siyomefuera,podíaisdarostodosporperdidos.

—No veo que haya ventaja alguna en sobrecargarlo—anunció Charles,saltandoprontofueradelbote,queenaquelinstanteseapartabadelbanco.

—En lo sucesivo,mando yo, y todos acatanmis órdenes, amigo—gritóLiverpool,cuandolacorrienteasíaalbotecomoconunagarrainvisible—.Yano es ocasión para sortear a pie los rápidos ni para perder el tiempoaguardandoarecogerte.

Charles tardó una hora en recorrer a pie lo que ellos cruzaron en diezminutos por el agua, y mientras que le aguardaban al comienzo del lagoBennett, conversaron con varios aventureros precavidos. Las noticias delhambrecundíancomonunca.LapolicíadelNoroeste, acuarteladaalpiedellago Marsh, por donde los buscadores de oro penetran en el territorio delCanadá, impedíanelpasoacuantosnollevaranconsigosetecientas librasdeprovisiones.EnlaciudaddeDawsonmilhombresaguardabancontraíllasdeperrosy trineos aque cuajase laheladapara aventurarse sobre el hielo.Lascompañíasdecomercionopodíancumplirsuscontratosdeabastecimiento,ylos socios disolvían los compromisos, sorteando quiénes podrían partir yquiéneshabíandepermanecer.

—Estábienclaro—anuncióCharles,cuandoseenteródelodispuestoporlapolicíadelafrontera—.Abuelo,podíaustedvolverseydejarnosenpaz.

—¡Subeabordo,imbécil!—ordenóLiverpool—.VamosaKlondike,yelviejoconnosotros.Quiennoestéconformequesevaya.

Una racha de viento favorable les hizo deslizarse por el lago Bennett,bogandoavelahenchidabajolahábildireccióndeLiverpool.Lacargapesadadelasprovisioneslastrabadetalmodoalaembarcación,queLiverpool,comohábilmarineroqueera,nopodíapormenosdeblasfemarcuandolaocasiónlorequería.CruzaronporelpasodeCaribou,queuneloslagosTagishyMarsh.Y bajo un crepúsculo tormentoso atravesaron el difícil estrecho de GreatWindyArm,endondevieronzozobraraotrosdosbotes,pereciendotodoslosbuscadoresdeoroquelosocupaban.

Charlesquisoaquellanochearrimarsealaorilla,peroLiverpoolseopuso

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ycondujoelboteaguasabajoporellagoTagish,sorteandolamarejadadelosbajíos y alfaques y cruzando por entre llamaradas de hogueras que, acá yacullá,advertíanlaexistenciadenáufragosodetímidosargonautas.SeríanlascuatrodelamañanacuandoelmarinodespertóaCharlesylehabló.ElabueloTarwater, que tiritaba desvelado, oyó que Liverpool ordenaba acercarse aCrayton,ysinsoltareltimónledecía:

—Ahoraescucha,amigoCharles,ycierralaboca.Quieroquegrabesunacosa en la mollera. El abuelo ha de pasar por donde están los puestos depolicía, ¿comprendes? Es preciso que pase. Cuando examinen nuestrasprovisiones,hayquedecirlesquelaquintapartepertenecealabuelo,¿sabes?Conestoyasabemostodosloquetenemosquehacer.Ahorabien;esposibleque alguien se proponga impedirlo. Fíjate bien, es necesario que nadietraicionenuestrospropósitos.

—Si piensas que quiero deshacerme del viejo…—interrumpió Charles,indignado.

—Tú lo piensas—le gritó Liverpool, haciéndole callar—. No te lo dijenunca.Perodéjameconcluir:amínomeimportaloquehaspensadoodejadodepensar,sinoloquevasapensarenlosucesivo.Estatardepróximahemosdepasarporunpuestodepolicía, y esprecisoqueno senosponganingúnimpedimento.Ynodigomás,porquealbuenentendedor,conmediapalabrabasta.

—Sicreesqueyohepensadosiquieraen…—comenzóadecirCharles.

—Atiende—lechillóLiverpool—.Noséloquehaspensado,sinoloquehasdepensar.Comodélacasualidaddequelapolicíaseopongaalpasodelabuelo, te prometo desembarcarte en la primera • ocasión donde nadie meestorbe,paradarte lamássoberanapalizaquehayasrecibidoen tuvida.Nocreasquetevoyamatar,esono;perodejartemediomuertoymolidoparalaeternidad,esosí.

—¿Yquévoyahaceryo?…—gimióCharlesacobardado.

—Una cosa muy sencilla —concluyó Liverpool—. Agarrarte al viejo.Agarrarletanfuerteysuplicandodetalmaneraalapolicíaqueledejepasar.Nadamásqueeso.Vuélveteahoraatusmantasyrumialoquetehedicho.

AntesdequearribaranallagoLeBarge,latierrasecubriódesábanasdenieve,quenosederretiríanhastadentrodeseismeses.Nopudieronarrimarelbotealaorillapormordeloscarámbanosdehieloquecomenzabanabordearlasmárgenes.AúnenelríoymomentosantesdepenetrarenellagoLeBarge,encontraronuncentenardebotesdeargonautasquehabíansidoarriadospormiedoa la tempestad.DelNorte,por lacorrienteprincipaldel lago, soplabaunaventisca.Tresmañanasestuvieronluchandocontralatormenta.Loscopos

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denievecaíanhechospiedrasdehieloenlabarca,desuertequelostripulantesteníanquetrabajarsindescansoparalimpiarelbote.Mientrasquelosdemásse rompían el alma contra los remos, el viejo Tarwater les frotaba losmiembrosconhieloparaexcitar lacirculacióndelasangree impedirqueseaterierandefrío.

Luegodeestarluchandotodalamañana,agotadoshastaladesesperación,se retiraban al abrigo, del río, esperando al amanecer del siguiente día parareanudar labatalla.Al cabodecuatro jornadaspasabandecuatrocientos losboteshacinadosalaentradadellagoLeBarge,ylosdosmilargonautasquelostripulabantemíanquelaventiscahelaradeunmomentoaotro,paratodoelinvierno,lasaguasdellago.Allendeaquellugar,continuaríanprecipitándoselosrápidostumultuososdurantealgunosdías,perodenocruzarrápidamenteelobstáculo inmediato, todos estarían condenados a seis meses de hielosperpetuos.

—Hoy cruzaremos el lago, cueste lo que cueste—anunció Liverpool—.Pornadadelmundovolvemosatrás.Elquesemueradefríoasidoalosremos,viviráaúnparaimpelerlabarcahaciaadelante.

Enefecto,aqueldíaalanochecer,estabanamitaddellago;perosiguieronremandosincesar toda lanoche.Elvientose fueaplacandopocoapoco.Avecessedormíandecansanciouncidosalosremos.Liverpoollesdespertabadeunmojicón.Yasícruzaronellagotormentoso,enunanochedepesadillasy ensueños lóbregos,mientrasque las estrellas comenzaban a fulgurar en elcieloy la superficiedel agua seapaciguabaenuna sábanabruñidadeplata,velándosebajountisúfinísimodehieloquecrujíaalgolpedelosremosysequebraba coa un chasquido persistente al paso de la nave de los modernosargonautas.

Cuando rompía el alba transparente y fría, penetraron en el río, dejandotras de sí un mar de hielo. Liverpool reparó en el anciano y le encontróinmóvilycasiexánime.Cuandohizogiraralboteconrumboalospárpadosdehieloquebordeabanlasmárgenes,conelpropósitodehacerunahogueraacuyo arrimo el abuelo se calentase,Charles no pudo pormenos de alzar suprotestacontrasemejantepérdidadetiempo.

—Noesasunto tuyo—lecontestóLiverpool—.Yosoyelquedirige losviajesporagua.Así,quelomejorparatiesquetrepesenbuscadeleña.Tú,Anson,vehaciendolahoguera.Elabuelonoestanjovencomonosotros.Enlo sucesivo es preciso llevar fuego a bordo para que se siente a su arrimo.Saca,Bill,laestufaquetraigoenelbote.

Todolocualfueejecutadotalycomolodijoelmarino,yenadelante,porlas planicies del río cruzaba la barca de los argonautas como si fuera unvaporcito, echando humo por la chimenea de la estufa, y atracaba en los

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alfaques, y hendía las corrientes y atravesaba los cañones y surcaba losrápidos,adentrándosehaciaelinviernoboreal.ElGrandeyPequeñoSalmón,cuando los cruzaban por la desembocadura, vertían unamasa de gachas dehielo en la corriente, y del fondo del río surgían agujas que cubrían lasuperficieconespumasdecristal.Díaynochecrecíaentornoalasmárgenesunpárpadodehieloqueseextendíayaacientosdemetrosdelaorilla.YelabueloTarwater, vestidocon todas sus ropasy sentadoal ladode su estufa,mantenía el fuego y la esperanza. Ya no osaban detenerse ni de día ni denoche, por temor a la inminente cristalización del río, porque las aguas seespesabanpormomentos.

—¿Cómo van esos ánimos, abuelo? —preguntaba Liverpool de vez encuando.

—Alegre el corazón,hijomío—había aprendidoa responder el viejo—.¿Qué podré hacer yo por ti, correspondiendo a tus bondades? —solíapreguntarle Tarwater alguna vez, avivando el fuego, mientras le frotaba lasmanosateridasdefríodetantopermanecerinmóviles,hincadasenelbrazodeltimón.

—Cántanosesacancióntuyadelaño49—lereplicabaelmarino.

YTarwateralzabasuvocecillacascada,entantoquelanavesebalanceabaporentrelasconchasflotantesdecristal.Ycuandoarribaron,alfin,albancodeDawsonCity,todoslosoídosseaguzabanparasentirelhimnotriunfal:

ComoArgosenlosheroicostiempos,

hemosabandonadonuestradulcepatria,

tum-tum,tum-tum,tum-tum,tum-tum,

parabogarenposdelvellocinodeoro.

YCharleslohizo;perotandiscretamente,queningunodesuscamaradas,ni aúnmenoselmarino, sepercataronde ello.Vioqueveníandosbarcazasllenasdehombres,yasurequerimientoleinformaronqueerangenteaquienel Comité de Seguridad devolvía por carencia de víveres al Yukón. Unvaporcito,elúltimoquerestabaenDawson,habíaderemolcaralasbarcazas.AúnesperabanpoderllegaraFuerteYukónantesdequesehelaraelrío.Detodas suertes, fuese lo que quiera que aconteciere,Dawson se libraría de supresenciaenojosa,salvandolaintegridaddelasprovisionesescasas.Enteradode tales pormenores, se presentó Charles sigilosamente al Comité deSeguridad, para soplar en secreto al oído de quien podía escucharle lasituacióndel abuelo, sucarenciadeprovisiones, suescasezdedinero,yporúltimosuavanzadaedad.Tarwaterfueunodelosúltimoscongregadosenlasbarcazasdeladeportación,ycuandoYoungLiverpoolregresabaalbote,vio

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desdelariberacómolasdosembarcacionessurcabanporentrelasconchasdehielo,paradesaparecerallendelamontañadeMoose-hide,quequieredecirdela«pieldealce».SalvaronlosdeportadoslasapreturasdelYukón,porelcanalque corría entre márgenes de hielo, y devoraron cientos demillas hacia e1Norte,y sintieroncuajarse laescarchaen lasmejillas.Allí, enel círculodelpolo ártico, asentó el abuelo Tarwater, disponiéndose a pasar el inviernoinacabable. Trabajaba todos los días varias horas podando leña para lacompañíadevapores,conelproductodecuyotrabajosemantenía.Elrestodelashoraslasrumiabadesocupado,sinhacermásqueinvernaralabrigodesuchozadeleños.

Calorydescanso,tranquilidadyabundanciadecomidalecurarondesutosmalignaylemantuvieronenlamejorcondiciónfísicaquesusmuchosañoslepermitían.Mas antes de lasNavidades, la carencia de hortalizas frescas porunaparte,ylaholganzaporotra,fueroncausadequecundieraelescorbuto,de suerte que, hoy uno, mañana otro, multitud de aventureros pagaron sutributo a la fatalidad en abyecta abdicación ante su mala estrella. No asíTarwater.Aunantesdequesepresentaranenéllossíntomasdelmal,pusoenprácticalamejordelasprescripciones,esasaber,elejercicio.Conloshierrosviejos que había desechado la compañía de correos, por inservibles, seconfeccionó una colección de primitivos cepos y trampas, y valiéndose delcapitándeunodelosvaporcitos,logróproporcionarseunriflemuyaceptable,con cuyo equipo abandonó las faenas de poda para consagrarse a másviolentasocupaciones.Nidesmayabatampocosucorazóncuandocomenzóamanifestarse en su naturaleza el escorbuto, antes bien, sin abandonar laringlera de cepos encubiertos bajo elmantillo de la selva, entonaba la viejacanción de antaño. Y cuando los pesimistas intentaban conmover losfundamentos de su fe en los trescientosmil dólares de oro deAlaska, él seadentrabaporloscamposycavabaporentrelasraícesdelosabetos.

—¡Perohombre,siéstenoespaísdeoro!—ledecían.

—Cualquier sitio donde los encontréis, es país de oro, hijos míos—lesrespondía—.Yo he conocido a quien cavó susminas antes de que vosotrosvieraislaluzdelsol,alláporelaño49.¿QuéeraelesterodeBonanzasinounsimplepastizaldemusgo?Niunsolominerovolvíalosojosamirarlo,ysinembargo, allí se lavaron gamelladas de quinientos dólares y se recogieroncincuenta millones de oro. Eldorado no era mejor. Todos sabéis que aquíprecisamente,bajoestamismachozaoalotroladodeesacolina,puedenyacermillones en abundancia que sólo esperan la mano de un afortunado pararesplandeceralaluzdelsol.

Pero,afinesdeEnero,vinoeldesastreparaelanciano.Alquerercapturara cierto animalote que había sido cogido en uno de los pequeños cepos delabuelo, fuearrastradoéstedemalamanerasobre lanieveapelmazada,y tan

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espantosa fue su caída, que hubo de suspender la persecución del bicho,perdiendoelrastroyaúncasilavida.Durabaentonceseldíaelbreveespaciode unas horas, como resquicio de luz abierto entre las veinte de tinieblasdensasqueconsumía lanoche.Elviejo forcejeócomoun titánpara impedirquelanocheselevinieraencima,dejándoleperdidoenelbosque,yalaluzdel crepúsculo fatídico, ora cayendo, ora tambaleándose, agotó en inútilbatalla sus energías desmembradas por los años. Afortunadamente, en lospaísesdelNortesuelesucederalascopiosasnevadasunsensibleaumentoenla temperatura, de suerte que en vez de los acostumbrados cuarenta acincuentagradosbajocero,seremontaeltermómetroaquincedetemperaturaconstante. Además, Tarwater iba bien cubierto de ropa y provisto de suscerillas. Permaneció algunos días a solas en la selva. Al quinto día, paramitigarsusdesventuras,quisoDiosquedieramuerteaunalceherido,quenopesaríamenosdemediatonelada.Allíacampó,alarrimodesuvíctima,enelhuecodeunabetocarcomido,dondeseaprestóapasarelinvierno,amenosdeque alguna partida de buscadores lo encontrara o de que el escorbutoconcluyeraconsufortalezayconsuvida.

Alcabodedossemanasnoapareciórastrodepesquisas,peroencambioelescorbutohabíaadquiridoproporcionesquedejabanpocolugaralaesperanza.Allá, al arrimodesuhoguera, enelhuecodel troncoyabrigándosedelairefríodel exteriorpormediodeunavallaprotectorade ramasde abeto, yacíaacurrucadohorasymáshoras,unasvecesdormidoyotrasdesvelado.Pocoapoco fueron haciéndose más regulares sueño y vigilia; padecía períodos desemilucidezydeensueñopocoprofundo,segúnqueelprocesodelainvernadaiba operando sobre su naturaleza. Poco a poco la chispa luminosa de laconciencia e identidad, la lucecitaque lehacía sentirse JuanTarwater, fuesesomorgujando hacia los hondones de su ser, hasta el poso íntimo de sunaturaleza,quehabíasidoformadaantesdequeexistieraelhombre,cuandoél, primate de los animales, comenzaba a volver sobre sí mismo la miradaintrospectiva para establecer los fundamentos de su moralidad sobre loscimientos de pesadillas pobladas por los monstruos de torcidos deseos einstintosdesviados.

Comoelfebricentegoza,entrelosdeliriosdesumal,instantesdelucidez,asísedesvelabaelabueloTarwaterdevezencuando,cocíasutajadadealceyencandilaba lahogueraconnuevocombustible;peropormomentoscrecía laduracióndelosletargos,hastaelpuntodequenosabíayadistinguirdeentreelposodesuinconscienciacuáleraelsueñonocturnoycuáleldiario.Yallí,en las criptas inolvidables de la historia humana, que ni ha sido escrita nipuede ser pensada o comprendida, como escenas de sueños febriles, comoaventurasimposiblesdelunático,descubrióéllosmonstruosengendradosporlamoralidaddelhombreprimitivo.Yaun, apesardel letargo, sedebatía enaquelovillodefantasías,liberándoseunasvecesyenredándoseotrasentresus

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hilosinnumerables.

Enunapalabra:bajoelpesodesussetentaaños,asolasconlainmensidadde la selvasolitariadelNortenevado,elabueloTarwater, comoembriagadopor un anestésico, resucitaba en su alma la conciencia infantil del hombreprimitivo.Lamuerterociabalafrentedelancianoconelpolvodeorodesusalasinquietas,yalamaneradesuremotoprecursor,elhombreniñocomenzóahilvanarmitosoimaginarhazañasdelhéroeSol,transformándoseasuvezenelsemidióslegendarioquebogaporignotosmaresalabuscadeuntesoroperdido.

O bien lograría dar al fin coa el tesoro (así se encadenaba la lógicainexorabledelpaísdesombrasdesu inconsciencia),osehundiríaenelmarhambriento,enlas tinieblasdevoradorasdela luz,queseengullíantodas lasnochesalsoldecadadía…alsolque,vivificado, resurgíaporOrienteenelregazo inmortalizador de oro y nácar del alba, convirtiéndose en el primersímboloqueinventaraelhombreparaimaginarsupropiainmortalidadenunciclo de reencarnaciones eternas. Y todo aquello era, en las simas de suinconsciencia(elPonientesombrío,paísdelanochedondelaluzseextingue),elpolvoimpalpabledelamuerteenque,pocoapoco,seibadesmenuzandolavidadelpobreabueloTarwater.

¿Cómo eludir almonstruo de las tinieblas que desde dentro de sí le ibadevorandolentamente,horaahoraydíaadía?Demasiadosumergidoestabaya para soñar siquiera en huir o en sentir el acicate de emprender la fugasalvadora. Para él había cesado ya la realidad. Parecía imposible queresucitasejamásdelacámaraoscuradesupropioser.Losañoseranunacargademasiadopesada;ladebilidadenquelaenfermedadlesumergía,invencible;elletargoyestupordelsilencioydelfrío,profundoseinsondables.Imposiblerenacerdesímismo.Tansóloelchoquevitaldelexteriorpodríasacudirleyagitarle, despertando en su conciencia la noción de la realidad; y si lanaturaleza exterior no acudía en su auxilio, se zambulliría en el tremedaldondeasientan las tinieblassu reino,donde la inconscienciapropagaelvelodenieblasdelaextincióndefinitiva.

Pero, al fía, llegó desde el exterior la realidad salvadora, batiendo a losoídosdelancianosusatabalesychirimíasenuntorrentesonorodevidaydeluz.Duranteveintedías,cuandolatemperaturanohabíasubidodecincuentabajocero,cuandonoseagitónielmáslevesoplodeaire,cuandonielsonidomás ledorasgóel silenciode laselvanevada,comoel fumadordeopioquereclinado en su lecho enfoca paulatinamente los ojos por entre el muroespaciosodesusdelirios,enlasestrechasparedesdelfumadero,asíelabueloTarwater abrió losojos ante suhogueramoribunda, contemplando aun alceinmenso que atentamente le observaba, arrastrando una pierna herida ymanifestandotodaslasseñalesdeunagotamientoevidente.También•elalce

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habíaestadoerrandoaciegasporelpaísdelanieve,ydespertóalarealidad,pocosmomentosantes,cabelahogueradelancianoaventurero.

Pausadamente deslizó la mano derecha fuera de los mitones gruesos delana,yalintentarmoverlo,advirtióqueteníademasiadoadormecidoelíndiceparaquepudieraimpulsarelgatillo.Concuidadoypaciencia,durantealgunosminutos, estuvo ejercitando entre las mantas la mano aletargada,introduciéndola al arrimo del pecho y bajo el sobaco izquierdo paradespertarla con el calor y el ejercicio. Transcurrieron con mortal lentitudvarios minutos de ansiedad, hasta que pudo al fin recobrar el dominio delíndice, y luego, con lamisma pausa y cautela, asió el rifle, lo apoyó en elhombroyapuntóalenormeanimalporencimadelahoguera.

Aldisparohundióseparasiempreenlanocheunodelosvagabundosdelassombras y surgió el otro al reino de la luz. El abuelo Tarwater se irguiótorpementecomounborrachosobrelaspiernasdestrozadasporelescorbuto.Nerviosotemblorleconmovía;elfríolehacíatiritar.Sefrotólospárpadosconlosdedosagarrotadosdefríoyvolvióseacontemplarelmundodelarealidadque resucitaba para él en derredor, con tan subitánea explosión, queatemorizaba. Recobróse y comprendió que durante muchos días, no sabíacuántos,habíadormidoalarrulloblandodelaMuerte.Escupió,depropósito,yoyócrujirlasalivaalcaerenlaescarcha,comprendiendoqueestabanamásdesesentagradosbajocero.Adecirverdad,eltermómetrodealcoholregistróaquel día en la comarca del Yukón setenta y cinco grados, demanera que,siendoelpuntodecongelacióntreintaydosgrados,equivalíaacientosietedehelada,conarregloalaescaladeFahrenheit,yaunossesentagradosbajecerodelaescalacentígrada.

Poco a poco el cerebrodel abueloTarwater fue recuperando el poder derazonar y obrar. Allí, en aquella soledad inmensa, reinaba la muerte. Allíhabíanllegadodosalcesmortalmenteheridos,ambosprocedentesdelOriente.Por lo tanto, hacia semejante rumbo debían existirmoradas de hombres, yafueranblancosoya indios, que esto eradifícil deprecisar; perohombres alcaboquepudieranasistirle,rescatándoledelmardelassombras.

Se movió lentamente, ya en el ambiente de la realidad, con su rifle alhombro,susmuniciones,lacajadecerillasyveintelibrasdecarnecrudaparaelcamino.YcomounArgosrejuvenecido,aunquelisiado,cojoymaltrecho,volvió la espalda al Poniente peligroso, y encaminóse renqueando hacia elOriente luminoso,pordondenaceel soly fluyeel torrente radiantedelalbafecunda…

Pasados algunos días —nunca pudo decir si pocos o muchos—, entresueños y visiones, entonando el antiguo himno de los aventureros comoincentivoquemantuvieraladébillucecitadesuconciencialúcidaporcimade

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lasimatenebrosa,vinoapararalaspendientesnevadasdeundesfiladero,encuyasfaldasbullíanalgunoshombres,quedevezencuandodabanreposoaltrabajo para volverse a contemplarle. Tambaleándose, holló la pendienteblancacantandotodavía,ycuandohubodecallarporquelefaltabaelaliento,sintió que multitud de veces amigas le llamaban: Abuelo Navidad, SantaBarba,elÚltimoMohicanoyPadreNoel.Cuandollegóysehuboentreellos,permaneció inmóvil, silencioso, sin palabras,mientras que gruesas lágrimasmanabandesusojose inundabanelcopoblancodesusmejillas.Y lloróensilencio luengos instantes, hasta que de pronto, recuperando la noción de símismo, sentóse en la nieve con un crujido de las coyunturas entumecidas,reclinósedulcementesobre laespaldaysefuedesmayandopocoapococongranfelicidadysosiego.

A lospocosdíaselabueloTarwaterestabaenpie,aunque rencoy torpe,perobullíaporel interiorde lachoza,cocinandoy limpiandopara loscincohombres que estaban acampados en aquel estero. Eran éstos verdaderosadalidesopioneers,toscosyrecios,quedetalsuertesehabíanaventuradoporlasprofundidadesdelártico,queignorabanhubieraporlascercaníashambreni carestía. EL viejo les proporcionó por primera vez las nuevas de lo queacontecía enKlondike.Se sustentabande carne secade alce, renoy salmónahumado, sazonada de vez en cuando con cerezas silvestres y con ciertasraícessuculentasquehabíanalmacenadoduranteelestío.Habíanolvidado,depuronosentirlo,elgustodelcafé,encendíanelfuegoconunalupa,llevabanconsigo,dondequieraqueseencaminaran,antorchasencendidas,yhojassecasenlapipaconqueproducirunhumopicantequehacíaescocerlabocaylasnarices.

TresañosatráspenetraronporelKoyokukhaciaelNorte,seabrieronpasoa través de la boca de Mackenzie en el Océano ártico, y allí cargaron susballenerosconlasúltimasprovisionesadquiridasdemanosdehombreblanco,consistentes principalmente en sal y tabaco. Avanzaron por el Sur y por elOeste,alolargodelatravesíadondesejuntanelYukónyPorcupine,juntoaFuerteYukón,ycomoencontraranoroenaquelestero,allíhabíansentadosusrealesyallítrabajabanlatierra.

SaludaroncongranalegríalallegadadelabueloTarwater,nosecansabannuncadeoírlerelatarsusnarracionesdelaño49,yhastalerebautizaronconelsobrenombre de «el Héroe Antiguo». Además, aprovechando las agujas deabeto, cortezas de sauce y raíces o bulbos amargos que daba la tierra,prepararon un cocimiento que libró lentamente al viejo de su escorbuto, desuerteque,anomuchotardar,cesólacojerayvolvióelsueñoapacible.Porúltimo,losaventurerosnoveíanporquénopudieracavarelviejola tierrayamontonarsutesoro,puestoquetanlibérrimamenteofrecíaaquéllasusdones.

—Nocreoquepuedasreunirtrescientosmildólares—ledijeronundíaa

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lahoradelalmuerzo,cuandosedisponíanapartirparasutrabajo—.¿Peroquétalteiríaconuncentenar,abuelo?Conesopodríamosdarnosporsatisfechos,porque el yacimiento no es de losmás abundantes.Ya te hemos cercado tuparte.

—Bien está,muchachos—respondía el viejo Tarwater—.Os estoymuyagradecido,muchísimo.Loúnicoquepuedodecirosesquecienmildólaresson una hermosura para cualquier desarrapado, pero no paramí.No piensomarcharmedeestas tierrashastaquereúna los trescientosmilquemehacenfalta.Porellosvine,ynomeirésinellos.

Riéronse todosyaplaudieronsuambición,sibienreconociendoqueparacolmarla tendrían que descubrir otro esteromás rico.El viejo, por su parte,añadióquecuandovolvieselaprimaveraharíaélalgunaqueotraescapadaporlosalrededores,tanteandoporsucuenta.

—Omuchomeengaño—dijoseñalandohacialasfaldasdeuncolladoqueresaltabaalfondodelestero—oelmusgoquecreceallí,bajolanieve,debearraigarenunatierradeoro.

Nodijomás,perocuandoelsolseremontabaamayoralturaenelcieloyamedida que los días se hacíanmás largos ymás tibios, solíamirar el viejofrecuentementeatravésdelestero,amitaddelcaminodelacolina,dondelatierrasequebrabaenunescabel.Yundía,cuandoeldeshieloparecía tomaralas,cruzólarambladelesteroytrepóhaciaelescabel.Yaextensosparchesdetierrasedibujabanentrelacostradehieloaunapulgadadeprofundidad.Sedetuvoenunodeaquelloslugares,quebróelhielo,asióunmanojodemusgoentresusdedoshuesudosyloarrancóderaíz.Elsolreverberóderritiéndose,al parecer, en un polvo amarillo y brillante. Sacudió el viejo el manojo demusgoycayeronalsueloalgunaspalacrastoscascomograva.Eraelvellocinodeoroqueseofrecíaparaqueelargonautalotonsurara.

AúnnohasidoolvidadaenAlaskalaemigraciónquetuvolugarduranteelverano de 1898 hacia las excavaciones del banco de la colina Tarwater. Ycuando el abuelo hubo vendido su recolección pormediomillón de dólarescontantes y sonantes, encaminóse hacia California por una senda reciente,salpicadadecasas,paraembarcarenlosatracaderosdeFuerteYukón.

Ya en pleno océano, a bordo del vapor, cuando le servían el primerdesayuno,nomuchodespuésdehaberzarpadodeSanMiguel,vinoaservirleun camarero de grises cabellos, rostro maltratado por el dolor y miembrosretorcidosporelescorbuto.ElabueloTarwaterhubodemirarlepordosvecesparacerciorarsedequeestabadelantedeCharlesCrayton.

—Maltehadebidoir,hijomío—insinuóelviejo.

—Talesmimalaestrella—lamentóseelotro,luegodereconocerysaludar

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al anciano—. Soy el único de la cuadrilla a quien atacara el escorbuto. Hepasadouninfierno.Losotrosalláestán trabajandoyenriqueciéndose.AhoraseproponenalmacenarprovisionespararemontarduranteelpróximoinviernoelríoBlanco.Ansonganaveinticincodólaresdiarios,decarpintero;Liverpoolveinte,haciendocabañas,yBigBill cuarenta,comocapatazdeunaserrería.Yo,encambio,hiceloquemejorpude,ynohesacadomásqueelescorbuto…

—Asíes,enefecto,hijomío.Hicistelomejorquepudiste,peronopudistemucho, porque tu natural es demasiado irritable y duro para tan arduosnegocios.Unconsejotevoyadar.Nohasnacidoparaestaclasedetrabajos;yo te pagaré el pasaje en recuerdo del viaje que tú me ofreciste, aunque adesgana,yprocuradescansarcuandomenosenloqueterestadevida.¿Conquémedioscuentasafindeatendera tusnecesidadesunavezque lleguesaSanFrancisco?

CharlesCraytonseencogiódehombros.

—Yotelodiré—continuóelabueloTarwater—.Trabajohabráparatienmishaciendashastaquepuedasprobarotravezfortuna.

—Si usted quiere, yo le administraré sus…—comenzó a decir Charles,afanoso.

—No,señormío—interrumpióenérgicamenteelviejo—.Esono;peronofaltarán hoyos que cavar, ni árboles que podar. Además, el clima esagradable…

ElabueloTarwaterentróensuhogarcomounaverdaderabendición.Masantes de sentarse a lamesa, hizo que le siguieran todos sus hijos e hijas desangre o de casamiento, a quienes sometía estora lamanohuesosa de aquelancianoquepodíarepartirentreellosmediomillóndedólares.Élibadelanteguiando. Sus palabras eran ley. Se detuvo cabe el molino arruinado queconstruyera antañoparamoler el trigode los primeros colonos, y desde allícontemplólasllanurasdelvalledeTarwater,ymásalláaún,hastalacimaquellevabasunombre.Todoerasuyodenuevo.

Leasaltodesúbitounpensamiento.Volvióelrostroysesonólasnaricesparadisimulareltemblordeunalágrimaoelparpadeodeunguiño,yseguidoaún de su numerosa familia, se encaminó hacia el granero ruinoso. Allírecogióunavarillasecaporlosañosqueyacíaenelsuelo.

—Guillermo—dijo—,¿teacuerdasdeaquellacharlaquetuvimoslanocheantesdepartiryoparaKlondike?Sinduda,Guillermo,quenolahasolvidado.Túmedijistequeestabaloco.Yyotecontestéquemipadremehubierarotounaestacaenlascostillassilehubiesecontestadodeesamanera.

—Sí; pero aquello era una broma, una tontería—asintió amistosamente

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Guillermo.

Erayaésteunhombredecabezacana,quemuybienhabríacumplidosuscuarentaycincoaños.Enelgrupodelafamiliaestaban,entreotrosdeudos,sumujer e hijos ya crecidos. Todos observaban cuidadosamente al abuelo.Quitóse éste la chaqueta, depositóla en manos de María, arremangóse lasmangasdelacamisayasiódenuevolavara.

—Guillermo,hijomío,acércateaquí—ordenóimperiosamente.

Elhijo,aunqueadesgana,obedeció.

—Nadamásqueprobarlo.Unamuestradeloquemipadremedioacatarmuchasveces—decíaelabuelocoreandolosgolpes—.Fíjateenquenuncateapunto a la cabeza. Mi padre no reparaba en estas delicadezas cuando mepegaba.Nodesesassacudidasconloscodos,hijomío,quepuedodarteenelhuesosinquerer.Yahora,Guillermo,hijo,dimeunacosa:¿tequedasombradedudadequetupadrenoesningúnloco?

—Ni sombra, padre —lloriqueó Guillermo, danzando al compás de losvarazos—.¡Túnoeresloco,padre!¡Esciertoquetúnoeresloco!

—Asílodicestú—recalcóelabueloTarwatersentenciosamente,echandoa un lado la vara y forcejeando para ponerse la chaqueta—.Y ahora, hijosmíos,vámonos,quelacomidanosaguardahusmeandoencimadelamesa.

CHUNAHCHUN

ElaspectodeChunAhChunnoteníanadadeparticular:unpocomenudode estatura, como suelen serlo la mayoría de los chinos, algo estrecho dehombrosyuntantoesmirriadodecarnes,cosamuynaturalenhombredesuraza. El curioso turista que casualmente le viera paseando por las calles deHonolulú le tomaría sin vacilar por un chinito bonachón y simpático,propietariotalvezdealgúnprósperotallerdelavadoyplanchado,cuandonode alguna acreditada sastrería. Y acertaría sin duda en la de la simpatía yprosperidad, aún cuandoquedándosemuypor debajo de la raya, porqueAhChunerasindudatansimpaticóncomoprósperoyafortunado,sibiennadiesabía a ciencia cierta lamonta de su fortuna. Todos le creían enormementerico;perola«enormidad»equivalíaenestecasoalsímbolodelodesconocido.

Los penetrantes ojos deAhChun, que rezumaban sagacidad, semejabandosabaloriosnegrosymenuditos, tanmenuditos como si fuerancabezasdealfiles negros, muy separados entre sí y protegidos por la amplia frente depensador. Sí, su frente era sin duda de pensador. Y Ah Chun tenía sus

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problemas,comodurantetodasuvidalostuvo.PeroalbuenodeAhChunnolepreocupabannimaltraíansusproblemas.Siemprefuefilósofaporesenciaysiervodelaleva,6multimillonario,servidorodueñodemuchoshombres;loshondones de su espíritu permanecían eternamente inmutables.Vivía con esaelevadaecuanimidaddelespírituserenoyreposado,queniseabatealhuracándeladesdichanisedejaarrebatarporelvientodelafortuna.Todoleparecíaysentababien,lomismolospalosque,cuandosiervo,recibieradelcapatazenlos plantíos de caña, que la baja rápida y repentina del precio del azúcar,cuandopropietariodevastasplantaciones.Poresoleeradadoimponerseasuspropios problemas, considerándolos desde la roca firme de su inconmoviblecontentamiento,conunaserenidaddequenotodosloshombres,ymenosaúnloslabradoreschinos,puedengozar.

Ése era precisamenteAhChun: un labrador chino, sentenciado desde sunacimientoatrabajardurantetodalavidacomounabestiadelcampo.Peroelhadoquisoarrancarlede la servidumbrede la tierra,comoalpríncipedeuncuento de hadas.No se acordaba de su padre, pequeño propietario agrícola,queposeíasuhaciendanolejosdeCantón;aúnrecordabamenosasumadre,que murió cuando apenas si tendría nuestro hombre seis años de edad. Dequiensíqueseacordabamuybieneradesurespetable tíoAhKow,aquiensirviera de esclavo desde los seis hasta los veinticuatro años de edad.Consiguiólibertarsedesubuentíocontratándoseportresañoscomolabradoren las plantaciones azucareras de Hawai por el módico jornal de cincuentacentavos,mondosylirondos.

Ah Chun era perspicaz y observador. Reparaba en mil detallesinsignificantesqueacualquieraotrolepasaríaninadvertidos.Tresañostrabajóenlosplantíos,yalcabodeellossabíamás,decuantoalcultivodelazúcarserefiere,quetodosloscapatacesysuperintendentesdelmundo,loscuales,silosupieran, se hubieran asombrado de los conocimientos que aquel chinomenuditoposeíarespectoalprocesodereducciónenelmolino.PeroAhChunnoestudiósolamenteelprocesodereduccióndelazúcar,que,aúnsiendomuyimportante, no lo era tanto como averiguar de qué manera se forman lospropietarios de molinos y plantaciones. Pronto su perspicaz observación lerevelóelprimer secreto; es, a saber,queningúnhombre sehace ricoconeltrabajo de sus propias manos. Esto lo sabía muy bien, por haber sidotrabajadordurantemuchosaños.Notardóendescubrirunsegundosecretotanimportante comoel primero; esto es, que loshombres sehacen ricos con eltrabajodemanosajenas.Elmásopulentodeloshombreseselqueconsiguetener mayor número de semejantes suyos trabajando para su particularprovecho.

Así, pues, no es de extrañar que, terminado el plazo de la contrata, AhChuninvirtierasusahorrosenunpequeñonegociodeimportaciónquemontó

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encompañíadesupaisanoysocioAhYung.LanacientesociedadseconvirtióalpocotiempoenlaimportantecasaAhChun,AhYungyCompañía,dondese suministrabanmil diferentes y heterogéneos productos, desde las sedas yginsengdelaIndia,hastaguanosybergantinesparaeltransportedebracerosnegros.Mientras tanto, Ah Chun, que no perdía el tiempo en fruslerías, secolocó de cocinero en las horas que le dejaban libre los cuidados de sunegocio, y, como excelente guisandero, antes de tres años era el mejorretribuido de cuantos existían enHonolulú. Su porvenir estaba asegurado, yfue un tonto de capirote al abandonar su profesión; así, por lomenos, se loconfesósucamaradaydirectorDantin.PeroAhChunseconocíamejorquenadie,yporconocersetanbien,recibiódesuprincipal,conelcalificativodetresvecestonto,unregalodecincuentadólares,máselimportedelossalariosqueseledebían.

Continuaba prosperando la casa Ah Chun, Ah. Yung y Compañía. AhChunnonecesitabayatrabajardecocinero.EranaquéllostiemposprósperosyfelicesparaHawai.Comenzabanaemprendersevastasplantacionesdecaña,ycomoconsecuenciaserequeríagrannúmerodetrabajadores.AhChun,consuperspicaciahabitual,seapercibiódelaoportunidadquelasuerteledeparaba,ysededicóalnegociodeimportarmanodeobra.Trajoamillaresloslabriegosamarillos de Cantón y así comenzaron a multiplicarse sus riquezas. Luegoimpuso su dinero en diversas empresas. Los ojitos penetrantes, como dosabalorios negros y menuditos, descubrían negocio seguro donde los demássolamente veían desastres y bancarrotas. Compró por cuatro cuartos uncriaderodepescado,que,anomuchotardar,lerendíaelquinientosporcientode su valor, sirviéndole además como punto de apoyo para monopolizar elmercadopiscatoriodeHonolulú.Nosemetióenasuntosperiodísticos,nienlos enredos de la política, ni en los de revoluciones; pero veía venir losacontecimientos con más claridad y desde más lejos que los propiosmangoneadores de ellos. Con los ojos de la imaginación vio el modernoHonolulú convertido en un foco de luces eléctricas, cuando todavía era unpueblucho miserable, destartalado y angosto enhestado sobre las estérilesrocas de coral de un riscoso acantilado.YAhChun compró tierra.Comprótierraalosmercaderesqueseveíanapremiadosporurgentesvencimientos,alosindígenasmisérrimos,aloshijosjuerguistasygastadoresdecomerciantesenriquecidos,alasviudasyhuérfanosyalosleprososdeportadosaMolokai.Y no se sabe cómo, quiso la suerte que las tierras adquiridas porAhChunestuvieran enclavadas precisamente donde era necesario edificar almacenes,hoteles,viviendasycafés.Yelchinitobonachón lasalquilabaycedía,y lascomprabaotravezparavenderlasnuevamente.

Peroaúnhaymáscosasbuenasquecontar.OsódepositarsuconfianzayprestarsudineroalrenegadocapitánParkinson,enquiennadieteníanipizcadefe.YParkinsonsehizoa lavela,emprendiendomisteriososviajescon la

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goletaVega.Parkinsonviviómuybiencuidadoyatendidohastaeldíadesumuerte.Algunosañosdespués,Honolulúsupocongranasombroquelasislasde guano de Drake y Acorn habían sido vendidas al Trust Británico deFosfatosporsetecientoscincuentamildólares.Yluegovinieronlosubérrimosy copiosos días del rey Kalakaua, cuando Ah Chun pagó trescientos mildólares a cambio de la licencia del opio. Pero si bueno fue el precio delmonopolio,mejores fueron los resultados,porquesuscrecidosdividendosseconvirtieron en las plantaciones deKalalau, las cuales, después de rentar eltreinta por ciento durante diez y siete años, fueron vendidas por la nodespreciablesumadeunmillónymediodedólares.

DuranteladinastíadelosKamehameha,muchosañosatrás,habíaservidoa su patria desempeñando generosamente el cargo de cónsul de laChina, sibien es cierto que el empleo le resultó bastante lucrativo; y luego, reinandoKamehameha IV, cambió de nacionalidad, convirtiéndose en súbdito deHawai, a fin de casarse con Stella Allendale, súbdita, a su vez, del reyindígena, aún cuando corriera por sus venas más sangre anglosajona quepolinesia.Enefecto,tanatenuadaestabasu«indignidad»,queapenassipodíavalorarseenelveinticuatroporciento,estoes,unochoyundiezyseisquelevenían por diferentes líneas de su ascendencia. El ocho procedía de subisabuelalaprincesaPaahao,desangrereal.FuesubisabueloelcapitánBlunt,aventurero inglés admitido al servicio del reyKamehameha I y que llegó aconvertirseenjefetabú.SuabuelohabíasidouncapitánballenerodeNuevaBedford, y su padre, en fin, introdujo en las venas de Stella Allendale unamezcolanza de sangre italiana y portuguesa, injertada al viejo tronco inglés.Así es que la esposa de Ah Chun, aunque legalmente hawaiana, pertenecíamásbien,porsuralea,atresdistintasnacionalidades.

Y en estemejunje de razas introdujoAhChun lamezclamongólica, demaneraqueloshijosdetalmatrimonioheredarondesumadreunveinticuatroporcientodesangrepolinesia,undiezyseisde italiana,otrodiezyseisdeportuguesa,más un treinta y dos de americana y otro tanto de inglesa, queunidoalcincuentaporcientodesangrechina,formabanunpotinguedetodoslosdiablos.AcasoAhChunsehubieraguardadodelmatrimonio,denohaberprevisto la maravillosa progenie que había de brotar de semejante enlace.Maravillosaresultó,enverdad,pormuchosydistintosconceptos,nosiendoelmenosimportantedetodossucrecidonúmero;porqueAhChuntuvoquincehijos, mujeres en su mayoría. Comenzaron por el sexo feo, apareciendoprimeramente tres niños, y después, con regularidad y exactitudcronométricas,fueronllegandolasmuchachas,unatrasotra,hastacompletarunadocenajustaycabal.Lamezcladerazasresultónosolamentefecundayproductiva, sino también excelente y vigorosa, puesto que la prolíficadescendenciagozabadeenvidiablesaludyperfección.Peroelmayorencantode la familia era la hermosura y lozanía que por todas partes rebosaba.Las

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niñaserandelicadas,sutiles,etéreamentebellas.Parecíacomosilasesféricaslíneas de mamá Ah Chun hubieran modificado las angulosas facciones delpapáchino,demaneraque lasniñaseranmimbreñasyflexibles,sin incurriren la escualidez y llenas y contorneadas sin degenerar en la obesidad. Portodas las facciones de aquellos lindos rostros asomaban reminiscencias derasgos asiáticos, pero tan bien disfrazados y encubiertos por las influenciasinglesas,americanasylatinas,quedenoserpreviamenteinformado,apenassiobservadoralgunopodríaimaginarelcincuentaporcientodesangrechinaquecorríaporlasvenasdetannumerosaprogenie,nitampocoobservadoralguno,unavezinformado,dejaríadeadvertirinmediatamentelosrasgoschinos.

Las niñas deAhChun eran bellas, pero con una belleza nueva y nuncavista.Noseparecíananadadeloconocido,yapesardelaextrañasemejanzaqueentretodasexistía,cadacualteníaalgoexclusivaymarcadamentesuyoypersonal.Nohabíaposibilidaddeconfundiraunasconotras,ysinembargo,Maud, por ejemplo, rubia, de azules ojos y dorados cabellos, recordabainmediatamente a Enriqueta, morena trigueña, de negros ojos rasgados,lánguidamiradayazuladacabellera.Yelocultoparecidodetodasellas,aquelparecidoquearmonizabatodaslasdiferenciaspersonales,eradebidosindudaal tanto por ciento de sangre china. Ah Chun había suministrado el suelodonde colocar las variadas piezas del mosaico que la mezcolanza de tandiversasrazasformaba,elesqueleto,elarmazónsobreelcualsemoldearonlasdelicadezasysutilidadesdelacarnesajona,latinaypolinesia.

LaseñoraAhChunteníaciertasideaspropias,dignasdetodocréditoparasubuenesposo,quelapermitíaexpresarlaslibremente,siempreycuandonochocarancontrasufilosóficaserenidad.EllaestabaacostumbradaaviviralamaneradeEuropa.Muybien;AhChunlaproporcionóunamansióneuropea.Luego,cuandoloshijosfueronhaciéndosemayores,sepermitieronpedirleunbungalow, que Ah Chun mandó construir con tanta magnificencia comosencillez. Posteriormente y andando el tiempo, edificó una casa alpina enTantalus,dondelafamiliapudierarefugiarsecuandosoplaraelairenocivodelSur.Levantó enWaikiki y a orillas delmar una residencia veraniega, sobreplayatanextensaybiensituadaquecuandoelgobiernodelosEstadosUnidoslarequirieraconpropósitosdefortificaciónhubierondepagarlaapesodeoro.Tenía en todas las viviendas billares, saloncitos de fumar y habitaciones agranelparalosnumerososhuéspedesquelamaravillosafamiliadeAhChunsolíainvitarpródigamenteasusfiestasyreuniones.Allísegastabansintonnisonsumasquevaldríanelrescatedeunainfanta…graciasalgustoeducadoyeuropeodelaprogenie.

AhChunhabíasidomuy liberalen loquea laeducacióndesushijosserefiere.«Noimportanlosgastos—habíadichoenremotostiemposalcapitánParkinson—.UstedechalagoletaVegaalmaryyomeencargodelodemás».

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Y lo mismo hizo con la educación de sus hijos. No perdonó gasto alguno.Haroldo, el mayorazgo de la casa, estudió en Harvard y Oxford; Alberto yCarlosasistieronalaUniversidaddeYale,ylashijas,desdelaprimerahastalaúltima,seprepararonenelSeminariodeMills,enCalifornia,paracompletarsueducaciónenVassar,WellesleyoBrynMawr.Algunas,apeticiónpropia,recibieronlosúltimostoquesenEuropa.Yluego,todosloshijosdeAhChunvinieron un día desde los diversos rincones del mundo. El viejo tenía aúnamuebladas sus residencias con extravagante sencillez; pero los hijoscomenzaron a pedir, aconsejar y entrometerse en el adorno y aderezo de lacasa.AhChunpreferíaelvoluptuosoesplendordelfaustooriental;perocomofilósofo que era, no dejaba de comprender que los gustos de sus hijos seaveníanmejorconlasnormasoccidentales.

NoesnecesariodecirquenadielosconocíaporhijosdeAhChun,apellidoplebeyoypocodistinguido;lomismoquesuposeedor,evolucionóelapellido,quecomenzandoporperteneceralsiervochino,hubodeadaptarsealaelevadaposición del multimillonario. Mamá Ah Chun había adoptado el A’Chun,mucho más noble y distinguido, y los vástagos completaron la obrasuprimiendoelapóstrofoyañadiendoundecomounacasa,quelesconvirtieraporartedemagiaenlafamiliaDeAchun.YcomoelbuenodeAhChunnosepreocupabaporletrademásodemenos,accediógustosoalametamorfosisdesu apellido, puesto que en nada comprometía ni alteraba su bienestar ni sucalmadefilósofo.Perolosvástagosfueronacercándosealaedadenquelascamisasplanchadas, los cuellos almidonadosy los trajesde levita adquierengranimportancia,yentoncessíquecomenzaronacomprometersubienestarycalmadefilósofo.AhChunnoquisopasarporésas.Preferíasusdesahogadasy anchas ropas de China y se negó, terne que terne, a realizar latransformaciónquesushijosdeseaban.Inútilmenteintentaronéstossalirseconlasuya,porlasbuenasoporlasmalas.Sobretodo«lasmalas»lesllevaronalmás espantoso de los fracasos.No en balde habían vivido enAmérica.Allíaprendieron sin duda las virtudesmágicas que el boicot tenía enmanos delsocialismoorganizado,yenmalhorase lesocurrióboicotearalpadreensupropiacasa,alentadospormamáAchun,quenopodíasoportarlaranciedaddesu marido. Pero Ah Chun, aunque poco versado en la cultura occidental,estabaalcabodelacalleencuantoconciernealascondicionesdelsocialismo.Propietariodeextensasempresasyacostumbradoamanejarmilesdehombres,sabía muy bien el procedimiento para coparlos por medio de la tácticaoportuna.Así es que, ni corto ni perezoso, declaró el lock-out a su rebeldeprogenie y descarriada esposa; puso en la calle a la numerosa servidumbre,echó el cerrojo a las cuadras y establos, cerró las casas y se fue a vivirtranquilamentealHotelRealdeHawai,con laseguridaddeserelúltimoenrendirse.Lafamiliasealborotódesaforadamente,pusoelgritoenelcieloysedesahogó con las amistades, poniendo al descastado padre y esposo como

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chupa de dómine; mientras tanto, Ah Chun continuaba tranquilamente elmanejodesusmúltiplesasuntos,fumabasindescansoensulargapipadeplatay ponderaba, sin perder el equilibrio, el difícil problema de su maravillosaprogenie.

Aquelproblemanoturbóenlomásmínimolacalmadesuespíritu.Sabía,consualmavidentede•filósofo,queelproblemaseresolveríaporsímismoencuanto lahorade lamadurezhubiese llegado.Tan sóloqueríademostrarque,complacienteytodo,era,noobstante,elúnicoyabsolutodictadorsobrelosdestinosdelosAchun.Lafamiliasostuvolahuelgaduranteunasemana,alcabodelacualvolvierontodosaocuparelmagníficobungalow,encompañíadel padre y de la numerosa servidumbre. Pero en lo sucesivo no volvió asuscitarsecuestiónalgunacuandoAhChunsepresentabaenelhogarconsudesahogado vestido de seda azul, sus enguatadas chinelas y negro casquetesedeñoconbotoncitocolorado,nicuandomezclabaelhumodesulargapipade plata con el de los cigarrillos de oficiales y paisanos, en el fumadero yampliasterrazasdesuresidencia.

AhChunocupabaunaposiciónprivilegiadaenHonolulú.Aunqueraravezsepresentase en sociedad, eramuydeseadoybien recibido en todaspartes.Únicamentesolíavisitaraloscomercianteschinosdelaciudad,perosentabaala mesa y abría las puertas de su casa a cuantos necesitaran de su trato.Sentado a la cabecerade lamesa, el campesinodeCantónpresidía sobre elmáscultoyrefinadoambientequepudieraencontrarseenlasislas,ynohabíapersonaje alguno, por elevadoy orgulloso que fuera, que no se honrara concruzarelumbraldesupuertaygozardesuhospitalidadgenerosa.Enprimerlugar,elbungalowdeAchuneradegustoirreprochable;ensegundolugar,AhChun era una potencia, y en tercero y último, tenía fama, de sermodelo dehonradez como hombre de negocios. Preciso es confesar que la moralidadmercantil de las islas excedía enmuchos codos a la que en el continente seacostumbra;peroAhChunasombrabaa losnegociantesdeHonolulúporsurigidezyhonradaescrupulosidad.Sedecíaquesupalabravalíatantocomosufirma.Ni era preciso recurrir a ésta para obligarle, ni jamás fue infiel a suspromesas verbales. Sirva paramuestra un botón: habían pasado unos veinteañosdesdeel fallecimientodeHotchkiss,mejordicho,de lacasaHotchkiss,MortersonyCompañía,cuandociertodía,entrealgunospapelesextraviadosseencontróelmemorándumdeunpréstamodeveintemildólaresentregadosal señorAhChun.Debió de realizarse en los tiempos en queAhChun eraconsejero privado del reyKamehameha II, y, con el barullo y confusión deaquellosesplendorososdíasdeabundanciayprodigalidad,elasuntosehabríadeslizadofácilmentedelamemoriadenuestrohombre.Nohabíadatoalgunonicompromisolegalqueleobligara;peroAhChunliquidóconlosherederosdeHotchkiss,pagandovoluntariay liberalmenteel importede ladeuda,conlosinteresescompuestosyacumulados,queimportabanunasumasuperioral

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capital. De igual manera y con idéntica fidelidad, cuando garantizó con supalabraeldesastrosoproyectodelSaltodeKakiku,enunaépocaenquenadiesefiabaniaúndesupropiasombra,«AhChunfirmósuchequededoscientosmil dólares, sin que le temblara el pulso, señores, sin que le temblara elpulso»,segúnexclamabaelsecretariodelafracasadaempresa.Elpobreseñor,aquien sehabía confiado ladifícil laborde explorar el ánimodeAhChun,apenaspodíaesperarqueésteaceptaralosresultadosdeuncompromisoaquesólosupalabra leobligaba.Yademásdeotrasmuchasacciones semejantes,altostestimoniosdesulealtad,apenassihabíapersonajedereputaciónenlasislas que no hubiese recibido en alguna ocasión la ayuda financiera delgenerosoAhChun.

Así es queHonolulú contemplaba el desarrollo de lamaravillosa familiacomo quien admira un complicado enigma imposible de resolver. Todossimpatizabansecretamenteconelchino,peronadieimaginabalasoluciónquepensaba dar al problema familiar. Ah Chun sí que lo veía todo conmiradaclaraypenetrante.Nadiecomoélcomprendíacuánajenoylejanoeraparalossuyos,yniaúnlossuyosmismoslosospechaban.Jamáshabríalugarparaélentre lamaravillosa simiente de su sangre, y cuando sus ojosmiraban a losveniderosañosde lavejez, comprendíaquecadavezhabríade sentirsemásalejado, ajeno y solitario en su propia casa. Los hijos y él nunca secomprendían; hasta los motivos de sus conversaciones le eran ignorados,oscurosy faltosde interés.Laculturaoccidentalhabía resbalado juntoaAhChun,sindejarhuellaensualma.Eraasiático,asiáticohastalaúltimafibradesu ser, lo cual quiere decir que pertenecía al rebaño de los gentiles. Elcristianismodesushijosleparecíaunamonsergasinsentido.PeroAhChualohubiera soportado todo en silencio, si hubiese podido comprender a suspropios hijos. Cuando Maud, por ejemplo, le aseguraba que los gastosmensuales de la casa ascendían a treintamil dólares, sí que la comprendía;cuandoAlbertoledemandabacincomildólaresparacomprarseelyateMuriéleingresarenelClubNáuticoHawaiano,tambiénlecomprendía;peroaquellosotrosdeseosremotosycomplicados,aquelloslaberínticosprocesosmentales,leofuscabanyentristecían.Notardóenconvencersedequeelalmadecadahijo era un secreto laberinto cuyo umbral le estaría perpetua ydesesperadamente cerrado. Se erguía ante ellos la vieja muralla que separaOriente de Occidente. Sus almas eran inaccesibles para él, y andando eltiempo llegó al convencimiento de que también la suya sería siempreinaccesibleparasushijos.

Además, según los años se iban deshojando por la senda de la vida,aumentaba en su espíritu la añoranza de su propia raza. El vaho de loscallejones chinos le parecía ámbar desleído y ambrosía sobrenatural y lasolfaccioneslellenabanelpechodesatisfacción,comosievocaranelrecuerdodelasestrechasytortuosascallejasdeCantón,bulliciosasconelenjambrede

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lavidaydelmovimiento.SearrepentíacontodasualmadehabersecortadolacoletaporaccederalosdeseosdeStellaAllendaleenlosdíasqueprecedierona sus nupcias, ymás de una vez le asaltaban ansias secretas de afeitarse lacoronilla,pararenacerotravez,nuevoypurificado,alavidadesuverdaderapatria. No gustaba su paladar de aquellos guisos complicados con que elcostosococineroleobsequiaba;encambio,leproducíanexquisitodeleitelosfantásticospotajesqueenelasfixiantecomedordelbarriochinoleservían.Lecomplacía infinitamente más media hora de conversación, sazonada con elhumodelaspipaslargas,encompañíadetresocuatrocamaradaschinos,quepresidirlascopiosasyelegantescenasdesubungalow,dondesereuníalaflory nata delmundo europeo y americano; ellas ataviadas con ricas joyas queresplandecían sobre las gargantas y desnudos brazos, ellos con sus trajes deetiqueta y almidonados puños, y todos entregados a risas y charlas sobretópicosyagudezasque,sinoerangriegoparaAhChun,porlomenosnadaleinteresabannidivertían.

Peronoconstituíansolamentesuproblemalasoledadyaislamientoenquevivía ni los deseos vehementes de volver a sus potajes chinos. El enormeestorbodesus riquezasacababadecomplicarelenigma.Anhelabavivirunavejezplácidayserena.Bastantehabía trabajadoyaybienmerecido teníaunpocodepazyreposo.PeroAhChunnoignorabaquenireposonipazseríanposiblesmientrashubieradesoportarlacargadesufortunainmensa.Además,no olvidaba ciertos presagios y ejemplos dolorosos que la vida le revelara.Traía de vez en cuando a la memoria el recuerdo de su antiguo camaradaDantin,aquiensuspropioshijosarrebataronlegalmentelaadministracióndesusasuntosporsentenciadeincapacidaddictadaporlostribunalesdejusticia.AhChunsabíaaldedilloquesiDantinnohubiesetenidodondecaersemuerto,todoshubieran considerado justoy racional quemanejase sus asuntos comoDios le diera a entender.Y el ancianoDantin no teníamás que tres hijos ymediomillóndedólares,mientrasqueél,AhChun,teníaquince,ysóloDiosyélsabíancuántosmillones.

—Nuestras hijas son hermosas —dijo una tarde a su esposa—. EnHonolulúhayabundanciademozoscasaderos.Nuestracasarebosasiempredejuventud.Todoslosmesessemevanmuchosdólaresenhumodecigarrosconqueselesobsequia.Ahoraquierosaberunacosa:¿cómoesquenadiehabladecasarse?

MamáAchunseencogiódehombrosyesperó.

—Yoséloquesonhombresymujeres,ylaverdad,meextrañaqueaúnnohayahabidoningúncasamiento.Talvezalosjóvenesnolesagradennuestrashijas.

—Les gustan a rabiar —interrumpió apresuradamente mamá Achun—,

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peronopuedenolvidarquetúereselpadredetushijas,yturaza…

—Sinembargo, tú teolvidastedequiéneramipadre—repusoAhChungravemente—.Únicamenteexigistequemecortaralacoleta.

—Acaso los jóvenes seanmás exigentes que yo—contestó la señora, yambosguardaronsilencio.

DeprontoAhChunpreguntó,comosinovinieraacuento:

—¿Cuáleslacosamásgrandedelmundo?

MamáAchun,despuésdemeditarunosinstantes,repuso:

—Dios.

Élsacudiónegativamentelacabeza,ydijo:

—Haydiosesydioses:unosdepapel,otrosdemadera,otrosdebronce.Yotengo enmi despacho un dios pequeñito que empleo de pisapapeles. En elMuseoEpiscopalhaymuchosdiosesdecoralydelava…

—Pero no hay más que un solo Dios —replicó decididamente mamáAchun poniéndose rígida y cuellierguida, como si quisiera dar a laargumentacióntodoelpesodesuenormehumanidad.

AhChunsehizoeldesentendido,yañadió,irónicoysocarrón:

—¿NoconocesnadamásgrandequeDios?Yotelodiré,pues,hijamía.Amis años he tratado con judíos y cristianos, musulmanes y budistas; conhombres civilizados y con negritos de las Salomón y Nueva Guinea, quellevansusdiosesconsigo,envueltosenpedazosdepapelgrasiento.Yhevistoquetodosellosteníansusdioses,másomenosparecidos;perotodosadorabanal dinero. Ahí tienes la cosa más grande del mundo. Bueno, el capitánHigginsonpareceenamoradodeEnriqueta…

—Nuncasecasaráconella—objetómamáAchun—.Quiereseralmirante,y…

—¿Conque almirante?—interrumpióAhChun—.Ya comprendo. Es unargumentocomootrocualquieraparasalirseporlatangente.

—PerteneceaunafamiliamuynobleydistinguidadelosEstadosUnidos,yningunodesusparientesveríaconbuenosojoselcasamiento…mejordicho,siempreycuandonolofueseconalgunaseñoritaamericana.

AhChunvolviósupipabocaabajo,golpeólasobreelcenicero,atascóelhornilloconunpuñadode tabaconuevo,yencendiéndolo tranquilamente seentretuvo en echar algunas bocanadas de humo antes de proseguir la charlaqueconsuesposasostenía.

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—Enriquetaes lamayordenuestrashijas.Eldíaenquesecaseprometodotarla con trescientos mil dólares contantes y sonantes. Haced correr lanoticia;estolodejoavuestrocargo,yveréisquéprontoseablandaelcapitánHigginson,contodasunobleydistinguidafamiliadelosEstadosUnidos.

YAhChunsiguiódandochupadasasupipa,envolviéndoseennubesdehumo. Y entre las blancas espiralillas que se enroscaban como culebrasvaporosas le pareció percibir la imagen de Toy Shuey, aquella criada queservíaparatodoslosmenesteresencasadesutío,alláenelvillorriocantones.Toy Shuey, siempre ocupada y afanosa, sin poder terminar jamás con susmúltiplesobligaciones,recibíaundólarpeladoporlosquehaceresytrajinesdeunañoentero.Yentrelasculebrillasdehumoviodeslizarseelrecuerdodesupropiajuventud,susdiezyochoañosdetrabajoagotadorenlahaciendadesubuen tío por un salario no mucho más crecido. Y ahora, él, Ah Chun, elcampesinodeCantón,señalabaparasuhijaundotequevalíaportrescientosmil años de semejante trabajo. Y era solamente la primera de la respetabledocena de sus hijas. Pero Ah Chun era demasiado filósofa para que talespensamientos le ensoberbecieran. Pensó, eso sí, que este mundo es algodivertido,grotescoycaprichoso,ysoltandounasonoracarcajadasobresaltóamamáAchun,que,sumergidaenprofundoensimismamiento,buceabaen lascavernasocultasdesuser,dondehastaentoncesnuncahabíapenetrado.

Pero las palabras de Ah Chuu fueron propagándose como susurromisterioso de oído en oído, y el capitán Higginson se olvidó de sualmirantazgo,delosEstadosUnidosydesunobleydistinguidafamilia,paracontraermatrimoniocontrescientosmildólares,másunajovencitarefinadaeinstruidaporcuyasvenascorríauntreintaydosporcientodesangrepolinesia,un diez y seis de italiana, otro diez y seis de portuguesa, treinta y dosrespectivamente de inglesa y yanqui, y una mitad de china de la más puracepa.

Y la longanimidad de Ah Chun no tardó en producir sus efectos. Derepentetodassushijassevieronrequeridasycodiciables.Clarafuelaprimeraen encontrar un buen partido; pero cuando el secretario del territorio pidióformalmentesumanohubodeser informadoporAhChundequeMauderamayoryhabíadecasarseprimero.Oportunaysagazmedidadelastutopadre.Puesta en movimiento la familia, o interesados todos en el casamiento deMaud, tresmesesmás tarde, comonopodíapormenosde suceder, contraíamatrimonio con Ned Humphreys, comisario de emigración de los EstadosUnidos. Ambas, Clara yMaud, se lamentaron de que sus dotes respectivasbajaran adoscientosmil dólares; peroAhChun se justificódiciendoque sugenerosidadinicialhabíatenidoqueromperelhielo,yque,unavezroto,sushijashabíandeconformarseconunpreciomásbarato.

Porespaciodedosañoshuboenelbungalowunaseriecontinuadebodas.

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AhChunnoestaba,mientrastanto,conlasmanoscruzadas.Unotrasotrofueliquidando todos sus negocios; vendió las acciones que en numerosasempresasposeía,ypasoapaso,afindenoproducirningunaconmociónenelmercado, realizó en dinero contante y sonante todas sus vastas riquezas.Verdad es que, como hasta el fin nadie es dichoso, hubo de apresurarse aúltima hora, deshaciéndose de cualquier manera de los bienes que lequedaban. Porque Ah Chun veía que algunos nubarrones negros se cerníansobreelhorizontedesuvida.AlcelebrarselabodadeLucille,llegaronasusoídos algunos ecos y rumores de envidias, celos y altercados.El aire se ibacargando con la niebla densa de conjuraciones y contraconjuraciones paraganarsufavoromalquerenciaconrespectoaunosuotrosdesushijos,nuerasy yernos. Todo lo cual no era el camino que pudiera conducirle a la paz yreposodesusúltimosdías.

Apresuróse a desenredar lamadeja de sus negocios. Hacía largo tiempoque sostenía correspondencia con los principales Bancos de Shanghai yMacao. No había correo que, desde algunos años atrás, no llevase algunoscheques extendidos a favor de un tal Chun Ah Chun, para que fuerandepositados en los Bancos del lejano Oriente. Ahora aumentaron pormomentoslafrecuenciaeimportedeloscheques.Aúnquedabandoshijasporcasar.AhChunnoquisoesperarmás tiempo.Dotóacadaunaconcienmildólares,queimpusoenelBancodeHawai,acumulandointereseshastaeldíade la boda.Encargó a suhijoAlberto la direccióndeAhChun,AhYungyCompañía, porque el mayorazgo Haroldo habría preferido irse a vivir aInglaterraencompañíadeuncuartodemillón.Almenor,Carlos,ledejósuscien mil dólares, un tutor legal y la carrera pagada en el Instituto Keeley.MamáAchun recibió el bungalow, la casa de lamontañadeTantalus y unaresidenciadeplayaquesuesposohabíamandadoedificarensustitucióndelacomprada por el gobierno. Además, mamá Achun recibió medio millón dedólarescolocadosamuybueninterés.

Ahora podía desenredar el nudo de su problema. Una buena mañana,cuandolafamiliaenterasereuníaparatomareldesayuno,porquehabíatenidoespecial cuidado en que todos los yernos estuvieran presentes con susrespectivas esposas, Ah Chun anunció solemnemente su regreso a la tierramadre del Oriente lejano. Explicó en una homilía paternal tan breve comosustanciosa las previsiones que había adoptado en beneficio de todos, yensartó después una serie de máximas que, según él, les capacitaríanseguramenteparavivirjuntos,enpazybuenaarmonía.Diotambiénalgunosconsejosasusyernosparaorientarlesensusnegocios,predicólasexcelenciasde la virtud, encomió las ventajas de la vida sobria y morigerada, hizogenerosa donación de sus enciclopédicos conocimientos respecto a lascondiciones industriales y mercantiles de Hawai. Y luego, llamando a sucarruaje y en compañía de mamá Achun, lacrimosa y gemebunda, se hizo

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conducir al correo del Pacífico, dejando tras de sí el mayor pánico yconsternación. El capitán Higginson puso el grito en el cielo, proclamandodesaforadamente la oportunidad de un requerimiento judicial; vertieron lashijasabundanteslágrimasyafligiéronsesusdignísimosesposos.Unodeellos,quehabíasidojuezfederal,dudandodelsanojuiciodeAhChun,seapresuróarequerirle ante la autoridad competente, donde le informaron que Ah ChunhabíacomparecidoeldíaanteriorantelacomisióndeSanidad,obteniendoelexamenycertificadodeestarenelplenousodesusfacultadesmentales.Noquedaba otro remedio que someterse a la realidad. Así lo comprendierontodos. Unos momentos después iban a despedir al anciano menudito ybonachón,que,agitandolasmanos,enviabaelúltimoadiósasumaravillosafamilia desde el paseo de cubierta, mientras que el enorme trasatlánticolanzabasuquillamaradentroserpeandoentrelosarrecifesdecoral.

PeroelancianopequeñitonoquisodirigirseaCantón.Conocíademasiadobien a su propio país, para exponerse con la aureola de opulencia que lerodeaba a lasmaneras de los ambiciososmandarines.Desembarcó, pues, enMacao.Ahora bien;AhChun se había hecho tanto a su regia vida, que nopodía por menos de ser tan imperioso y exigente como un rey de cuerpoentero.Ya enMacao, se dirige almejor hotel europeo de la ciudad, pero elescribienteseniegarotundamentearegistrarsunombreenellibrodeviajeros.Acudealgerentedelestablecimientoyesvilyafrentosamenterecibido.Allínoseadmitenchinos.AhChunnoseinmutaporasuntosdetanpocamonta.Saledelhotelsilenciosayhumildemente.Doshorasmástarde,regresa;llamaalescribienteydirector,lesentregaelsueldodeunmes,ylesponedepatitasenlacalle.Acababadeconvertirseenpropietariodelhotel.Allípermaneció,tratándose a cuerpo de rey, mientras edificaba un palacio suntuoso en losalrededoresdelacapital.Yalmismotiempo,conaquellainevitablehabilidadquelecaracterizaba,hacíasubirdeltresaltreintaporcientolosbeneficiosdelestablecimiento.

NotardaronensaliralasuperficielosdisgustosdequeAhChunsehabíalibertado. Algunos de sus yernos se metieron en malos negocios, otroscomenzaron a derrochar sin tonni son lasmagníficas dotes deAhChun.Ycomoésterespirabayalosairesdelalibertad,sevolvíanlosojosdetodosamamáAchunyasumediomillóndedólares,cuyacontemplaciónengendrabaentre unos y otros sentimientos poco deseables. Andaban revueltos losabogados con aventuras, pleitos, contrapleitos y recursos. Y no pararon lascosas ahí. Hubo altercados y trifulcas domésticas, con palabras duras ybofetadas más duras todavía. Se hablaba de floreros y de otros objetossemejantesquehabían salidopor el aire enapoyode laspalabras ligeras.Yhubojuiciosdeinjuriasydeofensasverbales,quetraíanrevueltoyasombradoal pacífico pueblo de Honolulú, ante las sorprendentes revelaciones de lostestigos.

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Y allá en el suntuoso palacio deMacao, rodeado de todas las delicias yvoluptuosidadesdeOriente,AhChun fumabaplácidamenteen su largapipade plata y escuchaba como quien oye llover las tormentas de allende losmares.Todos los correos deMacao aHonolulú llevaban su correspondientecarta, redactada en inglés chapucero, conmáquinade escribir americana, endonde entre admirables y sentenciosos textos, predicaba Ah Chun a sumaravillosa familia las ventajas de vivir en perfecta unidad y fraternalarmonía.Porsuparte,élseencuentramuyasusolaz,lejosdetodobullicio,yvive contento, gozando de la paz y reposo merecidos. A veces se frotasatisfecho las manos, guiña con picardía los oblicuos ojillos negros yprorrumpe en una carcajada de alegría: está pensando en lo gracioso ydivertido que es el mundo. Porque, después de muchos años de vivir yfilosofar,lequedatodavíalaconviccióndequeestemundoesunacosamuygraciosaydivertida.