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El documento del mes De viajes y viajeros: Las Guías de forasteros “Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas” Henri Miller El verano, estación evocadora y dorada en la que los destellos de sol, el buen tiempo y la necesidad de descanso para “desconectar” de la frenética rutina diaria, invita a sumergirse -a aquéllos afortunados que pueden-, en la búsqueda de viajes y destinos para cambiar de aires. Incluso en un verano, tan atípico como éste de 2020 por la pandemia de la Covid-19, nos atrevemos provistos de mascarilla y guía de viaje en ristre, a explorar nuevos territorios, que van desde las calles de nuestras ciudades y pueblos, en esta situación tan insólita, a lugares desconocidos, siempre que el virus lo permita.

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El documento del mes De viajes y viajeros: Las Guías de forasteros

“Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”

Henri Miller

El verano, estación evocadora y dorada en la que los destellos de sol, el buen tiempo y la necesidad de descanso para “desconectar” de la frenética rutina diaria, invita a sumergirse -a aquéllos afortunados que pueden-, en la búsqueda de viajes y destinos para cambiar de aires. Incluso en un verano, tan atípico como éste de 2020 por la pandemia de la Covid-19, nos atrevemos provistos de mascarilla y guía de viaje en ristre, a explorar nuevos territorios, que van desde las calles de nuestras ciudades y pueblos, en esta situación tan insólita, a lugares desconocidos, siempre que el virus lo permita.

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¿Quién no recuerda los viajes, que ha hecho a lo largo de su vida? Cautivados por la magia del paisaje, las gentes que los habitan o la inspiradora belleza de los recorridos. Como en la película Una habitación con vistas (1985), una joven inglesa, Lucy Honey Church (Helena Boham Carter), vivirá una experiencia inolvidable, en la que el marco de la ventana de su habitación de hotel, es un testigo silencioso y excepcional de unas sugerentes vistas de Florencia. Probablemente, en el equipaje de las protagonistas de este de film, se hallara un ejemplar de las famosas guías de viaje

Baedeker1. La mentalidad del viajero y los relatores de viajes no ha variado tanto desde tiempos lejanos hasta la actualidad, salvando las distancias de la historia y las circunstancias sociales de cada época. La necesidad de captar el instante y describir las costumbres de lugares diferentes existe desde la Antigüedad clásica, tal y como Heródoto reflejó allá por el siglo V a. de C. en su Historiae (Los nueves libros de la Historia). La intrépida escritora y monja hispanorromana Egeria, se aventuró a viajar en el siglo IV con destino a los Santos Lugares, pese a la peligrosidad del viaje por su condición de mujer. En plena Edad Media el imaginario colectivo europeo disfrutaba del relato que Marco Polo escribía en su Libro de las Maravillas acerca de sus incursiones por Asia central y China, descubriendo entre otras bondades, el exotismo de los productos con los que se comerciaba en la Ruta de la Seda. La literatura de viajes, desde los tiempos de Cristóbal Colón alcanzó un notable impulso desde finales del siglo XV, llevada por la curiosidad y el afán de conocer territorios que aún no existían en los mapas, tierras ignotas para el viejo continente deseoso de penetrar en realidades que conectarían mentalidades y pueblos a través de futuras redes comerciales apoyadas por los imperios del momento.

1 Las conocidas como Guías de viaje Baedeker, fueron muy populares a mediados del siglo XIX y XX. Karl Baedeker, editor alemán, inspirado en el éxito de las publicaciones del también editor británico John Murray III, con el que llegó a colaborar en la traducción y edición de guías de viaje. Baedeker diseñó una publicación en 1836 de corte turístico, de carácter más objetivo que las descripciones e impresiones personales de los relatos de los primeros viajeros del siglo XIX, añadiendo datos e incluso indicando con una estrella o varias, aquellos lugares y establecimientos más interesantes para los viajeros, un claro precedente de las actuales guías francesas Michelin.

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Los relatos del siglo XVIII, una fructífera época para las expediciones científicas, plasmaron en toda suerte de bitácoras y descripciones pormenorizadas la naturaleza que impregnaba el medio físico y humano de los territorios descubiertos, dando lugar paulatinamente a un género especial, desprovisto en un principio de las apreciaciones subjetivas de los viajeros, publicado a instancias del poder. Estas primeras manifestaciones serían el precedente en la historia de la cultura escrita de las futuras guías de viaje: los Calendarios y Guías de forasteros, que más tarde pasarían a conocerse como Guía oficial de España2. Si bien, todavía en esta época no podemos hablar de turismo con las connotaciones actuales, un fenónemo económico y sociológico vinculado al ocio que comienza a finales del siglo XIX y se afianza en el siglo XX, gracias al aúge de la industria, y la creciente actividad comercial unida a la consolidación de una nueva burguesía.

En la España del siglo XVIII, el modelo administrativo centralizador de la monarquía Borbónica implicó una reestructuración de los caminos y nexos de conexión entre las principales ciudades españolas y los territorios de ultramar situados en América y Filipinas. La aparición en España de este tipo de publicaciones tendrá lugar en pleno siglo de las luces, con una doble vertiente: la política, al plasmar el poder y la influencia de la corona española en todos sus territorios, y la económica, reflejándose ambos aspectos en una publicación sencilla que recogerá itinerarios y puntos comerciales de relevancia para la economía. Y el libro, una vez más, como sostiene Roger Chartier, representa el ejercicio del poder, estableciendo jerarquías y creando símbolos de dominación a través de la cultura escrita. Editadas en un formato cómodo y manejable para los viajeros, al principio los datos que recogían estos impresos se limitaban a las fiestas religiosas del lugar descrito, el calendario, fases lunares y las estaciones del año. Además incluirán una lista de monarcas y personalidades notables de la

2 Guías de Forasteros en PARES (Portal de Archivos Españoles)

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administración, autoridades civiles, militares y eclesiástica, a modo de directorio.

A principios del S. XVIII, en 1721 la imprenta de Jerónimo de Estrada, situada en la madrileña y céntrica calle Núñez de Arce, se comienza a publicar un Almanaque o Kalendario en el que aparecían sólo las fiestas religiosas. Un primer esbozo de lo que se publicaría tiempo después como Kalendario particular y Guía de forastereros en las Corte de Madrid, publicación que perviviría en el tiempo por espacio de dos siglos, con diversas modificaciones de título e impresores a través de las sucesivas etapas en las que se publicó. Impresa desde 1735 por Antonio Sanz3, incluirán a partir de 1757, para comodidad de los lectores, un mapa de tamaño reducido de España, coloreado por reinos y provincias, observándose en la orla y en la leyenda cambios sucesivos.

3 Antonio Sanz fue impresor del Rey, de la Academia y del Supremo Consejo de Castilla. Según Gutiérrez del Caño ejerce en Madrid desde 1728 a 1770. Su taller se localizaba en la Plazuela de la calle de la Paz, Se hizo cargo de la impresión de las Guías de forasteros hasta 1769, cediendo los derechos de impresión al Estado a cambio de una pensión vitalicia. Hacia el último tercio del S. XIX las Guías de forasteros pasarán a conocerse con el nombre de Guía oficial de España

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Otra de las innovaciones de este impresor, es la introducción del plano reducido de Madrid grabado por Tomás López4, con indicaciones sobre los principales monumentos de la ciudad y una breve historia de la misma, a la que añadirá más adelante a doble página una panorámica “vista de Madrid”. A medida que la historia de las instituciones evolucionaba, en la Guía de forasteros de Madrid aparecerán otras institutiones de singular importancia como el Correo Marítimo de Indias (1783), el Colegio Oficial de Cirugía (1788), el Banco Nacional de San Carlos (1788), las Damas Nobles de Maria Luisa (1793). Pronto aparecieron títulos como Guía de la grandeza de la corte de España (1769), Guía perpetua de litigantes para la Corte y fuera de ella (1784), que más tarde pasaría a llamarse Guía de litigantes y pretendientes (1793), la Guía de postas (1784), Madrid por dentro y el forastero instruído

4 El plano de esta imagen que reproducimos es del hijo de Tomás López, Juan López. Pertenece a una edición 1820 de la Guía de forasteros localizada en los fondos bibliográficos del AGI, con signatura L.A.-S.XVIII-139/9.

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(1784), Guía histórica de las universidades (1786), la Guía del estado eclesiástico (1788), el Estado militar de España (1758), entre otros títulos.

Con el paso del tiempo, estas publicaciones incluirán itinerarios más elaborados, mapas y pequeños anuncios de carácter comercial con la intención de atraer el interés de las personas que se desplazaban de unas regiones a otras. Esencialmente serán todavia forasteros o transeúntes, con unas necesidades de información específicas sobre la urbe a la que se desplazan.

En el plano local, son conocidas las Guias de forasteros en Cádiz, impresas por diferentes impresores, a principios del siglo XIX, en un contexto preconstitucional y con un marcado carácter político, irán añadiendo también una guía comercial de la ciudad, como centro portuario de gran interés para las transacciones comerciales con América.

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A medida que transcurre el siglo XIX, el desarrollo de las comunicaciones propiciado por el ferrocarril, influyó notablemente en los viajes, reseñándose otros aspectos de gran utilidad para los viajeros. Aparecerán establecimientos de tipo hotelero, las famosas fondas5 para pernoctar y aliviar el cansancio de aquellos largos recorridos, iniciándose unos tímidos pasos hacia el turismo.

En los territorios de Ultramar también aparecerán Guías de Forasteros desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta finales del siglo XIX. Entre estos impresos, publicados desde 1761 a 1893, tienen un peso relevante por su influencia económica relacionada con la explotación de las recursos económicos, los editados en Perú, México y Cuba, aunque también se publicaron en otros países con menor incidencia (Argentina, Colombia, Guatemala, Puerto Rico, Venezuela, Chile, Filipinas y Bolivia). Como en la metropolis, la información contenida en las guías publicadas en América española, se actualizaba periódicamente, ofreciendo datos

puntuales sobre establecimientos, planos de las ciudades con su correspondiente leyenda, dependencias y direcciones de interés, para las élites ilustradas que serían la base del proyecto de las futuras independencias americanas del siglo XIX.

5 En la Guia de forasteros de Sevilla de Herrera Dávila (1832) se señalan los establecimientos más aconsejables para el descanso de los viajeros.

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El paso del tiempo cambió las necesidades de información de los lectores, con la aparición del ocio cultural, además de conocer el aparato burocrático y organizativo de las ciudades, era importante incluir información relacionada con el transporte y sus horarios, reseñar eventos o recomendar lecturas. Las perspectivas de la comunicación habían variado de acuerdo a los nuevos tiempos, desde una mirada social y cultural, este tipo de publicaciones eran una puerta abierta hacia el ascenso social de las élites criollas.

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De nuevo, la ficción del cine, nos muestra a un atribulado escritor de guías de viaje, Macon Leary (William Hurt), protagonista de la premiada película El turista accidental (1988). En pleno boom del turismo ya entrado el siglo XX, también podemos imaginar a los primeros redactores y editores de estas exitosas publicaciones en pleno siglo XIX, tiempos de efervescencia para la industrialización y el progreso tecnológico, aspectos que contribuyeron al éxito y popularización de las Guías de forasteros que se transformarían paulatinamente en otro producto de información hasta llegar a las guías de viaje actuales. Para finalizar, las miradas del viajero pueden ser múltiples, la historia de la cultura escrita nos muestra la evolución y las perspectivas que los autores reflejaron en estas curiosas publicaciones. Parafraseando a Lao-Tse, “Un viaje de mil millas ha de comenzar con un simple paso”, eso sí, recordad llevaros la mascarilla a partir del primer paso que deis.

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Para saber más:

- AGUILAR PIÑAL, Francisco. Las “Guías de forasteros de Sevilla como fuente de información histórica. En: Actas I Congreso de Historia de Andalucía. Córdoba: Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Cordoba, 1978-1979, v. 6, pp. 37-44

- AGUILAR PIÑAL, Francisco. Las “Guías de forasteros de Sevilla”. En: Primeras

Jornadas de Bibliografía: 24 al 26 de mayo de 1976. Madrid : Fundación Universitaria Española, Seminario "Menendez Pelayo", 1977,. pp. 527-547

- AGUILAR PIÑAL, Francisco. “Las Guías de forasteros de Madrid en el siglo XVIII”.

En: Anales del Instituto de Estudios Madrileños. 1995, n. 35, pp. 451-473

- AGUILAR PIÑAL, Francisco. La prensa española en el siglo XVIII: diarios, revistas y pronósticos. Madrid: CSIC, 1978. ISBN 84-00-03734-0

- CHARTIER, Roger. El orden de los libros: lectores, autores, bibliotecas entre los

siglos XIV y XVIII. Barcelona: Gedisa, 1994. ISBN 84-7432-498-X

- CUÉLLAR WILLS, Lina. Hacia una definición y caracterización de las guías de forasteros en América hispana, 1761-1893. En: ACHS: Anuario colombiano de historia social y de la cultura. 2019, vol, 46. n. 1. [consulta 14 de julio de 2020]. Disponible en: https://revistas.unal.edu.co/index.php/achsc/index]

- CUELLAR WILLS, Lina. Territorios en papel: las guias de forasteros en

Hispanoamérica (1760-1897). En: Fronteras de la historia. 2014, n. 192, pp. 176-201

- GUTIÉRREZ DEL CAÑO, Marcelino. "Ensayo de un catálogo de impresores

españoles desde la introducción de la imprenta hasta fines del siglo XVIII". En: Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, III, 1899, pp. 662-671; IV, 1900, pp. 77- 85; pp. 267-272; pp. 667-678; pp. 736-739

Bibliografía disponible en CCBAE sobre las Guias de forasteros

https://bit.ly/2CFDnOx Texto: Carmen Lozano Polo

Archivo General de Indias. Biblioteca