El Desarrollo Psicologico Del Niño2

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EL DESARROLLO PSICOLOGICO DEL NIÑO “El niño imita, innova, no rechaza lo antiguo por ser antiguo, ni acepta lo nuevo porque sea nuevo, sino que consulta en sí cualquier cosa eternamente actual”. Es una frase con el cual decidí empezar mi ensayo. ¿Por qué? No lo sabría decir. Simplemente lo escribí porque al leerlo me remontó a la época de la niñez, específicamente a la de mi hermano. Al hablar del “desarrollo” tendría que hablar sobre algunos datos esenciales, como: la evolución neurológica, los hemisferios del cerebro y el sistema nervioso. Pero, voy a dejar en segundo plano los temas sobre medicina para puntualizar un tema en específico, la esencia de ser niño. El pensamiento del niño, en su estructura general, se trata de un pensamiento global; es decir considera el conjunto antes que el detalle. Da acceso a un pensamiento representativo o simbólico, aún no incluye un análisis y una síntesis para un pensamiento racional. Otro aspecto especial y muy importante es la percepción infantil. La percepción es sobre todo amplia, siendo incapaz de distinguir las partes o de clasificar. El dibujo, constituye una preciosa aportación, representando a menudo las partes fuera del todo. El dibujo va con el niño; así como el ojo está situado al lado de la cabeza. Las construcciones dan resultados parecidos. Un niño representa la Torre Eiffel con una pila de cubos, dispone alrededor de la pila otros cuatro cubos y dice que son los pies. Así, el juego aparece en sus formas más evolucionadas, como un destello libre de la actividad del niño: tenida en cuenta la imitación, la parte que proviene del medio. Estas manifestaciones representan verdaderamente una reacción personal del niño. ¿Cómo concibe el niño el mundo, los fenómenos de la naturaleza y el origen de las cosas? Esta es la pregunta a la cual ha intentado responder Piaget, quien retiene esencialmente dos fases: el realismo, que es confusión entre el mundo exterior y el pensamiento infantil, con tendencia a proyectar sobre el objeto los resultados de sus pensamientos. Y el animismo, que es la tendencia a considerar

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EL DESARROLLO PSICOLOGICO DEL NIÑO

“El niño imita, innova, no rechaza lo antiguo por ser antiguo, ni acepta lo nuevo porque sea nuevo, sino que consulta en sí cualquier cosa eternamente actual”. Es una frase con el cual decidí empezar mi ensayo. ¿Por qué? No lo sabría decir. Simplemente lo escribí porque al leerlo me remontó a la época de la niñez, específicamente a la de mi hermano.

Al hablar del “desarrollo” tendría que hablar sobre algunos datos esenciales, como: la evolución neurológica, los hemisferios del cerebro y el sistema nervioso. Pero, voy a dejar en segundo plano los temas sobre medicina para puntualizar un tema en específico, la esencia de ser niño.

El pensamiento del niño, en su estructura general, se trata de un pensamiento global; es decir considera el conjunto antes que el detalle. Da acceso a un pensamiento representativo o simbólico, aún no incluye un análisis y una síntesis para un pensamiento racional.

Otro aspecto especial y muy importante es la percepción infantil. La percepción es sobre todo amplia, siendo incapaz de distinguir las partes o de clasificar.

El dibujo, constituye una preciosa aportación, representando a menudo las partes fuera del todo. El dibujo va con el niño; así como el ojo está situado al lado de la cabeza.

Las construcciones dan resultados parecidos. Un niño representa la Torre Eiffel con una pila de cubos, dispone alrededor de la pila otros cuatro cubos y dice que son los pies.

Así, el juego aparece en sus formas más evolucionadas, como un destello libre de la actividad del niño: tenida en cuenta la imitación, la parte que proviene del medio. Estas manifestaciones representan verdaderamente una reacción personal del niño.

¿Cómo concibe el niño el mundo, los fenómenos de la naturaleza y el origen de las cosas? Esta es la pregunta a la cual ha intentado responder Piaget, quien retiene esencialmente dos fases: el realismo, que es confusión entre el mundo exterior y el pensamiento infantil, con tendencia a proyectar sobre el objeto los resultados de sus pensamientos. Y el animismo, que es la tendencia a considerar las cosas como vivientes, especialmente cuando se mueven (viento, autos, máquinas).

Hasta los 2 años, el niño no comprende el futuro; su noción del pasado es muy vaga. El niño vive el presente y por el presente. Hacia los 3 años, el tiempo se objetiva, pero todavía de modo muy somero: el pasado, el presente y el futuro, equivalen al ayer, hoy y mañana. El niño equipara la noche a la oscuridad y el día a la luz. Hacia los 4 a 5 años, comienza a tener la noción de la hora. Entre los 5 y 6 años adquiere una noción neta de estaciones: el invierno, que el niño asimila al frío, el verano al calor, al sol. A los 6 años distingue la mañana de la tarde; a los 7 años conoce los días de la semana. Los meses del año no los distinguirá hasta los 9 años.

Estas adquisiciones, espacio, tiempo, número, como la mayor parte de los conocimientos infantiles, no se hacen siguiendo un ritmo progresivo. Este ritmo puede ser resumido en dos tiempos: espontaneidad y periodicidad. La primera indica que tal cual adquisición no se consigue sino a su hora, que existen límites ligados a la edad. La periodicidad ya no procede por una progresión continua, sino por saltos repentinos, por bloques sucesivos.

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Se ha querido considerar al recién nacido y al niño muy pequeño como un ser sensitivo-sensorial con múltiples asociaciones (visuales y acústicas) y reacciones motoras en su distinción con el ambiente. La prioridad de reaccionar a los diversos estímulos que atraen o alejan se modifica rápidamente y con bastante precocidad. La puesta en juego de esta propiedad generalmente designada con el nombre de afecto. Aparece una cierta “curiosidad” gracias a la vista, el oído, el tacto y por la interpretación de la madre. Las contrariedades causadas por las trabas o los obstáculos, el deseo, la búsqueda de lo nuevo son contiguos. Ya no es el afecto que se manifiesta a la consideración de los seres el que decide las relaciones, sino lo que será llamando la efectividad; la sonrisa es el primer ejemplo.

Al mismo tiempo, en efecto, se constituye el complejo de Edipo positivo, apego a la madre con una especie de ambivalencia, y hacia el padre un cierto grado de aversión más o menos enmascarado por una actitud afectuosa. Lo inverso, el complejo negativo, se produce en la niña.

La integración en la vida escolar supone un nuevo poder de ajuste en las relaciones con el entorno. Su interés, capital para el niño, sobrepasa la etapa infantil, pues permite también comprender bien, a su luz, las operaciones mentales del adolecente y del adulto.

De los 9 a los 12 años, es el periodo donde se organiza la memoria y la reflexión interviene cada vez más en la organización psíquica. Memoria y razón van a adaptarse tanto más estrechamente la una a la otra a medida que la sistematización de los hechos se realizará en forma de juicio, de razonamiento.

Se ha podido decir que el niño es el padre del hombre. El desarrollo psicológico del niño, incluso ateniéndose a sus grandes líneas, muestra con elocuencia que este largo periodo de la vida, yendo de la primera edad a la adolescencia, permite acceder al conocimiento del SER HUMANO.