El Curubito - ACN

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El Curubito Año 1, No 2. Periódico Mural de participación abierta y edición quincenal BANDERILLA Dirección de Departamento: Martha Lucía Mejía Editor: Daniel Aguilar Colaboradores: Martha Lucía Mejía Sandra Liliana Osses María Camila Camacho Jerónimo García Riaño Javier Correa Correa Daniel Aguilar Rodríguez Rolando López Foto: María Camila Camacaho www.pedrowalter.com Google maps Bogotá, Marzo de 2015 MANDEN SUS APORTES A: [email protected] Aquí estamos… en El Curubito… y no es cuestión de poca monta. Por Martha Lucía Mejía Suárez Estar en El Curubito es muy revelador: significa estar en una posición eminente y muy favorable, como afirmó el investigador y dialectólogo del español de América, don José Joaquín Montes Giraldo, en su artículo La " Curumba" , El " Curubito" , La " Curumuta" y los helenismos del español [1]. El eminente intelectual caldense, antes de su llegada a Bogotá, en la década de los 40 del siglo XX, confesó que nunca había escuchado esta expresión. Ante la curiosidad que le provocó, decidió indagar por las calles y vericuetos de la vida cotidiana colombiana, donde confirmó que en el curubito no se encontraban ni los vallunos, ni los costeños, ni los santandereanos, ni los antioqueños… solo los bogotanos. No contento con ello, investigó en diccionarios y estudios sobre la lengua, donde encontró una sola referencia que provenía del Breve Diccionario de Colombianismos de la Academia Colombiana de la Lengua, editado en Bogotá en 1975; allí se relaciona la expresión Curubito con nuestro insigne curubo: “una enredadera de la familia de las pasifloráceas, de flores rosáceas, cuyo fruto, la curuba, es comestible; solo se encuentra en Los Andes”; así que los gringos y los europeos se sueñan con la curuba y no saben lo que es estar en El Curubito. Una sola referencia, para un estudioso como don José Joaquín, no era suficiente; le dejó una especie de sinsabor o ausencia de curuba en la boca, que le llevó a preguntarse cuál era entonces la relación entre estar en la cima y una enredadera; en sus palabras: “¿Cómo se explicaría que "estar en el curubito" signifique 'estar en una posición prominente o en una situación muy favorable' si el curubo es una enredadera a la que para una persona es imposible treparse? No hay nada en el curubo que pueda explicar el sentido del modismo”. Esta observación del académico la comprenden quienes, como buenos observadores, se han detenido frente a los curubos que originaron la imagen institucional de nuestra Universidad; ellos y ellas entenderán el despropósito de la analogía. No obstante y pese a las evidencias físicas, no faltará quien diga, en este momento, que para estar en El Curubito se debe ser un buen trepador, o quien decida acoger el significado que le otorga a este modismo Octavio Hernández Jiménez, en su libro Del dicho al hecho, editado por la Universidad de Caldas en 2003, al definir que “estar en El Curubito” es “estar en la rosca” (página 206)… Tanto el uno como el otro estarían muy lejos de la explicación que don José Joaquín encontró en su incansable recorrido: Siguiendo su trayecto, estableció la relación entre expresiones del español con el griego clásico; allí encontró El Curubito: se relaciona con la expresión griega KÓpv/xfios, -ov (ó): que significa cima, cumbre, lo más alto, coronamiento y punto capital, relacionado directamente con las expresiones “curumba” y “curubilo”. Esta referencia, que don José Joaquín ubicó en el Diccionario Griego-Español de Pabón-Echauri (1944), lo llevó a concluir que: "Estar en El Curubito (énfasis mío) me parece obvio que solo se explica suponiendo un estadio anterior "Estar en la curumbita" ('en la cima, en el ápice') que luego se relaciona con el curubo (planta) y se convierte en el dicho actual”. Entonces, de la mano de don José Joaquín, llegamos a El Curubito, una propuesta para estar en la cima, en una posición eminente y favorable a la cual se llega por “estar en la jugada” (aquí sí adopto la mención que hace Hernández Jiménez, más coherente con el sentido de esta publicación). Cómo se llega: como don José Joaquín: explorando, recuperando nuestra capacidad de asombro, preguntando y escribiendo para ver y expresar la vida en la comunicación. La invitación, entonces, es para ser parte de este juego abierto e incluyente, donde la única condición es exponer, crear, innovar y recrear. Yo ya estoy en El Curubito; ¿cuándo nos encontramos? [1] Montes G. José Joaquín (1987). La "Curumba", El "Curubito", La "Curumuta" y los helenismos del español. Thesaurus tomo XCII No. 3 Centro Virtual Cervantes. Instituto Caro y Cuervo, Bogotá. “El Laberinto de Alicia”, remix de una serie chilena denominada con el mismo nombre, con muchos aciertos en la trama, algunos desaciertos en las caracterizaciones y una propuesta arriesgada, trata el álgido tema del abuso sexual en la infancia. No es mi propósito hacer una reseña o una crítica a la telenovela como producto cultural, sino más bien compartir algunas reflexiones. La serie pone sobre el tapete múltiples aristas de un problema que en Colombia tiene magnitudes escandalosas: según un informe realizado a finales de 2014 con datos del Instituto Nacional de Medicina Legal, aproximadamente cada día 39 niños o niñas son víctimas de abuso sexual y en el 40 por ciento de esos casos el escenario del delito es el hogar. Así que ya era hora de exponer el tema en la esfera pública. Sin embargo, la problemática se centra en los personajes adultos y en sus propios dilemas, sin tener en cuenta lo que para los niños y niñas significa la situación, siendo las víctimas directas de abuso. Los niños y niñas son utilizados en la trama como pretextos. No participan en ningún diálogo con tono propio, son enviados “a la cama o a jugar en tu cuarto” pocos segundos después de aparecer en alguna escena, no son tenidos en cuenta en prácticamente ninguna decisión familiar, se les oculta permanentemente información y ni siquiera se muestran diálogos en los que puedan interactuar con sus pares, por lo que aparecen como sujetos aislados, silenciosos, temerosos o tristes, en extremo obedientes y capaces de custodiar un secreto por encima de cualquier circunstancia. En muchos casos no se diferencian de los juguetes que se ven en sus entornos, no hacen preguntas, se dejan observar sin recelo, llevar y traer de un lugar a otro como autómatas, a veces parecieran insensibles frente al dolor de los adultos y sobretodo, son terriblemente solitarios… o están terriblemente solos? Esa es la pregunta que surge: ¿Estarán muchos niños y niñas de nuestros entornos tan solos? Es probable. Porque frente a una representación de la niñez como la que parece captarse en la telenovela: de seres inacabados; que no pueden comprender “ciertas cosas” (casi ninguna); que no son escuchados sino indagados; que no son acariciados con libertad sino vigilados con recelo; que no son considerados sujetos cercanos capaces de compasión, sensibles, con criterios y preferencias; libres de opinar y de participar; sabios en mucho y sobretodo, aprendices voraces de sus entornos, sino “personitas” en ciernes… lo que tendremos serán niños y niñas aislados, soberanos solamente de su propio mundo, el mundo que los adultos limitamos para no incomodar nuestros propios espacios. Y esos solitarios, o mejor solipsistas, serán los jóvenes que vendrán a clase a nuestras universidades. Esa es la alerta: Es necesario establecer diálogos, comunicación, intercambiar sentidos, construir confianza. Es fundamental que los relatos de los medios permitan a los niños y niñas salir de sus laberintos, también a los adolescentes y a los jóvenes. Es tarea de los comunicadores (los que ejercemos y los que están en formación) trabajar en un cambio de representación de la infancia, en estrategias narrativas que favorezcan que sean actores y no instrumentos, en una apuesta que permita que sus relatos sean narrados y que sus memorias sean parte de la memoria del país. Tenemos la tarea urgente de buscar la salida a ese laberinto de soledades. El Drama de Alicia y el laberinto de la infancia Por: Sandra Liliana Osses “La verdadera comunicación no comienza hablando, sino escuchando. La principal condición del buen comunicador es saber escuchar” Mario Kaplún (1923-1998 ) Comunicador y escritor Argentino. Si Ud. Sabe que está AQUÍ, entonces no está tan perdido en la vida Foto tomada de Google Maps. Estrella blanca indicando dónde se encuentra USTED leyendo esto, complejísimo montaje por parte del equipo editorial de El Curubito.

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El Curubito Año 1, No 2. Periódico Mural de participación abierta y edición quincenal

BANDERILLA

Dirección de Departamento: Martha Lucía Mejía

Editor: Daniel Aguilar

Colaboradores: Martha Lucía Mejía Sandra Liliana Osses

María Camila Camacho Jerónimo García Riaño Javier Correa Correa

Daniel Aguilar Rodríguez Rolando López

Foto: María Camila Camacaho www.pedrowalter.com

Google maps

Bogotá, Marzo de 2015 MANDEN SUS APORTES A:

[email protected]

Aquí estamos… en El Curubito… y no es cuestión de poca monta. Por Martha Lucía Mejía Suárez

Estar en El Curubito es muy revelador: significa estar en una posición

eminente y muy favorable, como afirmó el investigador y dialectólogo del

español de América, don José Joaquín Montes Giraldo, en su artículo La "

Curumba" , El " Curubito" , La " Curumuta" y los helenismos del

español [1]. El eminente intelectual caldense, antes de su llegada a Bogotá, en

la década de los 40 del siglo XX, confesó que nunca había escuchado esta

expresión. Ante la curiosidad que le provocó, decidió indagar por las calles y

vericuetos de la vida cotidiana colombiana, donde confirmó que en el curubito

no se encontraban ni los vallunos, ni los costeños, ni los santandereanos, ni los

antioqueños… solo los bogotanos. No contento con ello, investigó en

diccionarios y estudios sobre la lengua, donde encontró una sola referencia que

provenía del Breve Diccionario de Colombianismos de la Academia

Colombiana de la Lengua, editado en Bogotá en 1975; allí se relaciona la

expresión Curubito con nuestro insigne curubo: “una enredadera de la familia

de las pasifloráceas, de flores rosáceas, cuyo fruto, la curuba, es comestible;

solo se encuentra en Los Andes”; así que los gringos y los europeos se sueñan

con la curuba y no saben lo que es estar en El Curubito.

Una sola referencia, para un estudioso como don José Joaquín, no era

suficiente; le dejó una especie de sinsabor o ausencia de curuba en la boca, que

le llevó a preguntarse cuál era entonces la relación entre estar en la cima y una

enredadera; en sus palabras: “¿Cómo se explicaría que "estar en el curubito"

signifique 'estar en una posición prominente o en una situación muy favorable'

si el curubo es una enredadera a la que para una persona es imposible treparse?

No hay nada en el curubo que pueda explicar el sentido del modismo”. Esta

observación del académico la comprenden quienes, como buenos observadores,

se han detenido frente a los curubos que originaron la imagen institucional de

nuestra Universidad; ellos y ellas entenderán el despropósito de la analogía.

No obstante y pese a las evidencias físicas, no faltará quien diga, en este

momento, que para estar en El Curubito se debe ser un buen trepador, o quien

decida acoger el significado que le otorga a este modismo Octavio Hernández

Jiménez, en su libro Del dicho al hecho, editado por la Universidad de Caldas

en 2003, al definir que “estar en El Curubito” es “estar en la rosca” (página

206)… Tanto el uno como el otro estarían muy lejos de la explicación que don

José Joaquín encontró en su incansable recorrido:

Siguiendo su trayecto, estableció la relación entre expresiones del español con

el griego clásico; allí encontró El Curubito: se relaciona con la expresión

griega KÓpv/xfios, -ov (ó): que significa cima, cumbre, lo más alto,

coronamiento y punto capital, relacionado directamente con las expresiones

“curumba” y “curubilo”. Esta referencia, que don José Joaquín ubicó en el

Diccionario Griego-Español de Pabón-Echauri (1944), lo llevó a concluir que:

"Estar en El Curubito (énfasis mío) me parece obvio que solo se explica

suponiendo un estadio anterior "Estar en la curumbita" ('en la cima, en el

ápice') que luego se relaciona con el curubo (planta) y se convierte en el dicho

actual”.

Entonces, de la mano de don José Joaquín, llegamos a El Curubito, una

propuesta para estar en la cima, en una posición eminente y favorable a la cual

se llega por “estar en la jugada” (aquí sí adopto la mención que hace

Hernández Jiménez, más coherente con el sentido de esta publicación). Cómo

se llega: como don José Joaquín: explorando, recuperando nuestra capacidad

de asombro, preguntando y escribiendo para ver y expresar la vida en la

comunicación. La invitación, entonces, es para ser parte de este juego abierto e

incluyente, donde la única condición es exponer, crear, innovar y recrear.

Yo ya estoy en El Curubito; ¿cuándo nos encontramos?

[1] Montes G. José Joaquín (1987). La "Curumba", El "Curubito", La "Curumuta" y los helenismos del español. Thesaurus tomo XCII No. 3 Centro Virtual Cervantes. Instituto Caro y Cuervo, Bogotá.

“El Laberinto de Alicia”, remix de una serie chilena denominada con el mismo nombre, con muchos aciertos en la trama, algunos desaciertos en las caracterizaciones y una propuesta arriesgada,

trata el álgido tema del abuso sexual en la infancia. No es mi propósito hacer una reseña o una crítica a la telenovela como producto cultural, sino más bien compartir algunas reflexiones.

La serie pone sobre el tapete múltiples aristas de un problema que en Colombia tiene magnitudes escandalosas: según un informe realizado a finales de 2014 con datos del Instituto Nacional de

Medicina Legal, aproximadamente cada día 39 niños o niñas son víctimas de abuso sexual y en el 40 por ciento de esos casos el escenario del delito es el hogar. Así que ya era hora de exponer el

tema en la esfera pública.

Sin embargo, la problemática se centra en los personajes adultos y en sus propios dilemas, sin tener en cuenta lo que para los niños y niñas significa la situación, siendo las víctimas directas de

abuso.

Los niños y niñas son utilizados en la trama como pretextos. No participan en ningún diálogo con tono propio, son enviados “a la cama o a jugar en tu cuarto” pocos segundos después de aparecer

en alguna escena, no son tenidos en cuenta en prácticamente ninguna decisión familiar, se les oculta permanentemente información y ni siquiera se muestran diálogos en los que puedan interactuar

con sus pares, por lo que aparecen como sujetos aislados, silenciosos, temerosos o tristes, en extremo obedientes y capaces de custodiar un secreto por encima de

cualquier circunstancia. En muchos casos no se diferencian de los juguetes que se ven en sus entornos, no hacen preguntas, se dejan observar sin recelo, llevar y traer de un lugar a otro como

autómatas, a veces parecieran insensibles frente al dolor de los adultos y sobretodo, son terriblemente solitarios… o están terriblemente solos?

Esa es la pregunta que surge: ¿Estarán muchos niños y niñas de nuestros entornos tan solos? Es probable. Porque frente a una representación de la niñez como la que parece captarse en la

telenovela: de seres inacabados; que no pueden comprender “ciertas cosas” (casi ninguna); que no son escuchados sino indagados; que no son acariciados con libertad sino vigilados con recelo;

que no son considerados sujetos cercanos capaces de compasión, sensibles, con criterios y preferencias; libres de opinar y de participar; sabios en mucho y sobretodo, aprendices voraces de sus

entornos, sino “personitas” en ciernes… lo que tendremos serán niños y niñas aislados, soberanos solamente de su propio mundo, el mundo que los adultos limitamos para no incomodar nuestros

propios espacios. Y esos solitarios, o mejor solipsistas, serán los jóvenes que vendrán a clase a nuestras universidades. Esa es la alerta: Es necesario establecer diálogos, comunicación, intercambiar

sentidos, construir confianza.

Es fundamental que los relatos de los medios permitan a los niños y niñas salir de sus laberintos, también a los adolescentes y a los jóvenes. Es tarea de los comunicadores (los que ejercemos y

los que están en formación) trabajar en un cambio de representación de la infancia, en estrategias narrativas que favorezcan que sean actores y no instrumentos, en una apuesta que permita que

sus relatos sean narrados y que sus memorias sean parte de la memoria del país. Tenemos la tarea urgente de buscar la salida a ese laberinto de soledades.

El Drama de Alicia y el laberinto de la infancia Por: Sandra Liliana Osses

“La verdadera comunicación no comienza hablando, sino escuchando. La principal condición del buen comunicador es saber escuchar” Mario Kaplún (1923-1998 ) Comunicador y escritor Argentino.

Si Ud. Sabe que está AQUÍ, entonces no está tan perdido en la vida

Foto tomada de Google Maps. Estrella blanca indicando dónde se encuentra USTED leyendo esto, complejísimo montaje por parte del equipo editorial de El Curubito.

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Retornamos como sombras Paco Ignacio Taibo II Por Javier Correa correa Por Javier Correa Correa

Ernest Hemingway, Adolfo Hitler, Miguel Alemán Valdés, poetas, locos, detectives, espías, campesinos, indígenas mayas de Chiapas, burócratas, negras

exuberantes, miembros de sectas secretas, capitanes de submarinos nazis, un chino mesiánico, siquiatras, juntos y revueltos en una misma trama, forman parte de la

insólita novela histórica Retornamos como sombras, de Paco Ignacio Taibo II, uno de los más prolíficos autores mexicanos de la segunda mitad del siglo XX y la

primera del XXI.

La novela, que podría ser etiquetada como histórica o como del género negro, fue publicada en 2001 y pese a que no es una de las más conocidas del autor que ha

visitado Colombia, sí es parte importante de su producción literaria, tanto porque explora caminos y lenguajes, como porque se permite licencias literarias que es

necesario destacar, en tanto juega con lo mágico y el rigor de la historia.

Como a Cervantes en el Quijote, uno decide si creerle o no a Paco Ignacio Taibo II, pero, al final de las páginas, el autor le explica al lector todo el entramado, el

esqueleto de la novela, las licencias que se concedió, las bases reales, en fin, lo que tiene de serio y lo que es pura mamadera de gallo. Como en el Quijote, el

humor es lo más serio que existe.

Narrada en primera persona, por un hombre de apellido aterrador, Verdugo, quien permanece recluido en un más aterrador centro siquiátrico, la novela transcurre en

1941, en plena guerra mundial, cuando los nazis trataban de crear una base para atacar Estados Unidos y controlar el Caribe, lo que le permite al mexicano

aprovechar la presencia de Ernest Hemingway quien, pese a que en esa época se encontraba en China con su esposa Martha, a su regreso a América le pidió al

gobierno de Cuba apoyo para acondicionar para la guerra su barco Pilar, a fin de combatir submarinos alemanes en la zona, tal y como quedó consignado en su

poco afortunada novela Islas en el golfo (Islands in the Stream).

Hitler, además de apoyarse en espiritistas, tiene problemas de salud y utiliza el peyote, así como el café mexicanos, por lo que se apoya en una red de colaboradores

–nazis criollos, no sé cómo serán los arios de pómulos anchos y piel cobriza–, quienes se dan a la tarea de organizar sectas y tramas para enviarle al Reich los

supuestos medicamentos. Dentro de los nazis criollos –afirma el novelista mexicano– estaba Miguel Alemán Valdés, quien además de su apellido tenía las

suficientes ambiciones para ser luego presidente del país centroamericano en 1946.

Pero uno de los más interesantes personajes es tal vez el chino Tomás Wong, un soñador que había participado en la Gran marcha de Mao Tse Tung en el lejano

oriente. A la novela entra la magia azteca-maya y Wong, quien había sido masacrado por los nazis, resucita no se sabe si al tercer día, pero sí que continúa su labor

mesiánica de vengar a los indios asesinados por los nazis, no exactamente poniendo la otra mejilla.

Además de Verdugo y Wong, un periodista de nombre Pioquinto Manterola y un poeta pornógrafo de apellido Valencia, quien es además un ignorado detective,

completan el cuarteto de investigadores en Retornamos como sombras.

No hay una trama y tal vez por eso es que Paco Ignacio Taibo II utiliza cuatro investigadores. No hay un protagonista y por eso el autor se permite incluir a quien se

le antoje. No hay orden en el mundo, y por eso en la novela tampoco lo hay. Por eso el mismo escritor dice en una de las líneas que “Cuando la vida se vuelve

incoherente, llega la novela a repararla”.

Y si los lectores insisten en ser coherentes, en querer ponerle lógica y orden a las 510 páginas, se topan al principio de cada una de las 15 secciones, un capítulo con

el nombre de Interrupciones e irrupciones, en el que Paco Ignacio Taibo II juguetea con el texto, como seguro lo hace con las volutas del cigarrillo que no es capaz

de dejar y le ha puesto amarillo el bigote. Esto último no tiene nada que ver con la novela Retornamos como sombras, pero los lectores también podemos darnos las

licencias que se nos ocurran.

El Curubito

El reloj marcaba las 3:00 p.m. cuando después de la ansiosa espera junto con mis compañeros

de clase y otros visitantes, entre colombianos y extranjeros, conocimos al guía que nos

acompañaría en el recorrido por el Museo del Oro: Juan Ospina, de cabello gris, nariz

respingada, piel trigueña, ojos claros y acento paisa, nos explicó el trayecto y lo que

encontraríamos en cada lugar.

Empezamos el recorrido en el segundo piso. La primera temática que conocimos fue La gente

y el oro en la Colombia prehispánica. Paseando entre paredes blancas y vidrios que protegían

asombrosas creaciones cargadas de historia y estilos de vida, observaba la impresionante

atención que el Sr. Juan absorbía de su público. Contaba las hipótesis de tal forma que nos

conducía hacia lo que describía, ambientaba lo que nuestros ojos veían y nuestros oídos

escuchaban con dulces melodías expedidas de instrumentos musicales de madera.

Entre tantas maravillas, quedé absorta con las piezas del Museo. La exposición giró en torno

a figuras de animales hechas en oro, las imágenes que más llamaron mi atención. Fui

consciente del protagonismo del jaguar en la gran mayoría de las creaciones, más por el lente

de la cámara que por los relatos del guía. Aunque debo resaltar una frase que impactó en los

visitantes del conocedor Juan Ospina "No tenemos la conexión y el cariño por la naturaleza,

porque somos hombres de ciudad".

Al avanzar el recorrido fuimos conociendo diferentes tribus alrededor de Colombia, las

cuales usaban el oro como elemento de poder y simbología. Estos eran los Caciques o los

líderes de estas culturas , quienes para obtener mayor poder invocaban la apariencia del

jaguar. De ahí las narigueras y los collares con orejas de jaguar, entre otros artículos. Una

experiencia que no podía dejar de captar con la cámara.

El grupo que nos acompañaba en esta travesía por la que nos condujo el Sr. Opina, se

mostraba bastante participativo e interesado en datos como el que a mí también me interesó,

sobre el caracol, el cual se utilizaba para hacer flautas y demás instrumentos, pero que a su

vez servía para avisarse entre los indios si el cacique se acercaba y así estar alertas. Hacia

la ciénaga del Magdalena, las tribus cercanas hacían figuras, collares y narigueras

con imágenes de aves, patos, caimanes y toda clase de animales que se veían por este lugar.

Aproximándonos al final, otro animal representativo que fuimos explorando, fue el sapo, ya

que el veneno del sapo dorado ponía a "volar" a nuestros antepasados, también realizaban

curaciones y meditaciones con todo tipo de venenos producidos o extraídos de estos

animales.

Terminado el recorrido guiado, hacia las 5:00 p.m. decidí visitar libremente el tercer piso,

específicamente la sala del simbolismo y apreciar la gran variedad de piezas ambientadas con

sonidos naturales y envolventes. Una de las piezas que tuve la oportunidad de apreciar fue la

balsa ceremonial música, que se presenta a continuación.

Esta experiencia ha sido fascinante, en lo personal, por el simple hecho de acercarse un poco

a culturas originarias de la humanidad y al mismo tiempo tan diferentes. Me ha representado

bastante interés cada ritual que realizaban, su aspecto físico y creencias cargadas de

representaciones místicas y simbólicas. Me parece importante resaltar que el Sr. Juan Opina

contribuyó valiosamente a que el recorrido fuese agradable, interactivo, participativo y

entendible.

Salida de campo Texto y fotos por: María Camila Camacho. Estudiante de Comunicación Social , 2°semestre.

La semana antepasada el Consejo de Estado determinó, mediante un fallo muy discutido, que los 14 congresistas que participaron de la conciliación del proyecto final de

reforma a la justicia en 2012 no cometieron ningún error a la luz de la ley que permitiera seguirles un proceso de pérdida de investidura.

La noticia no dejaría de ser una más de las que llenan páginas y páginas de la prensa colombiana si no fuera porque este 2015 el presidente Juan Manuel Santos pretende

lograr en el Congreso la aprobación de un nuevo proyecto de ley que permita reformar una justicia lenta, parcializada y corrupta como la que tenemos hoy en día.

En la pasada fallida reforma a la justicia los 14 congresistas que el Consejo de Estado libró de cualquier responsabilidad, sacaron al entonces Ministro de Justicia, Juan

Carlos Esguerra, de la reunión de conciliación final, con el objetivo de meter en el proyecto de ley unos “micos” que los blindarían de la acción de la justicia contra ellos

en caso de ser descubiertos cometiendo irregularidades o crímenes desde su cargo. Eso se llama legislar en beneficio propio, crear leyes para favorecerse a través de ellas.

Los “micos” eran tan evidentes y protuberantes, que cuando se destapó el escándalo el ministro Esguerra renunció por responsabilidad política. Al presidente Santos le

tocó recurrir a un subterfugio jurídico para poder echar para atrás una ley que estaba prácticamente para sanción presidencial. Ninguna de esas evidencias fue vista por el

Consejo de Estado para poder abrirles investigación a los congresistas señalados. ¿Por qué?

Dentro de la futura reforma a la justicia se están debatiendo varias posibilidades, como la de eliminar el Consejo Superior de la Judicatura, reducir el número de

magistrados auxiliares, fusionar algunas de las salas de las distintas cortes… en fin. Los actuales magistrados de la Corte Suprema de Justicia, la Corte Constitucional, el

Consejo de Estado y el Consejo Superior de la Judicatura, están espantados de que por mejorar la justicia colombiana pierdan muchos de los beneficios y prebendas de los

que gozan actualmente a pesar de no entregar los resultados esperados. Por eso es que se quieren “hacer pasito” con el Congreso, con el fin de que no les vayan a dar duro

en la reforma que ha planteado el presidente Santos para este año.

Con esos antecedentes es prácticamente imposible que se llegue a hacer una reforma seria, efectiva y eficiente. Hoy en día la elección de los altos magistrados está

politizada. No se elige al que tenga mejor gestión en asuntos jurídicos, al de mejor hoja de vida, sino al que esté mejor apadrinado, el que tenga más amigos en el

congreso. La meritocracia no existe en las altas cortes. Precisamente ese problema se ve reflejado en la forma como se imparte justicia en el país. Vamos para cinco años y

no hay justica para la familia Colmenares que perdió a su hijo de forma absurda. En el caso de Interbolsa los acusados no han pisado una cárcel ni de fundas, como

tampoco les han entregado un solo peso a las víctimas de semejante estafa. El criminal que mató a los cuatro niños hace unas pocas semanas en Florencia salió de prisión

después de pagar nueve años de condena, cuando inicialmente había sido condenado a 40 por otro homicidio anterior.

El horizonte es triste pues no hay voluntad política de la clase dirigente para mejorar el estado de cosas. Mientras los congresistas sigan siendo los encargados de elegir a

los magistrados, mientras que esos mismos magistrados sean los investigadores de sus nominadores y mentores, será imposible que haya justicia limpia y transparente.

Hoy en día la justicia está politizada y mientras la política colombiana sea la que define quienes serán los altos jueces del país no habrá forma de exigir que haya una

verdadera reparación y justicia para las víctimas de los criminales en Colombia. ¿Es en ese marco legal que se pretende hacer la paz en Colombia?

Una reforma imposible Por: Rolando López

Page 3: El Curubito - ACN

Por Jerónimo García Riaño

Las primeras tres son Todos los nombres, El Evangelio según Jesuscristo y Las Intermitencias de la Muerte.

En esas obras cuentan la historia de un hombre que se enamora de un nombre de una mujer del registro civil y decide buscarla, pasando por una virgen que no es

virgen y que se sacude con su esposo carpintero en uno de los placeres de la vida, por un rico y sublime diálogo entre el hijo de Dios y el Diablo, y terminando por

contar una historia sencilla pero devastadora como la parca: la muerte decide no actuar en un país. Nadie se muere. Una noticia que comienza con júbilo pero que

termina con el cansancio de la eternidad. Tanto que muchos habitantes del país deciden cruzar la frontera para poder morir en paz.

Para mí, hasta ahora, la mejor obra que he leído es la cuarta: El Hombre Duplicado. Esta es una historia que parece una oferta de asombros, un pague uno y lleve cinco

que voy a destacar a continuación:

Un hombre, profesor de historia, se entera a través de una película que existe otro hombre igual que él, idéntico en todo sentido. Luego descubre que ese otro es un

actor secundario de varias películas de cine. El profesor de historia, llamado Tertuliano Máximo Afonso, contacta al actor por teléfono y le dice que deben conocerse,

que son la misma copia y que por lo tanto deben verse las caras, para encontrarse con esa realidad inesperada.

Los dos hombres se conocen. El actor de cine, que tiene como nombre artístico Daniel Santa Clara (Antonio Claro su nombre real), decide acostarse con la mujer que

pretende Tertuliano. Cosa que sucede luego de que el actor le pide al profesor que le preste su ropa y su auto para ir donde la mujer y poder acostarse con ella.

Asombrado, le da la ropa y el auto. Pero en venganza, Tertuliano decide hacer lo mismo y se acuesta con la esposa del actor.

Cuando Tertuliano termina su venganza, sale de la casa del actor y trata de comunicarse por teléfono con su pretendiente. Una voz de mujer diferente a la de su amada

contesta la llamada y le cuenta que ella junto con el actor han muerto en un accidente de tránsito.

Allí Tertuliano decide contarle a la esposa del actor que se acostó con él y no con su esposo. Que Antonio acaba de morir con su pretendiente en un accidente de

tránsito. Así pues que la mujer del actor le propone a Tertuliano que asuma su rol de esposo y que se convierta en Antonio Claro y vivir con ella para siempre.

Tertuliano acepta.

Este debería ser el fin de la novela, al estilo y vivieron felices para siempre. Pero Saramago, como buen vendedor, aparece con la última oferta:

Cuando ya poco a poco la ex esposa del actor y Tertuliano se ajustan a una vida juntos, aparece una llamada telefónica que Tertuliano ( o mejor Antonio Claro) decide

tomar y escucha una voz que le dice que por fin lo encuentra y que deben conocerse porque él, quien lo llama, es idéntico y que es urgente que se encuentren y se

conozcan…

Esta es una historia contada como una espiral, pero Saramago decide narrar sólo un círculo de la espiral.

Y algo más, en la obra hay un personaje particular que dialoga muchas veces con Tertuliano Máximo Afonso y que también dialoga con nosotros y ronda nuestras

decisiones: el Sentido Común.

Esta novela (y en general muchas novelas de Saramago) está plasmada de Inverosimilitudes. Y son tantas que la obra completa se convierte verosímil.

¡Gran obra!, ¡grandes obras!, ¡grande José Saramago!

Texto originalmente publicado en la página www.pulzo.com

El hombre duplicado, de José Saramago

Mis ojos hasta el momento han leído cuatro obras de José Saramago.

Foto: Pedro Walter. Tomada de la página de internet www.turismolanzarote.com / Consultar su trabajo en www.pedrowalter.com

El Curubito El lado oscuro queriendo ascender a El Curubito Por: Equipo de reporteros de El Curubito. Imágenes exclusivas.

El pasado jueves 5 de marzo, la sede norte de la Universidad Central recibió la visita de Lord Darth Vader, como parte de una avanzada diplomática del Imperio, interesada en establecer vínculos con el país, de cara al postconflicto.

“Originalmente se esperaba una comitiva de varios seres, pero sólo apareció el señor Vader. Para la ida sí pidió refuerzos por parte de soldados imperiales. Al parecer tuvo una experiencia traumática en Transmilenio, pues no quiso hablar durante varios minutos y se le

notaba angustiado”, comentó Daniel Aguilar, profesor del departamento de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Central, principal promotor de la visita en cuestión.

El Curubito tuvo la exclusiva de realizar una pequeña entrevista con Lord Darth Vader, quien amablemente accedió a tomarse un tinto con el periodista y responder unas pocas preguntas.

El Curubito (EC): Bienvenido a Colombia, señor Vader.

Darth Vader (DV): Gracias. Es un placer que cuenten con mi presencia.

EC: ¿Qué hace una persona de tan alto rango, visitando nuestro país y nuestras instalaciones?

DV: Vine a Colombia, para poner orden a algunos de nuestros aprendices, a quienes el poder se les subió a la cabeza. Emperador sólo hay uno y no está en este país.

EC: ¿Quisiera ahondar un poco en ese sentido?

DV: La verdad, prefiero no hacerlo. Tengo entendido que no se les puede nombrar, así que se lo dejo a su imaginación. ¡Y no es Voldemort, ni tampoco soy su padre!

EC: ¿A qué se debe su visita al Departamento de Comunicación Social?

DV: Se debe a una avanzada de Relaciones Públicas. En los últimos años, en algunos medios han sido extremadamente crueles con nosotros. Incluso han llegado a tildarnos de castro-chavistas, cosa que no tiene sentido alguno, y me refiero al término. Pero lo más

preocupante, que me afecta en lo personal, es que en algún momento llegaron a decir que mi verdadero nombre era “Darbeider de Jesús”.

Al ser interrogado sobre la experiencia en Transmilenio y una supuesta demanda por paternidad no responsable en su contra, el señor de la oscuridad prefirió no hablar, dando por finalizada la entrevista. Posteriormente procedió a visitar las instalaciones de la Universidad

Central, sede norte, en donde llegó a departir con algunos estudiantes en sus actividades lúdicas y recreativas.

Finalmente, se retiró hacia las 5 de la tarde, cuando un escuadrón de guardias imperiales le escoltó hasta la carrera 11, en donde según informan fuentes confiables, no consiguió taxi, sino hasta pasadas las 7:30 de la noche.

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