El Control de Los Medios de Comunicación. Noam Chomsky.

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1 El control de los medios de comunicación Noam Chomsky Procedencia: Biblioteca Virtual Norman Chomsky http://galeon.hispavista.com/bvchomsky/textos/medios02.html El papel de los medios de comunicación en la política contemporánea nos obliga a preguntar por el tipo de mundo y de sociedad en los que queremos vivir, y qué modelo de democracia queremos para esta sociedad. Permítase- me empezar contraponiendo dos conceptos distintos de democracia. Uno es el que nos lleva a afirmar que en una sociedad democrática, por un lado, la gente tiene a su alcance los recursos para participar de manera signi- ficativa en la gestión de sus asuntos particulares, y, por otro, los medios de información son libres e imparciales. Si se busca la palabra democracia en el diccionario se encuentra una definición bastante parecida a lo que acabo de formular. Una idea alternativa de democracia es la de que no debe permitirse que la gente se haga cargo de sus propios asuntos, a la vez que los medios de infor- mación deben estar fuerte y rígidamente controlados. Quizás esto suene como una concepción anticuada de democracia, pero es importante entender que, en todo caso, es la idea predominante. De hecho lo ha sido durante mucho tiem- po, no sólo en la práctica sino incluso en el plano teórico. No olvidemos además que tenemos una larga historia, que se remonta a las revoluciones democráticas modernas de la Inglaterra del siglo XVII, que en su mayor parte expresa este punto de vista. En cualquier caso voy a ceñirme simplemente al período moderno y acerca de la forma en que se desarrolla la noción de de- mocracia, y sobre el modo y el porqué el problema de los medios de comuni- cación y la desinformación se ubican en este contexto. Primeros apuntes históricos de la propaganda Empecemos con la primera operación moderna de propaganda llevada a cabo por un gobierno. Ocurrió bajo el mandato de Woodrow Wilson. Este fue ele- gido presidente en 1916 como líder de la plataforma electoral Paz sin victo- ria, cuando se cruzaba el ecuador de la Primera Guerra Mundial. La pobla-

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chomsky y sus palabras.

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  • 1El control de los medios de comunicacin

    Noam Chomsky

    Procedencia: Biblioteca Virtual Norman Chomskyhttp://galeon.hispavista.com/bvchomsky/textos/medios02.html

    El papel de los medios de comunicacin en la poltica contempornea nosobliga a preguntar por el tipo de mundo y de sociedad en los que queremosvivir, y qu modelo de democracia queremos para esta sociedad. Permtase-me empezar contraponiendo dos conceptos distintos de democracia.

    Uno es el que nos lleva a afirmar que en una sociedad democrtica, por unlado, la gente tiene a su alcance los recursos para participar de manera signi-ficativa en la gestin de sus asuntos particulares, y, por otro, los medios deinformacin son libres e imparciales. Si se busca la palabra democracia en eldiccionario se encuentra una definicin bastante parecida a lo que acabo deformular.

    Una idea alternativa de democracia es la de que no debe permitirse que lagente se haga cargo de sus propios asuntos, a la vez que los medios de infor-macin deben estar fuerte y rgidamente controlados. Quizs esto suene comouna concepcin anticuada de democracia, pero es importante entender que, entodo caso, es la idea predominante. De hecho lo ha sido durante mucho tiem-po, no slo en la prctica sino incluso en el plano terico. No olvidemosadems que tenemos una larga historia, que se remonta a las revolucionesdemocrticas modernas de la Inglaterra del siglo XVII, que en su mayor parteexpresa este punto de vista. En cualquier caso voy a ceirme simplemente alperodo moderno y acerca de la forma en que se desarrolla la nocin de de-mocracia, y sobre el modo y el porqu el problema de los medios de comuni-cacin y la desinformacin se ubican en este contexto.

    Primeros apuntes histricos de la propaganda

    Empecemos con la primera operacin moderna de propaganda llevada a cabopor un gobierno. Ocurri bajo el mandato de Woodrow Wilson. Este fue ele-gido presidente en 1916 como lder de la plataforma electoral Paz sin victo-ria, cuando se cruzaba el ecuador de la Primera Guerra Mundial. La pobla-

  • 2cin era muy pacifista y no vea ninguna razn para involucrarse en una gue-rra europea; sin embargo, la administracin Wilson haba decidido que el pastomara parte en el conflicto. Haba por tanto que hacer algo para inducir enla sociedad la idea de la obligacin de participar en la guerra. Y se cre unacomisin de propaganda gubernamental, conocida con el nombre de Comi-sin Creel, que, en seis meses, logr convertir una poblacin pacfica en otrahistrica y belicista que quera ir a la guerra y destruir todo lo que oliera aalemn, despedazar a todos los alemanes, y salvar as al mundo. Se alcanzun xito extraordinario que conducira a otro mayor todava: precisamente enaquella poca y despus de la guerra se utilizaron las mismas tcnicas paraavivar lo que se conoca como Miedo rojo. Ello permiti la destruccin desindicatos y la eliminacin de problemas tan peligrosos como la libertad deprensa o de pensamiento poltico. El poder financiero y empresarial y losmedios de comunicacin fomentaron y prestaron un gran apoyo a esta opera-cin, de la que, a su vez, obtuvieron todo tipo de provechos.

    Entre los que participaron activa y entusisticamente en la guerra de Wilsonestaban los intelectuales progresistas, gente del crculo de John Dewey Estosse mostraban muy orgullosos, como se deduce al leer sus escritos de la poca,por haber demostrado que lo que ellos llamaban los miembros ms inteligen-tes de la comunidad, es decir, ellos mismos, eran capaces de convencer a unapoblacin reticente de que haba que ir a una guerra mediante el sistema deaterrorizarla y suscitar en ella un fanatismo patriotero. Los medios utilizadosfueron muy amplios. Por ejemplo, se fabricaron montones de atrocidadessupuestamente cometidas por los alemanes, en las que se incluan nios bel-gas con los miembros arrancados y todo tipo de cosas horribles que todavase pueden leer en los libros de historia, buena parte de lo cual fue inventadopor el Ministerio britnico de propaganda, cuyo autntico propsito en aquelmomento tal como queda reflejado en sus deliberaciones secretas era elde dirigir el pensamiento de la mayor parte del mundo. Pero la cuestin claveera la de controlar el pensamiento de los miembros ms inteligentes de lasociedad americana, quienes, a su vez, diseminaran la propaganda que estabasiendo elaborada y llevaran al pacfico pas a la histeria propia de los tiem-pos de guerra. Y funcion muy bien, al tiempo que nos enseaba algo impor-tante: cuando la propaganda que dimana del estado recibe el apoyo de lasclases de un nivel cultural elevado y no se permite ninguna desviacin en sucontenido, el efecto puede ser enorme. Fue una leccin que ya haba aprendi-do Hitler y muchos otros, y cuya influencia ha llegado a nuestros das.

  • 3La democracia del espectador

    Otro grupo que qued directamente marcado por estos xitos fue el formadopor tericos liberales y figuras destacadas de los medios de comunicacin,como Walter Lippmann, que era el decano de los periodistas americanos, unimportante analista poltico tanto de asuntos domsticos como internacio-nales as como un extraordinario terico de la democracia liberal. Si seecha un vistazo a sus ensayos, se observar que estn subtitulados con algoas como Una teora progresista sobre el pensamiento democrtico liberal.Lippmann estuvo vinculado a estas comisiones de propaganda y admiti loslogros alcanzados, al tiempo que sostena que lo que l llamaba revolucin enel arte de la democracia poda utilizarse para fabricar consenso, es decir,para producir en la poblacin, mediante las nuevas tcnicas de propaganda, laaceptacin de algo inicialmente no deseado. Tambin pensaba que ello era nosolo una buena idea sino tambin necesaria, debido a que, tal como l mismoafirm, los intereses comunes esquivan totalmente a la opinin pblica y solouna clase especializada de hombres responsables lo bastante inteligentespuede comprenderlos y resolver los problemas que de ellos se derivan. Estateora sostiene que solo una lite reducida la comunidad intelectual de quehablaban los seguidores de Dewey puede entender cules son aquellos in-tereses comunes, qu es lo que nos conviene a todos, as como el hecho deque estas cosas escapan a la gente en general. En realidad, este enfoque seremonta a cientos de aos atrs, es tambin un planteamiento tpicamenteleninista, de modo que existe una gran semejanza con la idea de que una van-guardia de intelectuales revolucionarios toma el poder mediante revolucionespopulares que les proporcionan la fuerza necesaria para ello, para conducirdespus a las masas estpidas a un futuro en el que estas son demasiado inep-tas e incompetentes para imaginar y prever nada por s mismas. Es as que lateora democrtica liberal y el marxismo-leninismo se encuentran muy cercaen sus supuestos ideolgicos. En mi opinin, esta es una de las razones porlas que los individuos, a lo largo del tiempo, han observado que era realmentefcil pasar de una posicin a otra sin experimentar ninguna sensacin espec-fica de cambio. Solo es cuestin de ver dnde est el poder. Es posible quehaya una revolucin popular que nos lleve a todos a asumir el poder del Esta-do; o quizs no la haya, en cuyo caso simplemente apoyaremos a los que de-tentan el poder real: la comunidad de las finanzas. Pero estaremos haciendolo mismo: conducir a las masas estpidas hacia un mundo en el que van a serincapaces de comprender nada por s mismas.

  • 4Lippmann respald todo esto con una teora bastante elaborada sobre la de-mocracia progresiva, segn la cual en una democracia con un funcionamientoadecuado hay distintas clases de ciudadanos. En primer lugar, los ciudadanosque asumen algn papel activo en cuestiones generales relativas al gobierno yla administracin. Es la clase especializada, formada por personas que anali-zan, toman decisiones, ejecutan, controlan y dirigen los procesos que se danen los sistemas ideolgicos, econmicos y polticos, y que constituyen, asi-mismo, un porcentaje pequeo de la poblacin total. Por supuesto, todo aquelque ponga en circulacin las ideas citadas es parte de este grupo selecto, en elcual se habla primordialmente acerca de qu hacer con aquellos otros, quie-nes, fuera del grupo pequeo y siendo la mayora de la poblacin, constituyenlo que Lippmann llamaba el rebao desconcertado: hemos de protegemos deeste rebao desconcertado cuando brama y pisotea. As pues, en una demo-cracia se dan dos funciones: por un lado, la clase especializada, los hombresresponsables, ejercen la funcin ejecutiva, lo que significa que piensan, en-tienden y planifican los intereses comunes; por otro, el rebao desconcertadotambin con una funcin en la democracia, que, segn Lippmann, consiste enser espectadores en vez de miembros participantes de forma activa. Pero,dado que estamos hablando de una democracia, estos ltimos llevan a trmi-no algo ms que una funcin: de vez en cuando gozan del favor de liberarsede ciertas cargas en la persona de algn miembro de la clase especializada; enotras palabras, se les permite decir queremos que seas nuestro lder, o, mejor,queremos que t seas nuestro lder, y todo ello porque estamos en una demo-cracia y no en un estado totalitario. Pero una vez se han liberado de su cargay traspasado esta a algn miembro de la clase especializada, se espera deellos que se apoltronen y se conviertan en espectadores de la accin, no enparticipantes. Esto es lo que ocurre en una democracia que funciona comoDios manda.

    Y la verdad es que hay una lgica detrs de todo eso. Hay incluso un princi-pio moral del todo convincente: la gente es simplemente demasiado estpidapara comprender las cosas. Si los individuos trataran de participar en la ges-tin de los asuntos que les afectan o interesan, lo nico que haran sera soloprovocar los, por lo que resultara impropio e inmoral permitir que lo hicie-ran. Hay que domesticar al rebao desconcertado, y no dejarle que brame ypisotee y destruya las cosas, lo cual viene a encerrar la misma lgica que diceque sera incorrecto dejar que un nio de tres aos cruzara solo la calle. Nodamos a los nios de tres aos este tipo de libertad porque partimos de labase de que no saben cmo utilizarla. Por lo mismo, no se da ninguna facili-

  • 5dad para que los individuos del rebao desconcertado participen en la accin;solo causaran problemas.

    Por ello, necesitamos algo que sirva para domesticar al rebao perplejo; algoque viene a ser la nueva revolucin en el arte de la democracia: la fabrica-cin del consenso. Los medios de comunicacin, las escuelas y la culturapopular tienen que estar divididos. La clase poltica y los responsables detomar decisiones tienen que brindar algn sentido tolerable de realidad, aun-que tambin tengan que inculcar las opiniones adecuadas. Aqu la premisa nodeclarada de forma explcita e incluso los hombres responsables tienen quedarse cuenta de esto ellos solos tiene que ver con la cuestin de cmo sellega a obtener la autoridad para tomar decisiones. Por supuesto, la forma deobtenerla es sirviendo a la gente que tiene el poder real, que no es otra quelos dueos de la sociedad, es decir, un grupo bastante reducido. Si los miem-bros de la clase especializada pueden venir y decir Puedo ser til a sus inter-eses, entonces pasan a formar parte del grupo ejecutivo. Y hay que quedarsecallado y portarse bien, lo que significa que han de hacer lo posible para quepenetren en ellos las creencias y doctrinas que servirn a los intereses de losdueos de la sociedad, de modo que, a menos que puedan ejercer con maestr-a esta autoformacin, no formarn parte de la clase especializada. As, tene-mos un sistema educacional, de carcter privado, dirigido a los hombres res-ponsables, a la clase especializada, que han de ser adoctrinados en profundi-dad acerca de los valores e intereses del poder real, y del nexo corporativoque este mantiene con el Estado y lo que ello representa. Si pueden conse-guirlo, podrn pasar a formar parte de la clase especializada. Al resto del re-bao desconcertado bsicamente habr que distraerlo y hacer que dirija suatencin a cualquier otra cosa. Que nadie se meta en los. Habr que asegu-rarse que permanecen todos en su funcin de espectadores de la accin, libe-rando su carga de vez en cuando en algn que otro lder de entre los que tie-nen a su disposicin para elegir.

    Muchos otros han desarrollado este punto de vista, que, de hecho, es bastanteconvencional. Por ejemplo, l destacado telogo y crtico de poltica interna-cional Reinold Niebuhr, conocido a veces como el telogo del sistema, gurde George Kennan y de los intelectuales de Kennedy, afirmaba que la racio-nalidad es una tcnica, una habilidad, al alcance de muy pocos: solo algunosla poseen, mientras que la mayora de la gente se gua por las emociones y losimpulsos. Aquellos que poseen la capacidad lgica tienen que crear ilusionesnecesarias y simplificaciones acentuadas desde el punto de vista emocional,

  • 6con objeto de que los bobalicones ingenuos vayan ms o menos tirando. Esteprincipio se ha convertido en un elemento sustancial de la ciencia polticacontempornea. En la dcada de los aos veinte y principios de la de lostreinta, Harold Lasswell, fundador del moderno sector de las comunicacionesy uno de los analistas polticos americanos ms destacados, explicaba que nodeberamos sucumbir a ciertos dogmatismos democrticos que dicen que loshombres son los mejores jueces de sus intereses particulares. Porque no loson. Somos nosotros, deca, los mejores jueces de los intereses y asuntospblicos, por lo que, precisamente a partir de la moralidad ms comn, so-mos nosotros los que tenemos que asegurarnos de que ellos no van a gozar dela oportunidad de actuar basndose en sus juicios errneos. En lo que hoyconocemos como estado totalitario, o estado militar, lo anterior resulta fcil.Es cuestin simplemente de blandir una porra sobre las cabezas de los indivi-duos, y, si se apartan del camino trazado, golpearles sin piedad. Pero si lasociedad ha acabado siendo ms libre y democrtica, se pierde aquella capa-cidad, por lo que hay que dirigir la atencin a las tcnicas de propaganda. Lalgica es clara y sencilla: la propaganda es a la democracia lo que la cachipo-rra al estado totalitario. Ello resulta acertado y conveniente dado que, de nue-vo, los intereses pblicos escapan a la capacidad de comprensin del rebaodesconcertado.

    Relaciones pblicas

    Los Estados Unidos crearon los cimientos de la industria de las relacionespblicas. Tal como decan sus lderes, su compromiso consista en controlarla opinin pblica. Dado que aprendieron mucho de los xitos de la Comi-sin Creel y del miedo rojo, y de las secuelas dejadas por ambos, las relacio-nes pblicas experimentaron, a lo largo de la dcada de 1920, una enormeexpansin, obtenindose grandes resultados a la hora de conseguir una su-bordinacin total de la gente a las directrices procedentes del mundo empre-sarial a lo largo de la dcada de 1920. La situacin lleg a tal extremo que enla dcada siguiente los comits del Congreso empezaron a investigar elfenmeno. De estas pesquisas proviene buena parte de la informacin de quehoy da disponemos.

    Las relaciones pblicas constituyen una industria inmensa que mueve, en laactualidad, cantidades que oscilan en torno a un billn de dlares al ao, ydesde siempre su cometido ha sido el de controlar la opinin pblica, que esel mayor peligro al que se enfrentan las corporaciones. Tal como ocurri du-

  • 7rante la Primera Guerra Mundial, en la dcada de 1930 surgieron de nuevograndes problemas: una gran depresin unida a una cada vez ms numerosaclase obrera en proceso de organizacin. En 1935, y gracias a la Ley Wagner,los trabajadores consiguieron su primera gran victoria legislativa, a saber, elderecho a organizarse de manera independiente, logro que planteaba dos gra-ves problemas. En primer lugar, la democracia estaba funcionando bastantemal: el rebao desconcertado estaba consiguiendo victorias en el terreno le-gislativo, y no era ese el modo en que se supona que tenan que ir las cosas;el otro problema eran las posibilidades cada vez mayores del pueblo paraorganizarse. Los individuos tienen que estar atomizados, segregados y solos;no puede ser que pretendan organizarse, porque en ese caso podran conver-tirse en algo ms que simples espectadores pasivos.

    Efectivamente, si hubiera muchos individuos de recursos limitados que seagruparan para intervenir en el ruedo poltico, podran, de hecho, pasar aasumir el papel de participantes activos, lo cual s sera una verdadera ame-naza. Por ello, el poder empresarial tuvo una reaccin contundente para ase-gurarse de que esa haba sido la ltima victoria legislativa de las organizacio-nes obreras, y de que representara tambin el principio del fin de esta des-viacin democrtica de las organizaciones populares. Y funcion. Fue laltima victoria de los trabajadores en el terreno parlamentario, y, a partir deese momento aunque el nmero de afiliados a los sindicatos se incrementdurante la Segunda Guerra Mundial, acabada la cual empez a bajar lacapacidad de actuar por la va sindical fue cada vez menor. Y no por casuali-dad, ya que estamos hablando de la comunidad empresarial, que est gastan-do enormes sumas de dinero, a la vez que dedicando todo el tiempo y esfuer-zo necesarios, en cmo afrontar y resolver estos problemas a travs de la in-dustria de las relaciones pblicas y otras organizaciones, como la NationalAssociation of Manufacturers (Asociacin nacional de fabricantes), la Busi-ness Roundtable (Mesa redonda de la actividad empresarial), etctera. Y suprincipio es reaccionar en todo momento de forma inmediata para encontrarel modo de contrarrestar estas desviaciones democrticas.

    La primera prueba se produjo un ao ms tarde, en 1937, cuando hubo unaimportante huelga del sector del acero en Johnstown, al oeste de Pensilvania.Los empresarios pusieron a prueba una nueva tcnica de destruccin de lasorganizaciones obreras, que result ser muy eficaz. Y sin matones a sueldoque sembraran el terror entre los trabajadores, algo que ya no resultaba muyprctico, sino por medio de instrumentos ms sutiles y eficientes de propa-

  • 8ganda. La cuestin estribaba en la idea de que haba que enfrentar a la gentecontra los huelguistas, por los medios que fuera. Se present a estos comodestructivos y perjudiciales para el conjunto de la sociedad, y contrarios a losintereses comunes, que eran los nuestros, los del empresario, el trabajador oel ama de casa, es decir, todos nosotros. Queremos estar unidos y tener cosascomo la armona y el orgullo de ser americanos, y trabajar juntos. Pero resul-ta que estos huelguistas malvados de ah afuera son subversivos, arman jaleo,rompen la armona y atenan contra el orgullo de Amrica, y hemos de parar-les los pies. El ejecutivo de una empresa y el chico que limpia los suelos tie-nen los mismos intereses. Hemos de trabajar todos juntos y hacerlo por elpas y en armona, con simpata y cario los unos por los otros. Este era, enesencia, el mensaje. Y se hizo un gran esfuerzo para hacerlo pblico; despusde todo, estamos hablando del poder financiero y empresarial, es decir, el quecontrola los medios de informacin y dispone de recursos a gran escala, porlo cual funcion, y de manera muy eficaz. Ms adelante este mtodo se cono-ci como la frmula Mohawk VaIley, aunque se le denominaba tambinmtodos cientficos para impedir huelgas. Se aplic una y otra vez para rom-per huelgas, y daba muy buenos resultados cuando se trataba de movilizar ala opinin pblica a favor de conceptos vacos de contenido, como el orgullode ser americano. Quin puede estar en contra de esto? O la armona.Quin puede estar en contra? O, como en la guerra del golfo Prsico, apo-yad a nuestras tropas. Quin poda estar en contra? O los lacitos amarillos.Hay alguien que est en contra? Slo alguien completamente necio.

    De hecho, qu pasa si alguien le pregunta si da usted su apoyo a la gente delowa? Se puede contestar diciendo S, le doy mi apoyo, o No, no la apoyo.Pero ni siquiera es una pregunta: no significa nada. Esta es la cuestin Laclave de los eslganes de las relaciones pblicas como Apoyad a nuestrastropas es que no significan nada, o, como mucho, lo mismo que apoyar a loshabitantes de Iowa. Pero, por supuesto haba una cuestin importante que sepoda haber resuelto haciendo la pregunta: Apoya usted nuestra poltica?Pero, claro, no se trata de que la gente se plantee cosas como esta. Esto es lonico que importa en la buena propaganda. Se trata de crear un eslogan queno pueda recibir ninguna oposicin, bien al contrario, que todo el mundo esta favor. Nadie sabe lo que significa porque no significa nada, y su importan-cia decisiva estriba en que distrae la atencin de la gente respecto de pregun-tas que s significan algo: Apoya usted nuestra poltica? Pero sobre esto nose puede hablar. As que tenemos a todo el mundo discutiendo sobre el apoyoa las tropas: Desde luego, no dejar de apoyarles. Por tanto, ellos han gana-

  • 9do. Es como lo del orgullo americano y la armona. Estamos todos juntos, entomo a eslganes vacos, tomemos parte en ellos y asegurmonos de que nohabr gente mala en nuestro alrededor que destruya nuestra paz social con susdiscursos acerca de la lucha de clases, los derechos civiles y todo este tipo decosas.

    Todo es muy eficaz y hasta hoy ha funcionado perfectamente. Desde luegoconsiste en algo razonado y elaborado con sumo cuidado: la gente que sededica a las relaciones pblicas no est ah para divertirse; est haciendo untrabajo, es decir, intentando inculcar los valores correctos. De hecho, tienenuna idea de lo que debera ser la democracia: un sistema en el que la claseespecializada est entrenada para trabajar al servicio de los amos, de los due-os de la sociedad, mientras que al resto de la poblacin se le priva de todaforma de organizacin para evitar as los problemas que pudiera causar. Lamayora de los individuos tendran que sentarse frente al televisor y masticarreligiosamente el mensaje, que no es otro que el que dice que lo nico quetiene valor en la vida es poder consumir cada vez ms y mejor y vivir igualque esta familia de clase media que aparece en la pantalla y exhibir valorescomo la armona y el orgullo americano. La vida consiste en esto. Puede queusted piense que ha de haber algo ms, pero en el momento en que se dacuenta que est solo, viendo la televisin, da por sentado que esto es todo loque existe ah afuera, y que es una locura pensar en que haya otra cosa. Ydesde el momento en que est prohibido organizarse, lo que es totalmentedecisivo, nunca se est en condiciones de averiguar si realmente est unoloco o simplemente se da todo por bueno, que es lo ms lgico que se puedehacer.

    As pues, este es el ideal, para alcanzar el cual se han desplegado grandesesfuerzos. Y es evidente que detrs de l hay una cierta concepcin: la dedemocracia, tal como ya se ha dicho. El rebao desconcertado es un proble-ma. Hay que evitar que brame y pisotee, y para ello habr que distraerlo. Sercuestin de conseguir que los sujetos que lo forman se queden en casa viendopartidos de ftbol, culebrones o pelculas violentas, aunque de vez en cuandose les saque del sopor y se les convoque a corear eslganes sin sentido, comoApoyad a nuestras tropas. Hay que hacer que conserven un miedo permanen-te, porque a menos que estn debidamente atemorizados por todos los posi-bles males que pueden destruirles, desde dentro o desde fuera, podran empe-zar a pensar por s mismos, lo cual es muy peligroso ya que no tienen la ca-pacidad de hacerlo. Por ello es importante distraerles y marginarles.

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    Esta es una idea de democracia. De hecho, si nos remontamos al pasado, laltima victoria legal de los trabajadores fue realmente en 1935, con la LeyWagner. Despus tras el inicio de la Primera Guerra Mundial, los sindicatosentraron en un declive, al igual que lo hizo una rica y frtil cultura obreravinculada directamente con aquellos. Todo qued destruido y nos vimos tras-ladados a una sociedad dominada de manera singular por los criterios empre-sariales. Era esta la nica sociedad industrial, dentro de un sistema capitalistade Estado, en la que ni siquiera se produca el pacto social habitual que sepoda dar en latitudes comparables. Era la nica sociedad industrial apartede Sudfrica, supongo que no tena un servicio nacional de asistencia sani-taria. No exista ningn compromiso para elevar los estndares mnimos desupervivencia de los segmentos de la poblacin que no podan seguir lasnormas y directrices imperantes ni conseguir nada por s mismos en el planoindividual. Por otra parte, los sindicatos prcticamente no existan, al igualque ocurra con otras formas de asociacin en la esfera popular. No habaorganizaciones polticas ni partidos: muy lejos se estaba, por tanto, del ideal,al menos en el plano estructural. Los medios de informacin constituan unmonopolio corporativizado; todos expresaban los mismos puntos de vista.Los dos partidos eran dos facciones del partido del poder financiero y empre-sarial. Y as la mayor parte de la poblacin ni tan solo se molestaba en ir avotar ya que ello careca totalmente de sentido, quedando, por ello, debida-mente marginada. Al menos este era el objetivo. La verdad es que el persona-je ms destacado de la industria de las relaciones pblicas, Edward Bernays,proceda de la Comisin Creel. Form parte de ella, aprendi bien la lecciny se puso manos a la obra a desarrollar lo que l mismo llam la ingenieradel consenso, que describi como la esencia de la democracia. Los indivi-duos capaces de fabricar consenso son los que tienen los recursos y el poderde hacerlo la comunidad financiera y empresarial y para ellos trabaja-mos.

    Fabricacin de la opinin

    Tambin es necesario recabar el apoyo de la poblacin a las aventuras exte-riores. Normalmente la gente es pacifista, tal como suceda durante la Prime-ra Guerra Mundial, ya que no ve razones que justifiquen la actividad blica,la muerte y la tortura. Por ello, para procurarse este apoyo hay que aplicarciertos estmulos; y para estimularles hay que asustarles. El mismo Bernaystena en su haber un importante logro a este respecto, ya que fue el encargadode dirigir la campaa de relaciones pblicas de la United Fruit Company en

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    1954, cuando los Estados Unidos intervinieron militarmente para derribar algobierno democrtico-capitalista de Guatemala e instalaron en su lugar unrgimen sanguinario de escuadrones de la muerte, que se ha mantenido hastanuestros das a base de repetidas infusiones de ayuda norteamericana quetienen por objeto evitar algo ms que desviaciones democrticas vacas decontenido. En estos casos, es necesario hacer tragar por la fuerza una y otravez programas domsticos hacia los que la gente se muestra contraria, ya queno tiene ningn sentido que el pblico est a favor de programas que le sonperjudiciales. Y esto, tambin, exige una propaganda amplia y general, quehemos tenido oportunidad de ver en muchas ocasiones durante los ltimosdiez aos. Los programas de la era Reagan eran abrumadoramente impopula-res. Los votantes de la victoria arrolladora de Reagan en 1984 esperaban, enuna proporcin de tres a dos, que no se promulgaran las medidas legalesanunciadas. Si tomamos programas concretos, como el gasto en armamento,o la reduccin de recursos en materia de gasto social, etc., prcticamente to-dos ellos reciban una oposicin frontal por parte de la gente. Pero en la me-dida en que se marginaba y apartaba a los individuos de la cosa pblica yestos no encontraban el modo de organizar y articular sus sentimientos, oincluso de saber que haba otros que compartan dichos sentimientos, los quedecan que preferan el gasto social al gasto militar y lo expresaban en lossondeos, tal como suceda de manera generalizada daban por supuesto queeran los nicos con tales ideas disparatadas en la cabeza. Nunca haban odoestas cosas de nadie ms, ya que haba que suponer que nadie pensaba as; ysi lo haba, y era sincero en las encuestas, era lgico pensar que se trataba deun bicho raro. Desde el momento en que un individuo no encuentra la manerade unirse a otros que comparten o refuerzan este parecer y que le puedentransmitir la ayuda necesaria para articularlo, acaso llegue a sentir que es al-guien excntrico, una rareza en un mar de normalidad. De modo que acabapermaneciendo al margen, sin prestar atencin a lo que ocurre, mirandohacia, otro lado, como por ejemplo la final de Copa.

    As pues, hasta cierto punto se alcanz el ideal, aunque nunca de forma com-pleta, ya que hay instituciones que hasta ahora ha sido imposible destruir: porejemplo, las iglesias. Buena parte de la actividad disidente de los EstadosUnidos se produca en las iglesias por la sencilla razn de que estas existan.Por ello, cuando haba que dar una conferencia de carcter poltico en un paseuropeo era muy probable que se celebrara en los locales de algn sindicato,cosa harto difcil en Amrica ya que, en primer lugar, estos apenas existan o,en el mejor de los casos, no eran organizaciones polticas. Pero las iglesias s

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    existan, de manera que las charlas y conferencias se hacan con frecuencia enellas: la solidaridad con Centroamrica se origin en su mayor parte en lasiglesias, sobre todo porque existan.

    El rebao desconcertado nunca acaba de estar debidamente domesticado: esuna batalla permanente. En la dcada de 1930 surgi otra vez, pero se pudosofocar el movimiento. En los aos sesenta apareci una nueva ola de disi-dencia, a la cual la clase especializada le puso el nombre de crisis de la de-mocracia. Se consideraba que la democracia estaba entrando en una crisisporque amplios segmentos de la poblacin se estaban organizando de maneraactiva y estaban intentando participar en la arena poltica. El conjunto de li-tes coincidan en que haba que aplastar el renacimiento democrtico de lossesenta y poner en marcha un sistema social en el que los recursos se canali-zaran hacia las clases acaudaladas privilegiadas. Y aqu hemos de volver a lasdos concepciones de democracia que hemos mencionado en prrafos anterio-res. Segn la definicin del diccionario, lo anterior constituye un avance endemocracia; segn el criterio predominante, es un problema, una crisis que hade ser vencida. Haba que obligar a la poblacin a que retrocediera y volvieraa la apata, la obediencia y la pasividad, que conforman su estado natural,para lo cual se hicieron grandes esfuerzos, si bien no funcion. Afortunada-mente, la crisis de la democracia todava est vivita y coleando, aunque no haresultado muy eficaz a la hora de conseguir un cambio poltico. Pero, contra-riamente a lo que mucha gente cree, s ha dado resultados en lo que se refiereal cambio de la opinin pblica.

    Despus de la dcada de 1960 se hizo todo lo posible para que la enfermedaddiera marcha atrs. La verdad es que uno de los aspectos centrales de dichomal tena un nombre tcnico: el sndrome de Vietnam, trmino que surgi entorno a 1970 y que de vez en cuando encuentra nuevas definiciones. El inte-lectual reaganista Norman Podhoretz habl de l como las inhibiciones en-fermizas respecto al uso de la fuerza militar. Pero resulta que era la mayorade la gente la que experimentaba dichas inhibiciones contra la violencia, yaque simplemente no entenda por qu haba que ir por el mundo torturando,matando o lanzando bombardeos intensivos. Como ya supo Goebbels en suda, es muy peligroso que la poblacin se rinda ante estas inhibiciones enfer-mizas, ya que en ese caso habra un lmite a las veleidades aventureras de unpas fuera de sus fronteras. Tal como deca con orgullo el Washington Postdurante la histeria colectiva que se produjo durante la guerra del golfo Prsi-co, es necesario infundir en la gente respeto por los valores marciales. Y eso

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    s es importante. Si se quiere tener una sociedad violenta que avale la utiliza-cin de la fuerza en todo el mundo para alcanzar los fines de su propia litedomstica, es necesario valorar debidamente las virtudes guerreras y no esasinhibiciones achacosas acerca del uso de la violencia. Esto es el sndrome deVietnam: hay que vencerlo.

    La representacin como realidad

    Tambin es preciso falsificar totalmente la historia. Ello constituye otra ma-nera de vencer esas inhibiciones enfermizas, para simular que cuando ataca-mos y destruimos a alguien lo que estamos haciendo en realidad es proteger ydefendernos a nosotros mismos de los peores monstruos y agresores, y cosaspor el estilo. Desde la guerra del Vietnam se ha realizado un enorme esfuerzopor reconstruir la historia. Demasiada gente, incluidos gran nmero de solda-dos y muchos jvenes que estuvieron involucrados en movimientos por lapaz o antibelicistas, comprenda lo que estaba pasando. Y eso no era bueno.De nuevo haba que poner orden en aquellos malos pensamientos y recuperaralguna forma de cordura, es decir, la aceptacin de que sea lo que fuere loque hagamos, ello es noble y correcto. Si bombardebamos Vietnam del Sur,se deba a que estbamos defendiendo el pas de alguien, esto es, de los sud-vietnamitas, ya que all no haba nadie ms. Es lo que los intelectuales kene-dianos denominaban defensa contra la agresin interna en Vietnam del Sur,expresin acuada por Adiai Stevenson, entre otros. As pues, era necesarioque esta fuera la imagen oficial e inequvoca; y ha funcionado muy bien, yaque si se tiene el control absoluto de los medios de comunicacin y el sistemaeducativo y la intelectualidad son conformistas, puede surtir efecto cualquierpoltica. Un indicio de ello se puso de manifiesto en un estudio llevado a ca-bo en la Universidad de Massachusetts sobre las diferentes actitudes ante lacrisis del Golfo Prsico, y que se centraba en las opiniones que se manifesta-ban mientras se vea la televisin. Una de las preguntas de dicho estudio era:Cuantas vctimas vietnamitas calcula usted que hubo durante la guerra delVietnam? La respuesta promedio que se daba era en torno a 100.000, mien-tras que las cifras oficiales hablan de dos millones, y las reales probablemen-te sean de tres o cuatro millones. Los responsables del estudio formulaban acontinuacin una pregunta muy oportuna: Qu pensaramos de la culturapoltica alemana si cuando se le preguntara a la gente cuantos judos murie-ron en el Holocausto la respuesta fuera unos 300.000? La pregunta quedabasin respuesta, pero podemos tratar de encontrarla. Qu nos dice todo estosobre nuestra cultura? Pues bastante: es preciso vencer las inhibiciones en-

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    fermizas respecto al uso de la fuerza militar y a otras desviaciones democrti-cas. Y en este caso dio resultados satisfactorios y demostr ser cierto en todoslos terrenos posibles: tanto si elegimos Prximo Oriente, el terrorismo inter-nacional o Centroamrica. El cuadro del mundo que se presenta a la gente notiene la ms mnima relacin con la realidad, ya que la verdad sobre cadaasunto queda enterrada bajo montaas de mentiras. Se ha alcanzado un xitoextraordinario en el sentido de disuadir las amenazas democrticas, y lo re-almente interesante es que ello se ha producido en condiciones de libertad.No es como en un estado totalitario, donde todo se hace por la fuerza. Esoslogros son un fruto conseguido sin violar la libertad. Por ello, si queremosentender y conocer nuestra sociedad, tenemos que pensar en todo esto, enestos hechos que son importantes para todos aquellos que se interesan y pre-ocupan por el tipo de sociedad en el que viven.

    La cultura disidente

    A pesar de todo, la cultura disidente sobrevivi, y ha experimentado un grancrecimiento desde la dcada de los sesenta. Al principio su desarrollo erasumamente lento, ya que, por ejemplo, no hubo protestas contra la guerra deIndochina hasta algunos aos despus de que los Estados Unidos empezarana bombardear Vietnam del Sur. En los inicios de su andadura era un reducidomovimiento contestatario, formado en su mayor parte por estudiantes y jve-nes en general, pero hacia principios de los setenta ya haba cambiado deforma notable. Haban surgido movimientos populares importantes: los eco-logistas, las feministas, los antinucleares, etctera. Por otro lado, en la dcadade 1980 se produjo una expansin incluso mayor y que afect a todos losmovimientos de solidaridad, algo realmente nuevo e importante al menos enla historia de Amrica y quizs en toda la disidencia mundial. La verdad esque estos eran movimientos que no solo protestaban sino que se implicaban afondo en las vidas de todos aquellos que sufran por alguna razn en cual-quier parte del mundo. Y sacaron tan buenas lecciones de todo ello, que ejer-cieron un enorme efecto civilizador sobre las tendencias predominantes en laopinin pblica americana. Y a partir de ah se marcaron diferencias, de mo-do que cualquiera que haya estado involucrado es este tipo de actividadesdurante algunos aos ha de saberlo perfectamente. Yo mismo soy conscientede que el tipo de conferencias que doy en la actualidad en las regiones msreaccionarias del pas la Georgia central, el Kentucky rural no las podrahaber pronunciado, en el momento culminante del movimiento pacifista, anteuna audiencia formada por los elementos ms activos de dicho movimiento.

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    Ahora, en cambio, en ninguna parte hay ningn problema. La gente puedeestar o no de acuerdo, pero al menos comprende de qu ests hablando y hayuna especie de terreno comn en el que es posible cuando menos entenderse.

    A pesar de toda la propaganda y de todos los intentos por controlar el pensa-miento y fabricar el consenso, lo anterior constituye un conjunto de signos deefecto civilizador. Se est adquiriendo una capacidad y una buena disposicinpara pensar las cosas con el mximo detenimiento. Ha crecido el escepticis-mo acerca del poder.

    Han cambiado muchas actitudes hacia un buen nmero de cuestiones, lo queha convertido todo este asunto en algo lento, quiz incluso fro, pero percep-tible e importante, al margen de si acaba siendo o no lo bastante rpido comopara influir de manera significativa en los aconteceres del mundo. Tomemosotro ejemplo: la brecha que se ha abierto en relacin al gnero. A principiosde la dcada de 1960 las actitudes de hombres y mujeres eran aproximada-mente las mismas en asuntos como las virtudes castrenses, igual que lo eranlas inhibiciones enfermizas respecto al uso de la fuerza militar. Por entonces,nadie, ni hombres ni mujeres, se resenta a causa de dichas posturas, dado quelas respuestas coincidan: todo el mundo pensaba que la utilizacin de la vio-lencia para reprimir a la gente de por ah estaba justificada. Pero con el tiem-po las cosas han cambiado. Aquellas inhibiciones han experimentado un cre-cimiento lineal, aunque al mismo tiempo ha aparecido un desajuste que pocoa poco ha llegado a ser sensiblemente importante y que segn los sondeos haalcanzado el 20%. Qu ha pasado? Pues que las mujeres han formado untipo de movimiento popular semiorganizado, el movimiento feminista, que haejercido una influencia decisiva, ya que, por un lado, ha hecho que muchasmujeres se dieran cuenta de que no estaban solas, de que haba otras conquienes compartir las mismas ideas, y, por otro, en la organizacin se puedenapuntalar los pensamientos propios y aprender ms acerca de las opiniones eideas que cada uno tiene. Si bien estos movimientos son en cierto modo in-formales, sin carcter militante, basados ms bien en una disposicin delnimo en favor de las interacciones personales, sus efectos sociales han sidoevidentes. Y este es el peligro de la democracia: si se pueden crear organiza-ciones, si la gente no permanece simplemente pegada al televisor, puedenaparecer estas ideas extravagantes, como las inhibiciones enfermizas respectoal uso de la fuerza militar. Hay que vencer estas tentaciones, pero no ha sidotodava posible.

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    Desfile de enemigos

    En vez de hablar de la guerra pasada, hablemos de la guerra que viene, por-que a veces es ms til estar preparado para lo que puede venir que simple-mente reaccionar ante lo que ocurre. En la actualidad se est produciendo enlos Estados Unidos y no es el primer pas en que esto sucede un procesomuy caracterstico. En el mbito interno, hay problemas econmicos y socia-les crecientes que pueden devenir en catstrofes, y no parece haber nadie, deentre los que detentan el poder, que tenga intencin alguna de prestarles aten-cin. Si se echa una ojeada a los programas de las distintas administracionesdurante los ltimos diez aos no se observa ninguna propuesta seria sobre loque hay que hacer para resolver los importantes problemas relativos a la sa-lud, la educacin, los que no tienen hogar, los parados, el ndice de criminali-dad, la delincuencia creciente que afecta a amplias capas de la poblacin, lascrceles, el deterioro de los barrios perifricos, es decir, la coleccin comple-ta de problemas conocidos. Todos conocemos la situacin, y sabemos queest empeorando. Solo en los dos aos que George Bush estuvo en el poderhubo tres millones ms de nios que cruzaron el umbral de la pobreza, ladeuda externa creci progresivamente, los estndares educativos experimen-taron un declive, los salarios reales retrocedieron al nivel de finales de losaos cincuenta para la gran mayora de la poblacin, y nadie hizo absoluta-mente nada para remediarlo. En estas circunstancias hay que desviar la aten-cin del rebao desconcertado ya que si empezara a darse cuenta de lo queocurre podra no gustarle, porque es quien recibe directamente las conse-cuencias de lo anterior. Acaso entretenerles simplemente con la final de Copao los culebrones no sea suficiente y haya que avivar en l el miedo a los ene-migos. En los aos treinta Hitler difundi entre los alemanes el miedo a losjudos y a los gitanos: haba que machacarles como forma de autodefensa.Pero nosotros tambin tenemos nuestros mtodos. A lo largo de la ltimadcada, cada ao o a lo sumo cada dos, se fabrica algn monstruo de primeralnea del que hay que defenderse. Antes los que estaban ms a mano eran losrusos, de modo que haba que estar siempre a punto de protegerse de ellos.Pero, por desgracia, han perdido atractivo como enemigo, y cada vez resultams difcil utilizarles como tal, de modo que hay que hacer que aparezcanotros de nueva estampa. De hecho, la gente fue bastante injusta al criticar aGeorge Bush por haber sido incapaz de expresar con claridad hacia dndeestbamos siendo impulsados, ya que hasta mediados de los aos ochenta,cuando andbamos despistados se nos pona constantemente el mismo disco:que vienen los rusos. Pero al perderlos como encamacin del lobo feroz hubo

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    que fabricar otros, al igual que hizo el aparato de relaciones pblicas reaga-niano en su momento. Y as, precisamente con Bush, se empez a utilizar alos terroristas internacionales, a los narcotraficantes, a los locos caudillosrabes o a Sadam Husein, el nuevo Hitler que iba a conquistar el mundo. Hantenido que hacerles aparecer a uno tras otro, asustando a la poblacin, aterro-rizndola, de forma que ha acabado muerta de miedo y apoyando cualquieriniciativa del poder. As se han podido alcanzar extraordinarias victorias so-bre Granada, Panam, o algn otro ejrcito del Tercer Mundo al que se puedepulverizar antes siquiera de tomarse la molestia de mirar cuntos son. Esto daun gran alivio, ya que nos hemos salvado en el ltimo momento.

    Tenemos as, pues, uno de los mtodos con el cual se puede evitar que el re-bao desconcertado preste atencin a lo que est sucediendo a su alrededor, ypermanezca distrado y controlado. Recordemos que la operacin terroristainternacional ms importante llevada a cabo hasta la fecha ha sido la opera-cin Mongoose, a cargo de la administracin Kennedy, a partir de la cual estetipo de actividades prosiguieron contra Cuba. Parece que no ha habido nadaque se le pueda comparar ni de lejos, a excepcin quizs de la guerra contraNicaragua, si convenimos en denominar aquello tambin terrorismo. El Tri-bunal de La Haya consider que aquello era algo ms que una agresin.

    Cuando se trata de construir un monstruo fantstico siempre se produce unaofensiva ideolgica, seguida de campaas para aniquilarlo. No se puede ata-car si el adversario es capaz de defenderse: sera demasiado peligroso. Pero sise tiene la seguridad de que se le puede vencer, quiz se le consiga despacharrpido y lanzar as otro suspiro de alivio.

    Percepcin selectiva

    Esto ha venido sucediendo desde hace tiempo. En mayo de 1986 se publica-ron las memorias del preso cubano liberado Armando Valladares, que causa-ron rpidamente sensacin en los medios de comunicacin. Voy a brindarlesalgunas citas textuales. Los medios informativos describieron sus revelacio-nes como el relato definitivo del inmenso sistema de prisin y tortura con elque Castro castiga y elimina a la oposicin poltica. Era una descripcinevocadora e inolvidable de las crceles bestiales, la tortura inhumana [y] elhistorial de violencia de estado [bajo] todava uno de los asesinos de masasde este siglo, del que nos enteramos, por fin, gracias a este libro, que hacreado un nuevo despotismo que ha institucionalizado la tortura como meca-

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    nismo de control social en el infierno que era la Cuba en la que [Vallada-res] vivi. Esto es lo que apareci en el Washington Post y el New York Ti-mes en sucesivas reseas. Las atrocidades de Castro descrito como unmatn dictador se revelaron en este libro de manera tan concluyente quesolo los intelectuales occidentales fros e insensatos saldrn en defensa deltirano, segn el primero de los diarios citados. Recordemos que estamoshablando de lo que le ocurri a un hombre. Y supongamos que todo lo que sedice en el libro es verdad. No le hagamos demasiadas preguntas al protago-nista de la historia. En una ceremonia celebrada en la Casa Blanca con moti-vo del Da de los Derechos Humanos, Ronald Reagan destac a ArmandoValladares e hizo mencin especial de su coraje al soportar el sadismo delsangriento dictador cubano. A continuacin, se le design representante delos Estados Unidos en la Comisin de Derechos Humanos de las NacionesUnidas. All tuvo la oportunidad de prestar notables servicios en la defensade los gobiernos de El Salvador y Guatemala en el momento en que estabanrecibiendo acusaciones de cometer atrocidades a tan gran escala que cual-quier vejacin que Valladares pudiera haber sufrido tena que considerarseforzosamente de mucha menor entidad. As es como estn las cosas.

    La historia que viene ahora tambin ocurra en mayo de 1986, y nos dice mu-cho acerca de la fabricacin del consenso. Por entonces, los supervivientesdel Grupo de Derechos Humanos de El Salvador sus lderes haban sidoasesinados fueron detenidos y torturados, incluyendo al director, HerbertAnaya. Se les encarcel en una prisin llamada La Esperanza, pero mientrasestuvieron en ella continuaron su actividad de defensa de los derechos huma-nos, y, dado que eran abogados, siguieron tomando declaraciones juradas.Haba en aquella crcel 432 presos, de los cuales 430 declararon y relataronbajo juramento las torturas que haban recibido: aparte de la picana y otrasatrocidades, se inclua el caso de un interrogatorio, y la tortura consiguiente,dirigido por un oficial del ejrcito de los Estados Unidos de uniforme, al cualse describa con todo detalle. Ese informe 160 pginas de declaracionesjuradas de los presos constituye un testimonio extraordinariamente explci-to y exhaustivo, acaso nico en lo referente a los pormenores de lo que ocurreen una cmara de tortura. No sin dificultades se consigui sacarlo al exterior,junto con una cinta de vdeo que mostraba a la gente mientras testificaba so-bre las torturas, y la Marin County Interfaith Task Force (Grupo de trabajomulticonfesional Marin County) se encarg de distribuirlo. Pero la prensanacional se neg a hacer su cobertura informativa y las emisoras de televisinrechazaron la emisin del vdeo. Creo que como mucho apareci un artculo

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    en el peridico local de Marin County, el San Francisco Examiner. Nadie ibaa tener inters en aquello. Porque estbamos en la poca en que no eran po-cos los intelectuales insensatos y ligeros de cascos que estaban cantando ala-banzas a Jos Napolen Duarte y Ronald Reagan.

    Anaya no fue objeto de ningn homenaje. No hubo lugar para l en el Da delos Derechos Humanos. No fue elegido para ningn cargo importante. En vezde ello fue liberado en un intercambio de prisioneros y posteriormente asesi-nado, al parecer por las fuerzas de seguridad siempre apoyadas militar yeconmicamente por los Estados Unidos. Nunca se tuvo mucha informacinsobre aquellos hechos: los medios de comunicacin no llegaron en ningnmomento a preguntarse si la revelacin de las atrocidades que se denunciabanen vez de mantenerlas en secreto y silenciarlas poda haber salvado suvida.

    Todo lo anterior nos ensea mucho acerca del modo de funcionamiento de unsistema de fabricacin de consenso. En comparacin con las revelaciones deHerbert Anaya en El Salvador, las memorias de Valladares son como unapulga al lado de un elefante. Pero no podemos ocuparnos de pequeeces, locual nos conduce hacia la prxima guerra. Creo que cada vez tendremos msnoticias sobre todo esto, hasta que tenga lugar la operacin siguiente.

    Solo algunas consideraciones sobre lo ltimo que se ha dicho, si bien al finalvolveremos sobre ello. Empecemos recordando el estudio de la Universidadde Massachusetts ya mencionado, ya que llega a conclusiones interesantes.En l se preguntaba a la gente si crea que los Estados Unidos deba interve-nir por la fuerza para impedir la invasin ilegal de un pas soberano o paraatajar los abusos cometidos contra los derechos humanos. En una proporcinde dos a uno la respuesta del pblico americano era afirmativa. Haba queutilizar la fuerza militar para que se diera marcha atrs en cualquier caso deinvasin o para que se respetaran los derechos humanos. Pero si los EstadosUnidos tuvieran que seguir al pie de la letra el consejo que se deriva de lacitada encuesta, habra que bombardear El Salvador, Guatemala, Indonesia,Damasco, Tel Aviv, Ciudad del Cabo, Washington, y una lista interminablede pases, ya que todos ellos representan casos manifiestos, bien de invasinilegal, bien de violacin de derechos humanos. Si uno conoce los hechos vin-culados a estos ejemplos, comprender perfectamente que la agresin y lasatrocidades de Sadam Husein que tampoco son de carcter extremo seincluyen claramente dentro de este abanico de casos. Por qu, entonces, na-

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    die llega a esta conclusin? La respuesta es que nadie sabe lo suficiente. Enun sistema de propaganda bien engrasado nadie sabr de qu hablo cuandohago una lista como la anterior. Pero si alguien se molesta en examinarla concuidado, ver que los ejemplos son totalmente apropiados.

    Tomemos uno que, de forma amenazadora, estuvo a punto de ser percibidodurante la guerra del Golfo. En febrero, justo en la mitad de la campaa debombardeos, el gobierno del Lbano solicit a Israel que observara la resolu-cin 425 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, de marzo de1978, por la que se le exiga que se retirara inmediata e incondicionalmentedel Lbano. Despus de aquella fecha ha habido otras resoluciones posterio-res redactadas en los mismos trminos, pero desde luego Israel no ha acatadoninguna de ellas porque los Estados Unidos dan su apoyo al mantenimientode la ocupacin. Al mismo tiempo, el sur del Lbano recibe las embestidasdel terrorismo del estado judo, y no solo brinda espacio para la ubicacin decampos de tortura y aniquilamiento sino que tambin se utiliza como basepara atacar a otras partes del pas. Desde 1978, fecha de la resolucin citada,el Lbano fue invadido, la ciudad de Beirut sufri continuos bombardeos,unas 20.000 personas murieron en torno al 80% eran civiles, se destru-yeron hospitales, y la poblacin tuvo que soportar todo el dao imaginable,incluyendo el robo y el saqueo. Excelente... los Estados Unidos lo apoyaban.Es solo un ejemplo. La cuestin est en que no vimos ni omos nada en losmedios de informacin acerca de todo ello, ni siquiera una discusin sobre siIsrael y los Estados Unidos deberan cumplir la resolucin 425 del Consejode Seguridad, o cualquiera de las otras posteriores, del mismo modo que na-die solicit el bombardeo de Tel Aviv, a pesar de los principios defendidospor dos tercios de la poblacin. Porque, despus de todo, aquello es una ocu-pacin ilegal de un territorio en el que se violan los derechos humanos. Soloes un ejemplo, pero los hay incluso peores. Cuando el ejrcito de Indonesiainvadi Timor Oriental dej un rastro de 200.000 cadveres, cifra que noparece tener importancia al lado de otros ejemplos. El caso es que aquellainvasin tambin recibi el apoyo claro y explcito de los Estados Unidos,que todava prestan al gobierno indonesio ayuda diplomtica y militar. Ypodramos seguir indefinidamente.

    La guerra del Golfo

    Veamos otro ejemplo mas reciente. Vamos viendo cmo funciona un sistemade propaganda bien engrasado. Puede que la gente crea que el uso de la fuer-

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    za contra Iraq se debe a que Amrica observa realmente el principio de quehay que hacer frente a las invasiones de pases extranjeros o a las transgre-siones de los derechos humanos por la va militar, y que no vea, por el con-trario, qu pasara si estos principios fueran tambin aplicables a la conductapoltica de los Estados Unidos. Estamos antes un xito espectacular de lapropaganda.

    Tomemos otro caso. Si se analiza detenidamente la cobertura periodstica dela guerra desde el mes de agosto (1990), se ve, sorprendentemente, que faltanalgunas opiniones de cierta relevancia. Por ejemplo, existe una oposicindemocrtica iraqu de cierto prestigio, que, por supuesto, permanece en elexilio dada la quimera de sobrevivir en Iraq. En su mayor parte estn en Eu-ropa y son banqueros, ingenieros, arquitectos, gente as, es decir, con ciertaelocuencia, opiniones propias y capacidad y disposicin para expresarlas.Pues bien, cuando Sadam Husein era todava el amigo favorito de Bush y unsocio comercial privilegiado, aquellos miembros de la oposicin acudieron aWashington, segn las fuentes iraques en el exilio, a solicitar algn tipo deapoyo a sus demandas de constitucin de un parlamento democrtico en Iraq.Y claro, se les rechaz de plano, ya que los Estados Unidos no estaban enabsoluto interesados en lo mismo. En los archivos no consta que hubiera nin-guna reaccin ante aquello.

    A partir de agosto fue un poco ms difcil ignorar la existencia de dicha opo-sicin, ya que cuando de repente se inici el enfrentamiento con SadamHusein despus de haber sido su ms firme apoyo durante aos, se adquiritambin conciencia de que exista un grupo de demcratas iraques que segu-ramente tenan algo que decir sobre el asunto. Por lo pronto, los opositores sesentiran muy felices si pudieran ver al dictador derrocado y encarcelado, yaque haba matado a sus hermanos, torturado a sus hermanas y les haba man-dado a ellos mismos al exilio. Haban estado luchando contra aquella tiranaque Ronald Reagan y George Bush haban estado protegiendo. Por qu nose tena en cuenta, pues, su opinin? Echemos un vistazo a los medios deinformacin de mbito nacional y tratemos de encontrar algo acerca de laoposicin democrtica iraqu desde agosto de 1990 hasta marzo de 1991: niuna lnea. Y no es a causa de que dichos resistentes en el exilio no tenganfacilidad de palabra, ya que hacen repetidamente declaraciones, propuestas,llamamientos y solicitudes, y, si se les observa, se hace difcil distinguirles delos componentes del movimiento pacifista americano. Estn contra SadamHusein y contra la intervencin blica en Iraq. No quieren ver cmo su pas

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    acaba siendo destruido, desean y son perfectamente conscientes de que esposible una solucin pacfica del conflicto. Pero parece que esto no es polti-camente correcto, por lo que se les ignora por completo. As que no omos niuna palabra acerca de la oposicin democrtica iraqu, y si alguien est inte-resado en saber algo de ellos puede comprar la prensa alemana o la britnica.Tampoco es que all se les haga mucho caso, pero los medios de comunica-cin estn menos controlados que los americanos, de modo que, cuando me-nos, no se les silencia por completo.

    Lo descrito en los prrafos anteriores ha constituido un logro espectacular dela propaganda. En primer lugar, se ha conseguido excluir totalmente las vo-ces de los demcratas iraques del escenario poltico, y, segundo, nadie se hadado cuenta, lo cual es todava ms interesante. Hace falta que la poblacinest profundamente adoctrinada para que no haya reparado en que no se estdando cancha a las opiniones de la oposicin iraqu, aunque, caso de haberobservado el hecho, si se hubiera formulado la pregunta por qu?, la res-puesta habra sido evidente: porque los demcratas iraques piensan por smismos; estn de acuerdo con los presupuestos del movimiento pacifista in-ternacional, y ello les coloca en fuera de juego.

    Veamos ahora las razones que justificaban la guerra. Los agresores no podanser recompensados por su accin, sino que haba que detener la agresin me-diante el recurso inmediato a la violencia: esto lo explicaba todo. En esencia,no se expuso ningn otro motivo. Pero, es posible que sea esta una explica-cin admisible? Defienden en verdad los Estados Unidos estos principios:que los agresores no pueden obtener ningn premio por su agresin y queesta debe ser abortada mediante el uso de la violencia? No quiero poner aprueba la inteligencia de quien me lea al repasar los hechos, pero el caso esque un adolescente que simplemente supiera leer y escribir podra rebatirestos argumentos en dos minutos. Pero nunca nadie lo hizo. Fijmonos en losmedios de comunicacin, en los comentaristas y crticos liberales, en aquellosque declaraban ante el Congreso, y veamos si haba alguien que pusiera enentredicho la suposicin de que los Estados Unidos era fiel de verdad a esosprincipios. Se han opuesto los Estados Unidos a su propia agresin a Pa-nam, y se ha insistido, por ello, en bombardear Washington? Cuando se de-clar ilegal la invasin de Namibia por parte de Sudfrica, impusieron losEstados Unidos sanciones y embargos de alimentos y medicinas? Declara-ron la guerra? Bombardearon Ciudad del Cabo? No, transcurri un perodode veinte aos de diplomacia discreta. Y la verdad es que no fue muy diver-

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    tido lo que ocurri durante estos aos, dominados por las administraciones deReagan y Bush, en los que aproximadamente un milln y medio de personasfueron muertas a manos de Sudfrica en los pases limtrofes. Pero olvidemoslo que ocurri en Sudfrica y Namibia: aquello fue algo que no lastim nues-tros espritus sensibles. Proseguimos con nuestra diplomacia discreta paraacabar concediendo una generosa recompensa a los agresores. Se les conce-di el puerto ms importante de Namibia y numerosas ventajas que tenanque ver con su propia seguridad nacional. Dnde est aquel famoso princi-pio que defendemos? De nuevo, es un juego de nios el demostrar que aque-llas no podan ser de ningn modo las razones para ir a la guerra, precisamen-te porque nosotros mismos no somos fieles a estos principios.

    Pero nadie lo hizo; esto es lo importante. Del mismo modo que nadie se mo-lest en sealar la conclusin que se segua de todo ello: que no haba raznalguna para la guerra. Ninguna, al menos, que un adolescente no analfabetono pudiera refutar en dos minutos. Y de nuevo estamos ante el sello carac-terstico de una cultura totalitaria. Algo sobre lo que deberamos reflexionarya que es alarmante que nuestro pas sea tan dictatorial que nos pueda llevar auna guerra sin dar ninguna razn de ello y sin que nadie se entere de los lla-mamientos del Lbano. Es realmente chocante.

    Justo antes de que empezara el bombardeo, a mediados de enero, un sondeollevado a cabo por el Washington Post y la cadena abc revelaba un dato inte-resante. La pregunta formulada era: si Iraq aceptara retirarse de Kuwait acambio de que el Consejo de Seguridad estudiara la resolucin del conflictorabe-israel, estara de acuerdo? Y el resultado nos deca que, en una pro-porcin de dos a uno, la poblacin estaba a favor. Lo mismo suceda en elmundo entero, incluyendo a la oposicin iraqu, de forma que en el informefinal se reflejaba el dato de que dos tercios de los americanos daban un scomo respuesta a la pregunta referida. Cabe presumir que cada uno de estosindividuos pensaba que era el nico en el mundo en pensar as, ya que desdeluego en la prensa nadie haba dicho en ningn momento que aquello pudieraser una buena idea. Las rdenes de Washington haban sido muy claras, esdecir, hemos de estar en contra de cualquier conexin, es decir, de cualquierrelacin diplomtica, por lo que todo el mundo deba marcar el paso y opo-nerse a las soluciones pacficas que pudieran evitar la guerra. Si intentamosencontrar en la prensa comentarios o reportajes al respecto, solo descubrire-mos una columna de Alex Cockbum en Los Angeles Times, en la que este semostraba favorable a la respuesta mayoritaria de la encuesta.

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    Seguramente, los que contestaron la pregunta pensaban estoy solo, pero estoes lo que pienso. De todos modos, supongamos que hubieran sabido que noestaban solos, que haba otros, como la oposicin democrtica iraqu, quepensaban igual. Y supongamos tambin que saban que la pregunta no erauna mera hiptesis, sino que, de hecho, Iraq haba hecho precisamente laoferta sealada, y que esta haba sido dada a conocer por el alto mando delejrcito americano justo ocho das antes: el da 2 de enero. Se haba difundidola oferta iraqu de retirada total de Kuwait a cambio de que el Consejo deSeguridad discutiera y resolviera el conflicto rabe-israel y el de las armasde destruccin masiva. (Recordemos que los Estados Unidos haban estadorechazando esta negociacin desde mucho antes de la invasin de Kuwait).Supongamos, asimismo, que la gente saba que la propuesta estaba realmenteencima de la mesa, que reciba un apoyo generalizado, y que, de hecho, eraalgo que cualquier persona racional hara si quisiera la paz, al igual quehacemos en otros casos, ms espordicos, en que precisamos de verdad repe-ler la agresin. Si suponemos que se saba todo esto, cada uno puede hacersus propias conjeturas. Personalmente doy por sentado que los dos terciosmencionados se habran convertido, casi con toda probabilidad, en el 98% dela poblacin. Y aqu tenemos otro xito de la propaganda. Es casi seguro queno haba ni una sola persona, de las que contestaron la pregunta, que supieraalgo de lo referido en este prrafo porque seguramente pensaba que estabasola. Por ello, fue posible seguir adelante con la poltica belicista sin ningunaoposicin. Hubo mucha discusin, protagonizada por el director de la CIA,entre otros, acerca de si las sanciones seran eficaces o no. Sin embargo no sediscuta la cuestin ms simple: haban funcionado las sanciones hasta aquelmomento? Y la respuesta era que s, que por lo visto haban dado resultados,seguramente hacia finales de agosto, y con ms probabilidad hacia finales dediciembre. Es muy difcil pensar en otras razones que justifiquen las propues-tas iraques de retirada, autentificadas o, en algunos casos, difundidas por elEstado Mayor estadounidense, que las consideraba serias y negociables. Asla pregunta que hay que hacer es: Haban sido eficaces las sanciones? Su-ponan una salida a la crisis? Se vislumbraba una solucin aceptable para lapoblacin en general, la oposicin democrtica iraqu y el mundo en su con-junto? Estos temas no se analizaron ya que para un sistema de propagandaeficaz era decisivo que no aparecieran como elementos de discusin, lo cualpermiti al presidente del Comit Nacional Republicano decir que si hubierahabido un demcrata en el poder, Kuwait todava no habra sido liberado.Puede decir esto y ningn demcrata se levantar y dir que si hubiera sidopresidente habra liberado Kuwait seis meses antes. Hubo entonces oportuni-

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    dades que se podan haber aprovechado para hacer que la liberacin se produ-jera sin que fuera necesaria la muerte de decenas de miles de personas ni nin-guna catstrofe ecolgica. Ningn demcrata dir esto porque no huboningn demcrata que adoptara esta postura, si acaso con la excepcin deHenry Gonzlez y Barbara Boxer, es decir, algo tan marginal que se puedeconsiderar prcticamente inexistente.

    Cuando los misiles Scud cayeron sobre Israel no hubo ningn editorial deprensa que mostrara su satisfaccin por ello. Y otra vez estamos ante unhecho interesante que nos indica cmo funciona un buen sistema de propa-ganda, ya que podramos preguntar y por qu no? Despus de todo, los ar-gumentos de Sadam Husein eran tan vlidos como los de George Bush: cu-les eran, al fin y al cabo? Tomemos el ejemplo del Lbano. Sadam Huseindice que rechaza que Israel se anexione el sur del pas, de la misma formaque reprueba la ocupacin israel de los Altos del Goln sirios y de JerusalnEste, tal como ha declarado repetidamente por unanimidad el Consejo deSeguridad de las Naciones Unidas. Pero para el dirigente iraqu son inadmisi-bles la anexin y la agresin. Israel ha ocupado el sur del Lbano desde 1978en clara violacin de las resoluciones del Consejo de Seguridad, que se niegaa aceptar, y desde entonces hasta el da de hoy ha invadido todo el pas y to-dava lo bombardea a voluntad. Es inaceptable. Es posible que Sadam Huseinhaya ledo los informes de Amnista Internacional sobre las atrocidades co-metidas por el ejrcito israel en la Cisjordania ocupada y en la franja de Ga-za. Por ello, su corazn sufre. No puede soportarlo. Por otro lado, las sancio-nes no pueden mostrar su eficacia porque los Estados Unidos vetan su aplica-cin, y las negociaciones siguen bloqueadas. Qu queda, aparte de la fuerza?Ha estado esperando durante aos: trece en el caso del Lbano; veinte en el delos territorios ocupados.

    Este argumento nos suena. La nica diferencia entre este y el que hemos odoen alguna otra ocasin est en que Sadam Husein poda decir, sin temor aequivocarse, que las sanciones y las negociaciones no se pueden poner enprctica porque los Estados Unidos lo impiden. George Bush no poda decirlo mismo, dado que, en su caso, las sanciones parece que s funcionaron, porlo que caba pensar que las negociaciones tambin daran resultado: en vez deello, el presidente americano las rechaz de plano, diciendo de manera expl-cita que en ningn momento iba a haber negociacin alguna. Alguien vioque en la prensa hubiera comentarios que sealaran la importancia de todoesto? No, por qu?, es una trivialidad. Es algo que, de nuevo, un adolescente

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    que sepa las cuatro reglas puede resolver en un minuto. Pero nadie, ni comen-taristas ni editorialistas, llamaron la atencin sobre ello. Nuevamente se ponede relieve, los signos de una cultura totalitaria bien llevada, y demuestra quela fabricacin del consenso s funciona.

    Solo otro comentario sobre esto ltimo. Podramos poner muchos ejemplos amedida que furamos hablando. Admitamos, de momento, que efectivamenteSadam Husein es un monstruo que quiere conquistar el mundo creenciaampliamente generalizada en los Estados Unidos. No es de extraar, yaque la gente experiment cmo una y otra vez le martilleaban el cerebro conlo mismo: est a punto de quedarse con todo; ahora es el momento de pararlelos pies. Pero, cmo pudo Sadam Husein llegar a ser tan poderoso? Iraq esun pas del Tercer Mundo, pequeo, sin infraestructura industrial. Libr du-rante ocho aos una guerra terrible contra Irn, pas que en la fase posrevolu-cionaria haba visto diezmado su cuerpo de oficiales y la mayor parte de sufuerza militar. Iraq, por su lado, haba recibido una pequea ayuda en esaguerra, al ser apoyado por la Unin Sovitica, los Estados Unidos, Europa,los pases rabes ms importantes y las monarquas petroleras del Golfo. Y,aun as, no pudo derrotar a Irn. Pero, de repente, es un pas preparado paraconquistar el mundo. Hubo alguien que destacara este hecho? La clave delasunto est en que era un pas del Tercer Mundo y su ejrcito estaba formadopor campesinos, y en que como ahora se reconoce hubo una enormedesinformacin acerca de las fortificaciones, de las armas qumicas, etc.;hubo alguien que hiciera mencin de todo aquello? No, no hubo nadie.Tpico.

    Fjense que todo ocurri exactamente un ao despus de que se hiciera lomismo con Manuel Noriega. Este, si vamos a eso, era un gngster de tres alcuarto, comparado con los amigos de Bush, sean Sadam Husein o los dirigen-tes chinos, o con Bush mismo. Un desalmado de baja estofa que no alcanzabalos estndares internacionales que a otros colegas les daban una aureola deatraccin. Aun as, se le convirti en una bestia de exageradas proporcionesque en su calidad de lder de los narcotraficantes nos iba a destruir a todos.Haba que actuar con rapidez y aplastarle, matando a un par de cientos,quizs a un par de miles, de personas. Devolver el poder a la minscula oli-garqua blanca en torno al 8% de la poblacin y hacer que el ejrcitoestadounidense controlara todos los niveles del sistema poltico. Y haba quehacer todo esto porque, despus de todo, o nos protegamos a nosotros mis-mos, o el monstruo nos iba a devorar. Pues bien, un ao despus se hizo lo

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    mismo con Sadam Husein. Alguien dijo algo? Alguien escribi algo res-pecto a lo que pasaba y por qu? Habr que buscar y mirar con mucha aten-cin para encontrar alguna palabra al respecto.

    Dmonos cuenta de que todo esto no es tan distinto de lo que haca la Comi-sin Creel cuando convirti a una poblacin pacfica en una masa histrica ydelirante que quera matar a todos los alemanes para protegerse a s misma deaquellos brbaros que descuartizaban a los nios belgas. Quizs en la actuali-dad las tcnicas son ms sofisticadas, por la televisin y las grandes inversio-nes econmicas, pero en el fondo viene a ser lo mismo de siempre.

    Creo que la cuestin central, volviendo a mi comentario original, no es sim-plemente la manipulacin informativa, sino algo de dimensiones mucho ma-yores. Se trata de si queremos vivir en una sociedad libre o bajo lo que vienea ser una forma de totalitarismo autoimpuesto, en el que el rebao desconcer-tado se encuentra, adems, marginado, dirigido, amedrentado, sometido a larepeticin inconsciente de eslganes patriticos, e imbuido de un temor reve-rencial hacia el lder que le salva de la destruccin, mientras que las masasque han alcanzado un nivel cultural superior marchan a toque de corneta repi-tiendo aquellos mismos eslganes que, dentro del propio pas, acaban degra-dados. Parece que la nica alternativa est en servir a un estado mercenarioejecutor, con la esperanza aadida de que otros vayan a pagamos el favor deque les estemos destrozando el mundo. Estas son las opciones a las que hayque hacer frente. Y la respuesta a estas cuestiones est en gran medida enmanos de gente como ustedes y yo.