El Conflicto de Las Disciplinas.- Alvarez Berttolini Nandez

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Revista Iberoamericana, Vol. LXIX, Núm. 203, Abril-Junio 2003, 441-447 EL CONFLICTO ENTRE LAS DISCIPLINAS POR NELLY RICHARD Revista de Crítica Cultural Hibridez y nomadismo son dos de las categorías flexibles de las que se sirve la transdiciplinariedad para defender su proyecto de cruces de las fronteras de los campos de estudios. No podemos sino estar de acuerdo con ese deseo de traspasar el rígido marco de la especialización y departamentalización académicas, para incorporar a la escena del conocimiento prácticas heterogéneas que desborden y subviertan el purismo conservador que reclama la integridad del corpus, tal como aún quiere preservarla una cierta tradición de autoridad y jerarquía universitarias. Debemos seguir insistiendo en este gesto de no-clausura pero creo que, a la vez, debemos comenzar a sospechar de una cierta confianza ingenua en que la transdisciplinariedad es la adecuada respuesta de los tiempos posmodernos de la globalización a la crisis del conocimiento moderno o bien de que dicha transdisciplinariedad es garantía en sí misma de una renovación de la crítica académica. Varios autores han colocado bajo sospecha un cierto gesto de los estudios culturales que, en nombre de la transdisciplinariedad, propicia una mezcla desinhibida de técnicas, procedimientos, estilos, teorías y métodos cuya suma integradora parece contar con la total disponibilidad a la reconversión de cada préstamo disciplinario, sin limitaciones de contextos ni de operaciones. Esta tendencia a la “ilimitación” nos conduce, para retomar una frase de W. Thayer, a “la obscenidad de todos los caminos abiertos”. 1 Un devorador principio de anexiones y conexiones pragmáticas destinado a “optimizar las actuaciones 1 Dice W. Thayer, en relación a esto mismo: “la operación eminentemente descanonizante de los estudios culturales, operación que recae reflexivamente sobre su propio territorio mediante la incorporación indefinida en su curriculum de nuevos aparatos analíticos: la operación potencialmente desauratizante y desjerarquizante de los estudios culturales en la multiplicidad de sus eventos y casos, se abre prospectivamente tan ilimitada como lo que se denomina capitalismo flexible. De modo que el campo prospectivamente infinito de los estudios culturales podría hacer las veces de un minilaboratorio para un pensamiento de la globalización. ¿Qué podría quedar afuera de los estudios culturales, o de la globalización? ¿Existirá para ellos una frontera, una muerte? ¿Existe una frontera respecto de lo que proyectivamente, en la pluralidad de sus eventos, no podría fijar estrictamente un límite, y en cuya planicie expansiva la academia se promete en su fase más devoradora como inverosimilitud flexible?” (60).

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  • Revista Iberoamericana, Vol. LXIX, Nm. 203, Abril-Junio 2003, 441-447

    EL CONFLICTO ENTRE LAS DISCIPLINAS

    POR

    NELLY RICHARDRevista de Crtica Cultural

    Hibridez y nomadismo son dos de las categoras flexibles de las que se sirve latransdiciplinariedad para defender su proyecto de cruces de las fronteras de los campos deestudios. No podemos sino estar de acuerdo con ese deseo de traspasar el rgido marcode la especializacin y departamentalizacin acadmicas, para incorporar a la escena delconocimiento prcticas heterogneas que desborden y subviertan el purismo conservadorque reclama la integridad del corpus, tal como an quiere preservarla una cierta tradicinde autoridad y jerarqua universitarias.

    Debemos seguir insistiendo en este gesto de no-clausura pero creo que, a la vez,debemos comenzar a sospechar de una cierta confianza ingenua en que latransdisciplinariedad es la adecuada respuesta de los tiempos posmodernos de laglobalizacin a la crisis del conocimiento moderno o bien de que dicha transdisciplinariedades garanta en s misma de una renovacin de la crtica acadmica.

    Varios autores han colocado bajo sospecha un cierto gesto de los estudios culturalesque, en nombre de la transdisciplinariedad, propicia una mezcla desinhibida de tcnicas,procedimientos, estilos, teoras y mtodos cuya suma integradora parece contar con la totaldisponibilidad a la reconversin de cada prstamo disciplinario, sin limitaciones decontextos ni de operaciones. Esta tendencia a la ilimitacin nos conduce, para retomaruna frase de W. Thayer, a la obscenidad de todos los caminos abiertos.1 Un devoradorprincipio de anexiones y conexiones pragmticas destinado a optimizar las actuaciones

    1 Dice W. Thayer, en relacin a esto mismo: la operacin eminentemente descanonizante de losestudios culturales, operacin que recae reflexivamente sobre su propio territorio mediante laincorporacin indefinida en su curriculum de nuevos aparatos analticos: la operacin potencialmentedesauratizante y desjerarquizante de los estudios culturales en la multiplicidad de sus eventos ycasos, se abre prospectivamente tan ilimitada como lo que se denomina capitalismo flexible. Demodo que el campo prospectivamente infinito de los estudios culturales podra hacer las veces deun minilaboratorio para un pensamiento de la globalizacin. Qu podra quedar afuera de losestudios culturales, o de la globalizacin? Existir para ellos una frontera, una muerte? Existe unafrontera respecto de lo que proyectivamente, en la pluralidad de sus eventos, no podra fijarestrictamente un lmite, y en cuya planicie expansiva la academia se promete en su fase msdevoradora como inverosimilitud flexible? (60).

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    del saber, su eficacia2 decide mezclar todo con todo, incluso fragmentos de sistemas deconocimiento a veces enemistados entre s por el hecho de representar afiliacionespoltico-intelectuales contrarias. Segmentariedad del conocimiento, interseccionalidad delas teoras: un cierto ejercicio de la transdisciplinariedad en los estudios culturales parecefuncionar muy acorde con el mercado flexible de la diversidad que promueve la mquinaneocapitalista. Al ensamblar el localismo del fragmento y el pluralismo de lo hbrido enuna nueva performatividad de lo combinatorio, los estudios culturales reconviertenteoras y conocimientos en una suma tan discontinua como abarcadora, sin preguntarsedemasiado por las desavenencias de estilos que haran incompatibles en valor ydensidad muchos de los saberes llamados a converger fluidamente en el encuentro.

    Qu habra de especialmente problemtico en este modelo de hibridacin delconocimiento? Quizs la complicidad de lenguajes entre la combinacin flexible desaberes parciales que justifican sus recortes en trminos puramente operatorios y elproductivismo de mercado que tambin demanda multiplicidad y diversificacin paraabastecer las mquinas de reciclaje de la globalizacin. Lo problemtico sera esta precisacomplicidad de lenguajes entre la operatoriedad de los saberes y el productivismo delmercado con el que funcionan las gramticas neoliberales.

    Oponindose a cierto facilismo del juego transdisciplinario tal como lo academiza laversin norteamericana de los estudios culturales, W. Rowe dice: la crtica literaria, laantropologa, el anlisis de los discursos, la historiografa, la sociologa, cada una proponediferentes lecturas que recortan el espacio social de modos diferentes y no puedenreconciliarse por simple aadidura. El crtico cultural se encuentra sujeto a determinadaslegitimaciones y deslegitimaciones que en parte surgen de las tradiciones de recepcin dela materia estudiada, y en parte, de los lugares/instituciones disponibles dentro del tejidosocial de la comunicacin para una actividad de crtica cultural (26, el subrayado es mo).La acotacin me parece importante. La hibridez transdisciplinaria nos ha enseado avalorar la frontera entre campos de estudios como motivo y oportunidad de una travesaque rene y mezcla, que fusiona los conocimientos en una amalgama funcional a ladiversificacin de los objetos de estudios. Es cierto que, bajo el pretexto de los estudiosculturales, se han estimulado dilogos entre series disciplinarias tradicionalmenteincomunicadas entre s. Y es cierto tambin que estos dilogos alimentan una productividadde intercambios profesionales (que van ms all del simple ensamblaje de conocimientos)tal como podemos apreciarlo en el buen funcionamiento de algunos grupos de estudioslatinoamericanos. Pero el hecho de beneficiarnos de esta mayor fluidez de intercambiosprofesionales no debera impedir que prestramos tambin atencin a la otra cara del

    2 Recordemos que el diagnstico que realiza J. F. Lyotard en su libro, La condicin postmoderna,describe rasgos luego exacerbados por cierto tipo de estudios culturales. Lyotard dice: La jerarquaespeculativa de los conocimientos deja lugar a una red inmanente y por as decir plana deinvestigaciones cuyas fronteras respectivas no dejan de desplazarse [...] Si la investigacin debeasegurar no slo la reproduccin de competencias sino su progreso [...] sera preciso, en consecuencia,que la transmisin del saber [...] implicara el aprendizaje de todos los procedimientos capaces demejorar la capacidad de conectar campos que la organizacin tradicional de los saberes aisla concelo (35-96).

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    lmite: aquella que exhibe incomodidad, tirantez e incluso crispacin. El lmite funcionatambin como zona de tensionalidad crtica: de resistencia entre bordes disciplinarios quese irritan y se molestan, que se provocan mutuamente debido a los conflictos de autoridad,de lenguaje y posicin, que enfrentan las disciplinas unas a otras en el campo de fuerzasde la valoracin simblica e institucional del saber.

    No todas las disciplinas gozan de los mismos crditos de legitimidad y privilegiossociales ni son avaladas por los mismos coeficientes de poder. En el paisaje hipertecnificadode hoy, los saberes cientfico-investigativos que pertenecen al mundo del conocimientoexperto gozan de mayor reconocimiento profesional que, por ejemplo, el ensayismocrtico-cultural que comparte con el arte y las humanidades el signo de lo inutilitario. Estaconstatacin justifica la insistencia de Beatriz Sarlo en la idea de [que] una culturahumanstica puede ser defendida como necesidad y no como lujo de la civilizacincientfico-tcnica (196). Sabiendo bien que la relacin entre formaciones de conocimientoy jerarquas disciplinarias obedece siempre a una violencia implcita, no tenemos porqupensar que las asimetras y desigualdades entre lo cientfico-social y lo humanstico debanser vividas apaciblemente. Me parece importante, incluso, rescatar el vitalismo crtico dela fuerza de provocacin intelectual que surge de los choques e impugnaciones que oponenentre s a distintas economas de poder/saber. Prefiero la energa crtica de estos choquesa su neutralizacin bajo la intermediacin feliz de una traduccin y combinacin perfectasentre saberes que convergen en una misma tendencia a converger en lo til. Ms que borrarlas disonancias o contrariedades entre ellos, se tratara de exhibir el coeficiente deindisposicin y de oposicin con que ciertos modos de pensamiento se niegan a entrar enla practicidad de la suma que cultiva relajadamente el pluralismo transdisciplinario.

    Podra ilustrar esto remitindome a la escena chilena de los aos de la Transicin. LaTransicin fue diseada como el artefacto poltico-institucional que forj una pragmticadel acuerdo entre redemocratizacin poltica y neoliberalismo econmico. Dicha pragmticaestuvo regida por el consenso que dej fuera de su molde de la reconciliacin los residuosms atormentados de la memoria de la posdictadura. El diseo organizacional de laTransicin estuvo principalmente a cargo de un sociologismo administrativo cuyosvocabularios profesionales entraron en complicidad numeraria, funcionaria con losreordenamientos tecnificados de lo social. Leer crticamente la posdictadura requierefijarse en lo que reprimen estos saberes operacionales y directivos de la gobernabilidad:3en el desarme de una palabra herida, en sus simbolizaciones difusas y sus narrativasquebradas. Leer crticamente la posdictadura signific fijar la mirada en lo que no calzacon la racionalidad exitosa del pacto transicional que ciertas disciplinas se encargaron decomponer y de justificar bajo una sensata (pero tambin normalizadora) lgica de ajustes.

    3 Para I. Avelar, la palabra gobernabilidad resume mejor que cualquier otra el rol de las cienciassociales en la legitimacin de la transicin epocal guiada por la ecuacin entre libertad polticapara el pueblo y libertad econmica para el capital, como si la primera dependiera de la segunda.Agrega Avelar: la gobernabilidad es un problema que, por definicin, suele ocupar a los vencedores.Para los vencidos no hace falta decir que la cuestin de la gobernabilidad no se plantea. Desde elpunto de vista de los vencidos, en el concepto mismo se vislumbra una complicidad irrevocable conlos vencedores (219).

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    Tal mirada no poda sino entrar en disputa con los arreglos del sociologismo oficial, consus ordenamientos de saber competentes y ejecutivos que relegaron como desperdiciotodo aquello que hablaba de perforaciones de la memoria: de las fallas y lapsus de cuerposy representaciones daadas que se sienten completamente ajenos al idioma liso de losrecuentos oficiales que numeran y enumeran los xitos del Chile bien administrado.

    Con este ejemplo, me interesa reivindicar primero la absoluta necesidad de remitircada reflexin sobre disciplinariedad y transdisciplinariedad a los campos acadmico-intelectuales en los que se disean los proyectos de crtica de las disciplinas para evaluarlos respectivos modos en que los saberes deciden reafirmar o impugnar sus tradicioneslocales, realizar ciertos gestos de delimitacin o de interseccin disciplinarias, ya quedichos gestos slo cobran sentido poltico en funcin de las dinmicas de fuerzas y lospuntos de fuga que se trazan entre lo institucionalizado y sus otros. La relacin entre loacadmicamente sedimentado y lo irruptivo, entre lo universitariamente consolidado y lodisruptivo, toma a veces el aspecto de la disputa (ya muy repertoriada) entre los estudiosliterarios y los estudios culturales, pero puede tambin adoptar formas mucho menosreconocibles. Slo podr realzarse la potencia crtica de ciertas alteraciones disciplinarias,habindose identificado localmente cules son los bloques de poder a fisurar paraexperimentar, en sus brechas, el diseo de formas contrahegemnicas. Lamentablemente,la abstraccin generalizante del latinoamericanismo (y sus clasificaciones de estudiosoperadas desde Estados Unidos) suele borrar el detalle y la materialidad operativa deciertas infracciones a la razn universitaria que realizan su crtica de las disciplinas comouna crtica en accin y en situacin, es decir, necesariamente imbricada en el funcionamientoprctico de una estructura local. Tambin debera revisarse el rtulo de estudiosculturales latinoamericanos bajo el cual se busca ahora estandarizar cualquier proyectotransdisciplinario. Un proyecto de crtica de las disciplinas puede elegir llamarse, enalgunos casos, estudios culturales pero, en otros, ocupa el nombre de la crticacultural, de los estudios de gnero o bien de la crtica feminista, para desorganizarcon fuerza transgresiva lo acadmicamente instituido. Es as como ocurre en Chile donde,por lo dems, los estudios culturales son casi inexistentes y donde, por lo mismo, resultacompletamente extempornea una de las preguntas que organizan la discusin de estamesa: la de saber sobre si los estudios culturales han llegado a su fin.4

    Pareciera que el modelo predominante de estudios culturales latinoamericanos quese visualiza desde Estados Unidos, es el que define Beverley como una especie de correade transmisin entre la sociedad civil, el estado, las corporaciones transnacionales, lasONGs y fundaciones y la academia (501): un modelo ms bien orientado haciainvestigaciones sobre polticas culturales para las cuales la cultura funciona, en palabrasde Ydice, ya no como un arma ideolgica sino como un recurso expeditivo: unrecurso que debe ser administrado y gerenciado (18) dentro de la misma lgicaoperatoria que rige la economa de la globalizacin. Ese modelo de estudios culturales,que funciona como un modelo de intermediacin entre los campos del saber universitarioy de la accin pblica, ya ha demostrado su eficacia a la hora de cruzar la cultura con el

    4 Esta era una de las preguntas que nos fue sugerida como eje de reflexin para la mesa del Congresode LASA en la que fue presentada esta intervencin.

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    mercado y la academia con las fundaciones o los ministerios. Reconocer, por un lado, estaeficacia no debera impedir que, por otro, incorporemos al debate sobre los estudiosculturales la voz discrepante de quienes ven en ellos el sntoma adecuacionista de unafusin demasiado exitosa entre globalizacin, posmodernismo y neoliberalismo.5 Hayuna versin demasiado burocratizada de los estudios culturales que persigue una ecuacinsatisfecha entre la gobernabilidad de la poltica, la administratividad de lo social, lamaniobrabilidad de lo cultural, la aplicabilidad de los saberes: todo esto cruzado por undeseo de traducibilidad de las diferencias a un liso sistema de intercambios donde elregistro prctico de la transaccin y de la negociacin prevalecen sobre el registro terico-crtico del conflicto y del antagonismo.

    Es necesario interrogar el estatuto del nuevo saber transdisciplinario que agencia estaversin burocratizada de los estudios culturales y sus equivalencias programadas entre latecnicidad del mercado, el saber operacional, la industria universitaria y la economa dela globalizacin. Y es necesario tambin instalar la pregunta de cmo reintroducir, en estepaisaje saturado de instrumentalidad, las dimensiones trgicas, contestatarias y utpicasdel pensar. Decir pensar no es lo mismo que decir saber o conocer, ya que no se tratasimplemente de multiplicar los objetos cognoscibles (en un trayecto que va del poema ode la novela a la serial de televisin) ni tampoco de alternar racionalidades disciplinariaspara dotar a cada objeto de ms de una clave de explicacin, negociando distintas cuotasde intelegibilidad. Decir pensar es reintroducir el desgarro crtico de una relacin entrela subjetividad y el nombrar las cosas que no se complace en el orden de lo explicativo,que se vive a s misma como desajustada.

    Podra decirse que, con los estudios culturales, el saber universitario ha ganado enprogresismo pero que ha perdido en densidad terica y tambin en sutileza intelectual,adems de quedar sumergido bajo una alarmante pobreza de estilos. A los estudiosculturales les hace falta rescatar una dimensin crtico-esttica de la cultura, aunque estadimensin ya no coincide tampoco con el recorte auratizado de lo literario: unadimensin que siga comprometida con las operaciones de riesgo mediante las cuales cadaprctica esttica o cultural decide a partir de sus batallas la forma para subvertir los pactosde entendimiento oficial con nuevas maneras de ser, de ver y de leer. Esta dimensintransgrede la economa de la funcin que busca traducir lo cultural a datos y que pretendereservarle a cada dato un destino prctico, de acuerdo a una versin de los estudiosculturales demasiado interesada en administrar las utilidades del saber competente.

    Se dice frecuentemente que una de las condiciones de diferenciacin del trabajo dela crtica y de los estudios de la cultura en Amrica Latina, en comparacin con el que serealiza en Estados Unidos, tiene que ver con la mayor porosidad de fronteras y movilidadde trnsitos entre la universidad y sus afueras. Fuera de la labor propiamente acadmica,hay una diversidad de escenas que le puede significar a los crticos latinoamericanosrealizar varias formas de micro-activismo cultural que, si as lo quieren, los ponen encontacto vivo con la trama de intervenciones contingentes del debate pblico. Que existaesta movilidad de escenarios le permite a la crtica ensayar distintos lenguajes e inclinaciones

    5 La expresin es de R. de La Campa (149).

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    de voz para hablar desde distintos espacios institucionales e [...] interpelando a diversospblicos (Montaldo 6). Pero a la vez transitar por estos espacios (salirse del protegidouniverso de la exclusiva profesionalizacin acadmica) pone vitalmente en cuestin eltema de la crtica de oposicin.6 Cmo formular hoy una crtica de oposicin que sedesmarque de los condicionamientos de la poca? Podr criticarse radicalmente latransparente obscenidad del capital si la lengua que escribe esa crtica (si los arreglos desaberes en los que se basa) es coincidente con la sintaxis del mercado en su operacionalidady calculabilidad? Cmo hacerlo para criticar no slo los modos de ser sino tambin lasformas de decir de la hegemona neoliberal, ya que no basta con criticar -con lucidezprogresista- las imperfecciones de la democracia, los abusos de la globalizacin, lasinjusticias del mercado, para que la crtica hable un idioma irreconciliable con la lenguaque modela esa hegemona? Cmo distanciarse del mercado informativo (y de susplantillas comunicacionales) con que la globalizacin capitalista diagnostica y resuelvesus problemas en el lenguaje expedito de los informes y de las comisiones? Es decir, cmointroducir la complejidad resistente de una palabra y otra, una palabra densa y tensa?Cmo demorarse en la textura enunciativa de esa palabra crtica sin que ella pierda su filodenunciante?

    Estas tensiones, que son constitutivas de aquel ensayismo cultural que comparte ladimensin de lo crtico-reflexivo y de lo poltico-intelectual, no se resuelven bajo lafrmula positivizada de los estudios culturales como simple anexin y conexin de saberesya probados que se renen bajo consignas de rentabilidad acadmica va la productivizacindel conocimiento.

    BIBLIOGRAFA

    Avelar, Idelber. Pensamiento postdictatorial y cada en la inmanencia. Dialectos entransicin; poltica y subjetividad en el Chile actual. Mauro Salazar y MiguelValderrama, eds. Santiago: Arcis-Lom, 2000.

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    Beatriz Viterbo Editoras, 1996.Sarlo, Beatriz. Escenas de la vida postmoderna. Intelectuales, arte y videocultura en

    Argentina. Buenos Aires: Ariel, 1994.

    6 Empleo este trmino en el sentido que le da P. Bov (1992).

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